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Derechos humanos Derechos humanos y memoria política ica Rol de la muj mujer jer Septiembre, 2014 y luchas de g géne género ero Soberanía políti política ica y económi económica ica Arte y pensamiento estético estético
Presidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner Vicepresidene de la Nación Amado Boudou Ministra de Cultura Teresa Parodi Jefa de Gabinete Verónica Fiorito Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional Ricardo Forster
Cuadernos por una Nueva Independencia Dirección general Ricardo Forster Dirección de proyecto Matías Bruera Gabriel D. Lerman Coordinación de la edición Giuliana Mezza Contenidos Mariana Casullo Homero Koncurat Francisco “Teté” Romero Diseño de tapa Carlos Fernández Diseño de interior Mario a. de Mendoza F. Corrección Juan Martín Rosso
Los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no expresan necesariamente la opinión de los editores. Se permite la reproducción total o parcial de esta publicación en cualquier medio a condición de la mención de la fuente y previa autorización de los editores. Se agradecerá el envío de copias.
Geografías heterogéneas IMPULSADO POR LA POTENCIA DE UNA CULTURA CON ECOS LOcales, nacionales y regionales, el Gobierno llevó adelante el necesario desafío de volverla protagonista de la etapa de transformaciones que atraviesa el país. Se trata, ni más ni menos, de hermanar la cultura con todas aquellas tradiciones políticas, estéticas y filosóficas que definen lo que somos, comprendiendo que no existe la una sin las otras. Se trata de crear espacios contundentes que apunten hacia la construcción del futuro con la memoria del pasado. Precisamente, estos foros –bisagra del pensamiento entre el Bicentenario de 1810 y el de 1816– se proponen revisar los idearios, los procesos y los actores que han configurado una serie de discursos a lo largo de doscientos años de vida soberana. Porque el momento actual de la Argentina requiere poner en palabras, que hablen el lenguaje de la pluralidad, de las geografías heterogéneas, el país que deseamos ser. Con los Foros por la Nueva Independencia, ampliamos los temas de discusión y las perspectivas para abordarlos. La riqueza de una cultura, justamente, anida en el entrecruzamiento de miradas y puntos de vista. Por eso, como ministra de Cultura de la Nación, me enorgullece abrir aquí este espacio federal de debate, guiado por los lemas emancipatorios del pasado, que resuenan, aún hoy, cuando el pueblo latinoamericano pronuncia con esperanza la palabra “futuro”. Teresa Parodi Ministra de Cultura de la Nación
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Introducción a los Foros hacia una Nueva Independencia >> Ricardo Forster
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Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
EL NUESTRO HA SIDO, DESDE SU FUNDACIÓN, UN país de permanentes controversias entramadas, la mayoría de ellas, con la política; como si cada segmento de la vida pública y privada viniera a expresar una manera de posicionarse ante los modos, distintos, de pensar y construir la Nación. Ya en el amanecer de Mayo se pusieron en juego no sólo alternativas políticas enfrentadas entre sí, sino que también se abrió una clara confrontación cultural que irradió sobre las decisiones económico-políticas hasta definir los proyectos de país que fueron desplegándose a lo largo de nuestra historia. Herencias, tradiciones, debates, conflictos, escrituras y libros estuvieron, desde el comienzo, en el centro de la política, allí donde las identidades nacientes requerían de apropiaciones simbólico-culturales legitimadoras. Pocos gestos más elocuentes y fantásticos como aquel de Mariano Moreno traduciendo el Contrato social de Jean Jacques Rousseau y convirtiéndolo en el núcleo de su visión política, en el sueño de transformar a esa aldea arrojada en los confines del mundo en una sociedad jacobino-republicana; como si allí, en la aurora de nuestra historia, se hubieran cruzado los caminos de la invención cultural con los de la utopía política. Anticipar narrativamente a la Nación sería una constante de nuestro complejo y laberíntico derrotero a lo largo de estos dos siglos de vida independiente. Pero en esos relatos construidos con diversos retazos, lo que se buscó, desde el inicio, fue la solidificación de identidades políticas fuertemente sostenidas sobre pilares legítimos, culturalmente sobresalientes y capaces de inventar identidades arraigadas en venerables tradiciones allí donde poco tiempo antes no había nada, apenas el esfuerzo de sobrevivir en estas geografías lejanas e inhóspitas. Por eso, aunque no exclusivamente, la política en la Argentina se desplegó no sólo como construcción de instituciones o como forma de gestión gubernamental sino también, y de modo decisivo, como espacio de identidades culturales capaces de dar el salto por sobre la racionalidad del relato de origen para arraigarse en sentimientos míticos. En esa narración fundacional y extraordinaria que emerge del Facundo, lo que
viene a poner en evidencia la pluma de Sarmiento es la convicción de que el combate político sería, fundamentalmente, un combate por los símbolos, es decir, que los lenguajes culturales, su capacidad de generar mitos e identidades colectivas, serían el centro controversial del país, el punto de inflexión para elegir, desde la mirada sarmientina, el camino de la civilización y/o el de la barbarie. Aunque también nos permitió descubrir las imbricaciones y deudas sorprendentes entre visiones y tradiciones intelectuales opuestas y en litigio permanente. Como si no pudiéramos eludir, y esa sea quizás una de las búsquedas secretas de estos foros, la necesidad de interrogar las genealogías compartidas y los caminos cruzados de quienes pensaron el país desde visiones enfrentadas. Una riqueza inesperada nos sale al paso cuando somos capaces de romper los dogmatismos y las miradas unilineales. Poner a dialogar diferentes miradas e interpretaciones constituye un ejercicio de fecundidad democrática que no anula las discrepancias, las querellas y los conflictos que nos siguen atravesando. Simplemente nos permite ser más agudos y comprensivos. Desde aquellos días fundacionales de un país que todavía no se sabía a sí mismo y se buscaba con intemperancias y violencias, con esperanzas y frustraciones, con agudezas teóricas e invenciones poéticas, la política se entrecruzó con lo identitario cultural generando las condiciones de un arraigo que, con matices, continúa hasta el presente: unitarios y federales, alsinistas y mitristas, liberales y radicales, anarquistas y socialistas, peronistas y antiperonistas, han sido algunas de esas cristalizaciones que vuelven muy difícil separar el discurso de la política de ese otro que se entrama con las oscuras amalgamas que definen las identidades y sus mutaciones a lo largo del tiempo. Hoy, cuando las identidades políticas y culturales ya no pueden ser concebidas desde una perspectiva esencialista y cuando los cambios y el flujo constante que caracterizan a las sociedades del capitalismo contemporáneo las debilitan, se vuelve fundamental seguir indagando por sus cristalizaciones y transformaciones a lo largo de nuestra historia. Claro que esas divergencias político-culturales no se dirimieron, por lo general, • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
en ámbitos académicos o en espacios democráticos; más bien abrieron el camino para distintas formas de guerra civil que atravesaron parte de nuestra historia y que siempre volvieron difícil, por no decir casi imposible, la construcción de una democracia capaz de amparar la diversidad. La violencia, y los sueños de otro país dentro de un país carenciado de justicia y de igualdad, han recorrido como un hilo rojo el laberinto argentino y han definido la compleja urdimbre de las identidades políticas y de los lenguajes culturales sostenedores de esas identidades. Tal vez una de las más significativas, y que todavía sigue actuando en los imaginarios sociales, es la antinomia peronismo-antiperonismo, antinomia que ha sufrido mutaciones significativas a lo largo de más de medio siglo y que hoy vuelve a emerger en la escena política aunque metamorfoseada por la forma kirchnerista del actual peronismo. Han sido esos antagonismos y la virulencia con la que se han ido manifestando los que, en gran medida pero no únicamente, debilitaron la construcción de una genuina práctica democrática, transformando por lo general a la política en un campo de batalla del que sólo se podía salir venciendo al enemigo (o aniquilándolo, como hiciera la dictadura videlista que, cómo olvidarlo, reclamó para sí toda la suma del poder político-militar para “devolverle” al país “la democracia contaminada por la corrupción y las ideas subversivas y extranjerizantes”, de acuerdo al léxico espantoso de la jerga dictatorial). Discutirnos críticamente significa, también, penetrar sin complacencias en los usos del lenguaje, en su profundo impacto en las diferentes construcciones políticas e ideológicas. Pero también significa darles su lugar complejo a los antagonismos ideológicos y económicos como expresión genuina de la democracia y como evidencia de lo no resuelto y de las desigualdades de nuestra sociedad, impidiendo que se conviertan en excusas para violentar la diversidad política y cultural. El saldo de cuentas, al menos desde 1930 en adelante, no ha sido auspicioso a la hora de generar las condiciones para una genuina solidificación de las instituciones democráticas, en especial allí donde algunos de los gobiernos que intentaron be——————————————————————
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Introducción
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neficiar no a los poderes del establishment sino a los sectores populares, fueron desbancados no sólo por el accionar golpista de los militares y de los grupos concentrados del poder económico sino por el deseo, claramente manifestado, de sectores medios que han sospechado –y lo siguen haciendo– de la política y del Estado como máquinas de recaudación y de saqueo. Una poderosa tradición antipolítica recorre los subsuelos de la historia argentina; una tradición que desde los lejanos años treinta hasta alcanzar también nuestra contemporaneidad ha venido, con movimientos espasmódicos, a confluir con aquellos imaginarios político-culturales inclinados, de distintos modos, hacia lo destituyente de esa misma democracia que sólo puede desplegarse allí donde se afirme la presencia de lo político como forma persistente del litigio y del conflicto, en especial aquel que gira alrededor de la cuestión, siempre insatisfecha, de la igualdad. En todo caso, cuando en algunos de los mojones de nuestra historia ese ha sido el núcleo del conflicto –la visibilidad del litigio por la igualdad, la exigencia de los incontables por ser contados en la distribución tanto de los bienes materiales como de los simbólicos–, lo que inmediatamente fue atacado por algunos de los portadores de la “genuina” gramática republicana ha sido, precisamente, la imperiosa necesidad, convertida en derecho y en afirmación identitaria, de esos incontables por dirimir los lenguajes con los que se iría a nombrar esa misma República. No resulta menor, de cara al Bicentenario de Julio y a la necesidad de interrogar, al mismo tiempo, nuestro recorrido como nación y las perspectivas que se abren en el presente –que suele ser el lugar donde se dirime el futuro–, continuar indagando en esos modos del decir, en esas tramas del lenguaje que han guardado, ayer y hoy, acá, entre nosotros, las claves de una historia atravesada de lado a lado por la querella de los significados. La dictadura iniciada en marzo del 76 profundizó la proliferación del sesgo antipolítico, algo sordamente arraigado en el sentido común de amplios mundos sociales, en especial de las clases medias, que venía a apuntalar la sospecha, nunca disiCuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
pada, hacia la política y hacia los políticos en beneficio de diversos experimentos autoritarios y relacionados con prácticas que viniendo de otros lugares (los cuarteles, los grupos corporativo-económicos, la Iglesia, etcétera) pudieran escapar de la “maldición” política. La frustración alfonsinista, golpeada ella también por las acciones destituyentes que recorrieron y recorren el hilo de la democracia argentina desde Uriburu en adelante y con diferentes modalidades, dejó abierta nuevamente la compuerta para que esas aguas antipolíticas vinieran a inundar las conciencias ciudadanas dispuestas, una vez más, a elegir una opción que les permitiera sumergirse en las aguas puras de una renovación virginal que acabaría, como las otras, arrasando con derechos y patrimonios del conjunto de los argentinos en nombre del progreso y de la regeneración de la vida republicana, eufemismos que escondieron y esconden el deseo de los pocos de seguir usufructuando las riquezas creadas por los incontables. Extraña paradoja la nuestra, que aquellos mismos que siempre hablaron, y lo siguen haciendo impunemente, de calidad institucional y de recreación de la República sean los que, cuando tuvieron la oportunidad, se dedicaron a rapiñar a esa misma República que tanto reclaman y admiran. En nuestra historia ha habido una distancia, a veces infranqueable, entre las palabras y las cosas; distancia multiplicada allí donde la retórica pareció desplegarse con independencia de los acontecimientos generando las condiciones fantasmagóricas de una realidad en absoluta oposición a esa misma trama discursiva que venía supuestamente a legitimarla. Ya no se trató de aquellas escrituras (como las de Moreno o Sarmiento, por citar a estos dos paradigmas que atraviesan nuestra memoria histórica) que se anticipaban a lo todavía por acontecer o que eran portadoras de una potencia que lograba capturar, desde una determinada perspectiva que acabaría por volverse hegemónica, las corrientes profundas de un país en vías de construcción; ni tampoco de aquellas otras (como las de José Ingenieros, Leopoldo Lugones, Ezequiel Martínez Estrada, Jorge Luis Borges, Carlos Astrada, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, José Luis Romero,
John William Cooke, Silvio Frondizi, Nicolás Casullo, León Rozitchner, David Viñas, entre otros) que desde el ensayo político, filosófico y literario buscaban auscultar los latidos de una sociedad indescifrable o definitivamente perdida. Se trató, y se trata, de ciertos relatos que proyectan sobre los otros el daño que ellos mismos han contribuido a infligirle a la Nación; relatos que se escudan en la pureza de un republicanismo supuestamente virginal e incontaminado que suele esgrimirse contra todas aquellas experiencias políticas populares, arraigadas en las napas más profundas de la memoria colectiva que, atravesando de diversos modos la historia nacional, tendieron a hacer visibles a los invisibles de esa misma historia. Por eso se trata, en estos tiempos de debates impostergables, de hincarle el diente no sólo al sentido de las palabras, a los modos del nombrar sino, también, a los entrelazamientos efectivos entre esas mismas palabras y las intervenciones materiales en los destinos del país. La experiencia de la década del noventa (hegemonizada por lo que se ha llamado el “menemismo”) ha sido, más cercana a nosotros, el eje de un nuevo giro antipolítico de amplios sectores sociales; una época caracterizada por el dominio abrumador de la ideología de mercado entramada, ahora, con la retórica de un movimiento de raíz popular que vino a deshacer, a través de algunos de sus principales referentes, aquello mismo que había contribuido, décadas atrás, a construir. El menemismo (la forma que entre nosotros asumió la ideología neoliberal), sobre todas las cosas, vació la relación entre política y bien común, devastó la trama entre política e identidades culturales transformándola en una retórica hueca y cínica. Agusanó hasta pudrirla la relación entre democracia, espacio público y Estado, multiplicando el mito, tan argentino, de lo que Horacio González ha llamado la ideología de la “emboscadura”, aquella que cuestiona y sospecha de todo a partir no de una diferenciación ideológica y política sino a partir del amarillismo mediático que siempre “desnuda” lo que hay detrás; la certeza, tan enquistada en la cultura nacional y con fuerte presencia en las clases medias, de que todo se hace • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
en función de un cierto negocio. Ya no se trata de discutir ideas, de entender la relación compleja entre política, cultura y economía; lo que se busca es reducir esa dimensión a una cuestión de “caja”, llevando la política hacia ese eterno lugar de sospecha que, entre nosotros, constituye todo un gesto cultural. En estos Foros que buscan indagar los caminos de una nueva Independencia se tratará –esa es nuestra aspiración– de poner en juego las diversas tradiciones argentinas como lenguajes y prácticas sin los cuales no es posible imaginar caminos emancipatorios. Se trata, si intentamos colocarnos en la estela del Bicentenario, de regresar sobre las antiguas querellas, no para cristalizar aquello que nos remite a otro país, sino para reafirmar la convicción tallada intensamente en el cuerpo de nuestra joven democracia de que no hay posibilidad alguna de recrear la Nación, de refundar la República, “olvidando” los caminos recorridos, dejando atrás y sin desatar los nudos de nuestros litigios. Los relatos del pasado siguen siendo un campo de genuina disputa cultural-simbólica no sólo porque ello responde a las necesidades del gremio de los historiadores, sino, fundamentalmente, porque no hay, no puede haber, un proyecto de país más justo e igualitario sin redimir la memoria de los que contribuyeron a hacer visibles a los invisibles: el litigio por la igualdad sigue siendo el eje de nuestras controversias. Buscar la confluencia de los idearios que se vienen desplegando desde los días de Mayo sabiendo que, cada época, enfrenta sus propios espectros y sus propias deudas; pero saber, a su vez, que se vuelve indispensable hacer cruzar las gramáticas de la libertad con los lenguajes de la justicia y la igualdad social. En ese cruce, frustrado una y otra vez por aquellos que en nuestra historia han buscado, con diversas suertes y de modos brutales y homicidas, impedirlo apelando a la violencia y al cercenamiento de los derechos, se juega el destino del país; un destino, insistimos, en el que debemos ser capaces de pagar algunas de las deudas que desde hace más de 200 años no hemos dejado de contraer con los incontables de nuestra sociedad. • ——————————————————————
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Pensar la Argentina desde la región
La Argentina entre los Bicentenarios
Los nuevos desafíos de la Patria Grande >> Dr. Eduardo Barreto
A FINES DEL SIGLO XIX, LAS ACTUALES PROVINcias de Chaco y Formosa, parte de Santiago del Estero y Santa Fe, conformaban el Chaco Argentino, poblado por decenas de miles de habitantes originarios, descendientes de más de treinta naciones indígenas, desde unos 10.000 años a.C. En el plano internacional, Europa ocupaba el centro de la economía mundial. En ese marco, el desarrollo capitalista asumía una nueva fase: la del imperialismo. Producto de este proceso se producían guerras en dos frentes: por un lado las grandes potencias se enfrentaban, disputándose territorios para extraer de allí materias primas, o para crear nuevos mercados. En segundo término, la etapa de acumulación del capitalismo había generado una crisis económica que se traducía en una creciente desocupación laboral.
>> Dr. Eduardo Barreto Profesor de Ciencias Sociales (Universidad Nacional del Litoral) y doctor en Historia (Universidad del Salvador). Coordinador del Área de Investigaciones Históricas del Museo del Hombre Chaqueño, dependiente del Instituto de Cultura de la Provincia del Chaco.
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Cuando en 1885, reunidos en Berlín, los dueños de la economía se repartieron el mundo, le asignaron a la Argentina el rol de país agroexportador. Se produjo entonces aquí un importantísimo progreso económico, que no fue acompañado por un desarrollo social equivalente. Fue entonces que millones de pobladores llegaron a la Argentina luego de abandonar Europa, donde eran considerados como excedente social. Mientras que en algunas regiones del país –la pampa húmeda en especial– la economía mutaba de la etapa mercantil del capitalismo a la fase industrial, otras, como el Chaco, hacia 1880 permanecían aún bajo el dominio indígena. La etapa de crecimiento económico que atravesaba el país hacía necesaria la creación del Estado-nación. Por ello, se pergeñó un modelo de país en el que no estaban incluidos amplios sectores de nuestra sociedad. Cuando las condiciones económicas del mercado mundial lo requirieron, fue necesario ampliar la frontera agropecuaria. El Chaco y gran parte del Nordeste argentino eran tierra fértil que debía ser ocupada por los dueños del capital, portadores de “la civilización, el orden y la administración”. El chaco-santafesino y sus quebrachos colorados fueron el primer objetivo que se fijó la burguesía nacional, aliada a los grandes capitales internacionales. Corrientes ofrecía buenos campos para la ganadería y Misiones era propicia para los cultivos tropicales. La creación de condiciones para el dominio del capital industrial se vincula con el proceso de conquista del espacio en Chaco y Formosa, y con el genocidio cometido contra los pueblos originarios, a los que se venció militarmente en 1885 en la Campaña Victorica. El segundo eslabón era el reparto de la tierra a quienes viniesen al Chaco y a las provincias del Nordeste. La tercera condición para el establecimiento de un modelo económico era la existencia de mano de obra. Ella estaría constituida por los indígenas derrotados, y por una importante masa de peones criollos (correntinos, santiagueños y paraguayos), quienes fueron sometidos a condiciones infrahumanas de trabajo. Al cumplirse el centenario de la Revolución
de Mayo, al construirse el tramo ferroviario Barranqueras-Metán, se producirá un proceso de colonización, con la llegada de importantes contingentes de inmigrantes europeos, los que abrazarán la cultura algodonera como principal forma de vida. Pero no todos ellos tuvieron acceso a la tierra. Un claro proceso especulativo dio lugar a la formación de un importante cinturón de latifundios, sobre todo en el norte santafesino y el Chaco oriental. Pero surgía entonces la dificultad de la carencia de identidad nacional en tan amplio espectro social. Indígenas, criollos e inmigrantes constituirán la base social fundante de un territorio, donde las ocho décimas de su espacio eran tierras desiertas, sin atractivos económicos. Los sentimientos nacionales y el sentido de identidad no existían por esta época. Se los construyó recurriendo a la coacción económica y política. No resulta sencillo sintetizar aquí este complejo proceso, que incluye la consolidación de una superestructura estatal, pensada e instrumentada a través de Códigos Civiles, leyes (de Educación Común, de Servicio Militar; Ley de Residencia; etc.), instituciones (los fortines; las Reducciones Indígenas), y un amplio aparato ideológico y cultural. Esta Argentina, pensada como un enclave europeo en América Latina, generó tensiones al interior del país profundo, y un halo de superioridad respecto de los países vecinos. En el imaginario popular creció la idea de que no pertenecíamos a América Latina. Teníamos –o tenemos– la idea de ser un país homogéneo, pero durante la mayor parte de la historia nacional, los habitantes del interior fueron extranjeros en su propio país. Eran los “cabecitas negras” de la década del 40. Fueron necesarios muchos procesos de luchas sociales para que esos actores sociales invisibilizados, negados, ninguneados, pudieran alcanzar y consolidar sus derechos, algunos de ellos negados todavía. Es a partir de los años de industrialización y de posguerra que el Estado adquiere centralidad en la satisfacción de necesidades
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básicas de la población, interrumpida reiteradas veces por golpes cívico-militares. No hubo un único relato histórico-cultural en los diversos países de América Latina. En algunos de ellos, la diversidad cultural (como la que posee la Argentina como uno de sus más valiosos patrimonios) fue incorporada a la cultura nacional. En aquellos donde hubo exclusión y discriminación el sentimiento de nacionalidad fue endeble. El Estado Nacional planteó la hipótesis de conflicto para separarnos de nuestros vecinos, y la utilizó –como poseedor del monopolio de la violencia– para imponer modelos económicos antipopulares y equivalentes a la dependencia. Miles de víctimas, la mayoría provenientes de sectores populares, fue el precio social de esos procesos. Resulta pertinente preguntarnos: ¿cuál es el rol del Estado en la etapa actual del desarrollo histórico de nuestros pueblos? ¿Cuál es el sentido de pertenencia de los mismos frente a distintas experiencias de construcción democrática, inclusión social y lucha contra los paladines de la dependencia? ¿Cuál será el protagonismo de los distintos movimientos sociales (formados en los años noventa, cuando el Estado emprendió su retirada) en relación a su compromiso político individual y colectivo en esos proyectos políticos y culturales? Creemos que pese a las profecías del neoliberalismo, el Estado pasó a tener un rol protagónico en América Latina. Cuando los desafíos de este tiempo político son variados, y las condiciones objetivas de cada país resultan múltiples, así también el Estado ha adquirido centralidad, o se ha debilitado. Los distintos actores sociales se han incorporado a los procesos de recuperación de la identidad en la medida de las respuestas que el Estado les ha brindado. Creemos que uno de los desafíos más importantes al pensar una nueva Patria Grande lo constituye construir identidad a partir de la diversidad, librar la batalla cultural contra el colonialismo interior. Los buitres acechan, los de afuera y los de adentro. •
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Pensar la Argentina desde la región
Pensar el NEA es pensar en términos de diversidad regional >> Pablo Camogli
>> Pablo Camogli Licenciado en Historia y periodista. Redactó para Canal Encuentro los contenidos de la serie Batallas de la libertad. Es autor de Batallas por la libertad (2005), Batallas de Malvinas (2007), Batallas entre hermanos (2009), Nueva historia del cruce de los Andes (2011), Asamblea del año XIII (2013) y Contame una historia (2014).
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LA REGIÓN DEL NORDESTE ARGENTINO (NEA) es una amalgama de realidades diversas, construidas a partir de fenómenos identitarios específicos y particulares que fueron conformando, a lo largo del tiempo, un entramado sociocultural cuya homogeneidad o heterogeneidad sólo puede abordarse desde una perspectiva pensada en términos de diversidad regional. Es que tanto la aparente uniformidad como la innegable pluralidad de la sociedad del NEA conforman dos dimensiones íntimamente relacionadas en el proceso histórico del desarrollo social de la región. El NEA es el fruto de la confluencia de trayectorias históricas diversas que se pueden resumir en cuatro instantes fundacionales: la de los pueblos originarios (guaraníes, qom, wichi, etcétera); la conquista y sus manifestaciones por momentos antagónicas (por ejemplo las misiones jesuíticas y la conformación de un patriciado criollo en Corrientes); la irrupción disruptiva del fenómeno de la inmigración para reconfigurar culturalmente la región; y, finalmente, el vínculo multidireccional entre el NEA y el Estado Nacional argentino, por un lado, y con los países vecinos como espacios en los que las fronteras culturales son más difusas que concretas, por el otro. Estos instantes, a su vez, se yuxtaponen y se mezclan en la diversidad que somos. Pero también atraviesan la sociedad para recordarle –recordarnos– que la pluralidad de orígenes convive a cada paso con una serie de fenómenos compartidos que nos identifican como región. Somos nuestra historia, fruto y resultado de un proceso histórico que no puede entenderse en términos estáticos, sino bajo el paradigma de la dinámica social. Cambia la sociedad tanto como se modifica la mirada sobre el pasado en un proceso de retroalimentación permanente. En este proceso histórico conviven experiencias identitarias que, en el actual contexto nacional y regional, recobran sentido y deben ser resignificadas a partir de la problematización de nuestra realidad, no sólo cotidiana sino también en su proyección futura. En términos generales, la región NEA hoy se piensa a partir de su desarrollo humano, pero también como escenario de un proceso de integración regional que trasciende las fronteras pro-
vinciales y nacionales, y que requiere la búsqueda de soluciones para el desarrollo socio-económico y en la infraestructura que haga real el concepto de Patria Grande. La actualidad nos invita a repensarnos bajo nuevos paradigmas de desarrollo, inclusión e integración. La búsqueda de un perfil que nos involucre a todos en la región es un desafío de magnitud para el presente y de su materialización depende, en buena medida, el desarrollo futuro de nuestras sociedades. El desafío es mayúsculo, se afirma, porque implica desestructurar un esquema de pensamiento que siempre miró al NEA como una región de atraso y pobreza estructural. No tanto porque ello no fuera cierto en términos de tragedia social, sino porque se había instalado el principio de la inevitabilidad del fenómeno. Esa impronta de la derrota no era otra cosa que el triunfo de la dominación y la opresión. Dominación sobre nuestras vidas, pero por sobre todas las cosas, opresión sobre nuestra forma de pensarnos y proyectarnos. Con sus particularidades, la del NEA era una región orgullosa de su propia tris-
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teza, de un presente ausente y de un futuro imposible de ser proyectado. Y sin presente no hay futuro. Frente a ello, resulta indispensable reconstruir el entramado identitario de la región a partir de una mirada histórica que nos conduzca al presente por un camino distinto al que hemos transitado. Un camino que coloque a los sectores populares en el centro de las transformaciones y el desarrollo, que haga del pueblo un actor protagónico de su propia identidad, un artífice de un destino común para toda la región y un constructor de un nuevo esquema de pensamiento. Pensar la región del NEA es una invitación a pensarnos a nosotros mismos en otros términos a los tradicionales. Romper el esquema de dominación y opresión implica reconocernos como parte de una región plural, diversa, con necesidades estructurales para alcanzar su desarrollo e integrarse, tanto en términos nacionales como de Patria Grande, desde un nuevo paradigma. Ese paradigma es el que estamos construyendo en la región desde los albores del siglo XXI y de cara al Bicentenario de la Independencia. •
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Pensar la Argentina desde la región
Navegación en tiempos Bicentenarios
Los timoneles culturales del Noreste Argentino >> Carlos Fernando Leyes Desde el margen hacia el centro. Las identidades locales piden pista El Imperio tiene y ha tenido variadas estrategias de dominación. Rita Laura Segato1 menciona a la política de estrategias globalizadas como una de ellas, la cual le ha permitido intervenir y participar a través de sus agentes (muchos de ellos académicos) en los asuntos internos de los países de Latinoamérica. Políticas sobre libertad religiosa, mujeres, pueblos originarios, por ejemplo, se transformaron en eficientes y punzantes maneras de entrometerse, de direccionar, en fin, de intervenir, tras fachadas de derechos humanos. Y esto es así, porque tales políticas no cuidan las especificidades de significado que cada una de esas categorías asume en >> Carlos Fernando Leyes
[email protected] Abogado, actor, director, dramaturgo. Representa al INT en Formosa, y coordina el Instituto Cultural de la UNaF. Con artículos publicados, posgrados en gestión cultural, ciencia política y cultura pública, da conferencias en el país y en el exterior.
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su contexto histórico y geográfico. En la región, la “oenegeización” de la temática indígena y ecológica es apenas un ejemplo de estas operaciones. Una intromisión que despreció el trabajo de revalorización e inclusión de los pueblos originarios dentro de las políticas de Estado de nuestras provincias, el respeto a sus lenguas y tradiciones, o el otorgamiento de la propiedad de la tierra. Siempre fuimos sus “otros”, bajo el signo de su “superioridad moral”, como la llama Segato. Y por ahí y por aquí anduvieron, y andan, “moralizando” al mundo, invadiendo Afganistán e Irak, bombardeando Palestina, o ahogando con la usura del mercado a los países emergentes, extorsionándolos, exprimiéndolos, en nombre del discurso de los derechos humanos, de la ética de los negocios, y otras pantallas que disfrazan su verdadera intención de dominación y control mundial. Nuestra región, que ha batallado culturalmente desde siempre, fue capaz de advertir una verdadera dimensión progresista de los derechos humanos, de la ecología y de la tecnología, que insiste en la defensa de las autonomías culturales, y en la expansión de derechos a pueblos originarios, mujeres, niños, en fin, a toda la población, ya no como resultado de ese intervencionismo eurocentrista occidental imperialista, sino a partir de un “horizonte autónomo de las culturas”.2 La recuperación de la autoestima norestiana es, en ese escenario, vigorizante y contestataria, en un momento en el cual ciertos sectores de la academia cuestionan fuertemente los discursos de identidad. Latinoamérica toda ha tomado como bandera valiosas reivindicaciones históricas, en contra del culto al dios mercado, el individualismo, la concentración de la producción y la pérdida de lazos comunitarios. En Formosa, el más reciente pensamiento cultural y político propone que las heterogeneidades no nos definen desde ciertas “costumbres tradicionales, cristalizadas, inmóviles e impasibles frente al devenir histórico, sino como diferencia de meta y perspectiva”3 de nuestra comunidad, en oposición a visiones disneyficadas. Las
Segato, Rita Laura. La Nación y sus otros: raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de políticas de la identidad, 1ra ed., Prometeo, Buenos Aires, 2007. 2 Segato, Rita Laura, ob.cit. 3 Segato, Rita Laura, ob.cit.
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políticas culturales impulsadas por el gobernador Gildo Insfrán para entrar al siglo XXI propusieron una conducción política “de toda la sociedad desde abajo”, como la llama Segato. Era preciso pararse en la crítica de las políticas de identidades globalizadas, para contestar a la presión “otrificadora” del poder de las metrópolis y de sus agentes locales, desde el reconocimiento de la densidad de nuestras diferencias culturales, nacidas de nuestros propios procesos históricos complejos.
Nuevo pensamiento, nuevos paradigmas, cultura como política Esa deconstrucción, o descolonización, nos permite el armado de bitácoras de navegación, partiendo desde nuevos “centros”. Más aún cuando estar en el “centro” es considerado un atributo para el discurso homogeneizante globalizador. Quien está en el centro tiene rutas, caminos, infraestructura, tecnología, educación. No precisa desplazarse al “interior”, concepto que parece así una categoría “adolescente”.4 Ser “otros del interior” mirados desde el centro, atribuye portar disvalores para alcanzar lo que el desarrollo centralista tiene, y es hasta obligatorio migrar en busca de oportunidades y una identidad superior. Nuestros jóvenes se fueron durante años, tras el discurso hollywoodense, buscando salir de la “Fosa”.5 El NEA fue durante años relegado de los beneficios de las políticas centrales. La última década modifica el paradigma anterior (en algunas provincias como Formosa, esa modificación había comenzado antes, batallando la peor crisis institucional, política y cultural de la Argentina en el 2001), en contradicción con la hegemonía de la
interpretación centralista del país, que operaba como dispositivo de control social y cultural sobre un ciudadano que “está siendo sin ser” argentino. Ese discurso moralizante perdió espacio, para dar lugar a otros, basados en las diferencias autónomas y la tradición histórica. Ser formoseño, chaqueño, correntino o misionero, no es ser “otro” de ninguno. Nuestros pueblos norestianos han tenido que enfrentar los embates culturales como una “globalización desde abajo”, inscribiendo su identidad, tornándola visible, asociándola a través de las fronteras nacionales –región compartida con Paraguay y sur de Brasil– y ofreciendo resistencia directa a las presiones externas y a las centralistas argentinas. Esta alternativa a la homogeneización nace como la producción de nuevas formas de heterogeneidad y el pluralismo que resulta de la emergencia de identidades, a través de procesos de etnogénesis o de radicalización de perfiles de identidad ya existentes. Como se sabe, el beneficio de introducir estas identidades políticas consiste en que, a partir de la pertenencia y el reconocimiento, es posible reclamar acceso a recursos y garantías de derechos.6 En el año 2003, recién comenzado el gobierno de Néstor Kirchner, el entonces presidente concurrió a Formosa a firmar un “Acta de reparación histórica”, en la que se repudiaban los años de exclusión a la provincia de los beneficios del desarrollo nacional. Fue un hecho político relevante, y por supuesto, cultural, fundante de una épica provincial. Reforzó la idea de que este “nuevo hombre” formoseño ahora era visible, y tenía características propias, diferenciadas, que formaba parte de una Nación que ya no lo marginaba.
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Nos pareció muy enriquecedor hacer un paralelismo entre la mirada que describen Mariana Acevedo, Susana Andrada y Eliana López sobre los jóvenes y su caracterización como sujetos de intervención pública, y las “adolescencias” de nuestras provincias juzgadas desde un centro de desarrollo “adultocrático”. Ver “La implicancia de la concepción de sujetos en la investigación y la intervención con jóvenes”, en Culturas juveniles, disputas entre representaciones hegemónicas y prácticas. Villa, Alejandro; Infantino, Julieta y Castro, Graciela (comps.). (2012) 1ra ed. Buenos Aires. Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico. 5 “Fosa” fue una expresión de moda en los noventa para nombrar a Formosa, que se abrevia “Fsa”, usada por cierto sector de la sociedad que veía en la migración, la salida del “hueco” de una provincia del margen de la Argentina. El desafío fue importante: dejar de ser margen, volverse centro. Deconstruir ese discurso despectivo, a través de una nueva imagen y realidad de Formosa, plena de oportunidades y definida frente a los discursos globalizadores. Hoy, todas las provincias del NEA tienen universidades públicas y privadas y la oferta académica es variada e importante. 6 Segato, Rita Laura, “Identidades políticas y alteridades históricas. Una crítica a las certezas del pluralismo global”. Ensayo publicado para una lectura especializada, en Anuario Antropológico 97, Tempo Brasileiro, Río de Janeiro, 1999.
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Pensar la Argentina desde la región
Pero este “nuevo pensamiento” no tan nuevo, se emparenta al dueto “cultura-política”, autopista de doble vía que da fundamento a aquellos procesos de etnogénesis. Ya sea que los conceptos estén siendo desplegados por antropólogos directamente involucrados en influenciar y redactar políticas o que las ideas estén siendo atribuidas a la antropología para su legitimación, en todos los casos, esta está implicada en la politización del término ‘cultura’.7 Y es un resorte potente para desplegar los posicionamientos necesarios ante las políticas centralistas que nos han otrificado por años.
Los viajeros sin fronteras y el contacto cultural en el NEA Dice Esteban Krotz: “Una forma del contacto cultural como lugar de la pregunta antropológica (…) es el viaje”.8 Formosa y la región vienen abriendo sus puertas a numerosos “viajeros” que antes sólo estaban de paso por territorios olvidados. Hoy, tantas situaciones de contacto cultural se
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convierten en lugar para la ampliación y profundización del conocimiento “sobre sí mismo y su patria-matria” (Krotz). Reconocerse, para integrarse. Este viaje sin fronteras desde el NEA, ríos arriba y abajo, navega hacia el Bicentenario de la Independencia, con autoestima y conciencia de una identidad propia. Descentramientos, nuevos paradigmas, soberanía territorial, cultural y económica, viajes de reconocimiento y exploración, integran esa bitácora. En este nuevo escenario dialéctico, nada hará cambiar a nuestros duendes, a nuestras alegrías, o a nuestras leyendas. Sino más bien, son nuestras “culturas” las que seguirán impulsando los cambios económicos, tecnológicos y socio-políticos. Parece ser que el canal del río es profundo y seguro, y que nuestras sociedades norteñas se encuentran asociadas en autonomía, para llegar al Bicentenario de nuestra Independencia, refundándola, revisitándola, completándola con la inclusión, la identidad y la reparación que no tuvo en 1816. •
Wright, Susan, “La politización de la ‘cultura’”. Publicado en Anthropology Today, Vol. 14, Nº 1, febrero de 1998. Krotz, Esteban, “Alteridad y pregunta antropológica”. En Revista Alteridades, 4 (8), 1994.
Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Otras actividades de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional
Programa
Imaginación Política Los Frondizi Museo del Cabildo y la Revolución de Mayo 25 y 26 de septiembre, de 16 a 20 horas
Tres hermanos, tres dimensiones de un momento preciso de la historia argentina que condensan un amplio abanico de una época turbulenta. A cuarenta años del asesinato de Silvio Frondizi, la oportunidad es propicia para convocar desde una vocación pluralista a distintos pensadores que den cuenta de las múltiples facetas que el apellido Frondizi contiene. Un presidente de la Nación y a la vez prominente intelectual, Arturo Frondizi, cultor y principal exponente del "desarrollismo", corriente de pensamiento que floreció en mil ramificaciones. Risieri Frondizi, filósofo y antropólogo de prestigio internacional, que se destacó no sólo por su obra intelectual sino también en gran medida por su gestión como rector de la UBA en una de sus épocas de oro. Y Silvio Frondizi, de la estirpe de los pensadores que ponen el cuerpo y la vida en cada una de sus palabras, defensor de presos políticos y marxista enraizado en el pensamiento nacional. Tres hermanos que nos permiten pensar una época desde lo que han dicho y también desde lo que han callado.
La discusión sobre el pensamiento nacional y las tradiciones políticas argentinas
Pasado y presente de la tradición nacional popular >> Eduardo Jozami
ES CORRIENTE ASIGNAR A LA TRADICIÓN UN sentido conservador. La idea se vincula con la herencia cultural, la afirmación de legados, el rescate de momentos y figuras del pasado: todo ello podría considerarse a contramano de la tendencia dominante desde la emergencia de la Modernidad que afirmó la creencia en un progreso ilimitado como norma del desarrollo de las sociedades. Sin embargo, a pesar de que allí se generaba una mirada optimista hacia el futuro, desde entonces los cambios más radicales han buscado siempre su anclaje en el pasado. La Revolución Francesa que quiso fundar de nuevo la historia, instalando un nuevo calendario, inspiró su liturgia en la república romana y, también, en los escritos de Mariano Moreno, que están en el origen de nuestro proceso emancipador, donde las referencias a Rousseau y a otras novedades del pensamiento de la Ilustración se acompañan con citas de la más antigua legislación foral española.
>> Eduardo Jozami Doctor en Ciencias Sociales y profesor titular consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Profesor del Posgrado en Historia de la Untref. Hoy dirige el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, en el predio que ocupara la ESMA.
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Toda tradición se construye y redefine a partir de las necesidades del presente. La llamada “tradición nacional popular argentina” no constituye una excepción. Múltiples expresiones de resistencia de los caudillos provinciales a la hegemonía porteña jalonaron las primeras décadas de vida independiente, hasta que se consolidó el proyecto de inserción dependiente del país en el mercado mundial. El radicalismo, en su lucha por la reivindicación del sufragio, retomó esas tradiciones del federalismo como movimiento popular del siglo XIX. Sin embargo, Hipólito Yrigoyen se cuidó de poner límites a esa filiación, en la medida que pudiera excluir el legado del liberalismo argentino: en un país donde el fraude y la violencia política que excluía a las mayorías reinaban de hecho pero cuya Constitución Nacional no establecía restricciones al voto universal masculino, este derecho a la participación electoral podía fundarse también en la norma liberal de 1853. Más tarde, la tarea realizada por Forja, en la década de 1930, profundizó el legado radical acentuando sus aspectos más populares y generó un discurso nacionalista en lo económico que trascendía el pensamiento de Yrigoyen. Más allá de las complejidades de la relación entre Perón y los forjistas, no caben dudas de que el de Arturo Jauretche y sus compañeros sería el principal aporte doctrinario al peronismo, movimiento al que se incorporarán muchos dirigentes radicales. A izquierda y derecha del espectro político, también otros grupos se incorporaron al nuevo movimiento. Perón retomará desde la Secretaría de Trabajo los proyectos de leyes laborales presentados, en su momento, por los diputados socialistas y, a pesar de la oposición cerril de los dirigentes del PS, ingresarán al peronismo muchos dirigentes sindicales del socialismo, junto a intelectuales nacionales como Manuel Ugarte, que siempre enfrentaron la línea liberal dominante en el partido. En cuanto al Partido Comunista, Rodolfo Puiggrós, principal de las figuras escindidas a comienzos del gobierno de Perón, se convertirá en una de las fundamentales referencias intelectuales para el peronismo setentista. En la formación del discurso del peronismo de la resistencia también ten-
drían gran influencia intelectuales de origen trotskista y de la izquierda nacional, entre los cuales Jorge Abelardo Ramos fue el más notorio. Luego de los intentos frustrados por constituir tradiciones de las llamadas “terceras fuerzas”, que no llegaron siquiera a consolidarse como identidades políticas, la emergencia del kirchnerismo abre a comienzos del nuevo siglo otra etapa del movimiento popular. El tronco principal de esta experiencia, que rescata al movimiento creado por Perón de la ciénaga menemista, proviene del justicialismo, pero la presencia de otras vertientes es, sin embargo, significativa. Esta composición plural se suma a la originalidad del discurso kirchnerista y al dato cierto de que muchos dirigentes provenientes del Partido Justicialista –que siguen expresando el giro neoliberal de los años 90– militan en contra del actual proceso político, para advertir que el kichnerismo constituye claramente un momento político diferenciado en relación con el peronismo originario. Un recorrido tan sumario y elemental por nuestra historia política sólo se justifica por la necesidad de enunciar algunas conclusiones. Resulta evidente que las fuerzas asociadas a la tradición nacional popular –en la que incluimos al radicalismo yrigoyenista– han ocupado siempre el centro de la escena en los momentos de transformaciones profundas en la vida política y en la sociedad argentina, pero también es cierto que, en cada caso, se han constituido nuevos alineamientos que modificaron el cuadro político preexistente, y que el discurso de las nuevas fuerzas recepta contenidos y formas del lenguaje y la acción política que provienen de diversas corrientes ideológicas y tradiciones culturales. Nada más lejos de reflejar este proceso rico y contradictorio que la postulación de una tradición nacional compacta, un pasado ya plenamente configurado en el que poda-
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mos encontrar soluciones a todos los interrogantes. En consecuencia, la referencia al revisionismo histórico –aporte fundamental hace más de un siglo para cuestionar la visión liberal de la historia argentina– mal puede agotar la consideración de los problemas que hoy plantea la cuestión nacional popular. En principio, porque no se trata de afirmar una línea única que en cada circunstancia haya expresado la posición nacional sino de recoger todos los aportes que, muchas veces desde trincheras diferentes y hasta enfrentadas, se han hecho para la construcción de la memoria popular y el proyecto emancipador. Por otra parte, por razones de época, poco encontraremos en el revisionismo sobre muchas cuestiones que interpelan hoy a la cultura nacional popular: la historia de los trabajadores y las mujeres, el pasado de las izquierdas o los nuevos temas vinculados a la expansión de derechos, a una igualdad más plena y al reconocimiento de la diversidad sexual. En suma, concebimos una tradición nacional popular renovada y abierta a recibir todos los aportes, un texto que está siempre reescribiéndose, antes que el Gran Libro en el que ya se encontrarían todas las respuestas. Una cantera de pensamientos y experiencias en la que debemos sumergirnos con la pasión del coleccionista o el buscador de perlas –como quería Walter Benjamin– para recoger otras voces y recuperar episodios menos frecuentados. La historia oficial construida desde el poder, la de quienes siempre han triunfado, tiene una coherencia, una linealidad, a la que no podemos aspirar quienes queremos recuperar la memoria de los vencidos, que es necesariamente fragmentaria. Cada avance que logramos hoy en el camino de la expansión de derechos, de la justicia social y la afirmación latinoamericana convoca necesariamente esos momentos del pasado. Hay que tener la disposición para recibirlos porque en este presente también ellos encuentran un nuevo sentido. •
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La discusión sobre el pensamiento nacional y las tradiciones políticas argentinas
Bajo tu influencia. Una aproximación a la cuestión del pensamiento nacional >>Javier Trímboli
PORQUE ES PARTE CENTRAL DEL ASUNTO, Y también del problema, empecemos con Sarmiento. En Facundo, da cuenta de la mirada que Europa dedica a lo que entre nosotros ocurre y que los lleva a no entender “nada de lo que sus ojos han visto”: “Al ver las lavas ardientes que se revuelcan, se agitan, se chocan bramando en este gran foco de lucha intestina (…) han dicho: ´Es un volcán subalterno, sin nombre, de los muchos que aparecen en América: pronto se extinguirá´; y han vuelto a otra parte sus miradas, satisfechos de haber dado una solución tan fácil como exacta, de los fenómenos sociales que sólo han visto en grupo y superficialmente”. No alcanza con decir que esta afirmación de la particularidad argentina es sólo un lugar común del romanticismo. Pone en
>> Javier Trímboli Profesor de Historia y ensayista. Desde 2009 es asesor historiográfico de la Televisión Pública. Participó en la realización de Belgrano. La película, de la serie Huellas de un Siglo y del programa Borges por Piglia. Espía vuestro cuello es su último libro.
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palabras, con crítica e ironía, lo que ya habían percibido Moreno, Belgrano, el mismísimo San Martín y también Rosas: que la vida en común en la Argentina tiene una cuota no menor de singularidad. Como en cualquier otra nación, agreguemos, hecha de influencias y acontecimientos, y aunque el mundo tomado por la Modernidad se haya vuelto más pequeño y homogéneo. Se dijo enigma y misterio: si queremos dar con las claves más propias de la vida argentina es porque nuestra suerte está afectada por las fuerzas que atraviesan este lugar en el que nacimos y vivimos. Antes de que Edipo Rey de Sófocles pasara a ser leída como el drama de una familia burguesa urgida de psicoanálisis, era también una reflexión sobre la influencia duradera del origen, de la tierra y la sangre. Al decir “pensamiento nacional” nos referimos entonces a un conjunto de artefactos –libros, canciones, imágenes– que, en su desvelo, nos acercan pistas, a veces interpretaciones o incluso bocetos de mapas, para entender la especificidad de este volcán argentino que, aunque se parezca en especial a los de nuestro continente, es único también. ¿Es el pensamiento nacional una empresa de conocimiento? Un poco más. Libros con manos, anhelaba el poeta alemán Heinrich Heine por los años del Facundo, que apuntalen tareas comunes. Lo contrario de la cultura como ostentación ociosa de los poderosos. Una puntada más con Sarmiento, para no renguear. En una de sus últimas páginas autobiográficas, señala que lo mucho que hizo fue en pos de que “todos participen del festín de la vida, de que yo gocé sólo a hurtadillas”. La Argentina toma su nombre de un poema y es, desde un vamos, una promesa que será reinterpretada una y otra vez. En el pensamiento nacional, que nace del mundo y vuelve a él en tanto acción, además de rastros y mapas, se deja entrever el “festín de la vida”. También las pesadillas de su reverso. Ahora bien, el “festín de la vida” de Sarmiento –la civilización– no es el de José Hernández. Tampoco, por supuesto, el que subtiende, con variantes, a la obra de Rodolfo Walsh o a la trama fundamental de revistas que acompañó los años posteriores a la dictadura militar. Los mapas
están lejos de ser idénticos y no sólo por el paso del tiempo, sino por las ideologías y las empatías políticas y de clase en las que se enlazan esos artefactos. Además de la pericia del baqueano o del cartógrafo, el resultado depende de cómo se entienda ese festín de la vida, a quiénes se invita a la mesa y a quiénes se deja afuera. El pensamiento nacional abarca la complejidad de un arco de diferencias. No obstante, si entendemos que tratamos con una materia viva, nos vemos obligados a evitar la ecuanimidad y a preguntarnos cuáles de esos mapas heredados no hacen más que perdernos. Porque también son parte del pensamiento nacional los textos que nos empujaron a nuestras horas más críticas, las de mayor tristeza para las clases populares. La tentación es expulsarlos, dejarlos por fuera de la vida en común que quiere refundarse, como si diéramos por seguro que incluso las fuerzas sociales con las que hicieron alianza están extintas. Sería un engaño y un error, porque esas astillas de pensamiento que alentaron la muerte de caudillos y montoneras, la derrota de las tribus y del desierto en 1879, los bombardeos de 1955 o el 76, son expresiones de formas reaccionarias de lo nacional que se alimentaron, y lo siguen haciendo, de las fuerzas más estridentes del capitalismo. También de sus fórmulas ideológicas deshumanizadoras, que proliferarán transmutadas mientras este exista. Así y todo, es inevitable agregar que hay algo declinante, porque para propiciar las soluciones políticas reaccionarias de 1955 y de 1976 no se escribieron libros ya no de la estatura difícil de igualar de Facundo, sino de La conquista de quince mil leguas de Estanislao Zeballos, casi un encargo del ministro de Guerra Roca antes de emprender su última incursión hacia el río Negro. Como si, refractarias a la vida y a su festín –al “alma matinal” podríamos decir con el peruano José Carlos Mariátegui–, las posiciones antipopulares hubieran sido abandonadas también por el pensamiento. Su lugar lo ocupó la conjugación entre la fuerza, el pragmatismo y la propaganda, con Sarmiento de fondo, bastardeado y disminuido. ¿Qué es una tradición? Con la ayuda de Hannah Arendt decimos que es el pasado • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
revestido de autoridad. Aunque de manera desigual, las distintas tradiciones del pensamiento argentino no han salido indemnes del siglo XX. La dictadura militar, la guerra de Malvinas, el desvanecimiento de la primavera democrática y el capítulo del neoliberalismo de los noventa fueron sus últimas y fatigosas pruebas. Aunque no haya habido ni muerte de las ideologías ni final de la historia, la autoridad de las tradiciones quedó mellada. Por eso, hoy moverse en su terreno es hacerlo con paso dudoso, sobre un tembladeral. Cosa que, en su contracara, permite ver más allá de lo que cada tradición obligaba a recortar con demasiada vehemencia. Por ejemplo: el escritor y diputado radical Alcides Greca realiza en 1917 el documental El último malón. Se sostiene en la tensión entre civilización y barbarie, pero lo que une su mirada con el rostro de los indios mocovíes es mucho más relevante que las ideas enunciadas. Las opiniones de Borges a favor de la Revolución Libertadora, aunque imposibles de olvidar, no opacan el valor de su literatura, en la que destella la añoranza por una forma de nuestro siglo XIX y la inquietud por los laberintos argentinos. Leonardo Favio nada tenía de socialista avant la lettre pero produjo una obra cinematográfica en la que resuenan como en pocas otras los sinsabores de la vida popular argentina y sus apuestas de emancipación. Un artículo en minoría en la revista Punto de Vista, firmado por Emilio de Ípola en 1997, señala que la eficacia con la que penetró el neoliberalismo en la Argentina se debe también a que se había hecho abandono del vigoroso texto del pensamiento argentino. Reafirmamos que el pensamiento y la cultura pueden oficiar de poderosos anticuerpos, ya que otorgan el carácter necesario para limitar las ofensivas de la globalización y del gran capital que, a través del mercado y en alianza con el entretenimiento y las pantallas, ofrecen una vida que nada tiene que ver con ese festín que, incluso en Sarmiento, tenía el aliento de lo común; y nos pierden respecto del significado de haber nacido en estas latitudes y no en otras. Así, el pensamiento nacional en toda su complejidad resiste y mantiene viva la chispa. • ——————————————————————
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La discusión sobre el pensamiento nacional y las tradiciones políticas argentinas
Las dudas de un militante del campo popular (De las diferencias entre el Peronismo y el Radicalismo)
>> Leandro Santoro
PARA LOS QUE ENTENDEMOS AL HOMBRE COMO un ser social inserto en una trama compleja de significaciones, la reflexión política es el resultado de un proceso que excede en mucho el análisis individual de las cosas, así como el ejercicio pleno de la memoria supera ampliamente al acto simple de recordar. La duda, como método dialéctico del pensamiento, somete a las ideas y a los recuerdos a un ejercicio vital de tensiones que los nutre y fortalece. El contexto, por otro lado, sitúa espacial y temporalmente
>> Leandro Santoro Licenciado en Ciencias Políticas de la UBA. Docente del CBC de la UBA en el programa UBAXXII (educación en cárceles). Docente de Sociología Política. Asesor de la Auditoría General de la Nación. Subsecretario del CBC-UBA. Presidente de la Juventud Radical de la CABA 2004-05. Colaborador personal del ex presidente Raúl Alfonsín.
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ambos procesos convirtiéndolos en únicos e irrepetibles. Duda y contexto son entonces dos parámetros clave a la hora de rastrear el pensamiento. Las líneas que aquí abajo construyen este texto corto son la consecuencia del encuentro deliberado y a la vez fortuito de estos cuatro elementos (reflexión, memoria, duda y contexto). Lo que narran, es la síntesis del devenir reflexivo de un militante político que comenzó a participar en la Unión Cívica Radical ni bien entrada su adolescencia y que, por tal motivo, supo quererla mucho antes de entenderla. Espero se comprenda, entonces, la utilización de la primera persona del singular para articular algunas ideas. Así las cosas, como a toda persona que lucha, el tiempo, las desilusiones y las traiciones me llevaron en varias oportunidades a preguntarme el porqué de mi elección inicial. En esta búsqueda, grande fue mi sorpresa al descubrir que mi desorientación era compartida por varios, ya que a los pocos años de militar descubrí que –salvando el caso de los partidos minoritarios que en general resultaban ser dogmáticos e inflexibles– el sistema político argentino no se ordenaba por sólidas categorías ideológicas ni por grandes definiciones filosóficas, sino más bien, por aspectos que podríamos denominar “culturales”. Es que a diferencia de lo que ocurría en las democracias más avanzadas de Occidente o incluso en países de la región como Chile, Uruguay o Venezuela, en el nuestro, el eje de disputa izquierda/derecha explicaba más los ordenamientos internos de las fuerzas mayoritarias que los clivajes generales de la sociedad. Provisto de pocas certezas, pero parado desde siempre en la vereda del campo popular, una pregunta comenzaba a resonar en mi cabeza de forma recurrente. ¿Cuáles eran entonces, las verdaderas diferencias que existían entre el Peronismo y el Radicalismo? Después de todo, quién no se lo preguntó alguna vez. En busca de respuestas, rápidamente entendí que en este derrotero sería conveniente descartar de plano al gorila hormonal y al fundamentalista antirradical. Esos jamás encontrarían placer en el intento de saldar
esta pregunta, ya que seguramente nunca aceptarían la existencia de similitudes históricas, políticas y conceptuales que la justifiquen. Pero a quienes disfrutamos del placer de la duda, en más de una oportunidad, seguro nos visita o nos visitó este interrogante. Por mi parte –superado mi esquematismo infantil– inicié esta búsqueda tomando de Raúl Alfonsín una primera aproximación a este dilema, presente en su vasto pensamiento. En la tensión existente entre la libertad y la igualdad, el peronismo se inclinaba inicialmente más por la segunda, mientras que nosotros lo hacíamos por la primera. De cualquier manera, decía Alfonsín, ambos pretendemos la realización de ambas. Más tarde, seguramente influenciado por sus relecturas de Gramsci, Don Raúl explicaba estas diferencias asistiéndose con el concepto de “culturas políticas”. Según esta mirada, el peronismo estaba constituido por una cultura autoritaria pero solidaria, mientras que la UCR poseía una dimensión más liberal –libertaria, diría alguno– pero marcadamente más individualista. Desde este enfoque se entendía su impronta organizativa. El peronismo se articulaba alrededor de la idea de movimiento nacional, mientras la UCR –a pesar de tener un origen muy similar– evolucionaba hacia formas más modernas de organización como son los partidos políticos. Con el correr del tiempo, y del ejercicio pleno de la democracia consolidada, quien suscribe pudo darle forma a un argumento más para colaborar con este mapa de contrastes. Desde mi perspectiva, la mayor diferencia entre “la cultura peronista” y “la cultura radical” radica en la diferencia que ambas culturas tienen acerca del concepto de “poder”. Veamos brevemente a qué me refiero. Mientras que en la primera se privilegia la efectividad por sobre la representatividad, en la segunda se opera de la manera contraria. Así podríamos decir que mientras unos son tributarios de un estilo vertical de articulación y agregación de intereses, los otros lo somos de uno horizontal. En esta misma línea de razonamiento tam• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
bién podemos apreciar que mientras el peronismo elige “al pueblo” como sujeto político al cual interpelar, la UCR hace lo propio con la “ciudadanía”. Ahora bien, esta diferencia persiste incluso cuando desde ambos espacios se desvía el rumbo y se pasa a privilegiar el poder por sobre la política. En tal caso, es cuando se produce esta degeneración que vemos cómo ambos sujetos son reemplazados respectivamente por “las masas” y “la gente”. Mucho se escribió y se dijo acerca de la idea de que mientras los presidentes peronistas “gozan el ejercicio del poder”, los radicales “lo padecen”. Y muy probablemente ello sea verdad, lo cual es de esperar si tenemos en cuenta que mientras que el fundador del primero eligió volver a la Argentina para morir gobernando, el fundador del segundo optó por pegarse un tiro en la sien atormentado por las traiciones intestinas. Naturalmente, ambos desenlaces marcaron a fuego las conciencias e incluso tal vez la cosmovisión de sus seguidores. Pragmatismo versus intransigencia fueron sin lugar a dudas las dos actitudes que determinaron durante muchos años los ejes ordenadores de las conductas políticas en nuestro país. “Olvidate, ellos son romanos y nosotros somos griegos”, me decía un correligionario mientras apuraba un vaso de vino en una de las tantas e infinitas tertulias radicales. Exagerado y todo como era, algunos aseguran que lo asistía la razón. Lo cierto –creo yo– es que sólo si nos permitimos identificar las diferencias que nos separan podremos apreciar y valorar las coincidencias que nos unen. De esa superación político-cultural depende –a mi entender– la construcción de un verdadero proyecto nacional, popular, democrático y, fundamentalmente, perdurable en el tiempo. Aunque el desafío parezca difícil, los grandes protagonistas de la historia nos han demostrado que es posible lograrlo. Hay hechos en el pasado que así lo confirman. Alcanza con recordar que fue el Chino Balbín quien despidió a Juan Perón y Don Antonio Cafiero quien hizo lo propio con Raúl Alfonsín. A veces los próceres nos hablan después de muertos, es sólo cuestión de saberlos oír. • ——————————————————————
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Pueblos indígenas
Caminemos juntos por una nación con igualdad e identidad >> Daniel Ricardo Fernández
>> Daniel Ricardo Fernández Es abogado especialista en derecho laboral y social, egresado de la Universidad Nacional de La Plata. El 24 de agosto de 2009 es nombrado presidente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, cargo que desempeña actualmente.
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LA TEMÁTICA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE nuestro país viene suscitando creciente interés, a pesar de la existencia de importantes niveles de desconocimiento o confusión al respecto. Es por ello que resulta necesario, como un primer aporte a las discusiones de los foros, esbozar los grandes trazos de las distintas miradas existentes sobre la temática en la actualidad. Se pueden distinguir tres visiones sobre la cuestión indígena, que coexisten en nuestro país: la más antigua y tradicional es la que identifica la cuestión como perteneciente al pasado, caracterizando lo indígena como sinónimo de atraso. Contrapone la figura del inmigrante y el capital extranjero como “progreso” proveniente de Europa. Llega a justificar plenamente el empleo de la fuerza, como las campañas militares en nuestro centro sur pampeano y sobre el gran Chaco, durante los siglos XIX y principios del XX, dirigidas contra la población indígena para despojarlos de sus tierras. En el plano cultural educativo reivindica y difunde la dicotomía planteada por Sarmiento, de “civilización o barbarie” negando el aporte y la presencia actual de los pueblos, considerándolos como rémoras a las que hay que terminar de asimilar en el presente. Esta corriente es la que le dio sustento, luego de Caseros, a la Constitución de 1853 y su art. 67 inciso 15, que dentro del capítulo de fronteras, le atribuyó al Congreso la obligación de “conservar el trato pacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al catolicismo”. Esta norma monocultural, que considera lo indígena como un hecho externo a la nación, tuvo vigencia durante 136 años. Uno de sus voceros históricos más consecuentes es el diario de los Mitre La Nación y la representación simbólica que mejor la expresa es el emplazamiento del monumento del conquistador Colón en el patio mismo de nuestra Casa de Gobierno, dándole la espalda a la ciudad y sus habitantes. ¿Hasta cuándo los argentinos nos seguiremos considerando hijos de los barcos? Otra mirada, que podría caracterizarse como indigenista-global, es la originada en Europa en las décadas de los 80 y los 90 del siglo que pasó. Es resaltada desde lo simbólico y exhibida como un ejemplo
de las consecuencias de la explotación capitalista. Como una metáfora que se amplifica con la utilización de redes sociales y nuevas tecnologías a través de denuncias a escala global. Han procurado sumar solidaridades y “sensibilizar” a los organismos internacionales como la ONU y la OEA en cuyas resoluciones normativas y fallos confían. Se caracterizan también por cuestionar fuertemente al “Estado-nación” descalificando los proyectos nacionales surgidos en los últimos años en Sudamérica. Promueven en cambio la constitución de regiones “autonómicas” o “naciones” indígenas, teniendo en la experiencia del zapatismo una referencia. En nuestro país la impulsan diversas ONG y fundaciones que denuncian sistemáticamente violaciones de derechos y cuestionan el aprovechamiento y la explotación de los recursos naturales. ¿Hasta dónde es preocupación real o se trata de oportunismo imperial? Finalmente, y en consonancia con la época que nos toca transitar, rescatamos aquella surgida desde la profundidad de la prePatria y que fuera por muchos años omitida y olvidada: la nacional y popular. Resurge en el presente a partir del año 2003, teniendo su manifestación más importante en la conmemoración del Bicentenario, con
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protagonismo de las organizaciones indígenas. Esta mirada incorpora una visión revisionista y democratizadora de la historia nacional, revalorizando los componentes tanto sociales como culturales de los pueblos “preexistentes” a la conformación de la nación: los indios, los gauchos y los negros. Considera a los pueblos originarios como parte constitutiva de la Nación, y al Estado como un instrumento en disputa política, por lo que brega por unir fuerzas. Asume la deuda histórica del despojo de las tierras en gran parte del violento siglo XIX y principios del XX, impulsando en el presente importantes leyes en materia de posesión y propiedad comunitaria, de enseñanza intercultural bilingüe, y la democratización de medios de comunicación. La reciente restitución en la Casa de Tucumán de las actas de la Independencia impresas en lengua quechua y aymará en 1816 y el emplazamiento próximo del monumento de Juana Azurduy en la Casa de Gobierno ratifican esta voluntad emancipadora y multicultural de la nueva independencia sudamericana del siglo XXI. ¿Cómo debiera ser la nueva vinculación de los pueblos originarios con el Estado y los sectores populares para afirmar el camino de la segunda independencia? •
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Pueblos indígenas
Los pueblos indígenas en la Argentina
Pasado, presente y desafíos >> Juan Chico
>> Juan Chico Nacido en Napalpí. Historiador, docente y escritor del pueblo qom. Escribió en castellano y qom La voz de la sangre, investigación sobre la Masacre de Napalpí con Mario Fernández.
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UNA VEZ DECLARADA LA INDEPENDENCIA, AL consolidarse el Estado argentino, se dejaron de lado las ideas revolucionarias de Mayo y se propuso exterminar a los pueblos indígenas usando varios métodos, ya sea por las armas como por el etnocidio. Si bien nos alegramos mucho cuando Néstor Kirchner bajó los cuadros de los genocidas Videla, Bignone, etc., al mismo tiempo nos hizo reflexionar acerca de por qué los cuadros de otros genocidas de la historia siguen en lo alto de los lares argentinos; como Roca, que hasta hace poco estaba firme montado en su caballo en el billete de cien pesos, o Sarmiento, que sigue siendo venerado por los educadores argentinos cuando en realidad para muchos de nosotros, los pueblos indígenas, fue y seguirá siendo un racista y genocida. Más allá de algunas cosas positivas que pudieron haber hecho en su vida, nada puede devolver la vida ni justificar tanta barbarie. Muchos argentinos justifican a Roca diciendo que fue necesario ocupar la Patagonia y matar a miles de indígenas y que gracias a ello Argentina es dueña de la Patagonia, porque de lo contrario hoy sería chilena. Sin embargo se olvidan de que 30 años antes el genocida Sarmiento desde su diario de exiliado en Chile alentaba al gobierno chileno a ocupar la Patagonia. Además de que todavía hoy hay colegios, ciudades y monumentos que honran a muchos de estos asesinos, en nuestros establecimientos educativos se sigue enseñando la historia de otros pueblos, otras memorias, para que conozcamos otros héroes, mientras que a los nuestros los tenemos olvidados y condenados al silencio. Y la verdad, celebramos que en este período de la democracia haya una política de derechos humanos que está logrando que muchos genocidas estén siendo juzgados y condenados, y nos alegra porque eso nos genera la esperanza de que llegará un día donde también se pueda juzgar a los responsables del genocidio indígena. Tenemos que empezar a visibilizar y que se conozca nuestro pasado, porque para construir nuestro futuro tenemos que reconstruir parte de nuestro pasado. Muchos no quieren que se conozca nuestra historia pasada, para que no quede al descubierto su barbarie; alguien dijo una vez: “El opre-
sor jamás estará de acuerdo en que los oprimidos se liberen”. Escribir nuestra historia es empezar a liberarnos de tantas mentiras, del cuento de que la invasión y el asalto fueron la civilización. La generación conocida como “generación del 80” fue sin dudas la que impuso una ideología y política racista y de exterminio contra los pueblos indígenas con esto de “civilización y barbarie”; lo rural era lo atrasado y lo urbano por supuesto, con la mirada puesta en Europa, lo civilizado y el progreso. En su proclama contra el Chacho Peñaloza, Sarmiento decía: “Salvar la civilización amenazada por estos vergonzosos levantamientos de la parte más atrasada de la población (…) que siguen sus instintos de destrucción (…) Conciudadanos a las armas, y que San Juan sea un ejército, un baluarte contra la barbarie y un ejemplo para todo el pueblo argentino”. Él mismo encabeza la persecución contra el Chacho, defensor del federalismo y que se pronunciaba contra el gobierno de Mitre. Vemos cómo sobresalen las palabras “instinto” y “barbarie” como venimos mencionando; para él no hay término medio, o eres civilizado o bárbaro y por supuesto él representaba la civilización, y como “civilizado” no descansó hasta que por fin vio la cabeza del Chacho –el bárbaro– incrustada en un palo para lección del resto de los bárbaros. En un escrito a Mitre comenta: “No sé qué pensarán de la ejecución del Chacho. Yo, inspirado por el sentimiento de los hombres pacíficos y honrados aquí, he aplaudido la medida, precisamente por su forma. Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla en la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses”. Tenemos que recordar que muchos de los que seguían al Chacho Peñaloza eran indígenas. Es admirable la caradurez de Sarmiento, que justifica y dice que como hombre honrado y pacífico lo celebraba. Imaginemos por un momento al padre de la educación argentina aplaudiendo mientras la cabeza del Chacho era expuesta por varios días en la plaza. Condenaba la barbarie y el salvajismo con la misma energía con que los ejercía. Esto dejó secuelas profundas en la memoria e historia de nuestros pueblos hasta el pre• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
sente. Hoy, de a poco se está empezando a romper, pero recomponerse de haber estado como pueblos en situación de exterminio, muchas veces se torna difícil. Al consolidarse el Estado argentino lo hizo sobre el intento de exterminio de los pueblos indígenas. Esto fue una política de Estado, por lo que sólo una política de Estado puede revertir o intentar revertir esta situación que viven miles de indígenas a lo largo y lo ancho del país. Por eso sostenemos que la liberación tiene que ser cultural para que dé como resultado un fuerte lazo de convivencia entre los que pensamos y queremos refundar una nueva Argentina tal como soñaron los revolucionarios; una Patria Grande donde no sólo haya lugar para una Argentina plurinacional sino una Abya Ayala unida, defendiendo lo nuestro, nuestra cultura milenaria, nuestros recursos naturales y nuestra soberanía territorial, que es el espacio donde se desarrollará nuestro futuro; sin territorio es imposible pensar un futuro mejor. Seguiremos sosteniendo que en primer lugar la descolonización es en el terreno cultural para que dé como resultado una independencia política, económica y territorial. Como decía nuestra presidenta: “La peor colonización no es la territorial, sino la cultural”; hoy podemos decir que estamos viviendo un proceso de descolonización cultural que hace que los pueblos empiecen a sentirse orgullosos de su pertenencia étnica y cultural, sea indígena, criolla, afrodescendiente o inmigrante. Conocer nuestros orígenes nos hará más fuerte como sociedad y nos ayudará a respetar al otro, que es diferente, pero que en realidad es igual, porque pertenecemos a una misma raza que es la raza humana y no, como se sigue sosteniendo en algunos sectores conservadores, que algunos pertenecen a una raza superior, cuando eso no tiene un sustento científico sino sólo ideológico político para seguir favoreciendo sus intereses en detrimento de la gran mayoría. Pero sin dudas los tiempos históricos y políticos que hoy vive la Argentina y Latinoamérica son alentadores, los avances que hemos tenido en materia de reconocimiento de derechos pueden verse también en la provincia del Chaco. Estos ——————————————————————
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reconocimientos son sin duda resultado de la lucha del movimiento indígena y una fuerte apertura del Estado provincial. Pero también como indígenas tenemos que hacer una fuerte autocrítica porque hay muchos líderes que no se están dando cuenta de los tiempos históricos y políticos que hoy atraviesa nuestro país; ¿qué nos está pasando?, ¿será que aún no estamos preparados para dar esta discusión política? Somos conscientes de que la memoria tiene una dimensión política y en ella se dirime una lucha de poder y una lucha ideológica. Porque si la memoria es el recuerdo o la representación de lo vivido en el pasado, necesariamente en el presente va a tener una implicación política y muchos no quieren tratar estos temas, imponiendo un discurso que sostiene que el pasado es sólo pasado; unos ganaron y otros perdieron y eso tiene que quedar así. Pero ¿de dónde viene ese discurso?, ¿quiénes son los que trabajan para instalarlo? Nosotros los pueblos indígenas que-
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remos romper con ese discurso por el solo hecho de que afecta nuestra memoria y nuestra historia viva, y principalmente desvirtúa nuestra lucha. Ese relato oficial todavía es muy fuerte y los que lo siguen continúan alimentándose de ese pasado, de ese relato único que todo lo justifica. Esto va a continuar si nosotros los indígenas nos seguimos manteniendo en silencio y lo más triste es que hoy muchos de nosotros reproducen el relato oficial, un relato colonizador, donde incluso el genocida es considerado un civilizador. Por esto es necesario que nosotros los indígenas empecemos a escribir nuestra historia, todos los hechos del pasado, aunque en muchos de los casos sea triste, doloroso y requiera una acción política de nuestra parte. La tarea es ver cómo concientizar a la sociedad con otro relato distinto del relato oficial contra los pueblos indígenas, y no seguir con esto de que unos pocos hicieron de la historia argentina, la HISTORIA. •
La independencia en transición >> Juan Carlos Martínez
>> Juan Carlos Martínez Chaqueño. Profesor en Proyecto Especial de Interculturalidad, Lengua, Cosmovisión, Cultura Moqoit en nivel medio. Vocal Titular por los tres pueblos del Chaco en el Instituto de Cultura, Provincia del Chaco 2009 al 2011. Director de la película Nación oculta en el meteorito (2011). Director del Blabi (Bachillerato Libre para Adultos Bilingüe Intercultural).
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LOS MOQOIT RECONOCEN AL ESTADO COMO tal desde 1940. A partir de ese año se convencen de que realmente habían perdido las tierras tomadas no solamente por los colonos emigrantes sino por las leyes del Estado argentino, de que había una Nación nueva con inmensos territorios y de que para ocuparlas se debía pedir permiso a las autoridades más cercanas a la comunidad o al patrón colono más cercano. Otra obligación para aceptar entre las leyes (neloxoyiaxac) del Estado era el DNI. Algunos miembros Moqoit ya contaban con su documento desde 1920; sin embargo desconocían su función, no lo sentían como una obligación y no tenían conciencia de qué significan Estado, Nación y fronteras. Aunque la ley del registro había sido sancionada en 1884, sentimos que las leyes crearon cercos reductores llenos de obligaciones más que de derechos para el ciudadano civilizado con DNI. Cada vez que se presentaba una situación de acuerdos o tratados de paz, quedaba grabada en la memoria Moqoit como un cerco más reducido y controlado por el Estado. Reconocer y aceptar la nueva organización del Estado fue un cambio de vida en todos los aspectos: significó renunciar a lo propio, que ya no se puede proyectar un modo de vida nómade sobre un territorio libre regido por leyes naturales. El DNI era y es un derecho a votar. Para los Moqoit era una obligación votar, ya que no sabían para qué se votaba. Y mucho menos significaba recibir beneficios del Estado. Al contrario, les han quitado la libertad. Desde 1940 se empezó a pedir permiso al Estado y a no reclamar sino pedir autorización para todas las necesidades que ——————————————————————
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demandaban dinero. Empezamos a sentir que somos parte de un Estado y de una Nación desconocidos, obligados a defenderlos a través del servicio militar obligatorio y a aprender sus lenguajes desde la escuela. La integración indígena Moqoit benefició a los colonos porque tenían así asegurada la mano de obra. Esta integración sin participación significó aceptar ser argentino de la clase más baja. Nuestra nación cultural la dejábamos guardada en el rancho o la llevábamos escondida. Desde nuestro punto de vista, como pueblo originario Moqoit, cumplimos 80 años como argentinos, en razón de que desde 1938 tomamos conciencia de que los gobiernos necesitaban voto, y se escuchaba a Hipólito Yrigoyen en su segundo mandato y luego a Juan Domingo Perón en su primer y segundo mandato, que eran nuestras autoridades, nuestro gobierno como argentinos. Nos reconocemos como Moqoit argentinos desde 1940 y no desde el anuncio triunfante de Julio A. Roca, porque nunca nos entregamos por completo y no fuimos exterminados; sin embargo, con los gobiernos socialistas y justicialistas que buscaban una democracia más participativa, nos fuimos acercando. Con el retorno de la democracia entendimos que el país busca una identidad nacional y una verdadera independencia; entonces reclamamos participación, y recién en 1994 en la reforma de la Constitución en su art. 75 inc. 17 se nos reconoce como preexistentes y en algunos aspectos se nos brinda cierta autonomía, como la posibilidad de adoptar nuestra propia forma de organizarnos, educación bilingüe intercultural, territorios y respeto a nuestra identidad cultural. Como pueblo originario Moqoit argentino buscamos una independencia intercultural. Como argentinos, hasta el momento, no vemos una independencia completa en algunos aspectos, como el sistema de gobierno, leyes que se basan en los intereses económicos de la clase alta, el capitalismo sin límites. Para lograr una independencia completa como Estado se deberá reafirmar una identidad nacional con la participación de todos los sectores y todas las culturas. Participación y reconocimiento no significa solamente escuchar distintas Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
voces. Significa que los sectores también deberán tener capacidad de decisión sobre el destino del país. Lo que para el Estado es el Bicentenario de la Independencia para nosotros es 80 años de transición hacia una verdadera nación multicultural. La nueva independencia no debe estar basada en límites de fronteras o intereses económicos, debe basarse en una identidad cultural de país que se destaque por ser abierta a Latinoamérica, por su autodesarrollo económico, sus recursos naturales, la preservación de su medio ambiente, la equidad, la libertad de expresión de ideas de gobierno de los distintos sectores: político, religioso y cultural. Podemos lograr una nueva independencia si a través de la educación se enseña la verdadera historia, la otra historia oficial oculta, la que está en los archivos oficiales de la Nación. La historia del pueblo Moqoit es parte de la historia de todos los pueblos originarios de América. Como pueblo, como Nación, éramos independientes en organización y en territorio. Esta libertad se terminó en 1853 con el artículo 67 inc. 15 de la Constitución Nacional: “…proveer a la seguridad de las fronteras, conservar el trato pacífico con los indios y promover la conversión de ellos al catolicismo”. Un acto muy discriminatorio por parte del Estado. Desde 1853 hasta 1940 fue un tiempo de dolor y confusión por las masacres, el despojo y la persecución. Esta es la otra historia no contada oficialmente, como se dice. Sin embargo, desde 1940 empezamos a tomar conciencia y a buscar la participación. Nuestra historia también es oficial, porque las secuelas y las condiciones de vida actual son consecuencia, pruebas de los hechos históricos del país. Qué mejor documento de prueba que una herida abierta. Desde la cosmovisión Moqoit, toda historia se repite con distintos métodos o actores. A los hechos vividos los vemos ocurrir hacia adelante, donde los volveremos a pasar; nos esperan en cada momento de nuestro presente si los borramos de nuestras memorias. Depende de nuestra voluntad cambiar, modificar o repetir casi exactamente la misma historia. •
Otras actividades de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional
Programa
Imaginación Cultural Imaginarios argentinos:
Cartografías, territorios e identidades Ciclo de conferencias. Museo Casa de Ricardo Rojas
Miércoles 8, 15, 22 y 29 de octubre de 17:30 a 20:00 horas
Nación, Territorio, Espacio y Ciudad son conformaciones reales y simbólicas. Utópicas o distópicas, las ciudades imaginarias de la literatura argentina implican otras tantas ideas de proyecto nacional, de identidad y de futuro. La constitución de la Nación fue resultado de la cristalización de la dominación en los espacios, de la apropiación e hipersignificación del espacio geográfico. La Pampa y más allá la inundación. En el presente, aquel pasado retoma sentidos que dan cuenta de las identidades en el desarrollo de las ciudades. Autos, trenes. Rejas. Calles, avenidas, plazas. Escuelas y hospitales. Barrios cerrados. Bicisendas. ¿Qué pensamiento político suponen estos artefactos? ¿Cuáles son las marcas históricas principales que podemos encontrar en el desarrollo urbano argentino? Pasado y presente de la organización social en relación con la geografía.
Propiedad de la tierra y modelos de desarrollo
El debate sobre la propiedad de la tierra y los modelos de desarrollo en 200 años desde la perspectiva del nordeste argentino
>> Esteban Branco Capitanich
>> Esteban Branco Capitanich Oriundo de La Montenegrina, Chaco. Fue gerente general del Instituto de Colonización del Chaco, militante de las Ligas Agrarias, delegado provincial de Renatea y cofundador del Movimiento Rural Carlos Orianki.
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LA TIERRA HA GENERADO UNA DISPUTA CREciente con el paso del tiempo. Desde el fondo de la historia el hombre ha derramado su sangre por poseerla, por apropiarla, por acumularla. Se han cruzado mares en pos de su conquista y millones de vidas se han ofrendado en el altar de su deseo. Nunca como lo que es, la madre de todo y de todos, que merece respeto, ser compartida, sino como un factor económico, y luego, de poder. De América la historia dice que fue descubierta hace cinco siglos, como si se desconociera su preexistencia. Como si naciera la naturaleza a partir de la avanzada colonizadora que no tuvo otro espíritu que la apropiación con características de banda, saqueo, desplazamiento y exterminio de sus habitantes originarios. Lo que nace para América hace cinco siglos es el sangrado de la tierra y sus hijos, drenando sus recursos hacia un Viejo Mundo, también llamado viejo no por antigüedad sino como rango de autoridad planetaria y cultural con espíritu de dominio sobre lo nuevo. Con la independencia, Bernardino Rivadavia garantiza el pago de la célula madre de nuestra deuda externa con tierras públicas que quedan inmovilizadas en virtual hipoteca a favor de la Casa Baring Brothers. Entre 1822 y 1830 esas tierras –más de 8,5 millones de hectáreas– quedaron en manos de 538 propietarios, entre ellos, los Anchorena, Lynch, Álzaga y Alvear, entre otros de los apellidos más prominentes de la oligarquía terrateniente y hacendada, que ya tenía tierras desde la época de la Colonia y que acrecentaba su patrimonio a precios ínfimos, convirtiendo en millonarios a sus descendientes de tercera y cuarta generación como dueños de gran parte del suelo de la pampa húmeda. Viene de lejos la apropiación de las tierras públicas por intereses ajenos a los del conjunto y al desarrollo social de la nación, su puesta al servicio del imperio dominante en sus distintas formas y al siempre vigente modelo agroexportador. No habrá por lo tanto debate íntegro y conducente sobre la posesión, uso, disposición y formas de tenencia de la tierra sin la consideración, en el marco global, del rol que el sistema de gobierno mundial le ha dado a cada región y país.
Aquella antigua pero –con nuevas formas– siempre vigente división internacional del trabajo se expresa con contundencia en la batalla que por estas horas da la Argentina soberana frente al poder financiero internacional. El voraz e insaciable capital especulativo, del que Paul Singer es sólo un mandadero, y el juez Griesa un ejecutor a medida de sus intereses, no trata de cerrar sus fauces sobre nuestro país por el dinero que estos carroñeros rapiñan. Lo que demanda el poder es obediencia, sumisión, pérdida de decisiones soberanas para retomar la dominación y el saqueo. Y el saqueo tiene sus raíces en la tierra. Manda el poder que la riqueza que de ella brota no debe ser compartida por sus hijos, por quienes la labran. La riqueza debe fluir con forma de deuda para que los labriegos vuelvan a ser el carbón que alimente las calderas que iluminan a un obsceno Primer Mundo que, no superando el 20% de la población, consume el 80% de los recursos en términos energéticos. Para ello, es imprescindible la concentración de la tierra en pocas manos, ya sea en propiedad, uso o disposición. Mucho se ha escrito sobre que la tierra es un recurso natural primario para la seguridad alimentaria, el crecimiento, la paz y la elevación social y económica. Mas, en la realidad, y en el caso de los países a los que nos ha tocado el rol de productores de commodities, como el nuestro, lejos está de cumplirse aquel destino. Los agricultores familiares han sido masivamente desplazados por la siembra comercial en gran escala que imponen los
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paquetes tecnológicos, produciéndose una creciente concentración de la tierra en cada vez menos manos, y la emigración de pequeños productores a los pueblos y ciudades. En el Chaco, la entrega de las tierras públicas productivas en propiedad ha sido un factor decisivo para la expansión de latifundios, ya que esas tierras, vendidas por el Estado a valores mínimos, rápidamente ingresaron al mercado inmobiliario y a manos de los propietarios con mayor poder de compra. La continuidad de este sistema y proceso lleva inexorablemente a una profunda crisis que afecta el acceso de nuevos agricultores familiares, la producción de alimentos y conduce a la superpoblación de pueblos y ciudades sin destino socialmente digno. La tierra como mercancía es incompatible con un desarrollo social y productivo sustentable. Es prioritario que el Estado asuma el rol –que nunca debió abandonar– de regulador de este recurso indispensable para la vida, y se evalúen formas de tenencia y uso que eviten la apropiación y concentración. Posibilitando además el acceso igualitario, la producción de alimentos, su transformación en origen por parte de los propios productores en el marco de las diversas formas de asociativismo que garanticen un sistema en el que el centro de la escena sea el hombre que trabaja la tierra y produce por sobre el actual, que ha puesto en lo más alto el derecho de propiedad de pocos y la exclusión de las mayorías. •
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Propiedad de la tierra y modelos de desarrollo
Buscando al Comandante Andresito >> Camilo Gómez Montero
>> Camilo Gómez Montero Correntino. Licenciado en Realización de Cine. Entre sus trabajos se cuentan El Señor de los Pájaros, Isidro Velázquez, la serie de TV Payé y Buscando al Comandante Andresito, recomendado por la Presidenta Cristina Kirchner para las escuelas del país.
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LA IDEA DE REALIZAR EL FILM BUSCANDO AL Comandante Andresito surgió durante la intentona, en el año 2006, de un grupo de vecinos de la ciudad de Corrientes que propuso que se erigiera un monumento a este guerrero guaraní en la recientemente inaugurada Costanera Sur. Lo que hubiese podido ser un hecho natural se convirtió, sin embargo, en una inesperada “batalla cultural” que se extendió por ocho años, en la cual los sectores más conservadores de Corrientes se opusieron al monumento a este originario. Fue esa reacción la que motivó nuestro interés por el personaje y la idea de llevarlo al cine: ¿por qué causa un guaraní, que hace 200 años había escrito su historia, despertaba todavía hoy esos enconos en cierta parte de la sociedad?, ¿era verdad lo que decían ellos, que este “indio ladino había invadido Corrientes para matar y violar mujeres?” A estos ataques al personaje, le siguieron afirmaciones tales como: “De última, que hagan este monumento en otra parte, la costanera es demasiado buen lugar para un indio”… Fueron estas reacciones las que nos hicieron dar con un personaje maravilloso. Comenzamos una investigación que incluyó a historiadores de Misiones (donde Andresito ya era valorado), de la costa del río Uruguay, en Corrientes, y también de la hermana Montevideo. No descubrimos al personaje, estos historiadores ya lo venían investigando hacía años. Nos presentamos a un concurso del Instituto de Cine donde conseguimos los fondos para hacer la película. Se nos unió Víctor Heredia para conducir el trabajo y, finalmente, lo estrenamos en la localidad de Santo Tomé, porque esa había sido una trinchera de Andrés frenando a los invasores portugueses en el siglo XIX, cuando estos europeos, con ejércitos armados hasta los dientes, invadían el litoral con la idea de tomar esos territorios. Desde entonces todo fue vertiginoso: la propia Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, hizo mención a la película en su cuenta de Twitter recomendándola para ser vista en las escuelas del país y eso iluminó a una figura históricamente postergada. Seguramente, una de las causas por la que la “historia oficial” ha dejado fuera de sus
páginas a Andresito, tenga que ver con que se trataba de un originario. Sarmiento ya había sentenciado: “donde comienza el guaraní, finaliza la civilización”, pero además, Andresito tenía otro motivo para ser censurado: era el hijo adoptivo de uno de los más grandes revolucionarios de la historia latinoamericana: Don José Gervasio Artigas, que había luchado para hacer una revolución para el pueblo y con el pueblo: conformó en 1815 la Liga de los Pueblos Libres en la primera independencia del Río de la Plata (un año antes que la del Congreso de Tucumán), unificando a Córdoba, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y la Banda Oriental. No sólo se declaró la independencia del extranjero sino que, además, realizó el primer reparto de tierras a los que menos tenían (una reforma agraria adelantada en 50 años a la llevada adelante por Lincoln en Estados Unidos), se propuso respetar los territorios que eran de los originarios y que a su vez, ellos mismos escogieran a sus autoridades. Fueron descartadas las ideas monárquicas inclinándose por el sistema democrático, republicano y federal. Se estableció la defensa de la producción de manufacturas locales y los impuestos a las mercaderías que llegaban desde ultramar. Asimismo, Artigas nombró a Andresito Comandante General de las Misiones, convirtiéndolo en el único gobernante indígena de toda la historia de lo que hoy es la Argentina. Además, Andresito ejerció un interinato de siete meses de gestión en la ciudad de Corrientes donde, tras dar libertad a los esclavos indios, tuvo constantes fricciones con la sociedad más acomodada de la época. A pesar de esto, y de las calumnias que se tejieron en su contra, su accionar en Corrientes fue impecable: en momentos donde no se escatimaba salvajismo, los guaraníes dieron lecciones de cristianismo, humanismo e igualdad a las acomodadas familias correntinas. El interinato de Andresito incluyó, además, superávit fiscal aun en tiempos de guerra. Pero los enemigos eran muchos, y Artigas, tras diez años de lucha, fue derrotado militarmente por los portugueses y españoles, sumados a los intereses de las
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incipientes oligarquías locales que se oponían a las ideas igualitarias artiguistas. La historia oficial no sólo nos escondió a Andresito, sino que además nos veló todo el proyecto de Los Pueblos Libres. Nos ocultó ese modelo alternativo de país inclusivo porque, como indicaba José Artigas con lenguaje llano: “Acá naides debe ser más que naides”. El recorrido de la película regresaba a su origen: el documental terminaba pidiendo que en la ciudad de Corrientes se realizara un justo reconocimiento a Andresito. Fue así que, haciéndose eco, los compañeros de la agrupación Cultura Vallese se acercaron para reparar esta histórica deuda. De esta forma, con ellos, con la ayuda de la Municipalidad de la Ciudad y la participación de la comunidad (que aportó hierros y trabajo), con materiales de chatarra de descarte se realizó el Monumento a Andresito en la Costanera. Aquel sueño del 2006 se hacía realidad a lo grande en este 2014: frente al Paraná se alza ahora un Andresito de 18 metros de altura y 16 toneladas de peso, rodeado por cinco de sus heroicos guerreros. Es el primer monumento, en más de 400 años de historia de la capital correntina, a cualquiera de las tantas gestas de sus pueblos originarios. De la mano de los compañeros de Cultura Vallese, el arte reparaba esta injusticia. Más allá de lo maravilloso que es ver cómo el cine o la escultura –como cualquier actividad artesanal– pueden intervenir en la realidad y generar un debate como el que se ha dado, creemos que el rescate de Artigas y de todo su proyecto es sustancial al momento de plantearnos una segunda independencia, sea cual fuere el punto que deseemos abordar y, más aún, si queremos volver a discutir sobre un país para todos y no solamente para algunos pocos. Por suerte, tenemos dónde hacer anclaje para ir en busca de esa Patria Grande con la que soñaron San Martín, Bolívar y claro, Don José Artigas junto a su hijo, Andrés Guacurarí que, como todo buen guaraní, creía que “una tierra sin males” era posible y que había que luchar para encontrarla… •
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Derechos humanos y memoria política
Derechos humanos como política de Estado >> Remo Carlotto
DURANTE LA ÚLTIMA DÉCADA LAS POLÍTICAS PÚblicas nacionales han reflejado las demandas del movimiento de derechos humanos de memoria, verdad, justicia, reparación y no repetición. Esto se ve reflejado en la reapertura de los juicios por crímenes de lesa humanidad, el conocimiento de la verdad sobre la acción criminal del Estado, las acciones activas para la recuperación de la verdadera identidad de los cientos de niños y niñas apropiados durante la dictadura cívico militar, y la recuperación de sitios de la memoria y su señalización en el marco de acciones efectivas para que las nuevas generaciones sepan qué sucedió, entre otras. Asimismo, desenmascarar el rol del Estado terrorista, como basamento del modelo de expoliación económica, destrucción del aparato productivo y endeudamiento externo para la dependencia, reflejada en la complicidad civil y los beneficios palpables que los grupos económicos concentrados y transnacionales recibieron durante ese >> Remo Carlotto Diputado nacional (FPV – Buenos Aires) y presidente de la Comisión de Derechos Humanos. Ex secretario de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires y coordinador del equipo de investigación de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y de Abuelas de Plaza de Mayo.
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período, desarticula la interpretación impulsada por la teoría de los dos demonios, su mirada ahistórica y descomprometida de aquellos años. Esta interpretación política, jurídica e histórica es base fundacional para la recuperación del Estado Social de Derecho que se ve reflejada en la consolidación de políticas públicas nacionales en la construcción del presente. La centralidad en las políticas de empleo, como dignificador de derechos, la reconstrucción del sistema previsional inclusivo para los adultos mayores, la asignación universal por hijo como reconocimiento de los derechos de los trabajadores desocupados o en informalidad, son algunos ejemplos de la recuperación cultural del rol del Estado. La inclusión, entendida no sólo como un proceso de carácter económico y de distribución equitativa de la renta, se ve reflejada en las políticas de género, los derechos de los grupos como los LGBT, el matrimonio igualitario y la identidad de género, la ampliación del concepto de familia y la mirada multicultural de nuestra sociedad. De la misma manera en que el Estado democrático debe reparar las acciones criminales del Estado terrorista, el Estado Social de Derecho debe revertir las acciones del modelo neoliberal que eclosionó en la crisis del 2001. Ahora bien, ¿todos los habitantes de la Argentina gozan plenamente de los mismos derechos? La Argentina como Estado federal no impide el desarrollo de las políticas públicas en materia de derechos humanos en todo el país, pero la permeabilidad de los Estados provinciales es dispar y es parte de la agenda en discusión. Desde las acciones de los Estados provinciales (en sus tres poderes) no observamos la misma concurrencia de derechos en materias tan diversas como los derechos de los pueblos originarios, el corrimiento de la frontera sojera y el avasallamiento de derechos de las comunidades campesinas y la agricultura familiar; la creación de policías en el marco de una seguridad democrática y ciudadana no está expresada en la modificación de las legislaciones con reminiscencias de la doctrina de la seguridad nacional,
la permanencia de códigos contravencionales que violentan la Constitución nacional con contenidos discriminatorios, estigmatizantes y de control policial del Estado, junto con una mirada que busca “prisionalizar” a sectores de nuestra población, particularmente jóvenes pobres de las periferias de nuestras ciudades, bajo el pretexto de una política criminal que persigue al vulnerado; estos son sólo algunos de los temas transversales en el proceso de integración de políticas públicas a nivel federal. La última reforma constitucional, de la cual se cumplen 20 años, ha incorporado con jerarquía constitucional y supralegal, en su caso, declaraciones y tratados internacionales en materia de derechos humanos que indican los estándares mínimos que deben ser respetados por el Estado nacional y los Estados provinciales. Estos instrumentos, al tener un rango superior, no limitan sino que enmarcan los contenidos legislativos, instrumentos que deben implicar la consolidación de las políticas públicas en todo el territorio nacional. Sin duda, la construcción de políticas públicas en materia de derechos humanos durante la última década estuvo basada en la voluntad de los conductores del proceso político en marcha. Hoy la disyuntiva está en si podemos consolidar esa voluntad como una acción permanente y transversal, lo cual depende de dos factores críticos a desarrollar: en primer lugar el empoderamiento cultural de los derechos para impedir cualquier intento de retracción de los mismos; el segundo, la exigencia a los líderes políticos de definiciones
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precisas sobre la continuidad y profundización de las políticas en marcha. No se debe escindir la discusión del rol social del Estado de las pujas existentes con respecto a nuestra soberanía territorial y económica, cuya definición afecta los derechos de los habitantes en forma inmediata. El destino de los recursos económicos de todos tiene implicancias directas en el desarrollo de políticas públicas igualitarias. No está escindido el desendeudamiento económico o la renegociación de la deuda del desarrollo de políticas activas de inclusión. De la misma manera que observamos el proceso de integración nacional en materia de derechos, debemos pensar que la construcción es también un desafío regional. La integración sobre el eje Mercosur, Unasur, Celac planteando como precepto fundacional la defensa de la democracia y el respeto a los derechos humanos, nos invita a incluir y debatir conceptos propios de la región, como el del “buen vivir” y el constitucionalismo social expresado históricamente en nuestro país en la Constitución de 1949. Los derechos humanos son la expresión de las luchas permanentes de nuestros pueblos, y la construcción de un Estado garante de derechos es un desafío permanente. Nuestro país, inspirado en la histórica lucha de resistencia a la dictadura cívico militar, está construyendo todos los días el verdadero y definitivo Nunca Más, posible solamente donde impere un respeto genuino e irrestricto a los derechos humanos en todas sus dimensiones. •
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Derechos humanos y memoria política
Materialidades de la memoria >> Valeria Durán
PENSAR EN LA NOCIÓN DE MEMORIA SUPONE plantearnos muchos interrogantes sin fácil respuesta: ¿qué es? ¿Cómo se construye? ¿A quién/es pertenece? Individual o colectiva, la memoria es siempre una construcción, un relato selectivo: incluye o resalta algunos acontecimientos y actores, y omite o borronea otros. Es, por ello, una narración ficcionalizada, subjetiva y articulada desde el presente. En este sentido, también la memoria social se conforma articulando una pluralidad de voces. No existe una memoria singular que pueda asumir la única voz del pasado, sino que será necesariamente un relato coral que no excluye tensiones ni disputas. En las últimas décadas, al menos en las sociedades occidentales, se ha dado un fuerte culto a la memoria. Surgieron y se reprodujeron narraciones de diversa índole que recuperan, evocan y construyen un pasado atravesado por acontecimientos traumáticos. Memorias de la Primera Guerra Mundial, del exterminio del pueblo armenio, de la guerra civil española, del apartheid, de la Shoá y de las dictaduras en
>> Valeria Durán Socióloga y magíster en Comunicación y Cultura-UBA. Integra equipos de investigación en el Instituto Gino Germani, en la FADU-UBA y el grupo “Lugares, marcas y territorios de la memoria”, del IDES. Actualmente, forma parte de Memoria Abierta.
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América Latina, es decir, de las guerras, genocidios y masacres del siglo XX. Estas han motivado la creación de nuevos museos, monumentos y memoriales, la preservación de archivos, innumerables conmemoraciones y celebraciones de efemérides y producciones artísticas de todo tipo. En la Argentina, este boom memorial está ligado casi exclusivamente al período de la última dictadura militar y se inicia a mediados de la década de 1990, si bien ha atravesado distintos grados de visibilidad pública desde el retorno de la democracia hasta la actualidad. Estas memorias de la dictadura se fueron manifestando de modos diversos. En la inmediata postdictadura, ex detenidos desaparecidos, sus familiares y compañeros brindaron testimonios para denunciar públicamente los horrores cometidos durante el terrorismo de Estado ante la Conadep y en el Juicio a las Juntas. Años más tarde, la generación de los hijos de desaparecidos comenzó a asumir públicamente un rol activo en la construcción y transmisión de su memoria, adoptando nuevas formas de expresión para acompañar las demandas formales de justicia y como modos de renovar la atención sobre sus reclamos. Los “escraches”, el cine y el teatro, las artes plásticas y la fotografía no sólo dan cuenta del protagonismo de lo visual en las búsquedas de la memoria y la identidad llevadas adelante por los hijos, sino que también han contribuido a hacer visible una perspectiva generacional. Estos nuevos discursos no construyen un relato que pretende reflejar fielmente “el pasado” sino que, por el contrario, asumen el carácter inauténtico de la representación. Exploran un escenario plagado de vacíos que buscan completar con irreverencia, apelando a la imaginación para poder construir recuerdos que no poseen. No hay un único modo en que la dictadura –o sus efectos– fue y continúa siendo experimentada. No hay, por lo tanto, un único modo posible de representación. Estos relatos novedosos producen fisuras en los discursos canónicos sobre la memoria que están, por ello, en muchas ocasiones, ya vaciados o neutralizados. Por otro lado, las huellas del pasado reciente se hacen visibles también en el territorio. Dado el carácter ilegítimo de la
represión, los sitios en los que funcionaron centros clandestinos de detención y exterminio no eran públicamente conocidos aunque, en algunos casos, su existencia era sospechada. La lucha por la “recuperación” de estos espacios –al igual que la instalación de marcas como baldosas, placas, etc.– pone en discusión no sólo el rol que deben tener los sitios que sirvieron de escenario al horror sino también quiénes y cómo deben relatar lo que allí sucedió. Visibilizados y resignificados como sitios de memoria, estos espacios fueron permitiendo, algunos por primera vez, el ingreso de visitantes, y el proceso de transformación que atravesaron no fue uniforme. Su diversidad territorial (urbanos o rurales) y funcional (dependencias policiales o militares, propiedades privadas, etc.) tanto en el pasado cuando funcionaron como centros de represión como en la actualidad, además de los diferentes actores que impulsaron en cada caso estos procesos de “recuperación” (organismos de derechos humanos o de gobierno, asociaciones vecinales) trazaron el rumbo particular que siguieron. Más allá del carácter emblemático de alguno de ellos, que los convierte en íconos del terrorismo de Estado, como la ex ESMA, Campo de Mayo o “La Perla” en Córdoba, todos estos espacios son pilares en la búsqueda de verdad y necesarios para la construcción de memoria. Su potencia y eficacia resulta del modo en que se enfatizan esas particularidades y los vínculos y lazos locales que se establecen con participación y compromiso. En el pasado reciente fueron centros de tortura y desaparición, y permanecieron tan cerca como lejos de su entorno social y territorial. En el presente, esta ambigüedad entre cercanía y distancia se proyecta hacia los problemas implicados en qué hacer con ellos. Aunque no podemos negar la importancia que tienen como medios para conocer nuestra historia y apren-
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der de ella, la sola “recuperación” no basta para generar una mirada crítica, para reflexionar sobre lo sucedido y sus implicancias futuras. Si negamos el rol político que tienen nuestras memorias en el presente estaremos fomentando la mera transmisión de información, que resultará vacua y efímera. Los sitios y el resto de las marcas se enfrentan, constantemente, a estos profundos desafíos. ¿Cómo hacer que la memoria, en permanente transformación y actualización, pueda fijarse como relato de sin quedar por ello inmovilizada? ¿Cómo hacer que nos despierte preguntas incómodas respecto de las responsabilidades individuales y colectivas sobre la dictadura sin que sean respondidas o ignoradas rápidamente? ¿Cómo materializar ese relato colectivo sin aplacar las diferencias? Tanto las expresiones artísticas como las marcas territoriales son soportes en los que no sólo se materializan memorias sino que también las impulsan, ayudan a construirlas y transmitirlas. Si en las primeras, las memorias individuales y privadas cobran protagonismo sobre un relato común, en las segundas se debe conjugar una narración que contenga las voces de los múltiples actores intervinientes (organismos de derechos humanos, de gobiernos, vecinos, artistas) y que, sin omitir estas experiencias, pueda articular, en una superposición de capas, que convivan lo individual con lo colectivo y lo público con lo privado. Perseguir una memoria que, desde los distintos soportes y materialidades y partiendo de la defensa de los derechos humanos y la condena al terrorismo de Estado, asuma desde los distintos modos de su relato un rol político en el presente, que construya críticamente el pasado, que no evada el conflicto, que no acalle el disenso, permitirá seguir consolidando la madurez democrática y la pluralidad de nuestra sociedad. •
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Derechos humanos y memoria política
Notas sobre la historia y los desafíos de la Justicia respecto de los crímenes de la dictadura >> Félix Pablo Crous
EL 10 DE DICIEMBRE DE 1983 TERMINÓ FORmalmente la dictadura. La junta militar que entregó el poder negoció su impunidad: el presidente Raúl Alfonsín decretó el juzgamiento por los crímenes de lesa humanidad de todas las juntas anteriores, pero dejó fuera del decreto a la última. Al mismo tiempo envió al Congreso un proyecto de reforma del Código de Justicia Militar que establecía el concepto de la obediencia debida: debían responder por sus crímenes los que habían dado las órdenes y los que los habían cometido “excediéndolas”; no los que se habían “li>> Félix Pablo Crous Es abogado (UBA), posgraduado Especialista en Administración de Justicia (UBA). Fiscal en lo Criminal. Miembro de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad del Ministerio de Justicia y DDHH de la Nación 1998-2013.
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mitado a cumplirlas”, tal como lo había anunciado en su campaña electoral. Ese intento fracasó porque el Congreso dejó fuera de la impunidad a los hechos “atroces y aberrantes”, característica de todos los crímenes del terrorismo de Estado. Las juntas juzgadas por la Cámara Federal Porteña –el Juicio a las Juntas– fueron condenadas. Poco más de un año después, la llamada Ley de Punto Final –que imponía un plazo para someter a proceso a un sospechado– y la de Obediencia Debida meses después, acotaron la responsabilidad por los crímenes de la dictadura a un puñado de jerarcas militares. La ley de Obediencia Debida fue presentada como la concesión que arrancaron los alzados de Semana Santa de 1987 al gobierno de una democracia todavía débil; como una mala ley “hija de la necesidad”. En verdad, esa ley le permitió al gobierno retomar el plan original del juzgamiento limitado a los máximos jerarcas de la dictadura. Años después, los indultos dictados por Carlos Menem perdonaron a los condenados en el Juicio a las Juntas, y también a los pocos que todavía seguían sometidos a proceso. El Poder Judicial, por su parte, convalidó los indultos a los procesados –claramente inconstitucionales–, lo cual cerró el círculo de la impunidad. No quedaban condenados ni procesados. Pero en 1995 el Capitán de la Armada Adolfo Scilingo contó a la prensa detalles de los “vuelos de la muerte”. No era información nueva, pero reactualizó la barbarie de los crímenes impunes. Algo había que hacer. El resultado fueron los “juicios por la verdad”, una original creación forense argentina. Se trata de procesos judiciales similares a un juicio oral donde se obtiene información sobre el destino de las personas desaparecidas, pero sin la posibilidad de castigar los crímenes. Ese singular procedimiento cobró rápidamente volumen e instaló nuevamente el tema, aunque sólo fuera limitado al círculo de las víctimas. Por primera vez, luego de muchos años, el relato de las víctimas era jerarquizado en un ámbito respetuoso que les brindaba el Estado. A la vez, como las leyes de impunidad habían dejado fuera de su alcance la apro-
piación de niños, tres años después del inicio de los “juicios por la verdad”, y aprovechando esa fisura en el muro de la impunidad, un pequeño grupo de juristas y algunos organismos de derechos humanos promovieron la investigación de numerosos casos de apropiación, dirigiendo la acusación contra los dictadores Jorge Videla y Emilio Massera, entre otros. Los dos fueron detenidos. Muchos años después fueron juzgados y condenados. Ese fue el primer paso del proceso gradual de derrota de la impunidad y construcción de la justicia, que se aceleraría cuando fue erigido en política de Estado, con la asunción del presidente Néstor Kirchner. Entre tanto, el nuevo siglo se inició con la declaración judicial de nulidad de las leyes de impunidad. Lo declaró el juez federal porteño Gabriel Cavallo en la causa en la que se investigaba la apropiación de una niña, hija de padres desaparecidos. El contraste entre la posibilidad de juzgamiento por esa apropiación pero la imposibilidad de hacerlo por los padres desaparecidos en el mismo contexto represivo, otorgaba mayor elocuencia a la injusticia intrínseca de las leyes cuestionadas. Mientras tanto, la abrumadora acumulación de relatos siniestros en los “juicios por la verdad”, junto a la puerta que abrió la sentencia del juez Cavallo, hizo intolerable sostener la impunidad. Los fiscales comenzaron a promover la reapertura de las investigaciones penales. Muchos jueces opusieron sordas resistencias, que fueron trabajosamente superadas. El gradual retorno de la acción judicial requirió decisiones estratégicas. Algunas de aparente orden práctico pero de efectos sustanciales: si se respetaría el sistema de juzgamiento de los años ochenta, en el cual la investigación se concentraba en las Cámaras Federales de las ciudades donde se asentaba cada uno de los Comandos de los Cuerpos del Ejército; o si se promoverían las investigaciones en los juzgados más próximos al lugar de los hechos. Se optó por lo segundo, procurando que los procesos judiciales, que concluyen con el juicio oral, contribuyeran a la visibilización de los crímenes, que la dictadura pretendió ocultar o tergiversar, en cada comunidad donde se cometieron; a invo• Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
lucrar a estas en el proceso de Memoria, Verdad y Justicia; y a desmontar el estigma sobre las víctimas que la dictadura, con su aparato de propaganda, instaló en el entorno social. Hoy muchos juicios han concluido, centenares de acusados han sido condenados y otros absueltos, lo cual prueba que se trata de juicios equilibrados y garantizadores de los derechos de las partes. La actual etapa impone como desafío consolidar este proceso más allá de la gestión de un Poder Ejecutivo que lo ha consagrado como política de Estado. Queda por saber si la dirigencia política ha asumido que lo obtenido es un umbral civilizatorio, o si está determinado por la etapa política que transitamos. Del mismo modo, a la par del avance de los juicios y por obra de estos, el Poder Judicial experimentó el desafío de responder a la demanda de investigación y juzgamiento de crímenes que a menudo involucraban a sectores de poder afines a los jueces, y en ocasiones a los jueces mismos. El resultado fue el retiro voluntario del Poder Judicial, el procesamiento y hasta el encarcelamiento de varios jueces. Por eso, tan importante como el juzgamiento, fue el proceso de depuración del Poder Judicial que el juzgamiento involuntariamente impulsó. Poder Judicial detrás de cuya tradición opaca y prácticas incomprensibles se ocultaron, ya en democracia, muchos agentes civiles del gobierno usurpador. Hoy está expuesto un elemento central para intentar comprender la naturaleza política y alcances de estos crímenes, en el protagonismo que les cupo a diversos sectores de la sociedad civil. Jueces y fiscales –ya se dijo–, empresarios y sacerdotes, aparecen en los juicios involucrados en los crímenes. Queda por ver si las instituciones son lo suficientemente vigorosas para afianzar lo producido y avanzar en las facetas de la represión menos ostensiblemente brutales. Y para consagrar formalmente los motivos del golpe del 24 de marzo de 1976, lo que iluminaría muchos de los dilemas del presente político y no diferiría esas conclusiones a un incierto y difuso juicio histórico futuro. • ——————————————————————
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Rol de la mujer y luchas de género
Patriarcado, sexo y género
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>> Dora Barrancos
LA CREACIÓN DEL PATRIARCADO HUNDE SUS RAÍCES en épocas remotas, allá donde la incipiente humanidad abandonó el sedentarismo, creó formas societales más complejas, expandió los cultivos y otros modos de subsistencia, y comenzaron a distinguirse funciones que dieron supremacía a los varones. A estos les fue garantizado, con el correr del tiempo, el ejercicio del poder y las tareas trascendentes; las mujeres fueron marcadas por la incumbencia de la crianza y del cuidado doméstico. No hay nada sobrenatural que pueda explicar el “natural” sojuzgamiento femenino a lo largo del tiempo bajo el sistema patriarcal. Y aún en nuestros días, lo que se piensa como Naturaleza, es en verdad una notable construcción realizada por las sociedades humanas. De ahí que sea imprescindible minar la ideología patriarcal basada en el supuesto de que la biología determina las diferencias jerarquizadas entre varones y mujeres. Se debe al feminismo teórico, que se abrió paso en las décadas 1960-1970, la distin-
>> Dora Barrancos Socióloga y doctora en Historia por la Unicamp- Brasil, profesora consulta de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, investigadora principal del Conicet y directora del Conicet en representación de las Ciencias Sociales y Humanidades desde mayo de 2010.
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ción entre “sexo” y “género”. Se trató de la segunda ola –la primera ola tuvo lugar desde mediados a fines del siglo XIX, cuando emergió el feminismo, hasta mediados del siglo XX. Los cambios, de los años 1980 en adelante, resultaron aún más notables. El concepto de género se ha extendido en las últimas décadas a través de una notable cantidad de estudios. Simone de Beauvoir, en su ensayo El segundo sexo,2 puso en evidencia que la inferioridad femenina se debía al largo desarrollo histórico del patriarcado y no a las determinaciones naturales. Beauvoir inscribió un principio de enormes consecuencias teóricas y políticas: “No se nace mujer, se hace”. Debido a la dificultad para erradicar la determinación biológica asociada a la identidad de cada uno de los sexos, la crítica feminista de las últimas décadas del siglo pasado distinguió entre sexo y género. Sexo pasó a ser el vocablo que daba cuenta de las características anatómicas y fisiológicas correspondientes a varones y mujeres, esto es, lo que se atribuye a la biología. Género se empleó cada vez para señalar los condicionamientos sociales y culturales –históricamente forjados–, que creaban los estereotipos femeninos y masculinos. El género hacía visible la construcción histórica de los sexos, toda vez que cada cultura indicaba las funciones, las actividades y las expectativas de comportamiento relacionadas con cada uno de ellos. Se convirtió en el vocablo privilegiado de las feministas anglosajonas, y aunque encontró mayores dificultades de adopción en otras sociedades, se incorporó a nuestros usos latinoamericanos entre 1980 y 1990. Pero no fueron pocas las voces que advirtieron sobre el carácter provisorio del término, y no faltaron quienes reclamaron sobre la incorrección de su empleo. Hace ya algún tiempo, dos vertientes del debate feminista relacionado con el concepto “género” han venido a tono. Una está representada por las feministas que recriminan que con él se pierde la especificidad de las mujeres y su historia; la otra vertiente exhibe un punto de vista radical, y en ella ha sobresalido Judith Butler, quien ha
Este trabajo se basa en buena medida en el libro de la autora Mujeres, entre la casa y la plaza, Sudamericana, Buenos Aires, 2008. De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, Ediciones Siglo XX, Buenos Aires, 1968.
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desarrollado, sobre todo en su libro El género en disputa,3 que el “sexo” tampoco remite al orden biológico, sino a una creación sociocultural. El lenguaje constituye la gran operación simbólica y ha respondido a las convenciones de la “sexualidad normal”. Por su parte, la resistencia conservadora no quiere abandonar la idea de que los sexos están fundados exclusivamente en la naturaleza y sostiene que el término género representa un desvío de las funciones fijadas a varones y mujeres. De ahí que este término haya sido una suerte de arma de combate para la agencia feminista y no sólo en nuestro medio, ya que si las fuerzas conservadoras defienden el punto de vista de la verdadera “naturaleza humana” con el vocablo “sexo”, entonces género adquiere una dimensión política significativa para contrarrestarlas. Debe subrayarse que lejos de lo que pueda creerse, no existe sólo la polaridad de los géneros, femenino/masculino. Existen varios géneros, o mejor, actos performativos de género –esto es, formas del lenguaje que se reiteran hasta “hacer un tipo de género”, como ha sostenido Butler–, toda vez que las negociaciones de la sexualidad son diversas y dan lugar a múltiples adopciones de identidad, o de identificación, que no pueden originar categorías rígidas e intrasponibles. Debe subrayarse que el sistema patriarcal también originó la cantera simbólica y política de la heterosexualidad obligatoria. Hoy día, gracias a los grados ampliados de libertad que se han conquistado, al avance en materia conceptual y aplicativa de los derechos humanos, a las reivindicaciones de las personas afectadas por discriminación por razones de sexo/género, el arco
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se extiende desde la heterosexualidad a la diversidad constituida por quienes se identifican como lesbianas, homosexuales, transexuales, intersexuales, transgéneros. La identidad –es necesario insistir– está en perpetua negociación, y los seres humanos sólo pueden resultar “sujetos nómades”, esto es, en condición subjetiva migrante, como propone Rosi Braidotti,4 una singular teórica feminista inspirada en buena medida en su maestro, el filósofo Gilles Deleuze, un amigo de la causa de las mujeres. Los feminismos teóricos latinoamericanos –conviene el empleo del plural– evidencian actualmente notable renovación conceptual. Pero seguramente lo que más impacta es la procura de derechos por parte de las mujeres en todas nuestras sociedades, sean o no feministas. Como consecuencia de los cambios sociales y culturales de la última década, la Argentina avanzó en materia legislativa con la sanción de dos leyes que han redistribuido también los derechos civiles, la que se refiere al matrimonio entre personas del mismo sexo y la de identidad de género. Esta última se ha apartado de cualquier fijación sexual esencial y confiere a todas las individualidades, desmarcadas de las formas polares de géneros, iguales derechos de ciudadanía, la prerrogativa de exhibir –sin ambages– un cuerpo y un nombre propios. En conclusión, el patriarcado es un sistema sociocultural de larga data responsable de la jerarquización de los sexos, de la obligatoriedad mandataria de la heterosexualidad, y de haber creado sistemas de justificación para sostener ambos fenómenos. Una vida por entero democrática sólo es posible revocando el sometimiento simbólico y material a los valores patriarcales. •
Butler, Judith, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Paidós, Buenos Aires, 2007. Braidotti, Rosi, Sujetos nómades, Paidós, Buenos Aires, 2000.
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Rol de la mujer y luchas de género
El género de la política también se escribe en femenino
“Ha llegado la hora de la mujer…” Eva Perón (23 de septiembre de 1947)
>> Estela Díaz y Mariana Carbajal
>> Mariana Carbajal Es licenciada en Periodismo. Trabaja en Página/12 y la TV Pública. Es docente en la Especialización de Género y Comunicación de la Facultad de Periodismo de la UNLP y autora, entre otros libros, de Maltratadas. Violencia de género en las relaciones de pareja (Ed. Aguilar, 2014).
>> Estela Díaz Es especialista en género. Secretaria de Igualdad de Género de la CTA Nacional. Coordinadora del Centro de Estudios Mujeres y Trabajo CEMyT. Docente en la Especialización de Género y Comunicación de la Facultad de Periodismo de la UNLP. Autora de numerosos artículos y publicaciones.
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A PARTIR DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX podemos situar el inicio de un período sostenido de cambios en el lugar de las mujeres en la sociedad. Podríamos remontarnos mucho más atrás en las gestas emancipatorias, pero en este documento tomaremos como referencia un ciclo largo que se inicia –y sigue en marcha– desde el hito más reconocido: la sanción de la Ley 13.011 del derecho al voto femenino, de 1947, impulsado fuertemente por Evita durante el gobierno de Perón, retomando las luchas sufragistas de inicios del siglo XX. Los 60/70 marcan un período histórico de gran dinamismo social, acompañado por la creciente participación pública de las mujeres, que no logró inmovilizar –como pretendió– la última dictadura militar. Los ámbitos educativos se fueron feminizando de manera evidente. Además, se consolidó el fenómeno de crecimiento constante de la participación de las mujeres en el trabajo remunerado. Según datos censales, la tasa laboral femenina pasó de un 31% en los años ochenta a un 55% en 2010. Estos cambios en el mapa social están asociados a mayores niveles de autonomía femenina y también a la existencia de nuevas configuraciones familiares. Alrededor de un tercio de los hogares están hoy a cargo de mujeres. Decíamos que la dictadura no pudo parar el avance de las mujeres en la sociedad. Desde esa perspectiva es ineludible reconocer el papel de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la resistencia a la dictadura, pero también en nuestra democracia actual. La búsqueda –del hijo/a /nieto/a– individual se transformó en una lucha colectiva, en un ser paridoras-paridas por los hijos-nietos, en la politización de la maternidad, provocadora de una nueva subversión del “orden natural” de las cosas. Muchas veces se cae en ciertas simplificaciones en relación al concepto de género, el feminismo y “la mujer” o su versión en plural. Todas las sociedades conocidas, incluso antes del capitalismo, fueron patriarcales, lo que supuso formas diversas de subordinación de las mujeres, acompañadas, como todos los procesos sociales, de resistencias, a veces más visibles y otras no tanto, pero con el silencioso bullicio subterráneo con el que se configuran las
fuerzas y voces de las subalternidades, que en ciertas etapas históricas irrumpen para trastocar los órdenes impuestos. Este es un fenómeno mundial, pero que adquirió particularidades especiales en América Latina. Porque ha sido justamente también en esta América india, negra, campesina, obrera, pobre, diversa en identidades donde se producen diálogos y lazos con tantas otras alteridades. Cuando Cristina Fernández de Kirchner dice “la patria es el otro”, lo hace desde la recuperación de la idea de solidaridad, pero también de la inclusión e igualdad. La equidad entre los géneros se construye reconociendo las diferencias, para de-construir jerarquías, para avanzar en la búsqueda de paridades, que serán posibles en el marco de un proyecto colectivo. Los estudios de género y feministas que han proliferado a partir de los 70 vienen haciendo aportes teóricos sumamente enriquecedores para provocar cambios significativos en ese sentido. A partir de 2003, comenzó un proceso de redefinición del rol del Estado en la Argentina. ¿Qué tipo de Estado para qué tipo de proyecto de país? Esta pregunta debe ser respondida todos los días desde la gestión pública. Revertir las desigualdades de género implica pensar en procesos largos de intervención, ya que debemos abordar fenómenos complejos con fuerte raigambre histórica, institucional, social y cultural. La Argentina incorporó con rango constitucional en la reforma de 1994 los principales tratados de derechos humanos. Este marco legal permitió establecer una plataforma básica de acuerdos respecto del reconocimiento de los derechos humanos de las mujeres y otros colectivos sociales. Pero la reducción de la distancia entre marco legal y prácticas políticas sigue siendo un desafío. Porque si bien ha sido muy grande la mejora en la calidad de vida para las mujeres, también convivimos con resistencias a los cambios. En algunos casos porque todavía cuesta incorporar en toda su dimensión y complejidad el enfoque de género para el conjunto de las políticas de Estado, pero también porque hay visiones conservadoras en relación al papel de las mujeres en la sociedad, que se expresan en las tensiones entre lo instituido, un orden patriarcal que persiste, • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
y lo instituyente, que supone la inclusión de estas nuevas dimensiones en la política. En estas tres décadas, sin dudas, se han enriquecido los contenidos, las tramas, los textos y subtextos de lo público, con impacto en las vidas privadas. La temprana legislación de discriminación positiva, que estableció un cupo mínimo de 30% de mujeres para cargos legislativos (1991), hoy puede leerse en imágenes, territorios, disputas, con nombres y rostros de mujeres. En el contexto de ampliación de derechos de estos últimos 11 años pueden destacarse una serie de medidas y decisiones en clave de género: 1. La inclusión de mujeres en espacios de poder no tradicionales como la Corte Suprema, los ministerios de Defensa, Industria, Economía y Seguridad, y por supuesto, la primera magistratura de la Nación. 2. La implementación del Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva y las leyes de Anticoncepción Quirúrgica y de Educación Sexual Integral. 3. La Ley Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. 4. La Ley de Trata de personas, su reforma y la implementación de programas específicos. 5. La eliminación de las AFJP y la vuelta al sistema jubilatorio de reparto, solidario, que dejó atrás un sistema profundamente injusto en términos de género, y que dio lugar a la implementación de la Asignación Universal por Hijo, que dispuso a las mujeres como titulares para percibir el beneficio. 6. La moratoria previsional que tiene el 75% de mujeres. 7. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que además de promover la democratización de la palabra incluyó ítems importantes contra la discriminación hacia las mujeres y por la protección de la niñez y adolescencia. 8. La Ley que crea un régimen especial para trabajadoras de casas particulares, equiparando derechos laborales. 9. La defensa en lo nacional e internacional del paradigma de derechos humanos –incluyendo los derechos sexuales y reproductivos–, dejando de lado los ——————————————————————
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alineamientos del menemismo en los foros internacionales con las posiciones más conservadoras y fundamentalistas. 10. Las leyes de matrimonio igualitario, de identidad de género, fertilización asistida, muerte digna. Hay, sin embargo, una agenda pendiente. Es necesario promover la incorporación de la perspectiva de género transversalmente en las políticas, los planes, los programas y la organización institucional. Todas las áreas de gobierno pueden pensarse sensibles al género. Pero resulta imprescindible una planificación estratégica y contar con un mecanismo político-institucional responsable de articular con los distintos ministerios, con jerarquía, presupuesto, estructura y personal suficiente para abordar los desafíos en todas sus dimensiones. Desde allí también debería dinamizarse, con la urgencia que requiere, el Plan Nacional para la prevención, sanción y erradicación de la violencia de gé-
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nero, tal cual establece la Ley 26.485, sancionada en 2009. En lo legislativo están pendientes la sanción de las reformas integrales del Código Civil y Penal, con todas las observaciones y cambios necesarios a realizar desde el marco de derechos humanos vigente, así como el avance en una reforma integral democratizadora de la Seguridad y el Poder Judicial. Un tema que atañe a la vida, la salud y la autonomía de las mujeres como la discusión acerca de la interrupción voluntaria del embarazo y la revisión integral de la Ley de Contrato de Trabajo, para mejorar el piso de debate en relación a las condiciones laborales de las mujeres y el capítulo de licencias, para incorporar las responsabilidades familiares compartidas y a las nuevas familias. Son compromisos esenciales para un horizonte futuro, que imaginamos con más derechos. La perspectiva de género es un aporte ineludible para un proyecto popular, emancipador, de inclusión y justicia social. •
Otras actividades de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional
Programa
Imaginación Política Colección
Manifiestos Se trata de una antología de manifiestos, proclamas y escritos políticos de la historia argentina. Una edición en dos volúmenes de los textos fundamentales de la cultura política argentina de los siglos XX y XXI. Un diálogo de coincidencias o discrepancias que reúne a sujetos políticos, intelectuales y artistas de tradiciones y trayectorias discímeles: radicales, sindicales, socialistas, anarquistas y peronistas, todos los cuales han sido partícipes con sus escrituras de la perpetua querella por los significados, la memoria y la búsqueda de un sentido para la Nación Argentina. Que con sus ideas configuraron y configuran, en parte, el imaginario político, económico, social y cultural de nuestra escena presente. El primer volumen se inicia con la Revolución en el Parque en 1890 y finaliza con el Golpe de 1955. El segundo continúa desde 1955 y la Resistencia peronista y concluye en el Bicentenario de la Revolución de Mayo.
Soberanía política y económica
Breve panorama de la economía internacional >> Ricardo Aronskind
EL ACTUAL SISTEMA ECONÓMICO MUNDIAL SE configuró en torno al surgimiento y expansión del capitalismo industrial, desde el norte de Europa hacia todo el planeta, hace más de 500 años. En ese proceso, para ampliar su producción y riqueza, las potencias europeas centrales fueron conectando todas las regiones a sus economías, aprovechando todos los recursos (materias primas, fuerza de trabajo) que encontraban en las “áreas periféricas” en función de sus propios objetivos de acumulación. El desarrollo científico tecnológico se vinculó en forma cada vez más estrecha con el mundo de la producción, sirviendo para multiplicar las capacidades humanas para modificar la naturaleza, pero fue generando, al mismo tiempo, crecientes disparidades entre las zonas más avanzadas del mundo y aquellas que tenían escaso o nulo desarrollo de esos saberes. Progresivamente se fue configurando un sistema en el que unas pocas naciones crecieron vigorosamente, mientras la mayoría de los países y regiones coloniales trataba de adaptarse a las necesidades de las economías dominantes. >> Ricardo Aronskind Economista, magíster en Relaciones Internacionales. Investigador y docente en la UNGS y la UBA. Autor de los libros Controversias y debates en el pensamiento económico argentino y Riesgo país. La jerga financiera como mecanismo de poder.
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Europa, y posteriormente Estados Unidos, ocuparon el centro del sistema, utilizando su poder económico, diplomático y militar para crear un conjunto de reglas de juego económico que los favorecían. Las potencias centrales contaron con diversos instrumentos de dominación: en el terreno de las ideas, difundieron a nivel internacional el pensamiento de Adam Smith y David Ricardo, economistas que sostenían que el libre mercado –economía sin regulación estatal– era la forma más eficiente de organización económica interna, y que la división internacional del trabajo era la forma más eficiente de repartir la producción entre las naciones. Ricardo afirmó que si cada país se especializaba en producir aquello que podía hacer mejor, y si intercambiaba libremente –sin poner trabas– con el resto, su bienestar alcanzaría los más altos niveles posibles. Esta teoría fue adoptada por numerosos países periféricos –el nuestro entre muchos otros–, pero fue rechazada, en la práctica, por Estados Unidos, Alemania y Japón, que siguieron sus propios caminos hacia la industrialización y el desarrollo científico y tecnológico. Otro de los recursos con los que contaron los países centrales para organizar el sistema global fue la creación de instituciones económicas globales que, luego de la Segunda Guerra Mundial, les permitieron ordenar la economía mundial en función de sus intereses particulares. Así surgió el Fondo Monetario Internacional, que debía ocuparse de ayudar a países que tuvieran situaciones problemáticas en materia de divisas, pero que terminó convirtiéndose en un instrumento de injerencia sobre todas las políticas económicas de muchos países periféricos. También se constituyó en la posguerra el Banco Mundial, que debía ayudar a reconstruir la economía de los países devastados por la guerra, pero que con el tiempo se constituyó en un impulsor de las reformas neoliberales en nuestra región. Los Estados Unidos lograron, desde aquel entonces, un privilegio único: que su moneda nacional sea, al mismo tiempo, la moneda utilizada para las transacciones internacionales. Ese país emite la moneda con la que paga los bienes que importa y las deudas que contrae, lo que constituye un privilegio excepcional.
Entre la Segunda Guerra y los años 70, la economía mundial siguió un sendero de expansión notable, con elevados índices de crecimiento, buenos niveles de empleo y mejora de los indicadores de bienestar social. Esta tendencia comenzó a mostrar crecientes dificultades, y a partir de los años 80, se abrió un nuevo capítulo de la economía mundial, con la creciente preponderancia del capital financiero sobre la actividad productiva. Esto significa que las actividades vinculadas a las operaciones de crédito, operaciones bursátiles de compraventa de divisas, acciones y títulos públicos y otras nuevas inversiones financieras que fueron surgiendo, comenzaron a mostrar rentabilidades muy superiores a las que se obtienen en la producción de riqueza genuina. Los sectores financieros fueron ganando creciente influencia política e institucional, adaptando las reglas de juego globales a las necesidades de sus capitales. También en esta etapa, los países predominantes fueron Estados Unidos, el norte de Europa y Japón, quienes contaban con enormes fondos provenientes de sus ingresos y rentas globales para poder colocar en las diferentes economías periféricas. La deuda externa latinoamericana que estalló en los años 80, y que hasta hoy nos afecta, fue la consecuencia de la abundancia de los créditos que le ofrecieron a la región desde los grandes bancos de los países centrales. Al mismo tiempo, los nuevos saltos tecnológicos en las telecomunicaciones y la informática permitieron significativos cambios en la organización de la producción de las grandes firmas multinacionales. Usando las nuevas tecnologías dividieron sus procesos productivos a lo largo del planeta, aprovechando en cada localidad los recursos que necesitaban: abundancia de materias primas, energía barata, mano de obra con bajos salarios o altas calificaciones, mercados con altas capacidades de consumo, etc. Si bien la palabra “globalización” no tiene una única definición, podemos afirmar que involucra tanto el proceso de difusión mundial del capital financiero, como las nuevas formas operativas de las firmas multinacionales, que adquirieron dimensiones gigantescas y una enorme influencia política. Para los países periféricos, la “globalización” representó la compra, por • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
parte de los capitales provenientes de los países centrales, de parte de sus empresas productivas públicas y privadas (privatización y extranjerización económica) y un mayor grado de dependencia financiera, tecnológica y comercial en relación a los países dominantes del sistema. La globalización fue acompañada en el terreno de las ideas por la difusión mundial del pensamiento neoliberal, cuya principal premisa es la primacía de los intereses privados sobre los intereses públicos o colectivos, bajo el supuesto de que de esa forma se generará más riqueza y prosperidad. La realidad económica global, sin embargo, desmiente terminantemente tal creencia. Desde los años 80 la economía mundial ha crecido menos que en el período previo, se han acentuado las inestabilidades macroeconómicas (expresadas en diversas crisis locales y globales), y se ha incrementado fuertemente la disparidad de ingresos tanto entre los países como al interior de cada una de las sociedades. La idea neoliberal de la “autorregulación” de los mercados, es decir que el Estado renuncie a su papel de regulación y control y lo delegue en las propias empresas, condujo a que en Estados Unidos, en el año 2008, estallara una grave crisis financiera, que tuvo una fuerte repercusión en Europa y en menor medida en el resto del planeta. Las grandes corporaciones financieras, protagonistas principales del derrumbe global, han salido impunes y fortalecidas de la crisis, en tanto países enteros se mantienen en el estancamiento, sin esperanzas de progreso para la mayoría de sus ciudadanos. En las últimas décadas, nuevas regiones económicas han comenzado a fortalecerse, en especial China y el sudeste asiático. La expansión de Asia, y la parcial recuperación de Rusia, han creado nuevos polos económicos que debilitan la hegemonía de los tradicionales países centrales en el escenario mundial. América del Sur, gracias a las políticas protectivas que aplicaron sus gobiernos, ha sido menos afectada por las crisis financieras recientes, aunque mantiene una fuerte dependencia del mercado global debido a su falta de integración regional, su escaso desarrollo científico tecnológico, y la fuerte fuga de capitales locales –que podrían promover el desarrollo– hacia otras guaridas fiscales. • ——————————————————————
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La economía solidaria en el actual contexto socioeconómico argentino >> Alejandro Rofman
>> Dr. Alejandro Rofman Investigador principal CEUR/Conicet. Director del Programa de Formación e Investigación sobre Economía Solidaria. Universidad Nacional de San Martín.
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1.Conceptos generales La Economía Solidaria da cuenta de numerosas experiencias de hacer economía –en sus diversas fases de producción, distribución, consumo y acumulación– que se caracterizan por movilizar recursos y establecer relaciones económicas, sociales y políticas a través de un sistema de valores alternativos a los que hegemonizan el mercado capitalista. Estas experiencias reconocen formas tradicionales –como las cooperativas y las mutuales– y numerosas modalidades alternativas de organización: grupos asociativos y empresas recuperadas, empresas autogestionadas, iniciativas de comercio justo, de microcrédito y de comercialización por parte de los mismos productores en mercados y ferias populares. Estas prácticas proponen un modelo de desarrollo en el cual el reparto del excedente se da en función del aporte personal y no del capital, y en el que se excluye toda forma de explotación social y jerarquía en el sistema decisional interno de las unidades productivas. La solidaridad responsable, la participación, la cooperación y la equidad de la economía solidaria reemplazan los principios que rigen en el capitalismo: competencia despiadada, egoísmo, búsqueda del lucro individual por la inversión de capital y creciente concentración monopólica y oligopólica con un manejo piramidal y autoritariamente rígido de la empresa, sin participación de los trabajadores. Existe un rico historial en la Argentina desde fines del siglo XIX a través de la creación de cooperativas y mutuales de diverso tipo. Tales iniciativas fueron muy valiosas y antecedieron a las que desde fines del siglo XX, por la crisis del capitalismo neoliberal, surgen desde los actores sociales comprometidos que rechazan la continuidad de tal modelo. Para ello conjugan la acción política, demandan y obtienen un creciente compromiso estatal y despliegan innovadoras formas de organización bajo los principios de la economía solidaria. Se crean así numerosas modalidades de intervención en el mercado con otro paradigma: el de la solidaridad, la autogestión igualitaria y el compromiso político. Los casos de empresas recuperadas
por los trabajadores, el fortalecimiento de unidades familiares productivas y de emprendimientos sin fines de lucro para hacer frente a las necesidades básicas de la población y la comercialización sin intermediarios en ferias y mercados populares, se reproducen con masividad. Este nuevo y emergente escenario se fue consolidando, a partir del año 2003, con estrategias estatales de decidido apoyo al proceso de gestión social con el propósito manifiesto de volver realidad la consigna de que “otra economía es posible”.
2. Economía solidaria en el territorio y los programas vigentes El territorio en que se asientan las experiencias de economía solidaria constituyen recintos de muy cambiante formación económica-social, política, ambiental y física. El proceso seleccionado transforma el espacio en función de los impactos que sobre él se producen. La construcción social del territorio está directamente vinculada a la forma de su utilización integral por parte de la sociedad. Si se trata de proyectos rurales, el uso y la conservación de la tierra es fundamental para la gestión a futuro y ese uso no sólo comprende su aptitud ecológica sino también problemas jurídico-institucionales básicos como el régimen de división de la tierra, y de la tenencia y propiedad de la misma. Si el espacio respectivo es un ámbito urbano, las relaciones sociales y técnicas varían fundamentalmente y otros factores productivos asumen un rol determinante como el tipo y dimensión del mercado, la fuerza de trabajo disponible y el acervo tecnológico para operar en una sociedad altamente urbanizada. Las políticas públicas, por lo tanto, dependen de cuáles son los márgenes de maniobra para avanzar en iniciativas que disputan –en cada sociedad local– un lugar concreto para desarrollar procesos en oposición a la lógica de acumulación dominante. Todo lo expresado atraviesa el contenido de las políticas públicas de acompañamiento que se implementaron desde el 2003 en adelante. A modo de ejemplo, pueden destacarse los siguientes programas: • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
1. Plan Nacional de Desarrollo Local y Economía Social “Manos a la Obra” (2004) lanzado para promover iniciativas solidarias de desarrollo socioeconómico local. 2. Plan Argentina Trabaja (2009), que propone la creación de cooperativas de trabajo para la realización de obras de infraestructura y hábitat. 3. El Registro Nacional de Efectores de Desarrollo Local y Economía social (2003) permitió la creación del Monotributo Social, que posibilita operar en el mercado a miles de pequeños productores familiares. Hay más de 500.000 monotributaristas sociales con subsidio estatal para reducir el monto de la contribución mensual. 4. Programa de Financiamiento a las pequeñas unidades productivas de la economía solidaria a nivel rural y urbano (Ley 26.117/2006). Esta iniciativa ha beneficiado con créditos a 330.000 microemprendimientos por un monto de cerca de 900 millones de pesos a través de la Comisión Nacional de Microcréditos (Conami) del Ministerio de Desarrollo Social. Los créditos tienen una reducida tasa de interés, sin garantía real. 5. La Marca Colectiva (ley 26.355) distingue los productos y/o servicios elaborados o prestados por los emprendimientos de la Economía Social. 6. La Promoción de la Agricultura Familiar abarca a más de 250.000 unidades de la pequeña producción rural y del campesinado de todo el país (el 70% de los productores del campo argentino) que se componen de productores que viven en su pequeña finca junto a sus familiares y obtienen bienes –en especial alimenticios– para su manutención, vendiendo sus excedentes al mercado. Respaldan estas políticas el Centro de Investigaciones para la Agricultura Familiar (Cipaf) del INTA, la Secretaría de Agricultura Familiar de la Nación y programas como el de Comercialización del INTA, que ha colaborado para establecer más de 300 ferias a fin de favorecer el consumo popular. En el marco general de esta estrategia opera el INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), que ha tomado especial auge a partir del año 2002. ——————————————————————
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3. Visión a futuro Lo emprendido en este muy rico espacio de construcción de una sociedad alternativa a la dominante es mucho y muy variado. Pero lo pendiente es un gran desafío que no tiene techo. Por ello, parece oportuno avanzar en esta triple dirección: 1. Intensificar los esfuerzos en la formación de nuevos especialistas y en la capacitación de todos aquellos involucrados en la consolidación de la economía solidaria. Hay maestrías de Economía Social y Solidaria y diplomaturas y tecnicaturas de creciente dimensión y cobertura. El espacio para seguir profundizando la temática es muy amplio. 2. Las políticas públicas de apoyo a las iniciativas colectivas han estado recorriendo fructíferos caminos jalonados por gran cantidad de experiencias. Pero todo el empeño puesto exige un proceso de ordenamiento y planificación a partir de iniciativas legislativas y ejecutivas concertadas entre todos. Este
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Programa está pendiente, aun cuando ya tiene pasos firmes dados al respecto en Río Negro y Entre Ríos. 3. La presencia de iniciativas solidarias en los campos de la producción, distribución, financiamiento y desarrollo tecnológico coloca al Estado en una función insoslayable y protagónica. Es permanente la incorporación de nuevos esfuerzos colectivos emanados del seno profundo de la sociedad para reemplazar la trama socio-productiva basada en el egoísmo individual y la competencia despiadada del capitalismo por esfuerzos que reconozcan la tarea solidaria, el asociacionismo, la democratización en las relaciones de trabajo y la igualdad en el manejo de tales unidades. El acompañamiento de este despertar de una Nueva Sociedad, como ideal utópico, se debe convertir en tarea prioritaria en los años por venir para afirmar el proceso de profundización del modelo de desarrollo con inclusión social en marcha. •
Economía y política >> Guillermo Wierzba
>> Guillermo Wierzba Licenciado en Economía, Universidad de Buenos Aires. Postgrado en el Instituto Di Tella. Director del CEFID-AR (Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina). Profesor de la UBA. Miembro del Plan Fénix. Integrante de Carta Abierta. • Pensar la Argentina entre dos Bicentenarios
AL SURGIR EL CAPITALISMO, EL DEBATE DE IDEAS respecto de la cuestión económica era de orden público y reflejaba abiertamente intereses antagónicos, proyectos nacionales y conflictos de clases. Hacia fines del siglo XIX, con la consolidación de estructuras monopólicas en los países centrales, se pasa a un paradigma de organización económica predominante que ya no compite con sistemas jerárquicos previos y comienza a ser criticado por quienes develan una contradicción central del mismo: la igualdad formal frente a derechos civiles y políticos para toda la ciudadanía contrastaba con una creciente desigualdad real frente al acceso a bienes y derechos sociales gozados. Hubo un giro en la economía dominante, que se repliega al ámbito académico, y adopta un discurso apologético del capitalismo liberal, asumiéndolo como único régimen económico, naturalizado. La corriente marginalista, popularizada como neoclásica, es la que asume este cambio regresivo en el pensamiento económico. Será el sustento teórico del proyecto de globalización neoliberal que fue impuesto en el último cuarto de siglo pasado y que alcanzó su auge en los noventa. Fue la dictadura terrorista su introductora en la Argentina para interrumpir una política de desarrollo que con épocas más intensas –los períodos democráticos– y otras de retroceso –dictaduras militares– se había sostenido casi medio siglo. La idea de la unión entre política y economía conlleva la concepción de que los regímenes económicos pueden modificarse, que la participación ciudadana es decisiva en el diseño del futuro para los sectores menos poderosos de las naciones. Es decir, que la política puede cambiar la vida. Esta mirada entiende que las decisiones fundamentales, incluyendo las económicas, se definen en la lucha política. Allí cada ciudadano es igual a otro, y las mayorías populares tienen la fuerza para cambiar la historia. En cambio, los conservadores que adoptan el criterio de la escisión entre economía y política, promueven que la primera es un ámbito que definen los mercados, lugar donde manda el poder del dinero. La lucha entre liberales y nacionalpopulares se asienta en la puja por cuánto poder se da al mercado y cuánto a la política. ——————————————————————
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Para los primeros la democracia es la protección del derecho de las minorías, y así defender la propiedad concentrada de estas requiere de poco poder por parte de los gobiernos. A estos se los remite a administrar bien y sostener el orden neoliberal. Los segundos subrayan que la economía debe subordinarse a la política, que los mercados son un instrumento útil, pero en el marco de la regulación e intervención del poder soberano. Aquí está la diferencia entre la democracia capitalista neoliberal y la democracia participativa nacional y popular. El kirchnerismo significó el reencuentro con la tradición nacionalpopular en un mundo que todavía es hegemonizado por el neoliberalismo. En este sentido, podemos destacar: • Las negociaciones colectivas: recuperación del salario y aumento del empleo, permitiendo un avance en la desmercantilización de la relación capital-trabajo. • Políticas de administración de precios, ahora sistematizadas por el programa “Precios Cuidados”. Significa inducir a la participación popular y a la presencia estatal en la atención sobre el margen de ganancia empresaria y la racionalidad de los precios. • Desendeudamiento con el FMI para autonomizarse de sus condicionamientos y planes. ¿Para qué? Porque esta institución exigía medidas universalizadas de imperio de una única política: la del neoliberalismo, y Argentina eligió los enfoques heterodoxos que reñían con esos dictados: aumentar el gasto público –especialmente el social–, flexibilizar la lógica pura del equilibrio fiscal en pos de mayores niveles de crecimiento, fijar subsidios a bienes básicos para impedir el impacto de la inflación sobre las tarifas. • Reestructuración de la deuda externa. Significó una quita inédita sobre la misma que permitió avanzar en el crecimiento, aumentar el peso de la industria, dinamizar el consumo, disminuir el desempleo, luchar contra la pobreza y la indigencia. • Nacionalizaciones de empresas de servicios públicos, como Correos, Aguas y Aerolíneas que recuperaron la opción de la participación del Estado como empresario. Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Especialmente, pueden señalarse cuatro políticas de Estado fundamentales que configuran el tronco del kirchnerismo: • Desarticulación del ALCA. Esta decisión regional encabezada por Kirchner, Chávez y Lula constituyó un momento de ruptura con el principal peligro que acechaba al país y la región: la destrucción de un proyecto de desarrollo integral con un papel destacado de la industria en el marco de un progreso de la integración regional. El ALCA era una opción que atacaba la profundización del Mercosur y fomentaba la subordinación a una lógica comercial sustentada en intercambios abiertos y sin restricciones entre países de desarrollo asimétrico. Esta decisión fue la simiente sobre la que luego se construiría el nuevo proyecto de unidad latinoamericana con la fundación del Banco del Sur, de la Unasur, de la Celac, del Consejo Sudamericano de Defensa, del proyecto de un Fondo Regional de Reservas; instrumentos políticos, económicos y militares en pos de la segunda independencia latinoamericana. Aun así quedan interrogantes; ¿por qué la irrupción de la nueva institucionalidad no devino en la rápida construcción efectiva de articulaciones económico-financieras más profundas? Los riesgos de un fracaso o retroceso de estos proyectos son grandes. Hay ejemplos históricos de que hubo intentos no concretados en este sentido (la Alalc, por ejemplo). Hoy es necesario poner toda la atención porque preside las ideas del nuevo intento la unidad política y no la lógica de coincidencias de intereses económicos. Los retrasos merecen encender por lo menos una luz amarilla. • Nacionalización de las AFJP. Esta decisión fue central en la recuperación de la autonomía financiera. Pero también en la recuperación de la concepción de un régimen previsional de solidaridad intergeneracional y entre sectores de distintos ingresos. La medida en sí desafiaba los pilares y recursos de los agentes beneficiarios de la financiarización y permitió la participación del Estado como accionista en el control de la gestión de importantes grupos económicos. Fue una medida clave para estabilizar la ma-
croeconomía en el escenario del peor momento de la crisis internacional. • Nacionalización de YPF. Fue la recuperación de la empresa estratégica para un proyecto nacional autónomo y con objetivos de industrialización. Significó la adopción de un enfoque planificador sobre un recurso que permanecía bajo lógicas mercantiles que provocaron debilidades en el sector externo. • Carta Orgánica del Banco Central. Recuperando la facultad de hacer política crediticia, quitando la lógica de mutilación de la política monetaria a las autoridades elegidas por el pueblo, mutilación que debilitaba el poder ciudadano y fortalecía el peso del lobby de las finanzas internacionales. Para concluir, en pos del desarrollo, el tema central es establecer políticas que enfrenten la restricción externa. Se debería evitar en el futuro la cesión de jurisdicción –que ha acarreado la grave ofensiva de los fon-
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dos buitre– para nuevas deudas e inversiones, adoptando el criterio de que las operaciones financieras que se desenvuelvan en nuestro territorio deben estar sometidas a nuestra Justicia. Además se requiere denunciar los tratados bilaterales de inversión que agregan otros condicionamientos que recortan aún más la capacidad de definir políticas nacionales. Estos tratados son firmados entre países de desarrollo asimétrico y construyen relaciones subordinadas a los intereses de las empresas de los países centrales, mientras establecen arbitrajes hechos por el Ciadi –del cual habría que evaluar nuestro retiro–, ámbito del Banco Mundial, identificado con los objetivos de la liberalización. En este plano habría que sancionar una nueva ley de inversiones extranjeras afín a una matriz industrial integrada menos demandante de divisas. Otra clave es avanzar en la nacionalización del comercio exterior de granos y en otras medidas que atiendan a la reducción sustantiva de la fuga de divisas. •
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La sociedad del espectáculo: sugerencias y ejemplos >> Alejandro Kaufman
LA ESPECTACULARIZACIÓN DE LA SOCIEDAD ES correlativa de la industrialización del mundo simbólico. Producción y recepción de sentido son integrados de manera progresiva –aunque no sin conflicto ni contradicciones– a circuitos de producción y consumo de mercancías. La mercancía no se limita a la distinción de un vínculo social/económico. Que algo sea mercancía define su identidad, características, naturaleza. Un automóvil, en cuanto mercancía, no es tanto ni solamente un medio de transporte, sino un símbolo, un relevo de la subjetividad, una posesión narrativa, una referencia identitaria, un pasaje transitorio por todo ello: cambiante, efímero y obsolescente. El consumidor recorre un trayecto vital, habitado por la relación capital/trabajo y su ubicación dentro de
>> Alejandro Kaufman Profesor UBA/UNQ. Fue profesor visitante en Bielefeld, San Diego, ARCIS (Chile) y en la École des Hautes Études en Sciences Sociales. En 2012 publicó La pregunta por lo acontecido. Ensayos de anamnesis en la Argentina del presente (Ed. La Cebra).
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ella, trayecto durante el cual se producen transacciones mercantiles que, lejos de limitarse al proceso de producción y consumo, definen las tramas de la experiencia vital. A la vez, el lenguaje cotidiano, político y cultural de que disponemos para hablar de todo ello en el plano de lo público no nos habilita a un registro colectivo en el que identifiquemos en forma explícita el reconocimiento de lo que acontece. El lenguaje remite a formas preindustriales de la descripción, que nos limitan a pensar en el automóvil como una herramienta, un mero medio de transporte. Desde luego que el automóvil es inescindible de las articulaciones del deseo, los discursos publicitarios, los trasplantes de órganos (dado que disponemos de órganos trasplantables en relación –entre otras variables, sin duda– con los accidentes de tránsito). Hay un circuito parcialmente susceptible de descripción: accidente vialconvocatoria mediática a la solidaridad para salvar una vida-trasplante de órganos. El trasplante de órganos tiene como premisa la ocurrencia de accidentes viales proveedores de órganos. El automóvil es un objeto de consumo –entonces– ligado a la duración misma de la vida: la prolonga, al permitirnos abreviar el tiempo necesario para ir de un punto a otro, y la reduce en una proporción menor, vinculada con el costo en vidas que insume la contracción del tiempo que produce. En otro plano del reciclado, las vidas perdidas pueden salvar otras vidas. A su vez, todas las instancias del circuito ofrecen narraciones que estructuran las agendas mediáticas y ordenan a su alrededor nuestros sentimientos. El automóvil es cifra de la sociedad del espectáculo aunque no su matriz causal. Las formas ofrecidas por el diseño, las visiones imbricadas con la velocidad y las sensaciones reales o imaginarias vinculadas con el vértigo nos inspiran frente a la pantalla del televisor, el cine, internet y sus redes sociales e infinitos flujos de sentido. Las pantallas convergen como súper mente colectiva que nos caracteriza. La del automóvil podría ser en apariencia una forma inusual de enfocar la sociedad del espectáculo: podríamos hablar –por ejemplo– antes aun de llegar a referirnos a los medios de comunicación y sus anexos, de las ciudades y sus arquitecturas
como relevos también de la sociedad del espectáculo. El punto de referencia es finalmente el cuerpo y sus demandas libidinales, la pregunta por los esfuerzos laborales o hasta los sacrificios a que está dispuesto un ser humano para obtener una retribución en términos de bienes de consumo, cualesquiera que sean. Cuando los economistas calculan el valor de las mercancías por las horas de trabajo necesarias para adquirirlas no están solamente empleando un método de mensura, sino que nos dicen algo acerca de las disposiciones de los trabajadores por intercambiar sus esfuerzos por las respectivas retribuciones. No es sólo qué poder adquisitivo tiene una hora de trabajo, sino también cuántas horas de trabajo estamos dispuestos a invertir en un consumo dado. Una revisión radical de la relación capital/trabajo desde el punto de vista de una crítica política del capitalismo va a requerir tarde o temprano discutir la índole misma de los bienes de consumo y las mercancías, algo cada vez más difícil siquiera de imaginar, en la medida en que nos constituyen como una segunda naturaleza. En tanto los colectivos sociales no asuman masivamente el cuestionamiento de la índole misma de las mercancías, antes que limitarse al debate sobre su distribución o regulación, la iniciativa seguirá perteneciendo al campo hegemónico. ¿Importa abordar automóviles y hasta ciudades en un breve texto sobre la socie-
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dad del espectáculo como el presente? Ciudades y automóviles forman un sistema a través de sus relaciones recíprocas. Las tramas espectaculares de las sociedades contemporáneas incorporan todo aquello que atraviese los afanes y expectativas humanos a sus redes de producción e intercambio. Suponer que los medios de comunicación son todavía el relevo de la libertad de expresión y la referencia de la vida cultural y política corre cada vez más el riesgo de presentarse como una ingenuidad. La estructuración de los tiempos y los diseños mercantiles de la información y el conjunto de los contenidos simbólicos nos acunan en embriagadores arrullos que nos hacen olvidar el pasado y el presente, el orden de lo real y el vínculo social, nos resitúan en localizaciones ajenas al sujeto político cultural que aún nos imaginamos que somos, y requieren miradas radicales y descentradas para develar sus implicaciones. Lo que antes que nada no habría que olvidar es que en debates como estos son los oprimidos y explotados, los trabajadores ocupados o desocupados, expertos o legos, aquellos que obtendrán ganancia si incorporan a las agendas políticas, sindicales y culturales los interrogantes que necesitamos plantearnos sobre un mundo económico político, tan real como simbólico, cuya creciente complejidad requiere redoblar los esfuerzos por imaginar e impulsar luchas contraculturales. •
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Potencias del arte
>> Ana Longoni
>> Ana Longoni Escritora, profesora de grado y posgrado, investigadora del Conicet y miembro fundador de la Red Conceptualismos del Sur. Doctora en Artes (UBA). Su último libro es Vanguardia y revolución. Coordinó la exposición “Perder la forma humana” (Museo Reina Sofía, MALI y Muntref).
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RESULTA CADA VEZ MÁS EVIDENTE QUE, A LO largo de las últimas décadas, en la fase que ha dado en llamarse “capitalismo cultural” o “capitalismo cognitivo”, el arte (en particular, el arte contemporáneo) ha pasado a ocupar un lugar central en los renovados mecanismos de acumulación de capital. Como nunca antes, la especulación se concentra en operaciones millonarias de compra y venta de obras de arte, generando enormes diferencias en muy poco tiempo. El mercado del arte se expande por todo el mundo, especialmente en contextos geopolíticos antes marginales como América Latina, Europa del Este, India o China. La apertura de nuevos museos de arte, bienales, ferias, megaexposiciones y otros eventos espectaculares configura un vasto y activo circuito, fuertemente asociado a los flujos del turismo y funcional a los procesos de gentrificación urbana, desbordante de prestigio y sofisticación, glamour y champagne.1 En medio de este inquietante panorama, ¿qué queda de la potencia disruptiva del arte, su filosa condición crítica ante lo existente, su capacidad insumisa de sacudirnos e inventar nuevos mundos? Es innegable que ideas y prácticas artísticas de signo antagonista frente al orden (artístico y social) existente han sido incorporadas rápidamente dentro de los aceitados mecanismos del sistema del arte. Si el urinario de Duchamp, por mencionar un ejemplo bien conocido, significó en su tiempo uno de los más demoledores actos de provocación y desafío contra la institución arte, hoy está bien resguardado en el Centro Pompidou (en París) para ser contemplado extáticamente por miles de personas como “obra de arte”. La pensadora brasileña Suely Rolnik lo señala con agudeza, cuando habla del ejército de zombies que pueblan el mundo del arte en su país –y no sólo allí–, trabajadores creativos, flexibles e hiperactivos que apelan al legado del movimiento antropofágico2 y sus nexos con el tropica-
Cabe señalar que este estado de situación empieza a resquebrajarse en medio de la profunda crisis y el estallido de un modelo de acumulación que en Europa se traduce –entre otros graves aspectos– en la clausura o vaciamiento de muchos museos. 2 El Manifiesto Antropofágico de 1928 se remonta como escena inaugural de la cultura brasileña a la deglución del primer obispo. Pero Fernandes Sardinha, devorado por los indios caetés, subvierte la convención unidireccional del vínculo entre centro y periferia al proponer una “digestión cultural” capaz de nutrirse del otro y a la vez transformar lo ingerido.
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lismo3 cuyas energías resultan ser “el principal combustible de la insaciable hipermáquina de producción y acumulación de capital”.4 Las fuerzas gestadas en los movimientos (políticos y poéticos) de signo emancipador y antagonista y su libertad experimental han resultado funcionales e incorporadas, son bien percibidas y aplaudidas, celebradas y recompensadas. Y su orientación principal no es ya la invención de (otros) posibles, sino “la identificación casi hipnótica con las imágenes del mundo difundidas por la publicidad y por la cultura de masas”.5 Ahora bien, ¿es este estado de las cosas, esta posición subjetiva deslumbrada por el lujo y el reconocimiento, un hechizo imposible de romper? Reconocer(nos) dentro de este complejo panorama no supone cinismo ni derrota (sostenemos con Antonio Gramsci, “el pesimismo de la razón, el optimismo de la voluntad”). Implica terciar en medio del campo de batalla por activar las potencias y los sentidos atribuidos a experiencias artísticas que nos interpelan, nos conmueven y nos convocan. En este punto, algunos defienden la capacidad irreductible del arte de aparecer de maneras inesperadas, produciendo fisuras y desórdenes en el orden existente. Así, encuentran en cierta producción artística un modo de intervención política. Otros, en cambio, optan por prácticas activistas que –sin renunciar a los saberes específicos– se disuelven en la vida social y renuncian a autodenominarse como arte. Ya no se trata de reducidos grupos de choque o de avanzada, sino de movimientos sociales difusos y dispersos, cuyos recursos se disponen para ser apropiados por muchos. Un ejemplo paradigmático de este modo de hacer fue el Siluetazo, ocurrido por primera vez en Plaza de Mayo durante la III Marcha de la Resistencia, el 21 de septiembre de 1983. Por iniciativa de tres artistas, consensuada con las Madres de
El siluetazo. Una manifestante pone el cuerpo para trazar una silueta, la noche del 21 de septiembre de 1983, en Plaza de Mayo. Foto: Eduardo Gil.
Plaza de Mayo, se monta un enorme taller al aire libre donde cientos de manifestantes ponen el cuerpo para representar visualmente con siluetas vacías a escala natural el espacio físico que ocuparían los treinta mil desaparecidos. Cuantificar la presencia de la ausencia con una doble huella: la de quien ha sido secuestrado y la de quien prestó el cuerpo en un acto emotivo y solidario. A mediados de los años noventa, surgen los escraches impulsados por la agrupación H.I.J.O.S., buscando evidenciar la impunidad en la que vivían entre nosotros los responsables del genocidio perpetrado durante la última dictadura militar. Desde 1997 el GAC (Grupo de Arte Callejero) contribuyó a los escraches produciendo carteles que subvierten el código vial institucional, simulando ser señales de tránsito convencionales (por su forma, color, tipografía, tamaño y emplazamiento). Se usaron como estandartes en las manifestaciones con las que concluía cada escrache y sobre todo se colgaron en postes en medio de la trama urbana.
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Movimiento de música popular brasileña nacido en los años 60, que mixturó ritmos populares locales e internacionales y experimentalismo, y cuyo impacto llegó a las artes visuales, el cine y el teatro. Como afirma Caetano Veloso, uno de sus impulsores: “Estábamos comiéndonos a los Beatles y a Jimi Hendrix. (…) La antropofagia, vista en sus términos precisos, es un modo de radicalizar la exigencia de identidad, no de esquivarla”. Veloso, Caetano, Verdad tropical, Barcelona, Salamandra, 2002. 4 Rolnik, Suely, “Geopolítica del rufián”, en: Guattari, Félix y Rolnik, Suely, Micropolítica, Buenos Aires, Tinta Limón, 2005 (pp. 477-493). 5 Ibíd.
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Arte y pensamiento estético
masacrados en su intento de atravesar México buscando trabajo y un futuro menos hostil en el norte. Existen grupos de bordadores en Nicaragua, Guatemala y Puerto Rico, Brasil, Estados Unidos, España, Inglaterra, Francia, Mozambique y Japón. La acción también se sostiene desde Córdoba (Argentina).
Señal del GAC en el escrache a Donocik, Buenos Aires, 2002. Foto: GAC
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Así, un peatón o automovilista podía toparse de repente con un cartel que lo alertaba sobre la proximidad de la vivienda de un ex represor, o el lugar adonde funcionó un centro clandestino de detención y exterminio, o una maternidad clandestina en la que nacieron muchos bebés apropiados por el régimen, o el lugar del que partían los llamados “vuelos de la muerte”, o el sitio donde ocurrió un fusilamiento ilegal o una masacre, etc. En 2011 el grupo mexicano Fuentes Rojas, ante la atroz violencia reinante, convocó a una acción colectiva que se propagó rápidamente: llamaron a bordar a mano sencillos pañuelos blancos, con el nombre, las fechas y demás datos de la historia de cada una de las víctimas. Cuando comenzaron esta titánica y paciente tarea, se hablaba de 40.000 asesinados y desaparecidos en los últimos años en México, como secuela de la guerra con el narcotráfico. Hoy, en 2014, ya se habla de 150.000. Con la consigna “Una víctima, un pañuelo”, dieron forma a la iniciativa Bordando por la paz, que se inició en la capital del país, y rápidamente se extendió a ciudades del interior afectadas por la violencia, donde se conformaron grupos de bordadores integrados por familiares de las víctimas o por ciudadanos solidarios. Los pañuelos se llevan a las marchas, armando pancartas móviles o precarias instalaciones al costado del camino por el que transitan los manifestantes. La iniciativa llegó muy pronto a Centroamérica, de donde provienen muchos migrantes, en su mayoría anónimos, Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
Bordamos por la paz Guadalajara. Uno de los pañuelos bordados.
Muchas de las bordadoras son mujeres que buscan a sus hijos, a sus hermanos, a sus parejas, o simplemente afectadas y comprometidas con el dolor ajeno. Emplean un saber antiguo tradicionalmente asociado al mundo femenino, pero lo socializan y lo sacan del ámbito doméstico y privado, para convertirlo en un potente recurso político para hacer memoria y devolver una inscripción pública a los crímenes borrados por el poder. Estos y muchos otros modos de hacer del activismo artístico conforman un repertorio de recursos disponibles para ser apropiados y resignificados por muchos, muy lejos del glamoroso y zombie mundo del arte. Desde mitad de los años noventa, los diálogos entre prácticas activistas dentro y fuera de América Latina vienen siendo intensos y dibujan una fluida red de intercambios y colaboraciones. Los recursos van y vienen, reaparecen en nuevos contextos, se cargan de sentidos inesperados. Las tácticas aquí mencionadas no pueden entenderse sólo como actos políticos ni tampoco como meras exploraciones artísticas. La revitalización del activismo artístico nos lleva a indagar en la reinvención de la acción política como fuerza creativa y articulada con distintos movimientos sociales. La potencia de lo poético en lo político, la irrupción de lo político en lo poético. •
Música: Lenguaje e industria
El mapa de la industria en torno al lenguaje musical >> Javier Tenenbaum y Diego Zapico
LOS FORMIDABLES CAMBIOS SOCIALES Y POLÍTIcos que venían sucediéndose desde el siglo XVII en Inglaterra, cuando la industrialización se hizo evidente en los métodos de producción, comenzaron a expresarse también en el terreno artístico a fines del XIX. En este contexto la música no sólo no fue ajena al proceso de tecnificación creciente en las sociedades industriales, sino que se vio afectada por estos progresos tecnológicos; al punto de constituirse en una de
>> Diego Zapico 15/02/1968 Productor musical - Director de Acqua Records
>> Javier Tenenbaum 29/01/1963 Productor musical - Director de Los Años Luz Discos
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las piedras fundacionales de lo que luego se llamaría “industria cultural”. Su lenguaje directo e instantáneo reflejó, de una manera masiva, aun antes que el cine (recordemos que el fonógrafo fue patentado por Edison en 1877, mientras que el cinematógrafo de los hermanos Lumière llegó en 1895), distintas y variadas identidades, emociones, paisajes, sentimientos, idearios políticos y, sobre todo, una profunda sensibilidad interpretativa que será inseparable de toda la cultura popular. No es casual que las primeras películas sonoras que registra la historia del cine, en su mayoría, hayan sido films musicales. Basta con mencionar a The Jazz Singer, film estadounidense de 1927, considerada como precursora en la asociación de sonido e imagen o, en nuestro país, a Tango, estrenada en 1933. Como en estos incipientes escenarios de la industria que acabamos de mencionar, una vez más los adelantos tecnológicos están provocando movimientos económicos y una nueva situación generadora de cambios sociales que afectan a los procesos culturales. Tanto es así que puede observarse un desplazamiento de los ejes del negocio de la cultura y el entretenimiento. No es extraño que sea la música popular la que mejor refleja estas circunstancias. La música como lenguaje, ya convertida en industria, nos presentará las diversas historias que atraviesan a los propios textos de los autores, a los paisajes sonoros de las melodías y a las armonías que hilvanan ——————————————————————
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los compositores. Pero también, al mismo tiempo y desde otro plano, nos hablará sobre contextos historiográficos precisos; sobre la confluencia de diversas tradiciones; sobre el surgimiento de nuevas identidades y, por qué no, de situaciones específicas respecto de las circunstancias políticas, en un contexto determinado. Es decir que en su lenguaje estético (y en la conformación de este en términos de influencias, tendencias o modas) hay una convergencia de distintas lecturas, más allá de la musical propiamente dicha. En este sentido nuestro país presenta una enorme riqueza para el análisis. Desde el ángulo estrictamente artístico, ningún sumario de la música del siglo XX que se defina como global y profundo podría omitir nombres como los de Alberto Ginastera, Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa o Carlos Gardel; sólo por mencionar algunos. Si bien todos forman parte de la cultura musical argentina –y son enormemente talentosos– es mucho lo que podemos decir sobre las corrientes estéticas que encarnan. Es aquí donde podemos pensar en escuelas, tradiciones y rupturas, en los contextos regionales de un país muy diverso, geográfica y culturalmente. Aquí aparecen, además, los espacios en los que estas realidades se encuentran, enriqueciéndose unas a otras: la frontera entre lo académico y lo popular, la conformación del nacionalismo musical argentino, lo rural y lo urbano, en el ámbito de la música popular, la influencia europea, la tradición criolla y la presencia en nuestras músicas regionales de una enorme diversidad cultural de los pueblos originarios. Quizás sin la misma visibilidad internacional, pero con una enorme importancia en el contexto musical latinoamericano, podemos citar también dos grandes movimientos culturales argentinos. El que fuera denominado Movimiento del Nuevo Cancionero y la construcción de una nueva cancionística urbana, que se dio en llamar a nivel del mercado como Rock Nacional. Es interesante estudiar la contextualización político-cultural de ambas expresiones y cuáles son los derivados de esa influencia en la actualidad. Por otra parte: ¿qué podemos decir sobre el Folclore, o respecto de lo que Raúl Carnota siempre prefirió Cuadernos por una Nueva Independencia • Nº 1
llamar “Música Criolla Argentina”? ¿Y sobre el Rock Argentino? Nuevamente estamos preguntándonos, en todos los casos, sobre cuestiones relativas a la identidad, las tradiciones y las rupturas.
Baile y cultura popular A la hora de establecer un análisis sobre la música popular es común escindir su relación con el baile: creemos que esto es un gran error. Los “discursos” de la música popular que están vivos son narrados también –y quizás primero– a través del baile. Existen numerosos ejemplos de esta afirmación en nuestra historia musical. Uno de ellos es la cultura de los populares bailes de Carnaval en todo el país, donde solían converger distintos estilos; como la orquesta típica de tango, la de jazz o los grupos folclóricos. Podemos preguntar aquí, y como disparador de ideas: ¿qué es lo que está pasando con el baile popular a nivel nacional?; ¿cuáles son las realidades en las distintas regiones del país?; ¿cuáles son las distintas lecturas sobre el baile del chamamé en el NEA argentino?; ¿qué importancia siguen teniendo los Carnavales, desde su concepción ritual, en la zona del NOA?; ¿y la zamba?, ¿y la chacarera?; ¿qué podemos decir del tango? Si bien ahora evocativo y estático: ¿existen las milongas más allá de Buenos Aires?
Tecnología, mercado y difusión La irrupción de internet como sujeto nuevo dentro de la lógica del mercado ha abierto posibilidades impensadas a ciertos contenidos culturales en general, y musicales en particular, en lo que se refiere a la accesibilidad de los mismos. De igual modo que citamos a la música grabada como uno de los instantes fundantes de las industrias culturales del siglo XX, la revolución tecnológica en el tercer milenio, respecto de ciertos nuevos paradigmas en el acceso a los contenidos, también tiene a la música como actor protagonista del sector. Nuevamente son los primeros contenidos que se empiezan a compartir en formatos comprimidos, poniendo en jaque el esquema tradicional de distribución y, a su
vez, es esta industria la que inaugura la posibilidad de pensar los primeros formatos –o sistemas posibles de circulación– dentro de mínimos esquemas de rentabilidad que garanticen su supervivencia y reproducción. Ahora, este original esquema de accesibilidad, ¿qué nuevos desafíos nos plantea?, ¿es real la horizontalidad de acceso que, en apariencia, parece mostrar? Finalmente: ¿cuál es el nuevo esquema de concentración en este entorno y quiénes son los actores que recientemente se incorporan a él? ¿Es una herramienta posible para la democratización en el acceso a los contenidos musicales? ¿Qué lectura podemos hacer, en este contexto, del corte entre cultura hegemónica dominante y contrahegemónica? Para concluir, el entorno de subjetividad cul-
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tural en el que se forman los gustos y tendencias contemporáneas está centrado en los medios masivos de comunicación. Es preciso desentrañar la realidad actual en el campo de la música; también demandar la diversidad necesaria que estos medios deberían contemplar, dentro de los contenidos a difundir, según la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Teniendo en cuenta estos aspectos, cabe preguntarnos: ¿cuáles son los espacios posibles de visibilidad para las expresiones regionales?, ¿qué rol pueden cumplir las políticas públicas (nacionales, provinciales, municipales) para garantizar esta presencia? De este modo abrimos la posibilidad a diversos interrogantes para comenzar a esbozar algunas respuestas que nos permitan consolidar, clarificar y enriquecer el actual panorama de nuestra industria musical. •
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