Descendentes italianos. Origen de la familia Lapetina

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Descendentes italianos. Origen de la familia Lapetina. Cuando tenía apenas tres años, mi padre falleció. Mi madre con apenas 26 años quedó viuda y con tres chicos. La situación fue muy intensa, casi ni se hablaba del tema, como si no hubiera existido tal episodio. Años más tarde mi madre rehace su vida y todo empezó a calmar. Aunque para mí no significaba olvidar. Siempre tuve el interrogante en mi cabeza de cómo era mi padre o que vínculos tenía. Quizás por mi corta edad, no recordaba casi nada de mi padre y tampoco quería preguntarle a mi madre porque sabía que le iba a doler. Muchos años me mantuve en silencio. Hasta que un día comencé a inquietarme y preguntar. El interrogante nacía desde mi padre y se empezó a extender para el resto de la cadena familiar por parte de él. Y fue entonces cuando comencé a preguntarme de dónde se había originado mi apellido. ¿De dónde vengo?, simplemente empecé por el principio. Imagino que con el intento de darle un cierre a mi historia. Saber de mis raíces, fortalecería el vínculo con el resto de los integrantes de la familia. Una tarde de abril, buscando fotos encontré un papel amarillento, parecía de otra era. Sin embargo, era el llamado al servicio militar de mi nonno. A partir de ese momento sentí que en mi camino se abría una puerta. Comencé a inquietarme, le pregunté a toda mi familia sobre ese papel envejecido, nombres, fechas, anécdotas, lugares, pero con tanta suerte que todas las historias tenían algo distinto. Sin desesperarme comencé a armar pequeñas partes que iban armando el hilo de la historia, como un gran rompecabezas. Esos datos pequeños me sirvieron para buscar información, envié cartas al consulado, me introduje en temas de genealogía y busqué en listados de italianos llegados en barco. Sucede que Lapetina hay muy pocos en Argentina, con lo cual tuve que hacer un trabajo de inteligencia, de detective. Llamé a todos los Lapetina que existen en la guía telefónica, pero no obtuve mayores resultados, ni contactos familiares. La gente a la que llamaba le daba miedo dar datos personales. Unos me escuchaban y otros

directamente me colgaban el teléfono. Pero esto no terminaba aquí, envié una carta al consulado Italiano porque había algo de lo que sí estaba segura, mi nonno había nacido en Calvello, un pueblo de Potenza al sur de Italia. A los dos meses, luego de recabar información e insistir con los mails en el consulado. Llegó el preciado mail de respuesta. Definitivamente había encontrado al nonno. Cuando digo encontrado, significaba que ya dejaba de ser una historia contada y comenzaba a hacerse realidad. Pietro Lapetina casado con María Lapetina, si no están locos, eran primos. En esa época los matrimonios eran mediante acuerdos previos. Mis tíos dicen que la nonna contaba que se habían casado para inmigrar a la Argentina. Inmediatamente empecé a armar mi árbol genealógico, lo puse en una carpeta con toda la información que tenía. Ahora el segundo paso era ir al consulado con todos los papeles para certificar lo que estábamos diciendo. Necesitaba la partida de nacimiento del nonno y el acta de matrimonio legalizada por el consulado. El turno con el consulado llegó a los seis meses, mi carpeta estaba súper completa pero la información que tenía eran copias de las actas y no papeles originales. La idea de ir al consulado nació para poder obtener esas actas originales y certificadas. Mi familia no podía entender cómo había llegado a tener toda esa información, la historia parecía un reality. Me llamaban para seguir el paso a paso o por si se acordaban de algún dato. De tanto leer en italiano, prácticamente entendía casi todo. Pero como la vida está hecha para los valientes, me inscribí para tomar clases de italiano. Eran las 8.00 de la mañana del día 8 de octubre, estaba parada frente al consulado esperando mi turno. Todo parecía moverse lento, tenía mucha ansiedad, revisaba todos los papeles por si me había faltado uno. Pero en un abrir y cerrar de ojos, escucho mi apellido. Me tocaba por fin mi turno. Realmente el consulado no te provee información, simplemente te ayuda a ordenar los papeles

para que luego de tenerlos en un futuro puedas tramitar la ciudanía. La secretaria del consulado, me paso un dato en Calvello para que intente contactar a alguien que me pueda ayudar. Llegué a casa un poco cabizbaja, sentía que era imposible armar todo desde cero. De pronto suena el teléfono, era una amiga avisándome que en internet figuraban las copias de la partida de nacimiento de muchos italianos de ese año. Inmediatamente encendí la computadora, y comencé a buscar. Luego de una hora, se enciende un rayito de luz, la partida del nonno figuraba en esa página. Estaba un poco borrosa, la imprimí y en un rincón decía el nombre y sello de quién había firmado esa copia Raffaella Lapetina. Ahí mismo no entendía anda. No podía creer que también tenga el mismo apellido. Busqué en la comuna de Calvello y Raffaella verdaderamente existía. Trabajaba como encargada de la comuna. En la página de internet figuraba su mail, así que no dude un segundo y le envié un mail pidiéndole la copia de la partida de nacimiento del nonno. Habían pasado ocho meses y seguía sin novedades. Recuerdo que volvía del trabajo hacia mi casa y encontré un papel bajo la puerta que decía “Comune di Calvello,Anagrafe Stato Civile”, ahí mismo se me cortó la respiración, me palpitaba el pecho. Era finalmente la partida del nonno. Ese día me sentí realizada, ese día decidí llegar hasta el final de la historia. Comencé a gritar, “encontré al nonno”, la gente que me conocía me abrazaba y se emocionaba, como si él estuviese vivo. Fue así como comencé a armar la historia. Una mañana me desperté y no podía parar de pensar en irme a Italia a buscar el último papel que me faltaba, la partida de matrimonio, el último eslabón. Llamé a mi mamá, le conté mi idea, y en ese mismo momento me confirmó que estaba loca. Sin prisa, pero sin pausa, me puse en campaña para armar mi viaje. Mi novio enloquecido por todo lo que había logrado, me alentó y me ayudó a armar el viaje.

El mes de julio era el elegido, pero parecía no llegar más. Fue el mes que más esperé en mi vida. Era el mes de encontrarme, de cerrar una etapa, de cerrar una historia. Era el 22 de Julio del año 2012, tenía los pasajes en la mano, mi valija, mi carpeta, mi novio y un montón de ilusiones en el corazón. Me subí al avión y partí para la tierra del nonno. La bella Italia. Llegamos a Roma, hacían 35º a la sombra. Roma ardía, y yo desesperaba por llegar al pueblo. Fueron 3 horas de tren hasta Salerno y 4 horas en auto hasta Calvello. Pasamos montañas, montañas y más montañas. El camino era vertiginoso, pero sumado a mi ansiedad se hizo eterno.

Finalmente llegamos, olores, colores y gente muy particular. Cuando digo gente, digo dos personas, sí solo dos ancianos sentados en la entrada al pueblo. Parecía despoblado, eran las tres de la tarde, el sol partía el asf alto y la gente… y la gente dormía la siesta. Mi novio ya no me aguantaba más, entonces me convenció y fuimos primero a visitar la iglesia del pueblo. Todo era súper pintoresco, prolijo, limpio, cuidado y antiquísimo. La visita duró 15 minutos, cuando salimos de la iglesia había un patrullero de la policía mirándonos. Mi novio, se acercó para dejarlos tranquilos y en italiano les explicó lo que estaba sucediendo.

El recorrido del pueblo duró una hora, comenzaba a inquietarme, todo era silencioso. Nadie se despertaba, nadie salía de sus casas, estaba desolado.

Caminando por separado, porque ya no me aguantaba ni yo, comencé a aplaudir en la puerta de una casa, pero no salió nadie. Seguí mi camino por unas callecitas, que aún recuerdo, muy lindas. Y de pronto veo a un señor, sumamente elegante, en un balcón. Corrí y desde el lumbral de la casa le grité en italiano, para que bajara a conversar. El señor me miraba extrañado, pero le dio curiosidad y bajo a verme. Le pregunté, en mi pobre italiano, si conocía a algún Lapetina en el pueblo. Se tomó unos segundos, me miró y me respondió que su esposa Raffaella era Lapetina. Ahí mismo me saltaron las lágrimas y lo abracé. El señor no

entendía nada, me miraba cual loca, pero algo comprendía. Corrió a llamar a Raffaella. Ella, aunque mi emoción era contagiosa, respondió que no éramos familia, pero que la firma de la partida era de ella. Estaba distante, imagino que le dio miedo. Así que recapacité, les expliqué que no quería nada, los tranquilice, saludé y volví cuesta abajo hacia donde estaba mi novio.

Mientras caminaba, veo a mi novio saltando y gritando mi nombre. Parecía que había encontrado algo. Todo era de película. Me acercó a un bar, estaba mi novio y Catalina, quién había cocinado con mi abuela y conocía una parte de la historia. Me senté, nos invitó un café, y no paró de contarnos historias sobre el matrimonio.

Luego de una hora fascinante, y llena de recuerdos, nos tuvimos que ir. Simplemente para no seguir perturbando al pueblo. La gente pasaba, miraba, nos observaba. Tenía miedo de que reclamemos tierras. Un miedo común de ahí, ya que la mayoría de italianos de esa época había inmigrado a Argentina.

Simplemente y para no crear falsas expectativas, aclaré que me interés no era monetario. Catalina, me propuso acompañarme a la comuna para ayudarme a hacer el trámite del acta de matrimonio. Finalmente entramos y salimos, fue rapidísimo. La gente me sonreí, porque Catalina se encargaba de contar mi historia.

Esa tarde fue mágica, tenía el acta de matrimonio. Catalina nos invitó a cenar comida italiana. Hizo pastas caseras típicas italianas. El aroma de la cocina, de la salsa, del aceite, los quesos era increíble. Todo era cultivado en su casa. Luego de una amable y fantástica cena. Partimos hacía roma para seguir con nuestras vacaciones. Cuando volvimos a Argentina, lo primero que hice fue sacar un turno con el consulado para ir ganado tiempo. Organicé mi carpeta y ahora faltaban los datos de papá, pero no era tan difícil. Mi papá nació en Llavallol, una localidad situada en el sudoeste del partido de Lomas de Zamora. Se crió ahí y luego se radicó en la localidad de Ramos Mejía. De papá tenía todo menos la partida de nacimiento. Así que conseguí la partida mediante un contacto. Ya no quedaba nada más por buscar la familia Lapetina por parte paterna estaba armada. A los tres meses de haber llegado me salió el turno en el consulado. Finalmente tenía todos los papeles en regla. La ciudadanía y los certificados se aprobaron. La secretaria del consulado me dijo que sea paciente que los papeles tardan en salir.

Luego de un año la espera y la ilusión con cerrar una etapa parecía deshacerse entre los dedos. Finalmente el gran día llegó, dieciséis meses después, llegaron los papeles certificados y la ciudadanía italiana. Ese día me marcó para toda la vida, y hoy luego de haber atravesado esta historia, puedo decir que mi familia esta armada. Para mis hijos, mis nietos, y sobrinos que tengan dudas sobre sus orígenes, el trabajo está hecho, ya sabemos cómo se compone mi familia Lapetina.

ÁRBOL GENEALÓGICO.

Yanina Lapetina

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