Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas Cuatro testimonios de veteranos zapatistas Plutarco García Jiménez (Coordinador) Cámara de Diputados / L

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas Plutarco García Jiménez (Coordinador)

Cámara de Diputados / LVII Legislatura Congreso de la Unión

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas Coordinación: Plutarco García Jiménez 1ª edición, 1995 Unión de Pueblos de Morelos-CNPA Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias de la Dirección General de Culturas Populares-Unidad Regional Morelos Centro de Estudios Históricos y Sociales del Estado de Morelos 2ª edición, 2000 Cámara de Diputados / LVII Legislatura Congreso de la Unión VICTORINO JIMÉNEZ SÁNCHEZ Entrevistas: Ramón Aupart y Plutarco García Jiménez Transcripción y revisión: Plutarco García Jiménez LONGINO ROJAS ALONSO Entrevistas, transcripción y revisión: Rafael Bonilla IRINEO ESPINOSA SÁNCHEZ Entrevistas: Ramón Aupart Cisneros, Pedro Reygadas y Luis Schoroeder Asesoría de campo: Ing. Juan Gómez Bravo, Salvador Díaz y Félix Serdán Transcripción: Patricia Chirino, Soledad Aupart y Juan Manuel García Ortegón Revisión: Plutarco García Jiménez ESTANISLAO TAPIA CHÁVEZ Entrevistas y transcripción: Alicia Carriquiriborde y Plutarco García Jiménez Revisión: Plutarco García Jiménez Fotograf ías: Mario Luna, Ramón Aupart, Judith Ortiz, Alma Luz García, Víctor Hugo Sánchez; fotos tomadas de Los compañeros de Zapata de Valentín López González, de Zapata y la revolución mexicana de John Womack Jr., del archivo de Javier Orihuela y de la Unión de Pueblos de Morelos. Captura: Graciela Campos Hernández Grabados: Alejandro González Aranda PRODUCCIÓN EDITORIAL DE LA 2ª EDICIÓN Diseño de la portada y de interiores y formación: María de Lourdes Álvarez López Cuidado de la edición: Renata Soto-Elízaga

A don Estanislao Tapia, José Rodríguez, Félix Garduño, Félix Serdán y todos los supervivientes zapatistas y jaramillistas, cuyo ejemplo de lucha inspira e ilumina a los zapatistas de hoy. El presente trabajo es el primer abono de una vieja deuda con ellos.

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Victorio Jiménez Sánchez

Índice general Agradecimientos ................................................................. 9 Prólogo .............................................................................. 11 Presentación de la primera edición ................................... 13 Presentación de la segunda edición ................................... 17 Don Victorino Jiménez Sánchez (1898-1981) ...................................................................... 19 Semblanza ......................................................................... 21 Los campesinos en el porfiriato ........................................... 24 Cómo comenzó la revolución ............................................... 25 Don Victorino se incorpora a la revolución ........................... 28 La traición de Guajardo ...................................................... 31 Cómo conoció a Rubén Jaramillo ......................................... 33 Don Longino Rojas Alonso (1898-1988) ...................................................................... 35 Semblanza ......................................................................... 37 Fui soldado de Amador Salazar .......................................... 38 Y Zapata no entró al comelitón ............................................ 38 Los que tienen miedo de firmar, que salgan ......................... 41 Quedó muy pobre Morelos .................................................. 41 ¿Qué te va agradecer el pueblo...? ...................................... 42 Donde levante mi camisa... ................................................. 43 ¡Tecma!, grito de guerra ...................................................... 44 7

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Repicaron las campanas en Milpa Alta ................................ 44 Zapata y Villa en Xochimilco ............................................... 46 En San Lázaro, hasta que volvió Carranza .......................... 46 La traición de Chinameca no acabó con el agrarismo ........... 48 Cárdenas y la lucha de Jaramillo ....................................... 49 Nos quitaron el lago y nos querían imponer un aeropuerto ... 51 ¡Los campesinos se están organizando grande! ................... 52 El Plan de Ayala es nuestra bandera .................................. 54 Don Irineo Espinosa Sánchez (1888-1988) ...................................................................... 55 Semblanza ......................................................................... 57 ¿Quién fue don Irineo Espinosa Sánchez? ........................... 58 Cuando se inauguró el Plan de Ayala ................................. 59 Las copias del Plan de Ayala .............................................. 65 El presidente visita Ayoxustla ............................................. 67 Historia de la defensa de las tierras de Ayoxustla ............... 68 Fui sufridor de la revolución... ............................................. 80 Don Estanislao Tapia Chávez (1901-1998) ...................................................................... 81 Semblanza ......................................................................... 83 Cómo conocí al general Zapata ........................................... 85 El Plan de Ayala ................................................................ 86 Cómo me incorporé al zapatismo ......................................... 87 Por qué dejé al general Saavedra ........................................ 89 En apoyo a la división del Norte .......................................... 90 De las intrigas a la traición de Chinameca .......................... 91 General Jesús María Guajardo ........................................... 92 Cómo murieron algunos generales ...................................... 93 Conocí a muchos generales... .............................................. 94 ¡Qué corazón de hombre el del general Zapata...! ................ 95 Carta al CCRI-CG del EZLN ................................................ 97 Carta a la CNPA y a las organizaciones campesinas del CAP ......................................................... 98 Carta del subcomandante Marcos ...................................... 98 Dos corridos para el general Zapata .................................... 99 Corrido al general Zapata ............................................. 99 Corrido de la muerte del general Zapata ...................... 102

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Victorio Jiménez Sánchez

Agradecimientos Varias han sido las personas que contribuyeron para que esta recopilación se materializara. En primer lugar, fue el compromiso contraído ante el Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias de la Dirección General de Culturas Populares, especialmente de su Unidad Regional en Morelos, a cargo del biólogo Eduardo Hernández, cuyo apoyo económico hizo posible esta publicación. Hago explícito mi reconocimiento a quienes apoyaron con singular entusiasmo este trabajo, consiguiendo datos y documentos y localizando a informadores; tal es el caso de Pedro Herminio Zeferino, Isaac Rojas y Pedro García Velázquez. A Guadalupe García Velazco, no sólo por el interés y meticulosidad con que revisó todo el material, sino por su apasionado esfuerzo y dedicación al rescate de la historia y la cultura morelense, a través de las narraciones de sus protagonistas, los excombatientes y trovadores zapatistas y jaramillistas, que le han cantado a la vida, a su tierra, al amor y a sus héroes. Agradezco la solidaria aportación del artista Alejandro González Aranda, quien diseñó la portada de la primera edición de este volumen e ilustró con varios de sus grabados la temática de los testimonios que ofrecemos.

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Victorio Jiménez Sánchez

Prólogo Dice John Womack, en el prólogo de su obra Zapata y la revolución mexicana: “Esta obra (...) es un relato y no un análisis, porque la verdad de la revolución en Morelos está en algo que yo no podría dar a entender con sólo definir sus factores, sino que la única manera de lograrlo, es haciendo una detallada narración”. Es el relato a través del cual podemos explicar la sustancia que mantuvo la estructura de la revolución. Es el relato de la historia y no el análisis, lo que la vuelve clara y entendible, lo que la vuelve nuestra, y a los que lo escuchamos, sujetos activos de un pasado que deja de sernos ajeno. De similares vivencias, las voces de don Victorino, don Longino, don Irineo y don Estanislao se dejan escuchar para develarnos sin misterios los grandes acontecimientos de la revolución. Las cuatro voces, aquí reunidas, hilan en amenos relatos la vida de unos niños, que simultáneamente fueron hombres y después por siempre viejos, luchando por un ideal. Qué más da irse a la revolución a los ocho años, para escapar del trabajo obligatorio, de la hacienda; ser de la división Mendoza a los catorce y a los quince; o cargar las armas, sin aguantarlas todavía. No es raro oírlos decir: “me fui muchacho...”. Había, a decir de ellos, muchos muchachos que entre varias funciones propias de un tiempo de guerra que tenían que realizar, también jugaban. 11

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La revolución les dio la oportunidad de luchar por un futuro distinto, pero también el espacio para jugar, a todos esos niños que de ser peones de la hacienda pasaron a ser, entre juegos y mandados, zapatistas. Quizás porque por fin pudieron jugar y en el juego expresarse, los cuatro fueron y son, luchadores sociales que mantienen vivos los ideales por los cuales pelearon. Gracias don Victorino, don Longino, don Irineo y don Estanislao, por permitirnos acercar a esa revolución de la cual fueron protagonistas: por dejar que nos asomemos a su ya larga lucha por cumplir los ideales zapatistas; por recordarnos con su visión de niños-viejos que el general era el último en comer, siempre después de ustedes, que se preocupaba por vestirlos, que –campesino al fin– al inicio del temporal se quedaba sin hombres, porque había que irse a sembrar. Gracias, porque después de que él partió, ustedes siguieron defendiendo sus tierras, y después de que ustedes también partieron, nos quedó su palabra. Sólo a don Estanislao lo podemos aún escuchar cuando dice: “así las cosas, entonces es cansada mi razón, porque son muchas, mucho tengo que decir...”. En espera de sus muchos decires seguiremos atentos. María Guadalupe García Velazco Junio de 1995

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Presentación de la primera edición La recopilación de testimonios de veteranos zapatistas que ofrecemos en el presente volumen, responde más que a una tarea de carácter académico a una necesidad del trabajo militante en el sector campesino. El lector no encontrará gran rigurosidad historiográfica. Los tiempos del trabajo cotidiano en el seno del movimiento campesino y el inexorable evento de la pérdida física de los últimos compañeros del general Zapata nos hicieron optar por sacrificar una presentación mejor elaborada, que sería lo deseable, y en cambio difundir con imperfecciones y limitaciones historiográficas acontecimientos y vivencias de la revolución zapatista contadas por sus protagonistas y que pueden ser de interés para los campesinos y los luchadores populares de hoy. De hecho, ninguna de las entrevistas a los viejos zapatistas, cuyos testimonios aquí recogemos, fueron realizadas con base en un plan académicamente diseñado, ni los entrevistadores fueron profesionales de la historia oral. En las entrevistas participaron activistas y campesinos, y la informalidad de las mismas en ocasiones permitió quizá una mayor confianza y soltura de los entrevistados. Para compensar la limitación anterior, hemos procurado, sin embargo, ser fieles y cuidadosos en el rescate y procesamiento del valioso material obtenido. Hemos tratado de no omitir ni alterar los datos, las observaciones, las expresiones, las vivencias y la lógica narrativa de los informadores. 13

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Tres de los testimonios –los de don Victorino Jiménez, don Longino Rojas y don Irineo Espinosa– se comenzaron a recoger a principios de los años ochenta y, lamentablemente, el material lo revisamos cuando ellos ya tenían varios años de fallecidos. Lógicamente fue imposible completar o aclarar aspectos importantes de su relato y apenas pudimos agregar alguna información aportada por familiares y contemporáneos. Cuando fue necesario y posible aportamos elementos de contexto e hicimos acotaciones y aclaraciones a pie de página. La semblanza que antecede a cada uno de los testimonios pretende incorporar aspectos que los entrevistados no tocaron, o bien destacar hechos que ellos no resaltaron como hubiésemos querido. Pero con la semblanza también nos propusimos hacer un reconocimiento de la dimensión histórica, política y moral que por su ejemplo y espíritu de lucha aportan estos admirables mexicanos a las nuevas generaciones de luchadores sociales. Hay denominadores comunes en los cuatro testimonios. Tres de los protagonistas del zapatismo (Victorino Jiménez, Longino Rojas y Estanislao Tapia) participaron en la revolución hasta que terminó la etapa armada (1920), todos ellos siguieron teniendo importante participación militante en el movimiento campesino, pasando por su militancia jaramillista hasta su participación en la creación de organizaciones campesinas como la Coordinadora Nacional “Plan de Ayala” y otros proyectos regionales. Don Estanislao Tapia –único superviviente de los cuatro veteranos entrevistados–, a sus 95 años sigue librando batallas, todavía mantiene una ejemplar militancia en la Unión de Pueblos de Morelos-CNPA y participa en las marchas campesinas, en acciones de la Convención Nacional Democrática (CND) y en otras actividades a las que es convocado. Don Estanislao nunca dice “hoy no puedo”, siempre está dispuesto a asistir a donde se le indique, como fiel y disciplinado soldado zapatista. Lo mismo estuvo dispuesto a llegar hasta la selva Lacandona para conocer a los zapatistas de hoy, que a las marchas del 10 de abril en la ciudad de México, a las sesiones de la CND en San Cristóbal de las Casas o en Querétaro. 14

Presentación Victorio de Jiménez la primeraSánchez edición

Siempre nos faltará elocuencia para expresar nuestro reconocimiento y admiración a estos queridos viejos que por desgracia cada día son menos. Su muerte representa no sólo la pérdida física de su militancia, sino parte de la memoria histórica que se nos escapa. Los cuatro testimonios que hoy recogemos son apenas una parte de los que esperan guardados en casetes y videocasetes. Tenemos toda la intención de seguir trabajando para sistematizar y difundir varios testimonios más. Esto lo asumimos como compromiso ante los viejos que se nos van y también ante quienes esperan con interés los relatos y experiencias de indudable valor histórico, político y cultural.

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Victorio Jiménez Sánchez

Presentación de la segunda edición La publicación en 1995 de Cuatro testimonios de veteranos zapatistas representa el inicio de un esfuerzo de difusión de materiales inéditos en poder de diversas personas que han dado seguimiento a los principales acontecimientos del movimiento campesino en Morelos y en otras entidades del país. La deuda que reconocimos al publicar los primeros testimonios no está saldada. Seguimos trabajando para editar un segundo tomo de testimonios zapatistas. De los materiales videograbados por el equipo de Ramón Aupart se ha editado ya el video Los rebeldes del sur, de la serie Héroes Anónimos, en el que se rescatan los testimonios orales de cinco compañeros del general Zapata. La publicación de este tipo de materiales no es una mera curiosidad historiográfica, más bien la entendemos como una información indispensable para entender nuestra historia y conocer experiencias útiles para los actuales protagonistas del cambio social y político en México. Nuestro país vive tiempos de intensas luchas sociales y de las más diversas acciones de los campesinos, los indígenas, los estudiantes y la ciudadanía en general. La transición pacífica a la democracia, a la que han contribuido las más variadas formas de lucha, incluida la insurrección indígena zapatista de 1994, comienza a dejar atrás el régimen presidencialista autoritario y corrupto. Las fuerzas sociales y políticas emergentes se han venido posicionando en espacios 17

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de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Del desempeño que tengan en dichos espacios dependerá la renovación y saneamiento de las instituciones. La segunda edición de Cuatro testimonios de veteranos zapatistas, que con el apoyo de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión ahora ofrecemos a los lectores, requirió algunas correcciones y adiciones que mejoran sin duda no sólo la presentación sino también la calidad de los documentos. Plutarco García Jiménez Marzo de 2000

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Don Victorino Jiménez Sánchez (1898-1981)

Don Victorino Jiménez Sánchez

Semblanza1

Don Victorino Jiménez Sánchez nació el 8 de noviembre de 1898 en el pueblo de Tepexco, distrito de Izúcar de Matamoros, Puebla. Desde su niñez padeció las injusticias y la explotación de los hacendados; sintió en carne propia el maltrato que éstos daban a los jóvenes y a los niños que eran obligados a trabajar en las haciendas de Tenango y Santa Clara, en el oriente de Morelos. Por eso, cuando en 1909 y 1910 los rebeldes zapatistas se preparaban para la lucha, el niño Victorino Jiménez se prestaba con gran entusiasmo a colaborar con ellos. Unos años después, en 1913, siguiendo el ejemplo de sus hermanos mayores –Salomé, Hipólito y Gildardo, los dos primeros ya habían muerto en combate–, el joven Victorino decidió darse de alta en las filas del Ejército Libertador del Sur, fundado y comandado por el general Emiliano Zapata, y quedó bajo las órdenes del general Marcelino Rodríguez. Después militó al mando del general Wilfrido Solano, ambos pertenecientes a la división Mendoza.

1 Plutarco García Jiménez escribió esta semblanza biográfica de don Victorino Jiménez Sánchez, y la leyó ante su tumba el 22 de septiembre de 1983, dos años después de su muerte.

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Victorino Jiménez luchó como firme soldado del Ejército Libertador del Sur, hasta que las balas traidoras y asesinas de José María Guajardo segaron la vida del general Zapata. Al finalizar la revolución, ya con el grado de teniente de caballería, Victorino Jiménez militó bajo los órdenes de Jorge Méndez. Por el año de 1917, conoció al capitán de caballería Rubén Jaramillo, quien operaba bajo las órdenes del coronel Dolores Oliván, también de la división Mendoza. Cuando Jaramillo volvió a tomar las armas y a organizar a los campesinos para exigir el cumplimiento del Plan de Ayala, Victorino Jiménez se convirtió en uno de sus más cercanos colaboradores, manteniéndose como uno de sus más fieles soldados hasta que, el 23 de mayo de 1962, Rubén Jaramillo y su familia fueron brutalmente asesinados por elementos del ejército federal durante el gobierno de Adolfo López Mateos. Don Victorino, igual que otros veteranos de la Revolución del Sur, militó por un tiempo en el Frente Zapatista de la República; pero al convencerse del carácter oficiliasta de esa organización y del servilismo ante el PRI-Gobierno de su líder Porfirio Palacios, don Victorino decidió separarse del Frente en los años sesenta. Pese a su avanzada edad, don Victorino siempre estuvo dispuesto a participar activamente en la lucha campesina y popular, tanto en Morelos como en otras partes del país. Fue uno de los fundadores de la Unión de Ejidos “Emiliano Zapata” del oriente de Morelos y uno de sus más entusiastas organizadores en Atlacahualoya, desde su constitución en 1974. En 1975, organizó un grupo solidario para obtener maquinaria agrícola y otro para la construcción y funcionamiento de un establo lechero en Atlacahualoya. Don Victorino participó desde su preparación en el Primer Congreso del Movimiento Nacional “Plan de Ayala” (MNPA), convocado por Mateo y Nicolás Zapata en 1979, en la ciudad de Cuautla, para conmemorar el primer centenario del nacimiento del general Emiliano Zapata. Meses después (en octubre) participaría en la fundación de la Coordinadora Nacional “Plan de Ayala” (CNPA), en Milpa Alta, Distrito Federal. 22

Don Victorino Jiménez Sánchez

Cuando Mateo Emiliano Zapata y sus asesores aceptaron que los restos del general Zapata fueran trasladados al Monumento de la Revolución en la ciudad de México, al lado de los de Venustiano Carranza, don Victorino –al igual que muchos campesinos de Morelos y de otras partes del país, convocados por la CNPA– participó en la guardia permanente que se instaló ante la tumba del general Zapata en Cuautla, del 14 al 20 de noviembre de 1979, hasta que la Secretaría de Gobernación comunicó que los restos continuarían en donde estaban. Para los campesinos y veteranos zapatistas, la actitud de los hijos de Zapata constituyó un acto de traición, por lo que representantes de varias comunidades y ejidos abandonaron el Movimiento Nacional “Plan de Ayala” y, a principios de 1980, constituyeron la Unión de Pueblos de Morelos (UPM), que en ese mismo año pasa a formar parte de la CNPA durante su Tercer Encuentro Nacional en Tlapacoyan, Veracruz. El tío Víctor –como cariñosamente lo llamaban– estuvo presente en todos los encuentros y movilizaciones convocados por la CNPA. A sus 83 años, junto con varios veteranos zapatistas, encabezó la gran marcha campesino-magisterial convocada por la CNPA y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), el 12 de mayo de 1981, en la ciudad de México. Los veteranos zapatistas dieron en esa ocasión el más bello ejemplo de combatividad y se convirtieron en el símbolo viviente del movimiento campesino independiente. Cuando el tío Víctor se disponía a viajar a Juchitán, Oaxaca, para participar en el IV Encuentro Nacional de la CNPA, fue sorprendido por una enfermedad que lo mantuvo en cama por algún tiempo, hasta que el 22 de septiembre de 1981 se extinguió la vida de este gran luchador que había conocido tres generaciones de luchadores agrarios y que fue digno portador de la bandera de Zapata y Jaramillo. Las experiencias y el ejemplo revolucionario que nos legó don Victorino Jiménez, constituyen sin duda alguna un glorioso patrimonio histórico para la lucha actual de los campesinos pobres, los asalariados agrícolas y todas las clases explotadas de México. 23

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Los campesinos en el porfiriato2

—¿Cómo vivían los campesinos cuando usted era niño? —Pues lo que recuerdo es de 1909. Mi experiencia es que realmente me di cuenta de los comportamientos de los hacendados y el gobierno porfirista [de] cómo trataban a los campesinos pobres, los humillaban y les exigían a que a la fuerza tenían que ir a trabajar a ciertas haciendas como Tenango y Santa Clara, por obligación forzosa. Como la hacienda tenía acaparadas todas las tierras de la comunidad, entonces los hacendados arrendaban, pedían renta de tierra y sabían quiénes eran los que tenían terrenos arrendados de la hacienda y a ésos los obligaban forzosamente a ir a trabajar, salían de sus trabajos y luego a la hacienda..., ya después se venían al zacateo.3 [Los campesinos] daban por yunta un ciento de [manojos de] zacate a la hacienda y tenían que llevarlo a los dueños de la hacienda; y de maíz, la renta era de un tercio4 por yunta y obligatoriamente se llevaba, bien con el mayordomo ahí en el pueblo, o bien a la hacienda. Ya pasada la cosecha, nuevamente los obligaban a trabajar [en] la hacienda en tiempos de zafra. Y a los jovencitos de mi edad, de ocho años –a ésos les nombraban la polilla–, también tenían que ir a trabajar obligatoriamente a las haciendas, sacudiendo zacate, sacudiendo ahí las hierbas; trabajo sencillo, pero obligatorio. El precio que les pagaban a los chamacos era de 12 centavos diarios, y el de los adultos era de 24 centavos, que eran dos reales. Así le fueron subiendo hasta llegar a cuatro reales, que eran 48 centavos. Entonces toda la juventud que había, pues éramos analfabetas, porque en lugar de ir a la escuela a aprender algo, pues no íbamos, porque teníamos la obligación de ir a trabajar

2 Resumen de entrevistas hechas al exteniente de caballería Victorino Jiménez Sánchez en Atlacahualoya, municipio de Axochiapan, Morelos, los días 8 de abril de 1979 y 11 de enero de 1981. 3 El zacateo consiste en quitar la hoja de la mata de maíz, cuando la mazorca ya está lograda y madura. El zacate se utilizaba como forraje para las yuntas de bueyes y equinos. 4 Un tercio es un bulto o saco de grano de aproximadamente 70 kg; dos tercios hacían una carga.

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a las haciendas. Así se tuvo sumergidos a todos los asalariados de los pueblos. Ya de ahí fue cuando se principió la revolución a causa de la sumisión que tenía la hacienda en contra de los pueblos, de los pueblos pobres. Ya de ahí empezaron los pueblos a formar grupos para hacer la revolución en contra del mal gobierno porfirista.

Cómo comenzó la revolución

—¿Cómo despojó la hacienda a los pueblos de sus tierras? —Las tierras que trabajaban [los campesinos] eran de la hacienda; eran de la hacienda por cuestión de que sus antecesores, como la hacienda se daba a ayudarlos, que dizque a darles sombreros, cobijas, mantas, percales, azúcar..., bueno, todo lo que necesitaban, y ya que tenían una deuda regular, les decían que nada más les dieran un cuero de res de terreno como pago; y, claro está, que decían un cuero, pues qué tanto abarca un cuero de res por grande que sea. Y ya que estaban bien endrogados, al cabo del tiempo, los obligaban a que cumplieran con su palabra de lo que habían prometido: iban a dar un pedazo de tierra. Entonces, la hacienda lo que hacía era mandar a rajar el cuero en correa y todo lo que medía de largo el cuero de res (en correa) eso daban de terreno; entonces, ya no pudieron menos, porque les hacían firmar. Claro está que de esa forma se hicieron de todos los terrenazos y por eso se hicieron dueños. [Los hacendados] se hicieron dueños de bastantes terrenos porque [los pueblos] estaban bien endrogados. ¡Quién sabe cuántos años tenían pidiendo a la hacienda lo que necesitaban! Oía yo decir con los señores de experiencia que [de esta forma] las haciendas abarcaron todos los terrenajes de las propiedades de los pueblos. Ya después de esto, que los pueblos estaban aburridos y se empezaron a controlar para hacer la revolución, es que estaba la gente fastidiada de tantas injusticias de las haciendas y del gobierno. —¿Cómo se dio cuenta de que los campesinos se preparaban para la revolución? —Me empecé a dar cuenta porque empezaban a ir a varios pueblos a traer toros, allá a mi pueblo, y como mi tío tenía ganado les prestaba toros sin renta el primer año; ya 25

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el segundo, media renta; y los que querían estar amansando año por año, traían los toros aquellos ya de trabajo, ¿verdad?, de un año de trabajo a cambio de otros toros para amansar, porque pues ésos no tenían ninguna renta. Yo conocía toda aquella gente que iba así a achaque5 de traer toros. Eran de Huaquechula, Santiago Tetla, San Diego, San Juan Vallarta, Cacalozúchitl y Tejupa (estado de Puebla). Y cuando comenzaron a controlarse, a hacer sus acuerdos,

Casco de hacienda, grabado en linóleo, Aranda.

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Pretexto o causa aparente.

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entonces avisaron que legalmente ya no querían toros, que ya tenían animalitos para trabajar; pero no era por eso, era porque empezaba el control, y ya entonces se pusieron de acuerdo con los de aquellas ordeñas a modo de que pudieran sacarles los alimentos. Y había gobierno allí en mi tierra [Tepexco], estaba un tal Silvestre Rojas con un destacamento, pero como nosotros vivíamos en la orilla se nos hacía fácil sacarles alimentos y se los llevábamos. Los cántaros que me servían para la leche, eran para que les lleváramos algo... Ya cuando se llegó el día que se iban a ir, ya estaban de acuerdo, tal vez por otros estados, ¿verdad?, eso sí no sé; pero aquella gente que se estaba reuniendo allí, avisó que ya no lleváramos alimentos ni agua... —¿Por qué? —Pues porque ya no tardaba la revolución. Estaban bien controlados. Entonces fue cuando yo conocí a Pancho García, Camilo Rojas, Rosario Chávez, Gil Vega, Juan Lima, Agustín Cortés y al general [Francisco] Mendoza, que era de El Organal [estado de Puebla]. Algunos como Juan Lima trabajaban en la hacienda de Tenango, los demás eran agricultores, eran de los que venían a traer toros. Y ya después cuando pegaron el grito, fue... parece que en septiembre, cuando les cayeron en mi tierra [Tepexco] en el punto llamado Matapiojo. Eso fue porque espiaron a un mayordomo de Tenango y lo desarmaron; pero como lo dejaron libre, fue a denunciar y ya fue el gobierno de Tenango y el de Santa Clara. En el Cerro Gordo, en el punto de Matapiojo, ahí los hallaron; pero como estaban en lo alto se dieron cuenta. Ahí le pegaron al gobierno; lo que sea, pocos, pero murieron, y de los rebeldes no murió ni uno. Ya en la noche fue cuando pegaron el grito de libertad ahí en el pueblo. Entonces empezaron: “que los rebeldes” y “que los rebeldes”, y ya de ahí se esparcieron, tomaron otro rumbo, pidieron caballos prestados, ¡prestados!, no se los quitaron a fuerzas. Como conocían, sabían quiénes tenían buenos caballos, los pidieron prestados y se los prestaron. En esa ocasión se hicieron de algunas armas y parque los rebeldes, y ya de ahí se fueron. Ya cuando regresaron, no, pues ya llegó mucha gente. Fue cuando se puso en pie de lucha la revolución. 27

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Don Victorino se incorpora a la revolución

—¿Usted en qué año se incorporó a la revolución? —En 1913, de 14 años. Después de que murieron en combate mis dos hermanos mayores, Salomé e Hipólito (el primero en Tochimilco y el otro en Amayuca), se incorporó mi hermano Gildardo, y ya después me fui yo a la revolución. De allí empecé a tomar experiencia de la participación revolucionaria de Emiliano Zapata, que fue el caudillo. Yo pertenecí a la división Mendoza, brigada Marcelino Rodríguez; anduve con él dos años hasta que murió. De ahí me fui con el difunto Wilfrido Solano, general del estado de Puebla; anduve con él hasta que murió, más bien hasta que se mató con el general Mosito, tal vez por una riña particular o no me di cuenta cómo, pero se mataron ellos allí en Huaquechula (Puebla). Ya de ahí me pasé con Jorge Méndez, general también; con él anduve hasta el triunfo de la revolución y tuve algunas experiencias en campañas. Primero peleábamos atacando plazas, ya después cuando cayeron los yaquis acá en el estado (de Puebla) y que mataron primero a Agustín Cortés en San José Teruel, de ahí pasaron para el estado de Morelos y tuvimos el primer encuentro con ellos en Tetelilla (municipio de Jonacatepec). Allí estábamos con Marcelino Rodríguez; no recuerdo la fecha. Ya de ahí se retiraron de nuevo para el estado de Puebla. A su regreso se nos cerraron muy duro acá en el estado de Morelos. Cuando nosotros intentábamos atacar alguna plaza, nos caían antes y ya no podíamos hacerles frente. Ya entonces ordenó el general Emiliano Zapata atacarlos en emboscadas, y así fue como pudimos ganarles. —¿Quién dirigía a los yaquis? —Joaquín Amaro, mandado por el general Álvaro Obregón, porque Joaquín Amaro estaba al mando de Obregón. Los yaquis serían como unos tres mil. Nos empezaron a atacar duro. No podíamos hacerles frente, porque se nos cargaban muy duro. Apenas sabían que íbamos a tener una reunión, pues se nos cargaban a fin de dispersarnos, y ya podíamos menos con ellos. Así que ordenó el general Zapata no atacar plazas, sino atacarlos en emboscadas, de ese modo pudimos ir desvaneciéndolos hasta lograr derrotarlos. La 28

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última pérdida de ellos fue entre Yautepec y el Cañón de Lobos, allí fue donde terminó Joaquín Amaro y se retiraron del estado de Morelos. —¿Por qué a los yaquis no les importaba morir en combate? —Es que el general Obregón les había dicho que si morían acá iban a resucitar en su tierra. Pero una ocasión un yaqui le contestó: “No es cierto mi general, porque mi hermano ha muerto y no ha resucitado”. —¿Cómo era la vida en General Francisco Mendoza Palma. los campamentos zapatistas? —Pues era pésima con respecto a las necesidades de alimentos, de sed. En los campamentos lejanos padecíamos de hambre, de sed; luchábamos para encontrar agua para mitigar la sed. En lugares lejanos, había veces que veníamos comiendo a las 24 horas; había veces que nos llegaban hasta allá los alimentos por medio de los lugares más cercanos, pues los pacíficos6 nos ayudaban, exponían su vida para irnos a dejar como podían los alimentos a los que nos encontrábamos en los campamentos. Cuando estábamos cerca de cualquier pueblo o rancho, los niños pacíficos campesinos nos ayudaron con pastura, con maíz y alimentos para nosotros. Cuando nos trasladábamos de un campamento a otro, por ejemplo cuando íbamos a comisión con el general Francisco Mendoza, que era el divisionario de nuestra zona, pues ahí no carecíamos, porque no tendrían lo suficiente, pero los niños

6 Los pacíficos eran personas que no participaban en ningún ejército y que desempeñaban normalmente sus actividades en el campo. Sin embargo, la mayoría de los pacíficos colaboraron en diversas formas con el zapatismo.

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pobres ayudaban a reforzarnos cuando llagábamos por allá. Cuando nos trasladábamos de ahí a comisión para tratar algún asunto con el general Zapata, igualmente no se sufría, porque en aquellos campamentos había más alimentación, pero de todos modos lo más [común] era sufrir en los campamentos. —¿Cómo es que se empezaron a voltear7 algunos generales? —Pues se empezaron a voltear porque realmente cometían muchos errores. Se habían indisciplinado, ya no obedecían las órdenes que daba el general Zapata. Entonces fue cuando se volteó Victorino Bárcenas con los carrancistas. Después de Victorino Bárcenas, se siguieron rindiendo algunos generales. Carranza les daba buenas garantías, dejándoles su caballo, sus armas y dándoles manos libres para que agarraran lo que pudieran y quisieran en los pueblos. En esa forma fue como realmente Carranza pudo haber triunfado aquí en el estado, porque ya mucha gente se había volteado, ya éramos pocos los que andábamos todavía sobre la lucha. Entonces al general Zapata le dio muina de ver que ya..., pues había poca gente, y les dijo en voz abierta, ahí en el Cerro Prieto, que para él le daba igual que se voltearan todos y que todos se fueran –hablando groseramente– a la chingada. Entonces él dijo que si todos nos queríamos voltear que nos volteáramos, pero que él tenía la firme seguridad de que si con un soldado quedaba, con ése triunfaría. Tuvimos una reunión en San Miguel Ixtlilco, con el plan de venir a atacar a Jonacatepec. Viniendo de allá, rumbo a Jantetelco nos encontramos con que el refuerzo, ya antes de atacarlos, nos iban a atacar a nosotros. Veníamos de avanzada y nos topamos en el puente. De ahí, pues, tuvimos un encuentro durante unos minutos, no pudimos resistir y nos rechazaron y nos llevaron rumbo al Cerro Gordo. Toda la demás gente se desperdigó por distintos lugares, y ya en el Cerro Gordo hicimos frente porque protegió el general Gil

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Voltear se usaba como sinónimo de traicionar, cambiar de bando.

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Don Victorino Jiménez Sánchez

Don Victorino Jiménez Sánchez.

Vega; y ya ahí, nos dilatamos como unos diez minutos haciendo fuego, hasta que por fin nos derrotaron... Unos por un lado y otros por otro. Salimos rumbo al estado de Puebla y como a las cuatro de la tarde nos reunimos con el general Zapata. Él iba desesperado, ya después de que tenía tanta gente en compañía de él, al dispersarnos, ahí ya fuimos pocos los que estuvimos. Ahí desesperadamente se indignó y dijo pues que nos fuéramos todos de rumbo, porque legalmente ya no había con quién contar. De ahí se retiró él, tanto que ya ni se despidió de nosotros. Ya nos retiramos nosotros rumbo a nuestras zonas que nos pertenecían. —¿Y después volvió? —Sí, volvió; volvió porque después hizo otra reunión y seguimos todavía luchando durante un año, antes de la traición que le jugó Guajardo.

La traición de Guajardo

—¿Cómo se preparó la traición de Guajardo? —Pues de lo que supe, porque realmente yo no lo viví, es que tomaron el acuerdo de que iban a hacer una conferencia 31

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

Rubén Jaramillo en Querétaro, 1952.

Guajardo8 y el general Zapata. En esa conferencia que hicieron se comprometió Guajardo a tomar Cuautla y Jonacatepec y con el compromiso que tenía de entregarle a Victorino Bárcenas al jefe... Al fin atacó Guajardo a Jonacatepec, pero nada más fue un disimulo, en realidad nada fue cierto de que hubiera llevado a Bárcenas. Lo que hizo fue llevarles a su gente al general, y con eso acreditó que estaba de acuerdo con rendirse y unirse al general Zapata. Entonces de ahí le tomó confianza y ya el general Zapata le ordenó fusilar a todos los que le entregó, de los que se habían volteado con Bárcenas. En esa forma Guajardo le hizo creer para que no tuviera desconfianza. De ahí se dirigieron para

8 Se trata del coronel carrancista José María Guajardo, quien, siguiendo instrucciones del general Pablo González, fingió pasarse al bando de los zapatistas, con el fin de que el general Zapata cayera en la trampa de Chinameca.

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Don Victorino Jiménez Sánchez

San Juan Chinameca; no recuerdo cuántos días estuvieron ahí. [Cuando] le iban a hacer el recibimiento en la hacienda y al hacerle los honores fue cuando lo traicionaron; haciendo los honores... y luego sonándole una descarga. —¿Qué hicieron los zapatistas cuando se enteraron de la muerte del general? —Pues ya ahí nos reunimos con el general Gildardo Magaña; con él estuvimos todos los pocos que quedamos al mando de este general. Era el que llevaba la voz en lugar del general Zapata, pero ya después se empezaron a rendir los más y ya sólo unos cuantos quedamos, pero dispersos, porque ya no teníamos guía. Lo que dijo Magaña fue que ya había visto que la gente no tenía ganas, así es que todos, cada quien rumbo a la chingada. Fue cuando nos dispersamos. En los ataques gritábamos: ¡Viva el general Zapata!, y pues como casi todos éramos creyentes de la Virgen de Guadalupe: ¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Viva el general Zapata!...

Cómo conoció a R ubén Jaramillo Rubén

—Usted afirmó que conoció a Rubén Jaramillo en 1917, cuando ambos pertenecían a la división Mendoza del Ejército Libertador del Sur. ¿Cómo fue su nuevo encuentro con él después de la revolución? —Tuvimos una plática allá en casa de don Francisco (en Atlacahualoya, más o menos en 1948). Don Juan me invitó a que fuéramos a hablar con él [Rubén Jaramillo]. Ya entonces, platicando, empezamos con la revolución de Emiliano Zapata; y me preguntó: “¿Tú qué jefes conociste?”. Yo no le perdía de vista ni él a mí, pues entre tanta gente la verdad se olvidan las fisonomías. Le dije: “Conocí a Dolores Oliván”. “¿Lo conociste?” “Sí, también era de la división Mendoza.” “¿Y con quién anduviste?” Ya le dije con quién, y después me preguntó: “¿Con quién finalizaste la revolución?” Le contesté: “Con Jorge Méndez”. “...Bueno, y si hubiera otra revolución, ¿te quedarían ganas...?” Le dije: “Pues mire, siendo en provecho del pueblo, estoy por el orden; pero si es una revolución como la de El Tallarín [Enrique Rodríguez] y como la de José Barreto, no, no voy de 33

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

acuerdo en una palabra; pero si hay otra [revolución] y que legalmente se proclame el Plan de Ayala, como lo proclamamos con el general Zapata, estoy de acuerdo... He pensado seguir hasta que ya no haya más problemas con los pueblos, pero mientras haya problemas con los pueblos y haya quien defienda el Plan de Ayala, estoy de acuerdo...”

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Don Longino Rojas Alonso (1898-1988)

Don Longino Rojas Alonso

Semblanza

Don Longino Rojas Alonso afirma haber nacido el 24 de diciembre de 1898 en la comunidad indígena de Xoxocotla, municipio de Puente de Ixtla, Morelos. Ingresó a las filas revolucionarias del zapatismo en marzo de 1913, para combatir al gobierno usurpador de Victoriano Huerta, bajo las órdenes directas del general Lorenzo Vázquez de la división a cargo del general Amador Salazar. En los últimos años de su vida tuvo una participación destacada en la defensa de los derechos y patrimonio de su pueblo, como la lucha por las tierras de que fue despojada su comunidad en 1942, en la ribera del lago de Tequesquitengo, y en la lucha contra la arbitraria expropiación de cientos de hectáreas de tierras ejidales para la construcción de un aeropuerto en 1979. Don Longino fue uno de los veteranos zapatistas que contribuyeron con mayor entusiasmo a la creación de la Coordinadora Nacional “Plan de Ayala”, en la comunidad de Milpa Alta, Distrito Federal, en octubre de 1979. Fue también de los más resueltos defensores de que los restos mortales del general Zapata continuaran en su tierra natal, por lo que encabezó las guardias que se instalaron ante su tumba en Cuautla, Morelos, en noviembre del mismo año. En aquel entonces afirmó: “Ni ahora ni nunca se llevarán los restos del general a la ciudad de México, porque nos quieren quitar nuestra única riqueza, el símbolo del campo, y sepultar para 37

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

siempre la reforma agraria... Es lo único [que nos queda], es nuestro patrimonio”. Como tata de Xoxocotla fue uno de los más firmes portadores de la bandera de la dignidad indígena y de los derechos humanos. Don Longino falleció en su tierra natal el 18 de julio de 1988, a los 90 años de edad.

Fui soldado de Amador Salazar1

Yo fui soldado de Amador Salazar,2 ése fue mi general. Me incorporé con él hace 68 años (en 1913). Aquí ninguno lo invita a uno. Pasaron por acá los zapatistas, entonces me gustó y me fui con ellos bajo el mando del general Salazar. Era un hombre alto y delgado. Bien que cruzaba los sitios y las casas. Para mí en ese tiempo, y hasta ahora, me gusta echar bala. Zapatistas todavía hay, ya muy viejos, pero sí hay. Yo no estoy muy viejo porque me fui muchacho, de quince años, no aguantaba yo muy bien las armas. Yo empecé a agarrar el arma de infantería y por eso yo decía: ¿por qué a la infantería le dan armas largas y a la caballería esas cortas?; digo, porque iba uno muy cargado de esas carabinas largas y para tirar necesitaba pulso. Las manos deben estar fuertes para tirar. Yo blanqueaba a alguna cosa y le pegaba, por eso digo: tenía yo pulso pa’ tirar, y hasta la fecha..., quién sabe, ya no lo he probado. Aunque ya estoy viejo me dan ganas para tirar, nomás que ya no me ayudan los pies y hasta la vista ya medio me falla. Tengo 83 años, natural de Xoxocotla, Morelos, soy campesino; cultivo caña y soya... Todavía hay agraristas.

Y Zapata no entró al comelitón

Pues sí, la revolución principió cuando Madero dio grito, cuando entonces era presidente don Porfirio Díaz. ¡Entonces dio

1 Las entrevistas que integran el presente testimonio, se llevaron a cabo en 1981 y fueron coordinadas y revisadas por Rafael Bonilla. 2 El general Amador Salazar Jiménez fue uno de los más destacados oficiales del zapatismo; fue primo hermano del general Zapata y uno de los firmantes del Plan de Ayala. Murió en combate el 16 de abril de 1916.

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grito Madero en contra de Porfirio Díaz! Según porque gobernó treinta años. Por aquí supe que se levantó en armas porque no le dieron para gobernador, según pláticas. De ahí viene la revolución. Al medio año dio grito por Chilpancingo y Acapulco... este Ambrosio Figueroa. Entonces ya venían por ahí él y Madero, pero no se oyó balacera alguna, ni muertos, ni nada. Como si ahora estuviera aquí el destacamento de Porfirio Díaz. Llegaban, nomás se rendían y ya; ni los desarmaban ni nada, nomás una plática y quedaban como siempre, así iba pasando. Por eso, ni se supo siquiera si pasaron por Jojutla, y por acá, nomás General Amador Salazar. supieron que ya estaban. Pero no decían maderistas, decían revolucionarios. Hasta llegaron a México y ya casi se acabó la revolución... Nada. Entonces Madero dijo: “Se acabó la revolución. Ya nada, ya nada. Las tierras, los hacendados y los dueños de las haciendas, que trabajen como siempre. Las tierras son de los hacendados, todo es de los hacendados. No se modifican leyes ni nada de esas cosas, todo sigue como siempre”. Por eso contestó Zapata: “Y entonces, ¿para qué fue la revolución?, si no se modifican leyes, ni las tierras, y los millonarios y hacendados están como siempre”. Todavía no existía el Plan de Ayala. Madero era presidente y dijo que va a ser como siempre. A Zapata no le pareció y 39

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

dijo: “¿Para qué fue la revolución? La revolución fue por las tierras para los pueblos y todo eso; y los hacendados tienen que dejar sus haciendas”. Y que no y que no... Entonces, lo que hizo el gobierno de Madero fue un comelitón en Cuernavaca y Jojutla. En Cuernavaca invitaron a Zapata, y a Gabriel Tepepa, en Jojutla. Zapata se dio cuenta que este comelitón estaba organizado por los hacendados, Madero y Zapata en Cuautla, Mor. porque iban a traicionarlo para que ya no hubiera nada. Gabriel Tepepa sí entró, comieron y todo eso, le buscaron una muchachona, empezaron a bailar y allí lo mataron, en Jojutla.3 Zapata no entró al comelitón en Cuernavaca. Citaban a Zapata en México y nunca hizo caso. Madero bajó, primero llegó a Cuernavaca y de allí a Cuautla, parlamentó con Zapata y ya no se dio parecer hasta que no cumpliera lo prometido... El Plan de San Luis Potosí, Madero lo hizo casi igual al Plan de Ayala: las tierras para los pueblos, todo el agua y todo eso; nomás que no se cumplió, se fue mudo el Plan de San Luis. De ahí vieron que Zapata no se rendía y no se rendía. Dio el grito en contra de Madero. Madero ya no hallaba qué hacer, como decimos nosotros aquí: ya daba dos caras, una

3 Se piensa que el general Tepepa cayó en una trampa tendida por Ambrosio Figueroa, cuando aquél fue invitado a una fiesta en casa de un acaudalado español en Jojutla. Ahí fue aprehendido y fusilado el 25 de mayo de 1911.

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cara a Zapata y otra a los millonarios. Ya no hallaba cómo hacerle y en eso lo mataron.

Los que tienen miedo de firmar firmar,, que salgan

Quedó Victoriano Huerta en lugar de Madero, y Zapata bajó a Real de Huautla. Allá en un pueblito, que no me acuerdo cómo se llama,4 se hizo el Plan de Ayala. El secretario de Zapata era el profesor Otilio Montaño. Repasaban el Plan de Ayala hasta que dijeron: ¡Ya está bien! Entonces Zapata dijo: “Ahora que ya está hecho el Plan de Ayala, los que tienen miedo de firmar que salgan, que se vayan, y los que no tienen miedo que pasen a firmar”. Pues ninguno dijo “yo tengo miedo, mejor me voy”; y se arrimaron, empezaron a firmar y empezaron a firmar todos: coroneles, generales, tenientes y capitanes. Ya está el Plan de Ayala y otras cosas más, pero lo primero es las tierras para los pueblos y agua para los pueblos, y que haiga justicia. Y entonces empezó la guerra fuerte.

Quedó muy pobre Morelos

Cuando fuimos a Puebla, en Atlixco, tomamos la fábrica de ropa. Pacas de ropa se trajo Zapata para Tlaltizapán y repartía a los pobres dos metros, tres metros de tela, les repartía la ropa a las viuditas, a las mujeres. Quedó muy pobre el estado de Morelos, porque Huerta cerró las entradas de Morelos. En Tlalpan cerró la entrada, y nada. En Tres Cumbres no pasa nada. En Amecameca también, no pasa nada para Morelos. Por aquí, por Guerrero, también. Por eso Morelos quedó pobre. Ni cigarros, ni cerillos, ni sal, nada... nada. Todos nosotros, los zapatistas, cuando vencíamos en algún lugar o caía muerto algún soldado, le quitamos el pantalón y ése nos ponemos; camisa, ésa nos ponemos. ¡Quedó pobre, pobre Morelos...! Ya te digo, las mujeres lavaban con barro, no hay jabones. Los hombres que saben fumar, con la hoja de cuaulote

Se refiere al poblado de Ayoxustla, municipio de Huehuetlán el Chico, en el sur del estado de Puebla. 4

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

hacían sus cigarros. Quedó muy pobre Morelos. Nomás había tantito maíz porque sembraban de carrera, pero otras cosas [como] cigarros, cerillos, jabón y todo eso venía de otros lados y no lo dejaba pasar el gobierno. Cuando salió el gobierno, todo se llevó: caballos, burros, gallinas, guajolotes, marranos..., lo que encontraba se llevó para México. Ahora, ese Figueroa que estaba en Guerrero, cuando ve que Zapata va perdiendo, es gobiernista; cuando ve que triunfa Zapata, que es zapatista. No estaba definido. Allí en Guerrero sólo había tres generales valientes. Chon Díaz fue general valiente.

¿Qué te va agradecer el pueblo...?

Victoriano Huerta fue el que quemó el estado de Morelos, dijo que así tienen que acabarse los zapatistas. Dijeron que a Xoxocotla no lo van a quemar, porque es un pueblo grande y se alojaron aquí los de Coatetelco. Entonces vino el gobierno y empezaron a quemar y los de Coatetelco se fueron para sus tierras. Las casas eran de puro zacate, no como ahora que hay de losa; las trojes de maíz las quemaban, ¡Quemaban el maíz! Las mujeres lloraban, pues ya nomás puras mujeres quedaban; los hombres salían pa’juera, porque los agarraban y los llevaban al norte para pelear, ya con una leva de Victoriano Huerta, ya con otra. Los que agarraron por Veracruz los traiban pa’cá y aquí los dejaban libres y no conocían para venir ni ir. Entonces sí ya había guerra. Atacan en tal parte, murieron tantos, tantos del gobierno y tantos zapatistas. Se morían más del gobierno que zapatistas. Supongamos: en esta escuela está acuartelado el gobierno; Zapata pedía: tal día me entregan la plaza. Ese día no hay nada, el gobierno se alista, reforzaba las avanzadas y las salidas. No hay nada, no hay nada. A los ocho días, a los quince días, nomás de repente, cuando no siente el gobierno, ya están los zapatistas; y muchas veces no entrábamos por las calles, porque ahí estaba listo el gobierno, nos abríamos camino cruzando los sitios. Mandó embajador Victoriano Huerta, porque se estaba acabando su gente. Llegó el embajador al cuartel general [de 42

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Zapata] y habló: “Me mandó el presidente Victoriano Huerta, me mandó para que dejara la revolución; siéntate a trabajar –dijo–, ¿qué te va a agradecer el pueblo? Y todo esto, ¿qué te va a agradecer? ¡No te va a agradecer nada! Mejor el gobierno te da dinero, te da tierras, te da todo, equipo pa’ trabajar y el dinero”. Y dice [Zapata]: “Sí, llévale la razón a Victoriano Huerta, que entregue las tierras a los pueblos que se las quitaron y se acaba la revolución, porque eso es lo [que] están defendiendo ellos; el gobierno defiende las tierras para los hacendados, para todos los millonarios”. Así que siguió entonces la revolución, siguió la guerra hasta que cayó Victoriano Huerta y entonces ya entró Carranza.

Donde levante mi camisa...

...Y me agarró Joaquín Amaro5 en Zacatepec. Yo por curiosidad o [por] baboso me vine del campamento, de ahí de Los Hornos –en ese cerro estábamos–, me vine de noche y llegué a San José como a las cuatro de la mañana y por allí dejamos los caballos y yo dejé las armas. Yo siempre anduve en infantería, no usaba caballo, a pie me gustaba más, porque donde nos encontraba el gobierno se acomodaba uno más pronto y la caballería no; ellos siguen el camino y nosotros seguimos el cerro. Junté un poquito de leña y me fui con mi papá y con mi mamá a cambiarme de ropa y les dije al otro día: “Voy a Zacatepec a ver al gobierno, cómo está y que cosas dicen”, y me fui. Ahí encontré dos señores buscando trabajo, y yo también. Luego salió uno del gobierno en el portón en la hacienda vieja y dice: —¿Qué cosa quieren, señores? —¡Queremos trabajar! —Aquí les damos trabajo, entren. Allí donde está ese jardín planté jitomates, vamos a cercar con alambre. La de buenas, la de malas, a esos señores les dio el rollo de alambre que lo fueron despegando. A mí me dieron un puño, como de dos kilos de grapas. Apenas una hebra engrapé y

Joaquín Amaro fue el general carrancista enviado a Morelos para combatir a los zapatistas. 5

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

luego salió Joaquín Amaro. Yo estaba encogido engrapando y me empezó a maltratar de palabra: “Desgraciado, tú eres zapatista y ustedes son zapatistas, aunque andan como cristos, pero atrás de él van gritando: ¡Viva Zapata!”. Yo estaba agachado así y digo: “Donde levante mi camisa y se notan las carrilleras, donde levante mi camisa, ya ni modo...” Por suerte no levantó mi camisa y sólo me maltrató de palabra y me dejó. Yo ya quería que acabara el día. Acabó el día y me vine. Al otro día ni siquiera me asomé.

¡T ecma!, grito de guerra ¡Tecma!,

Aquí en Milpa Alta me tocó echar bala. Anduve desde Tlaquiltenango y Tepoztlán hasta Cuernavaca. De Tepoztlán a Tlalnepantla y de Tlalnepantla saliendo de los cerros de un pueblo de Cocotitlán. Allí estábamos sitiando al gobierno en Chalco, pero no arribamos hasta Cocotitlán, nomás en esa loma estábamos y por eso me acuerdo ahora del Himno Nacional. Es puro mexicano y quiere decir: Vamos al grito de guerra, mexicano: ¡Tecma!, grito de guerra, eso es lo que quiere decir; “el acero aprestad y el bridón”: el acero para pelear; “al rugir el cañón” tiembla la tierra quiere decir que el cañón va rezumbando, así nos pasó en Cocotitlán. Cuando vino el refuerzo de Chalco, nos aventaban de cañonazos. Allí estábamos en un cerrito y empezaron a balacear. Cayó una granada que hasta levantó la tierra; nomás que no hizo explosión y se enterró, pero hasta tembló la tierra. Por eso, entonces el Himno Nacional dice: “tiembla la tierra”, nomás que no me aprendo todo, nomás esas palabras.

Repicaron las campanas en Milpa Alta

Tomamos Milpa Alta como a las 10 de la mañana. Allí estaba el gobierno, salió para Xochimilco y nosotros entramos ahí. No tomamos nada de agua, porque el gobierno la envenenó; nos fuimos al lago de Agua Corriente y vimos que los de allí tomaron agua, nosotros también. De allí de Xochimilco el gobierno se concentró en México, entonces salimos de Milpa Alta y llegamos a San Pedro [Atocpan], creo que de ahí está luego luego San Gregorio. Bueno, esos pueblecitos que están allí nos recibieron con repiques de campanas, 44

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porque allí iba Emiliano Zapata y nosotros con él. La gente lo recibía muy bien, no lo desconocía ninguno. No teníamos qué comer y allí me enseñé a comer hongos y nopales. No me acuerdo cuántos días tardó Carranza para irse a Puebla y nosotros lo seguimos hasta allí. Me tocó estar como ocho días en Cholula, ahí en esa loma estaba Zapata; y de Puebla para aquel lado estaba un tal Higinio Aguilar, pero ése nomás se rindió con Zapata, no peleó.6 Pero cuando salió Carranza para Veracruz, este Higinio desconoció a los zapatistas, y Zapata dijo: “Salazar, me haces el favor de juntar a toda tu gente, vete a la ciudad de Puebla y me tráis a Higinio

Villa y Zapata en el Palacio Nacional (1914).

6 Veterano general carrancista que operaba en ese entonces en el estado de Puebla. Higinio Aguilar tuvo una carrera zigzagueante y sombría: fue general del gobierno federal al servicio de Victoriano Huerta; tras ser derrotado y perdonado por los zapatistas (en 1913) se incorporó a sus filas, para terminar combatiéndolos bajo la bandera del carrancismo.

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

Aguilar vivo o muerto. ¡Me lo tráis!”. Toda la gente de Amador Salazar nos reunimos, ya agarramos ese camino de Cholula a la ciudad de Puebla. Creo que antes de llegar a la ciudad está un río, porque ahí está un puente alto; por ahí entramos, por la plaza de armas llegamos, buscamos a Higinio Aguilar y no lo encontramos, había salido para Huehuetlán. Salimos a las cinco de la tarde y a las cinco de la mañana llegamos a la estación San Lázaro. Se fue Carranza y nada...

Zapata y Villa en Xochimilco

...Y se conferenciaron Villa con Zapata en Xochimilco. Ahí estuvimos nosotros también. Entonces, por eso dijo: Villa con Zapata se saludaron, ¡se abrazaron!, ¡se sonaron las espaldas!, pero de corazón, no nomás de labios pa’ fuera, sino de corazón hasta que se murieron los dos. En México estuvimos cerca de dos meses. Entonces Villa le regaló a Zapata dos o tres furgones de ropa, como este pantalón, de esos cafés, chamarras y sombreros tejanos. Zapata los trajo a Tlaltizapán y allí repartió a sus soldados los pantalones, las chamarras y sombreros. Entonces nos poníamos los pantalones y decíamos: “¡Ya somos gobierno!”

En San Lázaro, hasta que volvió Carranza

Se despidieron Zapata y Villa; Villa agarró pa’l norte y Zapata pa’l sur. Entonces ya nomás nosotros quedamos. Allí quedó como comandante militar Amador Salazar, y nosotros como éramos soldados de él nomás veníamos a cambiarnos de ropa y nos regresábamos a la ciudad. Siempre nos acuartelábamos en la estación de San Lázaro, allí estuvimos hasta que vino Carranza. Cuando vino de vuelta tráiba más gente. Fue cuando vendió el pozo petrolero a los gringos para que le dieran dinero y sostuviera a sus soldados. Entonces venía fuerte y tráiba una bandera como blanca y tráiba pintada una escoba y calavera, no como ahora la Bandera Nacional, y quiere decir que tiene que acabar a los soldados zapatistas. Entonces vinieron, y como allí estaba Amador Salazar, llegó Carranza y avanzaba hasta Los Reyes. Entonces nosotros ya decíamos: “Ya nos vamos a salir”. La artillería estaba en los 46

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carros ya nomás para salir. Unos iban a decir al maquinista, al fogonero: “¿A qué hora van a sacar el tren?”, y el maquinista decía: “Yo no puedo salir hasta que me llegue la orden. Si no llega la orden, no salgo”. La bala se oía por la estación y nos hallábamos como los pescadores cuando toparon con el agua, ya nomás andábamos ahí, así. Y nos dijeron: “No entre ninguno pa’dentro [a la ciudad de México], porque los millonarios ya tienen las armas en las manos contra los zapatistas”. “¿Cómo vamos a entrar pa’dentro?, ¿cómo vamos a salir pa’ Xochimilco?” Ya nomás andábamos hasta que llegó la orden. Vino Amador a decir: “Que saquen el tren”. Entonces salió el tren para Ixtapalapa y adelantito nos cortaron la vía, la desbarataron los carrancistas. Los zapatistas andábamos cargando las armas y los durmientes para arreglarlo. Íbamos a atacar a Carranza en Texcoco, adelante de donde acaba esa subida para llegar al plan. Cuando llegamos allí estaban los siete trenes que tenía Carranza. Nos vieron lejos, desde el plancito. Venía yo a la carrera, no podía yo correr, se me acabó el aire. La bala llegaba junto a los cerros y con trabajo llegué a la puerta, ya no pude alzar mi pie para entrar, nomás me agarré, me jalé y me arrastré así pa’dentro; me fui a tirar. Pensaba: Si avanza el tren, ni modo; si me dejan con vida, y si no... Allí también estaban las mujeres de los artilleros. El tren levantando a la gente, de ahí caminó hasta Texcoco. Zapata dijo a toda la gente: “Cada jefe cuente a sus soldados”. Unos decían: “Mi gente está completa”; otros: “Pues no quedó ninguno”. Nosotros nos venimos hasta acá para cambiarnos de ropa y Amador Salazar se quedó en la ciudad de México. Amador Salazar murió cuando bajó Carranza, le tocó en Tlayacapan. Allí salió herido, pero en el agua, entonces se murió; lo llevaron al panteón en Tlaltizapán, pero bajó Carranza, vio el letrero, lo sacó y lo quemó. Todavía le tenía odio al muerto. Carranza viene de vuelta y ya llenó [de tropas] el estado de Morelos y Guerrero, y triunfó Carranza. Después empezaron a pelear y a pelear hasta que acabó la gente, y entonces Zapata se chispó. 47

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La traición de Chinameca no acabó con el agrarismo

Mataron a Zapata en Chinameca. Yo no estuve... había gente afuera de la hacienda de Chinameca. Sitió Guajardo todo el real de la hacienda, el gobierno y los soldados allí mero mataban a los que estaban. Luego llevaron a los indios a ver el general [en Cuautla]. “¿Éste es el general?” Los primeros contestaban que no es, y que no es; y les daban sus fajos hasta que dijeran que sí es, y aunque sabían que no es, decían: “Sí, es él”. A Zapata le faltaba un dedo, le gustaba el corral de toros y ahí le mordió la reata un dedo. Tenía un lunar en la [mejilla] derecha o en la izquierda, no me acuerdo, y su compadre era igual de la cara, pero del dedo no era igual. Ningún general dice: “Sí fue” y ningún general diCadáver del general Zapata. ce: “No es”; no se sabe. Según dicen, lo llevaron para Arabia o Italia, aquí estaba viviendo uno de ellos, y ése fue compadre de él.7 Dicen que se lo llevaron para Arabia o Italia, y de allí ya ninguno supo... Fue muy cobarde Guajardo. ¿Qué no tenía armas, no tenía gente, por qué no citó a Zapata en un campo, en un

7 Se refiere al comerciante árabe Moisés Salomón, que fue amigo y compadre del general Zapata, pues le bautizó a su hijo Nicolás.

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cerro para arreglarse? ¿Qué cosa le faltaba? Porque es cobarde la traición, pero un valiente no mata así. Cuando cayó Zapata, Guajardo dijo: “Se acabó el agrarista, se acabó el agrario”, quiere decir, ya se murió el agrarismo. Después, la gente quedó nomás así. El gobierno empezó a buscar a los zapatistas, y algunos generales se rindieron, otros no. Cuando se repartieron las tierras fue en época de Álvaro Obregón, el presidente. Ése ordenó que cada pueblo reconozca lo que le corresponde de las tierras. Entonces empezaron los pueblos a abrir brechas.

Cárdenas y la lucha de Jaramillo

Cárdenas hizo mucho. Ahora México tiene el petróleo, es por Cárdenas. Pasaron otros presidentes, pasaron Calles y otros, ¿y por qué no expropiaron los pozos petroleros? Cárdenas y Rubén Jaramillo eran amigos, compadres. Entonces implantó ese ingenio en Zacatepec para el estado de Morelos, porque había quedado muy pobre. Y ahora, ¿en qué está ayudando el ingenio al estado de Morelos? Se ayuda a otros, como al gerente. Jaramillo empezó a pelear por el precio de la caña. Él trabajó de consejero allá en la fábrica y se dio cuenta cómo están todas las cosas; el dinero, por dónde entra y por dónde se saca el dinero: son amigos del gerente y aunque no son ingenieros ya son ingenieritos. Nos dimos cuenta que con trabajo nos pagaban a $60.00 la tonelada de caña y el bagazo a $90.00 la tonelada... pero nosotros no sabíamos que el gerente se beneficiaba con el bagazo. Por eso Jaramillo se levantó en contra del gobernador y el presidente, porque en vez de ayudar al estado de Morelos se está ayudando a otros. Empezó a pelear las tierras de Michapa, era un llano grande y los ganaderos están allí. Fueron a vivir algunos a esos llanos, pero los sacaron, y ya ves cómo a veces algunos son muy cobardes. En la colonia Jaramillo fue distinto, ahí se sentaron y se sentaron. Fuimos mucho amigos, y a veces iba yo con él adonde venía a sus asambleas. Por eso aquí, me vino a levantar el 49

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

gobierno y me llevó a Jojutla, al cuartel y como a las once de la noche me sacaron para Huatecalco. Dije: “Esto me merezco, me voy a confesar, pero, ¿cuándo me confieso?”. Yo hablaba como estamos hablando ahora, no con miedo. Donde está la escuela, allí está un palo prieto en la esquina, allí me iban a colgar. Me pusieron un lazo que hasta me cortó y le dije: “Mire mi teniente, no soy jaramillista, soy zapatista, eso sí soy: zapatista. Si fuera yo jaramillista me fuera con él, ¿y cuándo me agarran?, no me agarraban, por eso me fueron a levantar de mi casa. Si quiere déme las armas y vamos a buscarlo, no los voy a llevar a donde está porque no sé”. El teniente dijo: “No, te vas a ir con todo y armas por ai’”. “¿Cómo voy a irme si voy con ustedes?” Pensaba yo, si me dieran una carabina, por allá por Tlaquiltenango, por Los Hornos, con una vuelta yo le [tiraba] a cualquiera y me llevaba siquiera a dos... y me moría, pues, o quién sabe. Ahí agarré experiencia de que hay gente cobarde. Nos llevaron a nosotros tres y uno se acobardó, decía: “Si no me matan, yo les voy a decir dónde está”. “Cómo no, dinos y te vas luego luego.” Empezó a decir: “Mira, Jaramillo llegaba a casa de ése, que andaba animando para que Jaramillo sea el gobernador”. Y otro [decía]: “En su casa se juntaban hartos”. Y yo –Longino Rojas– dizque andaba invitando a la gente para que se vaya con Jaramillo, que se levante en armas. Le dije: “Mire mi teniente, cómo le voy a decir ‘levántense en armas con aquél’, ni mi hijo me va obedecer. Necesitaba yo ir adelante con ellos, pero bien sentadote en mi casa me dirán: ‘Pues no es cierto, es mentira’”. Y así me llevaron hasta Huatecalco, al otro por Tlaquiltenango y al otro no le llevaron nada, porque nomás así, era propagandista del que iba a ser gobernador. Siempre he dicho en las reuniones que López Mateos y Jaramillo se saludaron pero no de corazón, nomás de dientes pa’fuera. Iba yo a visitar a Jaramillo a donde estaba, allí en Cuautla, allí en la columna de Zapata, iba yo a platicar con él. Ya cuando muerto nunca fui, digo, ¿para qué?, yo iba cuando estaba vivo. 50

Don Longino Rojas Alonso

Rubén Jaramillo.

Nos quitaron el lago y nos querían imponer un aeropuerto

En el año ’75 los fraccionadores querían quitarle las tierras a los ejidatarios que tenían tierras en el lago de Tequesquitengo. Entonces la Compañía [de] Terrenos y Turismo les dijo que les iba a pagar cada año lo que sacaran de cosecha de sus tierras, pero nunca les pagó nada. Hasta el año pasado que reclamaron, y entonces el dinero se quedó en manos del Fideicomiso,8 a los ejidatarios no les dieron nada. Por eso dicen que esa Ayudantía Municipal la hizo el Fideicomiso. Cuando vino el ingeniero de Puebla dice que le mandaron investigar cómo está, para ver cómo se hace el aeropuerto

8 Durante el gobierno de Luis Echeverría (1970-1976) se creó por decreto presidencial el Fideicomiso del Lago de Tequesquitengo, como resultado de la lucha que los campesinos de los pueblos ribereños (Xoxocotla, San José Vista Hermosa, Tehuixtla y Tequesquitengo) iniciaron con la toma de los terrenos el 14 de enero de 1975. Sólo que el Fideicomiso fue controlado por políticos corruptos, y por ello no cumplió con los fines para los que fue creado.

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

Manifestación de veteranos zapatistas frente a Palacio Nacional, contra la privatización del ejido, el 20 de noviembre de 1994.

en Xoxocotla. ¡Se me pasó, se me pasó!, le hubiera dicho que lleve allá a la ciudad de Puebla o en México y que le enseñen ahí al presidente: ¿Cómo no ven el proyecto de la presa en Tetlama? ¿Por qué no ven ese proyecto para que todo se convierta en riego? Cuando vino otro señor a medir las tierras estaba yo pastoreando mis bueyes. Fui y le dije al ingeniero: “Llévale la razón, que ya te encontraste con un zapatista viejo, las tierras no son para el aeropuerto, la tierra es para los campesinos. Primero está el frijol soya que estamos sembrando, ¿qué cosa vamos a hacer? Llévale la razón allá a tu dependencia. Las tierras las peleó Zapata para los pobres, para los campesinos, no para el aeropuerto”.

¡Los campesinos se están organizando grande!

Cuando se decía que los restos de Zapata se van a llevar a México, yo les dije: “Si quieren los sacamos, pero entonces los llevamos al panteón que hizo [en Tlaltizapán], esto sí me gusta; en medio él y al lado sus generales Lorenzo Vázquez 52

Don Longino Rojas Alonso

y Amador Salazar, y bueno, otros generales: Eufemio Zapata y Juan Salazar”. Y por eso dije en Cuautla: “Si quieren lo sacamos, pero lo llevamos al panteón. ¿Para qué vamos a llevarlo a México? Si Carranza defendía a los millonarios, a los hacendados, por eso peleó en contra de Zapata”. Ahora me pongo a pensar: José López Portillo ya no halla qué hacer con los campesinos, se están organizando grande, ya no halla qué hacer. Para mí, pienso, pero quién sabe si será así, pero yo digo que sí, porque ya organizados los campesinos, ¿qué van a hacer los millonarios? Por eso ya no halla qué hacer López Portillo. Los campesinos en otros países, ya ves en Nicaragua, por las tierras fue la revolución; ahora en El Salvador, por las tierras; Guatemala, también por las tierras; todo eso por las tierras; otros estados, por las tierras. En Michoacán se están organizando por las tierras, y por eso nuestro presidente quién sabe cómo estará. Muchas veces pienso, pienso yo, hasta no puedo dormir de tanto pensar eso y esto, y yo digo, nomás me pongo a pensar, ya no hay qué hacer; por mí, digo, ya no hay qué hacer, los campesinos se están agrupando duro, casi en contra de él [el gobierno]; los millonarios le están apoyando con el dinero, por mí, pienso y digo, porque he visto, así pasan las cosas. Madero que era con los millonarios y que era con Zapata ya no hallaba qué hacer y por eso mejor lo mataron, porque no estaba bien con Zapata ni con los millonarios. Así nuestro presidente está ahorita, que ya no halla qué hacer con los campesinos que se agrupan y que se están agrupando. En otros países están triunfando, según he oído, en El Salvador los campesinos [están ganando] y está perdiendo el gobierno. Así es que el presidente está viendo eso y dirá: Quién sabe cómo le voy a hacer, y ahora va en ’82 asegún se anuncia. Por eso yo les platico a muchos: Ya casi mero como está ahorita el pueblo. ¿Cómo está ahorita el pueblo? Está sufriendo. Así se empezó la revolución. Por eso le digo a muchos: “Si no me equivoco, casi está cerca la revolución. Si el gobierno no deja a los pueblos como están peleando y les entrega lo que pelean, entonces no hay guerra”. Y si el gobierno no está con los campesinos, entonces les digo que tiene que haber otro Zapata; sí, tiene que haber otro Zapata... 53

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

El Plan de Ayala es nuestra bandera ¡Permítanme hablar compañeros! Según lo que he escuchado, están discutiendo mucho... que pa’cá y que pa’allá... Cuando el Plan de Ayala se hizo, Zapata dijo: “¡Esos que no tienen miedo que pasen a firmar y los que tengan miedo que se vayan...!” Los generales en Morelos, Zapata; en Guerrero, Chon Díaz; en Puebla, el general Mendoza... todos ellos peleaban por las tierras, no peleaban porque esto, porque l’otro; todos estaban de acuerdo peleando por las tierras. Hoy nos une la lucha por la tierra. Queremos la tierra y el Plan de Ayala es nuestra bandera...9

Allá en la Vega Chica10 les dije: “El Plan de Ayala es la bandera para los campesinos”. Entonces, cuando hicimos la marcha en Tlapacoyan, cuando habló el de la Coordinadora [CNPA] dijo: “El Plan de Ayala es nuestra bandera y las armas [serán] las tierras que nos entreguen. Ahora hay mucho problema por las tierras”.

9 Palabras de don Longino Rojas en la última plenaria del Primer Encuentro Nacional de Organizaciones Campesinas Independientes, celebrado en la comunidad de Milpa Alta, Distrito Federal, del 12 al 14 de octubre de 1979, fecha en que surgió la CNPA. La discusión se hallaba entrampada entre intelectuales y asesores de las organizaciones campesinas. La intervención de don Longino fue oportuna e impactante, y logró, como por arte de magia, superar la difícil situación que amenazaba a la naciente unidad de más de cuarenta organizaciones campesinas. 10 En Vega Chica, municipio de Tlapacoyan, Veracruz, se realizó el Tercer Encuentro Nacional de Organizaciones Campesinas Independientes, convocado por la CNPA, los días 20, 21 y 22 de noviembre de 1980.

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Don Irineo Espinosa Sánchez (1888-1988)

Don Irineo Espinosa Sánchez

Semblanza

Don Irineo Espinosa Sánchez es el caso singular de un campesino que representa la memoria histórica de un pueblo; se trata, por lo demás, de un excelente cronista popular. Muchas veces, ante las más diversas personas, contó la historia de la firma del Plan de Ayala en Ayoxustla. Nadie más de su pueblo la contaba con tanta precisión y detalles. Así lo reconocen las autoridades del lugar, quienes, después de su muerte, acaecida el 4 de noviembre de 1988, guardan celosamente una copia de lo que constituye el testimonio de don Irineo, de los tiempos en que anduvo el general Emiliano Zapata en esa apartada región serrana del sur del estado de Puebla. Ayoxustla es una pequeña comunidad no mayor de mil habitantes, perteneciente al municipio de Huehuetlán el Chico y al distrito de Chiautla. Hasta hace poco, enfrentaba graves problemas agrarios, igual que varias comunidades vecinas. Los campesinos ayoxutlecos asumen con orgullo el que en su localidad se haya firmado el Plan de Ayala, y mantienen vivo el espíritu de lucha por la defensa de sus derechos y por la permanencia de sus tradiciones. Los campesinos de esa empobrecida región han manifestado su desacuerdo y preocupación ante los cambios aprobados al artículo 27 constitucional. Piensan, no sin razón, que al establecerse mecanismos legales para la privatización 57

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

del ejido y de las tierras comunales, el espíritu del Plan de Ayala habrá quedado sepultado para siempre. En el documento presentamos el testimonio y algunos datos biográficos de don Irineo Espinosa Sánchez. Destaca, por su extensión, el apartado que se refiere a la historia de la lucha por las tierras en la comunidad de Ayoxustla, en la cual don Irineo tuvo un protagonismo clave, por lo que no debe extrañar su profundo conocimiento de la historia y la problemática agraria de su pueblo. Esperamos que el contenido de este documento cumpla, como los otros, el propósito de servir como material de capacitación para los grupos campesinos y populares en el estado de Morelos.

¿Quién fue don Irineo Espinosa Sánchez?1

Soy Irineo Espinosa Sánchez, mi papá es Zacarías Espinosa.2 Fui bastardito, porque, sabe usted, que probablemente mi mamá se había casado, porque tuve un hermano que se llamaba Manuel Castillo. Es de su primer marido y quedó viuda. Yo tomé el apellido de mi padre, Zacarías Espinosa, pero mi hermano fue Manuel Castillo. Ya entonces, pues ya ves que me vine a criarme aquí, con miles de trabajos... No me casó ni mi padre, me casó otro señor, porque mi mamá cuando nací: que no era mi padre... y que vamos que... ¡bah! Y me desconocía; hasta que vine a ver si me recibía mi tío y mi abuelito. Entonces me pasaron la partida del Registro Civil, ya entonces me reconocieron un poco. Cuando me casé ya mi mamá se juntó con otros señores. Una ocasión lo fui a ver [a mi padre] –mero en la revolución–. ¡Estaba pues, pero de a filo! Andábamos regados

1 Don Irineo Espinosa Sánchez nació en Ayoxustla, a decir de él mismo, el 4 de noviembre de 1888; y falleció el mismo 4 de noviembre de 1988, justamente cuando había cumplido 100 años de edad. El testimonio de don Irineo que presentamos está basado en la entrevista realizada en Ayoxustla el 4 de septiembre de 1983, por Ramón Aupart Cisneros, Pedro Reygadas y Luis Schoroeder. 2 La madre de don Irineo se llamó Alejandra Sánchez.

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Don Irineo Espinosa Sánchez

porque aquí, mero donde se firmó el Plan, el gobierno estaba muy inmediato en Chiautla, ¡nos iba a quemar!, todos andábamos por los cerros. Todavía lo fui a ver a mi padre, le digo: —Padre, te vine a ver, me dicen que eres mi padre, me voy a casar. —¡Que te case Nacho, no quisiste ir conmigo! —Y me dio una tunda con una vara... que sólo mi madre sabe cómo me vio. Dije: ¡Ahora me voy con mi padre...! Me casé con la primera mujer, tengo dos hijas.3 Sólo dilaté once años, me vine a quedar viudo en el año de 1924. El mismo ’24 me casé con otra señora; ya nacieron estos otros mis hijos.4 Ya en el año ’25 y ’26 ya hice la presidencia. Pues sí, me vinieron a ver, de hasta el secretario general de Cuernavaca, vinieron, me fotografiaron aquí, hasta mis nietos, porque trajieron todas los fotos de Zapata y todo trajieron donde firmaron. Me los vino a dejar un muchacho [hijo] de un señor que se llama Diógenes. —¿Usted se llama don Irineo? —Sí señor, a sus órdenes, pasen adentro. —¿Se da usted cuenta cuándo vino el general Zapata? —Sí cómo no, me pasé a dar cuenta. —Nomás estaba oyendo, pero no me decía lo que trae; acabé de declarar, dice: —Está correcto, aquí tiene usted todo. Vino el señor presidente de la república, vino el gobernador de Chilpancingo, vino la [gobernadora] de Colima, vino don Alfredo Toxqui de Lara... ¡vinieron todos! Hablé con ellos, los traté. También don Alfredo Toxqui de Lara me regaló cien pesos... me vistió. ¡Bah!, y me apreciaron los del gobierno.

Cuando se inauguró el Plan de Ayala

—¿Oiga usted, y cómo fue la firma del Plan de Ayala? —Ah, estuvo esa historia de esta forma: Cuando el general Zapata y el presidente Madero estaban comunicándose, casi estaban de acuerdo, pero lo han de haber volteado a Madero. Lo que le mandó a contestar fue que sólo el único

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Se trata de Jovita y Crescenciana Espinosa Tapia. 4 Se refiere a Raquel, Francisca y Francisco Espinosa Flores.

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paso que le podía conceder es que se rindiera inmediatamente y que depositaran todas las armas y que toda su gente se retirara y que él [Zapata] se fuera a la vida privada. Que por su vida no tuviera miedo, que no le pasaba nada. Porque estaba molestando mucho a su gobierno, [y] ya la orden estaba dictada, hasta no acabar con Zapata. Entonces Zapata se enojó..., abandonó su tierra, se fue pa’ Cerro Prieto a navegar por las montañas y serranías de este estado de Puebla. En el año de 1911, mandó ordenar a todos los coroneles y capitanes, que recorrieran los campamentos y que toda esa gente se concentrara en el pueblo de Ayoxustla, en donde tenía que llevar a cabo de formar un plan que le sirviera de bandera. Bueno, ya al otro día 26 de noviembre, cuando nosotros nos dimos cuenta, en ese cerro de acá, rumbo al norte, que viene un camino del rancho de Tepozmatla, con dirección a este pueblo, venía bajando mucha gente de caballería; la gente nos asustábamos, ya habían bajado a pie de este cerro y la gente no se acortaba. Teníamos miedo, pero bueno, ¡qué gente! Pero como vinieron por delante dos coroneles valientes, Avelino Cortés y Antonio Sosa,5 dando conocimiento de que no tuviéramos miedo, que había ordenado el general Zapata que aquí iba a ser la reunión, que se juntara pastura y maíz para la caballada y tortillas para comer, porque el general Zapata venía más atrás con su estado mayor. Ya todos nosotros empezamos a reunir pastura y maíz para la caballada, y las mujeres –cierto, no había molino– molían siempre hincadas en el metate; para hacer buenas tortillas, preparaban sus ollas de nixtamal para sostener a la gente que estaba llegando... Cuando menos nos dijeron: “¡Que ya viene el general Zapata!” Entonces todas las autoridades y principales del pueblo fuimos a recibirlos en la entrada de ese callejón que viene de la carretera, ahí vinieron;

5 Probablemente se refiere al coronel Clotilde Sosa, uno de los firmantes del Plan de Ayala que posteriormente se volteó en contra de los zapatistas.

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y los llevamos hasta ahí a donde mero estaba un jacal, era la presidencia. Lo llevamos hasta allá, porque entonces las casas no eran muchas, las casas eran pocas, ahora ya viven gatos por ahí, por allá... ya todos los llevamos hasta allá. Se llenaron todos los sitios y solares. Muchos se pasaban las horas del día bajo las sombras de los árboles que estaban plantados en el mismo solar. Entonces, el general ZaEn la bola, grabado en linoleo, Aranda. pata mandó ordenar inmediatamente al presidente auxiliar municipal de este pueblo, que necesitaban dos vigías que fueran a la punta de aquel cerro que está rumbo al oriente, [donde] se devisa un camino real que viene de Chiautla; que si veían alguna gente desconocida que venía por esta dirección, que sólo echaran un tiro 30-30, si había; si no, aunque sea [un] cuete, para que los insurgentes salieran a ver qué gente venía. Pero no pasó nada los tres días que permaneció aquí el general Zapata. Entonces, el presidente auxiliar, al ver que el pueblo era insuficiente para sostener a esa gente, de acuerdo con el general Zapata, mandaron a oficiar 6 a las autoridades cercanas circunvecinas, desde Santa María Cohetzala, Santa Mónica, Pilcaya y Centeocala, que cooperaran con pastura y maíz para la caballada, y si era posible, también tortillas para comer; y los señores no desconocieron la orden, hicieron su cooperación. Comieron y descansaron ese día (26), hasta el día 27 al amanecer, se volvieron a reunir en aquel lugar todos los coroneles y capitanes. El presidente y la junta y todos los pueblos,

Don Irineo utiliza el verbo oficiar para indicar que a las autoridades les enviaron oficios o comunicados, pidiéndoles apoyo.

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El Caudillo del Sur, grabado en madera, Aranda.

allí estaban... y no tardó en llegar Zapata, porque Zapata no dormía en este pueblo, siempre se orillaba fuera de la población, porque las emboscadas eran [tendidas] entre entradas y salidas. Llegó el general Zapata, llegó el profesor Otilio Montaño (todos los conocí); llegó el general Mendoza, llegó el general Trinidad Ruiz, llegó el general Jesús Morales, llegó el general Eufemio Zapata, llegó el general Emigdio Marmolejo y luego Amador Salazar. Llegaron y entraron, y entrecerraron un poco la puerta; nosotros estábamos afuera. En esa hora que sólo se oía que se hablaba de muchas cosas, no podíamos ya percibir lo que decía en su relato. Hasta dentro de un momento, cuando se paró el profesor Montaño junto a la mesa, empezó a continuar y redactar el articulado [del] Plan; entonces, el señor Mateo Tapia, que fue originario y vecino de este propio lugar (secretario era antes), comenzó a escribir en manoescrita porque no había máquina de escribir, en que se asentaban las ideas concebidas de la justicia social, que es la ley fundamental. Siguieron trabajando ese día, vinieron a terminar a las 15 horas de la tarde el articulado [del] Plan, con sus seis o siete copias que fueron tomadas en su original. Entonces, el general Zapata se paró junto a la mesa y se sentó y estampó su firma y todos los generales que estaban juntos unidos 62

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con él. Después de haberlo firmado, entonces el general Zapata levantó con su mano derecha el articulado [del] Plan, se fue a parar en la puerta de aquel jacal. Entonces mandó a hablar a todos los generales y coroneles y capitanes que se acercaron junto a él, para darle lectura al documento que fue hecho escrito. Les fue leído en esa hora. Después de haber oído y entendido, les manifestó lo siguiente en su voz alta: “¡Esos que no tienen miedo que pasen a firmar...!” Acogieron el documento todos los zapatistas. Muy entusiasmados, empezaron a firmar. Vino a terminar las firmas como a las 18 horas; los que faltaban, al otro día al amanecer. Entonces, el general Zapata habló a las autoridades municipales, manifestándoles, al mismo tiempo, rogándoles que para mañana día 28, que toda la gente estuviéramos listos, señores y señoritas y muchachos de competencia, a las 11:30 de la mañana, para llevar a cabo la inauguración del Plan. Les preguntó si había música, le dijeron que sí había; bueno, cenaron y descansaron hasta el día 28 al amanecer. Se volvieron a reunir todos los generales en ese lugar, entonces enarbolaron una bandera de raso tricolor, de seda. El general Zapata mandó ordenar que tocaran el Himno Nacional. Fue tocado religiosamente por la música lírica de este pueblo de Ayoxustla; toda la gente cantó, tocando el Himno Nacional. Entonces, el general Zapata les habló de nuevo a los generales, que si estaban dispuestos a jurar la bandera en defensa de nuestra patria. Los insurgentes respondieron que sí juraban: “Hasta no vencer o morir”. Entonces el general Emigdio Marmolejo, montó en su caballo y saltó por delante y volvió a entrevistarse al general Zapata; le dijo esta parábola: En un corral de ganado se lamentaba una vaca, le respondió aquel becerro: ¿madre qué pena te mata? ¡Muera Francisco I. Madero! ¡Viva el general Zapata!

Los aplausos, echándole vivas al general Zapata y siguió... 63

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El profesor Montaño, entonces, levantó con la mano el articulado [del] Plan, dio lectura, creo que fue tomado por nombre “Plan de Villa de Ayala”, pero fue promulgado en este pueblo de Ayoxustla, el 28 de noviembre del año de 1911. Sí señor, 1911, [porque] el general Zapata no quedó conforme que el presidente Madero no llevó a feliz término las promesas que había [hecho] a la nación, conforme consta en el plan que fue firmado en San Luis Potosí y Ciudad Juárez. Al llegar al puesto dictatorial, desconoció a toda su gente que lo ayudaron; comenzó a perseguirlos, tratándolos de bandidos y rebeldes, porque molestaban ya mucho a su gobierno. Entonces, en esa hora sólo se oían vítores y consignas, también fueron repicadas las campanas que dieron gloria ese día, y centenares de cuetes. Tiene un balazo la campana, también salió como testigo mudo, fue a verla el gobernador. Aquí se hizo el Plan, aquí está la cuna del general Zapata y aquí nacieron las leyes agrarias. Después de haber terminado, ya estaban ensillados los caballos y los compañeros sabían que a la hora que terminaran se les tenía que dar salida. Al ver terminado, entonces habló el general Zapata a las autoridades y principales del pueblo, agradeciéndonos la ayuda que le hemos dado a sus huestes zapatistas; que si él llegaría a la victoria, que este pueblo tenía que ser respetado y tenía que ser recompensado por los elementos de la misma revolución. Y recomendando a los coroneles y capitanes cercanos de que cuidaran este pueblo, porque por eso quiso ponerle Plan de Villa de Ayala, porque se encontraba muy inmediato las fuerzas sostenedoras que guarnecían el destacamento en Chiautla de Tapia, porque si hubieran descubierto, vendrían a quemarnos y nos hubieran vuelto cenizas. Por eso quiso ponerle Plan de Ayala, nada importaba que su tierra fuera vuelta cenizas, pero este pueblo [de Ayoxustla], lo cuidó mucho. Después de haberlo terminado, entonces sí se fue montado en su caballo y rindieron un abrazo al viento calurosamente. Ellos salían rumbo pa’ Jolalpan. Zapata siguió su destino. Ya tenía en su cabeza la persecución, pero no hizo mención de eso; siguió su destino en 64

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defensa de nuestra patria. Pero él sabía muy bien que a vuelta de medio camino tenía que encontrar la victoria y claramente fue comprobado, como consta en el Plan de Villa Ayala. Desde esa fecha, quedó promulgado como constitución, justicia y ley de tierra y libertad. Su historia es un futuro magnífico y brillante que ninguna persona puede afectar su tenencia, porque ha causado la paz y la tranquilidad de todos los pueblos mexicanos.

Las copias del Plan de Ayala

Ya vide, ya le conté a don Antonio... don Antonio [Díaz] Soto y Gama, ése fue secretario particular [de Zapata]; ése lo conozco, fui a una asamblea general en México, en la Lotería Nacional. Allá yo fui, allá le declaré. Estaba un señor de Chiautla, lo regañó. Decía que tenía una bala, lo balacearon; Le digo: “¿De dónde le tiraron?” Dice: “Del pie del suelo santo”. Le digo: “¡Mentiroso!, señor, tenía que tener la bala así y no se traspasó”. Entonces el señor Soto dijo: “Este señor [Irineo] dice ciertamente la verdad porque me doy cuenta”. [Soto y Gama] me apreció; le dieron su diploma, le die- General Antonio Díaz Soto y Gama. ron su medalla de oro. [Un día] llegaron allá [a Ayoxustla], mandaron a traer al señor cura de Chiautla, a que trajiera la máquina de escribir. Mandaron a Marmolejo [para] que [trajera] al señor cura para sacar las copias en la máquina, porque fueron escritas a mano y dijo [el entonces coronel Emigdio Marmolejo]: “¿Y si no quiere venir?” Entonces dijo el general Zapata: “No le vas a rogar si quiere venir, ¡va a venir!; si no quiere venir, entonces que venga andando, ¡que traiga la máquina de escribir en la cabeza!” No, ¡vino! Ahí sacaron las copias, le mandaron a don Antonio Soto para el 65

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público.7 Precisamente, nos habían quedado como cuatro copias [del Plan], pero como andábamos escapando en las cerranías, nos vinieron a entrar los voluntarios del gobierno federal, [como] Agustín Quiroz, [que] aquí firmó y se volvió voluntario. Ése nos entró, yo aquí me vino a amenazar [junto] con mi suegro. Entonces vinieron, ‘tábamos ahí, un muchacho que era revolucionario, mi suegro también era revolucionario, y ya no les dio tiempo; nomás desataron la yegua y ahí andaba jalando el mecate. Cuando llegaron [los voluntarios]: “¿Y esta yegua?” “Señor, por ahí vino, no sabemos... Ya re’muinos los balacearon”. Entonces fueron pa’ Axutla, creo que fueron a un combate. [Pensé] no, aquí va a haber balazos, pero no. Ya entonces vinieron a verme: “¿Adónde está el arma de tu padre Fortino Flores?” Les digo: “Señor, yo no soy revolucionario. Si yo fuera revolucionario, tiempo me sobraba porque llevo pistola”. “¿Cuántos son ustedes?” “Semos tres... ” “Si para mañana amanecen aquí, quemo la chingada catedral de palma...” “Señor, aquí no hay otra, me va a hallar mañana.” Pero esa noche empezaron a saquear, entonces dejaron pobre este pueblo: llevaron ganado, llevaron cabras, llevaron al presidente don Felipe Vergara ¡amarrado! Lo rescataron en Huehuetlán, porque nosotros pertenecíamos a la cabecera de Cohetzala, pero Cohetzala no nos pudo defender, nos defendió Huehuetlán, por eso pertenecemos a Huehuetlán. Así fue el asunto, me doy cuenta perfectamente. Aquí nació, como dicen [el Plan]. Fui a hablar a México, porque aquí nos querían plagiar este plan. Yo lo quise descubrir, pero después se pasó y cuando anduve yo por México, hablamos con el licenciado Luna Lugo, no recuerdo cómo se llama.8 7 Este paso por Ayoxustla se produjo algunos días después de que se firmó el Plan de Ayala; y las copias a que se refiere fueron distribuidas a la prensa por conducto de un campesino conocido como El Chaparro López, quien hizo llegar una copia al Diario del Hogar, que la publicó en su edición del 15 de diciembre de 1911, previa autorización del presidente Francisco I. Madero. (Véase Emiliano Zapata, biografía de Alicia López de Rodríguez. Cuadernos Zapatistas, pp. 14 y 15.) 8 Se refiere al extinto licenciado Arturo Luna Lugo, quien fuera dirigente de la CNC en los años cincuenta y, posteriormente, funcionario de la Secretaría de la Reforma Agraria.

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[Me dijo] que no le diera yo informes previos a cualquier persona política, hasta que no pidiera el gobierno. Ya me trajeron el expediente, ya firmé todo y vino a verificar. Todavía el diputado de Chiautla, cuando ya había dicho aquél que no me llevara yo la mesa [donde se firmó el Plan de Ayala], el diputado dice: “¡Esta mesa no le pertenece!”. Y a mí me dio coraje, ya venía el señor y dice: “Vamos a hablar, pues esta mesa no le pertenece estar acá, debe estar en Puebla”. Le digo: “¡No señor, estoy ordenado, me dijo el jefe Luna Lugo que la mesa tiene que quedar acá y no puedo entregarla a ningún hombre político!” Ya no dijo nada, ahí quedó. ¡Quería llevarlo!, pero no. Entonces, aquí está la mesa, una mesa de madera rústica que quedó como recuerdo. La tenemos aquí, está en el museo, está una piedra en forma de silla baja en que se sentaba el general Zapata, en que meditaba sus primeros ideales de la nueva revolución.

El presidente visita Ayoxustla

Vinieron otros, cuando vino el presidente de la república9 preguntaban: “¿Quién es el líder de Ayoxustla?” Le digo: “Yo no sé”. Entonces, ya no pude tratar asuntos, porque entonces vino el señor gobernador y nosotros fuimos ahí el encuentro [con el presidente] y yo no fui; yo me debí ir allá donde mero se firmó [el Plan], pero la jerré en tocante al gobierno, pero harto. Desde el barranco donde estaba situado, entonces, ya no pude andar ahí cuando todavía él me buscaba, todavía me decían: “Te buscan, te hablan”; ya estaban los gendarmes en la plaza. Les digo: “Denme lugar, voy a pasar”. [Y] dicen: “No se puede, tiene que venir aquí el presidente de la república”. Pues ya no pude hablar, ¡porque así estaba de gente!, ya no pude tratarlo, pero ya todos los informes ya los había yo dado, fueron perfectamente claros.

9 Alude a la visita que el presidente José López Portillo hizo a Ayoxustla el 28 de noviembre de 1979, con motivo de la conmemoración del primer centenario del nacimiento del general Zapata.

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

Historia de la defensa de las tierras de Ayoxustla

Pues únicamente digo esto: tenemos ahorita un conflicto, al señor gobernador le conté todito lo que nos pasó antes de que me recibiera. Aquí vino a hacer su primera... [campaña], ¡ajá!, aquí hablamos, porque tuvimos una cuestión: tengo una historia que data de 1712 y ese título fue un pleito entre religiosos agustinos y la corte [de la] Ciudad de México; un pleito duro [que] se vino a fallar en el año de 1775. Entonces, nos dieron [las tierras]. Ahora estamos en la segunda restitución, entonces se restituyó el terreno y nos entregaron títulos, que no podemos pasar a perjudicar a los pueblos circunvecinos, que nos sujetáramos a la posesión que nos hayan dado, que no lo podemos vender, ni enajenar, ni hipotecar sin licencia del supremo gobierno; si no, opera su nulidad. Bueno, ahí tiene usted, y después aquí una faja [para] Márgaro Vara; aquí el terreno de Cuatotola y Paldera, no tiene labor, le tocó a Lino Segura; y por acá, una faja a José Pérez; y luego esta faja que vendieron hasta los linderos, esto es de Abraham, pedazo que tenía Pedro Torres; y luego por aquí otra faja que se hizo parajes y linderos, asentado en las escrituras; hay cinco escrituras... Pedro Torres tuvo tres hijos; cuando él vivió, estos hijos mantuvieron la posesión quieta y pacífica, sin contradicción alguna. Al haberse muerto Pedro Torres, uno [de sus hijos] se llamaba José Torres, el segundo se llamaba Tomás Torres, el tercero se llamaba Claudio Torres y una señorita que se llamaba Disideria Torres. Los dos viejos pensaban que los hijos aquellos eran buenos, que iban a ser iguales a ellos; entonces nombraron a José Torres en representación de su padre, como representante provisional del terreno comunal, pero en el año de 1907 hizo la primera venta a Ernesto Valderrábano; [éste] era un juez o agente de Chiautla. Ya el pueblo, como tenemos todo, tenemos títulos, en el año de 1975 nos dieron la posesión y se formaron cinco escrituras con apego al título comunal. Somos poseedores desde hace más de 10 años, siempre estamos pendientes de nuestros pagos prediales. Bueno, ahí tienen usted, vendieron, pero el pueblo los respetó, como tenemos todos los documentos y aquél no era dueño, era únicamente un representante 68

Don Irineo Espinosa Sánchez

Taller de la Gráfica Popular.

provisional. Bueno, ya entonces, se metieron al terreno, mandaron federación y vinieron a lograr a cuatro personas principales, los llevaron presos: a Antonio Flores, Miguel Solís, Anastacio Aragón y Silvestre Rojas; este [último] murió en la cárcel por este pleito de terrenos. Bueno, y siguió. Ya entonces, [José Torres] mandó contestar que para dar libertad a los presos, solamente que le firmara el pueblo –los principales diez o doce– la compraventa que tenía la escritura; iba a dar terreno pa’ sembradura, o nos iba a hacer un buen palacio, una buena iglesia. El pueblo no le firmó. Entonces estalló la revolución. Ya casi ya había ganado, [pero] peló gallo y dejó. Entonces vino un coronel que se llamaba Ponciano Domínguez, ya era la revolución maderista; vino, y le dimos cuenta del malhechor. Dice: “Precisamente por eso nos levantamos en armas, porque hay muchas sinvergüenzadas, tan como pueblos, tan como también el gobierno está haciendo esto... Vayan a traerme ese sinvergüenza, aquí lo voy a fusilar a media plaza para escarmiento de otros sinvergüenzas”. Lo fueron a traer, pero ya se le había ganado en la acción... Intercedieron sus descendientes, empezaron a llorar, 69

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que se le perdonara, que por su inocencia y por ahí... que el pueblo salvaje. ¿Pero si no hubiera habido este pleito? Ahí tiene usted el caso, entonces lo perdonó el pueblo, pero dijo el pueblo: “¡Y no lo queremos ver acá, porque es un hombre malo, trastornador! ¡Llévenselo!, o más tarde tendremos que acabar con él. Que se vaya para el otro pueblo”. Lo desterraron, lo llevaron pa’ Huauchinango, lo sacaron. Ya había comprado la máquina y unos muebles, lo llevaron. Siguió la revolución. En 1928, vino a ser la segunda venta con el inspector del rancho Platanares. Vendió derechos y acciones de la sucesión, y esto, sin que haya denunciado dicha sucesión, ni tampoco se haya declarado heredero y ni haya pagado los derechos de pensión y herencia. Así que no lo reconocemos como dueño, sólo tomamos en serio los papeles de su padre, el viejo Torres. [Sin embargo] vendió él una información testimonial a perpetua [ad perpetuam], por medio de dos testigos, pero los testigos no fueron de este pueblo, fueron de Chiautla, un llamado Jesús Benítez y Torreblanca, y no pueden tener derecho, no tienen ninguna injerencia, no eran del pueblo. Bueno, siguió ya entonces, ya estuvo ese asunto duro, me hablaron a mí. Porque ahora ya soy viejo, ya no veo, pero yo... me gustó mucho estudiar las leyes, estuve de secretario como doce años; después me eché el pleito, ya entonces me nombraron. Promoví un interdicto para recuperar la posesión ante el juez Bruno Rosas, de Chiautla; pero desgraciadamente, el juez Rosas me resolvió en sentido contrario, vendió el derecho: le dieron 700 pesos, vendió la justicia. Yo, como tengo amigos en Chiautla, luego llegué y me dijo don Isaías Anzures: —Mira viejo, ya el juez malvado se vendió, le dieron 700 pesos. —¡Cómo!, ¿está usted seguro? —¡Hombre, pues sí, vas a verlo...! —¡Ahorita voy a verlo! —Sí, y que me voy... —Buenos días, señor juez. —Buenos días. —Vengo a ver el asunto que tenemos en promoción, preparado. 70

Don Irineo Espinosa Sánchez

—Ah, que usted lo vendió, lo perdió, que tienen derecho los señores del Platanar, ya me enseñaron sus escrituras —y por ahí me salió. —Usted lo dirá, pero no, el individuo que vendió... —Pues quién sabe —dice— pero son de los señores. ¿’Ta usted conforme? —Ya nomás en la junta había levantado el acuerdo, dejando a un lado los derechos de Espinosa y condenándolo a costas y perjuicios y señalando día de su notificación. —¿Está usted conforme? —Quedo entendido, señor juez, pero conforme no; yo no vine a comprarle justicia a usted, yo busco una buena autoridad que me diga si tengo derecho o no tengo; porque derecho, ¡las tengo! —Usted lo dirá, pero la tiene perdido. Le voy a notificar el día de su comparecencia, para que comparezca a este juzgado. —A ver qué día nos vemos por acá señor juez... ¡Ahí nos vemos! Ahí está don Isaías, como tengo amigos... (entonces saca el cigarrito don Isaías): —¿Ahora qué opinas Espinosa? —Digo, pos don Isaías ‘ta duro. Le digo: —Mira: te voy a pedir un grande favor, quiero que me hagas un recurso de expresión de agravio, pidiendo apelación al Tribunal Superior de Justicia del Estado. ¿Cuánto me va a costar? —Porque somos muy íntimos amigos, sólo 10 pesos pa’ los cigarros. —¡Arreglado! Sí señor, ahí tiene usted el caso, pero me lo hace usted de un machote. —Sí. Ya lo hizo con fundamento, le dio lectura. —’Ta bien don Isaías, le agradezco, aquí está... este señor, ¡bah! Me los hizo... —Ya después, dice: —Ahora vas a firmar. —Y le dio lectura. —¿Ahora tendrás ánimo de ir a ver al juez? —A eso lo ando, hasta a ver a dónde le llego... Nos regañamos con el delegado de Puebla, no me habló un mes. Yo soy un mal imprudente, ¡bah!... Va [usted] a 71

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

ver... llegué a las tres de la tarde, estaba [el juez] acostado en su hamaca, llevaba yo el escrito, le digo: —Buenas tardes, señor juez. —Buenas tardes. —Aquí tiene usted. —Ajá, ¿no está usted conforme? —Se lo dije en la mañana, quedé entendido, de conforme no. —¿Qué, quieres que remita el expediente al estado? —Eso vengo a solicitarle. —Ahí lo remito a la vuelta de cinco días. —Por allá lo espero señor juez, nos vemos... Ya ni me respondió, me salí, ya me vine; pa’ mi demalas me caí enfermo de mucha gravedad y yo tuve la carta poder del pueblo. Entonces fui notificado al Tribunal Superior de Justicia, con 72 horas para contestar la demanda; pero no pude hacer mi comparecencia. Entonces se apersonó el licenciado de ellos, Juan de Dios Flores, le dio la protección [el Tribunal] y pidieron revisión luego luego ante la Suprema Corte de Justicia y se bajaron a quitar las siembras... y sobre nosotros. Ya estaban amparados por la Suprema. Ya cuando me restablecí dije: “Pero bueno, ¿por qué no se apersonaron?” “¡Tenemos miedo!” “¡Hay amigo!, ¿ahora cómo le hacemos?, ¿pero cómo?” “¡Párese! –dicen–, usted que tiene influencias, que anda pa’rriba y pa’bajo...” Digo: “Bueno, pues arréglenme, me voy a México; voy a ver al licenciado don Santos Camacho y al señor don Gonzalo Bautista”. Todavía no era gobernador, era senador en México, es el que conoció mi derecho. ¡Bah!, dije: “Voy a hablar con él. Si todavía cabe, le muevo; si no, sin compromiso alguno”. Me fui pa’ México. Hablé con el licenciado don Santos Camacho, era jefe jurídico. Le digo: vengo a esto, se trata de este asunto. “Mire compañero –dice–, está perdido, por lo jurídico ya es la última palabra”. —Que no te engañe el licenciado Santos Camacho, esto ya no es la última —me dijo don Gonzalo Bautista. —Pero, bueno licenciado, ¿qué quiere usted que yo haga...? 72

Don Irineo Espinosa Sánchez

—Me dijo que tiene un título, ya lo vido, muy bueno. —Sí señor, tenemos un título que data de 1712. —Bueno, pues lo que vamos a hacer es promover un juicio reivindicatorio posesorio de una restitución. —¿Está usted seguro?, ¿vamos a echar abajo el amparo de la Suprema Corte?... Porque ¡ya están amparados! —Sólo que no esté bueno el documento, acuéstate a dormir, si no, tarde pero seguro. —’Ta bueno. —Vete a traer los papeles. Me vine a traer, llevé todas las constancias. —’Ta bueno muchacho —dice— hay que promover una restitución inmediatamente. Ahora yo, para no presentar el original, saqué copia del título y firmé el escrito y me voy pa’ Puebla con el presidente; era presidente de la Comisión Agraria Mixta, don Ignacio Hernández Peralta. Me pedía 10 pesos de compulsa,10 para darle entrada a la demanda. Le digo: —Pero señor, no vengo prevenido, vengo escaso... voy a dar la vuelta. —Pues sin ésos, no se puede. —Yo voy a informarme con el delegado, voy a acusarlo. —Que voy a la delegación y le digo: —Buenos días, señor delegado. —Buenos días, compañero, pase adentro, ¿qué se le ofrece? —Pues señor delegado, vengo a hacerle a usted una investigación de una pregunta; que en mi pueblo nos pasa esto, en esta forma y en esta otra, y ahora el pueblo ha pensado de promover una restitución. Ahora ya firmamos, pero me pide 10 pesos de compulsa el señor presidente don Ignacio Hernández Peralta. —A’dio, ¿pero por qué? —dice— [si] estamos obligados nosotros a atender a los pueblos, por eso nos pagan el gobierno. —Por eso vine, a darle cuenta a usted de la forma, usted me dice...

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Copia legalizada de un documento.

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

Salió con el presidente: “¿Qué pasó con esto? –le dice– ¿por qué cobra 10 pesos de compulsa?” —Ah —dice— porque presentó copia del título, por eso es que le pedí 10 pesos de compulsa, sin eso no... —No compañero, le dice el delegado, no necesitamos copia del título, necesitamos el original, no lo vamos a estudiar acá nosotros; lo tengo que remitir a México al Departamento Paleográfico, y nos contestan si está bueno a la vuelta de 10 días; si no, acuéstate a dormir. Dijo: “Me trae el original, lo remitimos y espera contestación”. Ya me vine a traerlo, llegué, nada más [pedí] mi constancia; me dieron una constancia con 32 fojas útiles. A los 10 días me contestaron en un memorándum (número 32), que la propiedad se encontraba auténtico y se turnaba a la extinta Comisión Nacional Agraria, pa’ su tramitación y resolución. Y sólo esto me acompañaba, [pues] estos [los del Platanar] eran ricos, tenían harto dinero. Bah, me vine. Ya había venido el coronel, porque yo estuve bajo la defensa también doce años en el pelotón de reserva, yo era secretario de la comandancia, rendía mensualmente revista de armamentos y municiones a la XXV zona militar. Conocí al general Tlacael, al general Pascarro, mi coronel Cerón Pulido, el general Manuel Guerrero, todos me conocen. Entonces, ya me vine, ya me acusaron, vino el coronel, pasó al Platanar y le enseñaron; llegó, empezó a enojarse. Estaba regañando al presidente –era un barrigonzote él–: que por qué no respetamos el derecho del Platanar; ya pasó ahí..., que vio bien hecha la compra legal. Le digo: “No señor, dispense usted, esta operación de venta no está en debida forma, está en esta forma, en esta otra... tengo más derecho yo que los señores del Platanar”. —¡Usted con qué derecho...! —Ya pedí la restitución y el memorándum 32 contestó, aquí tiene usted que la propiedad se encuentra auténtico. —Estaban los del rancho así... nomás se rascó la cabeza. —Pues señores, ya ni modo, ‘ta jodido el asunto este... no podemos saber para cuándo, pero éste tiene que tener su fin... Lo que van a hacer ustedes, unifíquense con el 74

Don Irineo Espinosa Sánchez

pueblo, hagan un solo pueblo, una sola mayoría; si no, con el tiempo están perdidos ustedes. Pero no lo quisieron [los del pueblo], porque decían que la Agraria era una sinvergüenza, que era un engaño, que nomás agarran terrenos ajenos, y por ahí, ...no quisieron creer. ’Or’unaño,11 nos vino amenazar Adán Torres Plascencia, trajo hasta estatales, que probablemente que les va a dar derecho, porque entonces vino un señor jefe de zona... Es el que levantó el censo allá y nos regañamos también con él, porque querían levantar de nuevo el censo. Porque nosotros tenemos el censo básico original y en la resolución presidencial no aparecen los del rancho, ni en el acta aprobada, ni en el plano aprobado..., nada. Bueno, ya entonces ya vino, le digo: “Pues mire usted, ¿ya no tiene ningún carácter de derecho esta resolución que tengo? Quiero que usted me diga, ¿ya no tienen validez estos fundamentos [que] están con apego a su primera y segunda instancia?, porque yo vaya a entregar, porque vivo yo engañado, porque el señor presidente de la república me la puso en la mano; ¿por qué desvanecen este asunto?” “No –dice– está firme eso, únicamente queremos que ustedes no se vayan a pelear, que se vayan a matar...” Dije: “Pues no traía orden de desalojarlos, ¡ya habían levantado acta! Por eso a mí me culpan que soy el líder de acá”. Entonces le digo a los señores que estaban conmigo: “Miren, les dicen que no firman nada de esa chingada acta, si quieren que nos lleven, ¡que nos lleven!; tenemos en la mano el derecho, ¿y qué nos hacen?, nosotros no nos introducimos en el terreno, ¡ya lo tenemos!...” Vino el licenciado Vicente Aguilar12 de Puebla, trajo gobierno, trajo estatales... hartos. También vino un promotor agrario de Chiautla. Bueno, convocaron, ya habían levantado el acta; entonces entró el jefe allá a averiguar con un nieto mío, estaba sentado en la silleta y me dijo: “Siéntese

Se refiere al año de 1982. 12 Vicente Aguilar Camargo era entonces jefe de la Promotoría Agraria en Chiautla y se caracterizó por corrupto y represivo. 11

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La cosecha, grabado en madera, Aranda.

usted señor”. “No –le digo–, siéntese usted... Mire jefe, yo comprendo [a] los señores del pueblo; para evitar confusiones, todavía les vamos a dar un pedazo de terreno de Tepozmatla, pero no quieren recibir, quieren muy acá”. Le digo claramente: “Aquí no vamos a permitir, ¡nada importa que nos maten!; porque tienen una compraventa; ’ora no [se] les dio posesión a ninguno, se metieron como intrusos y yo no quise pelear, no quise meter mi gente a la brava, porque comprendía que iba a correr sangre”. 76

Don Irineo Espinosa Sánchez

Yo tramité al centro de la ley, como dice la Constitución general de la república: “Nadie se puede dar justicia por sí mismo, sino mediante juicio seguido ante los tribunales abiertos para impartir justicia”. Así lo hice, y éstos se introducieron y se hicieron dueños; les repartió el inspector de ellos, pero posesión no lo tienen, ninguno se los dio. De todos modos, ’orita se metieron y ya vienen abarcando todo el ejido... y no tiene efecto esa restitución. Al verse quedado en el mismo lugar que compraron, más tarde va a venir otro conflicto, otro pleito, no lo permitiremos para nada. No firmamos, así se fueron... Nosotros nos metimos al terreno. Digo, nada importa, si trajeron orden presidencial, ¿por qué no nos llevaron? ’Tan mirando, le quieren tapar el ojo al macho..., porque nos ven chivitos que saben que andamos brincando los tecorrales. También tenemos ojos, ¡bah!, ahí tiene usted el caso, pues nos permitimos, los metí. Cercamos ahí, hasta ganado nos dio el gobierno. Pos tumbaron, mataron un animal y mismo ellos se entregaron; abrían el corral a las cinco de la tarde pa’cer daño. Y un señor que no quería entrar con ellos, también los descubrió a la hora que metían el ganado y lo vinieron a matar en su milpa, porque no iba a favor de ellos... Bueno, ése también fue contrario de ellos. ’Ora otra vuelta ya cercamos, ’ora ya parece que ya quedaron. Ya entonces, en el año de 1945, [nos] dieron la posesión definitiva por resolución presidencial de don Manuel Ávila Camacho; la resolución presidencial, el acta de posesión y el plano aprobado. Entonces nosotros [estamos] dentro del censo básico original, ellos no están. Nos dieron esa posesión en el año, no quedaron conformes, pidieron revisión a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, contra actos del ciudadano presidente de la república, contra actos del jefe del Departamento de Colonización,13 contra actos del gobernador del estado, contra actos del delegado de Puebla

13 Se refiere al Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, tiempo después Secretaría de la Reforma Agraria (SRA).

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y del ingeniero que me dio la posesión a mí como tercer perjudicado. Las autoridades responsables rindieron sus informes previos justificativos: que el pueblo [de Ayoxustla] tiene derecho. Entonces me notificaron en México a la Suprema Corte de Justicia, a ratificar la fecha y forma del despojo. Fui a ratificar y en su acuerdo pleno dijo el presidente de la Suprema Corte de Justicia: Una vez que ya fue reconocida una sentencia definitiva, no hay violación contra ella, quedando firme; porque se declaró desierto por las constancias presentadas de la fecha y forma de despojo, ya no se puede transformar la opinión pública [y] el principio de primera autoridad de cosa juzgada, se sobresee y es de sobreseerse este juicio de garantías, [promovido] por los inconformes, porque también el señor presidente de la república es la suprema autoridad agraria que pone fin a su expediente restitutorio.

Ya no hay ninguna autoridad que pase por encima de esta resolución decretada, porque fue decretada y fue publicada en el Diario Oficial de la Federación en México, Distrito Federal. Los señores se apersonaron al expediente de tramitación, fueron oídos y vencidos. Desde esa fecha ya no tienen ningún recurso legal ordinario, ni pueden promover juicios de amparo. Terminó. Pero como éste viene a dar y a no respetarlo, ahí lo estaba haciendo la Reforma Agraria, pero ¡no se puede!, ¡no se puede!, es una resolución. Sí [el mismo] señor presidente [de la Agraria Mixta] me dice que no sirve, ¿cómo puede ser eso? Yo le contradije y le dije: “Mire, señor Adán, cuando usted va a tomar un puesto, ya vinieron ahí que los respaldan, ya llegando se olvidan de nosotros... Aquella comunidad cumplió con la ley al juzgar; a usted la ley le sirve de comercio”. Yo se lo dije, así está el asunto señor. Ya entonces nos dieron la posesión y ahora entramos y siempre anduvieron sobre nosotros. Le digo: ¡No vamos a rajarnos! 78

Don Irineo Espinosa Sánchez

Zapata y Jaramillo, grabado en madera, Aranda.

Mira, le dábamos aquí porque ese terreno de Fidel Nájera lo estábamos pagando, [pero] él está siembra y siembra y no lo paga. Me pensé, para evitar males, vamos a darle tal parte, pero no querían recibir, querían donde “compraron”, pero estamos comprendiendo –a mí no me engañan–: con el tiempo ya nos morimos los viejos, va a haber conflicto entre muchachos. ¿Quién tiene la culpa? Nosotros, por andarnos metiendo. Ahí tenemos en Pilcaya, también está restituido, está con apego, [pero] allá no hay esas constancias, no tienen título, porque [en] Pilcaya habían vendido terrenos los viejos de antes. 79

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

Fui sufridor de la revolución...

¿Que si yo fui zapatista?14 No señor, pa’qué te voy a engañar; fui sufridor de la revolución, por eso me dijo aquí cuando vino el señor gobernador Toxqui, preguntó también, dijeron que fue otro de Chiautla, a ése le dieron dinero. Eso no lo vide. Yo me doy cuenta de los que firmaron. Me dijo: “¿Usted no fue revolucionario?” Le digo: “No señor, fui sufridor de la revolución, me doy perfectamente cuenta”. Entonces dice mi compañero Pedro: “Hubiera usted dicho que fue revolucionario”. “No –le digo– me van a pedir cuentas [si] estuve en los combates, ¿y con qué voy a probar? Me verán que estoy mintiendo, dirán que soy chismoso. A mí no me interesa el dinero, yo sé declarar la pura verdad”. Ya declaré todo el asunto, no fui revolucionario, pa’qué voy a decir que fui revolucionario; me doy cuenta, sí, porque anduve, pero no fui revolucionario, ¡sí señor!; porque yo, probablemente, cuando estuvo el asunto aquí en Xochimilco, también vine, entonces cuando se conferenciaron Zapata con este... Villa, conferenciaron y todo..., hablaron y se dieron un abrazo. Ya nos vamos compañeros a seguir nuestra misión. Si Dios nos presta la vida, peleamos pa’la nación; las promesas de Madero sólo fue una ilusión, hoy me toca por el norte y te toca por el sur, prepara toda tu gente para la revolución.

14 Para don Irineo Espinosa, ser zapatista o revolucionario significaba haber empuñado las armas al lado del general Emiliano Zapata. Para él ser simpatizante de la revolución, en su carácter de “pacífico”, no le daba el derecho de considerarse revolucionario o zapatista.

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Don Estanislao T apia Chávez Tapia (1901-1998)

Don Estanislao Tapia Chávez

Semblanza1

En los tiempos de la revolución de 1910, muchos niños campesinos se convirtieron en soldados. Estos niños que temprano se hacían hombres no tenían muchas alternativas, pues no había escuela para la gran mayoría de ellos, muchos trabajaban desde los cinco o seis años, junto con sus padres en las haciendas; no es de extrañar, pues, que contando apenas con diez o doce años se fueran a la revolución siguiendo a algún jefe local o a sus propios parientes revolucionarios. Nadie se asombraba por esto, porque otra cosa que podía suceder es que se los llevara la leva del gobierno a otras regiones del país. Los veteranos zapatistas, que felizmente aún viven, fueron en los años de la revolución niños soldados; don Estanislao Tapia Chávez fue uno de esos niños revolucionarios. Pero la singularidad del ejemplo de don Tanis radica en que a sus 96 años sigue luchando al lado de las nuevas generaciones por los ideales zapatistas. Estanislao Tapia Chávez nació el 7 de mayo de 1901, en el poblado de Huaxtla, municipio de Tlaquiltenango. Sus abuelos procedían de Chiautla, Puebla, y habían emigrado

Don Estanislao Tapia Chávez falleció, a punto de cumplir 97 años de edad, el 9 de marzo de 1998 en el ejido Cliserio Alanís del municipio de Jiutepec, Morelos.

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

a Huautla, Morelos, para trabajar en las minas. Su padre, Ruperto Tapia Ramírez, era leñador al servicio de la mina de Tlalchichilpa; su madre era la campesina Arnulfa Chávez Riquelme, quien debido a una enfermedad perdió la vista. Cuenta don Estanislao que a la edad de diez años –todavía en la fase maderista de la revolución en Morelos– se separó del regazo materno para incorporarse a las filas del entonces coronel Benigno Abúndez, que operaba bajo las órdenes del general Próculo Capistrán, en la región sur del estado de Morelos y en los límites de esta entidad con Guerrero y Puebla. Don Estanislao militó con varios oficiales zapatistas, y participó en importantes batallas contra el porfirismo, contra Madero y contra Huerta y Carranza. Estuvo presente en Ayoxustla, Puebla, cuando se firmó el Plan de Ayala, y en Chinameca, cuando se consumó la traición de Guajardo contra el general Zapata. Después de la muerte del general Zapata, con su grado de teniente coronel de caballería, permanecería en los cerros combatiendo al carrancismo hasta que, en 1920, varios generales zapatistas llegan a un acuerdo con Obregón y llaman a la reunificación revolucionaria. Don Estanislao conoció a Rubén Jaramillo cuando éste fue consejero en el ingenio de Zacatepec y participó en las luchas cañeras que llevaron a Jaramillo a su primer levantamiento armado en 1943. En 1979 fue miembro de la dirección nacional del Movimiento Nacional “Plan de Ayala” (MNPA), dirigido por Mateo Zapata, hijo menor del general Zapata. En ese mismo año fue uno de los promotores de la lucha contra el traslado de los restos del general Zapata de Cuautla a la ciudad de México. Junto con otros veteranos zapatistas, como Félix Garduño, Heriberto Salinas y Felipe Ramos, don Estanislao abandonó el MNPA, debido a que los hijos del general Zapata se sometieron a los mandatos del gobierno y estuvieron de acuerdo con el traslado de los restos del general a la capital del país. “Duele el corazón –solía decir el viejo revolucionario– por la forma en que ese hombre (Mateo Zapata) deshonra a su padre...” En 1981, varios de los veteranos que se separaron del MNPA formaron la Federación Nacional “Plan 84

Don Estanislao Tapia Chávez

de Ayala”, de la cual don Estanislao fue nombrado secretario general. En 1982, el Partido Socialista Unificado de México (PSUM) lanzó la candidatura de don Estanislao Tapia a la gubernatura del estado de Morelos, bajo el lema: “Ser zapatista es ser socialista”. Actualmente (1995), don Tanis –como cariñosamente le llaman sus compañeros– es miembro activo de la Unión de Pueblos de Morelos y de la Coordinadora Nacional “Plan de Ayala” y, en los últimos años, ha encabezado la marcha nacional campesina que cada año se realiza en la ciudad de México, el 10 de abril, en homenaje al general Zapata, en el aniversario de su asesinato. En agosto de 1994, don Tanis viajó a la selva Lacandona, y entregó a la presidencia de la Convención Nacional Democrática (CND) una copia del Plan de Ayala ratificado con las firmas de un grupo de supervivientes zapatistas, “para que lo defiendan y lo mejoren si es necesario...” Después de esto, don Estanislao y el exlugarteniente de Jaramillo, Félix Serdán, se convirtieron en símbolos de la CND, durante y después de sus trabajos en Aguascalientes, Chiapas. Al regresar de la Convención, don Estanislao exclamó que le había parecido “maravillosa” y al referirse al subcomandante Marcos afirmó que le pareció “un hombre muy inteligente”. La más reciente participación de don Estanislao fue en la marcha nacional campesina y popular que se realizó en la ciudad de México el 10 de abril de 1995, convocada por las principales organizaciones campesinas nacionales independientes. La militancia ejemplar de don Estanislao Tapia simboliza los ideales de libertad y justicia para el campesinado y el pueblo de Morelos, de México y muchos países hermanos.

Cómo conocí al general Zapata2

Tuve el honor de tratar al general Emiliano Zapata, llevándole, cuando era yo chamaco, la comida a un cerro que se

2 El presente testimonio se integró con base en varias entrevistas a don Estanislao Tapia Chávez, la primera de ellas se realizó en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, el 4 de junio de 1991.

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

nombró El Jumilar, entre los límites del estado de Guerrero y Puebla. Allí, yo le llevaba las tortillas y el agua para la gente que estaba con él. El general bajaba a comer a la casa de una tía mía que se llamaba Cesárea Chávez Riquelme, en el paraje de El Reparo, municipio de Atenango del Río, Guerrero. Aquí, en este lugar, estuvo como dos meses y medio; pero después de allí se fue al estado de Puebla, al punto ese que se nombra Ayoxustla, donde dictó el general Zapata el Plan de Ayala, y que ahí mismo fue firmado.

El Plan de Ayala

Esto fue en el año 1911... Lo elaboraron dos... tres veces, no quedando a gusto el general Zapata por algunas razones que no le parecían. Él se reunió con un compañero y el finado Otilio Montaño en un barranco, ya fueron a avalarlo y a ponerlo en un estado más especial. Ya que fue especializado, el general Zapata le dijo al general Montaño: “Hazme el favor de leer este su plan a los compañeros”. Ya leyó el Plan el general Otilio Montaño y le pareció muy bien. “¿Qué les parece?” dijo, contestaron que está muy bien. “Bueno –dijo–, si les parece bien esto: el que no tenga miedo que pase a firmar”. Y ya hicieron firmar el Plan. Yo, ese plan que formuló el general Zapata, lo conozco porque fue acá, en Puebla; el que no conocí fue el de San Luis, con el presidente Madero. Entonces yo doy razón de eso y digo que no todos los coroneles y generales [zapatistas] están firmando en el Plan de Ayala. Hay generales que están sin firmar el Plan que se firmó en Ayoxustla porque no estuvieron ahí..., no se por qué. Ahí lo firmó un tío mío que se llamaba Julio Tapia; entonces no se ponía el apellido de la mamá, nomás el puro apellido del hombre, no verá usted ahí en el Plan de Ayala que tengan el segundo apellido, nomás el del papá.3

3 Cuando el general Zapata convocó a la reunión de Ayoxustla, Puebla, don Estanislao Tapia ya se había dado de alta como soldado del Ejército Libertador del Sur, bajo las órdenes del general Jesús Capistrán y del coronel Benigno Abúndez. A don Estanislao le tocó participar en el sitio y toma de Jonacatepec y Cuautla en mayo de 1911. Relata que del cuartel de La Carbonera (situado ya en el estado de Guerrero) partieron a caballo hacia Ayoxustla.

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Don Estanislao Tapia Chávez

Cómo me incorporé al zapatismo

En el año de 1911, cuando tenía 10 años, fue mi primer salida que me dio la revolución. Resulta que como me jui con el coronel [maderista] Benigno Abúndez, que fue mi primo hermano, mi madre tenía la confianza de su sobrino de irme a recoger y lo regañaba, porque yo era chamaco: —¡Hombre, para qué consientes a este chamaco!, ¿para qué lo quieres? —Bueno, tía —contestaba— qué quiere usted que haga, yo tampoco lo puedo correr. —Bueno —le decía mi madre—, me lo voy a llevar. Y entonces yo tenía que volver a casa. Yo fui el único hombre en la familia de mis padres y mi padre ya estaba muy anciano, era yo el único que desempeñaba para mandaGeneral Benigno Abúndez. ditos en aquel entonces. Por eso me iba a recoger mi madre. ¿Sabe por qué me iba yo?, por un caballo, por un caballo que tenía muy bueno que me había comprado mi padre, y cada vez me lo querían quitar los zapatistas. Resulta que había un coronel que se llamaba Aurelio Téllez, y con ése andaba un primo segundo mío, Juan Vara Tapia. Él pasaba por la casa y me decía: “Préstame tu caballo, yo me lo llevaré; si se adelgaza, yo te lo vuelvo a pasar a dejar y tienes el gusto de volverlo a montar; si se lo llevan otros compañeros te lo dejan por allí, y se hace un año y no lo ves. Conmigo tienes esperanzas de que va a volver a tus manos, o sea, por temporadas...” Y yo le decía: “Mira pariente, déjamelo tan siquiera otros ocho días”. “Bueno –me decía– te lo voy a dejar”. Pasaban de nuevo los ocho días o quince días y volvía a insistir de nuevo, volvía a insistir: el caballo. El caballo era bueno..., era bueno. Ya volvió a pasar el pariente, y que me dice: “Hermano, ya que te lo dejaron, me lo llevaré”. Tres veces sucedió eso y la tercera vez que pasó me dijo: “Me das el caballo o te 87

Cuatro testimonios de veteranos zapatistas

vas conmigo...” Le digo: “’Mano, el caballo no te lo doy, me voy a ir contigo”. Pero como ya digo, mi mamá me iba a recoger aquí [o] al estado de Puebla, donde estábamos, donde estaba mi primo hermano. Entonces me dice: “Mira, que no te vaya a buscar mi tía, entonces vamos a tomar otro rumbo... Te voy a presentar con el general Pedro Saavedra, acá en el Estado de México”. Yo dije: “Bueno, pues... ¡ándale, pues!” Y me presenté con el general Saavedra. Había con el general hartos chamacos, así que nada dijo; donde quiera había chamacos [para] los mandados, jugábamos y cuando nos necesitaban nos buscaban; con los grandes no nos podíamos igualar. Colaborábamos en los ataques a las haciendas llevando bombas en morrales de cuero, llevábamos un cigarro prendido y encendíamos la mecha y tirábamos donde estaba el enemigo. Aventábamos dos o tres bombas y corríamos luego para donde estaba la salida, de a dos... En esa época vinimos dos veces a la hacienda de Treinta. De esta misma hacienda, años más tarde [1914], sacamos a Flavio Maldonado, coronel huertista, que antes de que lo fusilaran mató a su mujer y a su hija para que no se las llevaran los zapatistas. Entonces ya es lo que aconteció. El fin que tuvo ese caballo fue que me lo mataron en Texcoco, se me cayó en esta pierna [la derecha], el balazo con que mataron a mi caballo me pegó en el tobillo del pie izquierdo, y jue el único que tuve; fue bala buena, porque si no, me desbarata el hueso. Así ya seguí después..., nada que estuve yo yendo a la revolución solamente por temporadas. Mi padre era hombre que estaba muy anciano, ya era un hombre de edad, mi padre duró 122 años sobre la Tierra. Claro que entonces ya estaba el hombre agotado y yo el único hombre que se desempeñaba allá en la familia, nada más que yo, y cada temporada decía Zapata: “Viene el temporal, el que quiera ir sembrando puede ir [y] llevarse la carabina o dejarla encargada, o como quiera; tiene la plena libertad de ir a sembrar a su casa”. Me beneficiaba eso porque yo tuve que ir a ayudar a mi padre; cada temporada yo tuve que ir a sembrar. 88

Don Estanislao Tapia Chávez

Zapata dijo: “Porque se va a acabar lo de la hacienda, se va acabar lo que tiene la hacienda porque la vamos a maltratar. Si nosotros cuidáramos lo que tiene la hacienda, nos alcanzará para terminar la revolución, pero como no vamos a cuidarla –dice–, va haber necesidad de que después comamos de lo que trabaje el pueblo. Entonces, el que quiera sembrar puede ir, nosotros como quiera que sea vamos pasando, aunque sea arrastrando la carabina”. Así, por eso, muchos no me han de ver, no se han dado cuenta de mí, porque yo temporalmente me iba a mi casa estando con Saavedra.

Por qué dejé al general Saavedra

Después que estuve con Saavedra me pasé con el general Marcos Moreno, por el año 1914. Con ese general permanecí un poco más; era de Guerrero, controlaba la zona en Guerrero, casi no hubo combates. Me pasé porque no me pareció el modo de entender del general Saavedra. Yo era escuincle, pero yo siempre supe respetar a la gente y a las jóvenes. Pero el señor éste era enamorado, tenía nueve mujeres, y una en cada casa, como hombre que tenía mucho dinero, fue uno de los primeros que avanzó y aprovechó lo de las haciendas, era general de la revolución de 1910. [Cuando] sus soldados le decían: me gusta la muchacha fulana, [el decía:] bueno, si no quiere, te la traes. Y así, eso no me gustó a mí, no me gustó que le había dado esa libertad a sus soldados. También estuve con otro jefe, le decían El Pantalones, se llamaba Juvencio Rodríguez, andaba con un coronel que se llamaba Federico Salgado. Ese Pantalones, hombre muy valiente, se hizo amigo conmigo, hombre bueno éste. Después me incorporé con uno que le decían El Coyote, se llamaba Benjamín Rodríguez; anduve aquí en Guerrero y en el Estado de México, y después estuve por allá por Iguala. General Pedro Saavedra. 89

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El que me dio la firma [de hechos de armas], precisamente, fue Marcos Moreno Salgado y un general que se llamó Mariano Ramírez Cortés, y un coronel que se llamó Santos Delgado Catalán, del estado de Morelos... Ahí que pues, en ese sentido, pasé años en guerra intestina..., intestinos de la revolución, yo nunca me rajé.4 Anduve con varios jefes, ése es el motivo de que no podría decirle [que] permanecí tantos años con el general fulano o con el general mengano consecutivamente. Ya digo, cada año venía a la casa de mis padres a trabajar, a poner la mata de maíz. Mi padre ya estaba avanzado en edad, además tenía la enfermedad..., parece que el frío, creo; anduvo varios años con muleta. Mi padre tuvo herencia de mi abuelo, porque mi abuelo tuvo mucho ganado en Huautla, pero se acabó por la enfermedad... ¿Por qué varios hombres no saben mi nombre? Porque yo ya no me revolví ni andaba yo mucho tallando con ellos. Yo fui orgulloso, el nombre mío no lo conocía mucha gente, me conocían más por apodo, porque en la revolución todos teníamos apodos; me pusieron de apodo El Buitre, casi nomás me conocían por El Buitre. Por eso muchos hombres tal vez no se dieron cuenta, si les pregunto que si conocieron a Estanislao Tapia, si se acuerdan de mí, de ese nombre no se acuerdan... mucha gente pues, no conocía mi nombre. El coronel Amado Mendoza me conoció y el coronel Pablo Ariza me conocía muy bien, era de Huautla, de los primeros que murieron.

En apoyo a la división del Norte

A combates con el general Zapata (fuera de Morelos y Puebla) solamente fui a Celaya; iba el general Saavedra y también el general Marcos Moreno Salgado, porque cuando se hablaba de un combate serio el general [Zapata] mandaba a traer a todos los jefes, todos los generales; íbamos de ahí con el que

4 Después de la muerte del general Zapata, don Estanislao Tapia fue de los zapatistas que no se rindieron y permanecieron por más de un año formando guerrillas contra el gobierno, hasta que varios generales zapatistas llamaron a la reunificación revolucionaria en 1920.

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nos tocaba encabezando el grupo de cuatro mil hombres. Nos aventaron en el tren para ir a Celaya; yo iba con el coronel Juvencio Díaz e iban otros generales como Pioquinto Galis y Genovevo de la O. En Celaya mataron a un primo hermano mío que se llamaba Trinidad Tapia García, que tenía un caballo que lo montaba Félix Rivera. Se cuenta que el general Francisco Villa tenía un general que se llamó [Felipe] Ángeles, fue un gran artillero; ése manejaba el cañón y donde lo ponía, ponía la mira y la bala. Le dijo Ángeles [a Villa]: “Mi general: allí está Obregón –estaba a media plaza, mucha gente que había allí–, ¿le descargamos la metralla?” “No, nomás vamos a dejarles una señal de que vinimos”, le dijo Francisco Villa: “Túmbale una mano”. Pues fue tan bueno [Ángeles] que puso el cañonazo y nomás le tumbó una mano... Allí la guerra duró una noche y un día, pero no se tomó la plaza.5 Tuve el ascenso de teniente coronel de caballería, firmado por el general Emiliano Zapata y Pedro Saavedra, como a los 15 o 16 [años], porque como los combates fueron rápidos, en menos de un año el general Zapata limpió todo el huertismo aquí en Morelos. En el año 1915 [fue] la entrada a Cuernavaca, que fue por el lado de El Polvorín, con el general Ignacio Maya, por ahí por una calle colorada, un combate muy fuerte.

De las intrigas a la traición de Chinameca

La última vez que tuve yo el honor de ver [al general Zapata] fue cuando lo mataron; fue en Chinameca. No anduve yo consecutivamente con él, solamente por tiempos nos juntábamos

5 Este vago recuerdo de don Estanislao se refiere a la batalla de Trinidad, cerca de León, Guanajuato, entre las tropas de Obregón y las de la Convención de Aguascalientes, encabezadas por el ejército de la división del Norte. Los combates duraron desde finales de abril hasta principios de junio de 1915, con una derrota total de los villistas. Aquí fue donde el general Obregón perdió un brazo. Don Estanislao recuerda que entre los generales que envió Zapata para reforzar a la División del Norte en Celaya, figuraron Pedro Saavedra, Marcos Moreno, Pioquinto Galis, Benjamín Rodríguez y el coronel Federico Salgado. Afirma que también participaron en los combates de Celaya tropas zapatistas del estado de Puebla de la división Mendoza.

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cuando nos mandaban a traer. Con el que frecuentaba un poco más fue con el general Benigno Abúndez, primo hermano mío. Entonces ese trayecto lo pasamos así hasta llegar a la fatalidad del general Zapata, pues murió y fue aquí en Chinameca; y yo, a mí me consta que yo lo vi cuando él ya se dispuso para ir a hacer frente a Guajardo. Se le daban muchos consejos al general Zapata, varios le decían: “Mi general, tenga mucho cuidado, de este hombre hay indicios de que lo va a traicionar...” “Quién sabe –decía–, no saben ustedes, tienen miedo...” Lo endulzó primero, y para probarle que se voltió con él con todo ánimo y decisión, entregó primero 60 hombres que cargaba este general que se nombró Victorino Bárcenas, el cual entendí que fue el Judas Iscariote, porque primero fue zapatista y después carrancista y colorado, y ese individuo siendo zapatista se voltió con el enemigo y fue de los colorados de Guerrero y volvió de nuevo a reconocer al zapatismo y se pasó de nuevo con el general Zapata. No sé qué cosa tendría el hombre... porque el general Zapata no lo desconoció, después de ser compañero y después contrario, volvió entonces para hacer precisamente el plan para entregar al general Emiliano Zapata.

General Jesús María Guajardo

Hubo de hecho una intriga en esta forma: Esos traidores, como Victorino Bárcenas, se apoyaron con unos generales compañeros de la revolución; esto provocó la muerte de hombres como el general Otilio Montaño, Domingo Arenas, Lorenzo Vázquez y Jesús Salgado. A todos estos hombres la intriga los asesinó. Malos informes, y precisamente los malos informes vinieron de este Judas Iscariote, de ese Victorino Bárcenas. Fue criollo de Tlapa, Guerrero, tenía algunos jefes valientes, entre ellos un coronel que se apellidaba Góngora, ése era el que le limpiaba la cara a Victorino BárGeneral Jesús María Guajardo. cenas. Él –Victorino Bárcenas– se 92

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tenía por valiente, pero era valiente a lo tarugo: cuando se trataba de un combate, [decía:] “A ver compañeros, ¿cómo están las cosas?” “Bueno, muy bien... vamos a los hechos.” Se aventaba el sombrero pa’trás, en un caballo moro que tenía chaparroncito –era altote él, varejón–, casi cruzaba los pies del caballito, era de mucha ley el caballito. “¡El que quiera venir conmigo que se venga!” Se le pegaban cinco, seis, siete hombres y no más los que iba a dejar. A poquito veía uno, una hora y media, ¡ahí viene Victorino Bárcenas!... Ahí viene, fue a llevarse a la bolita, ahí viene Victorino Bárcenas, se ve entre la polvadera, nomás viene a llevarse a la bolita. Ahí viene con el sombrero pa’trás y dejó cuatro o cinco...

Cómo murieron algunos generales

Buen planeador fue el general Amador Salazar, por eso lo quiso bastante el general Emiliano Zapata. Fue su primo hermano, él fue un hombre muy valiente y muy planista, por eso mucho lo estimaba y lo traía donde quiera, ¿verdad?; hombre muy valiente, lo mismo que Felipe Neri, [al que] le decían El Sordo... ¡Fíjese!, que de por sí era valiente y luego que era sordo. Luego estaba el combate, estábamos formados: “Mi general... lo van a blanquear a usted. No, no entre por ahí... –le decía la compañía, pero como no oía nomás decía:– ¿Dónde están esos vales...?” A ése le dieron un balazo en Yautepec, cuando sacaron ya los carrancistas, y se vino a que lo curara el doctor José Parres, y no murió. Al general Felipe Neri lo mataron en emboscada y lo mató un capitán de Antonio Barona, apodado La Guacha, por una mujer, una querida. Felipe Neri fue sepultado aquí en el pueblo de Amatlán, municipio de Tepoztlán, ahí donde decían que había una campana de oro. Es un pueblito que está pegado a la sierra, ahí [fue] sepultado en la parroquia, en el muro acondicionado. Lo mismo que el general [Cliserio] Alanís, lo mataron en una emboscada en Atlacomulco, por una querida, y a muchos hombres, así..., la misma gente de nosotros los zapatistas; sí, le pusieron una emboscada y todavía le tumbaron el caballo y tirado mató a dos. [Alanís] fue criollo del pueblo de Jiutepec. 93

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Así las cosas, entonces. Es cansada mi razón porque son muchas, mucho tengo que decir.

Conocí a muchos generales...

Conocí muchos generales, conocí al general Pedro Saavedra, al general Genovevo de la O; a los generales Pablo Cabrera, Encarnación Díaz y Jesús Castillo, de Guerrero; al general Benjamín Rodríguez, alias El Coyote... (era muy enamorado); al capitán Juvencio Rodríguez, que andaba con el coronel Federico Salgado y el general Lorenzo Vázquez; conocí al general Marcos Moreno Salgado, de Iguala y a un coronel que se llamó Juvencio Díaz; al general Francisco Alarcón, de Jojutla, y a José Rodríguez, alias El Ranchero; también conocí al coronel Pascual Barreto (de Tlaquiltenango) y a un tal general Marcelino (de Jojutla) y varios generales más, como son: Francisco Méndez, Otilio Montaño, Francisco Panchito Pacheco, Julián Gónzalez, Margarito Aguas; el coronel Eliodoro, del estado de Puebla; y de allí al general Sosa; General Genovevo de la O. también conocí a Marcelino Flores, a Julio Gómez (de Copalillo), a Pablo Cruz, Santos Delgado y a Efrén Mancilla. Del estado de Puebla era el general Francisco Mendoza; ése tenía la línea de fuego ahí en Tepexco y también conocí a Isaac Cruz, Próculo Capistrán, Lorenzo Vázquez, Domingo Arenas; y a los que trataron directamente al general Zapata, al doctor José Parres, que curaba los heridos del general Emiliano Zapata, y al general Pablo Torres Burgos, que fue asesinado cuando apenas comenzaba la revolución, en el cerro de El Chiquihuite, entre Villa de Ayala y Temilpa. Otros fueron Aurelio Salazar, Gabriel El Mañaca, Antonio Rangel, del estado de Morelos... Había muchos generales..., los nombraba el general Emiliano Zapata. También conocí al general Eufemio Zapata; a su sobrino, el general Mauricio Mejía; al 94

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excarrancista Antonio Paniagua; al general Camilo Duarte, de la Villa [de Ayala]; a Catarino Perdomo, ése sí fue valiente, no como Elpidio; al coronel Leandro Arcos, éste fue de los primeros que se lanzaron a la revolución, estuvo preso y ya nunca supe de él; a Bonifacio Gaspar, a éste lo mataron en Jonacatepec; al general Margarito Aguas lo sacamos pero al coronel Bonifacio Gaspar ya no: lo quemaron los del gobierno, ahí fue donde se revolvió la gente, y un zapatista mató a puñaladas a un carrancista. De los del norte, pues conocí al general Joaquín Amaro, le decían El de la Arracada; y al general Francisco Villa lo conocí en Xochimilco; a otro general, pero ése fue carrancista, ése lo mataron en el cuartel de Benigno Abúndez, se llamaba Antonio Paniagua, pero se volvió con el general Zapata, murió en el cuartel general de Benigno Abúndez, en Las Carboneras. Allí lo mató el asistente de él, un hombre que le decían El Diablo, se llamaba Camerino, y mató a Antonio Paniagua que fue contrario primero, pero después se pasó con el general Zapata y ahí murió. El excoronel Félix Garduño con don Estanislao.

¡Qué corazón de hombre el del general Zapata...!

Pues de principio la gente estaba muy contenta y nos ayudaba bastante, nos llevaba la comida; solamente ya al último, al término de la revolución, que anduvimos escondiéndonos..., pues ya comíamos muy poco tortillas, a los ocho días, 95

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a los quince días. Pero en la época de la revolución le llevaban al general Zapata los costales llenos, ésos de a cien kilos, llenos de tortillas, pero cuando llegaban ya estaban verdes las tortillas y así teníamos que comerlas, pues el hambre es canalla pero más el que la aguanta, sí. Entonces empezaba a repartir mi general, acababa de repartir y hasta la última tortilla y él sin nada. El general Zapata comía cuando algunos de los muchachos inteligentes cargaban sus morrales con carne, con queso, con lo que se agenciaba por ahí (él al terminar de repartir se paseaba, prendía un puro y se paseaba). “¡Mi general, quiero hablar con usted!” decía. “Vale, ¿que traes algo, traes algo?” “Sí, mi general, mire...” Allí comía. ¡Qué corazón de hombre del general...! Muy amable con el pueblo, quiso mucho al pueblo. Nuestra consigna era luchar y siempre luchar por que el pueblo recibiera sus propiedades de la tierra y agua. Ésa fue principalmente la del tratado que hizo con el Chato Madero, cuando le llamó la atención que dijo que quería ser presidente de la república. El general Zapata dijo: “Bueno, yo lo ayudo para que sea presidente de la república y sacar a Porfirio Díaz, siempre y cuando se cumpla esto: le voy a pedir que tiene que regresar la tierra de Morelos y de todos los hogares de Guerrero y Puebla a sus legítimos dueños, porque los dueños de la tierra somos los del pueblo. Siempre que usted cumpla eso lo ayudo”. Pa’ pronto le aceptó el Chato Madero; con el propósito de llegar a presidente de la república, lo aceptó. Pero como también él había sido hacendado, también tuvo que haber aplicado algo después, se le amotinaron los suyos, ¿verdad?, españoles y secuaces digamos, ¿no?, reclamándole que por qué había hecho ese compromiso... Pero como ya estaba con una mano en la presidencia, pues él se rajó, ahí se desdijo, ya entonces aceptó que ya iba a echar ese punto de que las tierras ya no fuesen regresadas a sus legítimos dueños. El [general] siempre nos hablaba antes de entrar en combate, nos recordaba los ideales por los que combatíamos, por los pueblos, por la tierra, el agua, la justicia y la liberación... 96

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Dos corridos para el general Zapata

Don Estanislao Tapia también fue trovador y corridista. Aquí reproducimos dos corridos que todavía conserva grabados en su lúcida memoria y que aún los canta.

Corrido al general Zapata (Compuesto por Jesús Zardaneta)6 Voy a cantar un corrido que vale más que la plata, los versos son dedicados a mi general Zapata. Zapata tomó las armas en el feliz mes de enero, para ayudar a la causa de don Francisco I. Madero. Zapata estuvo ayudando a Madero en sus afanes, para que bien con despacio rectificara sus planes. Pero Zapata mirando que el tiempo ya se pasaba y que bienes y promesas de eso ya nunca se hablaba. Ya perdida la esperanza, al águila batió su ala, Zapata tomó las armas y proclamó el Plan de Ayala; y dijo: si Madero olvidó el Plan que enarboló en su bandera

6 Jesús Zardaneta Palacios fue originario de Huautla, municipio de Tlaquiltenango, Morelos. Compuso varios corridos y don Estanislao afirma haberlo conocido en 1913.

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yo sí cumpliré el de Ayala aunque perezca en la guerra. Eso dijo este valiente y su estandarte tomó y con valor y fervor en Morelos combatió. El grandioso Plan de Ayala nos lo cumplirá Zapata con sus triunfos de Morelos, de Guerrero y Cuernavaca. Él tuvo varios combates, como soldado valiente, animaba con su ejemplo a los jefes y a su gente. Como Juan Francisco Méndez, lo mismo que Salazar y don Panchito Pacheco juntos iban a pelear. Genovevo de la O, cuyo nombre no es extraño, Fortino Ayaquica es otro valiente como Montaño. Milpa Alta, Jojutla y Chalco, Jantetelco y Atencingo, Juchitepec, Tres Marías, Topilejo y Tepalcingo. Estos puntos recorrieron combatiendo sin igual, hasta llegar triunfantes a la hermosa capital.

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En los tres puntos del sur hoy lo quieren con lealtad. porque nos da la justicia, paz, progreso y libertad. Muchos decían que Zapata nos atraería graves males, que entrando en la capital se verían barbaridades, pero todo fue mentira, nadie lo puede negar, porque entraron muy correctos soldados en general, dieron garantías al pueblo para mostrar su lealtad, dando así fama y honor a su digno general. Viva el general Zapata, viva su fe y su opinión, porque se dispuso morir por su patria, como hijo de la nación.

Los corridistas, grabado en linóleo, Aranda.

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Corrido de la muerte del general Zapata Isaías Alanís 7 Nobles conciudadanos, honrados compatriotas valle y tengan a bien me presten su atención. Hoy vamos recordando a los grandes patriotas que en gran descanso estén de Dios y la mansión. El pueblo Plan de Ayala fue el teatro de esta escena el año incomprensible: 1910 quince nos persiguieron, las armas mexicanas batiendo castellanos de confín en confín. Honor estima y gloria al héroe de Morelos. Emiliano Zapata, nuestro libertador, con letras de oro escrito su nombre esté en la historia, porque del campesino, él fue el defensor. También hubo otros hombres que exhalaron su vida en aras de la causa de tierra y libertad, el polvo del olvido ha borrado sus nombres así les ha pagado la ingrata humanidad. Zapata fue el apóstol, lo quiso así el destino porque tomó el camino de espinas y dolor, quiso poner en alto la idea del agrarismo con una fe inviolable y dómnico valor. También hubo otros hombres, entre otros generales como Camilo Duarte y Cliserio Alanís, hombres dignos de gloria que por la causa agraria derramaron su sangre y dieron su porvenir. El Cerro del Jilguero mil veces vio a Zapata con espuelas de plata montar vio su alazán y con su treinta treinta, igual que sus muchachos gallardo caminaba para Tlatilzapán.

7

Hermano del general Cliserio Alanís, de Jiutepec.

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Más tarde Chinameca vio caer a su caudillo acribillado a tiros, con ventaja y traición. Carranza fue el cerebro, Guajardo fue el verdugo para llevar a cabo tan vil ejecución. Por fin triunfó la causa, la hacienda es el ejido ya los verdes maizales se miran con primor; los signos de aquel tiempo de Marcianito Silva un poeta zapatista y dómnico cantor. En paz descansen todos los hombres que murieron y altivos perecieron en la revolución y de aquí en adelante tenderemos con orgullo un templo en cada pecho y en cada corazón.

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Cuatro testimonios de veteranos zapatistas, se terminó de imprimir en marzo de 2000 en

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