DIEZ FALACIAS SOBRE LOS PROBLEMAS SOCIALES DE AMERICA LATINA

DIEZ FALACIAS SOBRE LOS PROBLEMAS SOCIALES DE AMERICA LATINA Bernardo Kliksberg* *Asesor de diversos organis mo s internacionales entre ellos ONU, OI

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DIEZ FALACIAS SOBRE LOS PROBLEMAS SOCIALES DE AMERICA LATINA Bernardo Kliksberg*

*Asesor de diversos organis mo s internacionales entre ellos ONU, OIT, OEA, UNESCO, y otros. Ha sido Director del Proyecto de las Naciones Unidas para América Latina de Modernización del Estado y Gerencia Social y Coordinador del Institut o Interam ericano para el Desarrollo Social (INDES/BID). Entre otras distincione s que le fueron otorga da s designado: Profesor Honorario de la Universida d Nacional de Buenos Aires, Profesor Emérito de la Universidad de Congreso (Argentina), Doctor Honoris Causa de la Universidad del Zulia y Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Baralt (Venezuela). Entre sus última s obras: Desigualdade na America Latina. O debate adiado (Unesco,Cortez Editora 2000), La lucha contra la pobreza en America Latina (Fondo de Cultura Economica 2000), America Latina: una regiado de risco - pobreza, desigualda de e institucionalidade social (Unesco, 2000), Pobreza. Nuevas respue sta s a nivel mundial

2 (Fondo de Cultura Economica, 1998), Repensand o o Estado para o desenvovime nt o social (Unesco, Cortez, 1998), O desafio da exclusao (FUNDAP, 1998).

I.

HORA DE ESCUCHAR A LA GENTE

¿Qué piensa n los latinoa m ericanos sobre lo que está sucediend o en la región? Cuan do se les pregun t a algo tan concret o sobre si creían que están viviendo mejor o peor que sus padres, sólo un 17% dijo que mejor, la gran mayoría sentían que su situación había desm ej ora d o (Latín Barómetr o, 1999). Esta respues t a evidencia un hondo sentimient o de descont e n t o. Las mayorías tienen bien claro en el Continent e cuales son las causas de su disconfor m i d a d. Se hallan bien conscientes de ellas. Y distingu en perfecta m e nt e causas aparent es, de otras más profund a s. Cuan do se les interro ga sobre sí creen que la democr acia es preferi ble a cualquier otro siste m a de gobierno, muest r a n un apoyo masivo al sistem a democrá tico y sus ideales. Dos terceras partes lo prefieren, y solo un 20% siguen exhibiendo inclinaciones hacia el autorit ari s m o. Pero cuand o se profu n di za expresan que están fuerte m en t e insatisfechos con como la demo craci a está funcionan do en sus países. Solo el 35% esta satisfech o con su funciona mie nt o. En la Unión Europea para com para r la cifra es el 47%, en Dinama rca el 84%. Los latinoam e ricano s han elegido la dem ocraci a como forma de vida, y la respaldan consistent e m e nt e, pero "democrática m e n t e" están fuerte me n t e disconfor m e s con su desem pe ñ o concret o. Entre las causas de insatisfacción algunas son políticas, pero tienen un peso decisivo las económico - sociales. La gran mayoría considera que los proble m as vinculado s con la pobreza han empeor ad o. Se refieren a carencias en oport uni da d es de trabajo, acceso a salud, acceso a educación de buena calidad, incerti dum b r e laboral, bajos sueldo s. Agregan a ello temas como el agravamient o de la corru pci ón, la delincuen cia, y el tráfico de drogas. Adem ás testim oni an que sienten que ésta es una región donde existen grandes desigual dade s, y resienten aguda m e n t e esa situación. Los dos únicos países donde los prome di os de satisfacción con el desem p eñ o del sistem a democrá tico son mayores a los de la Unión Europea, son Costa Rica y Uruguay, donde más del 60% de la población está satisfech a con su funciona mi en t o. Son dos países que se caracteri za n por tener los más bajos niveles de desigualda d de toda la región, y por haber desar rollado algunos de los más avanza do s sistem as de prot ección social de la misma.

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Las encuest as reflejan que la població n esta claman do por cambios, a través de la democracia no por otra vía, que permi tan enfrent a r los agudo s proble m as sociales. Los avances en ese camino parecen encont rar obstácul o s formid ables en la región si se juzga por los limitados resulta dos alcan zad os. * Las opinione s expuestas en este trabajo son del autor y no representan necesariamente las de la organización donde se desempe ña

Algunos tienen que ver con la existencia de fuert es intereses cread o s y de privilegios que obtienen beneficios del manteni mie nt o de la situación vigente. Otros con dificultad es derivada s de la inserción económica de la región en la nueva econom ía internacional. Otros, con el funcion am ie n t o defectuo s o de institucio nes y organi zaciones básicas. A esto s y otros añadibles se su m a, la circulación prof us a de ciertas falacias sobre los problem a s sociales que llevan a la adopción de políticas erró n ea s, y a emprend er camino s que alejan de la salida del largo túnel en que esta sumi da buena part e de la población. No son el único factor de retras o, pero claram en t e su peso muy fuerte en sectores con mucha influencia en la toma de decisiones obstr uye seriam ent e la búsqued a de altern ativas renovado r a s, y el paso hacia una nueva generación de políticas económicas y sociales. El objetivo de este trab ajo es llamar la atencion sobre estas falacias, para estim ular la discusión amplia y abiert a sobre las mis ma s, con vías a su superación. Se presen t a n a continuación algunas de las principales, se analizan alguno s de sus efectos en el diseño de políticas, y se examina su consist enci a. Se trata sobre todo de procura r ponerlas a foco, e invitar a una reflexión colectiva sobre ellas. II:

PRIMERA FALACIA: LA NEGACION O LA MINIMIZACION DE LA POBREZA

Existe una inten sa discu sión meto dológica sobre como medir la pobreza en la región. Sin embargo a pesar de los result ado s diversos que surgen de diferentes mediciones los estudi o s tienden a coincidir en dos aspecto s centrales: a) Las cifras de población ubicada por debajo del umb ral de pobrez a son muy elevadas; b) Existe una tendencia consistent e al crecimien t o de dichas cifras en los últimos 20 años. Las cifras se deteriora ro n severam e n t e en los ochent a, mejorar on discreta m e nt e en

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parte de los 90, pero en los años finales de la década aumen t ar o n significativam en t e. En su conjunt o la pobre za es mayor en el 2000 a la que la región tenia en 1980, tan to en térmi nos de núm er o de pobres, como en el porcen taj e que significan los pobres sobre la población total. La CEPAL estim a en su Panora m a Social de América Latina 2000, que la población en situación de pobreza creció de 1997 hast a comienzo s del 2000 de 204 millones a no menos de 220 millones. Analizand o la estruct u r a de la fuerza de trabajo en ocho países de la región que com pr en de n el 75% de su población total (Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvado r, México, Panam á y Venezuela) la CEPAL const at a que el 75% de la población que tiene ocupación “percibe ingresos prom edio s que en la mayoría de los países no alcan za n por si solos para sacar de la pobreza a una familia de tam año y compo sición típica”.

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La evolución de la pobrez a en América Latina fue la siguiente según refiere el BID (1998): GRAFICO 1 EVOLUCION DE LA POBREZA EN AMERICA LATINA 1970-1995 160 150 140 130 120 110 100 90 80 70 1970

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Fuente: BID, Informe de progreso económico y social, 1998. Nota: Linea de pobreza de 2 (ppp ajustado) en dólares de 1985 per cápita.

Como pued e observar se, desde los 80 se produce una firme elevación del nú m er o de persona s que gana menos de dos dólares diarios. Verrier (1999) señala que en toda América Latina había entre 1970 y 1980, cincuenta millones de pobres e indigentes, pero que en 1998 ya eran 192 millones. La Comisión Latinoam e ricana y del Caribe para el Desarrollo Social presidida por Patricio Aylwin (1995) consider a que se hallan en pobre za “casi la mitad de los habitant e s de América Latina y el Caribe”. Diversas mediciones nacionales señalan con las diferencias propias de cada realidad la extensió n y profundi d a d de la pobreza. Un infor me detallado sobre Cent ro América (PNUD- Unión Europea 1999) señala que son pobres el 75% de los guatem alt ecos, el 73% de los hond ur e ño s, el 68% de los nicaragü e ns es, y el 53% de los salvado re ños. Las cifras relativas a la població n indígena son aún peores. En Guatem ala se halla por debajo de la línea de pobrez a el 86% de la población indígena frente al 54% de los no indígenas. En Venezuela se estimaba la pobreza entre el 70 y el 80% de la población. En Ecuad or en un 62.5%. En Brasil se estima que el 43.5% de la población gana menos de dos dólares diarios, y que 40 millones de perso nas viven en pobreza absolut a. Aún en países donde tradicional m en t e las cifras de pob re za han sido bajas como en la Argen tina, el Banco Mundial ha esti mad o que está en pobreza casi la

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tercera parte de la población y el 45% de los niños. En las provincias más pobres como las del nordest e la tasa es del 48.8%. Uno de los tanto s indicad ore s del grado de “rigidez”de la pobrez a latinoa m erican a lo proporcionan las proyecciones sobre niveles de educació n e ingreso s. La CEPAL (2000) afirm a en base a ellas que “10 años de escolarida d parecen constit ui r el umbr al míni mo para que la educació n pueda cumplir un papel significativo en la reducción de la pobreza; si se tiene un nivel educativo inferior a 10 años de escolaridad y no se poseen activos productivos, son muy escasas las probabilidades de supera r los niveles inferiores de ingreso ocupacional”. El prom edio de años de escolarid ad es en la región se ha estima do en 5.2, virtual m e nt e la mitad del mínim o necesario para tener posibilidades de emerger de la pobreza. Frente a estas realidades la alternativa lógica es partir de ellas, y tratar de encont r ar vías innovativas para enfrent arla s. Sin embargo, en el discu r so público latinoa m ericano de las dos últimas décadas, ha sido reiterada la tend encia de algunos sectores a optar por otra vía, la negación o minimi zación del problem a. La falacia funciona a través de diversos canales. Uno es la relativización de la situación. “Pobres hay en todos lados”acost u m b r a b a a señalar un mandat ari o de un país latinoa m erican o fren te al ascen so de las cifras de pobrez a en su país duran t e su period o guberna m e n t al. En materi a económico - social lo convenien te es siem pre desagregar los datos, y tener una perspectiva com pa ra d a e histórica para saber cual es la situación real. Los países desarr ollados tienen efectivame n t e también porcent ajes de población ubicad os por debajo de la línea de pobrez a. Pero hay varias diferencias. Por una parte las cifras difieren muy fuertem e n t e. La población pobre es nor mal m e n t e en ellos menor al 15%. Es muy diferent e tener entre una sexta y una sépti m a parte de la población en situación de pobrez a, a tener a casi la mitad de la población en ese estado. No sólo es una diferencia cuantit ativa, es otra escala que implica considera bles diferencias cualitativas. En los países desar rollados se habla de “islotes de pobreza”, o de “focos de pobrez a. En vastas áreas de América Latina, es muy difícil reflejar la realidad con ese lenguaje. La pobreza es extensa, diversificada, y tiene actual me nt e incluso una fuerte expresió n en las clases medias, en don de el deterioro de sus bases económicas ha generad o un estrato social en crecimiento denomi na do “los nuevo s pobres”. No hay "focos de pobrez a" a erradicar, sino un proble ma much o más am plio y generali za do que requiere estrat egias globales. Por otra parte, la com pa ración estricta podría llevar a identificar que la brech a es aún mucho mayor. Las líneas de pobrez a utilizadas en

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los países desar rollados son mucho más altas que las empleada s nor mal m e n t e en América Latina. Así entre otros la difundi da tendencia a medir la pobreza considera n d o pobres a quienes ganan menos de 2 dólares diarios, es muy cuestion able. En todos los países de la región la línea de pobreza está muy por encim a de esa cifra. Otro pasaje usual del discur so negad or, es la afirmación de “que pobres hubo siem pr e”, por tanto no se entiende porque tanto énfasis en la situació n actu al. Allí la falacia adquier e el tono de la historicidad. Uno de los razo na mi en to s más utilizados cuando se trata de relavitizar un problem a grave, es quitarle el piso histó rico. La pobreza ha existido en América Latina desde sus orígenes, pero el tem a es ¿Cuáles son las tendencias presen t es? ¿En qué dirección apunt a n, van hacia su dismin ución, su estanca mi ent o, o su increme nt o? En los últimos 20 años parecen haber suficientes evidencias para preocupa r s e. Los indicadore s han experi m en t ad o un deterioro; con altibajos y variaciones nacionales, las cifras han ascendi do. Son muy pocos los casos en donde ha habido red ucciones de consideración. La falacia de descono cer o relativizar la pobreza, no es inocua. Tiene severas consecue ncias en términos de políticas públicas. Si hay pobres en todos lados, y los ha habid o siem pr e ¿por qué dar al tema tan alta priorid ad ? Hay que atenu a r los impact os, pero no asusta r se. Basta con políticas de contención rutinarias. La política social no es la impor t an t e. Es una carga de la que no es posible despr en de r s e, pero como se trat a de afronta r un problem a que siem pre existirá y todos los países tienen, cuidado con sobrees ti m a rla. El enfoque lleva a políticas sociales de muy bajo perfil, y a una desjerarq ui z ación de todo el área social. En algun as de las expresiones más extrem as de la falacia, se procuró en la década pasad a eliminar de agendas de reuniones relevant es, la "pobreza" viéndola ya en si como demasiado cargada de conno t acion es. Adem ás de conducir a políticas absolut a m e n t e incapaces de enfrent a r las realidades de pobre za, la falacia expues t a entraña un impor t an t e problem a ético. No sólo no da soluciones a los pobres lo que lleva a la perdu r ación y acent uación de situaciones de exclusión hum an a antiéticas, sino que va aún más lejos, a través de la mini mi zación y la relativización esta cuestiona n do la existencia mis ma del pobre. III. Con despliega influyent es histórica”.

SEGUNDA FALACIA: LA FALACIA DE LA PACIENCIA frecuencia el razon a m i en t o explícito o implícito que se frente a los problem a s sociales por parte de sectores gira en derredo r a la necesid ad de una cierta “paciencia Se trata de etapas que deben sucederse las unas a las otras.

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Habrá una etapa de “ajustar s e el cintu rón”, pero luego vendr á la reactivació n y posterior m e n t e ella se "derram a r a" hacia los desfavorecidos y los sacara de la pobrez a. Lo social debe esper ar, y se necesit a enten de r el proceso, y guardar paciencia mient ra s las etapas se suceden. Indepen dien t em e n t e del amplio cuestiona mi en t o que hay actu al me n t e sobre todo esta vision del proceso de desar rollo, querem o s enfatiza r aqui uno de sus element o s. El mens aje que se esta enviando es de hecho, que la pobreza puede esper ar. ¿Realment e puede esperar?. La realidad indica que el mensaj e tiene una falla de fondo, en muchísi m os casos, los daños que puede causar la espera son simplem e nt e irreversibles, desp u és no tend rá n arreglo posible. Veamos, Una buena part e del peso de la pobrez a recae en América Latina sobre los niños y los adolescent es. En 1997 según CEPAL (2000) el 58% de los niños menores de 5 años de la región eran pobres, lo mism o sucedía con el 57% de los niños de 6 a 12 años, y con el 47% de los adolescent es de 13 a 19 años. Siend o en su conjunt o los menores de 20 años el 44% de la población de la región, represe nt a ba n en cambio el 54% de todos los pobres. Las cifras verifican que efectivame nt e como fue subray ad o por UNICEF "en América Latina la mayoría de los pobres son niño s y la mayoría de los niño s son pobres". Esa no es una situación neutra. Como lo subrayar a Peter Tonwsed “la pobre za mata”. Crea factores de riesgo que reducen la esperan z a de vida, y des mejo r an sensiblem en t e la calidad de la vida. Los niños son los pobres de América Latina segú n lo visto, y al mismo tiempo por nat ur al eza los más vulner ables. Sobre esos niños pobres operan varios factores que son genera dore s entre otros aspectos de lo que se denom in a “un alto riesgo aliment ario”, insuficiencias en lo más element al la posibilidad de que puedan aliment ar se norm al m e nt e. Los resulta dos de déficits de este orden, causan daños múlti ples Entre ellos se estim a que los primero s años de vida se desenvuelven buena parte de las capacida d es cerebr ales. La falta de una nutrición adecuad a genera daños de carácter irreversible. Investigaciones de UNICEF (1995) sobre una muest r a de niños pobres, deter mi na ro n que a los cinco años la mitad de los niño s de la muest r a present a ba n retrasos en el desar rollo del lenguaje, un 30% atrasos en su evolución visual y motor a, y un 40% dificultades en su desarr ollo general. La desnut r ición causa asimism o déficits en el peso y talla de los niños y ello va a repercuti r fuerte m en t e en su desenvolvi mient o. Entre los factores genera dore s de riesgo aliment a rio se hallan: la falta de recurs os de la familia, el carácter monop a r en t al de la mism a, y la baja educación de las madr es. Existe una robust a correlación estadí stica entre estos factores y la desn u t rició n infantil. En la América Latina actual los tres factores tienen significativa incidencia. Como se señalo numer os as familias tienen

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ingreso s menores a los imprescindi bles, se estim a que cerca de un 30% de los hogares están a cargo de madre s solas en su gran mayoría se trat a de hogares hu mild es, y el nivel educativo de las madres pobres es muy bajo. La pobrez a del hogar puede significar que muchas madres estarán a su vez desn u t ri d a s dura nt e el embara zo. Es probable entonces que el hijo tenga anemia, déficits de macronu t ri ent e s esenciales, y bajo peso. Ello puede amena za r su mism a sup ervivencia, o atent ar contr a su desarr ollo futur o. Si adem ás, la mad re esta sola al frent e de la familia, tend rá que luchar muy dur am e n t e para buscar ingresos. Sus posibilidade s de dedicación al niño en las criticas etapas iniciales serán limitad as. El factor educativo influirá asimis m o en aspectos muy concret os. Así las madr es con baja escolaridad, tendrá n poco infor m ación sobre como manejar se apropiada m e n t e respecto a la lactancia mater na, como armar dietas adecuada s, como cuidar sanitaria m en t e los aliment os, como admi ni st ra r aliment os escasos. En 1999, en 10 de 16 países de la región un 40 a un 50% de los niños urban os en edad preescolar form aban parte de hogares cuya madr e no había completad o la educación prim ari a. En las zonas rurales en 6 de 10 países analiza do s el porcent aje era de 65 a 85% en los cuatro restan te s de 30 a 40%. Si se toma n solo los niños menor es de 2 años de edad, en 1997 del 20 al 50% de los niño s de la gran mayoría de los países vivían en hogares con un ingreso por miemb r o inferior al 75% del valor de la línea de pob re za, y cuya madr e no había complet ado la educación primaria. La acción combinada de esto s y otros factore s lleva al sombrí o panor a m a que capta CEPAL (2000): “Al año 2000 se esti ma que aproxim a d a m e n t e el 36% del total de niños menores de 2 años de América Latina están en situación de alto riesgo aliment ari o”. Los cuadr os nacion ales son alar ma n t e s en diversos países. En Nicaragua estimacio nes del Ministerio de Salud (1999), indican que el 59% de las familias cubren meno s del 70% de las necesi dade s de hierro que requiere el ser hu ma n o, el 28% de los niños de menos de 5 años padecen anemias por el poco hierro que cons u m e n, 66 nidos de cada 100 tienen problem a s de salud por falta de vitamina A. El 80% de la población nicaragüen se consu m e solo 1700 calorías diarias cuand o la dieta nor m al debería ser no menor a las 2125 calorías. En Venezuela un niño de 7 años de los estrat os altos pesa prome di o 24.3kgs. y mide 1.219 m. Uno de igual edad de los secto res pobres pesa solo 20 kg. Y mide 1.148 m. Aun en países con tanto potencial aliment ario como la Argentina las estadísticas infor m a n que en el gran Buenos Aires, una de las áreas poblacionales principales, uno de cada cinco niño s esta desnut ri do. Muchos de los países de la región tienen impor t ant es posibilidade s nat ur al es de produ cción de aliment os. Sin embargo, como se ha visto una tercera parte de los niños más pequeños esta en inseguri dad aliment a ria pron u ncia da. Ello parece difícil de entender. Influyen

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factores como los que iden tifican la Organización Panam ericana de la Salud (OPS) y CEPAL en investigación conj un t a (1998): “Se observa en casi todos los países de la región un increm en t o en enfer m ed a de s no tran s mi sibles crónicas asociadas con aliment ación y nutrición. Las medi das de ajus te impleme nt a d a s por los países han afectado la dispo ni bilidad nacional de aliment os y han tenido repercusione s negativas sobre el poder de compra de los grupos más pobres amenaz a n d o la seguri da d alimen t ari a”. Así como la falta de aliment ación causa daños no reparables posterior m e n t e lo mis mo sucede con otras expresione s de la pobreza como los déficits que afront a n los desfavor ecidos en la región en dos aspectos básicos: el agua potable, y la existencia de alcant arillado y sistem a s de eliminación de excretas. Ambos element os son decisivos para la salud. Amplios sectores de la población pobre tienen dificult ades muy fuertes para obtener agua potable o tienen que compr arl a a precios muy elevad os. Asimism o carecen de instalaciones de alcant arillado adecua das lo que significará graves riesgos de conta mi nación a través de las mapa s subter r áne a s, y de conta mi n ación del medio ambiente inmediat o a la vivienda. Según los cálculos de la OPS cerca de la tercera parte de la población de la región carece de agua potable y/o alcant arillado. El 30% de los niños menores de 6 años viven en viviendas sin acceso a las redes de agua potable, y el 40% en viviendas sin sistem a s adecua do s de eliminación de excretas. Cuando se analiza por países se observan dato s como los que siguen que describen los porcent ajes de niño s de men os de 5 años de edad que habit aban viviendas sin conexión a sistem as de evacuación por alcant arillado en 1998 (CEPAL 2000): Paraguay 87, Bolivia 66, Brasil 59, Hondur a s 47, El Salvador 45, Venezuela 26, México 24.La acción de estos factores genera mort alida d infantil y riesgos graves de salud, como los contagios, y las infecciones intestinales. En 11 países la diarrea es una de las dos principales causas de muer te en nidos de menos de un año. Nuevam en t e se trata de daños de carácter irreparable. La falacia de la paciencia, respecto a la pobrez a, niega de hecho el análisis de la irreversabilida d de los daños. Lleva a políticas en donde bajo la idea de que las cosas se arreglaran desp ué s, no se da la prioridad que corres pon d e rí a a cuestione s element ales para la supervivencia. Nuevam en t e adem ás de las ineficiencias que significan esas políticas en cualquier visión de largo plazo de una sociedad hay una falta ética fun da m en t al. Frente a la pobreza debería aplicarse una “ética de la urgencia”, no es posible esperar ante problem as tan vitales como los descri pt o s. Esta falacia desconoce el carácter de urgencia de estas y otras carencias básicas. IV

TERCERA FALACIA: CON EL CRECIMIENTO ECONOMICO BASTA.

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El pensa m ie nt o económi co ortodoxo de gran difusión en la región lan za el mensaje básico de que todos los esfuer zo s deben poner se en el crecimien to. Dirige las mirad as a los pronós tico s sobre el aumen t o del prod u ct o brut o, y el produ ct o brut o per capita. Despiert a las expectativas de que todo esta bien si ellos crecen a un buen ritmo. Plantea explícitame n t e como se mencionó que logradas metas impo rt a nt e s de crecimien to todo lo demás se resolverá. El mism o fluirá hacia abajo, a través del famoso efecto “derra m e” y ello solucion ar á los "rezagos" que pudieran existir en el cam po social. El siglo XX, ha enseña n do muy dura m e nt e una y otra vez, que el último juez que decidirá si las teorías sobre el desar rollo son validas o no, no es su grad o de difusión, sino lo que cuent an los hechos. Ellos han desm en ti d o muy fuerte m en t e que la realidad funcione como la ortod oxia supo ne que debería funcionar. Las prom es as hechas a América Latina a comienz os de los 80 sobre lo que sucedería al aplicar el modelo convencional no se cumpliero n en la practica. Describiendo los prod u ct o s concreto s de lo que llama la “for ma de hacer economí a”, que “América Latina escogió en los años recientes” señala Ricardo French Davis (2000): "El resulta d o es una fuerte inestabilidad del empleo y la prod u cción, una mayor diferenciación entre ricos y pobres, y un crecimien to pro m e dio modes t o: solo 3% en este decenio, y con una profu n d a desigualda d". Efectivament e los datos indican que el crecimien to fue muy discret o, no se derram o autom áticam en t e, la desigu ald a d aumen t ó significativa me nt e, la pobrez a no se redujo. ¿Frente a este juicio de la realidad no corres pon de rí a revisar el razo n a m i en t o usual? Josep h Stiglitz (1998) sugiere que ha llegado la hora de hacerlo. Se refiere a la vision general, uno de cuyos com po ne n t es esenciales es la idea de que el crecimiento bast a. Argu me n t a: “Muchos países han aplicado s las recom en daciones intelectu al m e n t e claras, aunq ue general me n t e difíciles políticam en t e del consens o de Washingto n. Los resultado s no han sido sin embargo del todo satisfacto rio s. Esto tiene varias explicaciones. ¿Será porque alguno s no siguiero n correct am e n t e las recetas económicas?. Tal vez. Sin embargo yo argu me nt ar ía que la experiencia Latinoam e ricana sugiere que deberíam o s reexami na r, rehacer, y ampliar los conoci mient os acerca de la economí a de desarro llo que se toma n como verdad mient ra s planificam o s la próxim a serie de refor m a s”. La experiencia de América Latina y otras regiones del globo, indica que el crecimient o econó mico es imp rescindible, es muy import a nt e tratar de au ment a r el prod uct o total de una sociedad. Son fun da m en t ales asimis m o el desarro llo de las capacida de s tecnológicas,

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de la com petitividad, y un clima de estabilidad económica. Pero, enseñ a tam bién que es simplificar extrem ad a m e n t e el tema del desar rollo y de sus dimensio nes sociales, aventur a r que el crecimient o económ ico sólo prod u cir á los resulta dos necesario s. El infor m e del Banco mundi al sobre la pobreza 2000, que expresa la política oficial de dicha instit ución, plantea la necesid ad de pasar de una vez a una vision más amplia de la problem á tica del desar rollo. Coment an d o su enfoque diferencial señala un influyent e medio, el Washing to n Post (2000): “La publicación del Infor me Mundial de desarr ollo del Banco Mundial represent a un significativo disens o del consenso sost enido entre econo mis t as de que la mejor vía para aliviar la pobreza es impulsar el crecimient o econó mico, y que la única vía para hacerlo es a través de mercados libres y abiertos. El infor m e hace not ar que aun una década despué s de que las econo mías planificad as de Europa orient al fueran desm a nt ela da s y el comercio y inversión global alcanzar a n niveles récord, 24% de la población mundial recibe ingresos menore s a un dólar diario. La conclusión ineludible de acuerdo a los econom is ta s y experto s en desar rollo del Banco es que mient ra s el crecimiento económ ico puede ser un ingredient e necesario para reducir la pobre za no lo puede hacer solo”. Otro infor m e posterior del Banco Mundial "La calidad del crecimien to" (2000) produci d o por otros equipos del mism o, plantea tam bién vigoro sam e n t e el mism o tipo de argum en t o básico. Dice presen t án d olo Vinod Thomas Director del Instituto del Banco (The Economis t 2000): “La experiencia de los países en desarr ollo y tam bién de los indust ri alizad o s muest r a que no es mera m e nt e mas crecimiento sino mejor crecimien to lo que deter m ina en que medida aument a el bienest ar, y el bienest ar de quien. Países con ingresos y crecimient o similares han obtenid o en las últim as tres décadas logros muy diferent es en educación, salu d, y protección del medio ambient e”. Se esta sugiriendo que es decisiva la estruct u r a del crecimient o, sus prioridades, vías de desarr ollo, sectores beneficiados. La falacia de que el crecimiento basta, trans mi t e la vision de que se estaría avan za n do si el product o bruto per capita sube, y que las miradas deben estar pues ta s en el mism o. Naciones Unidas ha desar rollado en la ultima décad a un cuerpo concept ual am pliam e nt e difundi do intern acio nal m en t e “el paradigm a del desarr ollo hum ano”, que ataca radicalm ent e este razona m i en t o. No sólo el crecimient o no basta, es necesario pero no alcanza, sino que correspo n de iniciar una discusi ón mayor. Pregun t ar n os cuando real ment e una socieda d avanza, y cuando esta retrocedien do. Los parám et ro s definitivos, es la sugerencia, debe mo s encont r arl os en que sucede con la gente. ¿Aument a o dismin uye su esperan z a de vida? ¿Mejora o desm ej ora su calidad de vida? La ONU diseñó un índice de desarr ollo hum an o que ha venido perfecciona n d o año tras año, que incluye indicador es que reflejan la

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situación de todos los países del mu nd o en áreas como entre otras: esperan z a de vida, población con acceso a servicios de salud, población con acceso a agua potable, población con acceso a servicios de dispo sició n de excretas, escolaridad, mort ali da d infantil, product o bruto per capita ponder ad o por la distribución del ingreso. Los ordena mi ent o s de los países del mun do según sus logros en desar rollo huma no que viene publicand o anual m en t e la ONU, a través del PNUD, muest ra n un cuadr o que en diversos aspect os no coincide con el que deviene de los puros récords de crecimiento económico. Las conclu sion es result ant e s, enfati zan que cuanto mejor sea el crecimien to y más recursos haya se ampliaran las posibilidades para la socieda d, pero la vida de la gente que es el fin ultimo no se puede medir por algo que es un medio, debe medirse por índices que reflejen lo que sucede en ámbit os básicos de la vida cotidiana. La falacia de que el crecimient o bast a, esta en definitiva tran sf or m a n d o un medio fun da m e n t al, pero solo un medio, en el fin ultimo. Es necesario desmi stificarla y reto m ar un debate a fondo sobre que esta sucediend o con el cumpli mie nto de los fines. Amartya Sen, ilustr a los limites de esta falacia analiza nd o varias situaciones reales. Realiza la comp ar ación que se refleja en el siguiente gráfico: GRAFICO 2 PRODUCTO NACIONAL BRUTO Y ESPERANZA DE VIDA EN PAISES SELECCIONADOS, 1992 Fuente: Amartya Sen, “Mortality as indicator of economic success and failure.” The Economic Journal , January 1998.

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71

70

69

72

4,450 63

66 54

2,670

2,770

3500 3000

40

2500 2000

30

1500

20 10

4500 4000

60 50

5000

300

470

P N B per cápita ($)

Esperanza de vida (años)

80

1000

540

500

0

0 Kerala

China

Sri Lanka S. Africa

Esperanza de vida

Brasil

Gabón

PNB per cápita

Como se observa los tres primeros países del gráfico, el Estado de Kerala en la India (de 33 millones de habitant es), China y Sri Lanka tenían un prod uct o bruto per capita muy reducido. Los otros tres Sud Africa, Brasil y Gabón tenían un product o bru to que multi plicaba cinco a quince veces el de los anteriores. Sin embargo, la población vivía mas años en los tres países pobres: 71,69, y 72 versus 63,66 y 54. El crecimiento económico solo no era el factor deter mi na n t e en uno de los indicad or es más funda m e n t al es para ver si una sociedad adelan t a, el más básico, la espera n za de vida. ¿Qué otras variables intervenían en este caso? Sen identifica aspectos, como las políticas públicas que garanti zaba n en los tres primeros países un acceso mas exten di d o a insum os fund am e nt ales para la salud como el agua potable, las instalaciones sanitarias, la electricidad, y la cobert ur a medica. Asimis m o las mejores posibilidad es en materia de educación a su vez incident e en la salud. Junto a ello un aspecto central era la mejor distrib ució n del ingreso en las tres primeras sociedade s. Todo ello llevo a que los países supue st a m e n t e más pobres en térmi nos del ingreso, fueran más exitosos en salud y años de vida. Dice Sen: “Ellos han registr ado una reducció n muy rápida de las tasas de mortalida d y una mejora de las condiciones de vida, sin un crecimient o económico notable”. V.

CUARTA FALACIA: LA DESIGUALDAD ES UN HECHO DE LA NATURALEZA Y NO OBSTACULIZA EL DESARROLLO

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El pensa m ie nt o económico convencional ha tendido a eludir una discusión front al sobre la desigual da d y sus efectos sobre la economí a. Se ha apoyado para ello con frecuencia en la sacralización de la U invertid a de Kusnet z. De acuerdo a la misma la desigual da d es simplem e nt e una etapa inevitable de la marcha hacia el desar rollo. En la primera fase de la mism a se producen polarizaciones sociales, que desp u és se van modera n do y reduciendo. Algunos economi s ta s convencio nales más extre mo s llegan aun más lejos, y plant ea n que esa acu m ul ació n de recurso s en pocas manos favorecerá el desarr ollo al crear mayores capacidade s de inversión. Esta discu sió n tiene particular trascend e ncia para América Latina, porque es considera d a unáni m e m e n t e la región más desigual del planeta. Si la tesis de los orto do xo s más duros fuera cierta, la región debería haber contad o con tasas de inversión muy altas, dadas las “acu m ul aciones en pocas manos”, que ha generado. No sé ven. Tampoco parece ser una mera etap a del camino al desarrollo. En América Latina la desigu ald a d se ha instalado, y no solo que no se moder a, sino que tiene una tenden cia muy consiste nt e a crecer, particular m e n t e en las dos última s décad as. La U inverti da parece no funcionar para la región. En realidad Kusnet z nunca preten dió que fuera aplicable mecánica me n t e a los países no desar rollado s. Como han sucedido con frecuencia, algunos de sus supue st o s interpre te s han hecho claro abuso de sus afirm aciones. Sus trabajos estuvieron referidos a la observación de USA, Inglaterra y Alemana en un periodo que com pr en di ó desde la primera mitad del siglo XIX a la finalización de la primer a guerra mundi al. Advierte expresa m e n t e sobre el riesgo de generalizar las conclu siones que extrajo. Dice (1970): "Es peligroso utilizar simples analogías; no podem o s afirm ar que puest o que la desigual distribución de la renta cond uj o en el pasad o en Europa Occident al, a la acum ulación de los ahor ros necesarios para form ar los primeros capitales, para asegu rar el mism o resulta do en los países subdes ar r ollado s es preciso por lo tant o mante n er e incluso acentua r la desigual dad en la distrib ució n de la renta". Y enfatiza en afirmación que en América Latina hace mucho senti do hoy: “Es muy posible que los grupos que perciben rent as superio res en alguno s de los países hoy subdes ar r ollado s presen te n una propensi ón de consu m o mucho mayor y una propensi ó n al ahorr o mucho meno r, que las que present aba n los mis mos grupos de rent a en los piases hoy desarr ollados duran t e sus prime ras fases de crecimien to”. Adem ás de haber desvirt u ad o el pensa m ie nt o real del mis mo Kusnet z, la falacia difu ndi d a respecto a la desigualda d, choca fuerte m en t e con los dato s de la realidad. La desigual dad latinoa m erican a

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se ha tran sfor m a d o a nivel internacional en un caso casi de laboratorio de los impactos regresivos de la desigualda d. Frente a la pregunt a de porque un continen te con tantas potencialidades económicas y huma na s, ha generad o resulta do s económ icos tan discretos, y déficits sociales tan agudo s, una de las respue st a s con crecient e consens o científico es que uno de los factores funda m e n t al es en contra ha sido el peso de la desigu alda d, y su ascenso. Así señalan Birdsall, Ross y Sabot (1996) sobre la región, “la asociación entre un crecimient o lento y una elevada desigu alda d se debe en parte al hecho de que esa elevada desigualda d pued e constit uir en sí mism a un obstáculo para el crecimient o”. Están opera n d o activamen t e en América Latina entre otros cinco tipo s de desigu al d ade s. Uno es la inequid ad en la distribución de los ingreso s. El 5% de la población es dueña del 25% del ingreso nacional. Del otro lado, el 30% de la población tiene solo el 7.5% del ingreso nacional. Es la mayor brecha del planet a. Medida con el coeficiente Gini de inequid ad en ingresos, América Latina tiene un 0.57, casi tres veces el Gini de los piases nórdicos. En prom edio la mitad de ingreso nacional de cada país de la región va al 15% más rico de la población. En Brasil el 10% más rico tiene el 46% del ingreso, mientr as que el 50% más pobre solo tiene el 14% del mism o. En Argentin a mient ra s que en 1975 el 10% mas rico recibía ocho veces más ingresos que el 10% mas pobre, en 1997 la relación se había mas que duplicad o era de 22 veces. Otra desigualda d acen tu a da es la que aparece en términos de acceso a activos productivos. La extrem a d a m e n t e inequit ativa dist ribución de la tierra en algunos de los mayores países de la región, como Brasil y México, es una de sus expresion es. Una tercera desigualda d, es la que rige en el campo del acceso al crédito, instru m e n t o esencial para poder crear oport uni da d es reales de desar ro llo de pequeñ a s y medianas empres as. Hay en América Latina 60 millon es de PYMES, que genera n 150 millones de empleos. Sólo tienen acceso al 5% del crédito. Una cuarta inequidad es la que surge del sistem a educativo. Los diferente s estrat os socioeconó micos de los países alcan zan muy diversos récor ds en años de escolari da d. La deserción y la repetición provocada s por las condiciones socioeconó m icas del hogar minan a diario la posibilidad de que los sectores pobres completen estudio s. Según CEPAL 2000, en Brasil repetían los dos primer os grados de la escuela prima ria el 41% de los niños del 25% de menor es ingresos de la población, y en cambio solo el 4.5% de los niños del 25% con mayores ingreso s. Asimism o habían completad o la escuela secunda ria a los 20 años de edad, sólo el 8% de los jóvenes del 25% de menos ingresos, y en cambio el 54% del 25% de mayores ingresos. Tomando 15 países de la región (BID 1998) surgía que los jefes de hogar del 10% de ingresos mas altos tenían 11.3 años de eduación, los del 30% más pobre solo 4.3 años. Una brecha de 7 años. Mientras que en Europa la brecha de escolarida d entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de 2 a 4 años, en México es de 10 años. La desigualda d educativa va a ser un factor muy

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impor t an t e en la inequidad en la posibilidad de conseguir trabaj o y en los sueldo s que se ganen. Los sectores desfavorecidos van a estar en muy malas condicion es al respecto por su debil carga educativa. La fuer za de trabajo ocupa da de la región present a una marcada estratificación. Según CEPAL (2000), hay un nivel superior que es el 3% de la població n ocupa da que tiene 15 años de escolari da d, un nivel inter m edio que es el 20% de la fuer za de trabaj o que tiene entre 9 y 12 años de escolari dad, y el 77% restant e tiene sólo de 5.5 a 7.3 años de estudios en las ciudades y 2.9 en las zonas rurales. Una quinta y nueva cifra de desigual dad está surgiend o de las posibilidades total me nt e diferenciada s de acceso al mund o de la infor má tica y la Internet. La gran mayoría de la población no tiene los medios ni la eduación para conectar se con el mism o. Forma parte así de una nueva categoría de analfabeti s m o, el analfabetis m o cibern ético” Todas estas desigual dade s genera n múltiples efectos regresivos en la economí a, la vida personal y familiar, y el desar rollo democr ático. Entre otros según lo dem ue st r a n num ero sa s investigaciones: reducen la formación de ahorro nacional, estrecha n el mercado interno, conspira n contra la salu d pública, impiden la form ación en gran escala de capital hu ma n o calificado, deterioran la confian za en las instit uciones básicas de las socieda de s y en el liderazgo político. El aument o de la desigual dad es por otra parte una de las causas centr ales del aume nt o de la pobre za en la región. Birdsall y Londo no (1998) han estimad o econom é t rica m e nt e que su ascens o entre 1983 y 1995 duplicó la pobrez a, que la misma hubiera sido la mitad de lo que fue si la desigual da d hubier a seguido en los niveles que tenia anterior m e n t e, elevados pero menor es. La desigual d ad latinoam e rica na no es un hecho natur al propio del cami no del desar rollo como lo pretende la falacia. Es la consecuenci a de estruct u r a s regresivas y políticas errada s que la han potenciado. Barbara Stallings (CEPAL 1999) consider a, que “las reform as económicas aplicadas en los últimos años han agravado las desigual dade s entre la població n” y subraya “se puede afirmar sin ninguna duda, que los novent a son una década perdida en cuant o a la reducción de las ya alarm a nt e s diferen cias sociales existent es en la región con mas desigu alda d del mun do”. Altimir (1994), después de analizar 10 países plantea que “hay bases para suponer que la nueva modalidad de funcion am ie n t o y las nuevas reglas de política pública de éstas economí as, pued en implicar mayores desigual dade s de ingreso”. Albert Berry (1997) indica: “La mayoría de los países latinoa m ericanos que han introd ucido reform a s económ icas prom erca do en el curso de las ultim as dos décadas han sufri do tam bién serios increm ent os en la desigualda d. Esta coincidencia sistem á tica en el tiempo de los dos eventos sugiere que las reform as han sido una de las causas del empeora m ie nt o en la distrib ución”.

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Por otra parte la otra dimen sión de la falacia también es desm en ti d a por la realidad. La desiguald a d no se modera o atenúa sola. Por el contra ri o la instalación de circuitos de desigualdad en áreas claves tiene una tendencia “contam ina n t e”, pro picia la generación de circuito s similares en otras áreas. Lo ilustr a entre otros casos la dificulta d a pesar de todos los esfuer z o s en mejorar la situación educativa de la población pobre. Las desigualdade s en otras áreas como ocupación e ingresos, conspir an cont ra las refor m as educativas. Asimis m o las desigual dade s en educación van a reforza r como se ha visto las brechas en el mercad o de trab ajo. Los circuitos perver sos de desiguald ad muest ra n adem ás una enor m e capacidad reprod u ct or a. Se auto m ul ti plican. Sin acciones en contrario las polarizaciones tienden a crecer y ampliar se. Lo muest r a la confor m ació n crecien te en num er os as sociedade s de una dualida d central; incluidos y excluidos. VI.

QUINTA FALACIA: LA DESVALORIZACION DE LA POLITICA SOCIAL.

Un conocido Ministro de Economía de América Latina al ser pregu nt a d o sobre la política social en su país, contes to: “La única política social es la política económica”. Estaba reflejan do toda una actitud hacia la política social que ha tenido hond as consecu encias en el Continent e. Se ha tendido a verla como un com ple m en t o menor de otras políticas mayores como las que tienen que ver directa m e nt e con el desarrollo prod u ctivo, los equilibrio s monetarios, el crecimient o tecnológico, la privatización, etc. Le correspo n d er ía atenu ar los impactos transi tori os que las anteriores prod u cen en la sociedad. Debería atacar focalizad a m e n t e los desaju s t es sociales más irritables para reducirlos. En el fondo desde este razon a mi e nt o se la percibe como una “concesió n”a la política. Como la pobreza genera fuerte inquiet ud política, la política social haría el trabajo de “calmar los animos” y most r ar que se están haciendo cosas en ese frente, pero el corolario consecu en t e es: cuanto menos concesion es mejor. Los recur so s destin ado s a lo social deberían ser muy acotad os, y destinado s a fines muy específicos. Albert Hirschm a n llamo en una opor t uni da d a esta form a de abor da r el tem a: "políticas pobres para pob res". Da lugar a reducir lo social a metas muy estrechas, a constitui r una institucionalida d social debil en recursos, y perso nal, alejada de los altos niveles de decisión. Por otra parte, adem ás altam ent e vulner abl e. Frente a reducciones presu p u e s t a ri as, con muy escasa capacida d para defende r su situación, y nor mal m e n t e candi dat a preferi da para los recortes. Por otra parte esta vision supo ne en sí mism a un cuestion a mi en t o implícito de la

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legitimid ad de la política social. Es distraer recurs os de destinos más impor t an t es, por “presión política”. Reflejand o la situación, una minist ro de lo social muy experi me n t a d a de un país latinoa m ericano narro al respecto a un auditorio intern acion al: “No nos invitaban al gabinete donde se tom aba n las decisiones económicas más import a nt e s. Después de muchos esfuer zo s logramo s se nos invitara. Claro con voz pero sin voto”. Considerar a la política social en esto s términos: de una categoría inferior, concesión a la política, uso subopti mi z a nt e de recur sos, confor m a una falacia que esta afecta ndo seriam en t e a la region. En prim er ter mi no, ¿Cómo pued e relegarse a lo social en un contex to como el latinoa me rica no, dond e casi una de cada dos persona s están por debajo de la línea de la pobrez a, y expresa n a diario de mil modos su desco nt ent o y protest a por esa realidad? Atender lo social no es una concesión, es en una democr acia tratar de hacer respet ar derechos fund am e nt ale s de sus miem b ros. Lo que esta en juego es en el fond o como plant ea Naciones Unidas una cuestión de derecho s hu ma n o s violados. Como resalt a el Infor me de Desar rollo Humano 2000 del PNUD: “La erradicación de la pobreza constit uye una tarea impor t an t e de los derechos hum an o s en el siglo XXI. Un nivel decente de vida, nut rición suficien te, atencio n de salud, educación, trabajo decente y protecció n cont ra las calami da des no son simple m en t e metas del desarr ollo, son también derechos hu m an o s”. Las políticas sociales son esenciales para la población en la región, y estrat égicas para la estabilidad mism a del siste ma dem ocrático. Cuando se cons ulta a la població n ella no pide que se redu zca n, estreche n, o eliminen sino todo lo cont rario exige masiva me n t e que se refuercen, amplíen, y se incorpo ren nuevas políticas. En segun do lugar, es difícil sostener a inicios de este nuevo siglo que es una asign ación de recurso s de poca eficiencia. ¿Destinar recursos a asegurar s e de que todos los niños terminen la escuela primaria, a elevar la tasa de com plet a mi ent o de la secunda ria, a desarr ollar el sistem a de educación superio r, es ineficient e?. Las mediciones econom ét r icas dan result ados muy diferentes. La tasa de retor no en educació n es una de las mas altas posibles para una socieda d. Actualm e n t e. La competitividad de los países esta fuerte m en t e ligada al nivel de capacitació n de su población. Algunos de los países más exitosos del planeta en los mercad os inter nacionales están expor tan d o básicam en te product os como "higth tech" total m ent e basados en el capital educativo que han sabido desarr ollar. La absorción de nuevas tecnologías, la innovación local a partir de ellas, la investigación y desarr ollo, el progreso tecnológico depende n todos de los niveles de

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educació n alcanza d os. Los cálculos dem u es t r a n así entre otros casos que una de las inversione s más rentables macroecono m icam e nt e que pued e hacer un país, es invertir en la educación de niñas. Agregar años de escolarid ad a las ninas desfavorecidas, va a aument ar su capital educativo, y a través de el, reducir las tasas de embar a zo adolescente, de mort ali da d matern a, de mortalid ad infantil, de morbilidad. Todos ellas están correlaciona das estadística me n t e con los años de escolari dad de la mad re. ¿En las condiciones latinoa m ericana s extender la posibilidad de acceder a agua potable a toda la població n es una inversión deficient e?. El retor n o de hacerlo será cuantioso en términos de salud publica, lo que repercuti rá desde ya en la prod uctividad de la economía. En realidad toda la ter min ología utilizada esta equivocada, y nuevam en t e vemos un error semánt ico no casual. Así como existían quien es no querían oír hablar de la palabra pobreza, en la falacia que desvalori za la política social, se ha llevado a que toda la discusi ón al respecto se haga en términos de “gasto social”. En realidad, no hay tal gasto. Bien gerenciado s los recurso s para lo social constituyen en la gran mayoría de los casos inversiones de un alto retor no. Hoy es difícil discutir las evidencias de que la inversión social genera capital hum a no, y que el mismo se transfor m a en productivida d, progreso tecnológico, y es decisivo para la competitividad. En realidad la política social, bien diseñada y eficiente m en t e ejecut ada, es un poderos o instru m e n t o de desar rollo product ivo. Como lo sugiere Touraine (1997): “En vez de com pens a r los efectos de la lógica económica, la política social debe concebir se como condición indispe ns able del desarr ollo económico”. En tercer termi no se ha plant ea do la graveda d que tiene el tema de la desigual d ad en América Latina. Supera da la falacia que la niega o mini mi za, como se puede red ucir? Una de las vías funda m en t ales posibles en una democracia, es una agresiva política social que am plíe fuerte m en t e las oport u ni da d es para los pobres, en cam pos cruciales. Deberá estar integrada entre otras por políticas que universalicen posibilidade s de cont rol de factores de riesgo claves en salud en la region, como el agua, el alcantarillad o, la electricidad el acceso a cobert u r a de salud, que actúen sobre los factores que excluyen a parte de la población del sistem a educativo, que aseguren servicios públicos de buen a calidad para todos. La política social puede ser una llave para la acción contra la desigualda d, proveyendo una base míni ma de bienes y servicios indisp en s a bl es, y cont ribuyen do así a abrir las oport u ni da de s, y rom per círculos perversos.

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En lugar de una política social “cenicienta” como plantea la falacia, lo que América Latina necesit a es una nueva generación de políticas sociales con mayúscula. Ello implica dar prioridad efectiva a las metas sociales en el diseño de las políticas publicas, procurar articular estrecha m e n t e las políticas económicas y las sociales, montar una instit ucionalid ad social moder n a y eficiente, asignar recur so s apro piado s, form ar recurs os hum an os calificad os en lo social, fortalecer las capaci dades de gerencia social, y jerarqui za r en general esta arrea de actividad publica. La metáfor a que se escucha en toda la region describe bien la situación. Dice que la política social es actual m en t e la "asistencia pública" que recoge los muert os y heridos que deja la política económica. La falacia examinada cultiva y racionali za esta situación inaceptable. Se necesita una política social que potencie el capital hum a no base esencial de un desarr ollo econó mico soste nid o. Es un tema ético, político, y al mismo tiempo de lucidez histórica. Como lo anota Birdsall (1998): “es posible que las tasas de crecimiento de América Latina no pued an ser mas del 3 o el 4%, a distancia de las necesari as, en tanto no se cuente con la participació n y el aporte de la mitad de la población que esta com pr en di d a en los porcent ajes más bajos de ingresos”.

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VII:

SEXTA FALACIA: LA MANIQUEIZACION DEL ESTADO

En el pensa m ie nt o econó mico convencional circulante se ha hecho un esfuer zo siste m ático de vastas propo rciones para deslegitim ar la acción del Estado. Se ha asociado la idea de Estado con corrupción, con incap acidad para cumplir eficiente m en t e las funciones mas mínim as, con grande s burocracias, con despilfarr o de recurs os. La visión se apoya en graves defectos existente s en el funciona mi en t o de las admi nist raciones públicas en nume ros os países de América Latina, pero fue mucho más allá de ello, y "maniquei zó" al Estado en su conjunt o. Proyectó la imagen de que toda acción llevada en el terreno publico seria negativa para la socieda d, y en cambio la redu cción al mínimo de las políticas públicas, y la entrega de sus funciones al mercad o la llevaría a un reino de la eficiencia y a la solución de los principales problem as econó mico sociales existent es. Adem ás creo la concepción de que existía una oposición de fond o entre Estado y sociedad civil, y había que elegir entre ambos. Como en otros cam pos, hoy es posible mante ner una discusió n sobre el tema más allá de ideologías. El instr u m e n t al metodológico de las ciencias sociales actuales, aporta evidencias muy concret as que permit en establecer como funcion a la realidad. La vision del Estado como solucion ad o r de todos los problem as “el Estado ominipot en te”, dem os t r ó ser errada. El Estado solo no puede hacer el desar rollo, y en América Latina la acción estat al ha present a d o agudos problem a s de burocr ati zación, ineficiencia, y corr upción. Sin embargo, el proceso de eliminació n de nu mer os as funciones del Estado, de reducción a niveles míni mo s en muchos casos de sus capacida des de acción, como sucedió con frecue ncia en las áreas sociales, el debilitamien to en general del rol de las políticas publicas, y la entrega de sus funciones al mercado, no llevo al reino ideal supuest o. Los problem as estruct ur ales de las socieda de s latinoa m ericana s y de otras del mundo en desar rollo siguieron agudi zán do s e, la corru pción acom pa ño también con frecuencia a los proceso s de privatizació n. Se identificó como una ley opera nte que siem p re que hay un corrupt o en el Estado hay a su vez un corrup t or en el sector privado es decir que el tema excede a cualquier simplificación. El funcion am ie n t o sin regulació n del mercado llevó a profun di zacione s de las brechas particular m e n t e de las de inequida d. Se dio una marcada tendencia bajo las nuevas reglas de juego a la consti tución de monop olios que significaron en la practica la imposición de cargas muy pesada s a los consu mi do r es, y a las pequeñas y medianas empres as, ahogand o a estas últim as. Pareciera que las dos polari zacione s han conducido a callejones sin salida. El Estado solo no puede resolver los problem a s, pero su

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mini mi zación los agrava. Esa es la conclusión, entre muchas otras voces del Banco Mundial a fines de esta década. En su infor m e especial dedicado al rol del Estado (1998) resalt a como una idea central que sin un Estado eficiente el desar rollo no es viable, y propone una serie de directrices orien ta das a “reconst r u i r la capacidad de acción del Estado”. Por su parte autores como Stiglitz y otros han llamado la atencion sobre “las fallas del mercado”, su tende ncia a generar desigualda des, y a la cartelización para maxi mi zar ganan cias, y sus desvíos especulativos cuand o no hay eficientes cont roles regulatori os, como se da en Estado s tan debilitado s por las refor m as de las últim as década s como los de la región. Cáustica m en t e afirm a una autori da d mundial en cómo gerenciar con eficiencia Henry Mintzberg, (1996), respect o a la concepción de que se podía prescindir del Estado y la vision de que todo lo que se hace en el Estado es ineficiente y en el sector privad o eficiente que: "el modelo represen t a el gran experi men t o de los econom is ta s que nunca han tenido que gerenciar nada". Hoy hay un activo retorno hacia la búsque da de una vision más equilibrad a en el debate inter nacio nal de punt a sobre el tema del desarr ollo y el rol del Estado. Imposible desconocer la import anci a de las políticas publica en un contexto histórico donde la segun da econom ía del mu nd o Japón, esta poniend o en marcha una tras otras sucesivas iniciativas de intervención activa del Estado para dinami za r la economí a, la más recient e (octubre 2000) inyectand o 100.000 millones de dólares a tal efecto. Amartya Sen (1998), resalta especialm ent e el papel decisivo que ha jugado la política pública en el campo social, en algunas de las economí as de mejor desem pe ñ o de largo plazo del mundo. Subraya: “De hecho muchos países de Europa Occident al han logrado asegur ar una amplia cobert ur a de seguri da d social con la prestación de atencion en salu d y educación publica de manera s hasta entonces desconoci das en el mund o; Japón y la región del Este de Asia han tenido un alto grado de liderazgo guber na m e n t al en la transfor m ación, tanto de sus economí as como de sus socieda de s; el papel de la educación y atencion en salud publica ha sido el eje funda m e n t al para contri bui r al cambio social y económico en el mun do entero (y en form a bastant e espectacular en el Este y Sudeste Asiáticos)”. Un área total men t e decisiva para la economía y la socieda d es la de la salu d. Toda sociedad democr ática tiene la obligación de garanti zar el derecho a la atencion en salud a sus miem bro s, es el derecho más básico. Asimis m o mejorar los niveles de salud de la población tiene todo orden de impact os favorables sobre la econo mía, entre muchos otros aspectos en redu cción de horas de trabajo perdi d as por enfer m ed a d, aumen t o de la prod uctividad laboral, descenso de costos ligados a enferm e da de s, etc. El recient e infor m e sobre la salu d mundi al 2000 de la Organización Mundial de la Salud (OMS 2000) establece el primer ranking de los países

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del mun d o segú n el desem pe ñ o de sus sistem a s de salud. Entre otros constr u ye un índice muy significativo para esas mediciones: los años pro me dio que una persona vive con buena salud, sin enfer me d ad e s. A la cabeza de la tabla se hallan países como Japón 74.5 años, Suecia 73, Canadá 72, Noruega 71.7. En todos esos países el Estado tiene una participació n funda m e n t al habiendo const r ui do una am plísi ma red de protecció n. En Japón el gasto público es el 8O.2% del gasto total en salu d, en Suecia el 78%, en Noruega el 82%, en Canadá el 72%. El gasto público per capita en salud sobrepa sa en todos ellos los 1300 dólares anuales. El contr as te con la actu al situación en diversos países latinoa m erican o s es muy marcado. El gasto público per capita en salud es en Brasil 208 dólares, en México 172, en Perú 98. Los años de vida salu dable prom edio solo llega en Brasil a 59. Dicho país es una de las mayores potencias indust ri ales del mund o. En cambio, cuando se lo busca en las tablas de desem p eñ o de los sistem as de salud de la OMS figura en el lugar nume ro 125. El carácter crucial de la acción estatal en cam pos claves como salu d y educación, desde ya de una acción bien gerenciada y tran sp a r e nt e, surge con toda fuerza de una investigación reciente ( Financial Times 2000) que mues t ra que sucede cuando se fija como política arancelar los servicios en áreas de población pobre bajo la idea de “comp arti r costo s”y de “financia mient o comuni tari o”, reduciend o así las respo n sa bilidad e s del Estado. En Tanza nia, siguiendo condicionalid ad e s del Banco Mundial, se introduj er on aranceles en educació n prim ari a. El resultado según indica la Iglesia Evangélica Luteran a de Tanza nia fue una inmediat o descenso en la asistencia a la escuela, y los ingresos totales de las mism as fueron la mitad de los previsto s. En Zimbawe la condicionalid ad se centro en que debían cobrar aranceles en los servicios de salud, pero que los pobres estarían except u a d os de ello. Una evaluación del mism o Banco Mundial concluyó, que sólo 20% de los pobres pudieron conseguir los permisos de exención necesarios. En Ghana, al imponer aranceles en la escuela 77% de los niños de la calle de Accra, que asistían a las escuelas las abando na r o n. La falacia de la mani quei zación del Estado lleva a consecuencias muy concreta, al deslegiti mar su acción deja abierto el terreno para su debilitamient o indiscrimi na do, y la desap a rición paulatina de políticas publicas firmes en cam pos cruciales como los sociales. Causa así daño s irrepar ables a vastos sectores de familias, aume nt a la pobreza y la desigu alda d, y limita las posibilidades de un crecimiento sosteni do. Los dato s de la realidad sugieren que hay otro camino. En algunos de los países más exitoso s económica y social ment e del mundo uno de los pilares de sus econo mía s es un Estado activo de alta eficiencia. Una de sus características centrales, cont radice uno de los ejes de la falacia. Es un Estado coordinad o estrecha m e n t e con la socieda d civil. La falsa

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oposición Estado - Sociedad Civil que preconiza la falacia como un hecho, es desm en ti d a en ellos. Los lazos de cooperación son multiplisim os, y surge una acción integra da. También en América Latina misma alguna s de las socied ad es con mejores cifras de equidad, menor pobreza, y mejores tasas de desar rollo hum a no tuvieron como base de esos logros a Estado s bien organiza do s, con burocracias consider ad a s eficientes, como Costa Rica, Uruguay, y el Chile democrático. Es impre scin dible refor m ar y mejorar la eficiencia estat al y erradicar la corrupción. Pero para ello es necesario avanzar en otra dirección total me nt e distinta a la de la falacia. No sataniz ar al Estado, sino ir const r uyen d o admi nist r aci ones publicas descent r ali zad a s, trans p ar e nt es, abiert as a la participación comu nit aria, bien gerenciad as, con carreras admi nis tr a tivas estables fundada s en el mérito. VII.

SEPTIMA FALACIA: LA INCREDULIDAD SOBRE POSIBILIDADES DE APORTE DE LA SOCIEDAD CIVIL.

LAS

El pens am ie n t o econó mico circulante envía a veces explícitam e nt e y con frecuen ci a implícitam e n t e un profun do mensaj e de desvalori zació n del posible rol que puede jugar la sociedad civil en los procesos de desarr ollo y en la resol ución de los problem a s sociales. Su énfasis esta totalm en t e volcado en el mercado, la fuerza de los incentivos económicos, la gerencia de negocios, la maxi mi zación de utilidade s como mot or del desarr ollo, las señales que pueden atraer o alejar al mercado. El mu nd o de la sociedad civil es percibido como un mundo secunda rio, de segun d a línea respecto a lo que sucede en el “mundo impor t an t e” confor m a d o por los mercados. De ese enfoque van a surgir políticas públicas de apoyo muy limitado, casi “simbólico” y por “cortesía” a las organizacio ne s de la sociedad civil, y una desconfianz a fuerte a deposi tar en ellas respo n sa bili dade s real ment e relevant es. La falacia razon a en términos de una dualidad básica; Estado versu s mercado. En los hecho s la situación es mucho más mati zad a. Existe un sinn ú m e r o de organi zaciones que no son ni lo uno, ni lo otro. Fueron creadas con finalidades distintas, los actores sociales que se hallan tras ellas son otros, y las meto dológicas que utilizan no son de Estado ni de mercado. Este mund o compre nd e entre otras: las organizacio ne s no guber nam e n t al es en continuo crecimient o en América Latina que han sido deno mi n a da s con frecuencia el tercer sector y que realizan múlti ples aport es en el cam po social, los espacios de interés publico que son form ulas especiales muy utilizada s en los países desarr ollados en dond e numer os as Universidades, y hospitales han sido fun da do s por ellos, se trata de empren di mi ent o s de largo plazo anim ad o s por nu m ero so s actores públicos y privados, modelo s económicos que no son de mercad o típicos como las cooper at ivas que tienen alta presencia en diverso s camp os, y el am plísi mo movimient o de

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lucha contra la pobre za desar rollad o en toda la región por las organizacio ne s religiosas, cristianas, protest a n t es, y judías que esta en primera línea de la acción social. La realidad no es solo Estado y mercad o como preten de la falacia. Incluso algunas de los modelos de organizació n y gestión social y general más efectivos de nuestr o tiempo fueron desar rollado s en esta vasta área diferente de ambos. Todas estas organizacione s tienen un gran peso y una fuert e participació n en la acción social en el mundo desarrollado. Recauda n recu rsos consi dera bles, se les delegan funciones crecientes por parte del Estado, están interrelaciona das con la acción publica de múltiples modos Están basad a s fuerte m e nt e en trabajo volunt ari o. Movilizan miles y miles de perso n a s que dedican ano mi na m e n t e consider able s horas a llevar adelant e sus progra m a s. Hacen aportes consider ables al produc to bruto nacion al con trabajo no rem un e r ad o en países como Canadá, Holand a, Suecia, Noruega, Dinam ar ca, España, Israel y otros. Así en Israel que figura entre los prim er os del mun do en esta materia, una de cuatro perso n as hace trabajos volun tarios semanal m e nt e, producie ndo bienes y servicios de caráct er social, constit uyen do parte del personal param é dico en los hospit ales, ayudan do a personas discapacitada s, a ancianos, familias desfavorecid as, y otros sectores con dificultades. También ha aumen t a d o en el mun do desarr oll ado la participación empres ari al en el apoyo a la acción social de la sociedad civil. Las contribuciones e iniciativas emp resa rias de solidari da d se han increme nt a d o, y la asunción de su respons a bilid ad social ha pasado a form ar parte crecient e de legitimida d mism a de la empresa. La aseveración de hace años de Milton Friedm an el guru de la Escuela de Chicago, de que la única respon s abilidad de la em pres a privada es producir utilidade s a sus accionist as ha sido refuta da const ant e m e nt e por empres arios pro mi n en t es, y es hoy rechaza da masivam en t e por la opinión publica de los países desarr ollado s. En América Latina la situación tiend e a ser muy diferent e. Existe un inmen so potencial de trabajo volunt ario que de ser adecuad a m e n t e convocad o y de crearse condiciones propicias podría cum plir roles de gran significación. Esforzad a m e n t e sectores de la sociedad civil están trata n d o de movilizarlo y surgen per m an en t e m e n t e multiples iniciativas. Pero todo ello es a pesar de las desconfian za s y la incredulida d que surge del razo n a mi e nt o desvalori zad or, que aliment a a su vez gruesos errores en las políticas. No hay así entre otros aspect os apoyos públicos firmes a las iniciativas de la socieda d civil de acción social, y los incentivos fiscales son muy reduci dos. Asimis m o, el movimiento de respon s abilidad social empres arial es debil y los aportes muy reducidos com pa ra tivam e n t e. La proporció n de las ganancias empresa rias dedicadas a fines de interés público es mucho menor a la de los países avan za do s. Es notable el trabajo que aun con todas estas limitaciones

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llevan adelan te nume ros a s organi zaciones, entre ellas las de fe antes menciona d a s, para lograr ayudar a las dificultades de supervivencia de extendi do s sector es de la población En el fondo lo que el pensa mi en t o económico convencional esta hacien do a través de su desvalorización de las posibilidades de la socieda d civil, es cerrar el paso a la entrad a mis ma del concept o de capital social. Múltiples investigacione s de los años recient es desde los primeros estudio s de Putna m y Colem an, hasta los efectua dos en diversas realidades nacionales de todo el planet a, dem ues t r a n que hay factores cruciales para el desarr ollo que no tenían lugar en el pensa m ie nt o económ ico orto doxo como los agrupad os en la idea de “capital social”. Tales: el clima de confian za entre las persona s de una socieda d y hacia sus instituciones y lideres, el grado de asociatividad, es decir, la capacida d de crear esfuer z os asociativos de todo tipo, y el nivel de conciencia cívica, la actit ud hacia los problem a s colectivos desde cuidar el aseo en los lugares públicos hast a pagar los impuest o s. Estu dios del Banco Mundial atribuye n al capital social y el capital hu ma n o dos terceras parte del crecimien t o económico de los países, y diversas investigacion es dan cuent a de los significativos impact os del capital social sobre la perfor m a nc e macroeconó m ica, la productivida d microeco nó m ica, la gober nabilidad democr ática, la salud publica, y otras dimen sion e s (1). Desarrollar el capital social significa fortalecer la sociedad civil a través de políticas que mejoren la confianza, que según dicen los mism o s estudio s, en socied ad es polarizad as es muy fuerte m e nt e erosionada por la desigualda d También implica propiciar el crecimiento de la asociatividad, y cont ribuir a hacer madur a r la conciencia cívica. El razo n a m i en t o económ ico convencional ha estado aferr ado a ideas muy estrechas sobre los factores que cuent an, que no consider a n esto s elemen t o s, o que los relegan. Tras la falacia de la incredulidad sobre la socieda d civil, se halla un rechazo más amplio a la idea de que hay otros capitales a tener en cuent a, como el social. Un cerrado "reduccioni s m o economicista" obstr u ye el paso a ampliar la vision del desarr ollo con su incorpo ración y a extraer las consecuen cias consiguiente s en tér mi no s de políticas de apoyo al fortaleci mient o y potenciación de las capacida d es latentes en la socieda d civil.

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IX.

OCTAVA FALACIA: LA PARTICIPACION; SI, PERO NO.

La participació n de la com u ni da d en for ma cada vez más activa en la gestión de los asunt os públicos surge en esta época como una exigencia crecien te de las grande s mayorías de la sociedad en América Latina y otras regiones. Los avances de la dem ocrati z aci ón product o de largas luchas histó ricas de los pueblos han creado condiciones de libre organizació n y expresión, que han dispar ad o esta “sed” por participació n. Por otra parte existe hoy una convalidación mun dial crecient e de la superiori dad en tér mi nos de efectividad de la participació n com u nit aria, sobre las forma s organi zativas tradicionales de corte vertical, o burocrático. En el cam po social ello es muy visible. Los progra m a s sociales hacen mejor uso de los recursos, logran mejor sus metas, y crean autosu s t e nt ab ilida d si las com uni da de s pobres a las que se desea favorecer participa n desde el inicio y a lo largo de todo su desarr ollo y com par t en la planificació n, la gestión, el control y la evaluación. Señala al respecto Stern, el economi st a jefe del Banco Mundial resumie n d o múltiples est udios de la instit ución (2000): “ A lo largo del mu n do, la participación funciona: las escuelas operan mejor si los padres particip an, los program a s de irrigación son mejores si los campe si no s participan, el crédito trabaja mejor si los solicitantes participa n. Las refor m as a nivel de los países son mucho más efectivas si son generad as en el país y manejada s por el país. La participación es practica y podero s a”. (2) Dos recientes trabajos: "Superan d o la pobre za huma na" del PNUD (2000) y “The voices of the poor” del Banco Mundial (2000), basado en una gigantesca encuest a a 60000 pobres de 60 países, llegan a similar conclu sión en término s de políticas: es necesario dar priorida d a invertir en fortalecer las organizacion es de los propios pobres. Ellos carecen de “voz y voto “ real en la socieda d. Fortalecer sus organi zaciones, los permitier a participar en form a mucho más activa y recupera r terreno en ambas dimensio n es. Se propone entre otros aspectos: facilitar su constit ución, apoyarlas, dar posibilidades de capacitación a sus lideres, fortalecer sus capacidade s de gestión. En América Latina el discur so político ha tendido a reconocer crecient em e n t e a la particip ación. Seria claram en t e antipop ul ar enfrent a r la presió n propar ticipación tan fuerte en la sociedad, y con argu me nt os tan contu nd e nt es a su favor. Sin embargo, los avances reales en cuant o a la impleme n t a r o n efectiva de progra m a s con altos niveles de participación com unit aria son muy reduci dos. Siguen pred o m in a n do los program a s “llave en mano”, y impuest o s verticalm ent e, don de los decisor es o disenado re s, son los que saben y la com u ni dad desfavorecida debe acatar sus directivas, y ser sujet o pasivo

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de los mism os. También son usuales los progra m a s en donde se hacen fuertes apelativo s a que se trat a de progra m a s participativos, cuando en realidad hay un mínimo conteni do real de intervención de la com uni da d en la toma de decisiones. El discur so dice si a la participación en la región, pero los hechos con frecuencia dicen no. Los costos de esta falacia son muy fuertes. Por un lado se están desecha nd o enorm e s energías latent es en las comuni dad es pobres. Cuan do se les moviliza como sucedió en experiencias latinoam e ricanas mundi al m en t e reconocida s como Villa el Salvador en el Perú, las escuelas Educo en el Salvador, o el presup u e s t o municipal participativo en Porto Alegre (3), los resulta dos son sorpre nd e n t es. La com uni da d multiplica los recurso s escasos, sum an d o a ellos incont ables horas de trabajo, y es generad o r a de contin uas iniciativas innovativas. Asimis mo la presencia de la comu nida d es uno de los pocos medios probados que previen e efectivam en t e la corr upción. El contr ol social de la mism a sobre la gestión es una gran garantía al respect o que se pierde al impedir la participació n. Por otra parte el divorcio entre el discur s o y la realidad es claram en t e percibido por los pobres, y lo resient en con descont en t o y frust r ació n. Se limitan así las posibilidade s de program a s donde se ofrezca participació n genuina porque las com uni dad es están “quema d a s”al resp ect o por las falsas prome sa s. El si pero no, esta basado en resistencias profund a s a que en definitiva real men t e las comunida de s pobres participen, que se disfra za n ante su ilegitimid ad concept ual, política, y ética. Ha llegado la hora en la región de ponerlas a foco y enfrent ar las. X.

NOVENA FALACIA: LA ELUSION ETICA

El análisis económ ico convencional sobre los problem a s de América Latina escabulle nor m al me n t e la discusión sobre las implicancias éticas de los diferen tes cursos de acción posibles. Pareciera que se esta trat an d o un tema técnico mas, de carácter neut ro, donde solo deben pred o m i n a r razona m i en t o s costo - beneficio para resolverlo. La situación es muy disti nta. El tema tiene que ver con la vida de la gente y las consider aciones éticas deberían estar por ende absoluta m e nt e presen te s. De lo contrario se esta cayendo en el gran riesgo sobre el que previene uno de las mayores filósofos de nues tr a época, Charles Taylor. Taylor (1992) dice que hay una acusada tendencia a que la racionalida d técnica, la discu sión sobre los medios, reem pl ace a la discusión sobre los fines. La tecnología es un medio para lograr fines, que a su vez deben ser objeto de otro orden de discusió n. Si la discusión sobre los fines desapa rece como puede estar sucedien do previene Taylor, y la racio nalidad tecnológica predo mi na sobre la racionalida d ética, los resul tad o s pueden ser muy regresivos para la sociedad. En la mis ma

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dirección señaló recient em e n t e otro destacado pens ador Vaclav Havel, President e de la República Checa (2000) “es necesari o reestr uct u r a r el sistem a de valores en que nuest r a civilización descans a”, y advirtió que los países ricos los “euroa m ericano s” los llamo, deben examinar su conciencia. Ello dijo han impuest o las orientaciones actuales de la civilización global y son respo n sa bles por sus consecuenci as. Estas voces promi ne n t e s sugieren un debate a fondo sobre los temas éticos del desar rollo. El llamado tiene raíces en realidades intolerables. La ONU (2000)llama la atencion sobre la imprescin dibilidad de un debate de este orden en un mun do donde perecen a diario 30.000 niño s por causas evitables imp ut ab les a la pobrez a. Dice que se reaccion a indigna m e nt e y ello es correcto frente a un solo caso de tort ura pero se pasa por alto a diario esta aniq uilación en gran escala. El Fondo de Población Mundial (2000) resalta que mueren anual m e nt e 500.000 mad res duran t e el embara zo, muer tes también en su inmensa mayoría evitables y ligadas a falta de atencion médica. 99% de ellas, se produce n en los llamad o s países en desar rollo. En América Latina, resulta imprescindible debatir entre otros temas como: ¿Qué pasa con las consecuencias éticas de las políticas? ¿Cuál es la eticidad de los medios empleados, si es eticam ent e licito sacrificar generaciones? ¿Por qué los más débiles como los niños, y los ancian os son los más afectados por las políticas aplicadas en mucho s países, la dest r ucción de familias que está generan do la pobre za? y otras cuestion es similares. Es una región donde como se ha visto la mayoría de los niños son pobres, donde miles y miles de niños viven en las calles marginad o s por la sociedad, y don de mien tr as la tasa de mort alidad de niño s menor es de cinco años era en 1997 en Canadá de 6.9 cada 1000,llegaba en Bolivia a 82.8, en Ecuador a 57.7, en Brasil a 45.9, en México a 36.4 (Organización Paname ricana de la Salud 2000. En América Latina,. el 17% de los partos se pro du ce n sin asistencia medica de ningú n tipo con los consiguientes efectos en tér mi nos de mortalidad mater na que es cinco veces mayor a la de los países desarrollados, y sólo se hallan cubiert os previsional m e nt e el 25% de las person as de edad mayor. Surgen de todo ello problem as éticos básicos: que es mas impor t an t e? ¿Cómo asignar recur so s? ¿No deberían reestu di ar se las prioridade s? ¿No hay políticas que deberían descart a r se por su efecto “letal” en térmi no s sociales? Cuan do se denu nci a la debilidad de la falacia que elude la discusión ética, ella toma con frecuencia el rostro del “pragm atis m o”. Arguye, es imposible discutir de ética, cuando no hay recurso s . Sin embargo, mas que nunca cuan d o los recur sos son escasos debería debatirse a fondo sobre las priorida des. En los países en que ese debate se libra los

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resul tad o s suelen ser muy distint os en términos de priorida des y de resul tad o s sociales, a aquellos en donde se elude. Cuanto mas recurso s existan mejo r, y se debe hacer todo lo posible para aume nt ar los, pero pued e haber mas y seguir asignados bajo los patrones de alta inequi da d propio s de América Latina. La discusión sobre las prioridade s finales es la única que garan ti za un uso social ment e racional de los recurs os. La Comisión Latinoam ericana y del Caribe presidida por Patricio Aylwin (1995) realizó un análisis sistem ático para la Cum bre social mundial de Copen hag u e sobre que recur sos hacían falta para solvent ar las brechas sociales más impor t an t es de la region. Concluyo que no son tan cuantios o s como se supo ne imaginari am e n te, y que una parte impor t an t e de ellos pueden obtener se reordena n d o priorida des, fortaleciendo una sistem a fiscal progresivo y eficiente, y generan do pacto s sociales para aum ent a r los recursos para áreas criticas. En un articulo cercan o en el New York Times plant ea un reno m b r a d o filosofo Peter Singer (1999) que no es posible que los estrat os prós p eros de las sociedad es ricas se libren de la carga de conciencia que significa la convivencia con realidades masivas de abyecta pobreza y sufri mient o en el mun do, y que deben encarar de frent e su situación moral. Su sugerencia es total me nt e extensiva a los estrat os similares de América Latina.

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XI:

DECIMA FALACIA: NO HAY OTRA ALTERNATIVA

Una argum e nt ación preferid a en el discur so económico ortodoxo es la alegación de que las medi das que se adopt a n son las únicas posibles. No habría otro curso de acción alter na tivo. Por tanto los graves problem a s sociales que crean son inevitables. La larga experiencia del siglo XX es plena en fracasos históricos de modelos de pensa mi en t o que se autop res e nt a r o n como el “pensa m ien t o único”. Parece dem asi ado com plejo el desarr ollo, como para poder pensar que solo hay una sola vía. Por otra parte en diferent es regiones del globo los hechos no han favorecido al “pensa mi ent o único”. Resu mien do la situación dice William Pfaff (Intern acio nal Herald Tribune 2000): “ El consenso intelectual sobre las políticas econó micas globales se ha roto”. En la mism a dirección reflejand o la necesidad de buscar nuevas vías opina Felix Rohatyn (Financial Times 2000) actual Embajado r de USA en Francia: “Para soste ner los beneficios (del actual sistem a económico) en EE.UU. y globalme nt e tene m os que convertir a los perdedor es en ganadores. Si no lo hacem os, probablem e nt e todo s noso tr os nos convertirem o s también en perded o r es”. Amartya Sen (2000) a su vez destaca: “Ha habido dem os t r acion es recientem en t e no solo frente a las reuniones financieras intern acio nales sino también en forma de protest a s menos organiza da s, pero inten sa s en diferent es capitales, desde Jakart a y Bangkok hasta a Abidjan y México. Las dudas acerca de las relaciones económicas globales continúa n viniendo de diferent es confines del planet a, y hay suficien te razón para ver estas dudas acerca de la globalización como un fenóm e n o global, son dudas globales no una oposición localizada”. El clamor por cambios en las reglas de juego globales que afectan duram en t e a los países en desar rollo es muy intenso. Compren de una agen da muy am plia desde temas por los que ha clamado el Papa Juan Pablo II ponién d os e a la cabeza de un vasto movimiento mundi al que exige la condo n ación de la deuda extern a para los países más pobres, pasan d o por el reclamo por las fuertes barreras a los produc to s de los países en desar rollo, hasta el tem a muy directo de que la ayuda intern acio nal al desarr ollo ha bajad o (de 50000 a 60000 millones de dólares en los noven t a) y está en su pu nt o menor en muchas décadas. El President e del Banco Mundial Wolfensoh n (2000) ha calificado a este hecho como “un crimen”. Ha dest aca do o que es “ceguera de los países ricos que desti na n su mas insignificantes a la ayuda al desarr ollo, no se dan cuen ta de lo que esá en juego”. Planteand o la necesidad de una política global alter na tiva señala el PNUD (2000): Que se debe “formular una nueva generación de progra m a s centra dos en hacer que el crecimien to sea mas propicio a los pobres, este orient a do a supera r la desigu alda d y dest aque la potenciació n de los pobres. Las recetas anticuad a s de complem e nt ació n del crecimient o rápido con el gasto

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social y redes de seguri da d han demo st r a d o ser insuficient es” El economi s ta jefe del Banco Mundial Stern (2000) también sugiere: "el crecimien to econó mico es mayor en países donde la distancia entre ricos y pobres es más peq ue ña y el gobierno tiene program a s para mejorar la equidad, con reform a s agrarias, impuest o s progresivos, y buen siste m a de educación pública”. Todos ellos van más allá del pensa m ie nt o único. En este ambien te la falacia de “que no hay otra alter na tiva” resul ta cada vez más insost enible en la América Latina actual. Por una parte a nivel intern acion al como se advierte empieza a haber una cada vez mas activa búsqu e da de alter na tivas diferen t es. Por otro lado, hay en el escenario histó rico present e países que han obtenido dese m pe ño s altam ent e exitosos en lo econó mico y lo social siguiendo vías distintas al pensa m ie nt o económico ortod oxo preconi za do en la región como entre ellos: Canadá, varios países del sudest e asiático como Corea del Sur, Japó n, los países nórdicos: Noruega, Suecia, Dinam arca, Finlandia, Israel, Holand a, y otros. Pero el argu me nt o funda m e nt al es la realidad mism a. el pensa m ien t o único ha producido result ados muy dudosos en América Latina. La CEPAL (2000), describe así la situación social presente: "Hacia fines de los noventa las encuest as de opinión muest r a n que porcent ajes crecient es de la población declaran sentirse someti das a condiciones de riesgo, insegurida d e indefensión. Ello encuent r a sustent o en la evolució n del mercado de trab ajo, el repliegue de la acción del Estado, las nuevas formas instit ucionales para el acceso a los servicios sociales, el deterioro experi me nt a d o por las expresiones tradicionales de organizació n social, y las dificult ades de la micro y pequeña empres a para lograr un funciona mi ent o que las proyecte económica y socialm ent e." Reflejando el desen ca n t o con las políticas aplicada s en mucho s casos, una encues ta masiva el Latín Barómetr o 2000, encuent r a según describe Mulligan (Financial times 2000) resu mien d o sus resul tad o s que “los latinoa m erican os están perdiendo la fe el uno en el otro, así como en sus sistem as políticos y en los beneficios de la privatización”. Respecto a este ultimo punt o la encuest a inform a que el 57% no esta de acuerdo con el argume nt o de que la privatización ha beneficiado a su país. “Para mucha gente, dice Marta Lagos directora de la encues t a, la privati zación significa costos mas altos, y virtual me n t e el mism o nivel de servicios”. La población Latinoam ericana no acepta la falacia de que no hay otras alter na tivas que estas que conducen necesaria me n t e a altísimos costos sociales y al desencan t o. Aparece en su imaginario con fuerza crecient e que es posible como lo han hecho otros países en el mundo avan zar con las singulari da d es de cada país, y respeta n d o sus realidades nacionales hacia modelos de desarr ollo con equidad, desarrollo com pa rt id o, o desar rollo integrado, donde se busca arm oni za r las metas económicas y sociales. Ello implica configurar proyectos nacionales que

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imp ul sen entre otros: la integració n regional que puede ser un poder oso instru m e n t o para el fortalecimient o económico de la región y su reinserció n adecuada en el sistem a econó mico global, el impulso vigoroso a la peq ueñ a y mediana empr esa, la democr ati zación del acceso al crédito, el acceso a la propieda d de la tierra para los campe si no s, una refor m a fiscal orient ada hacia una imposición más equitativa y la eliminació n de la evasión, la puest a al alcance de toda la población de la tecnología infor m áti ca, la universali zar on de la cobert ur a en salud, la generalizació n de posibilidades de acceso a educación preescolar, y de finalización de los ciclos pri mario y secun d ar io. el desarr ollo del sistem a de educaro n superior, el apoyo a la investigación científica y tecnológica, el acceso de toda la población a agua potable, alcanta rillado y electricidad, la apert ur a de espacios que per mita n la participación masiva en la cultur a. El marchar en dirección a metas de esta índole requerirá entre otros aspectos reconst r ui r la capacidad de acción del Estado constr u ye nd o un perfil de Estado descent r ali zad o, trans pa r e nt e, respon s ab le, con un servicio civil profesionali zado, potenciar las posibilidade s de aport e de la sociedad civil abriendo todas las vías posibles para favorecer su fortalecimient o, articular una estrech a cooperació n de esfuer zo s entre Estado y sociedad civil, desar rollar la respon s abilidad social del empr esar iado, practicar políticas activas proe m p o d er a m i en t o y participación de las comuni da de s desfavoreci das. Todo s ellos puede n ser medio s formidables en una sociedad dem ocrática, para movilizar las enor me s capacida de s de const r ucción y progreso laten tes en los pueblos de América Latina. XII.

UNA MIRADA DE CONJUNTO

Hemos visto como la existencia de falacias de extensa circulación que present a n una vision disto rsiona d a de los problem as sociales de América Latina y de sus causas, y llevan a graves errores en las políticas adopt ad a s, es parte mis ma de los retrocesos y de la dificultad por mejorar la situ ación. No ayudan a superar la pobrez a y la desigual da d, y por el cont rario con frecuencia las refuer za n estr uct ur al m e nt e visiones como: negar la gravedad de la pobrez a, no considera r la irrever siblidad de los dañ os que causa, argum en t a r que el crecimient o económico sólo solucion ar á los problem as, descon ocer la trascen dencia del peso regresivo de la desigualda d, desvalori za r la función de las políticas sociales, descalificar totalm ent e a la acción del Estado, desesti m ar el rol de la sociedad civil y del capital social, bloquear la utilización de la participació n comuni ta ria, eludir las discusione s éticas, y present ar el modelo reduccionis ta que se propone con sus falacias implícitas, como la única alter na tiva posible.

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Estas visiones no son la causa única de los problem as, que tienen profu n d a s raíces inter na s y externas, pero oscurecen la búsqued a de las causas, y preten d en legitimar algunas de ellas. Buscar caminos diferen t es exige enfrenta r y super ar estas y otras falacias semeja nt es. Ello aparece en primer lugar como una exigencia ética. En el texto bíblico la voz divina reclama “No te desentien da s de la sangre de tu prójim o” ( Levítico 19:16), Las socieda de s latinoam e rica nas y cada uno de sus miem b ro s no puede n ser indiferent es frente a los infinitos dram as familiares e individuales que a diario surgen de la problem á tica social de la región. Asimis m o deben ser muy autocríticas con las racio naliz aciones de la situación y los autoen ga ños tranquilizado re s. Al mism o tiem po atacar fron tal m e nt e las causas de la pobreza, no dando lugar a las negacion es y tergiversacion es, es trabajar por restit uir ciudad a ní a a gran parte de los habitant es de la región cuyos derechos huma n o s element ales están de hecho conculcados por las carencias sociales. Por ultim o, frente a las falacias permít ase nos elevar la voz de un gran escritor latinoa m erican o. Carlos Fuentes escribió (1995): “Algo se ha agotad o en América Latina, los pretextos para justificar la pobreza”.

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NOTAS (1) Se puede encontr ar la present ación de una serie de investigaciones recientes sobre el capital social y sus impactos en Bernardo Kliksberg “El capital social y la cultura. Claves olvidadas del desarr ollo”, Instit u t o de Integración Latinoam ericana, INTAL/BID, Buenos Aires, 2000. (2) Se refieren diversos datos e investigaciones sobre la superiori dad gerencial de la participación en Bernardo Kliksberg “Seis tesis no convencionales sobre particip ación en "Instit uciones y Desarr ollo", revista del Instituto Internacion al de Gobernabilidad, No. 2, diciem br e 1998, Barcelon a, España. (3) El caso de Villa El Salvador es analizado en detalle por Carlos Franco en su trabaj o “La experiencia de Villa El Salvador: del arenal a un modelo social de avanza d a”, incluid o en la obra Bernar do Kliksberg “Pobreza, un tema impo st ergable. Nuevas respues t a s a nivel mu n dial”, Fondo de Cultur a Econó mica, Buenos Aires, Caracas, cuart a edición 1997. Sobre el caso del presup u es t o municipal participativo en Porto Alegre puede verse: Zander Navarro “La democraci a afirm ativa y el desarrollo redist ri bu tivo: el caso del presup u es t o particip ativo en Porto Alegre, Brasil”. Incluido en Edmundo Jarqui n, y Andrés Caldera (comp.), "Progra m as sociales, pobreza y participació n ciudad a na", BID, Washingt on, 2000.

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