CURSO Concurso de cuentos VII CONCURSO ESCOLAR "CUENTOS SOBRE LA INMIGRACIÓN"

CURSO 2013-2014 Concurso de cuentos VII CONCURSO ESCOLAR "CUENTOS SOBRE LA INMIGRACIÓN" La Diputación de Valladolid ha organizado un concurso escola

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CURSO 2013-2014

Concurso de cuentos

VII CONCURSO ESCOLAR "CUENTOS SOBRE LA INMIGRACIÓN" La Diputación de Valladolid ha organizado un concurso escolar de cuentos con el fin de congtrubuir a la iniciación y promoción de la práctica literaria entre la población en edad escoalr de la provincia de Valladolid. El tema es la inmigración y la ingterculturalidad en cualquiera de sus facetas. Samuel y Héctor se han animado a participar. Cada uno ha escrito un cuento y ha hecho dibujos relativos a su cuento. Interesantes los dos. VACACIONES EN MURCIA CON PEDRO ¡Hola!, me llamo Samuel. Este verano fui a Murcia de vacaciones con mis padres y mi hermano Valentín. Cuando llegamos, le dije a mi padre que por qué había tantos inmigrantes y él me dijo que como era verano había más inmigrantes porque venían a trabajar al campo. Me contó que llegada esta época del año, muchas familias venían a Murcia para trabajar en la recolección de todo lo que se planta en las huertas de toda la región de Murcia. Un día que salimos a dar un paseo, me encontré con un niño inmigrante. ¿Sabes por qué sabía que era inmigrante? Pues porque tenía toda la ropa rota y no tenia zapatos. - ¡Pobre niño! - dije yo - no tiene ni zapatos y parece que tiene mucha hambre. Sin pensarlo dos veces, me fui corriendo a casa y le traje una sopa calentita y le invitamos a dormir en nuestra casa. Al día siguiente, unos niños muy malos, no dejaron de insultarle, de pegarle, y lo más malo fue que le tiraron piedras muy grandes al niño. Se me había olvidado preguntarle cómo se llamaba y cuantos años tenía él me dijo que se llamaba Pedro y tenía 10 años como yo. También le dije que dónde vivía y me contestó que el año lo pasaba en Madrid, pero que en el verano iban por toda España buscando trabajo en el campo, aunque a él no le dejaban trabajar. Así que el tenía que quedarse sin hacer nada, ahí sentado, pidiendo dinero suficiente para comprarse ropa y unos zapatos así que yo le ayude a conseguir el dinero . Al día siguiente nos faltaba un poco de dinero para la ropa hasta que conseguimos el dinero. Pedro gritó con todas sus fuerzas: - ¡Por fin tenemos el dinero suficiente para comprarme la ropa! CURSO 2013-2014

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A la mañana siguiente mi familia invitó a Pedro a ir a Terra Mítica, un parque de atracciones que nos encanta a los niños. La primera atracción que fuimos era mi favorita una de que te subías en un vagón y vas disparando a unos monstruos que llevan unos puntos rojos. La siguiente atracción era de agua. Te subías en una barca y desde15 metroste tirabas hasta abajo. ¡Qué guay! Después paramos a comer y descansar un poco. Cuando terminamos de comer fuimos a simulador 3D que temblaba. Eso se movía que hasta que se le cayeron las chanclas a todo el mundo menos a los que llevaran playeros. Para terminar nos fuimos… ¡a ver si lo adivináis!. Pues a los autos de choques. ¡Cómo nos lo pasamos! Bueno, vamos a seguir. Cuando llegamos a casa, empezamos a cenar. Teníamos un hambre que nos lo comimos todo en 5 minutos. Al día siguiente quedamos con Manolo, un amigo de mi padre que tiene un barco precioso. Le pedimos permiso para llevar a Pedro y nos dejó. Cuando embarcamos y nos fuimos a un lugar que cubriera más nos empezamos a tirar al mar. ¡Qué fría estaba el agua!. Estaba tiritando hasta el pelo. Nos invitaron a cenar en su casa. ¡Qué contentos estábamos! Pedro no se lo podía creer. Pedro me dijo al oído que echaba de menos a sus padres. Al día siguiente le llevamos a Pedro con sus padres y les dijimos que cuando iban a terminar el trabajo, que Pedro los echaba de menos y ellos nos dijeron que les faltaba un día de trabajo. Les dije a mis padres que si mañana podríamos hacer algo especial para estar el último día con nosotros y ellos me dijeron que vale, que íbamos a hacer lo que más le gustara a Pedro. Le pregunté y él me dijo que lo que más le gustaba era ir a la playa con nosotros y sus padres. Fuimos todos juntos a una zona que yo llamo “la playa de las olas”. En esa playa hay unas olas enormes. Lo que más mola es meterte con la tabla de surf. Ahí te metes muy lejos de la orilla y si la ola es muy grande hasta te puede llevar a la orilla. Luego, en la playa, fuimos con mi madre y la de Pedro a dar un paseo por la orilla. Vimos unos peces muy bonitos y también encontramos un cangrejo muy grande. Después, con mi padre y el de Pedro, jugamos al fútbol. Fue un día increíble. Ese día pedro ya se iba a su casa de Madrid porque ya no había trabajo para sus padres en Murcia. También era nuestro último día de vacaciones porque mis padres tenían que volver a trabajar. Me despedí de él y le dije que le echaría mucho de menos de menos. Y mientras mi madre compraba ropa para ella, nosotros nos fuimos ala bolera. Mipadre era un abusón. Ese fue el mejor verano de mi vida porque además de estar de vacaciones, he aprendido que tengo mucha suerte de tener una familia que me cuida y que me ayuda a crecer. Ahora me toca a mí hacer algo por los demás.

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MI GRAN INMIGRACIÓN Hola chicos y chicas. Esta es la primera vez en mi vida que salgo del país. Nos vamos a vivir en otro país porque mis padres no tienen trabajo en nuestro país llamado Malí, que está en África. ¡Ah!, por cierto, me llamo Ruth. Mi madre se llama Gavi y mi padre Gustave. Me despido de mis amigos y familiares para ir a España. Es un largísimo camino en un autobús, luego en barco y después otra vez en un autobús. Desde Bamako (mi pueblo de Malí) hasta Valladolid (una ciudad de España) hay 3.244,15 kilómetros. Una burrada de kilómetros. El día del viaje me han levantado muy pronto y ya estoy en el autobús con mis padres y me pregunta mi padre: - ¿Quieres practicar español? - Vale – respondí. - ¡Buenos días!, vamos dilo – me insistió mi padre. - Buonos díus. - No, así no, buenos días – repitió mi padre. - Buenos días – dije por fin. - Muy bien Ruth – se alegró mi padre. Y seguimos así durante horas y horas. Aprendí muchas palabras sencillas en español, pero me costó mucho aprenderlas. ¡Qué dura es la vida de los emigrantes e inmigrantes…! Y eso que sólo acabamos de empezar el viaje en autobús. Después de muchas horas de viaje en autobús por carreteras de arena llegamos al puerto. Era un barco pequeñito, pero como es la primera vez que voy en barco, estoy emocionada. Mientras navegamos por el mar, se veían peces por todas partes y de repente saltan tiburones con una nariz alargada, nada más verlo le digo a mi padre: - ¡Papá, cuidado, tiburones voladores! - No te asustes, son delfines.- me intentó consolar.

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- ¿Deflisen? - No, delfines, son nuestros amigos del mar. - Que cursilada papá. - ¿Cómo es que te sabes esa palabra? - me preguntó. - ¿No la acabamos de aprender? - No - me contestó. Me costó mucho dormir en el barco, porque las olas hacían que mientras estaba en el suelo del barco parecía que todo me daba vueltas. Menos mal que con el paso de los días y de las noches me fui acostumbrando. Lo peor era el rato de la comida, mejor dicho, después de la comida, porque mi estómago quería vomitar todo lo que entraba por la boca. Como las olas hacen saltar el barco, todo lo que comía también saltaba dentro de mi estómago. Cuando llegamos a España, hacía menos calor. Me gustaba, pero menos que Malí. Mi madre me dice que como va a tardar un poco el autobús, tenemos que esperar un rato. Mientras tanto, toda mi familia volvimos a practicar español y, otra vez, me aburría como una ostra. El autobús por fin llegó y voy de camino a Valladolid. Noto muchas diferencias con mi país. Este autobús es muchísimo mejor, la carretera está asfaltada, no hay casi ningún niño negro… Cuando llegué a mi nueva casa, no me podía creer que fuera más grande que las demás de Malí, pero había muchísimas casas aún más grandes. A pesar de todo, tenía un grifo que salía agua corriente, y tenía luz en todas las habitaciones, y no estaba en un quinto piso, y … tantas cosas que me llaman la atención que no me puedo dormir. Dentro de un mes empiezo el colegio y conoceré a muchos niños y niñas. Espero que sean buenos con migo… Mientras tanto, aprenderé más cosas en español e intentaré no aburrirme más. Quiero ir al colegio para tener amigos y poder leer y escribir. En mi pueblo no se me daba mal, pero claro, ahora tengo que hacerlo en español y va a ser difícil. ¡Estamos en septiembre! ¡Y ya es hora de in al cole! Me han puesto en tercero. ¿Qué es eso? Voy a conocer a la gente. Hay unos chicos que me gustaría conocer, son los más mayores. Que están en sexto. Sigo pensando qué es eso… bueno, da igual, los voy a conocer: - Hola, me lla…- me cortaron. - ¡Y a mí que me importa como te llamas negra! - me contestaron. - Solo quería… - le contesté yo. - ¡Que no me hables! – gritaron sin mirarme Y comenzaron a pegarme. Menos mal que una chica me defendió: - ¡Dejadla en paz! - dijo la chica. - ¡Tú fuera de aquí! ¡Que nadie te ha invitado!

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La pegaron. Y otra vez a mí. Me sentía culpable de que la pegaran. - ¿Estás bien? - la pregunté. - Sí, ya estoy acostumbrada - me contestó. Después de unos segundos empecé a llorar. Cuando me vio la profesora, me preguntó que qué me pasaba, pero no contesté. Llegué llorando a casa y mis padres me preguntaron otra vez que qué me pasaba, pero seguía sin contestar. Al día siguiente, mi madre preguntó a la profesora: - ¿Qué le pasa a Ruth, que viene llorando del colegio? - No lo sé, la vi llorando cuando entró en clase después del recreo… - Si no le importa, ¿podrías echarle un vistazo en clase o en el recreo? – dijo mi madre. - Vale, quédate tranquila, que yo me encargo – dijo la maestra. En el recreo, los mayores vieron a la profesora rondando donde yo estaba y no me pegaron, pero cuando ella se da la media vuelta, me pegan. Al terminar la clase, mi madre se acercó a la profesora y la preguntó si había pasado algo. La profesora contestó que no he visto nada, pero que la niña seguía llorando pero a ella no le contaba nada. Entonces día tras día, nos pegaba, hasta que nos enfadamos y se lo dijimos a nuestros padres y también a la profesora, que estaba realmente preocupada por esta situación tan injusta. A los niños mayores que nos pegaban, les expulsaron una semana sin venir al colegio con un expediente para toda su vida y además tenían que ven ir por las tardes castigados con sus padres para tener unas charlas en el colegio para aprender a tratar bien a todo el mundo. Cuando llegaron por la mañana, después del castigo, ya no nos pegaba. ¡Qué a gusto es estar ya sin amenazas! Así se puede aprender de todo. Esta historia enseña a ayudar a los demás, decir a los profesores los que nos pasa y a ver lo que nos puede pasar si pegamos a los demás.



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