Cuentos de la Caribana: los pemones en la tierra de los Kanaima

Cuentos de la Caribana: los pemones en la tierra de los Kanaima Hernández-Marchesi A la llegada de los castellanos los caribes ocupaban el centro y o

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Cuentos de la Caribana: los pemones en la tierra de los Kanaima Hernández-Marchesi

A la llegada de los castellanos los caribes ocupaban el centro y oriente de las tierras de lo que posteriormente sería Venezuela, y vivían en disputas con los araucas peleándose por algunas regiones de tierra firme y especialmente las costas e islas. En las luchas que libraban estos grupos muchas veces las mujeres y niños de otras comunidades pasaban a integrarse a la comunidad vencedora generando así un intercambio lingüístico muy importante para el momento. Los pemones de origen Caribe terminarán ocupando la Gran Sabana en la región sur de la Guayana venezolana y en las regiones aledañas del río Kuyuní en Brasil y Guyana. Algunos estudiosos han llegado a afirmar que Venezuela debió llamarse Caribana, por el origen Caribe de muchos de sus pueblos originarios. Aunque los pemones no siempre estuvieron en esa zona, los que sí estuvieron antes de los tiempos fueron los Kanaima. Mi primera aproximación al mundo Pemón fue con el cuento El Cocuyo y la Mora, aquel relato maravilloso que narra el amor no correspondido de una mora hacia un cocuyo presumido. Ese relato de mi infancia me dejó muy inquieto, me explicaba por una parte porque el cocuyo se enciende por las noches e ilumina el cielo y la costumbre de los indígenas de quemar el campo para que renazca la vida con más fuerza. Más tarde comprendería que detrás de esos cuentos había, todo un mundo por descubrir, todo un pueblo que conocer, los pemones. Ya en mi vida como narrador de cuentos tuve la oportunidad de contar esa misma historia a muchos niños y adultos causando siempre la misma fascinación y encanto. Es que los animales y las plantas hablaban, pensaban y sentían como hoy los humanos. La mora al ver aquel cocuyo posarse sobre sus hojas se enamoró perdidamente de él, pero ella estaba ya vieja y fea, cumpliendo un ciclo de su vida, las hojas y las raíces se secan y esperan la lluvia para regenerarse y volver a surgir llenas de vida y encanto pero esto no lo sabía el cocuyo, como joven no había sido iniciado en el campo de las transformaciones de la naturaleza y las personas. El Cocuyo y la Mora, fue recopilado directamente en su propia lengua por Fray Cesáreo de Armellada y publicado en su obra Taurón Pantón II, en los años 60, tiempo después ediciones Ekaré publicó un hermoso libro ilustrado, que sin duda se convirtió en el relato indígena más conocido de los niños venezolanos en franca competencia con los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo. Con la versión de Ekaré los lectores de este cuento de origen oral no sólo conocerían las peripecias de ese Cocuyo que quería ser hermoso y joven para siempre, sino que con las ilustraciones de Amelie Areco se nos ofrecía el paisaje de la Gran

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Sabana donde la vista se pierde en la inmensidad y se encuentra de repente con los magníficos Tepuyes.

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El Cocuyo y la Mora Cuentan los ancianos pemones, que hace mucho tiempo un cocuyo salió a visitar a unos familiares que vivían al otro lado de la sabana. El viaje era largo pues la sabana era muy grande. El Cocuyo voló todo el día sin parar y cuando ya se hico de noche estaba cansado y con mucho sueño. Así que miró donde poder parar y fue directo a dónde estaba una planta de Mora, ella vivía allí desde hacía mucho tiempo. La Mora estaba cumpliendo un ciclo de su vida y estaba vieja, deshojada y seca. Nada atractiva. El Cocuyo se acercó buscando un sitio para dormir y cuando la mora lo vio venir volando, inmediatamente se enamoró de él. Es que era maravilloso como volaba ese Cocuyo, el zumbido de sus alas, la forma de moverse de un lado a otro y sobre todo, esos ojos tan grandes y tan negros. Desde el mismo momento que llegó el Cocuyo la Mora comenzó a enamorarlo. Le preparó comida, le dio casabe y hasta le colgó un chinchorro tejido por ella. Además como la Mora recibía tantas visitas en la sabana conocía muchas historias y era elocuente con la palabra. Le ofreció una agradable conversación que le dio mucho sueño al cocuyo. Ella al verlo tan tranquilo en el chinchorro le preguntó: -¿Cocuyo, quieres casarte conmigo? Y lo repitió una y otra vez. Hasta que el Cocuyo abriendo los ojos le respondió: -¡No Mora, no me quiero casar contigo! No ves que estás vieja, deshojada y seca. Nunca me casaría contigo. El Cocuyo se durmió y al amanecer siguió su camino al otro lado de la sabana para visitar a su familia. En tierras de su familia estuvo por un tiempo hasta que llegó el día de regresar y emprendió el viaje de vuelta. Anduvo el mismo camino mirando desde el cielo la sabana, los ríos y la hierba y se volvió a parar en el mismo cerro de antes. Allí estaba la Mora hermosa y florida, sus hojas muy verdes y sus flores blancas. El Cocuyo se enamoró de ella y le dijo: -¿Mora, quieres casarte conmigo? -¡No Cocuyo, ahora yo no me quiero casar contigo! El Cocuyo estaba asombrado de lo cambiada y hermosa que estaba la Mora y a pesar que insistió no logró convencerla. -Si no te casas conmigo, dime qué has hecho para cambiar tu aspecto y estar tan hermosa. -Yo no fui. Unos hombres pasaron por aquí y prendieron fuego a la hierba. Yo me quemé y después vino la lluvia y mis ramas y mis hojas salieron nuevamente más verdes y fuertes. 3

El Cocuyo pensó que si hacía lo mismo se volvería joven y bello y buscó el fuego más cercano que encontró y se lanzó de cabeza, pero apenas había tocado el fuego se comenzó a quemar y salió volando encendido en llamas hasta que revolcándose en la hierba logró apagar su cuerpo. Cuentan los ancianos pemones que el cocuyo aunque se logró salvar quedó negro y chamuscado por el fuego y su cola nunca se apagó, por eso cuando vuela en la noche vemos esa chispa de luz que los acompaña.

Los espíritus de los Kanaimas El mundo de los espíritus ha sido siempre un espacio de incertidumbre y de incredulidad para muchos exploradores que se han entrado en las aguas del Orinoco profundo, desde los más incrédulos hasta los más creyentes han padecido el asecho de estos seres con sus diferentes formas y trampas. En el caso de los pemones, el mundo de los espíritus ocupa un lugar especial, está presente en su oralidad y en su vida cotidiana y también sirve para espantar a los extranjeros que quieren traspasar las fronteras de su territorio y acercarse a las grandes montañas, allá en el territorio de los Kanaima. Todas las tribus indígenas de Venezuela tienen kanaimá aun cuando este vocablo pertenezca específicamente a la lengua pemón de la Gran Sabana. Se ha escrito mucho sobre los misteriosos kanaimá, sin entender su verdadera naturaleza. No son hombres ni tampoco bestias salvajes ni espíritus de otros mundos, ni tampoco demonios, sino que son un peligro para el hombre social. Expulsado de la casa o templo del hombre, el kanaimá se esconde en las profundidades de la selva y tiene contacto amistoso con los hombres que, como él, no han aceptado la ley mítica de los grupos donde nacieron. La expulsión es irremediable, jamás será recogido por ninguna otra casa. Y su condición de estar fuera de la ley se evidencia por la pérdida de su condición humana, ya que no le queda más remedio que vivir entre animales o tratar de encontrar otros kanaimá solitarios de otras comunidades. Llenos de odio y rencor hacia los hombres, los kanaimá se convierten en jaguares tanto por su estado anímico como por su aspecto físico (2001, Civrieux)

En buena parte de los relatos pemones aparecen los Kanaima con sus costumbres muy particulares. Allá donde se encontrarán un Kanaima y un pemón, era probable que alguno de los dos resultara muerto. Los Kanaima atacaban a los pemones cuando estos entraban en su territorio, en la mayoría de los casos golpeaban sin parar a su víctima y le cortaban la lengua. Cuando la víctima muere el Kanaima se vuelve como loco vagando y transformándose en diferentes animales hasta que el jefe de ellos los piachea y vuelven a su estado normal.

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Yenu-paru pue. Agua que fue del ojo: la lágrima

Con la llegada de los conquistadores a lo que hoy se llama América, también se inicia el cristianismo ya que cada barco no solo traía soldados y hombres ansiosos por las riquezas de estos territorios, sino también a los religiosos de las congregaciones, en primer lugar los franciscanos en 1553, los Dominicos en 1557 y posteriormente los jesuitas. Todos tenían los objetivos de compartir el territorio, vivir con los indígenas, enseñar el castellano y por encima de todo evangelizar. Los capuchinos vendrán más tarde y usarán otras estrategias para convivir en paz con los indígenas: estudiar y aprender las diferentes lenguas y no imponer el castellano. Todo esto para posteriormente realizar una evangelización más profunda, en la mayoría de los casos, en la propia lengua indígena. Debido en parte a este propósito la mayoría de los estudios coloniales sobre la lengua, los cuentos y las tradiciones indígenas proviene de los capuchinos. En Venezuela esta convivencia en el territorio no fue muy fácil ya que entre otros acontecimientos en 1817, en plena guerra de independencia se produce el asesinato de los capuchinos de Caruachi, sus cuerpos fueron decapitados y mutilados a machetazos arrojados a las aguas del río Caroní, el resto de los capuchinos fueron expulsados del país. En 1828 un decreto de Bolívar autoriza entrar nuevamente a las órdenes religiosas y 100 años más tarde vuelven los capuchinos. La escritora Julieta Salas de Carbonell en una interesante crónica publicada en 2011, nos hace referencia a la llegada de los primeros misioneros a la región de Guayana, ocurrida en 1.646 con la llegada de los misioneros jesuitas y posteriormente los capuchinos que fueron encomendados a fundar los pueblos misioneros, según se recoge estos pueblos llegaron a ser altamente productivos y con un sistema de vida muy autónomo llegando a elaborar productos de exportación que eran enviados a Cataluña. A principios del siglo XIX, en su época más floreciente, las misiones llegaron a ser excelentes unidades agropecuarias, metalúrgicas y mineras. Se practicaba la ganadería bovina, caballar y mular, la cría de cerdos y aves de corral, el cultivo de algodón, caña de azúcar, tabaco, maíz, yuca, arroz, etc. Existían talleres para la manufactura de queso, curtiembre para cueros de ganado, alpargatas, zapatos, hamacas, cordeles, hilado y tejidos de telas de algodón y lana de ovejas así como también la producción metalúrgica en los talleres de forja y herrería donde se fabricaban los utensilios de labranza (Salas, 2011) A lo largo de la historia de los capuchinos en Venezuela muchos llegaron y se marcharon, otros murieron por causa de las flechas indígenas a penas pisar tierra, también los hay quienes se perdieron en la selva o murieron debido a las nuevas enfermedades o devorados 5

por las fieras, provenían de diferentes regiones de España, algunos eran de castilla otros catalanes. Uno de estos capuchinos que hizo vida en Venezuela fue Jesús María García Gómez, que nació en 1908 en Armellada y murió en Caracas en 1996, este fraile fue más conocido por su nombre religioso Fray Cesáreo de Armellada y por su obra lingüística y literaria considerada una de las más importantes de la literatura indígena venezolana, y que va desde la recopilación de cuentos, mitos y canciones hasta la elaboración de una gramática pemón. Desde entonces el interés por la literatura de los pueblos indígenas ha crecido en el país. Tomando un valor significativo realizándose estudios de interés, recopilaciones y publicaciones tanto extranjeros, criollos, como de los propios pueblos originarios que interesados por su cultura como fuerza que impulsa la vida han pasado a la escritura y otras formas de difusión sus tradiciones orales.

Nota: Los cuentos presentes en este ensayo son una versión libre del autor sobre la base de las referencias que se citan a continuación y sobre relatos escuchados de narradores orales.

REFERENCIAS De Armellada, C. 1973. Taurón Pantón II. Así dice el cuento. Caracas. UCAB. De Armellada, C. 1988. Cuentos y no cuentos. Panton, Pantón Neke-ré. Cuentos y relatos de los indios pemones. Instituto Venezolano de Lenguas Indígenas. Universidad Católica Andrés Bello. De Armellada, C. 2007. El Cocuyo y la Mora. Ediciones Ekaré. Venezuela. De Armellada, C.1972. Pemonton taremuru (Invocaciones mágicas de los indios pemón). Caracas. UCAB. De Civrieux, Marc. Apuntes sobre el mito y la tradición oral. Puede consultarse en: http://www.kalathos.com/abr2001/pensamiento/civrieux/civrieux.htm Hernández, A y Esclarín, A. Cuentos indígenas Venezolanos. Editorial Estudios. Venezuela. Salas, Julieta. 2011. Las misiones capuchinas catalanas I. Consultado en: http://www.codigovenezuela.com/2011/08/ciencia/descubrimientos/las-misionescapuchinas-catalanas-i-por-julieta-salas-de-carbonell

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