De Hiroshima a Bagdad: el oscuro camino del periodismo y la guerra

XI Congreso Internacional de ALADAA González Silvia Lidia De Hiroshima a Bagdad: el oscuro camino del periodismo y la guerra Silvia Lidia González U

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XI Congreso Internacional de ALADAA González

Silvia Lidia

De Hiroshima a Bagdad: el oscuro camino del periodismo y la guerra Silvia Lidia González Universidad de Los Andes / El Colegio de México Venezuela – México D.F. Resumen

La manipulación que se ha experimentado a través de los medios de comunicación masiva, que cubrieron las hostilidades en Iraq, ha sido una práctica más evidente que en otras ocasiones así como reiterativa de un ejercicio de poder y presiones sociales que históricamente han caracterizado al periodismo en épocas de conflicto. Este trabajo esboza el camino del periodismo en tiempos de guerra, en una visión paralela desde la Segunda Guerra Mundial, que culminó luego del lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, hasta los recientes ataques en Bagdad, la capital Iraquí. Además, revisa la manera en que el periodismo ha sido cómplice y víctima al mismo tiempo de la manipulación y las acciones bélicas que terminan sacrificando a las culturas y sociedades. El análisis detallado del caso del bombardeo atómico sobre Hiroshima permite a la autora plantear lo que llama un «modelo atómico de comunicación» vigente en tiempos de guerra, que lo mismo describe la manera en que actuaban los medios periodísticos al final de la Segunda Guerra Mundial, que en el actual entorno bélicoinformativo.

The manipulation experienced through news media covering the hostilities on Irak has been a more evident practice than in other times, as well as a repeated exercise of empowerment and social pressure that historically have described journalism on conflict times. This work traces the direction of journalism on war times, in a comparable vision from the Second World War that ended after atomic bombs were dropped on Hiroshima and Nagasaki, until the recent attacks on Baghdad, the capital city of Irak. Besides, it is a review of the mode in which journalism has been, at the same time, accomplice and victim of manipulation and warfare actions that at the end sacrifice

cultures and society. The detailed analysis of the atomic bombing of Hiroshima allows the author to propose what she calls an «atomic model of communication» applied during war times, which describes the behavior of news media at the end of the Second World War in the same way that happens at the present conflict.

Introducción

Horas antes de ordenar el inicio de los ataques contra Iraq, en marzo de 2003, el presidente de Estados Unidos advirtió a la opinión pública mundial: “llegó el momento de la verdad”. La sentencia no sólo anunciaba el comienzo de una guerra en el campo real, sino la marca de una etapa que irónicamente estuvo llena de mentiras. Como muchos lo han repetido, cuando inicia un conflicto bélico, la primera víctima es precisamente la verdad. La manipulación que se ha experimentado a través de los medios de comunicación masiva, que cubrieron las hostilidades en Iraq, ha sido una práctica más evidente que en otras ocasiones así como reiterativa de un ejercicio de poder y presiones sociales que históricamente han caracterizado al periodismo en épocas de conflicto. Este trabajo esboza el camino del periodismo en tiempos de guerra, en una visión paralela desde la Segunda Guerra Mundial, que culminó luego del lanzamiento de bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, hasta los recientes ataques en Bagdad, la capital iraquí. Además, repasamos la manera en que el periodismo ha sido cómplice y víctima al mismo tiempo de la manipulación y las acciones bélicas que terminan sacrificando a las culturas y sociedades.

DE HIROSHIMA A BAGDAD La historia del periodismo registra, desde sus orígenes, una estrecha y comprometida relación con el poder.

Muchas de las antiguas gacetas nacieron a la sombra de la

autoridad de las monarquías europeas, y los impresores que intentaban defender las causas civiles, eran vigilados cercanamente. Numerosos ejemplos largo de la historia nos

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hablan de esa relación del periodismo y el poder, que es aun más evidente en tiempos de conflicto. Durante la Primera Guerra Mundial, en el siglo XX, el Comité de Información Pública de Estados Unidos, o Comité Creel, sería el antecedente de una orgánica sistematización de la censura y propaganda que se heredaría a posteriores conflictos. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, se crearon la Oficina de Información de Guerra (Office of War Information, OWI) y la Oficina de Censura, acorde con el pensamiento del presidente Franklin D. Roosevelt:

Todos los americanos detestan la censura, tanto como detestan la guerra. Pero la experiencia de ésta y otras naciones ha demostrado que cierto grado de censura es esencial en tiempos de guerra, y estamos en guerra... Es necesario para la seguridad nacional que la información...sea escrupulosamente retenida en las fuentes...1.

Además del silencio impuesto por la censura, hubo difusión de ciertos mensajes bajo la óptica del poder. Los objetivos de la propaganda durante la Segunda Guerra Mundial eran la propagación de mensajes que favorecieran las causas bélicas dentro del propio país, que alimentaran la moral de lucha de los militares al frente de batalla, mientras que hacia el exterior se trataba de atacar la moral del enemigo y proyectar una imagen de poder, para impactar a los grupos sociales contrarios sobre la inutilidad de los esfuerzos bélicos de su país. El análisis detallado del caso del bombardeo atómico sobre Hiroshima me ha permitido plantear lo que llamo un «modelo atómico de comunicación» vigente en tiempos de guerra, que lo mismo describe la manera en que actuaban los medios periodísticos al final de la Segunda Guerra Mundial, que el actual entorno bélico-informativo.

MODELO ATÓMICO DE COMUNICACIÓN El modelo clásico de comunicación humana hace una propuesta lineal y sencilla, identificando a estos actores: fuente, emisor, signo, canal, receptor y destino, agregando

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entre ellos el mensaje e incluso la eventual interferencia en el proceso, identificada como ruido. Desde la visión aristotélica de la comunicación, donde había un hablante, un argumento, un discurso y uno o varios escuchas, hasta este tipo de modelos, no hay grandes variantes, aunque sí valiosas aportaciones sobre la complejidad de estos procesos. Aplicado al periodismo impreso, el modelo básico se ilustra de esta manera: la información periodística se genera en una fuente, que puede ser cualquier corporación, individuo o suceso que posea información de interés general y apertura para la divulgación de la misma. El informe de una fuente es recopilado y codificado por un emisor (el periodista), que utiliza un medio de divulgación (prensa) para elaborar un mensaje (noticia, editorial, etc.) que llegará al receptor (público, lectores). El receptor es un ser social, un individuo dentro de un gran grupo, quien, por ser parte del público de un medio masivo, estará realizando el proceso de descodificación sobre las mismas noticias, en un acto simultáneo con miles de lectores más, y que en ocasiones estimula una respuesta o retroalimentación. En el «modelo atómico de comunicación» que proponemos, vigente en tiempos de guerra, hay características que tienen relación con las condiciones políticas que fortalecen a ciertos grupos, importantes como fuentes informativas. Éstas se vuelven predominantes y se proponen deliberadamente influir en los receptores, utilizando a los emisores y sus medios informativos. Por otro lado, las circunstancias sociales, psicológicas, así como condiciones políticas y económicas, generan ansiedad, curiosidad, necesidad informativa, que se transforma en una mayor demanda de noticias. El público quiere saber más, consume más información (se incrementa la circulación de diarios, en la media de lo posible surgen medios alternativos, etc.). Todo esto como producto del rol activo que también desempeñan los receptores en el proceso comunicativo o, como lo ha explicado Schramm, “es tan significativo decir que B (receptor) actúa en los signos como que ellos actúan en B...”2. Ambos extremos del modelo comunicativo ejercen presión hacia el centro de esta cadena, con consecuencias sobre los emisores, sus medios y sus mensajes. Por un lado se detecta la fuerza de las fuentes con la intención de controlar a los medios, y por el otro la fuerza ejercida por los receptores, como sociedad demandante de información. El 3

resultado es una presión sobre el centro de la cadena, particularmente obvia en los mensajes informativos. El propuesto «modelo atómico de comunicación» se llama así porque en él operan presiones desde el exterior, hasta el núcleo o centro del proceso comunicativo, de la misma forma en que se lleva a cabo el principio físico de la implosión, que se aplicó por primera vez en la bomba atómica arrojada sobre Nagasaki. La presión de los extremos genera un choque de átomos en el núcleo, que desencadena posteriormente una explosión de gran poder. En este modelo las circunstancias de poder de las fuentes informativas, y de ansiedad y tensión de la sociedad, generan esa presión hacia los medios, que a su vez producen una explosión informativa, con efectos expansivos, poderosos, a veces mortales, duraderos, o en ocasiones, inofensivos. Este tipo de presiones, o las circunstancias de las que provienen, nos permiten entender de alguna manera por qué luego del lanzamiento de la bomba atómica se generaron mensajes que ahora nos parecerían inverosímiles, por qué hubo deficiencias y faltas en el periodismo, y al mismo tiempo explican por qué la sociedad —los lectores de los diarios— creía o adaptaba sus puntos de vista a versiones ampliamente divulgadas, aunque no necesariamente ciertas, o bien fundamentadas. Estas influencias de ambos extremos de la cadena comunicativa sobre los medios informativos fue evidente en los mensajes o las noticias que éstos divulgaron (incompletas, falsas) y que fueron –como antes mencionaba– una especie de partículas radiactivas con efectos diversos sobre el público. Entre ellas, un prolongado estado de desinformación, confusión e indiferencia a temas que ameritaban mayor investigación3. Las presiones de las fuentes oficiales de los grupos de poder, y de la sociedad demandante de información, continuaron de alguna manera en los momentos más críticos de la Guerra Fría que enfrentó a Estados Unidos y la Unión Soviética como las superpotencias con mayor influencia política, económica y el armamento más destructivo del mundo. El repaso a esta historia de control informativo contempla acontecimientos recientes entre el Pentágono y los periodistas norteamericanos, en plena tensión con Iraq, y se asemeja a los no muy lejanos episodios de la persecución contra Osama Bin Laden y el 4

régimen talibán, en Afganistán. Un poco más atrás se reproducen experiencias similares en la Guerra del Golfo Pérsico (1991); en las invasiones a Panamá (1989) y a Granada (1983). Y, de alguna manera, se habían presentado otros controles en Vietnam (1961-1975) y Corea (1950-1953). Las mismas presiones que describíamos en el «modelo atómico de comunicación», están presentes en los conflictos recientes. Nuevamente, los poderosos se erigen como fuentes informativas y crean estrategias para influir deliberadamente en los mensajes periodísticos. Fue el caso, por ejemplo, de la creación de la Oficina de Influencia Estratégica (OSI, por sus siglas en inglés) a raíz de la declaración de guerra que virtualmente hizo el gobierno de Estados Unidos al terrorismo, luego de los ataques a objetivos americanos, en septiembre de 2001. Entre algunas voces de indignación y otras de defensa, la OSI desapareció, en febrero de 2002. Sin embargo, los objetivos de influencia se mantienen. Así lo describió el editor de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet: “... la administración norteamericana ha advertido a la prensa, y la prensa lo ha aceptado, que no dirá todo lo que ocurre con el conflicto...”4 Cuando Estados Unidos inició los bombardeos en Afganistán, el presidente George Bush anunció que compartiría la información sobre el progreso de la guerra con ocho de los 535 miembros del Congreso, para impedir que los políticos compartieran información con los reporteros. En ese mismo contexto de la guerra contra el terrorismo se creó también una Oficina para la Seguridad de la Patria, dentro de la Casa Blanca y se aprobaron en las cámaras de representantes legislaciones con nombres orwellianos (PATRIOT) para autorizar abiertamente al FBI a espiar las comunicaciones civiles, como la telefonía celular e Internet. En The New York Times del 7 de octubre de 2001 se aludía en varias declaraciones al control sobre la prensa, en versión del vocero presidencial Ari Flescher, quien se quejaba porque los periodistas estaban haciendo “demasiadas preguntas que, a mi parecer, el pueblo estadounidense prefiere que ni se pregunten ni se contesten” 5. En lo que Verónica Forwood, presidente de la filial británica de Reporteros sin Fronteras llamó “una maniobra extraña y sin precedentes”, las cinco principales cadenas informativas de TV norteamericanas, “CNN, NBC, ABC, CBS y FOX News Channel, han 5

aceptado el llamado a la censura de la consejera de seguridad del presidente norteamericano, Condoleeza Rice6. En todo este tiempo, la tendencia del periodismo en la cobertura de conflictos, ha estado permeada, en diferentes modalidades bajo el mismo espíritu controlador, por órdenes de censura y campañas de propaganda y apelaciones patrióticas.

BAGDAD 2003 En ese contexto llegamos al conflicto de Estados Unidos con Iraq en marzo de 2003, al "momento de la verdad" -repitiendo la sentencia del presidente Bush- es decir, a la guerra y nuevamente a las mentiras. En este ciclo comunicativo sobre la guerra, intervienen nuevamente los mismos actores: las fuentes (papel que suelen apropiarse los grupos de poder: militares, oficiales de gobierno, presidentes), los emisores, sus medios y mensajes y los receptores, nuestras sociedades sometidas una vez más a la tensión y ansiedad que generan los conflictos. Desde nuestra perspectiva occidental y occidentalista se repite un esquema como el del final de la Segunda Guerra Mundial, con la predominante versión de Estados Unidos en el mundo sobre una remota información por parte del "enemigo" que (como lo fue Japón, como lo fueron Corea, Vietnam, Afganistán e Iraq) son presentados de manera reiterada ante nuestros ojos como los países equivocados, intolerantes, provocativos, necesitados de ayuda norteamericana para poder conocer la democracia, las libertades y la civilización. Por otra parte, el periodismo ha asumido un papel propagandístico y patriótico que se convierte en un ejercicio de maniqueísmo al que se han referido intelectuales como el lingüista Noam Chomsky, al describir a la sociedad (principalmente norteamericana) como parte de un rebaño desconcertado que “se encuentra, además, marginado, dirigido, amedrentado, sometido a la repetición inconsciente de eslóganes patrióticos, e imbuido de un temor reverencial hacia el líder que le salva de la destrucción” 7.

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Cuando establezco un mismo camino del periodismo desde Hiroshima a Bagdad, me refiero a la reproducción de versiones como la del presidente Harry S. Truman, quien anotaba en su diario, en julio de 1945: ...Aun cuando los Japs8 son salvajes, despiadados, inmisericordes y fanáticos, nosotros, como el líder del mundo para el bienestar común...emitiremos un informe de advertencia, pidiendo a los Japs que se rindan y salven sus vidas. Estoy seguro de que no lo harán, pero les habremos dado la oportunidad...9.

El paralelo se divulga en nuestros tiempos en versiones como la del presidente George Bush, quien el pasado 26 de febrero de 2003 declaraba ante el Instituto de Empresarios Americanos (American Enterprise Institute): Nos reunimos en un período crucial de la historia de nuestro país y del mundo civilizado. Otros escribieron parte de esa historia; el resto lo escribiremos nosotros...Nuestro país es el más poderoso, está habitado por la mejor gente.

Por supuesto, en la contraparte funcionan los mismos principios de la manipulación y sabemos que los periodistas japoneses de la Segunda Guerra Mundial contribuyeron a exaltar el llamado “ultranacionalismo” y la adoración al emperador como ente divino y en cuyo nombre se avivaba el espíritu bélico. Repetidamente, incluso los intelectuales más reconocidos como Osamu Dazai y Yoshirou Nagayo eran consultados para repetir sus arengas por la guerra y el Emperador. Así se expresaba, como ejemplo, Koutarou Takamura en la revista Chuuou Kouron, con un poema titulado En el Día de Pearl Harbor: Cuando escuché la declaración de guerra... Sabía que el emperador estaba en peligro... Debo sacrificar mi vida Para defender a su Majestad10.

En nuestros días hemos conocido también alguna de las amenazas de Osama Bin Laden y de Sadam Hussein, y es evidente el sometimiento de algunos medios informativos árabes a las versiones de esos líderes en su ostentación de poder. Precisamente algunos informadores iraquíes atribuían a Sadam Hussein una declaración en vivo, horas después 7

del inicio de los ataques a su territorio, en marzo de 2003:"Durante estos días, humillaremos a los infieles, los enemigos de Dios y de la humanidad". Probablemente uno de los aspectos que marcan la diferencia entre aquella época bélica de mediados del siglo XX y la actual, tiene que ver con la sofisticación tecnológica y los alcances de los nuevos medios de comunicación. Bajo el mismo esquema del «modelo atómico de comunicación» la sociedad sigue demandando más información en tiempos de conflicto, pero ahora cuenta con más opciones para obtenerla. La prensa, radio y televisión transitan ahora por el espectro de las opciones para un espectador, a la par de la información por Internet que específicamente ha adoptado una nueva modalidad: la de los diarios personales en la red (llamados en inglés Weblogs o Blogs). Este tipo de bitácora permitió que periodistas cumplieran con su labor informativa a través de medios de comunicación importantes, al tiempo que, por su cuenta, compartían sus reportes de guerra vía Internet con millones de usuarios o receptores en el mundo. Conscientes de las repercusiones que están teniendo estos nuevos espacios virtuales, algunas cadenas de comunicación ordenaron a sus reporteros suspender sus B-logs11. Estas órdenes pueden estar relacionadas con un proceso de auto-censura por parte de las grandes cadenas de comunicación, interesadas en mantener sus relaciones de cordialidad con el gobierno o convencidas de seguir las políticas oficiales. Por otra parte, pudo ser una orden o indicación de las autoridades a estos medios. Los argumentos que explican el proceso de censura o autocensura que puede ir desde el reportero hasta el más alto funcionario de un país, son complejos y comprenden intereses económicos, políticos, aspectos psicológicos y sociales como el miedo, la inseguridad o como deliberados fines de provocación y propaganda bélica. Lo cierto es que el ejercicio periodístico (ahora practicado a través de diferentes y más complejos medios) sigue siendo víctima y cómplice del poder en los conflictos. Sin embargo, la investigación histórica y periodística, esa variedad de nuevos medios, y el estudio de la comunicación como ciencia desde hace varias décadas nos han permitido ahora estar más conscientes de la manipulación y ser, por lo tanto, más críticos de la información que recibimos. Es decir, tenemos la posibilidad de ser receptores no pasivos12. 8

Las presiones sobre los medios y sus mensajes que describía en el «modelo atómico de comunicación» contribuyeron a lo que en comunicación se llama el «establecimiento de la agenda» (agenda setting) a través del cual los medios (influidos a su vez por determinados intereses con algunas fuentes) dictan la lista de temas que exponen reiterativamente a la opinión pública, para que se conviertan en el centro de las discusiones y comentarios de la sociedad. En esa cercana y comprometida relación entre el poder y el periodismo, durante muchas décadas los medios informativos han establecido la agenda de los temas que quieren imponer en la discusión social, sepultando aquellos que no convengan a los intereses de alguna de las partes en esta asociación. Bajo ese esquema, específicamente en las guerras, la cobertura periodística ha sido deficiente, no sólo por divulgar versiones parciales, rumores o mentiras, sino por dejar morir en silencio asuntos que merecían divulgarse o someterse a discusión social.

OSCURA Y LEJANA IRAQ La guerra hace que los lugares más distantes y desconocidos se conviertan en los enemigos más cercanos, en gran medida, porque los medios de comunicación así nos presentan la simplificación de la realidad. Bien señala Umberto Eco en su artículo “Mil noches en Bagdad”13, que Estados Unidos no conocía propiamente a su enemigo japonés durante la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, auspició la formación de un grupo de antropólogos, sociólogos y especialistas para estudiar a Japón, a través de su gente, por lo menos de aquellos de origen nipón que permanecían en territorio estadounidense. De los campos de concentración de japoneses en las costas del Oeste norteamericano, surgió la celebrada investigación convertida en el libro El Crisantemo y la espada, de Ruth Benedict14. El trabajo se usó originalmente para satisfacer la necesidad del gobierno norteamericano de conocer y poder ejercer mejor dominio sobre el enemigo, una vez sometido. pero no era de interés divulgar entre los medios un poco del estudio sobre el carácter, la historia y la cultura de Japón. Los japoneses tenían que seguir siendo los 9

miembros de una desconocida sociedad lejana y ajena, y sólo marcar su presencia como la de un enemigo, un objeto del odio (como suelen decir los psicólogos que estudian la propaganda). Se repiten algunos despropósitos también en el caso de Iraq. Un equipo de asesores de la Casa Blanca de Estados Unidos, se ha encargado de estudiar la importancia cultural de la región árabe, sus tesoros, sus aportaciones, a la civilización occidental, pero los antropólogos historiadores e investigadores no suelen ser fuente informativa. No aparecen en los medios. El producto de sus estudios llega a las oficinas del gobierno de Estados Unidos, y lejos de divulgarse a nivel masivo o por lo menos considerarse en las políticas gubernamentales, parece insensible. Nuevamente Eco corrobora esta situación en otro artículo, al expresar que: “Es realmente una vergüenza que la país más poderoso del mundo gasta tanto dinero educando a las mejores mentes, y luego no les preste la menor atención” 15. Precisamente con el argumento de la negligencia del gobierno, Martin Sullivan y Gary Vikan, dos de los asesores culturales de la Casa Blanca manifestaron su descontento por la destrucción de sitios de gran valor histórico en Iraq, y renunciaron al equipo de trabajo del gobierno norteamericano. El periodismo no expone regularmente estos temas ni explora en estas fuentes. Ha seguido la tendencia de someterse que reiteran una inadecuada representación de grupos sociales; contribuye a polarizar al público de los medios que tiende a desplazar su odio o su objeto de ira a países, a sociedades completas que lamentablemente –vivan en democracia o en régimen totalitario– no coinciden, no creen o ni siquiera conocen las intenciones de sus llamados mandatarios. Bajo este lamentable esquema, el periodismo ha contribuido a divulgar la idea de que Iraq es Sadam Hussein, y de que el Iraquí que no está de acuerdo con su líder, debe entonces aprobar el liderazgo de Estados Unidos, o de George Bush (como también equivocadamente se ha asociado). Tan equivocada ha sido esta visión maniqueísta del mundo que hemos visto supuestos actos de desagravio a la guerra, que lanzan su furia contra restaurantes de comida americana, acción tan arbitraria como el bombardeo a las ruinas históricas en Iraq.

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Millones de manifestantes en Estados Unidos han demostrado que desconfían de las informaciones simplistas divulgadas a través de los medios; que no están convencidos por los argumentos de su presidente, y que no desean la guerra. El ejemplo se repite en el mundo entre millones de personas que alcanzan a comprender que George Bush, evidentemente, no representa a una gran mayoría de la sociedad norteamericana y que Iraq son también los 22 millones de Iraquíes, herederos de una rica cultura milenaria. En esta guerra se ha sacrificado la verdad y también el patrimonio cultural de un pueblo (lo cual se demuestra en el desinterés por su cultura, el saqueo y el capitalismo voraz que ya alerta sobre la compra y venta de piezas fuera de su entorno). Se ha sacrificado a los periodistas (hay versiones de que algunos han sido desinformados, expulsados, amedrentados, amenazados y asesinados). Se ha inmolado a la sociedad civil. Como en Hiroshima, nos han impuesto en la agenda de temas a discutir un argumento que tiene que ver con objetivos militares, pero en las cifras el mayor porcentaje de víctimas son civiles. Los ataques son masivos. Y finalmente, se ha sacrificado el Derecho a la Información, consignado en la Declaración de Derechos Humanos de la sociedad mundial. Somos una vez más, víctimas, dolientes de una guerra y de una oscura práctica periodística que padece, pero también se hace cómplice de la censura solapando los fines bélicos, bajo el falaz argumento de que una élite política en el mundo es capaz de dictar cuál es el momento y quiénes tienen derecho a la verdad.

NOTAS 1

“Statement by the President”, diciembre 16 de 1941, Record Group 80, File 89-1-8, National Archives, Washington, D.C.

2

Wilbur SCHRAMM and Donald F. ROBERTS (ed.), The Process and Effects of Mass Communication, University of Illinois Press, Urbana, 1977, p.22.

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Como ejemplo concreto de esta práctica manipulativa sobre los medios, puedo hacer constar, tras una exhaustiva investigación sobre el tema de las noticias de la bomba atómica, que el tópico particularmente delicado de la radiactividad y los efectos radiactivos, fue uno de los más controlados, en ese sentido. Para detalles de este «Modelo atómico de comunicación» y su aplicación en el caso del lanzamiento de los bombardeos atómicos, véase: Silvia Lidia GONZÁLEZ, Hiroshima, dos visiones: bomba atómica y manipulación informativa, (tesis doctoral, inédita), CEAA, El Colegio de México, México, 2003.

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4

Ignacio RAMONET, “Manejo de la información en el actual contexto de crisis mundial” (conferencia), Asunción, 29 de octubre de 2001, en Sala de Prensa, Número 40, Año III, Vol. 2. Accesible en: http://www.saladeprensa.org/art309.htm

5

Patrick MARTÍN, “Bush declara la guerra contra su propio país con... La censura, las mentiras y los secretos”, World Socialist Web Site. 25-X-2001. Accesible en: http://www.wsws.org/es/articles/2001/oct2001/span-o25.shtml

6

“La CNN admite que miente y censura”, en ADITAL, Agência de Informação Frei Tito para América Latina. Accesible en: http://www.adital.org.br/asp2/noticia.asp?idioma=ES¬icia=3599

7

Noan CHOMSKY, “El control de los medios de comunicación”, en Cómo nos venden la moto, Icaria, Barcelona, 1996.

8

«Japs» o «Nips» eran formas abreviadas y despectivas de llamar a los japoneses, comúnmente usadas en Estados Unidos.

9

Harry S. TRUMAN, Memorias I. Año de decisiones. De Potsdam a Hiroshima (1945-1946), Vergara, Barcelona, 1956, p. 189.

10

Citado en Shigeru HAYASHI, “Taiheiyou Sensou”, Nihon no rekishi, XXV, Chuuou Kouronsha, 1967, p. 374.

11

Fue el caso de Kevin Sites, corresponsal de CNN, quien recibió la orden directa de esta cadena de autoridades de la cadena televisiva, para que suspendiera la publicación de sus reportes en Internet, y así lo hizo a partir del 21 de marzo de 2003. Véase Kevin SITES Blog, en la dirección electrónica: http://www.kevinsites.net/

12

Luego de varias tendencias en el estudio de los efectos de los medios de comunicación en la sociedad, a finales del siglo XX se han reformulado hipótesis sobre la gran influencia de éstos. Originalmente se decía que los medios influían en las actitudes, sin embargo el punto de vista actual es más complejo: los medios hacen énfasis en el conocimiento, más que en el afecto, y más allá de proporcionar sólo información, éstos también dan un marco conceptual dentro del cual se ordenan las opiniones e informaciones.

13

Umberto ECO, “Mil noches en Bagdad”, en El Nacional, p. A5, Caracas, 20 de abril de 2003.

14

Ruth BENEDICT, The Chrysanthemum and the Sword, Houghton Mifflin, New York, 1946.

15

Umberto ECO, “Guerra y cultura”, en El Nacional, p. A8, Caracas, 19 de mayo de 2003.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: BENEDICT, Ruth, The Chrysanthemum and the Sword, Houghton Mifflin, New York, 1946. CHOMSKY, Noan “El control de los medios de comunicación”, en Cómo nos venden la moto, Icaria, Barcelona, 1996. “La CNN admite que miente y censura”, en ADITAL, Agência de Informação Frei Tito para América Latina. Accesible en: http://www.adital.org.br/asp2/noticia.asp?idioma=ES¬icia=3599 ECO, Umberto, “Guerra y cultura”, en El Nacional, p. A8, Caracas, 19 de mayo de 2003. ECO, Umberto, “Mil noches en Bagdad”, en El Nacional, p. A5, Caracas, 20 de abril de 2003. GONZÁLEZ, Silvia Lidia, Hiroshima, dos visiones: bomba atómica y manipulación informativa, (tesis doctoral, inédita), CEAA, El Colegio de México, México, 2003. HAYASHI, Shigeru, “Taiheiyou Sensou”, Nihon no rekishi, XXV, Chuuou Kouronsha, 1967. MARTÍN, Patrick, “Bush declara la guerra contra su propio país con... La censura, las mentiras y los secretos”, World Socialist Web Site. 25-X-2001. Accesible en: http://www.wsws.org/es/articles/2001/oct2001/span-o25.shtml RAMONET, Ignacio, “Manejo de la información en el actual contexto de crisis mundial” (conferencia), Asunción, 29 de octubre de 2001, en Sala de Prensa, Número 40, Año III, Vol. 2. Accesible en: http://www.saladeprensa.org/art309.htm SCHRAMM, Wilbur and ROBERTS, Donald F. (ed.), The Process and Effects of Mass Communication, University of Illinois Press, Urbana, 1977.

12

SITES Kevin Blog, en la dirección electrónica: http://www.kevinsites.net/ “Statement by the President”, diciembre 16 de 1941, Record Group 80, File 89-1-8, National Archives, Washington, D.C. TRUMAN, Harry S., Memorias I. Año de decisiones. De Potsdam a Hiroshima (1945-1946), Vergara, Barcelona, 1956.

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