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Lección 8 para el 20 de febrero de 2016
En el gran Conflicto, cada uno debe seguir a uno de los dos líderes en disputa. Seguir a Jesús nos hace «camaradas de armas», compañeros que luchan juntos en el lado vencedor del Conflicto. Para ser seguidor de Jesús necesito:
Dejarlo todo.
Estar con Él.
Ser un servidor.
Confiar en Él.
Estudiar personalmente mi Biblia.
«Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron» (Lucas 5:11)
Lucas 4:31-41 registra la intensa actividad de Jesús en Capernaúm, el lugar de residencia de Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Estos discípulos escucharon las admirables doctrinas de Jesús (v. 31-32). Fueron testigos de la expulsión de demonios (v. 33-36, 41), de la sanación de la suegra de Pedro (v. 38-39) y de muchas otras sanaciones (v. 40). Cuando –después de una noche de pesca infructuosa– presenciaron una pesca milagrosa, Pedro se sintió abrumado por la santidad de Jesús en contraste con su propia pecaminosidad (Lucas 5:8). Dejando sus redes repletas de peces, le siguió. Para ser soldados de la Cruz debemos reconocer nuestra pecaminosidad y dejar atrás todo lo que nos impida servir a Jesús.
«Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar» (Marcos 3:14)
Tras una noche de oración, Jesús reunió a los discípulos que habían escuchado sus palabras y habían sido testigos de sus obras prodigiosas, y eligió a 12 de ellos como «apóstoles» (enviados). Antes de enviarlos a predicar, les tomó aparte para que estuviesen con Él. Durante ese tiempo, les instruyó sobre la manera en que debía realizar su misión. ¿Cómo podemos nosotros hoy, que no tenemos la presencia física de Jesús, estar con Él?
«Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?» (Mateo 8:27)
En el gran Conflicto no se usan solamente armas espirituales. A Satanás se le permite tener cierto poder sobre la naturaleza, de modo que puede provocar desastres y situaciones que ponen en peligro la vida de los hombres. Así ocurrió con la tempestad que atemorizó a curtidos pescadores. Ellos nada podían hacer contra la ira desatada del enemigo. En su impotencia, acudieron a Jesús. Su confianza no fue decepcionada. La naturaleza obedeció a la voz de su Creador y se hizo una gran bonanza. No importa lo que ocurra, Jesús tiene poder para ayudarnos en nuestra adversidad. Necesitamos confiar continuamente en Él.
«Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos» (Marcos 9:35)
Durante todo el ministerio de Jesús, los apóstoles enfrentaron un grave problema: ¿quién sería el primero de ellos? Los hijos de Zebedeo (Santiago y Juan) se atrevieron incluso a solicitar oficialmente el puesto (Marcos 10:35-37), lo cual enojó al resto de apóstoles (Marcos 10:41). Los apóstoles se preocupaban por su porvenir y por obtener la máxima ventaja sobre los demás, mientras que Jesús se preocupaba por servir a la humanidad y dar su vida por ella.
Tenían que aprender una lección importante: la verdadera grandeza está en el servicio. Si quieres ser grande, sirve a los demás.
«Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?» (Lucas 24:32)
Camino de Emaús, Cleofás y su compañero tenían claras algunas cosas (Lucas 24:19-24): 1. Jesús era profeta y había sido crucificado. 2. Esperaban que hubiera sido el Mesías. 3. Después de tres días, las mujeres no encontraron su cuerpo en el sepulcro. 4. Ellas decían haber visto a ángeles que les dijeron que Él vive. 5. Algunos discípulos habían comprobado que era así, pero no vieron a Jesús. Para que comprendieran el significado de lo ocurrido, Jesús les abrió las Escrituras. Cuando comprendieron lo que la Biblia decía sobre Jesús, la verdad quedó afianzada en sus ardientes corazones. Igual que ellos, mi fe debe ser el resultado de un estudio personal de las Escrituras.
E.G.W. (Profetas y reyes, pg. 461)
«Los cristianos deben prepararse para lo que pronto ha de estallar sobre el mundo como sorpresa abrumadora, y deben hacerlo estudiando diligentemente la Palabra de Dios y esforzándose por conformar su vida con sus preceptos. Los tremendos y eternos resultados que están en juego exigen de nosotros algo más que una religión imaginaria, de palabras y formas, que mantenga a la verdad en el atrio exterior. Dios pide un reavivamiento y una reforma. Las palabras de la Biblia, y de la Biblia sola, deben oírse desde el púlpito»