CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO

JOSEPH RATZINGER CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO La confesión o afirmación de la existencia de Dios es radicalmente distinta de todas las demás afirm

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JOSEPH RATZINGER

CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO La confesión o afirmación de la existencia de Dios es radicalmente distinta de todas las demás afirmaciones humanas de existencia, porque no es meramente la afirmación de un objeto exterior a m£ y que sólo me afectaría en el terreno cognoscitivo. Es, a la vez e intrínsecamente, afirmación de una actitud práctica y concreta, fruto de esa existencia. Conociendo "porque ha sido conocido" el verdadero creyente sólo afirma a Dios en el respeto sagrado ante El y los hombres. Ich glaube un Gott den allmáchtigen Vater, Intemational Katolische Zeitschrift, 4 (1975) 10-18 ¿Qué hace en definitiva un hombre que se decide a creer en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

Falsas posiciones del problema Tal vez nos ayude a entender esta decisión la consideración de dos malentendidos bastante frecuentes que parecen ignorar el núcleo de esta fe. a) Consiste uno de ellos en contemplar el problema de Dios como una cuestión puramente teórica que no cambia nada en la marcha del mundo ni en la vida del hombre. La filosofía positivista dice de estos problemas que no pueden verificarse, es decir, que no hay ninguna probabilidad de comprobar su verdad o su falsedad, y que precisamente esto demuestra su insignificancia práctica. Un problema que es prácticamente indemostrable, y que nada cambia en la vida del hombre el que sea verdadero o falso, conviene dejarlo a un lado, dicen los positivistas. La irrefutabilidad teórica es señal de insignificancia práctica. Por lo que toca al cristianismo, quien considera desde nuestro momento histórico los planteamientos que éste ha seguido a lo largo de su desarrollo: su apropiación por las monarquías y los estados nacionalistas, para venir a ser luego un aderezo del pensamiento marxista, siente la tentación de comparar la fe de los cristianos a uno de esos medicamentos que pueden recetarse sin miedo para cualquier uso, porque en el fondo carecen de todo contenido eficaz. b) El otro malentendido nos da una versión totalmente opuesta. Presenta la fe en Dios como un recurso de una determinada praxis social, que se reduce siempre a ella y desaparece cuando esta praxis desaparece. En resumen, un descubrimiento para asegurar a los poderosos en su soberanía y mantener a los pueblos bajo la opresión de los poderes establecidos. Si alguno ve en el Dios de Israel un principio revolucionario, no hace sino afirmar esta tesis en su base, con la única diferencia de que éste equipara el problema de Dios a la praxis que él tiene por verdadera.

JOSEPH RATZINGER El Dios de la Biblia El que lee la Biblia no puede dudar del carácter práctico de la fe en Dios Padre todopoderoso. Para la Biblia, está claro que un mundo bajo la palabra de Dios tiene otro sentido que un mundo sin Dios; que no todo permanece igual cuando un hombre aleja a Dios de su vida y, por el contrario, todo cambia cuando el hombre se acerca a Dios. Así como de paso, en la primera carta a los Tesalonicenses (4,3)Pablo dice a los hombres que las relaciones con sus mujeres deben estar marcadas por un santo respeto y no por pasiones posesivas "como en los paganos que no conocen a Dios". Los cambios que se originan por la entrada de Dios en el contexto de una vida alcanzan hasta sus relaciones más íntimas y personales. En los textos en los que Pablo habla de ateísmo, deja bien patente que el desconocimiento de Dios se expresa por una falta total de respeto del hombre, mientras el que conoce a Dios ve al hombre de un modo nuevo. En la carta a los Gálatas (4,8), la esclavitud a los elementos del mundo es considerada como síntoma del desconocimiento de Dios. Vuelve a insistir en el tema en la carta a los Romanos (1,18-32). Pablo dice a sus corresponsales que los pueblos del contorno mediterráneo, influidos por la filosofía pagana, relegaron el conocimiento de Dios a lo puramento teórico y "abandonándolos a sus deseos los entregó Dios a la inmoralidad". Su mente se obnubiló, perdieron la medida de las cosas, fueron incapaces de distinguir la mezquindad de la nobleza, la grandeza de la bajeza, y rodaron por el camino de la pervesión. Un orden de ideas al que no puede negarse una desconcertante actualidad. También encontramos pruebas del sentido práctico de la fe en Dios en los textos centrales del Antiguo Testamento: la revelación del nombre de Dios (Ex 3) es aquí lo mismo que la manifestación de la voluntad de Dios. Y a partir de ella cambia todo en la vida de Moisés y en la de su pueblo y con ello en la historia del mundo. Notemos que aquí no es pensado ningún concepto de Dios sino que se trata de la revelación de un nombre; es decir, que no estamos ante una cadena de consideraciones teóricas con un fin determinado sino de una relación como la que se da entre personas, pero que supera a ésta porque a la llamada de Dios salen a la luz los motivos de una vida hasta entonces ocultos, y la vida se convierte en vocación. El lugar que ocupa Dios en la relación Dios- hombre, lo precisa Pablo en la carta a los Gálatas antes citada (4,9). Recordando a sus corresponsales su pasado ateo, les dice: "ahora que habéis conocido a Dios"; pero enseguida se corrige: "ahora que Dios os ha reconocido". Conocer y confesar es un proceso activopasivo. No es ninguna construcción de pensamiento ya sea teórico o práctico, sino un sobrecogimiento -una forma de ser afectado- al que el pensamiento y la acción tienen que responder, o rechazar. Sólo a partir de aquí puede comprenderse la denominación de Dios como "persona" y el significado de la palabra revelación. En el conocimiento de Dios, y tal vez antes, sucede algo desde la otra orilla porque queda claro que Dios no es un objeto pasivo sino el principio activo de nuestro ser; el que le da sentido precisamente: el que llama al punto central dé nuestra existencia y que, precisamente por eso, corre el riesgo de no ser escuchado, porque el hombre vive con facilidad lejos de su centro, lejos de sí mismo.

JOSEPH RATZINGER En cuanto nos tropezamos con el elemento pasivo del conocimiento de Dios, tocamos la raíz de los malentendidos de que hablábamos al principio. Ambos se basan en conocimientos en los que el hombre es el único sujeto activo. Consideran al hombre como único sujeto activo en el mundo y contemplan toda la realidad como un sistema de objetos muertos con los que el hombre se ocupa. Precisamente en este punto, viene a contradecirles la fe; y, desde esta respuesta, podemos empezar a comprender qué actitud es la fe. En todo lo dicho hasta ahora está claro que la profesión de fe "creo en Dios Padre todopoderoso" no es una fórmula teórica sin consecuencias; podrá ser válida o no, pero cambia, el mundo desde sus cimientos.

Posturas de los científicos Un nuevo camino en esté terreno nos lo facilita. Werner Heisenberg en sus diálogos entre religión y ciencias de la naturaleza. La respuesta que Wolfgang Pauli dio al científico en 1927 tiene hoy un tono profético. Dice Pauli que teme que tras el derrumbamiento de las convicciones religiosas, en brevísimo tiempo, sucederá un desmoronamiento de la ética hasta entonces vigente, "y se producirá un estado de cosas, de cuyas dimensiones apenas si podemos hacernos una idea hoy día" (1 ). En esa fecha era impensable que poco tiempo después se haría escarnio del Dios de Jesucristo presentándolo como una invención judía. En los mismos diálogos, Werner Heisenberg se hace una pregunta que es la base del segundo malentendido y que todavía no hemos tratado en nuestras consideraciones: ¿Es Dios un descubrimiento en función de una determinada praxis? Heisenberg cuenta que preguntó al científico danés Niels Bohr si habría que considerar a Dios en el mismo orden de ideas que ciertos números imaginarios de las matemáticas que no son números naturales, pero que existen como una necesidad en el campó de esta ciencia para hacer deducciones. Y pregunta de nuevo: ¿Se puede interpretar tal vez el verbo existe, en el lenguaje religioso, como una ascensión a un grado superior de abstracción para explicarnos las interrelaciones del mundo?... ¿Es Dios una especie de ficción moral para explicarnos ciertas interconexiones? Esta última pregunta es la que nos hacemos aquí. Heisenberg formula la pregunta con una concepción de la religión al estilo de la que representó Max Planck. Este sabio, siguiendo una figura de pensamiento del siglo XIX, hace una distinción rigurosa entre el lado ojetivo y subjetivo del mundo. El lado objetivo se investiga a través de los métodos precisos de las ciencias naturales, el terreno de lo subjetivo descansa sobre decisiones personales que están al margen de la línea de demarcación de lo verdadero y lo falso. A estas decisiones subjetivas, que cada uno ha de tomar por sí solo, pertenece, según él, el terreno de la religión. Esta debe vivirse con un convencimiento personal, sin entrar de lleno en el campo objetivo de la ciencia. Pero en sus diálogos con Pauli, Heisenberg cuenta cómo se les hizo claro que la separación radical entre saber y fe es un recurso de emergencia a un plazo temporal muy limitado. Separar la fe en Dios de la verdad objetiva de la ciencia significa desconocer la más íntima esencia de la fe. "En la religión existe una verdad objetiva", respondió

JOSEPH RATZINGER Niels Bohr a la pregunta de Heisenberg. Y añadió: "a mí, esa separación radical entre lo objetivo y subjetivo del mundo me parece muy violenta". Para nuestras consideraciones no precisamos seguir, paso a paso- cómo Bohr y Heisenberg superaron sus discrepancias entre objetivo y subjetivo en el terreno de las ciencias naturales. Cualquiera que fuera su acuerdo, el núcleo del tema que nos ocupa sigue siendo: la fe en Dios no pretende ofrecer un conjunto de esquemas abstractoficticios de acción, y quiere ser algo más que la convicción del sujeto que limita a una objetividad vacía de Dios. Quiere descubrir el núcleo, la raíz de lo objetivo y valorar en toda su agudeza el derecho de la verdad objetiva. Así lo hace cuando va hasta las causas que unen el sujeto con el objeto para aclarar sus interrelaciones. Sugiere Einstein que precisamente las interrelaciones de sujeto y objeto son el mayor de todos los enigmas. Más concretamente: que nuestro pensamiento, nuestros mundos matemáticos pensados en la más pura conciencia, concuerden con la verdad; que nuestra conciencia esté estructurada como la realidad y al contrario, éste es el fundamento alrededor del cual giran todas las ciencias naturales. Parece evidente, pero nada hay menos evidente. Pues esto quiere decir que la totalidad del ser tiene la forma de la conciencia; que en el pensamiento humano, en la subjetividad del hombre, se manifiesta aquello que mueve objetivamente al mundo. El mundo tiene en sí la forma de la conciencia. Lo subjetivo no es extraño a la verdad objetiva, sino que ella misma es como un sujeto. Lo subjetivo es objetivo y al contrario. Esto se hace más patente en el lenguaje científico, donde por la fuerza de las cosas se deja sentir con mayor claridad. Un ejemplo en un terreno distinto: Los más encarnizados neodarwinistas, que se esfuerzan por apartar del desarrollo determinados factores para no dejar entrever ninguna sospecha de metafísica, ni de fe.en Dios, hablan con la mayor naturalidad de lo que hace la "Naturaleza" como forma de saber lo que va a imponerse en el futuro. Si analizamos la terminología dé su lenguaje, Regaremos a la conclusión de que el término Naturaleza está pensado aquí con predicado de Dios. Mejor dicho, ha venido a ocupar el lugar reservado a la Sabiduría en el Antiguo Testamento: una Dimensión que actúa consciente y sabiamente. Por supuesto que los citados científicos explican enseguida que para ellos la palabra Naturaleza no tiene otro sentido que el de una esquematización abstracta de muchos elementos individuales; en resumen; algo así como un número imaginario para facilitarles la exposición y comprensión de sus teorías. Pero hay que preguntarles si quedaría algo de su teoría en caso de que se prohibiera esa su ficción y se la despojara de ella. Ninguna relación lógica quedaría en pie. Josef Pieper nos explica desde otro punto de vista el mismo estado de cosas. Recuerda que Sartre afirma que no puede haber ninguna naturaleza de los hombres ni de las cosas, porque si la hubiera -dice Sartretendría que haber Dios. Si la realidad no viene de una conciencia creadora, si ella no es la realización de un proyecto, de una idea, solo puede ser entonces una figura de perfiles desdibujados que cada cual puede emplear a su antojo; pero si, por el contrario, hay en ella formas concretas de sentido que preceden al hombre, hay también un sentido que haga posible este hecho.

JOSEPH RATZINGER Para Sartre, la primera evidencia es que no hay Dios y por tanto no puede haber naturaleza. Lo que significa condenar al hombre a una libertad monstruosa: sin ninguna medida de las cosas tiene que descubrir su propio sentido y el del mundo. En este lugar empieza a verse claro ante qué clase de alternativa coloca al hombre el primer artículo de la fe. Se trata de que el ho mbre interprete la verdad como puro material o como expresión de un sentido que le afecta a él mismo; si debe encontrar valores o crearlos. Según el caso, puede hablarse de dos libertades completamente distintas, de dos orientaciones de la vida fundamentalmente distintas.

¿Una nueva especulación? A la vista de estas conclusiones, tal vez algunos hagan la objeción de que todo lo dicho es una última e infructuosa especulación del Dios de los filósofos que nada tiene que ver con el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, Padre de Jesucristo. La Biblia no habla ni una sola vez de "orden central", como Heisenberg, ni de naturaleza y ser, como los antiguos filósofos; esto es diluir la fe que trata del Padre, de Jesucristo, del yo y el Tú, de las relaciones persona les, de la oración. La objeción tiene un eco piadoso, pero es irreflexiva y pierde de vista la meta principal de la fe. De acuerdo en que Dios no puede probarse como un objeto mensurable. Pero también es cierto que no habría medida sin la cohesión espiritual del ser, es decir, sin el fundamento espiritual que une el medidor y lo medido. Y, precisamente por eso, este fundamento no es mensurable, sino que sobrepasa y precede a toda medida. A Dios no séle puede comprobar como a un objeto. Para llegar a su conocimiento sé exige, en primer lugar, un acto de humildad, pero no de una raquítica humildad moralista, sino un acto de humildad ontológica: aceptar la llamada de la propia razón por la razón eterna. No puede hacerse una distinción radical entre el Dios de la fe y el Dios de los filósofos. El que pretende esto desprovee a la fe de su objetividad y separa otra vez sujeto v objeto en dos mundos distintos. Los caminos hacia Dios pueden ser muy diversos. Heisenberg nos muestra en sus diálogos cómo un honrado pensamiento investigador llega a través de la naturaleza al orden central, un "orden central" que no sólo existe, sino exige y puede hacérsenos tan asequible como el punto central de un hombre a otro hombre. También puede salirnos al encuentro. Para el que ha crecido en la tradición cristiana, el camino empieza en el tú de la oración. Sabe que puede invocar al Señor. Sabe que Jesús no es una figura histórica que pertenece al pasado, sino que permanece a través del tiempo y que con él y a través de él puede hablar al Señor, al que Jesús llama padre. Ve cómo Jesús se sustenta de otra parte, que toda su existencia es un continuo intercambio con el Otro, le viene de El y vuelve hacia El. La vida de Jesús es de Hijo. Se siente concebido por otro y vive como tal. En él está su secreto. En su actuar, hablar, vivir, padecer, es el verdadero Hijo y de esta manera hace a ese desconocido patente, perceptible y accesible. El desconocido fundamento del ser se oculta como padre. El todopoderoso es como un padre. Ya no

JOSEPH RATZINGER aparece como el Ser Supremo o la Esencia, sino como persona. Pese a todo, las relaciones personales que aquí encontramos no son iguales a las que se dan entre hombres. Y en este sentido es muy ingenuo representar nuestras relaciones con Dios por el esquema de la relación yo-tú. Invocar a Dios no significa suponer un Enfrente cualquiera, alguien que está frente a mí como otro tú, sino que es algo que toca al fundamento de mi propio ser, sin el cual yo no sería. Y ese fundamento de mi ser es idéntico al fundamento del ser, es el ser sin el cual nada es. Lo emocionante es que ese fundamento absoluto es al mismo tiempo interrelación; no menor que yo que conozco, siento, amo, sino mayor que yo: en cuanto yo conozco porque soy conocido, y amo porque de antemano soy amado. El primer artículo de la fe contiene, pues, un alto conocimiento personal y objetivo al mismo tiempo: el encuentro con un tú que me da sentido y al que puedo confiarme absolutamente. Por tanto, este primer artículo de la fe no puede pronunciarse como una frase neutral, sino como oración, como invocación: Creo en Dios. Creo en Ti, me confío en Ti. Donde verdaderamente se conoce a Dios no descansa la mente en hablar de El como cosa o en hablar de El como se habla de un número natural o imaginario, sino-un tú con quien se dialoga porque también él se dirige a nosotros. Y puedo confiarme a él absolutamente porque él es absoluto, porque su persona es el fundamento objetivo de' toda realidad. Confiarse, confiar como verdad fundada, en este mundo es posible, porque el fundamento del ser es digno de fe; si no lo fuera, toda confianza individual sería en último término una farsa vacía de sentido o una trágica ironía.

Conclusión Después de estas consideraciones, volvamos a la pregunta del principio con la que nos cerca por todas partes la objeción del marxismo: Dios es igual a una cifra imaginaria de los poderosos, en la que visibilizan su poder. Una estampa del mundo limitado por los conceptos "padre" y "todopoderoso", una adoración al padre todopoderoso viene a ser el credo de los oprimidos. Sólo la emancipación radical de los conceptos "padre" y "todopoderoso" permitiría restablecer la libertad. Desde esta perspectiva deberíamos reconsiderar todo nuestro proceso de pensamiento. Pero después -de todo lo dicho, tal ve zsea suficiente traer aquí como punto final una escena de la obra de Solschenizyn Catorce de agosto que me viene ahora á la memoria. Dos jóvenes estudiantes rusos, entusiasmados como todos los de su generación por las ideas de la revolución social, en el momento de excepcional estallido patriótico de comienzo de la guerra de 1914, entran en diálogo con un extraño ser al que conocen por el mote de "El Astrólogo". Este intenta con' mucho tacto apartarlos del fantasma de un orden social científicamente pensado, hacer ver lo quimérico de una transformación del mundo por medio de la razón revolucionaria: "¿Quién se atreve a asegurar que él está en condiciones de PENSAR estados ideales?... La jactancia es siempre signo de escaso desarrollo espiritual. El hombre de bajo nivel espiritual es jactancioso, el de elevado nivel espiritual es humilde".

JOSEPH RATZINGER Después de muchas idas y venidas, los jóvenes hacen al fin su pregunta: "¿No es la justicia un principio suficiente de un orden social?". Y el personaje responde: "¡Sin duda! Pero no la nuestra, tal como nosotros nos la imaginamos de cara a un paraíso en la tierra. Sino aquella justicia cuyo espíritu es por sí solo antes de nosotros y sin nosotros. Y tenemos que corresponder a ella". Solschenizyn se ha cuidado bien de hacer resaltar los dos conceptos "pensar" y "corresponder" con caracteres de imprenta diferentes: la palabra PENSAR que podría interpretarse como jactanciosa en mayúsculas; frente a ella, en cursiva, la palabra corresponder que exige humildad. En último término no está el pensar sino el corresponder. Sin nombrar la palabra Dios, con el temor del que tiene que llegar desde muy lejos al punto central ("habló, miró a los dos: ¿no había ido demasiado lejos?") formula aquí el poeta con gran precisión lo que significa la oración, lo que quiere decir el primer artículo de la fe. En último término está para el hombre no el pensar, sino el corresponder, escuchar la justicia del Creador, la verdad de la creación misma. Y sólo esto garantiza la libertad porque sólo esto asegura un respeto sagrado del hombre por el hombre, por la criatura de Dios, respeto que es, para Pablo, la señal del que conoce a Dios. Esta correspondencia y aceptación de la verdad del Creador en sus criaturas es la adoración. De esto se trata cuando decimos: Creo en Dios Padre, todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.

Notas: 1 W. Heisenberg. Der Teil und das Ganze. Munchen 1969. Traducción castellana: Didlogos en el terreno de la física atómica. B. A. C. Madrid

Tradujo y condensó: ASCENCIÓN CARMONA

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