conversaciones con Marilyn Monroe George Barris Cuando crezcas serás hermosa, rica y famosa

conversaciones con Marilyn Monroe George Barris Cuando crezcas serás hermosa, rica y famosa Introducción Siempre hay dos versiones de una misma h
Author:  Jaime Luna Gallego

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conversaciones con

Marilyn

Monroe George Barris Cuando crezcas serás hermosa, rica y famosa

Introducción

Siempre hay dos versiones de una misma historia, Marilyn.

D

esde la primera vez que me encontré con ella, como fotógrafo independiente, en septiembre de 1954, siempre quise escribir un libro sobre Marilyn Monroe. En aquella ocasión ella estaba en Nueva York rodando exteriores para el film The seven year itch (La tentación vive arriba). En principio concebí el libro como una colección de fotografías que reflejaran su vida diaria, acompañadas con comentarios que ella misma hiciera mientras la entrevistaba. Desafortunadamente, el proyecto nunca llegó a buen puerto; pero creo que el que usted está leyendo ahora mismo puede insuflar una nueva vida a Marilyn.

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Volvamos a 1954. Le había sugerido a uno de mis editores, el difunto Donald Feitel, del Grupo Metro, hacer un libro de fotografías sobre ella, porque desde que Marilyn alcanzó la fama, sus fans y el público no dejaban de leer cosas sobre su persona, especialmente sobre sus encantos o sus episodios más descontrolados. Feitel aceptó y le prometí tomar tantas fotografías como me fuera posible. Cuando la vi por primera vez estaba apoyada hacia fuera de la ventana de un edificio moderno de piedra oscura de la calle 61, en el East Side de Manhattan, posando para la escena de una película. Realicé algunas fotos de su ahora famosa espalda y el sonido del objetivo la sorprendió. Se volvió rápidamente, me miró y me sonrió. Hice una docena más de fotografías, ambos reímos y el hielo se rompió por completo. Es innegable que tenía un gran sentido del humor. Seguí a Marilyn durante los días siguientes, entrevistándola y haciéndole fotos. Era agradable trabajar con ella. Lo que más me gustaba era que no se comportaba como una estrella de cine. Tenía los pies en el suelo. Aunque tenía 28 años, se movía y tenía el aspecto de una adolescente. Era bella y sexy, y había una casi inocencia de niño en su comportamiento. Me impresionaban su amabilidad y camaradería en el plató. No era falsa ni snob. Sorprendentemente, en los pocos días que estuvimos juntos nos hicimos amigos. Descubrimos que [ 14 ]

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habíamos nacido bajo el mismo signo: Géminis. El cumpleaños de Marilyn era el 1 de junio y el mío el 14. Nos gustaban las mismas cosas y era de conversación fácil. Le dije que me gustaría trabajar en un libro sobre ella. Lo pensó durante un rato; luego, abrió los ojos, sonrió y dijo: «¿Por qué no? Un día lo haremos»; pero no nos pusimos a trabajar en serio hasta 1962. Ella había estado ocupada haciendo una película tras otra y se había convertido en una estrella internacional, lo que yo sabía que deseaba. Yo había estado ocupado recorriendo el mundo y fotografiando mis reportajes. Y, aunque no nos habíamos visto, nos manteníamos en contacto por teléfono. En mayo de 1962 fui designado por la revista Cosmopolitan para cubrir un reportaje de Elizabeth Taylor, que estaba filmando Cleopatra en Roma. Elizabeth era la primera actriz en recibir un millón de dólares, más gastos, por aparecer en una película. La filmación había comenzado en Inglaterra, donde Liz enfermó y por poco muere. La 20th Century Fox, los mismos estudios que tenían contratada a Marilyn, había trasladado la producción a Roma, donde el clima menos frío convenía a Elizabeth. Allí podría recuperarse de una operación reciente y proseguir con la película; pero no era sólo porque la actriz estuviera enferma, sino porque los estudios tenían problemas. Los tremendos gastos de la película los estaban llevando camino de la bancarrota. El guión no estaba terminado y los guionistas escribían los diálogos el mismo día de rodaje. Richard Burton [ 15 ]

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mantenía una relación con Taylor, mientras ésta seguía casada con el cantante Eddie Fisher. Fisher no tenía ni idea de cómo pararlo. Comí con el editor de Cosmopolitan, Bob Atherton. Como fotógrafo independiente, mi vida dependía de las ofertas que pudiera recibir, y mi amiga Marilyn Monroe estaba produciendo noticias sin parar. Estaba comenzando su película número treinta, que iba a ser la última bajo su viejo contrato para la 20th Century Fox. Era el momento de hacer un reportaje sobre ella. El título que presenté al editor de Cosmopolitan era: «¿Cuál será el futuro de Marilyn Monroe ahora que va a cumplir 36 años?». El título de la película en la que trabajaba aquellos días, Something’s got to give, podía servir de título al libro. ¿Podía, a su edad, seguir siendo un símbolo de sexualidad y belleza juvenil? A Atherton le encantó la idea. Acordamos hacer la portada y entre ocho y diez páginas interiores. La idea nos emocionó tanto que no terminamos el almuerzo. Me preguntó cuándo podría marcharme a Hollywood, donde estaba rodando la película en los estudios de la Fox. Le dije que podía irme inmediatamente. Cuando llegué a Hollywood, me metí en los apartamentos de Sunset Tower. Después de una noche de sueño reparador, a la mañana siguiente una limusina de los estudios me llevó al plató 14 de la Fox, donde Marilyn estaba filmando. ¿Se alegraría de verme? ¿Me recordaría a simple la vista? A muchos grandes artistas [ 16 ]

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les presentan a tanta gente que no se acuerdan ni de a quien le presentaron la noche anterior. Y nosotros no nos habíamos visto en años. Cuando entré en el plató 14, distinguí a Marilyn de inmediato y me dirigí hacia ella; volvía a estar de espaldas, así que le toqué en el hombro: «¿Te acuerdas de mí?». Se volvió, sonrió y con un gran abrazo me dijo: «¡Cuánto tiempo!, ¿qué hay de nuevo?». Le contesté: «Hoy es primero de junio, y he venido desde Nueva York a ver a mi vieja amiga». Rió mientras la abrazaba y le decía: «Feliz, feliz cumpleaños, y que sólo tengas felices cumpleaños». Le conté lo de la historia para Cosmopolitan; le gustó. «Puede ser, Marilyn, que haya llegado el momento de hacer el libro del que tanto hemos hablado.» Se rió. «Puede que sí..., ¿por qué no?». George Cukor la llamó al plató. Marilyn me pidió que permaneciera a su lado; luego hablaríamos del libro y de otras cosas. Marilyn parecía emocionada con la película. Su pareja era Dean Martin, con el que siempre quiso trabajar, y ella había conseguido buenos papeles para dos de sus amigos. Ambos eran comediantes: Phil Silvers, la estrella de la TV del viejo show Sergeant Bilko, y Wally Cox, quien había interpretado a Mr. Peepers durante años. También participaba en la película su amiga Cyd Charisse, la bailarina y esposa del actor y cantante Tony Martin.

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A las cinco y media de esa tarde de viernes Marilyn había terminado su jornada. Entonces, alguien gritó: «Feliz cumpleaños, querida Marilyn» y varios del grupo avanzaron con una enorme tarta. Estaba cubierta de nata helada y una figurita sexy de Marilyn en bañador, con HAPPY BIRTHDAY MARILYN en grandes letras rematadas con lucecitas centelleantes. Y, por supuesto, su champán preferido, Dom Pérignon. Ni los directivos de la Fox ni los empleados se habían olvidado su cumpleaños, y esto emocionó a la sensible actriz. Se volvió hacia mí y me pidió que la ayudara a cortar el enorme pastel. Los fotógrafos nos retrataron juntos mientras todos gritaban: «¡Feliz cumpleaños, querida Marilyn! ¡Te queremos! ¡Que todos tus deseos se conviertan en realidad!». Jamás la vi más feliz. A las seis y media Marilyn había ofrecido un trozo de tarta y una copa de champán a todo el mundo. Se despidió y me dijo: «Te veo el lunes por la mañana en el plató, temprano, sobre las ocho». El lunes siguiente llegué temprano al plató, pero allí no estaba Marilyn. De hecho, Marilyn no llegó en toda la semana. Comunicó que estaba enferma en casa con un virus, fiebre alta, dolor de garganta y dolor de estómago. Al escuchar la noticia, a los directivos de la Fox les entró el pánico, pues dependían de la película de Marilyn para evitar la cercana bancarrota. No querían creerse que estuviera enferma. Enviaron al doctor de [ 18 ]

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los estudios para que la examinara, y cuando este les confirmó que estaba enferma, se negaron a creer que esto le impidiera filmar. El departamento de publicidad de los estudios (cumpliendo órdenes exclusivas de los ejecutivos) hizo circular la noticia de que la actitud de Marilyn iba a arruinar a la Fox, y que eso implicaría el despido de los trabajadores de la empresa. El viernes mandaron una nota a la prensa afirmando que iban a demandar a Marilyn por medio millón de dólares por daños y perjuicios. También que la reemplazarían por otra actriz, lo que supondría el final de la carrera de Marilyn. Cuando Marilyn se enteró, quedó trastornada. No podía creer que los estudios le hicieran eso. Afirmó: «Vaya, cuando los directivos enferman pueden quedarse en sus casas; pero ¿Marilyn no tiene el derecho de ponerse enferma? ¿Cómo me pueden tratar así estos bastardos? ¡Después de los millones que les he hecho ganar!». Finalmente, los ejecutivos de la Fox decidieron suspender a Marilyn y reservar Something’s got to give hasta posteriores noticias. Ese mismo fin de semana, Marilyn y yo comenzamos a trabajar en el libro y en el proyecto de Cosmopolitan. Esto nos mantuvo ocupados y creía que la mantendría alejada de sus problemas con los estudios. Me pidió que le comprara vestidos para las fotografías y también tuve que alquilar una casa, pues la suya estaba sin [ 19 ]

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amueblar. Estaba esperando unos muebles que hacía ya tiempo había comprado en México. En mi expedición de compras para Marilyn me dirigí a sus dos tiendas favoritas: Jacks en Wilshire Boulevard de Beverly Hills y Saks Fifth Avenue. En Jacks, le compré algunos pantalones bonitos y camisas estampadas deportivas de Emilio Pucci. En Saks, un abultado jersey de lana, una chaqueta tres cuartos de playa, una manta, una gran toalla y un sexy bikini. No le compré ropa interior. No usa. Mi amigo Tim Leimert quería que utilizáramos su casa de North Hollywood Hills, por lo que le presenté a Marilyn. La casa de Tim tenía un gran jardín, un patio y un hermoso conjunto de muebles, pinturas y esculturas. No tenía piscina, pero sí la de Marilyn, por lo que los fondos de las fotografías estaban asegurados. Tim prometió no aparecer por allí mientras trabajáramos. Cuando entramos en la casa de Tim, le presenté a su empleada del hogar, Louise. Se puso tan nerviosa cuando Marilyn le dio la mano que balbuceó: «¿Es usted realmente? Nadie me va a creer cuando cuente que he estrechado la mano de Marilyn Monroe. Yo misma no me lo creo. ¿Es usted de verdad?». Marilyn, riendo, replicó: «A veces, ni yo misma lo creo». Tim mantuvo su palabra y poco después, acompañado de la aún temblorosa Louise, abandonó la casa.

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Y así, durante las semanas que van del 9 de junio al 18 de julio, estuve trabajando con Marilyn Monroe. Tomé fotografías de interior y de exterior, así como otras en la playa de Santa Mónica. Y entrevisté a Marilyn para el artículo de Cosmo y para nuestro libro. Fue una maravilla trabajar con ella, nunca estuvo más hermosa ni más locuaz. Nuestro proyecto de libro era más importante que todas las mentiras que la Fox había vertido sobre ella. Los medios de comunicación no habían tenido la cortesía de contar la otra mitad de la historia. Volví a Nueva York el 20 de julio para seguir trabajando en nuestros proyectos y pasé el fin de semana en el campo con la familia. El domingo acompañé a mi cuñado a un centro comercial y lo esperé en el coche. Volvió corriendo y gritando que había oído en la radio que Marilyn Monroe había muerto. Tenía 36 años. Después de su muerte la prensa me acosó constantemente por mis entrevistas a Marilyn, sobre todo al saberse que yo la había visto y hablado con ella poco antes del suceso. Para escapar de la presión volé a París, donde he estado viviendo veinte años. Allí me casé con la actriz francesa Sylvie Constantine, y hemos tenido dos hijas encantadoras, Caroline y Stephanie. En 1982 me trasladé con mi familia a los Estados Unidos y nos establecimos en el área de Los Ángeles. Mi familia estaba ansiosa por conocer dónde estaba enterrada Marilyn, así que las llevé ante su cripta. Rezamos por ella; se había convertido en parte de nuestras vidas. [ 21 ]

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¿Por qué he tardado tantos años en publicar este libro?, pues porque me afectó mucho su muerte. Quise mantener estas fotografías y palabras como algo privado; pero ahora que me he hecho más viejo y más sabio, pienso que Marilyn pertenece al público y a sus fans. Durante sus últimos días, Marilyn estuvo muy animada. Estaba llena de vida y esperaba comenzar una nueva fase en su carrera. Aunque ninguno de sus maridos y amigos la había hecho feliz, ella seguía buscando. Jamás he creído que acabara con su vida. Mi convicción es que fue asesinada. Pero no importa cómo murió. La perdimos demasiado pronto. Ojalá este libro refleje algo de todo lo que ella nos dio. George Barris

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Agradecimientos Deseo dar las gracias a mi mujer Sylvie y a mis hijas, Caroline y, sobre todo, Stephanie, por su incansable y total devoción a este libro. Ella me ha enseñado a usar su ordenador Mackintosh, y nunca volveré a mi máquina de escribir. Gracias a mi editor, Hillel Black, a mi publicista, Steven Schragis, y a mi leal agente, George J. Wiser, por su apoyo. Agradezco el trabajo de Louise Fili y de Jim Davis, del Hallas Photo Laboratory, especialmente a Donna, Stewart y Birgit por su tiempo y esfuerzo, y al Carol Publishing Group y a sus miembros Diane Chin, Anne Ricigliano y Margaret Wolf. Por último, gracias a Eastman Kodak, Nikon y Rolleiflex.

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I «Mentiras, mentiras, mentiras»

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Monroe: Mentiras, mentiras, mentiras, nada más que mentiras, todo lo que se ha dicho sobre mí son mentiras. Tú eres el primero al que se lo digo. Te hablaré de mi niñez, de mi carrera, de los matrimonios y divorcios, pero lo más importante, de lo que yo pienso de mi vida. arilyn

Según mi certificado de nacimiento, nací como Norma Jeane Mortenson, aproximadamente a las nueve y treinta de la mañana del 1 de junio de 1926 en el Hospital General de Los Ángeles (ahora, Centro Médico del Condado de la Universidad del Sur de California). Sí, es verdad, fui una hija ilegítima. También pasé parte de mi infancia en varios hogares de acogida y, al final, acabé en un orfanato (de aquella época) desde [ 25 ]

Marilyn Monroe

los nueve a los once años, aunque mi madre estaba aún viva. ¿Mi madre? Claro, yo tenía una madre. ¿No la tiene todo el mundo?¿Y mi padre? Bueno, creo que fue la causa de que mi madre tuviera tantos problemas en su vida. No, nunca le conocí. Sabes, mi madre fue una mujer muy atractiva en su juventud; pero ella solía decir que la belleza de la familia había sido su madre. Mi abuela destacaba. Todos los chicos del barrio habían ido detrás de ella. Era de Dublín (Irlanda), ya sabes, donde todas las chicas son bonitas. El apellido de su familia era Hogan. ¿Mi abuelo? Vino de Escocia y lo recuerdo como un tipo muy extraño que hablaba en una jerga escocesa. Recuerdo que sonaba muy bien, como musical. El padre de mi padre, mi abuelo, había venido de Noruega, me dijeron, de Haugesund. Él y mi abuela se encontraban en Los Ángeles después de la Primera Guerra Mundial. Mi madre me dijo una vez que mi padre había muerto en un accidente cuando yo era muy pequeña. Mis padres no estaban casados cuando nací. De hecho, dejó a mi madre cuando se enteró que yo venía de camino. Su nombre: Stanley Gifford. Yo era su niñita. Le dijo a mi madre que se alegraría si ella se casaba con Ed Mortenson, al menos le daría un apellido al bebé. Stanley Gifford le ofreció dinero a mi madre, pero ella lo rechazó. Mi madre lo que quería era divorciarse y casarse con él, pero él no quiso hacer las cosas bien, aunque ella se divorciara.

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Conversaciones

George Barris: Marilyn siempre estaba dispuesta a hablarme de su niñez. Conversábamos de cualquier cosa y ella, de algún modo, acababa hablando del pasado. Pienso que, a pesar de todo, sentía nostalgia de aquellos días. Siempre fue honrada en nuestras conversaciones, y si no quería discutir algún episodio de su vida con detalle, sonreía y me daba una respuesta breve. ¿Me dijo siempre la verdad? Creo que sí. Claro que, al ser una consumada actriz puede que dramatizara algunos sucesos y añadido un poco de color a otros, pero los hechos eran los que eran. Sus ojos me decían que lo que contaba era verdad, mientras su voz me revelaba el drama recorrido. Su modo de narrar la historia me ayudaba a comprenderla mejor. Era una mujer de grandes pasiones, aunque las cosas al final nunca acabaron bien para ella. A veces presentía una sombra de tristeza. Una muchacha hermosa que había conseguido lo imposible. El sueño de toda belleza: la fama sobre un escenario. Podía ver cierta tristeza en sus ojos, aunque hubiese aprendido a sonreír, como un payaso con el corazón roto. M. M.: Creo que eso fue lo que le rompió el corazón. Ya sabes lo que quiero decir. Cuando una mujer ama a un hombre y le dice que va a tener un niño, y él se larga, es algo que nunca olvida y de lo que nunca se recupera. No creo que mi madre fuera capaz de hacerlo. Ni creo que yo lo pudiera conseguir. Así es; fui concebida en un momento de pasión por mi madre, que siempre me ha querido, y por un padre que no reconoció sus obligaciones con el bebé. Fue mi padre [ 27 ]

Marilyn Monroe

a efectos legales, pero no quiso saber nada de mí. Ni siquiera cuando me convertí en una actriz famosa quiso conocerme. Todo lo que yo quería de él era llamarle papá, pero no me dejó. No quiso que yo fuera su niña querida. Una equivocación por su parte. ¿Quieres saber algo de mi niñez? Bueno, aunque tuve algunas experiencias horribles que preferiría olvidar, también tengo dos recuerdos entrañables. Te lo contaré más tarde. Y también te hablaré de mis matrimonios. G. B.: Cuando fotografiaba a Marilyn, a veces la incitaba para que me hablara de su niñez, de los días en los que era la dulce Norma Jeane y no Marilyn Monroe, la actriz. Ella comprendió instintivamente lo que pretendía. La química entre nosotros funcionó a la perfección. Fue como si un imán nos hubiera reunido para este proyecto que tanto nos ilusionaba. Durante las sesiones fotográficas, me sorprendió su extraordinaria vitalidad juvenil. Su energía parecía inagotable. Corría como una niña por las frías aguas del océano hasta que la olas la derribaban. Luego, me decía entre risas lo bien que lo estaba pasando. Amaba el mar, y le pregunté si le traía recuerdos infantiles. Se rió y respondió: «¡Yeah!». Una mañana en la playa me dijo: «Si las olas me llevan dentro del mar y no regreso, no olvides nuestro libro. Eres el único que puede hacerlo. No lo olvides. Prométemelo». Le dije que no se preocupara, que nunca le fallaría. «Confío en ti», replicó.

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II Cómo hubiera deseado tener un padre

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arilyn Monroe: Gladys, mi madre, nació en México (de padres norteamericanos) en 1900. La familia regresó más tarde al área de Los Ángeles donde habían vivido originariamente. Gladys tuvo dos niños con su marido, Jack Baker. Aquellos niños fueron secuestrados por su padre y llevados a Kentucky a vivir con él. Más tarde ella se casaría con Edward Mortenson. Como ya dije, fui el fruto de una relación con un representante comercial divorciado llamado C. Stanley Gifford (ambos trabajaban en el mismo laboratorio cinematográfico). Yo fui la querida niña Norma Jeane. Mi padre no quiso saber nada de mí, ni de mi madre, así que fui bautizada cuando tenía seis meses como Norma Jeane Baker en Four Square Gospel Church, Hawthorne, California.

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Marilyn Monroe

Hasta donde alcanza mi memoria, crecí rodeada de cariño. Cuando era pequeña, mis mejores recuerdos giran alrededor de mi madre y sus amigas. Me hacían sentir como si fuéramos una gran familia feliz. A veces, mami o sus amigas me compraban un helado, dábamos un paseo o íbamos al cine. Me encantaba ir a la iglesia; lo esperaba con ansia, aunque no fuéramos todas las semanas. Los cánticos y servicios siempre me emocionaban, era una especie de trance. Yo lucía mis mejores vestidos. Luego, a mediodía, regresábamos a casa, donde comíamos un pollo con la familia: mami y sus amigas. Luego íbamos a dar un paseo a mirar los escaparates llenos de cosas que no podíamos comprar. Soñábamos. Lo que me entristecía era ver a otros niños con sus madres y sus padres cogidos de la mano. ¡Oh, cómo quería tener un padre yo también! Sabía que mamá me quería y deseaba hacerme feliz, pero la mayoría de los días me parecía triste y solitaria. Estaba segura de que era porque no había un hombre en su vida. Ningún hombre que la amara a ella y a mí. Ningún marido, ningún padre. Cuando pensaba en estas cosas, me ponía triste también. No tenía un padre que me abrazara, que me hablara, que me amara. Mami intentaba hacerlo lo mejor que podía. Trabajaba en los laboratorios de las Consolidated Film Industries como cortadora de negativos de películas. Largas jornadas de trabajo, salarios bajos, aburrimiento y vista cansada; un trabajo estresante. Y como allí [ 30 ]

Conversaciones

pasaba la mayor parte del día, tenía que pagar a otra mujer para que me cuidara. A veces no la veía más que muy temprano o por la noche. Quizá por eso sufría depresiones. Puedo recordarla entrando y saliendo de hospitales. George Barris: Marilyn recordaba la tristeza de su madre durante todos aquellos años. Su padre rechazó a Gladys y a su amada niña. Qué doloroso sería para ella encontrarlo e intentar convertirse en su amiga. Imaginen su dolor cuando le dijo que nunca le había importado. Más tarde, su mayor enemigo fue Marilyn Monroe. Su verdadero yo era Norma Jeane. A menudo, no podía creer que aquella niña se hubiera convertido en una estrella de fama mundial. Su nueva vida era como un sueño para ella, y su mayor temor era despertar un día y descubrir que todo había sido un sueño, uno de los vaivenes de la vida. M. M.: Nunca me quejé por tener que vivir en otros hogares.¡Si hubiera tenido un padre que me amara y cuidara de mí...! Mi madre trabajaba muchas horas en el laboratorio. Estaba muy cansada y nerviosa; la vida se había convertido en algo muy difícil para ella. Fue ingresada en un hospital definitivamente cuando yo sólo tenía cinco años. Había sufrido una fuerte depresión. Esa fue la causa de que pasara mi niñez entrando y saliendo en casas de acogida. Permíteme ir despacio y contarte poco a poco lo que le ocurrió a una triste y solitaria niñita. Vivía en casa de la mejor amiga de mi madre. Por entonces ella [ 31 ]

Marilyn Monroe

se había vuelto a casar. De repente, su casa se había vuelto demasiada pequeña y alguien tenía que irse. ¿Adivinas quién fue quien se marchó? Un día cogió todas mis cosas, las metió en mi maleta y las cargó en su coche. Estuvo conduciendo mucho rato sin decirme dónde me llevaba. Cuando le preguntaba, no me respondía. Sólo conducía con la mirada fija hacia adelante. G. B.: Siempre me extrañó nunca me hubiera dicho nada y guardado en secreto que su madre vivió durante mucho tiempo, aunque en un sanatorio mental, y por qué había posado desnuda para un calendario cuando era demasiado joven y estaba sin un centavo. No era para avergonzarse, pero sí podía dañar su fabulosa carrera de actriz. Sin embargo, durante el período que vivió con su tía Ana, una ferviente adepta a la Iglesia de Cristo, Científico, le habían enseñado que la verdad libera. Por esa razón me lo contó todo más adelante. La verdad salvó su orgullo y su carrera. Y sus admiradores la amaron más que nunca por su honradez. M. M.: Finalmente, llegamos a un edificio de ladrillo rojo de tres plantas. Ella llevaba mi maleta y subimos las escaleras hacia la entrada principal. Vi un cartel en la entrada y sentí cómo me invadía un vacío; mi corazón empezó a palpitar muy rápido, muy rápido y me cubrió un sudor frío, lloré, no podía respirar. El letrero decía: ORFANATO DE LOS ÁNGELES. «Por favor, no me dejes aquí. No soy una huérfana; mi madre está viva. No soy huérfana. Mi madre está enferma y [ 32 ]

Conversaciones

no puede cuidar de mí. Por favor, no me dejes aquí.» Lloré y protesté tanto como pude. Recuerdo que me arrastró dentro. Yo tenía nueve años, pero algo así no se olvida jamás. Mi corazón se rompió. La mujer que me llevó al orfanato era la mejor amiga de mi madre. Trabajaban juntas en el laboratorio. Había prometido a mi madre que siempre cuidaría de mí. Su nombre es Grace Goddard. Era mi tía Grace. Más adelante me enteraría de que el día que tía Grace me llevó al orfanato lloró durante toda la mañana. Me dijo que en cuanto pudiera, me sacaría de allí. Tía Grace venía a visitarme con frecuencia, pero cuando una niña siente que nadie la quiere ni a nadie le importa, no lo olvidará mientras viva. La promesa de que algún día vendría a sacarme de allí era sólo una promesa, y no la creí. Nadie me hizo tanto daño como tía Grace. Por encima de todo, yo necesitaba ser amada. Amar, ahora y entonces, significa ser necesitada. El mundo entero se derrumbaba. Tenía nueve años cuando entré en el orfanato y once cuando, finalmente, tía Grace me sacó. Ya sabes, las cosas suceden de un modo extraño. Si tía Grace no se hubiera vuelto a casar, ¿cómo habría sido mi vida? No hubiera sido la vida en un orfanato miserable, una institución donde todo el mundo te decía lo que tenías que hacer: haz eso, haz lo otro o no podrás lavarte, o comerás comidas horribles, o no

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Marilyn Monroe

podrás jugar con otros niños o, sobre todo, no podrás ver una película. De modo que, en vez de odiar a tía Grace durante el resto de mi vida, comprendí que lo que me hizo la dañó a ella tanto como a mí, y que se sentía culpable cada vez que venía a visitarme. Ya la he perdonado, por supuesto. Cuando me sacó del orfanato, tía Grace no me llevó a vivir con ella. Me llevó a Van Nuys, un barrio muy humilde de las afueras de Los Ángeles. Me fui a vivir con su tía Edith Ana Atchison Lower, una solterona de sesenta y dos años. Su hogar era un bungalow asqueroso y los vecinos pobres y miserables; pero nunca olvidaré mis años con Ana Lower, porque se convirtieron en la más importante influencia de mi existencia. A ella le debo el amor que tengo hoy por las cosas simples y bellas. Dios la bendiga. Es una de las pocas personas a las que he amado profundamente, como sólo puedo querer a una persona tan buena, tan amable y tan llena de amor por mí. Una de las muchas razones por las que la quiero tanto es por su filosofía y su comprensión de lo que realmente importa en la vida. Como aquella vez, cuando asistía al instituto Emerson y una de las chicas se burló de mi vestido. No sé por qué las muchachas hacen cosas de ese estilo. Eso hace daño. Bueno, salí corriendo con el corazón roto. Mi querida tía Ana me consoló. Me cogió entre sus brazos, me meció como si fuera un bebé y me dijo: «No hagas caso si otras niñas se burlan de ti; lo que importa es lo que tú hagas, eso [ 34 ]

Conversaciones

es lo que cuenta. Sé tú misma, cariño». Era una gran persona. No le importaba la falta de comodidades, la enfermedad o la muerte. No creía que una persona fracasase por eso. Creía que la mente podía conseguir lo que quisiera si lo deseaba.

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