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Documento de Trabajo
El elefante indio desembarca en América Latina Carlos Malamud y Carlota García Encina
Documento de Trabajo 6/2014 | 22 de julio de 2014
Real Instituto Elcano
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Real Instituto Elcano | DT 6/2014 | 22 de julio de 2014
El elefante indio desembarca en América Latina Carlos Malamud | Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano. Carlota García Encina | Investigadora, Real Instituto Elcano.
Síntesis Después de China, la India, otro país perteneciente a los BRICS, irrumpe con fuerza en América Latina y con la voluntad de quedarse. Su primer desembarco estratégico se ha centrado casi exclusivamente en los sectores de la alimentación y el petróleo. En Argentina ha ido a la búsqueda de cereales, soja y manufacturas de acero; en Brasil de café, soja y hierro; cobre y productos de mar en Chile; petróleo, aceites, plata y componentes para ordenadores en México; y petróleo, bauxita y aluminio en Venezuela. Sin embargo, la India también ha visto a estos países como unos mercados importantes para la exportación de sus manufacturas, productos farmacéuticos y software. Este Documento de Trabajo (DT) analiza la evolución de esta reciente incursión india en la región, un desembarco que pese a estar eminentemente orientado a materias primas en su fase inicial, ya empieza a diversificarse y a mirar hacia otros sectores. También se aborda la especial relación con Brasil, considerado como su principal socio, y se discute la posibilidad de que India replique o no el ejercicio económico de China en América Latina, interrogándose acerca de cuál será el alcance futuro de la relación entre la India y la región.
Índice 1. Síntesis 2. Introducción 3. El redescubrimiento indio de América Latina 4. Otros ámbitos 5. China o la India: ¿un dilema de futuro para Latinoamérica? 6. Brasil 7. Conclusiones
Introducción Con anterioridad a la coyuntura actual, cabe decir que los lazos que han unido a América Latina y la India han sido escasos, al tratarse en muchos aspectos de dos realidades diametralmente opuestas. Un primer factor a tener en cuenta, por ejemplo, se deriva de que si bien tanto la India como América Latina tienen en común un pasado colonial, su lucha por la independencia se produjo en momentos muy distintos: a comienzos del siglo XIX en el caso de América Latina, a mediados del XX en el subcontinente indio.
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A lo largo de los dos últimos siglos, los escasos contactos entre ambas regiones se han centrado principalmente en torno a la diáspora india –alrededor de 400.000 trabajadores– que durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX buscó refugio en el Caribe angloparlante, principalmente Trinidad y Tobago y la Guyana británica. Posteriormente, se registraron nuevas influencias ligadas al ámbito intelectual de la producción cultural, como por ejemplo la huella que el poeta hindú Rabindranath Tagore dejó en el chileno Pablo Neruda. Más allá de estos puntuales intercambios demográficos y culturales, hubo que esperar a comienzos del siglo XXI para que América Latina y la India comenzaran a sentar las bases de una relación más amplia, sólida y diversificada, que si bien ha estado estimulada por los intereses comerciales y de negocios, está llamada a ir más allá. En palabras del antiguo embajador indio en Argentina, Uruguay y Paraguay, R. Vishwanathan, la India y los países latinoamericanos, “además de socios comerciales o económicos son socios democráticos, espirituales y culturales; sin olvidar que en su interpretación de las relaciones internacionales comparten agendas en cuanto a cuestiones como el cambio climático, el comercio global, y la energía”.1 Como veremos, esta afirmación tiene potencial para ser cierta, pero debe ser matizada teniendo en cuenta la heterogeneidad que actualmente caracteriza a América Latina, donde hoy coexisten posturas gubernamentales divergentes sobre los diversos temas de la agenda internacional. La India ha irrumpido con fuerza en el marco latinoamericano, ganando posiciones rápidamente en relación a otros países asiáticos con una mayor tradición de presencia en el continente. Japón y Corea del Sur fueron los primeros protagonistas de las escasas relaciones comerciales entre ambos continentes durante casi todo el siglo pasado. A finales de la década de 1990 apenas un 5% de las exportaciones latinoamericanas tenía como destino Asia, y de ellas casi un 60% correspondía a Japón. En sentido contrario –de Asia hacia América Latina– el porcentaje era inferior, y entre un 70% y un 80% correspondía a importaciones niponas. El distanciamiento cultural y geográfico entre ambas regiones y, al mismo tiempo, la proximidad de otros socios comerciales más ricos (principalmente EEUU), tuvieron el efecto de desalentar las relaciones. Sin embargo, a principios del siglo XX un nuevo actor asiático irrumpió de forma abrumadora en el continente, desplazando con rapidez a Japón del puesto de primer socio comercial asiático. Se trataba de China, cuya presencia en América Latina fue un revulsivo para toda la región. Esto no ha significado que en términos absolutos hayan decrecido los vínculos tanto con Japón como Corea del Sur; sin embargo, el hecho de que Japón sea uno de los países que incursionara más tardíamente en la senda de los Tratados de Libre Comercio (TLC) ha sido un factor
1 Son numerosas los artículos y conferencias de R. Vishwanathan, antiguo embajador de la India en Argentina, Uruguay y Paraguay, sobre las relaciones entre América Latina y la India, en las que afirma estas ideas y se pueden encontrar recogidas en Vishwanathan (2012).
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importante en su pérdida de peso relativo en el comercio regional. Corea del Sur – que firmó con Chile el primer TLC transpacífico– es, por el contrario, una de las economías más abiertas de Asia y sigue incrementando sus exportaciones y sus inversiones a la región, principalmente hacia México, Brasil, Panamá y Chile. Sin embargo, Corea del Sur ha sido superada recientemente por el conjunto de seis países ASEAN (Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam), tanto en exportaciones como en importaciones. En este esquema, la India ocupa el cuarto lugar entre los socios asiáticos de América Latina, muy alejada aún de China. Gráfico 1. América Latina y Caribe: importaciones desde los principales mercados asiáticos (1986-2010, porcentaje del total regional)
60 50 40 30 20 10 0 1986
1989
1992
1995
India
ASEAN (6)
1998
2001
Corea
2004 China
2007
2010
Japón
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y United Nations Commodity Trade Statistics Database (COMTRADE).
Gráfico 2. América Latina y Caribe: exportaciones hacia los principales mercados asiáticos (1986-2010, porcentaje del total regional)
80 70 60 50 40 30 20 10 0 1986
1989 India
1992
1995
ASEAN (6)
1998
2001
Corea
2004 China
2007
2010
Japón
Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y United Nations Commodity Trade Statistics Database (COMTRADE).
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El redescubrimiento indio de América Latina La India cambió su paradigma de mercado y liberalizó sus estructuras mercantiles a comienzos de la década de 1990. En paralelo, entró a formar parte del selecto grupo de los BRICS (Brasil, Federación Rusa, la India, China y Sudáfrica), gracias a su economía pujante con altas tasas de crecimiento (8,5% en 2009, 10,5% en 2010, 6,6% en 2011 y bajando al 4,7% en 2012), lo que la ha convertido en un motor importante de la economía mundial. Según el Mckinsey Global Institute (MGI), en 2025 la India podría convertirse en el quinto mayor consumidor mundial,2 mientras que según un reciente informe del Banco Mundial la India habría sobrepasado a Japón como tercer país del mundo en términos de paridad del poder adquisitivo (PPP), sólo por detrás de China y EEUU.3 Por su parte, América Latina ha logrado sortear la crisis internacional de 2008 con bastante éxito. Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la región creció en 2010 un 5,9%, un 4,3% en 2011, bajando al 3,1% en 2012 y al 2,5% en 2013, y estimándose una ligera subida al 2,7% para 2014.4 Las últimas ralentizaciones se han debido en parte a la baja expansión de Brasil y de México, mientras que otros países con elevadas tasas, como Chile, Panamá y Perú, también mostraron cierta desaceleración. A pesar de las últimas cifras, y teniendo en cuenta que existen profundas diferencias regionales, el subcontinente ha tenido un desempeño más que razonable, con una mayor solvencia y liquidez que otras partes del planeta, lo que también ha ido relanzando su atractivo para la India. A primera vista, la India y América Latina pudieran tener características opuestas. En la India habitan 1.200 millones de personas que hablan 18 lenguas diferentes (siete de ellas oficiales), y una gran variedad de grupos étnicos; por su parte, la realidad de América Latina y el Caribe es casi la contraria, ya que para un conjunto de 33 países habitan algo más de 580 millones de personas, muchas de las cuales comparten una lengua común, el español. Sin embargo, parte de estas diferencias entre América Latina y la India han ido creando una complementariedad muy interesante en el plano económico. América Latina suministra alimentos a la inmensa y joven población india, principalmente aceite de girasol, soja y legumbres, así como recursos energéticos, necesarios para sostener su ritmo de crecimiento. Por su parte, la India emplea a más de 40.000 latinoamericanos en sus empresas, la mitad de los cuales están en el sector de las Tecnologías de la Información (IT). Además de software y servicios, exportan conocimiento, capacitación y desarrollan los recursos humanos en América Latina.
2 Ablett, Baijal, Beinhocker, Bose, Farrell, Gersch, Greenberg, y Gupta (2007). 3 World Bank (nd). 4 Weller (2014).
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Pese a todo, la relación entre las partes apenas ha comenzado y puede decirse que tiene mucho potencial por delante. En 1997 el Ministerio de Comercio indio lanzó el programa Focus LAC, aún vigente tras ser revisado y ampliado en marzo de 2008. El objetivo era empezar a gestar la estrategia de acercamiento a la región y canalizar la interacción económica. Se trataba de coordinar los esfuerzos públicos y privados para promover exportaciones como productos textiles, artesanías, productos químicos, software, y medicamentos para uso en la industria farmacéutica. También aumentar las importaciones de cereales, soja, aceites, petróleo, cobre, hierro y manufacturas de acero. En el marco de este programa, las exportaciones de América Latina a la India pasaron de 468 millones de dólares en 1999 a 728 millones en 2002, mientras que las importaciones crecieron de 316 millones a 710 millones en el mismo período. Tras este impulso inicial, a mediados de 2003 el Mercosur –Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay– y la India firmaron un Acuerdo Marco en Asunción (Paraguay) con el objetivo de intensificar los intercambios comerciales de bienes y servicios. Empezaron además a negociar un acuerdo de preferencias cuyo texto fue finalmente suscrito en enero de 2004, y en marzo de 2005 se incorporaron los anexos. Pese a ello, el acuerdo finalmente entró en vigor el 1 de junio de 2009, después de que todos los Estados partes cumplieron sus respectivos recaudos constitucionales. En virtud del tratado, mientras la India dio acceso preferencial a unos 450 bienes provenientes del Mercosur, éste abrió su mercado a unos 452 productos indios. Era el primer acuerdo de esta naturaleza que firmaba el Mercosur con un país extrazona, inscrito dentro de las previsiones del artículo 27 del Tratado de Montevideo de 1980, que autorizaba a concluir acuerdos de alcance parcial con otros países en desarrollo y áreas de integración económica fuera de América Latina. Respondía además a una tendencia en la que se enmarcaban las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Aduanera de África Meridional, que culminaron con la firma de un acuerdo de comercio preferencial en 2004, y el Foro India, Brasil y Sudáfrica (IBSA) creado en 2003. El programa de liberalización comercial con la India se puede calificar de modesto, si bien el propio acuerdo recoge en su artículo 2 que constituye un primer paso para crear un Área Conjunta de Libre Comercio. En este proceso continúan ambas partes, que se reúnen y negocian a través de un Comité de Administración Conjunta y coinciden en el gran potencial que representa la posibilidad de expandir las concesiones comerciales e incrementar los márgenes de preferencia. Según el acuerdo existente, en la mayoría de los casos el margen de las preferencias arancelarias otorgadas por los países del Mercosur es de apenas un 10%, son menos frecuentes los márgenes preferenciales de un 20%, y sólo excepcionalmente se conceden preferencias del 100%. La lista de ofertas de India al Mercosur prevé márgenes preferenciales entre el 10% y 20%, salvo para algunos pocos productos con preferencia del 100%. Las tarifas impuestas a las exportaciones agrícolas
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latinoamericanas destinadas a la India siguen siendo casi prohibitivas; no tanto los aranceles sobre las exportaciones indias a América Latina, que también son altos. A pesar de ser sólo un primer paso, el inicio de las negociaciones entre el Mercosur y la India en 2003 despertó el interés en toda la región. La India aumentó enseguida su abanico de proyectos, como los vinculados al sector ferroviario en Brasil, Trinidad y Tobago y Jamaica. También se acrecentaron los esfuerzos por expandir los contactos políticos e institucionales, así como otros lazos en los campos de la ciencia y tecnología, defensa y aviación civil. Las empresas latinoamericanas empezaron a participar en varias conferencias de la Confederación de Industrias Indias, en Nueva Delhi, donde estudiaban las diversas posibilidades de hacer negocios en ese gran país. Por otro lado, el programa indio de Cooperación Técnica y Económica (ITEC) también empezó a expandirse por América Latina. Este es un programa que ya ha brindado asistencia técnica y económica a miles de científicos, técnicos, ingenieros, profesores y personal médico de 158 países en desarrollo. Además de con Mercosur, la India firmó otro acuerdo de preferencias arancelarias con Chile. Entró en vigor en agosto de 2007, tras una serie de rondas de negociaciones iniciadas en 2005. El Acuerdo, denominado de Alcance Parcial (AAP), al igual que el de Mercosur, mantiene el objetivo de negociar un acuerdo de libre comercio entre los dos países. En el caso de Chile, el acuerdo afecta a 178 productos, que representan la casi totalidad de sus exportaciones a la India. El acuerdo favorece principalmente a la minería del cobre y a empresas exportadoras de celulosa, maderas y salmones. De este modo Chile se ha afianzado como el tercer mayor exportador latinoamericano a la India. En primer lugar ha irrumpido con fuerza Venezuela, seguido de Brasil. Por detrás de Chile, se encuentran México, Argentina y Colombia. Estos seis primeros países aglutinan el 93% de las exportaciones latinoamericanas a la India, alcanzando un valor de casi 11.500 millones de dólares entre abril de 2009 y marzo de 2011. En cuanto a las importaciones indias de América Latina, en el mismo período Brasil, Bahamas, México, Colombia, Chile, Perú y Argentina absorbieron el 86% del total de la región, una cifra que supera los 7.000 millones de dólares.
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Tabla 1. Comercio entre América Latina y Caribe y la India (abril 2009-marzo 2011, millones de dólares y porcentajes del total regional, media anual) Exportaciones Importaciones Ranking
País
US$ mn
%
1
Brasil
3.192
38,8
2
Bahamas
1.528
3
México
4
País
US$ mn
%
Venezuela
4.048
32,9
18,6
Brasil
3.493
28,4
755
9,1
Chile
1.335
10,8
Colombia
472
5,7
México
1.106
9
5
Chile
414
5
Argentina
847
6,9
6
Perú
365
4,4
Colombia
640
5,2
7
Argentina
334
4
Panamá
277
2,2
8
Venezuela
177
2,1
Perú
162
1,3
9
Ecuador
107
1,3
Ecuador
118
1
10
Resto
707
11
Resto
261
2,3
Fuente: Rosales, Osvaldo (coord.). La India y América Latina y el Caribe: Oportunidades y desafíos en sus relaciones comerciales y de inversión (Santiago de Chile: Publicaciones de las Naciones Unidas, febrero 2012). Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Llama la atención la irrupción de Venezuela como principal exportador hacia la India, subiendo del octavo puesto en 2009 al primero en 2011. Detrás de este cambio está el acuerdo firmado en 2008 entre la petrolera estatal Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA) y la también estatal india ONGC Videsh (OVL) para constituir una empresa mixta y explotar el bloque San Cristóbal al norte de la faja del Orinoco, así como desarrollar la cooperación tecnológica, con una inversión de 400 millones de dólares del país asiático en cinco años. El interés indio en el sector petrolero es muy grande ya que el país importa el 80% de sus necesidades de crudo y se ha convertido en el cuarto comprador del mundo. Por otro lado, la disminución de la dependencia energética de EEUU gracias al shale oil, y los cambios en la dinámica del mercado han llevado a los exportadores latinoamericanos a buscar compradores en el continente asiático. Si en 2005-2006 el petróleo latinoamericano suponía el 2,3%, o lo que es lo mismo 46.200 bdp, de las importaciones de crudo de la India, en 2012/2013 subió al 5%, es decir 672.400 bpd. Algo menos de la mitad, unos 300.000, proceden de Venezuela, gracias básicamente a su acuerdo con el conglomerado indio privado Reliance Industries. Éste conglomerado también compra a México 4mt, a Brasil 3,8 mt, a Colombia 2,8 mt y a Ecuador 1,3 mt. Este último país suscribió en diciembre de 2013 con OVL un acuerdo a través del cual se compromete a entregar información sobre los proyectos petrogasíferos ecuatorianos. La mexicana PEMEX, por su parte, ha comenzado a vender crudo a la empresa estatal Indian Oil Corps (IOC), que también planea comprar el año que viene 10.000 bdp a Colombia. Argentina es el último país en incorporarse a este pequeño grupo
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de exportadores de petróleo tras acordar con la estatal india Mangalore Refinery and Petrochemicals la exportación de crudo del tipo Escalante. Es importante subrayar la creciente formación de empresas mixtas y consorcios para la explotación y producción principalmente en Venezuela, Brasil y Colombia. Por último destacar que existen pequeñas exportaciones a la India de etanol procedente de Brasil, pero el coste del transporte, la dificultad de cerrar los términos de los contratos y las restricciones a la producción han reducido su importancia.
Otros ámbitos Las compañías indias también han entrado con fuerza en las explotaciones mineras y del acero. El gigante del sector acerero Arcelor Mittal opera en Brasil, donde también está presente la productora de aluminio Hindalco. En Bolivia, Jindal Steel logró adjudicarse después de un largo y complicado proceso la explotación de El Mutún, una de las mayores reservas de hierro del mundo, imponiéndose a los brasileños (aunque como se verá adelante ha tenido que abandonar el contrato); y Essar Steel prevé inversiones de gran calado en el sector minero en Colombia, Perú, Bolivia, Argentina Brasil y Chile. El sector de la alimentación también es clave en las relaciones entre América Latina y la India, dada su exorbitante demanda de productos agrícolas. En 2010, el principal refinador de azúcar indio, Shree Renuka, llevó a cabo la adquisición de 130.000 hectáreas de tierra de caña de azúcar en Brasil, y las compañías del gigante asiático han comprado y alquilado extensas porciones de tierra en Brasil, Colombia, Uruguay y Paraguay, para producir alimentos y también biocombustibles. La India estima que le será posible explotar más de 100 millones de hectáreas de cultivos en los países del Mercosur. Como interés prioritario para la política nacional, es muy posible que el gobierno indio se plantee premiar este tipo de operaciones por parte del sector privado mediante rebajas fiscales. No hay que olvidar tampoco a las empresas farmacéuticas como CIPLA, Ranbaxy y Aurobindo Pharma; las de automóviles como Mahindra, Tata, y Maruti; y las de información y tecnología (IT), software y outsourcing, que emplean a alrededor de 20.000 personas. Tata Consultancy Services es una de las pioneras y es la que tiene la mayor presencia en la región, con centros abiertos en ocho países. También destaca Aegis, del grupo Essar Group, Infosys, Wipro y Mahindra Satyam. En agosto de 2011 el secretario de comercio indio, Rahul Khullar, visitó Colombia y Panamá como una muestra de la seriedad del doing business con la región, con la intención de crear puestos de trabajo y tratar de incrementar la escasa presencia latinoamericana en la ámbito mundial de la alta tecnología (América Latina cuenta con menos del 3% del I+D, mientras que Asia roza el 40%).5
5 Batelle (2014).
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En cuanto a las inversiones indias, éstas han crecido exponencialmente al tiempo que se han diversificado, alcanzando los 16.000 millones de dólares en 2012. El Grupo NSL ha invertido 650 millones en la instalación de turbinas de viento en Chile para desarrollar una potencia de 400 MW y Tata Motors junto con Fiat han asumido un proyecto de 80 millones en Argentina para construir furgonetas. Empresas de IT, farmacéuticas y agroquímicas invierten de forma pujante en México y Perú.
China o la India: ¿un dilema de futuro para Latinoamérica? Desde comienzos del nuevo siglo, China y la India se encuentran en una fase de expansión, tanto económica como de influencia global. Particularmente esto es cierto para China, que tras un proceso de reformas iniciado en 1979, desplegó una agresiva estrategia de inserción en la economía mundial. Le siguió la India poco más de una década después. Como grandes motores asiáticos del grupo de los BRICS, los dos países están llamados a convertirse en dos de los mayores centros económicos del poder mundial del siglo XXI. Sin embargo, además de colaborar en el escenario internacional, su dinámica paralela también les lleva a competir por el acceso preferente a nuevos mercados y sobre todo a materias primas, como las que ofrece América Latina. Y es que ambos países desarrollan políticas específicas de cooperación Sur-Sur con América Latina, tratando con ello de potenciar el crecimiento regional y en ocasiones forzar la adaptación de los sistemas nacionales de producción a sus nuevas exigencias. Sin embargo, existen diferencias reseñables entre ambos países, empezando por la composición del comercio exterior. China aventaja a la India en exportaciones de manufacturas al menos en 15 puntos. Pero la India aventaja más notoriamente a China en exportación de servicios. Además, su dominio del idioma inglés la coloca por delante de China en exportaciones de software. También está por delante en la producción de vacunas y medicamentos, siendo el tercer productor mundial de retrovirales. Por el contrario, el gobierno chino sostiene un amplio abanico de políticas expansivas que el gobierno indio no puede afrontar debido a que no dispone de los recursos suficientes para introducir mejoras que satisfagan sus necesidades de desarrollo y expansión de la capacidad exportadora. China y la India comparten un patrón similar de dependencia energética, lo que los ha impulsado a competir por el acceso a fuentes de materias primas, petróleo y gas. Debido a ello, rivalizan en África, Oriente Medio y América Latina. Pero China le lleva a la India una gran ventaja en cuanto a la intensidad y diversidad de sus vínculos políticos y económicos con el continente latinoamericano. En este punto encontramos una de las grandes diferencias entre ambas potencias asiáticas que desde el punto de vista de los indios pueden atraer al socio latinoamericano. Mientras que en las compañías estatales chinas prevalece la imposición de sus propios gestores en el desarrollo de los proyectos (e incluso utilizan básicamente mano de obra china), las empresas indias tienden a contratar trabajadores locales. Además, desde una perspectiva política, económica e incluso cultural, la India
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podría resultar ser más afín que China dado que se trata de la democracia más grande del mundo y, mayoritariamente, los negocios y la proyección exterior de sus empresas no están intrínsecamente ligados a las decisiones del gobierno central. Aunque esta última característica no se da tan claramente en el sector energético, donde abundan las empresas estatales indias. Muchos se preguntan si la India podría ocupar en un futuro la función hasta ahora reservada a China en las economías de América Latina o una posición similar. Es indudable que la presencia de China transformó la región y las economías latinoamericanas de un modo considerable. Con su desembarco llegaron nuevas oportunidades, como un amplio mercado para los recursos naturales, minerales, y agricultura, pero también desafíos de gran calado, como la competencia con los propios productos manufacturados chinos, que se venden a precios sumamente bajos, provocando la preocupación de los industriales locales. Ahora desembarca la India que también necesita acceder a esos recursos para crecer y prosperar, al igual que le pasó a China. Su demanda es creciente y la oferta de América Latina es abundante, lo que sería suficiente para impulsar una gran expansión del comercio bilateral en ambas direcciones. Pero, ¿puede repetir América Latina la misma explosión comercial que experimentó con China en la década pasada? ¿Puede la India ampliar el impacto y desafíos de China? ¿O la evolución de la India será diferente? La relación aún debe consolidarse y por ahora el volumen y la diversificación del comercio entre la India y América Latina no alcanzan para convalidar el enorme potencial de beneficio para ambas partes. Esto es más que evidente cuando colocamos a China en el punto de mira. El comercio de la India con América Latina, aunque se haya multiplicado por 10 desde el año 2000, sigue siendo muy inferior al de China. En el período 2000-2009 el comercio latinoamericano con China alcanzó los 140.000 millones de dólares, mientras que con la India fue de 20.000 millones, es decir una séptima parte; en el año 2011 el comercio latinoamericano con China alcanzó los 224.000 millones mientras que con la India alcanzó 25.000 millones, es decir una novena parte de su competidor. El potencial y las perspectivas de la India como socio comercial de Latinoamérica son relevantes, pero las de China si cabe son más y en términos absolutos se distancia de la India. Sin embargo, existen algunos factores que pueden favorecer este acercamiento a la India, como las crecientes fricciones entre algunos países latinoamericanos y China (o con las empresas chinas sobre el terreno), que han aumentado el atractivo para explorar la alternativa india. Esto ocurrió con Brasil, que ha visto con preocupación la entrada masiva de productos chinos, llevando al gobierno de Dilma Rousseff a adoptar una política más proteccionista frente a vehículos y otras manufacturas de origen chino. Con respecto a Argentina, en abril de 2010 Pekín dejó de comprar aceite de soja del país en represalia por las restricciones a las importaciones chinas. Dicha restricción finalizó en octubre de ese mismo año precisamente después de que Argentina
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incrementara sus ventas de soja a la India en un pulso por diversificar sus exportaciones. De hecho, la India se convirtió en 2010 en el primer importador de aceite de soja argentino. México, por su parte, compite frontalmente con China en el sector manufacturero textil, lo que ha despertado su interés creciente por establecer lazos con la India, jugando astutamente la carta de su proximidad a EEUU. Sin embargo, China sigue siendo un mercado clave para América Latina y además está resuelta a afianzar sus relaciones con el continente. Su importancia no es sólo comercial sino principalmente financiera ya que Pekín se ha colocado como el principal músculo financiero de América Latina, por encima del Banco Mundial, de EEUU y del BID. En este aspecto supera aún más a las iniciativas de la India en la región. Pekín no sólo está ampliando las inversiones, sino también intensificando los contactos, en especial con México, y está preparando próximas reuniones con líderes latinoamericanos, todo ello dentro de una nueva estrategia que abarca aspectos políticos, económicos y culturales. China ha comenzado a actuar de manera diferente a como lo hacía hace unos años no sólo en América Latina sino también con otros socios, como en el continente africano donde tiene una fuerte presencia, sin limitarse a la compra de materias primas y entrando de lleno en las inversiones de la industrialización. Está previsto que el presidente de China, Xi Jinping, llegue a Brasil después del Mundial e impulse la celebración de una reunión China-CELAC a finales de año, acontecimiento que el gobierno de Pekín ha remarcado que serán el inicio de esta nueva fase de cooperación entre China y América Latina. Por otro lado, la imagen de la India en América Latina no está por encima de la de China, aunque en este punto conviene recordar que la llegada de la India a la región es mucho más reciente y existe mucho más desconocimiento de su realidad. Según la encuesta Globalscan que realiza la BBC sobre cómo se ven los diferentes países en términos de influencia global,6 y que incluye a cuatro países de América Latina, los datos son esclarecedores. En México prevalece la idea de que son más los factores negativos de la influencia de la India el mundo (37%) que los positivos (26%). En Chile es al contrario y la visión positiva (35%) es mayor, aunque ha bajado 11 puntos en el último año. En Perú la imagen de la India ha pasado de estar dividida a ser ligeramente más negativa (31% frente a un 26%). En Brasil, sin embargo, su imagen es positiva y ha crecido 15 puntos hasta alcanzar el 41%, mientras que el ratio negativo se mantiene en el 36%. En el caso de China, Perú tiene del gigante asiático una visión altamente positiva (54% frente a un 24%), al igual que Brasil (52% frente a un 29%), mientras que en México los aspectos negativos (40%) superan a los positivos (33%).
6 Globescan (2014).
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Brasil Del mismo modo que ocurre con China, el meollo de las relaciones emergentes entre América Latina y la India se encuentra también en Brasil. Aunque la inversión china en el país suramericano es abrumadora, aquí también encontramos el destino de la mayor parte del capital indio en América Latina. Más de 50 firmas indias operan actualmente en Brasil, en sectores como el aluminio, el gas, el farmacéutico y las energías renovables. Además de la citada presencia de Arcelor Mittal, la petrolera Bharat Petro ha invertido 280 millones de dólares para la exploración de nuevos yacimientos; y Mahindra Satyam, empresa del sector de las TIC, es uno de los proveedores de la FIFA para la Copa del Mundo de 2014. Históricamente, las raíces de esta relación bilateral emergente se remontan a 1948, aunque no fue hasta principios del siglo XXI cuando de manera efectiva se pusieron los cimientos de la actual cooperación estratégica entre ambos países, con la primera visita de un ministro de Exteriores indio a Brasil. En tan sólo un año, entre 2001 y 2002, el comercio bilateral creció un 250%, situando a la India como el cuarto mayor socio comercial de Brasil de Asia, sólo por detrás de China, Japón y Corea del Sur. Esto coincidió también con un contexto expansionista de Brasil, marcado por una agresiva política exterior orientada a ampliar sus mercados y diversificar relaciones comerciales con otras naciones en desarrollo, una política que tuvo su máximo esplendor bajo la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, que apostó por una integración más sólida con el resto de economías emergentes. Además, Brasil se convirtió en motor de “una nueva alianza estratégica” con la India y Sudáfrica que pretendía ir más allá de los acuerdos comerciales que ya negociaba el Mercosur con estos países. En junio de 2003 se celebró una primera reunión en la que los cancilleres de la India, Brasil y Sudáfrica –el denominado IBSA– discutieron posiciones y percepciones de los respectivos gobiernos acerca del escenario internacional, todo ello en un contexto de cooperación Sur-Sur que desde una perspectiva trilateral buscaba ofrecer soluciones comunes en áreas sociales, como la lucha contra el hambre. Se pretendía además articular un frente capaz de coordinar el interés de los países no occidentales de la OMC y otros foros internacionales, con vistas a ganar fuerza. Más allá de su contenido, la reunión fue importante ya que incorporaba a tres países que eran las potencias de sus respectivas áreas regionales de influencia. En los últimos años, el gobierno de Pekín ha presionado a Nueva Delhi para que abandone el proyecto IBSA, argumentando que duplica los esfuerzos que se llevan a cabo en el marco de los BRICS, que al incluir a Sudáfrica comparte ciertamente tres de sus cinco miembros. Para resolver este dilema, Pekín propuso celebrar en abril de 2011 una cumbre BRICS-IBSA que sin embargo, no llegó a ocurrir.
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La India se muestra celosa por mantener un foro que opere al margen de la influencia de China, y que tiene personalidad propia, ya que reúne a países de tres continentes distintos, todos ellos regímenes democráticos (algo que los diferencia de China y, en cierta medida, también de la Federación Rusa). Es cierto que en los últimos tiempos la visibilidad del IBSA en los asuntos internacionales palidece sobre todo ante la repercusión de las últimas cumbres de los BRICS; pero es precisamente la ausencia de China la que al mismo tiempo la convierte en un plataforma interesante para debatir ciertos asuntos en un contexto diferente, y en una plataforma débil ante el creciente poderío de China. Volviendo a Lula y su política de diversificación comercial, en enero de 2004 el entonces presidente brasileño participó como invitado especial en las celebraciones del Día Nacional de la India. En el marco de la visita se firmaron siete acuerdos destinados a fortalecer los vínculos políticos y económicos entre ambos países. Los tratados abarcaban desde la cooperación bilateral en turismo y cultura hasta un programa de cooperación entre la organización de investigación espacial de la India y la agencia espacial brasileña. En palabras del propio Lula, la India y Brasil buscaban unir fuerzas para cambiar el orden comercial en el mundo. Este alineamiento no sólo encontró eco en América, sino que también los medios de comunicación indios se mostraron entusiasmados con estas alianzas entre países emergentes del Sur, que podían constituir cierto contrapeso frente las grandes potencias económicas y agrandar sus espacios de autonomía. Brasil además, intentó arrastrar con él a otros países emergentes de América Latina hacia una coordinación más estrecha con la India acerca de las cuestiones más importantes de la agenda global, como el cambio climático, la consecución de los Objetivos del Milenio, el surgimiento de nuevos escenarios de comercio y seguridad internacionales y el fortalecimiento de las instituciones multilaterales. En 2006, Brasil y la India sumaron a los anteriores otros seis acuerdos intergubernamentales y otros dos entre empresas privadas, todos ellos orientados a consolidar el acercamiento entre las partes. Los acuerdos intergubernamentales incluían las áreas de servicios aéreos, ciencia y tecnología, vivienda, organización de festivales, normas técnicas y agricultura. En el ámbito privado, la petrolera estatal brasileña Petrobras firmó con la empresa india ONGC un acuerdo para la exploración y producción conjunta de crudo, incluyendo la labor en nuevos yacimientos potenciales de petróleo en el ámbito mundial. Un segundo acuerdo entre actores privados fue firmado por la empresa ferroviaria india BEML (antiguamente conocida como Bharat Earth Movers Limited) para la construcción de locomotoras en Brasil por valor de 20 millones de dólares. Los gobiernos de Brasilia y Nueva Delhi impulsaron otra joint–venture para la producción y lanzamiento conjunto de satélites. Pero Brasilia también ha desarrollado y lanzado cuatro satélites mediante el Programa de Satélite ChinoBrasileño de Vigilancia Remota (CBERS). Y en marco del IBSA trabaja en el
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desarrollo conjunto de un microsatélite científico para la observación del clima espacial junto con Sudáfrica y la India. Otros países latinoamericanos también se han visto seducidos por el desarrollo satelital como Venezuela y Bolivia que han sido capaces de poner en órbita sus respectivos satélites, el Simón Bolívar y el Tupak Katari respectivamente, con el apoyo tecnológico chino. Pekín también colabora con Argentina, Ecuador y Nicaragua. Hoy en día hay que destacar los compromisos adquiridos entre el Indian Council for Agricultural Research (ICAR) y su contraparte brasileña EMBRAPA, probablemente uno de los mejores y avanzados institutos de productividad agrícola. Ambos trabajaban en el contexto de la seguridad alimentaria y Brasil podría introducir a la India en la nueva revolución verde. También es muy prometedora la cooperación en biotecnología médica, aunque aún queda mucho por hacer.
Conclusiones La India mantiene contactos con la Comunidad del Caribe (CARICOM) y el Grupo de Río y ha firmado un acuerdo de cooperación con el Sistema de Integración Centroamericano (SICA); es país observador en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la Comunidad Andina (CAN) y, desde febrero de 2014, en la Alianza del Pacífico, precisamente la más pujante organización del continente americano que mira descaradamente hacia Asia. Esto nos obliga a enmarcar la relación bilateral indio-latinoamericano en la más amplia y pujante relación entre el continente asiático y América Latina. Según IHS Global Insight, las exportaciones latinoamericanas hacia Asia podrían alcanzar los 230.000 millones de dólares en 2017, desde los 180.000 millones de 2011, mientras que en sentido contrario las exportaciones de manufacturas asiáticas se podrían duplicar. Asia ha invertido más de 21.000 millones de dólares en cinco años, mientras que las inversiones latinoamericanas al otro lado del Pacífico han tenido crecimientos anuales del 2%3%. A pesar del frenazo económico en algunos países de ambas orillas, la relación es prometedora y cuenta con un amplio potencial. En cuando a la relación exclusiva con la India, aún queda mucho por hacer y por consolidar. Hasta el momento, tanto las importaciones como las exportaciones indias se han concentrado en un pequeño número de países, no mayor de seis o siete. Medidas según su valor, vemos como las exportaciones latinoamericanas hacia la India sólo supusieron el 0,9% del total de la región entre 2008 y 2010. En lo referente a la importancia sobre el total de exportaciones, Chile ocupa el primer lugar en cuanto a peso sobre las exportaciones, con un 2,2%. Si medimos las importaciones regionales, la importancia es parecida: en 2008-2010, sólo el 1% del total de las importaciones de América Latina provenía de la India. Por un lado, el compromiso creciente de la India en la región le genera recompensas, pero también alguna que otra pelea. Essar Steel, por ejemplo, tuvo que abandonar el proyecto de una siderúrgica en Trinidad y Tobago por la fuerte oposición de los locales. En Bolivia, en octubre de 2011 el gobierno de La Paz
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acusó a la empresa india Jindal Steel de no cumplir con su compromiso de explotación de los 20.000 millones de toneladas en los depósitos de hierro y manganeso que formaban el yacimiento de El Mutún, si bien la empresa india había llevado a cabo una primera inversión por valor de 2.100 millones de dólares. Por su parte, Jindal acusaba al gobierno boliviano de no proveerle de suficiente gas y electricidad para proseguir con sus trabajos de explotación. Al no llegar a un acuerdo sobre los términos del contrato, en 2012 la empresa india abandonó El Mutún. A día de hoy el 50% del proyecto está en manos del Estado boliviano y todo indica que la otra mitad pasará a ser controlada por una compañía china que terminará haciéndose cargo del proyecto. Es tan sólo un caso no sólo de las dificultades en el aterrizaje de la India en la región, sino que también ejemplifica la competencia entre estos dos gigantes asiáticos en suelo latinoamericano, aunque desde una perspectiva más amplia China sigue siendo el principal actor asiático en América Latina, donde su presencia, en comparación con la recién llegada India, es abrumadora. Sin embargo, los analistas coinciden en señalar que las perspectivas para el desarrollo futuro de la relación bilateral entre la India y América Latina son, como mínimo, alentadoras, ya que se trata de economías que se complementan y que, a pesar de los últimos frenazos económicos, han experimentado crecimientos sostenidos. Se trata pues de una oportunidad que América Latina no debe desaprovechar. Para ello, debe garantizar las inversiones necesarias en infraestructura e innovación, y también evitar una excesiva dependencia exportadora de materias primas. Y parece que algunos países ya están mostrando nuevas estrategias en este sentido, como Chile, que paulatinamente ha reducido el peso de los minerales sobre sus exportaciones totales, fomentando otras industrias, como el vino, la fruta fresca y el salmón. En otras partes del continente, países como Brasil empiezan a generar nuevas sinergias en el ámbito de la ciencia y la promoción tecnológica, el respaldo a la I+D y la competitividad comercial. Del mismo modo, deben fortalecerse servicios directos de transporte marítimo y aéreo entre América Latina, el Caribe y la India, dado que en la actualidad el transporte de mercancías sigue requiriendo de escalas intermedias en Europa u otros países asiáticos. Además del potencial, los expertos señalan también como una flaqueza la gran heterogeneidad de intereses de los países latinoamericanos, que conduce a una incapacidad práctica de coordinar políticas, aun entre socios de un mismo acuerdo subregional, generando enormes asimetrías en el interés por establecer relaciones bilaterales a una escala regional. Esto es así aun cuando la coordinación de esfuerzos entre los países latinoamericanos debería ser una lección ya aprendida tras el desembarco de China en la región.
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La India, por su parte, se esfuerza por identificar espacios de relación que sean diferentes a las que ya puede ofrecer China. Sin embargo, persisten aún barreras a una colaboración más intensa, como por ejemplo los fuertes aranceles sobre los productos agrícolas latinoamericanos (un 65,1% de promedio frente al 12,5% en China) que deberían verse rebajados en un futuro. Por ahora, el gobierno indio protagoniza una intensa campaña para la promoción de sus inversiones en el sector agroindustrial del Mercosur, en el marco de una estrategia para asegurarse los alimentos que deberán proveer a su enorme población de 1.200 millones de personas. También fomenta otras áreas en las que la India se ha demostrado especialmente hábil, y que van más allá de los vínculos exclusivamente comerciales, como la llegada de la todopoderosa Bollywood. A modo de corolario, cabe señalar que España no debería quedar al margen de esta nueva “historia de amor” entre la India y América Latina. No todo son bondades para España, ya que ciertamente la India aspira a controlar sectores en los que las empresas españolas tienen o quieren tener participación, como el de los hidrocarburos; pero subyace a ella, también, una oportunidad para la explotación conjunta de nuevos yacimientos futuros en sectores como el de las producciones culturales y las telecomunicaciones, de alto valor añadido.
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