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PRESENTACION Con verdadero entusiasmo, recibimos este nuevo año 2009, como una nueva etapa en nuestra vida, donde nuestra oportunidad de ser mejores cada día se fortalece por acumular experiencias y aprender de ella. Desde estas líneas, reciban nuestros parabienes, que sus deseos y aspiraciones sean la realidad que siempre han buscado. Continuidad de objetivos de la Dirección de Identidad Universitaria, ha sido y será siempre nuestra meta, buscando permanentemente estrategias, que nos permitan en nuestra misión de servicio, aportar y ser participes de la transformación de nuestra querida UAEM y de nuestra sociedad. Iniciamos nuestra actividad dando a conocer a Ustedes las crónicas realizadas por los cronistas universitarios: M. en E. S. Elena González Vargas, Arq. Jesús Castañeda Arratia, Lic. en H. José Jaime Castro Resendiz junto con el M. en D. Noé Jacobo Faz Govea, y que fueron presentadas en el XXXI Congreso de Cronistas de Ciudades Mexicanas, A.C., el cual se llevó a cabo en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, del 16 al 19 de julio de 2008, trabajos que llevan por título: 1. El Instituto Literario de Toluca. Su Enseñanza de la Química, 18461900. 2. Gustavo Baz el Revolucionario. 3. Un Irlandés Precursor de la Independencia en México (1786)

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EL INSTITUTO LITERARIO DE TOLUCA. SU ENSEÑANZA DE LA QUIMICA, 1846-1900

Elena González Vargas y Víctor Sánchez Mendieta Facultad de Química RESUMEN El cauce del naciente México independiente necesitó la creación de su capital que le identificara y de sus entidades federativas como el Estado de México, 2 de marzo de 1824. Entidad que con sus tres mudanzas logró jurídicamente establecer su capital en la pequeña ciudad de Toluca, en 1830. Ante la carencia de planeación y enseñanza del conocimiento científico en la educación de una nación en formación, también, logró darle carácter legar con la Constitución Federal de 1824. Con ello, se rescató el conocimiento científico y técnico que el Colegio de Minería venía enseñando e investigando. Había necesidad de una educación que preparara a los elementos de aquella gran familia o estrato social medio, que quedaría formada para la siguiente generación y que hacía tanta falta. Idea que expresaba concordancia entre la formación de nación independiente y el desarrollo de su educación pública. Fue una de las principales para que la Constitución del Estado de México de 1827, en Texcoco, en su artículo 228 incluyera el establecimiento de un Instituto Literario, que obtuvo legitimidad el 3 de marzo de 1828, en Tlalpan, y su operación. Y que con la promulgación de 8 de mayo de 1833 renació en la capital estatal, la pequeña ciudad de Toluca, con un edificio situado al sur y conocido como Beaterio. La educación del Instituto Literario recibió mucha atención y observancia en su funcionamiento, sobre todo porque era visualizado como un espacio educativo que formaba hombres sabios y, también, a ciudadanos industriosos o emprendedores del desarrollo de la nación. Desde su génesis sus planes de estudios preparatorios de cinco años incluyeron disciplinas de las ciencias física y química, así como las carreras con áreas del conocimiento afines a ellas. Nos lo dicen su reglamento de 7 de noviembre de 1846 y su Ley Orgánica de 16 de octubre de 1851; de enero de 1870; de 9 de octubre de 1872 con su 3

modificación de 30 de diciembre de 1876 y de 25 de febrero de 1881; de 30 de septiembre de 1886 con la que adquiere el título de Instituto Científico y Literario; de 27 de septiembre de 1896 con modificación de 27 de enero de 1898. Por lo que la enseñanza y la difusión de la ciencia de parte de los catedráticos del Instituto Literario con la de aquellos profesionales destacados como ciudadanos en su papel de diseño de nación, fueron factores para que la enseñanza de la ciencia como la química y la física conformaran a la cultura de la ciudad provinciana de Toluca y de la nación de entonces. Su catedrático de química, ingeniero Silviano Enriquez Correa (1853-1900) de 1876 a 1898, dejó huellas trascendentes con ser gestor e iniciador del montaje de los gabinetes de química, física y ciencias naturales en 1876; sus cuatro libros de texto editados por el mismo Instituto Literario, 1884 y 1896; con ser editor iniciador del Boletín del Instituto Científico y Literario del Estado de México, 3 de marzo de 1898. Esto tras la formación de educador de la disciplina que le brindó su muy apreciado e ilustre maestro egresado del Colegio de Minería, ingeniero Francisco del Villar Marticorena.

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EL INSTITUTO LITERARIO DE TOLUCA. SU ENSEÑANZA DE LA QUIMICA, 1846-1900 Elena González Vargas y Víctor Sánchez Mendieta, Facultad de Química El naciente México independiente se encontraba estructurado de acuerdo a la política de intendencias y de diputaciones provinciales, que hizo posible que el Congreso Constituyente, en diciembre de 1823, a la “provincia de México” la constituyera en entidad de la federación y que procediera a establecer su legislatura constituyente. El 2 de marzo de 1824 se instaló la Legislatura del Estado de México con el gobernador interino Melchor Múzquiz de Arrieta (1788-1844), en la ciudad de México. La ciudad de México era el mercado de consumo más importante, el punto de distribución para el comercio de las entidades federales y centro de conocimientos del país. Fue elemento de la propuesta de ser capital del país, que el Congreso Constituyente aprobó en 1827, lo cual requirió que el gobierno del Estado de México erigiera, a sus expensas, una nueva capital. Fueron tres costosas mudanzas que empezaron en febrero de 1827, una fue a la cercana ciudad de Texcoco; después a San Agustín de las Cuevas (Tlalpan) y finalmente en 1830, el gobierno se estableció en la ciudad reciente de Toluca. El gobierno mexicano de una nación en formación y con falta de recursos financieros, sabía de la carencia de planeación y enseñanza del conocimiento científico en la educación. Para ello, llegó a reunir a los más notables e ilustrados personajes de la ciudad capitalina para elaborar el plan de instrucción pública que el Poder Ejecutivo propondría al Congreso. Entre ellos estuvieron los ministros de Justicia y Relaciones Exteriores, los rectores de los principales colegios y seminarios, y catedráticos sobresalientes como Vicente Cervantes, en botánica, y Andrés Manuel del Río (1764-1849), en mineralogía. Con la insistencia del ministro de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán (1792-1853), fue posible el deber de enseñar a las ciencias que se encontraban abandonadas, como la medicina y las ciencias naturales. Así, la enseñanza científica fue prioritaria en la ilustración general de la nación y adquirió carácter legal con la Constitución Federal de 1824.1 L. Alamán declaraba que “el aumento de las producciones era consecuencia de la ilustración del pueblo en las ciencias útiles,” como las matemáticas, la física (mecánica), la química, 1 Leonel Rodríguez, “Ciencia y Estado en México:1824-1829”, en Los orígenes de la ciencia nacional, de Juan José Saldaña, Cuadernos QUIPU 4, Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1992. pp. 147- 149.

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la historia natural y la geografía, entre otras. Además, él con el abogado Manuel Díez Bonilla (1800-1864) conformaron una comunidad de científicos y artistas con los fines de promover y perfeccionar las ciencias, literatura y artes y fundaron el Instituto de Ciencias, Literatura y Artes de la ciudad de México en abril de 1826, que se pudo mantener económicamente hasta fines de 1828.2 La educación pública era uno de los resortes más poderosos para el gobierno, con la fuerza de las ideas del pensador y orador José María Luis Mora (1794-1850), que fueron una introducción al positivismo que hubo en el país posteriormente. Había escrito que uno de los grandes bienes de los gobiernos libres era la libertad que tenía todo ciudadano para cultivar su entendimiento, el más firme apoyo de las leyes era aquel convencimiento íntimo que tenía todo hombre de los derechos que le eran debidos, y de aquel conocimiento claro de sus deberes y obligaciones hacia sus conciudadanos y hacia la patria.3 Había necesidad de una educación que preparara a los elementos de aquella gran familia o estrato social medio, que quedaría formada para la siguiente generación y que hacía tanta falta. Mismo Mora elaboró un proyecto de reforma a la educación con el cual desaparecieron los colegios de Santa María de Todos los Santos, San Ildefonso, San Juan de Letrán, San Gregorio y la propia Real y Pontificia Universidad, decreto del 19 de octubre de 1833 dictaminado por el Congreso Federal. Se creó la Dirección General de Instrucción Pública y la educación superior quedó organizada en seis Establecimientos: 1er Estudios Preparatorios 2o Estudios Ideológicos y Humanidades 3ro Estudios Físicos y Matemáticos 4o Estudios Médicos o Ciencias Médicas 5o Estudios de Jurisprudencia 6o Estudios Sagrados o Ciencias Eclesiásticas El establecimiento de físicos y matemáticos fue una nueva estructura para el Colegio de Minería, que se había inaugurado el 2 de enero de 1792 con el nombre de Real Seminario de Minería.4 En este colegio se iniciaron la enseñanza y la investigación de disciplinas de la ciencia como física, química, mineralogía y las matemáticas, sobre todo en el desarrollo de aspectos técnicos y teóricos científicos. La educación científica de los novohispanos fue fructífera prácticamente en las principales minas del país. Se dio la institucionalización de dichas disciplinas. Además, la estancia de Alejandro von Humboldt (1769-1959) 2 Leonel Rodríguez Benítez, “El Instituto de Ciencias, Literatura y Artes de la ciudad de México en 1826”, en Memorias del Primer Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, tomo I, Sociedad Mexicana de Historia de la Ciencia y de la Tecnología, A. C. México D. F., 1989, pp. 335 y 338. 3 Anne Staples, Educar: Panacea del México Independiente, antología, Secretaría de Educación Pública, México, 1985, p. 101. 4 María de la paz Ramos Lara, “La nueva Física y su relación con la actividad minera en la Nueva España”, en Los orígenes de la ciencia nacional, de Juan José Saldaña, Cuadernos QUIPU 4, Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, 1992. p. 118.

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le dio reconocimiento de ser uno de los centros científicos más importantes de América; el barón Humboldt pudo observar sus actividades de enseñanza e investigación de las técnicas en la mineralogía, así como la gran colaboración de alumnos y discípulos para analizar químicamente muestras mineralógicas de su recolección en las excursiones, y la elaboración de cartas geológicas. En sí, el proceso de formación de México como nación independiente, se reflejó en el desarrollo de su educación, que fue la expresión ideológica de ese tiempo, realizándose una enseñanza acorde con los intereses de las facciones en pugna (liberales vs. conservadores), que impusieron una escuela que difundió sus doctrinas y pretendió justificarla ante la sociedad. Un caso ilustrativo fue el de la entidad naciente, Estado de México, con la expedición de su Constitución local de 1827, en Texcoco, que consideró en su artículo 228 a que en el lugar de residencia de los supremos poderes habría un Instituto Literario para la enseñanza de todos los ramos de la instrucción pública. Tras la propuesta del presidente de la Legislatura, J. Ma. Luis Mora. Las materias eran: Gramática latina y castellana; francés e inglés; lógica y filosofía moral; aritmética, álgebra y geometría; física general; economía política; derecho público constitucional y principios de legislación; derecho romano; derecho canónico; derecho patrio; dogma y moral religiosa y dibujo.5 El 3 de marzo de 1828 fue la fecha en que se inició la difusión formal de que el Congreso local, en Tlalpan, dio cumplimiento al artículo 228 de la Constitución estatal, el de organizar provisionalmente y dotar al Instituto Literario de instrucción pública, pagando de los fondos del Estado las plazas de Rector, Maestro de aposentos, nueve Catedráticos, Portero, dos Mozos, alumbrado y carbón.6 Los alumnos del Instituto Literario, en la Casa de las Piedras Miyeras de Tlalplan, para 1830 llegaban a 16 colegiales o internos, y 20 capenses o externos. Ellos estudiaban las materias establecidas y agrupadas en: (a) materias introductorias y humanísticas: primeras letras, gramática castellana, idiomas latín y francés, matemáticas y dibujo natural y, (b)) atendía directamente a la formación de abogados que cursaban derecho civil, cánones, derecho público constitucional y economía política.7 A principios de 1830 los efectos de la política nacional al derrumbarse el gobierno de Vicente Guerrero (1738-1831), se resintieron en el Instituto. El nuevo Congreso dictaminó la nueva residencia de los poderes, la ciudad de Toluca el 24 de julio de 1830, y el suprimir Ernesto Meneses Morales, Tendencias educativas oficiales: 1821-1911, Centro de Estudios Universitario, Universidad Iberoamericana, México, 1998, p. 14. 6 Inocente Peñaloza García, La UAEM y sus fuentes. Fragmentos de la historia universitaria a través de documentos 1827-1956, Universidad Autónoma del Estado de México, 2005, pp. 18-19. 7 Carlos Herrejón Peredo, Fundación del Instituto Literario del Estado de México, Universidad Autónoma del Estado de México, 1978, p. 38. 5

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temporalmente el Instituto Literario que quedó asentado con el decreto promulgado el 5 de junio del mismo año.8 La ciudad pequeña de Toluca, nueva sede de los poderes gubernamentales, tenía su río que corría en dirección norte y que era llamado primero Xihualtenco y después Verdiguel. Era un lugar donde también habitaban las culturas matlatzincas y otomíes, y en donde había una sierra que la llamaban en lengua náhuatl o mexicana Tolutzin o Tolutepetl, de la cual deriva el nombre de Toluca. Había: (a) su primer templo católico, la capilla de la Santa Cruz de los otomíes, concluida en 1575; (b) el convento franciscano de siglo XVI con su templo de la Tercera Orden de San Francisco, hoy entrada a capilla del Sagrario9; (c) convento del Carmen, establecido en siglo XVII; convento de La Merced de siglo XVII. En 1832 se empezaban a construir los arcos llamados “Los Portales” en terrero del antiguo convento franciscano tras la iniciativa de don José María González Arratia (1783-1852).10 A Toluca fueron llegando alumnos de Tlalpan y de otras localidades, tras que la nueva legislatura dio la proposición: Que se conteste al gobierno de proveer con arreglo al decreto número 110 a la educación literaria de los niños del extinguido Instituto, estableciendo éste, entretanto se proporciona mejor local, el convento de nuestra Señora de la Merced, para regentear las cátedras de matemáticas y latinidad y sobrevigilar en las distribuciones escolares.11 Sin embargo, con la llegada a la presidencia de Antonio López de Santa Anna en diciembre de 1832 se finalizaron las actividades de retirada de los alumnos a sus lejanas casas. Así el Instituto Literario volvió a suspenderse. Más para 1833, el gobernador Lorenzo de Zavala se adelantó a la intervención del Congreso local con el reiniciar la vida del Instituto Literario, en una casa particular céntrica de la ciudad de Toluca. Además, él con el apoyo de la Junta Inspectora de varios diputados, indujo a que la Legislatura se diera a la tarea de expedir el decreto con cinco artículos, que el gobernador promulgó de inmediato el 8 de mayo de 1833. El artículo 1o decía que se derogaba el decreto número 95 expedido el 18 de febrero de 1828. El artículo 2o indicaba que se facultaba al gobernador para establecer el Instituto Literario del Estado bajo las bases que juzgara conveniente, pudiendo gastar en dicha institución hasta mil quinientos pesos mensuales. El artículo 3o decía que el gobernador formará, pondrá en ejecución y remitirá al Congreso, lo más pronto posible, el reglamento y plan de estudios del Instituto. Plena seguridad que el mismo gobernador había preparado.12 El 30 de mayo de 1833 la propia Legislatura con el decreto número 318, declaró propiedad del Estado el edificio que era conocido 8 Carlos Herrerón Peredo, “Una crónica olvidada: el Instituto Literario”, en Historia General del Estado de México, volumen 4, El Colegio Mexiquense, A. C. con el Gobierno del Estado de México, 1998, p. 445. 9 María del Pilar Iracheta Cenecorta, El aprovisionamiento de agua en la Toluca colonial, www.ejournal.unam.mx, p. 92 10 Alfonso Sánchez García y Alfonso Sánchez Arteche, Toluca. Monografía municipal, Asociación Mexiquense de Cronistas Municipales, A. C. y Gobierno del Estado de México, 2001, p. 99. 11 “Una crónica olvidada: el Instituto Literario, op. cit. p. 445. 12 Ibid p. 456.

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como Beaterio y todos los bienes que le pertenecían, inmueble situado al sur de la ciudad de Toluca y que había sido internado femenino de fines de la Colonia. Así fue decretado que ahí se alojaría el Instituto Literario del Estado de México.13 El plan de estudios que exigía el decreto comprendía la educación física, la educación intelectual y la educación moral de los alumnos. Se destacó a la educación física como factor de desarrollo de las facultades mentales, por lo que fueron consideradas la luz, la ventilación, limpieza de habitaciones, cuerpo y vestuario, comida nutritiva, y junto la gimnasia, el esgrima, la natación; estuvo incluido un médico que visitaría diariamente al Instituto. La educación intelectual del alumno estuvo pensada con el plan de estudios en dos partes: Una de cinco años que equivalía a la secundaria-preparatoria, era obligatoria para todos y obtenían el bachiller en ciencias y letras, y la otra de tres años era de los estudios profesionales de abogados. Las materias de los estudios preparatorios eran: Castellano, latín, francés e inglés, ideología y gramática general, aritmética, álgebra, geometría, trigonometría, secciones cónicas, fisiología vegetal y principios generales de agricultura, física experimental, química experimental, lógica y retórica, historia y geografía, cosmografía, elementos de anatomía y fisiología animal, historia natural y mineralogía, dibujo y perspectiva y principios de música vocal.14 Para la educación moral presentaba como base a la moral evangélica, la de revelación, de fe y gracia, la pregonada por los masones. A la par se creó la Ley Orgánica de Instrucción Pública del Estado de México, decretada por el Congreso el 13 de enero de 1834. Para el Instituto esta ley le dio armas para afinar los planes de los estudios preparatorios de cinco años y de las carreras de jurisprudencia de cinco años, de medicina en seis años, de farmacia en dos años, de mineralogía en cuatro, de comercio en uno y de agricultura en tres años.15 Los estudios preparatorios de cinco años contenían las materias: Ideología y dibujo lineal; ideología, gramática española, aritmética, geometría, gramática latina, álgebra, trigonometría, gramática francesa, física y química experimentales, moral universal, física, cronología, geografía, cosmografía. Hubo nuevas materias como ideología y moral universal. El breve curso de farmacia comprendía: Botánica, zoología, química y farmacia, obligatorios dos años de práctica. Para la carrera de mineralogía las materias eran: cálculo infinitesimal, secciones cónicas, álgebra aplicada a la geometría, Aurelio J. Venegas, El Instituto Científico y Literario del Estado de México, Universidad Autónoma del Estado de México, 1984, p. 10. 14 “Una crónica olvidada: el Instituto Literario”, op. cit. p. 458. 15 Ibid p. 467. 13

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geometría descriptiva, física experimental, química aplicada a la mineralogía, mineralogía y dos años de práctica en algún centro minero. El gran tino del director del Instituto Literario, José María González Arratia, fue el adaptar el antiguo caserón del Beaterio para la instalación del Instituto Literario, posiblemente a mediados de 1834. A partir de entonces ahí hubo cátedras y, actualmente, son oficinas de la Rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de México. Además, la Ley Orgánica de Instrucción Pública del Estado de México de 1834, bajo el decreto 36616 mostraba organizada la instrucción pública de todos los niveles y declaraba la libertad de enseñanza en las ciencias y las artes. Esto facilitó generar el Reglamento del Instituto Literario de Toluca, expedido bajo el decreto número 28 con fecha 7 de noviembre de 1846, el cual contenía los ramos o áreas de estudios para el alumno: latino y castellano, latino y mexicano, griego, lógica-ideología-metafísica-moral, aritmética-álgebra elementalgeometría descriptiva, trigonometría esférica-geometría analíticaálgebra superior-cálculo infinitesimal, dibujo lineal-principios de arquitectura, física-química, derecho natural de agentes y constitucional, economía política, geografía-historia general y particular de la república, francés, inglés, retórica-poética y literatura general, academia de dibujo.17 Para los años treintas de siglo XIX, la ciudad de México contaba con científicos de iniciativa, como los que consiguieron el establecimiento del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, en 1833, para formar el plano general de la República Mexicana, arreglar el Atlas, elaborar el Padrón, y reunir y coordinar todos los datos estadísticos que remitían los gobernadores de las entidades. Este Instituto tenía organizado su trabajo metódico en cuatro secciones: De geografía, de estadística, de observaciones astronómicas y meteorológicas, y de adquisiciones materiales. Fue antecedente de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística que funcionó a partir de 1850.18 Con el gobernante Mariano Riva Palacio Díaz (1803-1880) se analizaron las leyes y decretos vigentes del ramo educativo, entre ellas las del Instituto Literario. En ello colaboró “El Nigromante”, Ignacio Ramírez Calzada (1818-1879), con la educación superior.19 Así, el Congreso estatal decretó la Ley Orgánica del Instituto Literario, el 16 de octubre de 1851, con el decreto número 57.20Fue la primera Ley Orgánica del Instituto desde su establecimiento en la promulgación de la Constitución Política estatal de 1827, en Texcoco. “El Estado de México durante la Segunda República federal y la dictadura santanista”, op. cit. p. 204. Colección de Decretos del Estado de México, tomo III, pp. 55-60, Archivo Histórico del Estado de México, Centro Cultural Mexiquense, Gobierno del Estado de México. 18 Leonel Rodríguez, “Ciencia y Estado en México:1824-1829”, op. cit. p. 203. 19 Clemente Díaz de la Vega, Próceres del Instituto, Universidad Autónoma del Estado de México, 1999, p. 23. 20 Colección de Decretos del Estado de México, tomo V, pp. 51-88, Archivo Histórico del Estado de México, Centro Cultural Mexiquense, Gobierno del Estado de México. 16 17

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Cabe destacar que esta Ley Orgánica de 1851 del Instituto, abarcaba dos niveles educativos, uno el elemental en las escuelas de primeras letras y el otro superior con los estudios preparatorios y profesionales con las carreras de jurisprudencia, agricultura, comercio, industria y agrimensor. La relación fraternal de Riva Palacio con el Director del Instituto Literario facilitaba su pensar acerca de que el Instituto no fuese únicamente literario sino que, también, en él hubiese jóvenes agricultores, comerciantes e industriales. En una visita que realizó a las instalaciones para inaugurar los talleres de carpintería, herrería, cantería, tipografía y litografía, dijo el estar seguro de que pronto tendría un objeto más importante y que no serviría sólo para formar hombres sabios sino que servirá también para formar ciudadanos industriosos, amantes al trabajo, que sirvieran de ornamento a la República.21 Más es sabido que antes de 1857, estaban el clero regular dedicado a concebir aspectos fundamentales de la vida moral y el clero secular que defendía su poder de privilegios más que los intereses de la sociedad. Pero en la cultura de ese tiempo, el pensamiento del clero estaba encauzado hacia quienes pensaban como dirigentes gubernamentales y la milicia se encauzaba en perseguir a quienes les indicaban estos dirigentes.22 Aún con ello, en 1857, estando el poder Ejecutivo en Ignacio Comonfort de los Ríos (1812-1863) y la Suprema Corte de Justicia en Benito Juárez García (1806-1872), se dio lectura al texto de la nueva Constitución o Carta Magna Liberal y fue dada a conocer el 5 de febrero de 1857. La reacción del clero a la Constitución de 1857 fue de rechazo y realizó una campaña en su contra con excomuniones y negación de servicios a quienes estuviesen a favor del documento. Así surgió la guerra de tres años o guerra de reforma. La ciudad de Toluca le tocó vivir esto, pues, albergaba intensamente a cuatro órdenes religiosas: los franciscanos que habían llegado a evangelizar desde 1525, los carmelitas, los mercedarios y los juaninnos.23 Para 1861 fue señero de la desamortización, que consistía en transferir la propiedad del clero a particulares, de preferencia a los mismos que usufructuaban como arrendatarios.24 Se dio el nombramiento de Presidente Constitucional de la República Mexicana al licenciado Benito Juárez, en julio de 1861, con el triunfo del grupo liberal en la guerra política. Sólo que para diciembre llegaron a México las tropas europeas, tras que B. Juárez decretó la suspensión del pago de la deuda externa por la existencia de bajos recursos económicos en el Estado.

Aurelio J. Venegas, op. cit. p.54. Leopoldo Zea, El positivismo en México. Nacimiento, apogeo y decadencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1988, p. 79. 23 Mílada Bazant, “La desamortización”, en Historia General del Estado de México. Independencia, reforma e imperio, tomo núm. 4, Gobierno del Estado de México y El Colegio Mexiquense, A. C., 1998, p. 339. 24 Carlos Herrejón Peredo, op. cit. p. 130. 21 22

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Después, para abril de 1864, exteriormente, fue proclamado emperador de México, el archiduque austrohúngaro Fernando Maximiliano de Habsburgo (1832-1867). Entonces la República fue obligada a ser Imperio y el Estado de México se volvió Departamento y el lema “Patria, Orden, Libertad y Unión” circulaba entre los funcionarios gubernamentales con la exigencia de juramento de fidelidad y adhesión al sistema monárquico. Mientras imperaba Maximiliano, el Instituto Literario realizó sus actividades educativas bajo su Ley Orgánica de 1851, la cual consideraba a la enseñanza de matemáticas, física, química, botánica, dibujo y los idiomas latín, francés e inglés para los estudios preparatorios que duraban cinco años escolares, así como las carreras de Derecho y de Agricultura con duración de seis años. Agricultura comprendía materias de física y de matemáticas. La carrera de Industrial con duración de cinco años incluía la materia de química aplicada a las artes, y la carrera de Agrimensor de cuatro años, incluía disciplinas de la física y las matemáticas. Con el suceso del fusilamiento de Maximiliano y sus allegados, en junio de 1867, se dio la declaración del Congreso de la Unión: el de reconocer a Benito Juárez García como Presidente de México para el periodo 1867-1871. Fue la restauración de la República y, con ello, la consolidación definitiva de las instituciones y del pensamiento liberal en la vida pública de la nación mexicana. Asimismo fue la promulgación de la Ley Orgánica de Instrucción Pública de México, con la cual se planeó íntegramente a la educación desde la primaria, que sería obligatoria y gratuita con la exclusión de toda enseñanza religiosa, hasta las instituciones científicas, culturales y profesionales, como la naciente e independiente Escuela Nacional Preparatoria que abrió sus puertas en febrero de 1868.25 26 Esta Ley Orgánica contuvo la filosofía positivista de su principal promotor, el médico Barreda desde la primaria hasta la profesional. Así la ciencia adquirió el carácter de ser básica para la educación que impulsó a la demostración y el estudio de los fenómenos de la naturaleza. El gobernador M. Riva Palacio tenía contacto con G. Barreda, quien en la carta escrita a él explicaba que la enseñanza debía tener en cuenta todo lo generado por la civilización, de acuerdo a los términos “Una educación en que ningún ramo importante de las ciencias naturales quede omitido; en que todos los fenómenos de la naturaleza desde los más simples hasta los más complicados, se estudien y analicen a la vez teórica y prácticamente en que tienen de fundamental; una educación en la que se cultiven así, a la vez el entendimiento y los sentidos, sin el empeño de mantener por fuerza tal y Ernesto Meneses.”El saber educativo”, en Un siglo de educación en México, Fondo de Cultura Económica, México, 1998, p. 12. 26 Consuelo García Stahl, Síntesis histórica de la Universidad de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, p. 118. 25

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cual opinión, tal o cual dogma, político o religioso, sin el miedo de ver contradicha, por los hechos, ésta o aquella autoridad;… ”. 27 El Instituto Literario era un lugar en que se reafirmaba el liberalismo de varias formas. Una era con el fuerte impulso a la incorporación de alumnos municipales, según decreto de 1846; otra, la adopción de la ciencia como esencia de los contenidos de la educación pública y otra más era que en la fecha 4 de enero de 1870 el Congreso estatal bajo el decreto número 157, dictaminó para el Instituto Literario las escuelas de Estudios Preparatorios, de Agricultura y Veterinaria, de Artes y Oficios, de Comercios y Administración, de Ingenieros y de Ensayadores de Metales con los planes y programas de estudios respectivos.28 Entonces se encontraba de director el licenciado Felipe Sánchez Solís (1816-1882), cargo que ocupó de 1869 a 1871. En enero de 1870, se iniciaron las actividades escolares de: (a) los estudios preparatorios de cinco años que contenía a las materias de química general y de física experimental;(b) los estudios de la carrera de Artes y Oficios que contenía a la materia de química aplicada a las artes;(c) los estudios de la carrera de Agricultura y Veterinaria que incluía a la materia de física aplicada;(d) los estudios de las carreras de Ingeniería Mecánica y Ensayador de Metales, ambos incluían a la materia de química aplicada y análisis químico con docimacia. La enseñanza de materias de la ciencia química era de suma importancia para el alumno, porque aprendía el estudio de la composición química de mezclas de sustancias como minerales, agua potable, materia vegetal y materia animal, así como los procedimientos necesarios de su análisis cualitativo y cuantitativo químico con el uso de la balanza. Estos planes educativos recibieron reestructuración, que fue dictaminada con el decreto 42 de 19 de octubre de 1872.29Su plan de estudios preparatorios de cinco años escolares continuó incluyendo a las materias de química general y de física experimental. Se diseñó el programa o temario de la materia química agrícola para la carrera de Agricultura. También fue diseñado el programa de la materia de química aplicada y análisis químico tanto para la carrera de Ingeniería de Minas como para la de Ensayador de Metales. La carrera de Artes y Oficios consideraba a la materia de química general y aplicada a la industria. Se pensaba que en el saber del alumno hubiese conocimientos científicos acerca de la composición de sustancias minerales y orgánicas de varios tipos de suelos fértiles para asociarlos con el cultivo de vegetales, y era primordial de su educación en el Instituto Literario. Asimismo lo era en el conocimiento de los metales principales del comercio como el oro, la plata, el cobre, el estaño, el plomo, la aleación bronce, y otros. Jaime Labastida, Gabino Barreda. La Escuela Preparatoria, Colección “Argumentos”, Universidad Nacional Autónoma de México, 1983, p. 4. 28 Colección de Decretos del Estado de México, tomo VII, pp. 101-114, Archivo Histórico del Estado de México, Centro Cultural Mexiquense, Gobierno del Estado de México. 29 Colección de Decretos del Estado de México, tomo X, pp. 60-78, Archivo Histórico del Estado de México, Centro Cultural Mexiquense, Gobierno del Estado de México. 27

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Los alumnos recibieron la educación en un ambiente caracterizado por objetivos, valores, prácticas y hábitos de un claustro académico identificado con los ideales del grupo social que reclamaba su estatus en la sociedad. Más había un fondo moral, enfocado a que conociera y practicara reglas de comportamiento tendientes a la rectitud y dignidad humanas, que conociera su libertad humana. El mismo contexto moral judeo cristiano de la ciudad de Toluca, lo exigía. Además, continuaba la práctica de pensamiento masónico yorkino, propio del pensamiento liberal.30 Al director del Instituto Fuentes y Muñiz, 1871-1874, se le reconoció la iniciativa de ofrecer la carrera de profesores de instrucción primaria. Principalmente, porque en 1872 hubo reintentos de llevar la instrucción de primeras letras obligatoria y gratuita a niños a zonas apartadas de las pequeñas ciudades como Toluca, fuesen pueblos, rancherías y haciendas. Apareció la figura de la Junta de Instrucción Pública, que se le facultaba para nombrar y remover preceptores en la organización escolar, la vigilancia de la recaudación e inversión del fondo del ramo, y de las escuelas. La muerte del Presidente de la República Benito Juárez García, el 18 de julio de 1872, para la comunidad del Instituto Literario no pasó desapercibida, a modo que a los nueve días se llevó a cabo una velada en el Teatro Principal de la ciudad de Toluca. Asistió el gobernador Licenciado J. Alberto García (¿1835?-1896) con los representantes de los poderes, legislativo y judicial, en respuesta a la invitación hecha por el director Fuentes y Muñiz.31 Velada juarista con carácter de ser el inicio de muchas tantas más porque el 18 de julio de 2007, aún se celebró en el Aula Magna “Adolfo López Mateos” de la Universidad Autónoma del Estado de México. El Instituto Literario continuaba siendo un lugar de reafirmación del liberalismo a través de impulsar la incorporación de alumnos municipales y con el incorporar a la ciencia como esencia de los contenidos de la educación, sobre todo porque en la entidad estaba concentrada la industria fabril en el valle de México con expansión hacia la pequeña ciudad de Toluca. Esto fue de consideración de los catedráticos encargados de elaborar la modificación de los planes de estudios, los cuales tuvieron aprobación bajo las facultades del gobernador estatal el 30 de diciembre de 1876.32 Esta nueva Ley indicaba que los estudios serían de tres clases: (a) Los de perfeccionamiento en los ramos de instrucción primaria; (b) los preparatorios y (c) los profesionales.

José Yurrieta Valdés, “Los orígenes del escudo de la Universidad Autónoma del Estado de México”, en Cronos. Revista de la Facultad de Derecho, Año 4, No. 7. agosto 2004-enero 2005, Universidad Autónoma del Estado de México, p. 19. 31 Inocente Peñalosa García, Presencia de Juárez en la U.A.E.M., Cuadernos Universitarios 5, Universidad Autónoma del Estado de México, 1994, p. 12. 30

Colección de Decretos del Estado de México, tomo XIV, pp. XX-XXIV, Archivo Histórico del Estado de México, Centro Cultural Mexiquense, Gobierno del Estado de México. 32

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Con esta modificación de 1876, se procuró dar especialización a los estudios preparatorios de las carreras de Agricultura, Ingeniería: civil, mecánica y minas, Farmacia, Jurisprudencia, Profesor de Instrucción Primaria y Comercio. Sin embargo, la enseñanza de la química continuó impartiéndose con química general a alumnos de los estudios preparatorios que pretendían ser agrónomo, ingeniero, o farmacéutico. Asimismo, la materia de química agrícola se dio a los alumnos que estudiaron la carrera de agrónomo. Además, el Instituto con sus planes de estudios de su Ley Orgánica de 1851 y los reestructurados de 1870, dio formación al alumno municipal (becario) del municipio de Villa del Carbón Silviano Enriquez Correa (1853-1900). Primeramente fue por los cinco años de los estudios preparatorios y después por cuatro años la carrera de ingeniero topógrafo. Este alumno estudioso recibió la cátedra de química general del brillante y con una cultura científica del catedrático ingeniero Francisco del Villar Marticorena,33 quien le indujo la motivación e identificación con la ciencia química. El ingeniero del Villar había sido alumno del Colegio de Minería de 1850 a 1860,34 el cual pasó por situaciones económicas y políticas muy difíciles tras las inestabilidades del país. Como alumno excelente recibió premio a su desempeño en las cátedras de zoología y química en 1855.35 Para ser su discípulo, fue llamado por el profesor del Colegio de Minería, José Manuel Herrera, quien era de los primeros egresados del Real Seminario de Minería y ocupara la cátedra en 1833 hasta el día de su muerte acaecida el 5 de marzo de 1856. Francisco del Villar se graduó de Ensayador y Apartador de Metales en 1863 y al año siguiente de Ingeniero de Minas y Metalurgista, e inmediatamente fue nombrado Preparador de Química tras la indicación de autoridades imperiales. Con los liberales en el gobierno, el ingeniero del Villar Marticorena se retiró de catedrático y se entregó al desarrollo de tecnología, en la que para 1875 descubrió un sistema de beneficio de metales considerado como el más barato y más breve de todos los conocidos hasta ese momento.36 El alumno municipal Silviano Enriquez C., una vez concluidos los estudios de ingeniero topógrafo con la obtención del título en 1875, mostró su vocación plena por el conocimiento de la química para su enseñanza con su participación en el examen de oposición para la cátedra de química que el ingeniero Francisco del Villar M. dejaba vacante, y que fue convocado por autoridades del Instituto a finales del mismo año. El naciente educador de la química ante un jurado de cinco integrantes, presentó la disertación La afinidad molecular de los cuerpos y algunas indicaciones para el mejor método del estudio de la 33 Aurelio J. Venegas, El Instituto Científico y Literario del Estado de México, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, México, 1984, p. 16. 34 Archivo del Palacio de Minería, listas de profesores y alumnos 1792-1905, fojas 17-53. 35 Clementina Díaz y de Ovando, Los Veneros de la Ciencia Mexicana (crónica del Real Seminario de Minería, 1792-1892), tomo III, Facultad de Ingeniería, UNAM, 1998, pp. 2203-2207. 36 Ibidem p. 2609.

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química. La evaluación oral fue con el tema: Historia, formación y extracción de los álcalis orgánicos naturales y artificiales. El examen de laboratorio fue acerca de los cuerpos propuestos por el jurado: bicloruro de mercurio, azúcar de leche y permanganato de potasio. El 15 de marzo de 1876 recibió la aprobación por unanimidad.37 Así para el año escolar de 1876, el Ing. Silviano Enriquez C. impartió clases de la materia de química general del cuarto año de los estudios preparatorios, de química agrícola de la carrera de Agricultura y química general aplicada a la industria de la carrera de Artes y Oficios.38 Su trayectoria de docente en la enseñanza de materias de la química en el Instituto Literario de Toluca fue de 1876 a 1898, y en la Escuela Normal de Artes y Oficios para Señoritas, fundada en 1891, durante el periodo 1894-1899. El ahora catedrático S. Enriquez insistió en la propuesta de la instalación de un gabinete de química y física e historia natural para su enseñanza, la cual recibió aprobación con un monto de ocho mil pesos mexicanos del mismo año 1876, con el cual el ingeniero Adolfo Barreiro adquirió material, equipo y aparatos en la ciudad de París.39 Aproximadamente 22 aparatos fueron recibidos en 1879, entre ellos una libranza de casa Marvin, una balanza hidrostática, una torre de Fisher, un aparato de Coulomb, un aparato de Wertheim para elasticidad y resistencia de tracción de materiales, un aparato de Gay-Lussac para verificar las leyes de ascenso de los líquidos en tubos capilares, un aparato de Pascal, un aparato de Dalton, un aparato para demostrar la atracción molecular de los lípidos y sólidos, un aparato de Regnault para demostrar la ley de Mariotte.40 Esta gestión fructífera fue el inicio del montaje del primer laboratorio de química y física que estuvo bien equipado, con un funcionamiento eficiente en la enseñanza y en los análisis de minerales y de aguas para 1898, cuando el ingeniero Silviano Enriquez C. lo inauguró y que por segunda ocasión era Director,1896-1898, del ahora llamado Instituto Científico y Literario.41 Para los últimos años setentas y primeros ochentas, la organización educativa elemental estatal había adquirido sentido y orientación, porque el número de escuelas y, relativamente, la matrícula se incrementaron en sus regiones. El profesor o preceptor fue construyéndose una nueva postura, por el reconocimiento de las autoridades de su importancia en la educación, y porque los diversos grupos sociales fueron depositando en él gran parte de sus expectativas en valores de la educación elemental, técnica y profesional. El Congreso estatal decretó la ley para el establecimiento de la Junta Archivo Histórico de la Universidad Autónoma del Estado de México, expediente 1325, año 1876. El Instituto Científico y Literario del Estado de México, op. cit., p. 38. 39 Archivo Histórico del Estado de México, Boletín del Instituto Científico y Literario “Porfirio Díaz”, tomo IV, núm. 6, 1901. 40 Archivo Histórico de la Universidad Autónoma del Estado de México, expediente 1541, año 1879. 41 Ibidem Expediente 4099, año 1899 37 38

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Superior de Instrucción Pública Primaria, con la cual seguía siendo obligatoria, gratuita en todos los establecimientos, con escuelas de párvulos y escuelas elementales y con una instrucción pública uniforme y con los mismos libros de texto.42Después, por decreto de 10 de abril de 1882 la Escuela Normal para Profesores se estableció en Toluca, y en mayo del mismo año se inauguró en instalaciones del Instituto Literario.43 Para los años ochentas, la ciencia con su enseñanza continuaba siendo básica en la educación, impulsando a la comprobación y al estudio de los fenómenos naturales. Enfatizándose el desarrollo de las capacidades de observación y de análisis en su aprendizaje. Además, seguía la intención de que la suma de las materias proporcionaría una cultura general. Una estrategia de fortalecimiento a las políticas educativas nacionales de parte del Instituto Literario, fue la promoción para alumnos excelentes de ser becario del gobierno estatal, con la realización de los estudios completos de la profesión que el Instituto Literario no brindaba, en otra institución educativa, principalmente, de la ciudad de México. La H. Legislatura estatal dio su aprobación con el decreto número 83, a la Ley Orgánica de 30 de septiembre de 1886, que fue la tercera desde el establecimiento del Instituto Literario en 1827. Posteriormente, los planes de estudios preparatorios y profesionales recibieron la modificación en 1881, 1884 y 1886. A pesar de ello, los tres planes de estudios continuaron respondiendo, sustancialmente, al modelo de la Escuela Preparatoria de Gabino Barreda. Para febrero de 1881 con los planes de estudios aprobados con el decreto número 91,44el director, médico Manuel María Villada Peimert (1841-1924), al ser integrante fundador y director de la Sociedad Mexicana de Historia Natural que pugnaba por la apertura de espacios institucionales y de estrategias educativas para el quehacer científico, logró el establecimiento del Gabinete de Historia Natural, el Observatorio Meteorológico con asesoría de su colega Mariano Bárcenas del Observatorio Nacional de Tacubaya, la adquisición de una cantidad regular de instrumentos científicos y sustancias propias para el gabinete de química, la compra de algunas preparaciones microscópicas y ejemplares de aves y mamíferos y otros objetos para el estudio de las ciencias naturales.45 Estos planes de estudios preparatorios seguían considerando como parte constitutiva a la asignatura de química general que se cursaba en el cuarto año escolar de los cinco. Margarita García Luna y Víctor Manuel Villegas, La escuela normal de profesores de Toluca, Gobierno del Estado de México, segunda edición, 1998, p. 36. 43 Ibidem p. 37. 44 Colección de decretos expedidos por el Octavo Congreso Constitucional y por el Ejecutivo del Estado Libre y Soberano de México en periodo de 5 de marzo de 1879 a 2 de marzo de 1881 , Archivo Histórico del Estado de México, Centro Cultural Mexiquense, Gobierno del Estado de México, tomo V, pp. 47-51. 44 Colección de decretos expedidos por el Octavo Congreso Constitucional y por el Ejecutivo del Estado Libre y Soberano de México en periodo de 5 de marzo de 1879 a 2 de marzo de 1881 , Archivo Histórico del Estado de México, Centro Cultural Mexiquense, Gobierno del Estado de México, tomo V, pp. 47-51. 45 Aurelio J. Venegas, El Instituto Científico ...op. cit. p. 63. 42

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El plan de estudios de la carrera de Agricultura consideraba en el primer año escolar cursar a la materia de química agrícola, el de la carrera de Ingeniero de Minas a las materias de química aplicada y análisis químico que se cursaban en el tercer año, y para la carrera de Ensayador de Metales la materia de química y análisis químico era cursada en el segundo año escolar. El catedrático de química del Instituto Literario, ingeniero Silviano Enriquez C. con la pluma y el tintero plasmó su conocimiento en apuntes para los alumnos, que fueron editados por la imprenta del Instituto Literario, en 1884, con el título de Apuntes complementarios al estudio de la química. Primera y segunda serie.46 Un hecho vital para la enseñanza de la ciencia. Las temáticas y sus contenidos comunican que el catedrático Silviano era de espíritu de educador de la química, por despertar en el alumno las habilidades de atención, observación, concentración, análisis, síntesis, memoria. Además, en dicho lugar se realizaba el amor al trabajo, al orden y al progreso, que junto con la moral del educador la severidad en los errores la diluía con acciones y servicios para hacerlo educable.

Portada del libro Apuntes complementarios al estudio de la química. Primera serie, de Silviano Enriquez, 1884. Fuente: Archivo Histórico del Estado de México.

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Portada del libro Apuntes complementarios al estudio de la química. Segunda serie, de Silviano Enriquez, 1884. Fuente: Archivo Histórico del Estado de México.

Archivo Histórico del Estado de México, Centro Cultural Mexiquense, Gobierno del Estado de México.

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Después el mismo catedrático de química con sus compañeros y colegas de trabajo a la idea de que la sociedad se formara un juicio de los adelantos alcanzados por los alumnos del Instituto Científico y Literario, de los nuevos métodos de enseñanza y de los avances de la ciencia, la hicieron un hecho con el iniciar la publicación del primer Boletín del Instituto Científico y Literario, el 3 de marzo de 1898. Fueron siete tomos de 1898 a 1905,47 símbolo de trabajo, libertad, progreso e igualdad, de quienes la movilización socioeconómica y cultural de la sociedad les posibilitaba desarrollarse con bienestar y paz. Una herencia con huella marcada que dejó a su Instituto en un ambiente positivista con estilo de provincia. En los primeros años noventas, nuevamente toma la decisión de plasmar en escrito su acervo de conocimientos actualizados de la química, con la intención de que el libro de texto facilitara su aprendizaje por personas dedicadas a la educación de gente, así como por seguir siendo partícipe en la formación de ellas y en difusión del conocimiento de la química. Esta decisión firme estuvo sostenida por ser catedrático de la Escuela Normal y de Artes y Oficios para señoritas, fundada en 1891.

Primer Boletín del Instituto del Instituto Científico y Literario del Estado de México, marzo 1898. Fuente: Archivo Histórico del Estado de México. En los primeros años noventas, nuevamente toma la decisión de plasmar en escrito su acervo de conocimientos actualizados de la 47

Archivo Histórico del Estado de México.

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química, con la intención de que el libro de texto facilitara su aprendizaje por personas dedicadas a la educación de gente, así como por seguir siendo partícipe en la formación de ellas y en difusión del conocimiento de la química. Esta decisión firme estuvo sostenida por ser catedrático de la Escuela Normal y de Artes y Oficios para señoritas, fundada en 1891.

Portada del libro Compendio de Química general. Primera parte. Química racional, de Silviano Enriquez, 1896. Fuente: Archivo Histórico del Estado de México.

Portada del libro Compendio de química general. Segunda parte. Química tecnológica, de Silviano Enriquez, 1896. Fuente: Archivo Histórico del Estado de México.

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GUSTAVO BAZ EL REVOLUCIONARIO.

Arq. Jesús Castañeda Arratia. Cronista de la Facultad de Arquitectura y Diseño Sin duda en el devenir de los acontecimientos que marcaron a nuestro país, se destaca de manera especial la Revolución Mexicana de 1910, la primera de las grandes revoluciones del Siglo XX. En esta lucha, parte aguas del destino nacional, incursionaron seres preclaros de indudable influencia, entre ellos quiero destacar la figura del Dr. Gustavo Baz Prada, que no solo incidió con su ejemplo al Estado de México, del cual era nativo, sino que su influencia bienhechora alcanzo proyección nacional, y como profesionista de la medicina cubrió el ámbito internacional. Nacido en Tlalnepantla, Estado de México, el 31 de enero de 1894, fue un destacado médico, político y revolucionario mexicano, que ocupó los cargos de Gobernador del Estado de México, Senador, Secretario de Salubridad y Asistencia, entre otros. EN 1900 INGRESÓ A LA Escuela Primaria en el Liceo Fournier de la Ciudad de México, posteriormente, al morir su padre, se trasladó a vivir con su familia a la población de Guadalupe Zacatecas, donde continuó con su educación primaria. En 1908, ingresó a la Escuela Normal de Guadalajara, Jalisco. Fue hasta 1912, en el Instituto Científico y Literario de Toluca, donde concluyó los estudios preparatorios. Fue un año más tarde, con una beca que le concedió el Colegio Médico Militar, y con el grado de sargento, que inició la carrera de medicina. Con varios compañeros integran un grupo para discutir temas de interés nacional, ya que el presidente Madero gobernaba en un ambiente complejo. Había maestros en este grupo como Alfonso Alarcón, Alfredo Briones y Alfredo Cuarón, todos ellos médicos revolucionarios. Gustavo Baz Prada pasa al segundo año cuándo sobre viene la “Decena Trágica”. Los maderistas estaban en peligro. El Dr. Cuarón le envía un mensaje con un propio, donde le avisa que no llegue a su casa, pues lo apresarían; le dice que se deben encontrar en Cuernavaca. Baz pasa la primera noche en el área del Ajusco y después de varios días se une a la División Pacheco, perteneciente al ejército zapatista. De inmediato lo habilitan como médico de guerra con el grado de mayor, aunque también hacia funciones de correo de las fuerzas zapatistas y participó en algunos combates. Logró ascensos frecuentes hasta llegar a general, precisamente cuando fue nombrado gobernador del Estado de México a sus 20 años de edad, en 1914. En ese alto cargo duró año y medio; le apoyaron sus amigos de siempre, Juan Olivera y Manuel Cosío Villegas, hermano de Daniel.

A él le tocó hacer el primer reparto de tierras en el Estado de México. Como administrador puso orden en la compra de alimentos a precio justo, su control y distribución, problema serio en la época de carencias por la Revolución. 21

Derrotados los zapatistas, el presidente Carranza les concedió la amnistía en 1916. Gustavo Baz la aceptó y se vuelve a inscribir en la Escuela Nacional de Medicina que entonces tenía arreglos académicos con la Escuela Médico Militar, donde le dieron el grado de Capitán segundo practicante de medicina. En la Universidad conoce y hace amistad estrecha con Ignacio Chávez, pero también con otros compañeros, Aquilino Villanueva e Ignacio Morones Prieto. Los estudios no lo apartaron de sus deberes ciudadanos y participó como representante zapatista en la convención de Querétaro, previo al Congreso Constituyente, en el cuál lucho denodadamente por que los derechos del hombre por el cuidado de su salud y alimentación se incluyeran explícitamente en la Carta Magna. Obtiene el titulo de médico en 1920 y comienza a dar clases de anatomía, como ayudante del Dr. Díaz Lombardo, quién más adelante sería su suegro. Para entonces ya se había iniciado la leyenda, pues los viejos y los campesinos del Estado de México y de las regiones vecinas hablaban de “un medico güerito, de ojos claros que andaba en la revolución y los curaba”. Gustavo Baz se recibió el 1° de mayo de 1920 y dos días después lo hizo su amigo Ignacio Chávez. Habían decidido celebrar juntos, pero todo se convirtió en una larga charla que terminó al amanecer. Los dos tenían inquietudes y deseos de cambiar nuestro país; y lo hicieron. Pocos hombres dejan una auténtica huella en un estipulado campo de actividades o en un campo específico de la dimensión humana, para de pronto lanzarse a otros ámbitos de tarea, construyendo en ellos una obra igual de relevante manteniéndola con inspiración y tenacidad sorprendentes. Gustavo Baz Prada es uno de esos hombres íntegros, luchadores incansables del trabajo humano, a los que no les basta con vislumbrar la realidad del mundo, sino que se introducen de lleno en ello ofreciendo un nuevo panorama y una renovada alternativa. “El doctor Baz no es un buen hombre; es todo lo contrario: Un hombre bueno”. Cita el insigne maestro Antonio Caso con motivo, en 1957, de su elección como Gobernador Constitucional del Estado de México. Y continua diciendo: “Siente la miseria y siente así mismo la obligación de remediarla. Por muy altos que sean sus méritos como organizador, como cirujano y como educador, tiene por encima de todos, no solo para sus amigos, la cualidad fundamental tan rara y tan preciosa de

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conmoverse con el dolor humano, de poner su inteligencia y su corazón al servicio de otros hombres. Y esta bondad dinámica de Baz es la que ha iluminado su camino, y la que seguirá guiándolo en su futuro”. Gustavo Baz, tal vez por las circunstancia que le toca atravesar a su familia, uno de sus hermanos se ve involucrado en un accidente y esta circunstancia hace que decida convertirse en médico, ya que al verse incapaz de auxiliar a su hermano, se promete a si mismo estudiar medicina, para contribuir a aliviar el dolor humano. Posee también una notable cultura con inclinación humanista y liberal, cuando con su familia, se traslada a la Ciudad de Toluca se inscribe en el Instituto Científico y Literario en donde los insignes maestros de esta institución le inculcan el hábito de la lectura y de la meditación intelectual. Si a esto agregamos que su madre, que es maestra de francés, le enseña esta lengua, comprenderemos que se interna sin mayor problema en los textos clásicos de la literatura universal, leyendo sin duda a Víctor Hugo, a Dostoievsky, a Tolstoi y sin duda a los españoles del Siglo de Oro. Esta verdaderamente amplia gama de lecturas y vivencias van atemperando en él un carácter sensible a los acontecimientos de México. Cuando es ya alumno de la Escuela Militar de Medicina, se presentan los acontecimientos de la Decena trágica que culminan con los asesinatos del Presidente Francisco I. Madero y del Vicepresidente José María Pino Suárez, deviniendo en el golpe que llevaría a la presidencia al usurpador Victoriano Huerta. Estos hechos dolorosos para México, Hacen que Gustavo Baz, con un nutrido grupo de médicos catedráticos de la hoy Universidad Nacional Autónoma de México, se reúnen con otros intelectuales como Luís Cabrera, adscritos al zapatismo, en juntas de conspiración, para tomar decisiones que les llevarían a actuar contra el usurpador Victoriano Huerta. Esta conspiración es descubierta y tienen que separarse, sumándose abiertamente a los diversos frentes revolucionarios. Como ya se ha dicho Gustavo Baz ingresa al ejercito zapatista, bajo las ordenes del General Pacheco en la región del estado de Morelos, en donde pronto, y tal vez debido a su gran humanismo, escala rangos hasta obtener el grado de coronel, desempeña diversas y muy variadas funciones que van desde la atención médica hasta labores de correo entre sus tropas y las de mismo Emiliano Zapata para proveerse de recursos materiales y económicos que le ayuden a sustentar las diversas necesidades del ejercito liberador en el sur de Morelos y la zona urbana. Es por esto que en 1914, al entrar el ejercito zapatista en el Estado de México, es nombrado Gobernador Interino del estado de México, cuando contaba solo con 20 años.

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Desafortunadamente por intromisiones de los mismos revolucionarios, su mandato al frente del Estado de México solo dura 10 meses. Cuándo Venustiano Carranza rompe con la soberana Convención Revolucionaria y entra al Estado de México invita a Gustavo Baz a sumarse a sus filas, Baz prefiere reanudar sus estudios de medicina y vuelve a matricularse en la Universidad, logrando concluir su carrera, titulándose como médico en 1920, con el apoyo de la Escuela Médico Militar. Es anecdótico anotar que Carranza le había prometido una beca en el extranjero, cosa que nunca cumplió o quizás no le fue posible cumplir, dados los penosos acontecimientos en los que se vio envuelto hasta su trágica muerte. A partir de entonces su carrera como médico cirujano florece notablemente: efectúa estudios de postgrado en el extranjero, obtiene, por oposición, una cátedra en la Facultad de Medicina. Es constantemente ponente en conferencias internacionales en las que se destaca por su sapiencia, llega a dirigir la Escuela Nacional de Medicina y la Escuela Médico Militar. Coronando su vida de catedrático, como Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Siendo Rector de la Máxima Casa de Estudios, establece una fecunda relación con el General Lázaro Cárdenas, Presidente de la República, logrando reestablecer una provechosa relación con el gobierno, misma que se había visto dañada por la rectoría de Gómez Morín. Ya al frente de la UNAM, implementa el servicio social obligatorio, lo que hace que los pasantes, sobre todo médicos, se desplieguen por todo el país, llevando atención médica a las comunidades más pobres y desfavorecidas. Como consecuencia de su enorme éxito como rector de la Universidad, es invitado, en 1940 por el general Manuel Ávila Camacho, a ser el Secretario de Salubridad y Asistencia. Aprovechando esto, hace construir una amplia red de hospitales y servicios médicos, llega a institucionalizar el servicio social y sienta las bases de lo que sería el Instituto de Seguridad Social, con sedes en todo el país. Mientras tanto su prestigio en el ramo de la medicina crece dentro y fuera de México, tanto así que sus servicios son requeridos para atender personalmente a personajes destacados de la vida social y política de México. El General Lázaro Cárdenas solicita que sea su cirujano personal en una operación de apendicitis. También fue médico de Adolfo Ruíz Cortines y Gustavo Díaz Ordaz. Fue también Director General de la Industria Químico Farmacéutica, en el gabinete del Presidente Adolfo Ruíz Cortinez

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En el año 1957, es nominado como candidato al Gobierno del Estado de México, resultando electo por una aplastante mayoría, muchos de los toluqueños, con edad suficiente, le recordamos saliendo de sus labores del Palacio de Gobierno y encaminándose hasta su casa, en la Avenida Independencia, completamente solo, caminando sin guardias personales, seguro de que el amor de sus gobernados serían la única compañía con la que llegaría hasta las puertas de su hogar. Un hogar sencillo, el de un profesionista de clase media, que usaba el poder para servir a su pueblo y no para enriquecerse a su costa. Siendo gobernador del Estado de México, dio particular importancia a la cuestión agraria, herencia de su paso por las filas zapatistas. Convoca a un gran congreso agrario en donde es examinada la situación del campo y son ofrecidas medidas técnicas, sociales, políticas, económicas y jurídicas que pudieran ser aplicadas para la solución pacifica de esta problemática. Brinda un inusitado impulso a la educación pública, con la construcción de numerosas escuelas. Construye hospitales rurales por todo el Estado. Lleva los servicios básicos de agua y energía eléctrica a lugares que nunca lo habían tenido. En 1976 es electo como Senador de la República por el Estado de México y muere el 12 de octubre de 1987 a los 93 años de edad, en plena posesión de sus facultades mentales, No sin antes haber recibido el máximo honor que el Senado de la República, reserva para los grandes hombres de México, La Medalla Belisario Domínguez Este insigne liberal, nunca olvidó su paso por el glorioso Instituto Científico y Literario de Toluca, que habría de convertirse en la actual Universidad Autónoma del Estado de México, y supo agradecer este alto honor. “En la sesión solemne del 10 de septiembre de 1962, siendo Rector de la UAEM, el DR. Mario C. Olivera, éste informó que había sido integrado el patronato de esta casa de estudios y se habían emitido certificados de donación para la construcción de la Ciudad Universitaria. Y que, por otra parte, el Gobierno estatal, a cargo del Dr. Gustavo Baz Prada, ofrecía donar un terreno de 30 hectáreas en las faldas del Cerro de Coatepec, en donde ya se procedía a la edificación de la Facultad de Jurisprudencia con un presupuesto de cinco millones de pesos que comprendía, además, otras instalaciones. En la sesión del 25 de abril de 1963, el Consejo Universitario, teniendo en cuenta el valioso apoyo material y moral dado a la universidad por el Gobernador Gustavo Baz y considerando su condición de exalumno del Instituto Científico y Literario, acordó otorgarle la distinción de Rector

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Honoris Causa. Iniciativa que se realizó durante una sesión pública y solemne del H. Consejo Universitario celebrada en el aula magna universitaria el 3 de julio de 1963” (Peñaloza García Inocente. 40 años de Ciudad universitaria). Son escasos los hombres que, como Gustavo Baz Prada lograron consolidar una figura pública tan apreciada desde el humanismo; pocos llegan a incidirse en tantos campos del quehacer humano, con tanta relevancia, El médico de la nación, Dr. Gustavo Baz Prada, fundador de centros de salud de la república, como el Instituto Nacional de Cardiología, El Instituto Nacional de Nutrición y el Instituto Mexicano de Seguridad Social, compendia uno de los momentos más álgidos de nuestra historia, condensa el más positivo de los aspectos del periodo revolucionario al cual él insigne medico le pidió solo lo posible, edificar instituciones que aun perduran y que prevalecen gracias a la visión de estadistas y de hombres formidables y visionarios como Gustavo Baz. Basado en los conceptos vertidos en este trabajo, es mi deseo solicitar a los Cronistas de las diferentes unidades académicas de la Universidad Autónoma del Estado de México y a los cronistas mexicanos en general, unirnos en la solicitud, que llevaremos ante el H. Consejo Universitario, para que la sede de la ciudad universitaria de Toluca sea denominada “CIUDAD UNIVERSITARIA DR. GUSTAVO BAZ PRADA.

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RESUMEN: En el presente trabajo se hace una sinopsis de la participación del Dr. Gustavo Baz Prada en la Primera Revolución del Siglo XX, La Revolución Mexicana de 1910. Se mencionan los méritos de su proyección nacional e internacional. Se destaca como Gobernador, Senador y Docente, y desde luego en la medicina y por su participación al frente de la Secretaría de Salubridad y Asistencia. En 1912 concluye en el Instituto Universitario de Toluca su educación preparatoria. A los 20 años, en 1914, fue nombrado Gobernador Interino del Estado de México. En el trabajo se menciona que fue quien hace el primer reparto de tierras en el Estado de México. En la UNAM hace amistad con el insigne médico mexicano Ignacio Chávez y también con Aquilino Villanueva y con Ignacio Morrones Prieto. Es representante zapatista en la convención de Querétaro en 1917. Antonio caso cita “Gustavo Baz no es un buen hombre todo lo contrario es un hombre bueno”, cuando recibe la medalla Belisario Domínguez. Debe destacarse su formación liberal. Conspira contra Victoriano Huerta. Obtiene una cátedra, en la Facultad de Medicina de la UNAM, de la que después logra ser rector. Implementa el Servicio Social Obligatorio y la Seguridad Social en todo el país. Obtiene por sus méritos el nombramiento de RECTOR HONORIS CAUSA de la UAEM. Es gobernador electo del Estado de México en 1957. Por sus méritos humanistas y su sencillez, así como por su labor a favor de la Universidad Autónoma del Estado de México, proponemos que la Ciudad Universitaria de Toluca a la que tanto favoreció sea denominada Ciudad Universitaria Dr. Gustavo Baz Prada. Para lo que pedimos la colaboración de los cronistas.

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BIBLIOGRAFIA •

Caso Antonio, Semblanza Biográfica de Gustavo Baz. Suplemento México en la cultura. Periódico Novedades. 5 de mayo d 1957.



Alanis Boyzo Rodolfo, Gustavo Baz Prada. Vida y Obra. UAEM – IAPEM, México, 1994.



Peñaloza García Inocente. 40 años de Ciudad Universitaria. Cuadernos Universitarios UAEM. 1994.

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UN IRLANDÉS PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA EN MÉXICO (1786)

M. en D. Noé Jacobo Faz Govea Cronista del Plantel “Sor Juana Inés de la Cruz” de la Escuela Preparatoria Lic. en Hist. José Jaime Castro Reséndiz Cronista del Plantel “Cuauhtémoc” de la Escuela Preparatoria

El conocimiento de la historia ilumina nuestro presente. Si aceptamos esta premisa como indudable podemos concebir entonces la importancia de resguardar, conservar y difundir la memoria común de nuestros antepasados. Su investigación científica implica la posibilidad de aproximarse al análisis de los hechos pasados no en un concepto abstracto del mundo, sino al entendimiento de la realidad de los hechos que nos anteceden. El conocimiento de la historia a través de fuentes de primera mano, existentes en el Archivo General de la Nación, permiten su estudio en forma metodológica conduciendo al historiador y en nuestro caso al cronista a llegar a un conocimiento preciso de los hechos de tal manera que ese conocimiento nos reafirma cuales han sido nuestras raíces y al mismo tiempo nos ofrece la oportunidad de tomar a la historia como defensa de nuestra cultura y, de hacernos conscientes de nuestro destino histórico. En el Archivo General de la Nación, existen 115 documentos catalogados, de los cuales 54 de ellos conforman un expediente en el que se localiza información referente a un movimiento separatista de las Provincias Internas del Norte en la época colonial a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Es importante señalar que en el en Archivo General de la Nación, estos documentos, a pesar de que se encuentran catalogados no están

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ordenados, por lo que su consulta ha resultado un reto por lo disperso que se encuentra la información. Sin embargo llama la atención el hecho de que estos documentos contengan información sobre las provincias de interés de este estudio en Cédulas Reales e Inquisición que por el tema que tratan son abundantes para la historia de las Provincias Internas del Norte. En su nacimiento el Las provincias internas del Norte presentan facetas distintas a otras entidades del país, pues mientras el problema político del absolutismo de la metrópoli española aflige a todo a los que corresponden al centro y al sur de la nación, en este solar norteño la alta preocupación de los habitantes la constituye el problema de la inseguridad en la inhóspita vida, originado esto por la lucha sostenida con los bárbaros nómadas que lo poblaban , que al mantener la guerra contra el colono advenedizo, le disputaban palmo a palmo el dominio a la intrusa civilización, y abatidos en su impotencia por sus fuerzas superiores, en sus desesperadas correrías, con salvajes procedimientos, sacrificaban su vida al último grito de libertad, indómitos a todo sometimiento. Los sociólogos mexicanos que rastrean la huella colonial y que adjunto al peonaje de la política del encomendero encuentran una estructura feudal en el monopolio del campo, al dejar pasar sus ojos por informe de O´Conor a la Corona Española, nuevas raíces encontraran en la vasta zona septentrional del país en el que el celo apostólico de los misioneros y la codicia del hombre de aventura – este último en búsqueda de ricos metales-, inician la colonización del Desierto, haciendo posible la vida colectiva dentro de un tipo diferente al usado por la Colonia en otros lugares, presentando su estructuración aspectos y matices de singular particularidad en coincidencia similar con los Estados del oeste del país vecino, en que el pionero, en el nacimiento de los nuevos centros de población, es la piedra angular del moderno edificio levantado por el esfuerzo humano. Así los conquistadores, frente al rico suelo de Anáhuac, encuentran en pie una civilización desarrollada con instituciones políticas maduras; una cultura secular con florecimiento en las artes; suelos ricos en el que el fácil aprovechamiento de los recursos naturales permite a la población vivir de la tierra sin desarrollar intensas energías; y está, colectivilizada en su aprovechamiento, determina la base de la economía colectiva, y si la concesión de tierras le da al conquistador el privilegio de su aprovechamiento la función se realiza conjuntamente con el indígena que la trabaja con sus propias manos; en cambio en las Provincias del Norte, los horizontes que rodean a Cabeza de Vaca en su aventura con distintos y el desamparo de la soledad y el trato con las tribus salvajes que toca en su itinerario, más que con la sociedad lo

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hermanan con la naturaleza despiadada y hostil, de suerte tal que, antitéticamente, en el primer caso asistimos al choque de dos culturas, y en el segundo, al descubrimiento seguido de la colonización de tierras despobladas de la Nueva España. La explotación del hombre que es la vena invocada al formar juicios sobre la desigual distribución de la tierra, en estos contornos se limita a proporciones tan insignificantes, que los mismos contornos en el periodo pre-colonial permanecen extraños al dominio de los monarcas aztecas, y el solar que disputan los trashumantes pobladores al audaz conquistador se limita más bien a derechos de caza, presentado a fines del siglo XVIII –año de 1786-, durante la visita de O Conor, el espectáculo ya señalado de un amplio escenario en donde entre el hombre y la naturaleza se desarrolla una enconada lucha. La encomienda, las más degradante institución de la Colonia, que Hernán Cortés estableciera en el centro y sur del país y Montejo en la Península Yucateca, librándose de esta tradición de servidumbre , no fue conocida en el suelo norteño, fenómeno histórico que se explica tanto por la incapacidad de sojuzgar al aborigen como por corresponder el dominio del norte de la Nueva España a una etapa más moderna de la Conquista en que el principio de la libertad humana, consonante con el pensamiento de la benigna Isabel la Católica, fue abriendo paso a través dela defensa de los misioneros, También existe el mestizaje, mancomunidad entre el vencedor y el vencido, dentro cuyos extremos étnicos se desarrolla el principio de la nacionalidad, en lo que atañe al proceso conocido en la Colonia, nos es desconocido, pues en estas latitudes, como excepción al citado proceso. La tribu aborigen reacia y refractaria a dicho mancomunidad, impide la fusión de las sangres y sobre la superficie de la tierra mantiene el blanco en el criollismo la supervivencia de su estirpe, y en tales condiciones la inclemencia de la guerra desatada a muerte presenta el sangriento rigor de la barbarie. La coyuntura de la guerra sin cuartel entre nativos y colonizadores nos hace extendernos en las dos diferentes formas que constituyen los cimientos de la población de América del Norte, la primera desplazando, mediante el choque violento, al ocupante del suelo y la segunda, origen del citado mestizaje amalgamando elementos étnicos distintos. Contra la una el más severo juicio se ha lanzado al condenarse el proceso destructivo de la ocupación; en favor de la otra, manifestación civilizadora, se pronuncia el elogio. Para nuestro pesar, las

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poblaciones de las Provincias del Norte, levantan sus muros sobre poblados destruidos y un rastro de sangre señala su naciente aparición, y si el referido mestizaje domina en la cifra de su población, su existencia corresponde a su invasión de otros lugares como simple trasplantación étnica. A finales del siglo XVIII la pesadilla de la Apachería desapareció definitivamente y el citado testimonio de O´ Conor, al ser recogido, quedará señalado la etapa precursora de la Independencia de México en el que puede ser estudiado, pues de los comienzos de la vida de un pueblo mucho puede aprenderse, y como fuerza es menester adentrarnos en nuestro propio destino, el eco de éstas osadas disputas, extinguido el coraje y ardor de la pelea, al enterrar viejas pasiones, en el informe de O´Conor a la Corona Española, es fuente para fijar los lazos estables de perenne solidaridad y caminos más seguros de gobierno. Las opiniones de O´Conor son perfectamente explicables si se toma en cuenta que el territorio que componen las Provincias del Norte, más de la mitad de ellas están constituidas por un suelo semi- desértico, con una precipitación pluvial anual inferior a 35 centímetros, en donde la soledad y el aislamiento de los parajes provistos de agujes, es el refugio más seguro de la tribus de Apaches y Comanches, y si, retrospectivamente, con lo áspero del suelo y la inclemencia del clima, se toma en cuenta el atraso de la comunicaciones, se adivina el lugar ventajoso en que se colocó en el escenario de la lucha, en otro tiempo, al errante y lo difícil del logro de su exterminio. La inspección presidial de Hugo O´Conor, caballero de la orden Calatrava, “sin perdonar fatiga” según su propia expresión implicó el recorrido de más de 4000 leguas a caballo, circunstancia que da la medida de su recia voluntad y tenaz empeño y su muerte en la quinta de Miraflores en Ciudad de Mérida el 8 de marzo de 1789 siendo Capitán general y Gobernador de esta provincia, a raíz de haber puesto final al termino del viaje, acreditan los achaques contraídos en su ministerio, cuya memoria está por encima de todo elogio. El centro de las actividades de O´Conor estuvo establecido en el pueblo de Carrizal y años atrás como gobernador de la Provincia de Texas, a la audacia de sus recorridos en muchas ocasiones había cruzado ya el desierto. Este salvaje aborigen de vida nómada a que se refieren las campañas de O´Conor sorprendido en una época igual en el país vecino donde el vasto territorio se haya habitado en parte por numerosas tribus de indígenas, se puede decir con justicia que en la época del descubrimiento no formaba todavía más que un desierto. Los indios le ocupaban pero no le poseían, supuesto que el hombre se apropia del terreno por medios de la agricultura y los primeros habitantes de

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América del Norte solo vivían del producto de la casa. Sus implacables preocupaciones, sus pasiones indómitas, sus vicios y lo que tal vez es más sus agrestes virtudes los entregaban a una destrucción inevitable. La ruina de esos pueblos se ha entablado desde el día en que arribaron ahí los europeos, desde entonces siempre ha ido continuando y acaba de verificarse en nuestros tiempos. En el siglo XVIII, sobre todo en la segunda mitad hubo muchos ataques de Apaches y Comanches, por lo cual la Corona Española comenzó a establecer varios fuertes (que además de brindar protección funcionaban como verdaderos centros de poblamiento en donde residían los familiares de los militares y algunos otros civiles que se establecían por seguridad)a lo largo de las Provincias del Norte, para resguardar caminos y perseguir a bandas de indios rebeldes ya que los pobladores de la zona alegaban que “… los enemigos entran y salen cuando quieren, se llevan lo que encuentran y también matan gente…” Además esta intentona de declaración de independencia de las Provincias del Norte a finales del siglo XVIII, llamado el siglo revolucionario, ya que coincide con los inicios de la Revolución Francesa y en América en 1776 se firma en Filadelfia el acta de Independencia por los Estados Unidos de Norteamérica, Miranda sacude su inquietud a favor de la causa libertaria del sur del continente, y en Caribe Haití asiste a la sangrienta rebelión de los negros. De tal manera que la incursión de O´Conor cronológicamente concuerda con estos sucesos, más ideológicamente es extraña a ellos España sigue viviendo en su Siglo XVI: poblar y dominar, y para realizar ambos propósitos para abatir la hostilidad de la naturaleza, el salvaje aborigen irrumpe en le proceso civilizador, con su carcaj y sus flechas, sin la inquietud del ideal de libertad de independencia del hombre subyugado; pero si en defensa del fuero de su primitiva barbarie y su libre existencia, extinguido por su suerte por el soplo occidental, y a O´Conor le corresponde en las postrimerías de esta etapa con su recorrido, ser actor de este ánimo esforzado de la expansión española. No es de extrañarse que algunas potencias europeas como la francesa y la inglesa ya se habían dado cuenta de la existencia de la enorme riqueza en minerales de las Provincias del Norte, que por lo tanto habrían de propiciar patrocinando las intenciones del movimiento indígena encabezado por el Gobernador O´Conor, quien gozaba de buena reputación y aceptación de la Corona Española Cabe destacar que uno de los principales logros de la Comandancia General, comenzó a desmoronarse desde el inicio de la guerra de

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Independencia. El traslado de soldados presidiales hacia el centro del país a partir de 1810 y la falta de pago puntual de sueldos a esas tropas habían minado la defensa contra los indígenas. En Coahuila los ataques apaches volvieron en 1816 y 1817. En Sonora la situación se deterioró aún más, porque dos grupos de indios sedentarios organizaron varios levantamientos: los ópatas, un grupo que había prestado grandes servicios a los españoles contra los nómadas, se levantaron en 1819 y luego en 1824, en protesta por abusos de funcionarios y vecinos; más tarde, en 1825, los yaquis se sumaron a la rebeldía. En ambos casos, las autoridades de Chihuahua prestaron auxilio a las de Sonora para sofocar las rebeliones. De igual modo, el gobierno general había dejado de pagar los sínodos a los misioneros franciscanos de la Tarahumara, por lo que el gobierno chihuahuense había tenido que cubrir esas erogaciones. En Chihuahua la guerra retornó a mediados de 1831, cuando una partida de comanches mató a dos capitanes cerca del río Bravo. Los comanches fueron reprimidos, pero respondieron con una insurrección general, a la que se sumaron poco después diversas partidas apaches (gileños, mimbreños y mescaleros). Este brote de violencia tuvo su origen en la decisión del comandante militar, el coronel José Joaquín Calvo, de suspender las raciones y subsidios a los indios pacificados. El desgaste acarreado por el movimiento insurgente, la misma independencia del dominio español y el surgimiento del nuevo país organizado en estados soberanos, con gran margen de independencia entre sí y respecto al centro, propiciaron un debilitamiento del sistema militar así como de los arreglos de paz con los nómadas. También contaban el avance norteamericano y el desplazamiento de los comanches hacia el sur, así como los intercambios comerciales entre nómadas y comerciantes "angloamericanos", como se les llamaba entonces. El resultado fue el retorno de los años de violencia intermitente, de los asaltos a haciendas y ranchos, de los secuestros de personas y de los ataques a las caravanas y viajeros.

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CONCLUSIÓN. El objetivo de la incursión de O´Conor en las provincias del Norte era buscar la manera de ahorrar gastos, mejorar la capacidad militar de los fuertes y tratar de frenar los abusos cometidos por parte de los capitanes encargados de cada uno de éstos ya que para entonces los gastos que la corona patrocinaba oscilaban entre 226,000 reales al año y en lo sucesivo aumentaron a casi 45, 000. Para 1786 los ataques apaches se intensificaron y ya habían muerto cerca de 4000 personas y los daños ocasionados por los Apaches ascendían a 12 millones de pesos además que la cantidad de reses hurtadas alcanzaba la cifra de 33,000 solo en el norte del actual estado de Chihuahua por lo cual O´Conor mencionaba que las provincias corrían el riesgo de desaparecer si no se frenaban los robos y ataques de los salvajes, por lo cual era necesario exterminarlos para asegurar la posesión española. Cabe mencionar que los ataques de los nómadas no impedían el funcionamiento de la economía septentrional, pero si la dificultaban y la inhibían. Todas estas circunstancias, y en especial las fuertes sumas de dinero invertido por la Corona Española para pacificar la zona, la política centralista de las autoridades de la Nueva España, su lejanía, lo abrupto de los caminos, la falta de vigilancia en los mismos, fue aprovechada por el Gobernador O´Conor para declara la independencia de las Provincias del Norte con respecto a la Corona Española representada en América por el Virrey Galvez.

FUENTE:

1786-X-22. Hugo O´Conor, solicita apoyo económico para armar fuerzas militares y defender el territorio de las Provincias del Norte contra los ataques de indios nómadas. AGN, Cédulas Reales e Inquisición, Vol. 418, exp. 70, fs. 115

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