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Cuidando el templo del Espíritu Santo (Tema de Mayo)
1ª Corintios 3:16-17 16 ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17 Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. Es nuestro deber cuidar ese templo INTRODUCCION: o El énfasis principal de este mes es hacer conciencia de que Dios nos creo con espíritu alma y cuerpo y que es nuestra responsabilidad cuidar de lo que se nos a delegado. A continuación encontramos una recopilación de algunos artículos que hablan sobre el cuidado del cuerpo y la salud, de aquí podemos sacar algunas ideas para compartir en las células. ¿Puede un cristiano ejercitarse? ¿Qué dice la Biblia acerca de la salud? Pregunta: "¿Puede un cristiano ejercitarse? ¿Qué dice la Biblia acerca de la salud?" Respuesta: 1 Timoteo 4:8 nos informa, “Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.” ¡Nótese que el verso no dice que el ejercicio no tenga validez! Dice que el ejercicio es valioso, pero establece bien las prioridades al decir que la piedad es de más valor. El apóstol Pablo también menciona el entrenamiento físico en la ilustración de una verdad espiritual. 1 Corintios 9:24-‐27 dice, “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea en el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” Leemos en 2 Timoteo 2:5, “Y también el que lucha como atleta, no es coronado si no lucha legítimamente.” 2 Timoteo 4:7, “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” Así que, vemos que no hay nada de malo en que un cristiano se ejercite. De hecho, la Biblia es clara en que debemos cuidar de nuestros cuerpos (2 Corintios 6:19,20). Efesios 5:29 nos dice, “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida…” La Biblia también nos advierte contra la glotonería (Deuteronomio 21:20; Proverbios 23:2; 2 Pedro 1:5-‐7; 2 Timoteo 3:1-‐9; 2 Corintios 10:5). También la Biblia nos advierte contra la vanidad (1 Samuel 16:7; Proverbios 31:30; 1 Pedro 3:3-‐4). ¿Qué dice la Biblia acerca de la salud? ¡Sean sanos! ¿Cómo alcanzamos esa meta? Practicando ejercicio moderado y comiendo razonablemente. Ese es el patrón bíblico para la salud y el ejercicio. UN CRISTIANO SALUDABLE
Es aquel que honra a Dios con su cuerpo Porque comprende que no le pertenece Porque comprende que Cristo pago el precio Porque glorifica a Dios con su físico El lastimar nuestro cuerpo puede significar la muerte, y cuando hablamos de honrar a Dios con nuestro cuerpo tenemos que comprender que este cuerpo ya no nos pertenece por tanto debemos cuidarlo. Cuando alguien nos presta algo que quiere mucho, tratamos en todo lo posible de no dañarlo porque sabemos que no es nuestro. Lo mismo es en nuestro cuerpo, el cristiano saludable ha comprendido que su cuerpo no le pertenece por tanto debe cuidarlo, pero también ha comprendido que para que hoy pudiera vivir, tuvo que haber pasado por un proceso de libertad, hubo alguien que pago el precio para que hoy yo tenga vida, Cristo pago el precio. El cristiano saludable sabe lo que Cristo hizo y en agradecimiento honra a Dios con su cuerpo, y no solamente eso, sino que también glorifica a Dios con su físico, es decir no permite que se dañe porque sabe que no es propio, no peca contra su propio cuerpo, porque esto dañaría su relación con Dios, no abusa de su cuerpo, lo cual muchos hacen, dándole mucho esfuerzo físico sin compensar con vitaminas lo que se pierde, si amas a Dios y le temes y valoras lo que Cristo hizo, valoraras tu cuerpo, no harás nada para dañarlo. Esto significa también que el cuerpo físico cuente con salud, no es agradable estar enfermo, nada agradable es estar sufriendo un dolor físico, muchos de estos males se hubieran evitado, si hubiéramos nosotros considerado algunas cosas que podrían dañar. Hoy es tiempo de reflexionar que si Dios nos regaló este cuerpo tenemos que honrar a Dios con nuestro cuerpo. Cuando hoy se hace referencia a la Biblia, muchas personas mal informadas la dejan a un lado de inmediato como si no mereciera su atención. Rehúsan abrir sus mentes y admitir que hace miles de años decía lo que el hombre moderno ha aprendido recientemente o todavía le queda por aprender. Esto es cierto referente a los sucesos mundiales, el gobierno, la astronomía, el medio ambiente, la historia natural, la fisiología o la psicología. Sucede lo mismo con las enfermedades. LA BIBLIA es un libro de vida. Ningún otro texto o colección literaria tiene una aplicación tan amplia a tantos aspectos de la vida. La buena salud se relaciona con la vida, así que no debería sorprendernos que la Biblia contenga principios referidos precisamente a la salud.
Menciona varias enfermedades, como la lepra, las hemorroides, la hidropesía y las enfermedades estomacales. (Deuteronomio 24:8; 28:27; Lucas 14:2; 1 Timoteo 5:23.) Si bien la Biblia no se escribió con el propósito principal de instruirnos sobre las enfermedades físicas, la información que proporciona es científicamente exacta y es útil repasarla. El cuerpo humano era algo sorprendente para el salmista de la antigüedad, que escribió sobre él: “Porque tú [el Creador] produjiste mis riñones; me tuviste cubierto en resguardo en el vientre de mi madre. Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son maravillosas, como muy bien percibe mi alma. Mis huesos no estuvieron escondidos de ti cuando fui hecho en secreto, cuando fui tejido en las partes más bajas de la tierra. Tus ojos vieron hasta mi embrión, y en tu libro todas sus partes estaban escritas, respecto a los días en que fueron formadas y todavía no había una entre ellas”. (Salmo 139:13-‐16.) Aunque el embrión está protegido en la oscuridad de la matriz, el Creador lo ve formarse y ve cómo crecen los huesos. Para él, “lo mismo daría que la oscuridad fuera luz” (versículo 12). Nada está escondido del Creador. En términos médicos, el embrión está protegido de la madre por la placenta, y por eso el organismo no lo rechaza como si se tratara de un cuerpo extraño. Sin embargo, este salmo no expresa un principio médico, sino espiritual, a saber, que el Creador lo ve todo, incluso en la oscuridad de la matriz. ‘Todas las partes de nuestro cuerpo están escritas’ en el código genético del cigoto fertilizado en el útero materno desde la concepción. Además, el momento en que se formará cada una de ellas según un orden prescrito viene determinado por los muchos relojes biológicos programados en los genes. El salmista David no conocía todos los detalles científicos, pero el Hacedor, quien le inspiró la escritura de este salmo, sí los conocía, pues ha sido el Creador del hombre. Los críticos de la Biblia niegan la autoría de David, pero hasta ellos tienen que fechar la escritura de los salmos siglos antes de Cristo. La Biblia enfatiza la prevención Cuando se repasan las leyes que Dios dio a Moisés quince siglos antes de Cristo, se aprecia la importancia fundamental que la Ley confirió a la prevención en el cuidado de la salud. Por ejemplo, Deuteronomio 23:13 dice: “Y debes tener disponible una estaca junto con tus útiles, y tiene que suceder que cuando te agaches fuera, entonces tienes que cavar un hoyo con ella y volverte y cubrir tu excremento”. Esta norma sobre cómo eliminar los desechos fecales era una medida preventiva muy avanzada que los protegía de enfermedades que pueden transmitirse mediante las moscas, como la salmonelosis, la
shigelosis, fiebres tifoideas y muchos otros tipos de disenterías, que todavía se cobran miles de vidas en lugares donde no se toman estas medidas. El capítulo 11 de Levítico hace patente que las enfermedades pueden transmitirse mediante insectos, roedores y, lo que es más importante, agua contaminada. Esto confirma indirectamente el principio de que los microorganismos son los causantes de las enfermedades, y demuestra que la Biblia se adelantó milenios a los descubrimientos de científicos como Leeuwenhoek (1683) o Pasteur (siglo XIX). Lo mismo podría decirse de la cuarentena, prescrita en el capítulo 13 de Levítico para los casos de lepra. Las prohibiciones dietéticas que se registran en Levítico 11:13-‐20 incluyen a predadores, como, por ejemplo, las águilas, las águilas pescadoras, los búhos y las rapaces, como el cuervo y el buitre. Estos animales están en el nivel superior de la cadena alimentaria, por lo que concentran gran cantidad de toxinas. Los animales que se encuentran en los niveles inferiores de esta cadena ingieren las toxinas en dosis insignificantes, mientras que los de los niveles superiores las acumulan en dosis concentradas. La ley mosaica permitía comer algunos animales vegetarianos que no pertenecían a una cadena alimentaria que concentrase toxinas. Algunas carnes prohibidas albergaban parásitos enquistados, como los causantes de la triquinosis. La prohibición bíblica del uso inadecuado de la sangre, contenida en varias partes de la ley mosaica, ahora, después de tres mil quinientos años, resulta tener un buen fundamento médico. (Génesis 9:4; Levítico 3:17; 7:26; 17:10-‐16; 19:26; Deuteronomio 12:16; 15:23.) Esta restricción se repite en las Escrituras Griegas Cristianas en Hechos 15:20, 29 y 21:25. La medicina intenta reducir al mínimo o eliminar por completo el uso de sangre donada en la diálisis del riñón, las bombas pulmón-‐corazón y la cirugía general. Las muchas formas de hepatitis, el SIDA, la infección por citomegalovirus y miles de enfermedades transmitidas por la sangre constituyen advertencias siniestras para los sabios mundanos que rechazan las normas divinas. El ejercicio es vital para la buena salud, y la Biblia reconoce sus beneficios. La práctica de veinte minutos de ejercicio activo por lo menos tres veces a la semana puede reducir el riesgo de enfermedades cardiacas y circulatorias. Incrementa la forma protectora HDL del colesterol, mejora el nivel energético y aumenta la flexibilidad y la sensación de bienestar. Aunque la Biblia reconoce el valor del ejercicio, lo coloca en un lugar secundario con respecto a algo más importante, el cultivo de la espiritualidad: “Porque el entrenamiento corporal es provechoso para poco; pero la devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. (1 Timoteo 4:8.)
Las leyes morales de la Biblia son una protección básica contra las enfermedades de transmisión sexual, que sin duda ya existían entonces, aunque no se habían identificado o quizás los científicos ni siquiera sospecharon de su existencia durante siglos. (Éxodo 20:14; Romanos 1:26, 27; 1 Corintios 6:9, 18; Gálatas 5:19.) Reconocida durante muchos siglos Hipócrates fue un médico griego que vivió en los siglos V y IV antes de Cristo al que se ha llegado a conocer como el “padre de la medicina”, pero unos mil años antes Moisés escribió gran parte de lo que la Biblia dice sobre las enfermedades. Sin embargo, es significativo que una carta de un médico publicada en la revista The AMA News decía: “Los mejores investigadores médicos que se ocupan ahora de los trabajos más interesantes llegan a la conclusión de que la Biblia es un libro científico muy exacto. [...] Los hechos biológicos, el diagnóstico, el tratamiento y la medicina preventiva según se presentan en la Biblia son mucho más avanzados y confiables que las teorías de Hipócrates, muchas de las cuales todavía no se han probado y algunas son claramente inexactas”. El doctor A. Rendle Short destaca en su libro The Bible and Modern Medicine (La Biblia y la medicina moderna) que las leyes sanitarias de los pueblos vecinos de Israel eran muy elementales, si es que acaso existían, y a continuación añade: “Lo más sorprendente es que en un libro como la Biblia, que no se tiene por científico, aparezca un código sanitario, y es igualmente sorprendente que una nación que acababa de salir de la esclavitud, a la que sus enemigos habían atacado repetidamente y que había ido al cautiverio más de una vez, tuviera un código sanitario en su conjunto de leyes tan sabias y razonables”. Problemas psicosomáticos La Biblia ha resultado estar adelantada a su tiempo en cuestiones médicas al reconocer la importancia del componente psicosomático de algunas enfermedades mucho antes de que esta idea se aceptase normalmente en la medicina. Además, la explicación bíblica del papel de la mente en la manifestación de las enfermedades físicas sigue siendo un modelo de entendimiento claro. Proverbios 17:22 afirma: “Un corazón que está gozoso hace bien como sanador, pero un espíritu que está herido seca los huesos”. Aquí no se emite ningún juicio crítico, solo se constata un hecho. No se aconseja a la persona afligida que se anime, como si eso fuera tan simple. Una actitud positiva puede ayudar; la preocupación es algo negativo y perjudicial. “La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia, pero la buena palabra es lo que lo regocija.” (Proverbios 12:25.) Merece la pena meditar sobre Proverbios capítulo 18, versículo 14: “El espíritu de un hombre puede soportar su dolencia; pero en cuanto al espíritu herido, ¿quién puede aguantarlo?”. El texto sugiere que la capacidad
de una persona para aguantar un cierto grado de enfermedad física podría incrementarse si buscase el apoyo de su fuerza espiritual. El psiquiatra James T. Fisher declaró lo siguiente sobre el valor psicológico del Sermón del Monte de Jesús: “Si hubiera que hacer un resumen completo de todos los artículos de peso escritos por los psicólogos y psiquiatras más cualificados en el tema de la higiene mental -‐si se combinaran y refinaran y se eliminara el exceso de palabrería-‐; si se cogiera lo esencial y dejáramos a un lado la paja, y si tomáramos todas estas joyas del conocimiento científico puro para que el más hábil de los poetas las expresara de forma concisa, tendríamos una versión pobre e incompleta del Sermón del Monte. Y perdería muchísimo en la comparación”. (A Few Buttons Missing, página 273.) Los sentimientos psicosomáticos pueden influir en nuestro estado físico, pero esto en sí mismo no significa que no haya una enfermedad física real. Por lo tanto, es importante que en primer lugar se intente atender las necesidades físicas y como mínimo reconocer la enfermedad, mientras que al mismo tiempo se fomenta una actitud mental y espiritual positiva, que ayudará a la persona a aguantar. Esto cobra una importancia especial cuando quizás no haya disponible un tratamiento definitivo para la enfermedad en este sistema de cosas. Tras el pecado de Adán, la muerte llegó a ser una realidad genética inevitable para todos los humanos. (Romanos 5:12.) Por lo tanto, normalmente no sería apropiado atribuir la enfermedad específica de un individuo a su estado espiritual. Es importante tener en cuenta este hecho al tratar a personas enfermas que se encuentran en un estado emocional débil. El papel del médico ¿Cómo deberían ver los cristianos a los médicos y la medicina actuales? Cuando se examina la Biblia, no se halla base para poner a los médicos en un pedestal o para pensar que la tecnología médica es la única esperanza de obtener buena salud. Más bien, hay pruebas de lo contrario. Marcos nos refiere el caso de “una mujer que padecía flujo de sangre” desde hacía muchos años, a la que “muchos médicos le habían hecho pasar muchas penas, y ella había gastado todos sus recursos y no se había beneficiado, sino que, al contrario, había empeorado”. (Marcos 5:25-‐29.) Aunque este trastorno tan frecuente suele tratarse satisfactoriamente hoy día, muchas enfermedades todavía no tienen cura, y constantemente se descubren un gran número de enfermedades nuevas para las que se carece de tratamiento. Sin embargo, la Biblia no apoya la postura opuesta adoptada por los que creen que la práctica tradicional de la medicina tiene poco o ningún valor. Algunos bajan al médico del pedestal para ponerse ellos mismos o para colocar cualquier otro remedio que no sea médico y que quizás esté de moda. Cuando en Colosenses 4:14 se llama a Lucas el médico “amado”, no hay duda de que se alude a sus aptitudes espirituales más bien que a sus habilidades médicas. Sin embargo, el privilegio de que disfrutó al escribir bajo
inspiración parte de las Sagradas Escrituras no se le hubiera otorgado a alguien cuya práctica médica fuera poco ética o contraria a la Biblia. Algunos datos sugieren que Lucas practicaba medicina moderna para su época, pues utilizó terminología y descripciones médicas que sugieren la influencia de Hipócrates. Cierto es que Hipócrates no acertó siempre, pero intentó introducir la lógica en la práctica médica y denunció la superstición y las teorías médicas pseudo religiosas. Además, la sencilla ilustración de Jesús registrada en Lucas 5:31 -‐”los que están sanos no necesitan médico, pero los que se hallan mal sí”-‐ hubiera tenido poco valor si no se aceptase que los médicos de la época podían curar hasta cierto grado las enfermedades. No hay base bíblica para adoptar el punto de vista extremado de condenar el uso de antibióticos, antisépticos o analgésicos cuando sean necesarios. Jeremías 46:11 y 51:8 hablan de un bálsamo de Galaad, que quizás tenía propiedades analgésicas, así como valor antiséptico. No hay una posición bíblica o doctrinal contra tomar medicinas. Sin embargo, las cantidades masivas de antibióticos no han podido acabar con la exposición continua a enfermedades contagiosas que portan las moscas, los mosquitos y los caracoles, la principal causa de muerte en todo el mundo. Los profesionales de la salud han tenido que retroceder en sus planteamientos y comenzar por los principios bíblicos fundamentales relacionados con la eliminación de los excrementos, la protección de los suministros de agua, el control de los insectos portadores y el tomar precauciones en los contactos con otras personas y de las manos con la boca. Hace bastante poco, en la década de los setenta, se advirtió a los médicos y las enfermeras mediante carteles en los lavabos y sobre las camas de los pacientes: “Lavarse las manos”, el factor más importante para impedir que se propague la enfermedad. Unas palabras de advertencia Las personas que dan consejos sobre la salud -‐sean médicos, quiroprácticos, homeópatas o amigos bien intencionados, pero posiblemente mal informados-‐ afrontan una responsabilidad importante cuando aconsejan a cualquiera sobre su mala salud. Esto es así en particular si el consejo que dan es peligroso o evita, retrasa o tiene prejuicio en contra de asistencia que con frecuencia ha sido efectiva. En la Biblia se aconseja claramente a los médicos y a los que acuden a ellos que eviten la magia y el espiritismo en lo que pudiera ser una búsqueda personal desesperada de ayuda. Recuerde Proverbios 14:15: “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos”.
¿Son prácticos para conservar la salud hoy los principios que enuncia la Biblia? Al igual que el objetivo principal de la ley mosaica era la prevención, del mismo modo las medidas preventivas hoy han resultado ser mucho más útiles que las que se centran únicamente en el tratamiento de la enfermedad. La lección que subyace tras el intento de la Organización Mundial de la Salud por llevar a efecto tratamiento sanitario moderno en los países subdesarrollados es este: “Es mejor prevenir que curar”. En suma, un cristiano debe tener un punto de vista respetuoso y previsor respecto a la salud con la meta de usarla de la mejor manera para la gloria de Dios y el adelanto de la gozosa obra del Reino. Y la promesa que se cumplirá bajo este Reino será: “Ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’”. (Isaías 33:24.) La Salud La Organización Mundial de la Salud definió el término “salud” como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de dolencias o enfermedades”. Esta definición ha sido criticada por ser excesivamente optimista. Si se la toma en todo su rigor, ¿quién podría afirmar que de verdad está sano? ¿Quién puede gozar de un “completo” bienestar en todas las áreas de la vida? Quizás sería mejor proponer un concepto de salud más realista, en vez de una definición prácticamente inalcanzable. Aunque también es posible que lo que la OMS pretenda sea tender siempre hacia un ideal que, desde luego, no existe ni se ha alcanzado ya. La fe cristiana entiende la vida como un don que debe vivirse en toda su plenitud. Esto atañe también, por supuesto, a la salud física. El hombre fue creado por Dios para vivir, no para enfermar y morir. En el propósito inicial del Creador no había lugar para ninguna forma de mal. Desde este planteamiento, cualquier tipo de enfermedad es algo que contradice el plan original para el ser humano y, todavía hoy, sigue estorbando el ansia natural de vivir que anida en el alma de la criatura humana. Es verdad que los deseos divinos fueron truncados prematuramente por la rebeldía del hombre y que, desde entonces, la humanidad padece sus dolorosas consecuencias. Sin embargo, la lucha de la medicina actual contra la enfermedad y el sufrimiento continúa siendo absolutamente legítima. La humanidad tiene el deber moral de conseguir para sí, las máximas cotas posibles de salud y plenitud vital. No obstante, esto no quiere decir que deba caerse en una sacralización de la salud o en los antiguos planteamientos del epicureísmo que consideraba la búsqueda del placer y del bienestar físico, como el fin supremo del hombre. Es cierto que la salud debe ser considerada como un bien, pero no es el bien absoluto. El creyente tiene que saber aceptar las limitaciones propias de su naturaleza presente. También el amor fraterno, la solidaridad con los necesitados o la entrega por el reino de
Dios y la proclamación del Evangelio, pueden demandar de nosotros que seamos capaces de exponer nuestra seguridad personal, de arriesgar la salud o incluso la vida ( 1 Jn. 3:16 ). Admitir y aceptar la enfermedad, cuando ya se han procurado todos los recursos espirituales y médicos para curarla, constituye un síntoma de madurez ya que supone reconocer la condición humana y saber afrontar la realidad del mundo en el que vivimos. No hay por qué sentirse fracasado cuando se pierde la salud.Para el cristiano, la propia enfermedad puede ser una auténtica escuela de madurez y descubrimiento de la verdad. ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE CRISTIANISMO Y DEPORTE Luis Fernando Aragón V., Ph.D., FACSM El deporte ha adquirido una importancia enorme en el mundo moderno. La superioridad política se define a menudo en el estadio deportivo. Un alto porcentaje de los programas de televisión son acerca de los deportes profesionales y aficionados. Millones de personas en todo el mundo están involucradas en ligas competitivas de todos los deportes. El cristiano se ve continuamente involucrado en el deporte competitivo de una u otra forma: participando activamente, como espectador, escuchando testimonios y opiniones de atletas cristianos e inclusive evangelizando y brindando cuidado pastoral a deportistas de distintos niveles. Algunos autores de sociología deportiva o de religión se han referido a aspectos del deporte en la vida moderna y su relación con el cristianismo, como el conflicto entre el llamado “instinto asesino” del deportista y el amor y la compasión cristianos, o la competición deportiva como culto (Hoffman, S.J.: “The Santification of Sport –La Santificación del Deporte-‐”, Christianity Today, Abril 4, 1986), o como el culto al cuerpo humano (Vaux,K.: “How do I love ME? -‐Cómo me amo YO-‐” Christianity Today, Setiembre 20, 1985). En algunos de estos casos lo que se hace es analizar el fenómeno deportivo con la ayuda de la Biblia, la Palabra de Dios. Pero también es necesario profundizar, partiendo de algunas verdades cristianas básicas, hasta qué punto el ideal Cristiano y el ideal deportivo son compatibles: en qué forma el deporte puede ayudar al ser humano moderno a ser un mejor cristiano, y a qué tipo de dificultades se enfrenta el atleta cristiano para vivir conforme a la voluntad de Dios. En este ensayo se proponen algunos principios bíblicos, y se discuten a la luz de la experiencia de los atletas. El deporte como apoyo al cristianismo Carácter No es nada fácil ser un atleta. La paciencia y la perseverancia que se requiere para practicar día tras día durante años, a menudo sin recompensas inmediatas, con el fin de obtener una medalla de oro, no se encuentra en todas partes. El verdadero atleta se somete a una vida muy rígida con el fin de conseguir su propósito. Y no es fácil ser cristiano. La rectitud y perseverancia que se requieren para complacer a Dios hasta el último de nuestros días tampoco abundan, y las tenemos únicamente por la gracia de Dios. Tanto el cristiano como el atleta saben muy bien lo que significa combatir plenamente dedicados a una meta. El Apóstol San Pablo compara la vida cristiana con una carrera, pero con un premio mucho mejor al final: “Ustedes saben que en una carrera todos corren, pero solamente uno recibe el premio. Pues bien, corran ustedes de tal modo que reciban el premio. Los que se preparan para
competir en un deporte, evitan todo lo que pueda hacerles daño. Y esto lo hacen por alcanzar como premio una corona de hojas de laurel, que en seguida se marchita; en cambio, nosotros luchamos por recibir un premio que no se marchita. Yo, por mi parte, no corro a ciegas ni peleo como si estuviera dando golpes al aire. Al contrario, castigo a mi cuerpo y lo obligo a obedecerme, para no quedar yo mismo descalificado después de haber enseñado a otros” (La Biblia DHH, I Corintios 9:24-‐27) Salud Todo cristiano debe cuidar su cuerpo y estar saludable (La Biblia, Eclesiástico/Sirácida 30:14-‐16), para poder servir a Dios lo mejor posible. El cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y Dios debe ser glorificado en el cuerpo (La Biblia, I Corintios 6:19,20). En los tiempos modernos en que el sedentarismo y el estrés son un serio problema para la salud de un alto porcentaje de la población, el deporte competitivo y recreativo juegan un papel muy importante al proveer la distracción y los estímulos fisiológicos necesarios para prevenir las enfermedades cardiovasculares, problemas de cintura, obesidad y otros males relacionados con el sedentarismo. Aún más, el atleta normalmente tiene mayores conocimientos sobre la nutrición y el cuidado del cuerpo, y los aplica. Por lo tanto, existen al menos dos ventajas para el cristiano en la práctica deportiva regular y disciplinada: le ayuda a crecer en el carácter que se requiere para ser un buen cristiano, y le puede ayudar a cuidar su cuerpo en la forma que Dios quiere que lo hagamos. El conflicto entre cristianismo y deporte ¿Dónde está mi fuerza? El atleta de alto rendimiento es disciplinado, y sabe que puede dominar su propio cuerpo. Sabe que es superior físicamente a la mayoría: su yo es más capaz que el de muchos otros. Pero ¿dónde reside a fin de cuentas la fuerza del cristiano? No en su juventud (La Biblia, Isaías 40:30), ni en su vigor o recursos (La Biblia, Salmo 33:16,17); no está en su grandeza o popularidad (La Biblia, Salmo 118:8,9). Si bien es cierto que hay un tipo de fuerza fisiológica que simplemente tiene que ver con la aptitud física, y otro que tiene que ver con la capacidad anímica y fuerza de voluntad, ambos están limitados por lo que cada persona tiene. Pero la fuerza y el vigor que vienen de Dios nada tienen que ver con los dos anteriores: dependen de temer a Dios, de confiar y esperar en El: “Ningún rey se salva por su gran ejército, ni se salvan los valientes por su mucha fuerza; los caballos no sirven para salvar a nadie; aunque son muy poderosos, no pueden salvar. Pero el Señor cuida siempre de quienes lo honran y confían en su amor, para salvarlos de la muerte y darles vida en épocas de hambre.” (La Biblia DHH, Salmo 33:16-‐19). ¿Qué tan importante es el deporte? Los deportistas están acostumbrados a darle prioridad al deporte por encima de su vida social, la diversión, el estudio, el trabajo, la familia, etc., y es cierto que es muy difícil obtener el éxito de otra manera. Al mismo tiempo, Dios quiere que mantengamos nuestras prioridades en orden. ÉL ES EL NUMERO UNO (La Biblia, Deuteronomio 6:4-‐ 5), y la salvación debe ser la preocupación principal de todo cristiano: “Ejercítate en la piedad; pues aunque el ejercicio físico sirve para algo, la piedad es útil para todo, porque tiene promesas de vida para el presente y para el futuro. Esto es muy cierto, y todos deben creerlo” (La Biblia DHH, I Timoteo 4:7b-‐9).
Para el cristiano El ser humano tiene una curiosa obsesión con el alto rendimiento, la belleza y la perfección. Supongo que será por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. ¡Qué interesante que conforme más se acerca el ser humano a la perfección, mayor es su fragilidad! Debe ser que debido al pecado el hombre y la mujer están condenados al caos y la imperfección y todo lo que hacen son vanos intentos por escapar de ahí. Sólo en Cristo, al final de los tiempos, alcanzarán las personas la verdadera perfección, y no habrá más lesiones, ni enfermedad, ni envejecimiento, y las marcas personales irán siempre en aumento, y nada de eso importará de todos modos, porque estaremos eternamente en la presencia de Dios (ver La Biblia, Apocalipsis 21:3-‐40). “Por eso nosotros, teniendo a nuestro alrededor tantas personas que han demostrado su fe, dejamos a un lado todo lo que nos estorba y el pecado que nos enreda, y corramos con fortaleza la carrera que tenemos por delante. Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona. Jesús soportó la cruz, sin hacer caso de lo vergonzoso de esa muerte, porque sabía que después del sufrimiento tendría gozo y alegría; y se sentó a la derecha del trono de Dios (La Biblia DHH, Hebreos 12:1-‐ 2).”