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DE LA NORMALIZACION A UNIVERSITARIA. DE 1984 AL 2009
LA
AUTONOMIA
Han pasado veinticinco años, un cuarto de siglo, que fueron de lucha, pero también de vida. Alfonsin llegaba al gobierno declamando el Preámbulo de la Constitución Nacional y denunciando el pacto militar sindical. Era la vida democrática en su renacimiento en la historia argentina. Con ella renacía la democracia universitaria, buscando su normalización para alcanzar su autonomía. Yo era un profesor adjunto interino de Derecho Constitucional en la Universidad de La Plata, que era nacional por su historia: activa militante de la reforma universitaria de los años 18. La Franja Morada me bancó para ser Decano Normalizador de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y allí empezamos, así nacieron esos veinticinco años, donde pude ayudar en la brega, colocando pequeños ladrillos de una construcción que no terminará nunca. Mi desempeño como Decano Normalizador lo llevé a cabo bajo el rectorado del Ingeniero Químico Raul Adolfo Pessaq, bajo cuya gestión se pusieron las bases del Plan Estratégico de la Universidad. En unas Jornadas convocadas al efecto, la comunidad universitaria platense debatió los ejes centrales de la política académica de la Alta Casa de Estudios. Estuvieron presentes los ex Presidentes de la Universidad, quienes aportaron su visión y realizaron un recorrido por el tránsito académico de la Casa, desde la recuperación de la democracia. Temas específicos fueron la participación estudiantil dentro del sistema, la transición entre la educación media y la superior y la incorporación de las nuevas tecnologías en la actividad científica y pedagógica de la Universidad. No dejaron de ser considerados los desafíos de la financiación de una Universidad regida por el irrenunciable postulado de la autonomía, así como la inserción de la Universidad en un mundo altamente globalizado e internacionalizado. Concluido el periodo de normalización la Universidad de la Plata fue presidida por el Doctor Angel Plastino, por el Doctor Alberto Dibern, por el Ingeniero Luis Lima, quien en 1996 reformó el Estatuto Universitario que nos rige, y finalmente por el Arquitecto Gustavo Aspiazu. En ese marco me desempeñe cuatro años como Decano, Los dos primeros años tuve a mi
cargo la denominada normalización de la Universidad, que consistió en llamar a concurso publico, por antecedentes y oposición, de todos los cargos docentes cubiertos, en muchos casos, con docentes que venían de los tiempos del gobierno militar. Porque si algo quiero destacar es que bajo nuestra gestión no hubo la menor persecución ni discriminación de los docentes que nos recibieron. Ellos no habían puesto a las autoridades militares ni sido protagonistas del golpe de estado que instaló la tiranía militar. Ellos sufrieron las consecuencias de esa dictadura, como el resto del país. Recuerdo que el Profesor Comadira, de derecho administrativo, un día dijo en público en el Consejo de la Magistratura que ambos integrábamos, que tenía el reconocimiento del respeto que tuvo mi decanato con todos los docentes, sin tomar en cuenta su origen político, sino su idoneidad y buen desempeño. Siempre tuve firmes convicciones sociales en política, las cuales se desvituan cuando no se respeta el pensamiento del otro. Juzguemos conductas no ideas. Durante ese primer decanato normalizador tuvo la posibilidad y el honor de organizar el Primer Congreso Bonaerense de Derecho Público y Municipal, lo cual ocurrió en octubre de 1884. Honor digo, no solamente por la respuesta que tuvo la convocatoria, dado que se inscribieron mil docentes de todo el país, sino porque al Acto Inaugural asistió el Presidente de la República Raul Alfonsín. El acto se realizó en el recinto de la Cámara de Diputados de la Provincia con la presencia de invitados especiales. Yo llegue muy temprano a la Legislatura, una hora y media antes de lo previsto para iniciar el Acto, entonces fue con gran sorpresa que ingresando a la sala de espera de la Cámara me lo encuentro sentado solo, con una tarjeta identificatoria que le pusieron al ingresar, nada menos que a Juan Carlos Pugliese, el Presidente de los Diputados de la Nación. ¿Usted aquí, doctor?le dije, con asombro, y me contestó: “los años me han enseñado a ser muy puntual y muy obediente”. Telón para esta primera anécdota, recuerdo de ética pública que merece ser recordado. El segundo recuerdo no es una anécdota. Es el impacto que tuve al comprobar que los cuatro ilustres invitados extranjeros a quienes había convocado, estaban presentes al comenzar el Acto. Eran: el Presidente de la Tribunal Constitucional de España, don Manuel García Pelayo, el fundador de la teoría constitucional hispano parlante, el magistrado Antonio La
Pérgola, prestigioso catedrático italiano que luego Presidió el Consejo de la Magistratura de Italia, el profesor Mauro Cappelletti, de la Universidad de Florencia, recordado impulsor de la Justicia Constitucional en defensa de los derechos humanos, y el Profesor Diego Valadez, de la Universidad Autónoma de Mexico, quien fuera tambien Presidente de la Corte Suprema de Justicia de su país. Inauguró el Congreso Raul Alfonsín, a su diestra estaba el Gobernador Armendáriz y a su izquierda la Vice Gobernadora Elba Roulet. Por elli, perdido entre la gente lo llegue a divisar a Augusto Mario Morello, con la humildad que siempre lo carácterizó. Luego de concluir con el periodo de normalización de la Facultad, que me fuera encomendado, porque habíamos con creces superado el requisito de cubrir más del cincuenta por ciento de los cargos docentes titulares por concurso estábamos en condiciones institucionales de elegir un nuevo Decano signado por el sistema democrático de la reforma universitaria. En relación con la reforma deseo enfatizar que nosotros aplicamos el tripartito, con la participación de los docentes, los graduados y los estudiantes, no solamente en la integración de los Consejos Académicos, también del Consejo Superior, sino, del mismo modo, en la formación de los Jurados de los concursos docentes. Estaban formados por cinco miembros, tres profesores, un graduado y un estudiante. Cuantas veces pensamientos de otros tiempos, todavía vigentes en nuestro país, me han objetado la participación estudiantil, incluso la de los graduados. Ese pensamiento vetusto es hijo de la ignorancia práctica: ignorancia de la cual nos desayuna el mismísimo Aristóteles en su “Política”, libro lleno de realismo: cuando le preguntaron una vez quien sabía más de cocina, si el cocinero o los comensales, pues la respuesta del filósofo práctico fue, sin dudar un instante, pues lo comensales, que son quienes definen el gusto que tiene el comer. Si no hay gusto de un estudiante por un docente que se le propone a futuro, pues es lógico que tenga derecho a expedirse. Lo nuestro era, de todos modos tibio, porque el tripartito no era igualitario. Un escándalo para el pensamiento tradicional. Pero hay un argumento constitucional para defender la participación estudiantil en el gobierno universitario y en la designación de los docentes. El olvidado artículo 14 bis de nuestra Constitución le otorga a los trabajadores el derecho “a participar en las ganancias de las empresas, con control de la
producción y colaboración en la dirección”. Y ello nos autoriza a preguntarnos: ¿es que los estudiantes no son trabajadores; es que por serlo no merecen un estipendio para poder capacitarse con idoneidad? Es una inversión que debe redundar en el crecimiento económico del país. Mucho más si el estudio, como trabajo, se realiza bajo el sistema de gestión de calidad, buscando la mejora continua en los resultados. En 1986 fui designado Decano institucional, electo por el Consejo Académico de nuestra Facultad. Pero no debía durar mucho. Ya en 1987 Alfonsín había convocado el Consejo para la Consolidación de la Democracia, que presidiera el querido amigo Carlos Nino, fallecido tan prematuramente, y una de las funciones del Consejo era trabajar en la reforma constitucional. Como trabajaba, por ese tiempo, también en el Congreso, asesorando al también Profesor Jorge Vanossi, decidí dejar el Decanato para poder dedicarle tiempo a un estudio comparativo sobre la reforma de la Constitución de nuestro país. El trabajo concluyó en un libro que fue publicado por la Universidad de San Luis. Los tiempos se aceleraron. La presidencia de Carlos Menem forzó la firma de un Pacto de Olivos que Alfonsín tuvo que aceptar pues se venía una reforma a todo trance, con consulta popular de por medio. El radicalismo de la provincia de Buenos Aires encontró en su profesor de Derecho Constitucional Quiroga Lavié una pieza que Raul Alfonsín consideró util en los trabajos de la Constituyente. Alli fuimos y colaboramos en la formación y sanción de la Reforma de 1994: cuyo padre de la patria de la modernidad argentina, en lo constitucional, no en los hechos, ha sido, sin lugar a dudas el gran dirigente recientemente desaparecido. Ver, en tal sentido, la nota que me ha publicado El Clarín, el 11 de mayo del corriente 2009, gajo el título, “Alfonsin, el constitucionalista”. El nuevo texto constitucional dispuso la creación del Consejo de la Magistratura y allí me llevaron los Rectores universitarios por votación del Consejo Universitario Nacional. En todo momento estuvo presente la Universidad de La Plata en esa designación, con su apoyo y reconocimiento que tanto agradezco Tenemos que señalar que el camino recorrido no es otra cosa que un camino buscando plenitud en la autonomía universitaria. Una autonomía que en su consagración constitucional dispuesta
por el art. 75, inc. 19, se encuentra enriquecida por la exigencia de que el Congreso también regule la autarquía de las Universidades. Lo cual no solamente quiere decir una administración propia y excluyente de sus recursos presupuestarios, sino una dotación programada en la General del Presupuesto Nacional que se gire automáticamente a cada Universidad, de acuerdo con la alícuota que cada año disponga el Congreso de la Nación. Sin autarquía presupuestaria no habrá consolidación de la autonomía universitaria. Como lo dijimos al comienzo de esta nota: la autonomía de las universidades nacionales es una construcción que no se terminará nunca. Porque el derecho es una lucha que se puede profundizar bajo control de un piloto automático, sino con la brega diaria de todos los protagonistas comprometidos en ello.
Humberto Quiroga Lavié Asesor Institucional del CIN Ad Honores