Doce sonetos, un cuadro y un villancico referidos al incendio del Escorial del ario 1671

Doce sonetos, un cuadro y un villancico referidos al incendio del Escorial del ario 1671 José SIERRA PÉREZ Real Conservatorio Superior de Música Mad

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Doce sonetos, un cuadro y un villancico referidos al incendio del Escorial del ario 1671

José SIERRA PÉREZ

Real Conservatorio Superior de Música Madrid

I. Introducción. II. Transcripción de los sonetos. III. El cuadro «El incendio del monasterio del Escorial». IV. «Villancico a 4. A la entrada de sus Magestades en el Real Monasterio de San Lorengo después de la quema. Fr. Juan Durango. Año de 1676».

I. INTRODUCCIÓN

La presente comunicación recoge tres documentos referidos al incendio del Escorial del año 1671. Así, literatura, pintura (imagen) y música se hermanan para describir un mismo objeto. Ut pictura poesis. También la música pinta las palabras. *** En el Ms. 3.674 de la Biblioteca Nacional de Madrid 1 , perteneciente al siglo XVH, segunda mitad, cuyo autor es Pedro de Liéba1. En el Catálogo de manuscritos poéticos castellanos de los siglos XVI y XVII en la Biblioteca Nacional, Volumen 11 (3.674 a 3.800), p. 12, se dice lo siguiente de este ms.: «Se trata del primero de dos vols. [el segundo es el 3.675]. En la contraportada aparece un ex-libris, firmado por «Pedro de Liévana. Confesso de la Compañía de Málaga, 1678». En la H. 2v, nota de Pellcer: «El autor de estos dos tomos intitulados Parnaso Cristiano o Sagradas Empresas y divinos asuntos es el P. Pedro de Liévana, natural de Sevilla y conventual en Málaga. Está borrado el nombre del autor. No hablan dél los publicadores de la biblioteca de la Compañía». El vol. tiene 202 f. de 310 x 220 mm. El texto de Pellicer tiene, al menos, dos errores. No está borrado el nombre del autor, a no ser que lo quiera decir metafóricamente señalando con ello que le borran los publicadores de la biblioteca de la Compañía al no incluirle en la biblioteca, pero esto tampoco es cierto. Dejemos a un lado lo de natural de Sevilla. SIMÓN DÍAZ, J., Bibliografía de la literatura hispánica, 14 vols., Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto «Miguel de Cervantes» de Filología Hispánica, Madrid 1984, XIII, n.° 2181, da el título completo: Parnasso Christiano, Sagradas empressas y divinos assuntos que llaman y convidan a la Poesía profana para componer el más alto y real objecto y mas digno de nuestro amor, que son dios y su Madre y los Santos sus solos amigos, con más copiosa mies de conceptos y mas utiles.

El ms. viene descrito brevemente en las siguientes obras: Inventario General de nzanuscritos de la Biblioteca Nacional, X (3.027 a 5.699), Ministerio de Cultura, Dirección General del Libro y Bibliotecas. Madrid 1984, 9. 151.

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na 2 (1619, Martos-Jaén; 1682, Málaga) contiene doce sonetos en los fols. 186r-188v, numerados del 30 al 41, que van encabezados con la siguiente dedicatoria: «A la quema del Eseurial, en 7 de junio de 1671». Diez de los doce sonetos son de Pedro de Liébana autor»). Los sonetos número 38 y 39 son, respectivamente, del P. Alonso Dávila y del P. Cañas. Todos jesuitas. De estos dos últimos autores no encuentro referencias bibliográficas. (Pedro de Liébana [Véase nota n.° 2 y compárese con lo que dice Pellicer en nota n.° 11 entró en la Compañía de Jesús en 1634, fue ordenado sacerdote y fue rector tres años). Estos son los escasos datos que he podido ver. En la bibliografía general moderna no aparecen los nombres de estos autores. Debo aclarar desde un principio que esta «Comunicación» tiene por objeto exclusivo el presentar los materiales sin entrar en especiales valoraciones ni investigaciones, que dejo para los especialistas- en esta materia. Entro en el asunto de los sonetos de la quema de mano de la música, es decir, desde el estudio del Villancico del P. Juan Durango, cuya transcripción y versión recojo al final. Me importa, sobre todo, recoger los documentos y sólo aquéllos que son contemporáneos. Me permito, sin embargo, una reflexión sobre la distinta interpretación que se hace del incendio desde la poesía —jesuítica— y desde los aterrorizados historiadores que lo vieron de cerca. A la literatura y a los textos históricos añado un cuadro del incendio atribuido en alguna ocasión al P. Francisco de los Santos y la música del mencionado villancico en que se da la bienvenida a Carlos II en 1676 cuando el monarca llega a El Escorial por primera vez después del incendio. ANGUITA Y VALDIVIA, J., Manuscritos concepcionistas en la Biblioteca Nacional, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1955, 29-33. CASTRO, M. de, Exposición bibliográfica mariana. Madrid 1954. 34, n.° 75. GALLARDO, B. J., Ensayo de una biblioteca Española de Libros raros y curiosos... aumentado por M. R. Zarco del Valle y .1. Sancho Rayón, Madrid, Rivadeneyra, 1863-1889.4 vols., III, n.°2.698. 2. En Bibliothaque de la Compagine de Jesus, Premier Parte: Bibliographie, par les Pares Augustin el Aloys de Backer, Seconde Partie: Histoire, par le Pare Auguste Carayon, Tome quatribme, nouvelle édition. Bruxelles et Paris. par Carlos Sommervogel, S. J., MDCCCXC111, p. 1825. se dice lo siguiente: «L1ÉVANA. Pierre de, né á Martos, diócese de Jaén, en 1619, admis en 1634, professa la grammaire. la philosophie et la théologie, fut appliqué au saint ministbre, 3 ans recteur et mourut á Malaga, le 10 mai 1682».

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Tengo el convencimiento de que no ha existido una imagen del Escorial a través de los siglos tan impactante como la que dejó el terrible incendio de 1671. Ni las iluminarlas hechas al recibimiento de los reyes, ni las danzas de acogida a los reyes u otras personalidades, ni las procesiones de las más grandes festividades religiosas en la basílica o en el claustro de procesiones, ni las funciones de teatro más lujosas, ni el más pomposo enterramiento, ni las músicas más brillantes.., pueden dar una imagen de tanto impacto como la del incendio. Bastará traer algunos textos de la Relación del incendio de 1671 3 para percatarnos de lo desastroso que fue el mayor de los incendios del Escorial, en que se quemó la mayor parte del edificio, con gran pérdida de libros, alhajas, objetos de arte... El fuego duró quince días, desde la tarde del día 7 de junio, en que se celebraba por primera vez la fiesta del Rey San Fernando de Castilla, hasta el día 22, víspera de la vigilia de San Juan. Este año de 1996 se cumplen 225 años. * «Corrió [el fuego] por todo el colegio y seminario, que son cuatro claustros, o patios, y pasando al palacio de los reyes, quemó todo el lienzo que mira al norte de torre a torre, y sin que le detuviese la torre que llaman de las Damas, pasó a los otros cuartos que miran a oriente, y los consumió hasta topar con la iglesia, dejóse salva la torre de las Damas, que fue harta dicha. Con tanta furia voracidad y presteza consumió todo lo que he dicho: colegio, seminario y palacio que pone admiración, sin que diligencias humanas (que se hizo todo lo posible) fuesen bastantes a apagarlo o resistirlo...» «Del colegio subió el fuego a la torre de las campanillas, cosa al parecer imposible, y quemando toda la madera que halló, derritió más de treinta campanas que allí había, chicas y grandes, que se tocaban con teclas como órganos, y hacían una admirable música y consonancia..» «Muchos libros de esta librería [librería manuscrita], manuscritos, se sacaron, pero la mayor parte y lo mejor, se quemó. Quemá3. Relación sumaria del incendio de esta casa y convento de San Lorenzo el Real de El Escorial en el año 1671, por fray Juan de Toledo. Se publica completa en ANDRÉS. G. de, «Relación de los incendios del monasterio de El Escorial», en Docunzentos para la historia del Monasterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, VIII, Imprenta del Real Monasterio, 1965, pp. 69-81



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ronse muchos retratos originales que había de santos y de hombres insignes...» «Los libros de la librería impresa y principal se arrojaron a la Lonja por las ventanas.» «Estando el fuego en este lienzo del convento que cae al pórtico y en la librería manuscrita y en la torre o lucerna del refectorio, saltó al techo de la escalera principal del claustro y al de las capas y subió a la torre de las campanas, quedando todos admirados de verle dar estos saltos tan largos y distantes, y aquí se pasmaban los entendimientos de los que lo veían. En la torre consumió toda cuanta madera había, no sólo la del telar en que estaban las campanas, sino la de los tabiques, aunque estaban cubiertas de yeso. Derritió unas quince o dieciséis campanas, las más de ellas muy grandes y escogidas, y destruyó el reloj. De estas piezas que ardían saltó el fuego a la torre de la celda del prior, comenzó a arder el capitel, y de allí bajando a todos lo entresuelos sin parar hasta la bóveda. De aquí se comunicó al noviciado y todo el lienzo del mediodía, iglesia vieja, refectorio, cocina, enfermería y todo lo demás de la casa...» «La torre de la botica se reservó a costa de mucho trabajo; todo lo demás de los claustros del convento, el principal y los cuatro pequeños, quedó abrasado y consumido, con lo que ya dije del palacio, colegio y seminario y torre de las campanas, torre del seminario y de la celda del prior; y esto en espacio de ocho horas, porque comenzó a las cuatro de la tarde y a las doce de la noche ya estaba todo lo alto de la casa consumido...» «La confusión de todos fue terrible. Cuando estaban procurando apagar el fuego en una parte, venían alaridos y voces que acudiesen a otra, porque estaba ya ardiendo...» «Todo eran alaridos, llanto y gemidos; parecía un día de juicio., por las ventanas salían tantas llamas que aterrorizaba el verlo.» «Quedó la casa como una ciudad o fortaleza destruida de sus enemigos o como palomar viejo y desamparado, no sé a qué compararla; el cielo descubierto por todas partes, las paredes ahumadas, las celdas y los cuartos de la vivienda no se conocía lo que habían sido, porque, como el fuego derribó los tabiques que hacían las divisiones, todo era un destrozo prolongado, sin que se pudiese dis-

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tinguir, si no es con mucha atención, cuál era aquello y cuál lo otro; causaba gran dolor y compasión el verlo.» «Estos cuartos de bóveda y las celdas pocas que quedaron recibían grandísimo daño en invierno con las aguas y nieves, porque se tardó en cubrir la casa y coger las aguas tres años, por la tibieza y flojedaz con que acudían a este reparo los de la junta como diré adelante» 4.

*** Después de la lectura de la Relación, aunque no completa, es posible que se entienda mejor lo que se decía más arriba sobre la impactante imagen que produjo el incendio. Pues bien, los doce sonetos que recojo se refieren a este asunto o empresa. Todos ellos ven en el incendio un escondido aspecto positivo, difícilmente detectable a primera vista. Hay un tema central: el fuego enalteció al mártir San Lorenzo, patrono del Escorial, que fue quemado en una parrilla. El edificio del Escorial, que por ello tiene forma de parrilla, y cuyo nombre proviene —al menos aquí se utiliza esta etimología— de escoria, tiene una estrecha relación con el fuego como símbolo de purificación y oblación, como lo hiciera su santo patrón a Dios, quien aceptará de mejor grado al Escorial quemado. De hecho, Dios manifiesta el agrado de las ofrendas que se le hacían mediante el fuego que abrasa la víctima inmolada. Así pues, el incendio que abrasa al Escorial viene a ser una manifestación de amor y no de rigor, de aceptación de un sacrificio. Así lo resumen los dos tercetos del soneto 41, el último: De amor es y de cariño soberano, aun con lo material del edificio, no padrón de rigor sañudo u ciego. Cuando Dios se portaba más humano, cuando más le agradaba un sacrificio abrasaba la víctima con fuego. De este modo, y en estas coordenadas, cada soneto resalta algún aspecto positivo. El fuego llovido del cielo hace que no se borren de la memoria las virtudes soberanas ya conocidas de San Lorenzo 4. Todos estos textos están tomados de la Relación que se cita en nota n.° 3, pp. 74-79.

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(n.° 30), el fuego llovido del cielo es signo de aceptación del Escorial como víctima (n.° 31), El Escorial queda ennoblecido por hacerse escoria de más nobles metales con el fuego (n.° 33), las desgracias son dichosas a veces, tal como le ocurrió a Scevola (n.° 34), una desgracia que merece tales extraordinarias restauraciones renueva la fama del Escorial (n.° 35), igual que Troya quemada, así, • El Escorial renueva su memoria por los siglos después del incendio (n.° 36), hay que imitar el edificio del Escorial en la Ciudad de Dios (n.° 37), queda aquilatada la hermosura del Escorial por el fuego que purifica la escoria (n.° 38), la Casa de Austria queda indemne porque la iglesia —que es el símbolo de su virtud principal, la piedad— queda a salvo (n.° 39), el fuego hace que El Escorial vuelva a su origen primero, escoria (n.° 40). El fuego es signo no de rigor, sino de amor, signo de aceptación de la víctima (n.° 41). Recuerda este pensamiento el «o felix culpa» de San Agustín. Bienvenida sea la culpa de Adán y Eva, que mereció tal redención. Así pues, el fuego purifica, es signo de aceptación divina, recuerda las virtudes de San Lorenzo que, quemado en una parrilla, es patrono del Escorial, a quien hay que recordar e imitar 5 y hace famoso al Escorial igual que lo hiciera a otras ciudades, como Troya. Tan famoso pasará a ser El Escorial que su fábrica se imitará en la Ciudad de Dios y por eso sube su figura diseñada con el humo. En definitiva, nada ha habido de negativo en que El Escorial se haya quemado. El incendio ha sido para mayor gloria del edificio, que ya viene reconocido en los poemas como «Primera de la Europa maravilla» (n.° 30), «Octava maravilla» (n.° 41). Esta sublimación de un hecho que, en realidad es absolutamente catastrófico, luctuoso y calamitoso como ningún otro acontecimiento en la historia del Escorial, por más que se le quiera dar vueltas, es muy propia de una poesía barroca enredada en el juego como agudeza de ingenio y de rebuscado argumento para ver, en este caso, la parte positiva allí donde no hay forma humana de percibirla. Es desde la fe, por una parte, y desde el artificio, por otra, desde donde hay que entender a estos poetas de talante barroco jesuítico del siglo >mi. Sólo les hubiera faltado algún soneto en que se deseara con vehemencia 5. Recuerdan estas ideas a Alonso de Ledesma: Conceptos espirituales, Madrid 1601?, en que presenta a los santos con alguna extravagante condición. San Lorenzo es crisol para depurar el oro y «sabroso bocado / para la mesa de Dios», crudo por dentro y tostado por fuera.

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un nuevo fuego que de cuando en cuando reavivara las llamas ejemplarizantes que tanto ser dan a la fábrica del Escorial, pero esto hubiera ido ya más allá incluso que San Agustín. En ningún momento asoma la queja, el llanto o el lamento por el terrible desastre. Parece que esto no entraba en el asunto de los sonetos o en la sensibilidad de los autores. Este racionalismo tan extraordinario (jesuítico?) no hubiera sido tal si hubieran visto y sentido el incendio desde cerca. Sólo en un momento, en el soneto n.° 39, de Alonso Dávila, hay un pequeño resquicio a la expresión de un sentimiento cuando dice —aunque lo haga con una evidentísima imitación de la Oda a Salinas de fray Luis de León—: «... triste es lloro / ver tan fatales llamas empleadas» 6. La Relación, que también hace un juicio desde la fe sobre los hechos, no es tan positivista. Ve la mano de Dios en el incendio, como la vería en todos los acontecimientos de la vida en que Dios actúa con sus juicios ocultos, pero nada más. Trata de entenderlo y, al no lograrlo, se abandona a los juicios de Dios que son «incom-prensibles y justos», es decir, se acepta la voluntad divina. «¿A quién no admiraría oír esto? ¿Qué entendimiento humano se podrá persuadir a que esto pudo suceder naturalmente? Pues, si de propósito quisieran los hombre pegar fuego a esta casa y consumirla, aunque viniera un grande ejército y la pegara fuego por las cuatro esquinas, no lo había de conseguir en muchos días. Aquí se pasma el entendimiento y juicio humano, y sólo acude a Dios venerando sus santos y ocultos juicios, que son todos incomprensibles y justos» 7.

Es más, admite que haya un «enojo y castigo» divinos. Y en esto, y en querer que lo sagrado y que pertenecía a su divino culto no pereciese [la basílica y el coro, que no se incendiaron], parece que nos dejó esperanzas de que su justísimo enojo y castigo no era para consumir esta casa, pues dejaba conservado lo más principal y más precioso, sino para aviso y corrección nuestra y dejarnos esperanzas de su reparación. ¡Bendita y alabada sea para siempre su 6. Dice la penúltima estrofa de la oda: «A este bien os llamo,/ gloria del apolíneo sacro coro/, amigos a quien amo/ sobre todo tesoro./ que todo lo visible es triste lloro». 7. Ibídem, p. 76.

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JOSÉ SIERRA PÉREZ infinita bondad y clemencia, pues cuando castiga, no se olvida de su misericordia» 8.

Del mismo modo, al P. Francisco de los Santos, jerónimo, testigo presencial, uno de los hombres más doctos entre los jerónimos de su tiempo, estos hechos que, sin duda, son debidos a la disposición de Dios, le espantan y confunden. «... eso es lo que pasma y confunde. Mas siendo Dios el que lo dispone assi, o permite, hemos de estar, o a que los motivos son nuestras culpas, o que quiere exercitarnos en su santo temor con essas demostraciones, o que son tan profundos, que no puede llegar a sondarlos nuestra cortedad» 9. Así pues, es Dios quien todo lo dispone. Desde ahí hay que aceptar todos los hechos aunque no se comprendan. No faltan las supers8. Ibídem, p. 79. 9. SANTOS F. de los, Quarta parte de la Historia de la Orden de San Gerónimo, Madrid 1680, p. 217. Esta obra dedica los siguientes capítulos al tema del incendio: Cap. XXXIV: Del lastimoso incendio que sucedió en el Real Monasterio de San LorenÇo de El Escorial (pp. 215-220). Cap. XXXV: De lo que sucedio en particular la primera noche del incendio, y lo que quedó libre (pp. 220-224). Cap. XXXVI: En que se prosigue la relación del incendio, sus varios efectos, y duración con otros sucessos notables (pp. 225-229). Cap. XXXVII: De el estado en que quedó la Fabrica, después del incendio, y lo que se fue obrando: y la Translación del Santissimo Sacramento (pp. 229-233). Cap. XXXVIII: De las prevenciones que se hizieron para la reedificada? de San Loreneo; la traza que se eligio, y algunos sucessos de la Orden (pp. 233-237). Cap. XXXIX: Benefícianse algunos medios para la reedificación; causas que uvo para que se detuviese, y prevenciones que se hideron para comenÇarla (pp. 237-241). Cap. XXXX: Dase principio a la reedificación, y embarazóse el progreso por algunas ocasiones sensibles, y varios sucessos (pp. 241-246). Cap. XXXXI: Acreciéntanse los embarazos de la reedificado?? de San Loretwo, persecuciones que padecieron los Monges, y cómo salieron deltas (pp. 247-

252). Cap. XXXXII: De lo que se aumentó la obra de la reedificación de S. Lorengo. vencidos los embarazos; y otros sucessos de ella (pp. 252-256). Cap. XXXXIII: Del capitulo general que se celebró en la Orden el año de 1675. Prosecución de la Fábrica de El Escorial, y Letras del Nuncio en favor de aquella Comunidad (pp. 256-260).. Cap. XXXXIIII: Primeros viajes del Señor Rey Carlos Segundo a nuestro Real Monasterio de San Lorenvo, y de las cosas que allí sucedieron, y en nuestra orden [año 1.676] (pp.)

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ticiones tan frecuentes en esta época. El P. De los Santos, aunque las pasa un poco por alto, no deja, sin embargo, de recogerlas: «Algunos dixeron, que pocos días antes que sucediesse esta lamentable desgracia, se avia visto una señal grande una noche, que parecia averla pronosticado; que fue un Arco de fuego, que desde el Palacio de Madrid, llegaba hasta El Escorial. Otros dezian que este incendio estaba profetizado desde que el Señor Rey Filipo II fundo aquella Maquina maravillosa. Sea de esto lo que fuere...» lo.

El estilo vehemente, barroco, grandilocuente y culto" del P. De los Santos, pero siempre sentido, es en muchos de sus lugares una magnífica ayuda para comprender el contexto de los sonetos y la realidad del cuadro, que no es hipérbole: «Prendido, y cebado el fuego en tanto combustible como avia en aquellas armaduras de lo alto, donde se juntaron al edificarse los Pinares de cuenca, del Quexigal, y de Balsain, materia tan dispuesta por la distancia de cien años, y mas, y ayudado a mas de esto el ardor, y la voracidad con los bufidos fieros del remolinado viento que corria; cobraba por instantes insuperables fiergas, impetuosos brios, con que todas las diligencias humanas se frustraban. Lebantábanse las llamas hasta el Cielo, despidiendo negro humo, y denso, de que se formaban espantosas Nubes. Revocábalas a vezes el Viento con nuevo daño del Edificio, haziendolas anclar al passo de su vario movimiento; esparcialas a un lado, y a otro, como cuando se tremolan Vanderas; y se prendian en los cubiertos con tal presteza como en la polvora, y con tal eficacia que ardian hasta las mismas Pizarras, las abrazaderas, clavazones, y Barras; y dirritiéndose los plomos, venian abaxo como el agua en abundante Ilubia. A cada paso se multiplicaban los volcanes, volviendo a levantarse más crecidos; y abrasadas de. ellos las fuertes vigas y maderos robustos, estallaban, y crugian con espantoso quebranto. Entre este ruido, y el que hazian las hogueras, [que heridas del viento, se sentian formidables, se oían las vozes de la gente, y de los Religiosos, que en tan conocidos peligros se convocaban, y llamaban al empeño, sin desfallecer en la constancia, perseverando con ánimo indecible contra el fuego 10. Ibídem p. 231. 11. Cita el P. De los Santos con frecuencia la Eneida y, algo menos, las Geórgicas de Virgilio, Estrabón, Plutarco, Platón... y, por supuesto, con mayor frecuencia aún, la Biblia. Es curioso que, a pesar de esta aparente retórica o abundante erudición, el P. De los Santos no deja a un lado los aspectos vivenciales y emocionales, que están siempre presentes y muy sentidos, sin que la vida se le vaya o disminuya por la erudición.

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en la batalla. Pero ni los cortes que hacían para atajarle, ni la copia del agua, que era mucha, bastaban para detenerle...12 «Representabanse las llamas, discurriendo por aquellas alturas en tan triste y afligida noche, como exalaciones grandes, executivas y velozes, que ponían a los ojos en sus estragos, una semejanga de el tremendo dia del juizio, a que ha de preceder tan espantoso fuego para abrasar al Mundo. Veíanse las hogueras muy crecidas por casi todo el Quadro de aquella grande Maravilla, que la reverberacion, a los montes que la cercan, los hazla parecer encendidos Mongibelos. El Cielo no se veía, por el negro humo y centellas, que en grandisima distancia le cubrian: el Campo, sí, a muchas leguas, que le descubria la claridad, y alumbraba a los que de los Lugares de el contorno venían aquella noche a manifestar su piedad, como lo afirmaban ellos mismos. Aquellas dos fuerzas que celebró Platón en el fuego, la una de alumbrar, y la otra de quemar, jamás se vieron con mayorvigor que aquí. Caían por todas partes las Agujas y Chapiteles, reducidas en brasas; y los Enmaderamientos se desgajaban ardiendo, y con ruido semejante de los truenos, se aplanaban sobre los inmediatos suelos. Temblaba lo demás del Edificio; veníanse a baxo un sinnúmero de Pizarras, clavos encendidos, derretidos Plomos; trozos hechos llamas, fortissimas vigas y entablados; y al passo de las ruinas, crecían las lastimas, las vozes y los peligros. Derribados los Cubiertos hazla presa el fuego en los Quartoss sobre que caían, y se iba introduciendo en las habitaciones de toda la Casa; y como no sabe esconderse, se manifestaba por las ventanas de las cuatro Fachadas, que son tan numerosas, haziendolas parecer bocas de encendidos hornos, o cabernas de las que los antiguos llamaban Ignilluas, por el fuego que vomitaban, originado de el interior que ardía en las entrañas. No es ponderable el dolor y sufrimiento que causaba en todos ver tal multitud de llamas, apoderadas che el Cuerpo de aquella Máquina maravillosa por todas partes... 13.

Parece que los textos del P. De los Santos son inspiradores en buena medida de muchos aspectos de los poemas que se recogen. Sería sencillísimo citar varios lugares paralelos. Parece, incluso, que estos textos hubieran inspirado el tema central de los sonetos cuando leemos el siguiente texto del P. De los Santos: «Ciento treinta y dos años ha, que se mantiene en su entereza, sin que inevitables accidentes del tiempo, Centellas, Raios, Incendios, ayan 12. Ibídem, pp. 217-218. 13. Ibídem, pp. 219-220.

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conseguido algun deslustre, a que no se aya acudido con el reparo; que los Coronados Sucessores de tan magnanimo Fundador, al paso que le heredaron el Imperio, le heredaron la piedad en conservarla: con que se ha verificado en ella (por sola, y rara Maravilla) lo raro, y solo del Fenix, que renace de sus cenizas; pues los acasos de las llantas parece han. sido altas providencias para que se vea mas acrecentada en lo maravilloso, a expensas generosas, y heroycas de la heredada piedad de tan Reales Patronos» 14.

En el P. De los Santos, sin embargo, es evidentísima la intención de ensalzar la continua labor de restauración, mantenimiento y enriquecimiento que siempre han realizado los reyes en El Escorial, especialmente Carlos II. La visión absolutamente positivista del incendio que recogen los sonetos es ajena por completo al pensamiento del P. De los Santos, quien, como ya se ha apuntado, se queda sin comprender del todo los designios divinos, aceptados sólo por la fe. Lo que en Santos es una licencia poética se convierte en los jesuitas en una predicación. De todos modos algo de Fénix flota en el ambiente cuando Durango, precisamente, tiene un villancico a San Lorenzo para este mismo año de 1671, que se titula Fuego que un Fénix hace 15, cuyo estribillo dice: Fuego, que un Fénix hace triunfante voraces piras donde de sí renace. Al ocaso camina si a nacer parte y parto de sí mismo del fuego sale. Cántenle glorias alegres y suaves pues si en llamas muere entre las llamas nace. 14. SANTOS, F. de los, Descripción de las excelentes pinturas al fresco con que la magestad del Rey nuestro señor Carlos Segundo (que Dios guarde) ha mandado aumentar en adorno del Real Monasterio de S. Loreiwo de El Escorial,

sin lugar ni fecha, pp. 2-3. 15. Archivo de Música del Monasterio del Escorial, sig. 28-1. El Villancico de Durango. también a San Lorenzo, Fuego, toquen a fuego, sig. 28-11. también toca el asunto.

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En cualquier caso, la relación de fuego-San Lorenzo-Escorial es tan evidente que está a un paso del artificio y —para algunos— de la fe. Este es el caso de los sonetos que siguen a continuación:

II. TRANSCRIPCIÓN DE LOS SONETOS

Ms. 3.674, Biblioteca Nacional de Madrid. Fol. 186r. «A la quema del Escurial, en 7 de junio de 1671». Soneto 30 Primera de la Europa Maravilla, admiración del orbe, sin segunda, un Filipo Prudente a un santo funda, coronado por Mártir en Parrilla. Diole nombre Escurial, cercana villa, y casa de riquezas muy fecunda; llovido fuego tan cruel inunda que no perdona ni a lienzo ni a hebilla. En pavesas ardieron altas torres, en metalados ríos las campanas y parrillas que timbran edificio. Porque de tu memoria nunca borres virtudes de Lorenzo soberanas, en su casa renueva el sacrificio.

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31 El sacrificio de Abel fue declarado de Dios serle acepto enviando sobre él fuego del cielo Sacerdote de Dios, sacrificaba Abel lo más lucido que tenía y en las sangrientas reses que ofrecía aprobación del cielo siempre hallaba. Lo pingüe del rebaño coronaba el ara, que con leños mil ardía; con el fuego llovido que caía, ser la víctima grata Dios mostraba. Mil gratos sacrificios en sus aras con llamas de Lorenzo a Dios se hicieron y el Rey en Escurial ricas ofrendas. Da, pues, con fuego el cielo señas claras, en llamas que la ofrenda consumieron, de recibir el humo con las prendas.

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Fol. 186v. Nueva fragua hace el cielo donde derrite lo precioso. Con alusión a la estatua de Nabuco; oro, plata y hierro 32 Compón en la República metales cual estatua de venas diferentes: en sangre los mineros excelentes son plata, y oro, ramas imperiales. Son hierro los plebeyos y oficiales; son oro, potentados insolentes, mas en breve, tú, muerte 16, los desmientes baraxando cenizas desiguales. De todos tres metales hace escoria (como hizo la estatua polvo el viento) voraz, celeste, prodigiosa llama. Pues escriba Sigtienza ya en su historia que lo rico y lo noble, en un momento hoy reducido a escoria, el mundo clama.

16. Al margen izquierdo de los dos tercetos está escrito el siguiente texto: «Hierro Plata, oro/ daniel c. 2, in javillain aestivae, atoe rapta sant Peino, n. 35». El texto de Daniel, cap. 2, 31-35, es el siguiente: «31 Tú, oh rey [Nabucodonosor, que sueña con una estatua], has tenido esta visión: una estatua, una enorme estatua, de extraordinario brillo, de aspecto terrible, se levantaba ante ti. 32 La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y sus lomos de bronce, 33 sus piernas de hierro, sus pies parte de hierro y parte de arcilla. 34 Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó. 35 Entonces quedó pulverizado todo a la vez: el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro: quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro, y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra».

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33

Oh llama, de los pobres vengadora, hoy con el hierro el oro y plata igualas cuando batiendo tus ardientes alas deshaces cuanta pompa en sí atesora. Pálido en sus entrañas metal dora, blanco bruñe las piezas, cuartos, salas, mas disparando el cielo en rayos, balas, las redujo en rescoldos en una hora. Oh Escurial, vil escoria de una fragua de hierro te dio nombre esclarecido; y creciste con él a tanta gloria. Hoy crecen los incendios con el agua. Quedarás, Escorial, ennoblecido, de más nobles metales vuelto escoria 17. Hoy, con nuevos blasones te eternizas desde los chapiteles a las basas; mas si pararon todos en cenizas ¿qué importa fuesen de mejores brazas?

18

17. Subrayado en el original. 18. El subrayado aparece en el original. Después de este último verso hay otro, también subrayado, que el autor presenta después de la conjunción latina «vel» (=o, si se quiere), queriendo dar a entender con ello que puede ser también éste el último verso del cuarteto: «¿Qué hace de heno o cedro ser tus brazas?», que no anoto seguido a fin de conservar la estructura del cuarteto y no entorpecer el ritmo visual. La última estrofa la entiendo como un estrambote.

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Fol. 187r 34 A veces las desgracias son dichosas y nace de un error un vencimiento; si Scevola 19 mató con poco tiento, fue blasón en hazañas valerosas. Arrojóse entre llamas espantosas, diole el brazo un abrazo al escarmiento y Porsena, admirando tal portento, dexó romanas armas victoriosas. Si Scevola matara a un rey tirano tuviera tal hazaña mil ejemplos, mas, abrasado el brazo, fue en el mundo única triunfadora adusta mano; su estatua perfumaron en los templos y un incendio le hizo sin segundo.

19: Scévola o Escévola es palabra que deriva del latín (scaeva-ae-m= zurdo) con el que se conoce a Cayo Mucio, héroe romano, quien quemó su diestra por haber fracasado al matar al sitiador Porsena (507 a. C. ), quien, sorprendidísimo por la medida del héroe, levantó el sitio y se logró así, «por error un vencimiento». Al final de este soneto pone el autor: «Aplicación de este caso al del Escurial con el pensamiento de marcial a Scevola: Si non errasset, fecerat ille minus.» Los sonetos número 34 y 35 están basados en la misma idea de Scevola cantada por Marcial. Ambos aparecen también en el vol. 2 de esta obra. Ms. 3675 de la Biblioteca Nacional de Madrid, fol. 95v, números 11 y 12. Los sonetos son iguales, excepto algunos inconsistentes casos de puntuación.

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35 Quemóse El Escorial. Con las cenizas, como los campos dan mieses más bellas y tocan sus espigas las estrellas, Fábrica noble, más te fertilizas. Con las brasas tus torres eternizas. Las portadas ilustran sus centellas. Enciendes en tu fama las que sellas y en cadáveres regios divinizas. Erró la diestra de quien dio la llama y ocasionó restauraciones tales que te engrandecen más yerros ajenos. Una desgracia renovó tu fama. Y si del fuego renovada sales, Si no errara la diestra, hiciera menos

20.

20. Al final de este verso ha escrito: «Si non errasset, fecerat ille minus. Marcial», es decir, el último verso, en latín de Marcial que es, al mismo tiempo, la idea central del soneto. Véanse las dos notas anteriores.

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Fol. 187v

36

No viviera de Troya tanta fama si los griegos la hubieran conservado o, si con los incendios abrasado, el Ilión no cayera a tanta llama. Los Aquiles y Héctores que aclama son gloria de su alcázar celebrado; el muro, en culto. a Palas derribado, al sueño del poema es blanda cama. Así, noble edificio, ayer ardías y en siglos de oro vivirás futuros; ya eternizan las llamas tus memorias. Celebrarán tu nombre las poesías comparando tus torres con sus muros. Por ti cuenten los tiempos las historias como se señalan por el incendio troyano 21 .

21. El subrayado es del original.

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37 La torre de Babel tanto crecía sobre fuertes y sólidos cimientos que, tres vencidos baxos elementos, al cuarto con sus puntas desafía 22. Mas viendo el fuego tan fatal porfía convoca en su conducta mar y vientos, deshace y postra firmes fundamentos volviendo la gran torre en brasa fría. Con una no, con muchas torres bellas y con sonoras voces de campanas desafió tu fábrica los cielos 23. Armáronse con llamas las estrellas por exceder las fábricas humanas, llevando en rollos de humos tus modelos

24.

22. Al margen anota el autor cuáles son esos tres elementos: tierra, agua y aire. El fuego es el cuarto, desafiado por la torre de Babel. 23. Al margen, «concentum caeli» [=concierto, armonía del cielo]. El cielo, el universo o mundo es proporcionado, es armonioso y, por ello, suena muy bien. Esta idea es permanente en el pensamiento musical de occidente hasta bien entrado el siglo xviii. Llega este pensamiento desde Pitágoras a la Edad Media a través de Boecio (ca. 480-524), De institutione musica. Distingue este autor entre música mundana (la producida por las esferas celestes en su rotación), música humana (la producida por la voz del hombre) y música instrumental (la producida por los instrumentos). El universo no solamente suena, sino que es el origen de toda música. Recuérdese la extraordinanria Oda a Salinas de fray Luis de León donde se trata este tema de forma magistral. Traigo aquí una de las estrofas enque el alma asciende a la más alta esfera de los cielos y oye allí la música...: «Traspasa el aire todo/ hasta llegar a la más alta esfera,/ y oye allí otro modo/ de no perecedera/ música, que es la fuente y la primera». El mismo fray Luis desarrolla de forma extraordinariamente bella estas ideas en la Noche serena. El autor del soneto que transcribimos construye una bellísima imagen utilizando el desafío que hace El Escorial a la música del cielo con la música de las «sonoras voces de campanas» de sus «muchas torres bellas»: «desafió tu fábrica los cielos» (tercer verso del primer terceto). La música de las campanas de El Escorial no es una música metafórica, sino real, la que producía un órgano de campanas que fue destruido por el incendio. Así lo cuenta la Relación citada: «Del Colegio subió el fuego a la torre de las campanillas, cosa al parecer imposible, y quemando toda la madera que halló, derritió más de treinta campanas que allí había, chicas y grandes, que se tocaban con teclas como órganos, y hacían una admirable música y consonancia» (p. 74). El incendio quemó también otras campanas de la torre del reloj: «Derritió unas quince o dieciséis campanas, las más de ellas muy grandes y escogidas, y destruyó el reloj» (p. 75). 24. Al final del soneto anota el autor: «Volumina fiuni: Barciaio(?). Euformion. Hipérbole, llevar la Fábrica del cielo la Montea del Escurial sacada en Humo, para imitar en la Ciudad de Dios tan gran edificio».

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Fol. I 88r. 38 Del padre Alonso Dávila Oh, del mayor monarca deste mundo, fábrica suntuosa, la más bella, ara de piedad e ilustre huella del segundo Felipe sin segundo. De escoria el sitio su saber profundo le truXo a ser cielo y tú estrella. Mas, ¡ay!, que en cielo y luces hace mella un incendio de llamas, mal fecundo. Purifica la escoria el fuego ardiente, aquilatada queda su hermosura, no escuro Escurial, sino más claro. Fénix único fue en el occidente su admirable, preciosa arquitectura. Morir cual Fénix no es prodigio raro.

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Otro del mismo autor [= Padre Alonso Dávila] 39 En torres tan hermosas y encumbradas, en tanto campanil metal sonoro 25, en tan bruñida plata, tan fino oro que ricas minas dexan esquilmadas; en tantas galerías y fachadas, jaspes, porfidos 26 , ágatas, decoro raro de arquitectura, triste es lloro ver tan fatales llamas empleadas.

27

Indemne sólo el templo se reserva cuando abrasada muere tal riqueza de la piedad austriaca argumento. Viva la casa austriaca, conserva en pie la iglesia, atiende a su firmeza aun donde muerta yace en monumento.

25. Este verso hace alusión al órgano de campanas de que se habla en la nota 9 del soneto 37, p. X. El autor da a entender con esta nueva alusión al campanil la gran importancia que da a este instrumento. 26. Sic (zafiro?). 27. Nótese la influencia sobre este verso del último verso de la penúltima estrofa de la Oda a Salinas de fray Luis de León: «A este bien os llamo,/ gloria del apolíneo. sacro coro,/ amigos. a quien amo/ sobre todo tesoro,/ que todo lo visible es triste lloro».

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Fol. 188v. Del padre Cañas 40 Escorial se llamó de la escoria de unas fraguas de hierro La escoria de una fragua a ti vecina puso nombre a tu ilustre nacimiento, del lamentable fin quizá argumento, siendo más escorial en tu ruina. No pudo ostentación tan peregrina ver de su altura el baxo fundamento sino haciendo a su gloria monumento de gloria que juzgaba por divina. Corres las aguas a tus plantas, viste, leyendo a tu soberbia, desengaños de infalible destino de tu hado. No te quexes si ya eres lo que fuieste, si, después de pasados muchos años, vuelven las aguas a su antiguo estado.

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Del autor [= Pedro de Liébana] 41 Máquina tan ilustre en el intento, octava maravilla, a quien aclama la trompa más sonora de la fama por ser de reales cuerpos monumento. Pieza tal un incendio tan violento la acomete, y consume ardiente llama; indicio es de rigor o de quien ama, muestra clara es de halago o de escarmiento. De amor es y de cariño soberano, aun con lo material del edificio, no padrón de rigor sañudo u ciego. Cuando Dios se portaba más humano, cuando más le agradaba el sacrificio, abrasaba la víctima con fuego.

III. EL CUADRO «EL INCENDIO DEL MONASTERIO DEL ESCORIAL»

El Museo del Prado nos remite la siguiente ficha sobre el cuadro que se reproduce a continuación: «Cat. n.° 4012, Anónimo español del siglo xvn: «El incendio del monasterio de El Escorial», L. 1,063 x 1,66, depositado por el Museo del Prado en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, por O. M. de 13-XI-1951».

La dirección actual de la Escuela es la siguiente: Escuela Técnica Superior de Arquitectura Avda. Juan de Herrera, 4 28040 MADRID

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Gregorio de Andrés 28 dice que este cuadro es «tal vez del pincel del padre Santos». 29 Este monje, además de pintor y hombre de vastísima cultura, catedrático del Colegio del Monasterio, fue músico, maestro de capilla y poeta.

28. En la obra citada en nota n. " 3, p. 9. 29. ANDRÉs, G. de, «Alhajas y mejoras que percibió esta real casa de S. Lorenzo en los seis años del priorato del Rmo. Fr. Francisco de los Santos así en la hacienda como en la fábrica». en La Ciudad de Dios, vol. 180, 1967, pp. 128-139, dice en nota n." 1, p. 128, sobre el P. Santos (1618-1699): «Fue uno de los jerónimos más cultos, como lo atestiguan sus obras, sobre todo la Descripción del real Monasterio de S. Lorenzo que llegó a tener en vida de su autor cinco ediciones, una en inglés (1671). Continuador del P. Sieüenza dio a luz en 1681 la Quarta parte de la historia de la Orden Gerónima. Tuvo relaciones artísticas con Velázquez, dejándose percibir estos contactos en los juicios críticos que emite en su historia descriptiva escurialense... Idea suya fue la obra del camarín o transparente de Claudio Coello, el cual lo retrató prodigiosamente [en el cuadro La sagrada forma de El Escorial'.

El P. de los Santos intervino en la ideación de los frescos de Lucas Jordán en El Escorial. Ver: ANDRÉS, G. de, Correspondencia epistolar entre carlos II y el Prior del Monasterio de El Escorial P. Alonso de Talavera sobre las pinturas al fresco de Lucas Jordán (1692-1694)», en Documentos para la Historia del Monasterio de san Lorenzo el Real de El Escorial. San Lorenzo de El Escorial 1965, t. VIII. pp. 209-289. Aquí se destaca la importancia de la intervención del P. De los Santos. En CAMPOS, J., «La pintura al fresco de Lucas Jordán en el Monasterio de El Escorial», La Ciudad de Dios. 203 (1990), pp. 69-87. se quita algo de protagonismo a la intervención del P. De los Santos.

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«Diéronle entonzes el cargo de Maestro de Capilla, y lo fue muchos años. Y siendo tan diestro, nunca quiso se cantase obra suia, venerando siempre las las obras de unos maestros tan excelentes como en aquel tiempo resonauan. Componía, tal vez, algunos Villancicos para las fiestas solemnes y para los viajes del rey a esta Su Casa. Y como el Rey Phelipe Quarto fuese músico y poeta, gustaua mucho su compossizión y de su letra. Bien es verdad que, porque no perdiese lo que podía aprobechar en los estudios, mandó su Magd. no le divirtiessen en la música» 3°.

De su labor como poeta se dice lo siguiente en las Memorias: Era sumamente deuoto del misterio del Nacimiento del hijo de Dios, según la Carne, para cuia celebridad compuso en metro mas de quarenta autos alegóricos, todos fundados en sagrada escriptura, con tanta naturalidad en el decir que parecía se lo allaua dicho» 31• IV. «VILLANCICO A 4. A LA ENTRADA DE SUS MAGESTADES EN EL REAL MONASTERIO DE SAN LORENçO DESPUÉS DE LA QUEMA. FR . JUAN DURANGO. AÑO DE 1676»

Se completa la literatura y la pintura referidas al incendio de 1671 con un Villancico a 4 compuesto por el maestro de capilla de El Escorial, el P. Fr. Juan Durango (1632-1696) 32 que, curiosamente se conserva en la catedral de Valladolid, sig. 68/41. El texto hace alusión a la primera venida de Carlos II después del incendio, en 1676, es decir, cinco años después. Por esta fecha aún quedaba mucho por reconstruir. El P. Santos 33 narra esta visita: «Hizieron sus Magestades el viage al Monasterio a los diez y nueve de Setiembre, que fue el primero del Rey a aquella Maravilla. El re30. Libro y memorial de los religiosos lujos profesos de este Monasterio de S. Laurencio el Real, fols. 70-72r. 31. Ibídem. 32. Ver lo que se dice en las páginas 188-190 de la ponencia de este Simposium: Lectura tnusicológica del cuadro de «La Sagrada Forma» (1685-1690) de Claudio Coello. 33. SANTOS, F. de los, Qttarta parte de la Historia de la orden de San Geróninto, Madrid 1690, Cap. XXXXIIII. «Primeros viajes del Señor Rey Carlos Segundo a nuestro Real Monasterio de San Loretwo, y de las cosas que allí sucedieron, y en nuestra orden» [1676].

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cebimiento que se le hizo en ella fue solemnissimo y alegre para sus habitadores, que a vista de su Patron, y Dueño desecharon las aflicciones que avia padecido en los encuentros passados [se refiere a los problemas en la marcha de las obras de reconstrucción]. Estuvieron allí sus Magestades más de quarenta días. Vio el Rey la fábrica, y grandezas con mucho gusto, el estado de la reparacion de el Edificio, y dio principio a enriquecerle con muchos adornos» (p. 261). «No he querido poner aquí los particulares festejos que se le hizieron el tiempo que allí estuvo: una corrida de Toros junto a Palacio en el Bosquecillo; otra de novillos en la Compaña, que corrieron los Niños del Seminario, de que gusta mucho: Anades en el Estanque de la Huerta, para que tirasse, o exercitasse los Perros de Agua; Góndolas en los de la Fresneda, para embarcarse si gustasse; y otros semejantes; porque todo fue poco, respecto de lo que quisiera la Comunidad a yer hecho en obsequio de su Amabilissimo Dueño, y Patron» (p. 262).

Carlos II, además de reconstruir el monasterio después del incendio, le adornó muchísimo. «Ciento treinta y dos años ha, que se mantiene en su entereza sin que inevitables accidentes del tiempo, Centellas, Raios, Incendios, ayan conseguido algún deslustre, a que no se aya acudido con el reparo; que los Coronados Sucessores de tan Magnanimo Fundador, al passo que le heredaron el Imperio, le heredaron la piedad en conservarla: con que se ha verificado en ella (por sola, y rara Ma-ravilla) lo raro, y solo del Fenix, que renace de sus cenizas; pues los acasos de las llamas parece han sido altas providencias para que se vea mas acrecentada en lo maravilloso, a expensas generosas, y heroycas de la heredada piedad de tan Reales patronos 34. Con especialidad sucede esto en el felicisimo Reynado de nuestro Rey, y Señor Carlos Segundo, a cuyo Catolicissimo zelo debe este portentoso Edificio, no solo la restauración a su primitivo estado, libre ya de los destrozos que ocasionaron el Incendio del año de mil seiscientos y setenta y uno, y las repetidas Centellas, que después en varias tempestades derribaron Aguja del Cimborrio; sino que reparado todo eso en lo exterior con igual perfección a la que antes tenia, la ha enriquecido con tales prendas interiores, para su mayor 34. SANTOS, P. F. de los, Descripción de las excelentes pinturas al fresco con que la magestad del Re) , nuestro señor Carlos Segundo (que Dios guarde) ha mandado aumentar el adorno del Real Monasterio de S. Lorenpo de El Escorial. Sin fecha, p. 2

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adorno, en la Iglesia, en las reliquias, en el Coro, en la Sacristía y en otras diferentes partes del Edificio, que ponen admiración» 35.

Así pues, los jerónimos están muy agradecidos al monarca y le reciben con el villancico de que hablamos, cuyo texto y música se anota a continuación. Es muy probable que el texto del villancico se deba a la pluma del P. de los Santos. Véanse notas 17 y 18. Se percibe en el texto la tranquilidad a que se había llegado después de los embarazos habidos para poner en marcha la restauración y proseguirla. De estos problemas da cuenta el P. De los Santos en la Quarta parte de la historia de la orden de San Geróniino: Cap. XXXX. Dase principió a la reedificacion, y embarazase el progreso por algunas ocasiones sensibles, y varios sucessos (pp. 241-246). Cap. XXXXI. Acreciéntanse los embarazos de la reedificcion de San Loreno; persecuciones que padecieron los Monges y como salieron dellas (pp. 247-252). Cap. MOOCII. De lo que se aumento la obra de la reedificacion de S. LorenÇo, vencidos los embarazos; y otros sucessos della (pp. 252-256). Cap. XXXXIII. Del capítulo general que se celebró en la Orden el año de 1675. Prosecución de la Fábrica de El Escorial, y letras del Nuncio en favor de aquella Comunidad (pp. 256-260).

Y por fin, Cap. XXXXIIII. Primeros viajes del Señor Rey Carlos Segundo a nuestro Real Monasterio de San Lorerno, y de las cosas que allí sucedieron, y en nuestra orden [año 1676].

El villancico consta de Estribillo y Coplas. Anoto el texto en primer lugar, sin la música: Estribillo Vengan, vengan norabuena las luces coronadas con séquito de estrellas a serenar el cielo de su grandeza. 35. Ibídem, p. 3.

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JOSÉ SIERRA PÉREZ Coplas 1. Ya después de los rigores de la más triste tormenta, alegre el rostro y sereno el sol y la luna muestran. 2. Ya marchitaron las llamas la maravilla más regia y al favor de tales luces su restauración espera. 3. Después del fatal diluvio de incendios y de centellas la paloma con el ramo trae de la dicha las señas. 4. Ya respiran los ahogos, las esperanzas se alientan, si el cielo fulmina rayos también piedades dispensa.



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A la entrada ée sus Myestades en etTeal Monasterio de San Lorenço d-espués d-e la quema. JÑo ée 1676 Versión: José Sierra Pérez

Fr. Juan Durango (1.632 - 1.696)

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