DEBATES SOBRE TEORÍA DEL CAPITAL*

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DEBATES SOBRE TEORÍA DEL CAPITAL* Autor/Author: Amartya Sen En este articulo, Amartya Sen pone en escena una de las discusiones más candentes en el debate económico de los años sesenta y setenta --la controversia sobre la teoría del capital entre las escuelas de Cambridge, la inglesa y la norteamericana-- a través de dos personajes: Buda y Subhuti, este último un antiguo discípulo suyo que debido a algunos deslices debe reencarnar como economista en el siglo XX. La pieza está llena de humor e ironía y, también, de agudas observaciones sobre ese debate. Joan Robinson (1954) abrió la discusión cuando pregunto cómo se medía el capital en la función de producción agregada neoclásica. Sraffa (1960) mostró que la medida del capital no es independiente de la distribución y de los precios, y Garegnani (1970), que una función de producción neoclásica bien comportada descansa en supuestos y restricciones demasiado exigentes e irreales. Sen, a través de Buda, recomienda a su discípulo: "Oh, Subhuti, no gastes tu vida en un problema que quizá sea trivial". Abstract

In this article, Amartya Sen dramatizes one of the most heated discussions in the economic debates of the sixties and seventies --the controversy over the theory of capital between the Cambridge schools of England and America-- by means of two characters: Buddha and Subhuti, the latter an old disciple who, owing to some slips, must reincarnate as an economist in the twentieth century. The piece is full of humor and irony, as well as sharp observations about this debate. Joan Robinson (1954) opened the debate when she asked how capital was measured in the neoclassical aggregated production function. Sraffa (1960) showed that the measurement of capital is not independent from the distribution of prices, and Garegnani (1970) showed that a well behaved neoclassical production function rests upon assumptions and restrictions that are too demanding and unreal. Sen, through Buddha, recommends to his disciple: "Do not spend your life, oh Subhuti, on a problem that may be trivial".

Es bastante conocido que el Venerable Subhuti tuvo una conversación con Buda sobre la sabiduría transcendental que fue inmortalizada en el Vajrachedikaprajñãpãramitã, el llamado 'Sutra Diamante', traducido al chino alrededor del año 400 DC por Kumarajiva, de Kucha, Este del Turkestán. De hecho, éste es el primer libro impreso en el mundo. Lo que sólo se ha sabido hasta hace poco es que a pesar de su vida virtuosa, Subhuti cometió algunos deslices, y nació otra vez en este siglo. Como los deslices no fueron muy graves, Subhuti reencarnó como economista, y como fue lo que Buda llamó 'un Brahman quisquilloso' (ver Kassapa-Sihanada Sutta), Subhuti fue destinado a especializarse en teoría del capital. Un día en que Subhuti se lamentaba en su estudio después de leer la revisión del Venerable Harcourt y otros cien libros y ensayos sobre el tema, abrumado por los sublimes pensamientos revelados en estos trabajos, Buda apareció súbitamente, compadecido por su antiguo discípulo. Subhuti inmediatamente se descubrió su hombro derecho, se arrodilló sobre su rodilla derecha y, elevando sus manos con las palmas unidas, se dirigió a Buda: Único Honrado por el Mundo, ¿Has venido a ayudarme a salir de la confusión de la medición del capital?

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2 Buda respondió: En verdad he venido con un propósito diferente, para apartarte de estos estudios. Oh, Subhuti, no gastes tu vida en un problema que quizá sea trivial. Subhuti le dijo a Buda: Trivial en verdad, Único Honrado por el Mundo, desde el punto de vista del 'Principio Último de Realidad'. Pero es un problema serio para la economía a la que he sido destinado en mi gran ciclo de la reencarnación, y debo cumplir con mi deber esta vez. Ilumíname, Oh Único Iluminado. Buda le dijo a Subhuti: ¿Por qué quieres medir el capital, Oh Subhuti? ¿Qué bien te hará? Subhuti replicó: A pesar de las dudas iniciales, últimamente me he interesado en usar una función de producción agregada. Y me gustaría determinar la tasa de ganancias de la economía por el producto marginal del capital. Por los libros que he leído, conozco la dificultad que surge por tener más de un bien de capital y por el problema de la medición del capital. ¡Oh, como desearía que los bienes de capital fueran homogéneos! Viéndote, Único Honrado por el Mundo, se me ha ocurrido una idea. ¿Por qué no haces que todos los bienes de capital sean homogéneos? Muchos economistas té agradecerían por ello, Oh Tathãgata. Buda dijo, entonces: Como he dicho muchas veces, no soy un mago. No puedo hacer lo imposible, y tengo gran admiración por quienes pueden cambiar a la realidad con la punta de un lápiz. Pero, cuéntame, Subhuti ¿Realmente crees que si tienes un solo bien de capital homogéneo podrás deducir la tasa de ganancia únicamente a partir de la relación técnica entre capital y producto homogéneos? Subhuti replicó: Eso dicen algunos libros venerables. Buda dijo: Reveréncialos, Subhuti, pero no creas en ellos. Supón que obtienes el valor del producto marginal del capital en términos de la producción de bienes de consumo. ¿En qué unidades lo expresarías? En unidades físicas de bienes de consumo adicionales por cada unidad adicional de capital homogéneo. Pero la tasa de ganancias es un número puro. Seguramente necesitarías algo más para ir de la primera al segundo a fin de reflejar el precio relativo del bien de capital vis à vis el bien de consumo. Y el precio de equilibrio del capital en unidades de bienes de consumo depende de la tasa de ganancias que se use para hacer el descuento, y una variación de la tasa de ganancias puede significar una variación del valor del mismo capital físico en unidades de bienes de consumo. Esta dificultad no se elimina por tener un bien de capital homogéneo. Subhuti dijo: ¿Cómo hace el Venerable Solow para resolverla tan fácilmente en su modelo simple de crecimiento? ¿Ha cometido entonces un error, Oh Único Iluminado? Me duele el corazón. Buda replicó: Abandona tus temores, Subhuti. El Venerable Solow puede hacer supuestos peculiares, pero nunca comete errores. No sólo supuso un bien de capital homogéneo sino que en la economía hay un solo bien, lo que elimina el problema del precio relativo del capital y los bienes de consumo, que debe ser igual a uno. Subhuti preguntó: ¿Y el modelo de la función de producción substituta del Venerable Samuelson? No supone un solo bien en la economía, si lo he entendido correctamente. Buda replicó: No, eso pertenece a una tradición más elevada. Elimina el problema suponiendo que los sectores que producen los diferentes bienes tienen la misma intensidad de factores, es decir, la misma proporción entre capital físico y trabajo. Lo que es esencialmente otra manera de eliminar el problema del precio relativo. Sin embargo, debes advertir, Subhuti, que el modelo se adapta también a

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3 los bienes de capital heterogéneos, y que el problema de los precios relativos se elimina cuidadosamente mediante el supuesto de la igualdad de la intensidad de factores. Subhuti habló así: Me preocupa el supuesto de la igualdad de la intensidad de factores. ¿Lo necesitamos realmente, Único Iluminado? Buda respondió: No, es suficiente pero no necesario, en el sentido de que algunas configuraciones bastante especiales de otras cosas pueden dar lugar casi accidentalmente a una función de producción substituta. Pero lo que más nos acerca al núcleo del asunto es el supuesto del Venerable Samuelson acerca de la intensidad de factores. Subhuti dijo con tristeza: Pero el supuesto de la intensidad de factores no es muy cercano a la realidad. ¿No hay un método para obtener la tasa de ganancias como la derivada parcial de algún valor del capital sin ir tan lejos como los supuestos del Venerable Samuelson? Buda replicó: Sí, ciertamente, en casos especiales. En una economía con crecimiento de equilibrio con una tasa de ganancias igual a la tasa de crecimiento, se puede obtener la igualdad entre la tasa de ganancias y el valor del producto marginal del capital sin mucha dificultad. Pero esto cubre sólo una situación particular. Subhuti preguntó: ¿No hay una medida del valor del capital tal que la tasa de ganancias sea igual al producto marginal del capital independientemente de la situación exacta de la economía a menos que se cumpla el modelo substituto samuelsoniano? Buda dijo: La hay, de hecho. El índice en cadena del Venerable Champernowne proporciona una medida del capital tal que se la puede usar como argumento en la función de producción y tal que la tasa de ganancias de equilibrio es igual a la derivada parcial del producto respecto al capital en su valor apropiado del índice en cadena. Pero es claro que el modelo neoclásico no se restaura totalmente puesto que el hábil truco del Venerable Champernowne consiste en su habilidosa revaluación del capital, la que puede diferir del valor de mercado del capital. Subhuti preguntó: ¿Siempre funciona, Único Honrado por el Mundo? Buda dijo: No, pero es menos exigente que la función de producción substituta. Sin embargo, si hay condiciones que llevan a una reversión múltiple, es decir, a una situación en que una técnica que es más rentable que otra a una tasa de interés mayor y menos rentable a una tasa de interés menor puede volverse de nuevo más rentable a una tasa de interés aún más baja, entonces, Oh Subhuti, el índice de Champernowne no funcionaría, como indicó el Venerable Champernowne en 1954, antes de que estallara el debate sobre la reversión múltiple entre los Brahmanes de diferentes tradiciones. Subhuti dijo: En verdad, el tema de la reversión múltiple es de gran importancia para el modelo neoclásico agregado; eso ya lo sé, Oh Único Iluminado. Buda replicó: No del todo, Subhuti. Porque los índices, como el índice del Venerable Champernowne, no restauran el modelo neoclásico agregado, y para restaurarlo totalmente se necesita la función de producción substituta de Samuelson. Y es posible que aunque no haya reversiones múltiples, no se cumplan los supuestos de Samuelson. Además, hay otros supuestos del modelo neoclásico que son al menos tan importantes y preocupantes como la ausencia de reversiones múltiples. Por ejemplo, el del equilibrio, el de unas expectativas que siempre se cumplen, el estereotipo de los supuestos institucionales sobre la distribución del ingreso de acuerdo con la 'oferta y la demanda competitivas',

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4 y en algunos modelos el de la maleabilidad del capital previo. De hecho, es posible que pese a que pueda ser el supuesto más objetable del modelo agregado neoclásico, el supuesto de la ausencia de reversiones múltiples sea el menos nocivo en comparación con otros supuestos, cuando se considera desde el punto de vista empírico. Subhuti exclamó entonces: Me desconciertas, Único Iluminado. ¿Por qué entonces hay tanto interés en el debate sobre las reversiones múltiples? ¿Por qué tantos Pundits le han dedicado tanto tiempo? Buda dijo: Hay dos razones posibles, como para la mayoría de las cosas. Primera, como Kurukshetra, Hastings o Waterloo, la reversión múltiple es famosa como campo de batalla. Aquí un grupo de Brahmanes del ãshram del Pundit Sraffa atrapó en la oscuridad a un grupo de Brahmanes de Boston, y le causó muchas bajas arrojándoles números reales. La gente siempre disfruta las batallas, y en verdad esto explica por qué la reversión múltiple atrae tanto interés. Subhuti preguntó: ¿El saber de la reversión múltiple es una guerra épica? Buda dijo: Afirmé que hay dos razones para la fama de la reversión múltiple. Menciono ahora la segunda: escucha con cuidado, Oh Subhuti. Para el teórico puro la pertinencia empírica suele ser una cuestión menor. Lo que le fascina es la coherencia interna. Puesto que la reversión múltiple descarta una medida agregada del capital --como hace el Venerable Champernowne-- que se puede usar como argumento de la función de producción neoclásica, y puesto que el modelo neoclásico no puede descartar analíticamente la posibilidad de reversión múltiple, un teórico puro quedará fascinado por ella, especialmente si está construyendo un argumento estrictamente analítico contra alguna clase de modelos neoclásicos. El problema práctico de la medición no es el tema principal de este debate. Subhuti preguntó: Pero, Único Honrado por el Mundo ¿Los Brahmanes del ãshram del Pundit Sraffa aceptarían esta afirmación? ¿Por qué el mismo Pundit Sraffa no ha escrito sobre esta diferencia que, si fuera correcta, sería muy importante para entender la motivación de su escuela? Buda replicó: Como sabes, Pundit Sraffa considera inmoral escribir más de una página por mes, pero en las riberas del Mediterráneo, en la provincia de Corfú, hizo un prédica sobre el tema en 1954, transcrita por los Venerables Lutz y Hague [1961, 305-6]. Allí habló así:

Se debe subrayar la diferencia entre dos clases de medición. Primera, aquélla por la que se interesaban los estadísticos. Segunda, la medición de la teoría. La medición de los estadísticos era sólo aproximada y constituía un campo apropiado para resolver problemas de números índices. Las mediciones teóricas requerían precisión absoluta... Los trabajos de J. B. Clark, Bohm-Bawerk y otros intentaban elaborar definiciones puras del capital, como lo requerían sus teorías, no como una guía para mediciones reales. Si encontramos contradicciones, éstas se refieren entonces a defectos de la teoría y a la incapacidad para definir medidas precisas del capital. Subhuti dijo entonces: Muy bien, acepto la motivación de Pundit Sraffa, y estoy convencido de que el modelo neoclásico agregado como pieza de 'teoría' es, en este sentido, un desastre. Esto es importante para las disputas entre las diferentes escuelas teóricas, y percibo su relación con el análisis de la historia del pensamiento económico del Venerable Garegnani. Pero a mí me interesa la medición real. Buda dijo: Eso le pasa a muchas personas de buenas familias en estos días. El panorama también es algo decepcionante en lo que concierne al modelo neoclásico. Por ejemplo, el Venerable Fisher examina

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5 este asunto desde el punto de vista econométrico y las predicciones empíricas muestran las limitaciones del modelo neoclásico agregado especialmente cuando se incluyen industrias muy diferentes. Advierte, Subhuti, que la motivación del Venerable Fisher es bastante diferente de la del Venerable Sraffa y que citar los resultados del primero para defender la posición del segundo no lleva a la iluminación. Subhuti se dirigió a Buda en esta forma: Oh, Único Honrado por el Mundo, estas dificultades del enfoque neoclásico agregado me deprimen profundamente. Te contare por qué, Único Iluminado. Me dediqué a la economía del desarrollo antes de recorrer el sendero de la teoría del capital. Me había convencido de que en algunas economías donde el trabajo es barato, como India y China, tenía sentido recomendar la elección de técnicas de producción menos intensivas en capital, pero comprendo ahora que éste no es el sendero luminoso en vista de las dificultades de la concepción del capital como factor de producción ¿Qué sentido tiene hablar de la proporción entre capital y trabajo o entre capital y producto? ¡Qué ingenuo he sido! Nunca más recomendaré elegir una baja intensidad de capital en economías con trabajo barato. Buda dijo: ¿Por qué no, Oh Subhuti, por qué no? Cuando dices que recomendabas técnicas menos intensivas en capital, sugerías unas alternativas técnicas especificas frente a otras. Quizás recomendabas que al construir un canal de irrigación, en una economía con exceso de trabajadores era posible que la tierra fuera removida por hombres con canastos y no con maquinaria. Y otras recomendaciones similares. El hecho de que cuando la recomiendas, llames a la primera técnica menos intensiva en capital es, hablando estrictamente, del todo accidental y no afecta la sabiduría de tu recomendación. Subhuti respondió así: Comprendo lo que dices, Único Honrado por el Mundo. Pero esto hace que todo el asunto sea completamente ad hoc. Decimos 'elija esto y esto sobre aquello y aquello'. Y con este enfoque ad hoc no hay ningún argumento para que, en una economía con excedentes de trabajo, se prefieran técnicas que, en algún sentido real, consideremos menos intensivas en capital. No se trata únicamente de que a esas técnicas las haya denominado menos intensivas en capital, sino de que también he recomendado elegirlas basado en un argumento general que favorece un mayor uso de trabajo y de menos capital. Esos argumentos deben ser erróneos en vista de lo que me has explicado, Único Iluminado. Buda replicó: Primero que todo, esos argumentos generales son, en realidad, totalmente dudosos, y no se puede elegir entre alternativas hasta que no se hayan examinado los detalles de cada alternativa. En segundo lugar, el problema de qué constituye un trabajo barato es en sí mismo muy difícil y la existencia de exceso de trabajadores no significa que no tengan ningún costo, como ha argumentado el Venerable Dobb, entre otros. En tercer lugar, lo que es más importante para nuestro propósito, en la medida en que tu razonamiento elemental indica una inclinación general en favor de técnicas que se pueden denominar menos intensivas en capital, esta inclinación general no se ve muy afectada por las dificultades que se examinan en la teoría del capital. Subhuti preguntó: ¿Cómo es eso, Oh Único Honrado por el Mundo? ¿En vista de las dificultades de la concepción del capital que has revelado con tu palabra sagrada, no es claro que carece de sentido hablar de una mayor o menor intensidad de capital? Buda replicó: Tu reflexión es demasiado complicada y tiene tantos matices que en tu próxima reencarnación bien podrías ser un camaleón. Primero, el hecho de que esto daba ocultarse para sostener que la tasa de ganancias está determinada por la productividad marginal del capital no necesariamente menoscaba el argumento de que a una tasa de ganancias dada, una técnica puede tener

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6 una intensidad de capital mayor que otra. Segundo, cuando se recomienda elegir técnicas menos intensivas en capital en una economía con exceso de trabajadores, se suele hacer una asevaración sobre la inversión y no sobre el acervo de capital existente. Por consiguiente, el problema de la rigidez ex post frente a la maleabilidad que revelan mis palabras sagradas--como afirmas en tu humilde estilo Budista-- no es relevante. No creo que recomiendes que tiren a la basura la maquinaria ya instalada y que la cambien por canastos o cosas parecidas. Tercero, cuando se recomienda una intensidad de capital más baja el problema no consiste en tratar el capital como un factor de producción sino de economizar en el uso de los medios de producción distintos del trabajo vis à vis al uso del trabajo, que es relativamente abundante. ¿Qué pasó con tu sentido común, Subhuti? Subhuti replicó: En mi reencarnación como economista he aprendido cuán engañoso es el sentido común. Prefiero argumentos rigurosos. Tú aceptas que los medios de producción distintos del trabajo son heterogéneos. Así, ¿cómo podemos hablar de intensidad del capital total? ¿Los medios de producción distintos del trabajo tienen precios relativos fijos? El debate sobre la teoría del capital no es relevante para esta pregunta. Buda dijo: No lo es, por supuesto. Pero quizá no sea indiferente hablar de grandes contrastes como hacemos cuando recomendamos remover la tierra con manos y canastos y no con bulldozers para construir un canal de irrigación. Quizá no haya absoluta certeza sobre los precios relativos de los canastos frente a los bulldozers pero, dentro de los límites de las variaciones relevantes, los primeros pueden implicar una menor intensidad de capital que los segundos en cualquier situación. Y cuando se hace una recomendación general en favor de técnicas con menor en intensidad de capital en las economías con trabajo barato, esto es lo que se tiene en mente. En situaciones menos claras, se necesitaría hacer un análisis detallado de costo-beneficio, y la comparación general de la intensidad del capital total no sería el método adecuado. Pero, sólo porque no se puedan ordenar las intensidades del capital total en algunos casos, no se deben descartar las clasificaciones que se pueden hacer. Subhuti dijo: No me gustan las presentaciones faltas de rigor. Por favor, sea riguroso, Oh Único Iluminado. Buda dijo: Sean (q11,..., q1n) las cantidades de n clases de insumos de bienes de capital necesarios por unidad de producto bajo la técnica 1 y (q21,....., q2n) las de la técnica 2. Nos referimos a ellas como vectores q1 y q2 respectivamente. Los precios sombra apropiados pueden depender de muchas cosas que ni siquiera conocemos con cierta precisión. Pueden depender de la elección de q. Supón que el planificador sólo sabe que los vectores de precios p1 y p2 pertenecen en ambos casos a un conjunto &. Podríamos decir, entonces, que q1 es más intensivo en capital que q2 sí para todo par de vectores de precios p1 y p2 (no necesariamente distintos) extraídos de &, tenemos: p1q1 > p2q2 Sabemos que para cualquier &, el ordenamiento de los vectores de q será un cuasi-orden, y que éstos satisfacen algunas propiedades sistemáticas, como por ejemplo la transitividad. Subhuti dijo: Ah, ahora sí entiendo. Quizás pueda decir una cuantas cosas en las que pensé antes. Tanto en la esfera positiva como en la normativa. Para dar un ejemplo de lo primero, diría lo siguiente, que llamaré Observación I para ser riguroso. Observación I: 'Cuando hay desempleo persistente en una economía en estancamiento, los trabajadores sobrantes podrían emplearse a sí mismos con pequeñas cantidades de capital (como emboladores o vendedores ambulantes)'. Sin embargo, dicho esto, siento gran alivio por no tener a mi lado a la Venerable Joan Robinson. Ella nunca me perdonaría

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7 por decir 'pequeñas cantidades de capital'. Dime, Tathãgata, ¿Qué haré cuando vaya a la clase de la Venerable Joan Robinson y tenga la tentación de hacer una Observación como ésta? Buda dijo: Primero que todo, ése es tu problema. Segundo, sé audaz. Y tercero, ¿Por qué piensas que la Venerable Joan Robinson objetará tu observación? No la objetará. Subhuti dijo: Claro que la objetará. A ella no le gustan las referencias a 'cantidades de capital', sean pequeñas o grandes. Seguramente algún día asistiré a su clase. Entonces, ¿cómo defenderé la Observación I? Dime, Oh Único Iluminado. Buda replicó: Ella sabe que la Observación I es una cita de las páginas 157-8 de su Acumulación de

capital. Es curioso que hayas pensado lo mismo.

Subhuti dijo entonces: Estoy cansado, Único Honrado por el Mundo. ¿Qué he ganado estudiando todos esos debates sobre la teoría del capital aparte de poner en su sitio el uso neoclásico del capital como factor de producción y la determinación de la tasa de ganancia por la llamada productividad marginal del capital, en los que realmente no he creído desde el principio? Buda dijo: No subestimes el valor del conocimiento hermético encerrado en la teoría del capital. No juzgues una acción por sus resultados. Tal como se ha dicho: 'No pienses en los resultados de una acción. Sigue adelante'. Subhuti preguntó: Pero, Oh Único Iluminado, ¿el conocimiento no debe tener algún provecho real? Buda dijo: Recuerda que hace 2.500 años, en aquel parque cerca de Shravasti, me preguntaste:"¿Al lograr Consumación de la Iluminación Incomparable, Buda, no hiciste ninguna adquisición?". Subhuti replicó: Lo había olvidado, pero tengo una traducción del 'Sutra Diamante' de A. F. Price, y en la página 61 veo que me respondiste así: 'Justamente, Subhuti. Con la Consumación de la Iluminación Incomparable no adquirí la más mínima cosa; por eso se llama 'Consumación de la Iluminación Incomparable.' Buda dijo: Justamente, Subhuti, justamente.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Bliss, C. J. 1968. "On Putty-clay", Review of Economic Studies 35, 105-132. Champernowne, D. 1960. "The Production Function and the Theory of Capital", Review of Economic Studies 21, 112-35. Dobb, M. 1960. An Essay on Economic Growth and Planning, Rotuledge, Londres. Fisher, F. "The Existence of Aggregate Production Functions", Econometrica 37, 553-577. Garegnani, P. 1970. "Heterogeneous Capital, the Production Function and the Theory of Distribution", Review of Economic Studies 37, 407-436.

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Harcourt, G. 1972. Some Cambridge Controversies in the Theory of Capital, Cambridge University Presss, Cambridge. Lutz, F. y Hague, D. 1961. The Theory of Capital, Macmillan, Londres.

Levhari, D. 1965. "A Non-substitution Theorem and Switching of Techniques", Quarterly Journal of Economics 79, 98-105. Levhary, D. y Samuelson, P. 1966. "The Non-switching Theorem is False", Quarterly Journal of Economics 80, 518-519. McIntosh, J. 1972. "Some Notes on the Surrogate Production Function", Review of Economic Studies 39, 505-510. Pasinetti, L. 1966. "Changes in the Rate of Profit and Switching of Techniques", Quarterly Journal of Economics 80, 503-517. Price, A. 1955. The Diamond Sutra, The Buddhist Society, Londres. Robinson, J. 1954. "The Production Function and the Theory of Capital", Review of Economic Studies 21, 81-106. Robinson, J. 1956. The Accumulation of Capital, Macmillan, Londres. Samuelson, P. 1962. "Parable and Realism in Capital Theory: The Surrogate Production Function", Review of Economic Studies 29, 193-206. Solow, R. 1956a. "A Contribution to the Theory of Economic Growth", Quarterly Journal of Economics 70, 65-94. Solow, R. 1956b. "The Production Function and the Theory of Capital", Review of Economic Studies 23, 101-108. Solow, R. 1957. "Technical Change ant the Aggregate Production Function", Review of Economics and Statistics 39, 312-320. Sraffa, P. 1960. Production of Commodities by Means of Commodities, Cambridge University Press, Cambridge. Von Weizsäcker. C. 1971. "Modern Capital Theory and the Concept of Exploitation", Working Paper 2, Institute of Mathematical Economics, Bielefeld University.

*Tomado de Economica 41, agosto de 1974, 328-335.

Amartya Sen

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AMARTYA SEN Juicios sobre la globalización

De la globalización se suele afirmar con frecuencia que se trata de un proceso de occidentalización del mundo. Al respecto parece haber un acuerdo tácito entre sus defensores y sus detractores. Aquellos que comparten una visión optimista, ven en ella una contribución de la civilización occidental al mundo contemporáneo. Hay una historia hecha a la medida de esta percepción, en la que todos los desarrollos esenciales se originaron en Europa: primero fue el Renacimiento, después la Ilustración y la Revolución Industrial, y por último el aumento masivo de los niveles de vida en Occidente. Hoy los grandes logros de Occidente se estarían diseminando por todo el orbe. En esta visión, la globalización no sólo es buena sino deseable, una suerte de obsequio de Occidente al mundo. Quienes defienden esta lectura de la historia se suelen irritar porque la globalización no sólo es vista como una maldición, sino que se le desprecia e impugna por un mundo malagradecido. Vista desde la perspectiva opuesta, la dominación occidental entendida a veces como una continuación del imperialismo occidental- es el malo de la película. En esta percepción, el capitalismo contemporáneo, movido por la codicia y la avaricia de las naciones occidentales de Europa y América del Norte, ha impuesto reglas en las relaciones comerciales y globales que deprivan a los más pobres del mundo. La vindicación de diversas identidades no occidentales -que se definen por la religión (el fundamentalismo islámico), la geografía (los valores asiáticos) o la cultura (la glorificación de la ética del confucionismo)- no ha hecho más que atizar el fuego de esta confrontación con Occidente. Pero, ¿es la globalización realmente una nueva maldición occidental? De hecho no es ni nueva ni necesariamente occidental; tampoco es una maldición. Durante miles de años, la globalización ha contribuido al progreso del mundo a través de los viajes, el comercio, la migración, las mutuas influencias culturales y la diseminación del conocimiento y el saber (incluyendo el de la ciencia y la tecnología). Hay casos en que las interrelaciones globales han sido esenciales para el desarrollo de países enteros. Además, no siempre han resultado de la influencia occidental. Por el contrario, los agentes activos de la globalización aparecen frecuentemente fuera del área de Occidente.

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21/01/2009

Amartya Sen

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Habría que considerar el mundo no hacia el final del milenio sino en sus inicios. En el año 1000 d.C., la expansión global de la ciencia, la tecnología y las matemáticas habían cambiado la naturaleza del Viejo Mundo, pero su diseminación se llevó a cabo en la dirección opuesta a la que observamos hoy. En el mundo del año 1000, la alta tecnología incluía el papel, la imprenta, el arco, la pólvora, la suspensión de puentes con cadenas de acero, el papalote, la brújula magnética y la rueda de molino. Todos estos instrumentos eran comunes en China -y prácticamente desconocidos en otras partes del mundo-. La globalización los llevó a todo el orbe, incluyendo Europa. Un movimiento similar ocurrió con la influencia de Oriente en las matemáticas occidentales. El sistema decimal surgió y se desarrolló en India entre la segunda y la sexta centurias; después fue utilizado por los matemáticos árabes. Las innovaciones matemáticas llegaron a Europa en el último cuarto del siglo X. Ahí empezaron a tener un impacto en los primeros años del último milenio, y jugaron un papel destacado en la revolución científica que transformó a Europa. Los agentes de esa globalización no fueron europeos ni exclusivamente occidentales, tampoco estaban vinculados al dominio occidental. De resistirse a la globalización de las matemáticas, la ciencia y la tecnología de aquél tiempo, Europa habría sido mucho más pobre -económica, cultural y científicamente-. Hoy se aplica el mismo principio, aunque en dirección contraria (de Occidente hacia Oriente). Rechazar la globalización de la ciencia y la tecnología porque representan la influencia y el imperialismo occidentales no sólo significa prescindir de contribuciones globales -provenientes de muchas partes del mundo- que se hallan sólidamente ancladas en las así llamadas ciencia y tecnologías occidentales, sino que redunda en una práctica bastante estúpida, dada la dimensión con la que el mundo entero se puede beneficiar de ellas.

La herencia Al rechazar el diagnóstico de la globalización como un fenómeno cuyo origen es la quintaesencia de Occidente, hay que sospechar no sólo de la retórica anti-occidental sino también de la xenofobia pro-occidental. Cierto: el Renacimiento, la Ilustración y la Revolución Industrial fueron grandes logros -y tuvieron su sede principal en Europa y, después, en Estados Unidos-. Pero su desarrollo se basó en la experiencia del resto del mundo, que no se reduce a las estrechas fronteras de la civilización occidental. La civilización global es una herencia del mundo entero -y no sólo de un catálago de culturas locales dispares-. Cuando una matemática moderna de Boston invoca un alogaritmo para resolver un complejo problema computacional, tal vez no sea consciente de que está celebrando al matemático árabe Mohammad Ibn Musa-al-Khwarizmi, que vivió en la primera mitad del siglo IX. (La palabra alogaritmo proviene del nombre Al-Khwarizmi.) Existe una cadena de relaciones intelectuales que vinculan a las matemáticas y las ciencias occidentales con una serie de pensadores no occidentales, entre los cuales se halla AlKhwarizmi. (El término álgebra proviene de su célebre tratado: Al-Jabrwa-al Muqabilah.) Al-Khwarizmi, uno de tantos pensadores no occidentales cuyos trabajos influyeron en el Renacimiento europeo y, más tarde, en la Ilustración y la Revolución Industrial, merece el crédito por los logros asombrosos que ocurrieron en Europa y que europeizaron a Estados

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Unidos. La idea de un origen occidental inmaculado es pura fantasía. El progreso global de la ciencia y la tecnología no sólo no ha sido un fenómeno exclusivamente occidental, sino que muestra desarrollos globales esenciales en los cuales Occidente ni siquiera aparece. La impresión del primer libro del mundo fue un evento esencialmente global. La tecnología de la imprenta es un logro que debe atribuirse enteramente a los chinos. Pero el contenido provino de otro lugar. El primer libro impreso fue un tratado hindú en sánscrito, traducido al chino por un hombre de origen medio turco. El libro, Vajracchedika Prajnaparamitasutra (que a veces se refiere como "El diamante sutra"), es un viejo tratado de budismo. Fue vertido del sánscrito al chino en el siglo V por Kumarajiva, un académico de origen medio hindú y medio turco que vivió en la parte oriental de Turkistán llamada Kucha, y que más tarde emigró a China. Su primera impresión data de cuatro siglos después en 468 d.C. Esta historia, que incluye a China, Turquía e India, expresa una forma de globalización en la que Occidente estuvo absolutamente ausente.

Interdependencias Que la globalización de las ideas y las prácticas merece ser rechazada porque contiene la amenaza de la occidentalización, es un diagnóstico equivocado que ha jugado un papel regresivo en el mundo colonial y poscolonial. Este rechazo propicia tendencias parroquiales y sabotea la objetividad de la ciencia y del conocimiento. Dadas las interacciones globales, no sólo resulta contraproducente, sino que puede causar que las sociedades no occidentales "se metan el pie" a si mismas, incluso el valioso pie de la cultura. Considérese tan sólo la resistencia en India a la utilización de las ideas y los conceptos occidentales en las ciencias y en las matemáticas. En el siglo IX, este debate se transformó en una amplia controversia entre los defensores de la educación occidental versus los que abogaban por la educación tradicional hindú. Los "occidentalizantes" no atribuían ningún mérito a la tradición hindú, como el dudoso Thomas Babington Macaulay que llegó a escribir: "Nunca me he topado entre ellos [quienes abogaban por la tradición hindú] a quien pueda negar que un simple anaquel de una buena biblioteca europea es más valioso que toda la literatura hindú y árabe juntas." En respuesta, quienes defendían la educación nativa se oponían a toda forma de influencia occidental. Sin embargo, ambos lados admitían la dicotomía fundacional de dos civilizaciones dispares. Las matemáticas europeas, que usan conceptos como el de seno, eran vistas como una importación puramente occidental a la India. De hecho, el matemático hindú Aryabata desarrolló el concepto de seno en su trabajo clásico sobre astronomía y matemáticas en el año 499 d.C. Lo llamó por su nombre en sánscrito: jya-ardha (literalmente: "medio arco"). Este término, que inicialmente fue reducido en sánscrito al de jya, se transformó en el jiba árabe, y más tarde en el de jaib, que significa "bahía o caleta". En su Historia de las matemáticas, Howard Eves explica que hacia 1150 d.C. Gherardo de Cremona, en su versión al latín, tradujo jaib como sinus, palabra que corresponde a bahía o caleta. Éste es el origen del concepto moderno de seno. El término ha cerrado un círculo completo -comenzando en la India, y de regreso-. Ver a la globalización como una simple continuación del imperialismo de las ideas y las creencias occidentales (tal y como lo sugiere esta retórica) es un grave y costoso error, de la misma manera que lo habría sido cualquier forma de resistencia europea a la influencia oriental a principios del milenio pasado. Sin duda hay aspectos de la globalización que se relacionan con el imperialismo (la historia de las conquistas, el colonialismo y la dominación extranjera), y las explicaciones poscoloniales del mundo no dejan de tener su

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mérito. Pero sería del todo equivocado entender a la globalización como un rasgo puramente del imperialismo. Es algo más que eso. La distribución de las pérdidas y las ganancias económicas producidas por la globalización plantea una pregunta enteramente distinta, y debe ser examinado como un tema de extraordinaria relevancia. Existen suficientes evidencias para mostrar que la economía global ha traído prosperidad a diversas regiones del planeta. Hace tan sólo algunos siglos, la pobreza dominaba al mundo entero, y la prosperidad se distribuía entre unas cuantas ínsulas. Las interrelaciones económicas extensivas y la tecnología moderna han sido -y seguirán siendo- decisivas para superar esta penuria. Lo que sucedió en Europa, Estados Unidos, Japón y el Lejano Oriente contiene un mensaje esencial para todas las regiones del mundo, y no se puede entender la naturaleza actual de la globalización sin antes admitir los frutos producidos por las relaciones de la economía global. Es simplemente imposible revertir la penuria económica de los pobres a lo largo y ancho del mundo, manteniéndolos al margen de los avances de la tecnología contemporánea, la probada eficiencia del intercambio y el comercio internacionales y los beneficios sociales y económicos que se derivan de una sociedad abierta. El problema central reside en cómo hacer uso de las ventajas que encierran el intercambio económico y el progreso tecnológico, de tal manera que la atención se centre en los intereses de los explotados y los marginados. Ésta es, a mi entender, la pregunta que emerge de los así llamados movimientos globalifóbicos. El reto principal se relaciona con la inequidad -tanto internacional como intranacional-. Las desigualdades son múltiples: disparidades en el bienestar, severas asimetrías en los equilibrios de poder y oportunidades políticas, sociales y económicas decrecientes. Otra pregunta nodal se refiere a la distribución de las ganancias potenciales de la globalización tanto entre países ricos y pobres como entre los diferentes grupos sociales de un mismo país-. No basta entender que los pobres en todo el mundo requieren de la globalización tanto como los ricos; también es preciso asegurar que obtengan de ella lo que necesitan. Para abogar por la globalización se requerirían reformas institucionales masivas; también, más claridad en la formulación de las preguntas sobre el tema de la distribución. Por ejemplo, con frecuencia se afirma que los ricos se están haciendo más ricos, y que los pobres más pobres. Pero este fenómeno no sucede de manera uniforme, incluso si aceptamos que existen casos donde acontece en realidad. Todo depende de la región y del grupo que elijamos, así como de los indicadores de la prosperidad económica. Pero el intento de fustigar a la globalización económica con esta precaria argumentación produce una crítica peculiarmente frágil. Los apólogos de la globalización argumentan que los pobres que participan en el comercio y el intercambio internacionales se vuelven menos pobres. Ergo -según este artilugio-: la globalización no es injusta para los pobres. Ellos también se benefician. Si se acepta la relevancia de esta pregunta, todo el debate gira en torno a cuál de los lados tiene la razón en esta disputa empírica. ¿Pero es este el campo de batalla real? Creo que no.

Negociación y justicia Aun si los pobres se hicieran un poco más ricos, esto no implicaría que obtendrían una parte más justa de los beneficios potenciales que encierran las relaciones globales económicas. No tiene mucho sentido preguntarse si las desigualdades marginales internacionales han crecido o decrecido. No es necesario demostrar que la desigualdad masiva o la injusticia distributiva están creciendo para rebelarse contra la pobreza y las desigualdades lacerantes -o para protestar contra la injusta distribución de beneficios de la cooperación global- que caracterizan al mundo contemporáneo. Todo esto es un asunto aparte. Las ganancias que se derivan de la cooperación pueden redundar en órdenes muy

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disímbolos. Hace más de medio siglo, John Nash, matemático de la teoría de juegos, reflexionó (en "El problema de la negociación", publicado en Econométrica en 1950 y citado, entre otros escritos, por la Real Academia de Ciencias cuando Nash obtuvo el Premio Nobel de economía) sobre el hecho de que no se trata de saber si algún acuerdo particular puede resultar mejor que si no hubiera cooperación alguna, sino de la distribución justa de los dividendos. Es inútil refutar la crítica de que tal o cual arreglo distribucional es más injusto aduciendo que los partícipes se benefician más en ausencia de cooperación. En realidad, se trata de la elección entre estas alternativas. Por ejemplo, para argumentar que un arreglo familiar sexista y desigual es particularmente injusto, no es necesario demostrar que las mujeres resultarían comparativamente más beneficiadas si no existiera la familia, sino que la distribución de los beneficios es simplemente desigual bajo ese arreglo. Antes de que la justicia entre los géneros se convirtiera en una preocupación general (tal y como ha sucedido en décadas recientes), abundaban los intentos de evadir el tema (de la injusticia en el orden familiar) argumentando que si las mujeres creyeran que ciertos arreglos familiares les son injustos no necesitarían vivir en familia. También se acostumbraba afirmar que los arreglos familiares existentes no podían ser injustos si los hombres y las mujeres vivían en familia. Pero aún si se admite que tanto las mujeres como los hombres puedan obtener beneficios al vivir en familia, la pregunta de la justicia distribucional queda sin resolver. En principio, existen diversos arreglos familiares -comparados con la total ausencia de un sistema familiar- que cumplen con el requisito de satisfacer las necesidades tanto de hombres como de mujeres. El verdadero problema reside en que tan justamente se distribuyen los beneficios en cada uno de los respectivos arreglos. De la misma manera, es inútil rebatir la crítica de que el sistema global es injusto respondiendo que incluso los más pobres obtienen algo de las interrelaciones globales; o que no se vuelven más pobres necesariamente. Esta respuesta puede o no ser la equivocada, pero la pregunta sin duda lo es. El problema no es si los pobres se están haciendo marginalmente más pobres o ricos; tampoco si obtendrían mayores beneficios en caso de que se excluyeran a si mismos de las interacciones globales. Insisto: el tema central es la distribución de los dividendos que resultan de la globalización. Esta es la razón por la cual muchas de las protestas en contra de la globalización, cuyo propósito es el de propiciar un mejor arreglo para los marginados en la economía mundial, no tienen un carácter "antiglobalizante" -contrariamente a lo que dicta su propia retórica y a las concepciones que se les suelen atribuir-. La misma razón por la cual no existe ninguna contradicción en el hecho de que las así llamadas protestas globalifóbicas se hayan convertido en los eventos más globalizados del mundo contemporáneo. ¿Será posible realmente que estos grupos dispersos puedan arrancar un mejor trato a la economía globalizada tomando en cuenta la economía de mercado? La respuesta es: sí. Los usos de la economía de mercado son compatibles con diversas formas de propiedad, la distribución heterogénea de recursos y con diferentes normas de operación (como las leyes de patentes y las regulaciones antimonopólicas). En función de estas condiciones, la economía de mercado puede generar una gama de precios, diversos arreglos comerciales, distintas formas de distribución del ingreso o, para hablar en términos generales, diferentes resultados. Las condiciones que privan en los ámbitos de la seguridad social y otras formas de intervención pública pueden modificar sustancialmente los resultados del proceso del mercado, y en su conjunto pueden disminuir la polarización de los niveles de pobreza y desigualdad. La pregunta central no reside en hacer o no frente a la economía de mercado. Esta pregunta, vaga en sí, es fácil de responder, porque es difícil lograr cierta prosperidad económica sin recurrir a las oportunidades de intercambio y especialización que ofrecen las relaciones de mercado. Aun cuando la operación de una economía de mercado particular pueda ser significativamente defectuosa, no hay manera de prescindir de las instituciones del mercado en general como una poderosa maquinaria de progreso económico. Sin embargo, el reconocimiento de este hecho apenas inicia la discusión sobre las condiciones de los mercados globales.

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En las relaciones globales, la economía de mercado no funciona por sí misma. Mas aún: ni siquiera puede operar por sí misma en un país dado. No sólo se trata del hecho de que un sistema de mercado puede generar muy diversos resultados en función de las condiciones que hacen posible su existencia (tales como la distribución de los recursos naturales, el desarrollo de los recursos humanos, las normas empresariales, los niveles de seguridad social, etcétera). Estas condiciones de existencia dependen a su vez de instituciones políticas, económicas y sociales que operan a nivel nacional y global. El papel decisivo del mercado no resta relevancia al papel que juegan las otras instituciones, incluso en los términos de la propia economía de mercado. Múltiples estudios empíricos han demostrado que los resultados del mercado dependen esencialmente de las políticas en educación, salud, reforma agraria, microcrédito, etcétera. En cada uno de estos campos, todavía hay trabajo por hacer para que la acción pública pueda transformar el resultado de las relaciones económicas locales y globales.

Instituciones y desigualdad La globalización tiene mucho que ofrecer. Sin embargo, incluso si se acepta esto, es preciso entender la legitimidad de muchas preguntas planteadas por las protestas de los globalifóbicos. Tal vez compartan un diagnóstico equivocado acerca de los problemas principales (que no se hallan en la globalización en sí), pero las preocupaciones éticas y humanas que preceden a estas preguntas requieren una reflexión rigurosa sobre los arreglos institucionales globales y nacionales que caracterizan al mundo contemporáneo, y que definen a la economía global en su conjunto. Al capitalismo global le preocupa mucho más la expansión de las relaciones de mercado que, digamos, la democracia, la educación elemental o las oportunidades sociales de los sectores subalternos. Si es evidente que la globalización de los mercados, vista en sí misma, supone una perspectiva inadecuada para abordar el problema de la prosperidad económica, se necesita ir más allá de las prioridades que produce el propio capitalismo global. Como alguna vez lo dijo George Soros, los inversionistas internacionales prefieren trabajar con autocracias altamente regimentadas que con democracias repletas de activismo y menos regimentadas; y esto tiene una influencia regresiva sobre las posibilidades de un desarrollo más igualitario. Los consorcios multinacionales pueden ejercer su influencia sobre el gasto público de países del tercer mundo con el fin asegurar la lealtad y la seguridad de las clases gerenciales y los trabajadores más privilegiados por encima de las necesidades elementales que plantea el analfabetismo masivo, la deprivación médica y otras adversidades de la pobreza. Ciertamente, estas realidades no representan barreras insuperables para el desarrollo, pero es esencial asegurarse de que las barreras superables sean efectivamente superadas. Las injusticias que caracterizan al mundo contemporáneo están vinculadas estrechamente a un cúmulo de omisiones que es preciso destacar, sobre todo en el orden de los arreglos institucionales. En mi libro Desarrollo como libertad (1999) se señalan algunos problemas centrales. Las políticas globales podrían desempeñar un papel importante en el desarrollo de instituciones nacionales (por ejemplo, apoyando la democracia y los sistemas de salud y educación), pero es preciso examinar de nuevo la consistencia de los mismos arreglos institucionales globales. La distribución de los beneficios en la economía global depende, entre otras cosas, de la variedad de arreglos institucionales globales: los equilibrios en el comercio, las iniciativas de salud pública, los intercambios educativos, las facilidades para diseminar tecnología, las restricciones ambientales y ecológicas y el trato justo a las deudas acumuladas en el pasado por regímenes militares y autoritarios irresponsables. A las omisiones que se necesita rectificar, habría que agregar el serio problema de las

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"constricciones", así sea por una mínima ética global. Éstas incluyen no sólo las restricciones comerciales, ineficientes e injustas, que limitan las exportaciones del tercer al primer mundo, sino leyes de patentes que inhiben el uso de medicamentos vitales -para enfermedades como el sida- y restan incentivos para la investigación orientada a desarrollar medicamentos de uso no repetitivo (como las vacunas). Se trata de temas que han sido discutidos exhaustivamente; sólo quiero hacer hincapié en la manera en que forman parte de un modelo de arreglos depredadores que socavan lo que podría ofrecer la globalización. Otra de estas "constricciones" globales -sobre la que se habla poco- que causa miseria y deprivación, se relaciona con la participación de las potencias mundiales en el negocio global de armas. Este es un campo en el que se requiere urgentemente una iniciativa global que trascienda la tarea -la importante tarea- de combatir el terrorismo. Las guerras locales y los conflictos militares, que tienen consecuencias terribles y destructivas (sobre todo para las economías de los países pobres), se derivan no sólo de tensiones regionales sino del comercio global de armas. El establishment mundial se halla firmemente anclado en este negocio: juntos, los países miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas realizaron, entre 1996 y 2000, 81 por ciento del total de las exportaciones mundiales de armas. Los principales líderes mundiales, que expresan frecuentemente su frustración por la "irresponsabilidad" de las protestas en contra de la globalización, encabezan a los países que hacen las mayores ganancias en este terrible negocio. En el mismo periodo, los países del G-8 vendieron 87 por ciento del total de armas que se exportaron en el mundo entero. Tan sólo la parte que vendió Estados Unidos creció 50 por ciento. 68 por ciento de estas exportaciones fueron destinadas a países del Tercer Mundo. Las armas han sido -y siguen siendo- empleadas con resultados sangrientos y efectos devastadores sobre la economía y la política de sociedades enteras. En cierta manera, se trata de la continuación del papel que jugaron las grandes potencias en la génesis y el florecimiento del militarismo político en África entre los años sesenta y los ochenta, cuando la Guerra Fría se libró (como en otras partes del Tercer Mundo) en el continente africano. Durante décadas, los señores de la guerra -Mobuto Sese Seko, Jonás Savimbi y tantos otros- devastaron política y socialmente a las sociedades africanas gracias al apoyo de Estados Unidos y sus aliados, o de la Unión Soviética y los suyos. Las potencias mundiales cargan con una grave responsabilidad por haber promovido la subversión de la democracia en África y en otras partes del mundo. El "pushing" de armas les concede un papel preponderante en los conflictos militares locales. La reiterada negativa de Estados Unidos para establecer un acuerdo mínimo que impida las ventas ilícitas incluso de armas pequeñas (propuesto por el secretario general de la ONU, Kofi Annan), ilustra las dificultades de este hecho. A manera de conclusión: confundir globalización con occidentalización no sólo es un equívoco ahistórico, sino que distrae la atención de los beneficios potenciales que pueden resultar de la integración global. La globalización es un proceso histórico que ha ofrecido en el pasado abundantes oportunidades y dividendos visibles, y continúa haciéndolo hoy. La existencia misma de los beneficios potenciales convierte al dilema de la justicia de su distribución en un asunto nodal. El problema central no es la globalización en sí, ni la utilización del mercado en tanto que institución económica, sino la desigualdad que priva en los arreglos globales institucionales -lo cual produce a su vez una distribución desigual de los dividendos de la globalización misma-. La pregunta, por tanto, no reside en si los pobres del mundo pueden o no obtener algo del proceso de globalización, sino bajo que condiciones pueden obtener una parte realmente justa. Urge reformar los acuerdos institucionales -en adición a los nacionales- para erradicar los errores que resultan tanto de las omisiones como de las constricciones, que tienden a reducir drásticamente las oportunidades de los pobres en todo el mundo. La globalización merece una defensa razonada, pero también requiere una reforma razonable.

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© Amartya Sen, "How to Judge Globalism", en The American Prospect, Invierno 2002, pp. A2-A6. Traducción del inglés: Ilán Semo.

Amartya Sen, "Juicios sobre la globalización ", Fractal n° 22, julio-septiembre, 2001, año 6, volumen VI, pp. 37-50.

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Los ricos se hacen más hambrientos Amartya Sen · · · · · 01/06/08

La crisis alimentaria que amenaza las vidas de millones de personas, ¿aminorará su ritmo o crecerá con el paso del tiempo? La respuesta puede ser las dos cosas. El reciente incremento de los precios alimentarios ha estado en gran parte causado por problemas temporales como la sequía de Australia, Ucrania y otros países. Aunque la necesidad de las grandes operaciones de rescate es urgente, la aguda crisis actual acabará finalmente. Pero hay un problema básico subyacente que se intensificará a menos que lo reconozcamos y tratemos de remediarlo. Se trata de un cuento de dos pueblos. En una versión de la historia, un país con muchos pobres experimenta súbitamente una rápida expansión económica, pero solamente la mitad de la gente comparte la nueva prosperidad. Los nuevos favorecidos gastan buena parte de sus acrecidos ingresos en comida, y a no ser que la oferta crezca muy rápidamente, los precios se dispararán. El resto de los pobres se enfrenta ahora a unos precios más altos de los alimentos, pero sin disponer de una renta mayor, y comienza a morir de hambre. Tragedias como ésta ocurren reiteradamente en el mundo. Un cruel ejemplo es la hambruna de Bengala de 1943, en la fase final del gobierno británico en la India. Los pobres que vivían en las ciudades experimentaron una rápida subida de ingresos, sobre todo en Calcuta, en donde los descomunales gastos dimanantes de la guerra contra Japón generaron un boom que cuadruplicó los precios de los alimentos. Los pobres del campo tuvieron que hacer frente a estas vertiginosas subidas de precios con menguadísimos incrementos de ingresos. La disparatada política del gobierno agrandó el hiato. Los gobernantes británicos estaban resueltosos a prevenir el descontento urbano durante la guerra, de modo que el gobierno compró comida en las aldeas para venderla, muy subsidiada, en las ciudades, una maniobra que, de rechazo, contribuyó a incrementar todavía más los precios de los alimentos en el campo. Los aldeanos con salarios bajos murieron de hambre. Dos o tres millones de personas sucumbieron a la hambruna y a sus secuelas. Gran parte de los debates actuales se centran pertinentemente en el hiato que separa a ricos y a pobres en la economía global, pero los pobres del mundo están también divididos entre los que están experimentando un gran crecimiento y los que no. La rápida expansión económica en países como China, India y Vietnam tiende a aumentar bruscamente la demanda de alimentos. Ello es, por supuesto, excelente cosa en sí misma, y si estos países lograran reducir el hiato en su crecimiento interno, incluso los peor situados podrían comer mucho mejor. Ello es, empero, que el propio crecimiento ejerce presión sobre los mercados mundiales de alimentos, a veces mediante un aumento de las importaciones, pero también mediante las restricciones o prohibiciones a la exportación concebidas para moderar el aumento de los precios nacionales de los alimentos, tal como ha sucedido recientemente en países como India, China, Vietnam y Argentina. Los pobres son quienes se han visto particularmente golpeados, señaladamente en África. Pero existe también una versión de alta tecnología del cuento de los dos pueblos. Cosechas agrícolas como las de maíz y de semillas de soja pueden ser empleadas para fabricar el combustible biológico etanol como substituto de la gasolina. De manera que los estómagos de los hambrientos deben competir con los depósitos de combustible.

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La disparatada política gubernamental juega un papel aquí también. En 2005, el Congreso de los EEUU empezó a promover un uso extendido de etanol como combustible. Esta ley, combinada con un subsidio para esos usos, ha creado un floreciente mercado del grano en los EEUU, pero ha desviado también recursos agrícolas de los alimentos a los combustibles. Esto hace más difícil la competencia a los estómagos hambrientos. El uso de etanol apenas sirve para prevenir el calentamiento global y el deterioro ambiental, y reformas políticas lúcidas podrían llevarse a cabo urgentemente si la política estadounidense lo permitiese. El uso del etanol podría ser restringido más que subsidiado o reforzado. El problema mundial de los alimentos no está causado por una tendencia a la baja en la producción global, o por la baja producción alimentaria por persona (esto se afirma a menudo sin pruebas). Es el resultado de una demanda acelerada. Sin embargo, un problema inducido por la demanda también exige una rápida expansión de la producción de alimentos, la cual puede darse mediante una mayor cooperación global. Aunque el crecimiento de la población sólo representa una pequeña parte del crecimiento de la demanda de alimentos, puede contribuir al calentamiento global, y un cambio climático a largo plazo puede amenazar a la agricultura. Felizmente, el crecimiento de la población es ya lento, y hay pruebas abrumadoras de que la capacitación de las mujeres (incluida la expansión de la escolarización de las niñas) puede reducirlo rápidamente todavía más. Un reto más importante es el de encontrar políticas efectivas para tratar las consecuencias de la expansión extremamente asimétrica de la economía mundial. Las reformas económicas a escala nacional son urgentemente necesarias en muchos países de lento crecimiento, pero también hay gran necesidad de mayor cooperación y ayuda mundial. La primera tarea que tenemos por delante es comprender la naturaleza del problema. Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, es profesor de Economía y de Filosofía en la universidad de Harvard. Su último libro es Identity and Violence: The Illusion of Destiny. Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Raventós

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