DIARIO DE VIAJE EN BUSCA DE ARTE SACRO

1 DIARIO DE VIAJE EN BUSCA DE ARTE SACRO Por: Héctor Ceballos Garibay A lo lejos se ven las colinas, tupidas de una flora espesa y húmeda, revestida

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AITOR OLIVARES. Arte Sacro 2015
Arte Sacro 2015 CORO ÁNGEL BARJA /Orquesta de Cámara Ibérica / AITOR OLIVARES MÚSICA RÉQUIEM, DE WOLFGANG AMADEUS MOZART INTÉRPRETES Aldo Mata, Edu

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DIARIO DE VIAJE EN BUSCA DE ARTE SACRO Por: Héctor Ceballos Garibay A lo lejos se ven las colinas, tupidas de una flora espesa y húmeda, revestida con una gama variada de verdes y grises. Estas montañas mexiquenses tienen parecida majestuosidad a la de las michoacanas, pero con la ventaja de que permanecen inmaculadas, sin la perniciosa expansión de los plantíos de aguacate que desangran el hábitat purépecha. El paisaje, en pleno verano lluvioso, ya es en sí mismo una fiesta para la vista: arte puro de la madre naturaleza. Lunes 15/07/13. Excursión desde Toluca, elegida como centro de operaciones, hacia Ixtapan de la Sal. Objetivo turístico: la Parroquia de la Asunción. Me sorprende favorablemente el pórtico plateresco de esta sencilla iglesia franciscana del siglo XVI. La simbiosis del magisterio artístico español y la destreza estética de la mano indígena (estilo “tequitiqui”) resplandecen en esta sencilla iglesia en honor a la virgen y al Señor del Perdón (representado en un Cristo de pasta de caña en la capilla del púlpito). ¡El parecido entre este recinto religioso y las Guatáperas michoacanas me deja un grato sabor de boca! Sobre todo por los similitud en los motivos florales, mismos que revelan la agraciada presencia del arte mudéjar. A manera de complemento, visito el mercado y descanso en la plaza del kiosco. Hora de comer: un plato caliente de hongos frescos refuerza la sensación de placidez pueblerina. Ya de regreso a la capital del Estado, durante una tarde lluviosa y fría, hago una pausa en Tenango del Valle. Deseo echarle un ojo a la famosa Iglesia del Calvario. Además de la hermosa estatua de Jesús, ubicada a la mitad de la iglesia, una escena imprevista e inusual me produce un hondo estremecimiento: un señor de mediana edad, estrujado de fervor religioso, introduce su mano en la de la estatua

2 de Jesús e implora su dolor en voz alta. Me siento como si fuera un intruso. Anochece y la capilla está semivacía. Salgo sigilosamente y con rapidez… Martes 16/08/13. El trayecto dura una hora y pico. Antes de llegar a Malinalco, el destino acordado para este día, me doy una vueltecita por la Iglesia del Cristo de Chalma, una imagen traída de España y que amalgama la idiosincrasia cristiana con el culto a una deidad prehispánica venerada desde tiempos remotos. El pueblo, por indolencia de sus pobladores, luce sucio, ruidoso y saturado de puestos de fritangas y artesanía comercial alusiva al Señor de los Milagros. En justa compensación a la desilusión sufrida, descubro que la iglesia, de filiación agustina, cuenta con una agradable fachada neoclásica, amén de una muy bien lograda pintura de la virgen de Guadalupe. Retornando por la misma carretera, a unos pocos kilómetros, arribo al objetivo del día: el Convento Agustino (siglo XVI). Se trata de un conjunto magnífico, de sobrio diseño arquitectónico, de reminiscencias medievales, pero donde uno respira la bienhechora serenidad renacentista. El atrio es enorme y acogedor. Podría hablar de la soberbia cruz atrial o de la elegancia de los siete arcos de la capilla abierta, pero prefiero concentrarme en la magnificencia del claustro, cuyos muros y techos poseen excelsos frescos a la grisalla (eficazmente restaurados), donde confluyen con gran armonía artística y provecho pedagógico la cosmogonía indígena ancestral y la iconografía católica novohispana. ¡Vaya aprendizaje e ilustración visual: la flora y la fauna de la región, escenas de la Pasión de Cristo, alusiones al bien y al mal, el árbol de la sabiduría, los emblemas cristianos, los puntos cardinales, y la representación gráfica del Paraíso a través de una decoración frutal y floral que me suscita un goce estético quintaesenciado! Para dicha de los turistas y habitantes, el entorno geográfico también resulta un Edén. La satisfacción emocional e intelectual se acrecienta, por último, al sumar al

3 encanto del pueblito, la visita a las ruinas arqueológicas y al muy didáctico Museo Luis Mario Schneider (vestigios prehispánicos, mariposas disecadas, etc.). Miércoles 17/07/13. Jornada rumbo a Valle de Bravo, pueblito pintoresco que debido a sus calles empedradas y sus casas con techos de teja roja me recuerda un poco la melancolía de Pátzcuaro. Gracias a las bondades ecológicas y turísticas de su lago artificial y al entorno boscoso privilegiado (engalanado con grutas, cascadas y tupidos bosques), ahora me queda claro el porqué muchos ricos y famosos han elegido este sitio para edificar sus casas veraniegas. Una travesía en lancha por el lago se vuelve prioridad: me urge gratificar el alma y reponer energías. Antes de emprender el regreso a Toluca, me encamino hacia la céntrica parroquia de San Francisco de Asís, nada más para admirar la pila bautismal que data del siglo XVI. Asimismo, ya de carrerita, visito el Templo de Santa María donde se venera al Cristo Negro, un enorme crucifijo en el altar que me produce una gran sorpresa al advertir que el rostro muestra facciones muy distintas de la archiconocida imagen dulcificada y occidentalizada. En efecto, en este rarísimo Cristo predominan los rasgos semitas que debió haber tenido Jesús de Nazaret en la realidad histórica. Jueves 18/07/13. Recorrido mañanero por el bullicioso pueblo de Metepec, cuya artesanía es mundialmente célebre, sobre todo por sus admirables –y costosos- Árboles de la Vida; figuras de barro cocido que a veces superan en terminado pero no en imaginería popular a los artesanos de Ocumicho. Al mediodía, jubiloso, entro al atrio enjardinado que conduce a la iglesia franciscana en tributo a San Juan Bautista, cuya fachada barroca, del siglo XVII, labrada con preciosas filigranas de

4 argamasa (exquisiteces de la mano indígena), tiene un

frente cóncavo,

peculiaridad constructiva muy lucidora y fuera de lo común. El plato fuerte del día ocurre más tarde, durante la visita al cercano pueblo de Zinancantepec, donde tengo la suerte de paladear los frescos del Convento franciscano, edificio del siglo XVI poseedor de una capilla abierta de cinco arcos que reposan sobre columnas toscanas, y en cuyo altar refulge el retablo a San Miguel Arcángel y los frescos alusivos a la vida de San Francisco de Asís. Al final de la jornada, los hados de la fortuna se ponen en mi contra: encuentro cerrado el recinto que alberga el Museo de Arte virreinal. Viernes 19/07/13. Le toca el turno a la capital del estado, recorrer lo único que vale la pena de la ciudad: su centro histórico donde sobresale la Catedral, el Cosmovitral de Leopoldo Flores (interesante amalgama de pintura, arquitectura y jardín botánico) y algunos de sus edificios públicos de estilo neoclásico. Lo más atractivo para mí, empero, fueron sus museos de arte. Sobre todo el Museo de Bellas Artes, situado en el ex Convento del Carmen, y cuyo acervo de arte sacro está bien expuesto y cuenta con piezas extraordinarias (particularmente un gigantesco Cristo de marfil, de procedencia oriental). Y qué decir de las tres pinacotecas: la dedicada al insigne José María Velazco, la destinada al maestro Felipe Gutiérrez (quizá el mejor retratista mexicano del siglo XIX, autor del primer desnudo femenino completo: Cazadora Amazona de los Andes) y la que alberga la obra de Luis Nishizawa, magnífico autor contemporáneo, mexicano de origen japonés, cuyo legado artístico se expone en una casona del siglo XVIII, una joya de la arquitectura civil mexiquense perdida en el caos ecléctico de las edificaciones modernas.

5 Sábado 20/07/13 Me desplazo hasta Tepotzotlán, a degustar una de las cumbres del barroco estípite novohispano: el ex Convento Jesuita, con su majestuoso pórtico, donde ahora se alberga el más importante tesoro de arte sacro del país: el Museo Nacional del Virreinato. La riqueza aquí reunida es inconmensurable: arte y artesanía, pintura y arquitectura, fe y ciencia, tradiciones y filosofía, costumbres y sabiduría. En síntesis: la comprobación de las numerosas bondades del sincretismo cultural entre lo indígena y lo español, lo oriental y lo occidental. La simbiosis de lo americano, europeo, asiático y africano que de mil formas fructifica en la constitución de nuestra inestimable condición mestiza. Describir el Museo resulta tarea imposible. No hay palabras para ello. Es algo que sólo se puede vivir, absorber como lluvia de relámpagos que conducen al éxtasis. Recurro a una anécdota con la esperanza de así poder transmitir lo que sucede cuando uno está rodeado de esos inmensos retablos dorados de la Iglesia de Francisco Javier, con su profusión decorativa de motivos florales y querubines, pinturas y esculturas, infinitos arabescos y hojas de acanto. Sucede que estaba yo absorto descubriendo algunos detalles del Altar Mayor cuando mi hijo Emiliano, de nueve años, entra precipitadamente al recinto. Se detiene a mi lado y lanza una mirada fugaz en derredor suyo. Queda callado unos instantes y enseguida exclama, con supremo entusiasmo: ¡“Papá, papá, aquí vive Dios”!

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