DIOS EN LA CASA DE LAS CIENCIAS. Discurso de la Ministra Federal de Educación y Ciencias, Prof. Dr. Annette Schavan

DIOS EN LA CASA DE LAS CIENCIAS Discurso de la Ministra Federal de Educación y Ciencias, Prof. Dr. Annette Schavan con ocasión de su visita a la Ponti
Author:  Diego Rubio Silva

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DIOS EN LA CASA DE LAS CIENCIAS Discurso de la Ministra Federal de Educación y Ciencias, Prof. Dr. Annette Schavan con ocasión de su visita a la Pontificia Universidad Católica de Chile el día 10 de Marzo de 2009 en Santiago de Chile En la casa de las ciencias la teología forma parte de aquellas disciplinas que generan un tipo de conocimiento que no pueden entregar ni las ciencias naturales ni la tecnología ni la economía; un conocimiento que permite al hombre una comprensión más allá de un mundo marcado por la tecnología y la ciencia, y que brinda orientación. "La ciencia y la tecnología que ... de acuerdo a los criterios de la efectividad, rentabilidad y funcionalidad son puestos exclusivamente al servicio del mercado, generan una nueva concepción de la realidad"1, reza el documento final de la 5ª Asamblea General del Episcopado de Latinoamérica y del Caribe. Sin embargo, las preguntas por el sentido de la vida, la felicidad, el sufrimiento y la muerte, así como por los valores fundamentales no encuentran respuesta exclusivamente en un mundo tecnológico, orientado a la utilidad y al lucro.2 Justamente por esta razón, muchas organizaciones de la sociedad civil, a través y con ayuda de la Iglesia, tratan de establecer - también en Sudamérica - un consenso moral sobre los valores fundamentales. La fé y el respaldo científico-académico entregado por la teología les brinda la fundamentación argumentativa para ello.3 Por muy imponentes que sean las historias de éxito de la tecnología y las ciencias naturales, no pueden resolver las problemáticas escatológicas o respectivamente brindar orientación y sentido. La pregunta, por ejemplo, qué significan determinados resultados de la ciencia cerebral para la autoconcepción del hombre como sujeto capaz de ser libre y responsable, ya no es un tema de la ciencia cerebral. Las bases normativas de nuestra cultura no encuentran respuesta en la tecnología, las ciencias naturales o la medicina. Debemos aprender a valorar la teología crecientemente como una ciencia de la vida. Este enfoque no es nuevo. Ya en la antigüedad coexistían "una aproximación más científica y otra más filosófica a la vida".4 La medicina y la biología hacen afirmaciones concretas sobre la vida con miras a su entorno natural y artificial. La vida en el horizonte de la vida

1

Documento final de la 5ª Asamblea General del Episcopado de Latinoamérica y del Caribe, Nº 45 Cardenal Franz König: Gottesglaube in einer technisierten Welt (Fé en Dios en un mundo tecnologizado). En: "Haus auf festem Grund" del mismo autor, Wien/München/Berlin, 1994, págs. 248 ss. 3 Cardenal Oscar Rodríguez SDB, arzobispo de Tegucigalpa: La iglesia como global player: impulsos latinoamericanos para una responsabilidad religiosa universal de los cristianos, jornada de reflexión de Adveniat del 17 de noviembre de 2007 4 Christoph Markschies: Ist Theologie eine Lebenswissenschaft? Einige Beobachtungen aus der Antike und ihrer Konsequenzen für die Gegenwart (¿Es la teología una ciencia de la vida? Algunas observaciones de la antigüedad y sus consecuencias para el presente). Hildesheim/Zürich/ New York 2005, p. 34 2

en sí y por sí es objeto de análisis de la filosofía y la teología. "Una sociedad que prescindiera de una de estas dos aproximaciones sería de pronto muy pobre."5 Es por ello que con justa razón el Episcopado de Latinoamérica y el Caribe exigió a las universidades - especialmente cuando se trata de universidades católicas - una investigación "que ponga los nuevos descubrimientos de la humanidad al servicio de las personas y de la sociedad; una educación en el contexto de la fé que capacite a las personas para tener un juicio racional y crítico y las haga ser conscientes de la gran dignidad de la persona humana; una formación profesional que incluya los valores éticos y la disposición a servir a las personas y a la sociedad como un todo; un diálogo con la cultura que conduzca a una mejor comprensión de la fé; una investigación teológica que ayude a expresar la fé en un nuevo lenguaje." Para ello se necesita la teología en la casa de las ciencias, una teología que consulta a la tradición y la relaciona con la modernidad. Dicho con las palabras del Papa Benedicto XVI: Todos los "conceptos transmitidos por la tradición (requieren de) una mirada y reflexión siempre nuevas y profundizadoras".6 O como lo expresara Alexander von Humboldt, quien en el siglo 19 internacionalizó las ciencias naturales y, por decirlo así, las "presentó en sociedad": "Todo es importante, todo lo que amplía los límites de nuestro conocimiento y le ofrece al espíritu nuevos objetos de percepción o nuevas relaciones entre lo percibido."7 Aquí se presenta un concepto amplio de la ciencia que no excluye o da preferencia a ninguna disciplina en particular. La tradición de la universidad europea La importancia de la teología en la universidad queda de manifiesto cuando echamos un vistazo a la historia de la Universidad Europea. La institución de la universidad surgió en la Europa del siglo 12. Las primeras universidades se crearon sobre la base de escuelas ya existentes: En Boloña fueron las Escuelas de Derecho, operadas en forma privada por juristas. En París, la universidad nació a partir de la Escuela de la Catedral de Notre Dame en la que se estudiaba teología, así como otras instituciones educacionales en las que se enseñaba artes, derecho y medicina. A partir de las escuelas de medicina de Montpellier se desarrolló una universidad de medicina. Estas áreas centrales estaban estrechamente relacionadas con las "artes liberales" que constituyeron la necesaria base educacional para los estudios superiores. Pero mientras que las universidades del sur de Europa siguieron el modelo de Boloña concentrándose en una facultad con las necesarias asignaturas propedéuticas, las universidades de las regiones más al norte adoptaron como característica la existencia de cuatro facultades divididas en dos 5

Ibid. Discurso final después de su peregrinaje por Austria. 7 Alexander von Humboldt: Über die Freiheit des Menschen (Sobre la libertad del hombre), p.41 6

niveles: Se dividieron en la facultad inferior de las artes y las superiores de teología, jurisprudencia y medicina. Allí nació una cultura de diálogo más allá de las fronteras de las diferentes disciplinas. La universidad como "universitas magistrorum et scholarium" se convirtió así en una institución educacional que no tenía parangón ni en otros lugares ni en épocas anteriores. Rápidamente las nuevas universidades con su "studium generale" adquirieron un prestigio que atrajo a interesados de toda Europa. Ello requería un cierto nivel de organización: Era necesario garantizar tanto el alojamiento y la alimentación como el espacio físico para la docencia. Junto con ello se debían fijar estándares para la enseñanza y los exámenes para garantizar la vigencia universal de los grados académicos adquiridos. En París fueron los docentes quienes definieron determinadas estructuras y regulaciones. En Boloña los propios estudiantes tomaron la palabra y fijaron una serie de estándares. El punto cúlmine de este proceso sería el reconocimiento por parte de una autoridad supraregional. El Papado asumió con gusto esta tarea, entre otras razones para subrayar con ello su pretensión de autoridad universal. Desde el principio de este desarrollo el objetivo fue llevar el credo hacia el intellectus fidei, hacia una teología científica, por medio de la introducción del pensamiento filosófico en la ciencia. La base para ello fue Anselmo de Canterbury, quien en su Prosologión formuló su famoso programa "credo ut intelligam". El filósofo de las religiones Bernhard Welte señaló esto como "el primer y fundamental paso del desarrollo planificado de la teología como ciencia teórica, y con ello uno de los pasos decisivos para relevar las ciencias medievales y sus formas de vida en general".8 Welte describe la cesura probablemente más importante de la universidad en Europa alrededor del cambio del siglo 18 por medio de la disolución de las "grandes formas de vida medievales". Al respecto escribe: "Para que la universidad pudiera siquiera sobrevivir a esta incidencia se requería una refundación sobre el antiguo fundamento en términos de las ideas y la organización." En Alemania esta refundación estuvo especialmente marcada por el idealismo. "Por ello el rango y la posición de la ciencia y con ello de la universidad, que implicaba el nuevo enfoque, llegó después de esta gran cesura en la historia de Occidente."9 Serían pensadores como Hegel y Schelling por el lado protestante, y el dogmatista Franz Anton Staudenmaier de Friburgo por el lado católico, en cuya concepción la teología obtuvo su lugar en el conjunto de las ciencias con ayuda de la filosofía. Staudenmaier puso de relieve "que la teología - para poder ser una ciencia - requiere de una filosofía inherente a ella, claro que no - como él decía - para la producción del contenido de la teología, sino para la reproducción científica de ésta."10 Quién vuelve su mirada sobre la historia de la universidad debe finalmente recordar a Wilhelm von Humboldt, hermano del gran explorador Alexander von Humboldt. Fue él 8

Bernhard Welte: Die Philosophie in der Theologie ( La Filosofía en la Teología), en: Auf der Spur des Ewigen. Freiburg/Basel/Wien 1965, pág.367 9 Ibid. 10 Ibid. p.369

quien a finales del siglo 18 transformó las universidades, que se habían convertido en meros centros de enseñanza, en centros de la ciencia. Esta concepción implica tanto la unidad de investigación y docencia como la unidad de la ciencia, de acuerdo a la cual cada materia o disciplina debe verse en el contexto de la ciencia en su totalidad. Para el humanista Humboldt, el concepto se orientaba en el ideal de la educación. La ciencia educa - ese fue el planteamiento. Algunos consideran que este concepto ya no es adecuado para los tiempos actuales, que pertenece a tiempos pasados, remotos. Los países anglosajones han reconocido la unidad de investigación y docencia, la educación por medio de la ciencia como un camino de éxito. La universidad como parte medular del sistema de las ciencias debía trasladar las ideas de Humboldt al siglo 21. Aquello que en la tradición se llama "studium generale", debe tener un lugar en la universidad si la misión educadora se toma en serio. Razón y fé La teología necesita la profesión vivida de la fé. La objetividad, racionalidad y las condiciones de las reflexiones científicas están ligadas en un "compromiso de fé", en el que se comunica la fé cristiana como mensaje. En este compromiso estriba la diferencia entre la teología y la ciencia de la religión. No limita la reflexión crítica, pone de manifiesto el mensaje de la fé cristiana. De esta forma pone de manifiesto una verdad de fé sobre Dios y el hombre que nos protege de reduccionismos. En el conocido diálogo entre el entonces Cardenal Joseph Ratzinger y el filósofo Jürgen Habermas, el Cardenal reivindica "una responsabilidad de la ciencia por el hombre como hombre y, en particular, una responsabilidad de la filosofía de acompañar en forma crítica las diferentes ciencias y analizar en forma crítica conclusiones precipitadas y pseudocertezas sobre lo que el hombre es, de dónde viene y para qué existe."11 La ciencia como co-laboración en la voluntad creadora de Dios tiene la responsabilidad de continuar esta obra creadora en el buen sentido. Aquí el tema constante son las consecuencias de una intervención en esta obra y la integridad del hombre. Por ello la ciencia no puede definir al hombre y su accionar como algo absoluto e infalible. Los científicos deben ser conscientes de su finitud. Necesitan una brújula que les brinde orientación. La teología amplía la mirada en relación con las otras ciencias, y lo mismo ocurre en relación con la Iglesia. Así como la teología puede ser útil al mundo moderno en la comprensión de sí mismo, su origen, sus procesos de modernización y las cuestiones vitales relacionadas con ello, así también es útil a la Iglesia. "La Iglesia necesita del esfuerzo del intelecto de la fé si desea comunicar el evangelio al mundo en forma responsable en todo momento."12 11

Cardenal Joseph Ratzinger: Was die Welt zusammenhält. Vorpolitische moralische Grundlagen eines freiheitlichen Staates, en: Jürgen Habermas/Joseph Kardinal Ratzinger: Dialektik der Säkularisierung. Bonn 2005, p.41

El esfuerzo del intelecto y de la reflexión crítica nos protege de la superstición y de aquella tentación de instrumentalización a la que la religión se ha visto expuesta en todas las épocas. "La fé requiere del intelecto, si quiere permanecer fiel consigo misma."13 Justamente aquí se encuentra el valor inestimable de la teología en la casa de las ciencias. Es esto lo que ayudó a la teología del ámbito de habla alemana a obtener el reconocimiento internacional, los altos estándares de calidad que rigen en la casa de las ciencias. Su fuerza de irradiación intelectual tiene aquí su profunda razón. Protege a la fé cristiana de la cooptación y la reducción, de las tendencias sectarias y la instrumentalización fundamentalista, y posibilita la fuerza racional que es propia de la teología. En épocas en que la religión puede presentarse en el escenario de la historia contemporánea como algo amenazante, por verse instrumentalizada para la violencia y el terrorismo, este impulso racional es de un inmenso valor. Contra los profetas de mal augurio Con ocasión de la inauguración del Segundo Concilio Vaticano en Octubre de 1962 el Papa Juan XXIII dijo: "En el cotidiano ejercicio de Nuestro pastoral ministerio, de cuando en cuando llegan a Nuestros oídos, hiriéndolos, ciertas insinuaciones de algunas personas que, aun en su celo ardiente, carecen de sentido de la discreción y de la medida. Ellas no ven en los tiempos modernos sino prevaricación y ruina; van diciendo que nuestra época, comparada con las pasadas, ha ido empeorando; y se comportan como si nada hubieran aprendido de la historia, que sigue siendo maestra de la vida, y como si en tiempos de los precedentes Concilios Ecuménicos todo hubiese procedido con un triunfo absoluto del sentido y el espíritu del cristianismo, de la fé vivida y de la justa libertad de la Iglesia. Nos parece justo disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente."14 Las constataciones del Papa que se hicieron hace caso 50 años, no han perdido nada de su vigencia. El Concilio fue el llamado a las cristianas y los cristianos de no ver el mundo con esta gran dinámica de cambio que ya se estaba prefigurando entonces, como una historia de decadencia. Debemos ver los "signos de los tiempos a la luz del evangelio". Y con ello, la Iglesia como un todo estuvo y está llamada a darse cuenta de que en ella siempre hay más de lo que ha podido desarrollarse hasta ahora. Nunca puede regir sólo lo que se ha conocido y dicho hasta ese momento. La tentación es grande de responder a la gran dinámica de cambio de nuestros días con pesimismo frente al futuro y de ver, también por parte de la Iglesia, ante todo una historia de decadencia. En el Segundo Concilio Vaticano, la situación fue distinta. En esa ocasión prevaleció el serio esfuerzo de asumir y enfrentar el carácter dramático de la época. De ello nació el llamado a entender el diálogo como autorrealización de la Iglesia. La Iglesia debe estar dispuesta " a sostener el diálogo con todos los hombres de buena voluntad... Nadie es 12

Cardenal Karl Lehmann: Der "intellectus fidei". Den Glauben denkend verantworten. En: Helmut Hoping (editor): Ibid. p.44 13 Ibid. p.39 14 Discurso del Papa Juan XXIII en la inauguración del Segundo Concilio Vaticano (11 de Octubre de 1962), en: Walbert Bühlmann: Johannes XXIII. Der schmerzliche Weg eines Papstes, Mainz 1996, p.118

ajeno a su corazón, nadie es indiferente a su ministerio. Nadie le es enemigo, a no ser que él mismo quiera serlo. No sin razón se llama católica, no sin razón tiene el encargo de promover en el mundo la unidad, el amor y la paz." Estas palabras fueron escritas por el Papa Pablo VI en su Encíclica del año 1964, que él entendió como orientación al inicio de su pontificado.15 Este texto recoge la nueva visión de la Iglesia en y con el mundo y formula un mandato que en las siguientes décadas habría de poner en marcha un proceso de autorenovación. Nada es ajeno a la Iglesia. La Iglesia demuestra su disposición a reconocer la historia y la sociedad como "espacios teológicos"; no se aísla, no estabiliza las propias estructuras, sino que se expone, permite que se le formulen preguntas y quiere renovarse.

Este llamado trajo nuevos aires a la iglesia católica. No pudo evitar aquella disputa a la que se refirió posiblemente Karl Rahner, cuando habló de la adecuada dosificación de riesgo y planificación. Pues cuando se reconoce en general que la vida concreta puede ser también una fuente para el desarrollo de la doctrina de la iglesia, surgen también nuevas preguntas para la reflexión teológica en el contexto de la teología pastoral. Desde entonces se ha producido una mayor diferenciación de la teología que asigna un importante rol a las disciplinas de la teología práctica con miras a la reflexión de las realidades de hoy. La pregunta por la autoridad de la iglesia en los dramáticos procesos de cambio está relacionada también con su capacidad de seguir desarrollando su capacidad de diálogo interno, así como su disposición a la actualización histórica de la Iglesia de Jesucristo. Debe, además, mostrar valentía, la valentía de aceptar el riesgo que se mantiene abierta y receptiva para aquello que está inherente en ella y que aún no se ha desarrollado. Allí donde la Iglesia se niega a este desafío será difícil constituir y desarrollar una futura tradición. El contínuo desarrollo de la tradición es prácticamente imposible donde lo nuevo no es integrado en los procesos de desarrollo. La capacidad para asumir aquel modelo de "inteligencia eclesiástica" de la cual habla el Cardenal Walter Kasper con miras al diálogo entre el "texto del mundo" y el desarrollo de la iglesia tal como se ha dado hasta ahora, es necesaria. El mundo, en y con el cual vive la Iglesia, ha perdido su seguridad en muchos aspectos y está buscando orientación. Está, por decirlo así, ocupado en interpretar los "signos de los tiempos" para desarrollar perspectivas de futuro. Es más que pertinente, cuando la Iglesia en tiempos como estos se vuelve a centrar en su mandato de ser una iglesia misionera. Cuando nos preguntamos hoy por qué los jóvenes - hombres y mujeres - tienen menos interés en estudiar teología, también deberíamos preguntarnos en forma autocrítica qué tareas les asignamos en el contexto de la Iglesia. La competencia teológica dentro y fuera de la Iglesia no es menos importante hoy de lo que fue en épocas pasadas. ¿Pero dejamos lo suficientemente claro como Iglesia, como pueblo de Dios, que esta competencia es importante? 15

Ecclesiam suam, citada según Herder-Korrespondenz 18 (1963/64), p.580

Saber comprender el mandato de Dios El Salmo 8 dice: "¿Qué es el hombre para que pienses en él, / el ser humano para que lo cuides? / Lo hiciste poco inferior a los ángeles, / lo coronaste de gloria y esplendor. / Le diste dominio sobre la obra de tus manos, / todo lo pusiste a sus pies." Estando conscientes que Dios nos ha destinado a ser responsables con su obra creadora, depende de nosotros cumplir este mandato. Para ello necesitamos la teología para poder comprender este mandato en toda su dimensión. Para ver lo que aún no hemos descubierto. Para ayudar a desarrollar lo que hasta ahora aún no ha podido desarrollarse en la iglesia y en la sociedad. Para superar las situaciones de duda y de desesperación y ser capaces de aceptar lo incalculable y lo incierto. Ello requiere de la exhortación y del estímulo, de la curiosidad por lo nuevo que trae el futuro y la necesaria orientación para el hombre en su manejo de la libertad y su voluntad de asumir responsabilidad y crear. Por encima de todo ello está la convicción, tal como se encuentra formulada en la segunda Carta a los Corintios: "Dónde actúa el espíritu del Señor, allí está la libertad" (3,17).

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