Decreto sobre el ministerio y la vida de los Presbíteros

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Decreto sobre el ministerio y la vida de los Presbíteros Concilio Vaticano II

I'odus los Presbíteros, juntamente con los Obispos, participan en el mismo y único sacerdocio y ministerio de Cristo; la misma unidad de consagración y de misión exige, pues, su comunión jerárquica con el Orden de los Obispos, la que manifiestan de modo excelente, algunas veces en la concelebración litúrgica y cuando, en unión con aquellos, celebran el SacriFieio Euearistico. Los Obispos, por tanto, practas al don del Espíritu Sanio que Fue ciado a los Presbíteros en la sagrada Ordenación, tienen a éstus ramo cooperadores y consejeros necesarios para el ministerio y para la función de enseñar, sanlifiear y apacentar al Pueblo de Dios Ya en los antiguos tiempos de la Ijilcsiu. los documentos litúrgicos afirman oslo con vigor cuando piden solemnemente a Dios que infunda sobre el Presbítero ordenado "el espíritu de gracia v de conseja para que ayude y gobierne al pueblo con un corazón limpio", de la misma manera que. en el desierto, el espíritu de Moisés se difundió en ios corazones de los setenta varones prudentes, "con cuva ayuda aquél pudo gobernar fácilmente la gran multitud del pueblo". Los Obispos, por consiguiente, a causa de esa comunión en el mismo sacerdocio y minisleriu. deben considerar a los Presbíteros como a sus hermanos y amigos y. en la medida de lo posible, se preocuparán por su bien, tanto material como, sobre todo, espiritual. Efectivamente, sobre ellos recae de manera particular la obligación grave de santificarse que tienen sus sacerdotes; demuestren, por consiguiente, una gran solicitud por ¡a constante formación de su Presbiterio. Escúchenlos con agrado e incluso consúllcn'os e intercambien ideas con ellos respecto a los asuntos que se relacionan con las necesidades del trabajo pastoral y con el bien de la diócesis. A fin de • Debido 3 la extensión de este Documento, sólo hemos podido reproducir .ilj-unu*- do sus principales párrafos, v hemos omíudo las ñolas.

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convertir esto en realidad constituyase, según los circunstancias y necesidades actuales y de acuerdo con la forma y normas jurídicas a determinarse, una asamblea o senado de sacerdotes, que representen al Presbiterio y puedan ayudar eficazmente a! Obispo, con sus consejos, en el gobierno de la diócesis. Los Presbíteros, por su parte, teniendo presente la plenitud del Sacramento del Orden de que gozan los Obispos, respeten en éstos la autoridad de Cristo, supremu Pastor. Adhieran, por tanto, al propio Obispo con caridad v obediencia sinceras. Dicha obediencia sacerdotal penetrada por el espíritu de cooperación, se basa en la mismu participación del ministerio episcopal, (|ue se confiere a tos Presbíteros por el Sacramento del Orden y por la misión canónica. La unión de los Presbíteros con los Obispos es hoy tanto más necesaria, cuanto nue. en nuestra época, por diversas causas, las iniciativas apostólicas ¡10 sólo revisten múltiples formas sino que también rebasan necesariamente los confines de una parroquia o de una diócesis. Por ello, ningún Presbítero separadamente v en forma aislada puede cumplir adecuadamente su misión, sino sólo uniendo sus fuerzas a las de los otros Presbíteros, bajo la direceiun de quienes presiden en la Iglesia. Unión fraterna y cooperación entre sacerdotes Todos los Presbíteros constituidos en el Orden del Presbiterado por la Ordenación están vinculados entre sí con estrecha fraternidad sacramental; de manera especia! constituyen un Presbiterio en la diócesis, a cuyo servicio se consagran, bajo el gobierno del propio Obispo. En efecto, aunque se dediquen a diversas obligaciones, ejercen sin embargo un solo ministerio sacerdotal en favor de los hombres. Todos los Presbíteros, efectivamente, son enviados para colaborar en la misma obra, ya sea

que ejerzan un ministerio parroquial o supraparrnquial. ya sea que se dediquen a enseñar o a investigar las delicias, va que trabajen con sus propias manos a Fin de participar en la suerte de los mismos obreros —siempre que la competente autoridad lo juzgue conveniente y lu apruebe— ya. por fin, que realicen otras obras apostólicas o encaminadas al apostolado. Tudos tienden a un mismo objetivo: la edificación del Cuerpo de Cristo que. sobre todo en nuestra época, exige múltiples oficios y nuevas adaptaciones. Por ello, es de gran importancia que todos los Presbíteros, tanto diocesanos como religiosos. se ayuden mutuamente, para que siempre sean cooperadores de la verdad. Cada uno se halla ligado a los demás miembros di- este Presbiterio, con los especiales tazos de la caridad aposlólica. del ministerio v de la fraternidad, lu que, ya desde tiempos lejanos, simbolizaba la liturgia al invitar a lo.s Presbíteros presentes a imponer las manos —juntamente con ei Obispo ordenante— sobre el nuevo elegido; igual unanimidad de corazón se halla en lu eoneelebración de la Sagrado Eucaristía. Cada uno de los Presbíteros, por consiguiente, se une a sus hermanos en el Sacerdocio con el vinculo de la caridad, de la oración y de la total cooperación, y de esa manera se manifiesta esa unidad en la que quiso Cristo que los suyos quedaran consumados, para que conozca el mundo que el Hijo fue enviado por el Padre. Por ello, los de mayor edad traten a los más jóvenes como a hermanos y ayúdenlos en sus primeras empresas y en las cargas del ministerio: igualmente esfuércense por comprender su mentalidad, aunque diversa de la propia, y secunden con benevolencia sus iniciativas. Los jóvenes, por su parle, respeten la edad v la experiencia de los mayores e intercambien ideas con ellos sobre los asuntos relacionados con el cuidado de las almas y colaboren de buen grado. Los Presbíteros, guiados por el espíritu fraternal, no descuiden la hospitalidad, practiquen la beneficencia y la comunicación de bienes: sean especialmente solícitos por quienes se hallan enfermos, afligidos, sobrecargados de trabajo, solitarios, lejos de la patria, y por quienes padecen persecución. Reúnanse, asimismo, de buen grado y con ak-gria. cuando se trata de descansar, recordando las palabras con que el mismo Señor invitaba a los Apostóles fatigados: "Venid, retiraos a un lugar apartado y tomad un poco de reposo" I Me. 6. 31). Además, para que los Presbíteros encuentren una ayuda mutua en la práctica de ta vida espiritual e intelectual, a fin de que puedan cooperar mis eficazmente en el ministerio y se vean libres de los posibles peligros de la soledad, conviene que lomenlen entre ellos una cierta vida de comunidad, que puede asumir diversas formas, de acuerdo a las necesidades personales o pastorales, como seria la cohabitación, siempre que resulte posible, o la mesa común, o, por lo menos, tas reuniones frecuentes y periódicas. Deben, asimismo, ser debidamente tenidas en cuenta y promovidas con diligencia las asociaciones que —poseyendo estatutos reconocidos por la autoridad eclesiástica competente— fomentan la santidad de los sacerdotes en el ejercicio de su ministerio por un apropiado ordenamiento de la vida —debidamente aprobado— y por medio de la ayuda fraterna; de esa manera, dichas asociaciones se proponen colocarse al servicio de lodo ei Orden de los Presbíteros. Por fin, en razón de la misma comunión en el sacerdocio, reconózcanse los Presbíteros especialmente obligados con relación a aquellos hermanos en el sacerdocio que .soportan alguna dificultad: ofrézcanles una ayuda

oportuna, incluso amonestándolos discretamente, si fuere necesario. Por lo que se refiere a los que tuvieron algunas fallas (in qiiibusdam

dt'lneerunt\,

síganlos siem-

pre con caridad fraterna y con magnanimidad: pidan a Dios, constantemente, por ellos y muéstrense siempre como verdaderos hermanos y amigos de ellos Vida de los sacerdotes con los laicos Los sacerdotes del Nuevo Testamento, aunque desempeñen, por razón del Sacramento del Orden, ta muy elevada y necesaria función de padres y maestros en el Pueblo de Dios y en pro de ese mismo Pueble sin embargo, juntamente con todos los fieles, son discípulos del Seriar, participantes de Su Reino, por la gracia det llamado de Dios. Los Presbíteros, en efecto, juntamente con todos los regenerados en la fuente bautismal, son hermanos entre los hermanos, miembros del mismo Cuerpo de Cristo, cuya edificación se solicita a todos. Por consiguiente, conviene que los Presbíteros presidan de tal manera que, sin buscar los propios intereses. sino los de Jesucristo, unan su trabajo con el de Jos laicos y se conduzcan entre ellos a ejemplo de Cristo que, entre los hombres, "no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate de muchos" iMt. 20. 28). Los Presbíteros deben reconocer y promover con sinceridad la dignidad de los laicos y la responsabilidad peculiar que íi éstos corresponde en la misión de lu Iglesia. Asimismo, respeten cuidadosamente la justa libertad que a lodos corresponde en la ciudad terrestre. Escuchen con gusto a los laicos, teniendo en cuenta, de manera fraternal, sus deseos, admitan su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, de manera que, juntamente con ellos, puedan reconocer los signos de los tiempos. Examinando si los espíritus son de Dios, procuren los Presbíteros descubrir con espíritu de fe. reconocer con gozo y favorecer con empeño los multiformes carismas de los laicos, tanto los elevados como los humildes. Entre los muchos dones de Dios que se encuentren en los fieles, son dignos de especial cuidado aquellos, gracias a los cuales no pocos fieles son atraídos a una vida espiritual más elevada. Demuestren, asimismo, confianza en los laicos, encomendándoles ciertas funciones en el servicio de la Iglesia, dejándoles campo v libertad de acción e incluso invitándolos, a su debido tiempo, a que espontáneamente asuman iniciativas. Por fin los presbíteros se hallan entre los laicos para conducirlos a todos hacia la unidad de la caridad, "ligados mutuamente con los vínculos del afecto fraternal, considerando cada uno a los otros como más meritorios" i Rom. 12, 10). A ellos, por tanto, corresponde unificar de tal suerte las diversas mentalidades, que ninguno se sienta extraño en la comunidad de los fieles. Son los defensores del bien común, del que tienen la responsabilidad, en nombre del Obispo, y son al mismo tiempo, los resueltos defensores de la verdad, de manera que los fieles no se bamboleen a impulsos de las diversas corrientes doctrinales. Quedan encomendados a sus cuidados especiales quienes han abandonado la práctica de los sacramentos e incluso los que han claudicado quizás en la fe, a tos que. como pastures, no dejarán de acercarse. Teniendo presentes las disposiciones sobre el ecumenismo, no descuidarán a los hermanos que no gozan de la plena comunión eclesiástica con nosotros. Por último, se considerarán también responsables de todos aquellos que no reconocen a Cristo como su Salvador. 411

Por su parte, tos mismos fieles, conscientes de sus obligaciones con reiación a los Presbíteros, tengan por jilos un amor filial, como a sus padres y pastores; y asimismo, como participantes en sus preocupaciones, aporten su ayuda a los Presbíteros, en la medida de lo posible, con la oración y con el trabajo, de manera que lugren aquellos superar con mayor facilidad las dificultades y cumplir con mayor fruto sus obligaciones. Distribución de los Presbíteros y vocaciones sacerdotales El don espiritual que recibieron los Presbíteros en la ordenación, los prepara no para una cierta misión limitada y estrecha, sino para la dilatada y universal misión de la salvación "hasta el extremo de !a tierra" (Act. I, 8): cuaíquier ministerio sacerdotal, en efecto, participa de la misma universal amplitud de la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles. Pues el Sacerdocio de Cristo, del que los Presbíteros participan en realidad, se dirige necesariamente a todos ¡os pueblos y a todos los tiempos y no puede quedar restringido por los límites de sangra, de raza o de edad, como se lo preanuncia de manera misieriosa en la figura de Mclquisedec. Recuerden, por lo tanto, los Presbíteros que deben tener muy en el corazón la solicitud por todas las Iglesias. Por ello, los Presbíteros que pertenecen a diócesis en que abundan las vocaciones, de buena gana muéstrense dispuestos —siempre que el propio Ordinario lo permita o lo desee— a ejercer su ministerio en regiones, misiones u obras afectadas por la escasez de clero. (...) Capitulo Til VIDA DE LOS PRESBÍTEROS Llamado a los Presbíteros a la perfección Por el Sacramento dei Orden, los Presbíteros quedan configurados con Cristo Sacerdote, como ministros de la Cabeza, para edificar y construir, en cooperación con el Orden episcopal, todo Su Cuerpo, que es la Iglesia. En realidad, lo mismo que todos los cristianos, recibieron ya, en la consagración del bautismo, el signo y el don de una vocación y de una gracia tan grandes, que, en cuanto lo permite la fragilidad humana, pueden y deben perseguir la perfección, según las palabras del Señor: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt. 5. 48). Los sacerdotes están obligados, por un titulo especial, a lograr dicha perfección, puesto que, consagrados a Dios de una manera nueva en la recepción del Orden, se convierten en instrumentos vivos de Cristo Eterno Sacerdote, capacitados para continuar, durante los siglos, Su admirable obra, la que, gracias a su eficacia sobrenatural reintegró a toda la sociedad humana. Como todo sacerdote representa a su modo, la persona del mismo Cristo, por ello queda asimismo enriquecido de una gracia particular, de mudu que, sirviendo al pueblo que le fue encomendado y a tudo el Pueblo de Dios, pueda perseguir más adecuadamente la perfección de Aquel a Quien representa, y también para que la santidad del que se convirtió, por nosotros, en Pontífice "santo, inocente, incontaminado, separado de los pecadores" (Heb. 7, 26), remedie la fragilidad de la naturaleza humana. Cristo a quien el Padre santificó, es decir, consagró, y envió al mundo "se entregó por nosotros, a fin de res412

catarnos de toda iniquidad y de purificar al pueblo que le pertenece, celoso por Sas buenas obras" (Tit. 2, 14), y asi entró en su gloria, por medio de su pasión; de manera similar los Presbíteros, consagrados por la unción del Espíritu Santo y enviados por Cristo, dan muerte, en si mismos, a las obras de la carne y se consagran totalmente al servicio de los hombres y, de ese modo, pueden avan/ar en la santidad con la que fueron enrique1cidos en Cristo para constituir un hombre perfecto. Y asi. ejerciendo el ministerio del Espíritu y de la justicia, se afirmarán en la vida del espíritu, a condición de ser dóciles a las enseñanzas del Espíritu de Cristo que los guia y vivifica. En efecto, se encaminan hacia la perfección de la vida por medio de las mismas acciones sagradas de cada día. como por todo el ministerio que ejercen en comunión con el Obispo y los Presbíteros Por su parle, la misma santidad de los Presbíteros ayuda en gran medida ni desempeño fructuoso del propio ministerio; pues aunque In gracia de Dios pueda realizar la obra de la salvación, incluso mediante indignos ministros, sin embargo, por regla genera!, Dios prefiere manifestar sus maravillas por medio de aquellos que, dóciles a los impulsos y a la guía del Espíritu Santo, por su unión más íntima con Cristo y por su santidad de vida, están en condiciones de exclamar con el Apóstol: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal. 2, 20). Por ello, este Santo Concilio, con miras a lograr sus metas apostólicas, a saber, la renovación interna de la Iglesia, la difusión del Evangelio ón todo el mundo y el diálogo con el mundo actual, exhorta vivamente a todos los sacerdotes a que, con los medios adecuados que recomienda la Iglesia, tiendan siempre a esa mayor ?antidad, gracias a la cual se convertirán, cada día, en instrumentos más aptos al servicio de todo el Pueblo de Dios. Los Presbíteros alcanzarán ta santidad, como lógica consecuencia, al desempeñar con sinceridad e infatigablemente sus funciones, de acuerdo al Espíritu de Cristo. Por ser ministros de la palabra de Dios, leen y escuchan diariamente esa Palabra que deben enseñar a Sos demás; si al mismo tiempo se esfuerzan por recibirla en sí mismos, cada día se convertirán en discípulos mis perfectos del Señor, de acuerdo con la expresión de! Apóstol Pablo a Timoteo: "Medita estas cosas y empápate de ellas, a fin de que tus progresos resulten claros a todos. Vigila sobre ti mismo y sobre tu enseñanza: insiste sobre estas cosas. Actuando de esta manera, te salvarás u ti mismo y a quienes te escuchan" (I Tim 4, 15-16). Buscando, en efecto, la manera más adecuada de trasmitir a los demás las cosas contempladas, comprenderán con mayor profundidad "las insondables riquezas de Cristo" (Ef. 3, 8) y la multiforme sabiduría de Dios- Teniendo presente que es Dios el que abre los corazones y que la grandeza no proviene de ellos mismos, sino del poder de Dios, en el momento de trasmitir la palabra se unirán más íntimamente con Cristo Maestro y se dejarán guiar por su Espíritu. Unidos en esa forma con Cristo, participan del amor de Dios, cuyo misterio, escondido desde el origen de los siglos, ha sido manifestado en Cristo. Los Presbíteros, ministros de las cosas sagradas, sobre todo en el Sacrificio de la Misa, representan de manera particular a Cristo, el cual se entregó como victima para santificar a los hombres; por eso se los invita a que imiten las cosas que administran y, puesto que celebran el misterio de la muerte del Señor, procuren dar

muerte, en sus miembros, a los vicios y concupiscencias, En el misterio de¡ Sacrificio Eucarístico, en el que los sacerdotes cumplen su función más importante, se continúa sin interrupción la obra de nuestra redención; de ahí que se recomiende vivamente su celebración diaria, la que constituye verdaderamente una acción de Cristo y de la Iglesia, incluso cuando no se cuenta con la presencia de los fieles. Así, cuando los Presbíteros se unen a la acción de Cristo Sacerdote, so ofrecen a diario íntegramente a Dios, y cuando so alimentan con el Cuerpo de Cristo, participan interiormente tie la caridad de Aquél que se da a los tiees como alimento. Aíimismo. ni administrar los Sacramentos, SLJ unen a la intención v caridad de Cristur esto ocurre particuíarmente cuando, ül administrar el Sacramento de la Penitencia, se muestran siempre y lolalmenle dispuestos, cada vez que tos fieles razonablemente lo soliciten. Al recitar el Oficio Divino, prestan su \oz a ia Iglesia qui\ juntamente con Cristo, "siempre vivo para interceder por nosotros" (Heb. 7, 25), persevera en la oración, en nombre de toda la humanidad. Al regir y apacentar el Pueblo de Dios, se ven urgidos por la caridad del Buen Pastor a dar su vida por las propias ovejas, dispuestos, asimismo, al supremo sacrificio, a ejempio de los sacerdotes que, incluso en nuestra época, no rehusaron dar sus vidas; por ser educadnres en la fe y tener "la seguridad del acceso al santuario por la Sanare de Cristo" (Heb. 10, 19), se acercarán a Dios "con un corazón sincero, en la plenitud de la fe" (Heb. 10, 22); alimentarán una confianza firme a favor de sus fieles, a fin de que, por la misma exhortación con la cual ellos mismos han sido exhortados por Dios, puedan consular a aquellos que nridecen alguna aflicción; como rectores de la comunidad, practicarán una ascética propia del pastor de almas, renunciando a sus intereses personales, sin buscar el provecho pnjpio, sino el de IÜS demos, pura que sean salvos; avanzarán siempre, a fin de realizar más perfectamente la obra pastoral y, de ser necesario, se mostrarán dispuestos a adoptar nuevos métodos pastorales, bajo el impulso del Espíritu de amor, que sopla donde quiero. Son tantos los asuntos en que se ocupan los hombres del mundo aclual y tanta la diversidad de los problemas que los oprime, que la mayoría de las veces tienen que resolverlos con toda celeridad, y no es raro se encuentren angustiados quienes se dispersan en cosas diversas. Pero los Presbíteros, ocupados y distraídos en innumerables obligaciones de su ministerio, pueden llegar a buscar con ansiedad el modo de unir la vida interior con la vida de acción. Esta unidad de vida no se logrará ni por un mero ordenamiento externo de ías obras del ministerio, ni con la sula práctica de ios ejercicios de piedad, aunque éstus, por cierto, sirven para fomentarla. La tienen que lograr siguiendo en el desempeño de su ministerio el ejemplo de Cristo nuestro Señor, cuyo alimento consistía en hacer la voluntad de Aquél que le envió a concluir su abra. En realidad, para cumplir sin interrupción la voluntad del Padre en este mundo por medio de ta Iglesia, Cristo actúa por medio de sus ministros, y por ello Él mismo permanece siempre como principio y fuente de la unidad de sus vidas. Por lo tanto, los Presbíteros conseguirán la unidad de su vida uniéndose a Cristo en el descubrimiento de ta voluntad del Padre y con la entrega de sí mismos al rebaño que les ha sido confiado. Y así, representando al Buen Pastor, en e! mismo ejercicio de la caridad pastoral encontraran el vínculo de la perfec-

ción sacerdotal, que reduce a unidad su vida y su acción. Esta caridad pastoral brota principalmente del Sacrificio Eucarístico, que por lo tanto debe ser la fuente y raíz de toda la vida del Presbítero, de tal manera que, cuanto se realiza en el ara sacrifical, procure renovarlo el sacerdote en su interior. Y eslo no se puede obtener si los mismos sacerdotes no penetran cada vez más intimamente, por la oración, en el misterio de Cristo. Para que sean capaces de verificar concretamente la unidad de sus vidas, consideren todas sus empresas teniendo presente cuál sea la voluntad de Dios, esto es, kt conformidad de sus trabajos con las normas de la misión evangélica de la Iglesia, porque la fidelidad hacia Cristo no puede separarse de la fidelidad hacia su Iglesia. Por lo tamo, la caridad pastoral pide que los PTL-S biteros, a fin de no correr en vano, trabajen siempre en comunión con sus Obispos y con los otrus hermanos en el sacerdocio. Actuando de este modo, los Presbíteros encontrarán la unidad de su propia vida en la misma unidad de la misión de la Ig'esia y así se unirán con su Señor, y por Él, con el Padre en el Espíritu Santo, para que puedan estar llenos de consuelo y rebosar de alegría. Peculiares exigencias espirituales en la vida del Presbítero Entre las virtudes que se requieren de manera particular en el minislerio de los Presbíteros, es necesario colocar aquella disposición de ánimo que los hace estar siempre dispuestos a buscar, no su volunlad, sino la de Aquel que las ha enviado. Porque la misión divina para la que los ha elegido ei Espíritu Santo, trasciende toda sabiduría y fuerza humanas; en efecto, "Dios elidió la flaqueza del inundo para confundir a los fuertes" (t Cor. 1, 271. V asi, consciente de su propia flaqueza, el verdadero ministro de Cristo trabaja con humildad, buscando lo que es grato a Dios y. como prisionero del Espíritu, es guiado en todas las cosas, por la voluntad de Aquel que quiere que todos los hombres se salven; puede palpar y seguir esta voluntad en las diarias circunstancias de los acontecimientos, sirviendo humildemente en el ministerio que le está ennfiado y en los múltiples sucesos de la vida, a todos lus que Dios le ha encomendado. Siendo el ministerio sacerdotal el ministerio de ia misma Iglesia, sólo se puede cump'ir en la comunión jerárquica de lodo el cuerpo. Por lo Unto. !a caridad pastoral apremia a los Presbíteros para que, actuando dentro de esta comunión, dediquen su propia voluntad, por medio de la obediencia, al servicio de Dios y de Ins hermanos, aceptando y cumpliendo con espíritu de fe lu que el Sumo Pontífice y su propio Obispo, asi como los demás superiores, les manden o encomienden, gastándose ellos mismos y desgastándose gustosos en cualquier trabajo que se les encomiende, por humilde y pobre que sea. De ese modo, mantienen y confirman la necesaria unidad con sus hermanos en el ministerio, principalmente con aquellos a quienes el Señor ha puesto como rectores visibles de su Iglesia, y así trabajan para la edificación del Cuerpo de Cristo, que crece "con todos los ligamentos que lo unen y alimentan". Esta obediencia que conduce a una libertad más madura de ios hijos de Dios, exige por su misma naturaleza que los Presbíteros, mientras en el cumplimienlu de su deber y movidos por la caridad, buscan prudentemente nuevos caminos para mayor bien de la Iglesia, propongan confiadamente sus iniciativas y expongan insistentemente las necesidades del rebaño que les está encomendado, mostrándose siempre 413

dispuestos a someterse al juicio de quienes ejercen la función principal en L-1 régimen de la Iglesia de Dios. Esta hiimilíl.iJ y eslis obediencia responsable y voluntaria hace a los Presbíteros conformes a Cristo, sintiendo dentro de si lo que el mismo Cristo sentía, quien "se anonado lomando la lorma de siervo v se hizo obediente hasia la muerte" (l'il. 2. 7-9), y eon esta obediencia venció y redimió la desobediencia de Adán, conforme lo atestigua el Apóstol: "Tur la desobediencia de un hombre, muchos fueron hechos pecadores; por la obediencia. en cambio, de unu .solo, muchos serán constituidos justos" (Rom. 5, 19». 1.a continencia perfecta v voluntaria por el Reino de los cielos, que lúe encomendada por Crista y que a ira vés de los siglos, y aun en nuestros días, es aceptada li bremente por muchos fices v observad;! de un modo digno tic alabanza, siempre h:i sido tcnidn en gran estima por la Iglesia especia I metí te para la vida sacerdotal. Pues al misino liempo es signo y estimulo de caridad pastoral, asi como fuente singular de fecundidad espiritual en el mundo. Ciertamente que no la exige el sacerdocio por su propia naturaleza, como resulta claro por la práctica de la Iglesia primitiva y por la tradición de las Iglesias Orientales, donde, además do aquellos que juntamente eon todos los Obispos, por un don de la gracia, escogen guardar el celibato, hay también óptimos Presbíteros casados. Sin embargo, este Sacrosanta Concilio, al recomendar el celibato eclesiástico, de ninguna manera intenta cambiar la disciplina que legítimamente rige en las Iglesias Orientales, sino que amorosamente exhorta a todos íiquc los que, ya casados, recibieron el presbiterado, a que. perseverando en la santa vocación, conti núen ofrendando su vida plena y generosamente por el bien de ia grey que les ha sido confiada. Sin embargo, el celibato por muchos mutivos es conveniente al sacerdocio. Todo la misión del sacerdote, en efecto, se dedica al servicio de una nueva humanidad que Cristo, vencedor de la muerte, hizo surgir en el mundo por su Espíritu \ que tiene su ungen "no en ia sangre, ni en la voluntad de la carne, ni en In voluntad del hombre, sino en Dios" (,In. I, 13). Por la virginidad o por el celibato guardado por el Reino de lus cielos, los Prcsbíleros se consagran a Cristo por un nuevo y sublime motivo: adhieren más fácilmente a Al con un corazón indiviso; en El y por El se dedican con mas libertad al servicio de Dios y de los hombres, sirven mejor al Reino y a la obra de la regeneración sobrenatural, haciéndose asi más aptos para recibir ampliamente la paternidad en Crislo. Y de este modo profesan delante de los hombres que quieren entregarse enteramente al ministerio a ellos encomendado, esto es, desposar a los fieles con un solo varón y presentarlos a Cristo como una virgen casta; asi también evocan aquel misterioso connubio establecido por Dios, que se manifestará plenamente en el futuro, y por el cual ¡a Iglesia tiene a Cristo como único esposo. Además, se convierten en signo viviente de ese mundo futuro en el que los hijos de la resurrección ni loman mujeres ni maridos. Por estas razones, fundadas en el misterio de Cristo y en su misión, el celibato, que al principio se recomendó a los sacerdotes, fue luego impuesto por ley en la Iglesia Latina, a todos los que eran promovidos al Orden sagrado. Por lo que se refiere a quienes están destinados al Presbitetado, este Sacrosanto Concilio de nuevo aprueba y confirma dicha legislación, confiando en el Espíritu que este don del celibato, tan conveniente al sacerdocio del Nuevo Testamento, liberalmenle lo dará el Padre, con

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tal que tanto quienes participan del sacerdocio de Cristo por el Sacramento del Orden, como la fglesia toda, humilde v ardientemente lo pidan. Exhorta también este Sagrado Concilio a todos los Presbíteros —que aceptaron libremente y confiados en la gracia de Dios, d sagrado celibato a ejemplo de Cristo— que, adhiriéndose a él con magnanimidad v de todo corazón, y perseverando fielmente en este estado, reconozcan ese preclaro don que ha sido dado por el Padre y que el Señor ensalza tan abiertamente; más aún, que tengan delante de los ojos los grandes misterios que con él se significan y que en él se encierran, Por cuanto muchos hombres consideran iniposibe la perfecta continencia en el mundo actual, con mayor razón los Presbíteros, junto con toda la Iglesia, pedirán humilde y perseveranlemcnte la gracia de la fidelidad, que nunca se niega a los que la solicitan, empleando al itiismn tiempo los medios sobrenaturales y naturales, que siempre se hallan n disposición de todos. Tampoco omitan las normas, sobre todo tas ascéticas, que han sido aprobadas por la experiencia de la Iglesia v que al presente no son menos necesarias. Por ello este Sacrosanto Concilio ruega, no sólo a los sacerdotes, sino también a todos los tieles, que estimen este precioso don del celibato sacerdotal y que tudos pidan a Dios que derrame siempre y en abundancia este don sobre su Iglesia. Ln las amistosas \ fraternos relaciones que tienen los I'resbíteroi entre sí v con us demás hombrea, pueden aprender a apreciar los valores humanos y a estimar los bienes creados como dones de Dios. Viviendo en el mundo, tengan sin embarga siempre presente que, conforme a ia palabra del Señor, nuestro Maestro, no son del mundo. Disfrutando por lauto del mundo como si no disfrutasen, lograrán esa libertad gracias a la cual, liberados de toda preocupación desordenada, serán dóciles para escuchar la voz divina en la vida diaria. Con esa libertad y dotri.idad se acrecentará la discreción espiritual, con la cual encuentran una recta disposición hacia el mundo y los bienes terrenos. Esta disposición es de gran importancia para los Presbíteros, poique la misión de la Iglesia se cumple en medio del mundo y porque los blenes creados son ciertamente necesarios para el progreso personal del hombre. Sean por tanto agradecidos por lodo lo que el Padre celestial les da para un desahogado modo de vida. Es conveniente que juzguen a la luz de la le todo lo que les sobrevenga, para que sean llevados a un recto uso de los bienes que responda a la voluntad de Dios v para que rechacen I" que daña a su ministerio. Los sacerdotes, pues, ya que el Señor es "su parte y su heredad" iNum, 18, 20), deben usar los bienes temporales únicamente para los fines a que se deben destinar, de acuerdo con ta doctrina de Cristo y las directivas de la Iglesia. Los sacerdotes, ayudados en cuanio fuera posible por laicos peritos, procuren emplear los bienes eclesiásticos propiamente dichos, según su propia naturaleza, conforme a las leves eclesiásticas, y destinarlos a los fines por los cuales la Iglesia permite poseer bienes temporales. esto es, para ejercer dignamente el culto divino, para procurar una honesta sustentación al clero, para ejercer obras de apostolado sagrado o de caridad, principalmente en favor de los pobres. Salvo el derecho particular, los bienes que con ocasión del ejercicio de algún ministerio eclesiástico adquieran los Presbíteros, asi como los Obispos, empléenlos primeramente para su honesta sustentación y para el cumplimiento de las labores del propio estado: lo que sobre, sin embargo, destínenlo con gusto al bien de ln Iglesia y en obras de caridad. Y asi no

cnnsidcren el ministerio sacerdotal como un negocio, ni empleen los réditos que de él provienen en acrecentar el patrimonio familiar. Por eso los sacerdotes, alejado su corazón de las riquezas, eviten siempre la avaricia y absténganse cuidadosamente de cualquier clase de negoilo.

Más aún, se tes invita a abrazar una pobre/a voluntaria, para que se identifiquen más claramente con Cristi.) y resulten más idóneos para el sagrado ministerio. PUL"; Cristo, siendo rico, se hizo pobre por amor a nosotros, para que fuéramos ricos por su pobreza. Y los Apóstoles, a ejemplo suyo, testificaron que el don gratuito de Dios debe ser dado gratuitamente, sahk-ndo vivil en la abundancia y padecer escasez. Un cierto uso común de tas cosas, a ejemplo de la comunidad de bienes que floreció en la Iglesia primitiva, abrir un óptimo camino a la caridad pastoral; mediante esa forma de vida, los Presbíteros pueden laudable mentí: practicar el espíriiii de pobreza que recomendó Cristo. Por lo tanto, guiados por el Espíritu del Señor, que ungió ,il Salvador \ to envió a evangelizar a los pobres, Jos Presbíteros y lo.s Ohispus evitarán cuanto, de algún modo, puede alejar a los pobres, apartando, más que los demás discípulos de Cristo, tudei tipo de vanidad en sus cosas. Dispongan su domicilio de tal tnodu que a nadie resulte inaccesible v que nadie, ni el más humilde, se sienta avergonzado de frecuentarlo. Conclusión y exhortación Hste Sacrosanto Sínodo, teniendo présenle los gozos de la vida sacerdotal, no puede ignorar las dificultades que sufren los Presbíteros en las circunstancias de la vida actual. Sabe también cuánla se han transformado las condiciones económicas y sociales y sobre todo las costumbres de los hombres: y cuánto se ha cambiado en hi estimación de los hombres el orden de los valores; por L-SÚ los ministros de la Iglesia y aun los mismos fieles en el mundo se sienten extraños a él y ansiosamente husc:in algunos medios y un lenguaje apios con que puedan comunicarse con él. Los nuevos impedimentos que se oponen a la fe, la esterilidad aparente en los trabajos, asi como la amarya soledad que sufren, pueden traerles el peligru que se les deprima o! ánimo. Sin embargo, el mundo, tal como boj se ha confiado al amor y al ministerio de los Pastores de la Iglesia, Dios

lo amó de tal manera que por él entregó su Hijo Unigénito. Ciertamente tíste mundo, cargado de muchos pecados, pero dotado de no pequeños valores, proporciona a la Iglesia piedras vivas que edifican la casa de Dios en el Espíritu. El mismo Espíritu Santo, mientras empuja a la Iglesia para que se abra nuevos caminos en el mundo de nuestro tiempo, sugiere y fomenta tamhién adaptaciones propias para el ministerio sacerdotal. Recuerden los Presbíteros que en el ejercicio de su trabajo nunca están solos, sino sustenidos por la virtud de Dios omnipotente; y creyendo en Cristo, que los llamó a participar de su Sacerdocio, con toda confianza conságrense a su ministerio, sabiendo que poderoso es Dios para aumentar en eltos la caridad. Recuerden los hermanos en el sacerdocio que tienen por compañeros también a los fieles de todo el mundo. Pues todos los Presbíteros cooperan en la ejecución del propósito de salvación de Dios, esto es, en el misterio de Cristo o sacramento escondido en Dios desde los siglos, el cual sólo poco a poco obtiene su efecto, cooperando diversos ministerios en la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que se cumpla la medida de su tiempo. Estando todo esto escondido con Cristo en Dios, sólo puede percibirse por la fe. Es necesario que los guías del Puchlo de Dios caminen en la le, siguiendo el ejemplo del creyente Abrahan que por la fe "obedeció y salió hacia la tierra que había de recibir en herencia; y salió sin saber a donde iba" (Hbr. 11, H) Dispensador de los misterios de Dios, puede asemejarse al hombre que siembra en el campo, del cual dijo el Señor Jesús: "Ya duerma, ya vele, de noche y de día. la semilla brota y crece sin que él sepa cómo" (Me. A, 271. Por ¡o demás, el Señor Jesús que dijo: "Confiad, yo he vencido al mundo" (Jn. 16, 33), con estas pa'abras no prometió a su Iglesia una perfecta victoria en esle mundo. Y este Sacrosanto Sínodo ge alegra porque la semilla del Evangelio, sembrada en la tierra, fructifica ahora en muchos lugares, haju el influjo del Espíritu del Señor que llena el orbe de la tierra y que ha suscitado un espíritu verdaderamente misionero en los corazones de muchos sacerdotes y fieles. Por todo lo cual, el Sacrosanto Sínodo da cordialmente ¡as gracias a los Presbíteros de todo el orbe: "Y al que es poderoso para hacer todo más copiosamente de lo que pedimos o entendemos, en virtud del poder que actúa en nosotros: para Él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús" (Hf. 3, 20-21),

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