Dirección: C. Porras, E. Ballesteros, Fco. Jiménez. Realización: HIARES Editorial. Fotografía: F. Martín Sánchez, R. Reinoso, Archivo Hiares

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Dirección: C. Porras, E. Ballesteros, Fco. Jiménez. Realización: HIARES Editorial. Fotografía: F. Martín Sánchez, R. Reinoso, Archivo Hiares. Dibujos: Ulises Wensell. © Reservados todos los derechos.

Tercera Edición ISBN.: 84-333-0019-9 - D.L.: M-37862-1985 Imprime: Técnicas Gráficas, S.L. - Las Matas, 5 - 28039 Madrid Printed in Spain - Made in Spain 2

HISTORIA UNIVERSAL DEL ARTE Y LA CULTURA

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el imperio romano

ERNESTO BALLESTEROS 3

el imperio romano INTRODUCCIÓN Este capítulo comprende tres siglos de la vida mediterránea. Desde la proclamación de Augusto (27 a.J.C.) hasta el Edicto de Milán (313 d.J.C.), que confirma la libertad del Cristianismo. La República era un estilo de vida anterior y distinto. El cristianismo marca otra diferencia posterior. Los tres siglos primeros de nuestra era están presididos por este hecho histórico fundamental: el Imperio romano. Conviene apercibirse de que en la Historia nada es caprichoso ni fortuito, y cada estilo de vida es la maduración o quiebra del anterior y lleva, a su vez, el germen del siguiente. En nuestro caso se ve ciertamente que la República romana descansaba sobre la superioridad de la idea de la ley sobre el individuo, que es el germen del Estado Universal donde reina el Derecho. Es decir, la República lleva el germen del Imperio. Pero, a su vez, el Imperio, como Estado Universal, necesita una religión universal y ya desde los primeros años del Imperio nace el Cristianismo. La maduración de la idea de Religión Universal coincide con la descomposición del Imperio. Es decir, cuando la idea de Imperio se derrumba, queda en pie otra que va a ser su sucesora durante varios siglos: el Cristianismo.

No podemos terminar este capítulo sin aludir a dos de las manifestaciones de las llamadas «artes menores». Augustea» (Viena Museo Una técnica que producía obras notables es la del de Historia del camafeo. Los ejemplares más característicos del período Arte) son la «Gemma Augustea» (35), del Museo de Viena seguramente anterior al reinado de Augusto-, y el «Gran Camafeo de Francia», un poco posterior. Son notables el virtuosismo de los artífices trabajando sobre materias de extrema dificultad, la destreza con que se utilizan los contrastes de color de las vetas de las piedras, y el monumentalismo que consiguen comunicar a estas obras de pequeño formato, aunque no siempre los logros estéticos sean apreciables. 35_«Gemma

En orfebrería debemos destacar los trabajos en plata. Las ricas villas romanas contaban entre sus tesoros al menos una vajilla de este metal, de exquisita factura. Muchas han llegado hasta nosotros, y entre ellas destacan el tesoro de Hildesheim, del Museo de Berlín, y el de Mildenhall (36), del Museo Británico.

De este modo República, Imperio, Cristianismo, se nos presentan como distintos pasos de la evolución histórica del hombre mediterráneo. Contra los que creen que la Historia es algo muerto y pasado, curiosidad morbosa de espíritus desocupados, afirmamos rotundamente lo contrario: la Historia no nos interesa en cuanto pasado, sino en cuanto presente, actual e inmediato. De modo que el europeo actual respeta la ley, aspira a un Estado Universal y es cristiano, porque hubo un europeo anterior republicano, otro imperial y Otro cristiano. Lo mismo podríamos decir de todas las otras modalidades de vida. Algunas no se muestran tan claras y presentes como éstas. Pero si no brillan por su presencia, lo hacen por su ausencia. Donde la Historia no ha dejado un sillar, deja un hueco. Unos y otros -muros y huecos-, son imprescindibles para comprender el presente. Por ejemplo, el europeo no cree en la magia, porque el europeo paleolítico era un hombre «mágico». El europeo ha superado esta creencia y la magia será para siempre un «hueco» cultural que nadie se atreve a rellenar, una especie de creencia desgastada y marchita. Pero volvamos al punto central de nuestro tema. Dijimos que la República llevaba en sí el germen del Imperio o, lo que es igual, que el Imperio sólo es la maduración del ovario republicano. La preponderancia que da a Roma su sentido de la ley y el derecho, la conduce a conquistar el mundo. Esto ocurre hacia el siglo II a.J.C. y es precisamente entonces cuando los romanos descubren su antítesis: Grecia. Frente a la ley impersonal y práctica, la razón individual y teórica. Frente al Derecho (lo que «hay» que hacer), la especulación (lo que no puede nunca «hacerse del todo»). Frente al «ius» (derecho), la «iusticia» (virtud abstracta).

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36_Tesoro de Mildenhall (Londres Museo Británico)

El otro género -además del retrato- que es 29_Relieve del particularmente cultivado en Roma es el relieve. Los del «Arca Pacis» Altar de la Paz de Augusto (29) -al que ya nos hemos (Florencia, Galería referido hablando de arquitectura- muestran una Uffizi) procesión imperial de tipo religioso. Desfilan dos hileras de personajes con lo cual se introduce ya un principio de perspectiva. Los motivos decorativos son de tipo vegetal y de curvas muy suaves, que resaltan muy poco sobre el fondo. El relieve cumbre de la época es el del Arco de Tito, que en sus paños interiores muestra dos escenas del triunfo de Tito sobre los judíos (30). En estos relieves se consigue una profundidad jamás superada, 30_Relieves del Arco de Tito un ilusionismo espacial, no solamente a base de (Roma) perspectiva geométrica -como en el caso del Altar de la Paz de Augusto-, sino mediante un esfumado aéreo característico. En el siglo II el relieve, como el retrato, disminuye su 31_Relieves de calidad técnica, como si los escultores hubieran perdido oficio, lo la Columna que muy bien puede deberse a la sustitución de la mano de obra Trajana (Roma) helenística por la propiamente romana. Frente a ello inicia caminos originales, como el de la narración continua en la Columna Trajana (31). Las múltiples escenas que se suceden en la espiral ascendente de la columna corresponden a un arte propagandístico y divulgador, típico de la monarquía ilustrada del siglo II. En la columna de Marco Aurelio se notan muy notables diferencias estilísticas, a pesar de su semejanza de concepción. El relieve se ha rehundido, resultando más grosero, pero no menos expresivo. El arco de Septimio Severo tiene relieves de muy mediocre calidad. Son notables los relieves con que se decoran los sarcófagos, sobre todo a partir de la época de los los Trabajos Antoninos. Son famosos los sarcófagos de Baco y de Hércules (Roma, Villa Ariadna, el de Orestes y el de los Trabajos de Hércules Borghese) (32), con escenas entre columnillas, decoración que parece proceder de Asia Menor. Las escenas mitológicas representadas tienen una significación simbólica o mística, y en ello reside su interés fundamental. La mayoría de los relieves son de una composición muy simple, y ocupan solamente las paredes del sarcófago, aunque en algunos orientales se represente al difunto tendido sobre la tapa, como en uno procedente de Sidamara. Quizá el más conocido de los 33_Sarcófago sarcófagos romanos del Imperio sea el Ludovisi (33), del Ludovisi (Roma, Museo Nacional de las Termas, que se decora con escenas Museo de de batalla, en las que el abigarramiento de las figuras se las Termas) resuelve con un perfecto sentido de la composición y de la armonía. 32_Sarcófago de

La pintura sigue empleándose para decorar las casas -pintan las fachadas- y, en general, puede considerarse como el arte más típico y expresivo del Imperio. Precisamente se produce con el paso del tiempo una progresión hacia el 34_Sacrificio a expresionismo pictórico, tendencia que se confirmará en Dionisos (Nápoles, los tiempos del Imperio cristiano. La mayoría de las obras Museo pictóricas del Imperio se han perdido, pero lo que resta nos Nacional) puede dar clara idea de estas manifestaciones (34).

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No queremos sobrepasamos en este enfrentamiento que es puramente temporal y concreto, pero que produce una grave deformación histórica si lo generalizamos y lo consideramos como una contraposición absoluta. Si nos aventuramos a hablar del practicismo romano y la especulación griega, podemos caer en el error de creer que la especulación, la teoría, son virtudes peculiares del alma griega y -esto es lo más importante- que estas virtudes son «opuestas» a las romanas en cuanto a manifestaciones humanas. Al pensar así pasamos por alto la cualidad más sutil de estos actos, lo que da una unidad esclarecedora al conjunto, a saber, que ambas son «humanas», es decir, que son manifestaciones paralelas del alma, respuestas diferentes en su desarrollo, pero no en su principio y motivación. Vistos desde esta nueva perspectiva, el practicismo para los romanos es lo mismo que la teoría para el griego. Somos nosotros quienes -para dibujar mejor las diferencias- abstraemos lo que tiene de distinto un comportamiento de otro: el uno se atiene a lo posible porque no confía en ensueños y utopías (romanos); el otro se sumerge en lo teórico (griegos), porque considera imperfecto lo real. Pero estas dos concepciones que parecen distintas y aún opuestas, tienen aquel rasgo común: las dos son emanaciones vitales del hombre, posturas del hombre ante la vida, productos de la imaginación. Porque, a la postre, tan «utópico» es el Derecho como la belleza ideal. Pues bien, la fermentación que las ideas griegas originan en las monolíticas creencias romanas durante los dos últimos siglos de la República (II y I a.J.C.), producen el derrumbamiento de las mismas y la exaltación del Imperio. Pero, ¿qué es el Imperio? ¿Un tiempo pleno, como era la República y como más tarde será la Edad Media? ¿Una época de creencias firmes, de sólida existencia sobre principios inconmovibles? (el republicano creía en la ley y en los dioses, el cristiano en Dios y su justicia divina). Por cierto que no. El Imperio es sólo la transición entre dos períodos de seguridad y madurez, la Antigüedad clásica y el Cristianismo. Por eso es una época inestable, profundamente inquieta y desasosegada, siempre en lucha consigo misma. El Imperio -como veremos- es una solución de urgencia, tres siglos de crisis y desequilibrios. Seguidamente vamos a dar una sucinta enumeración de los hechos históricos más sobresalientes de esta época. Hay períodos de esplendor, que parecen de plenitud incluso en algunos aspectos, como la Monarquía ilustrada de los Antoninos y de los Severos. Pero la apariencia no nos tiene que ocultar la realidad. Ese fulgor deslumbrante que presenta el Imperio en ciertas épocas es sólo la envoltura metálica en la que se refleja nuestra admiración con rutilante centelleo. En su interior reina densa oscuridad. Los romanos vivían confusos, desorientados. Tendremos tiempo de explicar esto más adelante.

PRINCIPALES HECHOS HISTORICOS La República, como dominio impersonal del Derecho, se fue debilitando poco a poco y dejó de existir cuando César tomó el poder con carácter absoluto. La genialidad de César -el Cesarismo- consiste en intuir que una época de poder absolutamente impersonal (República), iba a ser sustituida por otra de poder absolutamente personal (Monarquía de origen divino). La intuición de César no se realiza en el Imperio, sino en Bizancio. El Imperio es una fórmula transicional y ambigua. Como ha dicho Rostotzeff, es un drama entre dos principios vigentes, el Senado (personificación del impersonalismo republicano) y el Imperator (personificación de la autoridad personal). En este drama, que dura trescientos años, se suceden diferentes escenas y actos, hasta desembocar en un desenlace trágico que es la teocracia de Diocleciano y Constantino, a finales del siglo III y principios del IV d.J.C. 5

César –decíamos- trata de implantar su poder personal en Roma. Un ciudadano se destaca de la República de patricios. Pero todavía hay un estremecimiento convulsivo del Senado en el último instante, como el derrote del eral al sentir el corazón traspasado por el hierro. Un grupo de senadores se conjura contra el «Divo, y César es asesinado ante la Curia el 15 de marzo del año 44 a.J.C. Los conjurados debieron darse cuenta, en el momento del crimen, de la inutilidad de su resolución. Se deshacían del hombre, pero no del mundo que les rodeaba. Y aquel mundo necesitaba un poder semejante al que César había propuesto. Los grandes políticos sólo aciertan a interpretar lo que la Historia exige en cada momento de los hombres. No hacen la Historia, son más bien sus portavoces u oráculos. Octavio forma un nuevo triunvirato con Marco Antonio y Lépido. Pronto se deshace de ellos y se convierte en la autoridad absoluta de Roma, el dictador. Pero después de apaciguar la situación, el año 27 a.J.C., devuelve los poderes al Senado, y, entre tímido y humilde, se retira de la política. Ahora es el propio Senado el que le busca y le ruega que acepte el mando de las provincias y del ejército. Primero por diez años y luego vitalicio. Octavio reúne en su persona todas las magistraturas. Es tribuno de la plebe, vitalicio y único, cónsul único, censor, pretor general, pontífice máximo, etc. Es decir, toma el mando personal sin destruir las magistraturas republicanas, como quería hacer César. Favorece a la aristocracia romana y protege las ciencias y las letras. Le suceden Tiberio, Calígula y Claudio, que se enfrentan repetidas veces con el Senado. Claudio concluye la conquista de Bretaña y es el último emperador de la dinastía, pues nombra sucesor a su hijastro Nerón, que se opone a los terratenientes romanos y al Senado, sometiéndolos a un régimen de terror espantoso. Perseguido y acosado, se suicida Nerón el año 68 d.J.C. El tremendo problema de quién debe mandar produce el caos en Roma. El Senado y el ejército se disputan el privilegio de nombrar Emperador. El Senado es el órgano terrateniente y capitalista, mientras que el ejército es el órgano de las clases campesinas y provinciales, que son los que nutren sus filas. El Imperator sale casi siempre del ejército y representa la victoria de las clases campesinas y provinciales sobre la burguesía capitalista romana, que se había alejado de la milicia mucho tiempo atrás. El año 69 d.J.C. sube Vespasiano e inaugura la dinastía Flavia. Es buen administrador, lo mismo que sus dos hijos, Tito y Domiciano, que le suceden en el mando. Los Flavios también luchan contra el Senado y, al final, Domiciano acaba asesinado por una conjura senatorial y pretoriana, el año 96 d.J.C. Otro período de caos y confusión al faltar descendencia y al no estar claro el mando legítimo. (¿Senado o Imperator militar?). Sube Nerva e inaugura el sistema adoptivo, nombrando sucesor suyo a Trajano. Este amplía el Senado, dando entrada en él a muchos provinciales, es decir, da un carácter universalista al Imperio. El mismo no es romano, sino nacido en la provincia Bética, de Hispania. Este período del 98 al 192 d.J.C., acostumbra a llamarse monarquía ilustrada porque llegan al poder hombres procedentes de las provincias, pero bien formados en los criterios administrativos, que 1evantan la economía y la cultura del Imperio. Son Trajano -que conquista la Dacia e incorpora Siria-, Adriano -gran viajero que se interesa por los problemas provinciales-, Antonino Pío, Marco Aurelio -el filósofo, preocupado por los problemas morales y sociales del Imperio- y Cómodo -que vuelve a resucitar la tensión entre el ejército y el Senado- y muere asesinado el año 192 d.J.C. Hay una nueva época de revueltas y crisis políticas. El Senado impone un pretendiente y el ejército otros varios. Por fin, adueñándose del poder con la fuerza que le proporciona el ejército del Rhin, sube al Imperio el africano Septimio Severo, que comienza una época de absolutismo autoritario. Septimio Severo fue un fiero enemigo del Senado. Nacionalizó todos los bienes y persiguió a los senadores. Hizo a los «decemprimi» -diez ciudadanos más notables de los municipios- responsables de la entrega del impuesto provincial. Su hijo Caracalla dio la «Constitutio Antonina» (212 d.J.C.) por la que se daba la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio. Caracalla muere asesinado y adviene otra época de terror con el gobierno de Macrino y Heliogábalo. Estos emperadores son un juguete en manos de la guardia pretoriana (guardia personal del Imperator, creada por Octavio Augusto). El año 235, a la muerte de Alejandro Severo, se produce una auténtica anarquía que dura muchos años. En 30 años se eligen 23 emperadores. Casi todos acaban asesinados. Filipo el Árabe, emperador 6

2. Escultura. Entre los géneros escultóricos que cultivan los romanos, el más interesante es el retrato, en el que demostraron siempre especial habilidad. Presentan características que permiten datarlos, aunque sólo estas características, si no se tienen en cuenta detalles de estilo: pueden inducir a error. En los primeros tiempos del Imperio se representa sólo el busto, al que se va añadiendo cada vez más y más cuerpo. A pesar de ello encontramos retratos de Augusto -el emperador de que se conserva un mayor número de retratos- de cuerpo entero. Otro indicativo cronológico es la forma en que se representan las pupilas. De los tiempos de los Antoninos son los retratos con barba. Entre la multitud de retratos imperiales, debemos citar los innumerables de Augusto -Augusto niño, Pontifex Máximus, Calígula ante Prima Porta, etc.-, los de Tiberio, Calígula (22) y Claudio. (Copenhague, Gliptoteca Ny Del siglo II son los retratos de Carlsberg) 23_Retrato de Trajano y Adriano (23), de los que Adriano se conservan más retratos que de (Roma, Museo de ningún otro emperador, excepto Ostia) Augusto. En este tiempo se vuelve a buscar inspiración en las formas armoniosas del arte helénico. De Marco Aurelio (24) se conserva la única estatua ecuestre que nos ha legado la antigüedad, y que será muy imitada en tiempos del Renacimiento. Es una obra equilibrada, de cuya mesurada composición se desprende una gran serenidad. En tiempos de los Severos se produce un nuevo retorno forzado al clasicismo. Las obras carecen de espontaneidad y la técnica ha sufrido un 24_Retrato de retroceso, resultando menos afinada que durante la dinastía de Marco Aurelio (Roma, Plaza los Flavios. Frente a ello el arte del Capitolio) 25_Retrato de provincial nos llama la atención Caracalla (Nápoles, por su vigor, de forma que las Museo esculturas más interesantes son las Nacional) que no se encuentran exentas de una cierta barbarie. Caracalla (25) resulta notable precisamente por lo que tiene de anormal, de menos civilizado. 22_Retrato de

El retrato femenino va sufriendo una evolución tipológica en torno al peinado. El retrato de Livia (26) -esposa de Augusto- tiene el peinado bajo y con raya en el centro. El sedente de Minacia Pola, del Museo 27_Retrato de de las Termas, corresponde al Vibia Matibia mismo momento. En la época de (Roma, los Flavios se pone de moda un Museo del Capitolio) peinado rizado y alto, en forma de aureola, que tiene su precedente en los peinados en forma de toca de los tiempos de Tito y de los primeros años de Diocleciano. De estos tiempos son buenas muestras el retrato de Julia o el de Vibia Matibia (27), ambos en el Museo del Capitolio. Esta moda perdura hasta los reinados de Antonino y 28_Retrato de Marco Aurelio en que se vuelve al peinado bajo, recogido en la una muchacha nuca como el que luce Faustina, mujer de Marco Aurelio, o (Roma, como el que presenta la desconocida muchacha romana (28), Museo de las Termas) cuya imagen acompañamos. 26_Estatua

sedente de Livia (Madrid, Museo Arqueológico)

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romana. Otras obras públicas frecuentes, son además de las calzadas en cuya construcción los romanos fueron maestros, pantanos, canales, etc. Es interesante conocer la disposición del campamento militar romano (17), ya que va a servir de 17_Reconstrucción de un base para el trazado de muchas ciudades provinciales, y campamento éstas, a su vez, de modelos urbanísticos para otras del romano Imperio. El campamento se organizaba de dentro hacia afuera. En primer lugar se fijaba la tienda del general (praetorium), de hasta 60 metros de lado. A unos 200 metros de ella se establecía posición de la «porta praetoria», que quedaba unida al «praetorium» por la «vía praetoria». Esa vía se prolongaba hasta la muralla del lado opuesto, donde se abría la «porta decumana». Delante del «praetorium» se levantaba un altar para los sacrificios, ante el que pasaba la «vía principalis», perpendicular a la «vía praetoria». En los extremos de esta vía se encontraban las «puertas principales». El campamento, rectangular, quedaba cercado por un foso y un muro (valium), formado por la tierra extraída al excavar el foso. Si el tiempo de permanencia en el campamento se prolongaba, se perfeccionaban estas instalaciones, principalmente elevando el «valium». La casa no experimenta muchas variaciones. Pero en esta época se construyen espléndidos palacios y villas residenciales, entre las que destacan la Casa de Augusto y la Domus Tiberiana, en el Palatino; la Domus Aurea, de Nerón, en el Esquilmo; la grandiosa Domus Flavia, de Domiciano, obra del arquitecto Robirius, que es un complejo residencial formidable, en el que se alojaron los Césares hasta tiempos de Diocleciano. Frente a esta arquitectura grandiosa se levanta otra 18_Tívoli_Villa Adriana_el refinada y barroca en la villa de Tívoli, construida por Teatro Adriano, donde se resuelven Marítimo 19_Tívoli_Villa con originalidad grandes Adriana_las problemas de altura y Grandes Termas escenografía. De este conjunto hay que destacar el estanque rodeado de arcos y columnas (18), el teatro marítimo, las termas (19), la biblioteca, el hospital, etc. tiene gran movimiento de plantas y originales bóvedas de hormigón de gran altura, grandes columnatas y bellos efectos de perspectiva.

en el 248, celebra con gran pompa el milenario de la fundación de Roma (752 a.J.C.), en medio de la más brutal anarquía. Decio (249-251) y Valeriano (253-260), quieren reimplantar el orden, pero no pueden estabilizar el mando. Esta época de anarquía militar se llama la época de los emperadores militares, porque todos son generales que ascienden al solio por la fuerza. Muchas provincias del Imperio, aprovechando esta anarquía, se independizan. Póstumo en Occidente y Odenato en Oriente, actúan con total independencia del Emperador de Roma. El general ilirio Aureliano se muestra enérgico y somete a los secesionistas, volviendo a implantar el principio de autoridad absoluta, ahora revitalizado con el culto al Sol que trae de las provincias orientales. A su muerte, otro pequeño período de anarquía hasta el 283, en que sube al trono el dálmata Diocleciano. Este emperador realizó una radical transformación en la administración del Imperio, rehaciendo la división provincial y su gobierno, disolviendo el Senado, dividiendo el poder Imperial en dos zonas (Oriente y Occidente), y, en fin, ejecutando una reorganización económica y social sin precedentes. A su muerte, se plantea un problema de sucesión muy agudo que resuelve por la fuerza Constantino (312-337). En el año 313, por el Edicto de Milán, decreta la libertad oficial de todas las religiones incluyendo el cristianismo, por lo que aquí hemos llegado a la fecha de desarrollo público y oficial del Cristianismo en Europa. Diocleciano y Constantino -que traslada la capital a Bizancio- son los verdaderos creadores del concepto de Monarquía absoluta, al prescindir «de iure» del Senado, dejándolo convertido en algo así como el Concejo municipal de Roma. Constantino rodea esta monarquía de un rango sagrado, como había pretendido César muchos años antes, y pone las bases del Imperio bizantino que es una verdadera teocracia o césaro-papismo, es decir, una monarquía divinizada, que reúne bajo su poder las atribuciones temporales y religiosas. Dejamos aquí el desarrollo de los hechos exteriores porque en el próximo tema vamos a estudiar el período cristiano.

ORGANIZACION POLITICA, SOCIAL Y ECONOMICA DEL IMPERIO

Los sepulcros de esta época también son de enormes proporciones. Ya hemos señalado el carácter funerario de la Columna Trajana, pero debemos referirnos a otros dos monumentos de muy distintas características. Uno es el Mausoleo de Augusto, actualmente muy destruido, que tenía le forma de las grandes tumbas de la época republicana: un gran túmulo, en forma de tronco de cono de 87 metros de diámetro y 32 de altura, rodeado de un muro de 12 metros de altura, y plantado de 21_Roma_La «Mole cipreses. Otro, mejor conservado, pese a todas las Adriana» modificaciones, es el Mausoleo de Adriano (Mole Adriana) (21), que hoy es conocido como Castillo de Sant’Angelo, en la ribera del Tíber.

Hemos dicho que la República era un poder impersonal regido por la ley. Por el contrario, el Imperio Cristiano y su prolongación, el Bizantino, son una monarquía absoluta y teocrática. Pero el Imperio es sólo una transición entre estas dos formas absolutas. La República se basaba en la repugnancia de los romanos hacia el poder personal. El Imperio cristiano se basaba en el poder personal por derecho divino. Pero ¿en qué se basó el Imperio desde Octavio Augusto hasta Diocleciano? Debemos contestar categóricamente que en nada firme, en ninguna creencia arraigada: De ahí su inestabilidad y su anarquía. El Imperio -tal como lo planteó Octavio- era un sistema de gobierno sumamente imperfecto, porque consiste en una diarquía, es decir, un gobierno compartido entre el Emperador y el Senado. De este forzado maridaje no salió nunca nada bueno, sino choques y desacuerdos continuos. ¿Cómo se llegó a esta solución? No fue de un modo reposado y natural, sino en unas circunstancias extremadamente anormales como era la anarquía del siglo I d.J.C., acelerada con la muerte de César. El Imperio es, por tanto, una solución urgente y de compromiso. Al vacilar la creencia en el Derecho romano, se desmoronó la República. César intentó una solución: la monarquía absoluta divinizada, de tipo oriental. Ya hemos visto que esta solución fue luego llevada a cabo por Diocleciano y Constantino en el Imperio Cristiano. Pero a la muerte de César no quedó nadie capaz de continuar sus ideas. Y aquí llegamos al punto principal. Octavio Augusto -que era nacionalista y aristócrata- no se atrevió a implantar una monarquía y decidió respetar las instituciones republicanas. ¿Qué sucedió entonces? La República estaba desacreditada y era incapaz. Ella misma demuestra su impotencia devolviendo el poder imperial a Augusto. Pero Octavio no admite decididamente el poder, sino con escrupulosa ñoñería, como aquel a quien le impone una dura carga y sólo acepta de ésta lo indispensable.

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Entre los palacios construidos en los tiempos finales del Imperio pagano, el más notable es el de Diocleciano, en Spoleto (20), en la costa de Yugoslavia. Se edificó a principios del siglo IV. Su recinto, un rectángulo de 175 por 40 20_Spoleto_Palacio metros, se encuentra rodeado de murallas imponentes de Diocleciano (reconstrucción) de 18 metros de altura, flanqueadas de torres cuadradas, salvo en las puertas que miran al campo donde la torres son octogonales.

Queda así establecida la inestable Diarquía. El Senado no podía mandar porque estaba desacreditado y se sentía incapaz después de las guerras civiles del I a.J.C. El Emperador tampoco manda plenamente, pues debe contar con el Senado, que sólo le causa molestias, obstáculos y preocupaciones. Por eso decimos que la Diarquía Imperial (Senado + Imperator) fue una solución imperfecta e inestable, causada por la inercia política de Octavio a la muerte de César. Hay que señalar aquí que la fórmula de la Diarquía había sido ideada por Cicerón como posible solución. La vieja solución (Senado y República) ya no valía. La nueva (Imperator), no se atrevió a implantarla aquel gran republicano que fue Augusto. Hemos tratado de explicar lo que fue el Imperio, como órgano de poder, durante los primeros tres siglos de nuestra Era. Había que desarrollar más ampliamente esta idea, pero nos contentaremos con añadir una nota más. El Imperio fue radicalmente «ilegítimo». Dice Ortega: «Algo es jurídicamente “legítimo” -rey, Senado, cónsul- cuando su ejercicio del poder está fundado en la creencia compacta que abriga todo el pueblo de que, en efecto, es quien tiene derecho a ejercerlo. Pero, como hemos visto, al rey no se le reconoce este derecho aisladamente, sino que la creencia de que es el rey o el Senado quien tiene derecho a gobernar, sólo existe como parte de una creencia total en cierta concepción del mundo, que es igualmente compartida por todo el pueblo; en suma, el “consensus”. Esa concepción dijimos, es, tiene que ser, religiosa.» (Una interpretación de la Historia Universal. Ortega. «Rev. Occid.», páginas 168-169.) Pues bien, al disolverse la legitimidad republicana en el precipitado religioso de los siglos II y I a.J.C., se borra la idea del Derecho público. Nadie tiene «derecho» a mandar de una forma categórica y absoluta. Por eso cualquiera puede coger el mando aunque no tenga preparación, por una casualidad. La mayoría de los Emperadores son «casuales»». Llegan al poder por la guardia pretoriana, el ejército, el Senado o intrigas familiares. Como nadie tiene «derecho» a mandar, como no hay mando legítimo, en el que toda la colectividad crea, importa poco quién se haga con el poder, y menos aún la forma de deshacerse de uno y proclamar a otro. Esta es la verdadera situación política del Imperio. Algunos autores han querido descubrir la inestabilidad política imperial en la mala economía, inflaciones y crisis monetarias. Pero el caso es que también las hubo en tiempos de la República y el Poder público no vaciló lo más mínimo. Claro que existen unas causas sociales, pero no el dibujo superficial de las luchas declaradas en el Imperio, sino una profunda perturbación de las creencias que ya hemos señalado. Durante el Imperio se sustituye el Edicto del Pretor por las Constituciones Imperiales y siguen teniendo validez las «responsa prudentium». Entre los jurisconsultos destacados con Augusto, figuran Trebacio y Lebeon. En tiempos de Adriano, Salvio Juliano recopiló el «Edictum Perpetuum». Su obra fue continuada en tiempos de Septimio Severo por el gran Papiniano, y en los de Alejandro Severo por Ulpiano -prefecto del pretorio- y Paulo. Es la mejor época del Derecho romano y la que nos ha dejado las distinciones más racionales y sutiles entre penas, delito voluntario, casual, por negligencia, etc. La cuestión del tormento, que la República había estimado no digna ni para los extranjeros, fue instaurada en el Imperio. Cambió también el sentido del crimen de «lessa maiestas», que antes eran el abuso del poder o la traición al Estado y ahora es la desobediencia al Emperador. Nacen los delatores, que, ante la recompensa del Emperador, siembran el terror en Roma.

Arlés, que hoy se utilizan como plazas de toros, el de Verona, el de Itálica, etcétera. Desde muy antiguo los romanos erigieron, con fines 12_Roma_Arco educativos, y como consecuencia de muy antiguas tradiciones, de Tito monumentos que servían para conmemorar las hazañas de sus más distinguidos ciudadanos realizadas en provecho o defensa de la patria. De estos monumentos los más repetidos son los arcos de triunfo. Parece que en principio se construyeron en madera, y se desmontaban una vez celebrado el triunfo. Más tarde se construyeron en piedra o mármol, y son más de cien los arcos que han perdurado hasta nuestros días. El Arco de Tito (12) es cronológicamente el primero entre los más notables (año 81 d.J.C.). Se encuentra situado a la entrada del Foro romano y conmemora la toma y destrucción de Jerusalén en el año 70, hecho que originó la dispersión del pueblo hebreo. Probablemente se terminó en tiempos de Domiciano. En honor de Trajano se levantaron varios arcos. En Roma existen dos: uno en el Foro de Trajano y otro en la Vía Appia. Un tercero se encuentra en 13_Roma_Arco Benevento (13), se construyó el año 114 y no conmemora de Septimio Severo ningún hecho concreto, sino el buen gobierno del emperador. Los relieves que decoran el arco se dedican a exaltar a Trajano como príncipe perfecto. Los arcos de tiempos posteriores, como el de Septimio Severo (203 d.J.C.) en el Foro y el de Constantino (14) frente al Coliseo se decoran 14_Roma_Arco de profusamente Este ultimo levantado con motivo de la Constantino victoria del año 313 sobre Majencio se adorna con relieves arrancados de un monumento anterior probablemente de tiempos de los Flavios. Otros monumentos conmemorativos son las columnas triunfales. En Roma se alzan dos: la Columna de Marco Aurelio y la Columna Trajana (15). Esta última fue erigida por el Senado para conmemorar los triunfos del emperador en Dacia. Terminada el año 113, la columna tiene 30 metros de altura. Sobre su fuste se arrolla en espiral un friso de relieves, que desarrollado tendría una longitud de unos 200 metros, en el que se 15_Roma_ narra -en lo que se ha llamado «estilo continuo»- la campaña de Columna Trajana Trajano en Dacia. Los episodios sucesivos se yuxtaponen ininterrumpidamente, pero cada una de las escenas se centra en torno de la figura del emperador, que se representa en forma reiterada. La Columna Trajana sirvió de mausoleo del emperador, cuyos restos fueron depositados en el pedestal de la misma. Además de arcos y columnas se levantaron otros monumentos triunfales llamados «trofeos». Muy original es el Trofeo de Adanklisi, erigido por Trajano en Rumania, que está inspirado en los túmulos de la época republicana.

Una institución importante por la influencia totalmente ilegítima que tuvo en el Imperio fue la guardia pretoriana, siempre dispuesta a intervenir en el cambio de Emperadores. Más de

En el capítulo de arquitectura romana no podemos olvidar los trabajos de ingeniería. En este terreno las obras más repetidas son los puentes y acueductos repartidos por toda la geografía del imperio. Muchos de los puentes romanos se utilizan todavía -recuérdese el bellísimo puente romano de Alcántara, sobre el Tajo-, y algunos acueductos están en uso como en los días en que fueron construidos -Segovia, por 16_Acueducto ejemplo-. El Pont-du-Gard (16), que salva el Ródano en las sobre el Gard cercanías de Nimes, es puente y acueducto a la vez. Es (Provenza) obra de principios del primer siglo de nuestra Era, y sin duda una de las más bellas e imponentes de la ingeniería

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Por último, hay que notar que casi todos los Emperadores se produjeron con energía contra el Senado. Algunos con especial dureza, como Vespasiano, Domiciano, Cómodo, Septimio Severo, Caracalla, etc. Pero quien le dio el golpe de gracia fue Diocleciano, anulando «de iure» un poder que «de facto» ya no tenía.

06_Roma_Basílica de Majencio

La basílica más importante de esta época es la de Majencio (6), de gran nave central con bóveda de aristas, y laterales con bóvedas de medio cañón que contrarrestan el empuje de la central. En la actualidad sólo queda en pie una nave lateral y restos de la central. Es también importante la basílica Ulpia, en el foro Trajano, totalmente hundida.

Las termas llegan a tener un desarrollo colosal 07_Roma_Termas tanto por sus dimensiones como por su audacia técnica de Caracalla y su virtuosismo decorativo. Destaca la de Caracalla (7), en Roma -de la cual subsisten algunos tramos con enormes bóvedas de aristas y unas incipientes pechinas para pasar de una base cuadrada a una cubierta semiesférica-, en el templo de Júpiter anejo a las termas. Muy importantes son las de Diocleciano, también en Roma, hoy sede del magnífico Museo de las Termas. En el «tepidarium» los empujes de la bóveda se contrarrestan con estribos coronados por gruesos pilares que asemejan los arbotantes con pináculos del arte gótico. Los teatros de esta época también son los más interesantes 08_Roma_Teatro de la arquitectura romana. Ante todo el original Teatro Marcelo Marcelo (8), de Roma, que se conserva casi por completo y tiene la originalidad de presentar en la fachada arquerías con órdenes de dintel superpuestos; en el piso bajo son de orden toscano y en el segundo jónicos. Esta superposición de las dos soluciones técnicas -arco y dintel- es muy fecunda para toda la arquitectura romana posterior y aun para el Renacimiento, donde se utiliza sistemáticamente. El mayor teatro del Imperio es el de 09_Sabratha Aspendos (Asia Menor), de gran efecto escenográfico. (Túnez)_El Teatro Uno de los más bellos y mejor conservados es el de Sabratha (9) en Libia, que ha sido restaurado recientemente y se continúa utilizando. Corresponde a tiempos de Septimio Severo. El anfiteatro como instalación permanente es invención de un amigo de César, Curión el Joven. En tiempos anteriores las luchas de gladiadores (numera gladiatorum) se habían desarrollado en espacios abiertos, o en plazas acondicionadas provisionalmente para el espectáculo. Del primer anfiteatro construido en Roma, el año 29 a.J.C. por C. Statilius Taurus, no quedan restos, y que fue totalmente destruido en el incendio que organizo Nerón. A Vespasiano se debe la iniciación de las obras del mayor y mas famosos de los anfiteatros romanos el «anfiteatro Flavio» o 10_Roma_El Coliseo «Coliseo» (10) Se asienta sobre el estanque de la Domus Aurea de Nerón que Vespasiano hizo desecar. Las obras fueron continuadas por Tito que lo inauguro el año 80 de nuestra Era Domiciano se ocupo de embellecerlo. Tenía capacidad para 4.000 espectadores sentados y 5.000 de pie. Un sistema de canalizaciones permitía inundar la arena para representar batallas navales. En el exterior se superponen filas de arcos y dinteles, como en el Teatro Marcelo. Se utiliza por primera vez la bóveda de arista, que se refuerza por grandes arcos de ladrillo en el complejo de galerías, gradas (cáveas) y vomitorios. A imitación del Coliseo se construyeron anfiteatros por todo el Imperio. Son particularmente interesantes los de Nimes (11) y 16

11_Arlés_El Anfiteatro

la mitad de éstos fueron elevados al solio por voluntad de la guardia pretoriana. En tiempos posteriores fue muy importante el puesto del prefecto del pretorio, que desarrolla su máximo poder en la época cristiana. Vamos ahora a recorrer rápidamente las circunstancias sociales y económicas de esta época. Las victorias de los partos en el siglo I a.J.C. y la fundación de Ctesifonte, cierra la vía comercial de Oriente y rompe el equilibrio mercantil antiguo, haciendo estragos en la economía romana que se resiente continuamente. Julio César había previsto este bloqueo y había abierto la vía de Egipto y el Mar Rojo para dar libre salida a Oriente del flujo económico mediterráneo. Además, César acometió reformas agrarias y sociales, expropió tierras a los nobles y las repartió entre 20.000 familias romanas y 80.000 provinciales. Vigiló el cobro de impuestos con «superintendentes». Dio entrada en el Senado a los sobre todo de Occidente. (galos, africanos e hispanos). Encargó a unos técnicos egipcios reformar la administración y los presupuestos del Estado. (Su muerte paralizó esta reforma, que luego continuó Diocleciano.) Unificó los estatutos municipales del Imperio. Reservó a Roma la acuñación de oro, evitando la confusión y adulteración monetaria anterior. Pero en conjunto -pese a estas reformas- la economía romana fue triturada por las guerras civiles del siglo I a.J.C. y sólo encontró reposo con Octavio, que apartó el poder de los Comicios y favoreció a senadores y caballeros, sin aplastar a la plebe, a la que facilitó una vida miserable y cómoda. Octavio representa la victoria de la aristocracia nacionalista contra el espíritu cosmopolita y democrático de César. Octavio saneó el fisco y favoreció el comercio mediterráneo con un librecambismo absoluto. En Roma es la época dorada de los banqueros y accionistas. Pero sus sucesores (Tiberio, Calígula, Nerón) se enfrentaron a la aristocracia romana en favor de las provincias. Estalla la tensión entre los dos principios: Senado aristocrático y Emperador popular. Los capitales que el comercio mediterráneo producía se invirtieron, en Oriente, en industrias, y en Occidente en tierras. Por lo que la mitad occidental del Imperio (Galia, Hispania, Italia, África) caminó fatalmente hacia un feudalismo agrario, mientras que Bizancio se orientaba hacia una economía monetaria más ágil. Por ejemplo, en tiempos de Nerón el norte de África pertenecía a seis familias romanas. El latifundio era la modalidad económica de la posesión de la tierra en Occidente. Nerón combatió a estos terratenientes con dureza. Vespasiano convirtió el Senado en una especie de Consejo consultivo, pero el Senado se opuso una y otra vez a esta sumisión. Reforma la administración provincial y sanea la Hacienda, con una política de gran austeridad. Es la oligarquía senatorial occidental (hispanos, galos, italianos) la que eleva al poder a Nerva el año 96 d.J.C. y a Ulpio Trajano en el 98 d.J.C. Es la etapa llamada de «adopción» o Monarquía ilustrada, en la que casi todos son emperadores españoles y galos. La monarquía de los Antoninos (Antonino Pío, Marco Aurelio, Cómodo) inspirada en la filosofía estoica, es un régimen monárquico y liberal que favorece el florecimiento intelectual, quizás el período más tranquilo, feliz y humanitario de toda la historia de Roma. Es el momento que viven Claudio Ptolomeo, Galeno, Quintiliano, Plinio, Plutarco, Tácito y tantas otras cabezas eminentes del Imperio. Pero existía una contradicción entre la tendencia liberal del estoicismo, en el campo intelectual y político, y el capitalismo estatal hacia donde se encaminaba la economía. La política se liberalizaba y la economía se hacía cada vez más premiosa y autoritaria. Se provoca una crisis agrícola y se sublevan los campesinos. El fisco comprime cada vez más a los agricultores. A la crisis rural se suma la industrial. Disminuye el poder adquisitivo y se produce un desequilibrio entre oferta y demanda. Se agotan las reservas de oro de Nubia y 9

Tracia. Falta oro y por eso conquista Trajano la Dacia (Rumanía), y con sus minas de oro contiene durante unos años la inflación. Pero esta conquista abre la ruta del Danubio a los sirios, que sustraen a los italianos el poco comercio que aún conservaban. Adriano no continuó la política de Trajano, pues no quiso combatir contra los partos, para abrir la puerta al comercio oriental. Marco Aurelio se propuso luego remediar este error de política económica, pero ya era tarde. La vía de Oriente quedó definitivamente en poder de los persas sasánidas, y el Imperio romano quedó económicamente bloqueado y aquejado de continuas crisis comerciales, agrícolas y monetarias. En tiempos de Cómodo se siente al mismo tiempo una crisis política y una monetaria que rebaja la moneda en un 30 por 100. Cómodo subió el sueldo militar y tasó los precios, pero se hunde el comercio y agrava el presupuesto. Es la primera gran catástrofe económica del Imperio, el año 192 d.J.C. Los Severos nacionalizan los bienes y hacen una matanza de senadores y caballeros, llegando a un régimen que podríamos llamar «absolutismo autoritario» o «socialismo de Estado». Septimio Severo hace a los diez hombres más notables de cada municipio responsables del cobro de los impuestos. Caracalla concede la ciudadanía a todo el Imperio (212 d.J.C.), pero esto ya no es un «derecho», sino una carga fiscal. Este Emperador vuelve a devaluar la moneda en un 25 por 100, pues la balanza comercial seguía deficitaria. El individuo se ve ahogado por este intervencionismo estatal. Era la teoría del griego Calistrato que consideraba al Estado como la unión de todos los ciudadanos bajo el poder del Emperador (confusión entre Estado y sociedad, estatismo). Ya no importa la personalidad del individuo, sino su función en el Estado, su oficio, y por ello se le encuadra en corporaciones. Es el comienzo de la economía dirigida, tan lejana de aquel liberalismo económico de tiempos de Octavio. Las crecientes necesidades fiscales de un Estado desequilibrado por el elevado presupuesto, la balanza comercial deficitaria y la depauperación progresiva de los comerciantes, conducen a esta economía, intervencionista y estatal al máximo. En tiempos de Alejandro Severo (222-235 d.J.C.) el prefecto del pretorio, Ulpiano, quiere volver a la monarquía constitucional de los primeros tiempos, atacando el absolutismo de los Severos. Es una época de tolerancia y humanismo cumbres, donde llega a su madurez el Derecho Imperial, como hemos visto. Convirtió al Estado en banquero, emprendió grandes construcciones públicas y organizó una planificación ejemplar de la enseñanza. En fin, la vida alcanza con Alejandro Severo un nivel de bienestar nunca conocido. Los maestros y los médicos los paga el Estado. Se produce una verdadera socialización de la cultura, pues todo el mundo tiene acceso al estudio, pero disminuye la calidad por la cantidad. La uniformidad de gustos se extiende, y produce una «standarización» de la vida y la felicidad. También se nota cierto ímpetu de misticismo y, por tanto, un gran desarrollo de las religiones cristiana, mitraica, osiríaca, etc. La tolerancia es absoluta. Alejandro Severo tiene en su capilla la imagen de todos los «dioses», incluyendo a Jesucristo. Pero este monarca constitucional y tolerante es brutalmente asesinado el 235 d.J.C. y le sucede un período de feroz anarquía y lucha continua entre las legiones por imponer su mandato. Todos los emperadores de esta época son militares y casi ninguno tiene una preparación suficiente para enfrentarse a los arduos problemas económicos y sociales del Imperio. Decio y Valeriano combatieron a los intelectuales y a las religiones orientales y quisieron instalar la antigua unidad tradicional romana. Galieno vuelve a la tolerancia religiosa, que es lo mismo que al confusionismo. Aureliano es el primero en intuir una posible salida, es decir, comprende que sólo se conseguirá una nueva «legitimidad» cuando el poder imperial se apoye en una idea religiosa. Por ello instala el culto al Sol. Pero esta religión no obtiene el beneplácito del pueblo. Es un pariente suyo, Constantino, quien acierta a elegir la religión –cristianismo-, en la que se debería apoyar la «legitimidad» del nuevo gobierno. Por eso el Imperio Cristiano es un Imperio legal, a diferencia del anterior. El Emperador pagano llegaba al poder por la fuerza o la astucia, el Emperador cristiano alcanza el trono por «la gracia de Dios». Esta idea será el sello de la «legitimidad» monárquica europea hasta el siglo XVIII. 10

Los templos son abundantes en el Imperio y 02_Nimes_La recorren una gran diversidad de épocas y estilos. De «Casa Cuadrada» tiempos de Augusto -y muy parecida a los templos republicanos- es la «Casa cuadrada», de Nimes (2). A las formas helenísticas se añaden en ella algunos elementos que proporciona la tradición. La construcción, de extremada simplicidad, corresponde a conceptos religiosos firmes y sobrios. El «podium» sobre el que se asienta el edificio tiene ascendencia etrusca, única tradición que los romanos pueden oponer a la absorbente influencia griega para afirmar su personalidad. El templo fue edificado entre el 19 y el 12 a.J.C. Más importante a pesar de sus reducidas dimensiones -tiene sólo unos 10 metros de lado- es el Pacis» «Ara Pacis Augustae» (3). Fue edificada cuando Augusto regresó triunfante de sus expediciones contra galos y cántabros, e inaugurada el año 9 a.J.C. El monumento fue concebido como un clásico altar helenístico, pero en su realización se aleja totalmente de los cánones propuestos, resultando profundamente romano. De todas formas, recuerda obras de Pérgamo muy anteriores, sobre todo por su decoración, de la que hablaremos más tarde. 03_Roma_El «Ara

Ya del siglo II d.J.C. -época de Trajano y Adriano- es el templo de Venus y Roma, con dos «cellas» semicirculares adosadas, que parece trazado por el propio Adriano. No hay duda de que en tiempo de este emperador se llegó a las mejores soluciones técnicas en arquitectura. Particularmente notable es el Panteón (4), cubierto con una gran cúpula de casetones -la mayor que nos ha legado la antigüedad- que tendrá importancia capital en el Renacimiento. Aunque fue comenzado el año 27 a.J.C., la edificación que contemplamos hoy se debe a una restauración total de tiempos de Adriano, entre el 120 y el 130 a.J.C. El «Panteón» supone una revolución en la arquitectura religiosa, ya que con él se inicia un proceso de «interiorización» del templo, que va a culminar en la basílica cristiana.

04_Roma_El Panteón

El templo de Minerva Médica, del III d.J.C., se resuelve con una gran cúpula cuyos empujes laterales se contrarrestan con dos gigantescas exedras de bóveda de cuarto de esfera, y rotundos estribos adosados. Los templos que hemos mencionado hasta ahora 05_Baalbeck presentan elementos específicamente romanos (Líbano)_Templo «podium» y bóvedas- que los diferencian de los de Júpiter griegos. De clara ascendencia helenística es el colosal conjunto de Baalbeck (5), en Siria. Las construcciones de Baalbeck se comenzaron en tiempos de Augusto, que transformó la pequeña aldea semítica en floreciente colonia romana, y se continuaron a través de los siglos por Antonino Pío, Septimio Severo y Caracalla. El templo más importante estaba dedicado a Júpiter Heliopolitano, y se componía de cuatro partes: unos propileos, un patio hexagonal, un patio rectangular y el santuario propiamente dicho, con columnas de veinte metros de altura. Esta ordenación en zonas cada vez más sagradas corresponde a concepciones semíticas, y los elementos constructivos y decorativos al arte helenístico más barroco.

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estoicos-, hasta el más bajo de sus súbditos. De este modo la vida se hizo especialmente feliz y tolerante. El estoicismo obró como una especie de creencia colectiva, llenando por algún tiempo aquel hueco que la religión había dejado. Pero una filosofía -por convincente que seanunca puede ser creencia colectiva de un pueblo; a lo más, de una pequeña minoría. Durante el siglo II, pues, domina el Imperio una burguesía occidental ilustrada que eleva al poder emperadores hispanos y galos. Pero a finales del II d.J.C. hay una reacción de los colonos y militares contra la burguesía ilustrada de esta época y es entonces cuando suben los Severos apoyados en el ejército y los colonos africanos, y luego Aureliano y Diocleciano apoyados en las legiones y plebe de Dalmacia e Iliria. Pero sigamos con el estoicismo. El estoicismo fue extendido en Roma por Panecio de Rodas en el II a.J.C. y por Posidonio de Apamea en el I a.J.C. Aunque muchos nobles romanos se adiestran en esta filosofía, entre ellos Cicerón, no podemos hablar de una verdadera personalidad estoica hasta Lucio Anneo Séneca (4-65 d.J.C.), nacido en Córdoba, tío del poeta Lucano. Vivió casi toda la vida en Roma, donde pronto pasó a ocupar altos cargos de la Administración. Agripina le encargó la educación de su hijo Nerón y fue consejero de este emperador cuando subió al trono (54 d.J.C.). Más tarde, complicado en una conjura, se suicidó. Escribió obras de física, moral, literatura. Su gran preocupación, como es costumbre en el estoicismo, es la moral, que es la proyección de la filosofía en el comportamiento humano en orden de conseguir la felicidad. Su modo de escribir es monologado, mediante cartas, reflexiones, máximas, etc. Otro estoico famoso fue Epicteto (50-125 d.J.C.). Esclavo y liberto a la muerte de su amo, enseñó filosofía en Roma y en el Epiro, Su obra más importante es el «Manual». Por último, debemos señalar la figura del Emperador Marco Aurelio (121-191 d.J.C.), cuyo profundo sentido estoico se siente en una dulcificación de leyes y costumbres de su época. Es muy famoso su libro de «Pensamientos». c) Literatura.- La última mitad del I a.J.C. y la primera mitad del I d.J.C., es decir, la época de Augusto, es llamada el «siglo de oro» de las letras romanas. Destacan tres poetas excepcionales: Virgilio, autor de las «Bucólicas, las «Geórgicas» y la «Eneida» -remedo de la «Ilíada», que quiere ser la gran epopeya patria de los romanos-; Horacio, autor de las «Odas» y las «Sátiras», de incomparable sabor humano; Ovidio, autor mucho más íntimo y original en sus «Pónticas», «Tristes» y «Tratado del Amor». También es de esta época el historiador Tito Livio, más literato que historiador propiamente dicho, que escribió las «Décadas». De otra generación posterior es Lucio Anneo Séneca, autor de «Epístolas», obras didácticas y sobre todo tragedias de mucho énfasis y patetismo, que ya no se alimentan de aquella inagotable vena de los mitos griegos, aunque quieran remedarlos como Virgilio en la «Eneida». Otro historiador es Tácito, cuya obra, «Annales», es un ejemplo de buen estilo, simple y descarnado de toda retórica superflua. También tienen importancia escritores como Plinio el Joven y otros geógrafos y naturalistas. Hay poetas como Juvenal y Lucano, autor de un poema épico inmortal, la «Farsalia», en la que poetiza sobre la guerra civil entre César y Pompeyo, poniendo sus simpatías de parte de este último. d) Artes plásticas.1. Arquitectura. Ya dijimos que, aunque conocen y emplean los órdenes griegos -sobre todo el corintio-, los órdenes originales son el toscano, simplificación del dórico, y el compuesto, superposición del jónico y el corintio (ver tema IX).

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Pero la inseguridad producida en el Imperio por la anarquía militar provoca, en el terreno social, los gérmenes del feudalismo. Algunos ricos terratenientes crean milicias particulares para defenderse de este estado de cosas. Los precios suben el 1.000 por 100 desde el 256 al 280 d.J.C. Aureliano restaura la moneda con el oro del reino de Palmira y con los enormes impuestos que carga sobre los ciudadanos pudientes. Diocleciano encuentra una moneda bastante fuerte y se dispone a hacer la gran transformación económica y social. Hace hereditarios los gremios profesionales, centraliza totalmente la administración imperial decretando una nueva división en diócesis, prefecturas y provincias, nacionaliza la agricultura y la industria y consigue un socialismo estatal completo como aquel que habían iniciado los Severos. Prosperan los tributos en especie, los servicios forzosos al Estado y otras instituciones orientales. Separa radicalmente las atribuciones militares y administrativas de las provincias y divide el Imperio en dos zonas -Oriental y Occidental- con capitales en Spalato (Yugoslavia) y Mediolanum (Milán, Lombardía), regida esta última por su amigo Maximiano. Roma queda relegada a un segundo plano y el Senado a la categoría de Concejo provincial. También nombra dos césares o lugartenientes de los Augustos -Constancio y Galenoformando así un sistema de gobierno jerarquizado que se conoce con el nombre de «tetrarquía». Constantino completa la obra de Diocleciano, apoyándose en la religión cristiana que le da «legitimidad» de poder indiscutible y traslada la capital a Bizancio (Constantinópolis, Constantinopla), desplazando el centro de gravedad político hacia Oriente. En Occidente las ciudades se ven paulatinamente abandonadas y la gente se refugia en el campo. Es el comienzo del feudalismo medieval, que los bárbaros sólo prolongan en el tiempo.

ROMANIZACION La obra de Roma fue la unificación política y 01_Mapa del cultural del suelo mediterráneo. Esta es su gloria imperio romano y sus calzadas máxima y en ella encuentra los gérmenes de su disolución, como hemos visto. La pequeña Roma engendra un Estado Universal (1), con esa «voluntad de imperio» de los pueblos marcados por el destino. Luego, el Estado Universal causa la ruina y disolución de la propia Roma para llegar a formas históricas más amplias y cambiantes. La labor de Roma fue nula o escasa en la zona oriental del Imperio (Grecia, Siria, Egipto) -que tenía una cultura muy superior-, pero desplegó, en cambio, una trascendental influencia en las zonas occidentales (Hispania, África, Galia, Bretaña y Europa central). En el sur de Galia floreció una gran cultura y economía, con ciudades como Narbona, Arles, Nimes, Marsella, etc. Es el centro de la cultura provenzal que se extiende hacia el norte por el valle del Ródano (Toulouse, Lyón, Ginebra, etc). Se levantan teatros, circos, templos, etc., y se extiende la enseñanza del latín y del Derecho. Había Asambleas provinciales en Lyón y una poderosa burguesía que crea una cultura urbana y mercantil. En Hispania no evolucionó igual la ocupación romana. Hispania no era zona de paso, sino de término. Y era campo de explotación minera y agrícola de los capitales romanos. El Imperio favoreció el desarrollo de la cultura en las ciudades hispánicas: Sevilla, Zaragoza, Tarragona, Toledo, Pamplona, Mérida, etc. Trajano, Adriano, Columela, Pomponio Mela, Marcial, Lucano, Séneca, son algunos hispanos destacados de esta época. En Britania la romanización se limitó a una ocupación de los puertos importantes como Dover, Londres, Chester, York, etc. Irlanda y Escocia permanecieron bárbaras, sin el contacto de la cultura romana. 11

Europa Central también sufrió una romanización cuya vía de acceso fue el Danubio. Fue mucho menos intensa, pero se notan sus efectos. Augsburgo, Salzburgo, Viena, etc., son las ciudades más romanizadas. Dalmacia y el Epiro se romanizaron más tarde y produjeron individuos como Aureliano y Diocleciano. En África se crean colonias como Bizerta, Leptis Magna, Cabes, Timgad, etc. Son grandes ciudades, quizás las más grandes y mejor conservadas del Imperio.

CULTURA La cultura de la época imperial es distinta, pero procede sin solución de continuidad de la Baja República. Sólo se puede entender partiendo de ésta (ver tema IX). Vamos a desplegar los diferentes aspectos que facilitarán su exposición y recuerdo con fines didácticos. a) Religión y Moral.- La religión constituye los más profundos estratos de la creencia colectiva e influye en la concepción del mundo que un pueblo tiene, y, por tanto, en toda su concepción de la sociedad y la política. Quien crea que religión y política son dos cosas totalmente distintas, no puede comprender del todo al hombre, que es el protagonista de estas dos actividades. A comienzos del siglo II a.J.C., concretamente en la segunda guerra púnica, a finales del III (212 a.J.C.), Tito Livio dice que a raíz de la porfiada contienda con Aníbal, comienzan a sentirse en Roma fenómenos religiosos y sociales extraños, y parece «que los dioses fueran otros». Dice así concretamente: «El Foro y el Capitolio andaban llenos de turbas de mujeres que ni hacían sacrificios ni oraban según las costumbres patrias. Embaucadores, místicos y adivinadores se apoderaron de las mentes de los habitantes de Roma, cuyo número había aumentado mucho con la plebe rústica, obligada a refugiarse en la ciudad desde los campos incultos y devastados, víctima de la miseria y el terror. Con lo cual fue fácil a aquellos embaucadores, aprovechando la ignorancia de las gentes, hacer su negocio, que ejercían como si fuese un oficio autorizado.» (Décadas, XV. Traducción de Ortega.) Añade Ortega: «Roma herida hasta el fondo por Aníbal, obligada por él a combatir a la vez en países distantes España, Sicilia, Africa, Macedonia- ha quedado abierta por la herida al mundo de la diversidad y ésta penetra en ella borboteando como un torrente, arrollando los modos tradicionales.» (Una interpretación de la Historia Universal, Ortega. «Rev. Occid.», pág. 210.). Nuevas religiones, nuevas concepciones del mundo, nuevos estilos de vida. Son las religiones de Dionisos, Orfeo, y los pitagóricos, la de Démeter, la de isis, la de Atis, etc. No es que todos los romanos dejaran de creer en sus antiguos dioses y cambiaran de vida, sino que muchos grupos lo hicieron y la religión tradicional (los auspicios, manes y lares, etc.) dejó de ser una creencia colectiva. Y al perderse esta creencia se debilita y aniquila la concordia común, aquello en lo que todos estaban de acuerdo. El Derecho se funda en un estado colectivo de la vida humana. Al cambiar este estado ha de cambiar el Derecho público. Por eso dice Ortega: «al quebrarse las creencias comunes, se resquebraja la legitimidad». La religión deja de ser una creencia común y se convierte en un acto discutible. El romano, al enriquecerse, se moderniza y se individualiza. Esto es lo que Arnold Toynbee llama la «intoxicación por la victoria».

El propio Cicerón, pontífice máximo, no cree en los dioses. Los emperadores suelen ser pontífices y hay pocos que crean en los dioses tradicionales. Pero se es consciente de que el vacío espiritual que constituye la falta de religión es el principal enemigo de la situación política y varios emperadores (Dedo, Valeriano, Diocleciano) tratan de revitalizar los antiguos cultos, pero ya es tarde. Además de las religiones anteriormente apuntadas, se extienden durante el Imperio la de Mitra, el judaísmo, el cristianismo y otras varias. Alejandro Severo es el gran tolerante que admite todas las religiones y las rinde culto. La mitología olímpica reimplantada por Octavio- y aún más, la vieja religión animatista y «numinosa» de los romanos, ya no son más que fórmulas vacías y sin sentido. Precisamente podemos considerar al Imperio como el período sin religión, es decir, como la transición entre la muerte de las antiguas creencias y la maduración de las que van a sustituirlas: el Cristianismo, que ya nos introduce en la época siguiente. Cierto es que los Emperadores emplean la religión como un instrumento político, haciendo sacrificios y ex-votos a la Paz, al Imperio y al Emperador, que era divinizado después de morir (Divo). Hubo períodos de cierta originalidad religiosa, como el estoicismo de Marco Aurelio o la religión solar de Aureliano. La moral de esta época sufre una relajación parecida y se hace preciso que el Estado intervenga cada vez más en la vida pública hasta llegar al absolutismo del Bajo Imperio, donde el poder del Estado se impone totalmente al individuo, reduciéndolo a un número en su corporación o gremio. El estoicismo pone las bases de una nueva moral en el siglo I y II d.J.C. y luego es el cristianismo el que establece el principio moral. En resumen, el Imperio es una época de vacío religioso y moral, de búsqueda de nuevas soluciones que puedan sustentar una nueva política, una nueva ciencia, un nuevo arte. b) Ciencias y Filosofía.- Ya hemos dicho que los romanos no son buenos científicos, no son propicios a la teoría. Todo hombre -y todo pueblo por un impulso mimético- tiene un ideal de vida, una imagen del hombre que quisiera ser. En persecución de ese ideal gasta el hombre todas sus energías. Los griegos comprenden la vida por medio de la teoría. Los romanos la comprenden en el respeto religioso; de ahí su imperturbable seriedad ante la vida. Existen algunas figuras, como Claudio Ptolomeo, del siglo I d.J.C., pero ya hemos hablado de él en otro lugar (ver tema VIII), porque aunque es del tiempo del Imperio, pertenece al mundo y pensamiento helenístico. Lo mismo podríamos decir de Estrabón, pero hay geógrafos originales como Pomponio Mela. Galeno es un médico del siglo II d.J.C. que vivió toda su vida en Roma, aunque se forma en la tradición y experiencia de Alejandría. Sus estudios y consejos fueron muy respetados en la Edad Media. Tuvo además afición por la teología y la lógica.

Y no son sólo ideas religiosas, porque durante el siglo II a.J.C. siguen entrando en Roma costumbres y creencias griegas y asiáticas, como el refinamiento corporal, la homosexualidad, etcétera, hasta que a mediados del I a.J.C. se atreve a decir César: «La República? ¡La República no es ya más que una palabra!».

No sólo no crearon teorías, sino que rechazaron tercamente las de otros pueblos. La única filosofía que influyó en Roma fue el estoicismo; pero no debe culparse a la filosofía como se hace a veces- de la disolución moral y religiosa de los romanos, porque ésta comenzó en el II a.J.C., mientras que el estoicismo sólo dominó en Roma tres siglos después. Fue la filosofía de nobles y burgueses, pero se extendió sobre capas tan amplias de la sociedad, que transformó la vida de Roma, desde el Emperador -Trajano, Adriano y Marco Aurelio eran

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