Desarrollo sostenible, Crisis y Medio Ambiente*

Desarrollo sostenible, Crisis y Medio Ambiente* OSVALDO SUNKEL Coordinador de la Unidad Conjunta CEPAL/PNUMA de Desarrollo y Medio Ambiente y Professo

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EL MEDIO AMBIENTE Y EL RETO DEL DESARROLLO SOSTENIBLE Francisco Lledó Yagüe I-INTRODUCCIÓN II-POLÍTICAS PARA UN DESARROLLO SOSTENIBLE EN LA REFLEXIÓN

Desarrollo humano y Medio Ambiente
Desarrollo humano y Medio Ambiente Francisco Javier Barba Regidor (2011) Objetivos del tema 1 Crecimiento    El crecimiento económico signi

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Desarrollo sostenible, Crisis y Medio Ambiente* OSVALDO SUNKEL Coordinador de la Unidad Conjunta CEPAL/PNUMA de Desarrollo y Medio Ambiente y Professorial Fellow, Institute of Development Studies, University of Sussex

Introducción Este título probablemente cause perplejidad a la mayoría de los ambientalistas, economistas y especialistas en desarrollo; ¿qué tiene que ver el tema ecológico con la crisis económico-financiera y con el desarrollo socioeconómico? Las relaciones entre estos tres tópicos no es obvia ni muy conocida. Sin embargo, como se intenta demostrar en este trabajo y en los que siguen, las interrelaciones entre los procesos socioculturales del desarrollo y los de su entorno biogeofísico son centrales, fundamentales e insoslayables, particularmente en el contexto de la crisis actual. Este número de la revista gira en torno a la noción de desarrollo sostenible. La experiencia pasada, reciente y distante, ha mostrado estrategias y políticas de desarrollo que a la postre han resultado inviables e insostenibles y que han desembocado en profundas crisis. Nuestra historia económica y social se caracteriza por ciclos de auge y decadencia basados en la explotación de recursos naturales, básicamente los del cebo, el trigo, el salitre y el cobre. El ciclo más reciente ha sido el más notable y el más lamentable: notable en cuanto se basó en la exportación de un mito—la

confianza en las bondades milagrosas de una economía de libre mercado (interno y externo) para explotar nuestros recursos; lamentable, en cuanto ha provocado fuerte sobreexplotación de ciertos recursos y áreas de agudo deterioro ambiental 1 , un severo retroceso económico y social, y además un endeudamiento externo (e interno) de gravísimas proporciones y características 2 . Estos fenómenos pesarán dramáticamente sobre las posibilidades de crecimiento y desarrollo futuro. El país tendrá que generar en las próximas décadas tales magnitudes de excedentes en sus cuentas externas que sus posibilidades de crecimiento económico serán en su mayor parte traspasadas al exterior, sin mayores esperanzas de recuperar ni menos de mejorar niveles de vida y de empleo alcanzados hace década y media, y ni siquiera de reducir la carga de la deuda externa. Si la tasa de interés internacional baja, el precio del cobre aumenta, la relación del intercambio mejora y se materializan nuevos flujos netos de financiamiento e inversión exter1

*Las opiniones vertidas en este trabajo son estrictamente personales. El autor agradece los valiosos comentarios del Prof. Santiago Torres.

Este tema se trata en varios artículos de éste y de los dos números anteriores de esta Revista. Véase además Medio ambiente en Chile, CIPMA, Ediciones Universidad Católica de Chile, F. Soler R. (Ed.), Santiago, 1985. 2 Véase R. Ffrench-Davis, "El experimento monetarista en Chile: Una síntesis crítica", en Estudios CIEPLAN N ° 9 , diciembre 1982; y R. Cortázar, "Desempleo, pobreza y distribución: Chile 1970-1981", Apunte CIEPLAN N° 34, junio 1982.

AMB. y DES., VOL. I, N° 3, Págs. 23-41, octubre 1985

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nos de mediano y largo plazo, el país podría confiar en un futuro más promisorio y aliviado. Pero es poco probable que en la próxima década la economía internacional nos ofrezca semejante conjunto de condiciones favorables 3 . En estas circunstancias lo aconsejable sería un replanteamiento radicalmente diferente del problema de la deuda externa, pero ello entrañaría unas condiciones políticas internas e internacionales que no se dan actualmente, y sobre todo una acción colectiva de los países deudores4. Aún en el mejor de los casos, el desarrollo futuro no podrá descansar como en el pasado en el aporte masivo de recursos externos. Por el contrario, lo más probable es que el financiamiento adicional neto externo será en los próximos años muy magro. En palabras simples, el dólar continuará escaseando y su uso tendrá que ser cada vez más racionado, ya sea por nuevas devaluaciones sucesivas y/o por control cambiario y de importaciones. Llegará además un momento en que será intolerable que se siga importando automóviles de lujo, artículos electrodomésticos y electrónicos, licores y otros bienes suntuarios, cuando falten alimentos y otros bienes o materias primas esenciales. La política económica acentuará crecientemente el fomento de las exportaciones y la sustitución de importaciones, así como la promoción especial de la producción de los bienes y servicios de mayor necesidad. Ya sea que se expanda la producción de minerales, madera y celulosa, frutas y verduras y productos del mar para la exportación, o se promueva la producción de azúcar de remolacha, trigo y los demás productos agrícolas tradicionales de consumo interno, y se fomente la producción de calzado, vestuario, aceites comestibles, viviendas, "hechos en Chile" en lugar de "importados de Taiwan", todo ello tendrá un fuerte

3 Osvaldo Sunkel, América Latina y la crisis económica internacional; Ocho tesis y una propuesta. Cuadernos del RIAL, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1985. 4 Ibidem.

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impacto en el medio ambiente y en los recursos naturales del país. El desarrollo futuro ya no podrá ser "de fiado" tendrá que estar basado en lo nuestro; tendremos que crecer con lo nuestro: nuestros recursos naturales, nuestra base ambiental, nuestra capacidad de trabajo, de inventiva, tecnológica y de organización. La necesaria contribución externa será complementaria y selectiva, no más predominante y rectora. Y tendremos que ajustamos a esa nueva realidad, o desgarrar definitivamente el país. O repartimos entre todos lo poco que tendremos, después de asegurarnos una elevada tasa de ahorro y acumulación; o unos pocos cada vez más aislados mantendrán por un tiempo un nivel de vida similar al de los países industrializados, rodeados de una inmensa y creciente mayoría de desempleados, marginales y miserables, que no los dejarán disfrutar de ese privilegio por mucho tiempo. El desafío actual es crecer con lo propio, y crecer en forma sostenible a mediano y largo plazo. En el pasado hemos crecido sobre la base de explotar un recurso para importar lo ajeno, en forma insostenible, no sólo en lo económico, sino también en lo ambiental, social, político, internacional, de derechos humanos, cultural. Todas las estrategias de desarrollo del pasado han sacrificado siempre algunos de estos aspectos hasta el extremo de hacer insostenible el desarrollo y desembocar en una crisis profunda y global 5 . No es del caso explorar aquí los significados de estos conceptos en profundidad: pero es claro que un desarrollo sostenible en lo económico requiere un adecuado grado de acumulación, de eficiencia y de creatividad; en lo social, de un margen razonable de equidad y oportunidades de trabajo y bienestar; en lo internacional, de ser aceptado como un miembro respetable de la comunidad de naciones y de ser capaz de mantener un nivel adecuado de interacción internacional; en cuanto a los derechos hu-

5 Véase el artículo de S. Silva G. en este mismo número.

manos, de respetar los derechos fundamentales de la persona, la familia y las organizaciones sociales básicas; en lo cultural, de lograr, por una parte, un cierto grado de identidad y adhesión a los mejores valores y tradiciones que conforman y diferencian a nuestra nación; y por la otra, la creatividad y selectividad necesarias para superar nuestros problemas y alcanzar nuestros objetivos socioculturales; en lo político, de que se alcance y mantenga un grado aceptable de legitimidad, renovación y representatividad de las autoridades, y de participación del pueblo en las instituciones de su gobierno; en lo ambiental, que el patrimonio ambiental y de recursos naturales heredado del pasado sea traspasado a las generaciones futuras en mejores condiciones de conocimiento, aprovechamiento y conservación, de modo que les garanticen una base material superior para su sobrevivencia y bienestar. Este último es el tema del actual número de la revista. Pero este tema no tendría sentido sin los otros requisitos de sustentabilidad: nos interesa una mejor disponibilidad ambiental para todos y no unos pocos privilegiados, en cuya gestión tengamos todos derecho a voz y voto, cuyos beneficios y costos se repartan equitativamente, entre ricos y pobres, ahora, y entre las generaciones presentes y futuras.

Desarrollo y medio ambiente Como resulta obvio de todo lo anterior, el tema de las interrelaciones entre el desarrollo y el medio ambiente tiene una fundamental importancia. Hay dos razones primordiales. La primera es que los efectos destructivos del crecimiento económico sobre el medio ambiente repercuten a su vez negativamente sobre el propio desarrollo y agudizan los efectos de la crisis; la segunda es que una adecuada consideración de los recursos naturales y el medio ambiente en las estrategias, planes y políticas para enfrentar la crisis y promover el desarrollo constituye una rica fuente de oportunidades

para un mejor desarrollo económico y social y para atenuar los efectos de la crisis. En relación con el primer aspecto, los ejemplos son múltiples y bien conocidos. En especial aquellos problemas que capturan los titulares de los medios de comunicación, ya sea por su carácter agudo, como los episodios de contaminación grave que afectan a Santiago con cierta regularidad, o por las reacciones que generan en ciertos sectores de la población con alguna capacidad de expresión, los riesgos asociados a proyectos tales como el denominado "Astillas de Chiloé" y, más recientemente, los problemas derivados del proyecto de extracción de aguas del lago Chungará. Pero hay otros aspectos, menos llamativos y mucho más profundos, extendidos y serios. El deterioro y agotamiento de los recursos naturales por sobreexplotación, deforestación, desertificación, erosión, salinización y demás procesos degradantes que contribuyen al desempleo, la pobreza, la pérdida de productividad y la emigración, agravando agudos problemas característicos del subdesarrollo. Tanto en las zonas rurales como en las urbanas, no sólo en Chile sino también en América Latina en general, los problemas ambientales afectan particularmente a los sectores más pobres, agudizando su precaria situación y las injusticias sociales. El agotamiento de recursos no renovables de alta calidad como los mineros y el deterioro de recursos renovables como los bosques, los suelos, los recursos marinos y otros, significan limitaciones a las posibilidades de desarrollo futuro, o cuando menos mayores costos porque se hace necesario compensar la pérdida de productividad natural de dichos recursos con subsidios energéticos artificiales a los cuales los sectores más pobres del país no tienen acceso. Por otra parte, es necesario compensar eventualmente los efectos negativos del deterioro ambiental sobre la salud y los niveles de vida mediante subsidios y servicios sociales ampliados, cuyo financiamiento es especialmente sensible a las restricciones presupuestarias que afectan cada vez con mayor fuerza a las reparticiones del Estado encargadas de pro25

veerlos, especialmente en épocas de crisis como la actual. Los daños ambientales y la degradación de los recursos naturales contribuyen también a acentuar el tradicional desequilibrio externo del país. Aunque la sobreexplotación de ciertos recursos naturales puede generar un ciclo inicial de un auge excepcional, si no hay una adecuada gestión ambiental esas exportaciones terminarán por debilitarse o desaparecer. Por otra parte, el deterioro y agotamiento de los recursos naturales dinamiza las importaciones por las necesidades crecientes de energía, insumos y tecnologías del exterior necesarios para compensar las pérdidas de productividad de los recursos. Fenómeno que se agrega al impacto provocado sobre las cuentas externas por la insaciable demanda de importaciones derivadas de la imitación de los estilos de vida de los países desarrollados, que han determinado además las estructuras productivas y los diseños y patrones tecnológicos que caracterizan a nuestro país. Pero no sólo hay costos y pérdidas ambientales, temas en torno a los que gira casi toda la literatura conservacionista y ambientalista tradicional. El enfoque ecológico-ambiental abre también un rico abanico de oportunidades para un mejor desarrollo basado en un estilo alternativo, más racional y equitativo de desenvolvimiento y en un aprovechamiento más inteligente y sostenible del medio ambiente. Hay amplias posibilidades de extender el potencial de los recursos mediante reformas e innovaciones estructurales, institucionales y tecnológicas que faciliten el acceso de vastos sectores sociales a recursos naturales desaprovechados o descuidados y que mejoren su gestión. Es posible generar y desarrollar "nuevos" recursos productivos mediante la transformación del medio ambiente a través de la investigación científica y tecnológica de las potencialidades que encierra una apropiada gestión de la oferta ambiental. Los recursos naturales no son un dato geográfico estático. Los crea la sociedad en la medida que decide y sabe buscarlos y aprovecharlos. Sesgados por nuestro desarrollo dependiente e imitativo hemos sido poco 26

imaginativos tanto para evitar el desperdicio como para optimizar el aprovechamiento de nuestros recursos propios. Nuestro desarrollo científico y tecnológico no ha estado orientado prioritariamente ni a defender los recursos ambientales ni a su adecuada gestión. No nos hemos dedicado a identificar recursos desapercibidos o desechados, ni a mejorar la eficiencia en el uso de las materias primas y la energía, ni a su conservación, ni menos a la utilización de desechos y residuos, todas ellas importantes contribuciones potenciales al desarrollo por medio de una adecuada política de ciencia y tecnología, entre otras 6 . Otra contribución que la consideración de la dimensión ambiental puede hacer al desarrollo es el aprovechamiento integral de los recursos y economías externas creados en un sector determinado, para su utilización por otros sectores, situación que se presenta con frecuencia en el caso de proyectos de inversión de cierta envergadura como en el caso de la energía hidroeléctrica, las carreteras, los puertos, etc. La sectorialización (agricultura, minería, energía, transporte, obras públicas, etc.) de la administración pública, de las disciplinas profesionales, de las instituciones crediticias y de planificación da lugar a actividades paralelas, que se ignoran mutuamente, con gran desperdicio de oportunidades de apoyo y complementación en el aprovechamiento de las múltiples economías externas positivas creadas por esas actividades y aquellos proyectos. Por la importancia de los montos de inversión involucrados, cuyo aprovechamiento se podría aumentar considerablemente con obras complementarias relativamente modestas, conviene detenerse en una ilustración más o menos detallada de este aspecto. Un ejemplo reciente, entre otros, de este tipo de dificultades, puede apreciarse en la ejecución de las obras del complejo hidroeléctrico Colbún-Machicura en la VIl Región. Aun cuando en su origen el proyecto es con-

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Véase el artículo de I. Saavedra en este mismo número.

cebido como una obra de aprovechamiento múltiple e integral de los recursos de la cuenca del río Maule, su implementación ha presentado las siguientes limitaciones: a) no se han identificado ni estudiado los diversos subsistemas involucrados (la cuenca alta, los lagos y perilagos, el río), centrándose la atención en evaluaciones económicofinancieras del aprovechamiento energético y para regadío; evaluaciones que por lo demás se realizaron con un alto grado de independencia entre sí; b) no se hizo un esfuerzo sistemático por identificar y analizar los impactos y cadenas de efectos río arriba, río abajo y en los lagos y sus zonas de influencia que la obra genera en un amplio espectro de factores ambientales (cobertura vegetal, uso de suelos, problemas erosivos en el lecho del río, etc.) y sociales (especulación, apropiación y concentración de tierras; asentamiento y migraciones poblacionales), tanto en términos de efectos positivos aprovechables como de consecuencias negativas prevenibles, y c) la conexión que se ha dado entre la Gerencia de ENDESA (encargada de ejecutar las obras de embalsamiento) y aquellas instituciones privadas y públicas, nacionales y regionales que operan en sectores vinculados directa o indirectamente a la obra (Ministerio de Agricultura y Obras Públicas, coNAF, ODEPLAN-SERPLAC, municipalidades, asociaciones de productores y campesinos) no ha obedecido al carácter sistémico y de largo plazo que tienen sus cadenas de efectos. Por el contrario, tal conexión se ha dado en términos generalmente bilaterales, en torno a situaciones coyunturales y con una participación regional y local prácticamente nula7. Como puede apreciarse, este enfoque procura un equilibrio dinámico entre aspectos positivos y negativos en la interacción

7 Véase Santiago Torres, "La dimensión ambiental en la planificación del desarrollo del área de influencia del Complejo Colbún-Machicura", E/CEPAL/R.355, 16 de abril de 1984; y CEPAL, "Informe del taller de trabajo 'la dimensión ambiental en la planificación del desarrollo del área de influencia del Complejo Colbún-Machicura (Chile)' ", LC/L. 314, 18 de octubre de 1984.

desarrollo-ambiente. Tradicionalmente la temática ambiental no acentuaba sino los problemas de contaminación, erosión, deforestación, degradación de ecosistemas, entre otros. Así, por ejemplo, una revisión de la prensa durante los últimos meses refleja una serie de problemas y preocupaciones ambientales tales como la contaminación del aire en Santiago, la posibilidad de que la lluvia "ácida" afecte los plantíos de otoño en sectores agrícolas inmediatos a la Región Metropolitana, la contaminación por aguas servidas de los cultivos de hortalizas y frutas, y de las playas de los balnearios de la costa central, la defensa del Parque Metropolitano, del ecosistema del lago Chungará, la destrucción del bosque nativo, el exterminio de la fauna silvestre, el aniquilamiento de los recursos marinos por la explotación irracional e irrestricta de los recursos vivos del mar (algas, mariscos y peces), la protección de las reservas y parques naturales, los riesgos envueltos en el monocultivo del pino insigne, entre otros. La falta de atención, preocupación, investigación y acción en estas materias significan en definitiva elevados costos económicos y humanos, que eventualmente, cuando la situación se torna crítica, exige fuertes inversiones. Así, por ejemplo, se informaba recientemente que se invertirían 125 millones de dólares en la ampliación de la red de alcantarillado, el saneamiento del zanjón de la Aguada y del río Mapocho y el mejoramiento del sistema de abastecimiento de agua potable de la Región Metropolitana. De este modo se reducirían de 22 a 5 mil hectáreas los cultivos de hortalizas regadas con aguas servidas, y con ello el riesgo para la población que las consume. El deterioro ambiental acumulado termina así representando eventualmente un fuerte costo económico, ya sea por la pérdida de los recursos, ya sea por las inversiones necesarias para reparar en parte el daño ocasionado. Esto lleva lógicamente a plantear también la necesidad de políticas y acciones preventivas, positivas, anticipatorias. Así, por ejemplo, cuando se lee también en la prensa que el Banco Mundial proporcionará a Chile un crédito de 100 millones de dólares 27

para mejorar su producción industrial mediante la reestructuración de ciertas empresas, cuando se señala que el BID otorgará créditos para dos centrales hidroeléctricas (los complejos de Alfalfal y Canutillar), y en general, cuando se anuncian nuevas inversiones importantes, es preciso tener presente la problemática ambiental involucrada en cada caso, desde la gestación misma del respectivo proyecto. Así, por ejemplo, en el caso de la reestructuración industrial ¿no podría considerarse la situación de las industrias contaminantes de la región metropolitana? En cuanto a la futura central de Canutillar ya se están planteando los posibles problemas que puede ocasionar el embalse de las aguas del lago Chapo: disminución del caudal del río Chamiza lo que podría afectar las napas que abastecen de agua a la población y el ganado, una posible mayor penetración del mar en el valle afectando los suelos, inundación de predios agrícolas por el embalse, problemas de acceso a la zona de Chapo, efectos sobre la producción de algas marinas (El Mercurio, 22/7/85). Igualmente es alentador leer que un decreto prohibió nuevas construcciones en Reñaca mientras no se dicten normas adecuadas para el desarrollo urbanístico, o que se modifica la Ordenanza General de Construcciones y Urbanización a fin de prevenir el desprendimiento de elementos de decoración de las fachadas de los edificios, causa permanente de numerosas víctimas. Así se dan algunos pasos positivos para adecuarnos a las características de un país pródigo en desastres originados en fenómenos naturales 8 . Los cambios tecnológicos, energéticos y en general de estilos de vida y patrones de desarrollo que están teniendo lugar en los países desarrollados también pueden tener aspectos positivos para nuestros países. Un ejemplo concreto es el proyecto de la planta de metanol en Cabo Negro cerca de Punta Arenas. Además de aprovechar gas de una refinería de ENAP que se desperdiciaba, 8

Véase artículo de G. Espinoza, en este mismo número.

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constituye un posible nuevo producto de exportación cuya demanda en expansión deriva del hecho de que se utiliza para mejorar el rendimiento de la gasolina sin plomo, cuyo uso se acelera como consecuencia de la lucha contra la contaminación en un número creciente de países. Obviamente hay que examinar también el otro lado de la medalla, las consecuencias ambientales locales y las condiciones de la negociación entre ENAP y la corporación transnacional interesada. En términos más generales, la dimensión ambiental deberá estar presente en ocasiones tales como la formulación del Plan Trienal de Desarrollo, la modificación de los planos reguladores urbanos, la autorización de importación y transporte de materias tóxicas, explosivas y en general de alto riesgo, las decisiones de localización de industrias y áreas poblacionales, etc. Es curioso que los grupos, movimientos e instituciones preocupados por el medio ambiente generalmente se movilicen sólo cuando el daño está causado —a posteriori— y rara vez hagan sentir su voz y su influencia en las fases iniciales de gestación de iniciativas que pueden tener importantes consecuencias tanto negativas como de aprovechamiento potencial positivo. Es indispensable sin duda llamar la atención sobre los errores cometidos y por cometerse, con sentido de anticipación y visión de mediano y largo plazo, pero en este trabajo se quiere destacar además explícitamente que una gestión sabia del medio ambiente permite obtener una serie de beneficios positivos interconectados. Así, por ejemplo, cuando se señala la necesidad de proteger los bosques de la cuenca alta no sólo se asegura el abastecimiento de madera y leña y se conserva la flora y fauna silvestre, sino que se previene la pérdida de los suelos, se alarga la vida útil de las represas, se reducen los riesgos de inundaciones y se retiene carbono que de otro modo iría a incrementar el de la atmósfera; cuando se plantea la necesaria consideración explícita del medio ambiente en la fase de elaboración de los proyectos de grandes obras de infraestructura, se busca no sólo proteger la

base ecosistémica de esas propias obras y, por lo tanto, su perdurabilidad y rentabilidad de largo plazo, sino también la potenciación y aprovechamiento racional de una serie de recursos y economías externas que se generan a partir de esas obras y que pueden tener un impacto altamente positivo en la calidad de vida de las comunidades regionales y locales. Y el mismo argumento se extiende a los programas, planes y políticas de desarrollo. Los problemas ambientales suelen atribuirse en cierta literatura —especialmente la que tiene su origen en los países desarroIIados— al excesivo crecimiento y densidad demográficos. En contrastre, en nuestro trabajo asignamos un rol causal protagónico a as características del estilo de desarrollo 9 . Pero aun así en esta temática no se puede soslayar el tópico demográfico. No aceptamos el neomalthusianismo que prevalece abrumadoramente en esta materia. No es que restemos importancia al problema de la presión y crecimiento demográfico, que indudablemente la tiene, pero no se puede tratar el crecimiento de la población como una variable independiente, que determina los problemas ambientales. Ya está suficientemente demostrado y existe acuerdo entre los especialistas que el propio proceso demográfico es una variable dependiente de las condiciones económicas y socioculturales y que las políticas de control del crecimiento demográfico son particular-

9 Este enfoque se elabora en sus múltiples aspectos en: Estilos de desarrollo y medio ambiente en la América Latina, Selección de O. Sunkel y N. Gligo, Serie Lecturas N° 36, Fondo de Cultura Económica, México, 1980; O. Sunkel, La dimensión ambiental en los estilos de desarrollo de América Latina, E/CEPAL/G. 1143, Santiago, 1981; N. Gligo, "Estilos de desarrollo, modernización y medio ambiente en la agricultura latinoamerica-

na", en Estudios e Informes de la CEPAL N°4, E/CEPAL/

G.1117, Santiago, 1981; "Estilos de desarrollo de la industria manufacturera y medio ambiente en América Latina", en Estudios e Informes de la CEPAL N° 11, E/

mente eficaces cuando esas condiciones mejoran 10 . Esto no desconoce la existencia localizada de presiones demográficas excesivas, generalmente agudizadas por condiciones institucionales de concentración de la propiedad que limitan el acceso a la tierra y determina corrientes migratorias hacia zonas urbanas o de colonización y marginalización rural. Esta es una de las razones por las que nos parece de primera importancia preocuparse, entre otros fenómenos que se ubican en esta área-problema, de iniciar estudios y acciones que permitan una gestión ordenada y ambientalmente racional de la expansión de la frontera agropecuaria que se verá inducida por la carretera austral; ello, por cuanto esta obra de infraestructura facilitará el acceso a enormes extensiones del territorio nacional compuestas de ecosistemas cuyo comportamiento se desconoce en buena medida y cuya vulnerabilidad puede ser grande si se tiene en cuenta las severas condiciones climáticas imperantes en la zona. Otro tema derivado en parte de aquella misma preocupación es el de la urbanización, y más específicamente el de la problemática de la metropolización, que afecta obviamente a la región del gran Santiago y, en menor medida, pero no por ello en forma menos preocupante, a los complejos urbanos Concepción-Talcahuano y Valparaíso-Viña del Mar. Todo lo anterior ilustra en forma concreta, la compleja naturaleza de la dialéctica ambiente-desarrollo. En buena parte de la experiencia histórica nacional, ésta no ha sido planteada adecuadamente ni desde la perspectiva del medio ambiente ni desde la del desarrollo. Este ha procedido como si la destrucción y agotamiento de los recursos naturales no tuviera costos actuales y futuros, y aquélla no ha reconocido la inevitabilidad de la transformación de la naturaleza. La cuestión crucial es que la acción de desa-

CEPAL/G.1196, CEPAL/PNUMA, Santiago, 1982; "Estilos de

desarrollo, energía y medio ambiente: un estudio de caso exploratorio", en Estudios e Informes de la CEPAL N° 28, E/CEPAL/G. 1254, CEPAL/PNUMA, Santiago, julio de

1983.

10 Oeschli, F.W. y Kirk, D., "Modernization and the demographic transition in Latin America and the Caribbean", en Economic Development and Cultural Change, vol. 23, N° 3, abril de 1975, pp. 391-419.

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rrollo entraña una transformación ecológica con costos y beneficios actuales y futuros; y que la defensa a ultranza de la conservación de recursos y ecosistemas naturales también implica costos y beneficios actuales y futuros en términos del potencial no utilizado de bienes y servicios obtenibles de ellos. Y como los beneficiados y afectados constituyen diferentes sectores sociales y generaciones, los respectivos intereses entran inevitablemente en conflicto. La sociedad requiere entonces de mecanismos, procedimientos y criterios de solución racional de dichos conflictos. Como en esta área el mercado falla en su función de asignación de recursos—hecho ampliamente reconocido en la literatura económica convencional 11 — los conflictos de interés y decisiones son inevitablemente de carácter político. Se quiere entonces de un sistema político y administrativo con capacidad para realizar una evaluación integral y bien informada y para llevar a la práctica negociaciones y transacciones entre los sectores involucrados que equilibren conscientemente costos y beneficios sociales actuales y futuros, y que dé lugar a políticas de desarrollo de largo plazo que respeten hasta donde sea razonable las consideraciones ecológicas, y políticas ambientales que respeten también en forma razonable las exigencias del desarrollo socioeconómico y cultural. En definitiva, lo que la sociedad nacional debe internalizar, es que el proceso de desarrollo implica la transformación del medio ambiente natural en medio ambiente artificial y construido, cuyo propósito final es satisfacer las necesidades fundamentales de la mayoría de la comunidad. Además, que el funcionamiento continuado de este último exige la permanente y creciente ocupación y extracción de materia y energía del

11 Véanse, Peter Nijkamp, "Theory and application of environmental economics", North Holland Publishing Company, 1977; Anthony C. Fisher and Frederick M. Peterson, "The environment in economics: A survey", Journal of Economic Literature, vol. xiv, num. 1, marzo 1976; Peter Self, "Econocrats and the policy process. The politics and philosophy of cost-benefit analysis", The McMillan Press Ltd., 1975.

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primero. Dicha transformación, inevitablemente se traduce en bienes y servicios socialmente deseados que mejoran el nivel de vida en ciertos aspectos, pero que simultáneamente pueden implicar deterioro y agotamiento del patrimonio ambiental y de recursos naturales con efectos negativos sobre otros aspectos de la calidad de vida, de la productividad y la conservación del medio ambiente, todo ello, por lo general, con efectos sociales regresivos. Para minimizar el conflicto y los costos, los efectos negativos pueden minimizarse y los positivos maximizarse. Ello requiere por una parte la adopción creativa de alternativas tecnológicas, de localización, de escala, de formas de organización, de patrones de producción y consumo y de políticas adecuadas en materia de ingresos, empleo y acceso a los recursos productivos que limite, atenúe y disminuya la presión sobre los recursos naturales y el medio ambiente. No se trata entonces de oponerse al desarrollo, la industrialización, la urbanización, la modernización. Se trata de cambiar sus modalidades y contenidos, su estilo, y su vinculación con su base material ambiental de sustentación 12 . Por otra parte, el patrimonio de recursos naturales tiene una potencialidad dinámica cuyo reconocimiento y aprovechamiento depende de su mejor conocimiento científico, de una mayor creatividad tecnológica propia y de un acceso más expedito y equitativo. Se requiere entonces incorporar plenamente en las estrategias y acciones de desarrollo una gestión ambiental y de recursos institucionalizada y sistémica que minimice el deterioro y agotamiento del capital ambiental, mantenga, amplíe, complemente y reemplace mediante la acumulación de conocimiento científico y de capital reproductivo, de modo que el patrimonio ambiental global, natural y construido, crezca en forma acumulativa y se convierta en una base cada vez más amplia y diversificada

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Véanse los trabajos de S. Alvarado y de J. Figueroa e I. Thomson para los sectores de la energía y los transportes, respectivamente, en este mismo número.

para sustentar crecientes niveles de vida, de producción y de productividad 13 . El análisis de las interrelaciones dialécticas entre desarrollo y medio ambiente nos ha llevado en definitiva a una conceptualiza---n de la que se derivan los elementos fundamentales de una estrategia de desarrollo orientada al mejoramiento de la calidad de vida de la población, sobre bases socialmente equitativas y sustentables desde el punto de vista ambiental.

Cultura y política Estos lineamientos para una estrategia de desarrollo sostenible no incluyen, sin embargo, la necesaria referencia a las fuerzas socioeconómicas, políticas y culturales básicas que impulsan el desarrollo y que, por consiguiente, determinan la forma en que éste interactúa con el medio ambiente y desencadena los conflictos. La consideración de estas fuerzas es fundamental porque son las que impulsan la dinámica del consumo y de la tecnología, influyen en los movimientos demográficos y la ocupación del espacio, en la apropiación, uso y abuso de los recursos naturales, contribuyen a determinar la localización, tamaño y concentración de las inversiones, los entrelazamientos internacionales en todas estas materias e impulsan la acción del Estado y demás actores sociales. Las políticas destinadas a lograr una gestión ambiental más armónica y respetuosa de las leyes ecológicas no dependen simplemente de la voluntad de aplicar dichas políticas y las normas consiguientes, sino sobre todo de la tarea mucho más ardua de enrielar esas fuerzas sociales y políticas de manera que operen con criterios diferentes de los prevalecientes. No se trata por tanto solamente de adoptar actitudes voluntaristas destinadas a convencer a indi-

13

Véanse los artículos de N. Gligo y G. Kerrigan, A. Lara, J.C. Cárdenas y de E. Tironi y C. Vignolo sobre los recursos agrícolas, forestales, pesqueros y mineros, respectivamente, en este mismo número.

viduos, empresarios y funcionarios públicos para que respeten el medio ambiente. Es necesario crear este tipo de conciencia, pero poco se obtendría con ello si no se logran alterar los criterios de racionalidad empresarial y pública, mediante las políticas económicas y públicas en general, los sistemas valorativos, las estructuras económicas y sociales, las orientaciones de la tecnología, la organización institucional, los esquemas de decisión y participación y la normatividad jurídica; en síntesis, la cultura, en la acepción más amplia de este término 14 . Que esto es posible, lo demuestra la historia. Es sin duda una tarea ardua, difícil y de largo plazo, porque está enraizada en las propias reglas de funcionamiento de nuestra sociedad y se da en un momento histórico particularmente difícil, en el que la comunidad nacional se enfrenta a la necesidad de reencontrar sus propias raíces luego del experimento neoliberal y autoritario al que el país ha sido sometido sin contrapesos por tan prolongado período e indiscriminadamente en casi todos los ámbitos del quehacer individual y colectivo. A pesar de todo, es indudable que estas estructuras sociales, de poder, valóricas, tecnológicas, no obstante su pretendida estabilidad y permanencia, tienen también su propia dinámica, bastante agitada por lo demás en los tiempos actuales. Cambian las estructuras y relaciones generacionales, hay fuertes corrientes migratorias, nuevas formas de relacionamiento de la pareja y de la familia. Se transforman los valores, las formas de comportamiento, los gustos y los hábitos, fuertemente influidos por la transnacionalización de los medios de comunicación y la generalización de la educación. Los amplios márgenes de desempleo, sobre todo de la juventud, la situación de masificación y creciente inseguridad urbana, en especial con la presencia y reivindicaciones emergentes y multitudinarias de las masas populares postergadas, el ocaso de ideologías largamente establecidas, el desafío y rechazo a la burocratización y deshumaniza-

Véase S. Silva G., op. cit.

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ción de las instituciones sociales, también ayudan a remecer aquellas estructuras. Igual ocurre con el desprestigio y descalabro generalizado de los regímenes militares en nuestro continente y el retorno progresivo y renovado de ensayos democráticos, el recurso descarnado y descarado al uso de la fuerza y el poder represivo en las relaciones sociales nacionales e internacionales. Otro tanto sucede con las sustanciales transformaciones tecnológicas en gestación y aplicación en el plano de las comunicaciones, la computación, la robotización, la electrónica y la ingeniería genética, así como con los propios problemas ambientales y de disponibilidad de recursos naturales de todo orden, globales, regionales y locales, dramatizados entre otros por la crisis energética, la crisis urbana, las catástrofes industriales, la contaminación, el deterioro de ecositemas críticos, la desertificación y otros procesos bien conocidos.

La crisis actual A todos éstos, y otros fenómenos de mediana y larga duración, que no es del caso recordar aquí, se agrega en forma dramática y agobiante la aguda crisis económica que azota despiadadamente a la región en los años recientes, en lo que nuestro país no constituye una excepción. Las políticas de desarrollo imitativo seguidas en las últimas décadas y el desorbitado endeudamiento externo de fines de los años 70 crearon en nuestro país condiciones de extrema dependencia y vulnerabilidad. La crisis económica y financiera desatada en 1982 exigió profundos reajustes recesivos, agudizados severamente por la política económica nacional y la acción mancomunada de la gran banca transnacional y el Fondo Monetario Internacional. Sus programas de ajuste se materializaron en fuertes restricciones monetarias y financieras y en la reducción del gasto público, lo que se tradujo en una caída de los ingresos y gastos del sector privado. La contracción afectó especialmente las inversiones, sobre todo 32

la construcción. Esto agudizó el desempleo, el subempleo y la marginalidad, y la caída de los ingresos y salarios reales de las personas, sobre todo de las de bajos ingresos. Ello ha causado la suspensión de pagos por servicios públicos (agua, alcantarillado, recolección de basura, electricidad, combustibles, teléfonos), así como también el atraso en los pagos de arriendos y en el servicio de las deudas habitacionales, además de una gravísima crisis financiera e innumerables quiebras en el sector empresarial. Hay igualmente una enorme morosidad en el pago de los impuestos y las contribuciones, estatales y municipales. Todo ello agrava el déficit fiscal, y éste obliga, de nuevo, a reducir los gastos públicos. Un auténtico círculo vicioso recesivo. No obstante una frágil recuperación en 1984 la economía sigue inmersa actualmente en su peor crisis desde 1930. Según cifras oficiales, el ingreso nacional bruto per cápita en 1984 fue similar al que se había alcanzado hace 22 años, ¡en 1962! El desempleo y la inflación golpean con particular violencia a la población urbana, y sobre todo a los sectores asalariados, desocupados y marginalizados y, entre éstos, en forma dramática, a los jóvenes. Como consecuencia de todo ello, los salarios reales están sustancialmente por debajo de los que se habían alcanzado hace una década y media, en 1970, y además se ha multiplicado la desocupación y el subempleo. También se han deteriorado de manera abismante las condiciones de alimentación, salud y vivienda, como consecuencia de los fenómenos señalados y debido a las reducciones drásticas de inversiones y gastos sociales fundamentales. La crisis económica actual se ha comparado, por su profundidad y extensión, con la Gran Depresión de los años 1929-32. Pero hay una diferencia fundamental. Esta se desarrolla en sociedades mucho más modernas y urbanas, caracterizadas por elevadas concentraciones metropolitanas de población y actividad económica y sociopolítica. No son de extrañar entonces las agudas tensiones y conflictos que caracterizan el pano-

rama latinoamericano de estos últimos años. No obstante el atroz costo económico, social y político que está causando la crisis en casi todos los países latinoamericanos, no pareciera aún haberse tomado plena conciencia de la dramática situación actual. Pareciera en efecto persistir una especie de inercia mental que continúa cabalgando sobre el excepcional período de crecimiento económico de los años 50 y 60 y el boom financiero de los 70. Es que aún se confía que la crisis se superará pronto y que en breve estaremos de vuelta en la "normalidad" de las décadas pasadas. Pero las perspectivas reales no corresponden en absoluto a esas expectativas. El deterioro de las condiciones de crecimiento de largo plazo de las economías centrales y de la economía internacional son tales que no puede esperarse para el resto del siglo que se recuperen los ritmos de expansión prevalecientes en las décadas de posguerra. Las condiciones de la economía internacional, en lo que respecta a comercio, inversiones y financiamiento, tampoco son halagüeñas. Y por encima de ello están el enorme y aun creciente peso de la deuda externa, cuyo servicio compromete seriamente hasta las posibilidades de un crecimiento mínimo de nuestras economías, y el notable deterioro estructural de la propia economía nacional 15 . Es necesario colocar la crisis del endeudamiento en este contexto. Y para dramatizar aún más su gravedad es bueno tener en cuenta que dicha crisis es la culminación de varias décadas de crecimiento económico y de gran abundancia de recursos financieros externos e internos, públicos y privados, de fuertes inversiones y gastos, sobre todo en las áreas urbanas y especialmente en las metropolitanas. ¿Qué cabe esperar entonces en el futuro, cuando la problemática del desempleo, la pobreza y la desigualdad, sobre todo urbana, se agudice, y la crisis se agrave, en circunstancias que los recursos

15 P. Meller, "Las sombrías perspectivas de la economía chilena", Mensaje, diciembre 1984.

públicos y privados, internos y externos, se mantendrán con toda probabilidad alrededor de los bajos niveles actuales, sin mayores perspectivas de incrementarse y aún con la posibilidad de restricciones adicionales? De lo anterior se infiere, como ya se indicó antes, que en el futuro tendremos una situación caracterizada por un menor crecimiento que en el pasado, un financiamiento externo mínimo, la necesidad de asegurar el abastecimiento de las necesidades mínimas de los sectores populares, una fuerte exigencia de expandir exportaciones, la necesidad imperiosa de sustituir importaciones, fuertes restricciones y selectividad de las importaciones, una drástica reducción inicial y escaso crecimiento posterior del consumo y por serias limitaciones en la expansión del gasto público. Por consiguiente, nos veremos obligados ahora inevitablemente a enfrentar la crisis estructural de nuestro desarrollo, que ya estaba presente hacia 1970, pero que pudimos ir postergando gracias a las circunstancias financieras tan especiales que prevalecieron durante la década de los 70. Esta es la razón fundamental, aparte de las gravísimas injusticias sociales y las agudas tensiones políticas, por la que las políticas de ajuste de corto plazo no tienen ningún destino. Ellas suponen que realizado el ajuste se volverá a una cierta normalidad. Esto es una falacia. Los sucesivos ajustes, en especial en las nuevas condiciones internacionales, no llevarán hacia la normalidad, sino que hacia el reencuentro con una profunda crisis estructural de larga data, agravada por políticas que trataron de eludirla durante década y media, y agudizada aún más por las actuales políticas recesivas. En función de las traumáticas experiencias del pasado reciente y las sombrías perspectivas del futuro próximo el eje temático central que vive el país en el crítico momento histórico actual es el de la deuda, la crisis, el atroz costo social de un ajuste recesivo que se prolonga interminablemente, y la necesidad de superarlo cuanto antes con un ajuste expansivo que constituya además una transición hacia un desarrollo que res33

tablezca y que afiance la democracia y sea sostenible a mediano y largo plazo. El enfoque ambiental-ecológico con su acento en el patrimonio social natural y construido, su perspectiva de mediano y largo plazo, y su enfoque sobre el desarrollo sostenible, basado, por una parte, en un estilo frugal con propuestas alternativas en cuanto a la demanda de recursos, y por la otra en una gestión ecológicamente racional e integrada de los patrimonios y activos naturales y sociales acumulados, puede ofrecer aquí una contribución conceptual y práctica del mayor interés. Para ello conviene comenzar por distinguir entre flujos de corto plazo y los patrimonios, activos, acervos o stocks adquiridos y acumulados en el largo plazo. Entre estos últimos podríamos distinguir tres: el patrimonio sociocultural (la población y sus características demográficas, sus tradiciones y valores, sus niveles educativos, su organización institucional, corrientes ideológicas y sistemas y regímenes políticos); el patrimonio natural (el territorio, sus características ecosistémicas y su disponibilidad actual y potencial de recursos naturales renovables y no renovables), y el patrimonio de capital fijo (la capacidad productiva y de infraestructura instalada y acumulada, o medio ambiente construido y artificializado). Como es obvio, éstas no son sino versiones ampliadas de los tres factores clásicos de la producción: trabajo, tierra y capital. Aunque se trata básicamente de un enfoque de economía política, tiene la ventaja de ofrecer puentes para vincular lo sociocultural y político con lo espacial-ambiental y con la capacidad productiva acumulada. Constituye por ello también un puente para vincular la evolución de mediano y largo plazo con los flujos anuales. Estos se refieren fundamentalmente a los equilibrios macroeconómicos de corto plazo: fiscales, monetarios, externos, del empleo y de los ingresos, y sus implicaciones y condicionantes sociopolíticos. Así por ejemplo, el grave desequilibrio externo negativo en materia de flujos de ingresos y salidas de divisas limita severamente las importacio34

nes, provocando una considerable subutilización del potencial acumulado en cuanto a patrimonio sociocultural, natural y de capacidad productiva. Esto significa que hay aquí un apreciable potencial movilizable de recursos reales (culturales, de organización, materiales) en la medida que esa movilización se haga depender en medida mínima de insumos importados. Esta conceptualización también ayuda a esclarecer la problemática del paso del ajuste recesivo al reajuste expansivo y a la transición para el desarrollo. El ajuste recesivo consiste fundamentalmente en la manipulación de los instrumentos de política económica de corto plazo destinados a restringir la demanda global, recortando los gastos públicos, reduciendo las inversiones, rebajando los ingresos, conteniendo la expansión monetaria y devaluando, todo ello con el fin de reducir las importaciones, pero con graves efectos sobre la acumulación, la producción, los salarios, el empleo y la utilización de los patrimonios sociales acumulados. El reajuste expansivo, en lugar de poner el acento unilateralmente en la contención de la demanda y las importaciones, tendría que combinar una política restrictiva selectiva de la demanda con una política selectiva de expansión de la oferta, aprovechando esos patrimonios productivos ociosos. Se trata de cambiar la composición de ambas en el sentido de lograr su ajuste recíproco. Se buscaría en una primera etapa aprovechar esos potenciales productivos socioculturales, naturales y de capital ociosos y disponibles, y en una segunda, de mediano y más largo plazo, de una política de inversiones y de tipo institucional y sociocultural orientada a cambiar el estilo enraizado en la estructura dependiente y polarizada de esos patrimonios sociales, naturales y de capital. Mientras que la política recesiva de demanda confía en el mercado para que imponga su selectividad, con los efectos regresivos conocidos, dada la estructura de los ingresos y el poder, una política combinada de restricción selectiva de la demanda y expansión selectiva de la oferta tendría que utilizar en forma eficiente la planificación y la inter-

vención estatales. Esto plantea toda la cuestión del Estado, su efectividad y representatividad, pero también ofrece las bases para una concertación política democrática en la medida que se distribuyen equitativamente los costos y beneficios de dicha selectividad. Existe una acumulación de conocimientos, experiencias y propuestas de tipo macroeconómico y sociopolítico, conjuntamente con un conocimiento de nivel más detallado de tipo sectorial y de programas específicos como para intentar la formulación de tipos de propuestas concretas de reajuste reactivador, con su batería de medidas y programas selectivos. Se trata de programas sociales y productivos, urbanos y rurales, para la gran, mediana y pequeña empresa, y las actividades informales, con acento en aliviar la pobreza, dar empleo, satisfacer necesidades básicas, generar exportaciones, sustituir importaciones, y al respectivo programa macroeconómico con sus componentes selectivos de demanda, en materia de contención del consumo y promoción del ahorro, impuestos y gastos públicos, créditos, subsidios y políticas apropiadas para todo el amplio sector público. Entre tales medidas pueden destacarse los programas de empleo masivo de mano de obra para la construcción y reconstrucción de vivienda, obras de saneamiento, infraestructura y equipamiento comunitario en asentamientos populares; para la construcción, reconstrucción y mantenimiento de la infraestructura vial, de las obras públicas y de los asentamientos humanos en general, de defensa frente a inundaciones y otras catástrofes desencadenadas por factores naturales, para la reforestación, la formación de terrazas en áreas de erosión, la limpieza y protección de ríos y canales, obras de drenaje e irrigación, incorporación de nuevas tierras, reparación y mantenimiento de edificios públicos, maquinarias y equipos, y otras actividades productivas. Asimismo, pueden considerarse las políticas de estímulo al ahorro y sustitución de combustibles y otros insumos de alto costo.

De otro lado, podrían considerarse las alternativas propuestas por diversos grupos, bajo distintos enfoques, como los de sistemas productivos integrados, tecnologías combinadas, ecodesarrollo, etc., centradas en la producción para la satisfacción de necesidades esenciales mediante el aprovechamiento de conocimientos, mano de obra, recursos naturales, desechos y res i d u o s , c o m b i n a d o s con técnicas apropiadas 16 . Estas actividades se prestan muy favorablemente y a bajo costo, al empleo masivo y organización de la mano de obra y es en esta virtud que, como se ha visto, se recurre a ellas en la coyuntura actual. Pero al mismo tiempo implican una crítica del estilo de crecimiento vigente, en cuanto revaloran el proceso de trabajo orientado hacia la satisfacción de necesidades fundamentales y a la dinamización de la fuerza laboral y otras potencialidades subutilizadas, haciendo un menor uso de factores escasos, como el capital y las divisas. Más aún, por las múltiples vinculaciones que esas actividades tienen con los contextos geográficos específicos, con la experiencia cotidiana, con el conocimiento y la cultura locales pero también con las relaciones ecosistémicas, con la perspectiva de largo plazo y con las exigencias del desarrollo científico y tecnológico, pueden ser portadoras de un nuevo estilo de crecimiento y de una identidad cultural más vigorosa y abierta. Estas posibilidades no se realizan automáticamente y, más bien, se tiende a adoptar este tipo de medidas estrictamente dentro del marco concebido como de emergencia. Resulta crucial, entonces, aprovechar el período de crisis iniciado en 1982 para identificar y estimular actividades como las señaladas y, sobre todo, para favorecer aquellas condiciones que hagan más sostenida y difundida la reorientación del proceso de trabajo y más perceptibles y valorables las múltiples vinculaciones mencionadas. Se trata en la mayoría de los casos de actividades de consumo colectivo o de

'Véase Manfred Max-Neef, Barefoot economics.

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infraestructura productiva que no siempre interesan a la actividad privada. Ya sea porque son inversiones de rentabilidad a largo plazo, porque favorecen a sectores de bajos ingresos y escasa demanda efectiva, o porque se trata de crear economías externas o evitar deseconomías externas cuyos excedentes no pueden ser capturados por el inversionista privado. En otras palabras, de obras y actividades que recaen normalmente en la esfera de las responsabilidades del sector público. Otra de las características principales de estas obras, actividades y proyectos es su especificidad geográfica local. Tanto la problemática del desempleo como la de la conservación, protección y mejoramiento ambiental no tienen sentido en abstracto, sino que solamente referidas a ubicaciones y localizaciones concretas, particularmente en un país que, por su "loca geografía", presenta una extrema heterogeneidad y variabilidad ambiental, como se destaca en muchos de los trabajos que se refieren a sectores o recursos específicos. Se trata, por consiguiente, de un área de la actividad pública que se presta de manera especial a la descentralización y la participación de la comunidad, cuestiones de especial interés y prioridad en la búsqueda de sistemas democráticos de planificación y decisión 17 . Si bien las circunstancias de la crisis pueden servir como detonador para iniciar un movimiento de esta naturaleza, el hecho de que se trata de necesidades fundamentales sistemáticamente insatisfechas sugiere la necesidad de considerar estos programas como la ocasión para crear programas y actividades de tipo permanente, adecuadamente institucionalizados y financiados, y con visión de mediano y largo plazo. En este sentido un área prioritaria de reajuste y reorientación, señalada anteriormente, tiene que ser la relativa a los patrones de consumo y de inversión, así como las orientaciones en materia tecnológica y de gestión de recursos. Será preciso limitar se-

17 Véase el artículo de S. Torres y F. Arenas en este mismo número.

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vera y selectivamente, salvo casos muy justificados, todo tipo de demanda suntuaria y que implique directa o indirectamente un elevado componente de importaciones, y toda tecnología o diseño que redunde en lo mismo, promoviendo su reemplazo por bienes y servicios, tecnologías y diseños que se apoyen en la utilización de recursos materiales y humanos nacionales y locales, y destinados principalmente a satisfacer necesidades fundamentales. Todas las orientaciones sugeridas significarán una mayor presión sobre el medio ambiente. La expansión, conservación, mantención y protección del patrimonio ambiental constituye, por consiguiente, una contribución fundamental a los niveles de vida y a la productividad. Esto implica necesariamente un mayor conocimiento de su potencialidad, de sus condicionantes ecosistémicos de explotación, de sus formas más eficientes de gestión, con el fin de aprovechar al máximo las oportunidades, pero al mismo tiempo evitar su agotamiento y deterioro, para conservar su sustentabilidad a largo plazo. Todo esto sugiere la necesidad de dar atención prioritaria en la estrategia de desarrollo futura al tema de los recursos naturales y al tema de la ciencia y la tecnología 18 , con una perspectiva ecológica y de largo plazo. Se trata, en suma, de incorporar plenamente el tema de la sustentabilidad material del desarrollo, tanto en lo que respecta a los patrones de demanda y estilos de desarrollo, como a la gestión de los recursos y la acumulación de capital reproductivo y también al ordenamiento territorial, con criterios que den prioridad a los objetivos centrales de elevación de los niveles de vida de los sectores de bajos ingresos y de superación del agudo desequilibrio y dependencia externa. El énfasis en la explotación de los recursos propios implica una diferenciación 18 En contraste, un reciente informe del Departamento de Estudios de CONICYT muestra una reducción dramática del gasto en actividades de investigación y desarrollo y en el gasto universitario, siendo que en las universidades se realiza entre el 70 y 80% de la investigación.

mayor que en el pasado entre el nuestro y otros países y también dentro del país. Exige que en las estrategias de desarrollo se descienda de un nivel de abstracción exagerado a la consideración concreta de las disponibilidades de recursos naturales, de la tecnología, del tamaño y la localización del país, de la relación entre población y recursos, la situación en materia energética, el grado y características de la urbanización. Esto significa que las nuevas estrategias de desarrollo tendrán que ser distintas para países que exhiben diferencias marcadas en los aspectos señalados; quiere decir también que dichas estrategias, aplicadas a nuestro país en particular, deberán privilegiar la consideración de aspectos regionales y espaciales (incluyendo la temática urbano-rural), ya que constituimos un mosaico heterogéneo de condicionantes de tipo ambiental. Por ejemplo, los ecosistemas andinos del norte, los agroecosistemas de la zona central, el bosque húmedo de la zona sur y la pampa austral constituyen recursos de muy diferente capacidad y tipo de aprovechamiento, e implican por ello también tecnologías diversas, de diferente grado de conocimiento y aplicabilidad, todo ello en contraste con las tendencias homogeneizantes que se han tratado de imponer en todo orden de cosas: cultivos, tecnologías, diseños arquitectónicos, normas, etc. La crisis internacional ha puesto de nuevo sobre el tapete la importancia de la integración y la cooperación latinoamericana. Por ejemplo, la utilización conjunta, coordinada, y sostenible a largo plazo, de áreas como las zonas marinas y costeras del Pacífico y la Patagonia, constituye un enorme potencial agropecuario, forestal, energético, mineral y de transporte, particularmente en las nuevas y favorables perspectivas de integración y cooperación con Argentina. Pero el aprovechamiento de estos recursos requiere una gestión ambiental adecuada en virtud de los riesgos que encierra la utilización de recursos cuyo comportamiento ecosistémico es poco conocido. Por tanto, la cooperación científica, tecnológica y en materia de gestión en estas áreas debiera ser

una vía importantísima para revivir la colaboración entre Chile y Argentina. El acento en el aprovechamiento de los recursos propios da lugar a grandes oportunidades y también a riesgos. Por ello es preciso incorporar la dimensión ambiental en el origen mismo de las estrategias de desarrollo y la planificación 19 . Esto significa crear entre los especialistas responsables de esas actividades, en su instrumental técnico y en la organización institucional respectiva en todos sus planos y niveles, la conciencia y la capacidad operacional de considerar a los recursos naturales y construidos y sus características ecosistémicas como recursos escasos y de uso optativo; ampliables, reproducibles, deteriorables y agotables, según como se les trate; interrelacionados entre ellos y con las actividades humanas, de múltiples y complejas maneras. La metodología de planificación que se ha seguido en el país y particularmente aquella de tipo subsidiario practicada en los últimos años ha hecho poco caso de las consideraciones anteriores, en gran parte porque, tal como las propias estrategias de desarrollo, ha estado muy influida por un estilo basado fundamentalmente en la imitación de los patrones de consumo y desarrollo de los países industrializados, y ha descansado en forma extrema en el mercado nacional e internacional. Las instituciones y grupos responsables del medio ambiente y de la acción ambiental —así como la comunidad científica y los tecnólogos— deberían obtener por ello una presencia influyente en el proceso de gestación, generación, diseño, evaluación e implementación de los planes, programas, proyectos y políticas de desarrollo. Una de las líneas estratégicas prioritarias de la acción ambiental en el futuro debería ser el fortalecimiento e incorporación de las instituciones y especialistas ambientales y científico-tecnológicos en la planificación y las

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CEPAL/PNUMA, "Incorporación de la dimensión ambiental en la planificación", E/CEPAL/G.1242, 28 de abril de 1983.

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políticas de desarrollo, de acuerdo con las características institucionales que el país vaya adoptando. El logro de este objetivo requiere probablemente modificaciones institucionales y legales por lo que sería conveniente revisar las características de las instituciones ambientales actuales para que puedan cumplir este tipo de objetivos. El momento parece especialmente oportuno en virtud de la reciente creación de varias comisiones sobre el tema que adolecen de claros vacíos en este aspecto, y la consiguiente posibilidad de restructurarlas en el sentido indicado. Para que este tipo de acción sea posible, es imprescindible que la consideración ecológica esté presente en los centros de generación y adopción de decisiones. Ello no es posible si la perspectiva ambiental se encuentra en la periferia, marginada de los centros de decisión fundamentales, en los que se toman las decisiones cruciales sobre el desarrollo, que son inevitablemente las prioridades, y si no existe capacidad y voluntad de diálogo entre ambas perspectivas. Otras de las dificultades para la coordinación radica en que la política económica está en el ámbito de los economistas y administradores en los ministerios de Hacienda y Economía y en el Banco Central, mientras que la planificación y la gestión ambiental (generalmente implícita e inconsciente) tiende a manejarse en ODEPLAN y las empresas autónomas del Estado encargados de la energía y los recursos naturales, las obras

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públicas, el desarrollo regional y urbano, la educación, la ciencia y la tecnología y en los ministerios sectoriales. Esta problemática es parte fundamental de la solución de tipo institucional. Una acotación final relacionada con la distinción entre las políticas de corto y largo plazo, lo que tiene gran importancia cuando se trata de enfrentar tanto la recesión como la crisis estructural. Las políticas de largo plazo —como las que inciden en la conservación del medio ambiente y los recursos naturales, la población, la educación, la ciencia y la tecnología, las relaciones internacionales y las formas de organización social— parecieran no tener nada que ver con los problemas de corto plazo. Pero como hemos tratado de señalar, son pródigas en oportunidades para contribuir a resolver algunos de ellos, como por ejemplo, la generación de empleo, la satisfacción de necesidades básicas, el desarrollo de nuevas exportaciones y las oportunidades de sustitución de importaciones. A la inversa, las políticas de coyuntura, formuladas para reaccionar frente a la recesión, pueden ser diseñadas para conservar y mejorar las estructuras y acervos sociales y los recursos naturales en el largo plazo,en lugar de acentuar su desperdicio y deterioro. Por tanto, la colaboración estrecha entre los que se ocupan de los desequilibrios de corto plazo, y los que se preocupan del desarrollo a mediano y largo plazo puede hacerse positiva y fructífera en la medida que se planteen como objetivo lograr un desarrollo sostenible.

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