del domingo RECUERDOS DEL PASADO

EL DÍA, domingo, 12 de abril de 2015 p1 BARRANCO GRANDE, el nacimiento y la evolución de un barrio formado a partir de la emigración interinsular.

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EL DÍA, domingo, 12 de abril de 2015

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nacimiento y la evolución de un barrio formado a partir de la emigración interinsular. 4

del domingo revista semanal de EL DÍA

RECUERDOS DEL PASADO

GRANDES TRAGEDIAS NAVALES.

Vapor “PRÍNCIPE DE ASTURIAS” (1916) 

Texto: Manuel Marrero Álvarez (exdelegado de la Compañía Trasatlántica Española en Canarias)

E

l naufragio del vapor “Príncipe de Asturias”, de Naviera Pinillos, cuyo hundimiento se produjo en la madrugada del 5 de marzo de 1916, cuando el buque navegaba con mal tiempo en demanda del puerto de Santos, en Brasil, ha sido considerado como una de las peores catástrofes marítimas ocurridas en la marina mercante española, y aun hoy, lamentablemente, después de casi un siglo de su trágica desaparición, siguen sin conocerse los motivos reales de su naufragio, como tampoco el número exacto de las centenares de vidas que se llevó consigo, a pesar de las numerosas investigaciones que en su día se llevaron a cabo. Fue una tragedia que conmocionó a España entera y al mundo, pero que muy pronto quedó en el olvido. Parece incomprensible que, a pesar del tiempo transcurrido desde la fecha en que se produjo tan espantosa catástrofe y de la cantidad que hubo de supervivientes, unido a que los res-

 tos del buque quedaron a poca profundidad y muy cerca de tierra, los investigadores, que lo tenían todo al alcance de la mano, no hayan podido averiguar, ni por lo tanto clarificar, lo que realmente ocurrió esa fatídica noche. Tal vez las dificultades del momento estaban en otras circunstancias, como que el mundo se desangraba en plena Primera Guerra Mundial. De lo que sí se está seguro es de que los asaltos y robos fueron frecuentes desde el instante del naufragio. Se dice que un grupo de lugareños iniciaron un saqueo desenfrenado, sin respetar ni socorrer a las víctimas que imploraban ayuda, y que cuando llegaron los representantes de la autoridad solo quedaban muertos por enterrar. El pecio del gran buque que fue ha desaparecido con el tiempo, totalmente expoliado y dinamitado por los desalmados buceadores buscadores de “tesoros”. En cuanto a las opiniones de algunas personas que lograron salvar sus vidas y a la escasa información reca-

El “Príncipe de Asturias” en sus pruebas de mar, en 1914 (foto archivo de Naviera Pinillos), y su hundimiento según una recreación de Michail Platon bada de archivos y hemerotecas, son totalmente contradictorias y muy confusas. Existen muchísimas conjeturas y versiones distintas del naufragio y algunas hablan del capitán y oficiales, poniéndolos como héroes, pero otros los tildan de villanos, irresponsables y culpables del siniestro. También se observa mucha fantasía a la hora de enjuiciar las causas de la tragedia, como, por ejemplo, la posible desviación de la aguja de la brújula; poca visibilidad del faro del puerto de Santos; víctima de un torpedo lanzado por un buque de la armada inglesa; celebración a bordo de la fiesta de carnaval, donde el alcohol corría entre los pasajeros de pri-

mera y segunda clase, junto al capitán y su plana mayor, etc., etc. En fin, una serie de lamentables comentarios entre los que no faltó el suicidio del capitán, su primer oficial y el sobrecargo, sin que nada de ello se pueda contrastar para llegar a conclusión alguna que justifique realmente los motivos por los cuales el esbelto trasatlántico, orgullo de sus armadores, Naviera Pinillos, y de la Marina Mercante de España, desapareció bajo las aguas del Atlántico Sur. Tampoco, por supuesto, hay acuerdo en el número de supervivientes, ya que unos hablan de 143, otros de 156 y los más optimistas dicen que fueron 243. Con relación a los muertos,

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EN PORTADA se dice que el número de víctimas ascendió a 457, pero otros superan los 600, muchos de ellos emigrantes y algunos polizones que huían de los estragos de la guerra en Europa, especialmente en Italia. En cuanto a que era el mejor vapor español de la época, pongámoslo asimismo en cuarentena a nuestro particular entender, porque hay que tener en cuenta que por aquellos tiempos navegaban los hermosos y rápidos vapores de la Compañía Trasatlántica “Infanta Isabel de Borbón” y “Reina Victoria Eugenia”, que eran palabras mayores en la navegación de la Línea del Plata. Dos auténticos galgos de la mar, cuya fama en España y fuera de ella aún perdura. El “Príncipe de Asturias” tuvo una vida de menos de dos años, todo lo contrario que su hermano gemelo, el “Infanta Isabel”, que navegó más de seis lustros por esos mares del mundo, hasta que el 21 de septiembre de 1944, en plena Segunda Guerra Mundial y perteneciendo a la naviera japonesa Osaka Shosen Kaisha, que lo rebautizó con el nombre de “Mizhuo Maru”, fue torpedeado y hundido por el submarino norteamericano “Redfish”, cerca de Luzón, en Filipinas, después de una agitada existencia de 32 años. Las correrías del viejo “Infanta Isabel” se habían acabado y es muy posible que con su altanería y larga vida se haya ido a pique y repose en el fondo del océano Pacífico, orgulloso de haber cumplido con creces la labor para la cual fue construido, allá por 1912, y después de haber sufrido varios cambios de armador y dos guerras mundiales. Dicen que se hundió de popa, elevando al cielo su proa y largando por su chimenea una nube de humo, el alma del buque. Todo lo contrario de su hermano el “Príncipe de Asturias”, que a su corta vida de un año y siete meses unió la forma lamentable de marcharse. Se hundió de proa en medio de traicioneras explosiones, mostrando su popa al cielo con sus dos enormes y resplandecientes hélices de bronce, llevándose además en sus entrañas a centenares de compatriotas, víctimas inocentes. Pero seis días antes de que se produjera su terrible desgracia, el 28 de febrero a las 10.00 de la mañana, tuvo tiempo de despedirse de su hermano gemelo, que hacía el viaje de retorno a Europa, al cruzarse en pleno Atlántico, cuando la travesía transcurre plácidamente y sin novedad. Ambos buques pasaron baborbabor a unos 200 metros de distancia, enarbolando las banderas del código internacional de señales, haciendo sonar sus bocinas y lanzando bengalas en señal de saludo, ante la algarabía de los pasajeros y tripulantes, que saludaban desde la cubierta al barco hermano. Nada hacía presagiar que este iba a ser el último adiós y su trágico final unos días más tarde. Y a falta de versión oficial por lo acontecido y a los desacuerdos existentes sobre los motivos de este desgraciado

 Escalera principal de la primera clase del vapor (archivo Naviera Pinillos).

naufragio, la historia se ha encargado de poner en el tiempo la narración más reincidente, que por repetitiva ha llegado a convertirse en la descripción más verosímil de lo sucedido. La misma se basa en que en las últimas horas del sábado 4 de marzo de 1916 el “Príncipe de Asturias” se aproximaba a Santos con fuerte marejada y navegando por estima, debido a que el cielo estaba nuboso e impedía que los oficiales pudieran determinar la posición exacta del buque con el sextante y lograr divisar la luz del faro Do Boi para enfilar la entrada del puerto. Hasta aquí todo normal y rutinario en la navegación de cualquier barco en aquellos tiempos. El buque continúa su derrota, pero, debido a las inclemencias del tiempo, el capitán ordena moderar la marcha y cambiar el rumbo, cayendo en dos ocasiones cinco grados a babor, con la esperanza de lograr en algún instante distinguir los destellos del faro orientador. En la madrugada del domingo 5, las condiciones meteorológicas siguen adversas: cerrado en niebla, lluvia, mar gruesa y vientos del sudoeste, motivo por el cual el buque se halla fuera de su ruta y a escasas millas de tierra, sin que la tripulación advirtiera la cercanía para poder reaccionar y maniobrar a tiempo. El reloj del barco marcaba las 4.15 de la mañana cuando, entre la neblina, como un horrible fantasma, aparece el faro, justo delante de la proa del buque, a menos de una milla. El capitán y oficiales de guardia en el puente de mando se dan cuenta del inminente peligro, pero ya era tarde, demasiado tarde. Los cálculos de la navegación por estima fueron erróneos y el barco va directo contra los arrecifes. Todo lo demás es imaginable: gritos, nerviosismo, el capitán que se abalanza sobre el telégrafo de órdenes, “atrás toda”; “todo a babor”, etc , pero acto seguido se produjo la fortísima colisión contra los arrecifes de Ponta de Pirabura, abriéndose el casco a la altura

de la sala de máquinas, lo que originó la inundación de las calderas y una serie de explosiones que dejaron al buque herido de muerte y sin energía eléctrica. El violento choque desgarró el doble fondo e inmediatamente se escoró a estribor. Cinco minutos más tarde, otra fuerte explosión llevó al fondo del océano al esbelto y moderno trasatlántico, “Principe de Asturias”, arrastrando a la muerte a 457 personas. La rápida inundación y las fuertes explosiones inutilizaron todos los sistemas del buque, por lo cual no fue posible enviar señal de socorro alguna. Solo los gritos desgarradores de las víctimas retumbaban en la angustiosa noche, siendo la soledad su peor enemigo, porque nadie les podía ayudar. Nueve horas más tarde, sobre mediodía, aparece el primer amigo; se trata del carguero francés “Vega”, al mando del capitán Augusto Poli, que navegaba por aquel lugar procedente de Salvador de Bahía y descubre los restos del naufragio por casualidad. Inmediatamente da parte de la tragedia y recoge a varios supervivientes del agua. Al día siguiente, 6 de marzo, el buque “Patricio de Satrústegui”, de la Compañía Trasatlántica, que cubría el mismo itinerario que el “Príncipe de Asturias”, recibió aviso del hundimiento y se dirigió a toda máquina hacia la zona del siniestro para prestar la ayuda necesaria y rescatar a más víctimas, pero solo pudo encontrar seis cadáveres: cuatro hombres y dos mujeres. Después, su capitán elaboraría un informe relacionado con la actuación del buque de su mando en el lugar del naufragio. Sobrevivieron 57 pasajeros y 86 tripulantes, tal vez por milagro de Dios, pero parece que la desproporción es exagerada y lamentable, por muchas explicaciones que se quieran dar para intentar justificar que hubiera más supervivientes de la dotación que viajeros. De los tripulantes salvó la vida el segundo oficial Rufino Onzain y Urtiaga, de 24 años de edad, que, según

cuentan, tuvo un comportamiento ejemplar al tomar el mando del único bote salvavidas que las fuertes olas habían arrojado al mar, al romperse los aparejos que le unían a los pescantes, ya que no hubo tiempo de arriar ni un solo bote. Rescató a más de cien náufragos de las embravecidas aguas y fue el oficial de mayor rango que sobrevivió al desastre. Con él se salvaron 9 oficiales más: 2 de puente, 2 telegrafistas, el médico y segundo sobrecargo. El resto, hasta los 86 tripulantes supervivientes, eran subalternos. Por contra, los oficiales que tuvieron la desgracia de desaparecer con el barco fueron: el capitán José Lotina, primer oficial Antonio Salazar, jefe de máquinas Dionisio de Oñate, sobrecargo Antonio Llinás, capellán, 3 oficiales de puente y 3 maquinistas. En cuanto a los 57 pasajeros que salvaron sus vidas, solo 6 eran mujeres y 3 niños. A bordo viajaban docenas de críos que perecieron en la catástrofe junto a una gran mayoría de mujeres. Posteriormente el “Patricio de Satrústegui” se dirigió a Santos, donde embarcarían los supervivientes, unos para regresar a España y otros para proseguir su viaje a Buenos Aires. En el puerto todos los buques tenían las banderas a media asta en señal de duelo y la emotiva escena se produjo cuando el barco alemán “Palatia”, que se encontraba fondeado, izó en el tope del trinquete una gran bandera española, como signo de solidaridad, en el momento en que el vapor de Trasatlántica soltaba amarras. El buque español efectuó una vuelta completa en torno a la nave alemana, haciendo sonar su sirena en señal de agradecimiento. Asimismo, en la citada ciudad de Santos se organizó una colecta a beneficio de los damnificados, consiguiendo una importante suma de dinero, que fue distribuida entre los supervivientes, renunciando a su parte en favor de los restantes náufragos los dos oficiales de mayor graduación que se salvaron, Rufino Onzain y el doctor Zapata. Años más tarde, conocimos personalmente a Rufino Onzain en su domicilio de Madrid, junto a su querida esposa Panchita, como ella deseaba que la llamaran. Don Rufino, ya septuagenario, era padre de dos grandes amigos de la mar y los barcos, marinos que navegaban en la Compañía Trasatlántica Española; Francisco y José María Onzain Suárez, capitán y encargado de información, respectivamen-

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EN PORTADA

te. Después del naufragio, el joven Rufino dejó Pinillos y pasó a Trasatlántica, donde navegaría como oficial y posteriormente capitán. Su última ocupación laboral la ejerció como jefe de personal de la Empresa Nacional Elcano, de la Marina Mercante. Falleció en Madrid el 5 de febrero de 1968, a la edad de 76 años. El vapor “Principe de Asturias” fue construido en los Astilleros Russell&Co, de Glasgow, y efectuó su viaje inaugural el 16 de agosto de 1914. Tenía un desplazamiento de 16.500 toneladas, 160 metros de eslora, 20 metros de manga y 10 de puntal. Su puerto de matrícula era Cádiz, lugar también de la sede social de sus armadores, Naviera Pinillos. El equipo propulsor estaba compuesto de dos máquinas alternativas gemelas Rowan de cuádruple expansión, conectadas a dos hélices que le daban una velocidad de 18 nudos. Disponía de una capacidad para transportar 1.890 pasajeros y 193 tripulantes. Estaba adscrito a la Línea del Plata, con puerto de partida en Barcelona y escalas en Valencia, Almería, Cádiz y Las Palmas de Gran Canaria. Este último y fatídico viaje pareció profetizar las desgracias de la travesía, ya que el barco salió para América con solo 395 pasajeros y 193 tripulantes, aunque sus bodegas llevaban unas cinco mil toneladas de carga. Mandaba el buque el capitán José Lotina Abrisqueta, vasco, natural de Plencia, 44 años de edad y uno de los más veteranos, competentes y querido capitanes de la flota de Pinillos. El rendimiento del buque en sus primeros tiempos de servicio fue envidiable y recibió los mayores elogios de la prensa nacional e internacional, superando todas las expectativas puestas por sus armadores. Entre los pasajeros embarcados en Las Palmas el 23 de febrero de 1916, última escala del buque antes del cruce del Atlántico, se encontraban cinco vecinos de la isla de La Palma que viaja-

ban con destino a Buenos Aires: Higinio Carmona Pérez; Néstor Arozena y María del Pino Rodríguez Torres, acompañada de sus dos hijos, María del Carmen y Ezequiel. Extrañamente, los cinco aparecen en todas las informaciones como pasajeros ilegales, y hasta el Boletín Oficial de la Provincia y tablón de anuncios de la Comandancia de Marina de Las Palmas publicaba meses después un edicto emplazando a las citadas personas, “embarcadas clandestinamente” a bordo del vapor siniestrado. Los cinco fallecieron y también murieron todos los pasajeros despachados en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria. Mucho se habló de que, aparte de estos vecinos palmeros, viajaban a bordo docenas de polizones embarcados en puertos peninsulares y que desaparecieron en el hundimiento, por lo cual el número de víctimas pudo ser muy superior al que oficialmente se dio a conocer. Algunos periódicos brasileños y argentinos informaban sobre un grupo de unos cien muchachos italianos que iban de forma clandestina en lo más profundo de los sollados del buque, huyendo de los estragos que sufría Europa como consecuencia de la guerra mundial.

Asimismo, viajaban en primera clase varias familias de millonarios españoles residentes en Montevideo y Buenos Aires, así como también otras ilustres personalidades de la alta sociedad sudamericana. En total ascendía a 50 el número de personas en dicha clase, falleciendo la mayoría en el naufragio y habiéndose salvado solo 7. Finalmente, y después de consultar archivos, releer artículos y algún libro, seguimos con las mismas dudas sobre este triste y desgraciado naufragio. Ha pasado mucho tiempo, casi un siglo, y es muy fácil opinar ahora, pero de todas formas lo que sí parece es que fue un accidente extraño y da la impresión de que pudo ser evitable. Tal vez pudo influir algún exceso de confianza que les llevara a cometer errores, porque lo evidente es que ningún capitán en su sano juicio comete acciones desacertadas que pongan en peligro su barco y la de las personas que viajan a bordo, pero a la vista de las informaciones de los investigadores cuesta entender que un trasatlántico de 16.500 toneladas navegue sin saber dónde está y adónde va. Y si lo sabe, peor lo pone, porque la navegación cerca de la costa y entre arrecifes no es aconsejable para ningún

 El “Infanta Isabel”, (arriba) y el “Patricio de Satrústegui (archivo CTEMadrid).

gran barco. ¿Y qué otra cosa se pudo hacer en tales circunstancias? Aquí entran los conocedores de la materia, los profesionales de la mar y los barcos, pero generalmente sus opiniones chocan frontalmente con el corporativismo existente en todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, el capitán del carguero “Vega”, Augusto Poli, primer amigo que pasó por allí por casualidad, nueve horas más tarde del naufragio, defendió en todo momento el comportamiento de los mandos , manifestando que “no existió ningún tipo de negligencia en el gobierno del buque y que todo fue una cuestión de mala suerte, debido a un desvío de la aguja náutica, que hizo que el buque recalase en Punta do Boi en vez de en Santos”. Lo contrario de lo declarado por parte de la mayoría de los pasajeros supervivientes, que tachaban a los miembros de la plana mayor del buque, desaparecidos todos en el hundimiento, de incompetentes, irresponsables, e imprudentes. Hay que decir que los cuerpos del capitán y primer oficial nunca fueron encontrados. En cuanto a la actuación del capitán del carguero “Vega”, en principio todo fueron alabanzas y muestras de cariño y simpatía por parte de las autoridades y gentes del lugar, por su actuación en el rescate de los náufragos, pero según pasaban los días, el volumen de elogios iba disminuyendo y todo ello porque los que sobrevivieron a la tragedia manifestaron todo lo contrario y lo acusaban de negligente e indeciso, y que en realidad había sido Rufino Onzain, el segundo oficial del buque siniestrado, quien dirigió todas las operaciones de salvamento y era el merecedor de tales muestras de agradecimiento por su arrojo y valentía. Un mes y siete días más tarde de la odisea del salvamento, el 12 de abril de 1916, en plena Primera Guerra Mundial, en el viaje de regreso de Santos a Marsella, ironías de la vida, el “Vega” con un cargamento completo de café, tabaco y cacao con destino al mencionado puerto francés, fue torpedeado y hundido por un submarino alemán, cuando navegaba por el mar Mediterráneo a la altura de Barcelona. Afortunadamente no hubo víctimas entre los miembros de su tripulación. Sin embargo, 22 años después de la catástrofe del “Príncipe de Asturias”, el primer oficial del “Vega”, Langlois, quien primero descubrió los restos del naufragio, perdería la vida al chocar con una mina y desaparecer con todos sus tripulantes cuando navegaba como capitán del “Saint Prosper”. Sus restos fueron encontrados años más tarde. Como colofón y si se pudiera retroceder en el tiempo, hubiera sido muy interesante conocer la versión del capitán del “Patricio de Satrústegui”, que realizó la misma derrota unas horas más tarde que el desdichado “Príncipe de Asturias”. Como ello no es posible, solo queda desear que después de la horrible muerte de las cientos de víctimas de esta terrible tragedia sus almas estén descansando en paz.

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INVESTIGACIÓN EN PORTADA

TURISMO

Manuel González Méndez  Manuel González Méndez (Santa Cruz de La Palma, 1843–Barcelona, 1909) fue hijo de María Méndez Espinosa y del artesano Santiago González. Su padre era un ebanista muy conocido en la ciudad por su seriedad y por su habilidad en el oficio. El que llegaría a ser considerado como el pintor más representativo y destacado de Canarias en el siglo XIX, adquirió su formación en la Academia Provincial de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife, ampliando sus estudios a partir de 1870 en La Escuela de Artes Decorativas y en la Academia de Bellas Artes de París, donde tuvo como maestro a Léon Gerôme (1824-1904). Vivió en París con esporádicas visitas a España hasta 1900, consolidando su situación como pintor destacado en las exposiciones anuales celebradas en esa capital. De regreso a Tenerife desarrolló la docencia en la Cátedra de Modelado y Composición Decorativa de la Escuela Municipal de Dibujo a partir de 1904, sin perder nunca los lazos con París, sorprendiéndolo precisamente la muerte en Barcelona tras su última visita a esa ciudad, en 1909. Artista polifacético, además de dedicarse a la pintura fue aficionado a la escultura y a la composición musical. Es el principal representante del costumbrismo canario del siglo XIX, destacando en la pintura decorativa, en la de paisaje, y especialmente en la de género y en el retrato. Tanto en París como en Santa Cruz de Tenerife, ciudades donde transcurrió su vida profesional, expuso sus delicadas obras con gran éxito de crítica y público. En reconocimiento a su labor artística recibió honores de los gobiernos de España y Francia, como el nombramiento de Caballero de la Orden de Isabel la Católica, en el año 1889, o la concesión de la Legión de Honor, en 1898. Asimismo, en Tenerife obtuvo el codiciado diploma de honor de la Real Sociedad Económica en 1893. Su obra se encuentra colgada de las paredes de numerosos organismos públicos de las Islas, como los Ayuntamientos de Santa Cruz de La Palma y de Santa Cruz de Tenerife, en el Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria, el Parlamento de Canarias, en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife y en numerosas colecciones particulares.

Serie “Pintores canarios”, cuadro nº 11 (técnica mixta sobre papel de acuarela)

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Texto: José Cesáreo López Plasencia (Lcdo. en Filología (ULL). Historiador del Arte) Al pueblo de Realejo Bajo, que con sumo cariño y sacrificio ha sabido conservar y potenciar una de sus más preciadas tradiciones, a pesar de la adversidad.

L

a Semana Santa de 2003 supuso la recuperación de una de las imágenes más históricas de la Semana Mayor realejera. Nos referimos al paso de Las Lágrimas de San Pedro, talla que –junto a la citada del Señor Preso– presidía la Función y Procesión del Clero la tarde del Martes Santo, que hemos documentado desde 1654. La imagen del Apóstol Arrepentido que desfila en la actualidad es fruto de la donación efectuada por José Siverio, quien la bendijo el Martes Santo de 2003, aunque no procesionaría hasta el año siguiente por carecer de un trono adecuado. Conviene señalar que la donación del P. Siverio se limitó a la cabeza –que hemos relacionado con el círculo del manchego-sevillano Martín de Andújar Cantos (1602-1677)– y tórax de la efigie, puesto que el resto del cuerpo y extremidades se llevaron a cabo en la Carpintería El Carmen, del Realejo Bajo, y en el taller de Ezequiel de León. Con respecto al gallo que figura sobre una columna en el paso, éste fue tallado por José Siverio. El Príncipe de los Apóstoles procesiona hoy en un antiguo trono de madera de tea tallada y policromada que perteneció a uno de los Santos Varones, efigies –como la citada de la Virgen de los Dolores– cuya pronta incorporación a nuestra Semana Grande esperamos. Al año siguiente, la Pasión en nuestro pueblo se vio notablemente enriquecida con la incorporación a los cultos del Domingo de Ramos de la escena de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén. Este paso, bendecido en El Carmen el Sábado de Pasión de 2004 y donado por la Venerable Hermandad-Cofradía de Ntra. Sra. del Carmen, se debe a la gubia magistral del sevillano Darío Fernández Parra. El conjunto sustituye a la escena homónima que –por iniciativa del entonces párroco Carlos González Quintero– tallara y donara José Siverio, bendecida también en El Carmen el Domingo de Ramos de 1976. Ese día la talla desfila acompañada por la Hermandad Sacramental de La Concepción y por la referida Hermandad-Cofradía carmelitana, fundada en 1664 y refundada en 1731. Finalmente, en los años 2005 y 2009 llegaron al pueblo las dos últimas donaciones de imaginería de Pasión. El Martes Santo del primer año mentado se celebró la bendición de la Verónica, donada por su autor, el imaginero villero Jesús de León Cruz. Este paso, que ocupa el lugar del que ejecutara José Siverio en 1978, forma parte de la Procesión del Encuentro, que tiene lugar la mañana del Viernes Santo.

La Semana Santa del Realejo Bajo tras el incendio de la parroquia matriz de La Concepción (1979-2015) (y II) Por otra parte, en 2009, el sacerdote realejero José Luis García Hernández hizo donación a su parroquia de bautismo de una escultura de Santa María Magdalena, efigie vestidera que luce una hermosa peluca de pelo natural, y que se bendijo el 21 de marzo del año mencionado. Este simulacro de la discípula predilecta de Cristo, tallado por el sevillano Juan Antonio González García, conocido como Juan Ventura, se integra en los cortejos procesionales del Señor atado a la Columna, el Jueves Santo, y en los del Encuentro y Santo Entierro de Cristo el Viernes Santo. No queremos finalizar este epígrafe, dedicado a los pasos que desfilan en nuestra Semana Santa, sin indicar que para la edición de 2015 se ha recuperado otro conjunto procesional que antaño recorrió las calles de Realejo Bajo. Hacemos referencia al paso alegórico de Las Insignias de la Pasión de El Redentor, conjunto que –portando las Arma Christi– formó parte de la Procesión del Santo Entierro la tarde del Viernes de la Cruz. Las artes suntuarias: la platería y el bordado Junto a los tronos procesionales, que realzan sobremanera la imaginería merced a los enrames, verdadero alarde

de arte floral, y a la iluminación, existen otros elementos de carácter ornamental que contribuyen en gran medida a enriquecer y embellecer los pasos. Éste es el caso de las piezas de platería y tejidos bordados que figuran tanto en los tronos como en las insignias de las hermandades y cofradías. Con respecto a las primeras, advertimos que la gran mayoría se tuvieron que labrar con el objeto de sustituir a las calcinadas por las llamas. Sirvan de muestra los soleos y potencias realizadas por el platero lagunero Juan Ángel González García para el Cristo de La Redención, la Virgen y el Cristo del paso de La Piedad y el Ecce Homo, así como las cantoneras y el INRI que decoran la cruz de salida del primer Cristo mencionado. La citada cruz ocupa el lugar de la hermosa pieza barroca de plata repujada que –obsequiada por los parroquianos de Realejo Bajo hacia la mitad del siglo XVIII– perteneció al desaparecido Cristo de la Misericordia. De los cinceles del referido artista salieron las cruces del guión y estandarte sacramentales, los báculos de la Cofradía de La Dolorosa y Hermandad Sacramental, además de los bellos fanales de la Virgen de los Dolores, cuya original traza es obra del artista local Donato García Hernández.

 Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.

Al arte del platero sevillano Emilio Méndez pertenecen los soleos de San Juan y la Verónica, mientras que del obrador de Orovio de la Torre (Ciudad Real) salieron las potencias del Cristo Yacente y los fanales de San Juan y Cristo de La Redención. El pasado año se adquirió en el Rastro de Sevilla el clasicista pomo de perfumes de La Magdalena, labrado en metal plateado y sobredorado, que la imagen porta durante la Semana Santa en lugar del antiguo –todavía conservado– que fue donado por Agustín González Siverio. Sin embargo, también hemos de señalar que, amén de las nuevas creaciones, también se han restaurado otras antiguas que, rescatadas del incendio, afortunadamente han llegado hasta nosotros. Sirvan de ejemplo el arca eucarística del Monumento del Jueves Santo (1955), obra del madrileño César Fernández Molina (1901-1982); la Custodia Mayor, que hemos adjudicado a los cinceles del artífice Alonso Agustín de Sosa y Salazar (1693-1766); el elegante juego de vinajeras del cordobés Antonio José de Santa Cruz (1733-1793); la pareja de incensarios neoclásicos, posible labor del platero catedralicio lagunero Buenaventura Correa, a principios del Ochocientos; los fanales que porta el trono del Ecce Homo,

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piezas de comienzos del siglo XX adquiridas en el Rastro de Madrid, y restauradas por el citado González García (1999-2000); la cruz parroquial plateresca, la más antigua de nuestra diócesis, obra del platero de la Catedral Canariense Francisco de Soto (1563) y restaurada por González García (2009); así como el sagrario manifestador de finales del Setecientos, de plata repujada y madera policromada que –donado por José Siverio– ingresó en el tesoro parroquial en la Semana Santa de 2009, habiendo sido colocado en el altar mayor y presentado a la comunidad el Domingo de Resurrección de aquel año. En lo referente a las obras bordadas, hay que destacar especialmente el manto de la Virgen de los Dolores, realizado en oro sobre terciopelo negro por las RR.MM. Concepcionistas de la Villa y Puerto de Garachico, y donación de la que fuera camarera de la Virgen Candelaria Siverio Pérez; el estandarte de la Cofradía del Cristo de La Redención, trabajo del cordobés Antonio Villar Moreno, donado por la familia Fuentes Luis; el pendón de la misma confraternidad y el estandarte de la Hermandad Sacramental, obras de la afamada artista sevillana Piedad Muñoz Rodríguez, discípula de la recordada bordadora hispalense Esperanza Elena Caro (1906-1985); así como el mantel para el altar de Las Lágrimas de San Pedro y el sudario del Cristo Yacente, elaborados siguiendo la delicada técnica Richelieu por Rosa Marina Plasencia García, a cuya familia se debe la donación de estas obras. Y aquí termina lo que ha supuesto la Semana Santa en el pueblo del Realejo Bajo desde la tragedia del incendio de su parroquia matriz hasta hoy, líneas que han sido redactadas como sencillo homenaje a un pueblo devoto, aferrado a sus centenarias tradiciones, entre las que descuella la Semana Mayor. En las líneas precedentes figuran los nombres de sacerdotes, artistas (escultores, carpinteros, tallistas, pintores, doradores, plateros, bordadores), donantes o benefactores, mayordomos, camareras y cofrades que en los últimos años han contribuido de manera denodada a la recuperación y realce de una de nuestras más queridas tradiciones religiosas, un valioso legado que hemos heredado de nuestros antepasados, y que es nuestro deseo y deber legar a las generaciones venideras.

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domingo, 12 de abril de 2015, EL DÍA www.eldia.es/laprensa

Revista semanal de EL DÍA. Segunda época, número 975

VIOLENCIA DE GÉNERO Y ADOLESCENCIA

P

ara comprender cómo está la situación actual en nuestro país respecto a la violencia de género en la adolescencia debemos tener muy en cuenta los incesantes avances en las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC), ya que estas nuevas tecnologías, y sobre todo el mal uso de ellas, han cambiado por completo las actividades cotidianas de la adolescencia actual, y especialmente las relaciones entre los jóvenes, incluyendo sus relaciones de pareja. Evidentemente, dichas tecnologías suponen importantes ventajas en la sociedad, pero también debemos tener en cuenta que incrementan determinados riesgos, sobre todo en esta población. Según se ha expresado recientemente en referencia a este asunto desde el Ministerio deSanidad, Servicios Sociales e Igualdad, “las nuevas tecnologías desempeñan un papel cada vez más importante en las relaciones que establecen los jóvenes con otros chicos y chicas. Esto las convierte en un instrumento de doble filo: por un lado, son una herramienta de sensibilización eficaz frente a la violencia de género, pero por otro facilitan nuevas vías para el ejercicio de conductas violentas, como el ciberacoso, que supone una invasión sin consentimiento y repetida de la intimidad de la víctima, el sexting (difusión de imágenes u otros contenidos de tipo sexual o erótico a través del móvil o de internet), o el grooming (abuso sexual de menores llevado a cabo por parte de adultos coaccionando con la información y las imágenes que obtienen a través de internet)”. Además, se ha descubierto que la utilización de dichas tecnologías en una relación de pareja hace que resulte mucho más difícil cerrarla, y esto a su vez incrementa considerablemente la posibilidad de control y presión, así como la gravedad de las consecuencias que puede tener este acoso por parte de la pareja. Los estereotipos tradicionales de género siguen existiendo en las relaciones entre hombres y mujeres y se proyectan de manera muy explícita en Internet y en las redes sociales. Los estudios recientes sobre el tema revelan datos muy preocupantes: seis de cada diez chicas reciben mensajes con insultos y amenazas por parte de su entorno, sus novios, exparejas y amigos de la pandilla (siendo Whatsapp, Tuenti y llamadas del móvil los medios más frecuentes para enviar y recibir estos mensajes machistas). El 15% dice que esos mensajes les han hecho sentir miedo. La edad en la que



Texto: Beatriz Castro (psicóloga clínica y forense)

se empieza a sufrir este tipo de violencia también ha disminuido considerablemente; cada vez son más las jóvenes de entre 13 y 17 años que sufren control, insultos, amenazas e, incluso, agresiones por parte de su pareja o expareja. De todo lo expuesto se deduce la importancia que tiene la concienciación de los jóvenes para poder prevenir estos problemas, del riesgo de determinadas conductas a través de las nuevas tecnologías. Esta conciencia de la que hablamos parece estar poco desarrollada entre quienes han crecido con las nuevas tecnologías; la llamada “juventud nativa digital” tiene una percepción del riesgo muy baja. Por eso, es de gran importancia conocer las conductas y situaciones de riesgo y de protección de la adolescencia actual, así como su conciencia sobre el riesgo que pueden implicar, para llevar a cabo métodos educativos que ayuden a prevenir esta nueva ola de violencia de género juvenil. Las herramientas para apoyar y ayudar a las chicas sometidas a estos nuevos patrones de violencia son aún muy débiles, porque son conductas que han surgido hace pocos años. Un mecanismo de mucha ayuda para construir la igualdad y prevenir la violencia de género es la educación. La formación y el aprendizaje son fundamentales para prevenir estas situaciones, y para ello, debemos centrarnos en los agentes socializadores, es decir, en la familia, los centros edu-

cativos y los medios de comunicación. Desde la educación conviene tener en cuenta tres postulados básicos que ayudan a esta labor, que se resumen a continuación: 1.- El sexismo se aprende desde la infancia, la igualdad también. El ser humano nace con una gran plasticidad para adaptarse al entorno, que es máxima en las primeras edades y se va reduciendo con la maduración y el paso de los años. El aprendizaje de los modelos y expectativas sociales básicos (entre los que se encuentra el sexismo o la igualdad) una vez aprendidos tienden a mantenerse, actuando como una segunda piel. Estos modelos y expectativas básicos aprendidos desde la infancia son utilizados para dar significado a todo nuestro mundo social y emocional, tanto al propio como al que nos rodea. Este modelo que nos inculcan nuestros padres va a determinar nuestros comportamientos sociales mientras crecemos como, por ejemplo, incluirse o excluirse de actividades grupales, cualidades o situaciones sociales; interpretar las semejanzas y diferencias entre personas y grupos; juzgar como adecuado o inadecuado el comportamiento de los individuos que nos rodean; explicar por qué se producen los problemas que vivimos y viven los demás; así como cualquier otra creencia que pueda desempeñar un papel fundamental a la hora de relacionarnos o interactuar con los demás. Por todo

ello, educar a nuestros hijos en un ambiente de igualdad desde la infancia les llevará a sentir, pensar y actuar conforme a esta creencia. 2.- Conocer cómo es el inicio de la violencia de género en la pareja puede ayudar a prevenirla. Para prevenir la violencia de género en la pareja es necesario favorecer un adecuado conocimiento sobre cómo empieza y evoluciona, para alertar sobre el riesgo que pueden implicar las primeras fases e incorporar el rechazo de la violencia en la propia identidad. Para valorar la importancia que puede tener favorecer el conocimiento de dichas características entre los adolescentes debemos tener en cuenta que en esta etapa se producen cambios muy significativos en la identidad de género y comienzan a establecerse las primeras relaciones de pareja. Durante esta etapa los jóvenes aún se están formando como personas, por lo que es crucial que consigan diferenciar entre lo que se debe y no se debe tolerar en una relación sentimental. 3.- No basta con transmitir información. La erradicación del sexismo y de la violencia de género debe tenerse en cuenta desde diferentes perspectivas: –El componente cognitivo del sexismo consiste en confundir las diferencias sociales o psicológicas existentes entre hombres y mujeres con las diferencias biológicas ligadas al sexo, con la creencia errónea de que las primeras surgen automática e inevitablemente como consecuencia de las segundas; sin tener en cuenta la influencia de la historia, la cultura, el aprendizaje, etcétera. –El componente afectivo tiene que ver con la forma sexista de construir la identidad, asociando los valores femeninos con la debilidad y la sumisión, y los valores masculinos con la fuerza, el control absoluto, la dureza emocional o la utilización de la violencia. –El componente conductual del sexismo consiste en la tendencia a llevarlo a la práctica a través de la discriminación y la violencia. Existe una gran normalización del control y la violencia a través de la redes sociales, por lo que debemos ponernos las pilas en cuanto a mecanismos de prevención se refiere, pues progresivamente estos casos de violencia de género entre adolescentes se han ido multiplicando sin habernos dado cuenta de su gravedad. Las conductas de violencia no han desaparecido, sino que se han transformado; por lo que debemos trabajar en plantear también nuevas soluciones para estos nuevos tipos de violencia.

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