Cuentos. Cuentos en el silencio. en el silencio TARTANGA IEFPS-GLHBI TARTANGA

Cuentos en el silencio Cuentos en el silencio IEFPS-GLHBI TARTANGA TARTANGA 2101 - 2011 CUENTOS EN EL SILENCIO Para aquellas personas que nos

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Cuentos en el silencio

Cuentos en el

silencio

IEFPS-GLHBI

TARTANGA TARTANGA 2101 - 2011

CUENTOS EN EL SILENCIO

Para aquellas personas que nos ayudan a construir un mundo mejor

IEFPS TARTANGA GLHBI Integración Social - Gizarte Integrazioa Curso 2010-2011 Tartanga, 15 48950 ERANDIO (Bizkaia) www.ierandio.net Prohibida la venta de este libro

Agradecimientos Deseo expresar mi gratitud a las siguientes personas que han hecho posible está pequeña recopilación: Al Equipo Directivo por su apoyo y confianza depositada en el trabajo que se estaba realizando Al alumnado por su enorme dedicación, sabiduría, apoyo y talento. Al secretario del centro, Luis Garibay, cuya brillante labor de orientación y revisión ha sido fundamental. A Arrate Zubia, administradora económica y amiga que leyó algunos fragmentos y me comentó sus impresiones. Y sobre todo al Departamento de Integración Social que ha ofrecido información y apoyo excelente. JOSEBE VIDALES ARETXAGA (PROFESORA DE INTEGRACIÓN SOCIAL)

Prólogo Este libro contiene los trabajos realizados por el alumnado del curso 2010/2011 en el módulo de "Pautas Básicas y Sistemas Alternativas de Comunicación". El objetivo del mismo es sensibilizar y ayudar a conocer diferentes situaciones que se presentan cuando alguna de nuestras capacidades se encuentra afectadas e influye en el desarrollo normalizado de la vida. Estoy orgullosa por el interés y la ilusión que se ha mostrado para escribir y viajar por diferentes realidades con una meta en común. Desarrollar la imaginación creativa situándonos en diferentes contextos de vidas iguales versus vidas diferentes. Dedicado a todos/as las personas que viven en silencio, nos es grato mencionar un par de citas que dan vida a nuestro trabajo. "Cuando se es sordo/a, es cierto que no se puede oír, pero todo lo demás se puede hacer, incluso más"

CARL MICHAUD "Creo que la curación mas eficaz de la sordera no es la medicina, ni los aparatos mecánicos o eléctricos…., Sino la comprensión. Pero antes de poder desarrollar la comprensión, hay que crear la conciencia"

JACK CANNON

JOSEBE VIDALES ARETXAGA (PROFESORA DE INTEGRACIÓN SOCIAL)

Indice 1.2.3.4.5.6.7.8.9.10.11.12.13.14.15.16.-

Eliot y sus adorados ojos - Denisse Ortiz Villada . . . . . . . 13 Eki y el mensaje en la botella - Karmele Azpitarte Díaz . . 29 La gran decisión - Vanesa Urrutia Martínez . . . . . . . . . . . 47 El sonido del sol - Leire Abel Bernal . . . . . . . . . . . . . . . . 61 La mágica aventura de Mikel - Ainhoa García Ibarrondo . . 77 El viaje - Miriam Ruiz Maestre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 Eneko - Carla Scheroff Darriba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 El cuento que se merecía un 10... - Irene Amigo Cairo . . .123 Doctor Guervós - Maider García Gil . . . . . . . . . . . . . . . . 135 Arcillo, el pueblo encantado - M.ª Luz Tamame Gonzalo .147 Mis manos mi voz - Laura Sánchez Reinoso . . . . . . . . . . . 155 El sonido de los sentimientos - Janire Camarero Mazón . .171 Las sonrisas no suenan - Noor Hamami Ferrero . . . . . . . .193 Tres historias entrelazadas - Gontzal Caballero Saiz . . . . .207 Cuentos adaptados - Izaskun Alberdi González . . . . . . . . .219 Verano en el pueblo - Soraya Ronco Gomzález . . . . . . . . .227

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ELIOT Y SUS ADORADOS OJOS DENISSE ORTIZ VILLADA

Mi nombre es Eliot, tengo diez años, vivo en Cali, la ciudad mas linda de Colombia, mi mamá me llama "mi pedacito de cielo", ella dice porque, cuando nací, supo que Dios le había hecho el mejor de los regalos, y era estar mas cerca del cielo. Comparto habitación con mi hermano David, él tiene catorce años; cuando estamos comiendo, me distrae con cualquier excusa y aprovecha la ocasión de descuido y me roba lo mas rico de mi plato; a veces, me da tirones de orejas cuando no le hago caso y me saca la lengua cuando estoy esperando a que salga del baño. Mi papá es la persona mas

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alta que conozco, sus piernas son muy largas y sus manos muy grandes. Recuerdo que un día puse mis manos encima de las suyas y me sentí tan pequeño, que papá, al ver mi cara, adivinó lo que estaba sintiendo, me sentó en sus piernas largas y me dijo que, así como mi cabello crece, mis manos, mis piernas y todo mi cuerpo, lo harán algún día sin darme cuenta; yo abrí los ojos tanto, que pensé que se salían de mi cara y le dije, entonces, tendría que cortarme las manos y las piernas cada mes, como se hace con el cabello. Papá se echó a reír tan ampliamente, que le salieron lágrimas y me explicó que, en nuestro cuerpo se producen cambios y cuando sea el momento adecuado, dejará de crecer, y que no, no tendré que cortarme mes a mes mis piernas y manos; pero que no descuide mi cabello, porque si no me lo corto, luciré una melena tan larga como

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la de mamá. Qué difícil debe ser llevar el cabello largo!!!, ¿no le dolerá la cabeza a las personas que lo llevan largo? Bueno, lo importante de todo, fue que papá me explicó lo que me interesaba saber. Ya te habrás enterado que vivo con papá, mamá y el pillo de la casa, mi hermano David. Tengo una mascota, es una perrita, se llama Luna y es mi mejor compañía, cuando me siento triste; ella no me obliga a que le de explicaciones de lo que hago o no, ella no me mira como tratando de adivinar qué estoy pensando; ella me acepta tal como soy y aunque esté enferma, porque a veces se enferma... tiene siempre un saludo de lengua para mí y mueve su colita como si llevara mucho tiempo sin verme, aunque lo haya hecho hace unos minutos. Lunita y yo nos parecemos mucho... Recuerdo que hace tiempo, estaba sentado en la sala de mi casa, viendo mi serie favorita: Heidi. Me encantan esos dibujos animados; cuando de repente, no pude escuchar la voz del mejor amigo de Heidi: Pedrito. Pensé que mi hermano había cogido el mando y le había dado al mute para fastidiarme; miré a mi alrededor y no vi. a nadie, pensé que era un fantasma que me estaba asustando, el fantasma del que mi amigo Manu me habló la noche que dormí en su casa... y pensé correr en busca de mamá, pero no necesité hacerlo, pues, al instante estaban los tres frente a mi, con cara de asustados. Papá me levantó del suelo, me miraba y

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buscaba en mí, no se qué cosa; mamá agitaba sus manos y solo veía sus labios abrirse y cerrarse, pero no escuchaba sus palabras, y mi hermano estaba en una esquina de la sala, como tratando de asimilar lo que estaba pasando... yo no sabía qué estaba pasando, solo que no podía escuchar. Poco a poco fue volviendo el sonido a mis oídos, como cuando empiezas a subir el volumen al televisor... así mismo. Lo primero que escuché fue cuando mamá hablaba por teléfono con mi Doctor, el señor "mostacho", le digo así porque tiene un bigote grande y cuando habla, parece que lo está haciendo su bigote, parece un dibujo animado; es como si su bigote tuviera vida propia. Mamá estaba pidiendo una cita urgente para mí, le contó al Doctor que, de repente me puse a gritar desesperadamente y que por mas que me preguntaban qué me estaba pasando, no respondía; que no saben qué me sucedía, pero que parecía grave; para mamá todo lo que nos pase a David y a mi es grave; nunca he podido entender cómo hace para saber cuándo estamos enfermos sin necesidad de tocarnos, solo nos mira y dice: -mi cielo, te pasa algo. Siempre le pregunto qué cómo hace, que si tiene una bola de cristal que le dice todo, y ella sonríe y me contesta que a través de mis ojos puede ver mi alma, que mis ojos son un espejo de lo que soy por dentro y que es así como sabe cuando me pasa algo. A veces me quedaba mirando fijamente a los ojos de mi amigo Sebas, haber si podía ver sus pulmones, sus venas... pero no pasaba nada; así que, le contaba a mamá y ella sonreía y me

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explicaba que no funcionaba así, que con el tiempo aprendería a ver a través de los ojos de los demás, que descubriría sentimientos maravillosos. Bueno, creo que lo que me dijo mamá, ya está surtiendo efecto. … El día de la cita con el Doctor "mostacho" llegó; era una mañana muy fría, el sol lucía su gran color amarillo, pero el viento dejaba correr su aire frío. Mamá y papá no pudieron dormir bien la noche anterior, los escuchaba hablar... te habrás dado cuenta de que yo tampoco, pues si estuviera dormido, no me hubiera dado cuenta de sus murmullos. Estuve toda la noche nervioso, pensando en qué me diría "Don mostacho". Cuando te llevan al Médico no es para darle los buenos días... Llegamos al consultorio, nos atendió Susana, la secretaria. Es el mejor motivo que encuentro para ir de visita a ese lugar. Susana es de la altura de mamá, es delgada, su cabello es del color del oro y tan brillante!, sus ojos son dos océanos... tan azules!, sus labios son del color de mis manzanas preferidas... rojitos!, su piel es del color de las tostaditas que prepara mamá cada mañana... dorada!, y es tan amable y cariñosa conmigo... en cada visita, me regala una piruleta... no te imaginas la cantidad de piruletas que tengo en mi cajón secreto!. Una voz ronca me sacó del hipnotismo en el que estaba; era el Doctor "mostacho" diciendo mi nombre y... que tan alto estaba, que ya era un hombrecito. ¿Cómo qué hombrecito? Esa es una palabra aplicada a un hombre pequeño, y eso no concuerda; al fin qué, ¿soy pequeño o grande?; a veces es difícil entender a los mayores; para unas cosas ya eres grande, para otras, aún estas pequeño... y ahora soy ambas... ¡no lo entiendo! Después de las preguntas obligatorias, me empezó a revisar los oídos; tenía una cantidad de aparatos, me hizo unas pruebas de sonido y, cada vez que terminaba una, su cara iba cambiando de expresión. Fue poco mas de media hora, que me pareció una

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eternidad. Al fin terminó, le dijo a mis padres que necesitaba hablar a solas con ellos; o sea que, a mí me hacen todo eso y es con ellos con quien quiere hablar?, ¿ves?, no es fácil entender a los adultos. Pasaron otros treinta minutos, creo; pero ya no me importaba, estaba en frente de Susana, observando sus movimientos, hasta que llegó otro niño y le regaló una piruleta, lo mismo que hace conmigo... que desilusión, o sea que, no soy el único para ella, y para mas tristeza, le dedicó su mejor sonrisa, la misma que me da, cada vez que voy de visita. Ese día, llegué directo a mi habitación, abrí mi cajón secreto y saqué todas mis piruletas decidido a regalarlas a las niñas mas bonitas de mi colegio, pero, lo pensé mejor y se las di a Luna, mi mejor amiga, la que de verdad me quiere y me dedica todos los días sus lametones... ella no me cambiaría nunca por nadie. Si la hubieras visto, se las comió una a una, moviendo su colita y mirándome con una carita de contenta!, se merecía todas las piruletas, mi lunita se merece todo lo mejor. Durante la cena, ese día, mamá tenía los ojos tristes, su mirada estaba en otro planeta, era como si su espíritu se hubiera ido y su cuerpo vacío estuviera con nosotros. No hablaba, y para que mamá no lo haga..., papá en cambio, trataba de disimular su tristeza, pero sus ojos lo delataban; comprendí lo que mamá me dijo, de ver a través de los ojos de los demás. Los sentí tan tristes, no sabía por qué, quería pararme de la mesa y decir: -- qué pasa hoy, ¿todos se han propuesto desilusionarme?, primero, Susana y ¿ahora ustedes?; pero recordé que un día me levanté de la mesa sin permiso y papá tiró de mis orejas, diciendo que eso no se

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hacía, que debía respetar a quienes estaban compartiendo los alimentos conmigo. Por eso, deseché esa idea... y esperé. Mi hermano David, como siempre bromista, quiso hacerme lo de siempre, distraerme y quitarme lo mas rico de mi plato..., le dije que no era necesario, que se comiera lo que quisiera, que si quería comerse toda mi cena, a mí no me importaba..., se quedó mirándome fijamente y me dijo: --enano, ¿te pasa algo?; no le respondí, pero quise gritarle: --pregúntale a mis padres qué está pasando, son ellos los que no están bien!!!. Bajé la cabeza y quise volverme invisible en ese momento, porque a mamá se le deslizó una lágrima por sus mejillas. ¿Por qué estaba llorando?, ¿qué hice?, ¿me porté mal donde el Doctor "mostacho"?. Papá le agarró la mano por debajo de la mesa, me dí cuenta por el movimiento de su brazo y luego el de ella. Fue la cena mas larga; éramos como robots, cuchara en la boca, cuchara en el plato, cuchara en la boca, cuchara en el plato; coger el vaso y beber agua, volver a dejar el vaso en la mesa... y así hasta dejar el plato medio vacío... o medio lleno, todos en silencio y con la mirada fija en el plato. ...Aún no les he dicho cómo se llaman mis padres; mi mamá se llama Lisa y tiene treinta y nueve años, mi papá se llama José y tiene cuarenta y tres años. Se enamoraron cuando ella tenia catorce años. Dice papá que era la niña mas hermosa que había visto, que cuando llegó a su casa, se puso a dibujarla... porque él desde niño sabe dibujar..., que no durmió en toda la noche pensando en si ella se había dado cuenta que existía, que la buscaba en todas las caras

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de las demás niñas... En fin, la conquistó, se casaron y hasta ahora. Al final, se rompió el silencio en la cena, papá dijo que tenía algo muy importante que debíamos saber, que afectaba a toda la familia, que como tal, deberíamos estar unidos, que la familia estaba en lo bueno y en lo malo, que era el momento de demostrar la madurez que habíamos adquirido con el paso del tiempo; David le dijo a papá que no le diera mas vueltas al asunto y que se explicara. Papá habló, dirigiendo la mirada hacía mi; dijo que el Doctor encontró una anomalía en mi oído interno, que era irreversible y que con el paso del tiempo perdería la audición, que todos deberíamos prepararnos para ese momento. Bueno, dijo más cosas, dio detalles técnicos que ahora no recuerdo; lo único importante que debíamos entender era que me iba a quedar sordo y que mi vida cambiaría, al igual que la de ellos. ...Mamá soltó un sollozo y mi hermano me miró y en sus ojos se dibujo un sentimiento de pánico, papá expulsó un suspiro interminable y lunita que estaba a mis pies, me dio un lametón en la mano, como si entendiera lo que estaba sucediendo. Yo, que me sentía el centro de atención, no supe qué decir, solo les dije que sería divertido no escuchar cuando mamá me mande a limpiar la habitación, que ahora tendría un motivo para no hacerlo. Mamá salió corriendo hacia su habitación y papá salio detrás de ella; David me dijo: --Ahora qué enano, tendré que tirarte más de las orejas para que me cuides... Ya no me parecía tan divertido. ...Esa noche, después del ritual de mis padres de todas las noches: darnos un vaso de leche calentita para dormir mejor, obligarnos a cepillarnos los dientes, darnos un gran beso de buenas noches, no sin antes orar por todas las personas que no tienen casa

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ni nada qué comer; me metí en la cama y me puse a pensar en la noticia que papá nos dio. Me tapé las orejas con las manos para simular lo que se sería no oír, cuando lunita como cada noche, abrió la puerta de mi cuarto silenciosamente, me lamió la cara y se acostó a mi lado. Estuvo mirándome un buen rato, mientras yo le hablaba y le preguntaba que si me seguiría queriendo cuando ya no pudiera escuchar sus ladridos. ...Al día siguiente, mamá me sentó en sus piernas y me dijo que yo era un ser muy especial, que cada día le daba gracias a Dios por tenerme, que soy el único que sabe cuánto me quiere porque se cómo suena su corazón, pues estuve nueve meses dentro de ella... y tiene razón mamá; con solo una mirada sabe lo que me sucede y yo noto su tristeza a través de sus ojos, como en ese momento, que la veía tan triste, tratando de contener su llanto para no hacerme daño, porque ella sabe que sus lágrimas me duelen. Me dijo muchas cosas ese día, tan bonitas y tantas, que aunque mi mente no las recuerde al pie de la letra, mi corazón las tiene guardadas para cuando necesite acudir a ellas, me rescaten de la tristeza y la soledad. ...Pasaron varias semanas en la que, cada vez notaba que el silencio se apoderaba de mí; cada día escuchaba menos, era como ir bajando poco a poco el sonido al televisor. Una tarde, a la hora de la merienda, fui en busca de un vaso de leche con galletas de chocolate a la cocina, y al ver que se había acabado la leche, me dirigí a la sala de estudio donde mamá estaba leyendo y, le dije que tendríamos que ir a comprar al supermercado... ella no dejó que terminara la frase, cuando me dijo que bajara un poco al tono de mi voz, la escuché como a cien kilómetros de distancia; yo insistía

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en la leche y sus ojitos, poco a poco se iban entristeciendo. Me agarró la mano y me sentó a su lado, puso su dedo índice en mis labios y se acercó a mis oídos y me dijo: --Escúchame atentamente, tu voz suena estruendosamente y es porque tus oídos se están cerrando, recuerda que estaremos contigo pase lo que pase. Yo la miré a los ojos y me acerqué a sus oídos y le dije: -mami, no llores que esto me hace especial, como me dices siempre. Mamá me abrazó y me dio un beso que me hizo sentir lo que decía. ...Esa tarde, papá llegó con regalos; dijo que había estado con un especialista, que le recomendó varios aparatos para que la comunicación conmigo fuera mas fácil. Sacó de unas bolsas varios tableros, acompañados de imágenes y pegatinas que compró para cada uno de nosotros, el de mi hermano era azul, el de mamá color rosa, el de papá rojo y el mío de color amarillo. Nos explicó cómo se usa y que mientras aprendíamos la Lengua de Signos, estos tableros nos servirían. David lo miró con cara de interrogante y papá le dijo que, todos tendríamos una profesora de LS, para aprender el lenguaje de los sordos, porque ese sería el lenguaje principal que yo iría a utilizar a la hora de comunicarme. Mamá le dio un beso y le dijo que gracias por haberse encargado él personalmente de eso; papá me dijo que, pronto tendría que dejar mi escuela y trasladarme a una nueva, donde me enseñarían la LS y estaría con compañeros de mi misma condición. Fue ahí donde no me gustó lo que estaba pasando;

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dejar a mis amigos de colegio: Miguel, Manu, Simón y Cristhian... ahora empezaba el camino difícil. ...Organicé una reunión urgente con mis amigos, en mi casa. Les conté lo que me estaba sucediendo y ellos, me dijeron que siempre serían mis amigos, que sería un buen juego aprender LS y así, serían especiales como yo, que no se necesitaba lenguaje para comunicarnos cuando estábamos jugando; y es verdad, cuando queremos jugar, basta con una mirada o con un movimiento de cabeza y cada uno sabe lo que se quiere decir, es súper chistoso porque es como automática nuestra comunicación. Un domingo, fui a la casa de mis abuelos. Cuando llegamos, estaba toda mi familia: mis primos, mis tíos... todos por partida doble, pues era la gran familia de parte de mis padres. Mi abuelo materno, Eduardo, me levantó del suelo, me dio un beso en la mejilla y me dijo: -¡Granujilla, qué grande estas! Mi abuelo paterno, Gregorio, me dijo: --Campeón, choca esos cinco! Todos se paraban delante de mí cuando querían hablarme, pronunciaban palabra por palabra, lentamente y hacían movimientos raros con las manos. Pensé que se estaban volviendo locos, que le había afectado un virus raro a toda mi familia. Pero, una mano suave me tomó del brazo y me apartó de esos adorables locos... era mi prima Carlota, la que tantas bromas me hacía cuando jugaba conmigo, la que me ponía nervioso cuando quería jugar a ser adultos, la que me hacía reír con sus locuras. Carlota era de cabellos rizados y rubios; cuando leí el cuento de Ricitos de Oro, supe que la protagonista era Carlota, y desde ahí, la llamé "Ricitos". Ella me dijo que aquellos movimientos que hacía cada uno de mis familiares con los labios al hablarme, era porque no yo no podía oír, y ellos deseaban que me

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sintiera bien. Solté una carcajada y le dije que parecían marionetas, esas que parece que al hablar se desencajan. "Ricitos" se tapó la boca riéndose y asintiendo con la cabeza y luego dijo que estaban locos; ya no era el único que lo pensaba. ...Aquella tarde fue muy divertida, viendo cómo cada uno se esforzaba en hacer que le entendiera; a veces no aguantaba las ganas de reír y en ese momento, el loco parecía yo. Cuando llegó la hora de irnos; me levanté del asiento y les dije: --He entendido todo lo que me querían decir, gracias por la compañía, pero soy el mismo de siempre... no, no soy el mismo, ahora soy más especial. Los adultos se sonrojaron y mis primos, los pequeños, soltaron risitas de complicidad. …Y llegó el día más temido por todos, el día del silencio absoluto; pasó sin darme cuenta, pues me había acostumbrado al proceso lento de oír y no oír. Era una tarde con un sol resplandeciente, estaba sentado en el suelo de mi habitación leyendo tiras cómicas; a mi hermano le encanta coleccionarlas y cuando termina, me las pasa para que las lea, tenemos un montón en la buhardilla, las que mas me gustan son las del Capitán Centella: "Era una noche desolada y unos malvados se adentran en la ciudad para cometer sus fechorías, y de pronto, a lo lejos, se siente el ruido de una moto y el sonido de una capa al moverse con el viento; los malhechores miran con sus nervios a flor de piel hacia la montaña, ven una figura de un hombre montado en su caballo de hierro...", Un empujón por el hombro me sacó de la lectura, era mi hermano, movía sus labios pero no podía escuchar su voz;

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yo, algo asustado, le preguntaba qué era lo que me decía y él, salió corriendo y yo detrás. Llegamos a la cocina, donde mamá nos estaba preparando la merienda; David le sacudió la mano y ella, volteó su mirada hacia mi; se arrodilló en frente de mí y movió sus labios, pero yo no la escuchaba. De pronto, recordé lo que el Doctor "mostacho" le dijo a mis padres: --Llegará el momento en que Eliot deje de escuchar para siempre, y no se sabe cuándo será. De eso, han pasado ya tres años; no ha sido fácil para mi familia acostumbrase a un nuevo Eliot; a veces, mi hermano no podía entenderlo y lloraba escondido porque le costaba mucho comunicarse conmigo; dejó de quitarme del plato lo mas rico, ahora es él quien me da de su plato lo que más me gusta. Tiene una novia, creo que le caigo bien y cada vez que la veo, me muestra que ha aprendido una nueva palabra en LS, yo le sonrío y miro a mi hermano, se que ha sido él quien se la ha enseñado y aunque, se le de mal decirme con palabras cuánto me quiere, se que me quiere. Mi mamá me dice que ilumino su vida, que ha aprendido tanto de mí, que soy fuerte y que mis ojos dicen más que mis palabras. Ella al igual que mi hermano y mi papá aprendieron LS. Me siento el ser más amado porque mi familia ha

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hecho mucho por mi, no podría pedirles mas. Papá sigue siendo el hombre grande, aunque él me dice que el grande soy yo, que le he enseñado a vivir la vida de una manera sencilla, que los colores no son los que vemos, sino los que queremos ver, que las palabras son instantáneas y que las miradas quedan tatuadas en nuestros corazones para siempre. ...Recuerdas que mis padres me iban a cambiar de colegio?, pues bien, estoy en uno nuevo, todos mis compañeros son sordos, me han aceptado bien, pensé que sería difícil, pero estoy contento, tengo nuevos amigos, aunque mis otros compañeros siguen visitándome; a veces se quedan a dormir; nos reunimos como ocho, los antiguos compañeros y los de ahora; nunca me imaginé lo sencillo que es comunicarse aunque se tenga una deficiencia como la mía, a ellos se les olvida que somos sordos y hasta han aprendido LS. Mis demás familiares también me sorprenden, cada vez que vamos de visita, me enseñan que han aprendido una nueva palabra en LS y yo les ayudo a que no se equivoquen, a que la hagan bien y les enseño más. Cuando mamá está de mal genio y anda por toda la casa, mandando a todos que, recojan esto, que limpien aquello, que la puerta del patio está abierta... papá y mí hermano me dicen que tengo mucha suerte, porque no oigo sus quejas y que ellos tienen que aguantarse los regaños de mamá. Yo les digo que, es una gran ventaja ser sordo porque, si te mandan a hacer algo, puedes decir que no escuchaste; si te están regañando, con solo cerrar los ojos, ya te aíslas y tan tranquilo. Si, si, es una gran ventaja.

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Mi lunita sigue hermosa como siempre, ha tenido cachorritos; tres de los cinco se parecen a ella, los demás a su padre, Mateo, el perro del vecino. Sigue siendo mi mejor amiga, ya no tiene mucho tiempo para mí, porque sus hijitos se la pasan detrás de ella pidiendo leche; pero cuando se duermen, me busca y me planta sus lametones en la cara, sabe que eso me gusta y por eso lo hace. Quiero que siga conmigo por siempre. ...A veces me pongo a pensar y a preguntarme, si preferiría volver a oír, en lugar de estar sordo y no poder escuchar el sonido del viento, el aleteo de los pájaros..., pero llego a una conclusión, que mis ojos son mis oídos, que gracias a ellos, puedo ver el mar aunque no pueda escuchar el sonido de las olas; que puedo ver a mi familia, aunque no pueda escuchar sus voces y que puedo ver todas las maravillas que Dios nos regala, aunque no los sonidos. …Gracias a mi familia, soy como soy; mi mamá me dio la vida, papá el color del cabello, mi hermano sus tiras cómicas, lunita sus lametones y Dios estos adorados ojos.

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EKI Y EL MENSAJE EN LA BOTELLA KARMELE AZPITARTE

Esta historia empieza en un pequeño pueblo de la costa de Bizkaia. Es la historia de Eki. Eki nació una mañana de Enero, que hacía mucho, mucho frío y había nevado, es difícil que nieve en la costa, pero ese año la nieve duró 2 semanas, ese día estaba todo blanco y no paraba de nevar, su madre dice que por eso le gustan tanto los helados. Eki tiene diez años y además de los helados, lo que más le gusta del mundo es el mar. Le encanta salir a pescar en la barca de su aitite, dar paseos por la playa, bañarse y coger conchas, cuando se sienta en su barca favorita a mirar el

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mar, imagina historias de piratas, sirenas, calamares gigantes y peces voladores. También piensa cómo era cuando los pescadores vascos cazaban ballenas. Eso es lo que más le divierte de todo. Eki tiene un gran mundo interior y es que padece una sordera total desde que nació. Su mundo es diferente, no oye los sonidos. Realmente Eki ha sido muy afortunado, ya que cuando le detectaron la sordera sus padres se turnaban para ir a aprender lengua de signos y esa ha sido su lengua materna, con la que empezó a comunicarse con su familia desde que era muy pequeño. Eki también sabe leer los labios y sus padres han intentado que hable, ya que es sordo, pero no mudo, la dificultad está en que como no oye, le cuesta más reproducir los sonidos. Pero él habla a su manera, que es diferente de la nuestra, pero habla. Se esta acabando el mes de Agosto y pronto habrá que volver a clase. Eki ha disfrutado a tope del verano, del mar y de la playa. Ha ido muchos días a bucear con las gafas y el tubo, se ven un montón de peces, pulpos y erizos de mar. Estar sumergido debajo del agua le transporta a otro mundo y allí es feliz. Faltan pocos días para volver a la ikastola y Eki está ya haciendo la cuenta atrás. Tiene una pizarra en su cuarto y ahí va escribiendo con tiza los palitos según van pasando los días. Hasta el año pasado tenía una interprete que se llamaba Estitxu, pero este año le han dicho que viene otra persona. Estitxu le gustaba mucho y no sabe cómo será la persona que va a venir este año. Su intérprete le dice en lengua de signos lo que va diciendo la maestra y si Eki quiere intervenir, le dice en lengua de signos a la intérprete lo que quiere decir y ésta, lo dice en voz alta para la maestra y para el resto de la clase. Eki va a una "eskola txikia", es una eskola unitaria de su pueblo. Allí van niños de diferentes edades, son solamente 12 y están

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mezclados en la misma clase. A Eki eso le gusta porque todos son diferentes y aprenden tanto de los más mayores como de los más pequeños. Se divierte mucho y le gusta ir a clase. Cuando se sienta a las tardes en el puertito a mirar el mar, piensa en el primer día de clase, si quizás ha llegado algún niño nuevo… Los mellizos ya no van a estar este año, porque tienen 12 años y van a Lekeitio al instituto. Ojalá que venga alguien nuevo, piensa Eki mientras mira al mar. Cuando llega a casa está con sus padres y con su hermana Nikole que tiene 2 años. Nikole es muy divertida y Eki se lo pasa muy bien con ella. Se llevan bien, aunque alguna vez Eki se enfada porque entra a su cuarto y mueve todas las cosas de sitio, también le quita sus juguetes favoritos y los esconde. Nikole esta aprendiendo a hablar, además con Eki se comunica por lengua de signos, la aprende a la vez que aprende a hablar, ya que cuando está toda la familia junta se comunican en lengua de signos. El signo que usan para llamar a Eki es un ojo tapado ya que desde txiki sus padres le han llamado así, pirata. El signo de Nikole es hacer con los labios como que succiona, ya que cuando era bebé siempre estaba mamando y a Eki le pareció divertido. Los dos se lo pasan muy bien juntos, juegan sin parar y se quieren mucho. Por fin llega el primer día de clase. Todos esperan fuera de la eskola a que andereño Amaia abra la puerta. Eki se fija que hay una niña más o menos de su edad que está agarrada a la pierna de su madre, es pelirroja y tiene la cara llena de pecas, le gusta su cara. Cuando andereño Amaia abre la puerta todos van corriendo a saludarla, le quieren mucho y no le ven desde Junio, pues Amaia es navarra y siempre va para allá en verano y vacaciones para estar

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con su familia y amigos. Amaia saluda a todos y después va corriendo a buscar a la niña pelirroja que sigue pegada a la pierna de su madre, le cuesta un poco separarla y parece que se va a poner a llorar. Cuando entran en clase se sientan en las mesas y andereño les presenta a la niña nueva, se llama Oneka y viene de Hondarribia, luego cada uno se va presentando y cuando le toca el turno a Eki, él le deletrea su nombre con las manos y después se tapa el ojo, Oneka parece muy sorprendida y la andereño le explica que Eki no oye, que se comunica con lengua de signos, que están esperando a un intérprete y que habrá que buscar un signo para ella. Eki levanta la mano y se le ocurre que podría ser, con los dedos índices de las dos manos golpearse las mejillas, porque está llena de pecas. A Oneka le gusta y deciden que va a ser ese el signo. Un poco después de decidirlo entra un chico en clase parece que ha venido corriendo, se presenta como Asier y dice que es el intérprete de lengua de signos para Eki, lo dice hablando y signando con las manos. Oneka está muy interesada con todo lo que esta pasando, nunca había conocido a nadie que hablase en lengua de signos y decide que quiere aprender, va donde Asier y le dice que le digo, por favor, a Eki que quiere aprender lengua de signos, si podría enseñarle. Eki dice que sí, que le encantará enseñarle. En clase todos saben defenderse con la lengua de signos porque ven a Eki y al intérprete. Esa tarde deciden quedar en la plaza del pueblo, Eki y Oneka, Eki empieza a enseñarle las cosa mas sencillas, primero el alfabeto y después algunas palabras, como él habla no es difícil entenderse, así van quedando todas las tardes, Oneka es muy lista y se le da muy bien, aprende muy rápido. Como todavía hace buen tiempo, después de la clase se van a dar un paseo por la playa y juegan. Están muy bien los dos juntos y se están haciendo buenos amigos. Oneka le cuenta que antes vivía en Hondarribia, pero que sus

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padres se han separado y como su madre era de este pueblo ha decidido volver a vivir allí, que es donde están su amama y sus tías. Oneka le dice que está un poco triste, que echa de menos a su aita, ahora solo le va a ver un fin de semana cada quince días y también extraña a sus amigos de antes, la ikastola, su andereño, su casa y toda su vida de antes. Le cuenta que le está costando adaptarse a la nueva situación, pero también le dice que está muy contenta de haberle conocido y de ser amigos. El sábado son fiestas del pueblo y todos los niños están en la plaza, cuando empiezan a tocar en la verbena, Eki también se pone a bailar y Oneka se pregunta cómo lo hará si no puede oír la música, ella también baila y cuando acaban le pregunta que cómo lo hace. Él le explica que no puede oír la música, pero que se guía mirando a los otros, les ve cuando empiezan a moverse y cuándo cambian de paso y también cuándo acaban, además lleva mucho tiempo bailando y ya se sabe los bailes, más o menos sabe cuánto duran. Oneka le dice que a pesar de no oír, puede hacer tantas cosas como todos los demás. Siguen bailando hasta tarde y se divierten un montón. Una tarde después de clase se van a dar un paseo por la playa y al rato se sientan en unas rocas, de repente Oneka ve algo flotando en el agua, es una botella y cuando la cogen ve que dentro tiene un mensaje, los dos muy emocionados quitan el tapón y cogen el mensaje, lo leen y los dos se miran muy emocionados, pone que el pirata Frederick les propone un juego que consiste en encontrar un tesoro, para eso tienen que seguir las indicaciones que vienen en cada botella, y cada tarde volver a la playa para encontrar otra botella con las indicaciones. Pone que si están interesados tienen que comenzar esa misma tarde, contando todas las escaleras que suben a la ermita, después desde arriba de las escaleras dar tantos pasos como el número de escaleras y allí buscar algo.

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Van corriendo y cuentan las escaleras mientras suben a todo correr, son 234 escaleras, comienzan a contar los pasos y llegan justo debajo de un roble enorme, comienzan a buscar y no encuentran nada, al final Eki ve algo encima de una rama, es un libro y se llama "La isla del tesoro", en realidad hay dos libros iguales y cada uno lleva escrito el nombre de los niños. Cada uno coge el suyo y quedan en que esa noche se lo van a leer. Tienen que volver a casa pues ya es muy tarde, se está haciendo de noche y sus madres se van a preocupar, ya es la hora de la cena. Esa noche cada uno de los niños se sienta en su cama con la lámpara encendida y leen hasta que se acaban el libro. Al día siguiente en clase los dos hablan que les ha encantado la historia y están deseando que llegue la tarde para encontrar la siguiente botella, pero como tienen muchas ganas las horas pasan muy despacio. Por fin se acaban las clases y los dos cogen la merienda, se despiden de sus amas y van a las rocas donde el día anterior habían encontrado la botella, comienzan a buscar en el agua ,pero no encuentran nada, se ponen muy nerviosos y la espera se les hace eterna, por fin, al de un rato, aparece flotando una botella verde, los dos entran en el agua intentando cogerla, rápidamente quitan el tapón y sacan el mensaje, Frederick pregunta si han leído el libro y escribe que espera que les haya gustado. Ahora viene la segunda prueba y consiste en ir al molino viejo del pueblo a buscar una caja que está escondida. Salen corriendo a toda mecha, Oneka sigue a Eki, pues ella no conoce bien el camino, tienen que ir hasta el río, Oneka no había ido nunca y le encanta el paisaje. Llegan al molino corriendo sin parar, esta todo en ruinas pues hace años que no se usa y no encuentran nada, deciden ir al río a mojarse un rato los pies y coger renacuajos, después vuelven a la faena intentando buscar la caja, al final Eki la encuentra debajo de unos sacos viejos. Cuando la abren descubren dentro un catalejo, una brújula y unas cartas de navegación, deciden repartirse las cosas y vuelven a casa para pre-

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guntar cómo se usan las cosas y contárselo el uno al otro al día siguiente en clase. Al día siguiente Oneka le explica que ha buscado la información en internet y Eki ha hablado con su aita y consultado la enciclopedia, ahora ya saben cómo se usan las cosas que encontraron ayer en la caja. Cuando llegan a la tarde a la playa no encuentran ninguna botella y los dos se quedan muy desanimados. Oneka está aprendiendo lengua de signos muy rápido y cada vez se defiende mejor, deciden ir a la biblioteca, para ver si encuentran algún libro de piratas. Encuentran uno que cuenta cosas interesantes como que los piratas, cada vez que cruzaban el Cabo de Hornos tenían derecho a ponerse un pendiente de aro en la oreja. Pasan la tarde leyendo historias y se despiden hasta el día siguiente. Esa noche, la hermana de Eki, Nikole se pone enferma tiene mucha fiebre y su ama se va con ella al hospital, llaman al de un rato y Eki se despierta porque oye que su aita está llorando, parece que la pequeña Nikole tiene meningitis y se va a quedar ingresada en el hospital. Su aita le explica que es una enfermedad grave y que está triste y nervioso. Dice que le va a llevar a casa de su aitite esa noche, que mañana ama o él pasaran a verle un rato, pero que van a estar en el hospital. Eki está muy triste y tiene miedo que algo malo pueda sucederle a su hermana. Llegan a casa del aitite y Eki se mete a dormir con él. Eki no ha conocido a amama, se murió cuando su aita era muy joven. Aitite vive en una casa de pescadores de las que hay en el puerto, es estrecha y alta y a Eki le gusta porque huele a mar. Tiene colgadas muchas fotos de cuando se echaba a la mar y capturaban peces enormes. Sus historias son las que más le gustan. Esa noche Eki le cuenta lo de las dos botellas del pirata Frederick que se han encontrado en la playa y aitite sonríe por lo bajo. Le promete que al día siguiente le va a llevar a dar

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un paseo y a pescar con su txalupa y que si quiere se puede llevar a su amiga pelirroja. Aitite solo sabe alguna palabra en lengua de signos, pero Eki y él se entienden muy bien porque Eki le lee los labios y el vocaliza mucho. Por la mañana su aita llama y dice que aún no saben nada, pero que estén tranquilos que todo va a salir bien. Los dos están muy tristes. Piensa que nunca más se va a pelear con ella y que le va a regalar sus juguetes favoritos, que ella siempre los quiere y él nunca se los deja, el lego, un peluche de un tiburón que tiene desde que era pequeño, y su colección de conchas, que esa sí que nunca se la deja porque tiene miedo a que se la rompa. Piensa en ella todo el día, no lo puede quitar de la cabeza, su cara tan bonita, que siempre sonríe, sus carcajadas y las ganas de jugar que tiene siempre. Andereño y Asier notan que hay algo que no va bien, él les explica y todos le dan un abrazo, animándole y diciéndole que no se preocupe tanto que todo va a ir bien. Por la tarde quedan con el aitite de Eki, la madre de Oneka, le ha dejado ir con ellos a pescar. Y también quedarse luego a cenar en su casa. Eso sí, han quedado que van a cenar lo que pesquen esta tarde con la barca. La barca es pequeña y está pintada de azul, blanco y verde. Tiene un motor pequeño, se alejan un poco de la costa y allí tira la red, después de un poco la suben y han caído unos txipirones, - ¡Que buenos! dice Eki, son su comida favorita, además su aitite cocina muy bien y los hace de rechupete, luego van a las rocas y pescan un par de cabrachos, el puding de cabracho también le sale muy bueno. Después de dar un paseo con la barca, deciden que van a volver al pueblo, así mientas su aitite cocina, ellos tienen tiempo de ir a la playa y ver si el pirata Frederick les ha mandado algún otro mensaje dentro de la botella.

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Pasean por la arena, Oneka le cuenta que este verano ha estado de vacaciones en Ibiza y que en el mercado hippy había unos espejos hechos con palos de los que se encuentran en la playa, muy chulos, y piensan que estaría bien hacer uno para cuando Nikole vuelva del hospital, así que pasan un rato recogiendo palos del suelo. Cuando van a limpiarse las manos en el agua del mar, descubren la tercera botella verde con un mensajito dentro. Se sientan en la arena y la abren y ésta vez lo que les pide el pirata Frederick es que vayan a la casa de un señor muy viejito que vive en las casas de pescadores a que les cuente historias. Es un poco tarde así que deciden dejarlo para la tarde del día siguiente y van a casa a cenar, aitite les ha preparado unos txipirones en su tinta buenísimos y también el puding de cabracho, se sienten muy orgullosos pues han sido ellos los que los han pescado. Se lo comen todo y no dejan nada en el plato. Eki acompaña a su amiga a casa y cuando vuelve le cuenta a aitite lo de la botella y que al día siguiente irán a hablar con el señor, le pregunta a su aitite si le conoce y éste le dice que si, que es el marinero más viejo del pueblo y que seguramente conocerá un montón de historias de sus viajes ya que ha viajado por todo el mundo. Por último pregunta por Nikole, no le ha dicho nada en todo el día y sus padres que habían quedado en pasar no han pasado ninguno de los dos. Aitite le dice que todavía Nikole esta bastante mal, pero que tenga confianza que todo se va arreglar, esa noche cuando van a la cama le dice que recuerde todos los momentos bonitos que ha pasado con su hermana y que así le mandará energía que le ayudará a curarse rápidamente. Eki lo hace así y recuerda todo desde el momento en que su ama le dijo que estaba embarazada que estaba esperando un hermanito/a, lo contento que se puso. Recuerda también que sus padres estaban nerviosos porque por genética podía pasarle como a Eki y nacer sorda, tenia un 50% de posibilidades. Nikole nació en casa con un

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parto natural. Eki tenía ya 8 años y quiso estar presente en el parto, fue tan bonito y tan emocionante… Mientras su madre dilataba él estaba presente, no podía oír los gritos, pero por la cara de su madre, eso debía de doler mucho, luego se fue a jugar porque se aburría un poco y al rato vino la matrona avisarle, ya iba a nacer Nikole. Se puso en primera fila y vio su cabecita, su madre gritaba mucho y de repente salió disparada la pequeña Nikole. Lloraba un poco y era muy guapa. Primero se lo pusieron a su ama en los brazos y enseguida empezó a mamar, después de un rato su aita corto el cordón umbilical que ya había dejado de latir y Eki pudo cogerla, olía muy bien. Esos primeros días de la vida de Nikole habían sido muy especiales y Eki los recordaba con mucho cariño. Al día siguiente de nacer le habían llevado al hospital para hacerle la prueba del oído y había dado todo bien, todo se pusieron muy contentos y lo celebraron con champán. También se acordó, de la primera vez que le llamó, poniéndose la mano en el ojo, que era su signo, le hizo tanta ilusión y cuando empezó a gatear y le seguía por todas partes. Otra cosa, cuando le cogía de bebe y le hacía pis encima después del baño, estaba tan relajada, pero a él le hacía mucha gracia. Se durmió recordando a Nikole. Cuando a la mañana su aitite le llamó, estaba muy sonriente, le contó que habían llamado del hospital que Nikole estaba mucho mejor, que ya estaba fuera de peligro y que en unos días podría volver a casa. Eki dijo que él también quería ir al hospital a verla, pues su aitite iba a ir esa mañana. Pero no le dejo ir, pues el hospital no es un sitio para niños. A la tarde iría su ama y le contaría cómo estaba. En la eskola, Eki le contó a Asier que su hermana ya estaba mucho mejor y que iba a volver a casa y Asier se lo contó a toda la clase. Todos se pusieron a gritar y a dar txalos de alegría. A la salida de clase vino su ama a buscarle y le dio muchos besos, le dijo que lo primero que había dicho Nikole, había sido su nombre y Eki se puso muy contento. Fueron a casa a merendar y Eki le dio a su

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ama una foto en la que salían el y Nikole juntos abrazados. También le dio su peluche favorito de tiburón para que se lo llevara al hospital. Cuando su ama se marchó, pasó por casa a buscar a Oneka y juntos fueron a la casa del viejo marinero. Le contaron lo de la botella y él les dijo que había conocido al viejo pirata Frederick y que sí, que les iba a contar todas las historias que quisieran, pero que tenía muchas, así que tendrían que pasar por ahí más de una tarde. Ese día les contó los mares que había navegado y las historias de tempestades en las que su barco casi había naufragado. Una vez incluso un remolino casi se traga todo el barco, pero consiguieron salir ilesos. Les cuenta la historia de cuando capturaron un calamar gigante e hicieron falta 15 hombres para poder matarlo. Los dos niños le escuchan con la boca abierta, antes de irse les invita a un chocolate caliente y les regala un diente de tiburón a cada uno. Cuando Eki no entiende alguna cosa porque el viejo marinero habla muy cerrado es Oneka quien se lo dice con lengua de signos, pues ya se defiende muy bien. Esa tarde ya no van a la playa a buscar más botellas, porque se ha hecho tarde. El marinero se llama Pantxi y quedan con él en que van a pasar por su casa cada miércoles a escuchar sus historias. A la noche su aitite le hace un colgante con el diente de tiburón y Eki se lo cuelga rápidamente. Dos días más tarde llega Nikole a casa, Eki está muy contento y ese día no va a clase. Juegan juntos todo el día y Eki le regala su colección de conchas. Va a ser el cumpleaños de Oneka y Eki le quiere hacer un regalo. Recuerda que cogieron los palos en la playa para hacerle el espejo a Nikole, pero no se lo han hecho, así que decide que se lo va a hacer él para Oneka. Su ama le ayuda y les queda muy bonito.

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El día del cumpleaños van a casa de Oneka, están todos los niños de la eskola y también los primos de Oneka, que cuando ven a Oneka hablar en lengua de signos con Eki se quedan muy sorprendidos y ellos también quieren aprender, cada uno decide el signo que le identifica y aprenden el abecedario. Cuando todos se despiden los dos niños se escapan a la playa para buscar otra botella y tienen suerte, se la encuentran rápidamente en las rocas. Esta vez no la abren hasta que llegan a casa de Oneka, Eki ese día se va a quedar a dormir en su casa. Cuando la abren descubren que dentro hay un poema, "La canción del pirata" de Espronceda. A los niños les encanta y se lo aprenden de memoria con lengua oral y con lengua de signos. Al día siguiente en clase se lo enseñan a todos los demás, oralmente y en lengua de signos. Amaia y Asier ya la conocían y también a ellos les gusta mucho. -Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar sino vuela un velero bergantín, Bajel pirata que llaman por su bravura el temido en todo mar conocido del uno al otro confín. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley la fuerza y el viento, mi única patria la mar. A la tarde después de clase van a dar un paseo por los acantilados, llevan la brújula y el catalejo y juegan a piratas. Al bajar por la playa encuentran en la arena un cofre viejo carcomido por el salitre y cuando lo abren descubren que está lleno de caracolas de mar, son muy bonitas y deciden quedarse una cada uno y el resto regalarlas a sus amigos, van a buscar una carretilla al puerto y lo llevan a casa del aitite de Eki. Este tiene un libro de conchas y buscan los nombres de cada una, descubren que proceden de todos los océanos y hacen una tarjeta que identifica cada una. Eligen la

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que más le gusta a cada uno, después le dan una al aitite y el resto las guardan para llevar a clase al día siguiente. En clase las reparten entre los compañeros, también hay una para la andereño y otra para Asier el intérprete, cada uno lee su tarjetita en alto y Eki lo dice en lengua de signos mientras Asier va traduciendo, se quedan encantados con las conchas. Andereño Amaia, ese día tiene una sorpresa para ellos y lo dice cuando llega el final del día, es que visto que están tan interesados en los piratas y todo lo que tiene que ver con el mar, van a hacer una excursiones, una al día siguiente al museo del mar de Bermeo y otra la semana próxima al acuario de Donostia. Todos se ponen muy contentos, a saltar y a gritar de alegría. Esa noche Eki está muy nervioso y casi no duerme. Ha estado ya en el museo, pero cuando era más pequeño y casi no se acuerda de nada, además entonces casi no sabía cosas del mar, ahora sabe muchas más y está seguro que lo va a disfrutar a tope. A la mañana siguiente, se levanta muy temprano, juega un poco con Nikole y prepara las cosas para la excursión, ama le ha hecho tortilla de patatas, su ama hace la mejor tortilla del mundo, se la pone en una tartera con pimientos rojos. En su mochila, además de meter la visera y la crema de sol, pues todavía hace muy buen tiempo, pone un cuaderno y un boli para apuntar todo lo que le parezca interesante y su cámara de fotos. En el autobús van todos muy contentos, cantando la canción del pirata. Eki y Oneka lo hacen en lengua de signos con Asier y se la enseñan al resto de la clase. En Gernika se bajan y van en el tren de vía estrecha, pasan por Sukarrieta. Eki estuvo allí en las colonias el verano pasado y se lo pasó genial, había también otro niño sordo, una niña en silla de ruedas y uno más mayor ciego, pero estaban todos integrados con los demás niños, jugaban siempre todos juntos y era muy divertido, este verano igual vuelve.

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Después pasan por Busturia, Mundaka y por fin Bermeo. Llegan al museo y les espera un chico que se presenta, cuando ve que Asier le interpreta a Eki, enseguida se interesa y pregunta, luego les hacen el recorrido, ven esqueletos de ballenas, maquetas de barcos, al final también ven un video. A la tarde Eki le cuenta todo a su familia está encantado. La madre de Eki le ha dicho que van a ir a Bilbao a un otorrino, cuando van en el coche le va contando que hay una operación en la que le harían un implante cloquear y que después podría oír. Eki no parece muy emocionado con la idea, le dice a su ama que la idea de pasar por quirófano no le hace mucha ilusión, le da un poco de miedo. Además él ya se ha habituado a estar así, nunca ha oído y se comunica bien con la lengua de signos y leyendo los labios y él también habla a su manera. Parece que se pone un poco triste, su ama le tranquiliza y le dice que espere a hablar con el médico antes de tomar una decisión, que esté tranquilo, que si no quiere operarse no tiene porqué hacerlo, que va a ser su decisión. Después hablando con el médico parece que le da un montón de razones que le convencen. El piensa que estaría bien oír las voces de su familia, la música... dice que se lo va a pensar. Al día siguiente lo habla con Oneka y ésta le dice que si ella estuviera en su caso, lo intentaría aunque solamente fuera por poder escuchar música. Oneka estudia música y toca el txistu, también canta en un coro. Eki recuerda que la gente cuando canta, tiene cara de pasárselo realmente bien y le da vueltas a la idea en su cabecita. Ha comenzado a llover y seguramente no será para un día o dos, se ponen el chubasquero y salen a dar un paseo llevan días sin encontrar ninguna botella y tienen ganas de tener noticias de Frederick.

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Cada vez llueve más y no saben si eso de salir de casa ha sido muy buena idea, así que van corriendo a las rocas donde suelen encontrar las botellas y han tenido suerte, hay una botella flotando en el agua que les está esperando. La cogen, pero antes de abrirla van a resguardarse a los soportales del puerto, pues se están empapando, cuando la abren, cuál será su cara de sorpresa al descubrir que Frederick, el pirata, quiere conocerles y que les cita el sábado próximo en la ermita. Tienen muchas ganas y están muy nerviosos, así que los días van pasando lentamente hasta que al final llega el ansiado sábado. Mientras suben las escaleras se van agarrando de la mano, ¿cómo será? Se preguntan, ¿tendrá pata de palo?, ¿garfio? O parche en el ojo. Al llegar ven que la bandera pirata con las tibias y la calavera ondea fuera de la ermita. Oneka escucha la voz de dos hombres que cantan "ron, ron, ron, la botella de ron" y se lo dice a Eki con las manos. Oneka sigue el sonido y descubren a dos hombres vestidos de piratas, están de espaldas y los dos beben, de pronto se giran y descubren que son el aitite de Eki y el viejo marinero. -Noooooooooooooo! Sois vosotros dicen los dos niños a la vez -Bueno si, éramos nosotros los que dejaban las botellas, pero os lo habéis pasado bien, ¿verdad? -Si, ha estado bien, dice Oneka. --¡Ha sido emocionante! Nos lo habíamos creído los dos..... Después los cuatro meriendan y se divierten, han traído disfraces de piratas también para los niños, al final de la tarde se hacen una foto los cuatro juntos vestidos de pirata. La siguiente semana, los niños van con la eskola al acuario, les gusta mucho, hay tiburones, mantas, caballitos y estrellas de mar,

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un montón de peces de colores, también los de la peli de Nemo, el pez payaso, que es el que más le gusta a los niños. Después en las tiendas de fuera del puerto, venden conchas y todos compran para llevar de recuerdo a sus casas. Eki lleva días madurando la idea de operarse, sería en las vacaciones de navidad, el médico le dijo que le dormirían entero y que al despertar no tendría dolor ni nada y ya oiría. No sabe qué hacer, sus padres le animan, pero él piensa que así como es él, es feliz, le gusta su vida y ¿por qué cambiarla? Se pregunta él. No para de dar vueltas al tema. Un día Oneka le dice que si se operase también podría oír el sonido del mar, las olas rompiendo en la playa. Sobre todo cuando el mar está movido, ella le explica que a ella, ese sonido le encanta, que le relaja mucho. Eki piensa, la música, el sonido del mar, la voz de la gente... Por fin decide que sí, que se va a operar, aunque reconoce que esta muerto de miedo. Navidad llega rápidamente, pasa nochebuena, llega Olentzero y tres días después, justo el día de los inocentes, sale de casa, en ayunas con sus padres, van al hospital. Los médicos son muy simpáticos y hacen que se tranquilice enseguida, se despide de sus padres y enseguida llega el anestesista, le conoció cuando vino a hacerse las pruebas del preoperatorio, le dice que le va a pinchar y se va a dormir, ya no se acuerda de nada. Después cuando comienza a despertarse todo es tan extraño, ve borrosos a sus padres, los dos le están mirando, cada uno a un lado de la cama, los dos sonríen, pero lo más extraño de todo es que oye las voces, es una sensación tan rara. Tendrá que acostumbrarse poco a poco. Cuando le dan el alta y vuelve a casa, en el coche está puesta la radio y le molesta, la tienen que apagar. Después en casa viene aitite a visitarle, escucha su voz, es ronca y cascada, la de su ama le

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gusta más. Pero Eki quiere ver a Oneka, así que su ama le llama, pasa la tarde, los dos están nerviosos, cuando Oneka le saluda, Eki se pone contento, porque su voz le gusta mucho y él tenía miedo ¿y si no le gustaba? Pero le gusta. Ahora todo ha cambiado para Eki, tendrá que acostumbrarse a la nueva situación, pero cree que ahora todo va a ser mejor. Oneka espera que pasen unos días y se encuentre mejor y después le lleva al puerto, se sientan en el rompeolas, el mar esta movido y ella le dice: -Escucha, ¿te gusta? -Me encanta le dice él.

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CAPÍTULO I FELIZ FALSEDAD Por fin llegó el gran día. Ahí estaban todos alrededor de la mesa contemplando una gran tarta con una inscripción donde claramente se podía leer "FELIZ CUMPLEAÑOS ANDER". Ander acababa de cumplir los 18 años pero a pesar de su mayoría de edad seguía sintiendo que le protegían demasiado y en muy pocas ocasiones le habían dejado decidir por si mismo, en ninguno de los aspectos, y eso era algo que no le había gustado. A pesar de esa educación sobreprotectora Ander era un joven muy maduro, muy alegre, extrovertido y con ganas de aprender. Aunque solía discutir a diario tanto con su madre, Amaia, como con su padre, Antton.

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A menudo se había preguntado porque le habían tratado de proteger tanto, ya que tenía la impresión de que a su hermana Ane le habían dejado mucha más libertad de la que él jamás había tenido y era una cosa que él no comprendía. En la mesa, alrededor de la tarta estaba Ane, junto con Amaia y Antton; pero también estaban algunos conocidos de Ander. Los padres de éste habían decidido realizar una fiesta sorpresa y habían invitado a aquellas personas que ellos consideraban que eran amigos de su hijo, pero, ni siquiera se habían acercado un poquito al círculo más íntimo. Quizá porque dentro de su concepto de amistad no podían considerar que "esos niños" pudieran ser los amigos de su pequeño. "Esos niños" como ellos los denominaban eran Alex, Asier, y Alazne entre algunos otros. Ander los conoció en la Asociación donde hacia algunos años había empezado a ir, pero nunca se lo había contado a sus padres, porque tenía miedo de que le prohibieran ir. Y a pesar de esa pequeña ocultación de la verdad Ander era mucho más feliz desde que acudía a la Asociación y compartía sus dudas y miedos con gente que padecía su misma discapacidad. No acostumbraba a ser una persona mentirosa, ni siquiera le gustaba tener que lidiar día tras día con sus padres, pero desde aquella operación se había dado cuenta de que tenía que vivir la vida a su manera, y de que tenía que dejar de agradar a su familia porque de lo contrario iba a vivir atormentado toda su vida. Cuando todos terminaron de cantarle "Zorionak Zuri" Ander se vio obligado a soplar las velas. Hacía tiempo que no se sentía

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tan humillado. Estaba delante de unos desconocidos y no llegaba a entender muy bien el porqué aceptaron la invitación de sus padres, y aunque estaba deseando levantarse de la mesa y marcharse a su cuarto para llorar y desahogarse, el poco respeto que le quedada por sus padres no le permitía reaccionar de esa manera. Todos empezaron a aplaudir y acto seguido se empezaron a levantar de la mesa, uno a uno. Todos querían cumplir con lo que estaba preestablecido; es decir, con los dos besos y con los tirones de orejas. Para cuando se levantó el último, Ander ya estaba asqueado de la situación. Sus orejas habían adquirido un tono rojizo y sentía un hormigueo debido a la cantidad de tirones que había recibido, pero el seguía sentado en la silla, con la esperanza de que todo terminara pronto y de que cada uno se marchara a su casa, de esta manera él ir junto con Alex, Asier y Alazne. Cuando por fin se fueron todos los invitados, Ander se dirigió a sus padres con una pizarra magnética que hacía algún tiempo le habían regalado. -He quedado con los de la Aso. Era su forma de llamar a sus amigos de la asociación. Su madre cogió la pizarra, borró lo que Ander había escrito y le contestó de la misma manera: -¿No es lo que querías? -No, haber preguntado. Una pregunta hubiera valido para saber que con los que quería estar era con los de la Aso. Dicho esto Ander se levantó de la mesa y se dirigió al baño para darse una ducha. Todavía le quedaban 2 horas para que dieran las 22.00h, hora a la que había quedado, de modo que no se dio mucha prisa.

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Entró en el baño y se desnudó, cogió una toalla y se la enrolló en la cintura. Antes de entrar en la ducha se miró en el espejo. En ese momento se dio cuenta de que ya era mayor de edad, con todo lo que ello suponía. Se acercó al espejo y decidió afeitarse. Le cogió la espuma de afeitar a su padre y se la aplicó por la cara. Al de un rato empezó a pasar la cuchilla. Cuando terminó se volvió a mirar al espejo, la verdad es que Ander se gustaba a sí mismo. Era ya un hombre. Un hombre de 1.80 de estatura y bastante corpulento, sus ojos eran marrones al igual que su pelo, que era liso y le llegaba hasta los hombros. Se aceptaba tal y como era, y además cada día que pasaba se sentía más orgulloso de tener esa diferencia respecto a las demás personas. Lo único que no le gustaba eran esas dos pequeñas cicatrices a cada lado de la cabeza que le había quedado después de la operación. Miró el reloj, el tiempo pasaba y el todavía estaba enfrente del espejo, no dejaba de mirarse y de admirarse; pero se dio cuenta de que tenía que meterse en la ducha porque, si no, iba a llegar tarde. Al de un rato salió de la habitación, ya vestido. Había decidido ponerse unos pantalones vaqueros y un niki negro donde se podía leer Sor eta Gor. Era el tercer niki que tenía, todos ellos habían sido negros con las letras en blanco, pero a su madre no le gustaba demasiado y casualmente los dos anteriores se habían manchado de lejía. Ander sospechaba que su madre lo hacía a propósito, pero como la ropa la compraba con el dinero que ella le daba, tampoco

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le importaba tanto; mejor dicho, no era un motivo por el cual le apetecía discutir. Pronto dieron las 21.45h y Ander cogió la mochila que había preparado para salir de casa. Sabía perfectamente con quien había quedado pero cuando le preguntaron en casa intentó que no se notara demasiado. -¿Dónde vas Ander? Ander borro la pizarra y dijo con una voz entrecortada y tímida: -No... recuerdas… que... te… dije… que... marchaba… el… fin... de... semana… fuera… tengo… que… marchar. El plan celebración de los 18 cumpleaños de Ander iba a ser muy especial. Habían quedado los cuatro, Alazne, Asier, Alex y él en el piso de Alex, que no hacía mucho tiempo que se había independizado gracias a la ayuda de su familia, Es cierto que Alex era el mayor de todos, tenia 26 años pero no era la edad lo que hacía que ellos lo admiraran. Todos le tomaban como ejemplo para ellos, posiblemente porque las facilidades que este había tenido era lo que todos ellos deseaban para sí.

CAPÍTULO II A LA LUZ DE LAS VELAS No tardaron mucho en salir de casa de Alex, y se dirigieron a la sala Zubi Zuri. Alex les había invitado a un recital de poesía que estaba programado pero ni Alazne, ni Asier, ni el mismo Ander sabían muy bien que es lo que se iban a encontrar. Entraron en la sala, y Ander miró hacia la derecha y luego hacia la izquierda, había

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mucha gente allí sentada. La gente parecía estar tranquila; algunos fumaban, otros bebían lo que parecía cerveza, y otros únicamente esperaban a que bajara la intensidad de la luz para dar comienzo el recital. Ellos se sentaron en una mesa donde había un pequeño letrero que ponía el nombre de Alex. Las sillas estaban justas para ellos. Se sentaron a esperar mientras Alex, que en esta ocasión era el anfitrión, iba a pedir algo para beber. Mientras estaba en la barra, la luz empezó a bajar quedando la sala a oscuras. Únicamente alumbraban las pequeñas velas aromáticas que estaban ubicadas en las mesas, junto a los enormes ventanales que disponía el local y desde donde se distinguían a los peatones pasear en las aceras. Pronto llegó Alex con algunas cervezas y un botellín de agua, las dejó en la mesa y él se quedó con el agua mineral. No dijo nada, únicamente se limitó a soltar una de sus mejores sonrisas, se dio la vuelta y de forma tranquila se dirigió hacia el escenario, en donde había una mesa junto con un taburete y donde no tardó en sentarse. De repente una música de fondo empezó a sonar. Parecía ser lo que se conoce como música de relajación y pronto la sala se quedó en silencio, ninguno de los que allí se encontraban hacía el menor ruido. Alex no tardó demasiado en levantarse y fue entonces cuando empezó a mover sus manos de una manera muy especial para Ander. Alex se movía de una manera muy elegante, seguía a la perfección esa música que aunque algunos de los allí presentes podían

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escuchar, para Ander era inútil siquiera el intentarlo. Tenía que conformarse con las débiles vibraciones que llegaban a sus pies desde los grandes altavoces que había a cada lado del escenario. Hacía poco que había empezado a hablar de manera fluida la lengua de signos. Siempre había usado el alfabeto dactilológico y era desconocedor hasta unos años atrás de que las personas con discapacidad auditiva tenían una riqueza a nivel del lenguaje no verbal como la que pudiera tener cualquier otra en un lenguaje oral que se le asemejara.

Zubi Zuri

En casa no solía hablarse de las diferentes formas alternativas que existían para la comunicación y aunque en ocasiones Ander había coincidido con alguna otra persona que carecía de capacidad auditiva sus padres intentaban por todos los medios que no tuvieran relación. Intentaban por todos las vías que Ander hablara y aunque eso ya no iba a poder ser, no cejaban en sus intentos y desde muy pequeño rehuían colectivo sordo, el que muy a sus pesares era aquel al que su hijo Ander estaba destinado a pertenecer.

CAPÍTULO III RECUERDOS DEL MÁS ACÁ Cuando Ander apenas había cumplido unos meses, unas fiebres altísimas producidas por una vacuna, hizo que éste perdiera un porcentaje elevadísimo de su audición, pero afortunadamente,

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durante varios años de su vida disfrutó de lo que era el sonido. A menudo tanto él como su hermana Ane paseaban por la playa de Laga y se entretenían con el sonido de las olas al chocar en las piedras, o con el de las gaviotas al atardecer también el de los pequeños veleros a los que, aunque imperceptibles a la vista, se les podía escuchar el enérgico sonido de sus bocinas. Todo ello les produjo tal esperanza a los padres del, por aquel entonces, niño, que no tardaron demasiado en someterle a una operación que por boca de muchos médicos especialistas, no albergaba demasiado éxito. Ander no habría cumplido los 7 años cuando sus padres decidieron someterle a la operación. Consistía en la implantación de coclear, en la que a través de alta tecnología las señales acústicas se trasforman en señales eléctricas que estimulan el nervio auditivo; y aunque él no podía decidir demasiado, por su corta edad, sabía que no deseaba ser operado, porque era una forma de condenarse al silencio eterno. De no haber sido operado, Ander seguiría escuchando a las olas del mar susurrar en sus oídos, pero el rechazo del implante dejo sin ningún tipo de audición al pequeño en poco más de un año.

CAPÍTULO IV NOCHE DE FIESTA El recital seguía su curso y Alex permanecía sobre el escenario haciendo movimientos coordinados junto con la música. Era la

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primera vez que cualquiera de los amigos allí presentes veían a Alex en plena acción, aunque sabían de su afición y en alguna ocasión les había dedicado alguna poesía de forma extraoficial. Pero lo que se estaba contemplando en aquella sala iba mucho más allá de una rima recitada en un parque a modo de diversión. Lo que Ander estaba viendo era una forma de comunicación totalmente diferente a lo que el conocía, y eso le producía un escalofrío que recorría todo su cuerpo. Era ya medianoche y la sesión llego a su fin. Alex tenía el presentimiento de haber gustado y eso le animó a despedirse varias veces. Algunos de los allí presentes movían sus manos a la altura de los hombros, las agitaban fuertemente, mientras otros palmoteaban mientras gritaban "bravo". La noche había sido todo un éxito. Pronto salieron de la sala y los cuatro se dirigieron a casa de Alex donde habían planeado pasar la noche. Una vez allí cogieron las mochilas que anteriormente habían dejado en la habitación de invitados, y sacaron de ellas unos pijamas viejos. Cada uno se puso el suyo y no tardaron en sentarse en los sofás y empezar a contarse confidencias. Cada uno tenía un turno. Ander intentaba por todos medios comunicarse mediante la lengua se signos, pero tenía que reconocer que todavía le costaba mucho menos hacerlo a través del alfabeto dactilológico o mediante la pizarra magnética, que tanto había usado. Alazne no paraba de hablar del chico ese que tanto le gustaba. Era un chico que hacía poco había acudido a la asociación de la que ellos eran miembros. En poco tiempo había caído rendida a sus pies, y aunque estaba ilusionada, le daba cierto miedo pensar que no iba a ser correspondida.

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Asier, le animaba a que quedara con él. Asier era un buen amigo, sincero pero a la vez realista. La verdad es que veía futuro en esa relación porque en alguna ocasión Aitor, que así se llamaba el chico por el que Alazne se había esperanzado tanto, le preguntaba de vez en cuando por la soltería de su amiga y sobre qué cosas podrían tener en común, parte de la discapacidad, con vistas a quedar con ella. Cuando el tema no dio más de sí, Ander cambió drásticamente de tema y empezó a hablar de su familia. De lo mucho que le gustaría que le ofrecieran más independencia, y de lo que deseaba marchar una temporada fuera de su casa. Ander era bastante insistente en ese tema, y no es que no quisiera a su familia, simplemente necesitaba seguir un camino que casi con toda seguridad sus padres no lo iban a permitir. La noche iba hacia delante y el cansancio empezada a notarse en las caras y en los gestos de los cuatro amigos. Unos a uno se fueron a la cama, hasta que Ander y Alex se quedaron solos en el salón. Alex alguna vez le había propuesto que se fuera una temporada a su casa, simplemente hasta que aclarara sus ideas, y aunque este siempre le había rechazado la propuesta, cada vez estaba más cerca de aceptarla. Era cierto que Alex no podía imaginarse el modo de vida que Ander llevaba. Solía pensar que era un poco exagerado, porque las cosas que contaba de su casa eran más propias de otra época.

CAPÍTULO V DESAPRENDIZAJE Ander contaba como de pequeño, cuando todavía tenía restos auditivos, sus padres le llevaron a un centro especializado en el len-

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guaje oral. Las monjas de aquel lugar, obligaban a los niños que allí se encontraban a pronunciar las palabras costase lo que costase. Eran unas mujeres muy rectas. Recordaba como en algunos momentos, él y muchos de los menores del lugar solían pasarse horas y horas con las manos atadas a la espalda con una cuerda, para evitar que se comunicaran a través de los gestos. Estas acciones normalmente dejaban secuelas físicas, pero lo que todavía era peor, también dejaron en Ander secuelas psicológicas. Probablemente éste era uno de los motivos principales por el que se había revelado tan tardíamente hacia sus padres. Hasta que fue lo suficientemente adulto, Ander había creído que cualquier alabanza hacia su discapacidad provocaría en sus padres más actos de crueldad como el de aquel internado. Por lo que se pasó mucho tiempo intentando ignorar todo lo que del colectivo sordo proviniera. Intentaba hablar, cosa que no era imposible para él, puesto que podía realizar unos ligeros sonidos, y realizando un pequeño esfuerzo, se le podía entender bastante bien el mensaje. Aún así, prefería usar la pizarra que tenía en casa, se sentía mucho mejor. El problema era que no le gustaba la sensación que le producía el intentar hablar, la gente le miraba y en ocasiones le señalaba. Ander creía que intentando usar el lenguaje oral estaba intentando

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ser algo que no era. No sentía que el lenguaje oral fuese su forma natural de comunicación. Por ese motivo, pasado unos años quiso pasar a ser miembro de la asociación Sor eta Gor. Necesitaba aprender a vivir como lo que era y no como lo que querían que fuese.

CAPÍTULO VI PRÓXIMA ESTACIÓN "ESPERANZA" Habían pasado menos de un día en casa de Alex, y el sábado a la tarde cada uno se dirigió a su casa junto con sus familias. Ander acudió a la suya. Sabía que el recibimiento no iba a ser bueno. Antes de meter la llave en la cerradura se quedó un instante inmóvil, pensativo. Podía intuir que sus padres, Amaia y Antton habían dedicado parte del tiempo a hablar de el, Ane seguramente también lo habría hecho, pero confiaba plenamente en ella Abrió la puerta, y allí estaba Amaia, sentada en la mesa de la cocina en donde le había dejado. Estaba sujetando la pizarra magnética como si llevara horas esperando a recibir una explicación. Ander no se detuvo, se limitó a levantar la mano a modo de saludo y se dirigió a donde Ane. Ane le preguntó por el fin de semana mediante los signos que su hermano le estaba enseñando. Y Ander respondió que bien, seguido de eso fue contando lo del recital, la noche de confidencias. Cuando Ane miraba a Ander veía un hombre orgulloso de ser como era, y verdaderamente ella también creía que fuera de la pro-

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tección de sus padres iba a disfrutar más de las cosas. Ane solía decir que junto con sus padres lo único a lo que iba a poder aspirar era a quedarse sentado viendo pasar la vida, sin embargo lo que Ander quería era interactuar con ella. -¿tú… qué… crees… que… pasaría… si… me… voy... un…tiempo... a… casa… de… Alex? Se quedó pensativa, no quería condicionar una decisión tan importante como esa. Cogió un papel y un bolígrafo y escribió… “ME PARECE QUE EL SECRETO DE LA VIDA CONSISTE SIMPLEMENTE EN ACEPTARLA COMO ES”

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EL SONIDO DEL SOL LEIRE ABELL BERNAL “Dedicado a todas las personas que se han dejado querer y quieren a otros/as, a pesar de las limitaciones”

CAPÍTULO 1 "El principio" Son las 6 de la tarde en Bilbao, y nacen un niño y a una niña que se llamarán Ander y Eguzkiñe. Toda la familia está muy contenta de la llegada de los mellizos, especialmente Ane, la hija mayor, que llevaba tiempo diciendo que quería un hermano o hermana para jugar con ella. La sorpresa fue doble, Ane de repente tiene dos bebes con los que poder disfrutar. Es un día especial, la familia ha aumentado y a partir de ahora ese día lo celebraran por todo lo alto, como signo de que Ander y Eguzkiñe van cumpliendo años. Patxi, padre de la familia, está

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encantado con los pequeños, pero especialmente con Ander. Le dice a Bego que lo primero que le va a enseñar a Ander es a cantar el himno del Athletic y a jugar al futbol,- También se lo enseñaré a Eguzkiñe- añade Patxi. Bego sonríe al oír como Patxi trata por igual a los mellizos. Qué decir de la hija mayor de 6 años, Ane está alegre porque ahora tiene dos bebes a los que ayudar a su madre a cuidar. Los meses van trascurriendo desde aquel 17 de febrero en el que nacieron los dos nuevos miembros de la familia, Ander y Eguzkiñe. Cuando sale del colegio Ane va corriendo a casa de su abuela Paquita para estar con los mellizos, oírles como hacen pequeños sonidos o verles comer. En el colegio todo el rato habla de ellos a sus amigas y a su profesora. Bego se ha tomado unos meses para recuperarse y para cuidarles, pero Patxi sigue trabajando hasta que Bego tenga que volver al trabajo. Antes del nacimiento, el matrimonio había llegado a un acuerdo, primero Bego cogería el permiso de maternidad y luego Patxi haría lo mismo, con la idea de poder estar con los bebes. A medida que va pasando el tiempo, Bego nota diferencias entre los bebes. Eguzkiñe es una niña despierta, con los ojos grandes y abiertos, atenta y muy buena comedora, en cambio Ander es más tranquilo, menos despierto…

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Al principio Bego, la madre, no dice nada porque piensa que son diferentes. - Eguzkiñe es igual que tú, Patxi- Le dice Bego a Patxi - Y Ander se parece mucho a tu hermano Bego. Le comenta Patxi a su mujer. En pleno agosto en el pueblo, con un calor sofocante Patxi empieza a sospechar que hay algo raro en Ander, ya que parece que no responde a ningún sonido que le hacen. Todo el mundo comenta la pasividad de Ander. Edu uno de los amigos del pueblo, le dice a Patxi? Que niño más antisocial tenéis, ¿a quién ha salido?? Esa noche el matrimonio no duerme y piensan que cuando llegen a Bilbao le llevarán donde la pediatra, Edurne, para que le mire. Las vacaciones se han terminado para todos, Bego y Patxi vuelven al trabajo, Ane al colegio y los mellizos empiezan en la guardería. Con la vuelta al día a día, Bego le dice a Patxi? He llamado al hospital y tenemos cita para el jueves con la pediatra? El día antes están inquietos porque saben que algo le pasa a Ander, no saben que puede ser, pero piensan que algo no va bien. Además, la cuadrilla de Bego Y Patxi se ha dado cuenta de que están preocupados por Ander. Cuando nació Ane, la mayor, no vieron, ni notaron ese comportamiento que tiene Ander, por eso están preocupados porque no habían visto que un niño estuviese pasivo ante las canciones que le canta su abuela, las caras de burla de su hermana mayor o los aplausos de su madre y padre.

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CAPÍTULO 2 Un jueves de septiembre Un jueves de septiembre sería un día importante para la familia. Tanto Bego como Patxi se levantan con pocas ganas de hablar, pero tienen que hacer delante sobre todo de la mayor que no pasa nada. Comienza el día como otro cualquiera, llevando a Ane al colegio y a Eguzkiñe a la guardería. De ahí se van al centro de salud de su barrio. Una vez allí, miran a Ander y este está en su mundo, Bego dice: Es como si estuviera aislado de todo, y Patxi asiente lo que comenta su mujer. Entran a la sala donde está la pediatra y le cuentan un poco el porqué de la visita. Antes de decir nada, la pediatra quiere hacerle unas pruebas de sonido para ir descartando. La siguiente visita es otro jueves de septiembre llevan al pequeño al audilogo, allí le harán una prueba de sonido. Los temores de que algo le pasaba al pequeño Ander eran reales, no se sabe por qué pero Ander es sordo profundo, por eso no responde a nadie ni a nada. La mala noticia ha llegado a la familia, por fin saben que sus sospechas no eran alucinaciones. A partir de ahora, también se van acordar de un jueves de septiembre. Bego llora mirándole, mientras que Patxi tampoco sabe que significa que Ander sea sordo profundo. - Por qué lloras Bego?, si nuestro hijo está vivo y no le pasa nada malo.? dice Patxi

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- Porque no va a ser un niño normal, vamos a tener que poner mucho de nuestra parte para normalizar la situación de Ander? añade Bego ? Primero vamos a llevarle a donde otro especialista para ver si nos confirma lo que le pasa a Ander, ¿qué te parece Bego?, estemos totalmente seguros? comenta Patxi. ? Estoy totalmente de acuerdo, si nos lo confirma ya veremos qué hacemos, pero algo vamos a tener que hacer para que Ander no se siga perdiendo más de este mundo en el que vive? dice Bego. La confirmación por parte de otro audílogo (especialista de los oídos), llegó pronto. No hay ninguna duda de que Ander no oye nada. La especialista les da unas direcciones a las que pueden acudir para recibir ayuda e información sobre el tema. Bego, agradecida, le dice: ¿hay alguna posibilidad de que Ander vuelva a oír? ? Habría alguna posibilidad, pero insisto es mejor que se pongan en contacto con alguna asociación relacionada con déficit de audición? comenta la audiologa Maite. Después de la conversación con Maite parece que están más tranquilos sabiendo que hay alguna posibilidad de que el niño oiga, pero saben que hoy por hoy el niño no oye nada y por eso no es risueño, ni alegre… CAPÍTULO 3 El apoyo En los meses siguientes Bego y Patxi van a la asociación de sordos de Bilbao donde reciben formación sobre la discapacidad. Están contentos porque otros matrimonios con hijos/as con sordera hablan con ellos, les cuentan su historia y les aconsejan.

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Han empezado a estudiar el lenguaje de signos que consiste en hablar con las manos en vez con la boca. Sabiendo que por ahora no va a salir sonido por la boca de Ander. Le están enseñando a Ane el alfabeto dactilológico, son las letras del abecedario con una mano. Ane está muy atenta a las explicaciones de su ama, pero pregunta: Mamá ¿para qué quiero aprender a hablar con las manos? - Todos estamos aprendiendo a hablar con las manos porque Ander no puede hablar con la boca, como tú o como yo? dice Bego, la madre - ¿Cómo que Ander no puede hablar con la boca? ¿Por qué?, repite Ane. - Ane tienes que entender que Ander no puede hablar y que para hablar con él tenemos que hacer un esfuerzo de aprender a hablar con las manos. No puede hablar porque no oye la música, ni tu voz, ni la de la abuela, ni la tele…? comenta Bego. - ¿Ni tampoco puede escuchar el sonido del sol? pregunta Ane. - Ane, el sol no se puede oír, pero sí ver? explica la madre. - Pero ¿algún día lo oiré? repite Ane - Creo que no? dice Bego

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- Yo creo que sí y encima lo oiré con Ander? asienta Ane. Bego piensa que Ane es una soñadora pero que la ilusión que tiene de oír el sol será complicado que se cumpla.

CAPÍTULO 4 El pasado del tiempo Han pasado varios años y los pequeños mellizos de la casa han crecido, y ya tienen 8 años. A lo largo de este tiempo, Ander va al colegio como uno más, lo único que hay veces que tiene una profesora que le ayuda con los deberes. Todavía Ander no oye nada, se comunica a través de signos que hace con las manos. Él está muy contento, por lo menos se le ve feliz. En casa, todos han aprendido el lenguaje de signos y no se oye un grito en la casa, sino simplemente una velocidad increíble en el movimiento de las manos. Hay una operación que consiste en que se le coloque un aparato en la cabeza para que pueda oír, pero creen que si su hijo es sordo, pues le quieren así. Han decidido que si Ander quiere oír que decida él que quiere operarse, durante este tiempo Patxi y Bego han pensado que no le van a operar. Varias familias con las que están en la asociación se arrepienten de haber operado a sus hijos/as porque es una operación muy agresiva, que supone que rechace el aparato, así que la opción es que cuando Ander sea mayor, él decida lo que quiere hacer.

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Van al colegio del barrio, y Ander está totalmente integrado. No se siente diferente por no oír, juega al futbol, hace los deberes, tiene amigos y amigas, juega en el parque de enfrente de casa como uno más. Eguzkiñe, es la que más cerca está de su hermano, la que le ayuda en casa, en el colegio, cuando están con otros niños y niñas… pero es la gran olvidada. Ella siempre está detrás de Ander, vive para ayudarle. Bego y Patxi saben que se han centrado mucho en Ander, mientras que Eguzkiñe ha estado a la sombra de lo que le pasaba a su hermano. La hija mayor, Ane tiene 14 años y está en la pre-adolescencia, momento de rebeldía.

CAPÍTULO 5 El día que cambio todo Un día soleado Ander va al colegio y en la hora del recreo le paso una cosa que nunca olvidará. Como cada patio jugaba al futbol con sus compañeros de clase, pero ese día ninguno había llevado balón para jugar. Los compañeros de clase de Ander sabían alguna palabra en lenguaje de signos, ya que su tutora había trabajado algunas palabras sencillas y el alfabeto dactilológico para facilitar a Ander la comunicación. Entre todos ellos está su mejor amigo Natxo que es oyente, pero se maneja muy bien con el lenguaje de signos. En

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el patio siempre están juntos, siempre le está signando lo que otros compañeros y compañeras dicen. Ese día nadie había llevado pelota Natxo estaba enfermo. Todos se pusieron a correr de un lado al otro del patio, pero Ander no sabía que pasaba e intentaba que alguien le pudiese decir lo que pasaba, nadie le hacía caso, por lo que decidió irse a una esquina y sentarse y ver, ya que no podía escuchar. Justo la esquina en la que se sentó daba el sol y pensó en el sueño que tenía su hermana Ane de escuchar el sol, algo que el no va a poder oír nunca, por ahora. Uno de los mayores, del curso de 6º de primaría, le empezó a preguntar porqué estaba allí sentado solo. Ander no contestaba porque no podía, pero el chico de 12 años pensaba que no le contestaba porque no le daba la gana, por lo que Ander empezó a utilizar el lenguaje de signos, pero el chico se empezó a reír de él. Insulto, tras insulto, risa tras risa… Ander se iba haciendo más pequeño. Mientras tanto Ander lo único que hacía era mirar el sol y pensar en lo que daría por ser el sol, amarillo, redondo, perfecto, tan brillante, bonito… a todo el mundo le gustaba, en cambió él no, era sordo, imperfecto y encima uno de su colegio se reía de él por no escuchar. Eguzkiñe ve a su hermano llorando cuando sube a clase, él no le contaba lo que había pasado. Ander le dijo que era mayor para el solo se podía defender, que no le necesitaba ni a ella, ni a Natxo. Eran las cinco de la tarde y mientras salían del colegio, Ander no quitaba la mirada del suelo, así todo el camino hasta llegar a casa.

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Al entrar por casa Bego se dio cuenta de que algo no iba bien. Normalmente, lo primero que hacían era darle un beso, pero ese día Ander y Eguzkiñe se fueron a sus respectivos cuartos, sin decir nada. Bego toca la puerta del cuarto de Eguzkiñe. - ¿Se puede entrar? pregunta Bego. - Sí? responde Eguzkiñe. - Eguzkiñe, ¿qué ha pasado en el colegio? pregunta Bego - Ama, no lo sé. Solo sé que de repente he visto a Ander llorando después del patio y no me quiere contar lo que ha pasado? aclara Eguzkiñe. - ¿Y no te ha dicho nada? insiste Bego. - Solo me ha dicho que no necesita a nadie para que le defienda, ni a Natxo, ni a mi? contesta Eguzkiñe. - Eso es porque alguien se ha metido con él -piensa Bego. - Es verdad que hoy no les he visto jugando al futbol, y que tampoco ha estado Natxo… pero no le he visto durante el patiodice Eguzkiñe. - Voy a ir a su cuarto, para saber si me dice algo? anuncia Bego. CAPÍTULO 6 La carta Bego decide que pase un poco la tarde para entrar al cuarto de Ander a hablar con él. Durante ese tiempo, la madre piensa que le va a decir, ya que nunca se había enfrentado a la situación de sentirse rechazado por no ser oyente.

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Bego va con un bocata en la habitación de Ander y se sienta en una parte de la cama. Mientras Bego le signa: ¿qué ha pasado en el colegio?, pero Ander no tiene ningún tipo de interés por contarle lo que ha sucedido en la hora del recreo. Viendo que no quiere hablar, Bego decide marcharse de la habitación, pero le deja el bocata. Pasan las horas y Ander no sale del cuarto, toda la familia está preocupada. En uno de los momentos Ander decide escribir una carta dirigida a su madre, padre y hermanas. “Ama, Aita, Eguzkiñe y Ane: Hoy lo he pasado mal en el colegio, unos niños mayores del colegio se han metido conmigo por ser sordo. No estaba Natxo y Eguzkiñe estaba con sus amigas jugando a la cuerda, así que yo estaba solo cuando esos niños han venido. Me he sentido muy solo y mal. Cuando el niño mayor se metió conmigo, no supe que hacer, lo único que pensaba era que echaba de menos a Natxo y a Eguzkiñe. Por eso mañana no quiero ir al colegio, si no va Natxo.” Ander sale del cuarto, y va al salón donde están todos viendo la televisión. Le dice a Bego que lea en alto lo que ha escrito. La madre lo lee y todos reaccionan sorprendidos porque hasta ahora nunca había tenido ningún problema con nadie por ser sordo. Eguzkiñe le dice que le digan quienes son porque ella se va a enfrentar a ellos y Ane apoya lo que dice su hermana menor, pero Bego les comenta que esa no es la solución. Patxi se queda sor-

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prendido y sin saber que decirle porque nadie se había metido con Ander y piensa que a lo mejor le ha protegido demasiado este tiempo. Bego le expresa a Ander que tiene que hablar con ese chico y decirle que no se puede meter con él por ser sordo. Ander le declara a su madre que no lo va hacer porque ese chico es malo y que se mete con mucha gente en el colegio. Se marcha corriendo a su cuarto. Bego y Patxi se quedan solos en el salón de la casa y sobre todo preocupados por lo que le ha pasado a Ander en colegio. - Bego, no lo hemos hecho bien, creo que le hemos protegido demasiado? comenta Patxi. - Yo creo que no porque le hemos dejado que vaya a campamentos, que este con otros niños y niñas, nunca ha recibido trato de favor en casa por ser sordo? explica Bego. - Ander tiene que saber que habrá gente que se mete con el por la deficiencia y eso se lo tenemos que decir, aunque él ya se ha dado cuenta por si solo? dice Patxi. - Haber si mañana va al colegio porque lo peor que puede hacer es quedarse en casa, le tenemos que explicar que tiene que enfrentarse y que no puede huir? narra Bego. CAPÍTULO 7 La excusa Son las 8 de la mañana y se enciende la luz que despierta a Ander todos los días. Se vuelve para el otro lado de la cama, con la intención de quedarse durmiendo.

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Bego irrumpe en el cuarto y le quita las sabanas. Ander dice que no quiere ir al colegio, pero su madre le obliga a ir. Es un día duro para Ander, por eso Bego decide que le van a acompañar todos al colegio, como una familia unida. Los cinco se dirigen a la escuela, la madre le dice que hable con ese chico y que no tenga miedo de nada. Si ve que no hay forma de hablar con él y siente que le va hacer algo que se lo diga a alguna profesora. Durante las primeras horas no pasa nada porque está en su clase de toda la vida, donde los compañeros saben lo que le pasa y le quieren así como es. Además, está su mejor amigo Natxo. Le respetan, le ayudan, le aceptan y le quieren, eso es lo que hacen sus compañeros, lo importante es la persona, es decir, él como niño que es igual que ellos, que no puede oír, pero sí comunicarse. Llega la hora del patio, y Ander se pone nervioso y decide que tiene que hacer algo para que le castiguen sin patio. Por lo que no le da a la profesora los deberes para corregir, le dice que no los ha hecho. La profesora le dice que los tendrá que hacer en la hora del patio en clase, por lo que se queda sin recreo. Eguzkiñe le busca por todo el patio del colegio y no le encuentra, se asusta. De repente ve a Natxo, corre hacia él y le pregunta donde está Ander. Natxo le explica que está castigado por no hacer los deberes. - Pero si ayer hizo los deberes conmigo? dice Eguzkiñe. - Pues le ha pedido la profesora la tarea para corregirla y Ander le ha dicho que no lo ha hecho? explica Natxo.

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- Creo saber porque ha dicho eso Ander? esclarece Eguzkiñe. - ¿Por qué? pregunta Natxo. - Ayer, un niño de los mayores se metió con él por ser sordo. Hoy no quería venir al colegio y mi madre le ha obligado? aclara Eguzkiñe. - No me había contado nada? argumenta Natxo. - No le digas nada, porque yo creo que te lo tiene que contar él, pero te lo te dicho para que sepas si le notas raro? le aclara Eguzkiñe a Natxo. CAPÍTULO 8 Eres único Durante los siguientes días, Ander hace todo lo posible por estar castigado. Su madre le pregunta si ha hablado con el niño y él le miente y le dice que sí, que ya está todo solucionado. Pero en verdad, Eguzkiñe sabe que no lo ha hecho y le amenaza con contar la verdad a su madre. La tutora de Ander está muy preocupada porque en la última semana no ha traído los deberes hechos, algo no habitual en él, por lo que llama a casa para preguntar si le pasa algo. Bego se queda sorprendida con lo que le dice la tutora. Ander y Eguzkiñe llegan juntos del colegio, pero ven a su madre bastante enfadada y la mirada se dirige a Ander.

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Le pregunta cómo le ha podido mentir, que ya sabe que esta semana ha estado castigo todos los recreos sin salir al patio porque no ha hecho los deberes. Ander se pone a llorar y corre rápidamente hacia su cuarto. Eguzkiñe va detrás, pero este cierra su puerta con seguro. Su hermana habla con su madre y le dice que ella sabía lo que estaba pasando, pero que tenía que ser él, el que diese el paso de contárselo. Al final Ander cede y deja que entre su madre en el cuarto. Le dice que tiene miedo de ese niño y de lo que le pueda decir. Bego le dice que la gente le tiene que querer por lo que es, no por lo que le gustaría que fuese. Sabe que es distinto a sus compañeros de clase, pero lo que tienes que hacer es ver lo que te pasa, te hace ser especial, distinto, único… y lo bueno es que la gente como yo, Ane, aita, Eguzkiñe, Natxo, toda la familia te quiere por como eres. Si es verdad que tiene que asumir que tiene esa limitación, pero de lo que ahora ve como algo malo, tiene que sacar lo positivo de la limitación. Ander le dice que va a intentar ver las cosas como ella le anuncia, pero que no va a ser fácil. Su familia le hace sentir especial y con ellos no se siente diferente, sino uno más. CAPÍTULO 9 La escucha del sol Durante el fin de semana, Ander es consciente de que tiene que ser fuerte y enfrentarse a ese niño.

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El lunes va con ganas al colegio. Pide perdón a su profesora y le cuenta porque estos días ha estado mintiendo. En la hora del patio se arma de valor, y le dice al niño que quiere hablar con él. El niño mayor se vuelve a reír de Ander porque como no le entiende, es su forma de salir del paso. Natxo se acerca, pero Ander no le deja que intervenga. Ander le da una carta al niño de 12 años, que dice: “Gracias por hacerme ver que soy especial, único y que mucha gente me quiere.” El chico mayor se queda sorprendido y sin palabras. Le pide perdón por lo que le dijo. Eguzkiñe y Natxo se quedan atónitos de lo que ha hecho Ander. Les ha dado una lección de humildad y de saber estar. Ese día soleado escuchó el sol, no solo él sino también Eguzkiñe y Ane.

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LA MAGICA AVENTURA DE MIKEL AINHOA GARCÍA IBARRONDO

Mikel era un niño de 11 años que vivía con sus aitas y su aitite. Moreno, delgado, con los ojos marrones, era sordo desde que tenía 3 añitos, a raíz de una fiebre muy alta junto a una otitis grave. Los padres de Mikel lo pasaron muy mal en aquel momento pensando que nunca se iban a poder comunicar con su hijo, pero en vez de hundirse y quedarse en casa lamentándose, salieron en busca de información sobre centros, donde, entre otras cosas, enseñaran a Mikel a utilizar la Lengua de Signos Española. Fue un golpe muy duro para toda la familia pero en el momento en que Mikel comenzó a acudir al centro junto a sus padres, todo cambió, ya que aprendieron a comunicarse a través de signos que hacían con las manos. Además, Mikel, a lo largo de los años, hizo esfuerzos por recordar e imitar algunos de los sonidos que había escuchado cuando era pequeño. Con mucho esfuerzo y ayuda de un pedagogo del centro al que acudía junto a sus padres, consiguió articu-

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lar algunas palabras, con las que le era mucho más fácil comunicarse con personas que no conocían la lengua de signos. Así, usando las palabras que sabía decir, junto a la mímica y la lectura labial aumentaba sus posibilidades de entenderse con cualquier persona externa a su entorno. Se acercaba el verano y aquel día, como cada día desde hacía 11 años, se despertó a las 7 de la mañana a través de las vibraciones que emitía su despertador, pero aquel, no era un día cualquiera, era un día especial, ya que tras mucho insistir, sus padres, Tere y Txus, le habían permitido al fin ir a un campamento de verano, con la única condición de que les escribiese a diario contando las aventuras que le fueran ocurriendo. Mikel se sentía contentísimo, por fin había conseguido uno de sus sueños, poder estar en un campamento con otros chicos de su edad. Estaba deseando hacer nuevos amigos, jugar a nuevos juegos… Sabía que le resultaría difícil poder comunicarse con los demás, porque ellos no eran sordos y no conocían la lengua de signos, pero para él, era todo un reto enfrentarse a una experiencia única y diferente. Además para algo había dedicado tanto tiempo a aprender a escalar, nadar, hacer fuego, hacer distintos nudos con las cuerdas. También sabía utilizar la brújula, puesto que hacía dos años su padre se la había regalado por su cumpleaños y, de vez en cuando, habían salido juntos al monte a jugar a que se perdían, para que después Mikel con ayuda de la brújula, encontrara la dirección para regresar a casa. Otro de los juegos que realizaba con su madre era el de las luces de colores. Habían creado un lenguaje que solo ellos conocían. Cuando Mikel estaba en el parque y su madre quería decirle algo, sacaba por la ventana de la cocina unas linternas de luces de

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colores con las que hacía siluetas. Mikel, al observarlas, entendía rápidamente el mensaje y acudía lo antes posible a la llamada de su madre. El aitite José, era un fanático del cielo, le encantaba interpretar las estrellas. Siempre le explicaba muy apasionadamente a Mikel cómo, antiguamente, las personas se orientaban a través de las estrellas para ir de un sitio a otro sin perderse, al igual que en los desiertos era necesario saber interpretar las tormentas de arena para poder protegerse a tiempo. El aitite decía que el cielo siempre hablaba, solo había que saber interpretar lo que nos estaba diciendo, igual que cuando nos avisa que va a haber una tormenta, que la nieve está a punto de caer o que el viento está muy revuelto. Había que estar atento al cielo y escuchar sin oír con los oídos, sino observando con los ojos, que era como Mikel escuchaba, sin oír sonido alguno. Mikel sentía el viento en la piel, olía el aire, los aromas que indican que la tormenta se acerca, el olor a tierra húmeda una vez que ha llovido, los perfumes de las flores y, sobre todo, sentía la lluvia cuando cae por la cara, entonces si que le hablaba, porque le retumbaba en cada poro de piel consiguiendo erizarle los pelos del cuerpo. Una de las cosas con las que disfrutaba Mikel, era pasear viendo las flores, porque cada una le transmitía un aroma distinto y unos colores diferentes, también le gustaba mirar a los pájaros y observar los distintos insectos. Para él era un mundo de sensaciones que sus ojos, tacto, y olfato le transmitían, llenándole de satisfacción y haciéndole sentir muy feliz. Además siempre contaba con la ayuda de sus aitas, que se dedicaban a explicarle todas aquellas maravillas. El aitite, en navidades, le había regalado un telescopio con el que por las noches disfrutaba viendo las estrellas, y, encima, le

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enseñaba los nombres de alguna que otra, como la osa mayor, osa menor… Mikel sabía que podía aportar muchas cosas buenas a sus compañeros pero que debía ganarse su confianza, ya que siempre le solían dejar de lado por ser sordo. Llegó el momento de comenzar a hacer la maleta, así que Mikel acudió al sótano donde las guardaban y se puso a buscar la más grande. Cuando la encontró fue a casa, la colocó encima de la cama y la abrió, después se dirigió a su armario y recogió la ropa que su madre le había preparado, mudas, pantalones, camisetas, jerséis, botas, zapatillas, chubasquero…y las introdujo en la maleta. Después llegó su turno, el de introducir las cosas que él consideraba imprescindibles. En primer lugar buscó la brújula que le había regalado su padre, después cogió una cuerda súper larga junto a unos mosquetones que eran los utensilios que utilizaba para ir a escalar, también guardó unas gafas de buceo, sus linternas de colores, la navaja multiusos, un encendedor, el botiquín de primeros auxilios y un cuaderno con un bolígrafo para escribir a diario a sus padres, todo ello lo metió en una mochila pequeña para tenerlo a mano, así, fuera donde fuera, siempre podría contar con su mochila y no perdería el tiempo en buscar sus accesorios. -Teresa (Madre). ¡Cariño! ¿Qué estas metiendo en esa mochila? -Mikel (hijo). Todo lo que necesitaré para poder disfrutar de mi aventura en el campamento. -Teresa (Madre). Recuerda que no debes alejarte del grupo y estar siempre atento al monitor. -Mikel (hijo).¡¡Ama deja ya de preocuparte!! Acaso no sabes que he estado preparándome para esta aventura. Ya sé cómo he de comportarme. -Chus (Padre). Por supuesto, no le hagas caso a tu madre. Ya sabes que las mujeres siempre se preocupan demasiado por todo,

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tú no te preocupes y disfruta de cada momento y si tienes algún problema házselo saber al monitor, y así podrá ayudarte. -Mikel (hijo). ¡¡Aitite!! Te prometo que todas las noches miraré el cielo, así cuando tu lo mires estaremos conectados. -José (Aitite). Me parece muy bien, y espero que no te olvides de todas las cosas que te he enseñado. La noche se hizo interminable parecía que las horas no corrían pero por fin el despertador empezó a vibrar y de un salto Mikel salió de la cama. Su madre ya le tenía preparado el desayuno: zumo, tostadas, leche, fruta... pero los nervios no le permitían a Mikel tragar apenas unos bocados. -Mikel (hijo). ¡¡¡Vamos daos prisa no vaya a marcharse el autobús!!! -Teresa (Madre). ¡Tranquilo! no te preocupes. Tenemos tiempo de sobra. -Chus (Padre). Yo llevaré tu maleta y la mochila. -Mikel (hijo). ¡No aita! la mochila la llevo yo, no pienso separarme de ella. -Chus (padre). Está bien como quieras. -Jose (aitite). Veo que no necesitas nuestra ayuda para llevar las cosas así que pongámonos en marcha. Cuando llegaron a la plaza estaba llena de gente. Había maletas, mochilas, y niños súper alterados que no dejaban de moverse y chillar. Alguno que otro lloraba al despedirse de sus aitas, pero Mikel no se alteró. Únicamente esperaba el momento de poder subirse al autobús y poner ruta al campamento. Por fin un monitor se puso a pasar lista y cuando nombraron a Mikel su madre le indicó dónde tenía que sentarse. -Teresa (Madre). Cariño ten mucho cuidado, si ves que no quieres quedarte en el campamento solo tienes que decírselo al monitor y nosotros iremos enseguida a buscarte.

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-Chus (Padre). Estoy seguro de que te las apañarás tú solo. Disfruta de tu aventura y no olvides apuntarlo todo para que cuando regreses puedas contarnos tus aventuras con pelos y señales. ¡¡Te queremos!! -Jose (Aitite). Pásalo bien, espero que hagas muchos amigos. Recuerda que estaré mirando las estrellas y no estarás solo. -Mikel (hijo). !Estaos tranquilos! ¡No quiero que estéis tristes, porque para mí, es un sueño hecho realidad y no pienso renunciar a él por ser sordo, ya que no me siento diferente a los demás. Cuando Mikel se despedía de su familia unos niños que estaban esperando para subir al autobús, se dieron cuenta de que Mikel y su familia no decían ni una palabra, solo movían las manos y gesticulaban. Jon (Monitor). ¡Señora Teresa! quédese tranquila. Yo cuidaré de Mikel. Ya verá cómo hace amigos enseguida y cómo la comunicación con los muchachos no será tan difícil . En estos campamentos nos suele sorprenden la capacidad que tienen para adaptarse y a ayudarse unos a otros. Al principio quizás le resulte algo más complicado pero en dos días tendrá unos cuantos amigos, así que quedaos tranquilos que está en buenas manos. Por fin, todos estaban montados en el autobús y cuando éste arrancó, todos los niños, se arrimaron al cristal y alzaron las manos despidiéndose de las familias, diciendo adiós. Sentado a la derecha de Mikel estaba un niño gordito,

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con gafas de color avellana que no dejaba de cantar, como el resto del autobús pero al ver que Mikel no cantaba le dijo. Niño- ¿Qué? ¿no te sabes la canción? Mikel haciendo un gesto con la mano le indicó que no oía. Niño- ¡¡Vaya!! Pero sí me entiendes ¿no? Mikel- Sí- afirmó con la cabeza. Niño- Yo me llamo Lolo ¿y tú? Mikel- Mikel- respondió con voz ronca. Lolo- Pero sí puedes hablar. Haciendo otro gesto le indicó que no y le mostró que el hablaba con las manos. Lolo- ¡Que raro! Nunca había conocido a nadie que hablara con las manos pero está bien, seremos amigos. Por fin había roto el hielo, había encontrado su primer amigo y no se había reído de él, sino que quería ser su colega. Al cabo de unas horas llegaron al campamento. Jon (Monitor)- ¡¡Vamos chicos todos en fila!! Voy a pasar lista y crear varios grupos para distribuiros en las distintas cabañas. Todos empezaron a salir del autobús y ,apelotonados, intentaban coger sus maletas. Estaban entusiasmados, nerviosos y no paraban quietos. Para Mikel era difícil leerles los labios y entenderles puesto que no dejaban de moverse. Entonces llego el monitor y puso orden. Comenzó explicando las normas que había que cumplir y lo que estaba estrictamente prohibido como era fumar, beber y sobre todo salir del área marcada del campamento. Jon (Monitor)- Tengo algo importante que comunicaros. Quiero que entendáis lo difícil que puede resultar para un compañero

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sordo, el no poder oíros, así que os presento a Mikel. Él solo habla por señas así que cuando habléis con él, no le deis la espalda, mirarle a la cara y no os pongáis las manos en la boca porque él puede leeros los labios y así sabrá lo que decís. Tenéis que tener claro que aquí somos un equipo y todos trataremos de ayudarnos ¿Está claro? Jon (Monitor)- Ahora os nombraré de uno en uno y haremos grupos de seis personas por cabaña. Nagore, Iker, Unai, Mikel, Lolo, Ane, vosotros seréis los de la cabaña numero uno así que coger vuestras maletas e ir ordenando vuestra ropa. Dentro de una hora deberéis ir al comedor, con la ropa adecuada para salir a hacer una excursión alrededor del campamento ¿hay alguna duda? Chicos- No, Jon, estamos todos enterados. Mikel miraba a los demás compañeros un poco desbordado, porque había intentado entender lo que Jon había explicado, pero no había conseguido descifrar el mensaje completamente. De repente notó una mano en su hombro, se dio la vuelta y se fijó en que uno de sus compañeros se puso a mover las manos explicándole todo lo que el monitor acababa de mandarles. Mikel- ¡¡Esto sí que es una sorpresa!! Así que ¿no soy el único sordo del campamento? Unai- ¡Sí, eres el único! Yo no soy sordo. Mikel- ¡Entonces! ¿Cómo es que conoces la lengua de signos? Unai- ¡Pues! porque yo también la utilizo todos los días, ya que mis padres son sordos y desde pequeño me han enseñado a utilizar las manos para comunicarme con ellos.

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Mikel- ¡¡Estupendo!! gracias a ti podré comunicarme con el resto de compañeros y sabrán lo que digo. Claro, si a ti no te importa ayudarme y traducir siempre lo que digo. Unai- ¡¡Claro que no me importa!! para eso estamos aquí, para ayudarnos unos a otros. Además estoy seguro de que tú también podrás ayudarme a mí en muchas cosas y entre los dos enseñaremos al grupo a hablar y entender nuestra forma de comunicarnos ¿Qué te parece Mikel? Mikel- Me parece que estas vacaciones van a ser las mejores de mi vida. Mikel se sentía en una nube, no se podía creer que había hecho un amigo que no tendría problema alguno para traducir siempre lo que el decía. Unai muy contento por la nueva amistad que había hecho, reunió al equipo en la habitación y les rogó silencio. Unai- ¡¡Chicos!! No sé si os habréis dado cuenta que al igual que Mikel yo también utilizo la lengua de signos. Aunque yo no soy sordo os diré que mis padres si lo son, que todos nosotros tengamos una buenísima convivencia y sobre todo que seamos buenos amigos. Por ello, yo os traduciré siempre lo que Mikel diga y si en algún momento no estoy para traducir a Mikel y os cuesta entenderle, buscarme a mí ya que yo estoy totalmente dispuesto a ayudaros. Todos asintieron con la cabeza y se sintieron más tranquilos al saber que iban a poder entender a Mikel sin ningún problema gracias a Unai. Jon (Monitor)- ¡¡Muy bien Unai!! Considero que este campamento ha empezado de la mejor manera posible. A partir de ahora vuestro grupo se llamará equipo mágico y al resto de equipos se les asignara un nombre diferente ¿Vale? Equipo mágico- !!Síííí¡¡ Muy bien.

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No perdieron tiempo, el equipo mágico acudió a su cabaña y se repartieron las camas. Unai era un chico rubio con ojos azules y delgado. Nagore, bajita, pelirroja y con miedo a la oscuridad. Iker, puro nervio. No paraba quieto. Parecía que tuviera hormigas por todo el cuerpo. Ane era una glotona, siempre tenía escondidas en sus bolsillos golosinas, chocolatinas etc. Lolo era gordito, con gafas, muy simpático y le gustaba contar chistes. Mikel estaba dispuesto a todo por conocer mejor a sus cinco compañeros. Para animarles, comenzó a hacer formas de animales con las manos, quedando la sombra de estas reflejada en la pared para que el resto de compañeros averiguara que figura estaba haciendo. Mikel- Unai ¿Estás seguro de que tenemos que estar en el comedor? Unai- ¡¡Sí!! Eso dijo el monitor. Ane- Sería mejor que nos dieran de comer ya, porque tengo el estómago por los suelos, ¡¡¡necesito una chocolatina!!! Nagore- ¡¡Jo!! Pues yo espero que no se nos haga tarde, porque en el campo anochece rápido y a saber que fieras están sueltas por ahí. Iker- Nagore no te preocupes, yo soy el más rápido corriendo y si ocurriera algo podría ir rápidamente a por ayuda, así que no tengas miedo. Nagore- Si yo no tengo miedo. Lolo- Bueno yo, mientras llega el monitor, os voy a contar un chiste buenísimo. Cuando Lolo contó el chiste todos se pusieron a reír y a hablar a la vez, por ello, Mikel empezó a hacer movimientos con las manos para llamar la atención de sus compañeros e indicarles que

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hablaran de uno en uno y le miraran a la cara para leerles los labios y así entender lo que decían. El grupo, arrepentido por no haberle hecho participe en la conversación, le pidieron disculpas y le prometieron estar más atentos para que esta situación no se volviera a repetir. Por fin, apareció el monitor. Cuando llegó, reunió a todos los grupos y les explicó que tenían que acompañarle a hacer un recorrido al campamento, con el fin de que si alguno se quedaba solo o apartado del grupo no se perdiera por no conocer el lugar. También aprovecharía el recorrido para dejar claro hasta dónde tendrían permitido desplazarse y qué zonas tendrían totalmente prohibidas. Sin más explicaciones se pusieron la mochila y comenzaron a andar. Al regresar estaban todos emocionados, ya que habían visto un río donde poder hacer piragüismo, una montaña donde aprenderían a escalar y un bosque donde acamparían y utilizarían técnicas de supervivencia. A la mañana siguiente sonó una campana que indicaba que era la hora de levantarse y asearse. Nagore, al observar que Mikel no se había despertado, le tocó el hombro para avisarle de que ya era la hora de levantarse. Nagore- ¡¡Rápido Mikel!! Tenemos que ducharnos e ir a desayunar, ¡¡démonos prisa o sólo nos quedará agua fría!!- le dijo a través de gestos. Mikel- De acuerdo, vamos, pero antes he de escribir unas cosas en mi diario, ya que anoche con tanta emoción no pude hacerlo y prometí a mi padre contarle todo lo que estoy viviendo.-traducía Unai. Una vez aseados y recogida la cabaña fueron a desayunar al comedor.

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Jon (Monitor)- Mikel ¿por qué llevas la mochila? Mikel- Porque llevo mi kit de supervivencia. Jon (Monitor)- De acuerdo. Jon (Monitor)- A ver, chicos. La idea de hoy es hacer piragüismo ¿hay alguien que no sepa nadar? Nagore- Jon, a mí eso de nadar no se me da muy bien, me suelo poner nerviosa. Jon (Monitor)- Bueno no os preocupéis y estad todos tranquilos porque vais a llevar un chaleco salvavidas y no vais a correr ningún tipo de peligro. Llegaron al río y Jon hizo parejas de dos en dos. A Mikel le tocó con Lolo, a Unai con Nagore, y a Ane con Iker. Todos estuvieron bien atentos a las explicaciones de Jon y después se metieron en el agua. Fue muy divertido eso de mantener el equilibrio para entrar en la canoa, aunque a Ane e Iker se les dio vuelta, pero rápidamente Jon les echó una mano. Después de varias horas, estaban cansados, hambrientos y casi no tenían ni fuerzas para caminar, por ello se pusieron rumbo al campamento. Mikel- Por fin podremos comer algo. Jonatan- No huelo a comida. ¿No se la habrán comido toda verdad? Unai- Creo que aún no comeremos. Nagore- ¡¡Qué estás diciendo!! Iker- Me parece que tienes razón Unai. Creo que nosotros somos los encargados de preparar la comida.

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Lolo- Pues eso va a ser un milagro porque yo no tengo ni idea de cocinar, encima estoy agotado. Jon (Monitor)- A ver chicos esto es un campamento, así que todos tenemos que colaborar. Mientras unos hacen fuego, otros ponen la mesa, y otros me ayudan a mí a preparar la comida. Tenemos que aprender de todo, no sólo a pasarlo bien, así que nos organizaremos y cada uno hará algo ¿Quién se encarga de pelar patatas? Ane- Yo. Nagore- Ane, yo te ayudo y así acabamos antes. Mikel- Yo preparo el fuego ¿vale? Unai- Muy bien, Mikel, yo te traeré la madera. Iker y Lolo- Nosotros pondremos la mesa. Jon (Monitor)- Así me gusta, el equipo de los mágicos ya está funcionando. Espero que los demás equipos sean tan buenos como vosotros. Tardaron un buen rato pero por fin consiguieron preparar su comida, así que cuando terminaron de comer ninguno se opuso a recoger. Jon (Monitor)- Es la hora de echarse una siesta para recuperar fuerzas porque nos queda toda la tarde por delante. Todos se fueron a sus camas a descansar. Al toque de la campana se levantaron rápidamente, ya que, tenían curiosidad y ganas de saber qué actividad les esperaba a la tarde. Jon (Monitor)- ¡¡Equipo mágico!! Es el momento de que aprendáis a escalar ¿hay alguien que haya escalado alguna vez? Nadie se movió y de repente Mikel levantó la mano para indicar que él sí sabía escalar. Jon (Monitor)- ¡¡Estupendo!! vamos a ver qué tal lo haces y explicaremos a tus compañeros cómo hacerlo.

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Mikel se sentía orgulloso de poder demostrar a sus compañeros que sabía hacer cosas en las que, para que ellos hicieran lo mismo, no necesitaba comunicarse con el habla, sino que a través de indicaciones con las manos, era suficiente. Mikel empezó a escalar con mucho cuidado, colocando adecuadamente la cuerda y poniéndose los arneses para estar sujeto y seguro. Poco a poco fue ascendiendo y sus compañeros se quedaron con la boca abierta al ver lo bien y seguro que lo hacía. Cuando descendió todos le aplaudieron como les había enseñado Unai, por lo bien que lo había hecho. Luego Mikel se puso a explicar a través de gestos cómo se sujetaban las cuerdas y dónde se colocaban las manos. Todos estaban muy atentos y consiguieron escalar, así que todos lo pasaron muy bien. De regreso al campamento iban organizando cómo ponerse cada cual para preparar la cena. Una vez terminado, todos los chicos se pusieron alrededor de una hoguera y empezaron a contar historias, fue muy entretenido pero llego la hora de irse a dormir. Jon (Monitor)- ¡¡Equipo mágico!! Hay que ir a dormir, mañana nos espera un día lleno de aventuras y tenéis que estar frescos. También os recuerdo que no podéis salir de las cabañas por la noche ¿De acuerdo? Equipo mágico- Sí, de acuerdo.

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Antes de entrar en la cabaña, Mikel miró el cielo y se dio cuenta de que estaba lleno de estrellas. En ese momento pensó en que su abuelo tenía razón, se lo estaba pasando muy bien y había conseguido hacer muchos amigos, por ello esperaba que las estrellas se lo transmitieran. Después escribió en su diario lo ocurrido durante el día. Transcurrieron los días y sus compañeros ya habían aprendido algunos signos con las manos e intentaban hablar poquito a poco para que Mikel les entendiera perfectamente, además Unai casi no tenia que traducirle. El monitor había preparado una excursión libre, les iba a entregar un mapa a cada grupo con pistas y ellos solos tendrían que seguir las indicaciones y buscar el lugar que estaba marcado. Uno de los grupos llamado "equipo oscuro" quería ganar a toda costa. Como sabían que el equipo de los mágicos era muy bueno hicieron trampa falsificando las coordenadas del mapa del equipo de los mágicos. Por la mañana, todos los grupos cogieron sus mapas con las coordenadas y se pusieron en marcha, tenían que encontrar una cruz y llevarla al campamento. El grupo que llegara primero ganaría. Unai- ¡¡Vamos equipo!! Tenemos que ganar, hay que seguir el mapa. A ver, Mikel. Tú que entiendes mejor los mapas ¿Por dónde nos encaminamos?

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Mikel sacó su brújula y miró las coordenadas del mapa, indicándoles por dónde tenían que ir. Ane- ¡Espero que me duren las chocolatinas! Hoy tenemos una buena marcha así que me las tengo que repartir. Nagore- ¡¡Démonos prisa!! Tenemos que intentar regresar antes de que anochezca, ya sabéis que no me gusta nada la oscuridad. Lolo- ¡¡Anda Nagore no seas exagerada!! Si todavía son las 10 de la mañana y queda mucho día por delante para que anochezca. Iker- ¡¡Vamos!! Menos hablar y andar más de prisa que al final nos ganarán los demás. Al cabo de unas horas de caminata tuvieron que parar para descansar. Unai- ¡Qué extraño! ¡Creo que nos estamos saliendo de la zona permitida! Mikel- A mí también me lo parece, pero las coordenadas son éstas y no me equivoco Entiendo perfectamente la brújula, pero vosotros, ¿qué pensáis que debemos hacer?. Iker- Pues seguir adelante, con todo lo que hemos andado, como para dar la vuelta. Ane- ¡¡Exacto Iker!! Nosotros nunca abandonamos, recordar que somos los mejores. ¡Por cierto! ¿Cuándo podemos comer algo? Mis tripas están crujiendo de hambre. Lolo- Pues a mí me duele mucho la planta del pie. Creo que me han salido ampollas. Iban- Tendrás que aguantarte Lolo, porque aún no hemos conseguido la cruz. Mikel les indicó con las manos que tenían que acercarse por una zona muy rocosa así que debían tener mas cuidado y estar al loro de dónde pisaban. Lolo- A mí me da miedo pasar por ahí, podríamos caer en alguna gruta y nadie nos vería.

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Unai- ¡¡Venga no seáis quejicas!! Vayamos con cuidado. De repente se escuchó un chillido y Unai avisó a Mikel. Comenzaron a mirarse unos a otros y se dieron cuenta de que Iker había desaparecido, se lo había tragado la tierra. Ane- ¡¡Chicos!! Iker se ha caído por esa grieta. Todos fueron hacia la grieta y muy asustados llamaron a Iker. Unai, desesperado, empezó a gritar el nombre de Iker. Unai- ¡¡Iker!! ¿Estás bien? Iker- Estoy bien, me he caído y creo que tengo rota la pierna, ¡¡Por favor ayudadme, sacadme de aquí!! Lolo- ¿Cómo vamos a sacarlo de ahí? Ni siquiera se le ve. Mikel- Yo entraré para ver cómo podemos ayudarle. Unai- No creo que sea una buena idea, podrías caerte tú también ¿Por qué no vamos en busca de ayuda? Iker- Por favor sacadme de aquí cuanto antes, estoy sangrando ¡¡Ayudadme!! Unai- ¡¡Vale, tranquilo!! Entraremos con cuidado y te sacaremos. Con tan mala pata que Ane resbaló y también cayó dentro. Lolo- ¡¡Dios mío!! Ane también se ha caído. Unai- Ane ¿Te encuentras bien? Jonatan- ¡Sí! Pero no puedo moverme. Creo que tengo la pierna atrapada con algo, ¡¡ayudadme, esto duele mucho!! Nagore- ¿Qué vamos a hacer? Unai- Tenemos que bajar y ayudar a nuestros compañeros. Entonces Mikel sacó de su mochila una cuerda, la sujetó bien en un árbol y empezó a descender. Unai- ¡¡Agárrate bien!! Ahora enseguida bajo yo. Unai- Nagore será mejor que tú no bajes y que vayas a buscar ayuda.

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Nagore- ¡¡De eso nada!! ¿Quieres que me muera de miedo por el camino? Ya está empezando a oscurecer, así que agarra bien la cuerda que yo también bajo. Fueron bajando uno a uno a la cueva. Cuando se juntaron todos, se dieron cuenta de que era imposible sacar a sus compañeros de allí. Entonces Mikel sacó de su mochila la linterna de colores con la que se comunicaba con su madre, la encendió, enfocó a Iker y vio que estaba sangrando de la pierna, así que abrió el botiquín y comenzó a curarle. Unai- ¡¡Mikel, menos mal que estás preparado para todo!! Yo le curaré la herida. Nagore- A mí dame la linterna ¡¡Yo alumbraré!! Iker- Tengo frío y me duele, ¿cómo he podido ser tan patoso? De repente se escuchó un ruido inmenso y todos se encogieron de miedo menos Mikel. Lolo- ¿Qué ha sido eso? Tengo muchísimo miedo, quiero irme a casa. Mikel- ¡¡Tranquilos!! Voy a ir a mirar a dónde nos lleva este pasadizo. Equipo Mágico- ¡¡De eso nada, Mikel!! Puede que haya algún animal salvaje, se oyen muchos ruidos. Mikel- Yo como no puedo oír nada ¡¡No tengo miedo!! Ane- Me duele la pierna, no aguanto más, encima tengo muchísima hambre. Mikel- ¡¡Espera!! Creo que tengo alguna chocolatina en la mochila, cogedlas y repartidlas.

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Mikel se puso a andar pero no se veía nada así que sacó el mechero de su mochila y lo prendió. Anduvo un rato y de repente se dio cuenta de que la llama se movía, lo que quería decir que cerca había una salida. Se dio la vuelta y corriendo fue donde sus compañeros a decírselo. Mikel- Creo haber encontrado una salida de la cueva, tenemos que movernos, la noche ya se ha echado encima y aquí nadie nos va a encontrar. Unai- Tienes razón tenemos que movernos de aquí ¡¡Vamos equipo!! Nagore- ¿Me dejáis llevar a mí la linterna? Tengo mucho miedo. Lolo- Está bien. Tras andar un buen rato por la cueva por fin encontraron la salida pero ya era de noche y apenas se veía el camino. Unai- Ahora ¿qué hacemos? No se ve el camino para regresar al campamento. Mikel- ¡¡No os preocupéis!! El cielo está estrellado y las estrellas nos guiarán de regreso al campamento. Nagore- ¡Tú estás loco! Lolo- ¡¡Nada de eso!! Si Mikel dice que sabe llegar siguiendo las estrellas, le creo. Iker- Tal vez nos estén buscando y si nos quedamos aquí puede que nos encuentren. Ane- ¡¡Sí, claro!! Muertos de hambre y de frío. Unai- Creo que será mejor seguir a Mikel. Nagore- Sí, vamos. Todos comenzaron a seguirle. Mikel esperaba que todo lo que le había enseñado su aitite fuera cierto por ello, no dejó de mirar las estrellas y poco a poco fueron regresando al campamento. Cuando ya faltaba poco para llegar empezaron a ver un montón de

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luces de linternas y unos chillidos que decían "¡chicos! ¿donde estáis?, ¡chicos! ¿dónde estáis?". Unai- ¡¡¡Estamos aquí, aquí!!! Jon (Monitor)- ¡¡Gracias a Dios que estáis bien!! ¿Qué ha pasado? Os hemos estado buscando en el prado al que teníais que llegar pero no estabais. ¿Dónde os habíais metido? Lolo- No estábamos en ningún prado, porque las coordenadas que nos disteis nos mandaron a una cima de la montaña. Encima Iker y Ane se cayeron en una gruta. Gracias a Mikel hemos podido sacarles, ¡¡Es un héroe!! Nos ha traído en la oscuridad guiándose por las estrellas. Jon (Monitor)- Bueno, ya nos contareis vuestra aventura. Lo importante es que estáis todos bien. Equipo Oscuro- Jon, la culpa es nuestra, nosotros cambiamos las coordenadas de su mapa, no queríamos que ganaran la cruz, pero no pensamos en ningún momento que les podía pasar algo malo ¡¡Lo sentimos mucho, estamos muy arrepentidos!!

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Jon (Monitor)- Ya hablaremos de ese asunto más tarde, ahora ayudar a vuestros compañeros. Se metieron en la cama y se quedaron dormidos al instante, les podía más el cansancio que el miedo que habían pasado. Al día siguiente cuando salieron de la cabaña se encontraron una sorpresa. Todos los padres estaban allí. Teresa (madre)- ¡¡Mikel cariño!! ¿Qué tal estás? Txus (padre)- Hijo, ¡qué orgulloso estoy de ti! Jose (Aitite)- ¡¡Éste es mi nieto!! Mikel- Pero ¿qué hacéis vosotros aquí? Aún no se ha terminado el campamento, no quiero irme. Teresa (madre)- No te preocupes, Mikel. No venimos a llevarte de vuelta a casa, simplemente han invitado a los padres a comer. Porque tú, hijo mío, has sido un héroe y por ello te van a condecorar con una cruz de valentía, por haber ayudado a tus compañeros. Mikel no se lo podía creer, todo el campamento había preparado una fiesta en su honor y en el de sus compañeros, encima les iban a condecorar con la cruz de los valientes. Sin duda, éstas estaban siendo sus mejores vacaciones. Jamás había esperado obtener tanto de un campamento, había conseguido los mejores amigos y las mejores aventuras. Sólo le quedaba esperar que llegaran rápido las próximas vacaciones para poder repetir las aventuras del equipo mágico. Porque para Mikel había sido una de las experiencias más mágicas que había vivido nunca.

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EL VIAJE MIRIAM RUIZ MAESTRE

Cuando a Sashel le dijeron que dentro de muy poco tiempo tenían que irse a hacer un viaje a tres diferentes lugares del mundo, se puso a llorar como no lo había hecho nunca en su vida, no había llorado tanto ni cuando le dijeron que no volvería a oír nunca más, de ello hacía ya tres años. La familia de Sashel era muy diferente de otras familias, todas las generaciones habían tenido una discapacidad de algún tipo. Se sabía que su bisabuela fue sorda como lo era ella, que su abuela era disfémica y que su madre nació sin una pierna, con lo que eso significaba en una época en la que no tenían recursos para que hiciese una vida normal, pero, con el tiempo, ella supo valerse por sí misma y consiguió formar su propia familia. A pesar de todo, esta

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familia era muy especial, siempre estaban riéndose, haciendo alguna actividad, paseando, estaban muy unidos. Aún así Shasel se sentía tan protegida en su casa que el hecho de saber que tenía que irse de viaje y no a un viaje cualquiera si no de punta a punta del mundo le daba terror. Al día siguiente ya estaba decidido, se irían en un mes y el viaje duraría cerca de dos o tres meses. Su madre había hablado con su amiga de la infancia con la que seguía manteniendo una amistad muy grande y habían decidido que este viaje lo volverían a hacer juntas pero ahora con sus hijos. "¿Volverían a hacerlo juntas? Se preguntaba Sashel". Su madre le contó que cuando ella y su amiga tenían más o menos su edad, once años, fueron con sus padres a hacer el mismo viaje que estaban planeando. Le dijo que había llegado el momento de hacerlo de nuevo y que esta vez irían ellos y la familia de su amiga. Irina que así se llamaba la amiga de su madre tenía un hijo de su misma edad, Joel era un niño al que muchas veces le castigaban por su mal comportamiento. No le gustaban las personas con discapacidades, pensaba que todos ellos eran de otro planeta, y, al igual que Sashel al enterarse del viaje, comenzó a gritar y patalear como un histérico. Irina le dijo que no tenía ninguna posibilidad de elegir y que sería un viaje inolvidable y necesario, lo vería mas adelante.

EL VIAJE

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Por fin llego el día del no esperado viaje para los niños, entre pataletas, lloros y griteríos consiguieron subir todo lo necesario en el camión del padre de Joel."¡Primer destino, Irlanda!" Gritaron las madres.

1.-IRLANDA A las dos horas de llegar al aeropuerto, subieron al avión rumbo Dublín y pasadas dos horas y media llegaron a su destino. Cogieron un autobús de dos plantas como son allí para llegar al centro, donde debía haber alguien esperándoles. Cuando llegaron se encontraron con una mujer anciana de pelo muy largo y blanco, parecía tener casi ochenta años. Sashel pensó que debía ser una viejecita muy dulce aunque veía algo raro en ella, cuando hablaba no miraba a los ojos, sino que ladeaba la cabeza hasta casi tocar la oreja con una cestita de mimbre que llevaba llena de frutas y verduras. Irina e Isabel, que así se llamaba la madre de Sashel, abrazaron a la anciana muy fuerte y entre risas de contento. Hacía muchos años que no se veían, pero ella aseguraba que sabía que las volvería a ver siendo ya mayores. Cogieron un taxi para dirigirse a un pueblecito a las afueras de Dublín. De camino, Sashel le hizo varias preguntas a su madre: "¿Quién es esa señora? ¿Qué es lo que le pasa en los ojos? ¿Por qué dice que sabe que os volvería a ver ya siendo mayores?" Entonces la señora le contó que se llamaba Etna y que era amiga desde hacía mucho tiempo de su madre y de Irina, que era ciega de nacimiento y que dentro de poco comprendería por qué dijo que sabía que las volvería a ver.

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Todo empezaba a parecerle mas raro todavía, "¿como podía haber sabido Etna todas las preguntas que le había hecho a su madre si se habían comunicado mediante lengua de signos y ella era ciega?" Isabel rió y dijo: "¡Cariño esta vida está llena de misterios, pero si eres paciente irás descubriéndolos poco a poco!" Llegaron a un pueblo muy pequeño donde solo había cinco casas y una iglesia, la casa más grande pertenecía a Etna. Era una casa enorme y muy colorida, con las paredes exteriores estaban pintadas de lila. Cuando entraron, los niños se dispersaron por toda la casa, mientras Etna les preparaba té y charlaba con sus queridas niñas ya mayores. Joel subió al piso de arriba donde estaban las habitaciones y donde se instalarían los próximos seis días. Joel no hacía más que tocarlo todo y cambiar todo de lado para fastidiar a Etna. "como no puede ver veremos si encuentra las cosas que he cambiado de sitio"- decía. Se sorprendió al observar que todas las cosas que él había cambiado de lugar habían vuelto al mismo sitio, se asustó tanto que bajó casi rodando por las escaleras. Irina le preguntó qué era lo que le había pasado para estar tal y como estaba, Joel lo contó y fue entonces cuando Etna le dijo: "En esta vida hay que aprender a respetar, porque si tu no lo haces no esperes que los demás lo hagan, si no, siempre habrá alguien a quien tú no ves observando todos los pasos que des".

EL VIAJE

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Los días fueron pasando y el misterio cada vez se hacía más y más grande. Habían sucedido algunos hechos extraños tales como oír una vocecita dulce y bajita todas las noches que les pedía que bajaran a la ladera que había debajo de casa para enseñarles algo. A Joel no le hacía mucha gracia por el miedo que había pasado arriba en la habitación y porque no quería tener nada que ver con Sashel, aún así la curiosidad pudo con él y la cuarta noche bajaron a la ladera. Mientras se iban acercando, una pequeña luz les cegaba los ojos, pero eso todavía les aumentó su curiosidad. Al llegar se encontraron con un pequeño hombrecito de barba y traje verde y marrón. ¿No era igual que el personaje que aparecía en un cuento de su madre de cuando era pequeña? Recordó que ese personaje era un duende típico de Irlanda, "¿como se llamaba? ¡A si! Leprecaunch". Así es que Sashel no tuvo ningún miedo de él, pero Joel estaba totalmente asustado, un hombre tan pequeño y tan poderoso que podía observarle sin que el lo supiese como dijo Etna. Primera lección, debía cambiar o ser un poco menos descarado para que no le pillasen en sus líos. Les enseñó un mundo que ellos jamás habían conocido pero sí su madres, un mundo donde todos los seres eran pequeños pero muy diferentes, distintas razas, distintos tamaños, distintas formas de ser, distintas discapacidades o capacidades pero todos ellos Vivían unidos en una armonía absoluta. Fue entonces cuando el Leprecaunch le explicó a

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Sashel que él había vivido siempre con Etna para ayudarla ya que era ciega y que él se había convertido en sus ojos porque como sabía todas las lenguas que se hablaban en el mundo también sabia comunicarse a través de la lengua de signos. Conoció a su abuela y a su madre cuando ambas tenían su misma edad y sabía que las volvería a ver siendo ya mayores porque este viaje estaba decidido desde antes de que naciese, incluso desde antes de que supiesen que iba a nacer, y que ella lo volvería a hacer también cuando fuese adulta con su hijo o hija, era algo que la vida les había regalado, el viaje. El primer destino ya había llegado a su fin y dado su fruto, así es que tuvieron una despedida muy especial porque sabían que volverían a verse, aunque no con Etna porque ella ya era muy mayor.

2.-ÁFRICA (KENIA) Al día siguiente ya estaban rumbo a África, exactamente a Kenia. Entre esperas tardaron en llegar dos días a su destino, estaban realmente cansadas y lo único que querían era llegar a algún sitio donde hubiese una cama y dormir, pero para sorpresa de Sashel y Joel el viaje no había terminado, les esperaba una pequeña furgoneta con tres personas más dentro que les llevaron a una aldea Masái a unas cuatro horas de donde estaban. El viaje fue duro, hacía mucho calor y tuvieron que ir sentadas en la parte de atrás donde el calor se hacía aún más insoportable. Joel no hacía más que quejarse, por el calor y por el olor que se

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amontonaba dentro. Sashel, sin embargo, a pesar de su cansancio miraba todo el paisaje por donde pasaban, veía montañas lejanas; pastores con su rebaño de cabras, animales y muchas cosas más. Cuando su madre se despertó vio a su hija muy emocionada y le preguntó qué era lo que había visto para estar así, le dijo qué había visto y lo que le gustaría ver los próximos días: Por fin llegaron a la pequeña aldea Masái. Sashel había visto muchos documentales sobre esta gente en la televisión pero sin duda había que estar allí en persona para verlo, sentirlo y olerlo. Una familia se acercó a ellas cantando. "Parecían estar celebrando algo"pensó Sashel. Su madre le contó que cuando ellas hicieron el viaje estuvieron conviviendo con la madre de la familia que entonces era de su edad y con la madre de ésta. La mujer se presentó a Sashel y Joel como Napirai y continuó presentando a su marido y a su hijo Lketinga. Después se acercaron todas/os juntas/os al centro de la aldea, era la hora de comer así que para celebrar su llegada asaron una de las cabras de la familia. Napirai era la única persona de la aldea que sabía hablar en inglés y la única que se podía comunicar con Isabel e Irina, ellas también sabían hablar en inglés. Charlaron durante horas, mientras tanto Lketinga, a través de señas, les dijo a los niños que le siguiesen, les llevó a enseñarles la

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aldea y les enseñó como era su casa por dentro. Era muy sencilla, tenía una tela en medio de la casa para dividirla en dos, en uno de los lados dormían sus padres y en el otro dormía él. Durante estos días compartiría su cama con ellos dos, sus madres dormirían en la casa de su abuela y su tía. Joel le dijo a Sashel por medio de gestos que él no pensaba dormir ahí en el suelo que eso era de perros. Lketinga le respondió que esa era la única forma de dormir ahí, que no necesitaban nada más que una manta y que de esa forma se dormía bien. Pasaron los días y fueron conociendo a los otros niños que había en la aldea. Sashel estaba sorprendida, tenían muy poco y a pesar de ello no se les quitaba la sonrisa de la cara, inventaban juegos con cualquier cosa y compartían con ellos todo lo que tenían. Ella que cuando le dijeron que iban a hacer un viaje lloró porque le daba miedo salir de su casa y sin embargo tenía tanto que ver y aprender. Joel les miraba y pensaba: "cómo pueden estar tan felices y contentos si ni siquiera tienen una cama donde dormir, un juguete con el que jugar y una televisión para entretenerse cuando estén aburridos" Irina se acercó a él porque sabia que algo en él estaba cambiando con el paso de los días, le preguntó qué era lo que pensaba cuando miraba a esos niños, Joel le dijo lo que pensaba y su madre le respondió: " Cómo se van a aburrir, si están siempre juntos, si no han conocido otra cosa y con lo que tienen son felices". Puede que esta fuera la segunda lección aprendida, iban por buen camino.

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Volvieron a hacer el camino de vuelta rumbo Nairobi para coger el avión.

3. EGIPTO Tres días después de abandonar la aldea se encontraban en El Cairo. Ya se habían acostumbrado a ese calor que parecía fuego en su piel, pero a lo que no estaban acostumbrados era a estar entre tanta gente. Por lo que habían escuchado decir era la ciudad más

grande del mundo árabe y hasta de África. Esta vez se iban a alojar, durante más o menos dos semanas, en casa de Nailah, una amiga de sus madres. Nailah vivía en una casa muy grande en un barrio bastante alejado del centro de la ciudad. La casa olía a dulces árabes hechos con dátiles, pistachos, clavo y todas las especias que se podía imaginar. Los había hecho esa misma mañana para darles la bienvenida. La casa era mágica para los niños, llena de flores y plantas, velos de todos los colores y alfombras grandes y pequeñas. Sashel se fijó en una de las alfombras; era muy diferente a todas las demás,

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ésta tenía flecos por los cuatro lados, ni grande ni pequeña, tenía un dibujo de una bailarina oriental en el medio y alrededor de ella se veía, agua, tierra, fuego y árboles. No podía dejar de mirarla. Nailah se acercó a ella y moviendo las manos rápidamente haciendo el alfabeto dactilológico le dijo: "Esa bailarina que ves ahí soy yo, esta alfombra me la hizo una persona muy especial, ¿te gusta?". Sashel respondió que sí. "Entonces algún día te contaré y enseñaré algo sobre esta alfombra". Sashel le preguntó como había aprendido a mover las manos con tanta rapidez y por qué, Nailah le contestó que una amiga suya, también bailarina, era sorda, y que para ayudarla en las actuaciones donde bailaban, ella había decidido aprender el alfabeto porque era mucho más fácil, también sabía algunos signos pero le resultaba más difícil. Esa misma tarde fueron a visitar algunos lugares de la ciudad del Cairo, no vieron muchos porque la ciudad era tan grande que iba a necesitar muchos días para verla entera. Ya tendrían tiempo para ello. Cada noche cuando llegaban a la casa, Joel llegaba tan cansado que cenaba y se iba directamente a dormir, pero Sashel llegaba con ganas de ver más cosas, entonces Nailah la llevaba a su enorme habitación llena de preciosos espejos, y allí bailaban y bailaban hasta muy tarde. Sashel se enamoró de ese maravilloso baile, era como estar volando, flotando entre las nubes. Una noche Joel se despertó y escuchó risas que venían de la habitación de al lado, curioso se levantó y fue a ver quiénes eran. Cuando abrió despacio para que no le oyesen, se quedó sorpren-

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dido de la belleza de las dos chicas cuando se movían al son de la música y de que esas dos chicas fuesen Sashel y Nailah. Se empezaba a dar cuenta de que aunque Sashel no oyese, se comunicaba mejor que nadie con todas las personas a las que habían conocido. Las chicas se dieron cuenta de que Joel las estaba mirando, Nailah fue hasta la puerta y le mandó entrar. Joel avergonzado no tuvo más remedio que entrar, fue entonces cuando Nailah les dijo que quería enseñarles algo, esa noche era perfecta para ello, ya que Joel, por fin, después de tanto esperarle, estaba allí, la noche era preciosa y el cielo estaba lleno de estrellas. De un armario sacó la alfombra en la que Sashel se había fijado el primer día de su llegada. Les contó que esa alfombra no era igual que las otras porque guardaba un secreto. Les preguntó si se acordaban del cuento de Aladino, cuando se montaba en su alfombra mágica y le llevaba volando hasta su princesa. Esa alfombra guardaba el mismo secreto y quería que ellos la probasen, Los tres se montaron en la alfombra y durante toda la noche y a vista de pájaro sobrevolaron todo Egipto y todo el río Nilo. No se escuchaba más que el viento de la noche, notaron una paz y una calma dentro de ellos cuyo recuerdo no les abandonaría en todos los años siguientes de su vida. El viaje a Egipto llegó a su fin, esta vez Sashel le prometió a Nailah que iría a visitarla todas las veces que pudiese, quería seguir aprendiendo ese maravilloso baile que había descubierto con ella, y que la hacía sentirse tan feliz y libre. Era hora de regresar a casa, pero los niños querían seguir

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viendo más. Sus madres les dijeron que, por ahora, el viaje había llegado a su fin, tenían que volver para empezar un nuevo curso y estaban seguras de que este curso lo mirarían con nuevos ojos ya que habían aprendido muchas cosas. De todas formas el viaje no había terminado todavía, solo había terminado por este año, el año siguiente debían continuar pero esa vez visitarían nuevos países y nuevos continentes. Todavía había muchas más personas a las que conocerían, debían tener paciencia y vivir día a día sin pensar en el futuro y aprovechando todas las cosas buenas que se habían llevado de este viaje. Sashel había descubierto que su casa no era el único sitio en el que podía sentirse segura por tener a personas que la conociesen tal y como era y la quisieran así, sino que el mundo era muy grande y así como había personas malas también había buenas. Ahora sabía que en cualquier lugar del mundo podría encontrarse con esas personas, y que si tenía ganas e interés por comunicarse con ellas, lo haría como pudiera, pero lo acabaría haciendo. Joel había aprendido a ser una mejor persona, a no criticar y a respetar a personas diferentes a él, había aprendido a ver en esas personas cosas buenas que a él en muchos momentos le faltaban. Los dos niños fueron inseparables gracias al viaje.

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ENEKO CARLA SCHEROFF DARRIBA

Eneko, es un niño de 8 años. Vive en un pueblo de Logroño de donde es toda su familia. Desde los 3 años vive con su abuela por parte de su madre que es sorda de nacimiento. Eneko se quedó sordo con 8 años, cuando jugando al futbol con su gran amigo desde la guardería, Gonzalo, y los demás compañeros de clase, recibió un balonazo en uno de sus oídos, que tras serias operaciones en su interior, acabó quedándose sordo. Hasta ahora no he hablado de los padres de Eneko. Sus padres, murieron en un accidente de coche el día en el que Eneko cumplía 3 años. Desde aquello, Eneko vive con su abuela con la que mantiene muy buena relación, aunque con dificultades a la hora de comunicarse, debido a la sordera de su abuela, hasta que Eneko también queda sordo y la cosa empieza a cambiar. Eneko va a un colegio de su pueblo. Al fondo de la plaza se elevaba el Ayuntamiento, un edificio

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encalado, con un largo balcón en el primer piso y ventanas enrejadas en la planta baja. Junto al portalón de piedra, en letras doradas, se podía leer COLEGIO SAN MARTÍN. Este colegio consta de dos edificios, uno dedicado a Educación Infantil y otro a Educación Primaria. Ambos están comunicados por el patio, un patio grande donde se sitúa una gran cancha para jugar al futbol con dos canastas. En el edificio de Educación Infantil hay 9 aulas (tres cursos y tres líneas por curso), sala de psicomotricidad, aula de logopedia, aula de informática, biblioteca, despachos... distribuidos en dos plantas. En el edificio de Educación Primaria, que es donde está Eneko y su amigo Gonzalo, consta de tres plantas, hay 18 aulas para los 6 niveles (tres líneas por nivel), 2 aulas de inglés, 2 aulas de música, aula de informática, laboratorio de idiomas, aula de logopedia, salón de actos, biblioteca, comedor, cocina, gimnasio. Un día de primavera, Eneko y Gonzalo organizan un partido de futbol entre una clase y otra. Mientras están jugando un partido en un tiro de uno de los niños de la otra clase, lo recibe Eneko en su oído derecho. El partido se acaba ahí porque Eneko comienza a sangrar de la oreja e inmediatamente se lo lleva su tutora al hospital que había en el pueblo. Una vez allí, llaman a la abuela del niño para contarle todo lo que había pasado. Su abuela acudió al hospital inmediatamente, mientras, Eneko estaba ingresado de gravedad. Allí permanecieron

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3 días, hasta que Eneko comenzó a mejorar. Esto podía ir a peor y fue, en el día en el que iban a darle el alta, observan que Eneko no oye nada del oído derecho y que del izquierdo esta perdiendo audición. Eneko y su abuela vuelven a casa. Los días de Eneko en el colegio comenzaron a ser muy duros, porque aunque oía algo del oído izquierdo estaba perdiendo audición. Pasado un mes, perdió totalmente la audición en los dos oídos y se quedó completamente sordo. Su abuela comenzó a enseñarle la Lengua de Signos a su nieto. Como he citado antes, la abuela de Eneko es sorda de nacimiento, por ello siempre ha hablado mediante la lengua de signos o escribiendo en papeles para que lo leyeran. La abuela, comenzaba a deteriorarse, se había roto la cadera recientemente y no estaba muy bien. Eneko no tardó mucho en aprender la lengua se signos, pero el problema ahora era que no quería ir a la escuela, porque sabía que los niños le iban a vacilar y le iban a discriminar por ello, no podía comunicarse con él fácilmente, les costaría mucho trabajo. Lo que mas le dolió a Eneko, es que su amigo Gonzalo le dejó de lado, y no le hacía caso. Eneko se encontraba cada vez mas solo, se pasaba solo todo el día en el colegio. Mas tarde descubrió que no necesitaba a nadie y que con su abuela, que se comunicaba perfectamente, podía hacer cosas. A Eneko le gustaba mucho fijarse en los lugares, por ejemplo, si iba al parque con su abuela se fijaba en los árboles, en la hierba,

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en los bancos, en los niños jugando al no tener oído, desarrolló mas los demás sentidos. Una tarde de viernes, a la salida del colegio le esperaba su abuela, y le llevó a un parque de atracciones que estaba situado a una hora de su pueblo. Al de una hora y media ahí estaban los dos, abuela y nieto, en la cola para subirse a una de ellas. Eneko disfruta mucho de esa tarde con su abuela. Fue un día inolvidable para él. Ese fin de semana, Eneko y su abuela estuvieron muy unidos, el sábado a la mañana estuvieron dando una vuelta por el centro comercial. Eneko se quería comprar un juguete nuevo que acaba de salir, entonces decidieron ir a comprarlo. Una vez allí, lo compraron, comieron allí una hamburguesa, que le gustaban mucho a Eneko, y volvieron a casa a descansar un poco por la tarde. Cuando llegaron se echaron una siesta, porque su abuela no estaba acostumbrada a andar tanto, y aparte estaba ya mayor y la empezaba a fallar todo. Al día siguiente, Eneko le dijo a su abuela mediante lengua de signos: - Abuela, ¿podemos jugar a las cartas? Aprendí en el cole me gustaría jugar contigo. - Vale Eneko cariño, jugaremos, pero tú decidirás el juego. - Vale, a la brisca.

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Estuvieron jugando casi toda la tarde. La abuela le dijo a ver si quería salir a dar una vuelta, aunque esa tarde llovía a cántaros. Eneko dijo que no, que quería que su abuela le contara anécdotas de su juventud, como conoció a su abuelo, etc... La abuela comenzó contándole cómo conoció a su marido, abuelo de Eneko. Tu abuelo y yo nos conocimos en la empresa dónde los dos trabajábamos. La empresa tenía muchos empleados, aunque dejó de existir cuando mi marido murió. No trabajábamos en el mismo servicio, puesto que él, era mi jefe. Nos conocimos en la sala con las máquinas de fotocopias que era un buen lugar para hablar con otros empleados. Eneko interrumpe a su abuela y le dice: - ¿Y que era mas mayor que tú? - No, responde la abuela. Yo le sacaba siete años a él. Su abuela continuó con la historia. Como te iba diciendo, nos veíamos en la sala de máquinas. Tu abuelo estaba casado pero no estaba enamorado de ella. Cuando aquello, era muy raro que un hombre casado estuviera viéndose a escondidas con una chica, ahora las cosas han cambiado mucho. Un día, tu abuelo me oyó hablar con otro chico que le decía tenía dificultades para ir todos los días al trabajo, entonces tu abuelo se metió en la conversación y dijo que sería él, el que me llevaría todos los días. Tu abuelo ya tenía sentimientos grandes hacia mí. Yo, que no sabía de los sentimientos que tenía tu abuelo hacia mí, acepté que me llevara a casa después del trabajo y así iría todos los días con él. Nos quedábamos juntos después del trabajo casi todos los días.

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Un día, tu abuelo me dijo que me quería conocer un poquito más, entonces me propuso ir de copas juntos y cenar fuera. Me reí mucho durante toda la noche así que a raíz de ahí comenzamos a estar juntos y él dejo a su mujer para estar conmigo. Pero cuando yo tenía 54 años, tu abuelo murió de un paro cardíaco, con 47 años. - Esa fue nuestra historia Eneko, ¿te ha gustado? , le comunica su abuela continuando con la lengua de signos, aunque ya cansada. - Si abuela, me ha gustado, asiente Eneko con la cabeza. - Le tendrías que haber conocido Eneko, era una persona estupenda. - Ya, murió muy joven y yo todavía no había nacido, responde Eneko con cara muy triste. Háblame de mis padres abuela, no les conocí apenas, solo tenía tres años. - Tus padres eran dos excelentes personas. Tu madre no trabajaba pero te cuidaba y estaba todo el día pendiente de ti. Era morena, con una melena castaña y unos ojos verdes como los tuyos. Tú te pareces mucho a tu madre Eneko. Mientras, u padre era el que trabajaba para poder sacaros adelante. Tu padre era un hombre serio pero muy simpático en los momentos que tenía que serlo. Eran una pareja muy unida, llevaban toda la vida juntos y nunca habían estado separados, por ello estaban tan encima de ti. - Mi vida no ha sido fácil abuela, me quedo sin padres y encima jugando que es lo que más me gusta, me quedo sin audición, ¿Por qué me pasa a mi esto? Eneko se puso a llorar, mientras su abuela le abrazaba fuerte y le decía que las cosas vienen así y hay que saber afrontarlas, no se puede hacer nada pero no te puedes rendir, tienes que sacar las fuerzas a veces de donde no las hay y seguir adelante, superándote siempre a ti mismo y mejorando tu autonomía e intentando ser como los demás, por-

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que nunca olvides Eneko que tu eres como los demás niños, lo único que no oyes, como yo, pero así si tu das de ti y haces que esto sea normal, podrás tener una vida normal como otra persona. Esto que le dijo su abuela le llegó mucho a Eneko y de hecho siempre lo aplicó a su vida y se intentó superar en todo y no quedarse estancado. El fin de semana se acababa y Eneko no quería ir a clase, no tenía amigos y el único que tenía le dejó de lado por quedarse solo y por no poder comunicarse con él. Se sentía solo cada vez que llegaba al colegio, los únicos momentos en los que se lo pasaba bien, era cuando estaba con su abuela. Pasaban los años y Eneko seguía solo, sin nadie hacerle caso. Al cabo de dos años, un día en clase, Eneko observó que Gonzalo no estaba en clase. Esperó una semana pero Gonzalo seguía sin presentarse en clase, entonces Eneko aunque no se hablaba con él, decidió irle a buscar a casa. Una vez allí tocó el timbre y al principio nadie le cogía, hasta que salió la limpiadora de la casa de Gonzalo. Eneko le intentaba explicar mediante signos, que no era la lengua de signos sino una especie de mimo, que dónde estaba Gonzalo y que se lo escribiera. La limpiadora fue a la cocina a por un papel y le contó que Gonzalo llevaba una semana ingresado en el hospital debido a una negligencia, Gonzalo ha perdido la audición de los dos oídos también. Eneko se quedó sorprendido porque ahora Gonzalo se estaba viendo en el papel que tenía él desde hacia dos años. Eneko le dijo a la limpiadora que en cuanto volviera a casa que le dijera a Gonzalo que le gustaría hablar con él, y poder estar con él. Al de una semana, Gonzalo vuelve al colegio y lo primero que hace es darle un abrazo a Eneko y a jugar con él. Lo bueno de

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estos dos amigos es que ya saben lo que es escuchar, por tanto, les va a ser mas fácil e incluso al haber escuchado los sonidos con anterioridad, van a poder hablar mientras se comunican por signos. Eneko le dijo a Gonzalo que le había dolido mucho que en los momentos mas difíciles que tuvo, le hubiera dejado solo. Gonzalo le dijo, escribiéndolo en un papel, todo lo que lo sentía el haber hecho eso. En esos momentos Gonzalo le dejó tirado simplemente porque no se podía comunicar con él, ¿Qué hubiera pasado si Eneko también le hubiera dejado de lado porque Gonzalo se había quedado sordo también? Pero, Eneko le perdonó. No hagas a los demás lo que no quieres que luego te hagan a ti. En este caso, Gonzalo dejó de lado y solo a Eneko, por ser sordo y nunca se pensó que en algún momento le podía llegar, pero con la suerte de que Eneko nunca le abandonó. Eneko comenzó a enseñarle la lengua de signos, comenzando por el alfabeto dactilológico, que son las letras del abecedario. Eneko fue a su mochila y sacó de su interior esto: - Esto llévatelo a casa, le escribió Eneko a Gonzalo en un papel. - Vale, respondió Gonzalo más contento que nunca.

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El día ya había quedado y Gonzalo se tiró toda la tarde en casa de Eneko con su abuela. Así estuvieron enseñándole a utilizar la lengua de signos. Con los meses, Gonzalo sabía comunicarse ya perfectamente y así ya podían salir juntos e incluso con la abuela de Eneko, que Eneko quería estar con ella que se lo pasaba muy bien. Pasó un año y comenzaban el instituto. Estuvieron pensando que hacer, si ir a un colegio para sordos o integrarse en la sociedad "normal" donde iban niños oyentes. Al final se decantaron por ir a un instituto normalizado, así hacer las mismas cosas y actividades que cualquier niño. Eso si, necesitaban un traductor para poder llevar así las clases con más normalidad. Habían aprendido también bastante bien a leer los labios, pero no les servía a la hora de estar en clase. En el instituto pasaron una época muy bonita, pero cuando cumplió Eneko los 14 años, su abuela muere estando él en el colegio. Ese día al llegar Eneko a casa se encuentra en la casa con una hermana de su abuela y la limpiadora de la casa. Eneko no pensó en lo que podía pasar, pensaba que estaba de visita. Pero no, le comunican que su abuela ha muerto de una parada cardíaca. Eneko se pone a llorar desconsoladamente, mientras le abraza su tía abuela. No sabe que hacer, su abuela había sido su único apoyo durante mucho tiempo y se había ido. Inmediatamente Eneko fue a vivir a casa de su tía abuela que tenía un nieto de su edad, primo de él, eso si, era oyente.

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Los días pasaban y Eneko seguía muy triste, apenas salía de casa, lo único que hacía era pasar las tardes con Gonzalo jugando en el parque de debajo de su casa. Poco a poco comenzó a animarse y pensó que tenía que convivir con ello, que no había nada que hacer. Eneko se iba haciendo más mayor, y con 18 años, decidió ponerse a trabajar y así poder independizarse. Así lo hizo, se puso a trabajar en un almacén del padre de un amigo y comenzó a ganar dinero. No pasó mucho tiempo y alquiló una casa para poder vivir solo. Su amigo Gonzalo fue al cabo del tiempo con él. Después de llevar dos años trabajando, Eneko se puso a hacer un grado superior de informática, pero seguía trabajando a la vez. Una vez acabado el ciclo trabajó de ello. Era muy bueno en ello, y comenzó a investigar en sus ratos libres hasta que inventó un programa de ordenador, que se hizo muy famoso. Ganó mucho dinero con ello y nunca tuvo problema para vivir bien. Con los años encontró a una chica en el lugar donde trabajaba, y repitió la misma historia de su abuela, él también era el jefe y esa maravillosa chica la empleada. Se veían en sus ratos libres, con la diferencia de que ninguno estaba casado. Hasta que quedaron un día por la tarde para cenar y acabaron juntos. Esta chica era oyente pero nunca le pareció un impedimento para estar con él. De hecho ella aprendió muy rápido a comunicarse mediante signos. Hoy es el día, que tienen 43 años y dos hijos, Ander y Amaia, y siguen juntos muy felices. Gonzalo también se busco su vida, aunque nunca dejaron el contacto entre ellos, porque habían sido muy amigos y siempre estuvieron para apoyarse el uno al otro en esos momentos difíciles, aunque una vez Gonzalo le defraudara.

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Eneko vivió contento junto a su familia, pero nunca se olvidará algún obstáculo que tuvo al principio de quedarse sordo, pero con su esfuerzo y su automotivación de que no se iba a rendir e iba a luchar por lo que quería, consiguió encontrara todo lo que tiene en su vida a través del esfuerzo. Este retrato le colgó Eneko en la pared del salón para tener un recuerdo de toda la familia:

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EL CUENTO QUE SE MERECÍA UN 10, PERO QUE SOLO OBTUVO UN... IRENE AMIGO CAIRO

Érase una vez una clase en un pueblo de muy pocos habitantes dónde todos se conocían. Era un pueblo tranquilo salvo cuando los niños salían de la escuela gritando y jugando. Entre todos ellos había un chico algo distinto a los demás, le faltaba uno de sus 5 sentidos, no podía oír. Para él todo era silencioso siempre. Los demás niños siempre jugaban, se llamaban los unos a los otros, gritaban, jugaban a baloncesto y a fútbol, sin embargo cuando necesitaban resolver algún problema de matemáticas o corregir las tildes de un ejercicio de lengua sus compañeros recurrían a él. Les ayudaba encantado

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porque esos eran los únicos momentos en los que los demás niños le prestaban atención. La comunicación era a través del papel que el profesor les entregaba con el ejercicio, así que no tenían ningún problema porque casi no necesitaban comunicarse sólo darle una palmadita de agradecimiento cuando conseguían sus ejercicios hechos. En los recreos mientras los demás jugaban, corrían y gritaban, él estaba resolviendo problemas de matemáticas y leyendo libros. Ya no intentaba estar con los demás porque ninguno quería perder el tiempo explicándole las cosas y a él le gustaba estar en su mundo sin preocuparse de entender qué decían los demás. Su colegio estaba a 15 minutos de su casa. Dónde vivía con sus padres y su hermano mayor. Todos ellos habían estudiado lengua de signos para poder comunicarse con Luís. Con su hermano tenía una relación muy especial, casi no necesitaban hacer gestos para entenderse, se conocían muy bien. Estudiaban en el mismo colegio aunque las horas de los recreos eran distintas porque su hermano Alex estaba 3 cursos por encima de él. Iban siempre juntos al colegio y de camino hacían una parada frente a la

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panadería dónde les regalaban un bollito para el recreo. Alex pensaba que sino fuera porque su hermano era sordo no le darían un bollo todas las mañanas y le envidiaba por eso. Aunque la realidad era que el panadero no solo les daba un bollo porque fuera Luís sordo sino que le gustaba ver lo bien que se llevaban y además a esas horas de la mañana no había nadie en la tienda y así se garantizaba un visita agradable para empezar el día. Durante los recreos Luís hacía los deberes que le mandaban en clase así luego tenía toda la tarde libre para perseguir insectos, cosa que le encantaba. Aunque la verdad era que tampoco le gustaba tener que hacer muchos esfuerzos para estar con sus compañeros jugando y así tenía una escusa. Sacaba muy buenas notas sobre todo en matemáticas y conocimiento del medio. Así se paso el curso y llegaron las vacaciones. Durante las vacaciones sus padres organizaban muchas excursiones al monte que él aprovechaba para investigar toda clase de bichos. A su hermano Alex sin embargo no le gustaban tanto esas excursiones, prefería ir a la piscina y estar con otros niños. Ese año sus padres decidieron que podría ser buena idea que Luís fuera a un cam-

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pamento con niños sordos así podría tener amigos de su edad con los que jugar. Pero a Luís no le gusto la idea cuando se la dijeron porque no le gustaba estar con otros chicos y porque pensaba que sus padres no le querían en casa y se escapó. La huida duró unas horas hasta que el panadero se lo encontró en el parque y lo llevo dónde sus padres. No le quedó escapatoria, tuvo que ir al campamento, aunque a cambio el panadero le prometió que le guardaría los bollos más ricos para las mañanas del año siguiente. En el campamento la comida era asquerosa y había muchos mosquitos. Pero que hubiera mosquitos no era del todo malo porque significaba que también había otro tipo de insectos que tenía ganas de investigar. Todos los días tenían una agenda muy apretada con muchos juegos y excursiones así que no le quedaba mucho tiempo para su afición. Durante las actividades conoció a un chico que vivía cerca de su casa y se hicieron muy amigos se comunicaban muy bien y a Luís le hacía ilusión tener conversaciones tan fluidas con alguien de fuera de su familia. Su nuevo amigo Juan le contó que estudiaba en un colegio de sordos y por eso no se habían conocido antes. Se ponían juntos en todos los grupos y cuando tenían un rato libre se dedicaban a cazar insectos y Luís le explicaba todo lo que sabía de ellos. Su amigo, Juan se quedaba fascinado con los conocimientos de este. Poco a poco entre los niños del campamento se extendió el rumor de que Luís era domador de insectos y todos se empezaron a interesarse por esta afición. Durante los recreos todos los niños buscaban insectos y se los llevaban a Luís para ver que podía hacer con ellos. Pero toda esta

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hazaña se acabo cuando los monitores encontraron un saltamontes en las lentejas y cortaron de raíz la situación. Si un niño era encontrado buscando insectos o en posesión de alguno, inmediatamente era castigado así que se convirtió en una actividad de riesgo que poco a poco todos fueron abandonando. Habían cogido mucha confianza entre todos los niños del campamento pero pasó el tiempo y llegó el momento de volver a sus casas. Se prometieron que el año siguiente volverían todos al campamento. En unos días empezaron de nuevo las clases. Ese año era distinto, su hermano ya no iba a estudiar con él. Era el inconveniente que tenía vivir en un pueblo tan pequeño que a partir de 1 ESO tenían que ir al pueblo de al lado a estudiar. Esto era una gran oportunidad para ampliar sus amistades y eso les gustaba. Al principio todos los que iban de este mismo colegio estaban siempre juntos pero con el tiempo se iban dispersando entre el resto de alumnos. A Luís tampoco le afectó mucho que ese año su hermano no estuviera con él porque en los últimos meses estaba muy raro, nadie le aguantaba y ya no se entendían tan bien. Sus padres le dijeron que eran cosas de la edad y él pensó que no quería crecer nunca.

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El primer día que tuvo que ir a clase pasó por la panadería y allí estaba el panadero esperándole con un bollo gigante y delicioso como le había prometido. No fue la única sorpresa del día, cuando llegó a clase descubrió compañeros nuevos, entre ellos Juan su amigo del campamento. Les hizo mucha ilusión ver que iban a estudiar juntos. A Juan le habían sacado del colegio para sordos porque pensaron que así podría cambiar de aires, estar con otros niños e integrarse mejor en lo normal, y allí estaba. Pasaban todos los recreos juntos buscando bichos sin el estrés de ser perseguidos por los monitores del campamento. Al contrario que en el verano esta vez se extendió el rumor de que encima de sordos se dedicaban a buscar bichos raros, como ellos. Estos comentarios no sólo era porque les gustaran los insectos sino que este año Luís ya no hacía los trabajos de sus compañeros porque estaba muy atareado con su amigo Juan. Aunque hubo una excepción en lo de no hacer los trabajos de los demás. Un día en clase el profesor con peor reputación del colegio, conocido por sus castigos preguntó a un chico, que había llegado nuevo ese año, cuantas patas tenían las arañas y él no supo contestar. Le tuvo castigado hasta la hora del recreo y le dijo que hasta que no contestara no se iba a ir su casa. Luís y Juan en el recreo buscaron una araña y cuando volvieron a clase la dejaron discretamente al lado del castigado que la cogió y contó las patas. Cuando el profesor le volvió a preguntar él supo contestar que las arañas tienen 8 patas.

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Al finalizar las clases, fue a hablar con Luís y Juan para agradecerles su ayuda. Se puso enfrente de ellos y empezó a hablarles, pero ellos no hacían mas que gestos raros en respuesta a sus palabras y se marchó muy enfadado a casa pensando que le estaban haciendo burla por no saber lo de la araña. De camino a casa con su madre no dejaba de pensar en por qué le habían ayudado y luego se habían burlado y se lo contó a su madre. Ella había estado hablando con el resto de madres y padres y sabía que había dos chicos sordos en la clase de su hijo. Le explicó que esos dos niños no podían oír lo que les decía y que ellos tenían un idioma especial basado en signos y que no se estaban riendo de él. Jon se sintió muy tonto por no saber lo de la araña pero aún más por no saber que sus compañeros eran sordos. Al día siguiente les llevó dos bocatas para hacer las paces. Volvió a ponerse enfrente de ellos y empezó a hablarles está vez también hacía gestos para que le entendieran, finalmente cogieron los bocatas y se los comieron los tres juntos en el recreo. A Luís y Juan les preocupaba que era lo que abría pasado con la araña, pero no sabían muy bien como hacer que Jon lo entendiera. Cogían una araña, la señalaban y se encogían de hombros preguntando dónde. Pero su amigo no les entendía. Al llegar a clase Luís hizo el dibujo de una araña con una interrogación al lado y Jon lo entendió. Dibujó en la hoja una caja con agujeros y comida y la araña dentro. Al lado su casa con un sol y la palabra mañana.

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Cuando llego el día siguiente Jon les llevo la araña en su casa improvisada. Decidieron que la araña sería su mascota por toda la historia que tenía con ellos. Cada semana estaría en casa de uno. La madre de Luís iba un día a la semana con él a la Asociación de sordos para enterarse de novedades y actividades. Este año los padres de Luís estaban muy contentos porque su hijo tuviera dos amigos en el colegio. Llegaba de buen humor a casa y tenía muchas ganas de comunicarse con sus padres a veces demasiadas y gesticulaba tan rápido que sus padres no le entendían demasiado bien que era lo que decía. Por otro lado, cada vez que su hermano Alex llegaba a casa todo era un desastre. Dejaba todo por medio, contestaba a sus padres y estaba bajando la nota de los exámenes. Estaban muy preocupados con él. La única persona que podía más o menos aguantar a Alex era Luís. Sobre todo porque no escuchaba sus quejas y gritos aunque se los imaginaba muy bien. Alex le contaba que en clase sus compañeros del año pasado estaban haciendo piña con otros nuevos y eso a él no le gustaba. Luís no entendía por qué no le gustaba hacer amigos nuevos si él ese año había conseguido dos amigos gracias los cambios. Pero su hermano era distinto, a pesar de ser mayor que él y poder oír era más inseguro. Necesitaba saber que todo iba a seguir igual y ese año hubo muchos cambios para él. Además le gustaba una chica de clase y se ponía muy nervioso cada vez que tenía que hacer un trabajo en grupo y le tocaba con ella. Luís estaba cada vez más seguro de que su hermano estaba loco sin lugar a dudas los granos que le habían salido le afectaban al cerebro directamente. Sintió pena por la situación que debía de estar sufriendo su hermano, no parecía nada a gusto en su nueva clase. A Alex le gustaba el cine y Juan le acompañaba a ver películas porque le gustaban las imágenes, además su hermano cada cierto

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rato le contaba qué estaba pasando en la historia. Iban casi todos los viernes al cine. Uno de esos días Alex vio a la chica de su clase haciendo cola para ver la misma película que él. Se puso rojo y le dijo a su hermano que se iba a esconder un rato al baño hasta que se hubiera marchado y pudiera comprar unas entradas alejadas de ella. Luís se quedó en la cola pensando que podía hacer ahora él sólo para comprar las entradas sin ayuda de su hermano. Se le ocurrió con todo el morro y simpatía del mundo colarse delante de la compañera de clase de su hermano. Cuando llego su turno con el taquillero le mostró un dibujo de él y su hermano con la chica esa sentada al lado. Por supuesto el taquillero no entendía nada y se empezó a enfadar. La gente de la cola también estaba empezando a impacientarse porque estaban tardando mucho y la chica de clase de su hermano se acerco a ver que pasaba con aquel niño. Se asomó a la ventanilla y vio el dibujo de ella con el niño ese y su hermano sentados al lado. Reconoció a Alex en el dibujo por los granos y compró tres entradas juntas. Cuando salió Alex del baño vio a su hermano gesticulando con la chica y se quedó pasmado, enfadado y muy avergonzado. Se acercó dónde ellos ingenuamente y empezó a echar la bronca a su hermano en lengua de signos para que la chica no pudiera entenderle. Increíble sorpresa se llevó cuando la chica se

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puso en medio de los dos y empezó a hablar.... ¡en lengua de signos! Alex ya no sabía ni qué hacer. A su lado Luís se moría de la risa por la cara que había puesto su hermano. La chica se llamaba Ana y les explicó que tenía una abuela que era sorda y ella había aprendido algo de lengua de signos. Fueron a ver la película y Luís se sentó encantado en medio de la parejita. Ahora tenía dos traductores para sus películas, estaba encantado. Al llegar el lunes les contó su gran odisea a sus amigos y se rieron mucho. La comunicación entre Luís, Juan y Jon cada vez era mas fluida. Eso se debía no sólo al tiempo que pasaban juntos sino a que Jon estaba recibiendo clases de Lengua de signos. Había pasado ya medio curso y los profesores no se habían acostumbrado a que todo lo que dijeran fuera traducido en lengua de signos. Además tenían que buscar todas las películas que les ponían con la correspondiente traducción. Llegó final de curso y Luís, Juan y Jon sacaron las mejores notas de su clase en conocimiento del medio y matemáticas. Así se ganaron la admiración de los profesores que pensaron que había merecido la pena el esfuerzo hecho. Cuando acabo por fin el curso llegó la hora de ir al campamento. Las madres habían estado hablando sobre eso porque a Jon no le dejaban ir al campamento para sordos por ser oyente. Tuvieron que recoger muchas firmas para que le dejaran ir. Pero al final lo consiguieron y ese verano estuvieron los tres niños en el campamento.

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Alex se tranquilizó y cogió confianza en él y en su nueva clase ayudado por Ane que se convirtió en su mejor amiga. Iban juntos a todos lados. Años mas tarde acabarían siendo novios. Con los años Jon se fue convirtiendo en un gran traductor de lengua de signos y fue muy famoso le llamaban para todos los eventos público. Luís y Juan aprovecharon sus conocimientos de insectos para dedicarse a su investigación. Hacían un buen equipo.

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DOCTOR GUERVÓS MAIDER GARCIA GIL

Hola, me llamo Sofía, y vivo en Failde, una pequeña aldea de Pontevedra en Galicia. Soy nacida en Argentina pero hace muchos años mis padres inmigraron a Galicia ya que la vida allí era muy dura y no había recursos para sacar a los hijos adelante. Éramos tres, yo era la pequeña de los hermanos, mis padres fallecieron cuando yo tenía 17 años y lo pasamos muy mal con mucha necesidad afectiva y económica. Mis hermanos encontraron un trabajo, y enseguida ahorraron dinero para volver a su tierra natal Buenos Aires, pero yo, sin embargo enamorada de esta tierra decidí quedarme para siempre. Galicia tenía algo muy especial para mí, un maravilloso paisaje de naturaleza lleno de árboles y fincas interminables en el que se combinaban gran variedad de colores y aquellos impresionantes atardeceres que hicieron maravillarme por su intensidad. Estudié en un colegio donde aprendí muchísimo gracias a mis buenos profesores,

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pero solo me sirvió para encontrar un trabajo de sirvienta en casa de los señores García, aunque el trabajo no me gustase mucho los señores eran muy amables conmigo, me trataban como a una verdadera hija y con ello me conformaba. Los señores tenían un hijo dos años mayor que yo, Manuel, del cual no pude evitar enamorarme, tenía una mirada azul celeste que quitaba el sentido, guapísimo y además estudiaba abogacía en la mejor universidad de pueblo… ¿Qué más se podía pedir? Para mí, una pobre sirvienta era un deseo inalcanzable por la diferencia de condiciones y por ello llevaba mi amor en secreto. Supe muy tarde que Manuel me quería, ya que era un desprestigio enamorarse de la sirvienta de la casa no se atrevió a confesarlo aunque yo notaba que me miraba siempre sonriente y con cariño. Pero debido al gran amor que sentían los señores por mí, decidió dar el paso de decírmelo. Y una bella tarde de verano me invitó a dar un paseo y mientras divisábamos al sol adentrarse entre las montañas me confesó su amor. Me dijo que siempre me había amado en secreto por miedo a no ser aceptado y que me botasen de la casa, pero ya no podía más y me pidió la mano delante de los señores esa misma noche. En un primer momento quedaron perplejos y no se lo tomaron muy bien pero tras pensarlo esa noche confiaron en que era lo correcto, no les importó demasiado que se fuese a casar con la sirvienta. La ceremonia se celebró en una bella ermita situada en el monte do faro donde el señor cura selló nuestro amor para siempre. Justo un año más tarde nacía nuestro primer hijo Álvaro, un

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niño muy deseado, tenía unas ganas locas de ser madre siempre lo había soñado. En el parto todo fue muy bien, Álvaro era un niño muy normal con un peso y una estatura dentro de los baremos normales. Pero con el paso de los días empezamos a notar que el niño no respondía a las estimulaciones que le hacíamos sus padres, entonces me empecé a preocupar muchísimo. No entendía porque mi hijo no reaccionaba ante un fuerte ruido de una puerta, tonos de voz altos…ni un solo sobresalto. En un pueblo cercano a Failde, Lalín, había un hospital donde el Doctor Guervos tenía la consulta de pediatría. Era un hombre de avanzada edad, bajito y con unos ojitos muy graciosos, además tenía fama de saber muchísimo sobre temas auditivos. Una mañana, me acerqué a la consulta con mi hijo Álvaro recién cumplidos los tres meses, para que me diese una solución a la incomprensible quietud que guardaba mi hijo. El doctor Guervós nos recibió en la consulta y preguntó. ¿Qué os trae por aquí? Y yo con mucho nerviosismo le conté que el niño no reaccionaba ante los ruidos o los estímulos que nosotros le proporcionábamos. El doctor con actitud preocupada se levantó de la silla para comprobar si era cierto lo que le decía, efectivamente el doctor lo confirmó - Este niño no oye bien. Una enorme tristeza invadió mi cuerpo, no sabía cómo

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iba a poder ayudar a mi hijo, cómo iba a poder enseñarle el sentido de las palabras, cómo hacerle entender…El doctor al verme tan angustiada me dijo que todavía era muy pequeño y que podía tener una posible solución, pero yo sabía que era muy difícil curar una sordera…aún así decidí calmarme y volví a casa. Pasé mucho tiempo pensando soluciones, ideas y métodos para poder ayudar a mi hijo en su vida, lo veía todo muy oscuro así que para relajarme decidí salir a pasear con él por el pueblo. Como lo que más me satisfacía en esos momentos era observar cómo el sol se escondía por las montañas me dirigí hacia el monte donde estaban los campos plagados de árboles, pájaros y gran variedad de colorido, pues ya era primavera. El cielo estaba precioso, tenía una mezcla de colores anaranjados, morados, amarillentos y azulados, Me senté en el suelo y cogí a Álvaro en brazos mostrándole el paisaje que teníamos enfrente. El niño miró fijamente al frente, en ese instante me di cuenta de que únicamente carecía de un sentido, no de todos y por ello debía potenciar lo que tenía. Más relajada tras meditar durante unos minutos volví a casa donde me esperaba mi marido, Manuel era muy tranquilo y el hecho de que nuestro hijo no pudiera oír no le asustaba demasiado. El me contó que conoció a un tío sordo por parte de su madre el cual no tuvo ningún problema para estudiar y llevar una vida medianamente normal, según él lo más importante era enseñarle un sistema de comunicación que nos permitiese comunicarnos con él y que no tenía porqué preocuparme porque podía ser igual de feliz que un niño sin ese problema.

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Cuando Álvaro cumplió tres años volvimos a la consulta del doctor Guervos, era el momento de saber lo que realmente tenía Álvaro. Tras un sinfín de pruebas afirmó que tenía una sordera profunda, que nunca oiría nada. Pero yo que nunca perdía la fe le comenté lo que mi marido me había dicho sobre la existencia de un tipo de lenguaje de signos que servía para comunicarse con las personas sordas. El doctor, nos envío donde un especialista en otorrinolaringología donde podían darnos un informe más exacto sobre el problema de nuestro hijo Álvaro. Este especialista nos dio un granito de esperanza cuando nos dijo que no era sordo profundo sino que tenía unos pequeños restos y que con un audífono en cada oreja podría llegar a escuchar el 20%.Pero también fue muy claro y nos dijo que sería muy importante que paralelamente aprendiese la lengua de signos, ya que con el tiempo esos restos que eran mínimos podían desaparecer y era muy importante que también pudiese comunicarse de otra manera correctamente. Jamás se borrará de mi mente ese día, porque me devolvieron la esperanza de que mi hijo pudiese escuchar algún día y pudiese oír los sonidos de la vida. No fue exactamente así, pero la ilusión enseguida nos atrapó, y al día siguiente nos pusimos en contacto con la escuela para sordos y fuimos a hablar con el maestro. Se trataba de un señor de mediana edad el cual tenía mucha fama por toda Galicia, por haber devuelto a las personas sordas su autonomía y sobre todo una forma de comunicarse. Nos recibió muy amablemente y enseguida fue al grano preguntándonos qué nos llevaba por allí, le contamos

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toda la trayectoria de la deficiencia de nuestro hijo y sin cambiar el gesto de la cara nos dijo que no tendría ningún problema en integrarle en el colegio y que mañana mismo le recibiría. Al principio mi marido y yo estábamos un poco inseguros y con miedo de que Álvaro no estuviese a gusto o no aprendiese…éramos un mar de dudas y esa noche no pude dormir demasiado pensando y pensando en cómo le iría a Álvaro al día siguiente. Cuando nos levantamos a las ocho ya había amanecido, era un esplendido día de verano con un precioso cielo azul celeste, Álvaro no sabía nada, me hubiese gustado explicarle que iría al colegio donde aprendería mucho y conocería a muchos amiguitos pero era pequeño para comprender y aunque comprendiese no podría oírnos así que esa misma mañana se enfrentaba a un nuevo reto. Había cumplido los cuatro años hacia un mes y no tenía muchos amigos pues solo se relacionaba con los hijos de los vecinos, se relacionaba a su manera, pero por lo menos se le veía sonreír y feliz y eso a mí que soy su madre me hacía muy feliz. Una vez que habíamos desayunado y nos habíamos vestido los tres salimos corriendo hacia el colegio, hoy era un nuevo día cargado de ilusión y nuevas experiencias. El colegio llamado "Colegio Cambote" especializado en personas sordas estaba situado en lugar muy bonito, cerca del mar y con muchas flores alrededor, un lugar muy agradable.

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Llegamos allí y nos recibió una maestra joven llamada Mónica, una chica de mediana estatura, morena y de ojos turquesas, muy amablemente nos dio la bienvenida a todos y nos enseñó las instalaciones del centro. No era demasiado grande pero tenían todas las instalaciones muy bien organizadas y preparadas, también pudimos ver que allí se encontraban chicos de todas las edades desde los tres a los dieciocho años. Cuando llegamos al aula de los niños de su edad pudimos comprobar que había muy poquitos niños, tan solo tres, Mónica nos explicó que muchos padres optaban por integrarles en un colegio ordinario en el cual nunca aprenderían el lenguaje de signos por falta de personas cualificadas. Álvaro es muy abierto y enseguida entró en el aula para jugar con los demás niños que se encontraban allí jugando con diferentes juegos. Mónica nos explico que al estar ya en el mes de junio pues tan solo iría al centro unos días para ir integrándose, pero el curso lo empezaría a últimos de agosto con los demás compañeros. Nadie podía imaginar la felicidad que supuso para mi saber que mi hijo iba a poder estar en un colegio con compañeros en sus mismas circunstancias pero sobre todo que iba a poder aprender mucho y nosotros con él. Mónica la maestra también nos habló de un tema que a mí me interesaba mucho y es que nos propuso un curso de aprendizaje de lengua de signos para así poder practicarlo con él y en un futuro quién sabe si comunicarnos.

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Salimos del centro encantados los tres mi marido y yo no cabíamos en nuestro gozo y Álvaro desde su pequeña ignorancia iba contento como un niño normal después de haber estado jugando con otros niños. Para celebrarlo ese día fuimos a comer a una marisquería ya que a Álvaro le gusta mucho el pulpo allí fuimos, se le notaba que estaba muy contento, enérgico, no paraba quieto…no como en otras ocasiones en las que le notaba la mirada triste. En esos momentos se me caía el mundo encima, cada vez que se iba haciendo un poco más mayor yo notaba que el se daba cuenta de que algo fallaba en él y eso le hacía aislarse en su mundo por momentos, pero gracias a su alegría enseguida encontraba una razón por la que sonreír. La comunicación con él siempre a sido gestual, el señalaba lo que quería o incluso hacía gestos y nosotros cada vez mejor íbamos captando lo que Álvaro nos pedía. Cuando terminamos de comer en aquel restaurante nos dirigimos a una tienda de audífonos que nos había recomendado Mónica; con los resultados del especialista nos presentamos allí y el audioprotesista nos propuso volver hacerle otra valoración, es decir, otra audiometría para poder compararla. Una vez acabada la audiometría con Álvaro nos volvió a repetir que tenía unos restos mínimos, y que él personalmente le aconsejaba un modelo de gama alta para que pudiese ir estimulando en cierta manera el oído con pequeños ruidos. Pese a que aquellos aparatos suponían un gran coste económico no dudamos en darle lo mejor y con más razón si se trataba de una mejoría para nuestro hijo. Aquel túnel sin salida que yo veía cuando mi hijo era tan solo un bebé iba encontrando la luz poco a poco y cada vez iba viendo más clara la salida.

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Álvaro, por fin iba a poder escuchar nuestras voces por muy ligeramente que fuese y le iba a ser más fácil para aprender las vocalizaciones de las letras, los sonidos… Siguió acudiendo al colegio durante el mes de junio hasta que les dieron las vacaciones, se adaptó enseguida sin ningún problema y además se le veía con motivación para observar y prestar atención a la maestra. Pasamos un verano estupendo, además ya tenía los audífonos puestos y nosotros poco a poco le íbamos enseñando palabras, intentábamos explicarle el significado mediante gestos o con imágenes…Nos volcamos completamente con él, estábamos ansiosos porque aprendiese y bien, mientras, nosotros, con un alfabeto dactilológico, Que serviría en un futuro para comunicarnos con él, íbamos practicando. No era tan difícil como yo pensaba en un principio pero era muy importante ensayar y practicar mucho, ya que se necesita una gran agilidad en las manos y en los dedos. El verano iba pasando y se acercaba el día de volver a la escuela, durante el verano se me había ocurrido hacer un cuaderno con dibujos de las diferentes actividades que realizaba todos los días así que la noche anterior de comenzar le señalé el dibujo de la escuela y le dije - colegio, mañana irás al colegio. Álvaro me dedicó una preciosa sonrisa de las suyas y se durmió como un lirón, le esperaba un día lleno de actividades y necesitaba estar descansado para empezar bien el día. Poco a poco fue dando un cambio brutal, a medida que pasaba el tiempo Álvaro se comunicaba mejor, leía los labios, vocalizaba las letras y por supuesto se manejaba genial con la len-

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gua de signos por lo que nos venía muy bien para practicar nosotros también. Álvaro con el paso del tiempo fue creciendo, y cuando cumplió la mayoría de edad tuvo que abandonar el colegio, casi me dio más pena a mí que a él. Estaba muy seguro de sí mismo y sabia que quería seguir formándose, por ello fue a la facultad donde se matriculó en la carrera de intérprete de lengua de signos. Álvaro era totalmente autónomo y podía comunicarse con las personas tanto en lengua hablada como en lengua de signos, pero con el paso del tiempo, cuando terminó la carrera, aquellos restos auditivos fueron desapareciendo hasta que quedó totalmente sordo. Sufrió una leve depresión de la que gracias a toda la gente que le queremos salió muy pronto, tuvo el apoyo incondicional de sus amigos, de los cuales muchos de ellos eran también completamente sordos. Ha Álvaro le fastidiaba mucho la cuestión de no poder escuchar absolutamente nada, daba gracias por saber comunicarse de otra manera pero para él fue muy duro adaptarse a ello. Para nosotros también fue muy duro, pero en ningún momento permitimos que Álvaro se viniese abajo por todo lo que había luchado a lo largo de su vida. Siempre había sido un gran ejemplo para muchas personas, demostró a mucha gente que querer es poder, que trabajando y poniendo mucho empeño y interés las cosas se aprenden y salen adelante. Fue una etapa un poco floja, le ocurrió en la adolescencia y quizás por ello le afectó de diferente forma. Al acabar la facultad conoció a una chica también sorda llamada Lucía, una chica muy guapa y muy simpática, con la que

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estaba muy ilusionado. Con el tiempo empezaron a salir, conocerse…y así hasta que estuvieron cinco años de noviazgo, eran muy felices juntos y decidieron casarse. La ceremonia se llevó a cabo en el mismo monte donde nos casamos mi marido y yo, pero lo único que cambiaba era el cura, el cual dio la misa en lengua de signos y después había un intérprete que la repetía en voz. Con toda esta historia de mi hijo Álvaro mi intención es que aquellas madres o padres que han estado o están en la misma situación de desesperación que yo pasé, es que no se aferren al maldito túnel sin salida. Siempre hay una salida, una luz que va a iluminarnos y nunca hay que perder la esperanza. Hoy en día Álvaro ya es padre de dos criaturas oyentes es muy feliz. Nunca debemos pensar que las personas que padecen una deficiencia auditiva no van salir adelante porque no es así, pueden ser muy felices, todo depende de la actitud que les muestren las personas que les rodean.

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ARCILLO, EL PUEBLO ENCANTADO M.ª LUZ TAMAME GONZALO

Hay diferentes estudios acerca del origen y evolución del nombre de Arcillo. Vamos a ver algunas aportaciones de interés: El historiador zamorano, Vigilo Sevillano Carvajal, gran conocedor de Sayago, afirma en su obra, Testimonio Arqueológico de la Provincia de Zamora: "El nombre de Arcillo acusa una gran antigüedad, pues ARC, en celta significa "oso". De esta raíz, hay varios hallazgos en lusitania: ARTH, según Dothin, en galo, significa "oso" y López de Mendizábal, en su diccionario expone que en vasco ARTZ también es "oso".

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Javi y Angel eran dos hermanos que vivían en la capital. Sus padres, Teresa y Joaquín, cansados de la ciudad se buscaron su lugar de recreo en un pueblo a quince minutos de su casa habitual. Ni sus padres ni ellos habían tenido contacto con el mundo rural, pero un buen día decidieron comprarse un terreno en un lugar encantado. Con un gran esfuerzo consiguieron convertir ese lugar en una casa situada en la zona más alejada de un pueblo, rodeada de rocas y bosque donde anidaban toda clase de pájaros y tenían sus guaridas y sitios de cría diferentes tipos de animales salvajes como el zorro, el tejón, los conejos. Javi era sordo. Con problemas desde el nacimiento, se le habían ido agudizando a lo lardo de su infancia por causa de diferentes otitis que le habían afectado al oído interno. Su padre era médico pediatra con lo cual entendía bien el problema de su hijo. Cuando se trasladaban los fines de semana al lugar encantado, Javi se transformaba, le parecía que no estaba viviendo la realidad porque podía disfrutar de todo aquel encanto. Aquello era para él algo que le parecía que no existía más que en los libros del cole y en los cuentos. También hacía muchos amigos ya que había otro grupo de padres que habían decidido trasladarse con sus hijos los fines de semana a ese lugar tan cerca de su casa y tan lleno de naturaleza.

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Durante el día, Javi disfrutaba de los lugares encantados con su hermano Ángel, que tenía tres años más que él, y con los demás niños del pueblo. Aquel día de vacaciones de Semana Santa, se encontraban casi todos con sus padres en el lugar encantado, jugando en la casa de uno de ellos. Hacia la media mañana decidieron cambiar de lugar de juego y se trasladaron a su lugar favorito desde donde pudieron observar los diferentes lugares de paso de algunos animales y jugar con saltamontes, grillos y lagartijas. Javi se encontraba muy arropado por su hermano Ángel que entendía su problema y le daba explicaciones. Los demás niños, después de llevar un tiempo juntos, iban entendiendo su problema y aunque no sabían lengua de signos, se comunicaban con gestos y acciones que, como niños, percibían muy rápido. A pesar de todo Javi tenía otra manera de interiorizar las cosas. Así, a la roca donde se encontraban, él la comparaba con una pista de aterrizaje donde los animales se daban cita y hablaban entre ellos mientras que los demás lo percibían como un lugar estrecho que los animales tenían que cruzar para pasar de un lugar a otro. El pueblo encantado también tenía otros lugares de gusto para los niños como “la peña el sombrero”. Para Javi aquello era como una seta nacida de la naturaleza, pero que siempre estaba en el mismo lugar y de la misma forma. Estos eran otros de los lugares de juego de los dos hermanos y resto del grupo Aritz, Eneko, Toño etc...

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Durante las vacaciones Javi se lo había vuelto a pasar ese año estupendamente, y cada vez admiraba más la naturaleza. Se preguntaba si los animales podrían hablar entre ellos, si harían ruidos para entenderse o si sería por señales. También se preguntaba donde tendrían sus madrigueras para dormir y poder tener a sus crías protegidas de otros animales. Los demás amigos trataban de hacerle entender que en ese monte tan abrupto que tenía el pueblo se encontraban diferentes madrigueras y que en esos lugares era donde ellos guardaban sus crías o, en otros momentos, se resguardaban para dormir o para protegerse del frío o del calor de la naturaleza. Cuando se escapan al monte él miraba y miraba para ver si encontraba alguna cama de conejo entre los matorrales. Se ilusionaba mucho pero nunca veía las crías que supuestamente estaban escondidas en madrigueras que hacían en la tierra y que disimulaban mucho, tapándolas y dejándolas como si allí no ocurriese nada. Durante el invierno, cuando llovía mucho, los prados se inundaban de agua y surgían charcas y

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riberas en las cuales aparecían ranas y tortugas y también diferentes tipos de flores entre ellas los cactus de río, flores de loto. El paisaje era completamente diferente en cada estación, sobre todo la primavera y el invierno. Javi hacía también diferentes excursiones con sus padres por el monte y constantemente preguntaba y preguntaba qué pasaba con las tortugas, cómo aparecían y desaparecían en invierno y en verano, cómo salían las ranas y cómo venían al agua si en verano se había secado la charca. El padre le decía que venían en las nubes y que luego se iban haciendo grandes comiendo gusanos y larvas de moscas que había en el agua. No nevaba mucho pero algún invierno que otro consiguieron ver la nieve y era maravilloso ya que el pueblo con el arbolado que tenía y la novedad del agua se trasformaba. Aquel año había nevado y Javi había tenido la suerte de poder disfrutar de la nieve ya que le coincidió con un fin de semana de los que pudieron ir. La belleza era incalculable, se veían animales fuera de las madrigueras y también se veían las huellas de animales grandes como el lobo, ciervos tejones lince, gato montes. En el pueblo también jugaban con la nieve en las

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cuestas, hacían trineos y se deslizaban cuesta abajo junto a unos lagos donde se sentía que los peces estaban muy alterados por el frío. A pesar de todo, el fin de semana no le cundía para tanta sorpresa y tanta cosa que descubrir y descifrar. Javi se quería ir a vivir al lugar definitivamente. Estaba encantado de tanta maravilla junta. Cuando llegaba el lunes para ir al colegio a Javi le costaba mucho volver después de todo lo bien que se lo había pasado. En uno de aquellos lunes, su profesora en clase lo encontró algo triste y le preguntó qué le ocurría. Él empezó a relatar todo lo ocurrido. Cuando la profesora se dio cuenta le pidió que explicara a los demás niños lo que había vivido y que hiciera con ello una buena redacción para que le puntuara en los exámenes siguientes. Javi había sacado fotos, muchas fotos y eso le ayudó a poder deleitar a sus compañeros de clase con sus explicaciones. Les explicó lo increíble que era ver la imaginación y variedad que podían tener los sonidos que hacían los animales. Javi pensaba en ser profesor de ciencias de la naturaleza cuando fuera mayor aunque no dudaba de que lo tuviera difícil por su problema, pero no iba a dejar que otros niños tardaran tanto tiempo como él en descubrirla.

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También pensaba que se iba a dedicar a escribir cuentos para niños sordos y todo referido al tema de la naturaleza. Para terminar les ofreció una de tantas puestas de sol que había podido ver y que le habían dejado hechizado.

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MIS MANOS MI VOZ

LAURA SANCHEZ REINOSO

CAPÍTULO 1 Ane es una niña de 9, cuando apenas tenía unos meses unas fiebres muy altas hicieron que Ane nunca jamás volviese a escuchar las voces de sus padres ni de sus hermanos, tan solo podía oír el sonido del silencio, un silencio intenso que nunca más le dejaría volver a escuchar nada. Ane vive con sus padres y sus dos hermanos, su padre Antonio, trabaja en una pequeña tienda de artículos de regalo y artículos antiguos que la gente le lleva para vender. Su madre Celia es profesora, ha sido la que más se ha implicado en el aprendizaje de la lengua de signos para poder comunicarse con Ane, por lo que Ane tiene una gran complicidad con su madre, ya que ella siempre le entiende

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cuando nadie más lo puede hacer. Su hermano mayor, Ander tiene 12 años, este siempre le protege, pero en muchas ocasiones Ane junto con su hermana pequeña le hacen bromas por lo que Ander se suele enfadar mucho y la siguiente es su hermana pequeña, Nerea, ella y Ane siempre son muy cómplices, casi amigas inseparables, apenas les separan 2 años por lo que comparten todo. Cuando Ane tenía tres años perdió los pocos restos auditivos que aquellas fiebres le dejaron, por lo que su lengua siempre ha sido la lengua de signos, desde que era pequeña sentía curiosidad por todo lo que veía a su alrededor pero hay algo que le llama más aun la atención, la tienda de su padre, sobre todo los artículos antiguos que la gente llevaba para vender, Ane y Nerea se pasan muchas tardes tras salir del colegio en la tienda de su padre. La tienda es grande y bastante antigua, en el primer piso tiene todos los artículos de regalo, en la segunda planta tiene muchos de los artículos antiguos que tiene a la venta, por último está el sótano, como siempre dice Ane el sitio más interesante del mundo ya que allí podemos encontrar las cosas más interesantes y raras que te puedas encontrar en cualquier lugar. Ane desde siempre ha sentido una gran curiosidad por las cosas antiguas, de manera que la tienda de su padre era el sitio ideal para ella. Ane y Nerea desde siempre han pasado muchas tardes metidas allí, jugando e investigando con los artículos que les llamaban la curiosidad e incluso haciéndose pasar por importantes investigadoras que buscan reliquias. En una ocasión una señora de misteriosa figura entró en la tienda preguntando por algo muy siniestro, entonces fue cuando las dos decidieron seguirla para ver qué es lo que pasaba con aquella señora.

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Cuando la señora salió de la tienda, Ane y Nerea se miraron de una manera cómplice, de manera que decidieron ir detrás de ella siempre intentando que la mujer no se diese cuenta de que las dos le estaban siguiendo. Aquella señora llevaba una gabardina larga y oscura como queriendo ocultar algo, la señora cruzó la calle y cruzó el parque donde Ane y Nerea siempre jugaban, tras unos árboles grandes vieron que la señora se paraba mirando hacia atrás como si supiese que alguien le estaba siguiendo, al no ver a nadie decidió seguir adelante, dos calles más adelante la señora se paró y sacó algo del bolso, miraron lo que la señora tenía enfrente, era una gran mansión, antigua pero llena de flores, era algo siniestra pero cuando la señora entró, decidieron que era hora de volver a la tienda ya que no tenían nada más que hacer allí. Pasaron unos días y ya lo tenían todo olvidado cuando aquella señora volvió a entrar por la puerta, algo que les impresionó mucho ya que no esperaban volverla a ver nunca más. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que aquella señora se traía algo entre manos, de manera que cuando salió de la tienda después de dejarle algo a Antonio, decidieron seguirle de nuevo, esta vez llegaron hasta la mansión, entró y las dos se quedaron mirando. Para sorpresa de ellas, se dieron cuenta de que la señora se había dejado la puerta abierta, así que con mucho cuidado decidieron entrar. Al pasar la verja les sorprendió mucho el jardín que tenía, era un jardín enorme con muchas flores: rosas, petunias, claveles… pero había algo que les llamaba más la atención, una enorme fuente, era una fuente que llamaba mucho la atención, tenía unas esculturas impresionantes. Después decidieron seguir hacia

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delante, cuando Nerea escuchó unos ruidos e inmediatamente le dijo a Ane que se tenían que esconder ya que alguien se dirigía hacia ellas. Las dos se agacharon y gatearon hasta acercarse a un árbol pero las dos se chocaron contra algo, más bien contra alguien, cuando las dos miraron hacia arriba vieron una mujer mayor, aquella mujer tenía una expresión en la cara que a Ane no solía gustarle nunca, esa expresión ya la había visto en ocasiones anteriores en el rostro de su madre y de su padre siempre que Nerea y ella se metían en líos. De repente una voz salió de la boca de aquella mujer: -¿Qué hacéis aquí? ¿Quién os ha dado permiso de entrar en mi casa? Fue Nerea la que tuvo que contestar ya que a pesar de entenderle Ane no podía contestarle de otra manera que no fuese mediante la lengua de signos. -Mi hermana y yo ya la habíamos visto en la tienda de nuestro padre y nos llamó mucho la atención por lo que un día decidimos seguirla y llegamos hasta aquí; siempre nos ha llamado la atención las cosas antiguas por lo que su casa también lo hizo. Todo se nos había olvidado hasta que usted entró de nuevo en la tienda, lo que nos llamó más aun la atención y decidimos seguirla de nuevo de manera que vimos la verja abierta y decidimos entrar. -Ya veo, de manera que creéis que mi casa es interesante. La señora de pronto soltó una carcajada que sorprendió a Ane y a Nerea, ninguna de las dos entendía nada. De pronto pregunto: -¿Vosotras como os llamáis? Yo soy Eva y esta es mi casa. -Ella se llama Ane y yo Nerea. -¿Y por qué no me lo dice ella misma?

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-Porque solo se comunica a través de la lengua de signos, desde que era pequeña tiene una deficiencia auditiva y aunque sabe leer los labios apenas se puede comunicar con los demás hablando. Las dos niñas regresaron a la tienda pasadas unas horas, cuando entraron por la puerta su madre y su hermano ya estaban allí y de inmediato les preguntaron dónde se habían metido durante toda la tarde, ellas les contestaron que habían ido al parque pero aun así terminaron castigándolas a ambas por lo que pasaron unos días hasta que pudieron volver a la casa de Eva. Aquel día después de salir del colegio, los tres hermanos se dirigieron a la tienda como todas las tardes pero tras llegar allí le dijeron a su padre que iban al parque, tras salir de la tienda se dirigieron a la casa de Eva, tocaron el timbre y allí estaba ella, les abrió la puerta y las dos entraron, Eva les contó que desde que había conocido a Ane había sentido curiosidad por conocer la lengua de signos, por lo que se había puesto a aprender a hablar la lengua de signos. Eso a Ane le puso muy contenta ya que iba a tener una persona más con la que poder comunicarse sin tener ningún tipo de problema. Poco a poco Ane y ella empezaron a comunicarse, en una ocasión Eva decidió enseñarles su casa, era una casa enorme tenía hasta cinco plantas para ella sola, por lo que ella contaba decía que sus antepasados habían sido muy ricos y que como ella no había tenido ningún hermano había heredado todas aquella mansión. Hasta hacía unos años había vivido con su hijo pero que cuando su hijo se casó le dejó sola y en muchas ocasiones se sentía tan sola que el mundo se le venía encima, hasta que recordaba que aquella casa era su paraíso, su jardín lo era todo para ella, pero aun más algunos objetos de gran valor que había heredado de todos sus antepasados. Era por eso por lo que Eva había visitado en más de una vez la tienda de Antonio, en busca de algún que otro artículo interesante para poder comprarlo y añadirlo a su

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colección. En una de los cuartos tenia cuadros muy antiguos, en otro cuarto pudimos apreciar baúles antiguos y vestidos de época con su tocador antiguo y así hasta visitar los cinco pisos en varios días, eso les llamó mucho la atención a ambas niñas, pero lo que más les llamó la atención fue encontrar una habitación decorada como para una niña, era rosa, con una cama y muchos muñecos, algo que a Ane y a Nerea les encantó. Pero de pronto hubo algo que empañó la alegría de Eva, algún recuerdo que la entristeció hasta tal punto que alguna lagrima cayo por sus mejillas, fue entonces cuando Eva salió de la habitación dejando solas en aquella habitación a Ane y Nerea. Las dos sentían una inmensa felicidad a la vez que sentían pena por cómo había salido Eva por la puerta, las dos comenzaron a comentar qué era lo que había sucedido en aquel momento y llegaron a la conclusión de que aquella habitación era de alguien muy importante para Eva, que quizás hacía mucho tiempo que no veía o quizás era alguien que ya no estaba. Se hizo el silencio por unos segundos cuando se oyó el taconeo de alguien por el pasillo hasta adentrarse por la puerta, allí estaba de nuevo Eva, les pidió perdón por haberlas dejado allí de esa manera y les explicó que en aquella habitación había dormido por algún tiempo una persona muy importante para ella, su nieta, pero que se habían marchado a vivir a Londres debido al trabajo del hijo de Eva, por eso les contó que en muchas ocasiones le echaba mucho de menos hasta tal punto de sentirse muy sola. Fue entonces cuando Ane y Nerea decidieron que tenían que hacer algo y se pusieron a buscar algo por toda la casa, hasta que en unos cajones encontraron unas cartas que decían de esta manera: Querida abuelita: Llevamos ya unos meses sin recibir noticias tuyas, estamos muy preocupados por si te ha pasado algo, aquí todo sigue igual, en el colegio he hecho muchos amigos pero esto no es igual que aquello, echo de menos

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tu casa pero sobre todo mis amigos y a ti. Papá y mamá dicen que pronto iremos a visitarte, seguramente iremos por vacaciones de verano que apenas queda un mes. Un beso, te quiere, Andrea. P.D. Te mando una foto del Big Ben.

Cuando las dos terminaron de leer aquella carta se miraron y pensaron que tenían que hacer algo para ayudar a Eva ya que ella había hecho muchas cosas por ellas, de manera que lo primero que se les ocurrió fue que podían comunicarse con Andrea, así que decidieron coger la dirección y salieron de la casa corriendo sin apenas despedirse de Eva, cuando llegaron a la tienda y vieron a su padre corrieron hacia él, Ane decidió contarle todo por lo que en un primer momento no entendió nada, Ane estaba tan nerviosa que apenas ni Antonio ni Ander podían entender nada por lo que ambos le dijeron que se tranquilizase y que fuese más despacio, de esta manera Ane les conto que desde hacía unas semanas habían conocido a una señora y les contaron toda la historia, en un primer momento su padre se enfadó mucho por haber ido a la casa de una desconocida sin decir nada a nadie y solas, pero en un segundo momento recapacitó y accedió a ayudarles, para ello les pidió la dirección y los cuatro le escribieron una carta: Hola Andrea: Tú no nos conoces, nosotros somos Ane y Nerea y hemos pensado en escribirte tras conocer a tu abuela Eva, sabemos que hace mucho tiempo que no la veis por lo que ella en muchas ocasiones se siente sola y triste, casi sin ganas de hacer nada. Nosotras somos dos niñas de 7 y 9 años

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que apenas conocemos a tu abuela. Pero nos gustaría que cuando podáis tú y tus padres visitéis a Eva, ella os necesita y se sentiría muy feliz de volver a veros. Un saludo.

CAPÍTULO 2 Pasadas unas semanas Ane y Nerea decidieron volver a la casa de Eva, en esta ocasión no lo hicieron solos, en esta ocasión Ander, su hermano mayor les acompañaba. Cuando llamaron al timbre algo les sorprendió, aquella voz no era la de Eva, aquella era más dulce y parecía más joven. Cuando pasaron la verja vieron a Eva, en aquella ocasión tenía algo nuevo en su rostro, estaba feliz, ¿Pero cuál era el motivo? En ese momento vio a Ander y de inmediato supo quién era por las descripciones que Ane y Nerea le habían dado sobre su familia. Eva les invito a pasar a una parte del jardín que ellas nunca habían visto, allí se podía apreciar una piscina muy grande y cerca un cenador bajo el que se resguardaban varias personas, según se iban acercando se podían distinguir tres personas, una mujer joven, como de unos 34 años un hombre también de la misma edad y una niña de apenas unos 10 años. De inmediato se dieron cuenta de quién era, aquella era Andrea, la nieta de Eva, cuando se acercaron Eva les presentó a los tres. Eva ya les había contado a su hijo y a su nieta que Ane y Nerea le habían hecho compañía desde hacía algunos meses y Andrea ya conocía la noticia de que Ane no podía escuchar de manera que en un primer momento se sentía un poco cortada, pero en poco tiempo comenzaron a comunicarse sin ningún problema con la ayuda de Nerea y de Ander que sabían hablar un poco de lengua de signos, lo suficiente como para poder entenderse con Ane.

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Eva les comunicó a los tres, a Ane, Nerea y a Ander que su nuera, su hijo y Andrea se iban a quedar a vivir de nuevo con ella, algo que les alegró mucho ya que le habían cogido un gran cariño a Eva en todo ese tiempo.

CAPÍTULO 3 Aquella mañana había salido muy temprano de casa, tenía excursión con el colegio, habían ido a visitar un museo por lo que Ane en esas ocasiones siempre tenía que ir acompañada de una intérprete aunque al no ser la única con esa deficiencia en su clase no se le hacía tan difícil, la otra persona que tenía esa deficiencia se había convertido con el tiempo en su mejor amiga, Amaia, con la que pasaba mucha parte del tiempo en el colegio y con la que también se juntaba en algunas ocasiones en el parque, las dos se entendían a la perfección, la una a la otra, al encontrarse en la misma situación, aquel día fue muy emocionante para las dos ya que pocas veces habían ido a un museo y menos aun que pudiesen disfrutarlo como los demás ya que en esta ocasión tenían a alguien que les podía explicar lo que era cada cosa. Aquel día fue muy emocionante para Ane, y más cuando el llegar a casa se encontró con su madre sentada en el sofá y le dijo: -Nos vamos al pueblo de vacaciones, tus hermanos ya están preparando la maleta. De pronto Ane sintió una gran felicidad ya que el pueblo era un sitio increíble para ella, allí estaban sus amigos de toda la vida y con los

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que sí que se entendía ya que la mayoría de ellos habían aprendido lengua de signos tras conocer a Ane y allí era un sitio donde ella se sentía plenamente feliz, ya que en Barakaldo, que era donde vivía con su familia, había grandes barreras arquitectónicas, ya que la mayor parte de la gente no conoce la lengua de signos, en cambio en el pueblo Ane se sentía muy integrada, todo el mundo la conocía y hasta el panadero tenía un mínimo conocimiento de la lengua de signos. Subió corriendo a la habitación que comparte con su hermana Nerea y allí estaba Nerea preparando su propia maleta. Cuando Nerea vio entrar a Ane por la puerta se dio la vuelta y la miró diciéndole que estaba muy contenta ya que iban a ir al pueblo antes de lo que se habían imaginado. Como Ane, Nerea se sentía igual de feliz de ir al pueblo ya que los mejores veranos de sus vidas los habían pasado allí y tenían muy buenos recuerdos de todos aquellos veranos. Después de juntarse en el salón y ver que todo estaba listo decidieron salir de una vez por todas de casa, de manera que cogieron todas las maletas, las metieron en el coche y se pusieron en marcha, dirección a Beas de Segura, el pueblo donde tantos momentos buenos habían pasado desde que eran pequeñas. Pasadas unas ocho horas en coche ya comenzaba a verse aquellos paisajes que ellos tanto echaban de menos, ya quedaba menos, ya estaban cerca de llegar al pueblo. Pasaron un par de horas más cuando por fin reconocieron la entrada del pueblo, aquella fuente inconfundible, los olivos y ese cambio de color en los montes. De repente todos ellos sintieron una gran melancolía por volver a aquel pueblo. Llegaron a la casa, aquella casa que habían dejado hacía dos años, por lo que cuando entraron por la puerta tenía un

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olor a sitio cerrado, la casa tenía el aspecto de una casa vieja y oscura pero todo eso cambió cuando Celia comenzó a quitar las cortinas de las ventanas, a quitar las sabanas que tapaban los sofás, los muebles y la mesa del comedor, solo hacía falta limpiar un poco la casa y ya estaría como siempre la habían recordado todos ellos.

CAPÍTULO 4 Después de instalarse en la casa, cada uno en su habitación y de limpiarla, decidieron salir a reencontrarse con la gente del pueblo, con sus amigos y familia. Ane, Nerea y Ander decidieron salir de casa cuanto antes para ver a sus amigos que sabían perfectamente dónde les podrían encontrar, cruzaron un par de calles y allí estaban todos ellos. Al ser un pueblo muy pequeño los grupos de amigos solían ser de varias edades por lo que los tres hermanos tenían la misma cuadrilla, todos en el pueblo se conocen, aquella cuadrilla podría estar formada de unas diez personas, cuando les vieron todos se alegraron ya que llevaban dos años sin verles y habían pasado muchas cosas, todos ellos habían crecido, algunos se habían ido a vivir a ciudades más grandes e incluso las familias de algunos de ellos habían crecido, como la familia de Maitane, ella había tenido un hermano por lo que pasó a ser la hermana mayor. Pasaron unos días y toda los amigos habían decidido ir a pasar el día fuera de casa por lo que los tres hermanos se prepararon unos bocadillos y por la mañana se marcharon de casa dejando solos a sus padres, aquella mañana fue muy rara, a eso de las nueve se juntaron todos en la plaza y aunque hubo alguno que se puso malo todos tenían ganas de ponerse en marcha para ir como todos los años al pantano a la balsa a bañarse, todo iba bien, comenza-

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ron el camino, estaba a dos horas del pueblo por lo que habían pensado en ir a pasar el día y según fuese pasando el día quedarse a dormir en algún sitio cercano, pero llegando a la balsa comenzaron a tener un temor por algo, era algo inexplicable, sentían como si algo misterioso estuviese ocurriendo en aquel lugar, de pronto entraron en un camino que a ninguno de ellos les sonaba, Maitane era la que recordaba el camino de años anteriores pero ninguno recordaba lo que estaban viendo en aquella ocasión, los arboles estaban pintados, como si estuviesen decorados, pero no solo eso, de repente vieron unos columpios que nunca habían visto por lo que se sorprendieron mucho ya que en esos alrededores nunca había visto ninguna casa, de hecho no existía ninguna casa a menos de una hora, algo que a todos les pareció muy estraño A pesar de todo decidieron seguir su camino a la balsa sin ninguna preocupación cuando de repente Ane sintió algo, unas vibraciones que los demás no habían percibido y de inmediato se lo dijo a los demás, aun así decidieron seguir adelante sin hacer caso de sus temores pero cuando llegaron a la balsa vieron que la habían pintado y la habían vallado, cuando de repente apareció una mujer y todos se asustaron y salieron corriendo dirección al pueblo. Por fortuna, Ane se tropezó con una piedra de manera que se hizo daño en los dedos de ambas manos cuando sintió un viento intenso en la espalda y asustada se giró, en un principio no vio nada por lo que intentó levantarse pero cuando volvió a mirar hacia adelante allí estaba ella, era Eva, Ane no sabía ni cómo ni

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porqué pero allí estaba esperando ella, rápidamente mediante la lengua de signos Eva le pregunto qué tal se encontraba pero Ane al ir a contestarle con un movimiento de las manos se dio cuenta de que no podía hacerlo, sentía un intenso dolor en los dedos lo que le impedía comunicarse con Eva. Unos minutos más tarde aparecieron Nerea y Ander con el resto de los amigos y cuando ambos vieron a Eva se tranquilizaron, se dieron cuenta de que estaban seguros y que nada ocurría. Eva les contó que hacía algún tiempo había visto que aquellas tierras se vendían y al haberse convertido Ane y Nerea en unas personas tan importantes para ella, casi como su propia nieta, y saber que ellas veraneaban muy cerca de allí decidió comprarlas, mientras les dirigía a su casa Eva les contaba que se había hecho una casa y que la famosa balsa a la que tantas veces iba ahora era suya, pero también les explicó que podrían ir siempre que quisiesen. Mientras tanto Ane se sentía frustrada, apenas podía mover los dedos por lo que sentía que no podía hablar con nadie, no podía transmitir lo que realmente sentía. Era una mezcla de frustración por no poder comunicarse con la gente que había a su alrededor y alegría por haberse encontrado de nuevo con Eva. Eva llevó a todos los chicos al pueblo en coche, pero en el primer viaje llevaron a Ane para que pudiese verla un medico ya que podría tener una lesión en los dedos lo que le podría impedir su comunicación con el resto de personas de su alrededor. Ane salió del médico con una gran sensación de tristeza ya que el médico le dijo que no iba a poder mover los dedos durante al menos dos semanas. Aquellas dos semanas fueron eternas para Ane ya que no podía comunicarse con su familia ni con ninguna persona por lo que sus padres le habían hecho algún panel de comunicación de manera que pudiese comunicarse para pedir cosas básicas.

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Pasaron esas dos semanas y llegó el momento de que Ane volviese a comunicarse con todas las personas de su alrededor, sintió un gran alivio cuando el médico, que era el padre de uno de los amigos de Ane, le dijo que ya era hora de que hablase, cuando sintió una gran alegría y salió de la consulta dándole las gracias al médico. Cuando llegó a la plaza allí estaban todos sus amigos, en un principio le costó un poco hablar con la lengua de signos, ya que había estado dos semanas sin poder mover las manos y aun las tenía un poco resentidas, pero pudo decirles que ya estaba bien y que ya podía hablar con ellos de nuevo. Todos se alegraron y le arroparon, le contaron cuales eran las novedades pero Ane no tardó en ir a visitar a Eva, sentía que ella era alguien muy especial para ella que desde un primer momento había sentido una conexión muy cercana hacia ella. Eva se alegró mucho cuando vio llegar a Ane y al ver que estaba en perfecto estado, Ane corrió a saludarle y le pregunto cómo le había ido todo con su nieta, ella le contó que su hijo, su nuera y Andrea se habían quedado en Barakaldo y que cuando terminasen las vacaciones les volvería a ver, que allí estarían, le confirmó a Ane que Andrea iba a estudiar el mismo colegio que ella y sus hermanos por lo que le gustaría que se hiciesen buenos amigos ya que de momento no conocía más que a Ane y a sus hermanos. Eva le contó que había recuperado mucho tiempo de conocer a su nieta y que le había estado enseñando a su nieta la lengua de signos para que se pudiese comunicar con ella. Los días de verano habían pasado y era hora de volver a casa, de manera que la última noche que pasaron en el pueblo fue la noche en que se celebraba la despedida de las vacaciones de verano, esa noche hacían juegos

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para todo el pueblo y hacían una cena en la que participaba todo el pueblo, esa noche era muy especial ya que muchos de ellos nunca habían visto un cielo tan estrellado como el de aquella noche por eso y muchas más razones fueron la noche más especial para Ane de todo el verano. De camino de vuelta Ane hizo una reflexión que comentó con sus padres, tras aquellos quince días en los que no había podido comunicarse con las mano con nadie se dio cuenta de la verdadera importancia que tenían para ella sus manos, en todo momento de su vida sus manos eran su voz. Pero lo más importante aun era que en ningún sitio se había sentido tan integrada como en el pueblo, ella era una más y todos contaban con ella, algo que en su vida diaria en Barakaldo no pasaba. Todo aquel verano fue muy importante para Ane ya que le hizo ser una persona más segura de sí misma y que confiase más en su propia persona. Por lo que también confía más en la gente de su alrededor, a partir de ese verano Eva se convirtió en alguien como de su propia familia.

CAPÍTULO 5 Ya han pasado algunos años de todo aquello, ahora tengo 70 años y tengo un gran recuerdo de aquel verano, ese verano fue muy importante para mí ya que fue en aquel momento cuando verdaderamente comencé a valorar mis recursos para poder comunicarme con otras personas, como dije en aquella ocasión mis manos siempre serán mi voz y nunca me había sentido tan integrada como en el pueblo, con gente que sabía lengua de signos y con la que me podía comunicar sin ningún tipo de dificultad.

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"Un abrazo vale más que mil palabras"

CAPÍTULO 1 Pablito y Álvaro Esta historia ocurrió en una ciudad llamada Zaragoza. Trata de un niño que se llama Pablo, aunque todos le han llamado siempre Pablito, algo que a él le gusta mucho. Es un niño de siete años, moreno, bajito y con gafas. Unas bonitas gafas azules que él mismo había elegido porque el azul es su color favorito. Es muy simpático y siempre tiene una sonrisa en la cara, al contrario que su hermano Álvaro, que siempre está enfadado y de brazos cruzados. Ellos son hermanos gemelos. Viven en una casa muy grande que tiene un jardín en el que están mucho tiempo jugando con

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Button, un perro negro que les regalaron sus primos en su cumpleaños. Viven con sus papás, Manu e Idoya. A Pablito le gusta mucho estar en el jardín, tumbado en la hierba mirando al cielo. Puede estar horas y horas buscando formas en las nubes. Le encanta encontrar animales, sobre todo perros y gatos porque le gustan mucho. Álvaro pasa la mayor parte del tiempo en su habitación. Le gusta mucho jugar con la consola y hacer aviones de papel, aunque también ir a jugar a fútbol con su padre. Cuando empieza el verano siempre van a visitar a sus abuelos, que viven en Bilbao, y están allí mientras sus padres trabajan en Zaragoza. A ellos les gusta mucho ir, porque suelen ir de excursión con su abuelo al monte, y hacer pasteles con su abuela. Pero este año iba a ser diferente, porque irían por primera vez a un campamento. Un campamento en Amposta, un pueblo de Tarragona. Pablito y Álvaro nunca habían podido ir a ningún campamento, al contrario que muchos niños, pero no porque sus papás no les dejaran, sino porque Pablito tenía problemas de audición. Su discapacidad no es de nacimiento. Sus padres se dieron cuenta

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de que no oía bien cuando, una noche que no paraba de llorar, le cantaron su canción favorita con la que siempre se reía. Pero no funcionó, siguió llorando y llorando sin parar. Se asustaron mucho y le llevaron al médico enseguida. Fue entonces cuando les dijeron que Pablito tenía una discapacidad auditiva por una fiebre muy alta que había tenido. Aquel día, hablaron los cuatro de ir al campamento. Los dos hermanos tenían muchas ganas de ir. Nunca habían podido ir a uno porque a sus padres les daba miedo por Pablito, porque siempre le habían protegido mucho y no querían que por su problema lo pasara mal por no poder conocer gente ni hablar con otros niños. Álvaro se había comprometido a ayudar a su hermano a comunicarse con los demás niños del campamento. Él haría de traductor entre sus compañeros y Pablito. Pablo, sin embargo, prometió tranquilizarse cuando los demás no le entendieran a través de sus gestos. Intentaría comunicarse como si fuera un mimo en vez de en lengua de signos. Al ver a los niños tan entusiasmados en ir al campamento, Idoya y Manu lo pensaron durante unos segundos y, sin darle más vueltas, les dijeron que sí podían ir. Les había parecido una buena idea. Sería una forma de que se relacionaran con otros niños de su edad de ciudades diferentes, y de que sus hijos se unieran más

CAPÍTULO 2 El miedo Ya faltaban pocas semanas para la llegada del esperado campamento. Pablito y Álvaro estaban muy nerviosos y estaban preparando ya todo lo necesario para esa semana. Sus padres les estaban ayudando mucho. Tenían que llevar una esterilla, un saco de dor-

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mir, ropa suficiente para todos los días, el bañador para ir a la piscina,… ¡un montón de cosas! Álvaro estaba muy emocionado porque ya solo quedaban dos semanas para irse a Amposta, pero había algo que le preocupaba… su hermano. Había notado a Pablo un poco raro durante estas semanas. Hablaba del campamento de una forma extraña y nadie se daba cuenta, solo él, así que pensó que sería un poco de miedo nada más. No le dio más vueltas, hasta que una noche le oyó llorar. Álvaro se asustó mucho y no sabía qué hacer "Cuando lleguen los abuelos estará mejor" pensó. Los días iban pasando y cada vez estaba más cerca el día en el que se iban a ir a conocer a otros niños. Pablito seguía muy preocupado y con mucho miedo, y todas las noches lloraba pensando que Álvaro no se daría cuenta. Una tarde, cuando salieron a jugar al jardín con Button, su madre entró en casa a buscar su merienda. - ¿Te pasa algo, Pablito? - preguntó Álvaro aprovechando que su madre no estaba. - No, no me pasa nada. Es solo que ya no tengo ganas de ir al campamento. - le respondió mientras miraba al suelo. Álvaro se quedó un poco confuso, ¿cómo es que su hermano, con la ilusión que le hacía ir, ya no tenía ganas? Además, Pablito nunca miraba al suelo cuando hablaba, porque también hacía muchos gestos con la cara. En ese momento su madre llegó con la merienda y no pudieron seguir hablando, así que Álvaro pensó en preguntarle más tarde por qué había cambiado de opinión. A Pablo le gusta mucho levantarse pronto porque le encanta sentir el frío en la cara por la mañana y ver a los pájaros desde su columpio favorito, un caballito de madera que le había hecho su

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abuelo cuando eran más pequeños. "Desde aquí puedo ver a los pajaritos en su nido y oírles cantar" pensaba cuando se sentaba en él. Sin embargo a Álvaro no le gusta nada esa sensación, él prefiere quedarse en la cama bien tapado con las sábanas hasta arriba. Una mañana, Álvaro se despertó antes que Pablito, algo que casi nunca pasaba. Salió de la habitación de puntillas y fue a la cocina, donde estaba su madre haciendo el desayuno. - Mmá, ¿por qué Pablito está tan raro estos días? - le preguntó a su madre un poco preocupado. - ¿Por qué dices que está raro? Yo no he notado nada. No te preocupes, que yo hablo con él, ¿vale? - le respondió su madre mientras le acariciaba la cara para que se quedara tranquilo. Álvaro se marchó a su rincón favorito de la casa, un cuartito pequeño que había en el último piso. Allí solía ir cuando había algo que le preocupaba, cuando estaba enfadado, o incluso cuando estaba triste. La mamá estuvo pensando qué podía hacer para hablar con Pablito. Al final, decidió esperar a que se despertara. - Buenos días, mamá - dijo nada más despertarse. - Pablo, ¿te apetece ir al parque esta tarde? Tu hermano se va con papá a jugar a fútbol, y como a ti no te gusta había pensado en ir a dar una vuelta y a comprar un helado. - sabía que aceptaría, le gusta mucho ir al parque y también los helados de chocolate. - ¡Claro! - le contestó con una sonrisa que le llenaba la cara. Esa misma tarde Pablito y su mamá fueron al parque. Al pasar por la heladería, se pararon a comprar un helado. Pablo pidió una

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tarrina de chocolate porque no le gusta el cucurucho, y su madre uno de limón. Estuvieron paseando mientras se lo comían y al terminar, se sentaron en una campa a ver pasar las nubes. - Mira mamá, ¡un gato! ¿Lo ves? ¡Ahí, en esa nube! Solo se le ven las orejas y la cola. - dijo mientras daba un salto para levantarse más rápido, después señaló al cielo para que su madre viera también la nube. - Es verdad, ¡no lo había visto! - ese era el momento de preguntarle qué le pasaba. - Pablo, me ha dicho tu hermano que estás raro estos días, como si no quisieras ir a Amposta. ¿Por qué? - le preguntó esperando que le dijera lo que le pasaba. - No me pasa nada, es solo que… tengo un poco de miedo. ¿Y si Álvaro no cuida de mi? ¿Y si no puedo hablar con otros niños porque no entienden mis gestos? ¿Y si no puedo tranquilizarme cuando no me entiendan? - le explicó muy serio. - No tienes por qué preocuparte, tu hermano ha dicho que cuidará de ti. - ¿Seguro que Álvaro no me dejará solo? - preguntó un poco más tranquilo. - ¡Seguro! Te quiere mucho, ¿sabes? - le dijo mientras le sonreía. Pablito se quedó mucho más tranquilo después de hablar con su madre. Cuando estaban de camino a casa, Pablo agarró a su madre de la mano. La mamá le miró y se dio cuenta de que Pablo volvía a sonreír como lo había hecho siempre. Con esa sonrisa que tiene todos los días cuando se despierta, y con la que también se va a dormir. Al llegar a casa, Idoya le contó a Manu lo que le había dicho Pablito en el parque. Por un momento dudaron de si era buena

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idea que fuera al campamento, pero Álvaro, que era un poco cotilla, había estado escuchando la conversación detrás de la puerta. Entonces entró y les prometió que cuidaría de Pablo todos los días. Ellos, viendo lo preocupado que estaba Álvaro por su hermano y lo entusiasmado que le notaban cuando hablaban de ir, decidieron dejarles. Además, todos sabían que en cuanto los abuelos llegaran, Pablito volvería a llenarse de ganas. ¡Parecía que la abuela tenía magia!

CAPÍTULO 3 El viaje Solo faltaba un día para ir rumbo a Amposta. Los dos niños no paraban de correr por la casa, nerviosos mirando por todos lados si habían cogido todo lo que tenían que llevar. - ¿Has cogido la funda de las gafas y la de los aparatos? - le preguntó Álvaro a su hermano porque no se solía acordar. - ¡Se me olvidaba! Gracias Álvaro. - exclamó con una sonrisa y salió corriendo a buscarlas. Por fin ha llegado el día que estaban esperando. Aquella mañana llegaban sus abuelos desde Bilbao. Pablo y Álvaro se despertaron más temprano de lo normal. A las siete de la mañana entraron a la habitación de sus papás y se pusieron a saltar alrededor de la cama mientras gritaban para despertarles. Estaban impacientes por ir, y también por ver a los abuelos. Cuando ya tenían todo preparado, papá y mamá dejaron la maleta de los niños en la entrada de casa con todo preparado y fueron en coche a la estación de autobuses a buscar a los abuelos. Al llegar todavía no había llegado su autobús. De repente apareció

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uno y cuando miraron… ¡Bilbao-Zaragoza! Ya estaban allí. La abuela bajó del autobús y fue a abrazar a sus nietos mientras el abuelo fue a sacar las maletas. - Mis dos niños más bonitos, ¡no sabéis las ganas que tenía de veros! - les dijo la abuela mientras les daba muchos besos. Los dos hermanos sonrieron mucho con los besos de la abuela, y en cuanto el abuelo apareció por detrás del autobús, fueron corriendo a abrazarle a él también. - ¡Cuidado! Me vais a tirar al suelo con tanta energía. ¿Qué habéis desayunado hoy, pequeños? - dijo riéndose el abuelo. Después de muchos besos y abrazos, fueron a dar un paseo por Zaragoza. Les enseñaron la plaza del Pilar, y estuvieron un rato por allí. Más tarde fueron a comer a un restaurante donde también hacían hamburguesas, la comida que más les gusta a Pablito y a Álvaro. Cuando terminaron, fueron a casa para coger las maletas. Faltaba solo una hora para que saliera su autobús. Ya estaban en el colegio Cardenal Xavierre, de donde salía su autobús, en un colegio que está cerca de la Romareda. Mientras esperaban a que los monitores del campamento pasaran lista, los abuelos se acercaron a ellos. La abuela le dio a Pablito una pulsera de la suerte para que se sienta seguro y el abuelo habló con Álvaro para que cuide de su hermano. Pablito y Álvaro quieren un montón a sus abuelos, así que seguro que les hacen caso. - ¿Pablo Azor y Álvaro Azor? - preguntó uno de los monitores. - ¡Aquí! - Contestó Álvaro.

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Corriendo, se despidieron de sus papás y de sus abuelos y subieron en seguida al autobús. "Es hora de irse. Solo es una semana si no estoy contento allí" pensó Pablito un poco nervioso. Entonces, el autobús arrancó y los dos corrieron a la ventanilla del asiento de Álvaro a decirles adiós con la mano. Pablito se secó las lágrimas que se le habían caído al despedirse, Álvaro se dio cuenta y le dio un abrazo a su hermano. - Estás bien? ¿Por qué lloras? - le preguntó una niña que se sentaba detrás suyo a Pablo. Al ver que no contesta, insistió. - Me llamo Julia y soy de Vitoria. ¿Vosotros? - Me llamo Álvaro. - al darse cuenta de que su hermano estaba mirando la carretera y no les había oído, contesta por él. - Él es mi hermano Pablo, pero todos le llamamos Pablito. Somos de Zaragoza. - le dio un toque en el hombro para que les mirase. - Hola Pablito, me ha dicho tu hermano que puedo llamarte así. Yo me llamo Julia. - le dijo mientras le sonreía. - Encantado. - le respondió Pablo en lengua de signos. - ¿Por qué Pablito no puede hablar? ¿Qué ha dicho con ese gesto? - le preguntó a Álvaro con los ojos como platos mientras miraba los gestos de Pablo. - Puede hablar, pero dice pocas palabras. Él es sordo y habla con nosotros en lengua de signos. Te ha dicho que encantado de conocerte y buenas tardes. - le contestó muy animado por hacer una nueva amiga. - ¡Ala! ¿Me enseñareis a hablar así? ¿Es muy difícil? ¿Cómo se dice mi nombre? - les preguntó con mucho interés.

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- ¡Claro que sí! Te enseñaremos a decir todo lo que quieras. No te preocupes, al principio es un poco difícil pero seguro que lo aprender enseguida. - le contestó Álvaro animándole a aprender. Estuvieron todo el viaje hablando con Julia. Era de Vitoria y ya había ido a muchos campamentos. Le gustaba ir y pasárselo cada año mejor que el anterior. Siempre hacía muchos amigos porque era una niña muy abierta. A ese campamento era al primero que iba sola, sin ninguna amiga suya, pero no le importaba porque decía que así iba a conocer a más gente desde el primer día. Pablito y Álvaro le enseñaron a decir su nombre con el alfabeto dactilológico, a decir buenos días, buenas tardes, buenas noches, gracias, por favor, amigo, etc. Era una niña que aprendía muy rápido y además estaba muy interesada. El viaje se les hizo muy corto a pesar de que eran casi 4 horas de viaje. Llegaron a Amposta y los tres se bajaron del autobús. Fueron a por la maleta y esperaron a que les llamaran para ver en qué habitación les había tocado. En seguida llegaron los monitores para llevar a cada uno a su habitación. Empezaron a llamar primero a las chicas. A Julia le había tocado la habitación F-17, tenía que subir un piso. Sus compañeras de habitación se llamaban Sara y Ester. Eran muy amigas y vivían en Reus. Cuando terminaron con las habitaciones de las chicas, empezaron con las habitaciones de los chicos. Les tocó la habitación A-3. ¡Qué suerte! Estaban en el mismo pasillo que Julia, pero al otro lado de las escaleras. Corrieron escaleras arriba a ver cómo era su habitación y quién era su compañero. Se llamaba Daniel, pero todos le llamaban Dany. Era un chico que vivía en Monóvar, muy cerca de Alicante, y era muy tímido. Había ido solo porque su amigo estaba enfermo.

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CAPÍTULO 4 Los "Patos" y los "Tigres" Esa noche los dos pudieron dormir bien. Habían pasado el primer día, habían conocido gente y habían hecho amigos nuevos. No habían tenido ningún problema con nadie al comunicarse con Pablito porque no se había separado de Álvaro en todo el día. Pero entonces las cosas se complicaron. Era el segundo día en Amposta, Álvaro y Pablito se levantaron temprano para bajar rápido a desayunar y poder coger sitio para sentarse juntos y también con Julia. Desayunaban a las ocho, eran las siete y media y ya estaban abajo. Julia tardo un poco más pero en seguida llegó. - Buenos días. ¿Qué tal habéis dormido? Ellas son Ester y Sara - les dijo a los dos hermanos - y ellos son Pablito y Álvaro. - dijo dirigiéndose a sus compañeras de habitación. - ¡Hola! - dijeron todos, incluido Pablito que le había leído los labios a Julia. En ese momento llegó Dany. - Hola Pablo, hola Álvaro. Soy Dany. - les dijo a las tres chicas. En seguida abrieron las puertas del comedor. Los seis juntos entraron a desayunar. Cogieron la bandeja y un vaso de leche con Cola-Cao y fueron a sentarse a la mesa más cercana. Les esperaban un montón de actividades por hacer asique tenían que desayunar bien para coger fuerzas. Ese día tenían para cada uno un plato con cuatro galletas, pan, mermelada y cereales. Cuando por fin terminaron, salieron y fueron a unos bancos donde estaban todos los monitores. El campamento estaba dividido en grupos porque eran muchos y así sería más fácil hacer las

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actividades. A Álvaro le tocó en el grupo de los "Tigres" y su monitor se llamaba Javi, pero a Pablito le toco con una monitora que se llamaba Haizea en el grupo de los "Patos". Pablito se sentía un poco inseguro porque, ¿qué iba a hacer él sin su hermano para signarle? Al ver a su hermano triste y preocupado porque pensaba que nadie le iba a entender, le dijo que no se preocupara, que iban a ir a hablar con los monitores para cambiarse de grupo y poder estar juntos, pero cuando estaban yendo a hablar con ellos, Haizea les paró y… ¡vaya sorpresa se llevaron! La monitora les había visto hablar en lengua de signos y, al verles, se presentó diciendo su nombre con el alfabeto dactilológico. Después les explicó en lengua de signos que era traductora profesional y que le gustaba mucho, por eso estaba encantada de tener a Pablo en su grupo. Una sonrisa de oreja a oreja apareció en la cara de los dos hermanos. Todo el día había ido bien. Habían estado jugando a muchos juegos para presentarse y conocer a los de su grupo y a los demás niños. Haizea estaba enseñando también a los de su grupo a decir su nombre con las manos, como hacía Pablito, para que todos supieran el nombre de todos. Se lo estaban pasando muy bien y tenían muchas ganas de hablar con sus padres para poder contárselo todo. Pablito pensaba mucho en su abuela, ¡cuántas cosas tenía que contarle! Estaba seguro de que estaría muy orgullosa de sus nietos, igual que él lo estaba de su hermano Álvaro, que estaba todo el rato pendiente de él. Al día siguiente había una Yincana, y uno de los juegos era "Campo quemado". Las reglas eran claras: no se podía tirar con el balón a la cara de los compañeros y tampoco valía darle con el pie. Pablito era muy bueno jugando a este juego porque desde pequeño

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siempre jugaba en clase de gimnasia cuando tenía la oportunidad, por eso fue eliminando a los del equipo contrario y se quedó él solo de su equipo. Al otro lado del campo estaba Xabi, un niño un poco impaciente y desobediente. Pablito esquivaba todos los balones que Xabi le tiraba, pero Xabi era tan impaciente que se cansó y decidió darle muy fuerte con el pie al balón, con tan mala suerte que le dio a Pablo en la cara. Pablito se puso a llorar mientras Xabi se reía por lo que había pasado. Los compañeros en seguida fueron a preguntarle a Pablito qué tal estaba. Justo en ese momento, Haizea salió al patio donde estaban jugando los niños. Les había dejado solos porque tenía una llamada importante. - Qué ha pasado? Pablo, ¿estás bien? A ver que te has hecho… - le preguntó a Pablo al verle llorar. - Xabi me ha dado con el balón en la cabeza. ¡No se puede tirar con el pie! - le contestó mientras lloraba. - No te preocupes, no te has hecho nada. Solo te duele por el golpe del balón. - intentó tranquilizar a Pablito - Contigo ahora hablo, Xabi. - le dijo a Xabi con tono de enfado. Unos minutos más tarde, Haizea fue donde Pablito. Tenía un chichón en la frente por el balonazo pero ya había dejado de llorar. La monitora fue a buscar a la enfermera para pedirle una crema y un poco de hielo para ponerle a Pablo donde se había dado el golpe. - ¡Xabi! - le llamó mientras iba hacia donde él estaba. - ¿Qué? - le contestó con indiferencia. - ¿Por qué le has dado a Pablo con el balón en la cara? - le preguntó intentando buscar una explicación.

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- Porque me iba ganando y no puedo dejar que un sordo me gane a mí - le dijo enfadado a Haizea. - ¿Y qué importa que sea sordo? A Pablo se le da muy bien jugar a este juego, es un niño igual que tú, da igual que tenga una deficiencia auditiva, no tienes que darle con el balón. Si te va ganando tienes que aceptar que vas perdiendo, igual que si te estuviera ganando cualquiera de tus compañeros. Es un juego, Xabi. Pídele perdón a Pablo, ¿vale? - le dijo con la mano en el hombro. - ¡No le voy a pedir perdón! - contestó mientras salía corriendo. - Xabi, ¡ven aquí! ¿Cómo que no vas a pedirle perdón? ¿Por qué no? - preguntó al chico. - Porque no quiero. Además, ¿para qué voy a hacerlo? No me va a oír… - contestó para que no le castigaran. - Aunque Pablito no pueda oírte, sabe leerte los labios y así saber lo que estás diciendo. De todas formas, puedes pedirle perdón en la lengua que habla él. ¿Sabes cuál es? - le pregunto a Xabi intentando que lo hiciera. - ¡No! No lo sé, pero me da igual. Que aprenda a hablar y le pediré perdón - dijo enfadado Xabi. - Venga Xabi, no es difícil, mira se hace así - le dijo Haizea mientras hacía el gesto, la mano izquierda relajada y frotar el dorso con los cuatro dedos de la mano derecha. - ¡Qué guay! ¡Yo quiero aprender a hablar así! - dijeron los demás niños. Haizea, al ver que Xabi no quería, le castigó tres días sin jugar o pidiéndole perdón a Pablito en lengua de signos. Como los

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demás niños dijeron que querían aprender, la monitora decidió enseñarles algunas cosas durante el campamento.

CAPÍTULO 5 La piscina Aquel día, Pablo casi no había podido estar con Álvaro, pero por la noche estuvieron un montón de tiempo hablando. Álvaro le estuvo contando que había estado jugando al fútbol con sus compañeros de equipo y que habían ganado 4-1. Él mismo había metido 2 goles de su equipo y había parado un montón de balones cuando estaba de portero. Pablito le dijo todo lo que había pasado, el juego de la Yincana, el chichón que le había salido por el balonazo de Xabi, lo que le había dicho Haizea, y que Xabi no quería pedirle perdón. También le contó lo interesados que estaban sus compañeros del equipo de los "Patos" en aprender a decir cosas como las decía él, y que Haizea le había dicho que les iban a enseñar entre los dos a decir algunas cosas en lo que quedaba de campamento. A Álvaro le hizo mucha ilusión ver tan contento a su hermano. Había estado muy preocupado durante todo el día pensando en cómo había estado y si le había pasado algo, aunque por otra parte estaba tranquilo porque sabía que con Haizea iba a estar bien y podía hablar sin ningún problema. En ese momento apagaron la luz, asique no pudieron seguir hablando. Álvaro saltó de la cama, bajó a la litera de abajo donde dormía su hermano, y le dio un abrazo para darle las buenas noches. Subió otra vez y los dos se durmieron tranquilos. A la mañana siguiente después de desayunar, iban a ir a la piscina con el grupo de los "Tigres". Hacía mucho calor y ese día iban

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a hacer los juegos allí. Pablo estaba un poco nervioso porque les tenía que enseñar a sus compañeros cómo hablaba él. "Jo, no le he hecho nada a Xabi y no quiere pedirme perdón ni aprender a hablar como yo. Menos mal que Dany y Julia me ayudan mucho y hoy además estaré con Álvaro", pensaba Pablito. Salieron de Amposta y fueron a las piscinas. Nada más llegar fueron a una sala del polideportivo para hablar un poco en el lenguaje de Pablito. Les iban a enseñar entre Haizea, Álvaro y Pablo a decir algunas palabras que podían servirles. Mientras les explicaban cómo se hacían los gestos, todos estaban muy atentos y emocionados, tenían muchas ganas de aprender. Todos menos Xabi, que no hacía nada de lo que ellos explicaban. Al terminar, fueron a donde estaban las piscinas. Haizea y Javi les explicaron cómo iba a ser el juego. Iban a jugar a "Tiburón" en el agua. Todos saltaron a la piscina para empezar el juego, menos Pablito y Xabi. Xabi estaba castigado porque todavía no le había pedido perdón a Pablo y no lo quería hacer, y Pablito porque no iba a poder jugar. El juego consistía en que uno es el tiburón y tiene que pillar a los demás y ellos tienen que correr cuando los monitores gritan "tiburón, tiburón". "¿Cómo va a jugar Pablo si no puede oír cuando gritan?" pensó Álvaro. Rápidamente salió del agua y le explicó a Haizea por qué su hermano no se había metido a la piscina. Entre los dos, pensaron una nueva forma de jugar: los monitores tiraban unas gafas de bucear, y cuando caen al agua todos cambian de escalera y el tiburón va a pillarles. A Xabi le estaba dando mucha envidia ver a sus compañeros jugar y reír en la piscina, por eso aunque no quería pedirle perdón a Pablo, lo hizo. Fue donde Haizea y le dijo que quería jugar y que a ver si podía si le pedía perdón. Pablo salió del agua y fue donde

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Xabi, pero como solo lo hacía por jugar y no porque en realidad quería hacerlo, hizo el gesto corriendo y mal para irse al agua cuanto antes. Pablito intentó hablar con él, pero Xabi no le hacía caso y solo le decía "no te entiendo, déjame en paz". Pablito se puso muy triste, fue donde su hermano y le dijo "¿Por qué no me entiende? No le estoy hablando en lengua de signos, le estoy haciendo como si fuera un mimo". Álvaro había notado muy triste a Pablito, así que cuando se fue al baño, habló con todos sus compañeros para darle una sorpresa.

CAPÍTULO 6 Sorpresas Era la hora de cenar, todos estaban allí y solo faltaba Pablito. Álvaro le había pedido ayuda a Haizea para ver a su hermano sonreír. Pablo entró en el comedor y todos a la vez le saludaron en lengua de signos. ¡Vaya sorpresa se llevó! Le hizo mucha ilusión, en seguida les dio las gracias a todos, fue donde su hermano y le abrazó. Pero esa noche no todas las sorpresas terminaban ahí. Cuando todos terminaron de cenar, Toño, el director del campamento, se levantó y pidió silencio. - Como todos sabéis, solo quedan tres días para terminar el campamento. Mañana vamos a hacer algo especial, pero primero os voy a dar una mala noticia, vais a tener que madrugar más. El autobús sale a las ocho y media de aquí así que el desayuno será a las siete y media. Bien, la sorpresa es que… ¡¡nos vamos a Port Aventura!! - les comunicó Toño a todos. De repente, todos se pusieron a gritar y a saltar. ¡Vaya jaleo se armó! Cuando se calmaron un poco, les mandaron a dormir por-

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que mañana iba a ser un día muy cansado y además tenían que levantarse antes. Un nuevo día, el día de Port Aventura. Todos los niños del campamento estaban muy emocionados. Subieron al autobús y una hora y media después llegaron al parque de atracciones. Les separaron en grupo y cada grupo se fue con su monitor. Fueron a dar una vuelta por el parque para ver las nuevas atracciones que habían puesto en SésamoAventura. Pablito se quedó mirando una que le había gustado mucho y cuando se quiso dar cuenta, se giró y vio que los demás ya no estaban allí. Los "Tigres" se habían cruzado con los "Patos" mientras miraban atracciones. "Qué raro que no esté Pablito aquí", pensó Álvaro. Como vio que no llegaba, se empezó a preocupar. ¡Su hermano se había perdido! ¿Qué podía hacer él ahora? ¿Y si no le entendía la gente que pasaba por allí? Fue corriendo muy asustado donde Haizea y le contó lo que había pasado. Rápidamente fueron los dos a buscarle y el grupo de Haizea se junto con el grupo de Javi. Pablito no sabía qué hacer para encontrar a su grupo o al grupo de Álvaro, por eso estaba tan asustado, tanto que se puso a llorar y a llorar un montón. Entonces, un señor pasó por allí y le vio. - ¿Qué te pasa, chico? ¿Te has perdido? - le preguntó mientras se acercaba a él. Como Pablo no contestaba y no dejaba de llorar, fue donde su hija a ver si a ella le decía algo - Irune, acompáñame donde el niño ese, que está llorando y a mí no me dice qué le pasa. - Hola, me llamo Irune. ¿Te has perdido? - dijo la niña agachada frente a él.

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- No encuentro a mi grupo - le signó Pablito. - No te preocupes, ahora iremos a buscarles, mi papá nos ayudará - le contestó Irune de la misma forma. ¡Vaya sorpresa! Irune también tenía problemas de audición, y aunque sabía hablar el lenguaje oral, también había aprendido lengua de signos desde muy pequeña. Justo cuando empezaron a buscar a los "Patos", Álvaro vio a su hermano y fue corriendo donde él. Pablito presentó a Álvaro, a Haizea, a Irune y a Héctor, el papá de Irune. Haizea le dio las gracias al señor y se fueron con los de su grupo. El resto del día pasó sin ningún problema. Se montaron en un montón de atracciones y a Pablito la que más le gustó fue "La granja de Elmo". Faltaba poco para que cerraran el parque y empezaron a llamarles para ver si faltaba alguien. Cuando vieron que estaban todos, subieron al autobús y volvieron a Amposta. Había sido un día muy cansado para todos.

CAPÍTULO 7 La carta Ya sólo quedaban dos días, mejor dicho, un día y medio para que terminara el campamento. Pablito no quería irse de Amposta sin haber hablado con Xabi, porque a pesar de que le había dado con el balón, él no creía que fuera un niño malo. Lo único que quería conseguir Pablo era que por lo menos no le mirara mal cada vez que pasaba a su lado. Pablito no le dijo nada a Álvaro de que estaba pensando en hablar con Xabi porque sabía que él iba a querer acompañarle por si le pasaba algo, pero había aprendido que el arte de vencer se

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aprende de las derrotas, asique tenía que sentirse tranquilo y enfrentarse a los momentos difíciles porque ya tenía casi ocho años. Respiró hondo como le había enseñado su abuela cuando se ponía nervioso, y fue hacia Xabi que estaba jugando con el balón. "Si no quiere hablar conmigo, me dará otro balonazo", pensó Pablito. - ¿Qué quieres? - le pregunto a Pablito sin apenas mirarle. - No quiero que nos llevemos mal y quería poder hablar contigo antes de irnos - le dijo Pablo mientras le sonreía. Xabi hizo como si no le hubiera visto y como si no le entendiera, se dio la vuelta y se fue sin mirarle a la cara. Pablito se desilusionó un poco, pero lo que él no sabía era la sorpresa que le esperaba luego. Cuando volvió a su habitación, Álvaro le dijo que Xabi había preguntado por él y como no estaba, había dejado una carta para él. En la carta ponía: “Soy Xabi. Me da vergüenza intentar hablar en lengua de signos, pero quiero poder hablar contigo antes de que termine el campamento.” Nada más terminar de leer la carta, Pablito fue a buscar a Xabi. Estuvieron hablando y al final consiguieron entenderse. Pablito se intentaba explicar lo mejor que podía y Xabi intentaba aprender unas cuantas palabras en lengua de signos que podía utilizar para hablar con alguien. Pablito estaba muy orgulloso de haber podido hablar con Xabi y de haberle podido enseñar algunas cosas. Ya no podía quitarse la sonrisa de la cara. Fue corriendo a buscar a su hermano y a Julia para contárselo. ¡No se lo podían creer! Los dos se alegraron mucho por Pablo, era muy buen chico y se merecía conseguir lo que quisiera.

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CAPÍTULO 8 Las despedidas La última noche hicieron muchos juegos porque era el último día que iban a dormir allí. Hicieron un montón de cosas. Los monitores incluso prepararon una "casa del terror". ¡Qué miedo pasaron todos! Al irse a la cama, Pablito estuvo llorando porque no quería volver a casa. Se lo había pasado muy bien y había conocido a mucha gente. Álvaro se sentó a su lado y le dijo que el año que viene volverían a ir al mismo campamento, que no se preocupara que iban a volver a estar con los amigos que habían hecho. Los dos intentaron dormir, aunque les costó mucho. A la mañana siguiente después de desayunar tuvieron tiempo de guardar las cosas en la maleta. Era hora de irse y despedirse de sus amigos. Bajaron las maletas al piso de abajo y fueron a buscar a Julia. Se habían hecho muy amigos de ella, les había ayudado mucho, sobre todo a Pablo. Todo lo demás fueron besos y abrazos de despedida, pero se volverían a ver el año que viene porque habían quedado en ir al mismo campamento. Apenas una hora después, subieron al autobús de vuelta. Aunque les daba mucha pena irse, también tenían ganas de llegar a casa para ver a sus papás y a sus abuelos. Tenían que contarles todo lo que habían hecho durante la semana. Fue un viaje un poco largo y cansado hasta Zaragoza. En cuanto se bajaron del autobús, allí estaban todos esperándoles. Pablito fue corriendo donde su abuela para darle las gracias por la pulsera. ¡Le había ayudado mucho! El abuelo sacó de una bolsa dos paquetes enormes, un regalo para cada uno. "¿Qué será?" pensaron los dos hermanos. Al abrirlo se llevaron una gran sorpresa.

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Les habían comprado un peluche a cada uno de su animal favorito. A Pablito un oso panda y a Álvaro un león. Los dos hermanos estuvieron todo el camino a casa y toda la cena contándoles la cantidad de cosas que habían hecho y todo lo que les había pasado. Lo del balonazo a Pablito, quienes son Xabi y Julia, todo lo que Álvaro le había ayudado y un montón de cosas más. Antes de irse a dormir, la abuela entró en la habitación de los dos hermanos y mientras les daba un beso de buenas noches y les arropaba les dijo: "tenéis un corazón enorme. Os daré un consejo, luchad siempre por lo que queréis y dejad de lamentaros por lo que no tenéis. Hasta mañana si Dios quiere". Y al apagar la luz, los dos se quedaron dormidos mientras recordaban el maravilloso campamento.

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Desde la cuna todo era más bonito, los animales de colores daban vueltas, el sol entraba por los barrotes y el aire era muy suave. Lo que no sabía Jorge es que había algo más allá que los colores y el viento. Estaba enfermo y apenas podía disfrutar de la vida que se tiene a los 2 años. Sus padres preocupados por Jorge, que no dejaba de llorar desde hacía unos días decidieron ir al médico. Cuando llegaron a la consulta Jorge lloraba como nunca, tal vez presentía lo que le pasaría. Pasaron los años y Jorge efectivamente perdió la audición por completo a la edad de 10 años, durante los anteriores había conservado unos restos que le fueron muy útiles tanto a el como a sus

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padres, para enseñarle nuevas formas de comunicarse sin tener que oír. El quedarse completamente sordo fue como una pesadilla para Jorge, la escribía día tras día en su diario, relataba como había sido lo que sintió el día que vio a su madre despertarle con suaves empujones, ya que llevaba llamándole varios minutos y el no respondía… Nadie se creyó que ese día había llegado. Todo esto supuso un gran cambio en su vida: en el colegio por ejemplo, en el que los profesores aún sabiendo que este día llegaría no estaban preparados para afrontar a lo que para ellos sería un nuevo alumno, no el Jorge de siempre. Los niños a esas edades son muy curiosos, y con muchas ganas de aprender cosas nuevas, por lo que a los amigos de Jorge no les había sido muy difícil aprender la lengua de signos, los padres de Jorge habían hecho una gran labor de sensibilización con su hijo, preparándole su nueva vida al milímetro. Y lo hicieron bien, pero no todo puede calcularse exacto. 15 de Enero, 2004 Hace tiempo que no oigo el teléfono, pero no me olvido de su sonido. De hecho no tengo otra cosa en la cabeza. Hoy a Papá le han llamado para darle la mejor noticia de su vida y la peor de la mía: Nos vamos a vivir a Barcelona. Sé que Papá lo lleva esperando desde hace años, por fin se haría cargo de la empresa y tendría el trabajo que se merece. No se que voy a hacer…voy a estar solo y nadie me va a entender… me van a cambiar de colegio y no voy a tener nunca amigos…

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- ¿Estás bien hijo? - Le preguntaba su padre. - Sí, muy bien, no te preocupes. - Contestaba Jorge hablando. Tenía miedo de olvidar como se hablaba, quería tratar de parecer la persona que era antes de quedarse sordo y por eso dejó de lado la lengua de signos y sólo hablaba, aunque no supiera si lo estaba diciendo bien o no. Llegaron a Barcelona un sábado a las 11 de la noche. El lunes todo el mundo empezaba su nueva vida: Papa por fin al mando de la empresa, Mamá se planteaba si trabajar o dedicarse a algo para ir conociendo a gente, ya que tenía un problema en su pierna derecha que no la dejaba andar muy rápido. Y Jorge, ¿Qué iba a ser de Jorge?, su padre ya se había encargado del futuro de Jorge como acostumbraba a hacer. Había decidido que lo mejor sería ir a una escuela de sordos, Jorge era muy listo y no querían que su nivel académico bajase por su problema de sordera. Jorge lloraba como cuando era un bebé. La angustia de no conocer a nadie y no poder escuchar los nuevos sonidos de su alrededor le tenía consumido. 31 de enero 2004 Mañana empiezo a clase. Mis padres ya no creen en que pueda desenvolverme bien en una escuela normal y me van a llevar a una especial para sordos. Nunca voy a volver a ser normal… Quiero volver a Bilbao, quiero ver a mis amigos… Aquí no se que ruido hace el árbol que veo por mi ventana, ni como sonará la lluvia en estas baldosas…

- ¡Buenos días chicos! - Dijo la nueva profesora de Jorge, Elisa, haciendo con sus manos el salir del sol como signo de lo que decía.

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Los demás niños imitaban el gesto, que sabían a la perfección. Jorge no lo hizo, el lo decía con su boca, aún sabiendo que nadie le escucharía. Mostraba rechazo a lo que veía, en ese ambiente nadie sabía que el había oído muchos años, y a nadie le importaba, en esa escuela él contaba como alumno sordo, no como alumno llevocasi10añosoyendo. La profesora que ya había tenido una cita previa con sus padres ya estaba advertida de que Jorge al principio se encontraría enfadado y trataría de destacar porque no quería parecer diferente delante de gente nueva. Elisa y él tuvieron su primera conversación alumno Profesora: - ¿Qué te pasa Jorge, por que actúas así? - Signaba Elisa. - No me pasa nada, yo se hablar y ellos no, no debería estar aquí, ¡Me quiero volver a mi escuela! - ¡Jorge! ¿No te das cuenta? Cuentas con un arma que los demás no tienen, tú has oído, tú sabes el ruido que hace un perro cuando ladra, sabes como es el sonar del teléfono, y ellos no, en vez de verte como un niño sordo en una escuela de sordos, intenta verte como el niño sordo de la escuela de sordos que un día pudo escuchar. Jorge se levantó y se marchó. Su madre le esperaba a la salida para preguntarle como le había ido el día, pero Jorge no quería ni siquiera hablar, se había quedado pensativo por las palabras de Elisa. 1 de Febrero del 2004 ¿Y si Elisa tiene razón? Al fin y al cabo ellos son sordos de nacimiento, y yo tengo sonidos guardados. A partir de esos sonidos trataré de averiguar los sonidos de Barcelona y los guardaré en mi cabeza con los de Bilbao.

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Jorge siguió acudiendo a la escuela de sordos dispuesto a seguir perfeccionando la lengua de signos y tratando de no olvidarse de todos los sonidos que tenía guardados y hacer un nuevo espacio en su cabeza para los nuevos sonidos, entre ellos como sonarían las manos de su compañera Sara. Sara era una niña de 9 años, sorda de nacimiento. Le costaba mucho signar, sus padres se negaban a que su hija nunca hablase y no querían que aprendiera lengua de signos, por ello siempre hablaban con ella. Una vez, de visita rutinaria al médico por las frecuentes migrañas de la niña, el médico les aconsejó que empezaran a pensar un poco en la niña, que sufría esos dolores de cabeza de tanto concentrarse en los labios de sus padres, solo los labios, ni un gesto, ni un dibujo…Por lo que accedieron a llevar a Sara a la escuela de sordos. A Sara le costaba más que a nadie entender los signos y a veces lloraba porque se sentía sola, sin poder expresar el sentimiento de frustración que tenía dentro. A la hora del recreo Jorge se acercó a Sara. - Hola, Soy Jorge - Signó y habló. Sara no miraba sus signos, solo sus

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labios. Jorge cogió las manos de Sara y trató de dibujarle el gesto de hola mientras la sonreía. La costumbre de Sara fue quitándose en varios meses que pasaban ya desde que empezaron en la escuela de sordos y aprendió a signar desde las cosas más básicas hasta las más difíciles. Jorge y Sara se volvieron inseparables. Él le signaba todos los sonidos que conocía, tratando de explicarle como sonaban con palabras. A Sara le encantaba mantener largas conversaciones signadas en el aire con Jorge, se sentía comprendida, por fin alguien la entendía y podían contestarse mutuamente. 23 de Abril de 2004 Hoy Sara ha sonreído. Y eso es algo que no tiene sonido. Estoy empezando a ver que las cosas más bellas de mí alrededor no suenan. Su sonrisa, el tacto de sus manos, sus abrazos… Sara es feliz y eso me hace feliz. Y la felicidad tampoco suena.

Los padres de Jorge y los de Sara coincidieron varias veces a la salida de la escuela de ambos, y fueron estrechando lazos muy rápidamente, ya que el problema que tenían en común sus hijos les unía. Llegó a ser tanta la amistad que un día a la semana una de las familias iba a casa de la otra a cenar o a comer, lo que permitía a Sara y a Jorge verse más a menudo. Los padres de Sara no entendían como pudieron privar a su hija del derecho a la comunicación que tenemos todos, simplemente por estereotipos. El primer año de la escuela de sordos acabó, y Sara y Jorge podían valerse y comunicarse entre ellos y con su entorno. Pero todavía había mucho que hacer.

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8 de septiembre de 2010 Hoy empiezo el curso nuevo. Con 16 años ya no es tan fácil, pero no pierdo las ganas. Hace un mes que no veo a Sara, y tengo ganas de preguntarle por sus vacaciones, y sobre todo si se ha acordado de mí… La echo mucho de menos…

Ya eran las 9 de la mañana y el timbre estaba a punto de sonar, Jorge y Sara no lo oían, pero sentían las fuertes vibraciones. Cada vez que el timbre sonaba se miraban el uno al otro, y sonreían, porque a pesar de no oírlo podían sentirlo y adivinar su significado como las personas oyentes. Los nuevos profesores eran sordos, y su comunicación era más fluida y rápida de lo que estaban acostumbrados con Elisa, pero eran tantas sus ganas de aprender que trataban de seguir sus signos sin parpadear. Volvieron a sentir esa vibración en el corazón, por lo que supieron que el día había terminado. Irían a comer a casa de Sara, ya que sus padres estaban trabajando y le habían pedido a Jorge que la hiciera compañía. La casa de Sara había cambiado mucho desde la última vez que la vio. Sus padres la habían adaptado totalmente a Sara. Había luces en toda la casa conectadas al horno, a los fogones, al timbre… Se sentían libres ese mediodía. Estaban solos en casa, sin nadie que les dijera lo que tenían que hacer. Decidieron hacerse ellos la comida valiéndose de las luces que les avisaban de los minutos mientras veían la tele, que no les gustaba mucho ya que los subtítulos le producían dolores de cabeza a Sara como los que le pasaba cuando sus padres le hablaban, por eso Jorge procuraba

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buscar otra forma de entretenerse con ella sin tener que usar la televisión. Sara tenía un gato que Jorge le regaló cuando cumplió 14 años. El sentir que podía cuidar de alguien le daba a Sara una seguridad y una responsabilidad que a veces le faltaba. Se pasaba los días acariciándola, y sentía algo muy fuerte cada vez que la tocaba. El gato también se expresaba sin hablar cuando quería algo o cuando algo le gustaba, y eso a Sara le encantaba, se identificaba con su gato, porque con una mirada él le decía que tenía hambre, o con levantar una pata ella sabía que le gustaba que le tocaran, y la vibración de su ronroneo era la sensación más bonita que había sentido, y era algo que tampoco suena. Quedaban pocos días para el cumpleaños de Jorge, y Sara le tenía preparada una sorpresa que él nunca imaginaría. Llevaba muchos meses preparándola con ayuda de sus padres y de los padres de Jorge. Ambas familias tenían miedo del regalo de Sara, ya que sólo se tendrían el uno al otro y tendrían que valerse por ellos mismos con la lengua de signos. Eran las 2 de la tarde del viernes, habían acabado las clases y Sara le había pedido hacía unos días a Jorge que debía acompañarla a una quedada de sordos para hablar de las nuevas tecnologías. Jorge aceptó y le interesó la idea de la quedada con diferentes jóvenes de toda España para cambiar trucos e ideas para comunicarse. El avión despegó. No oyeron el ruido atronador del despegue, pero eran capaces de sentir una vibración increíble. Se quedaron fascinados con el color del cielo, las nubes de algodón… Y para dentro pensaban: las nubes y el color del cielo tampoco suenan. Cuando bajaron del avión, un coche rojo les esperaba a las puertas del aeropuerto. Sara le vendó los ojos. Jorge no era capaz

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de imaginarse cuál era su sorpresa. Quedaban tan sólo 4 horas para que cumpliera los 17 años. El coche se detuvo. Jorge, Sara y el misterioso conductor se bajaron. Olía diferente, a mar, pero un mar que le traía recuerdos y no de Barcelona precisamente. Sara le quitó la venda y lo primero que vio fue a todos sus amigos de Bilbao con una gran pancarta en la que ponía: ZORIONAK!!! No podía creérselo, ¡Estaba en Bilbao!, y allí estaban todos sus viejos amigos, que nunca olvidaron la lengua de signos por su amigo Jorge, al que esperaban encontrarse algún día de nuevo. Sara siempre escuchaba muy atenta todo lo que Jorge le contaba de Bilbao: el color del mar, el olor de la comida, la lluvia intensa… Desde muy pequeños Sara se imaginaba Bilbao como un lugar diferente, en el que todo es colorido, la gente es alegre… Se reunieron en casa de su amigo Jon, que vivía en Plentzia, enfrente del mar, tenían una gran cena preparada para Jorge por su cumpleaños, que era al de 2 horas. Jorge les explicó como conoció a Sara, y como fue su vida cuando dejó Bilbao. Se sintió muy triste sin poder volver a ver a sus amigos, y no podía dejar de llorar y abrazarlos. Los flashes no paraban de saltar y las

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lágrimas de Jorge tampoco podían dejar de caer. Era el mejor regalo que nadie le había hecho nunca. Jon le contó que la sordera de Jorge le había inspirado para ser intérprete de lengua de signos, y que hasta el momento le iba todo muy bien y había aprendido a comunicarse muy rápido. Mientras Jon contaba todo esto hablando, lo signaba para Sara y Jorge. Sara se sentía muy cómoda ya que era increíble que la amistad que sentían todos por Jorge aunque llevaran años sin verse, les había llevado a aprender una lengua diferente para poder comunicarse todos con él, y nunca la olvidaron porque sabían que tarde o temprano se encontrarían. Tan sólo quedaba media hora para los 17 años de Jorge, y decidieron ir a la playa a seguir con la fiesta de cumpleaños de Jorge. Jorge pudo sentir la arena de la playa en sus pies, la arena que no pisaba hacía años, la arena que le había visto crecer, no había ninguna duda… estaba en casa. ¡ZORIOONAK ZURI! ¡ZORIOONAK ZURI! ¡ZORIOONAK JORGE! ¡ZORIOONAK ZURI ! Y todos levantaron sus manos agitándolas haciendo el signo de los aplausos. Entonces le trajeron su regalo. Sus amigos habían comprado entre todos un ordenador portátil con una webcam para que nunca más perdieran el contacto entre ellos. - ¡Esperad! - Signó Sara. Sacó la cámara de fotos y los juntó a todos para sacar una foto en la playa a Jorge con todos sus amigos para que pudiera ponerla de fondo de escritorio en su ordenador, y así cada vez que lo encendiera se acordaría de sus amigos. La fiesta continuó hasta largas horas de la noche. Por lo que recogieron todo y se fueron todos a dormir a casa de Jon.

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Al día siguiente continuaba la segunda parte de la sorpresa de Sara. Eran las 11 de la mañana y el sol entraba por las ventanas. Sara ya estaba despierta contemplándolo, era tal y como Jorge se lo había descrito. Jon bromeó con Sara signándole que había tenido mucha suerte viendo el sol en Bilbao, ya que pocas veces salía. Salieron de casa de Jon y subieron a los coches dirección Casco Viejo de Bilbao. Sara se emocionó al reconocer el suelo de piedra y las baldosas que Jorge tantos años le había descrito. Era todo como ella se imaginaba. Se metieron en un bar a tomar algo y fue cuando Jorge se dio cuenta de que trataba la sorpresa… ¡PINTXOS! - Mira Sara - Le decía Jorge ¡No hay nada más bilbaíno que los pintxos! Cogieron un plato y lo llenaron de pintxos. Sara observaba todos los colores que había de la mezcla de los pimientos verdes y rojos, las tortillas… y sobre todo de la mezcla de olores. Y pensó, los sabores, los colores y los olores tampoco suenan. Siguieron sacando fotos y recorriendo todos los lugares que Jorge había visitado de pequeño y que Sara había dibujado en su imaginación con las historias de Jorge. Pero llegó el día de despedirse. Ya era domingo y era hora de coger el avión dirección Barcelona.

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Después de las despedidas y de las lágrimas juraron no volver a separarse más años. Eso sí, la próxima quedada sería en Barcelona, y la anfitriona sería Sara, que estaba contando los días que faltaban para enseñar a los amigos de Jorge lo bonita que podía ser también Barcelona. De nuevo las nubes y el cielo insonoros pero tan bellos como si tuviesen algún sonido. Los padres de Jorge les esperaban en el aeropuerto para llevarles a casa, ya que al día siguiente tenían clase. Jorge le dio las gracias a Sara mil veces. - Es el regalo más bonito que me había hecho nunca de verdad. Ha sido volver a recordar toda mi vida en 2 días. No lo olvidaré nunca Sara. Jorge siguió hablando con sus amigos gracias al portátil y hablaba con Sara también por las noches, incluso hacían los deberes juntos signándose por la web cam. Pasó el curso y Sara y Jorge acabaron los estudios básicos. Sara quería ser profesora de niños sordos, y Jorge quería estudiar turismo para poder guiar a personas sordas. Los dos consiguieron acceder a sus carreras, y no estaban en clase juntos pero sí muy cerca. Era algo extraño para los 2 ya que nunca habían estado separados el uno del otro tanto tiempo. Una noche quedaron para cenar. Jorge tenía algo muy importante que decirle a Sara. En el restaurante eran muy conocidos, ya que solían ir con sus padres desde hacía años. Y siempre seguía el mismo camarero, que con el paso del tiempo había aprendido a decir bastantes cosas que

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hace años un par de niños como eran Sara y Jorge le habían enseñado entre risas. Pidieron lo mismo de siempre, no era como los pintxos bilbaínos pero era la comida favorita desde hacía años de Sara y Jorge. Estuvieron un par de horas cenando y conversando. Sara siempre se acordaba de las broncas de sus padres cuando volvían con las camisetas manchadas de comida por signar con el tenedor en la mano. Hasta que Jorge ya no pudo más y le dijo a Sara lo que llevaba queriendo decirle hacía mucho tiempo: - Te quiero Sara, y volvería a querer perder la audición si supiera que me iba a encontrar contigo. Sara se reía. - Que cursi eres Jorge… Yo también te quiero, si ya lo sabes! Esa fue la noche en la que Jorge y Sara se dieron su primer beso. En el restaurante al que iban cuando eran pequeños. Pasaron los años y Sara se convirtió en profesora de niños sordos en la escuela en la que había aprendido todo lo que sabía, y en la que había conocido a Jorge. Jorge hizo lo que le gustaba poder explicarle a la gente todo lo que veía y que ellos entendieran. Recorría Barcelona signando hasta el color del sol. Sara y Jorge vivieron juntos en una casa que ellos mismos compraron con el dinero de sus profesiones y la adaptaron perfectamente a sus necesidades.

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La vida era perfecta para ellos, hasta que un día Sara le llevó a cenar a Jorge al mismo restaurante de siempre. Pidieron los mismos platos al mismo camarero, que tenía en su cara el paso de los años pero siempre con esa sonrisa y siempre signando las mismas frases que ellos le enseñaron de pequeños. - Bueno Sara, ¿Qué es eso tan importante? Sara se levantó, y se agarró el codo izquierdo con la palma derecha y el codo derecho con la palma derecha, balanceando ambos brazos. No hacían falta más palabras. Iban a ser padres. Ahora les tocaba volver a empezar una nueva vida, con un hijo que debería aprender a entender a sus padres. Pero era un reto que estaban dispuestos a aceptar, ya que si Jorge hubiese seguido mostrando su rechazo a la lengua de signos nunca habría conocido a Sara, y si los padres de Sara nunca hubieran empezado a signar las cosas a Sara ella nunca hubiera conocido a Jorge. Nunca hay que tirar la toalla ni vernos incapaces. En el caso de Jorge y Sara las cosas más bonitas de su infancia y de su relación nunca han tenido sonido, y para Jorge la sonrisa de Sara valía mucho más que cualquier sonido. 5 de Mayo de 2018 Mi hijo ha sonreído por primera vez. Tiene la sonrisa de su madre.

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TRES HISTORIAS ENTRELAZADAS GONTZAL CABALLERO SAIZ

Nada más deslumbrarle la luz del despertador, Mikelats se despertó súbitamente y lo primero que hizo fue quitarse las legañas y mirar por la ventana para tener una visión real acerca del tiempo que hacía en la calle. Sacó la mano para afuera antes de ducharse, sabía que era la mejor manera de saber la temperatura en la calle y de percatarse de si llovía. Observó que no era así y que el sol estaba empezando a salir por el leve hueco que le dejaban los patios de las casas, eso daba cierto grado de misterio a las formas que se iban concretando conforme el sol avanzaba, especialmente le gustaban las formas estilizadas que adquirían los pilares de un bloque de casas que estaba cerca de él. "Todo está en orden" pensó; así que decidió meterse en la ducha para empezar de una manera más fresca el día. Le gustaba madrugar cuando la ciudad dormía. Él tenía el tiempo y el espacio para hacer lo que el desease sin molestar a nadie y, además de eso, evitaba miradas, que en más de una ocasión habían hecho mucho

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daño a su corazoncito. Muy de vez en cuando le gustaba poner música en la ducha. Al ser una habitación muy pequeña las ondas vibraban fuerte y chocaban en las paredes que otra vez volvían a reverberar. Esa sensación le fascinaba, pensaba que pocas personas tenían ese don de escuchar y sobre todo interpretar la música por medio de las vibraciones que él sentía en la piel. Incluso en alguna ocasión él había tratado de vilipendiar a "amigos" suyos de clase que le aducían que él no podía escuchar nada y él aseguraba que no le importaba no poder escuchar, ellos tampoco podrían sentir lo que él sentía y con la intensidad que él lo sentía. Había una gran diferencia, y eso lo singularizaba, lo hacía poco usual y especial a la fuerza; a veces él lo deseaba, otras detestaba la discapacidad. De cualquier manera desde pequeño tenía esa bendición y al mismo tiempo maldición. En algunas ocasiones tenía pensamientos positivos, y en otras, en cambio, muy negativos. Mikelats extrapolaba los sentimientos de un lado hacia otro, no sabía por qué lo hacía pero llegó a pensar que era un método de defensa con el que estaba contento porque había probado y comprobado sus resultados. Muchas veces él prefería que le tomasen por una persona borde o por alguien que no caía demasiado bien a que le arrollasen y avasallasen con argumentos infundados utilizando clichés y tretas oídos a las madres. A su juicio las madres eran las culpables de todo. Ningún hijo debería meterse con él y por supuesto no lo habría hecho si hubiesen brindado a sus hijos una educación basada en la introspección y en el desarrollo de las personas por lo que son de veras, no por lo que tratan de aparentar. Algo fallaba en esas cabezas cuando se reían de él tan sólo porque no podía oír. En algún momento de sus vidas algo debió de ocurrir, o algo no debía de haber ocurrido. A lo mejor querían demostrar por medio de él que ellos oían más que la media o que podían hacer más cosas y mejor que él porque oían. ¡Qué equivocados estaban! Tan sólo tenían la habilidad de oír y eso

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no quería decir nada, nada aseguraba que ellos escuchasen. A la vista estaba que no. Nadie podía escuchar sus lamentos interiores, nadie podía sentarse con él en un recreo y preguntarle si le ocurría algo, si esa persona podía hacer algo por él. Nunca nadie hacía nada. En cambio Mikelats sí sabía escuchar, se percató de que una chica de su clase desde hacía tres meses estaba perdiendo peso de forma alarmante, enseguida asoció esa perdida de peso a un comienzo repentino de bulimia. Le daba lástima. Ninguna persona debería lacerar su propio cuerpo de una forma tan absurda y por una razón tan cómica; " Adelgazar para que lo demás te vean embutirte en un triquini lo veo de chiste " pensaba. Nada más salir de la ducha decidió irse a tomar un café bien cargado, eso le mantenía despierto. Mientras se dirigía a la cocina cogió el teléfono inalámbrico y se lo dio a su madre. Pili sabía qué quería su hijo cuando le entregaba el teléfono inalámbrico, así que decidió llamar a Sergio y le preguntó si estaba despierto y preparado para salir al monte. Sergio vivía en su mismo barrio, un barrio acomodado donde no había delincuencia y las barras de pan estaban calientes todos los días. Sergio no acudía a su mismo colegio. El de Sergio era un colegio para niños con ceguera y él había optado por no hacer gimnasia, ya que le costaba mucho llevar a la práctica lo que el docente exigía para sus clases. Por este hecho algunos de sus compañeros le desprestigiaban, no entendían por qué ellos debían hacer gimnasia y él no. Sergio aseguraba que, si estaban dispuestos, les cambiaba su vida, tan apática, oscura, gris y minusválida por la de cualquiera de ellos. El no quería esa vida, no deseaba estar siempre dependiendo de otra persona para que le aclarase las cosas que estaban delante, debía de asociar sabores a formas, no al revés, como todo el mundo hacía. Tenía que memorizar todas las cosas que sucedían a su alrededor, era una vida muy cansada, le agotaba

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ese tipo de vida. Le parecía una broma que fuera él el que debía dar forma a todo. Un buen día le hablaron del arte y el no supo qué decir o cómo responder, pensó que prácticamente nadie podría ser un artista si no viese lo que tenía delante. Él era el mayor artista que conocía, el debía dar forma, color, sensación e intención a todo lo que lograba palpar con sus manos. Pensaba que identificar todo y asociarlo a algo en concreto era más arte que cualquier pintura que cualquier persona pudiese hacer acerca de un paisaje reproducido por la vista o cualquier otro sentido. Todo esto estaba en su cabeza, no obstante desde que conoció a su nuevo amigo Mikelats todo cambió. La forma de vivir y de entender todo lo que le rodeaba cambió gracias a la discapacidad de su amigo que era sordo y esto hacía que entre ellos existiese un feeling especial y se complementasen. Se ayudaban el uno al otro y entre los dos lograban cosas que, cada uno por su parte, no hubieran podido llevar a cabo. Sergio contestó a la llamada asegurando que estaba preparado y que tenía la mochila lista para salir de paseo con su colega. Había cogido el palo de su aita que, más duro que los palos normales, cumplía la doble función de guiarle y ayudarle a subir el monte de una manera más fácil. No era la primera vez que se dirigían al monte los dos, de hecho ya habían hecho ese mismo camino en varias ocasiones con resultados 6ptimos, habían ido con sus padres y en una ocasión llegaron a encontrar una zarzamora. Esas pequeñas cosas eran las que les gustaba del monte, encontrase con cosas y sabores a los que no tenían ' acceso todos los días, además les encantaba respirar el aire límpido que emanaba desde todos lados y entraba sin ningún problema en sus pulmones, llenando de luz un órgano que, de vivir en la ciudad, estaría llenándose de humo y de substancias tóxicas poco halagüeñas.

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Así pues, Mikelats se despidió de su madre con un sonoro beso en la mejilla (o eso pensó él) y bajó por el ascensor directamente hacia la calle. Nada más salir del portal vio como brillaba el sol por toda la bóveda del cielo, agregando nuevas formas al suelo. Seguramente desde una perspectiva de altura parecerían sombras chinescas a gran escala, que a buen seguro formarían alguna figura que se podría identificar. Cruzó el paso de cebra que tenía delante de su casa y se dirigió a la panadería con objeto de comprar una gran barra de pan estilo chapata. Le hacía gracia ese nombre, no entendía cómo alguien con dos dedos de frente podría después de haber inventado una barra de pan llamarla chapata. Le parecía absurdo pero en contraste con el nombre que le hacía gracia, el sabor y la textura que tenía la endiablada barra de pan era perfecta para hacer bocatas e incluso para hacerla en modo pizza y meterla al horno para cenar. Conocía muy bien al panadero y le pidió una chapata mediante el uso del lenguaje de signos que el panadero ya conocía. Esos detalles le encantaban, que la sociedad avanzase en esa dirección. Pensaba que era la opción correcta, cada vez que sucedía una de esas cosas se acercaba más a la total integración de las diferentes personas. Pensó que cuando los niños aprendiesen en la escuela el lenguaje de los signos a utilizarlo y a comunicarse la sociedad habría dado un gran paso, firme y sin vuelta atrás. Cuando tuvo la barra de pan en sus manos, decidió marcharse a la casa de su colega que ya estaba a tan solo unos pocos cientos de metros. Llamó al timbre y la madre le abri6 rápidamente, intuyó que era él la persona que venía a su casa y como de nada hubiese servido responder, le abrió directamente. Ya en casa, la madre le cogió la barra de pan y la cortó en dos mitades con la intención de hacer unos buenos bocatas. Todo estaba pactado, la madre de Mikelats ponía el pan y la otra madre, el embutido. Esas cosas eran

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perfectas, hacían que la interacción entre las madres fluyese, que era como debía ser, sus hijos tenían un déficit, no importaba cual fuese, y eso unía a las dos madres mucho. De hecho una era el hombro de la otra, de esta manera la una se apoyaba en la otra y cuando alguna lo pasaba mal podía llamar a la otra para arreglar las cosas o al menos podían contar con el desahogo que supone contar un problema. Esto turbaba a Mikelats ¿Se llevarían mejor las madres que Sergio y él? De todas formas esa cuestión no le aportaba nada. Si era de esa manera, mejor para ellas mientras a él no le afectase en nada. Cuando la madre de Sergio acabó de preparar los bocatas, se los puso a cada uno en sus mochilas junto a un par de manzanas y una botella de agua para los dos. Su hijo incorporó una tableta de chocolate sin que ella se diese cuenta y entre los dos tuvieron una risita nerviosa. Después salieron de casa y se dirigieron hacia la parada de bus con la intención de que éste les acercase a su destino lo más posible, no pasaba nada sabían dónde se debían de parar y cómo se llamaba la estación de bus en la que debían descender del mismo para embarcarse en la aventura de subir el monte ellos solos. Nada más descender del autobús apreciaron un leve aroma embriagador a hierba y a monte, los pulmones se llenaron de aire limpio, empezaba bien el camino. Subieron un poco la primera cuesta en la que aun había un poco de asfalto para que algún coche pudiese maniobrar. Poco tuvieron que andar hasta que se acabó el asfalto y de esta manera dejaron a un lado todo el contacto con la ciudad y empezó el verdadero monte donde sólo había gente a la que de verdad le gustaba el monte y sabría apreciar el comienzo de un nuevo día mientras se divisa el amanecer cuando aún todavía quedan restos de niebla entre las rugosidades de la montaña. Para ambos era un buen regalo para la vista aunque uno de ellos no lo

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pudiese apreciar; el otro sabía describir un paisaje y adaptarlo a la comprensión que su amigo necesitaba. Hacía exactamente lo mismo cuando escuchaba el sonido de algún pájaro que podía ver; si lo conocía y sabía cómo se llamaba o cómo graznaba o desde dónde hasta dónde hacía las migraciones, se lo podía contar y si no, siempre podían imaginar hacia dónde se podría dirigir o desde dónde vendría. Imaginar era lo que mejor se les daba, tenían la habilidad que la naturaleza les había brindado, eran diferentes al resto de las personas ¿y si eso fuese una bendición en vez de una maldición? ¿y si ellos tuviesen la habilidad de imaginar mejor y con mas detalle las cosas que no podían ni ver ni oír? entonces tendrían mejor y más imaginación que la media del resto de la población. ¿Y si lo que parecía que en un principio era una minusvalía fuese una potencialidad frente al resto de la población? No obstante la mayoría de las barreras que ellos tenían eran provocadas por las otras personas .Aunque esa realidad no evitaba que la mayoría de las cosas del mundo fuesen tan sensitivas, eso era así y contra eso no se podía luchar. Les gustaba imaginar que en otro lugar del mundo habría otras personas que se sentirían como ellos, desamparados y sin una luz que les indicase donde estaba el norte. Había pasado una hora desde que habían entrado en la ladera de la montaña, y aunque no estaban hambrientos, sí que estaban un poco cansados así que decidieron sentarse un ratillo al fresco de una buena sombra que les regalaba un bonito árbol de ramas bajas. Mikel no distinguió muy bien el terreno y se precipitó contra una roca, lo que le causó un gran daño, dolorido se apoyó en la hierba que estaba notablemente más blandita que la roca. Decidieron sacar los lacasitos ya que al ser de chocolate se iban a derretir mas fácilmente y no merecía la pena comerse unos lacasitos derretidos en un tubo amarillo, además eso les daba un aporte de azúcares muy importante, el ama de Mikelats recomendaba manzana ya que era mejor a la hora de subir una montaña porque se iba produciendo

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poco a poco y no de golpe la subida de azúcar .No le gustaba el chocolate a su ama , pero a ellos dos le encantaba el sabor y la textura y no sólo eso si no que lo habían utilizado en más de una ocasión para hacer una buena tarta algún día frío de invierno. Cuando acabaron de comer los lacasitos se estiraron un poco y Sergio bostezó y como aún seguían con Ánimo y con ganas decidieron seguir subiendo pero no de una forma tan vertical, ahora iban a continuar la marcha de una forma mas pausada aunque más larga y tan pronto como estaban discutiendo acerca de esta cuestión escucharon un estruendo demoledor. El ruido que escuchó Sergio no era normal y no supo asociarlo a ningún objeto o acción que hubiese tenido antes. Eso le trastocó, no sabría qué era lo que había sido pero estaba seguro de que ese ruido no lo sabia clasificar .No se lo dijo a Mikelats para no asustarle y que no pensase en algo que ni él mismo sabia catalogar "Es de locos" pensó .Y cuando decidió que iba a ser un acto de no preocupación para su amigo, ocurrió la mayor catástrofe que se podía imaginar. Aún estaba intentando encadenar su pensamiento cuando dejó de notar el abrigo que le proporcionaba el firme suelo .Sus pies notaron la liberación de no estar teniendo que sujetar todo el peso del cuerpo, el vello de su espalda se erizó y en su cara se dibujó un gesto de sufrimiento comparable sólo a un mal trago que aún no ha sucedido, pero que no hace falta ser ciego para intuir que va a ocurrir y no en un espacio muy grande de tiempo. Va a ocurrir y te vas a dar cuenta de ello por la fuerza de 1a gravedad, no de la fuerza gravitatoria si no por la gravedad de la situación que un despiste puede acarrear. A veces no dar a un amigo una información con el objetivo de no preocuparle hace mella en tu cuerpo y acabas en un agujero de una falla a unos 17 o 20 metros de profundidad con lo que se presupone que puede ser el final de tu vida.

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Tan pronto como acaba este pensamiento abres los ojos entre el miedo de no saber qué te vas a encontrar y de no saber que parte de tu cuerpo está dañado. Entonces te das cuenta. No eres capaz de hacerlo, no puedes evaluar tu estado físico, no puedes, tan sólo sabes donde te duele, entonces inspiras y expiras. Puede que todo acabe en cuestión de minutos o de horas tu cuerpo castigado por la caída desde 17 metros de altura esta magullado, haces un grito sordo con el objetivo de que alguien te escuche. Entonces Mikelats no oye nada pero nota las vibraciones de algo que sale por debajo de la tierra, algo fallaba; mira hacia atrás y se percata demasiado tarde de que no está su amigo del alma y de que seguramente por la situación en la que se encuentra estaría dentro del agujerito que se había abierto tras de sus pasos. Mikelats se acercó al agujero y se dio cuenta de que el agujero se iba haciendo más grande y de que lo que parecía previamente un agujero al que se podría llegar a acceder de una forma controlada era en la realidad imposible. No sólo se jugaba su propia vida sino que además ponía en peligro la de los dos, ya que si se cayera y, si se diese el caso, se hiciera daño, no podría pedir ayuda. Metió la mano en su mochila y cogió el bocata, lo lanzó al vacío y confi6 en que no se encajase en algún saliente de la roca y Sergio pudiese comer aunque fuese algo. Lo siguiente que se propuso era un poco más difícil, no sabía cómo hacer que Sergio supiese que se disponía a pedir ayuda y que posiblemente tardaría mas tiempo del que disponía .Lo intentó pero creyó que no había sido entendible , el sabía leer labios pero reproducir lo que quería decir era tremendamente más complicado así que lo intentó, hizo el mayor esfuerzo que pudo al intentar emitir un mensaje rápido, sencillo y claro, es decir, que se pudiese entender .Cuando hubo acabado de decirlo se sintió satisfecho consigo mismo , lo había hecho lo mejor que podía al menos para

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todo lo que había entrenado. Pensó que era de las mejores oraciones que había hecho hasta entonces. No supo si lo había hecho de una forma correcta y si había dado resultado pero nada más terminar de intentar transmitir el mensaje se ajustó la mochila a la espalda y comenzó a correr ladera abajo con toda la rapidez que podía, no tenia tiempo que perder, no podía siquiera pensar con rapidez, lo único que tenia en la mente era encontrar a alguna persona que tuviese móvil o una casa donde viviesen personas. No sabía cómo era la forma correcta de actuar, si debía primero pedir ayuda u organizar un descenso adecuado a la situación. Sergio estaba muy nervioso. A nadie le preparan en la escuela para esta situación, así que trató de estar relajado y encontró una postura c6moda en la que podía estar más tiempo si la situación lo requería .Había escuchado a Mikelats y había entendido que intentaba darle información. No sabía que le había querido decir, pero la cosa estaba clara, sabía dónde estaba y que había sucedido. Dedujo que iría apresuradamente a por ayuda y que, una vez la hubiese encontrado, volverían y le sacarían y, si todo salía bien, le trasladarían al hospital más cercano. Mikelats seguía corriendo, de repente, apareció delante de él un viejo monasterio cisterciense de clausura al que acudió sin demora y llamó a la puerta con varios manotazos nerviosos. Pasaron varios minutos y llegó a pensar que ese monasterio estaba abandonado y que había estado perdiendo el tiempo tratando de que saliesen unos sacerdotes de clausura. Nada más terminó de maldecir a las personas que entregaban su vida a la introspección, se abrió la puerta acompañada del chirrido de las bisagras oxidadas que hacía años que no se abrían. En el umbral de la puerta apareció un joven sacerdote de unos 30 años con pelo corto de marine estadounidense y una mirada

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escrutadora que parecía no ver lo que se tiene por fuera si no lo que se guarda por dentro, aquel hombre era capaz de ver, oír e interpretar todo lo que pasase por la cabeza y el cuerpo tratase de ocultar. El hombre le preguntó que le ocurría y Mikelats hizo con las manos el gesto de apuntar algo con la mano simulando que un boli y un papel fuesen sus manos y sus dedos. El sacerdote rápidamente interpretó que era una persona con un déficit auditivo así que le faltó tiempo para tener el boli y la libreta preparados. Mikelats cogió el boli y empezó a escribir quién era y qué le había pasado. Contó dónde vivía y donde se encontraba su amigo. Pensaba que todo iba a estar solucionado, que a partir de ahí las cosas ya solo podían ir a mejor, pero cuando hubo leído todo el sacerdote cogió el boli y le escribió que le era imposible abandonar el convento aunque eso supusiese salvar una vida, no obstante la puerta de su convento ya estaba abierta , ya había tenido que hacer fuerza para abrir la puerta que por el óxido estaba atascada , el aire de la mañana estaba limpio y el sol brillaba en lo alto .Por su mente pasaron todo tipo de salmos todos los tipos de santos, algunos textos apócrifos, se imaginó la imaginería de alguna iglesia que había visitado y a su dios benévolo y humilde en su mensaje. Las ideas se aclararon, un sudor frío le recorrió la columna vertebral una fuerte determinación lleno sus pulmones de aire fresco y limpio, las fuerzas se le renovaron .Cerró los puños, sabía lo que tenía que hacer, estaba claro, pero dudaba de si debía hacerlo. Moralmente estaba dispuesto a abandonar la iglesia pero litúrgicamente no podía, estaba casado con la bondad infinita de Cristo el representante de Dios en la tierra, algo jurado así no se podía deshacer a la ligera. Pero recordó como Jesús ayudó a los necesitados cuando necesitaron su ayuda, pensó que de nada iban a servir las avemarías contra un ciego que estaba en un pozo. Así pues, puso su valor y su determinación en lo que era lo correcto y acompañó al chico hasta donde estaba el pozo.

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Mikelats no pensaba que el sacerdote iba a ser tan rápido en subir el monte, de hecho no solo era rápido si no que en poco espacio de tiempo le supero con creces. Tan pronto como llegó, se quitó las sandalias que le habían hecho una pequeña herida en los pies y sacó de su mochila una cuerda de unos 30 metros, se la ató fuerte y por la mitad y dobló el nudo hacia dentro haciendo que prácticamente no se moviera nada de nada, cuanta más fuerza aguantaba mas tenso se ponía .Con todo, decidió ir bajando poco a poco apoyándose en los sitios que más resistencia le brindaban. Al final llegó hasta donde estaba Sergio, le tranquilizó acariciándole la espalda y diciéndole que estaba arriba su amigo y que ambos dos eran unos campeones, que ya había pasado el gran susto y que gracias a dios estaban a salvo. En aquel momento un pensamiento muy humano le atravesó la cabeza y se dio cuenta de qué era lo que necesitaba para complementar su vida .No era entregársela a la oración ni a cosas etéreas. Pensó que se podía hacer más por el mundo que rezar. Vio que había métodos más eficaces de responder a las preguntas y que la salida del convento había sido una terapia de choque para él. Decidió cambiar el convento por una vida más asceta que sin ser tan litúrgica estuviera llena de espiritualidad. Ahora tenia sentido, se había dado cuenta de que, aunque su vida parecía llena de sentido, estaba repleta de agujeros y necesitaba respuestas. Así que cuando hubo hablado con los padres de ambos chicos, determinó marcharse a otro país a expandir la religión que tantas ocasiones le había brindado. Y así acabó la historia, Mikelats aprendió a hablar mucho mejor oralmente y Sergio se hizo escritor de libros en braille y fue por los colegios dando charlas.

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CUENTOS ADAPTADOS O CÓMO CAPERUCITA COJA SALVÓ A BLANCANIEVES IZASKUN ALBERDI GONZALEZ

Erase una vez, en unas tierras muy muy lejanas una jovencita llamada Caperucita que vivía junto con su madre en una preciosa casa roja. Caperucita se levantaba temprano todos los días para ir al colegio que estaba en la otra punta del pueblo. "Cap", como la llamaban sus amigos, siempre tenía que salir media hora antes de casa, ya que su pierna mala le hacía andar más despacio. Sí, Cap era un poco coja, pero eso no le limitaba para nada a la hora de bailar con sus amigas ni jugar al fútbol, ya que era la capitana del equipo local. Nunca se mostraba débil ante los demás y si uno no se fijaba bien no sabía adivinar que era coja porque ante los desconocidos lo disimulaba muy bien. Cap era una buena chica y le había prometido a su abuelita que todos los domingos del año iría a su casa a tomar un refresco. Este domingo, no iba a ser menos.

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Desayunó bien fuerte como todos los días, sus tostadas y su zumo de naranja. Se acercó al armario y dudó al elegir que capa se pondría hoy: -¿Rojo oscuro o rojo claro? - pensó. - Rojo oscuro mejor, así estrenaré mi muleta nueva - . Buscó en el paragüero de su cuarto y sacó el bastón que le había labrado su abuelita con todo el cariño del mundo y le había regalado el día de su cumpleaños. Era de madera de fresno y aun olía a bosque. Cap cerró los ojos y se imaginó cómo sería su vida si no pudiera oler, de verdad lo echaría de menos, seguro. ¿Y si no pudiera ver? Se perdería los colores de las flores en primavera... no, tampoco le gustaría. ¿Si no pudiera oír?... ¿Y si no oyera la voz de su madre nunca más? Le ponía demasiado triste pensar en ello. Sacudió la cabeza y siguió vistiéndose. Ya meditaría sobre ello más tarde, cuando tuviera tiempo. Ahora iba con prisa. Salió de casa hecha un pincel. Le encantaba esa expresión. Se la decía su abuela todos los domingos y siempre le hacía sonreír. Para ir a casa de la abuela tenía que cruzar el bosque, cuando el camino de piedra se separase en dos, seguir hacia la derecha, pasar un puente y ya estaría. Ese domingo era más caluroso de lo normal, y le estaba costando un poco más evitar los baches con la muleta porque se le resbalaba de la mano. Estaba preocupada intentando no caerse

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cuando, bajo un enorme pino se cruzó con un chico. Ella era una joven educada así que le sonrió y saludó con la mano aunque no le conociera. El chico en cambio ni siquiera levantó la vista. - ¡Hola! - Saludó educadamente Caperucita. - Hola... perdona... no me había dado cuenta de que estabas - le contestó el joven. Cap intrigada se fijó en sus ojos y vio que no se movían. - Vaya, tonta de mí - pensó. - Pobre chaval, es ciego. Y yo le saludo con la mano. Creerá que soy una maleducada - Cap se acercó a él, le tocó el hombro y le pidió disculpas. Le preguntó que hacía por el bosque tan pronto y él le contestó que iba de camino a la feria que había en el pueblo vecino. Había una bruja que, por lo que contaban, todo lo curaba. Con esa idea se despidió de su nuevo amigo y siguió camino a casa de la abuela. Quitando el incidente del chico, el camino fue del todo normal. Cuando hubo pasado el tercer seto con forma de corazón supo que había llegado a casa de su abuelita. Tocó ocho veces, como habían pactado entre ellas y la abuelita gritó: - ¡Ya voy princesa! Tenía que golpear la puerta tantas veces porque la yaya estaba un poco sorda. Su madre le había dicho a Cap que era por la edad, que la gente mayor pierde el oído. Cap creía que su abuelita se hacía un poco la sorda para llamar la atención. La yaya le abrió la puerta despacito como siempre y le plantó un beso en toda la frente y para eso tuvo que saltar. Le gustaban sus besos porque olían a regaliz y le recordaban a cuando era pequeña y le daban té con regaliz para quitarle el dolor de tripa. Con una sonrisa en la cara Cap besó a su abuelita y entraron en la casa juntas. La visita dominical de Cap no era porque la abuelita no pudiera ir a hacer compras ni atender la casa. Ni tampoco porque se sin-

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tiera sola porque todos los días salía a dar el paseo de la tarde con su grupo de amigas. Cap iba a casa de su abuela porque les gustaba estar juntas y cotillear sobre lo que pasaba en el pueblo. Su abuelita le contó que había llegado una feria al pueblo con la que viajaba una bruja la cual contaban que podía curar todos los males. La buena mujer no se creía mucho esos chismes que contaban pero quería saber si era cierto. Tomando una taza de té le aconsejó a Cap que fuera a visitarla e intentara que le curara la pierna. Aconsejada por su abuela se acercó a la feria del pueblo a pasar una divertida tarde. Cuando la feria se acercaba el ambiente cambiaba a mejor, todo el mundo sonreía más, los mayores regalaban dulces por la calle y no había discusiones. A Cap le encantaban esos días en los que no había "humos negros", como ella decía. Se encontró con las amigas de la abuela regateando con el gigante del puesto de helados. Ellas siempre sabían cómo engañar a los vendedores, "la edad es un grado" eso decían. Buscaba con la mirada a la bruja entre los puestos cuando al girar a la izquierda por el camino se fijó en un tenderete morado del cual colgaban telarañas y murciélagos de mentira. - Seguro que es esa - pensó. Por las telarañas, los murciélagos, el caldero y esa señora con una verruga en la nariz. Con paso sigiloso y la pierna renqueante se dirigió hacia el puesto y tocó la campana que colgaba de la tienda. Le dio un poco de asco pues se notaba que llevaba como 20 años sin limpiar... Cuando la bruja salió del puesto le hizo una reverencia y sin decir una palabra la bruja supo a por lo que Cap iba. Todos se acercaban a ella por lo mismo. La bruja le señaló a Cap la manzana más roja del puesto. La tenía metida en una urna de cristal que la mantenía brillante y apetitosa. La destapó para ella y se la ofreció. - Tómala pequeña. Esta

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fruta hará que tu pierna deje de preocuparte - dijo la bruja. Había algo en ella que no le hacía confiar del todo pero su abuela le había recomendado ir, así que la cogió de buen agrado, la pagó, le hizo una reverencia a la bruja y se marchó con su manzana. El pueblo estaba lleno de gente: malabaristas, funambulistas, payasos, domadores, enanos.... enanos pensó. ¿Todos los enanos trabajarán en el circo? La verdad, lo dudaba mucho. Seguro que algunos enanos también tenían un trabajo normal, por ejemplo, en la mina. Iba pensando cuando sintió un pinchazo en la pierna y decidió parar. Se sentó encima de una piedra al lado del camino. Entonces decidió que era el momento ideal para probar si la manzana realmente funcionaba. Le dio un mordisco y no se sintió más especial. Es verdad que estaba buena pero no notó ningún cosquilleo ni frío, ni calor. Otro mordisco. Nada. Un tercero. Nada. Bueno, pues por lo menos me quitaría el hambre esta rica manzana. Pasó un tiempo hablando con la gente sentada en la piedra hasta que se dio cuenta que se le echaba el día encima y tenía que volver a casa. Se levantó de un salto y salió corriendo. Un momento, salió corriendo... de un salto... ¡estaba curada! La bruja le había quitado la cojera. Ya podría correr como los demás niños, ya podría dejar el bastón en casa y no preocuparse por él nunca más. Corrió camino a casa a contárselo a su madre pero durante el camino empezó a preocuparse. No oía ningún pájaro, algo debía estar acechando en el bosque para que los animales no hicieran ruido. En esos pensamientos estaba cuando una ardilla le saltó al hombro. Se miraron, la ardilla le habló y para sorpresa de Cap no la oyó. No la oía. La bruja le había engañado. Su felicidad se convirtió en pena al saber que podía correr pero no iba a oír nunca más. Pobre Cap, ahora sí que iba a ser diferente a los demás.

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Al día siguiente se despertó llorando de su cama. Su madre había intentado consolarla durante toda la tarde y toda la noche pero había sido en vano. Nada la calmaba, el saber que no oiría nunca más le producía tanto miedo que no la dejaba ni respirar. Pasaron los días hasta que una mañana bajó a la cocina corriendo atraída por el olor de las tostadas recién hechas. Le quiso preguntar a su madre si podía comer pero no encontró la manera, no sabía cómo gesticularlo para que lo entendiera. Así que decidió escribírselo en una hoja de papel. Llegaron a la conclusión desde ese día que la manera de comunicarse entre ellas a partir de ahora tenía que cambiar y que comenzarían escribiéndose todo. Así su mamá le explicó que existe gente, como el chico que conoció en el bosque que no ve, gente que no oye y gente que no habla. Que eso les hace especiales pues desarrollan otro sentido mucho más, como si fuera un super-poder y el suyo era el olfato. Cap más animada salió a la calle a pasear e intentar desarrollar ese super-poder. Se sentó en medio de un claro del bosque. Todo era silencio y brillante. Era capaz de diferenciar 10 tonos de verdes en la hierba, el rojo de las bayas, los tonos grises de las nubes, desde el ceniza hasta el color del humo... Todos los colores le llamaban la atención. Sonriendo e intentando recordar todos los tonos de colores se le revolvió el estómago. A la nariz le vino un olor a perro mojado de lo más desagradable. Nerviosa, se puso a buscar entre los árboles algo que se moviera. Sabía lo que el olor significaba, un lobo andaba cerca. En ese momento una joven y bella chica estaba agachada en medio del camino recogiendo unas flores. Cap echó a correr hacia ella cuando vio que desde la dirección contraria el lobo también se acercaba. Intentó gritar pero ningún sonido salió de su boca.

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Corrió más, mucho más y logro empujar a la chica antes de que el lobo le hincara el diente. Rodaron por el camino de tierra hasta que cayeron al riachuelo. Las dos se quedaron empapadas y la guapa mujer ayudó a Cap a levantarse. - Muchas gracias bonita, me llamo Blancanieves. Gracias por salvarme la vida, estoy en deuda contigo - le dijo. Sorprendentemente Cap no oyó nada pero consiguió entenderlo leyéndole los labios. Le salió una sonrisa muy grande al darse cuenta que no tendría que escribir durante toda su vida. Blancanieves sacó del río a Cap y le explicó que ella tenía un amigo sordo que se llamaba Mudito con el que solía hablar despacio y se entendían. Las dos sonrieron muy animadas y Blanca le propuso a Cap que se fuera con ella a su castillo a aprender algo llamado "lengua de signos". Cap aceptó y vivieron juntas en el castillo. FIN

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VERANO EN EL PUEBLO!! SORAYA RONCO GONZÁLEZ

Era una tarde soleada de verano en el pueblo de casas achaparradas y de paredes blanqueadas por la cal donde veraneaban muchos niños, normalmente todos se iban a pasear por los caminos de tierra roja secada al sol que serpenteaban entre sembrados de rubio trigo y dorada cebada que daban paso a campos de barbecho y verde alfalfa que daban paso a una corriente de agua cristalina en medio de una pared escarpada de piedra apareciendo ante los ojos como por arte de magia una piscina creada en roca pura, creada a partir de la misma fuerza del agua corriendo por ella durante más tiempo del que se pueda recordar y ayudada por la mano del hombre en forma de unas paredes de

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piedra arenisca y una escalera tallada en la roca de tal forma que incluso en el mas seco y caluroso de los veranos se pudiera llegar a entrar en la piscina llena de cristalina agua donde se bañaban y jugaban los niños hasta la hora de recorrer el camino en sentido inverso y volver a casa para cenar. En este pueblo todas las casas eran muy parecidas por fuera con sus gruesas paredes de piedra encaladas para que no pase el calor del verano, una acogedora cocina y un salón con chimenea para dar calor en las frías noches de invierno o asar al calor de la lumbre lo que uno quisiera y un baño en la planta baja y varias habitaciones en la primera planta, también tenían una buhardilla que se usaba para guardar trastos y secar la ropa en los húmedos y fríos días en que el sol no quería enseñar su tímido rostro . Había una casa, que además, tenía unas particularidades que nadie en el pueblo entendía y éstas eran que las luces de la casa parpadeaban al tocar el timbre, que en el teléfono se podía escribir mensajes como los de un móvil en vez de hablar y si sonaba se encendía una luz que tenía incorporada. Hoy es un día especial porque va a llegar al pueblo Egoitz. Egoitz es un niño muy vivaracho y movido que le encanta la aventura, perseguir lagartijas, mirar el vuelo de los pájaros y perseguir mariposas para saber que es lo que hacen cuando se posan en las flores. Pero Egoitz tiene un problema según los demás, él es sordo, nació así y a él no le importaba. Cuando Egoitz llego al pueblo en autobús de línea lo primero que hizo fue saludar a sus abuelos que le acogieron con una gran sonrisa y un

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abrazo, estos dieron las gracias al conductor por vigilarlo en el recorrido, sacaron la maleta del autobús y se fueron a casa para preparar la habitación en la que Egoitz pasaría el verano con ellos. Aunque él no estaba muy contento con pasar allí el verano en un sitio que no tenia a sus amigos del barrio ni a los conocidos de las colonias de verano en las que casi todos le conocían y tenían conocidos en común. Es que además el pueblo no tenia piscina cerca, ni había Internet ni televisión por cable, no conocía a nadie y sobre todo el no quería estar allí porque pensaba que se aburriría como una ostra. Tampoco le gusto que los abuelos le dieran un silbato para llamarlos si le pasaba algo pero no se lo dijo porque pensó que heriría sus sentimientos. Después de que Egoitz deshiciera su equipaje los abuelos y él fueron a dar un paseo por el pueblo para que conociera a los vecinos del mismo y a los niños que allí vivían. Por la tarde, antes de ir a casa y hacer la cena, los adultos del pueblo solían ir a tomar algo a la asociación de vecinos llamada normalmente "Asociación" y los niños pasaban por allí jugando a la pelota o al pilla-pilla de vuelta a casa para cenar. Los abuelos de Egoitz le presentaron a todos los conocidos que tenían y ellos le dijeron, a su vez, que cuando los niños llegaran se los presentarían. Pasados unos días Egoitz se dio cuenta que sus abuelos estaban felices de tenerlo a su lado y muy orgullosos de él pero que no sabían como comportarse para que él entendiera bien lo que le decían y supiese que le estaban hablando, es decir, su abuelo hablaba con un cigarro, un caramelo o regaliz de palo en la boca de tal forma que no le podía entender bien cuando hablaba, la abuela siempre estaba haciendo cosas cuando hablaba y así su atención se desviaba a lo que hacia o no podía verla la boca cuando

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estaba cocinando dándole la espalda. Tampoco recordaban siempre llamarle la atención cuando iban a hablarle y así no siempre se daba cuenta que le estaban hablando a él. Entre los niños iban un poco mejor las cosas sobre todo con dos niños con los que se había hecho mas amigos, Juan y Goyo. Con el resto de los niños y de los adultos no iban las cosas mejor que con sus abuelos y encima muchos de ellos pensaban que como no podía oír también era tonto hablándole como si fuera un bebé o como si no se enterase de las cosas o incluso como si él no estuviera allí presente, y también creían que era un inútil en los deportes sobre todo al fútbol y al baloncesto que es a lo que más jugaban por allí, por lo que no le invitaban a jugar con ellos. En esos días Juan y Goyo estuvieron con él, supieron descubrir como había que hablarle a Egoitz y cómo también le invitaron a jugar con ellos a todo mientras los demás se iban a la fuente y los adultos estaban trabajando o en la "Asociación" nadie les molestaba y así pudieron descubrir que era muy bueno en los deportes. Un día le pregunto Juan. - ¿Te gustaría venir con nosotros a ver la fuente?A lo que Egoitz contesto muy contento.- Claro que si.- Recuerda avisar a tus abuelos- le recordó Goyo. - Si ahora mismo voy a avisarles- contesto Egoitz. Egoitz se acerco a su casa y aviso a sus abuelos de que salía de paseo con sus amigos, la abuela le dijo que estaba de acuerdo pero que tuviera mucho cuidado y que se llevara el silbato consigo. También le comento que si veía a su abuelo trabajando en el campo le saludara con pitidos cortos del silbato.

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Por el camino Egoitz se enamoro del paisaje, vio personas que trabajaban la tierra y supo que su abuelo estaría haciendo eso mismo en sus campos y le sobresalto descubrir que trabajara ya que para todos los que conocía en la ciudad el verano era un tiempo de relajación y vacaciones y él nunca hubiera pensado que en el campo este fuera un tiempo de grandes esfuerzos y trabajos. Vio y comento con sus amigos como resaltaban las rojas amapolas entre el trigo y los brillantes colores de las mariposas entre la verde alfalfa pero no dijo nada sobre los que trabajaban, y así poco a poco entre juegos y risas los tres se acercaron a la fuente. Los amigos no le habían dicho nada sobre la piscina que allí había porque querían ver su cara ante esa bonita visión y quedaron muy complacidos al ver que ponía una cara de gran sorpresa. Juan- ¿Qué te parece?Egoitz- Es preciosa, si llego a saber que esto existe aquí os hubiera insistido para que me trajerais cuanto antesGoyo- No seas tan exagerado que solo es un poco de aguaEgoitz- Si, tal vez, pero yo echaba de menos las piscinas porque estoy acostumbrado a pasarme más de la mitad del verano en ellas. Juan- Pues vaya suerte que tienes tu que puedes hacerlo. Goyo- No te quejes que tú y yo venimos aquí casi a diario cuando estamos en el pueblo y aquí nos pasamos casi un mes entero. Juan- En eso tienes razón y nunca me lo había planteado así.

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Así hablando se acercaron al grupo de niños que allí estaban bañándose o jugando a las cartas en el borde de la piscina. Todos le preguntaron a Egoitz si le habían gustado la piscina y el respondió que le había encantado, le comentaron que a todos les había pasado lo mismo la primera vez que vieron la piscina. Ese día no se metió en el agua, porque ninguno de los tres habían llevado ni bañador ni toalla, en cambio estuvieron jugando a las cartas mas o menos sin problemas hasta que llego la hora de volver a casa. A partir de ese día los tres amigos iban casi todos los días hasta allí muy pronto por la mañana con todo lo necesario para bañarse, comer y jugar, lo único que no le gustaba a nuestros tres amigos eran cuatro fanfarrones del pueblo que de vez en cuando iban por allí, echaban a todos de la piscina para jugar a lo bruto y tirarse peligrosamente de cabeza desde todas las posiciones posibles, es decir, desde cerca o lejos, a distintas alturas y por supuesto con o sin manos. Pero por todo lo demás estaba mejor que al principio cuando creyó que el ir al pueblo era un castigo de sus padres por no portarse bien ese año. Poco a poco los abuelos se dieron cuenta que para hablar con el primero tenían que llamarle la atención y después hablar a volumen normal vocalizando bien sin tener nada en la boca y sobre todo estar frente a su vista para que entendiera todo perfectamente y que también era necesario no distraer su atención con otras actividades que desviaran su mirada de la boca. Como con los amigos se llevaba bien y vieron que era muy responsable le permitían coger la vieja cámara del abuelo para sacar fotos a los alrededores y a los vecinos que trabajaban las tierras. Cuando los amigos no podían ir a la piscina no iba él por que no se sentía a gusto con los otros niños que seguían tratándole como si fuera un poco torpe y tonto, y si iba era a primera hora de la mañana que no había nadie.

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Hubo un día en ni Juan ni Goyo pudieron ir con él y ese día Egoitz se fue muy temprano, como era su costumbre, a la piscina a nadar un rato pero esa mañana los fanfarrones se le habían adelantado y allí estaban tirándose de cabeza desde las rocas, riéndose y dándose golpecitos en la espalda en plan que buenos somos y que bien nos lo estamos pasando. Egoitz se acerco a la piscina y cuando los vio allí se fue a sentarse a una roca cercana a esperar que se fueran para meterse luego el. Mientras esperaba los estuvo mirando como se tiraban desde lo alto y luego salían sacudiéndose el agua como los perros. En un momento dado se tiraron los cuatro más o menos a la vez al agua y entre risas y juegos salieron tres a la orilla de la piscina cuando de repente sin saber que pasaba vieron con se lanzaba Egoitz casi totalmente vestido al agua, miraron con más atención y se dieron cuenta con gran sorpresa de que les faltaba un amigo y al mirar a través de las cristalinas aguas de la piscina pudieron ver con casi en el fondo de ella estaba su amigo al que Egoitz agarro por el bañador y tirando de el sacó del agua, colocó en la orilla, busco si tenía pulso y respiración. Si tenia pulso pero no respiración por lo que Egoitz se acordó de lo cursos de socorrismo que solía dar en las colonias le realizo el boca a boca. Al recuperar la respiración Luis, porque así se llamaba el chico, Egoitz le coloco de lado para que vomitara el agua que hubiera tragado. Al terminar miro alrededor y se dio cuenta de que Lucas, Diego y Alex le habían ayudado a sacar del agua a Luís y que no le habían distraído mientras le administraba los primeros auxilios. Les sonrió y les pregunto.- ¿Habéis venido en coche?. - No - respondió Alex. - ¿Por qué?- pregunto a su vez Diego. - Porque hay que llevar a Luís a un hospital o casa de socorro

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para que le revisen ya que ha tragado mucho agua y ha estado inconsciente un rato.- respondió Egoitz, después paso las manos y la mirada por el cuerpo de Luís para revisar que no tuviera nada roto, solo encontró un buen golpe en la cabeza y un rasponazo en un brazo. Al levantar la mirada se dio cuenta de que Lucas le miraba raro y le pregunto.- ¿Qué te pasa Lucas? A lo que Lucas le contestó.- Nada solo que te estaba preguntando una cosa y como no me has respondido he dado un aplauso para llamar tu atención y tu no te has inmutado. - Eso es porque soy sordo y para llamar mi atención para hablar conmigo hay que tocarme el brazo y luego cuando te mire hablar sino no me enteraré de nada de lo que digas. - No lo sabia- comento Lucas- Lo que te había dicho es que el cultivo de allí- levanto el brazo y señalo a lo lejos y a su izquierdame ha parecido ver una cosechadora y que se podría pedir ayuda a ese vecino. - Vale que uno de vosotros vaya y le pida ayuda para trasladar a Luís. Espero que tenga el remolque porque sino tendremos que ir alguno hasta el pueblo para pedir ayuda. Se miraron los tres y como Alex era el que mas rápido corría fue el elegido para ir a visar a ese vecino y si fuera necesario para ir al pueblo y traer un coche. Iba a salir corriendo cuando vio que Egoitz se ponía de pie y se quitaba un silbato del cuello. - Toma Alex a lo mejor puedes llamar su atención con el silbato y no tienes que correr tanto. - Gracias Egoitz-dijo Alex y salio corriendo. Luís seguía de costado y respiraba pero a Egoitz no le gusto el color de sus labios que estaban un poco azulados.

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- Diego, ¿puedes decirme como es el sonido de la respiración de Luís? A lo que Diego contesto después de oír un rato detenidamente el sonido de la respiración- Es como un silbido y al final suena como un pitido. Al enterarse Egoitz se preocupo un poco porque eso quería decir que Luís tenia agua en los pulmones y era necesario un traslado lo más rápido posible al hospital. Se lo comento a Diego y a Lucas decidiendo entre los tres que lo mejor seria ir acercando a Luís al pueblo para que cuando lo recogieran fueran directamente hacia el hospital. Estaban casi a mitad de camino del pueblo cuando vieron venir a un Land Rover rojo hacia ellos, dejaron suavemente a Luís en el suelo y esperaron a que llegara a su lado. Cuando el Land Rover llego a su lado de se bajaron Alex, el abuelo de Egoitz que conducía el Land Rover y el médico del pueblo. - Gracias Egoitz - dijo Alex devolviéndole el silbato - Resulta que el vecino que vimos era tu abuelo que al conocer lo que pasaba y como no tenia un remolque para llevarnos me llevo al pueblo a por su Land Rover y por el camino tuvimos suerte y vimos al médico ya que hoy es el día de consulta en el pueblo. Mientras el médico revisaba a Luís y escuchaba lo que le decían Diego y Lucas. Dijo algo y Lucas le comento- Para hablar a Egoitz tienes que avisarle porque es sordo.En un primer momento se sorprendió porque los otros tres le habían dicho que Egoitz sospechaba de que Luís tuviera agua en los pulmones y el estaba de acuerdo con esa impresión, luego se dio cuenta de que había otros síntomas que llevaban a esa misma

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impresión y se rió de si mismo. Toco el brazo de Egoitz para llamarle la atención y le alabo la pericia y le buen juicio que había tenido, después se subieron al Land Rover el abuelo, Luís, el médico y Alex con dirección al hospital dejando allí a Egoitz, Diego y Lucas que se volvieron a la piscina a recoger su ropa y en el camino explicaron a Egoitz que además de trabajar juntos en el campo ellos cuatro eran primos y que se conocían y vivían allí todo el año. Al llegar a la piscina vieron que había mas gente allí entonces Egoitz recogió su ropa y marcho ha hacer fotografías como era su costumbre y a la hora de la cena apareció en casa. No se comento en el pueblo lo que había pasado por que los primos no se lo dijeron a nadie más y pidieron a sus familiares que no dijeran nada porque querían dar una sorpresa a Egoitz en las fiestas patronales que ese año organizaban ellos. Pasaron los días y llegaron las fiestas de la Patrona y en el programa de fiestas había unas propuestas algo extrañas que a casi todo el mundo intrigaron como el Día del perdón o el Día del silencio o el Día de las manos. Egoitz fue con sus amigos Juan y Goyo a la primera de esas propuestas que era el Día del perdón que resulto que se reunieron todos los vecinos y residentes veraniegos del pueblo para pedirse unos a otros perdón y resolver sus problemas hablando adecuadamente. Allí Egoitz y sus amigos vieron a los cuatro primos que estaban pidiendo perdón a los niños veraneantes por tratarlos tan mal cuando iban a nadar a la piscina y les contaron a todos lo que Egoitz había hecho por Luís y le pusieron por las nubes a todo el que quiso escucharles. Juan y Goyo no se lo podían creer eran amigos de todo un héroe y no les había dicho nada. Egoitz comento que normalmente él era el salvavidas en las colonias para sordos en su ciudad por lo que no había dado más importancia a ese incidente. Los residentes adultos y niños se dieron cuenta por primera

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vez en ese verano que habían juzgado muy mal a Egoitz sólo teniendo en cuenta su diferencia. Al día siguiente era el Día del silencio por lo cual los organizadores, es decir, Luís, Diego, Alex y Lucas fueron casa por casa entregando unos tapones para los oídos para pasar todo un día sin oír nada. Así empezaron el día todos muy animosos bromeando y con gran animo pero pronto se dieron cuenta de las grandes dificultades que se tienen para conversar, las diferencias de actitud que había que adquirir para hablar con otra persona que no te oye y como entre los niños ya no había diferencias invitaron a jugar con ellos a Egoitz que disfruto mucho en ese día porque destaco en todo: en fútbol, marcando un gol para su equipo; en baloncesto organizando bien a su equipo jugando de base; comunicándose correctamente con todos al igual que sus amigos Juan y Goyo que ya tenían experiencia a través de su trato con Egoitz. También fue muy festejada y entendida la casa de los abuelos con el timbre luminoso y el teléfono escrito. Al día siguiente fue el Día de las manos, para ese día se dividió al pueblo por grupos a los que se envió a unos profesores muy especiales porque eran de una asociación de sordomudos a la que los organizadores habían pedido ayuda para enseñar a todo el que quiso en ese pueblo alguna clase básica de habla con las manos y normas básicas de comunicación con sordos. Egoitz estaba encantado, el ya sabia ese lenguaje desde siempre, y sus amigos Juan y Goyo también sabían algo porque Egoitz se lo había estado enseñando mientras paseaban y miraban el tiempo pasar en el camino de la piscina. Así Egoitz también estuvo enseñando a un pequeño grupo a hablar con las manos y a decir algunas frases básicas para comunicarse entre sí sin forzar la voz o porque quisieran divertirse un poco.

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Al finalizar el día los organizadores dieron las gracias a los profesores que se fueron muy contentos del pueblo comentando entre ellos que nunca habían visto a unas personas oyentes tan concienciadas en poder comunicarse con las sordas. Al terminar las fiestas y en la entrega de trofeos los organizadores entregaron una Mención de Honor a Egoitz por haber salvado la vida a Luís y haber seguido como si no hubiera pasado nada extraordinario en su vida. Llego el final del verano y todos los que estaban en el pueblo se tuvieron que volver a sus residencias habituales Luís y Goyo prometieron a Egoitz escribirle por lo menos una vez al mes par contarle y preguntarle que tal le iban las cosas en el colegio, Egoitz prometió que respondería. Los primos Juan, Alex, Lucas y Diego prometieron a Egoitz que se portarían mejor el año que habían aprendido la lección y serian más responsables en la piscina y que le escribirían de vez en cuando, a cambio ellos le pidieron que volviera al año siguiente para seguir enseñándoles el lenguaje de signos.

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