De Barcelona a Canarias a

De Barcelona a Canarias. 19-11-01 a 5-12-01 cuando llevaba apenas dos horas de navegación, una ligera bruma fue desdibujando y apagando la tenue lí

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Miguel A. Granada Universitat de Barcelona
MUERTE Y PERMANENCIA DE LA SUSTANCIA EN VIRGILIO, OVIDIO Y LUCRECIO Miguel A. Granada Universitat de Barcelona ABSTRACT After a few historical refer

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De Barcelona a Canarias.

19-11-01 a

5-12-01

cuando llevaba apenas dos horas de navegación, una ligera bruma fue desdibujando y apagando la tenue línea de costa. Pronto sólo veía agua a mí alrededor. Bajo las velas desplegadas del velero, este sería mi paisaje durante las próximas semanas hasta las Islas Canarias y así sucesivamente durante los próximos cuatro años. Me recorrió un ligero escalofrío y respiré hondo. Por delante, todo un mundo por descubrir, paso a paso, milla a milla, de forma lenta pero inexorable. Atrás quedaban las prisas y los nervios de las últimas semanas, que fueron muchos. Siempre tenía en las manos una larga lista de tareas que en vez de disminuir, parecía alargarse cada día y algunos sistemas informáticos y de comunicaciones del barco se negaban a funcionar dos días seguidos sin perder la configuración. De hecho salí tres semanas más tarde de lo previsto, aunque de todas formas dos fuertes e inusuales temporales sucesivos, uno del Norte y otro de Levante que causaron grandes destrozos en la costa, tampoco me lo hubieran permitido. Los últimos días casi temía encontrarme con conocidos, - ¿Pero no te habías ido?. explicaciones.

Y yo casi me sentía culpable dando

En parte el responsable era yo, pues desde la presentación oficial de “La Ruta del Café” dos meses antes de la partida, había promovido con cierto éxito una campaña de divulgación de la que se hicieron eco casi todas las emisoras radiofónicas, las televisiones locales, revistas,

periódicos, en un afán de corresponder en parte a mis apreciados patrocinadores. Finalmente se terminaron las excusas: un parte meteorológico favorable me hizo levar anclas un lunes 19 de noviembre del 2001. En el muelle del club se habían congregado familiares y amigos para despedirme y tomar juntos el último café durante un tiempo. Algunos me acompañaron en una lancha del Club hasta la bocana del puerto. El cameraman de Thalassa tomaba planos temerarios de los últimos momentos para TV3. Pronto, sólo agua y silencio por todas partes. Poco viento. Se había anunciado viento de componente Este, de fuerza 5 a 6 y llegó puntualmente a su cita al anochecer. No pararía, incrementándose - o debilitándose en algunas ocasiones durante unas pocas horas, como si quisiera tomar carrerilla -, hasta hacerme refugiar días más tarde en Almería. La ventaja que tenía es que ese viento me favorecía al venirme por popa. La navegación aparentemente se hacía sin dificultades al ir en dirección del viento y de las olas que poco a poco iban siendo mayores. En algún momento, una ola mayor que las otras hacía guiñar el barco y le impulsaba seguidamente hacia delante por encima de la cresta. El piloto automático de viento lo volvía a su cauce de inmediato, mientras yo, dentro de la cabina intentaba aguantarme el mareo lo mejor que podía. Siento un cierto rubor al decirlo, pero debo confesar que me mareo siempre los dos o tres primeros días de navegación, haga el mar que haga, si hace tiempo que no navego y esta vez no sería una excepción. Pasé dos días mal, en ayunas y creo que aun entregué a los peces la cena de despedida de días antes. Pero el tercer día todo volvió a la normalidad y la vida a bordo empezó una rutina organizada

independientemente de la mala mar que cada vez empeoraba. Recuerdo con fruición el laborioso pelar de unas sardinas en escabeche de las que una amiga me había preparado cuatro kilos: con una rebanada de pan con tomate, ¡estaban de muerte!. Daba cierta pereza iniciar la labor, por el movimiento tipo coctelera del velero que te obligaba a estar apalancado de pies y manos para no salir rebotando, pero el resultado valía la pena. Una dificultad añadida al preparar las comidas era que el horno microondas no tenía una suspensión tipo cardan y sólo podía cocinar o calentar dentro de recipientes cerrados. Del café me hacía cafeteras de dos raciones por vez, porque una ya la perdía por las salpicaduras. Voy doblando cabos cual esquinas marinas. Primero La Nao, después Palos y finalmente Gata, tras el cual apunto directo al Estrecho de Gibraltar, la puerta de salida del Mediterráneo. El viento continúa arreciando del Este y en un momento dado la Radio Costera de Gata, puntual en sus partes meteorológicos cada dos horas, anula los partes anteriores y anuncia que el temporal actual va a incrementarse considerablemente. Visto u oído lo cual, decido apuntar al puerto más cercano, Almería, que ya había rebasado, donde mojado, cansado y feliz, entré de noche, unas horas más tarde. Ya seguro y tranquilamente amarrado en un pantalán del Club de Mar, no me podía creer que fuera rugiese el mar. Los ferrys del Estrecho habían suspendido sus viajes y un buen número de buques esperaban anclados en la rada una mejoría del tiempo. Duermo como un bendito, oyendo silbar el viento entre las jarcias, pero quieto.

Almería Tenía por delante un par de días como mínimo y decidí aprovecharlos, llamando primero a un tostador de Almería asociado del FORUM CULTURAL DEL CAFE, D. Sebastián Salmerón. Ya no pude hacer nada más: a la media hora me venían a buscar para ir

a su fábrica. Allí pasé la mañana recorriendo sus instalaciones, que me sorprendieron por su orden y pulcritud, más propios de un laboratorio que de un tostadero, con la sección de tostar enmoquetada. Vi, olí y degusté mezclas y variedades de calidad, especialmente una que no había tenido nunca ocasión de probar: el “paracatú”, un tipo de café brasileño al que se le deja fermentar sin descascarillar con el grano dentro de la baya un mayor tiempo de lo normal, lo que traslada al grano verde parte de los azúcares de la pulpa y le confiere un ligero olor dulzón que después se traslada al grano tostado y finalmente a la taza. La jornada, ahora acompañados por su simpática esposa Dª Inma, prosigue en el “Mesón del Toro” de Aguadulce, donde cómo no, nos servirán un monumental y excelente “rabo de toro” regado con un gran Viña Ardanza. Más tarde visitaremos una cafetería modélica. Su propietario, el Sr. Alonso, es otro que tiene café en las venas y todo el local lo respira. Dos máquinas de café expreso superautomáticas aseguran una elaboración de calidad constante e impecable de una buena mezcla. La decoración con temas cafeteros y muestras de granos de diversas procedencias. El día terminó charlando de café por los codos y programando actividades de divulgación como un núcleo del FORUM CULTURAL DEL CAFE en Almería. Inma, Sebastián, Alonso: gracias. Fue un día para recordar, un regalo fuera de programa.

Hacia Canarias Al día siguiente visito la Torre de Control del puerto en busca de información meteorológica. Una majestuosa y grácil construcción con una amplia sala acristalada en la cúspide domina todo el panorama. Multitud de enormes pantallas van siguiendo la evolución de los buques en todo el Mar de Alborán, desde Cabo de Gata a Gibraltar, como si de un juego se tratara. De cada buque se sabe su origen,

destino, carga... Consultadas las previsiones, no son muy buenas pero tampoco malas y decido reemprender la marcha hacia el Estrecho. Sin término medio, se suceden trechos de poco o demasiado viento. Chubascos frecuentes. Frío. Mucho tráfico que impide conciliar el sueño aun a pequeños intervalos y un radar haciendo sonar las alarmas continuamente. Por fin, dejo Gibraltar por popa y pongo proa a Las Canarias, sin casi viento una vez doblado el Cabo Espartel. Tardé horas para ello, pues sólo pasar Tarifa al mediodía, no se me ocurrió otra cosa que arreglar las velas y poner el piloto de viento a rumbo sin contar con una fuerte corriente de casi tres nudos que me devolvió al inicio del Estrecho sin darme cuenta de ello, yo bien enfrascado en la cocina. Tuve que poner en marcha el motor principal y desgraciadamente dejar de respetar las normas de circulación y separación de tráfico para volver a la ruta adecuada sorteando cargueros. De madrugada, a unas 15 millas de la costa marroquí, floto lánguidamente en un mar inmóvil y silencioso. En un momento dado, oigo el sonido de una potente motora - que debería ser pequeña pues el radar no la detectó - acercándose y parándose súbitamente. Con mi potente foco intento taladrar la oscuridad y no veo nada, pero se me ocurre dar unos fuertes gritos llamando a una tripulación inexistente,

- Antoine, Philipe, Peter, ici, venez rapidement!!!, Por lo que fuese, la motora se puso en marcha nuevamente y se alejó. Por precaución apagué las luces de posición y dejé que la ligera brisa me fuera alejando del lugar. Uno ha oído hablar de piratas o más bien del pirateo con el que algunos pequeños mercantes o pescadores redondean sus ingresos en algunas partes del mundo como Venezuela, Colombia o Indonesia, pero siempre se piensa que esto es algo lejano

e improbable con un poco de fabulación. Lamentablemente no es así: dos semanas más tarde me llegaría la noticia del asesinato de Peter Blake, el gran navegante neozelandés, en un asalto a su velero anclado a pocos metros de la orilla en Macapá, cerca de la desembocadura del Amazonas en Brasil. Amaneció con un viento del Nordeste que con mayor o menos intensidad ya no me abandonaría hasta Las Palmas. Los días que siguieron fueron los típicos de una navegación oceánica, donde sólo hay mar alrededor, poco tráfico y viento fluctuante que a veces escasea y otras te hace disfrutar surfando como un chaval con plancha nueva. Todo amenizado con ese mar de fondo de largas olas que parecen venir del infinito y convierten al velero en un tobogán de juguete. Una se subió encima convirtiendo al barco en un submarino durante unos interminables segundos en que comprobé que tengo goteras importantes a través de un par de portillos: será una de las reparaciones a realizar en Las Palmas a la llegada. Bajo el aparente mar desierto bulle un mundo de vida: me cruzo con delfines saltarines por todas partes, con cuatro ballenas respirando ruidosas e inmutables y con un par de tortugas flotando perezosamente. Un hermoso dorado de casi un metro comete el desliz de morder mi anzuelo de curricán y tardaré toda una noche en subirlo a bordo, pero me proveerá de proteínas frescas hasta Las Palmas, donde llego el 5 de diciembre, de madrugada, frenando para no llegar de noche. Hacía ya 17 días que había salido de Barcelona y tenía la sensación de que podía continuar navegando eternamente, sin parar. Tras las dos horas de rigor deambulando de punta a punta por la Dársena Deportiva del puerto sin que nadie respondiera a mis llamadas por la emisora, me abarloo a una motora y a pié persigo a alguien hasta conseguir un amarre. Bien instalado y antes de que el cansancio se manifieste, me dedico a organizar una jornada cafetera

con los asociados del FORUM de Las Palmas y a contactar con el mítico Rafael del Castillo para que me localice un técnico electrónico que necesito para poner a punto la emisora BLU, no sea que el inminente puente de la Constitución y la Inmaculada me los haga desaparecer hasta la próxima semana.

Canarias He tenido suerte con los ocupantes del pantalán, veleros y motoras por un igual. La mueca inicial de saludo deja paso a un ¡hola, qué tal! que paulatinamente asciende hasta una calurosa acogida a los pocos días de mi estancia y un interés real por ”La Ruta del Café”. Uno me acompaña en su coche por toda la ciudad y me lleva a establecimientos industriales para adquirir ventajosamente material necesario y me lleva hasta un escondido metalista que me hace una docena de piezas reemplazando las defectuosas y mal concebidas piezas con las que el astillero de mi velero cree equivocadamente que se pueden cerrar herméticamente los portillos. Casualidades de la vida, mi vecino de amarre me dice que hace un par de años navegó unos días en un velero de 15 metros de mi misma marca, que era una pasada de lujo y espacio, pero que - palabra de navegante, yo no había dicho nada -, sufrieron continuamente goteras por todos los portillos!!!. Otro se hace cargo de los gastos de amarre y no permite que pague nada, considerándome su invitado. Un tercero que oye que tengo problemas con el ordenador portátil, me invita a ir a su oficina donde una joven informática me los soluciona. De tanto en tanto alguien vocea mi nombre y me reclama en su velero donde con unos amigos está haciendo un aperitivo o una merienda...

El próximo día 18 daré una charla sobre el Café y esta Ruta en los locales del Real Club Náutico de Las Palmas, con la ayuda y colaboración de dos asociados canarios del FORUM: Cafés Tirma y Cafés Ortega. Estoy a la espera de unos reportajes en los dos periódicos locales y en un par de emisoras de radio. Para vuestro gobierno: voy en pantalón corto y camiseta por todas partes, los restaurantes son buenos y baratos y las canarias... ¡pero qué os voy a contar, qué dura es la vida del navegante! Albert Solà

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