Doctorado en Pensamiento Complejo

LA PERSISTENCIA DEL VACÍO: LA LITERATURA COMO HERRAMIENTA COMPLEJA Doctorado en Pensamiento Complejo La persistencia del vacío: la literatura como h

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LA PERSISTENCIA DEL VACÍO: LA LITERATURA COMO HERRAMIENTA COMPLEJA

Doctorado en Pensamiento Complejo

La persistencia del vacío: la literatura como herramienta compleja que integra y potencia las diversas realidades discursivas.

Tesis en opción al título de Doctor en Pensamiento Complejo

Por Autor: Mg. Oskar Gutiérrez Garay

México 2015.

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LA PERSISTENCIA DEL VACÍO: LA LITERATURA COMO HERRAMIENTA COMPLEJA

Multiversidad Mundo Real Edgar Morin, AC. Doctorado en Pensamiento Complejo

La persistencia del vacío: la literatura como herramienta compleja que integra y potencia las diversas realidades discursivas.

Tesis en opción al título de Doctor en Pensamiento Complejo

Por Autor: Mg. Oskar Gutiérrez Garay Tutor: Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

México, 2015.

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Agradecimientos Todos los agradecimientos son para las personas de siempre, mi familia, aquellos que siempre han creído en mí, especialmente a los cuatro Gutiérrez-Garay-Kanter. También a mi dulce esposa Vanessa Torres Mora, sin cuya paciencia y comprensión, no podría haber terminado esto. Agradezco a todo el equipo docente de la Multiversidad Mundo Real, en especial al Dr. Sc. Pupo, cuyo entusiasmo desde el inicio fue necesario para darle más bríos y dirección conceptual a este proyecto. Primero dejó volar mi imaginación para luego guiar el proceso a buen término.

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Dedicatoria

Cuando pienso en el vacío, me viene a la mente el silencio que produce la ausencia de las personas que nos dejan. En un mundo hostil, que pareciera desvanecerse dentro de un oscuro abismo, he encontrado algo de sosiego en este silencio armonioso que rebota en los límites del vacío, cuya acústica, pese al dolor, termina reconfortándonos. Por eso dedico este trabajo no tanto a la persistencia del vacío, como sí a la de la memoria, porque es ella la que se niega al vacío absoluto, al horror y a las tinieblas. La memoria es la única capaz de enfrentar el dolor por la ausencia. A la memoria de Arturo, Leo, Siervo, Orlando, Marisol, Ingrid, Sagrario, Roberto, y de todos los demás que viven aún dentro de mí.

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Síntesis “Arrojado a los aledaños del propio vacío, espectador de una poesía desnuda incapaz de sacudirte esa fría tristeza: el vacío interno te revela la indeterminación infinita como forma de expiación.” (Cioran, 1996 p. 70) El siguiente trabajo presenta una propuesta para la integración dialógica de los discursos psicológico, político, económico, social e histórico, mediante el recurso literario, y desde la visión del pensamiento complejo. Con dicha composición se propone novelar la época que el sociólogo Gilles Lipovetsky define como la era del vacío, una era caracterizada por la apatía frívola hacia las grandes cuestiones sociales y el narcisismo extremo. Se busca plantear una estética propia que dé vida a los planteamientos teóricos del pensamiento complejo de Morin, recurriendo a la escritura creativa. La primera parte consta de la novela La persistencia del vacío, un texto inédito construido por el autor de esta tesis, durante 3 años, y que es el pretexto para tejer el ejercicio complejo de convivencia entre el arte y la investigación científica. La novela presenta las inquietudes frente a esa época mencionada anteriormente como del vacío. La segunda parte comienza con unas consideraciones sobre las teorías de la complejidad y la necesidad de relacionar el pensamiento y las disciplinas, posibilitando un ―antimétodo‖ que humanice el conocimiento y supere la concepción hiperespecializada de la ciencia. Específicamente, busca tejer relaciones entre la literatura y la investigación, no sólo desde el análisis literario, o desde el constructo argumental que un texto puede plantear, sino la manera cómo se fusionan ambas, comenzando por la novela, analizándola a la luz de la hermenéutica, pero conectando con el metarrelato de cómo fue concebida, qué propone, y cómo la literatura integra de manera natural, casi transparente, los muchos discursos humanos, revelando uno de los ejemplos más adecuados con numen complejo. El mismo trabajo puede ser un ejemplo total del vacío; no puede haber un ejemplo de narcisismo más evidente que el de analizar mi propio trabajo literario. Y acá paso conscientemente de la tercera persona a la primera, ya que trataré de no ser indulgente con mis limitaciones creativas y artísticas. Quería haber finalizado el trabajo sólo con la novela, para que ésta hable y se defienda por sí misma. Pero en el cenit de la cientificidad, la validación y argumentación se hacen necesarias, para mi pena claro está, pero para fines académicos quiero darle el elan académico, coherente y honesto, que justifique ciertamente, pero también dé luces sobre la obra novelística que planteo, titulada ―La persistencia del vacío”. Esta investigación, no intenta en modo alguno, agotar un tema tan rico en determinaciones, condicionamientos y mediaciones. Se trata de una aproximación a un contenido que presenta muchas aristas, que pueden integrarse desde el pensamiento.

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Índice Pág. Agradecimientos 3 Dedicatoria 4 Síntesis 5 PRIMERA PARTE: La persistencia del vacío. 7 Capítulo 1. 8 Capítulo 2. 14 Capítulo 3. El revestimiento del vacío 19 Capítulo 4. El aroma del vacío 26 Capítulo 5. El aliento del vacío 32 Capítulo 6. 36 Capítulo 7. Los andamios del vacío (o los preliminares del cierre de la trilogía Grandes hombres famosos e ingrávidos) 41 Capítulo 8. 59 Capítulo 9. 63 Capítulo 10. 69 Capítulo 11. 69 Capítulo 12. I Belong to Je suis 71 Capítulo 13. 76 Capítulo 14. 76 Capítulo 15. 80 Capítulo 16. 83 SEGUNDA PARTE. Introducción 91 Capítulo 1. Cambio de método: Complejidad 102 1.1. Lenguaje y literatura 106 1.2. Integración discursiva; las posibilidades estéticas y propositivas de la Literatura 110 1.3. Dialogismo y construcción emergente entre lector y texto 115 1.4. La literatura como posibilidad de inclusión. El poder de la memoria y el testimonio en Si esto es un hombre, El libro de los susurros, La ceiba de la memoria y La escritura o la vida. 120 Capítulo 2. Hermenéutica y complejidad; análisis del vacío 141 2.1. El vacío, como propuesta y posibilidad discursiva, caracterización de La persistencia del vacío (LPV) y su lógica epocal. 152 Capítulo 3. El discurso vacío de Mario Levrero: Estructuración del deseo y la imposibilidad del vacío en el espacio literario; relación e influencia con LPV. 168 3.1 El deseo en el narrador del vacío. 172 3.2 Las interrupciones y la imposibilidad del vacío. 180 3.3. Consideraciones de la investigación científica y el ejercicio creativo. Análisis psicológico de La persistencia del vacío y la influencia de Levrero en su construcción. 189 Conclusiones 206 Recomendaciones 215 Bibliografía general 216 Bibliografía del autor 228

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PRIMERA PARTE LA PERSISTENCIA DEL VACÍO Desde mi hora más tierna no he sido como otros fueron, no he percibido como otros vieron, no pude extraer del mismo arroyo mi placer, ni de la misma fuente ha brotado mi desconsuelo; no he logrado hacer vibrar mi corazón al mismo tono y si algo he amado, lo he amado solo. Entonces, en mi infancia, en el albor de una vida tormentosa, del crisol del bien y el mal, de su raíz misma, surgió el misterio que aún me abisma: desde el venero o el vado, desde el rojo acantilado, desde el sol que me envolvía en otoño con su pátina bruñida, desde el rayo electrizante que me rozó seco y rasante, desde el trueno y la tormenta y la nube cenicienta que (en el cielo trasparente) formó un demonio en mi mente Solo, Edgar Allan Poe.

¿Pero acaso un vacío que otorga la plenitud no contiene más realidad que la que posee toda la historia en su conjunto? Historia y Utopía, E.M Cioran

El sujeto que habla no es tanto el responsable del discurso (aquel que lo detenta, que afirma y juzga mediante él, representándose a veces bajo una forma gramatical dispuesta a estos efectos), como la inexistencia en cuyo vacío se prolonga sin descanso el derramamiento indefinido del lenguaje. El pensamiento del afuera, Michel Foucault

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1. Por miedo al tiempo, aprendí a dominarlo. Domino las fugas, los escapes. Salto por los minutos, como una liebre aterida que desconoce propósitos. Mi carne es el anonimato; mi espíritu le hace juego, volátil y fugaz. Soy para mis propios días, algo insignificante que pasa inadvertido. Las remotas soledades de mi tiempo se acobardan a un poder investido, a un truco barato, pero efectivo. Aprendí a despojarme de los conglomerados ideológicos, para constituir una nueva raza narcisista, principio y fin en el fin mío. Mi cuerpo recorta y toca el agua. Mis pies se sumergen y se mueven libremente dentro de la pileta, rodeada de geranios y flores, de promesas de verano. Todo en esta ciudad evoca un nuevo pasado. Reintegran la historia cortada de tajo por la guerra, invento propio que con el paso de los segundos olvida a cuenta gotas la carne quemada, la mente gaseada; ese gran sinsentido. El ambiente es limpio, casi perfecto. Las personas caminan despacio, los autos, lujosos en su mayoría, circulan sin prisas, el sol da de lleno sobre esta moderna urbe. A pocas cuadras una enorme E, empotrada en una estructura de acero y concreto, refuerza algo que ya resulta irrecuperable. Seguido de un hondo respiro, pienso dónde estoy, dónde estaba, dónde en pocos segundos dejaré de estar. La plazoleta donde me encuentro queda junto a un zoológico y casas reconstruidas, estructuras bajas, algo lejos del centro y de la Universidad que lleva el título del mayor escritor de estas tierras. Me gusta esta parte de la ciudad. Llevo algunos días enfermo, la mayoría de ellos, pero el malestar ha ido mermando y camino sin mapa. Pese al sol, el agua permanece fresca y varias personas alrededor meten los pies y se sientan al borde de la pileta, sin aspavientos ni restricciones. Aún no lo he hecho, no he cerrado los ojos y pensado algo más lejos de aquí. Las bolsas negras y acuosas que se descuelgan de mis ojos, testifican el tiempo que huye de mi cuerpo. Experiencias y dramas que ya no puedo soportar. El tedio ha sustituido todo, pero es impuro todavía, aún anhela gajos de placer.

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En la plenitud de una vida, a la cual le he huido siempre, voy comprendiendo la necesidad de ver el ocaso, enfrentando el hastío y las situaciones que ya no pueden ser más aplazables. El cansancio anida en mis hombros, el sudor escuece mi mirada. Permito un último alivio, quiero permitirme un alivio. Pero me detengo, no lo hago. Sólo cierro mis ojos y ya. Sigo acá. Los dominios del horizonte me encierran, hay afán, como una forma interior oscura y solemne. Esa cadena de circunstancias ya ajenas, a la consciencia me perturba, pero no despiadadamente. Ahí estaba la redención y el perdón. Me tranquilizo con la idea, mientras con el agua mojo mis manos para pasarlas por mi cuello y mi rostro. Tomo un poco y estoy en paz un segundo con la humanidad. Todos los átomos de los que estamos hechos fueron esquirlas de una gran explosión estelar que cimentó lo que actualmente conocemos como vida, nuestra vida. Si uno se pregunta por la realidad, tiene que ser primero consciente de lo minúscula que es la tierra dentro de toda la ecuación universal, y dentro de eso, lo aún más insignificante que es nuestro periodo en ella. Quizá, ―partícula de polvo‖, sea una forma exagerada y condescendiente para denominar nuestra existencia, sabiendo que los hechos dentro de nuestra corta realidad, jamás van a ser significativos. Quizá la partícula de polvo dentro de la partícula de polvo, defina mejor nuestra axiología. Pero el calcio de las estrellas reside en nuestros huesos, el hierro que recorre nuestra sangre y el oxígeno que llena nuestros pulmones, hermana cada átomo del universo con un pedacito de esa memoria que nos es tan esquiva, pero que está ahí presente, inmóvil, porosa, relacionándonos con el universo en tiempos distintos y en planos iguales; reconstruyendo datos fácticos que se tergiversarán para darle importancia a cosas fútiles. Cuando uno comprende esa mecánica universal, cuando salimos de ese egoísmo antropocéntrico, comprendemos cuán inútil es preocuparnos por una mancha en la alfombra, por una fila en el banco para pagar una cuenta estúpida, un engaño, los celos… todo se deslíe como el polvo, el mismo que acaricia y percude lentamente los rostros. Durante un tiempo asistí a misa. Pasaba la homilía mirando esos rostros contritos en sus pecados y peticiones, preocupados sobremanera en la redención. Pensaba que la eternidad era vivir esa cantidad variopinta de vidas. Terminaba esta y vivía la otra, puede

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que la de al lado, u otra de más allá, o una en un tiempo distinto, pasado o futuro. Había miles de millones de vidas, aparte de la mía que me tocaba vivir para llegar al fin, y eso parecía infinito, una especie de lucidez desastrosa, pero algún día tenía que terminar, igual que el universo que nos acoge. El tiempo iba a ser exactamente proporcional entre las vidas que tenía que vivir, y el tiempo a lo ancho y largo del universo. Ahora era una mujer, esa que mascullaba sin dientes una oración que calmaba los pensamientos y sumergía los deseos. Y vivía su vida, tenía sus hijos, mis hijos, enterraba uno, y los otros me enterraban a mí con falsos estremecimientos; me encontraba con mi pasado ahí mismo, y seguía sin ser consciente de mi vida anterior, que también resultaba la vida de los otros. La memoria del universo es una, pero fragmentada en millones de partículas que no están conectadas entre sí. Oraba y suplicaba algo, una intimidad jamás compartida con mi otro yo pasado o futuro. Y así sucesivamente, hasta agotarse las posibilidades de ese sitio, y faltarían todas las demás iglesias, los supermercados, los prostíbulos y las guerras, los hospitales, las universidades, las instituciones de todos los lugares y todos los tiempos hasta vivir cada una de las vidas que sostuvieron el sentido de esos lugares y hasta vivir todas las vidas que faltaran. La humanidad es sólo otro más de los mecanismos insostenibles y transitorios. Salía de la iglesia a una plaza y otro mundo se abría, niños, niñas, ancianos, obreros, otras caras que no vería pero que viviría dado el momento, hasta el infinito, hasta que todo acabara y hubiera vivido todas las vidas de la humanidad en todos los tiempos disponibles, refugiándome donde reside la memoria, sin otra probabilidad que la de vivir casi por siempre en otras carnes, viviendo sin recordar lo que cada hombre en la historia de la humanidad ha vivido. Tan grande era mi duda como ese monstruoso universo que se posaba sobre mí con indiferencia. El sol barre los objetos y alarga sombras hacia el oeste. Condenada al fracaso, la estación actual estallaba con fuerza, sin guardarse nada. Constantemente los rostros aledaños, hostilmente indiferentes, son un recuerdo decreciente. Mis tímidos proyectos se resumían en respirar, comer, huir a las obligaciones con sarcasmo, todo bajo unas habilidades cognitivas decentes y funcionales. Me pongo las sandalias, dejo que el clima seque mis pies y comienzo a buscar el hotel. No hay pierde, pleno centro junto a la estación de trenes. Una cuadra más abajo de la

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entrada principal. Podría tomar el tren eléctrico. No traje dinero, pero nadie revisa el si uno ha comprado o no el tiquete. Decido caminar bajo esa pesada estridencia. El hotel queda cerca a una cuadra sórdida, lo más sórdido que se puede conseguir en este transitorio reino impecable. Un casino, tres licorerías, un par de clubes nocturnos dentro de un marco tornasolado de prostitutas del antiguo imperio otomano que le vienen bien a mi vista y representan un desorden simbólico en el territorio. Nosotros, es decir nosotros, nos encontramos en todas partes. Una pancarta lacónica rige el espacio de un edificio, invitando a la exposición itinerante de Fernell Franco. Soplan vientos de mi tierra por acá. Una impecable soledad inmuniza nuestros rostros de un aún más implacable tiempo. No entro. Ya habrá otra oportunidad, otro espacio fracturado. Mi vida es una especie de reminiscencia, que evoluciona constantemente hacia adelante. No es como vivir recordando, es mucho más que eso, es como una soledad vigente que acompaña unos pasos que nunca he dado. Esa necesidad de no estar estando, ese gran escape desde las auroras del día hasta el anochecer de mi vida le han propinado una axiología al vacío de mis días. Este vacío no es un estado, es un concepto sólido, una verdad pragmática, como la que hace que la luz viaje más rápido en el vacío. Herético y silencioso, me recibe un viejo en la entrada del café del hotel. Me señala una mesa. Llega una camarera fuerte y habituada. Conoce el espacio y podría moverse con los ojos cerrados sin golpear ni derramar nada. Le pido una cerveza de maíz y una salchicha con mucha mostaza y pan duro. Había aprendido a ahorrar el dinero de los viáticos pidiendo cerveza en vez de agua. Enfriaba mi garganta con cebada y silencio. Me preguntaba si Dios era sinónimo de vacío. Saco el teléfono y escribo la pregunta en un motor de búsqueda. Aparece que no porque el vacío es más profundo, entraña menos misterios, propone menos reglas y coagula más arbitrariedades. Y aunque no es principio y fin en sí mismo ─continuaba el blog que respondía diligentemente mi inquietud comparativa entre Dios y vacío─ derrocha un equilibrio que el mismo Dios envidiaría. Cierra con la frase ―No usarás el vacío en vano‖. El blog era un lugar donde la ignorancia de los otros es capaz estimular los sentidos y el asombro. Sin embargo, las demás entradas verbalizan el acto estético (aparte de Dios) de una serie de performance de una artista serbia, tornándolos ridículos, menospreciando su

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valor artístico, volviéndolo otro espectáculo más, producto de una mente trastornada y disfuncional. Muerdo la protuberancia que tengo en la cara interior de mi mejilla. La masajeo con la lengua, la muerdo delicadamente, haciendo sin intención que se inflame más. Hice consciencia por un minuto del silencio. Es la hora donde todo se apacigua. La persistencia de un ruido fuerte habitúa los sentidos y acalla el silencio, dejando una estela que hace eco en el vacío y que se queda zumbando en los oídos por unos segundos, hasta que todo termina. ¿El ruido realmente termina o vive aún en mí por esa estela invisible, que hace eco en las cavidades de lo impronunciable? En los tiempos actuales, periodismo, sexo y canibalismo resultan un pleonasmo. Un enjambre de hechos se abalanzaba sobre el día, pero postergo el momento de comenzar a saberlos todos. Pido otra cerveza y la acabo en cuatro sorbos. Ser alcohólico acá resulta una deliciosa obligación. Saco la tableta de su estuche de cuero sintético, manufacturado por pequeños chinos felices y productivos como Umpa lumpas. Había aplazado este momento desde la mañana, para revisar correos y leer las noticias del día, pero no la prendo. La dejo junto a la mesa y pido algo más de comer. Quisiera saber cómo se dice ―pocillo‖ en este idioma, o ―pocillo de tinto‖ y ―sorber‖. Lo busco en la tableta pero me apena pronunciarlo. Así que hago las mismas muecas de siempre para ordenar. Llega el café y pongo un tuit sobre el hecho, sobre el lenguaje y sobre la pronunciación. Saco el teléfono y descargo una aplicación que edita las fotos a blanco y negro, difuminado y marchito. Un férreo adoctrinamiento en la causa capitalista, me obliga cambiar de teléfono inteligente cada cinco meses. Saber que están diseñados para no durar más de dos años, no evita que me dé descaradamente a la obsolescencia por un pixel y medio o dos hertzios de velocidad adicionales. Aparece una mujer desagradable, misteriosa, cínica, mal mirada y con despigmentación dental. Pienso en perder el juicio en ese momento, escuchando a todo volumen música tirolés, dándome contra las paredes imaginarias de mi cordura. La mujer me recuerda a una compañera de la universidad. La compasión que generaba no le quitaba mérito a su capacidad de sacarme de quicio. Cada vez que se sentaba junto a mí, me entraban ganas de pisar los cuatro ángulos de un cuadro psicótico con manos y pies. La mujer del café refuerza esos pensamientos que creí muertos. La miro, enfoco sus dientes y

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quiero emparejar su tono dental con algún químico toxico. Ahí vuelvo a mi monólogo tirolés. ¿Han desbaratado el significado, han esgrimido la sintaxis, han hecho el análisis etimológico de la palabra mierda? Mi compañera de clases era el prototipo de catálogo de esto, literalmente no servía para ni mierda. Siempre se estaba maquillando, no prestaba atención, navegaba por sus dispositivos móviles toda la sagrada clase, no hacía ningún aporte y no servía ni para verse bonita. Era una obra perfecta de ingeniería intestinal. Por algún extraño capricho del destino yo no le caía mal y se sentaba junto a mí siempre. La vergüenza fue más poderosa que mi negativa, por eso nunca le manifesté mi odio, ni la necesidad de una proxemia kilométrica que la alejara diametralmente de mí. Se tituló Magna Cum Laude y hoy es editora jefe de la sección económica de un noticiero. En los grandes ventanales del hotel resalta una membrana de grasa que fulgura con la luz que golpea de costado. Los vapores del ambiente, la grasa animal del jabón y del aceite quemado de cocina, se había fundido con el ventanal, y por más que lo limpiaran, ya no caería. Lo mismo pasaba con los noticiarios de la mañana y la crónica roja. Ya no se podía ver un noticiero, sin tener en los titulares una muerte violenta, una violación o chapuceros de sangre que engrasan la pantalla y llenan los pulmones con lama y horror todos los días cuando la palabra amanece y la imagen ya está desde antes sosteniendo otro drama grandilocuente. No soy dramático, sólo circunstancial. Entra un hombre y pide que le presten el baño, porque acaba de limpiar el suyo y no quiere ensuciarlo en un buen tiempo. La mesera con la credulidad de la habituación le señala la dirección del baño. Eso es lo que pasa cuando hay fluidos de por medio, lo personal se vuelve insensible, inocuo.

Al tomar unas cátedras en la universidad que eran electivas, me decidí por Medios y poderes, donde comenzamos con el juicio por el secuestro del hijo de Charles Lindbergh. Nos pusieron esto como ejemplo para entender el poder de los medios en los estrados judiciales. Un montón de pruebas circunstanciales y sin piso, una vorágine mediática llevó a la silla eléctrica a Richard Hauptmann; Ficción y periodismo, Teoría de la hipótesis, Crítica y condescendencia y Estética de la recepción. En todas estaba la mujer de los dientes despigmentados. Aparte de todas las materias obligatorias, era indispensable

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completar los créditos con estas electivas que a la larga también terminaban siendo obligatorias para optar por el título. Analizábamos artículos como el del hombre de 32 años, que murió luego de ganar un concurso de comer cucarachas. Pero analizamos y cuando digo analizábamos me refiero al singular, o sea yo, de ese supuesto plural que conformábamos académicamente ella y yo, también a los grandes, aquellos que con sus crónicas y sus investigaciones periodísticas lograban cambiar el mundo, gestar revoluciones o derrumbar gobiernos como Woodward y Berstein con Watergate. Ambos espectros eran igual de necesarios, todos los estudiantes apuntábamos a lo segundo, pero se nos olvidaba pasar por lo primero, por la vida y sus callejones. Tengo una vista privilegiada, desde donde estoy sentado del otro lado de la calle. Con movimientos ampulosos un indigente aspira tolueno de una bolsa. Parece actuando en un teatro de varieté. Se empina, saca las nalgas, da media vuelta y vueltas completas y se lleva la bolsa de plástico a la boca para seguir aspirando. Las personas a su alrededor se esfuerzan por ignorarlo. Anticipan su indiferencia unos metros atrás antes de topárselo y siguen de largo sin siquiera voltear. Hasta la deshumanización requiere cierta sensibilidad perceptual. Como una bola de dióxido de carbono negro que sale por el exosto de un motor diesel, que se dirige decidida en bloque contra una pared y parece que fuera romperla, quebrarla en mil pedazos, pero se difumina con la misma fuerza con que pretendía romperla. Con esa fuerza difuminada es como se ignora en primera clase a un indigente en estas tierras del lenguaje.

2. ¿Y dónde estuvo El hombre sin atributos? Comencé a leer el libro justo después de que terminara la reunión de todos los lunes. Había leído antes de entrar a la sala de redacción, entre el camino que llevaba del baño a la sala, atravesando un pasillo secundario, pobremente iluminado, y las escaleras del primero al segundo piso, de tracción inexistente, además de estrecha para el hombre actual, la noticia de un hombre que iría caminando desde X hasta Y pero lo haría hacia atrás para protestar por la muerte de su hijo a manos de dos policías que lo señalaron como pandillero, para que la Fiscalía esclareciera el hecho y condenara a los dos uniformados. Me conmovió un poco pero no lo suficiente, como para hacer un ovillo con mi cuerpo y tirarme al piso a

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llorar por la humanidad. ¿Me preguntaba si las maquinas algún día controlarían el periodismo? ¿Computadores del tamaño de una verruga, crearán artículos con noticias aleatorias pero coherentes, que conmoverían a la humanidad para que llore por sí misma de tal forma que la indignación y olvido se balanceen con la precisión de ahora? Esa idea olía a milagro, pero en los últimos años el olor se ha mimetizado con las paredes y los límites de las ciudades huelen a nenúfares y dióxido de carbono. Había visto cómo los milagros mueren y engendran otros milagros, con la rapidez de las noticias que se crean y se desmienten. Veía, al igual que el protagonista del libro, un mundo salvaje, complejo y fascinante. Era consciente de muchas de las dinámicas que lo alimentan pero no podía hacer absolutamente nada para generar un cambio profuso y significativo, sólo quedarme sentado, junto a la carretera, a esperar el bus que me llevara hacia el paradero acostumbrado. Mi trabajo anterior, un trabajo cómodo y bien pago emplazado en el centro de una tierra de nadie, estaba exactamente en el mismo punto de hacía dos años cuando entré, con el agravante que a futuro, ni mejoraría ni empeoraría. Bueno, quizá esto último era más posible, como efectivamente sucedió, teniendo en cuenta que trabajaba con el conglomerado informativo más grande de la ciudad, que gastaba la plata en consignaciones y en hacer más dinero. Se desprestigió, más no quebró, cuando un grupo de periodistas admirables de la competencia, destaparon los nexos de nuestra ya no tan respetable institución informativa, con empresas mineras y petroleras que tercereaban los contratos de los trabajadores, en condiciones míseras, extenuantes y con sueldos de hambre, que compraban publicidad mediante reportajes positivos para mejorar su imagen en el país. Con esta y otras tretas de peor calaña, el diario de mi primer gran y pomposo trabajo, se convirtió en el número uno del país. Tenía la tableta en mis manos. El peso liviano e histórico, medido en bytes o gramos, no sé cuál, hacía frente al viento cuando estaba caminado al trabajo. Realmente había empezado a leer el día anterior en el bus camino a casa. Pero sólo dos páginas. Un compañero de trabajo había perdido a su padre la semana pasada. Murió de un infarto fulminante. Compramos entre todos un bono para sembrar un árbol a nombre del viejo en un plan de reforestación a las afueras de la ciudad por el noroccidente. Firmamos

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una tarjeta reciclada con las condolencias y buenos deseos. La mayoría se acercaron a abrazar al compañero y dar el pésame. Me quedé en un rincón, sin moverme, incapaz de saludarlo. El hombre llevaba en el periódico poco más de cinco meses, por lo que guardé prudente distancia pensando más en la hora de cierre y salida, y en que me faltaba pulir, o mejor, comenzar la reseña. Algo me detuvo. No era antipatía, no me caía mal, y sin saludarlo personalmente, salí de la sala a mi cubículo. Me senté y supe de lo engorroso de la simpatía por los duelos ajenos y supe también exactamente lo que pensaban y el por qué hacían lo que hacían todos aquellos que revoloteaban en el funeral de mi padre, riendo, hablando en voz baja, con la capacidad intacta para seguir con sus vidas. Me concentré en hacer una reseña del libro. Creo se cumplía el centenario de la publicación del libro, el del fallecimiento del autor, o los 200 años de su natalicio… la verdad no recuerdo bien el motivo, o si se celebraban los 3.500 o 4 mil años de la escritura y en homenaje a los sumerios, los egipcios y mesopotámicos buscábamos aquellos libros totales que pretendieran poner en escritura todo de todo; una avasalladora idea del comité de redacción, por lo que me asignaron el libro en cuestión. El trabajo de los demás, no me motivaba ni me enlagunaba de envidia. Tenían tareas igual de titánicas a la mía porque no sólo era reseñar el libro, sino tratar de relacionar esto con la idea de la infinita capacidad de representación y metamorfosis de los grafemas y su valor para condensar los intersticios que la vida misma pasa por alto. Pensándolo bien, no sé si era un homenaje a los sumerios o a los grafemas, el hecho es que teníamos que relacionar la escritura con la vida. Llegué a la conclusión de que yo era el hollejo que escupió el modernismo, como si el mismo autor del libro, chupara lo del centro y escupiera la cáscara. Yo no era propiamente yo, sino el imperativo categórico hecho carne de la historia universal que corría, clamaba y se contradecía por mi ADN. Pero eso tampoco es que importara. Vivía de la teta de un sistema que no entendía del todo, del que no me preocupaba mucho por comprender. Creía que llegaría a viejo. Lo presentía, y cuando fuera caminando, mi vejez cansaría de sólo mirarla. Me sentía como el sujeto de las mil y una posibilidades, dispuesto a lanzar una bola de papel a la basura que contiene la respuesta a la pregunta sobre el ser y las cosas.

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Al morir, le escribiría a mi hijo(a) mayor en el testamento, obviamente no por inventiva personal sino por producto de la recombinación y el plagio de las ideas de los otros, lo siguiente: “Te notifico que acabo de fallecer, y como puedes imaginar, no hay nada de herencia” Tu Padre Buscaba acomodar una verdad, e instaurar un nuevo orden filosófico o moral, con toneladas de información y siempre terminaba haciendo lo que debía hacer: informar. Paradójicamente, me valía de esas disquisiciones que tanto atacaba, convirtiéndome también en desecho de esa sociedad que expulsa todo por el trasero. No había una esencia última, no había una verdad más verdadera y comprobé, sintiendo ese hombre sin atributos abriéndose camino por entre mis carnes, la condena sempiterna de observar por siempre cómo se va todo al garete. Leí con voracidad la primera semana, luego dejé el libro para ir a cubrir un evento. Fui con alguien que me gustaba, era la fotógrafa que llevaba apenas dos meses con nosotros. Estaba frente a ella. La intimidad tiene un trasfondo de incomodidad presencial difícil de soslayar. Su cuerpo, al igual que el mío, estaba rígido. Mirábamos a otra parte. Resultaba imposible sostener la mirada dos segundos seguidos y la conversación no fluía. La experiencia sexual que pretendía, camino a un erotismo armonioso, debía pasar primero por una rígida autoeducación, luego por un onanismo luctuoso, y finalmente por una trasformación psíquica y simbólica que me acercara a la intimidad vaginal de ella. Habíamos hablado por Skype el día anterior, para organizar el cubrimiento, las entrevistas y la hora de llegada y salida. Todo desencadenó, después, en una de las conversaciones más lujuriosas de mi vida. Cubríamos unas olimpiadas para personas en situación de discapacidad. Todo precario, conmovedor, simple. Erradicada de antemano

cualquier noción de espíritu

competitivo, la consigna era que todos ganaban. Como acto principal, presentaron malabaristas. Hacían complicadas maniobras y llevaban al límite de la flexibilidad y la resistencia sus cuerpos. Nos enseñaban sus bultos genitales congestionados, forrados en trusa y lycra a nosotros, los no discapacitados mental sino espiritualmente. Hacían gala de esfuerzo y virilidad y demostraban a los deportistas, los universos de distancia que los separaba de algo remotamente parecido. No se escucharon protestas al respecto. Todo

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fueron aplausos, risas y una cordialidad atomizada por la conmiseración que despertaba la implacable genética, en este parque temático de terror eugenésico. La noche anterior por chat, hablamos diez minutos de cómo debía ser el enfoque del evento, a qué horas nos encontraríamos y el resto fue de confesiones, risas y coquetería; imágenes genitales explícitas y más coquetería. Ahora ahí, uno frente al otro, desplegábamos un complicado algoritmo de miradas fugaces para procrastinar la libido. No veíamos la hora de inicio del evento, para que nos quitaran a las malas, esta incomodidad; no veíamos la hora en que terminara y no veíamos tampoco la hora de llegar a nuestras casas para seguir, con un pretexto pueril y perfecto, hablándonos a la distancia. Salimos del evento y como no teníamos que volver inmediatamente a la redacción, fuimos a un parque y compartimos un éclair. Lo partí por la mitad y chorreó algo de relleno en mi camisa. Mi psicoanalista, con esta imagen, estaría de plácemes y reforzaría sus hipótesis sobre mis neurosis y mis desplazamientos. Caminamos por el parque sin hablarnos, mirábamos a lo alto los esqueletos de los árboles, el estanque de los patos que metían sincronizadamente la cabeza en el agua buscando algo, los niños en las cajas de arena, los padres vigilando pasivamente a la distancia y caminamos siendo los testigos de una realidad muerta, hasta dar una vuelta y media al contorno del parque. Producto de un cerebro pobremente desarrollado, una educación privada restrictiva, un alma llena de mañas y obsesiones, sólo exactamente ahí, entre rigores autoimpuestos y arboles sin hojas, comprendí que no iba a terminar de leer el libro, que iba a cortar y copiar las opiniones de varias fuentes, en un desmedrado ataque de pereza producto de la sobrecarga laboral. No sería capaz de gastarle un segundo más de lo necesario a un libro de 100 años, con más de 1500 páginas cuyas ideas están perfectamente representadas ahora en el presente, con esta odiosa claridad que invade cada uno de los átomos intemporales de la realidad. — ¿Estás bien? — Estoy bien — ¿Seguro? — ¡Seguro!

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Sacó de su bolso una foto de ella, cuando tenía seis años. Vestía de blanco con un coqueto sombrero. Era el vestido de pajecita para llevar los anillos en el matrimonio de unos amigos de sus padres. Había muchos temas relevantes de los cuales hablar, como de porqué me mostraba esa foto. Pese a la incomodidad, no quería cerrar los ojos para salir de ahí. Quería convertir el silencio en mi aliado, quería conversar a susurros. Era imposible sacar de la galera un chiste, criticar la ridícula organización de los días, los malabaristas, o el top de escenas con los peores olores en el cine. Quería decirle en voz alta que era la reencarnación del hombre sin atributos, pero no entendería, aunque supe entonces que ella notaba mi ensimismamiento, porque insistió: — ¿Estás bien? — Estoy bien — ¿Seguro? — ¡Seguro! A los ojos del niño que fui, las dimensiones del parque donde caminábamos parecían infinitas, con los años el espacio madura y encoge. Habiendo visto tantos lugares, este pequeño parque parecía que encogía con los años, como un viejo que se descalcifica y se joroba implacablemente. Estuvimos otro par de minutos y salimos. Nos despedimos a la entrada y tomamos rumbos distintos esperando en algún momento, con las circunstancias adecuadas, abrir virtualmente otra vez nuestro corazón, desnudar el cuerpo, decirnos cochinadas empíricamente reales en otros tiempos y en otros espacios; ser sinceros y honestos en binario, sin moderar el apetito. Tres meses después, renuncié por una propuesta intempestiva y muy seductora, no tanto por el dinero, sino por la editorial arriesgada y libre de una revista que me enviaría al otro lado del mundo. Dejé todo atrás, literalmente, con un parpadeo que me puso al instante dentro de un avión rumbo a un lugar desconocido para mí.

3. El Revestimiento del vacío Llega otra vez la camarera sosteniendo un plato con más pan y un pequeño tarrito de mantequilla. Recoge los platos vacíos, limpia un poco y pone el plato en la mesa. Le pido

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otra cerveza. Quiero otra salchicha pero espero un poco más para ordenar. Sostengo la pestaña de la lámina de aluminio y veo que no dice mantequilla sino esparcible. Miro al respaldo y veo que contiene aceites vegetales que han sido refinados, hidrogenados, interesterificados, además de un porcentaje considerable de soya, agua, un 1.5 por ciento de sal, (el esparcible es bajo en sal), leche descremada, emulsificantes compuestos de lecitina de soya y monoglicéridos de ácidos grasos que aportan una cantidad insignificante de grasas trans; cloruro de potasio, sorbato de potasio como conservante, ácido cítrico como acidulante, vitaminas E, A y D, saborizantes de mantequilla y vainilla idénticos a los naturales, antioxidantes BHT, secuestrante EDTA (me pregunto si de sabor, de aroma, de paladar), y finalmente betacaroteno para darle un color idéntico al de la mantequilla natural de antaño. Fue triste descubrir que untaba plástico a mi pedacito de pan integral y no quiero ni de riesgos averiguar de qué está hecho eso que luce como pan, por simple ENP (Estupor Negacionista Protector). Quizá siempre lo había untado, no recuerdo haber untado mantequilla de leche de vaca-vaca, pero por legislación, investigo inmediatamente después de ver los compuestos de esta obra de ingeniería alimenticia, que había tragado a manotadas casi toda mi vida, y veo que tenía que denominarse esparcible o mantequilla según el porcentaje de contenido graso. Según lo que dicen, el psicoterapeuta en psicoterapia representa los intereses de la psique del individuo. Estuve en psicoterapia un par de años, y la mujer que me atendía, representaba los intereses de mi psique en detrimento de mi economía post-crisis hipotecaria, defendiendo unos principios sólidos, donde el conocimiento, vale como repos tóxicos que sirven para insuflar la moral y la confianza inversionista. Era como si me robara la billetera y luego me diera dinero para el taxi, cosa que literalmente sucedió dos veces. Aprendí que el conjunto de procesos psicológicos como la atención, la memoria, la motivación, el lenguaje y el pensamiento, hacen parte de lo que denominamos consciencia. El proceso consciente, ponía a trabajar todos esos circuitos atendiendo estímulos, recordando cosas, irrigando el flujo motivacional, representando y organizando, sin una estructura idéntica, las ideas que ponían en funcionamiento mi comportamiento y la conducta que transforma el aquí y el ahora; una expresión perceptible, una realidad

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pensada. Todas mis neurosis eran proyectadas, según ella, mediante intuiciones de un futuro invisible e incierto por segundos o por años, nunca de forma infalible. Cuando discutíamos con la terapeuta, y aquí aclaro que discutir con un terapeuta, carga sobre su concepción, un espantoso sentimiento de inutilidad, prodigando una perdida absoluta de energías en alguien que rehúsa entablar contigo un dialogo furioso pero honesto. En esas discusiones sobre la veracidad de mi condición, ella me relató, indicando que mi padecimiento también era somático y no congénito, el caso que atendió de una niña que murió por una dermatitis severa que no correspondía a un cuadro clínico, y que era un padecimiento completamente psicológico. La niña jugaba en la orilla del rio con una tía que era prostituta, cosa que la madre de la niña reprochaba tajantemente. La madre, según me explicaba la terapeuta en todo un arranque brioso de composiciones y argumentaciones, lo desaprobaba de tal manera que depositó en la niña su propio deseo reprimido de rechazo hacia su hermana, generando la dermatitis que salía —simbólicamente, claro está— de la piel de la madre. La niña generó la dermatitis al contacto con el agua a la orilla del río, agua contaminada por la demoledora figura materna. Ser consciente de la irrelevancia de tu vida, te proporciona un peligroso analgésico que con un gramo de más, te mata silenciosamente. Yo no produje solo un analgésico, sino toda una fuerte morfina con mi melancolía y mi aburrimiento, que llegó a catalizar el elixir, o mecanismo, tal vez, que permite traducir mi condición. Miraba impávido las escenas de mi vida y podía flotar por las circunstancias, más no podía materializar mis deseos de escape, por lo cual entré en una depresión severa que me condujo a psicoterapia. Finalmente, logré la fórmula para formalizar el vacío y sin la ayuda de la terapeuta, para ser cómplice sin estar inmerso. Ese fue el secreto que me impulsó a estudiar periodismo luego de muchas carreras y oficios descartados para vivir, con mi particular condición. Pero esto no fue un impedimento para seguirle delegando a las instituciones el monopolio del delito. Seguía rezando, pagando impuestos, comiendo en cadenas de restaurantes, saludando a la bandera y viendo a la gente delegar la educación de sus hijos a otros. La arqueología del tiempo, una vez descubierto el elixir del vacío, es sencilla. Si el vacío te oprime, si el tedio te consume, estás a un paso de ser otro monigote más. Por eso necesitas destilar el elixir para vivir una vida a pedazos, huyéndole al tedio pero tendiendo claro que nada satisfactorio dura lo suficiente. Absorbo lo concreto, teniendo perfecta

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claridad de la distancia necesaria con el mundo y sus límites. El contorno del mundo de las cosas, se define con muros de cristal trasparente. La presencia vacía y silenciosa, esa música monótona y sin continuidad, transita por ahí con una indiferencia anestesiada, inyectada directo al cerebro. En la gran sábana del universo, donde los giros y las circunvoluciones son relativos a las peripecias y choques de las fuerzas gravitacionales colosales y caóticas, la complejidad y el azar no son productos accidentales sino patrones inevitables. Los esfuerzos por comprender y predecir el futuro, son innecesarios y necios como cuando se quiere concretar un puñado de aire. Pero el conocimiento es necesario para aquellos que lo consideran como una virtud cambiante, adictiva e inestable. Sentía esa necedad de conocer también, cuando pasaba mi lengua por la regadera, dándome una comezón sin nombre ni propósito en la punta que se irrigaba por la espina dorsal. Quería saber el nombre técnico del fenómeno, su utilidad o saber si esa comezón era producto de uno de los tantos errores y rastrojos de la evolución. No podía sostener la lengua bajo el chorro más de cuatro segundos sin que comenzara a dar arcadas. Siempre le decía a mi terapeuta que quería adelantarme en el tiempo, tanto, como para llegar al fin del mundo. Constantemente tenía esa proyección metida en mi cabeza. Le decía que me generaba una odiosa sensación pensar en prepararme para el fin; endeudarse, derrochar dinero en hedonismos poliformes, salir y acaparar abarrotes, arrumar en estanterías subterráneas bidones con gasolina, junto con latas de atún, baterías AAA y botellas de agua. Prefería pensar en lo privilegiado que era por asistir al final de todo, con tranquilidad, caminar con la cabeza en alto y lentamente, mientras el caos bordeaba mi cuerpo. Prefería eso que levantarme en otra insatisfactoria mañana y encontrarme con que todo sigue su rumbo. Discutía con la terapeuta, y luego de mucho tiempo, comprendí que las discusiones no lo eran tanto; su presencia concretaba todas las ausencias y vacíos, su influjo y la preocupación para con mis cuestionamientos era tan pobre, que al final terminé yendo más por la comodidad del sofá y de la rutina. Le gritaba que ¿cuántas veces las congregaciones han vaticinado el fin del mundo, y cuántas veces tendrán que vaticinarlo más o sacar excusas como que el cielo y el infierno habitan entre nosotros o que el fin del mundo es una progresión de minúsculos actos catastróficos, que sumados, constituirán un futuro sombrío del cual ya aseguramos una butaca con una visual casi perfecta del

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espectáculo? ¿Para qué tanto drama por la depresión si no íbamos a disfrutar del resultado de nuestras acciones? ¿Para qué vivir en el ahora cuando anhelaba el pasado y deseaba con más rabia el futuro? Ya estoy poniendo otra vez la lengua debajo del agua, sabiendo que de materializarse mi sueño, un par de periodistas estarían transmitiendo en vivo el fin de todo, perdiendo inmediatamente toda la pureza y naturalidad del hecho.

Hace dos semanas, leí una crónica bastante honrosa sobre el etnocidio propiciado por Julio César Arana hace cien años a la comunidad uitoto. Se estima que 80 mil indígenas murieron ya sea de hambre, apaleados, quemados vivos o de cansancio todo para hacerle frente a la vorágine de la industria cauchera. Durante 100 años, los uitoto rehusaron hablar del tema hasta ahora, lo hicieron, según ellos, para ―abrir el canasto y dejar que la palabra viva y se endulce con los enemigos‖. Me conmueve sobremanera el trabajo, es muy bien logrado. Hablan de Roger Casaments y su Libro azul del Putumayo, obviamente también de la excelente novela de José Eustasio Rivera. Recordé el tiempo que pasé hace unos años cuando fui hasta La Chorrera y pude ver lo que los indígenas habían hecho con la Casa Arana. La crónica trajo todo a mi mente. Me quedé dos semanas vagando por la selva, tratando de formalizar una crónica que nunca concreté y luchando contra los mosquitos. Me atoraba por la saliva, sentado en una hamaca, con la humedad fastidiando los nervios, y el aliento intoxicando las paredes que se cubrían de moho, lenta pero ininterrumpidamente. Fui al colegio de La Chorrera y participé en unas clases con unos niños apacibles. Había polvo y humedad pero era agradable estar ahí. Pensé sobre ese viejo mito de que los pájaros no volaban por encima de la Casa Arana como pasaba en Auszchwitz pero no parecería que hubiera pasado nada, ni los fantasmas ni los ecos anidaban por el tiempo y eso se veía en los ojos de los niños y de los pobladores, unos ojos limpios que por más que hurgaras en ellos, no ibas a encontrar nada de lo que había pasado hacia un breve periodo de tiempo. Disfruté mi estancia pero no volvería otra vez. El tema me desbordó y de la experiencia no saque ni un texto, que me habría gustado claro, limpio y coherente. La crónica que leí debía producirme envidia, pero fue tranquilizador encontrar a alguien que pudiera hacer mi trabajo con verdadero profesionalismo. Ese único y gran verso, que contiene todos los versos conocidos y sin conocer, vivía también ahí en La Chorrera. Todo estaba contenido en la palabra (esto era lo único que

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pude sacar en limpio de mi psicoterapia, el único punto de convergencia transparente que unió mis horizontes con los suyos) y es tan abstracto, que esa palabra convive tanto acá en este café al otro lado de mi hogar, como también en el viento, en el sonido de los grillos en una noche calurosa en esa hacienda apartada que lo cubría todo. La terapeuta me decía que la selección de estímulos, y el olvido de los mismos, protegen la consciencia de aquellos eventos traumáticos. Que era importante que olvidara. Revaluó con esta crónica lo que me decía la terapeuta sobre la necesidad del olvido dentro de la historia y de mi vida. El olvido alivia el dolor, me decía, bloquea la consciencia de las tragedias. En ese momento fue que lo comprendí. Los uitoto endulzaban la palabra pero la vestían con olvido. En La Chorrera el olvido hacía que los pájaros volaran. Los nombres y significados se perdían y eran reemplazados paulatinamente por otros. La cauchera ahora es un colegio y en un futuro será escombros que filtran hierba y sepultan sangre. Los grandes se mantienen por más tiempo pero la consciencia de los días, envueltos en significados corrientes, olvida por igual lo necesario y lo importante. Los turcos eliminaron a los armenios, los peruanos a los uitoto, los tutsis se eliminan con los hutus, a los judíos todos los quieren eliminar y ellos eliminan a los palestinos y algo eliminará más adelante ese sentimiento de pesadumbre y asco y legitimará definitivamente las vías de hecho, colándose por los intersticios de la justicia y la ética, como aquello constitutivo de la historia humana que se reencaucha con cada masacre. Durante cinco mil años quedó demostrado que el recuerdo es inútil, y el olvido, se actualiza como el lenguaje con cada tragedia que renueva los significados, que marca y teje una formula aritmética que descubre cómo el futuro peligra con la existencia misma. Todo es un modelo a escala que se extiende entre dos postes invisibles dentro de un tiempo finito. Le daba cuerda al olvido, al mío propio, la consciencia del olvido tenía un trasfondo como un pronóstico del tiempo: nada concreto. Busco en la tableta la crónica de la Casa Arana pero debí borrarla. No recuerdo el titulo exacto, quiero pegarle una ojeada pero rápidamente me canso y no la busco más. Veo por todas partes en la pantalla páginas emergentes, pop-ups, spam, escucho cada segundo notificaciones de mensajes y mensajes, tweets e información sobre promociones y propagandas que regalan bonos de adelgazamiento que rebasan mi capacidad perceptual; programas espía que el navegador lucha por contener sin éxito. Veo entre todo eso la

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comercialización de la originalidad y el ser único. El precio de los objetos y las prendas es más alto pero la insatisfacción después es la misma. Cuando veo a un tipo vender 4000 afiches de la misma obra pero rociados individualmente con pintura de vinilo de una brocha para hacerlos ―únicos‖, o unos jeanes rotos a mano, o una manzana mordida en el respaldo de un aparato y los ríos de personas que acampan afuera de una tienda para adquirirlo en preventa, tenerlo en ―exclusiva‖, como si el mismo Isaac Newton fuera a hincar sus molares sobre el comprador volviéndolo más inteligente, no veo más que un fin de policarbonato cromado de colores brillantes, 10 pulgadas y 14 gigas más cerca. No es más que eso. La presentadora del noticiero que hablaba por la pantalla de la exposición del tipo y de cómo entregó 4000 afiches con 45 por ciento de descuento a las primeras cuatro mil personas que entraron a la galería, hablaba como si su laringe quisiera salir corriendo y sus dientes lucharan por contenerla. Abría más la boca y acentuaba las vocales corrigiendo las viejas imperfecciones de su antiguo español andaluz. Tomaba mal aire, se asfixiaba con las palabras, porque todo carburaba de manera inadecuada en su garganta y sólo su cabello rubio y su altura, atenuaba la desesperación por verla luchar con el habla. La presentadora era otra de las que se tomaba personalmente los realities, deploraba a la arpía y simpatizaba con el débil de la casa estudio, pero se untaba una gruesa capa de filtro bloqueador UV 60 con vitamina E y aloe vera para protegerse de los peligrosos rayos de las reformas tributarias, las guerras, los abismos sociales, las ampliaciones de los fueros militares, la crisis de las basuras y sobre todo, la falta de cobertura en salud. La presentadora sigue luchando contra su boca para dar la noticia de la importación de armas automáticas desde un país del norte hacia el sur del continente, e inmediatamente la noticia del regreso a clase de los niños sobrevivientes de una de las típicas masacres con sello de la Asociación Nacional del Rifle. Con exclamaciones sordas, escuchaba el lenguaje de la evidencia, mientras una corriente de viento refrescaba mi cara. Entre el acero y la memoria, se va creando en el país un espacio gigante que aumenta el desempleo y la inequidad. Pese a eso, la presentadora, su afasia, su anomia, los días y las noticias resultaban estimulantes. De derrota en derrota los años se van volviendo lánguidos, con una vida que se vive al corte del crepúsculo. Se habitúa con cortesía la

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angustia con una melodía de violonchelos de fondo que endurece la costra que recubre los corazones y refuerza la satanización de los males que intoxican el espíritu de producción. Todo ahora es más fácil pero no alcanza el tiempo para hacer todo eso tan fácil. Con el formalismo del lenguaje de los perdedores, con saldos y nuevas colecciones, con comida congelada, sopas en polvo, salsas y aderezos embotellados, con bailes de descuentos y cifras astronómicas por prendas de baja calidad coronadas con etiquetas y bolsas de compra de lujo, ya no queda tiempo, solo un puñado de soledades arrinconadas que se archivan por orden alfabético. He notado como ahora las personas se estratifican por las características de su tarjeta de crédito. Saco mi billetera y pongo las tarjetas de crédito sobre la mesa para constatar mi estatus de manera indigna y carente de sentido. Tengo 3 tarjetas, todas mediocres a la hora de acceder a los mejores puestos de espectáculos: Premium, platinum, gold, black grey, grey-black, blue… con su respectivas combinaciones Visa, MasterCard, American… Estoy en el quinto grupo de turnos para poder acceder al concierto de un famoso guitarrista que viene para acá dentro de un mes. Necesito digitar el número de la tarjeta y la fecha de caducidad para acceder a otro trimestre del canal de videos y películas, cuya subscripción vence en diez días pero que tiene un 20 por ciento de descuento por presubscripción. Tenemos una capacidad asombrosa de diversificar las formas de estratificación y exclusión. Un plástico cuadrado ahora dictamina qué tan cerca ves a tu estrella favorita. Yo las veo de lejos, por canales de videos, de vez en cuando en gramilla lejana, pero estoy feliz por no tener que pagar una comida a 48 meses como una sumatoria de vacíos inmerecidos e infinitos.

4. El aroma del vacío La revista de moda Goebbels, de circulación netamente virtual de ―filosofía y variedades‖, es una publicación mediocre de acceso global, pero de desconocimiento mundial, y ahí es donde trabajo ahora. El editor en jefe, me ha encargado un artículo en el que realice una reflexión sobre la apatía que supone llegar a los cuarenta años de edad, con una selección sesuda y especifica de datos, que construyan una idea, y posiblemente, una certeza. La creación de verdades es tarea de los grandes peces, por eso cuando me hicieron

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la propuesta sólo hablaron de ideas, y máxime, una o dos certezas biográficas de grandes hombres que han llegado a los cuarenta años y las crisis relacionadas con esto: crisis familiares, crisis económicas por compras compulsivas, crisis políticas y morales.

El

artículo lo dividirán en tres partes que saldrán en tres ediciones diferentes. El día de entrega es el día en que cumplo años. ¿Por qué? Ellos creen que una persona al borde de los 40 años, que no ha escrito nada que valga la pena, ni ha ganado un premio importante, es un tipo en crisis, un tipo que perfectamente puede dar cuenta del vacío, un suicida potencial. Quisiera desmentir eso pero tengo que verme como un tipo al borde de un ataque de nervios, que busca en personajes históricos la misma crisis para atraer lectores. Esa fue la frase entre comillas que escribió el editor junto con la propuesta. Él no sabe algo que yo sí sé, es más, aparte de mí, del escritor-periodista-autor, de mi psicoterapeuta que a la larga nunca me creyó, nadie más sabe. Me propusieron hacer esto o criar un cerdo para luego de cinco meses decidir si comérmelo o no, una reconstrucción facial completa, implantes mamarios o una estancia de dos semanas en una de las peores cloacas pestilentes de una ciudad metropolitana cualquiera. Finalmente escogí hacer una reflexión sobre la apatía y el vacío de la llegada a los cuarenta (popularizados como los nuevos veinte) tanto mía como de personajes importantes y gente del común, y delegaron la cría del cerdo a un poeta nadaísta, los implantes mamarios a una periodista y cuentista de medio pelo y las otras dos a un artista plástico y a un protagonista de novela. Los de la revista, a su juicio, dividirán el artículo como mejor les plazca. La revista Goebbels, es una publicación patrocinada por consorcios que promueven la gastronomía gourmet y empresas privadas con inversiones, sobre todo, en inmuebles y minería. Se destaca por la publicidad política pagada, pautas en la portada con mujeres desnudas en fotos ―artísticas‖ que recién se hacen un nombre en la farándula, todo en función de un producto y un consumo variopinto. Nada es que haya cambiado realmente desde que se extinguió el papel y la tinta. Fue un cambio estructural mas no de contenido. Algunos arquitectos de la nostalgia, imprimen en papel todavía unas publicaciones muy bonitas y muy bien logradas en pequeños talleres a precios exagerados. El espíritu de Goebbels es que la necesidad de información instantánea habita en nosotros en forma de sogas inmateriales que se extienden por el mundo y nos eximen de la libre voluntad, alentando una reacción efímera que sólo será opacada por la siguiente. Ese

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acostumbramiento a la fachada, esa etapa de cancelaciones y licuefacciones, de privilegios por lo urgente, hacía de mi texto y de la petición del comité editorial de la revista, una especie de quimera. Querían algo no muy extenso. No han acudido a préstamos y la revista cada día pauta con más universidades e institutos que recién están obteniendo sus registros calificados. Se ayudan también con talleres, charlas y conferencias en universidades y en ruedas de negocios, para replicar el modelo virtual. El modelo comercial aún no está inventado ni es definitivo, y por lo pronto, siguen apareciendo flyers y recuadros animados promocionando todo lo anterior con chicas en videos cíclicos saludando a la cámara, exhibiendo una despreocupación y un optimismo falso pero saludable. En el silencio de la información periodística, la materia más consistente es el mercado. No busco profundidad ni opinión, busco adeptos que inscriban su devoción en el tiempo. Mi deseo por escapar de aquella horrible oficina allá en mi país, se hizo carne cuando logré escapar del tiempo mismo, pero ahora soy esclavo del entretenimiento, de la búsqueda infructuosa de lo efímero, empobreciendo la lengua, manipulando la opinión que está cooptada por el mercado y las ganancias, por las vanidades endémicas de los enfoques periodísticos dudosos y caprichosos. Me regodeo en lo banal, satisfecho por sentirme libre a pedazos, porque la jaula ensanchó pero con la quietud de lo mortal. La construcción del artículo, a través del intercambio dialógico entre lector y el escritor-sujeto-que-padece-la-extraña-condición-de-saltar-por-el-tiempo,

generarán

un

regusto de sacarina en la boca. Con el fin de aportar en el conocimiento del autor, o sea yo, por parte del lector, se verá primero un recorrido general por mi historia; cómo de niño, el autor, saltaba por el tiempo, no se tomaba la sopa tomándosela, no sentía dolor, sintiéndolo, y todo alejado de la desembocadura específicamente irracional, que reelabora la realidad discursiva, es decir, esa, mi propia vida que no vivo. Realmente nunca salté por el tiempo sino hasta cuando comencé a trabajar, pero es importante para el público leer que fue desde la infancia misma. Es necesario para el lector solidificar los conceptos con dosis abundantes de tiempo. Durante una infinidad de comidas y encuentros familiares, todos ellos protocolarios y aburridos, con sonrisas falsas y discusiones acaloradas pero superficiales sobre política y derechos inclusivos, el autor comenzó a maquinar grandes escapes, todos

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ellos groseros fracasos que devenían en miradas asesinas y rubores sin control. El secreto, pensaba, no era encontrar algo que me gustara. Conociendo los avatares y variables, y sobre todo la imposibilidad científicamente comprobada de hallar aquello que me gustara realmente, sólo por el hecho de cargar esta terrible condición humana acuestas y compartir oxígeno y tierra con otros seres sujetos a las mismas condiciones, resultaba imposible para mí tener una vocación verdaderamente constante y longitudinal enfocada únicamente a la paz y la tranquilidad. La cuestión radicaba, entonces, simplemente en saltar aquello desagradable, poder suprimir esa interminable fila de acontecimientos mecánicamente insatisfactorios, pero pasándolos realmente, encontrando, con las correlaciones adecuadas y la geometría correcta, la ecuación que respondía a la pregunta de cómo se puede vivir la vida sin vivirla, cómo satisfacer las obligaciones sin el gasto de energía necesario para ello y al final salir airoso. Es en este sentido, pesquisas y documentos que recuperen las diversas facetas de mi vida son necesarios. Registro civil, foto de 3x4, fotos casuales con juguetes y familiares, certificados de matrimonio y si es necesario de defunción, certificados de divorcio, que comprueben que este don nadie sí es un don nadie pero que también existe. Envío un correo a casa pidiendo un par de fotos de cuando era niño e información que a priori a ellos, los gestores de mi apellido y mi progenie, les pudiera parecer relevante sobre mi propia vida. Es importante decir quién soy, qué hago y para dónde voy, luego conectar esto con testimonios de otras personas que cumplieron cuarenta años y entraron en crisis para hacer paralelismos y presentar una reflexión ―filosófica de variedades‖ sobre el vacío y la apatía. Esa forma de difusión de cifras e investigaciones, tan pero tan común en el periodismo, es totalmente necesaria en el texto con las características falsamente inverosímiles que estoy construyendo. Las investigaciones periodísticas terminan siendo productos endogámicos que se citan a sí mismos, engendrando artículos discapacitados, rigurosamente científicos; territorios infértiles para la creatividad y la imaginación. Pero poner algo así como que se ha demostrado que el 0,000000…1 por ciento de la población salta en el tiempo, o el 99,99999…9 porciento de la población desconoce lo anterior y no puede saltar en el tiempo; que según estudios científicos de (colocar una universidad desconocida o de medio pelo), (colocar año) demostraron que sólo una persona puede saltar por el tiempo, son

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odiosamente vitales para la fundamentación y la credibilidad del texto. ¿De qué otra manera justificar y darles valor a las ideas risibles? La pregunta tiene grasa y almidón igual que la de ¿cómo atestiguar los saltos del tiempo para evitar el tedio y no porque la idea sea descabellada, siendo que el tiempo cada vez se aferra más al vacío y nada dura lo que debería; nada vale ni demora lo suficiente? ¿Qué necesidad tengo de hacer un texto sobre mi condición?

Mi primer trabajo, para ganar experiencia, fue en un canal de televisión local de corte cristiano. Había pasado por un doloroso proceso de pérdida de fe gracias al inestable sistema laboral y las pocas oportunidades a la nueva sangre profesional. Fui ateo, luego laico, creí un poco después en las frases motivacionales y en la autoayuda, y en ese momento, pasaba por la disyuntiva de ser agnóstico o un consumado capitalista neoliberal, cuando recibí la llamada milagrosa, luego de ocho meses de impaciente espera, para trabajar en el canal cristiano. Libre de toda atadura por la cruz y el perdón de mis pecados, pero con deudas por pagar de mis préstamos estudiantiles, dejé entrar a un cristo falso en mi corazón. Actualmente creo en mí mismo y soy narcisista. Tenía que conseguir personas para entrevistar sobre temas de actualidad, hacer un sondeo general y construir las preguntas para entrevistas de veinte minutos. Llamaba a un par de ONG y a universidades promedio, para que me facilitaran personas con un perfil tal que pudieran responder preguntas fáciles y lineales sobre cualquier cosa, algo coherentes, no muy coherentes ya que el presupuesto era mínimo y los entrevistados tenían que costear su propio parqueadero, su propia agua embotellada y casi hasta su propio maquillaje. Cada semana rotábamos temas pero se resumían en cinco particulares: bullying, prevención de consumo de sustancias, tópicos para el fortalecimiento de la unidad familiar, pedofilia y fiestas paganas donde disfrazarse o darse regalos unos a los otros, se ilustra lo dicho en el Salmo 106: 37 y 38 “37 Sacrificaron a sus hijos y a sus hijas a los demonios, 38 y derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos y de sus hijas, a quienes sacrificaron a los ídolos de Canaán, y la tierra fue contaminada con sangre”. Todos rotaban de manera secuencial con una falsa aleatoriedad. Para las fiestas paganas el director del canal de manera fagocitosa, trajo sus propios expertos para eliminar el tejido muerto de la simbología Halloween, y por ende, no tuve que hacer nada aparte de llevar los tintos a los

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invitados. Para bullying, también llamado matoneo, conseguí a un profesor de psicología de la cátedra de Desarrollo humano de una universidad que quedaba empotrada en los cerros. Aceptó ir al canal porque también era cristiano y porque la decana de la facultad lo persuadía con más asesorías de investigaciones y horas administrativas, o la carta de despido (condición inefable de insignificancia laboral) si no se presentaba en el programa. En las tres entrevistas que le realizó nuestro director general, accionista mayoritario, locutor (el canal también contaba con una cabina de radio que trasmitía en AM en directo y en FM en diferido los domingos a las 3 de la mañana) y presentador oficial, sus respuestas versaron sobre los mismos ejes temáticos y las mismas, casi calcadas, estrategias de afrontamiento de la problemática, con unos casi copiados indicadores de riesgo y unos, no menos calcados, factores detonantes y desencadenantes. Al comparar esto con las grandes cadenas de televisión, la situación no era que cambiará mucho en las secciones de salud, educación, medio ambiente y vivir bien. Ponían a recitar a un tipo, (profesional y experto en el área) el guión teledirigido de las respuestas rápidas pero útiles, con lenguaje sencillo y la miel en los labios, a unos preocupados y ávidos televidentes, que se permitían de vez en cuando, preguntar directamente al experto, aparentemente saltando el implacable filtro del canal, matizando con adjetivos, adverbios y verbos, como con la ayuda de mi dios, dios permita, seguramente con el favor de dios, con la bendición de dios, cuestionamientos precisos en primera persona que cosechan verdades y alivios. Trabajé seis meses en el canal. Aprendí mucho. Diseñé un protocolo de entrevista que proponía sencillos pasos, que iban desde la importancia en la escogencia del entrevistado, la proporción de preguntas lineales que siempre tenían que sobrepasar en porcentaje las preguntas reflexivas y proyectivas. Estas últimas no podían ser más de dos para concluir con el encuentro, y al final, dejar en punta, con la posibilidad de trabajar el tema en una próxima oportunidad, hipotecando así el conocimiento en cómodas cuotas a plazos razonables. Partía de una premisa fundamental: si en una sala llena de personas, en la mitad del espectro entre un Nobel y alguien con aneurisma cerebral, sin contacto con internet, les preguntáramos por los nombres de Jonas E. Salk y por Lady Gaga, la mayoría daría cuenta de la segunda, ignorando que el primero hizo que viviéramos sin preocuparnos por la polio. A sabiendas de esto, podemos entender también los mecanismos del poder que ya no residen en el conocimiento sino en la visibilidad. Es la prueba más sólida de la

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existencia del vacío, absolutamente necesaria para darle consistencia y remembranza a las ideas que se quieren injertar en el cuero cabelludo del público. Por eso, muchos de los pasajes de mi artículo flotarán en ese abismo del vacío de una escritura en apariencia hueca y sin sentido que desafía el status quo de la coherencia y de la relevancia, pero a medida que uno se vaya adentrando en la lógica propia del artículo, la coherencia y el sentido emergerán como el agua a presión. El escritor-autor creará un texto intimista, dándose el permiso de recrear y transformar pasajes de la vida y del subconsciente de personas con crisis de los cuarenta. El amable texto, invitará a la reflexión en el vacío, en la cotidianidad, rescatando con complejidad, la simpleza del periodismo y la escritura. En el texto plantearé un par de entrevistas, quizá una consigo mismo, es decir conmigo mismo, hecha con cierto desparpajo, poco rigor academicista, ejemplificando el carácter de su historia como periodista, como hombre ad portas de los cuarenta, en crisis, e introduciendo al lector, sin ser facilista ni condescendiente, dentro de una escritura rica, compleja y representativa, que pudiera ser pertinente para ser tenida en cuenta y alabada en el contexto periodístico mundial.

5. El aliento del vacío A diferencia de hoy, ayer tomé el metro luego de un paseo de cuatro horas caminando por la ciudad para volver al hotel. El clima estaba más fresco y conjuraba una deliciosa vacuidad. Un hombre arremetía con su celular a algo que no se veía bien. Veía desde mi posición al hombre sentado, y los movimientos oscilantes y constantes de su brazo, subiendo y bajando con el celular en la mano seguido por un golpe seco. Me empiné un poco para chismosear el objeto que recibía la ira del hombre y vi con sorpresa y nostalgia, una granadilla y el sonido se me antojó hermoso. La gruesa costra de la granadilla, sucumbía al constante afán del hombre y delicadas grietas se iban dibujando, pero sus golpes no eran efectivos, eran amortiguados por su misma mano. Lo sabía, no eran como los que yo hacía allá lejos en mi casa, con el borde de una cuchara, con simplicidad pero sin melodramas, y pensaba con tristeza que por más de que adelantara el tiempo, no tendría la certeza de volver a comer una granadilla.

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En la segunda estación que paraba, viendo a la gente agolpándose, yendo y viniendo, respiré hondo y disminuí la marcha. Si haces eso en el momento preciso, encuentras un instante profano y sublime donde te das cuenta, como si desde una galaxia lejana lograras divisar la tierra en tiempo real, como un punto lumínico en el firmamento idéntico a millones, que nada, en verdad nada, vale la pena. Eso pasaba mucho cuando andaba con la depresión alborotada. Ahora soy feliz y sonrío, pero es casi un axioma la forma como puedes lograr con estilo que nada te importe sin paroxismos, ni odios esperanzados. Iba por la tercera estación y una chica entró y se hizo cerca a la puerta corrediza. Apenas asomó me dio de lleno su aliento a Vodka. Su cabello ostentaba un capul cepillado a ras que cubría sus cejas. Era alta, blanca al límite y su piel, hacía juego con la piel morena y dulce de las demás chicas del metro. Me recordó un Fa'afafine, uno de esos travestí de Samoa. Venia de hacer deporte, su sudadera Puma acariciaba con firmeza su esbelta figura. Llevaba su Iphone Z B E, tarareaba una canción de Daft Punk que tronaba a todo volumen por sus audífonos y que reconocí perfectamente. Venía leyendo en mi teléfono algo sobre la amnesia global transitoria causada por los orgasmos, una especie de esfuerzo para vindicar el error corporal en la toma de decisiones analfabetas, cuando de elección de pareja sexual se trata. La amnesia orgásmica podía durar, o bien 20 minutos, o 20 horas. Quería escribir algo sobre eso, como para ganar una mención de honor en un concurso patrocinado por una caja de compensación, o para publicarlo en una revista para hombres de nivel mundial que fuera toda una quimera en una publicación que aún no había dado muerte al papel, pero necesitaba algo que durara más de los 20 segundos que duraría la recordación de la notica. Preferí seguir observando a la chica deportista alcoholizada. Su dulce aliento era intoxicante, como si abrazara un complot. Trató de disimularlo con una menta pero dio dos bocanadas más a su termo trasparente. Cantaba más duro, se aislaba del mundo con decisión y constancia. No advirtió el bordillo imperfecto de la salida de la estación y dio de lleno con una columna que la recibió y la dejó inconsciente. Sus gafas Ray Ban, de marco amarillo y vetas como de madera rustica, seguían intactas sobre su rostro impasible que reposaba en el suelo. Su nariz afilada y lechosa, estuvo estática unos segundos. La chica, poco a poco despertó y pude pasarla por encima, cuando ya las personas que la rodeaban comenzaron a dispersarse.

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Por el accidente de la chica, me bajé una estación antes y aproveché para caminar un poco. Observé los edificios que rodeaban una plaza pública llena de viejos pensionados de temperamento diabólico, necios y satisfechos, con una vida laboral ya dejada atrás con decoro, cuyas personalidades con la indolencia con la que iba, resultaban imposibles de descifrar. En un edificio esquinero en un segundo piso, y con la intensión de perderse, de integrarse como un objeto de deseo total, una pareja desarrollaba un performance desde el ventanal de su casa. La mujer hacía gestos y gemía de manera inaudible para el público compuesto por ocho personas que estaba en el primer piso, tratando de significar el performance. Se quitaban y ponían, mientras el tipo la penetraba por detrás, máscaras, pelucas y sombreros cada minuto. Comían helado, llegaban domicilios de comida chatarra que una asistente se encargaba de recoger y entregar a ellos, mientras el hombre durante horas, sostenía una prodigiosa erección (supe que eran horas ya que un entusiasta transeúnte-espectador llevaba ahí más de 3 horas). Estuve quince minutos comiendo unas fresas con crema que un vendedor ambulante vendía. En los miles de años transcurridos desde que íbamos por ahí apareándonos y comiendo animales, y los importantes cambios morfológicos y sociales que sucedieron para poder presenciar algo como esto, es cuando somos conscientes de los elementos originales y básicos, que mutaron y dejaron de saciar una ya insaciable voracidad, ahora marca registrada de la filogenia. Volteé a mirar y un hombre orinaba una pared grafiteada con un pintado feminista que exaltaba el poder de la mujer. Comiendo mis fresas, chupando la coyuntura de mis dedos corazón y anular de crema escapada, traté de imaginar que como el performance de la pareja, había si no un frontal ataque de significados, por lo menos sí una tibia afrenta contra el poder femenino. La gente venía a cuenta gotas y así se iba mientras la pareja seguía con su maratónica jornada sexual. La mujer ahora tenía una diadema como de presentador deportivo de la televisión pero aunque trataba de narrar el partido, el placer no la dejaba. El hombre sudaba copiosamente con un afro coronado por una peineta rosada, pero no se cansaba de mirar la raíz de su miembro saliendo y entrando miles de veces en la mujer. Saqué mi teléfono para actualizar las noticias de los últimos veinte minutos y una mujer, en uno de los países del mediterráneo que recién se inauguraba en la crisis económica, despedida de su empresa de comercio de bienes inmobiliarios, amenazaba con

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quitarse su vida desde el balcón de su otrora oficina, todo por las medidas austeras de recortes que ordenó el país dominante, amparado por la unión de países vecinos para una fuerte inyección de capital, y salvar así, al país de la mujer suicida. Era reconfortante para mí, en una época de entropía ininterrumpida, de crisis constantes y frágiles estabilidades, ver preocupaciones por temas monetarios y por la caída en los mercados. Aún algo nos anclaba a algo. Motivado por la fresca brisa de la preocupación monetaria, ingresé las contraseñas respectivas y constaté que mi fondo de pensiones voluntarias había subido un 2% más desde la última vez que lo vi. Transferí unos fondos entre los varios tipos de modalidades para la gestión de mis recursos, encomendando la gestión a un grupo de especialistas que ajustan la distribución de mis inversiones dentro del perfil del portafolio inversor que he seleccionado. Porcentualmente hablando, repartí en los de menor riesgo una mayor cantidad de dinero, y dejé el portafolio riesgoso con una menor cantidad, (les delego la potestad a los del fondo que manejen mi dinero como a bien les parezca, y soy tan consciente de ello que ya armé el argumento, sólido por demás, para exonerarlos de toda responsabilidad y no reclamarles por mi dinero cuando la bolsa se desplome nuevamente). El índice de suicidios era un activo en crecimiento en esta parte del mundo por el detrimento patrimonial, económico y moral. Parecía una página de historia, un mito de mal gusto, rememorar esa época donde la gente se mataba por ser homosexual o porque alguien más lo era. El acto renueva sus actores, y ciertamente me satisface sentir mi circuito límbico, especialmente el tracto mamilotalámico, asociado al placer, bombardear endorfinas; sentir cómo me contamino de autosatisfacción al ver a otro luchar y dar la vida por algo completamente inútil. Saber eso me esgrimía de esa tentadora e inútil idea de cerrar los ojos y adelantar el tiempo hasta que nada de esto ocurriera, porque llegaría hasta la nada misma, y aún es muy temprano para estar ahí. El vacío, ese elemento original, madre de todas las cosas, me permitía empapar mis propios delirios periodísticos y drenar la fiebre por la inquietud noticiosa. Era tarde cuando llegué del paseo de ayer. Tenía sueño y quería comer algo. Pensé llamar y pedir algo ligero para comer, una cerveza, o simplemente quedarme dormido. No quería esperar. Cerré los ojos y ya estaba dentro de la cama. Tomé el mando electrónico,

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bajé las luces y puse algo de música esperando que el sueño llegara como siempre. La ventana del balcón estaba abierta y el viento mecía las cortinas refrescando la ola de calor dentro de la habitación. Cerré los ojos y no pensé en adelantar el tiempo más. Mañana sería otro día... otros odios.

Encandilado por la luz de la tarde, comprendo algo más del día que trascurre, de la larga jornada del día de ayer y todas las anteriores; no del devenir ni de la forma del saltar de mis días, eso aún está vedado de la belleza colectiva de lo sabido. Voy entendiendo una porción del significado de levantarme este día y hacer algo específico, y disfrutar sin escapar, de algo aún sin revelar. Allá en mi país guardaba de niño, en frascos de conservas, cientos de recortes de periódico. Rasgaba o cortaba con tijeras partes de noticias, anticipándome por años a la micronaturaleza de la información actual. Los iba apilando en un anaquel que un buen día sucumbió por el peso. Fue quizá mi primer acercamiento al periodismo. Quedaron unos pocos frascos intactos pero la mayoría se rompió. Tengo la idea de explicar el origen del universo con un pedazo de queso fresco que está pudriéndose en la acera enfrente del café y que nadie recoge, mediante una sucesión de azares y desvelos podría estirar mi pie y aplastar el queso para ver día tras día lo que sucede sin pestañear. La idea surge de ver al queso y de ver el titular de la noticia de una terapia con base en manotazos a los pechos para hacerlos más grandes. Otra perla noticiosa que jamás va a tener un desarrollo más profundo.

6. El olor en el avión era violento, penetrante pero familiar y nostálgico. Me transportaba a los callejones donde acompañaba a mi mamá al trabajo. Trabajaba en un lugar viejo, una bodega adaptada de los años veinte, que distribuía productos de limpieza. El lugar era hostil y sucio, bordeado por un cinturón de miseria, lleno de indigentes con costales al hombro, obnubilados por sustancias baratas. El olor me llego como una ráfaga. La distinción con el olor del mundo real, ahí en el avión, perdió sus contornos. Sin rigor, sin estructuras ni medidas, el olor y la náusea invadía las condiciones iniciales de bienestar.

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El 2 de enero de este año, con la noticia de cinco minutos sobre las cejas y la importancia para perfilar los rasgos del rostro y hacer a las mujeres más bellas, seguida de la noticia de la propia presentadora de farándula, comentando su penosa situación que calzaba talla 41 y se le dificultaba conseguir zapatos para su próximo matrimonio, perdí definitivamente los últimos vestigios de credibilidad y respeto por las noticias de la noche. Esa noticia, me hizo hacer el balance de todo lo ocurrido el año anterior. La fractura se dio exactamente al aparecer en el avión que me trasportaría a mi lugar actual. Sentí la batalla por justificar la verdadera importancia del paso de 365 días, de los sucesos que dan valía al hecho de continuar vivo, la necesidad de contar las razones que acompañaron la decisión de dar testimonio de mi condición. Bajo un cielo de atardecer color aguamarina, mostrando bajo las nubes el vacío del vacío, comencé ascender y a recordar lo más importante en materia de noticias personales y mundiales. Con una hermosa ignorancia, comencé por el balance particular de mi primera visita al médico luego de tres años: conjuntivitis; algo de fiebre; dolor de garganta; tres días sin poder dormir; congestión global; compañera sentimental de ese entonces trasnochada pero comprensiva; visita a dos hospitales que rechazaron brindarme el servicio ya que no tenían convenio con mi entidad prestadora de salud; enfermera haciendo triage y ayudándome exagerando síntomas (a mi humilde parecer ya graves) por una denotada y lastimera simpatía para poder pasar como urgencia. Doctora bonita e indiferente que como un coitus interruptus, frustraba mis intentos por terminar de contestar su pregunta cuando ya estaba propinando la siguiente, lo que disparó aún más la nostalgia por aquellos doctores de antaño, casi milenarios, que solían mirarte a los ojos y tratarte como persona. Bajada de pantalón, calzoncillo roto, puñalada en el culo por parte de enfermero gorila, que sin escrúpulos y con arrebato, quizá descaro,

osaba

llamar

inyección.

Tres

tipos

de

medicamentos

(difenhidraminacloronoseque... diclofenalco, DexametalgoAscorbico, Naxoproxeno); grata sorpresa por el no cobro de mi aventura de 3 horas, tampoco por mis medicamentos; sensación de bienestar combinada con persistente dolor en el culo producto de delicadeza del gorila. Fin de la historia y comienzo oficial de año. Paradójicamente, casi un año después, vuelvo a estar enfermo, síntoma de que la enfermedad tiene que acompañar los cambios o fusionarse simbólicamente con los ciclos, los cierres y las suplantaciones.

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Mohamed Mursi, el presidente de la nación del norte de África, fue derrocado por los militares, haciendo honor y actualizando la tradición del siglo anterior, apoyados por el gobierno de Obama, también actualizando las maneras, y tratando con pesar, de revalidar su posición y la de su país como el indiscutible líder mundial. Obama, el mismo inmerso en un escándalo por infiltraciones y espionaje, el flamante premio Nobel de Paz, fulgurante de extracciones y vacíos, decía que sigue creyendo firmemente que la mejor base para una estabilidad duradera es un orden político, democrático en el que participen todos los partidos políticos, y qué mejor forma que apoyar el golpe de estado con 1300 millones de dólares en ayuda militar a los golpistas. El mejor actor de televisión de todos los tiempos, aquel que con su carisma, supo encantar al público con una delicada y perfecta mezcla de lujuria, violencia y vulnerabilidad: James Gandolfini moría en un hotel romano víctima de un fulminante ataque cardiaco, producto de sus excesos con la comida y la bebida. Estaba a punto de asistir a la clausura del festival de cine de Taormina, demostrando que los buenos mafiosos van al cielo. Luego de varios siglos sin que sucediera, seis para ser un poco más exactos, un papa renuncia a su trono. Visto como un acto elegante y sobrio de desprendimiento, aunque por sombras de presiones de la parte ortodoxa de la iglesia y de la mafia del banco del Vaticano, Benedicto XVI llamado Joseph Ratzinger, es remplazado en tiempo record por el carismático Jorge Bergoglio, primer papa latinoamericano, que llego precedido por una imagen sencilla y austera que quiere renovar la imagen opulenta del Vaticano… Papa que ostenta sombras de un pasado oscuro gracias al beneplácito a la dictadura de Videla, específicamente por negarse a proteger a dos sacerdotes jesuitas contrarios a la dictadura. ¿A nadie parece paradójico que el representante de Dios en la tierra sea escogido por hombres septuagenarios en un proceso que remite absolutamente al espíritu democrático? ¿Eso no habla más de hombres que de dioses? El papa retirado, fiel a la tradición austera católica, se retiraba a la villa veraniega papal de Castel Gandolfo de sólo 50 hectáreas con vista al lago. El Papa nuevo enfrenta las acusaciones que no son del todo claras, como tampoco las explicaciones dadas sobre su vínculo con Videla. Éste último murió dos meses después, completando el anacrónico ciclo informativo, que relacionaba, casi sin esfuerzo, un nuevo papado con una vieja dictadura. Videla murió en el más cochino desprestigio,

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víctima de su prepotencia, que junto con la derrota, tiñeron su sepulcro de deshonra como otro de los ya innumerables e incalculables dictadorzuelos latinoamericanos y caribeños. Mi ciudad, mi país, cada día se polarizaba más; la ultraderecha y la izquierda cada una decía cómo enseñarle al otro la mejor manera de vivir, cómo gobernar, cómo lograr la paz que pretendía ir a algún lado pero que por lo poliforme del conflicto, cada parte tomaba su propio camino para atrincherarse en sus propias justificaciones, y todo esto sazonado con las sales del esplendor, caduco e intoxicante, de la economía de libre mercado que unifica y cosifica. Que un concejal diga que las lesbianas son mujerzuelas, que un senador porque es senador diga que puede conducir ebrio y que la policía no lo puede detener, como que un senador de más de ochenta centurias de edad se oponga al matrimonio homosexual por considerarlo sucio y excremental, no habla tan mal de ellos como de nosotros los que los elegimos, o que el día de elecciones nos quedamos en casa masturbándonos frente al televisor. Mi país, país de desarraigos, intolerancia y negación para con su tradición indígena, considera a los indígenas del Catatumbo y a los Nasa, guerrilleros. Ese mismo país, que desde este lugar se ve muy lejano, se aprestaba a celebrar la canonización de su primera santa. Gracias a ella se aculturizó a indígenas de la comunidad Embera Chamí. El país se volcó a su celebración. Ese país que le abre las piernas a Pacific Rubiales, a Monsanto, a la Drummond, acusada de botar 2000 toneladas de carbón al mar, la misma empresa acusada de financiar paramilitares. Eso sí es prosperidad democrática y confianza inversionista, en mi país de hambre, violencia, secuestros, empresas explotadoras, destrucción del medio ambiente, y para eso justo lo que necesitamos: otro reality; como decía Foucault: esa voz que canta sin palabras y que deja oír tan poco ¿no es acaso la de las sirenas, de las que toda seducción consiste en el vacío que abren, en la inmovilidad fascinante que provocan en aquellos que las escuchan? Como un acto de magia, todo lo anterior va a desaparecer de la memoria colectiva en 5, 4, 3, 2… Trabajos con contratos a tres meses disminuían los indicadores de desempleo. La informalidad hacía lo suyo, esos contratos a tres meses llevan renovándose durante tres años sin ningún tipo de seguridad social, ni prestaciones, y los trabajadores se aprestan a

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celebrar otro día más del trabajo. Trabajos para los que no hay ningún tipo de apatía burocrática, que anticipan año tras año, su propio fracaso con una profundidad totalizante. Estudiantes y jóvenes indignados, y desempleados molestos. Protestas previas al mundial de fútbol por elefantes blancos, estadios inacabados y una población presa de la corrupción, la falta de salud, de educación y empleo. El patrón de protestas se repetía en varias partes del mundo. Los cimientos donde se asentaban las plataformas de disidencia eran similares, tanto como los mecanismos de autosuficiencia que apelaban los gobiernos para no dar crédito a las protestas. Había un grupo no pequeño de agentes del caos inconformes por las exenciones a los impuestos de las grandes multinacionales, a la vez que se recortaba la inversión en salud, el campo se iba al garete, y la cultura y el arte, pasaban ya a un quinto plano. En muy poco tiempo abarcaron todas las esquinas donde pululaban naciones ricas y emergentes que institucionalizaban la inseguridad, empeñaban el bienestar con productividad, se zambullían en la inestabilidad y la transitoriedad de los mercados, totalmente incapaces de barrer bajo el tapete la mayoría de su población. Las calles se iban encharcando con estudiantes y profesores que luchaban por sus derechos. Sus voces retumbaban y hacían eco en un vacío decenario, anegado con las mismas miradas indiferentes y repetidas, duplicadas por los mismos decenios, con bordes ásperos y urgencias recalentadas. Dentro de la voracidad de los formatos, las tablas, los informes y los consolidados titulados y solicitados como "URGENTES", tanto en mi trabajo, como en los millones de trabajos más, se reconocía de manera tácita la capacidad humana para explorar y conquistar el absurdo. El vacío es más evidente cuando la burocracia te mete el cañón por la boca, juega un poco con tus nervios, y hala el gatillo para sólo producir un chasquido tibio, que te alivia, pero que tarde o temprano terminará por embadurnar una pared blanca, con tus sesos y tu cordura. La ONU con tibieza, ordenaba el retiro inmediato de los asentamientos judíos en Cisjordania, así como de los más de 520 mil colonos israelíes que vivían en los territorios ocupados. El presidente más carismático de los últimos años en Latinoamérica, moría luego de una larga enfermedad. Como en todo, las versiones oficiales y extraoficiales buscaban

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hacerse cargo de la cada vez más efímera verdad. ¿Dónde murió, cuándo, qué va a pasar? ¿Qué importa ya? El Presidente Bashar al-Asad propiciaba un desastre humanitario; rumores de armas químicas y desplazamientos forzados como no se veía en años. Adeptos y contradictores al régimen se enfrascaban en una guerra sangrienta que llevaba dos años y que remontaba la memoria a casi 100 años atrás cuando los armenios vagaban por las mismas tierras atravesando los círculos de la muerte, en el primer genocidio no reconocido del siglo XX. Odiaba ser el testigo indiferente, quizá, del primero del siglo XXI.

El vuelo salió a tiempo y dormí un poco. Soñé que las maletas caían y por un reflejo estiraba los brazos hacia abajo. Una mujer pasó por el pasillo y dejó impregnado, por un segundo, el ambiente con un olor cremoso y dulzón de almendras. Cuando pasó, volvió otra vez el olor nauseabundo que no tenía ninguna fuente identificable. Mientras declaraba mis impuestos y el no importe de enfermedades, vacunas, ni semillas naturales (las transgénicas no necesitan visa), ni insectos, ni que había visitado granjas, comía la carne más insípida del mundo. Cada pasajero veía la pantalla del asiento posterior llena de infinitas posibilidades de entretenimiento. ¿Acaso la primera muestra para mi artículo del vacío narcisista que tanto pululaba en tierra? No veía desde mi posición alguien hablando con la persona de al lado. La mujer del toque dulzón volvía a su asiento y a lo lejos se oía la succión poderosa del baño descargándose sin poder llevarse la náusea consigo. Más soledad y vacío, salpicado de un olor incongruente, dentro en un tubo de aluminio y acero con 300 personas dentro. Pude haber parpadeado y dejar todo de lado y seguir, pero había algo hipnotizante, algo que me atornillaba al asiento y me convertía en espectador, otro par de horas más.

7. Los andamios del vacío (o los preliminares del cierre de la trilogía Grandes hombres famosos e ingrávidos) El descreimiento institucional, es un fenómeno atribuido a nuestra generación de cuarentones. Abjuramos de aquellos estamentos en los que antes confiábamos ciegamente. El proceso de desestructuración pudo comenzar cuando de niños, al ver al Coyote perseguir

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al Correcaminos, con sorna criticábamos la fidelidad del Coyote por los productos ACME. Al constatar, con una rabia tonificada con melancolía, que la fiabilidad de la modernidad estaba irremediablemente permeada por la suerte, supimos que el listillo, ágil, odioso y altivo, representado en la figura del Correcaminos, pese a las circunstancias desfavorables, siempre iba a ganar; contrario al inteligente, perseverante y laborioso Coyote, fiel a los productos ACME, cuyo sino trágico estaba supeditado de antemano. Esto produjo en nuestra generación un punto de inflexión irreversible, por el cual las frustraciones son más latentes y nos producen más pánico y descreemos de las instituciones pero, inconsciente y paradójicamente, queremos ser subyugados por ellas. De ahí que la búsqueda de estrategias facilistas como los libros de autoayuda y las píldoras motivacionales para cambiar nuestro sino trágico, sean tan exitosas comercialmente, ya que son estrategias elaboradas diabólicamente por Correcaminos listillos y abominables, para que Coyotes como nosotros, persigamos sin fin un triunfo con la ilusión de una ganancia que nunca, pero nunca va a llegar. Y ahí es dónde comienza la crisis de los cuarenta para nuestra generación. En la era de la visibilidad, un aporte significativo de la intrascendental revista Goebbels, con mi texto a la cabeza, será mostrar una realidad oculta, llena de aristas y preguntas que van más allá de lo referencial, construyendo un artificio que permite mostrar zonas ocultas de esa realidad superficial y objetiva que posibilitan que el lector cuestione su realidad próxima. El lector, si todo sale bien, se preguntará: ¿podré yo también escapar de mi propia y miserable vida, viviéndola? ¿Y qué tal si no salto en el tiempo y lo que vivo ya lo había vivido antes y lo que poseo es una excelente memoria, porque sé de antemano qué es lo que va a pasar? La memoria taparía los vacíos y eso tendría más sentido, mucho más que el destino. El mecanismo de perspectivas de mi artículo, revelará verdades que no son excluibles unas a otras, pero son verdades que enuncian todo pero que no dicen nada. Todo supone un contraste que se da mayormente al generar patrones o referentes de valoración de una vida que principalmente es aburrida y real, frente a otra rara, cosmopolita, que es la que vende y produce admiración. Para mí, es casi imposible diferenciar entre experiencia interior y exterior. Por eso el artículo se transformará en el medio de constitución de lo real.

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¿Cuántas cosas se quieren hacer antes de llegar a los 40? ¿Cuántas veces se quiso tener rutinas más saludables? ¿Cuántas veces se trató de dejar de fumar? A los cuarenta la perspectiva se vuelve más sombría. El número de visitas al hospital aumenta. El número de personas que conocías vivas va disminuyendo, y por oleadas disminuye más, a veces la cifra se estabiliza. Te aferras a cosas materiales con fuerza creyendo que así se perpetúa el legado; se busca volver al cenit de desarrollo, pero lo has dejado unos años atrás. Si hay hijos se trabaja para ellos con furia y dedicación, si no, ya no los anhelas y sólo te conformas con que no salga uno de la nada ya crecido, recriminando y reclamando cosas que, por más dinero que tengas, ya no vas a poder darle jamás. El artículo quiere cambiar un giro pesimista inicial a uno optimista. A los cuarenta el tiempo cambia completamente, la madurez, te hace tomar decisiones más acertadas y con calma. Es preciso seguir las normas, los hijos, tienen una edad apropiada para entablar una relación más equitativa con ellos. Si no tienes, anhelas encontrar una persona con quién compartir esa maravillosa experiencia, ya que el reloj biológico te dice que va siendo la hora. A los cuarenta se debe optimizar el tiempo de trabajo, no hay afán denodado por demostrarle algo al jefe. La rutina es la mejor consejera. Hay que hacerse las mamografías con más frecuencia igual que el examen de próstata. Ahorrar se vuelve trascendental; las festividades tienen un significado más profundo y nostálgico. Oficialmente cuando se viaja, se etiqueta como turista, se buscan las ofertas en el supermercado como si se cazara en el Serengueti; los accesorios son más sobrios, la ropa más ajustada. Los cuarenta son los nuevos veinte, y la vitalidad desciende una década al aumentar la expectativa de vida, todo acomodándose al estilo de envejecimiento progresivo light, aunque en algunos, deja de importar la moda y se privilegia más la comodidad. El artículo quiere propiamente hacer un testimonio sobre la vida de grandes personajes, personas del común y relacionar todo con la crisis del periodista, o sea yo, el periodista-escritor-narrador-autor,

específicamente

su

―condición‖,

entendiendo

el

periodismo como la cualidad destacada de los infames y sus discursos, discursos que resultan de la interacción de múltiples voces y registros, todos ellos nefastos, localizando la

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imagen y la importancia de la justa intrascendencia seductora, que interpreta de manera particular, la vida misma. Nacidos en tal fecha, en algún hospital de tal ciudad, a tales horas y bajo tales circunstancias, describiré a las personas con crisis como prolíficos periodistas, además de humoristas, libreros, jefes de redacción de varias revistas, fotógrafos, escribidores de historias, figuras literarias metacognoscentes, dictadores de talleres de escritura, economistas, filántropos, políticos y actores. Luego vendrán los motes, seudónimos y una personalidad camaleónica que irán revelando, en este caso, a un periodista que quiere ser muchos pero que al final es único, el mismo, que atestigua y da testimonio de las crisis, y pese al sustantivo que se ponga, no puede cambiar la esencia que lo identifica. En busca del vacío, tomaré como pretexto la crisis de los cuarenta de grandes hombres famosos e ingrávidos. La prosa se caracterizará por ser áspera y precisa, sin miramientos ni adornos, aunque con cierto toque de humor e ironía, una mezcla fascinante cuyas costuras son invisibles entre realidad y humor, donde se destacará la particular mirada en torno al ser humano, promovida por el uso de un lenguaje, cualquier lenguaje, incorrecto claro está, desde el punto de vista gramatical. El texto, será un intento ecléctico y desparpajado de autoconstrucción del yo, por medio de la más posmoderna e inconstante escritura. El estrés sigue igual a los cuarenta. Si a los treinta te estresaban sobremanera las cosas del trabajo, una década después las cosas siguen estando prácticamente iguales, a menos que te hayan descubierto una enfermedad que potencialmente te puede matar. La mayoría de los próximos cuarentones reevalúan propósitos: X, Y y Z así lo demuestran, los demás siguen atascados en esas cosas insignificantes para aferrarse más a la vida, encapsulando las rutinas que se van solidificando como una costra. La calcificación de esos comportamientos seguros y esquemáticos, es algo más que necesario. Las redes de apoyo cambian conforme los espacios cambian. Los amigos se van cerrado a sí mismos, enclaustrados en sus propias necesidades con la progenie, o se comparten necesidades con adultos que tienen el mismo estatus de prolongación genética. Los hijos cobran un valor tal que todo gira alrededor de sus cuidados, o si no, al cuidado de las mascotas que han sido completamente humanizadas. Se apila dinero para ellos para el colegio, la alimentación, para los uniformes, los útiles escolares de cada año, para las

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onces, para entretenciones en pálidos centros comerciales; en la comida rápida que se compra por el juguete de moda que terminará arrumándose en cajas de cartón, o en organizadores de plástico que voltearán a mirar una o dos veces no más. Algunos juguetes se conservarán por años, los demás se los pasarán a otros adultos para que reciclen la felicidad de otros niños. El dinero también se invertirá en proyectos a futuro, interesantes y arriesgados negocios en internet vendiendo cualquier basura. Ya hay una inteligencia económica saludable, producto del descreimiento de las veleidades de la bolsa de valores. A los cuarenta se afana uno por tomar fotografías, hacer videos del más insignificante acontecimiento, registro que se publica en cualquier parte y que nunca se volverá a mirar. Hay más gastritis, más colon irritable, más comidas saludables, menos leche, menos carne, más pescado. Con una voz pausada y suave, muy acentuada en los intermedios, se dan órdenes a los demás, conservándose esa sensación de que hay toda una vida por delante.

Ante no una sino dos prerrogativas respecto de mis heréticos escritos periodísticos anteriores, quisiera probarme a mí mismo si en éste, el que finiquita la trilogía que denominé Grandes hombres famosos e ingrávidos, pudiera tener un poco más de alcances y no dejar el cuestionamiento volando por el aire. Al principio, quiero ser escueto en el trato al texto, es decir, no hablar de mí, ni siquiera haré una mención explícita, queriendo que la vida se fusione con el texto, sin que sea necesario un artilugio del tipo anestésico como el de: ―¿qué emociones me generó saltar por el tiempo?‖ o ―¿qué sentiste a saltar en el tiempo?‖ ―¿qué específicamente pudiera llevar a mi vida conocer que alguien salta por el tiempo?‖ o el de ―¿qué párrafo le dedicarías a la chica de tus sueños?‖ o peor aún, la pregunta doctoral sobre ―¿qué tiene que ver esto con la cuestión de la posmodernidad?‖ cuestión particularmente tramposa. Los hombres del texto serán seres que hasta ahora comienzo a conocer, pero que habitaban desde hacía siglos en mí, que se ha reproducido en toda la humanidad, que poseen la diáspora de la memoria y que buscan ahora abrirse paso por entre mi carne mordiendo, con los labios y con las encías cicatrizadas, lo que encuentran a su paso. Creo que será posible vertebrar el artículo a partir de cinco fuentes de influencia que, al combinarse, componen los cimientos de la pregunta fundamental sobre el tiempo y

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el vacío en hombres grandes, anónimos e ingrávidos; la estructuración lúdica de la intriga y el carácter festivamente cruel de muchas historias pendejas; el clima de extrañamiento de la vida, lo opresivo y cierta apatía del protagonista-autor; tramas zigzagueantes y la morfología acumulativa de las imágenes periodísticas en apariencia excitantes e impactantes; el carácter siniestro de lo cotidiano; la ambigüedad de las relaciones, lo subnormal de la normalidad. Eso que estás pensando ahora… eso hace también parte del gran escape. Algunos contornos imprecisos del vacío hacen que la realidad llana se convierta en otra realidad diferente, un mundo paralelo que se conecta con el mundo ―real‖, cobijado por un calor húmedo, isométrico, concéntrico y sincrónico. Una ciudad imprecisa y hostil jamás definida que resulta angustiosa pero seductora, y a la cual jamás se puede acceder del todo, porque siempre estará cubierta tras un elemento persuasivo, será el marco del artículo. Como en un ensueño, el personaje deambulará en una realidad onírica, que es perfectamente lógica, una sucesión ad infinitum de noticias escritas sin adornos y sin efectos especiales. La construcción de un campo imaginario que sitúa al yo frente al mundo y que lo posiciona exactamente al frente del corazón de las tinieblas noticiosas, pero al mismo tiempo, lo aleja de aquello que configura una lógica más honesta y más cruda. El escritor, que no tendrá nombre, se moverá por una geografía sin límites particulares, cuyos contornos son difusos y en ocasiones impenetrables, compuestos por imágenes persuasorias que delatan a un testigo sin rostro, un tipo con unas ganas irrefrenables por no hacer ni ser absolutamente nada, salvo vivir la vida saltando por el tiempo. La persistencia del vacío (Nombre tentativo para el texto), como propuesta que se quiere adentrar en los laberintos inconscientes de la apatía, busca diagramar el yo de lo constante con el justo afán por encontrar, mediante la escritura, aquello que escapa a la comprensión humana. El escritor-periodista será puesto en escena como la particular posibilidad de aquel hombre del millón de posibilidades. Al hacer esta aseveración, esta posibilidad dentro de las tantas que ofrece un personaje que puede saltar por el tiempo, me ponen al borde de un abismo insondable, cuyo centro oscuro, arroja una verdad que contienen el lenguaje mismo. Orillar ese hoyo insondable es lo que pareciera darle sentido a una verdad finita, verdad de por sí imposible en un hombre como yo, y en una sociedad

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como la nuestra que aún no se ha dado por vencida en la búsqueda de la verdad absoluta y totalitaria. El

escritor-autor-filosofo-de-variedades

hará

digresiones

dentro

de

las

profundidades de su yo. La historia no se resolverá, no sabemos cómo el mundo aceptará su extraña condición, si lo recordará, si le importará, y de hacerlo por cuánto tiempo. Ya no importará nada la crisis de los cuarenta. Sólo asistimos a un desaforado enredo de mentiras, misterios, asesinatos, seres bizarros, chicas lindas, digresiones, dietas extrañas, todo al mejor estilo del periodismo depredador de vanguardia, configurándose en un espacio libre y autónomo que no permitirá el anclaje de un sentido consensuado, que va revelando además el sinsentido del mundo y de la vida comercial y pagana. Podemos en el texto encontrar una soledad con la escritura. La estructuración del deseo y la imposibilidad del vacío total en el espacio vital, es común cuando no hay algo real a lo cual aferrarse; caes por error, pretendes ahondar en el aparato psíquico y en las motivaciones correctas que te hacen seguir adelante, en esa idea de que es imposible desligarse de la propia partícula de la nada: comes un producto, compras otro, te aplicas algo para oler mejor, viajas por el mundo, duermes en los intersticios, cuentas historias, asistes al cine, tienes sexo casual, te familiarizas con las emociones, oscilas por las circunstancias, trabajas con premura y desespero para hacer todo lo anterior, esperando que con el tiempo, todo termine con un cansancio madurado y la habituación a lo inevitable, como aquellos pensionados que vi en la plaza de ayer. El autor-protagonista explícitamente luchará por no narrar el significado de vivir con cuarenta años saltando por el tiempo, solo mostrará qué va sucediendo, dándose al vacío y siendo presa del acto narrativo que brota sin control. La no-narración pretendida se vuelve la narración misma, el hilo que va concatenando el discurso periodístico y la propuesta del texto de cambiar la forma como vivimos huyendo sin enfrentar lo que nos incomoda. La búsqueda de algo, la investigación y la persecución, no de algo material o de una persona, sino la búsqueda de sí mismo mediante procesos deductivos. El texto en sí, será un proceso de reflexión sobre la escritura periodística, que busca imágenes que expresen la esencia del tiempo real, en oposición a la infranqueable tenacidad del tedio. El vacío, como proyecto, yacerá bajo la superficialidad de la narración de vida que para el narrador, sin embargo, es capaz de curar su padecimiento de tiempo. Ese yo

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dislocado en la cotidianidad, se reduce a una vida deseada sin complicaciones, como una actriz que sufre por ser demasiado sexy. El texto se va alejar de los temas trascendentales, de los grandes proyectos. Es en este punto donde pudiera estar más latente el elemento ficcional del salto del tiempo, que es totalmente real, pero que será tergiversado por el lector que duda y cree que lo que se le dice es mentira, que es una metáfora, como casi todos los lectores y televidentes que dudan, que creen que la comprensión del tiempo es una analogía, que todo es una afán del narrador-autor por poner en diagramas de flujo la complejidad de lo cotidiano, por disfrazar lo obvio, por aniquilar la soledad de los corazones. Pero todo es totalmente real, tornando el texto en algo fantástico cuyas costuras son invisibles con los relatos biográficos que tiene un fin tan real como el fin de este párrafo. El narrador-periodista-filósofo-de-variedades, condicionará el relato a su propia situación de exploración psíquica, buscará en su interior, hurgará su corazón para herirlo; saltará en el tiempo y leerá idioteces, no se anclará a nada, vivirá de la fatiga, ansioso por el día siguiente, añorando el que se fue, oliendo esas lechugas radioactivas, esos granos de maíz adictos a la nicotina más grandes que un puño, que estallan al contacto, que se esfuman con el pensamiento de la piel; esos monstruos de laboratorio que se encuentran en cualquier supermercado. El conocimiento en este punto hiere, puede llegar a ser mortal, pero puede resultar en el vacío del tiempo indiferente. La escritura limpia y sin aparentes pretensiones, buscará integrar el yo, dislocado por los dilemas existenciales que tienen el narrador-periodista-autor-que-salta-en-el-tiempo, envueltos en reflexiones sobre la vida cotidiana. Nos irá introduciendo en las profundidades de su inconsciente, plagado de espejismos, falsedades y deseos libidinosos, llevados de una escritura que estará confeccionada en su más ascética presentación. Cada letra pudiera representar aspectos de ese yo dislocado que se está volviendo a reagrupar, con independencia pero a la vez con unidad, orden y forma. Será una escritura limpia, sin pretensiones, que desembocará un poco después en el océano social y cuyas aguas será imposible diferenciar. La personalidad del periodista-narrador se mostrará arisca. Respeta y prefiere la soledad. Será retratado en la cotidianidad de la vida, su casa, sus paseos al parque, sus comidas.

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El inconsciente de este narrador se revelará mediante la voluntad de construcción del texto escrito, un lenguaje que, configurado como propio, se vuelve público y se hace transmisible mediante la palabra. Su infatigable búsqueda por testimoniar la persistencia del vacío, descentran su yo y lo hacen entrar en crisis. Detrás del efecto de lo extravagante que tienen algunos textos periodísticos, existen mecanismos textuales que lo sustentan y le dan sentido, que lo hacen posible y necesario, y que dejan al descubierto a una comunidad ávida de picante, horror y entretención. La realidad deseada para el autor, es un mundo ulterior lleno de silencio y tranquilidad, con unas adecuadas dosis de vacío, que lo aparten de los momentos de ansiedad de la vida cotidiana. El mundo actual está lleno de momentos de impaciencia e interrupciones graciosas, que alejan a las personas diametralmente de esa realidad demoledora que debería contrastarse, analizarse y criticarse, por lo que ansían un morbo quirúrgico que los aleje más. El vacío anhelado, no es más que un espacio interior silencioso que busca el autor mediante el tiempo fragmentado, y las personas, frente al televisor o la sección de deportes, cultura (entretenimiento y farándula), todos aparentemente inocuos. Pero la búsqueda interior, el choque y el miedo por encontrarse de frente con ese interior, reforzarán la imposibilidad de una escritura vacía que siempre tendrá significados y podrá ser susceptible de interpretarse. (FoxNews.com: A grieving mother told a South Carolina court she was slapped with several bills, including one to clean the street after her son was killed by a drunken driver last year.) Reconocer esto, implica concebir la ficción textual como una necesidad más necesaria que todas, como un modo particular de narrar ligado a embalsamar y aliviar el inconsciente colectivo, en función de una realidad deseada tipo telenovela, como una energía oscura que rige nuestro universo personal. La persistencia del vacío desembocará en una particular modalidad narrativa, con colores rosa y lila, en la que se perciben atisbos de lo mentiroso desde esa pretendida consecución y conocimiento del espacio real. Esto es el resultado de un proceso de construcción de la ficción en la que resulta, no un efecto específico, sino una elaboración social amañada a través del lenguaje, que permite reconstruir a los individuos miserables y fragmentados, ansiosos, deprimidos, demasiado felices y demasiado exitosos. Su rango de acción es total, y además, perfecto.

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Ese delicado rumor que erosiona y eclosiona instantáneamente por las redes sociales, fortalece el vacío de contenido. Al compensarse madurez con inmediatez, busco en mi texto ese síntoma mundial, ese celebre escondrijo de bienestar. ¡Oh bendito poder para trasferir electrónicamente más bienestar! Testimonios de rencores fluyen por las pantallas y por mis apuntes y documentos virtuales. Tantas y tantas noticias dejadas atrás con vehemencia recordadas únicamente en aniversarios vacuos. Una imagen atraviesa mi mente: por una carretera, mientras avanzo, veo en el pavimento serpientes de polvo zigzagueando que se pierden a la vista por los caprichos de los rayos del sol que destellan sobre cada partícula, por una fracción de segundo; luego un perro al lado de la misma carretera que me saca de mi hipnosis, cercenado por la mitad por un camión, lamiendo con nostalgia sus entrañas y aceptando la muerte con elegancia y sin miedo. No tenemos escapatoria y hay formas de formas para partir. Debo aferrarme a algo, por pequeño que sea: una familia, unos hijos, un proyecto sólido y constante, pero nada, aparte de la escritura de este artículo, aparece. Recuerdo a Kapuściński: "y es que nuestra profesión recuerda a la del panadero: sus bollos conservan el sabor mientras están calientes, y recién hechos; a los dos días, se vuelven duros como una piedra, y a la semana, cuando se cubren de moho, ya no sirven sino para ser arrojados a la basura". Recuerdo algunos de mis reportajes, lamo mi interior buscando algo de calidad, y un liquen mohoso se pega a mi lengua arrastrando dificultades y costras. Trato en verdad de recordar algo que hubiera valido la pena, y escudriño, quizá como una mera compulsión para conectar la vida con alguna eventual aritmética estética, que me lleve a multiplicar sin restar, una operación que yo, como periodista, sólo creo que ennoblece la labor. Sé que sumatoria no da calidad, pero en el fondo pienso que sí, y me esfuerzo por atraer al público con una tonelada de información, pero cada uno de los reportajes ha aflorado algo más mezquino y vacuo, recabando mucho más profundo en el pleno convencimiento de que nada salido de mis dedos, tiene la valía suficiente. Sigo lamiendo creyendo que aplazo lo inevitable, que nada tiene un contenido preciso pero que todo tiene los contornos adecuados. Recuerdo algo, una entrevista a un excombatiente de un grupo paramilitar. Lo humanicé por miedo. Quise encontrar al asesino en sus ojos y no encontré lo que buscaba. Me repetía mentalmente lo que había hecho, una y otra vez, sin perder la pista, para no

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olvidar delante de quién me encontraba. Sabía que mi humanización lo instrumentalizaba para mi beneficio, no como un pontífice que expía las culpas y negocia los perdones, era simplemente para aliviar su garganta para que expectorara respuestas. Sabía que si una estrella sacaba al aire comentarios homofóbicos o racistas, tendría más repercusión mediática que las confesiones detalladas de las atrocidades que había cometido este señor. La indignación es una superstición equilibrada en la balanza de los supuestos y las creencias. Debía andarme con cuidado, una de las hijas de un gran señor hotelero había dicho que los gay daban asco. Sacaría lo que hasta ese momento era la crónica más importante de mi vida y tenía que luchar contra tamaña afirmación. Era seguro que los de la revista Goebbels iban a privilegiar lo de la malcriada millonaria. Me encontraba delante del hombre responsable de más de cien muertes confirmadas, y cientos más, ya repantigadas por el olvido. Eliminó a personas de todos los rangos en una fiesta de salvajismo e inconsciencia en un corregimiento olvidado por los cartógrafos. Mi crónica era la cortina de risas pregrabadas, hostigantes y ásperas de las afirmaciones de la rica heredera. El hombre que tenía ante mí era el rostro de la mansedumbre, un ser ya despierto con una leve resaca. La panorámica del lenguaje no alcanzaría, se quedaría corta al describir las hendiduras por donde moraba el animal que habitaba en él. Fundía su conciencia con el horizonte, su paladar acariciando vocales y consonantes, en un idioma que ya se concretaba por los movimientos de sus labios que susurraban disculpas superficiales, datos sensibles pero vacuos, uno que otro lugar inalcanzable, fosas comunes sin coordenadas. La hija del hotelero, dos horas después, se disculpó pero siguieron dándole tres días más al incidente. Mi crónica fue bastante decente, quedó en la parte inferior izquierda de la página web de la revista. Me enfoqué en el humano que había detrás del asesino y salieron cinco párrafos y completé casi la cuartilla. Otra estrella del cine danés había hecho comentarios pro-nazis, y mi columna no salió del olvido, pero retozó en ese espacio virtual una semana más. Los enemigos abstractos se despeñan por la pendiente y salen airosos, algo magullados, pero nada más. Los verdaderos enemigos dormitan en el anonimato, su furia está contenida por la ignorancia de los otros, por la indolente sensación narcisista que jura retener la juventud, se parapetan encima de una montaña y observan cómo las almas chocan y se golpean. A nadie parecía importar lo que esta bestia, maquillada con toxinas botulínicas, había hecho, con tal que no interrumpiera la telenovela o la sesión fotográfica

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de la revista de variedades. Desde ahí dejé la sección de política y opinión y pasé a entretenimiento y cultura por la vacante dejada por un compañero que se había hartado de todo y jubilado, mediante una solución humeante de 9 milímetros, y ya gozaba de un espléndido retiro en un apacible cementerio con vista al mar.

Por más que luche el periodista-narrador-cronista para no pensar, para no filosofar, para no hacer un análisis y darse de lleno al vacío, a la caligrafía simple y llana y a la nada, no puede. ¿Cómo escribir el vacío desde el vacío mismo? ¿Cómo competir contra las noticias macabras y violentas, cómo competir contra los deportes y la farándula, cómo hacer fluir el desasosiego con el ritmo suficiente para que el discurso del tiempo se convierta en un formato de pensamiento, que se expanda y se contraiga, con indiferencia atractiva para el lector? De ahí se desmadeja la idea y la importancia de la figura del lector en un texto de estas características, un texto cuya voluntad es la de no explicar, más si narrar, la complejidad del tiempo que inunda y se extermina casi al mismo tiempo. Cobra relevancia ese lector pasivo que comienza a dialogar con aquello que no quiere ser escuchado, pero que termina narrando y significando dilemas difíciles de dilucidar, como por qué estamos acá, por qué continuamos y cuándo vamos a parar. El narrador, va a llenar con recuerdos los espacios de su vida rota y caótica, representada en muchos momentos, por los cambios y saltos de tiempo. En mi artículo habrá una clara afirmación de una realidad aversiva, desligada, y que irrumpe además, en los elementos constitutivos de las seguridades perecederas. De ahí que configure una realidad particular donde todo se pretende perfecto y se aplaza innumerablemente; una vida llena de recuerdos, momentos presentes y pasados, todos veloces y fragmentados, sueños que el narrador trata de asir y negaciones de la realidad. El periodista-cronista-autor, busca liberarse pero anda cautivo de sus propias neurosis, y eso, se conectará en el texto con el deseo y la depresión que sufre, porque el espacio, ese espacio ideal, configurado por el deseo y la acomodación del recuerdo y la memoria, la fuga y la levedad fuera de toda responsabilidad, muy en el fondo no le pertenecen. En ese espacio se sentirá ajeno e impropio, haciendo que retorne a estadios primarios, a plantearse preguntas básicas como la del ser en el mundo. Su memoria es

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limitada por fronteras que lo encierran, que lo cautivan y de las cuales quiere liberarse mediante el vacío del discurso, pero a las cuales siempre retorna con el anhelo, con el deseo de cerrar los ojos y seguir adelante. ¿El deseo de escape, de introspección y soledad del periodista, cómo negociará y suplantará eso que vive y que quiere poner en el pasado? ¿El deseo cómo negociará y suplantará eso que se recuerda y que yace en la memoria? El deseo claramente modifica la vida misma, haciendo del vacío quizá la única opción válida. El deseo del periodista tiene estados conscientes, por eso se recriminará, porque la vida trae en ocasiones melancolía y sensaciones de soledad imposibles de aplazar; porque aún alcanza a rechazar su yo real diferenciándolo de la voracidad implacable de la máquina de hacer días, aunque los lectores jamás sepan dónde radica exactamente esa disonancia cognitiva. El deseo partirá de algo real, algo tangible que se comparte y que conecta a las personas. Pero el deseo del periodista se configurará como un deseo de romper con las fronteras del tiempo, para desligar lo ecuánime y lo compartido. El periodista quiere escapar de su propia vida. El deseo cobrará relevancia y, tratará de surgir, por medio de la palabra, de esa escritura vacía para comprender qué es lo que está pasando, y podérselo atestiguar a un mundo obtuso y libertino. La tranquilidad deseada, de poder concretarse, haría de su vida un espacio infranqueable e inmodificable. Pero esa tranquilidad nunca ha reposado en las millonésimas de segundos por las que el periodista ha saltado por el tiempo, aún no se ha dado cuenta que el escape no es suficiente, por eso seguirá escapando. Le parecerá imposible disfrutar algo por la posición hiperpesimista y crítica que asume. A la luz de lo que se desgrana del artículo que pretende ir hacia ninguna parte, igual que el tiempo, la forma de franquear la vida y la escritura se sintetizará en la imposibilidad de narrar perfectamente, de sujetar y describir todo sin llegar aburrir. ¿Pero cómo no aburrir cuando se está aburrido? El periodista mirará un hombre pasar caminando, con una cojera pronunciada producto quizá de la polio. El autor hará una serie de reflexiones sobre la fragilidad de la vida, el hombre aparecerá nuevamente por el retrovisor alejándose con sus muletas, pretendiendo la verticalidad de su humanidad con un zapato de tacón de más de 50cms, yéndose al lugar ese, al final de todo, donde ya las fragilidades carecen de significado. El

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siglo XXI es el siglo de las prótesis, los pastores y las patentes, que ofertan esas vitrinas indescifrables de información corta y momentánea. Todo en partes iguales. Ansiosas inseguridades inundan los causes de nuestro tiempo, como heridas en la nieve que trazan mapas y rutas inexpugnables, frágiles, casi trasparentes. El problema planteado por el texto, no sólo será la cuestión narrativa (o su evitación). Al autorperiodista, también le interesará la forma como se transmite y se entiende el texto, porque el texto, se convertirá en la vida misma, sí, una vida que no se vive, un pocotón de palabras que van quedando atrás con poca o nula recordación, unas noticias y unos acontecimientos que son segados por un olvido zafio. ¿Será cuestión de atención o de memoria?, ¿Por qué olvidamos y desatendemos tan lapidariamente, como una tumba borrada por una amnesia anterógrada severa, imposible para generar nuevos recuerdos, nuevas vidas. El tiempo se escurre por el cuerpo, y como un líquido, se evapora. Siendo la historia un tumor de la subjetividad, me contraeré en el escrito a una posición intrascendental, seguro que el futuro contará una historia distinta de mi padecimiento, una larga cadena de atribuciones mentirosas pero efectivas, como píldoras anticonceptivas para el intelecto, con sabores fluorescentes, dispuestas a agradar al paladar, tan efectivas como un placebo; tan irrefutables como cualquier método científico. El deseo de llevar la letra y las palabras a su más pura expresión, una que carezca de significado, no logrará conducir, como quiere el autor, al entendimiento de la persistencia del vacío, que dibuja el perfecto diagrama del olvido y la repetición. Por más perturbadas que se encuentren las facultades psicológicas del autorperiodista, ya sea por acción de su deseo, o porque lo abrume el tiempo en su espacio vital, estas no lo dominarán por completo y logrará configurar una fantasía onírica, sustentada en la descripción de acontecimientos ridículos y exagerados, que a veces desbordan, pero que llegan a ser controlados. Un hombre timbrará con insistencia. Golpeará la puerta y timbrará al mismo tiempo. Alguien abrirá la puerta con cierto temor, lentamente, cuidando los movimientos, acumulados en intrincados sentimientos mudos e implacables. Dirá que no hay nadie. Se verá medio cuerpo y su sombra regada sobre una pared. El hombre se quedará con la mirada suspendida. La luz artificial, ira revelando lentamente la figura de un revolver que

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va a posarse en su nuca. Se queda en su occipital, vuelve a decir que no hay nadie en la casa y cerrará la puerta despacio. El articulo abrirá un camino importante hacía la puntualización de realidades que seduzcan a individuos problemáticos y ciertamente patéticos (como el autor, o como un hombre X como el autor, totalmente inconformista, molesto consigo mismo, siempre escapando, siempre infeliz) que escinden de los absolutos y de la moralidad; que siempre están en conflicto con la realidad y, sobre todo, con el síntoma nebuloso que les produce su objeto de deseo. Imaginamos la redondez, la simetría, o la falta de ella, vemos perfectamente el esfuerzo del narrador por aflojar los músculos, cerrar los ojos e ir a otra parte. El texto invitará a adentrarse en el laberinto mental del periodista, lleno de rescoldos, inconformidades, nimiedades y espejos que reflejan esa particular seducción de las noticias, que usan la distancia y la regularidad que les confiere el diario, la virtualidad, lo inmaterial e informe. La letra lejana no será más que una metaobservación, un diálogo consigo mismo que lo confrontará constantemente, para responderse con una naturalidad matizada, casi transparente, lo que vacío le dictará. La ambivalencia del tiempo y ser testigo histórico de ciertos acontecimientos puntuales, harán que el autor-periodista represente los intereses únicamente de él mismo. El espíritu de la época se objetivará en la irrelevancia del contenido y en el olvido inmediato del lector, que seguro tomará una postura disyuntiva, típica de los análisis planos, polarizados, donde el sentido de la vida constituye una totalidad extensiva que se extiende sobre todo el mundo. El periodista-escritor-autor-filósofo-de-variedades, se irá revelando como un héroe complejo, rico en matices, poliforme y ambivalente, pero lo suficientemente burdo como para que el lector lo acoja como propio, se identifique con él, lo aguarde en su seno por un tiempo para luego olvidarlo como haría en una masacre. Será una clara muestra de la consecución, por parte del autor, de un relato periodístico más profundo que privilegia el perfil psicológico como el único, hasta ahora, sujeto que salta por el tiempo. Más que un escrito realista, o un diario íntimo, el artículo focalizará en el interior del individuo y más que realidades tangibles y concretas, mostrará una esteticidad del ser, llevada a sus últimas consecuencias, revelando no una lección moral, ni un tratado de vida, ni mucho menos una instrucción filosófica, sino la descripción rigurosa y total de una forma muy personal de

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entender y padecer el mundo. El autor no podrá ser reducido al medio que lo rodea, como con el brote de sífilis, seguido del de sida que paralizó la industria del porno, por la simple razón de que el autor nunca logrará instalarse del todo en ese medio, ni lo percibe como verdaderamente suyo, como un mundo y un tiempo que realmente pueden ser vividos, precisamente abstrayéndose de ellos. La muerte es un estado estacionario que perpetúa en los vivos anhelos y nostalgias, la mayoría necesarias, otras tan inútiles como las palabras que pretenden consolarla. Si este artículo pretendiera consolar la muerte, o la mezquindad humana, estaría condenada al fracaso. El autor lo sabe, el lector no lo sabe pero lo intuye, y esa evanescencia, dictará su dirección. El desenlace no situará al narrador en un momento específico de tiempo y en un lugar particular. El autor-periodista percibe casi siempre la realidad de manera analógica: la persona, la idea, el gesto son vislumbrados a través de la memoria, del deseo, del sueño, de la similitud sensorial o racional que otro objeto, situación o persona despertarán en su conciencia, fugada por el tiempo caprichoso. Por eso hay final, hay tiempo, pero ya no habrá personaje. En este desenlace, el autor volará sobre las lagunas del tiempo, sin atar los cabos que presentarían una certeza solidificada con la forma de una decisión moral disyuntiva, tal como enseñaron allá en la universidad. Todo lo contrario, presentará la estética de una decisión que carece de moralismos, aderezada con una postura individual sin ninguna repercusión en la historia o en el desarrollo de una axiología social, que haga cimentar una congregación o un templo para los saltadores del tiempo; apáticos hijos del vacío. Esta postura personal sin moralismos, reflejará mi desconcierto y fascinación por la vida virtual. Los cambios en el espacio, tanto físico como psíquico, requerirán en el autor una continua reconfiguración, tanto de ese espacio, como de las relaciones con su entorno. Y esa es la puerta que se abre al final, esa irresolución en sus conflictos, esa continua mutación por el tiempo que desborda y atraviesa todo sin posibilidad de control. El artículo dejará latentes muchas más preguntas que respuestas a los innumerables cuestionamientos, irrelevantes unos, trascendentales otros, como duelos patológicos que jamás sanarán. La edición amañada ha acompañado la profesión desde que se volvió obligatorio defender una posición, y esa posición, sustenta económicamente las otras ediciones acomodadas, gracias a una estructura cíclica de codificada claridad. Jamás vamos a tener

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información veraz, sólo un manojo de datos apiñados, recortados, inflados, chuzados y chupados de tal forma que te hacen creer que estás ante hechos genuinos. Seguiremos viendo gentes agazapándose en reinos transitorios, gentes disconformes y peyorativas con sus subalternos, atrincherados en sus escritorios con la mirada perdida en su propia suficiencia y en esos asuntos urgentes e insignificantes. Seguirán reinando en la redacción de los periódicos, en las gerencias y subgerencias de los rascacielos económicos, en los congresos y senados, y en todos esos sitios donde la inutilidad y la verborrea son activos necesarios para sustentar sesudas justificaciones que benefician siempre a los mismos pocos, y todos ellos, se las apañarán para no ser noticia, para reproducirse como alimañas en un estanque putrefacto. El autor querrá darse al vacío total, pero se contiene, el mismo entorno lo contiene, pondrá pequeñas noticias deliciosas e intrigantes para que el lector se identifique con ese ruido externo que le da a los días un contraste necesario. El autor sabe que el vacío total, la definición absoluta, la noticia sin tamizaje, haría perder al lector que combatirá ingenuamente con ese vacío. Mi recurso narrativo para crear el texto será la primera persona del plural: ―nosotros, los testigos del vacío, promulgamos el siguiente tratado donde indicamos el lugar y el momento exacto del nacimiento del vacío‖. Descarto de plano esa introducción, sin embargo, quiero mostrar que aunque no lo hubiera encontrado aún, el lugar de vacío en el texto, no es uno sino varios, con el único propósito de lograr la mayor simpatía posible, mostrando que esto de saltar a voluntad por el tiempo es algo que perfectamente le puede pasar a cualquiera, comenzando por el que lee el artículo. En el epílogo, usaré la escritura para escapar, será una literatura de absolución y el vacío en ese punto, resultará el escape a la selva del ser y del tiempo. Para entregarse al vacío de la escritura, el autor no constreñirá los límites de la ausencia, los definirá sin sentirse presa de ellos. Lo que me empuja a escribir el artículo es la necesidad de darle una estructura fija a un entorno vacilante y caótico, que no perturba la libertad del tiempo ni las repeticiones del guion. Pero mis dudas no se evaporarán del todo. Las dudas engendrarán otras dudas, el texto revelará una capacidad de transformación y complejidad que exalta esa forma de narrativa que rechaza los absolutos y las certezas, que pretende ser tan intimista y tan básica

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que roza la nada. En el desenlace, el narrador conserva aún su capacidad analítica, su juicio y contemplación estética. La incursión en la naturaleza de su condición resultará fructífera pero frustrante, en cuanto a que aún carecerá de la respuesta total a sus cuestionamientos y dilemas internos, pero sabrá exactamente para qué salta en el tiempo; el por qué pende de un filamento del diámetro de una costra. Aun no entenderá completamente el mecanismo de la vida que se multiplica, de las gentes que transitan, que se chocan y se ignoran por ahí como parte de un plan programado. El personaje-autor-periodista dudará y los lectores, que viven en la impostura, también dudarán. Se abrirán vacíos, espacios y resquicios que dejarán colar un atisbo de luz. Pero la luz se extinguirá; esto será un elemento constitutivo fundamental. El autor-periodista-narrador será un esteta activo, el lector, alguien capaz de dialogar con la estética del tiempo que no lo es. El narrador registrará los sucesos de su vida y la vida de muchas más personas en crisis de cuarenta, sazonados con noticias suculentas y huecas para darle contenido a la narración que conduce al lector. Las complicaciones virulentas, las incesantes noticias, se convierten en el enemigo obstinado de la tranquilidad, que para el narrador brotan de ese narcisismo extremo de la raza humana por saber todo y contar todo. El silencio es la quimera de las castas, las tribus, las sociedades y las redes, y su voz lo que les impide la quietud del lenguaje, la disgregación sin intermediarios. El narrador no andará a la pesca de argumentos para confeccionar verdades. Las circunstancias de ese narrador, comenzarán a afectar al lector, que también comenzará a ser presa de los saltos de tiempo. El lector sentirá como propio ese tedio enemigo que no facilita la felicidad de la vida. El lector al principio, se identificará con la situación, porque sí se quedara en el vacío del tiempo, sería un despropósito para la fertilidad de la productividad. Pero ahí radica el juego y la contradicción, que resultaría una nada pura que dispersaría pronto la atención. Sabríamos cómo va a terminar porque creemos que la vida es plana y no tiene giros radicales. Pero todos sabemos que no es así, y yo contaré con la complicidad del lector que sabe que su vida tiene la polifonía de los desperdicios que salen por su colon, y el lector, se irá volviendo poco a poco cómplice de esa apatía intestinal que pretende ser vacía pero que nunca lo es del todo. Resultado: la lectura continuará, los minutos se sucederán, la realidad seguirá apilándose en el pasado mecánica y resueltamente. El lector intuirá una acción subsecuente jamás revelada completamente, que es música ambiental pero también fin

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último. El periodista le apuesta a esto para que la lectura no pierda fuerza. Ambos, periodista y lector, serán cómplices de un pacto consensuado y silencioso. El lector se posicionará queriendo saber en verdad qué es lo que está atormentando al narrador, qué es lo que se oculta dentro de esas mínimas acciones que se deslíen en la cotidianidad, en ese bombardeo informático extenso y pando. Yo navegaré en el vacío, el lector buscará significar la superficie y completar una figura que desde su concepción primigenia no tiene una estructura monolítica perfecta. Quiere saber y al final nunca sabe. El narrador, en este punto, se desentenderá de la posible coherencia del discurso, sabe que a la larga todo se contiene en esa bella palabra ―información‖, se oculta detrás de las implicaciones de esa información que se está desbordando, y por eso, tiene que volver a lo básico: las hojas que caen, las flores que ascienden, los pájaros que cantan y los ocasos que iluminan, un poco de muerte para condimentar, y un poco de corrupción para sazonar. Será en un punto, como en las noticias televisivas, donde los presentadores tienen roles aprendidos, plagados de gestos y mañas ridículas sólo para diferenciarse entre sí. Preparan una suculenta información que envuelven en metano, sincronizados con precisión suiza. Se preguntan y se responden, metiendo la mano dentro de la bolsa de preguntas huecas y programadas, (el generador aleatorio de información periodística y veraz), sus reflejos los ciegan, sus egos los chupan y escupen la pepa. A estas alturas, ya estará llegando a su fin el relato; la despersonalización y las proyecciones inconscientes del deseo del periodista, que trata de depurar para llegar a la misma esencia del discurso, es decir el vacío, dominarán el horizonte.

8. Abro el muro y hay miles de nombres, tarjetas de presentación, juegos de apuestas y toda clase de artilugios para perder el tiempo sin categoría. Frases célebres de dudosa procedencia atribuidas hasta a hombres del paleolítico; la obra de Nietzsche y Einstein, Platón y hasta Sócrates, se ha multiplicado en estos últimos años. Leo una frase que me gusta, es de Anthony Burgess. La vi en el muro de la prima de un amigo, le di me gusta, hice un comentario sin relevancia y la compartí en mi propio muro: ―No tiene ni idea de lo

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agradable que es no tener ningún futuro. Es como disponer de un anticonceptivo absolutamente seguro‖. Antes los mensajes en las redes eran incisivos, divertidos, buscaban sacarte una sonrisa. Ahora los encuentras existenciales, trascendentales, de una cursilería tan desgreñada como adictiva: una absoluta mierda. Éste de Burguess es un mensaje transitorio. Algo de la vieja usanza y un poco de la vaina tuit. Una frase que te saca un esbozo de sonrisa y te retiene de un pedazo de materia gris. El no futuro. Ochenta por ciento de cerebro, diez por ciento de procesador de palabras, cinco por ciento de sistema operativo y el resto corazón. Quiero ver pintados acá, en la ciudad posmoderna, los recintos públicos y los bronces con frases sobre genitales grandes, obscenidades, granujas malolientes; nada contestatario ni anarquista. Quiero ver uno que diga: ―Tengo una camiseta que dice: el presidente de turno me la chupó o Tú mamá parió una hermosa criatura por el culo: te postulo a ti para presidente…‖ Consignas deportivas, odios raciales. Vainas que diviertan. Que te reprogramen y saquen de la frecuencia: ―Mi otro grafiti era mejor‖ o ―Lo siento, quería que te desatornillaras de risa, no que limpiaras la pared‖. Ya nadie se atreve a coger una lata y escribir en la pared. Es demasiado esfuerzo para demasiado castigo. En las ciudades asépticas como esta, cuna de ciencia y de barbarie, sin ningún énfasis e identidad, se perdieron los ideales y ahora lo único que se tachonean son los LED de las pantallas sin miramientos ni ratificaciones. Tomo un sorbo de cerveza y echo una bocanada de aire a los pulmones mezcla de suspiro y respiración. Tengo ansiedad por varias razones, pero más, por no encontrar en la memoria de este aparato una entrevista con un capitán retirado del ejército. Me llamaron de la revista, luego me escribieron y me llamaron otra vez, diciéndome que necesitaban la entrevista a raíz de la muerte de unos jóvenes en un reality show que se suicidaron: dos de los próximos dragqueen next top model got talent idol o algo así. Hice el reportaje hace 8 meses, no les gustó por instigador y poco comercial, y ahora, el director, en toda su iridiscencia, quiere con urgencia la entrevista. Le tomé un par de fotos al capitán jugando un poco con reflectogramas adolescentes y actitud pseudovaronil, dos grabaciones de audio, e hice el machote de la entrevista. Sé que puse todo en una carpeta pero no recuerdo con qué nombre. Si tuviera alguna duda de que no lo guardé en la Tablet, y sí en el portátil, la cosa sería más difícil. Pero estoy seguro. La metí en la Tablet porque con ésta hice los

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videos y las tomas que al coronel le gustaron por el filtro de la app FotoEffects. Descarto de entrada la idea de buscar los archivos en el correo electrónico. El filtro de búsqueda aún no es lo suficientemente efectivo. Una hora después de comenzar la búsqueda, de leer dos artículos del Der Spiegel, uno del Observer, el editorial del Folha y la Semana entera, una cerveza más y un tinto bien negro, de escuchar todo el Tilt de Scott Walker, lo encontré en un archivo que decía “Las mañas no son exclusivas de un ato de bestias”. "Las mañas no son exclusivas de un ato de bestias‖, pero los militares patentan sus mañas con el rigor de su mediocridad, y la fuerza de sus armas hace de sus mañas una exclusividad gremial, tan particular como los bajos coeficientes que se necesitan para pertenecer a ese ato de bestias. ―La diligencia es el cimiento de los peores enemigos de la propagación del trabajo mediocre‖, repite constantemente el capitán retirado C desde sus épocas de militar en la Escuela de Suboficiales del ejército. Su legado de sadismo y abuso de poder llegaron a convertirlo en una leyenda y en el terror de las compañías de la escuela. Se retiró, o lo retiraron mejor, luego de un escándalo minimizado por la corte penal militar, por apoyo logístico a grupos de autodefensas en el Magdalena medio. Ahora oficia como consultor de varios proyectos y estudios para reality shows. Su objetivo es trabajar en pro del quebrantamiento psicológico de los participantes, busca situaciones limítrofes y personas con las personalidades necesarias para propiciarlas. Es un experto en la materia. Su labor en el ejército fue altamente reconocida por la cantidad de suicidios que forjó en la débil y maleable materia de los soldados rasos. Aparte de la aparente rectitud que demuestra en su accionar cotidiano, pese a que le encanta vestirse con la ropa de su esposa y ser penetrado con un consolador postizo que su mujer se amarra al vientre con un complicado juego de correas, (esto claro, fue deducido gracias a los comentarios de dos soldados que algunas vez vieron un par de fotos reveladoras en un cajón del escritorio del coronel y por el perfil psicológico que un amigo mío, psiquiatra forense, le hizo con base a sus antecedentes familiares que me levanté en el archivo del ejército, el informe disciplinario que tenía una que otra perla subrayada con resaltador, sus acusaciones por falsos positivos y la indomable careta salida de cualquier escuela militar, y claro, la más importante, la mente quisquillosa y perturbada de este, su seguro servidor) vendría siendo un militar de alto rango común y corriente: voz firme e intimidante; antecede su rango

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militar a su apellido en las presentaciones a desconocidos; dureza a toda prueba (excepto cuando es azotado que gime como niña febril; otra vez su SS), corrupto; gustador de whiskey de contrabando y distante emocionalmente". ―El capitán C está en este momento trabajando en un reality mitad Gran hermano, mitad concepto innovador donde el principal protagonista será el licor. Necesitan personas con características hostiles y disfuncionales que inevitablemente choquen entre ellas. La premisa es demostrar que cualquier malentendido o afrenta, es fácilmente manejable con el influjo del licor. Lo único que harán es beber y dialogar, nada más. No tendrán castigos (el único castigo es por no ingerir trago, que acarreará la expulsión inmediata del estudio), no tendrán trabajos ni retos y se buscará que dialoguen en torno a la sociedad que construirían si ellos fueran los mandatarios. Me dice que todo apunta a que lo van a titular: Factor licor. No se les exigirá a los participantes escribir ni tener un proyecto, ya que todas sus ideas quedarán consignadas en video. Se entregarán a una orgía de sexo desenfrenado e irresponsable, y para evitar embarazos se les administrarán a las concursantes anticonceptivos en los alimentos. Se piensa incluir psicóticos, amas de casa frustradas y alcohólicas, una anoréxica esquizoide, una ramera universitaria ilustrada, ejecutivos maniacos por el orden, una periquera ninfómana, un militar con complejo de inferioridad y un enano leproso, este último en busca de identificar la influencia del licor en el manejo de situaciones de rechazo. A la mujer u hombre que tenga relaciones sexuales con el enano le darán inmediatamente 40 millones, no por enano, no por leproso, sino por diferente (políticas antidiscriminación). Esta información, claro, no la conocerán los concursantes. Hasta ahora se está discutiendo el premio para el ganador. No habrá eliminados y durarán dos meses encerrados sin ningún tipo de contacto con el exterior exceptuando la voz del gran hermano. Dado el caso en que se quieran matar, firmarán previamente una cláusula en la cual exoneran a la productora de televisión por accidentes o muertes sucedidas dentro del juego. Se les garantizará atención médica‖. Hasta ahí va el preliminar del reportaje. Si le añado un par de cosas sobre la biografía del capitán, otras referencias más actuales sobre los dos jóvenes suicidas, ¡listo! se explica el morbo televisivo y la conjunción de saberes entorno al placer y la aversión mediática, y la Goebbels, tendrá su cuota de participación en la vorágine arribista.

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Todo es importante, hasta el detalle más nimio. Pero también eso se banaliza, y a la larga, nada tiene la suficiente importancia para desarrollar un proyecto sólido y verdadero.

9. Cuando era más joven, hace más de 17 años, estaba en crisis profesional. No sabía exactamente qué hacer, había comenzado varias carreras y ninguna me atrapaba. Vivía con una chica que me gustaba mucho. Por esa época no saltaba en el tiempo, no lo había hecho ni por casualidad como las primeras veces, algunos años después, ni tenia desarrollada ninguna habilidad al respecto a parte de la de ser apático y aburrirme con la misma regularidad que todos. La chica con la que vivía estaba en crisis también y no sólo profesional sino también sentimental. Me dijo una vez que había soñado conmigo una noche, y que en el sueño, la hacía reír. Le pregunté que si en la vida real no la hacía reír, y me dijo que sí, pero que era mejor soñar riendo conmigo. Había terminado con su novio y me llamó en un ataque intempestivo de inconsciencia para que viviera con ella. Yo fungía como el tipo de segundo plato, siempre estaba cuando ella me necesitaba. Supe tarde, pero supe, que nunca estaría con ella. Finalmente pude ser consciente que no hay nada peor que el hecho de siempre estar disponible para otra persona cuando uno quiere estar con esa persona. La sinergia del gusto y la dependencia por otro se descarga cuando la seguridad es más latente, cuando el otro está sin ser necesario ni solicitado, cuando se objetiva a tal punto de convertirse en algo del paisaje, algo mecánico, algo completamente fehaciente. Un día me largué y no volví a saber de ella. Por aquella época trabajaba en un proyecto de una de las tantas carreras que inicié, una idea que me rondaba en la cabeza sobre cómo las noticias curiosas y estúpidas sustentan económicamente un medio de comunicación a la vez que configuran una disonancia fructífera entre yo ideal y el yo real, que afecta directamente la concepción del éxito en los sujetos. Desde ahí, me llamaban la atención los medios sin estar estudiando periodismo. Eso vino algunos años después (puede parecer curioso pero realmente no lo es, que cuando comencé a meterme de lleno en el periodismo, iniciara a saltar por el tiempo. Ese tipo de contingencias nunca son casualidad). Nunca llevé a término la investigación, me di cuenta que no aportaría nada, pero no sólo por eso. Por aquella época casi nada

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llevaba a término y los proyectos discurrían por sus propios e impredecibles cauces. Luego al saltar por el tiempo, caminaba los caminos bajo mis términos, los recorría cuando yo quería. Esas noticias en apariencia estúpidas, o las cifras que concilian la pereza iluminando una noción, son para mi algo completamente fascinante. Las busco en todos lados, sin llegar a estudiarlas a profundidad, sé que son completamente necesarias para sostener económicamente un medio. Esa vieja frase que dice ―hay gente para todo‖ en el periodismo es totalmente real. Abro la página de la revista Bocas (una revista de entrevistas) y leo: ―3600 fotos se publican en Instagram cada 60 segundos. Más de 74000 seguidores en Twitter consigue Justin Bieber cada día. 20000 compatriotas mueren cada año por enfermedades asociadas al tabaco. 11000 personas se lesionan en el intento de probar nuevas posturas sexuales; 3000 mil muertos al día dejan conductores borrachos en el mundo. 53% de los usuarios de los celulares sufren Nomofobia o miedo a no llevar siempre el celular. 85,7% de mis compatriotas viven con menos de dos salarios mínimos según el ministerio de trabajo; 100 millones de euros costó el traspaso de Gareth Bale al Real Madrid convirtiéndose en el jugador más caro de la historia; más de 40000 años tiene el instrumento musical más antiguo, una especie de flauta fabricada con huesos de aves y marfil procedente de los colmillos de un Mamut‖. El problema central del periodismo es ahora una cuestión de tiempo, ya no de contenido. La herencia de los grandes cronistas y corresponsales de la historia fue desplazada por la revolución del minuto, de las cosas a medio hacer o en construcción permanente. Ninguna noticia queda completa. Son como maquinas con un complejo andamiaje donde un motor, le da vueltas a otro motor y así sucesivamente. Las noticias forman elipsis por el orbe informativo. Como fetos sin hornear, esperan una imposible conclusión. ―En una mezcla de espanto, oraciones y agradecimientos, lágrimas y desmayos, un niño despierta en su velorio, pide agua y vuelve a morir‖ El lector, consciente del éxito del tuit, completará con el artículo el ciclo. Redefinirá el tiempo, abrazará el texto y revivirá al niño que lleva en sí en la lectura que nace y muere infinitas veces, limitando el significado de la vuelta a la vida mediante una simple catalepsia. Una lectura, cualquiera, muere y vive unidireccionalmente la cantidad de veces que terminamos de leerla. Vive por momentos, pero muere porque expira por otros

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significados. ¿Y si yo lo que hago es eso? ¿Y si mi capacidad para saltar el tiempo se debiera a un defecto de la glándula de la muerte y mi condición responde a una vida que muere infinitamente por periodos largos y cortos con una simple metronimia del vacío? La emergencia de la información, la premura de la propaganda, esa fama pasajera se simbiotizará como mi artículo, fijando aquello que está implícito en la existencia humana misma, esa necesidad de universalizar las condiciones y asociar las experiencias como una brutal metáfora de la melancolía hecha crueldad. La indiferencia pura anidará en aquellas personas que se casarán con la imagen primigenia que quiero proyectar. Este es el pretexto perfecto para que más adelante. Un joven, una joven, alguien con el suficiente tiempo libre, con proyectos estáticos cuya estela se extienda pocos metros, haga lo que yo no pude ni voy a hacer: una tesis de mi texto. No puedo caer en esas espesas expresiones narcisistas que tanto he criticado y terminar hablando y analizando mi propio trabajo. La fagocitosis hedonista resultante sería inapropiada, inviable científicamente. Por eso necesito a esa otra persona que escudriñará muy bien para desenmarañar aquello que no dice el artículo, aquello que se aferra en sus profundidades. Ese estudiante estará metido en el texto, deberá lograr cierto grado de identificación, basado en un empeño constante y comprometido por escribir; mucha cafeína, mucha nicotina, chicles para controlar los nervios y algo de coca para estimular el cerebro cuando esté a punto de sucumbir. Esa persona también tendrá dilemas sentimentales como los míos, malos momentos, infecciones estomacales y virales, se tendrá que reponer a las crisis, reirá y por ratos disfrutará de placeres mundanos, y al final, saldrá avante. La tesis no lo va a abrumar. Será un pretexto para continuar adelante, para fortalecer su personalidad y sus motivaciones. Eso dependerá únicamente del ejercicio mórbido y grasoso de vivir en la tierra y de educarse para ser alguien en la vida. Esa tesis, espero, que esté tan bien intencionada que será a prueba de tontos. Por más idiota que seas, algo tendrá que agarrarte. Esa tesis no la leerá mucha gente. Así se considere que la lectura va hacia ninguna parte, esa tesis va a demostrar, como mi artículo, que el vacío es la salida y el tiempo, la luz que la guía. Dentro de las infinitas posibilidades de los espacios vacíos, se encuentra una particular complicidad al realizar el artículo. El vacío se configura en la nada, y aquí por

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más que puje y me congestione de sangre, no habrá una ―nada‖ formal y pura; una bella y reconfortante nada. Estoy aburrido y quiero que el lector se identifique con eso. Esta persistencia del vacío será una oda al individualismo, la acción se centrará en mi vanidad, tan profunda y basta que se explaya por los horizontes del deseo del otro. Mi narcisismo es tal que creo que alguien va a estudiar mi texto, que lo contemplará crítica y argumentativamente, abandonándose al vacío y suplantándose por un yo hedonista siempre disconforme. Me atoro con un poco de saliva, la garganta se congestiona, tomo un poco de cerveza pero sigue algo atascado. Envío el documento que necesitan en la revista del preliminar de la entrevista con el coronel con los respectivos comentarios, adiciones y sugerencias para que el editor haga, y subrayo eso de que haga, con él lo que quiera con tal que no aparezca mi nombre y realice la transferencia electrónica puntualmente. Miro ahora un artículo breve que leí recién en Semana. Es sobre "las increíbles y delirantes frases de la justicia‖ de mi país.

1) "La niña estaba jugando y se cayó por el balcón. Quedé como en 'shock', y como en blanco. De inmediato salí del edificio a hacer una diligencias que tenía pendientes porque, eso sí, yo soy muy cumplida". Alejandra Salazar Rengifo, la joven señalada de haber lanzado a una niña de seis años del piso 18 de un edificio en El Poblado. 2) ─"Por favor, puedo pedirles algo". ─"Claro". ─"Me puedo tomar otro traguito". ─"Hágale". Reacción de Camilo Torres, alias 'Fritanga', ante los agentes de la DIJIN, cuando lo encontraron en una bacanal celebrada en una isla del caribe, y le informaron que quedaba capturado para extraditarlo por narcotráfico. 3) "Diez cervecitas no dan para marcar un nivel tan alto de alcoholemia". Modesto de la Cruz Carrasquillo, director de Tránsito al explicar por qué conducía un carro tras haber tomado trago.

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4) "Yo no abusé sexualmente de ellas. Lo que hice fue liberarlas del demonio". El pastor Álvaro Javier Gámez, sindicado de acceso carnal abusivo por haber tenido relaciones sexuales con varias de sus feligresas en la secta Salem, en la que él dice ―es ungido por Dios‖, y según la cual, si le ―entregaban su virginidad, tendrían privilegios y bendiciones eternas‖. 5) "¡Hombre!, ¿cómo le van hacer a un senador de la República una prueba de alcoholemia?". Le dijo el senador Eduardo Carlos Merlano a un grupo de agentes de la policía en un retén. 6) "Luis compró un perro caliente. Lo recibió, y de repente salió a correr en dirección al caño del Parque El Virrey. La imagen que tengo de él es la de sus pies volando por el aire. Es lo último que supe de él". Laura Moreno Ramírez, la detenida amiga de Luis Andrés Colmenares, el joven muerto luego de una fiesta de disfraces el 31 de octubre del 2010. 7) "Firmé los papeles sin leerlos. Lo hice por amor". La actriz Valerie Domínguez al explicar que no sabía que los documentos a los que le había puesto su rúbrica eran para formalizar un crédito de Agro Ingreso Seguro con el que ella y su entonces novio, Juan Manuel Dávila, se beneficiarían económicamente. 8) "La corrupción es inherente al ser humano". Guido, Manuel y Miguel Nule, directivos de un conglomerado económico, al explicar las causas del multimillonario caso del carrusel de la contratación, escándalo de corrupción que se dio durante la alcaldía de Samuel Moreno. 9) "No me explico cómo las autoridades no se dieron cuenta de que todo era un montaje. De los 66 hombres que se desmovilizaron, 41 eran indigentes y algunos estaban drogados". Felipe Salazar, alias 'Biófilo', al explicar la desmovilización del supuesto frente Cacica La Gaitana de las FARC, que hoy tiene enredado judicialmente al excomisionado de paz Luis Carlos Restrepo. 10) "Nosotros no extorsionábamos. Al contrario, los empresarios nos buscaban para darnos plata para nuestro proyecto". Salvatore Mancuso, excomandante de las Autodefensas (AUC), al explicar cómo financiaron la guerra sucia contra la insurgencia.

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11) "Conocí a Jorge Noguera a mediados del 2001, durante la campaña a la Presidencia. Tuve la oportunidad de hospedarme en su casa y compartir con su familia. Me pareció un buen muchacho y un profesional con futuro. Por eso, yo lo llevé a mi gobierno". Álvaro Uribe sobre Jorge Noguera, condenado a 25 años de cárcel por la Corte Suprema de Justicia por concierto para delinquir, haber puesto el DAS al servicio de los escuadrones paramilitares de extrema derecha, homicidio, falsedad por ocultamiento y revelación de secretos de Estado, entre otros cargos. 12) "Fue a mis espaldas". Ernesto Samper Pizano, expresidente de la República (7 de agosto de 1994 a agosto de 1998) al argumentar que él no se dio cuenta de que la mafia infiltró con seis millones de dólares su campaña presidencial, en uno de los escándalos judiciales más sonoros de la historia nacional y conocido como el 'Proceso 8.000'. 13) "Me vi con Pablo Escobar. Es un hombre que está dispuesto a dar la paz a Colombia. No es cierto que muchas cosas que se le atribuyen sean de su autoría. Debemos ser justos, debemos ser veraces". El padre Rafael García Herreros en el espacio de televisión El Minuto de Dios el 11 de mayo de 1991

Un hombre sale del lugar. Al pasar roza mi espalda con su rodilla. Recibe un mensaje de texto de su esposa que dice que llegará en cinco minutos. Baja despacio por la acera y llega hasta una farmacia y compra algo. Al devolverse cruza la calle y le echa un vistazo al café pero su mirada no hace contacto con la mía. Recibe otro mensaje de texto de su esposa donde le dice que está ovulando y que tienen que ir a casa para tener relaciones sexuales para por fin concebir al primogénito. Viven en un apartamento sobre la avenida Bartleby. Este mensaje inmediatamente le quita la erección que llevaba y que disimulaba con las manos en los bolsillos. Odia el sexo de ovulación. En dos ocasiones ha tenido dificultades para penetrar a su esposa. El llanto y las lágrimas de ésta no se hacen esperar. Su esposa llega y él le da un tímido beso en la mejilla. Cruzan a la otra acera y toman el primer taxi. De acá a la avenida Bartleby hay aproximadamente 15 minutos. El trayecto lo recorrerán en silencio. Al hombre este camino le parecerá peor que los años de inconcebible apatía hacía su esposa. Las eyaculaciones exiguas, los múltiples tratamientos para mejorar la movilidad de los espermatozoides, los baños medicinales, los aromas

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eróticos y la masturbación frente a doctores extraños lo tienen agotado. Todo para complacer a su esposa. Nada comparable con el cielo azul-grisáceo, que considera primaveral, y que ya se está ocultando. Soy un hombre aterido, contemplo desde un banco, no tan gélido como mis pensamientos, como los vientos que acarician estas tierras, la danza, el ritual. Zozobra el temple del espíritu y hay elasticidad en la moral. Leo las frases cinco veces más tratando de dilucidar si esta clase de comportamiento es global, si se concentra equitativamente en varias partes del mundo o unas regiones monopolizan una mayor cantidad de estupidez, como golfas de sección de entretenimiento y figuras de la realeza. Es extraño, me siento más en casa, alguna casa, leyendo este tipo de cosas. Los huesos se acostumbran pero de vez en cuando tiemblan con nostalgia, aunque sea un poquito; la respuesta del porqué del éxito del entretenimiento barato se revela como un código de barras que paulatinamente comienza a repujarse en la frente. Pido otro tinto cargado, de esos que aflojan los clavos de los ataúdes. El periodista, el narrador, el cronista-autor, yo, procede a mirar el lugar donde estaba el tipo y ya no está, mientras sopla el débil vaho de su café. Ya tengo calculada la distancia. Ya estoy en la otra orilla. Ahora sí estoy listo para escribir.

10. Periodista: Estamos orgullosos de que haya sobrevivido a la bomba. Entrevistado: Sí… bueno…, dos de mis compañeros murieron. Periodista: Sin embargo, seguimos orgullosos. Entrevistado: Pero… fue algo de azar. Periodista: Seguimos orgullosos.

11. Noticiero visual: Internacional, deportes, farándula y nota social; total de tiempo invertido para cada sección: 5, 20, 45, y 1 minutos respectivamente; Contrabando de fetos

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con fines satánicos. ¿Internacional o nacional? ¿Para importación o exportación? Respuesta: no se sabe; jugadores dopados; el mundial cerca y una inmensa cerca de púas rodea el país. Mala suerte y mediocridad; primera persona depositará por derecho legítimo compresas y tampones marchitos apenas untados y menopáusicos a las canecas de la habitación principal de la cancillería primera. Otros países van por las mismas; pareja joliwudense de tres años en fiel polígamo matrimonio presenta separación inminente por diferencias en los tiempos de sexo compartido y en las presentaciones de premios, conciertos, kabala y cienciología. Desidia frente a los cuestionamientos de los paparazzi y pobres diablos con respecto al origen de su sexualidad, sobre lo bien o mal que tratan a los niños, sus perfumes, sus pelambres y sus autos costosos; tiernas niñitas de rojiza sonrisa y negrísimo cabello, ¡atención! brutalmente violadas con sarna y baba en la boca por violadores aún no encontrados y escapados, que la población intenta cazar a punta de machete entre matorrales, callejuelas, bancos y árboles. Recompensa policial por pronta captura: 30 millones. Ataúd y hueco con tierra frescamente regada: 1 millón. Donaciones a cuenta corriente número triple cero dosunocincodoblecuatro con el auspicio cordial de Master Card. Velación y repudio al que se suma la república: 12 millones. Saber que se le hizo un bien a la población capturando a los forajidos: no tiene precio. Drama familiar, secuelas y odio reprimido: trabajo con psicólogos de ONG, igualmente, sin precio; ¡Imposible! Éxito en trasplante y posterior rinoplastia: células de rinoceronte implantadas exitosamente en ñoco de nariz de mujer la cual un perro arrancó de un mordisco y que luego fue dejada y posteriormente olvidada en tienda de barrio como finca para un litrico de aguardiente Néctar; bebé abandonado en cajero automático: especialistas de la DIJIN, FBI, INTERPOL, CPI, CIDH, OTAN analizan con poco éxito las quinientas fotografías y múltiples videos del suceso captado en el cajero e intentan dar con el paradero de un tipejo que tiene dos piernas, dos brazos, cabeza y tronco con tonalidad de piel blanca o negra, de labios desleídos y de ojos inexpresivos e inidentificables. Se presume que tiene bigote aunque podría quitárselo al momento de este informe periodístico; secuestro de avión con granada perpetrado por minusválido ex-policía, ex-guerrillero y reinsertado que por piedad no fue requisado por autoridades aéreas al momento de abordar el avión. Revuelo de las sociedades de discapacitados por llamar minusválido e impedido a un terrorista en silla de ruedas. Dichos grupos piden espacio de rectificación de cinco minutos con traducción

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simultánea en lenguaje no verbal y cárcel de por vida porque un discapacitado también puede ser un terrorista desquiciado y sanguinario; los atracadores de autos y desocupadores de hogares así como apuñaladores profesionales de encuentros futbolísticos y violaniños, son capturados y soltados en tiempo récord, confirma la comisión encargada por los Guinness Records para el registro de mediocridades omitidas o cometidas por un sistema penitenciario y/o legislativo en país tercermundista; ciclista gana un premio de montaña en vuelta ciclística; tenista avanza a tercera ronda de clasificación para abierto de tenis; corredor primero en salir por lluvia en gran premio de automovilismo, directivos conformes con el desempeño corredor porque sienten que metió güevos mientras llovía. Prolongan su contrato por un año más con una cláusula de recesión altísima y un aumento que oscila entre los uno y treinta millones de euros; éxito total en la pasarela de X. Inspirada en la fusión de música clásica con Hip-Hop, se destacaron los colores terrarios, los estampados florales y psicodélicos y las tachuelas que adornaban los accesorios de cuero. Figuras tridimensionales y la mezcla de texturas características del neobarroquismo y el modernismo, fueron el detalle más destacado de la noche de clausura.

Pausa para

comerciales y ya regresamos con toda la información.

12. I Belong to Je suis Dos sacerdotes católicos contrataron un grupo de sicarios para que los asesinaran cuando se enteraron que uno de ellos tenía SIDA. Intentaron suicidarse lanzándose desde un acantilado, pero no fueron capaces y pagaron varios millones para que un par de sicarios acabaran con su vida. Cuando los encontraron muertos la lluvia caía oblicua, con gruesas gotas. El ángulo de caída permitía ver un patrón de rebote distinto, como en un lugar donde el tiempo se fractura y donde todo se olvida y se detiene. La lluvia, caía con violencia cuando llegó la policía a la casa donde yacían los dos sacerdotes. La noticia no decía nada de esto, ¿cómo lo sé?; no lo sé, pero es importante imaginarlo. Soy un hombre con recursos suficientes para prever las fallas de la vida cotidiana, pequeños momentos de crisis, delicados dilemas de insustanciales ahorros de dinero y tiempo, pequeños indicios de realidades subterráneas que me hacen anticipar unas realmente incontrolables variables que yo, sólo creo, que se pueden controlar. Hago lo posible por obtener un beneficio personal que no vaya totalmente en detrimento de las

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necesidades y gustos de las otras personas. Quiero obtener una leve ventaja, no muy codiciosa, pero atractiva a mis necesidades, abrigando la fe de la perfección y de que siempre puedo simpatizar con aquellos que entrevisto para sacar la mayor información posible. Añoro aquellos tiempos de Gay Telase y de Tom Wolfe, de ese nuevo viejo periodismo; irse un mes, un año, a narrar cómo Sinatra se acomoda el sombrero y se suena la nariz, sobre la caída de un imperio de 2 años en el proyecto pseudorepublicano de un pedazo de tierra sectorizada africana; quiero constatar la muerte que se parece y la vida que se recorta al inicio de los crepúsculos, de las vanidades y la sátira de una sociedad decadente, de cómo, ni en la tragedia más ridícula, el ángulo de caída de la lluvia se afecta y se sigue relentizando o acelerando por el eco del olvido. Pero a mí me van a pagar por mi crisis, no por denunciar las causales que hacen a un hombre entrar en crisis cuando se acerca a los 40. Los pequeños detalles de la crisis planetaria de la aldea global, la era dominada por las lógicas económicas, la contaminación democratizada (todo lo demás ya fue privatizado) el saqueo minero-energético, de todo eso se encargará la historia y unas poquitas publicaciones de baja popularidad, diametralmente opuestas a la Goebbels. Mi texto es producto de la casualidad, no una casualidad pura, es más bien producto de esa donde desarrollo otros reportajes mientras en los intermedios, arrojo ideas preconcebidas sobre el ser y el vacío. Por eso soy medio afortunado, completaría el otro medio si los de la Goebbels patrocinaran completamente mi descaro periodístico-literario, con la irresponsabilidad financiera de antes, con la pureza informativa y creativa de otrora. Esa capacidad natural para drenar la inocencia de una idea y convertirla en algo irónico, abogando por ideas controvertidas como la vigorosa necesidad del control poblacional radical, es mi sello particular. Al terminar de ver la noticia de los sacerdotes, pienso en un hombre, quizá uno de los sacerdotes suicidas, desgranando lágrimas silenciosas de sus ojos, atemperando su sentimiento, queriendo anticipar el líquido antes de que siguiera cayendo, y pienso, con esa imagen arbitraria al final de su vida, en la fragilidad genética, en la homofobia, en la hermandad sobre el origen de la intolerancia que acaba con todo, en que nada quedó lo suficientemente bien hecho; en eso que se precia de estar vivo. La investigación hecha por un grupo de biólogos de la universidad X, se les antoja algo deliciosamente emparentador y humano a los productores del noticiero visual.

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Inmediatamente después de la noticia de los sacerdotes, hacen la transición sutil a una donde se buscaban los procesos que se dan en los centros nerviosos de las moscas Drosophila macho, después de que la hembra rechazara su cortejo. Se descubrió que la mosca macho que era rechazada, se entregaba al alcohol un 15% más para ser precisos que aquella que lograba copular con eficiencia. El alcohol era mezclado en agua azucarada y la mosca, prefería la mezcla con alcohol que la melaza sin alcohol. Nunca fue tan literal la frase ―15 minutos de fama‖ ya que esta investigación fue Trending topic por 14 minutos y 43 segundos. Un estudio futuro en cucarachas dará luces, así como el de las moscas, sobre los centros nerviosos implicados en la elaboración de investigaciones inútiles. Esa privada revolución de 140 caracteres, que refuerza la simetría social, aún no mitiga las lecturas etnocéntricas desde la propia isla informática. He venido comprendiendo el éxito de la vociferación y la nueva avalancha noticiosa, pero no puedo verbalizarla en el artículo aún. El corresponsal del vacío se ha quedado sin ideas por varios minutos, sin la palabra adecuada, testigo mudo condenado a la pasividad, felizmente impotente. Siguiendo con las delicadas transiciones informativas: ―Hacia 1971 la @, ese grafema que determinaba una medida de peso, comenzó a utilizarse para identificar el lugar donde se escribía un correo electrónico. La revolución de la @, el renacimiento de un signo, del experto en lingüística y semiótica, el sociólogo doctor X, en 700 páginas muestra magistralmente la relación del signo con la configuración de dinámicas sociales totalmente nuevas por un hecho prácticamente azaroso, únicamente porque el símbolo @ se encontraba en casi todas las máquinas de escribir de la época. El ilustre doctor, creador también de la S invertida o S del espejo, (regularmente conocida como Z) un libro menos pretencioso pero ameno sobre el valor semántico de la última letra del alfabeto, vuelve con este celebrado best seller, que analiza a profundidad las lógicas oblicuas y accidentales de las relaciones sociales por medio de referentes construidos y solidificados

por

medio

del

lenguaje

fonético

y

semántico.

RECOMENDADISIMOOOOOO‖ (dice la presentadora al final). Con la altivez que da la depresión severa, antes podía mirar todo bajo el mismo racero insignificante. No obstante, sufrí algunas veces de CEFI (Crisis Espontanea de Fervor Interdependiente). Hijo del polvo, hermano putativo del vacío, padre de nada, podía sin prosa, identificar los engranajes y los incalculables defectos de esa maquinaria vital y

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no impacientarme, mirando todo desde el pedestal de la indiferencia, excepto ese hecho procaz de no estar junto a alguien para poder compartir tan privilegiado placer, ese de poder seguir contemplando la sucesión de hechos que se repiten con igual proporción de belleza y horror. En un lugar donde el conocimiento es una desgracia que se paga con moneda vetusta, infamias y burlas, descubrí que no era necesario vivir eternamente, sólo bastaba con dosificar, por saltos controlados, una vida modesta y corriente para saber que nada cambia ni se transforma realmente. El resultado: adiós depresión. Genéticamente tenemos la misma composición del hombre que vagaba por manadas sobre las extensas estepas africanas buscando abrigo y luchando por prolongar la progenie. La arrogancia de la depresión, la euforia por nuestros insignificantes éxitos modernos, no compagina con esa historia de errancia e impredecibilidad milenaria. El artículo –antes de comenzarlo– ya tiene dedicatoria. El artículo lo dedicaré única y exclusivamente a mí. Solipsista, egoísta, narcisista, vil, sí, toda la razón. ¿Pero no son exactamente esos mismos sentimientos y valores los que motivan los duelos y las dedicatorias; esa capacidad humana para anclarse al dolor imposibilitándonos vivir en comunidad con dignidad y humildad? ¿Por qué no acortar las distancias sentimentales y conceptuales? Ahora, un hombre bajito, enjuto y moreno, que semeja una caricatura de Bob Hope, el compañero de la presentadora, el perfecto complemento de las dinámicas noticiosas, aquel que neutraliza, con su aire sobrio y mesurado, la belleza despampanante y casi ridícula de la presentadora, anuncia por la pantalla LED el ganador del festival anual del burro. El ganador es el burro disfrazado de un reconocido religioso, un predicador de la costa caribe, bonachón y millonario que se gana la vida con programas de televisión matutinos, bendiciendo el día y con gacetillas cristiano-autosuperadoras, anunciando que el man-jesús-jesucristo, está y sigue vivo. El vacío, cortándose las uñas, lavándose los dientes, haciendo buches con un enjuague bucal radioactivo justo a mi lado, no me toma desprevenido. Infringiendo la voracidad de su presencia, volteo a otra parte. El operativo no es igual, insisto estar frente al vacío, pero prefiero mirar a una mujer que se seca los lagrimales. No llora pero su vieja expresión al frotarse los ojos con un pañuelo, semeja un gesto de lamento. Las intrigas parecen mermar. Las zonas de evacuación de mis ideas y de los gestos parecen bloqueadas.

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Los brotes de violencia del vacío, sus llamativos y ampulosos movimientos no alteran el orden de mi minuciosa observación. Solo una persona conmemora sobre sus hombros esa persistencia de vida, totalmente anónima. Calentamiento global, esos productos nuevos que se deterioran rápido gracias a ingeniería genética para dar al consumidor sensación de frescura y naturalidad: preocupación recurrente por los gases de efecto invernadero; crisis con forma de vieja histérica en chanclas y rulos corriendo para todos lados. Pero con un simple ejercicio de memoria, con solo abrir una de las tantas investigaciones sobre nada, entendemos que el calentamiento global es tan viejo como el Mesozoico. Según unos sabios, mediante un estimado matemático, calcularon que las flatulencias de los herbívoros produjo un calentamiento global diez grados más que el actual. Y eso hace 150 millones de años. ¿Qué son 150 años de revolución industrial? Aún debemos agradecer por las tabletas, el internet, las redes sociales, teléfonos y dispositivos que piensen por uno, por investigaciones cuyo único fin, es acallar el lamento que provoca la finitud de la vida humana, para ocupar definitivamente el lugar que nos corresponde. Ya el vacío puede dejar de cortarse las uñas y puede seguir de largo. Dos actores: uno amarrado a un poste, y otro, sosteniendo una correa, hacen la representación de alguien que ha sido capturado robando algo en la calle. Aunque visto por la pantalla, la escena parece más real que la realidad misma. Varios curiosos se acercan y comienzan a arengar al hombre amarrado al poste. De fondo comienza a sonar el preludio de Tristán e Isolda, el experimento social que va narrando la caricatura de Bob Hope, consiste en demostrar la influencia de Wagner en la ejecución de prácticas autoritarias y vías de hecho, sin la mediación de jueces. Se establece que Wagner sí influye así como Iron Maiden y grupos de metal industrial, también baladas de los cincuenta, pero se acentuaba con Wagner ya que los sujetos comenzaron a patear al hombre indefenso en el poste casi hasta el linchamiento. Incluso los sujetos de control no pudieron detener la turba que se agolpaba más y más. Todo terminará, sí, y ni siquiera adelantar el tiempo puede definir el momento exacto. Hasta el mismo concepto del tiempo desaparecerá, con todo, incluido el metano y las flatulencias de las fábricas y ese vacuo atenazamiento de la verdad. No seguiremos, o por lo menos yo, aunque pueda lograrlo, poblando este mundo. Algo más evolucionado nos

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sucederá, algo que comprenda que los lenguajes son ulteriores a los entendimientos. Las formas de representación se habrán extinguido y no sólo reducido, nos abandonarán las ideas del futuro, del más allá y sabremos que la esencia no trascenderá. Cuando eso pase, dejaré de saltar y vagar por el tiempo. Ya no seré más necesario y viviré en el idilio de la simple ecuación de la finitud, del concepto actual del ahora. Me levanto de la mesa, pido la cuenta y firmo, con una rúbrica odiosa y acelerada, para cargar todo a la cuenta de la habitación que seguramente será pagada a miles de plazos con alguna de las susodichas tarjetas de crédito. Comienzo a caminar con un poco de malestar a la recepción del hotel. ―Si desea algo más, llame a recepción, presione el 1 y en menos de lo que piense, alguien llamará a su puerta‖. Reza el cartel de la puerta de mi habitación.

13. Chat (Livestream) desde el consultorio de nuestra doctora experta, Magna cum laude, abogada penalista, experta en remoción testicular, sexóloga, jardinera, adicta al chocolate, teniente, bacterióloga de yogures caseros, aficionada a los muebles modulares de aglomerado, con ustedes nuestra sección de pregunte a la doctora X. ─Doctora X, ¿es mala influencia que una mujer robe para sus hijos? ─Sí, es mala influencia.

14. El piso de la habitación está lleno de botellas vacías de agua, dos cajas de cetilpiridino (antiséptico bucofaríngeo), Sinutab para la gripa (recubiertas, no pude conseguir las de gel que bajan por la garganta más fácilmente) y 3 botellas de jarabe expectorante (importado) sin alcohol, sin azúcar, sin colorantes, de extracto de hiedra disecada, cuyos vasos dosificadores, también andaban por ahí regados fuera de mi vista. Recién llegué el cambio de temperatura y de altitud me habían afectado dándome un minúsculo acceso de fiebre, dolor de garganta y tos recurrente. Fue la bienvenida oficial a estas tierras. Muchos lugares sin nombre, muchas personas sin nombre. Eso pasa cuando comienzas a saltar por el tiempo, las características de las cosas se disipan y comienzan a

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parecerse y ya nada se diferencia de nada. Salté un par de días y ya no estaba enfermo pero el reguero estaba ahí. Podía saltar hasta que ya no estuviera enfermo, pero no me disgustaba ver la habitación así, sucia y revolcada. Al saltar por el tiempo, las huellas de tu presencia también se van desvaneciendo, así que algún testimonio como el del desorden está bien. El malestar vuelve poco a poco. Parecía que mi cuerpo inconscientemente asociara la habitación con los síntomas. Por las paredes, veo unos senderos llenos de maleza. En la memoria se flanquean a ambos lados araucarias y cauchos sabaneros, cuya sombra se riega por los caminos, ocultando esas cosas que están ahí pero que no son necesarias a la visión. Los rastros de la noche andan con parsimonia por sobre esos caminos de la memoria. La estabilidad, mis nervios machacados, arrugados y dejados en una esquina de la habitación, junto con las cajas vacías de los fármacos, son los arquitectos de esta condición. Con sopor y embotamiento, el dolor de cabeza y el cansancio luchan junto con el insomnio para hacerme polvo y estrechar los propósitos. La habitación es como un salón con los pupitres perfectamente alineados, incubando silencio durante años, haciendo el vacío más penetrante. Los lugares deshabitados y mohosos de nuestro interior claman por cambios rápidos y abruptos, que modifiquen la perspectiva y las contingencias, sin embargo, la cálida habituación de los días, cobija y sana esos sopores para que sean tolerados en otros días posteriores con más enjundia. Ya se acerca Semana Santa y la revista volvía a lo mismo de los últimos años: contratar modelos despampanantes para que representaran motivos religiosos: la ultima cena, la crucifixión, ídolos más locales como el divino niño o la virgen de la encarnación pero mostrando las tetas y sugiriendo la zona púbica con sombras y fotoartificios. En una época las demandas de respetables y furibundos religiosos no se hacían esperar pero ya han ido bajando y pronto tendrán que cambiar la estrategia de ambas partes. En la edición digital las siluetas estaban recortadas y el lugar de los cuerpos era ocupado por sombras torneadas con llamas que no dejaban ver los contenidos cárnicos de esas otrora mujeres. La luminosidad del fuego de textura cremosa e inofensiva, cuya estela estaba un punto retrasado al movimiento del cursor, dejaba advertir un pedazo de piel, y algunas letras cada cierto tiempo, y si querías ver la modelo completa, junto con el reportaje y más zona púbica, se tenía que pagar una pequeña suma. Por una afortunada coincidencia, no tenía que

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hacer reportajes ni especiales al desnudo de Semana Santa. Por esa semana estaría única y exclusivamente enfocado en mi proyecto. Los reportajes santos no se inmiscuían en el hecho cada vez más evidente de legarle a las generaciones futuras el pecado de vivir en un mundo que privilegia el oro por sobre el agua, la guerra y el poder por encima de la vida. Nuestro patrimonio estaba fuera de los intereses editoriales de la redacción, no sólo en semana santa sino en las 51 semanas restantes. En nuestra herencia, dentro la memoria de la humanidad, ya se había injertado el sufrimiento y el odio como los únicos valores para la supervivencia, desde los albores de la esquizofrenia de Constantino sobre el puente de Milvio, hasta nuestros días de caduca y agitada religiosidad. La piel tiene su memoria, la historia se arrastra por entre nuestros relatos, pero se actualizan en nuestros actos, vergonzosos y fotogénicos, débiles y etéreos. Como un arma comienza a disparar el insomnio. Doy vueltas en la cama, trato de concentrarme y no llega el sueño. Escucho a la distancia a alguien que se baña. El sonido atraviesa con la claridad que da una noche solitaria e insomne la música inconfundible del agua recorriendo el cuerpo de alguien, deslizándose como el arroyo que talla y pule lentamente las rocas a su paso, sin detenerse en ningún pliegue de carne ni demorando su tránsito en un ángulo imposible hasta caer sin uniformidad sobre el piso de baldosa de la ducha haciendo un chasquido arrítmico pero armonioso. Prendo el televisor y la lámpara, reviso el Smartphone y llegan los mensajes de los cupones virtuales de descuento para depilación por un año, viaje a dos islas vírgenes que dejaron de serlo hace 40 años, un menú marino para dos personas y un tratamiento con un beneficio del 90% en microdermoabrasión+rejuvenecimiento facial, basado en la teoría de la transportación electromagnética de la luz que asegura que cualquier cara es joven, si se ve desde varios años luz de distancia. La llave de la ducha en la otra habitación se cierra. Por el televisor están dando el Behind The Penthouse Girls. En la guía del DirectTV me invitan a descubrir sin censura y en exclusiva el mundo Penthouse, el imperio del entretenimiento Premium para adultos donde se podrá apreciar los detrás de cámaras de las grabaciones para conocer de cerca las exuberantes y atrevidas chicas ―pets‖. Resulta una corta y nefasta píldora para liquidar cualquiera de mis últimos vestigios de gusto por el porno, un antídoto perfecto para el entretenimiento adulto, además de la reedición de la babilonia posmoderna, una aldea

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global y un enciclopédico ejemplo para entender el mestizaje y la criollización con gemidos y poca censura, cabezas huecas y semen por doquier. Apago el televisor. Como mirando las gotas que caen lentamente en un vaso, abombando una membrana que pronto se romperá por una única gota que rebosará con violencia pragmática el contenido, así los segundos seguían cayendo dentro del insomnio, para en algún momento, derramar su cauce y desgarrar el dique que me separaba de la tan anhelada inconsistencia onírica. Últimamente me pierdo en los sinónimos al escribir. No estoy feliz con mi redacción, tengo problemas para entenderme. Sé que se me dificultará comenzar el artículo. Antepongo adverbios sobre adjetivos, y no facilito la lectura del texto. Siempre he tomado a mal las críticas de la redacción. Estaba atrapado entre dos columnas de significados que se iban cerrando por ambos lados hasta verme tomando por necesidad la alternativa de quedarme quieto y no hacer nada. Enrojecía, me molestaba, le decía a una imagen imaginaria que no tenía razón, arañaba una columna para trepar y poder escapar de ahí. No aprendí a redactar y los programas de texto, autocorrección y autotraducción suplían las faltas. A medida que va avanzando la noche, como un manto continuo que va cayendo de forma organizada, así caen las teorías y las ideas en mi mente, creando un suspenso compacto. La ducha ya no se oye y todo es silencio. Imagino que desde el cielo se desestructura una cúpula que se desgaja como un manto tonal de formas geométricas y organizadas, resolviéndose con un final explosivo de unidades cerradas que van desnudando la atmósfera, dejando al aire los paradigmas, las premisas sin sustento, las normas y la validez, los plazos y cortes editoriales, la misma naturaleza limpia de toda presunción de saber que producía antes la impresión de peso y densidad. Me estiraba cuan larga era la cama con auténtica dignidad. La situación forma parte de una nueva lógica llena de desprecios desmedidos. Ahora razono con formas estructuradas muy diferentes a las de los años anteriores. Del cielo suelen erguirse esquemas celosos de la infinitud, formas caóticas que, pasados los meses, dan la sensación de unidad y coherencia. Las opiniones versan hacia distintos ángulos y profundidades. Pago un precio considerable por conjugar los tipos de pensamiento surgidos en conversaciones pasadas. En la redacción no compaginábamos en los términos medios,

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pero en las proposiciones finales, llegábamos a acuerdos más o menos unificados. El lenguaje sigue siendo un acto privado hecho público mediante un vidrio empañado que difumina los colores y las formas. Las impresiones se tocan en ciertos aspectos más congraciados con la fantasía. Comprendo finalmente porqué los nombres y los lugares se van perdiendo con el paso lento o rápido del tiempo. En cambio, las molestias, enterradas en formalismos y apariencias, tonifican la vivacidad y los roles. En medio de la duermevela, mirando al cielorraso, me viene la imagen de mi vieja casa. Es parecido a este, lleno de arabescos intrincados pero el de mi casa tenía un pequeño vitral en el centro. Desde las escaleras del primer piso, el techo daba la bienvenida creando una especie de performance musical, con cuerdas de acero paralelas que generaban vibraciones violentas. El viento querían sacar sonidos armoniosos con diferentes graduaciones y tensiones pero su irregularidad lo impedía. Pensaba trasladar esos sonidos acerados para imitar la arquitectura del techo acá, a miles de días de distancia, superponiendo las curvas y repujados y las líneas oblicuas que se acariciaban por las luces tamizadas del pequeño vitral, pero es imposible. No recuerdo perfectamente cómo daba la luz, ni los ángulos que formaba y quedo sólo con el recuerdo musical del techo de mi casa en este que no tiene vitral. Me levanto de la cama y me dirijo a la ventana a ver la ciudad en la noche que ya va cobrando vida y sonido.

15. Un hombre se asoma por el casino que está enfrente del hotel a fumarse un cigarrillo. El humo, se difumina entre dos franjas de luz de un proyector de 8mm que da vida al hombre frente a mis ojos. Viste un traje viejo, lleva un reloj japonés grande de por lo menos 30 años. La adicción al juego ya se ha apoderado de él y lo envuelve en una capa de tristeza y compasión. Sus manos secas y callosas, dibujan un entramado de dermis muerta y dura, que facilita la manipulación del cemento y el acero. Sus manos tienen la memoria de otras que habían sido surcadas por las fibras de las cabuyas de fique, que jalaban mulas y caballos por estrechos caminos para evitar que se despeñaran por desfiladeros sin fin. Bestias que abrían caminos lentamente, entre la miseria y el misterio de los sonidos de cascos sobre el barro, que atestiguaban la cercanía con las nubes, que

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cimentaron allá, en mi país, el progreso. El hombre domina sus movimientos, los hace con cierta seguridad, sin embargo, a primera vista no se advierte un pequeño temblor en la mano que sostiene el cigarrillo. Su cara está cansada, lleva 27 horas seguidas en el casino. Aún conserva algo de garbo, pero todo está intoxicado por un destructivo deseo de reivindicación. Las prostitutas, lentamente, van más allá de sus portales y la vida nocturna toma vida finalmente. Llega una foto al correo. Suena el particular beep de mi celular que avisa los mensajes de correo electrónico, que se diferencia del particular boop, que es el de los mensajes de chat. Voy hasta la mesa de noche y tomo el celular. La foto es en blanco y negro y con el asunto: ―mira lo que encontré‖. Es una vieja foto de cuando tenía dos o tres años. Vestía ruana, tenis blancos. Estaba bajo una reconocida estatua homenaje a los héroes de la batalla de Ayacucho. La foto me heló los nervios. Sentí un abismo en el estómago. Tantos años después, los matices blanco y negro de la foto, fueron a posarse a la mitad de mi cerebro. No me reconocía. Había apilado capas y capas de ideas que aplastaron a ese niño. Todo parecía sencillo ahí abajo, ahí pequeño, ahí en blanco y negro. Rebobinar mi vida y volver a empezar, desde ese punto, parecía fácil. Ahí, mirando a la cámara, alejando la conciencia y sin la posibilidad de parpadear para volver atrás, con la serenidad de un drama privado y ético, podía vivir todas las vidas de todos los seres humanos y nunca llegar a comprender por qué no me reconocía en esa foto, ni por qué del vacío del tiempo, que vamos dejando atrás, cruje a nuestro paso. En los buses atestados llevaba libros de Michael Serres que leía entre líneas para comprender mejor la necesidad del contrato natural. En esos lugares hostiles, inhumanos, era necesario convalidar el respeto por el espacio y la distancia, como una noble manifestación que redundaría, creía, en un respeto menos abstracto y más real por el mundo. Las sombras van envolviendo mi personalidad dándole un tono ocre y gris. Esas manifestaciones agresivas y privadas, como la de los buses, limitaban la violencia pura y objetiva, para llegado el caso, no aniquilarnos definitivamente unos a otros. En los buses allá en mi país, aparte de leer o escuchar canciones romanticonas y viejas, me gustaba pensar en la torta de pan de mamá, hecha con todos los pedazos de pan viejo, las sobras y los cunchos que quedaban guardados meses en la nevera e iban a parar al horno de mamá

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con algunos huevos y bocadillo para darle un sabor dulzón. La foto que me envió me recordaba ese pan. Anhelé inmediatamente el sabor de su torta. Prendo la aplicación del radio y, al igual que las prostitutas, comienzan a asomarse las habituales noticias dadas por tipos con voces profundas y de hojalata que se involucran poco con la emoción, hablando del cada vez más frecuente desenfreno, cada vez más preocupante de hinchas de fútbol que se matan a la salida de los estadios, o que descargan su furia lanzando proyectiles inverosímiles como cabezas de cerdos, envases llenos de gaseosa y cajas de dientes a los árbitros y jugadores contrarios o propios, en una furia ciega que ya desconocía objetivos. Guardo la foto en favoritos y voy hasta la mesa a poner el celular. Pateo la basura del piso y decido no cerrar los ojos hasta que me duerma. Esperaré lo que tenga que suceder como hace mucho no lo hago. Me asomo nuevamente al balcón, dejo colgar mis manos y paso revista. Al este, un hombre maneja su carro, y otro en doble fila, se pone al lado para girar a la izquierda en posición prohibida. Otro espera detrás del que está en doble fila queriendo seguir adelante. Rabioso, adelanta y bloquea a ambos carros incluido el que está en la fila correcta. El hombre que bloquea se baja con una escopeta. Se la pone en los hombros, hace algunas flexiones y estiramientos como si la escopeta fuera un bastón de gimnasia. Cuando empiezan a pitar los carros hace dos disparos al aire. Retumban por toda la ciudad pero no hacen realmente mella en el espíritu nocturno. Deja que el semáforo vuelva a cambiar tres veces más, hace más estiramientos y mira desafiante a los conductores que no se atreven a bajar de sus autos ni a soltar el volante. Frunce el ceño burlonamente, sonríe entre dientes. Finalmente se mete en su carro, bota la escopeta al asiento trasero y sigue adelante dejando de bloquear el paso de los que quieren girar a la izquierda. Desde el balcón tengo una vista panorámica, pero la escena no parece nada fuera de lo común. Nadie se exalta en demasía, ni llama a la policía, ni hace nada. Los carros aceleran, se pierden de mi vista y todo vuelve a la normalidad. El tipo que fumaba se mete al casino y las prostitutas siguen al acecho de posibles clientes. Una cosa diminuta revolotea en el cielo negro. A lo lejos estalla una sirena pero el sonido se aleja. Veo ahora al oeste el letrero luminoso de uno de esos supermercados que Gunter Wallraff desenmascaró y denunció. Productos embalados con plástico, cartón y luego más

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plástico; hileras interminables de estanterías en tierras profanas de cadenas de producción asépticas y sin alma, limpias en frente pero acumulando basura inmigrante ilegal por detrás, como las dos caras de la moneda de un mundo abroquelado en premisas destructivas e inconcebibles de romper. Los intestinos infestados de parásitos prefijando una agonía simbiótica, lenta, que poco a poco terminará acabando con todo. Lo sé. No puedo exponerme a cosas que me alteren. Imaginar la organización del supermercado genera una leve excitación en mi consciencia. Comprar contenidos y desechar envases, tanto de productos que ensucian como los que limpian, personificaban una ternura malvada, procaz, en un teatro de horrores de bienestar consumista. Las señoras entradas en años, que a esta hora duermen plácidamente, o que esperan en un sillón de poliéster frente a la puerta a su esposo y a sus hijos que lleguen de sus respectivos y poco apasionantes oficios, mañana irían, con la misma disposición de Abraham para entregar a su primogénito, a feriar su dignidad en filas kilométricas por un 40% de descuento en crema dental, o el 35% en tampones que ya no usan.

16. Llega otro mensaje. Pienso será otra foto de la nostalgia. Dejo de columpiar mis manos en la baranda de hierro forjado, entro a la habitación, voy hasta la mesa de noche a mirar el celular, pero es un mensaje del editor confirmando la llegada y dando un insustancial agradecimiento por el borrador de la entrevista con el capitán retirado. Lo central del mensaje no es eso. El asunto habla de un ―cambio de planes‖. Me ordenan cancelar inmediatamente el texto de mi ―crisis de los cuarenta‖ y enfilar esfuerzos para cubrir un festival gastronómico de embutidos muy cerca de acá, a dos ciudades de distancia, en una sala de exposiciones bibliográficas que simultáneamente organiza la exposición de la obra de los fotógrafos Jesús Abad Colorado, Stephan Vanfleteren y Dana Lixenberg. El festival se dará paralelo a la exposición. Según el editor, es importante destacar el vínculo entre el festival de comida por la multitud de gente que convoca, y la oportunidad para enganchar a los asistentes con la conmovedora exposición que documenta los efectos del conflicto armado en la población civil, y la proliferación de invasiones y asentamientos de casuchas en barrios periféricos de varias ciudades.

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Ante las decisiones de los otros, ni la particular condición de saltar por el tiempo, sirve para reversar esas decisiones. ¿Debo elegir un tiempo, ilusorio, subjetivo, una realidad sin tiempo o atarme a una linealidad que carece de toda razón; una ilusión persistente e irreversible de pasado, presente y futuro? Rápidamente ajusto las ideas y el artículo de mi particular condición, el estudio sobre la crisis de los cuarenta de grandes hombres famosos e ingrávidos, el gran testimonio de cómo el vacío se ha apropiado de los deseos del mundo y envuelve mis más íntimos pensamientos, pasa a reposar a una tumba en mi mente. Cuando este tipo de cosas suceden, y al principio de mi carrera sucedían con mucha frecuencia, la afrenta en un principio consistía en sobrellevar la situación con buen ánimo. Ya pasado el tiempo, cuando la cosa parecía fuera de lo común, se convirtió en una lucha personal y grupal: no dejarnos joder de las circunstancias producto de los caprichos del editor general. Ya luego todo sucede, ¡y sigue!… todo sigue. Convivíamos con la derrota porque tocaba. La saludábamos con monotonía y su presencia se hizo familiar. Antes era la invitada inesperada de una comida familiar, y sin convenirlo, pasó a ser la ocupante permanente del cuarto de huéspedes. Entraba, tomaba asiento, se servía lo que quería y nosotros, los periodistas en ciernes, los recién desempacados de la universidad, cogíamos con las palmas las boronas sobrantes. Vuelvo al balcón y la estatua de Atenea Palas, confundida a lo lejos entre ramas y follaje, atestigua las dinámicas y las transiciones desde su pedestal. Evalúo si ahora es el momento de parpadear y saltar por el tiempo hasta cuando me esté zampando un bocado de embutido gastronómico gourmet, viendo fotografías, mientras al mismo tiempo escrituro grafías en mi mente con la introducción de las valoraciones sociales de políticas de inclusión que deben resaltar del festival, o ir hasta que le haya dado punto final a la noticia, la envíe al editor y piense exactamente el paso a seguir. Si lanzo una moneda en este momento podría decirse tranquilamente que las posibilidades son iguales para ambas caras. Pero no. Hay algo que juega a favor o en contra para que una cara salga más que otra. Mayor o menor fuerza en el lanzamiento, grado de inclinación de la moneda al lanzar, el dedo con el que se vaya a hacer, la palma que lo reciba, la altura; todo cambia. Todo es un enorme y complicado juego de variables que juegan a favor o en contra de la cara de preferencia. Reviso mis bolsillos buscando una moneda y en el último, uno pequeño, encuentro finalmente una. Miro al cielo y cierro los

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ojos pensando en el lado que voy a escoger. ¿Sería la cara de la moneda? ¿O el sello? ¿O la moneda se escaparía de mis manos e iría a parar al primer piso? Imagino en mi cabeza la moneda. Imagino los dos lados y me decido por uno. Bajo mi cara en dirección al piso y vuelvo a subirla como presa de un reflejo pero esta vez no abro los ojos. El desconcierto y el vacío son tan fuertes que se cuelan por mis parpados e iluminan la imagen de la moneda en mi mente. Escojo la cara. Me preparo para lanzar y cambio la opción por el sello. Cuando la moneda va por el aire me cambio por la cara pero antes de que caiga la decisión es ya irrefutable: sello sería. Pongo mi mano libre rápidamente sobre la palma que recibe la moneda para no verla. Al caer la moneda en mi mano casi resbala, pero alcanzo a retenerla con mi otra mano. Aguardo unos segundos, el sello tiene que aparecer. Acunando la moneda en medio de mis manos, postergo la decisión con miedo. Es algo personal. Dejo la moneda en la mano derecha y cierro el puño. Con la imagen clavada de la forma que había construido en mi mente del sello, abro lentamente la palma. Antes de ver, la cierro bruscamente y postergó la mirada otros segundos más. Si es sello salto en el tiempo, si es cara, no. Sin más preámbulos abro mi mano y allí estaba. Aprieto la moneda con fuerza y la boto lo más lejos que puedo. Mi cerebro se contiene y comienza el festín de improperios por no poder saltar el tiempo para que el reportaje se haga sólo con la complicidad del vacío. Se cruza la información en mi cabeza. Todas las cátedras, todos los reportajes, todas las corrientes, los pueblos, los conflictos, los conceptos y paradigmas convergen en un sólo cauce y la información desborda. Conviviendo con la derrota, aprendí que la nostalgia y la esperanza pueden ser una combinación feroz. Aprendí también a contemplar los reveses como pequeños momentitos que te acercan al trágico final. Pruebas todo. Desde rezos, hasta rabia pura y condensada, drogas, el perdón y la meditación. Consultas a los astros y a las sectas, vas a terapia… Nada. Como último recurso, aceptas. Silencio, vacío, muerte, falta de dinero, escasez de aquellas cosas que dicen que son importantes. Esas cosas…

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Un indicador para saber que tu cuero se ha vuelto más resistente, es con la densidad de la saliva. Es espesa al principio, difícil de bajar por la garganta. Luego se aligera y baja con más facilidad. Finalmente, nada te sorprende porque cada vez que parpadeas, cada que saltas por el tiempo, lo imposible ha sucedido. La saliva es liviana como tu moral y odias en silencio. Como debe odiarse. Quiero en este momento poner bombas y hacer atentados contundentes y vindicativos, con armas cortopunzantes lentas y dolorosas, contra todos los pendejos de la redacción de la revista (no sé exactamente dónde, todo ahora son servidores y lugares virtuales: la nube, la deslocalización absoluta, el no-sitio) La esperanza es esporádica, rebosante de promesas y sueños por cumplir. Por el cuarto del hotel las imágenes y los recuerdos de aquella traicionera visitante se diluyen con firmeza, así como la rabia que se va aliviando en el interior. Como debe ser. Mis movimientos denotan rabia, pero de esa que ha sido bien amaestrada por la resignación. Miro al frente con el ceño ligeramente fruncido. Entro a la habitación, entrecierro la ventana que da al balcón dejando un pequeño espacio para que se cuele el viento y procedo a ver un poco más de pornografía. Cambio de canal, veo los últimos 15 minutos de una película documental sobre la biografía de un importante artista del entretenimiento, que sabía de oídas, que hizo una fortuna en las fragancias y en las franquicias. Al final no dan ningún tipo de información como siempre, donde en fondo negro con letras blancas, aparece sobriamente lo que sucedió después de los hechos ahí narrados. Creo que esa información es importante ya que el periodo narrativo abarca sólo 10 años, haciendo énfasis en la relación tormentosa con otro artista, (información que busco después). ¿A qué estúpido se le ocurriría esto, pienso, qué clase de imbécil por una apuesta estética inerte sacrifica esa información que es sello de los documentales o películas biográficas? Pongo el televisor en off y leo algunos artículos sobre la vida del protagonista del documental y algunas entrevistas. La cabeza sigue doliéndome pero nada que puedo dormir. Llamo a pedir té caliente. Llega la orden, doy sorbos a la taza haciendo sonidos que rebotan contra las paredes.

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Me entran ganas de telefonear a alguien. Al otro lado debe estar comenzando la tarde. Quiero llamar a una de esas chicas tranquilas mainstream que toman el desayuno en el transporte público de una bolsa de papel con el logo de una respetable cadena de restaurantes, y que succionan jugo de naranja semi-natural, por medio de un pitillo flexible de colores, de esos que se pueden contorsionar en varios ángulos por los pliegues de su superficie. Esas chicas siempre cargan con un best seller en el bolso donde se divisa a la distancia el código de barras con un sutil manchón hecho seguramente por la cajera de la librería con un borrador de nata, signo inequívoco de que aquello era un regalo y el precio estaba vedado. Quería llamar a una de esas chicas que actualiza su Instagram cada dos minutos y anda con lentes oscuros Dolce & Gabbana, escuchando música suave y alternativa por unos audífonos inalámbricos. Tenía ganas de hablar un rato. Preguntarle: «¿Cómo lo haces, cómo le has hecho todos estos años? La has pasado peor que yo y todavía te levantas, te ves así, andas así, actúas así… en serio, tesoro, ¿cuál es la fórmula?». Tengo en mente una chica así y la llamo al celular por Skype y está apagado. Extrañamente tengo más aplicaciones para comunicarme, llamar, chatear, videoconferenciar, que personas con quién realmente hacerlo, por lo que no intento con nadie más. Discuto con el editor en mi cabeza. Mis argumentos parecen irrefutables, los de él son taxativos, huecos pero imperativos. Entro a Google y pregunto ―¿Cómo venderle el alma al diablo?‖, salen diez millones de resultados y conexiones a libros negros y a sectas satánicas. Estiro las piernas. Estoy tentado por un segundo a hacer alguno de los rituales que recomiendan para venderle el alma al diablo, pero me basta con saltar por el tiempo, pretendiendo evitar un vacío del cual no hay escapatoria. Otro día. Otro parpadeo. Vuelvo a sentarme a terminar los últimos sorbos. Dejo la taza en el piso. Un regusto amargo de té se asienta debajo del paladar. Aguardando al borde de la cama, diagonal a la entrada del balcón, espero perplejo y remo en el vacío. Miro hacia el cielo oscuro y no veo nada excepto algo que revolotea e intenta penetrar en la habitación. El viento ha abierto la ventana nuevamente pero algo invisible detiene aquella forma. Todo en mí, incluso lo externo, lo siento como propio. Todo es tan vacuo y personal como la cosa que ansía traspasar la puerta.

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Vuelvo a masajear con la lengua la protuberancia en la cara interior de mi boca. Escuece, sabe a sangre y ya está más inflamada. Mi frustración es escueta. La cosa opta por retroceder a la noche oscura que albergaba su destino hace poco, para impulsarse con decisión dentro de la habitación. Ahora la cosa entra y se convierte en un apéndice de los límites de las cuatro únicas trayectorias que da la habitación. Cierro la ventana completamente y la cosa cobra forma de mariposa y aletea con desespero al no encontrar la salida. El cuarto se cierra a sí mismo. Siento escurrir de mis poros el vacío, pero, domino mis oleadas de furia y enfrento la situación, mirando fijamente a la mariposa. Luego de una interminable batalla de segundos alongados, multiplicados por miedos y eternidades, logro agarrar la mariposa de un ala. Es tan endeble que al agarrarla inmediatamente se quiebra como un pétalo disecado. Del asco, suelto el pedazo y trato de agarrarla nuevamente de alguna otra pieza. Esta se desintegra en fragmentos de desespero e impotencia, resquebrajándose de manera irreversible y asquerosa. Suelto el otro pedazo que arranqué, y éstos en el suelo, comienzan a desintegrarse de igual manera. Lo que era una repulsiva mariposa de invierno son ahora pedazos regados en el piso que el más mínimo suspiro mueven. Curioso, luego de sentirme conmovido por la suerte de la mariposa, me agacho con la timidez usual para tocar uno de los pedacitos que alberga el piso. Cuando lo hago, inmediatamente los pedazos movidos por mano divina, se trasforman en bidimensionales y casi inidentificables partículas de polvo, como diminutos cuervos. La parvada en un comienzo se mueve errática, luego, dándole espacio al tiempo, sus movimientos se hacen tan organizados como el vals de un cardumen, pero únicamente a lo lejos. La geometría de su organización llega a ser perfecta, pero individualmente, conservan los torpes y bruscos movimientos de su desintegrada madre. El polvo trasiega su silueta recortada y brusca por el cuarto queriendo borrar de la mente colectiva los rastros de costumbres y estirpes ajenas, esperando igual que yo, la apertura fortuita de una puerta a un absurdo escape. Una voz capaz de quebrar el olvido de las generaciones ha testificado el resquebrajamiento de ajenos eternizados, fiel a la tradición que dictamina que las historias trágicas jamás deben olvidarse y jamás deben ser leídas. Esa voz calmosa y pausada, que nunca buscó involucrarse en el desarrollo de la trama, en el desarrollo del mejor artículo

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jamás escrito, imprimirá en las conciencias la afrenta silenciosa desde su imparcialidad despreciable. Y el que formaliza la voz Es el periodista-narrador-autor Y ése soy yo… Seguiré siendo un visitante asiduo del tiempo y los recuerdos por el resto de la eternidad, pero en el anonimato. El mundo no está preparado para romper las leyes de la física y del espacio. No está dispuesto a entregar su confort por unos supuestos que desafían lo que damos por sentado y las vanidades. La muerte y el olvido no serán impedimento para que las futuras generaciones, vivan sin saberlo, en el legado del vacío. Se convulsionarán los pensamientos y las memorias perderán su fidelidad pero nunca podrán ser borradas. Se actualizarán los recuerdos, se recrearán las acciones, se plantearán las condiciones como siempre ha sucedido. Sé algo que nadie más sabe pero que nadie quiere escuchar. Alguno que otro esperará el siguiente movimiento. Permaneceré indemne como referente cultural promedio. Ese artículo, como muchos otros, no será escrito y no será leído, no tendrá un final como hubiese querido hacerlo: a la media de las circunstancias, al calor del momento, ¿Qué siente uno cuando cree haberlo visto todo? ¿Qué pasa cuando se cree haberlo leído todo? Se vuelve al principio. Se trata de borrar todo. Formatear las ideas y desinfectar el espíritu. Purificarse. Volver a aprender el lenguaje. Abrir los ojos y comenzar de cero. Se sabe que lo importante no fue vivirlo, ni leerlo, ni aprenderlo, mucho menos escribirlo todo, sino saberlo dejar ir. Llegado el momento ocurre esto y comienzas nuevamente por lo básico. Por las letras, por las conjugaciones. Aprendes los sonidos y a encajar eso en oraciones. Pero ya no queda tiempo y quedas a la mitad de tu segundo re-aprendizaje. Ya no importa. Te haces viejo, esquivas los momentos importantes y un hilo de saliva permanece colgado de una comisura labial. Ahora comentas una y otra vez algo y lo repites porque todos los días sientes que lo has descubierto y merece la pena compartirlo, pero hastiada, la gente se cansa de tu retahíla y ya ni oyen lo que dices. Por fin te vas, dejando rastros que sólo una generación tratará de encontrar y el polvo del vacío, que ya ha salido flotando de la habitación, se encargará del resto.

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Probablemente de todos los reportajes que he escrito, este de los embutidosfotográficos vaya a ser el que más me guste. Tal vez por la necesidad de la llegada de una resolución cualquiera: a un final fuera cual fuere. Almidonar la espera carece de sentido. Me he vuelto experto en descascarar la espera y en hacer lo que tengo que hacer, no lo que quiero. El acto de esperar se convirtió para mí en algo insoportable. Escarbé hasta el tuétano y me encontré con nada. De eso está hecha la espera: de un trozo de nada. Eso seguramente es lo que hace de mí un hijo bastardo del tiempo, que aprendió a saltar por él y no un hijo legitimo del vacío; todavía quedan rastras de esa espera condimentada. Sazonada con esperanza. El periodista legítimo es aquel de corazón arrugado y manos callosas. Que se conforma con poder almorzar y con que haya una almohada donde descansar su cabeza. Fanático de la poética del silencio. Gozador del último respiro e infranqueable muro de lamentos. Yo tengo las manos limpias y humectadas, la barriga llena y una habitación hotel en una ciudad barata y luminosa. Como periodista, aprendí a agachar la cabeza, a alejarme de ese ideal y a aminorar mis gritos de batalla. Soy parte de una dinastía que privilegia el grupo y ayuda a morir al individuo, que come en las noches y nunca madruga. Como el periodista que soy he de regir mis acciones y pensamientos ante el deber informativo. Lo que quiero escribir, aquello que cambiaría la historia de la humanidad, modificando nuestras concepciones del espacio y el tiempo, quedará relegado ante mis deberes inaplazables como reportero de la gran revista Goebbels. Cuando el último de nosotros caiga, se atestiguará que fuimos parte del decorado. Que nuestra relevancia fue la de haber soportado e informado durante años los hechos en la tierra. Que ninguna voz se alzó contra la injusticia y que siempre fuimos partidarios de la neutralidad. El legado morirá con el último sumido en el deber, sentado en una cómoda silla, sorbiendo un delicioso líquido frente a una pantalla de cristal que proyecta el imperio de lo efímero. Y ahí acabará todo. ¿Habrá otro comienzo, habrá otra oportunidad para decir lo que quiero decir? Voy al balcón y, como nunca antes, dejo abiertos los parpados para que el viento seque mis ojos.

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SEGUNDA PARTE Introducción Cuando escribimos un mensaje en redes sociales (Twitter, Facebook), se busca implícita o explícitamente la complicidad del otro, un atenazamiento emocional o una simpatía cálida, tibia, o aunque sea fría frente a nuestras ideas y sentimientos. Nos urge el otro, no como un alimento ni buscando un dialogo, sino como un espejo de nosotros mismos: ¿acaso narciso? Compartimos absolutamente todo, desde la comida que estamos preparando, hasta nuestros más privados sentimientos (una especie de broma actual), presas todos, me incluyo de primeras, de esa redundancia moderna de escribir cuanto uno piensa. (Hago unos huevos, tomo café, camino a..., estoy triste… estoy feliz… estoy con…) Estos años han sido particularmente convulsos en cuanto al volumen y la intensidad de la información que nos llega. Gilles Lipovetsky en su libro La era del vacío, manifiesta que en esta época de indiferencia pura, se configura una indiferencia por exceso más no por defecto, como un mecanismo que protege al yo de la vulnerabilidad que supondría la sobreexposición a los dramas e imágenes que dominan la escena. Es difícil ver una sopa de carros, escombros y restos humanos recorriendo la televisión, eso no pasó hace un año en Japón, pasó en Gramalote Norte de Santander, y hace un par años en Haití, pero no nos acordamos de eso; o de Egipto, o de Chile, o Túnez, o de Trujillo Valle o de los montes de María, o las desmovilizaciones falsas; o Chávez, Gadafi, Bin laden… y así ad infinitum. Lo que nos escandaliza es momentáneo, como una llamarada de poca combustión, efervescente; un instante en el tiempo opacado y olvidado por el siguiente, casi simultáneamente al instante mismo. Surge así un mecanismo de supervivencia frente al bombardeo, una barrera y un filtro que nos protege: un narcisismo enquistado. El mensaje periodístico, en estos tiempos de información en tiempo real, no madura. Cuando estamos asimilando una idea, viene la siguiente con una contundencia demoledora alimentando el olvido: el vacío. Asistimos impávidos, desde nuestra propia trinchera informativa, al ataque de noticias huérfanas de personas, ideas y sobre todo contenidos. Este trabajo investigativo doctoral, plantea dos grandes momentos. El primero, es un ejercicio escritural de corte creativo a manera de novela donde se expone el problema, no sólo de transmisión, también de recepción de la información noticiosa en los tiempos

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actuales, que para efectos de este trabajo se conocerán como la era del vacío o de la modernidad líquida. El segundo momento es el análisis hermenéutico y de la época en la cual está enmarcada la novela, pero sobre todo, la especificación del aparato teórico que sustenta la relación de la literatura con otros discursos y otras disciplinas, apoyado desde la teoría del pensamiento complejo de Morin. En una era hiperconectada e hiperabúlica, que exalta de manera exagerada el hedonismo y a las figuras públicas de la farándula, esos seres inanimados que vemos en estrados a través del televisor, se generan claros distractores de lo que podría ser algo en verdad importante y relevante. Por ejemplo, acá en Colombia, interesa más (noticiosamente hablando, midiendo el tamaño del tiempo que se dedica en noticieros o por el volumen de información libre que circula por internet) el embarazo o el rompimiento de una pareja de protagonistas de una novela mediocre de televisión, o lo que sucede en el Reality de turno, que una reforma a la salud o a la educación, quedándonos con la triste y pobre presentación de la información por parte de esos aún más inanimados interlocutores del otro lado de la canal. La primera parte tiene por título: La persistencia del vacío (de ahora en adelante LPV), una novela, donde un protagonista sin nombre, en una ciudad sin nombre, oficia como periodista y actualmente está escribiendo una crónica sobre el vacío de sus días y sobre una extraña condición que padece, por encargo de una revista virtual de variedades. La novela, versa sobre los vericuetos de un mundo hiperconectado en tiempo real, pero sobre todo, con la falta de compromiso a los grandes proyectos, y sobre las relaciones líquidas (como las plantea Zygmunt Bauman), que establecen en la actualidad los seres humanos; relaciones transitorias, nada sólidas, momentáneas y ciertamente vacías. Pensemos que en una cena familiar, todos los integrantes comparten la mesa, pero cada uno está hablando por su celular o su computador con alguien más, o está consultando un periódico online, o su estatus en Facebook, o poniendo un mensaje en Twitter. Ya no se miran, ya no comparten, viven una vida, pero de manera virtual. Persiste el vacío, como duende, en todas partes… La razón de la novela, se debe a la posibilidad de plantear toda una axiología hermenéutico- epistemológica desde un escrito novelístico, pero sobre todo, por ver y

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entender la literatura como un mecanismo complejo y rico de transmisión y generación de conocimientos. Las implicaciones de la escritura de esta novela, se sustentan en la integración desde lo estético, de un ejercicio crítico que dé cuenta de lo político, lo social, lo histórico, lo económico y lo ontológico, desde la mirada de un periodista que está algo harto del periodismo actual. Esta mirada integradora en sus mediaciones varias, esta conjunción de discursos, es una de las más fehacientes pruebas del pensamiento complejo,

de la

incertidumbre que media la realidad y la ―verdad‖.

Marco teórico y metodológico En este apartado encontraremos el estado del arte, algunos antecedentes del estudio asumido, y otras consideraciones teórico-metodológicas que guían la realización de la investigación, justifican su existencia y pertinencia social. Antecedentes, estado del arte y pertinencia de la investigación Quisiera comenzar con un texto de Thomas Nagel (1995), para justificar mi ejercicio: ―Somos pequeñas criaturas finitas, mas el significado nos permite, con ayuda de sonidos o de signos sobre el papel, cubrir todo el mundo y muchas cosas de él, y aun inventar cosas que no existen y acaso nunca lleguen a existir. El problema es explicar cómo es esto posible: ¿cómo es que algo que decimos y escribimos tiene significado, incluyendo todas las palabras de este libro?‖ (p. 26) Sin llegar a desentrañar el significado de la literatura, y más aún del lenguaje y de por qué éste significa y da vida a la idea y al pensamiento, el trabajo doctoral, versa sobre la comprensión de una época, que busca dar cuenta de una historia. La literatura, permite colarse por los intersticios que quiebran el poder, también, claro, busca entretener, echa a volar la imaginación, divierte, aleja a las personas de una cruda realidad, expresando una realidad quizá más dura, pero es innegable que la posibilidad que aflora la escritura y el texto de corte novelístico, no se adscribe a una única forma de comprensión. La creatividad y la innovación, han estado de la mano de la investigación científica. Lo podemos ver desde el más elemental instrumento de aseo personal, hasta la más

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sofisticada herramienta de la era espacial. Sin embargo, ¿cómo hablar del poder integrador de la literatura, desde la literatura misma? ¿Cómo hablar de una época y del poder literario, construyendo una novela, sin abstraerse, sin tomar distancia metódica, sin temerle al proceso creativo por no ser científico? Siendo un país de una rica tradición oral y escrita, desde los juglares vallenatos y las cantaoras, hasta nuestros grandes narradores y cuentistas, el estudio literario en Colombia, se ha encerrado únicamente en la academia, y desafortunadamente ésta no lo ha trascendido para que se injerte en el común, en la vida cotidiana. En Colombia, vivimos vidas de novela, pero le falta mucha literatura a nuestras vidas. Haber estado en una facultad de literatura, y poder constatar que la literatura no se abre, no se socializa ni se respira, y su estudio mucho menos, fue una de las motivaciones principales para aventurarme a este texto. Tomar las historias personales, desde el punto de vista de la hermenéutica, significa considerar, que al contar su vida, una persona no sólo describe ─a manera de crónica─ una serie de situaciones inconexas, sino que construye un relato, en el que se revelan los significados y representaciones mediante los cuales está dotando de sentido a sí mismo, a sus acciones y al mundo (en este caso su espacio simbólico). Implica asumir que la historia de vida, es una forma para leer una sociedad a través de un escrito. Jerome Bruner (1991), argumenta la necesidad del estudio de la narración, con base en la obviedad con que se suele tomar las narraciones, dada su absoluta presencia en la vida. La narración configura nuestra experiencia del mundo, porque la narración, es una capacidad innata del ser humano. El relato de vida, la narración coloquial, no son propiamente literatura, sin embargo, son las sustancias primarias que recorren y alimentan la literatura, que la dotan de sentido. La literatura, se considera una forma elaborada y depurada de narración, sin ser La Narración con mayúscula. ―Bien es sabido que toda creación artística existe fuera de su tiempo y es esa independencia de sus coordenadas históricas y geográficas la que en buena medida le otorga el carácter de clásico. Por eso leemos a Ana Karenina para buscar en ella algo que nos hable de nuestra propia vida y no para entender la Rusia del siglo XIX. Sin embargo, cada obra de arte de valor es hija legítima de su tiempo. Y es por eso que algo aprendemos, casi sin querer, sobre la Rusia del siglo XIX cuando leemos Ana Karenina. Porque todas las obras de arte de valor entablan una conversación profunda con su contexto, con su país, con el tiempo en el que fueron creadas, y muchas veces su temprano esbozo del futuro es asombroso‖ (Ponsford, 2014, p.4).

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La literatura, facilita la conjunción de saberes. No como una lucha de poderes, mucho menos como la mezcolanza de informaciones y datos inconexos y entretenidos. Se constituye en el bálsamo que suaviza las coyunturas, permitiendo un dialogo franco entre esas muchas formas de saber: el discurso histórico, el científico, el psicológico, el social, y el pedagógico, entre otros; con el fin de entender los retos del hombre, y específicamente, para propender por discursos incluyentes y diversos. Por ende, ¿no es válido usar la literatura para hablar del hombre, de la forma como resuelve sus conflictos, para poderse permitir, en honor a la memoria y a la representación, entender mejor la vida y la humanidad? ¿Puede y debe la literatura aportar a esto? “El auténtico saber desde esta perspectiva siempre es un saber indirecto, hecho de enunciados referidos e incorporados al metarrelato de un sujeto que asegura su legitimidad‖ (Lyotard, 1991, p.30). La sana convivencia, el respeto por la diferencia y por la identidad propia y del otro, permiten que el sujeto, dentro de su rol social, se desempeñe de manera pertinente y coherente con su contexto y su realidad. La literatura acá en Colombia, en un país tan conflictuado, presa de tantas guerras, que en los últimos 60 años, según las cifras manejadas por el Centro Nacional de Memoria Histórica en su informe ¡Basta ya! Memorias del conflicto armado en Colombia (2013), de cada diez colombianos fallecidos entre 1958 y 2012, tres murieron a causa de la guerra; tres de cada diez son civiles. Las cifras arrojan 220.000 muertos, 25.000 desaparecidos, 4.744.048 desplazados, 27.023 secuestrados, 10.000 amputados. La literatura ha estado ausente; se permite hablar del conflicto, pero no se atreve a tratar de transformarlo. Puede que para algunos, esto no sea competencia de la literatura y la esté viendo como todo y como nada a la vez, pero la narración tiene dentro de su ADN, la posibilidad de transformación, porque permite entender y evidenciar procesos fundamentales para la transformación social. El informe ¡Basta Ya!, no apela únicamente a la presentación de cifras escalofriantes para sensibilizar, el informe invoca a la crónica, al testimonio, a la reflexión, a la voz de los sobrevivientes, le da voz a los ausentes, a los que sin la escritura quizá aún permanecerían en el vacío del olvido, y todas estas figuras se han alimentado de la literatura, y la literatura se ha alimentado de todas ellas en un proceso sincrético, dialógico y natural. Respecto a la convivencia, y sobre todo para la potenciación del discurso incluyente, es importante rescatar por medio de la literatura, la generación de procesos que

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tiendan a la transformación del discurso al interior de las formas de enseñanza. Es necesario para ello identificar los procedimientos pedagógicos, la relación de la literatura con la pedagogía, y su incidencia en la formación axiológica de las personas. Libros y trabajos como:

Psyche and the Literary Muses: The contribution of

literary content to scientific psychology de Martin Lindauer (2009), podrían aportar a este trabajo doctoral ya que el autor se basa en la idea que gran parte de la literatura, sí se refiere a la creatividad de los autores, las reacciones de los lectores, o el contenido de las obras literarias; relacionadas con la psicología, especialmente los pensamientos, los sentimientos y la personalidad. Psicólogos y psicoanalistas, reconocen la literatura como una puerta de entrada a la psique, como lo hacen los escritores, académicos, teóricos de la literatura y el público en general. Otro trabajo también importante es el de Paul Cilliers (1998) llamado: Complexity and Postmodernism: Understanding Complex Systems, explora la noción de complejidad a la luz de las perspectivas contemporáneas de la filosofía y la ciencia. El autor contribuye a la comprensión de los sistemas complejos y explora las implicaciones de la teoría de la complejidad, en relación con los sistemas biológicos y sociales. Acá la teoría posmoderna, se reinterpreta para argumentar que ésta no necesariamente implica relativismo, sino que también podría ser vista como una manifestación de una sensibilidad inherente a la complejidad. Otro trabajo es el de Eric Klinger (1977): Meaning and Void : Inner Experience and the Incentives in People's Lives, sobre el sentido que las personas le dan a sus vidas. Trata sobre las condiciones en las que las personas se sienten sin significado, y las condiciones que erosionan ese propósito vital, afectando la emoción, el pensamiento y la acción. Estas consecuencias, no son en absoluto triviales o superficiales; penetran en el núcleo del ser de una persona, se enrollan alrededor de todas las fibras del cuerpo y el alma. El mismo Edgar Morin (2004) en el compilado: La violencia del mundo, hecho junto con Jean Baudrillard, hace unas reflexiones importantes sobre la naturaleza de la comunicación, exponiendo cómo la información está cooptada por la economía. Estos son temas fundamentales que se exponen en LPV, la novela propuesta como herramienta compleja que integra diferentes realidades y esferas discursivas. Dice Morin: Todo entra en el circuito de la mercancía; en otras palabras, la economía invade todas las áreas humanas. En la actualidad, la explosión de los medios de comunicación posibilita la difusión instantánea de informaciones de un punto a otro

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del planeta. En este sentido lo que caracteriza a la globalización es su aspecto a la vez técnico y económico. También enlaza con el orden político (p.56). Soy sincero, este trabajo para mí será como andar a tientas por la oscuridad, aventurándome dentro el mismo vacío que propongo analizar y exponer. No es fácil escribir un texto de pretensiones novelísticas, mucho menos lo es analizarlo, y todavía menos que lo anterior se conjugue en una misma persona. Pido de antemano su indulgencia y su perdón.

Conceptos y términos claves. Complejidad, vacío, literatura, pensamiento complejo, posmodernidad, era del vacío, racionalización, integración de saberes, psicología, psicoanálisis, hermenéutica, metarrelato, cultura, principio de recursividad, principio dialógico, principio hologramático, yo, deseo, narcisismo, periodismo, lenguaje, comunicación.

Objeto de estudio, su ubicación, delimitación y justificación. El objeto de estudio, es un análisis de la literatura como una estrategia de integración discursiva, donde se evidencie la capacitad de los textos literarios para configurar una realidad compleja, que devela aspectos sociales, psicológicos, culturales, políticos y económicos. Para ello, se hace un primer acercamiento con LPV donde se traduce la esencia del pensamiento complejo desde la creación literaria. En un segundo momento, se plantea un análisis complejo y hermenéutico de la novela, similar al que hizo Umberto Eco en Apostillas a El nombre de la rosa, como guía y reflexión académica del ejercicio literario. En el texto de análisis de LPV, se busca evidenciar la posibilidad de reconocer la literatura como estrategia para integrar discursos, construyendo el aparato teórico en forma de memoria que tiene una estructura por capítulos, que aborda la complejidad como cambio de paradigma; la literatura como mecanismo complejo; ejemplos de cómo la literatura fortalece la memoria y la inclusión; la identificación de los procesos globales, tendencias, generalidades y las variantes de comprensión que sustenten y definan, desde la teoría del pensamiento complejo y la hermenéutica, la naturaleza del escrito; la caracterización de la novela y el planteamiento de

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su lógica epocal (la era del vacío), para así darle valía académica y que el texto en su conjunto, pueda funcionar como tesis doctoral.

Descripción y planteamiento del problema La literatura es un órgano complejo en cuya naturaleza se pueden rastrear las lógicas y realidades económicas, políticas, sociales y psicológicas de cualquier época y de cualquier punto cardinal. Ejemplos como los de García Márquez, José Eustasio Rivera, Dostoievski, Tolstoi, Proust, Joyce, Balzac, muestran cómo la literatura bombea significados, que sin ser literales y sólo históricos, permiten revelar verdades que pudieran dar sentido al cúmulo de realidades, que definen y significan la vida. Desde ahí la pertinencia de la siguiente interrogante científica: ¿Cómo la literatura despliega un aparato complejo que integra y potencia las múltiples realidades discursivas, mediante la creación y el análisis complejo de una novela?

Hipótesis La literatura, es una entidad integradora per se, en cuya concepción, se manifiesta de manera natural la posibilidad que tiene la teoría del pensamiento complejo para la integración discursiva. Desde la literatura, se pueden evidenciar los diferentes discursos sociales, culturales, políticos, económicos y psicológicos, cuyas propiedades emergentes, definen un panorama y la lógica subjetiva de una época.

Objetivo general Valorar desde la creación literaria, la capacidad de la literatura para la integración discursiva, identificando el potencial que tiene el ejercicio escritural, para reflejar y dar cuenta de múltiples realidades.

Objetivos específicos 1. Construir una novela en cuya historia, se vean reflejadas las inquietudes, observaciones y reflexiones del autor, frente a la manera como se concibe el periodismo y las comunicaciones.

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2. Revelar las relaciones de la teoría del pensamiento complejo con la literatura, a través de un análisis hermenéutico-complejo de varios textos literarios, entre ellos La persistencia del vacío. 3. Identificar y analizar algunas novelas donde se reconozcan procesos de memoria e inclusión. 4. Develar las propuestas de la novela La persistencia del vacío, su estructura narrativa, y las múltiples realidades que definen su época y su lógica. 5. Elaborar, a manera de aproximación, un aparato teórico que dé cuenta de la era del vacío y la posmodernidad, para que se integre con la novela y que le sirva de extensión, y así poder injertar la investigación académica con la creación estética.

Tareas científicas. Un estudio teórico─metodológico de esta naturaleza, requiere concretarse en las siguientes tareas científicas, a saber: 1. Estudio de orientación bibliográfica. 2. Elaboración del marco teórico─metodológico, incluyendo los conceptos y términos claves. 3. Determinación de los conceptos centrales, operativos y sus relaciones. 4. Análisis hermenéutico de textos y elaboración posterior de las conclusiones.

Métodos y procedimientos lógicos. Esta investigación, es de carácter descriptivo - explicativo. Según Hernández, Fernández y Baptista (1997), frecuentemente, el propósito del investigador es describir situaciones y eventos. Esto es, decir cómo es y se manifiesta determinado fenómeno. Los estudios descriptivos, buscan especificar las propiedades importantes de personas, grupos, comunidades o cualquier otro fenómeno que sea sometido a análisis. Naturalmente, dado su cauce complejo, la descripción y la explicación interaccionan recíprocamente. Esta investigación es de carácter cualitativo. Su propósito está encaminado hacia la comprensión de un determinado contexto, más que su generalización, encargándose así de

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describir los aspectos interesantes del fenómeno estudiado, permitiendo a su vez la evaluación de sus atributos, propiedades o características (Pérez, 2004). En el proceso investigativo, se hace uso de las siguientes herramientas metodológicas: ─Método hermenéutico, en la medida que es una investigación de carácter teórico, fundada en la interpretación de textos. ─Método comparativo, a través de los análisis comparativos de teorías y visiones en torno a literatura, la teoría del pensamiento complejo de Morin y la posmodernidad. ─Procesos lógicos analítico-sintéticos, inductivo-deductivos, generalización. Y otros, en correspondencia con el objeto investigativo, pues se parte de la premisa de que el método se construye en el proceso mismo, sin perder de vista los referentes ontológicos, históricos y culturales.

Novedad científica. La novedad de este trabajo, es la de concebir la literatura como una forma de integración discursiva compleja, pero haciéndolo desde la literatura misma, partiendo desde el ejercicio creativo para luego dinamizar el análisis desde la complejidad, haciendo un ejercicio metacognitivo, a la vez que teórico. Aquí radica la novedad científica de la tesis, ya que sienta las bases para una concepción integrada de la literatura como sistema y herramienta compleja de expresión estética, pero que va más allá del análisis discursivo y científico, posibilitando dentro de las bases teórico – metodológicas, la concepción de la literatura como un organismo dinámico y posibilitador, que integra y expone múltiples discursos. Esto significa que en la presente investigación, la novedad científica no se reduce sólo a la concepción de una literatura, sino además, a su complejización, a la forma como se puede integrar con otros discursos. Estructura de la tesis. La investigación que constituye la segunda parte de esta tesis doctoral, se estructura de la siguiente forma: Una introducción general que preside a la tesis, donde se desentraña el estado del arte del objeto investigativo o marco teórico, así como el corpus teórico.

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En el capítulo primero: ―Cambio de método: Complejidad”, se revela la evolución del pensamiento científico hasta converger en el pensamiento complejo, superando las nociones cartesianas y disyuntivas desde las cuales se concibe lo verdadero y válido, proponiendo una alternativa convergente que reconoce los vínculos, incertidumbres, interacciones y

diferencias. Todo el capítulo versa sobre la esencia del pensamiento

complejo, basada en la propuesta de Edgar Morin. Se develan las particularidades de la literatura, y cómo el lenguaje desde una concepción estructuralista - compleja permite ver la literatura desde su función narrativa y significante. Se comienza a relacionar la literatura con la teoría del pensamiento complejo, revelando el punto central de este trabajo y las posibilidades de la literatura. También se abordan cuatro textos particulares: Si esto es un hombre de Primo Levi, El libro de los susurros de Varujan Vosgonian, La ceiba de la memoria de Roberto Burgos Cantor y La escritura o la vida de Jorge Semprún, como posibilidades de inclusión, rescatando el papel de la memoria y sobre todo el papel de la literatura como mecanismo para la resolución de conflictos, la autodeterminación y el reconocimiento del otro para combatir el olvido, la barbarie y el horror. En el capítulo segundo titulado: ―Hermenéutica y complejidad; análisis del vacío” versa sobre el análisis de La persistencia del vacío y la importancia de la hermenéutica y la teoría del pensamiento complejo, comenzando por Morin y complementando el análisis desde autores como Heidegger, Saussure, Schleiermacher, Ricoeur entre otros, sobre el oficio del protagonista de LPV y algunas consideraciones sobre el periodismo actual. Igualmente, se profundiza sobre el contexto en el cual está escrita la novela, a la vez que se conceptualiza y significa el vacío desde los postulados de Gilles Lipovetsky, y autores como Lyotard, Baudrillard y Jameson. En el capítulo tercero: ―El discurso vacío de Mario Levrero: Estructuración del deseo y la imposibilidad del vacío en el espacio literario; relación e influencia con LPV‖, se analiza la obra El discurso vacío del uruguayo Mario Levrero, fundamental en la construcción de LPV, con una mirada desde el psicoanálisis, especialmente desde la pulsión de los deseos, su configuración y la demarcación del yo del protagonista, ahondando en el análisis de la imposibilidad de una escritura que el autor quiere proponer desde el inicio desde el vacío total, deteniéndose en los juegos textuales que alimentan la novela, y cómo

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éstos enriquecen la lectura y la necesidad de un lector cómplice que acepte el reto novelístico. Luego se plantea la relación entre El discurso vacío y LPV, con una serie de reflexiones sobre el protagonista, conectando con la teoría del pensamiento complejo de Morin y el psicoanálisis.

1. Cambio de método: Complejidad1 “A un hombre, ¿cuánto tiempo más o menos le dura una verdad? No mucho más que un par de botas. Sólo los mendigos no las cambian nunca. Pero como ahora te encuentras integrado a la vida, tienes que renovarte continuamente pues la plenitud de una existencia se mide por la suma de errores almacenados según la cantidad de ex verdades.” (Cioran, 1996, p.32)

Durante siglos, la parcelación de la realidad, la constitución de islas y nichos del saber que instauraban banderas provisionales de certezas, permitió al ser humano ―conocer‖, pero a costa de la deshumanización misma del conocimiento. Serres (2004), nos advierte sobre la paradoja de un conocimiento que no pone en relación el individuo con el objeto, hasta tal punto que esa soledad, ese desconocimiento, deriva hacia el delirio y el error, alimentado por un conjunto creciente de investigadores que se controlan entre ellos desde la división de sus saberes y sus especialidades. Si estamos posicionados desde un paradigma positivista, la realidad puede ser medible cuantificable, falseable y comprobable. La ciencia reduccionista, que ve la realidad de manera fáctica, se ha dogmatizado de tal manera, que presenta verdades impuestas para ser creídas por una comunidad fiel, como si la ciencia existiera a priori, planteando ideas que no aceptan ningún tipo de crítica. El progreso científico y tecnológico debe ser objeto de crítica racional; si en cambio es objeto de ciega e intolerante fe, ya no es ciencia. El desarrollo científico y tecnológico plantea, en su curso, problemas y también peligros, y sólo es progreso si, al continuar avanzando, retorna al mismo tiempo continuamente sobre sus pasos para superar, con los instrumentos elaborados por el mismo, las insidias creadas por su propio proceder (Magris, 2008 p. 165).

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Parte de este capítulo fue publicado por la Revista Complejidad No 19. Abril a Junio de 2013 ISSN 1853-8118. [12-30] Artículo titulado: Estética de la Complejidad y Literatura del Vacío.

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No se pueden negar los innumerables aportes del conocimiento científico positivista, y cómo estos, redundaron en la mejora de la calidad de vida del hombre. Pero, tornar la vida linealmente, pretendiendo reducirla a su más pura y tácita expresión, es ver el ser humano como un objeto de conocimiento, predecible, básico, y lo peor, prescindible; y al mundo como un cúmulo organizado de datos, cifras y certezas develadas o aún por descubrir. Resistiéndose a la incertidumbre y el caos, el método cartesiano posibilitó la organización metódica, estructurada y organizada del saber, y sobre todo, de la forma cómo sabemos y de cómo podemos conocer. Sin embargo, es poco científico olvidarse de que existen también cosas tales como un accidente imprevisible, la fragilidad del ser humano o una máquina que se estropea, o de que pueden producirse en el caso de las manipulaciones genéticas desarrollos y consecuencias que tal vez hoy la ciencia, no es capaz de prever y que, si es una verdadera ciencia, debe darse cuenta de que tal vez todavía no sea capaz de prever (Magris, 2008, p.166). En la obra de teatro del poeta y dramaturgo Bertolt Brecht (1956), sobre la vida y obra de Galileo Galilei, el protagonista cerrando la obra exclama: Mi opinión es que el único fin de la ciencia debe ser aliviar las fatigas de la existencia humana. Si los hombres de ciencia, atemorizados por los déspotas, se conforman solamente con acumular saber por el saber mismo, se corre el peligro de que la ciencia sea mutilada y que vuestras maquinas solo signifiquen nuevas calamidades. Así vayáis descubriendo con el tiempo todo lo que hay que descubrir, vuestro progreso sólo será un alejamiento progresivo de la humanidad. El abismo entre vosotros y ella puede llegar a ser tan grande que vuestras exclamaciones de júbilo por un invento cualquiera recibirán como eco un aterrador griterío universal (p.102). La realidad, se ha exhibido en cifras: cuántos muertos, cuántos heridos, cuántos desempleados, qué edad, qué frecuencia, qué porcentaje, siendo el reducto cuantitativoempírico-analítico-racionalista de las ciencias naturales que se extrapola de manera grosera y directa a las ciencias sociales. La ciencia, le ha legado al mundo avances importantes en medicina y física, pero también ha erigido máquinas para crear muerte y silencio. ¿Para qué describir si no podemos comprender? ¿Para qué predecir si no podemos atender? ¿Para qué la cifra, cuando ésta carece de voz y no se relaciona con lo que realmente dice, no se relaciona con las otras realidades que pretenden ir más allá de ese número simbólico? ¿Qué pasa con las enormes brechas e intersticios de aquello que no sabemos; aquello que escapa

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a la observación, a la identificación de variables, a la generalización burda y castrante? ¿Qué pasa cuando las islas no se comunican entre sí y dan versiones propias de fenómenos comunes, valiéndose de lenguajes y construcciones semánticas particulares, que pudieran apuntar a lo mismo, pero que entran en contraposición sin poder aportar verdaderamente al conocimiento? ¿Qué pasa cuando los fenómenos no se descubren con el método tradicional, y es necesaria una nueva perspectiva que abogue por la convergencia sin desconocer la divergencia? ¿Quién puede asombrarse entonces de que, en la actualidad, la cuestión del derecho natural dependa estrechamente de la ciencia, que describe además la situación de los grupos en el mundo? Pues, además, ese colectivo científico, minúsculo subconjunto de la gran placa, también tiene ante si otros colectivos con los que mantiene relaciones clásicas, consensuales o agresivas que hay que regular mediante contratos ordinarios (Serres, 2004, p.43). Heidegger (1997) también nos dice lo siguiente: La investigación científica realiza ingenuamente y a grandes rasgos la demarcación y primera fijación de las regiones esenciales. Aunque el peso de la investigación tiende siempre hacia esta positividad, su progreso propiamente dicho no se realiza tanto por la recolección de los resultados y su conservación en ―manuales‖, cuanto por el cuestionamiento de las estructuras fundamentales de la correspondiente región, impulsado generalmente en forma reactiva por el conocimiento creciente de las cosas (p.20) Durante siglos la ciencia natural positivista, le ha legado a la humanidad certezas tranquilizadoras que van, como barcos a la deriva, por un mar agitado y temido de incertidumbres. Le hemos temido a esa incertidumbre, y bajo la inmensidad silente y solitaria; impredecible y caótica del universo, eso parece un despropósito, por no decir una ridiculez. Hemos atomizado la palabra, pretendiendo mediante la sílaba, entender el sentido de la oración. Hemos aprendido a costa de nuestra propia humanidad, cosificando el ser humano, volviéndolo un producto disyuntivo. ―El saber no es producido para ser articulado y pensado sino para ser capitalizado y utilizado de manera anónima‖ (Morin, 2006, p.25), Introyectar la teoría del pensamiento complejo, como posibilidad de ver, vivenciar, y por qué no, transformar esa realidad impredecible y múltiple, aportará de manera significativa, a la solución de las problemáticas más urgentes que nos atañen. Por perseguir la validez metódica, hemos sacrificado una parte importante de la coherencia que brindaría un conocimiento integrador y múltiple. Habermas (1999) nos habla sobre la validez:

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Las pretensiones de validez, que a la manera de pretensiones jurídicas, conciernen a las relaciones entre personas y que tienen como meta que se las reconozca intersubjetivamente, versan sobre la validez de expresiones simbólicas (…)De ahí que parezca puesto en razón considerar una pretensión de validez como un fenómeno complejo y derivado, que puede reducirse al fenómeno subyacente del cumplimiento de las condiciones de validez de las oraciones (p. 406). Al respecto Prigogine (1983) también nos comenta: Es cierto que, independientemente de nuestra apreciación final de estos complejos problemas, el universo en que vivimos posee un carácter plural y complejo. Desaparecen estructuras, como en los procesos de difusión, pero aparecen otras estructuras, como en biología y, con mayor claridad aun, en los fenómenos sociales. Por lo que sabemos, algunos fenómenos están adecuadamente descritos por ecuaciones deterministas como sucede con los movimientos planetarios, pero otros, como la evolución biológica, implican procesos estocásticos. Incluso un científico convencido de la validez de estas descripciones deterministas dudaría seguramente en inferir que, desde el momento primigenio de la Gran Explosión cósmica, esta conferencia estaba ya escrita en las leyes de la naturaleza (p.7). Etimológicamente, la palabra complejo deriva del vocablo latino complexus, que significa: "lo que está tejido junto". No necesariamente esto representa una complicación o un enredo de aquello que constituye los fenómenos de la vida misma. Concienciar esto, significa vindicar aquello que nos une como especie, a la vez que reconoce aquello que nos hace distintos. A ojos de un observador inteligente, la complejidad es el: ―tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares que constituyen nuestro universo‖ (Morin, 1995, p.4) tanto micro como macro, y no la denominación de aquello complicado, que no tiene nombre ni solución. ―La respuesta correcta a una metodología autoritaria y dogmática no es la antimetodología sino una metodología que ayude a buscar la verdad profunda y a evaluar propuestas de reforma o de revolución en materia de conocimiento‖ (Bunge, 1983, p.9) El pensamiento complejo difiere del método tradicional, precisamente por el cambio de paradigma: ―no se trata de obedecer a un principio de orden ─excluyendo el desorden─, de claridad ─excluyendo lo oscuro─, de distinción ─excluyendo las adherencias, de participaciones y comunicaciones─, de disyunción ─excluyendo al sujeto, antinomia la complejidad─ (…) se trata por el contrario, a partir de un principio de complejidad, de unir lo que estaba disjunto‖ (Morin, 2006, p.37). Sin ser un dogma, permite visibilizar las carencias del pensamiento positivista tradicional que tiende a ser reduccionista, claro, sin

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desconocer sus aportes, potenciando, cristalizando y tejiendo los puentes entre los diversos saberes, permitiendo que emerja de manera crítica, el pensamiento que responda a las problemáticas actuales.

1.1. Lenguaje y literatura William Ospina (2013), el gran escritor y ensayista colombiano, en su columna de opinión del diario El Espectador dice: Ya los funcionarios del poder planetario no hablan de cómo combatir el cambio climático sino de cómo adaptarse al cambio climático; los teóricos de economía no advierten que la causa del caos es un orden de prioridades absurdo, donde los seres humanos son el problema y lo que hay que salvar es el modelo financiero; los países están sentados sobre la bomba de tiempo de la locura nuclear, de la banca insaciable, de la democracia secuestrada por la plutocracia; y los medios sirven en el plato raciones crecientes de trivialidad cotidiana y de conformismo (párr. 6). En una sociedad gobernada por hombres para hombres, las actuales formas de gobierno, convierten en cifras y datos un mundo absolutamente deshumanizado, donde lo urgente se aboca sobre lo importante, donde la economía y la política se priorizan como imperativos de bienestar por sobre la educación y la salud. El pensamiento complejo, sin ser la receta médica para aliviar los males posmodernos, sí permite problematizar y generar alternativas integradoras que den cuenta y privilegien lo que de verdad es importante, en un mundo acostumbrado a falsear o comprobar hipótesis, a privilegiar conocimientos que están difusos a una tonalidad gris, en el baricentro de una postura ideológica, o que están sujetos a meras posturas personales sin ningún peso, sin ninguna relevancia. Para el pensador italiano Claudio Magris (2008), la tragedia y la dignidad humana, estriban en el hecho de que no existe una respuesta preconstruida a los dilemas; lo que existe es una búsqueda difícil, no exenta de riesgos, incluso morales, que sin caer en un relativismo cultural y social que legitime la barbarie, permitan comportarnos consecuentemente bajo premisas universales que no tienen que ser inamovibles. El hombre es el único capaz de pasar de los balbuceos al metalenguaje, es decir, sujeto al desarrollo y al crecimiento de su propio ser, a los caprichos de su propia biología, es el único que pasa de los simples fonemas y sonidos primarios, a dialogar y problematizar sobre el lenguaje mismo; a pensar y re-pensar, a ser consciente de su propia humanidad y

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su propia forma de comunicar; utiliza un medio para hablar y modificar el mismo. El lenguaje es dinámico, no sólo nomina, también crea y se crea en el proceso. Wittgenstein (1999) denomina al proceso de los usos de palabras como: ―juegos de lenguaje‖; al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que el lenguaje está entretejido. Las palabras, responden a unos usos, y esos usos están determinados por el contexto que es múltiple, de ahí, el lenguaje y las palabras mudan de piel, significan de acuerdo a una comunidad hablante, se construyen y se deconstruyen a la manera que propone Derrida (1989) desde una referente histórico y metafórico, de ―una reflexión que se ejerza más positivamente en diferentes campos, en diferentes niveles de la escritura en general, en la articulación de la escritura en el sentido corriente y de la huella en general‖ (p.315). Según Habermas (1999) ―los actos de habla orientados hacia el entendimiento están insertos siempre, según lo dicho, en una red compleja de referencias al mundo‖ (p.394).El lenguaje se desarrolla y se va a estructurando de lo simple a lo complejo, ejemplificando de manera perfecta la naturaleza de un proceso complejo, que se configura como un todo recursivo que es más que la suma de sus partes. Inmerso en la complejidad, el lenguaje humano se vale tanto de vericuetos simples aunque contundentes, formas mundanas para decir y expresar algo, como una mirada, un grito o una caricia, así como complejos códigos y estructuras lingüísticas que hacen de un fonema una palabra, luego una frase y luego una idea que puede convertirse en una elaborada narración novelística. Acá se reevalúa ahora la parte, como elemento fundamental y determinante sin la cual ese todo no tendría sentido y coherencia. Pasamos de balbucear fonemas a poder construir, gracias al lenguaje, algo tan elaborado y complejo como El Quijote o el Decameron. El hombre es el único capaz de poner en contexto y dar cuenta de ése contexto desde su propio lenguaje. La conciencia de que el lenguaje presenta un doblez (denotación explícita /connotación implícita) es, probablemente, tan antigua como la conciencia misma del lenguaje. Es casi imposible no notar que, además de decir algo explícitamente, las palabras quieren decir algo más, algo que pasan como de contrabando, que dicen (o intentan decir) sin decirlo explícitamente pero albergándolo en su interior (Ramos García, 2006, párr. 46). ¿Quién ha podido pasar indemne frente a una obra artística aunque sea una sola, y decir que no se ha conmovido en lo más mínimo? Quizá muchos, quizá todos, pero la experiencia estética de una obra como la literaria, abjura de las tasaciones y las estadísticas.

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¿Cuánto puedo estar conmovido, afectado, escandalizado o ansioso por una novela que representa, que pone en la palestra una arista de la existencia que antes no había sido contemplada por el sujeto? ―Una experiencia es designada como estética cuando la persona que la experimenta pone entre paréntesis su finalidad específica para apreciarla en tanto que fuente de placeres no utilitarios‖ (Pavel, 2005, p. 342). No hay nada menos utilitario que una obra literaria; utilitario adscrito a un sentido de utilidad material, económica; una utilidad en la dirección del indolente progreso industrial. La literatura, se mueve por otras aguas, se avienta por otros territorios, y su utilidad, puede conciliar esos conflictos de la vida y la psique que tanto genera el afán por la otra ―utilidad‖. Puede trazar la zona limítrofe de una existencia, define los inicios, congrega los finales, le da sentido a las mañanas, alivia las noches y concilia los dolores. ―Comparada con la conducta práctica y orientada decididamente hacia la finalidad de las cosas y de los comportamientos, la actitud estética, pese a su doble orientación subjetiva, y objetiva, aparece, con razón o sin ella, como indebidamente teñida de subjetivismo, o incluso de egocentrismo‖ (Pavel, 2005. p. 342). No por ese carácter subjetivo, se puede afirmar que la actitud estética no es válida. Habermas plantea que no se pueden delimitar parcelas, ni definiciones nominales en el lenguaje, que el concepto de validez de un texto, es imposible explicarlo separando el concepto de desempeño de la pretensión de validez que el texto plantea. ―El análisis de las condiciones de validez de las oraciones nos empuja de por sí a un análisis de las condiciones del reconocimiento intersubjetivo de las correspondientes pretensiones de validez‖ (Habermas, 1999,p.406), es decir, el análisis de la validez estética, remite al análisis del contexto, de los espacios de construcción semántica que le dan sentido a las palabras y que funcionan, ya no en el lenguaje sino en los lenguajes que construyen múltiples realidades, que no son inmutables pero sí son sensibles y reales desde su misma intangibilidad y dinamismo. Por eso, es posible comprender la experiencia literaria como un estado que está siempre presente cuando el sentido de la existencia de los seres humanos se expone. El acto estético, se valida en la posibilidad de confrontar, de incomodar al sujeto y llevarlo al límite de sus preceptos, como lo que hace el científico y artista alemán Gunther Von Hagens, famoso por su proceso de plastinación de cuerpos de humanos y animales; o como las artistas Marina Abramovic y Orlan que, con sus provocadores performance,

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cuestionan la concepción del sujeto en el espacio de su propio cuerpo, para relacionarse de manera diferente con una realidad que puede ser hostil y asfixiante, una realidad semejante a la de alguien al otro lado del mundo, que puede sentirse identificado con esa forma de representación. El mismo Marqués de Sade puede, desde la literatura, demostrar cuánto poder e incomodidad genera lo textual, al cuestionar el sentido existencial de lo corpóreo y lo sexual. El cúmulo de realidades que poseen cargas significantes e históricas, hacen de cada lectura, una experiencia distinta, siendo consecuente con el acto estético, donde hay parámetros que no son técnicos ni metódicos, pero sí supeditados a un orden que no es ni milimétrico ni exacto, estando más emparentados con el recurso sensible y las propiedades emergentes que plantea la teoría del pensamiento complejo. Ricoeur (1997) desarrolla el concepto de función narrativa. En este, aparecen tres preocupaciones principales. La primera, es la de preservar la amplitud, la diversidad y la irreductibilidad de los usos del lenguaje. Ricoeur se une a aquellos filósofos analíticos que se resisten a aceptar el reduccionismo según el cual las ―lenguas bien hechas‖ habrían de valorar la pretensión de sentido y de verdad de todos los usos no ―lógicos‖ del lenguaje; una segunda preocupación, es la de reunir las formas y modalidades dispersas del juego de narrar; la tercera preocupación, ofrece la posibilidad de hacer menos inabordable la problemática de la temporalidad y de la narratividad: la de poner a prueba la capacidad de selección y de organización del lenguaje mismo, cuando éste se ordena en unidades de discurso más largas que la frase a las que podemos llamar textos. Esta ordenación de unidades, puede dar cuenta del ejercicio literario dentro de una posibilidad histórica, donde, mediante el ejercicio dialógico entre lector y texto, emerge un nuevo sentido; se construye un nuevo espacio de significados. Foucault (1994) se pregunta entonces qué es literatura; manifiesta que la respuesta está en la pregunta misma, en la imposibilidad de definir con precisión lo que es literatura; en su carácter problémico, indeterminado y difuso. En relación con la pregunta, Foucault distingue tres cosas particulares. Primero, identifica el lenguaje como el murmullo de todo lo que se pronuncia y es, al mismo tiempo, el sistema transparente que hace que cuando hablamos se nos comprenda. Para él, el lenguaje es todo el hecho de las hablas acumuladas en la historia, y además, el sistema mismo de la lengua. Segundo, menciona la obra como la configuración del lenguaje que se detiene sobre sí, que se inmoviliza, que constituye un

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espacio que le es propio, y que retienen en ese espacio el derrame del murmullo; es decir, la posibilidad de fijar el lenguaje; tercero, la literatura propiamente dicha, definida como la vertiente por el que pasa la relación, tanto del lenguaje, como de la obra. No se puede definir la literatura per se como un sistema definido y preconfigurado; más sí como un conjunto precisamente complejo, compuesto por el lenguaje y la fijación misma del lenguaje ─obra─, que define y se apropia de una historia y una narración, y la familiariza en un lenguaje tradicional, que da cuenta de unas costumbres cotidianas, pero que pudieran también dar un sentido distinto ─contrasentido─, al lenguaje dominante y de poder.

1.2. Integración discursiva; las posibilidades estéticas y propositivas de la literatura No soy yo el que sufre en el mundo, sino el mundo el que sufre en mí. El individuo existe sólo en la medida en que concentra los mudos dolores de las cosas desde un harapo hasta una catedral. E, igualmente, el individuo sólo es vida en el instante en que, del gusano a Dios, las criaturas gozan y gimen en él. (Cioran, 1996, p.64)

Una obra literaria debe ponerse en contexto, tiene que leerse a la luz de los referentes sociales y culturales que representa y le dan valía. Expone una serie de situaciones que la validan, no sólo como acto estético propiamente dicho, sino, como un fenómeno susceptible de ser entendido desde el marco de significantes que representa, con condiciones y atenuantes particulares, sin caer en generalizaciones groseras, estériles e inefectivas. ―El método de representación adoptado por las diversas épocas y los diversos géneros depende al mismo tiempo de la naturaleza de las hipótesis antropológicas fundamentales y del peso que se les concede ante las consideraciones de orden social‖ (Pavel. 2005 p. 43). Tomar las historias personales desde el punto de vista de la hermenéutica, significa considerar, que al contar su vida, una persona no sólo describe, a manera de crónica, una serie de situaciones inconexas, sino que, construye un relato en el que se revelan los significados y representaciones, mediante los cuales, está dotando de sentido a sí mismo, a

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sus acciones y al mundo, en este caso, su espacio simbólico. Implica asumir que la historia de vida, es una forma para leer una sociedad a través de un escrito. Jerome Bruner, el autor de Actos de significado, argumenta la necesidad del estudio de la narración, con base en la obviedad con que se suele tomar las narraciones, dada su absoluta presencia en la vida. (Bruner, 1991, p. 55) Edouard Dujardin en su libro Han cortado los laureles, olvidado por la historia, pero rescatado por James Joyce, propone una narración donde la historia no es lo importante. El autor propone una técnica que él mismo denominó monologo interior: un discurso privado, personal e intransferible. ―Se trata de una forma relativamente ordenada de la libre asociación desencadenada en el flujo de conciencia en su forma pura‖ (Gay, 2007, p.189). Dujardin plantea desde el relato, un cambio de paradigma donde la historia y la aventura pasa a un segundo plano, y es la consciencia del individuo, sus narrativas, la materia prima de la historia. El psicoanálisis venia cobrando fuerza en Europa, y la literatura no quedó exenta de esto. La psicología con el estudio de la psique, se injertó definitivamente en la conciencia de la escritura literaria. James Joyce, llevando al límite lo propuesto por Dujardin, con Ulises, la obra cumbre de la modernidad del siglo XX, devela toda la sociedad dublinesa y logra condensarla en su obra, y lo más impactante aún, en un sólo día: el 16 de Junio de 1904. Muestra ―todos los estigmas de lo moderno elevados al mayor grado de subversión: la versatilidad intelectual, la riqueza de las alusiones literarias, el dominio lúdico de otros idiomas, una imaginación acrobática y una voluntad de transgredir las normas que habían regido la escritura durante siglos‖ (Gay, 2007, p.196). Joyce no sólo se conforma con exponer la sociedad, sino que en el proceso, detona el lenguaje mismo En el proceso creativo transforma la escritura desde sus estructuras, pinta un fresco de la sociedad de su época, grafica una axiología que rompe con los valores tradicionales, e instaura una nueva forma de pensar, muy en línea con la apreciación y valoración de la sexualidad, de los procesos intrapsíquicos e inconscientes del individuo, intereses del psicoanálisis que se dan en forma de lenguaje. La literatura, la sociedad y la cultura no serían los mismos luego de su monumental novela. Uno de los conceptos fundamentales a los que debemos recurrir para comprender la relación entre una obra artística, en este caso un escrito literario, con la cosmovisión de un

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―mundo‖ es al idealismo simbólico. Este concepto proviene de la teoría del conocimiento y consiste en considerar que la dimensión de los objetos depende de la actividad del sujeto. Este idealismo es denominado simbólico porque está atravesado por la simbolización del arte, por los procesos de la estética y de la escritura, que le dan sentido a la realidad. Por ejemplo en Marcel Proust, todo recuerdo es una construcción literaria, una novelización que conocemos a través del arte de su narrativa personal e íntima. Tanto el recuerdo como cualquier otra actividad interior son construcciones estéticas, susceptibles de conmover y persistir por sobre los rigores de la historia, aunque Foucault (2008) afirme que toda posibilidad de lenguaje se encuentra evaporada por la transitividad en que el lenguaje se produce (p.10). Inmersos en los relatos y en las narrativas, la novela se configura como una clara posibilidad para establecer puentes entre los conocimientos. ―El acierto de una obra narrativa surge de la convergencia entre el universo ficticio representado y los procedimientos formales que se utilizan para evocarlo‖ (Pavel, 2005, p.41). El escrito literario, dotado de una fuerza y de una seducción mayor a las del discurso científico, permite visibilizar una axiología de vida que representa de manera ingeniosa una idea, un concepto, un hecho histórico o el mundo mismo. Según Pavel (2005), la obra narrativa, en especial la novela, no se contenta con describir la realidad, la reinventa a fin de comprenderla mejor (p. 42). El discurso de Roland Barthes (2003), en la lección inaugural de la cátedra de semiología lingüística del Collége de France, ayuda a entender el concepto y la naturaleza de la literatura, no como un concepto univoco y académico. Su invitación es clara: ―la literatura hace girar los saberes, ella no fija ni fetichiza a ninguno; les otorga un lugar indirecto, y este indirecto es precioso. Por un lado, permite designar unos saberes posibles—insospechados, incumplidos: la literatura trabaja en los intersticios de la ciencia… la ciencia es basta, la vida es sutil, y para corregir esta distancia es que nos interesa la literatura. Por otro lado, el saber que ella moviliza, jamás es completo ni final; la literatura no dice que sepa algo, sino que sabe de algo, o mejor aún: que ella les sabe algo, que les sabe mucho sobre los hombres‖ (párr.7) Barthes (2003) nos permite visibilizar la literatura, no como un acto meramente estético y artístico, sino algo mucho más profundo, amplio y complejo. El autor francés

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entiende por literatura, no un cuerpo o una serie de obras, ni siquiera un sector de comercio o de enseñanza, sino la grafía compleja de las marcas que resultan de la práctica de escribir. Ve en la literatura el texto, es decir, el tejido de significantes que constituye la obra: ―puesto que el texto es el afloramiento mismo de la lengua, y que es dentro de la lengua donde la lengua debe ser combatida, descarriada: no por el mensaje del cual es instrumento, sino por el juego de las palabras cuyo teatro constituye. Puedo entonces decir indiferentemente: literatura, escritura o texto‖ (párr.7). Así está planteada la cuestión de la unidad de la lengua, desde la literatura en este caso puntual, donde se puede identificar un Uno de la lengua, en un sentido amplio que se extiende hasta incluir todos los modelos y todas las modalidades identificatorias, todos los polos de proyección imaginaria de la cultura social. En la lengua, cada región está representada como configuración, como en la política, la religión, las artes, por supuesto en la poesía y en las letras de la literatura (Derrida, 1997, p.28). Dentro de una novela hay momentos que guían al lector, más no representan el desenlace o una moraleja total y consensuada como tal. Estos instantes, vendrían a aportar al análisis de un texto, y lo inherente al impacto que pueda tener en un lector y en la sociedad misma, sabiendo que la obra tiene una estructura temporal y axiológica específica, que no es limitante para el lector, que no importa la época, se conmueva y contempla estéticamente el texto y se deja atravesar por él. ¿Por qué después de cien años seguimos leyendo a Tolstoi, o maravillándonos por los sonetos y los dramas existenciales de Shakespeare; por qué después de tantos siglos, el caballero de la triste figura sigue siendo un referente en la consolidación del castellano como lengua universal, y aún hace parte del relato colectivo, del imaginario social del héroe patético, del hombre fracasado de los grandes proyectos? La literatura facilita la conjunción de saberes. No como una lucha de poderes, mucho menos, como la mezcolanza de informaciones y datos inconexos y entretenidos. Se constituye en el bálsamo que suaviza las coyunturas, permitiendo un dialogo franco de esas muchas formas de saber: el discurso histórico, el científico, el psicológico, el social, y por supuesto, el pedagógico, todo con el fin de entender los retos del hombre, y específicamente, para propender por discursos incluyentes y diversos. Por ende ¿no es válido usar la literatura para hablar del hombre y de la sociedad, de la forma como resuelve

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sus conflictos, de la forma como desarrolla y confronta sus cambios, para poderse permitir entender mejor la vida? ¿Puede y debe la literatura aportar a esto? Derrida (1997) manifiesta respecto a la literatura francesa: Me sentí como arponeado por la literatura y la filosofía francesa, una y otra, una u otra: flechas de metal o de madera, cuerpo penetrante de palabras envidiables, temibles, inaccesibles aun cuando entraban en mí, frases de las que había que apropiarse y a la vez domesticarlas, engatusarlas, es decir amarlas inflamándolas, tal vez destruirlas, en todo caso marcarlas, transformarlas, cortarlas, recortarlas, forjarlas, incorporarlas al fuego, hacerlas volver de otra manera; dicho de otra manera, así en uno mismo. (p.43) La literatura, al igual que el lenguaje, está provista de vida. Es un organismo pluridimensional cuyas fronteras cada vez están más lejos de divisarse. Foucault (2008), habla de la necesidad de reconvertir el lenguaje reflexivo para dirigirlo, no hacia una confirmación interior; él define esto como una autocomplacencia, una especie de certidumbre central de la que no puede ser desalojado el lenguaje, sino más bien, hacia un extremo en que necesite refutarse constantemente, para que no vea surgir la positividad y que alcance el límite de sí mismo. La literatura no debe ser complaciente, ni mucho menos presentar un método racional infalible. La literatura, debe ser el lugar donde las palabras y los significados se despliegan indefinidamente. Todo conocimiento es inacabado, imperfecto, la complejidad también lo es, ―como en el gesto de escribir las tentativas por formalizar el lenguaje, en el estudio de los mitos y en el psicoanálisis, en la búsqueda incluso de ese Logos que es algo así como el acta de nacimiento de la razón occidental‖ Foucault, 2008, p. 15). La literatura, como organismo complejo, no es no es única ni indivisible, ―el hecho de que el mismo ser se transforma a lo largo del tiempo como lo muestran admirablemente En busca del tiempo perdido y, sobre todo, el final de El tiempo recobrado de Proust, todo ello indica que no es solamente la sociedad la que es compleja, sino también cada átomo del mundo humano‖ (Morín, 1995, p.8).

1.3. Dialogismo y construcción emergente entre lector y texto

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Según Wolfgang Iser (1995), la obra literaria tiene dos polos que podríamos llamar el artístico y el estético: el artístico se refiere al texto creado por el autor y el estético a la concretización llevada a cabo por el lector (p.216). La construcción de lector a través del intercambio dialógico entre éste y el texto literario, genera procesos que posibilitan la identidad del individuo como ser social y cultural. La recepción de la obra por parte de ese lector que interpreta el texto con base en unos significados propios, permite una concepción más precisa de las estrategias textuales que pueden viabilizar el ejercicio hermenéutico, permitiendo al sujeto-lector, cuestionar su realidad y a sí mismo. Por ende, no todos los textos generarán el mismo impacto. Ahí es donde el ejercicio dialógico emerge, cuando las voluntades, tanto del lector como del texto, se tocan en la lectura. Por eso es muy importante contextualizar; dotar la lectura con un sustrato histórico, que permite facilitar el proceso dialógico de construcción del sujetolector, que la dota de sentido. En La peste, Albert Camus sitúa los acontecimientos de su novela en una fecha indeterminada de los años cuarenta del siglo pasado, en Orán, ciudad argelina, donde una peste se abate sobre la población y comienza a minar no solo los cuerpos sino los espíritus; lleva al límite a sus pobladores tanto física como psicológicamente en su lucha por sobrevivir a la plaga. Pero la grandeza de la novela, no radica en la forma como hila la historia y desarrolla los personajes, lo grande del libro, es lo que se permite referenciar históricamente frente al germen de la guerra. La metáfora cobra absoluto sentido, y ya no hablamos de la peste como enfermedad física, sino como el destino de los hombres condenados a matarse a sí mismos por siempre: a guerras absurdas, imprevistas y contundentes. Camus (1999) dice: Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir a una ciudad dichosa (p.254). Con esas palabras contundentes, Camus sentencia el destino de los hombres, un destino que mira al pasado, que se sumerge en el presente salino y herrumbroso de la posguerra. El libro, cabe recordar, fue publicado por primera vez en 1947, en una Europa sumida en la crisis, con jaqueca y miseria, tratando de comprender lo recién sucedido. Nietzsche (2000) sabía lo importante que era hacer este ejercicio histórico, no desde la

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objetividad, sino desde la potencia artística, desde una alta elevación creadora, ya que sólo ―desde la más poderosa fuerza del presente se puede interpretar el pasado‖ (p.102). Camus fue más allá con su maravillosa obra El extranjero, escrita antes que La peste. Camus expone al hombre indiferente, el hombre excluido de todo progreso y referente social: el hombre que es extranjero del mundo; el exiliado de la sociedad y de sí mismo. El personaje principal es el referente perfecto que anticipa al hombre deshumanizado que trata de reconstruirse desde los vestigios de la guerra; el hombre abandonado de la posguerra. No podemos comprender un texto en un instante particular, pero ―lo que primeramente aparecía como una pura desventaja frente a nuestros actos de percepción, se muestra ahora como un modo de comprensión que permite organizar el texto en un proceso de lectura, como una escisión permanente y una fusión de sus horizontes interiores‖ (Iser, 1987, p.182). Estos horizontes interiores, pueden también dar cuenta de la forma como se comprende y se configura el conocimiento socio histórico, desde un marco de referencia personal. Como lectores, a través de la literatura reconstruimos el tejido de significantes y le damos sentido a un hecho histórico como fue la segunda guerra mundial y la posguerra. La peste y El extranjero, sin ser libros históricos, permiten atestiguar parte de la época y parte del mapa sociohistorico de una sociedad sumida en el caos y la locura desde el horizonte interior del autor. Acá, tanto la literatura como la historia, están al servicio de la vida como dice Nietzsche, y no a una historia objetiva, inamovible; a la versión oficial, porque ese predominio excesivo de historia desmorona a la vida y la degenera, arrastrando a la historia misma (Nietzsche, 2000). Esa percepción de algo Real Histórico, en términos de una narración, es una operación ideológica básica en virtud de la cual un conflicto que enfrenta a grandes fuerzas sociales, se reelabora desde las coordenadas de un drama personal (Zizek, 2008). La literatura conjuga el discurso histórico. La literatura es importante porque hace girar los saberes, porque no fija ni fetichiza a ninguno; les otorga un lugar indirecto. Por un lado, permite designar unos saberes posibles, la literatura trabaja en los intersticios de la ciencia, siempre retrasada o adelantada con respecto a ella (Barthes, 2003). Hay grandes títulos donde la literatura, ha servido como catalizador y mecanismo terapéutico para ayudar al individuo a enfrentar sus padecimientos y fantasmas. Harold

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Brodkey en Esta salvaje oscuridad, narra su vida desde el momento en que le dicen que va a morir. Cuenta, a manera de diario personal, sus días finales desde que el sida comienza a carcomer su cuerpo. Es un relato valiente donde la narración se impone a la muerte misma. Podemos citar también a Christopher Hitchens con Mortalidad, sobre cómo su lucidez intelectual permanece pese a la inminencia de la muerte; Primo Levi y sus inolvidables relatos sobre su experiencia en Auschwitz, donde con lenguaje mesurado y preciso, nos enseña el poder del relato para redimir la humanidad perdida; Aleksandr Solzhenitsyn haciendo un ejercicio similar al de Levi pero con las Gulag de Stalin en esa monumental obra llamada Archipiélago Gulag; el colombiano Roberto Burgos Cantor con La ceiba de la memoria, un doloroso fresco sobre la esclavitud, sobre los sufrimientos humanos y la libertad; Varujan Vosgonian con El libro de los susurros, el testimonio sobre la primera gran matanza del siglo XX. Como estos breves ejemplos, algunos de los cuales se analizarán más adelante, hay miles más en donde la literatura combate el olvido, incluye y fortalece la memoria, integra los saberes, complejiza la narrativa y testifica la condición humana que prevalece por sobre la mísera. El llamado de Prigogine (1983) es claro: ―un diálogo entre ciencias naturales y ciencias humanas, incluidas arte y literatura, puede adoptar una orientación innovadora y quizá convertirse en algo tan fructífero como lo fuera durante el periodo griego clásico o durante el siglo XVII con Newton o Leibniz‖ (p.5).

Gabriel García Márquez en su discurso de aceptación del Nobel de literatura de 19822, hace un llamado a la forma como los países más desarrollados nos miran con cierto desdén, desconociendo su propia historia de horror y muerte. Sin hacerlo explícitamente, García Márquez habla de complejidad, de cómo mirarnos, de cómo analizarnos, de cómo entender nuestras propias dificultades y posibilidades, sabiendo que cada situación es distinta, pero haciéndolo desde nosotros mismos, usando nuestros propios referentes. Frente a la academia sueca, el gran autor les dice a los distinguidos miembros de una élite lejana y caduca, una verdad descomunal, una crítica honesta frente a cómo los europeos miran por encima del hombro a sus hijos negados, a nosotros los latinoamericanos: 2

La soledad de América Latina, disponible en http://www.eltiempo.com/cultura/libros/ARTICULO-WEBNEW_NOTA_INTERIOR-13854335.html

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Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios. Tal vez la Europa venerable sería más comprensiva si tratara de vernos en su propio pasado. Si recordara que Londres necesitó 300 años para construir su primera muralla y otros 300 para tener un obispo, que Roma se debatió en las tinieblas de incertidumbre durante 20 siglos antes de que un rey etrusco la implantara en la historia, y que aún en el siglo XVI los pacíficos suizos de hoy, que nos deleitan con sus quesos mansos y sus relojes impávidos, ensangrentaron a Europa con soldados de fortuna. Aún en el apogeo del Renacimiento, 12.000 lansquenetes a sueldo de los ejércitos imperiales saquearon y devastaron a Roma, y pasaron a cuchillo a 8.000 de sus habitantes (párr.7). Latinoamérica es a ojos de una persona extranjera, un lugar exótico plagado de microcosmos folclóricos y coloquiales, y muchas de esas miradas se alimentan de un prejuicio que generaliza y cosifica nuestras costumbres y pensamientos. Esas representaciones sobre nosotros, llenas de lugares comunes, algunos de ellos despóticos y racistas, son tan frecuentes como las miradas que hacemos a otras realidades y latitudes. Es más fácil la generalización, hija de una tradición metodológica muy fuerte que facilita las concepciones, las predicciones y los paradigmas. Es eso lo que supo explotar el gran Gabo: al haber recorrido gran parte del mundo, encontró su voz en su propia vivencia local y provinciana, en esas historias de su niñez, grandilocuentes y magnificadas, pero no demasiado, ya que en ocasiones la realidad puede superar la ficción, siendo la primera más inverosímil, mágica y cruda que nos vuelve, a ojos foráneos, seres exóticos y de fábula muy reales. La literatura ahí se permite, como en tantas otras ocasiones, testimoniar esas representaciones de manera mucho más rica y constante: Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío

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mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad (García Márquez, 1982, parr.6) El día en que estoy escribiendo esto, el 21 de abril de 2014, a escasos días de la muerte del gran García Márquez, Bogotá, la ciudad en la que he vivido toda mi vida, una urbe cosmopolita de casi ocho millones de habitantes, hoy cuenta con cuatro alcaldes: el primero, exguerrillero del Movimiento M-19, elegido popularmente, destituido y que de pronto podría volver para entrar a un proceso de revocatoria que tenía pendiente antes de ser destituido, llamado Gustavo Petro; otro, llamado Rafael Pardo, ministro de trabajo y alcalde por encargo del presidente Juan Manuel Santos, pero ambos (delegado y delegante) viajan a ciudad de México al funeral y homenaje a Gabriel García Márquez, por lo cual aparece un tercer alcalde por algunas horas, Oscar Sánchez, encargado del encargo y Secretario de educación de Bogotá. Y la última, la progresista, miembro del partido del alcalde guerrillero elegido (y destituido injustamente por un señor que rige el ministerio público, un católico lefevrista ortodoxo llamado Alejandro Ordóñez, paradójicamente hace unos años atrás elegido por el mismo Petro cuando era Senador, que predica la palabra en vez de hacer cumplir las leyes; un señor que hace 35 años quemó algunos de los libros de García Márquez en la plaza pública de Bucaramanga por considerar que perturbaban las mentes juveniles), María Mercedes Maldonado, secretaria de habitad de Bogotá, escogida hoy entre una terna por el presidente-candidato que busca reelegirse a cualquier precio, y que en sus primeras declaraciones como alcaldesa encargada (al cubo), manifiesta que estará unos meses o quizá pocos días mientras se convoca a elecciones extraordinarias o vuelve el alcalde exguerrillero por las medidas cautelares que podría dictar el Consejo de Estado, o por las tutelas hechas en los tribunales de la ciudad para restituirlo en el cargo. El alcalde destituido volvió al día siguiente. ¿Más realismo mágico? Algo tan regional y tan nimio como lo que pasaba en Aracataca, célebre por ser la fuente de inspiración de Macondo, un lugar que hoy en día no cuenta con servicio de agua potable, traspasó fronteras y lenguajes. Esa realidad aumentada, tan inverosímil y fantástica en el papel, hace parte de la cotidianidad de Colombia, y me atrevo a decir que de toda Latinoamérica. Hay un pedazo de Aracataca en el mundo y una parte del mundo en Macondo por cuenta de la literatura, de ese lenguaje que nos regala vida e identidad y contiene la diáspora de la memoria humana.

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Lo interesante de esto es que García Márquez dijo abiertamente, tanto en el discurso de recepción del Nobel y en cada entrevista, en la cual se le preguntaba por sus influencias, que sus grandes maestros habían sido Kafka, Faulkner y Hemingway; autores diametralmente distantes tanto geográfica como conceptualmente, pero que le ayudaron a encontrar su propia voz, sobre todo desde el periodismo, uno de los temas centrales de LPV, que por principio complejo, refleja el todo en una parte minúscula de tierra enclavada en el departamento del Magdalena, polvorienta y abandonada, que contiene la metáfora de un país como Colombia, de un continente y de la humanidad condenada al olvido y a la soledad. Un gran europeo también lo entendió. Bertrand Russell (2004), dice que el mundo necesita modos de pensar y de sentir que se adapten a lo que sabemos, a lo que podemos creer y a lo que entendemos que no podemos aceptar. El autor dice que hay modos de sentir que son tradicionales y que tienen todo el prestigio del pasado y de la autoridad y que, sin embargo, no están adaptados al mundo en que vivimos, donde las nuevas técnicas han hecho necesarias algunas nuevas virtudes e innecesarias algunas virtudes antiguas. Ahí radica la universalidad de las obras literarias, en la honestidad de como aprendemos a entender nuestro propio mundo, esa parcela cultural que a bien o mal nos tocó y así poder socializarla, compartirla con otras latitudes que también significan y entienden, mediante un reflejo distante pero diáfano, sus propias realidades; no en la forma que nos imponen para pensar y entender lo que somos nosotros mismos. La literatura nos enseña a escuchar nuestra propia voz, entendiendo a su vez la pureza de la pluralidad, el contexto del ―otro‖ de manera natural.

1.4 La literatura como posibilidad de inclusión. El poder de la memoria y el testimonio en Si esto es un hombre, El libro de los susurros, La ceiba de la memoria y La escritura o la vida. Estaba absorto en mi lectura y escritura cuando en mi cuarto irrumpió un gran número de esas personas armadas de una ignorancia roma como un palo y de un odio afilado como una navaja. No fueron mis rollos de seda lo que les inyectó los ojos de sangre, sino los libros ordenados de mi estantería; escondieron la seda bajo sus ropas mientras que los libros acabaron tirados por el suelo, pisoteados y con las páginas arrancadas ante mis ojos. Se trataba de libros encuadernados en cuero y numerados, escritos por personas cultas, y en ellos habrían podido encontrar, si se hubieran molestado en leerlos, mil razones para matarme allí mismo y también

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contenían, si hubiesen querido leerlos, remedios y bálsamos para su odio. Les dije que no los rompieran, pues muchos libros no eran peligrosos, que solamente escondía peligro uno de ellos; y que la lectura de muchos libros llevaba a la sabiduría y la lectura de uno sólo llevaba a la ignorancia, armada de la demencia y del odio. Y ellos me replicaron que en el Nuevo Testamento estaba todo escrito, que contenía todos los libros de todos los tiempos: lo que en él estaba dicho contenía todos los demás libros y, por lo tanto, había que quemarlos, y si en algún otro libro hubiera algo que no estaba en ése, el Único, entonces esos otros libros había que quemarlos con más razón porque eran heréticos. También dijeron que ellos no necesitaban los consejos de los sabios y gritaron: "Conviértete, o te sacaremos por la nuca la sabiduría de todos los libros que hayas leído". »Al darme cuenta del odio ciego de ese gentío y al ver que, ante mis ojos, estaban matando a los judíos que se habían negado a convertirse (unos por ser consecuentes, otros por un orgullo que, en ocasiones, puede ser mortal), les respondí que prefería convertirme a morir, pues a pesar de todo el temporal sufrimiento de la existencia era más valioso que el definitivo vacío de la nada. Danilo Kiš / Una tumba para Boris Davidovich, capítulo titulado Perros y libros A finales de los años cincuenta la Agencia de Inteligencia Americana, mejor conocida como la CIA, en plena guerra fría comenzó a utilizar una serie de estrategias de persuasión contra los soviéticos, diferentes a las armas de destrucción masiva y los aparatos sofisticados y diminutos de espionaje. El proyecto, consistía en introducir libros y textos que tuvieran un contenido sensible para la URSS, o fueran abiertamente prohibidas, como una especie de bombardeo intelectual para abrir las mentes de los jóvenes y adultos y así destruir el sistema comunista desde el centro mismo. Algunos de estos libros fueron de James Joyce, George Orwell, Vladimir Nabokov y Ernest Hemingway. En el transcurso de la Guerra Fría, se estima que unos 10 millones de libros y revistas circularon de manera clandestina por todo el bloque de Europa oriental. Pero de estos destaca uno: Doctor Zhivago de Boris Pasternak, un texto que fue prohibido abiertamente y que salió de la URSS de manera clandestina a pedazos para ser publicado primero en Italia por la editorial Feltrinelli, y luego por la misma CIA bajo un sello editorial francés de fachada. Esto se hizo creyendo que la literatura tendría un efecto catalizador en los jóvenes, lo que les haría comenzar a cuestionar más abiertamente el sistema de libertades y sacrificios en nombre de la madre patria. La literatura ha sido ignorada por los investigadores en psicología, porque consideran que su única función es el entretenimiento, y no tiene ninguna validez empírica. La literatura tiene un propósito más importante. Ofrece modelos y simulaciones del mundo

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social a través de la abstracción, la simplificación y la compresión. La literatura crea una profunda experiencia de simulación de las interacciones sociales. Esta simulación, facilita la comunicación y la comprensión de la información, y hace que sea más convincente, logrando una forma de aprendizaje a través de la experiencia. Participar en las experiencias simuladas de la literatura de ficción, puede facilitar la comprensión de los otros que son diferentes a nosotros mismos, y puede también, aumentar nuestra capacidad de empatía e inferencia social (Mar & Oatley, 2008). Benjamin (2001) reflexiona sobre el narrador y la novela. Manifiesta que escribir una, significa colocar lo inconmensurable en lo más alto, por la capacidad que esto conlleva al representar la vida humana. En medio de la plenitud de la vida, y mediante la representación de esa plenitud, la novela informa sobre el profundo desconcierto del ser humano. ―En el amplio espectro de la crónica se estructuran las maneras posibles de narrar como matices de un mismo color. El cronista es el narrador de la historia.‖ (p.122) Pero Benjamín va más allá y da cuenta también del lector, porque la literatura compele un ejercicio dialógico, ya que, aunque el lector de una novela está a solas, es en esta soledad donde el lector se apropia de la lectura con mayor celo y está dispuesto a devorarla. En efecto, el lector destruye y consume el texto como el fuego lo hace con la madera en una chimenea. ―La tensión que atraviesa la novela mucho se asemeja a la corriente de aire que anima las llamas de la chimenea y aviva su juego‖ (p.126) y en ese dialogo, el narrador es el hombre que permite que las suaves llamas de su narración consuman por completo la mecha de su vida. ―El narrador es la figura en la que el justo se encuentra consigo mismo‖ (p.134). Durante la historia de la humanidad, tanto la escritura, la lectura como algunos textos puntuales, han sido prohibidos. La palabra cuando no se permite múltiple, tiende a ser excluyente. Opresor y oprimido son conscientes que la literatura tiene un poder asombroso, no sólo de divulgación, también de transformación. La circulación clandestina, la persecución y prohibición son fundamentales para destruir o mantener el statu quo, como lo vemos en el apartado de Danilo Kis que da inicio a este texto. La historia tiene cientos de ejemplos donde la palabra, en todas sus presentaciones, ha sido negada; hitos como el de los Nazis quemando libros, disponiendo con laxitud su consciencia para luego quemar hombres. Y vemos la otra orilla, donde la palabra lucha por sobrevivir, como en el libro de

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Pasternak o en Archipielago Gulag de Aleksandr Solzhenitsyn y puntualmente en El libro de los susurros de Varujan Vosgonian (2011): En El libro de los susurros se habla del día en que ardieron los libros. Así como el día en que degollaron a los inocentes no pudieron matarlos a todos, tampoco la jornada de la quema de libros pudieron destruirlos a todos. En la guerra entre el poder y los libros, aunque los únicos que mueren son éstos, el poder nunca gana. Porque los hombres han escrito más de lo que pueden olvidar (p.281). Edgar Morin (2004), consciente de nuestra pequeñez, dice que estamos perdidos en el universo: la ―perdición‖ la define. Pero este agujero perdido es nuestro mundo, con su vegetación, con sus animales; es nuestra casa común, nuestro jardín, y dado que la vida no tiene una sustancia original, y su originalidad deriva de la complejidad de su organización, debemos tratar por ello de cultivar la vida; debemos civilizar finalmente las relaciones humanas. Dentro de esa perdición, vemos la delimitación de nuevos mapas, terrenos y fronteras; territorios como bien apunta Morin, con medios de comunicación nunca antes vistos y una cultura que se expande por el mundo entero. Baudrillard (2004), en el mismo texto de Morin, plantea la situación como una crisis planetaria, un estado que también alcanza el pensamiento. Pero ―a partir de ahí es legítimo que nos preguntemos por la capacidad del pensamiento en crisis para pensar la crisis‖ (p.50). La literatura así se puede erigir, sino como un mecanismo inmediato para transformar la crisis y la realidad planetaria, de la que hablan tanto Morin como Baudrillard, sí puede ayudar para que por lo menos pensemos la crisis; para no olvidarla como dice Vosgonian. Said (2007) hace un fuerte cuestionamiento al papel del intelectual, particularmente al profesor de literatura, herméticamente encerrado en sí mismo y apenas interesado en lo que sucede en el exterior del aula. Esta crítica a la hiperespecialización del conocimiento está en línea con la que tanto hace Morín. Said define esto como uno de los principales males modernos que ha significado un ―creciente formalismo técnico, y una disminución progresiva del sentido histórico de las experiencias que realmente intervienen en la creación de una obra literaria‖ (pp.95-96).

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La literatura se adscribe en las facultades y a la academia sólo teóricamente, limitando su campo de acción, especializándola en demasía: Especialización significa pérdida de visión del esfuerzo brutal que conlleva la creación tanto del arte como del conocimiento; como resultado, te incapacitas para ver el conocimiento y el arte como una serie de opciones y decisiones, compromisos y alineamientos, y únicamente los percibes en función de teorías o metodologías impersonales. Ser especialista en literatura significa con excesiva frecuencia cerrarse a la historia, la música o la política. Al final, como intelectual plenamente especializado en literatura, te has convertido en una persona domada y que acepta todo lo que permitan los considerados líderes en ese campo. Así pues, la especialización mata tu sentido de la curiosidad y del descubrimiento, elementos ambos imprescindibles en la puesta a punto del intelectual. En último término ceder a la especialización es una muestra de pereza, puesto que terminas haciendo lo que otros te dicen, ya que después de todo, esa es tu especialidad (Said, 2007, p.96). Cuando se relaciona la literatura con procesos pedagógicos de inclusión y visibilización, rompemos las cadenas hiperconfeccionadas y especializadas que atan a la literatura, y el conocimiento científico en sí, a una celda poco piadosa de metodologías y teorías. Bauman (2008) dice que ahora todo lo que demora, la dilación y la espera, se han transformado en un estigma de inferioridad. Los mensajes y textos abundan y escurren de todas partes, no deben demorar ni aburrir: deben tener una extraña alquimia moderna de exactitud y brevedad: El futuro ya no es un tiempo que se persiga. Sólo aumentará las complicaciones presentes, acrecentando exponencialmente la inútil y sofocante masa de conocimiento, impidiendo la salvación que seductoramente ofrece. La completa masa de conocimiento en oferta es el principal obstáculo que impide aceptar esa misma oferta. Y también es la principal amenaza a la confianza humana: seguramente debe de haber en alguna parte, en esta aterradora masa de información, una respuesta a cualquiera de los problemas que nos atormentan y así es cómo, si no se consigue hallar la respuesta, sobrevienen inmediata y naturalmente la autocrítica y el menosprecio por uno mismo (p.44) Y sin embargo, la literatura sobrevive a todos los cambios históricos, no sólo para testimoniarlos, también para dotarlos de vida y significado. La masa de información se aleja de la literatura. Ésta se sustrae al bloque de conocimiento objetivo, calculado y metódico que supuestamente hace la vida más fácil y cognoscible. La literatura aún tiene mucho por decir, cualquiera sea el medio donde la encontremos. Bauman se pregunta en el

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párrafo anterior sobre dónde estaría la respuesta dentro de toda esa masa de información; mi respuesta es en la literatura. "Cuando están llenos de Sangre los muertos se parecen entre sí" (p.181) escribe Vosgonian en ese hermoso y afilado libro que es El libro de los susurros. El libro es el más fiel testimonio y la mejor prueba de que el olvido no es una opción, y que el arte, la escritura, revivifican el compromiso social y le da voz a los muertos, a los ausentes. Turquía tiene una deuda con la humanidad, especialmente con el pueblo armenio. Es hora de que acepten su responsabilidad frente al genocidio de 1915 de más de un millón y medio de personas. El mundo jamás debe permitirse olvidar cosas como estas. Vosgonian encontró la voz de los muertos, de sus antepasados, a través de los susurros que fueron transmitidos de generación en generación, y los tejió en papel, los escribió para nuevamente darles vida y visibilizar lo que para unos no existía, y para otros, urgía enterrar en el olvido. El texto, es como un libro escrito durante décadas por miles de voces y manos que no dejaron morir la historia del genocidio armenio, ni sus costumbres ni su lenguaje. En uno de los pasajes del libro encontramos: Los deportados escribían para ellos mismos. Los manuscritos que han quedado del espacio de los siete círculos de la muerte se escribieron en las rutas de la deportación. Donde quiera que se hallara un trozo de madera, un poste kilométrico, un árbol de corteza blanda o un muro. Durante mucho tiempo, hasta que las lluvias las desgastaron y los vientos las borraron, permanecieron escritas o grabadas en la madera y la piedra palabras y letras armenias. Quienes pasaban dejaban aviso a los que venían después. Y éstos, si aún había sitio, añadían sus propias palabras. En los campos de deportados circulaban entre la gente hojas de papel. No estaban firmadas por miedo a las represalias ni fechadas. No era menester. La realidad, con excepción de la nieve que se transformaba en cieno y el lodo que se trocaba en polvareda errante, era inamovible (p.388). La escritura acá es el único medio para sobrevivir. La carne desapareció, pero la salvación para los armenios estaba en el testimonio, en la huella que se rehusaba a ser borrada. ―La humanidad se halla en un momento crítico ─prosiguió el abuelo─. Las palabras luchan en nuestro lugar. Y nosotros morimos en lugar de ellas‖ (p.113). Vosgonian teje, con los susurros de sus ancestros, la historia de su pueblo; y la novela al narrarla, la vive y nos hace vivirla con ella. Asistimos a los círculos de la muerte,

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impávidos por la ignominia de los turcos para no dejar rastro, y a la lucha armenia por dejarlo. Bourdieu (2001) hace un llamado claro frente al papel de la investigación, y sobre todo, al investigador a defender su autonomía para imponer los valores vinculados a su oficio, criticando a aquellos que eligen ―las facilidades virtuosas del aislamiento en su torre de marfil que ven la intervención fuera de la esfera académica como una peligrosa infracción a la famosa neutralidad axiológica, identificada erróneamente como objetividad científica‖ (p.9). La crítica es clara, y la ciencia y la investigación, deben estar al servicio del mejoramiento de la calidad de vida, que funcionen para entendernos mejor como sujetos y seres humanos. La literatura y el estudio literario, deben salir de las cuatro paredes de la academia para llegar a los lugares más recónditos donde se hace necesaria. Hay que romper esas barreras que contienen ―la energía crítica que permanece encerrada en los muros de la ciudadela de los sabios […] que prohíbe al homo academicus mezclarse en los debates plebeyos del mundo periodístico y político‖ (p.9). Así la literatura se libera de sus ataduras académicas hechas por los círculos de sabios y literatos, y pasa a formar parte del común denominador de aquello que nos hace humanos, de la génesis de la palabra donde brotaron, hace cientos de años, nuestros referentes culturales y sociales que alimentaron y actualizaron nuestro ser. La literatura tiene que volver a donde nació, debe democratizarse, no sólo desde el ámbito comercial y económico. La literatura debe servir de bálsamo y referente intelectual para la sociedad, desde la sociedad misma. Otro ejemplo de cómo la escritura literaria, visibiliza y humaniza aquello que ha sido deshumanizado y excluido, tenemos el caso de Primo Levi (2005), el químico y escritor italiano que narra sus experiencias en Auschwitz, como prisionero y superviviente, en tres maravillosos libros: Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados. Primo Levi dejó un vasto testimonio literario, quizá el más conocido sea el primero: Si esto es un hombre, escrito apenas unos meses después de llegar nuevamente a Turín, su lugar natal, luego del viaje de regreso desde Auschwitz. En la época inmediatamente posterior a la guerra, los hombres prefirieron mudarse al silencio, y un relato tan doloroso como el de Levi, no encontró la resonancia necesaria. Las personas prefirieron no mirar atrás para reconstruir sus vidas desde las ruinas, aparentando una felicidad sustentada en un

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progreso ilusorio y avasallante. Se publicaron en 1947 apenas unas pocas copias, y el libro, pareció enterrado solo hasta 1961, cuando con su segundo libro: La tregua, alcanzó una mayor notoriedad, lo que permitió la reedición de Si esto es un hombre, volviéndolo un éxito internacional que le dio fama y prestigio a Primo Levi, erigiéndolo como toda una autoridad en el tema. Pasaron casi 15 años desde la escritura de la novela y las personas ya parecían estar más curtidas para afrontar la historia y su responsabilidad frente a la debacle humanitaria que supusieron las políticas concentracionarias y de exterminio nazi. Antonio Muñoz Molina 3 , se refiere así a Primo Levi: ―Se consagró tenazmente a contar su experiencia, a sostener la memoria de los campos y a reflexionar sobre lo que había vivido, pero nunca accedió al victimismo blando, a la sentimentalización del sufrimiento, a la tranquilidad de conciencia que habría obtenido aceptando una división limpia y nítida entre los oprimidos y los opresores entre los verdugos y las víctimas‖ (p.12). Al momento de sacar su libro, nadie parecía creer lo que había sucedido en los campos de exterminio. Parecía más inverosímil que la más absurda y oscura fantasía. Pero el testimonio escrito tuvo mayor resonancia que el verbal, el primero mucho más maduro, sereno, pero no por ello menos potente, que permitió iluminar, así fuera unos años después, cuando los hombres estaban más dispuestos a escuchar, los más oscuros recodos del horror humano y el Mal; y es ahí donde radica el mérito de Levi, en poder reconstruirse como ser humano, con la paciencia de la letra, desde su trabajo como químico y su oficio como escritor, labores que parecieran a priori, diametralmente opuestas pero que hermosamente mezcló en ese maravilloso libro llamado: El sistema periódico. La escritura de Levi es compleja, los mecanismos que despliega van desde su vivencia y testimonio personal-lineal, que describe situaciones, personas y momentos, hasta la reflexión sobre la condición humana; sobre la naturaleza y el sentido del sufrimiento. Levi no busca la absolución mediante literatura. Busca y lucha letra a letra, palabra a palabra, testimoniar, y sobretodo, combatir el olvido. El mismo Levi (2005) se refiere sobre Si esto es un hombre: ―No lo he escrito con la intención de formular nuevos cargos; sino más bien la de proporcionar documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana‖ (p.27). 3

Tomado del escrito titulado: Primo Levi, el testigo sin descanso, hecho para el prólogo del libro Trilogía de Auschwitz (2005) que recopila los libros Si esto es un hombre, La tregua, Los hundidos y los salvados, publicado por la editorial Océano.

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La afirmación o la pregunta implícita y sarcástica que sugiere el título: Si esto es un hombre, es la lucha constante del hombre que no quiere ser objetivado, cosificado, animalizado. Desde la literatura, el libro se consagra como un grito viviente, aún más vivo después de los casi 30 años del aparente suicidio de Primo Levi: Pero éste era el sentido, que no he olvidado después ni olvidé entonces: que precisamente porque el Lager es una gran máquina para convertirnos en animales, nosotros no debemos convertirnos en animales; que aun en este sitio se puede sobrevivir, y por ello se debe querer sobrevivir, para contarlo, para dar testimonio; y que para vivir es importante esforzarse por salvar al menos el esqueleto, la armazón, la forma de la civilización. Que somos esclavos, sin ningún derecho, expuestos a cualquier ataque, abocados a una muerte segura, pero que nos ha quedado una facultad y debemos defenderla con todo nuestro vigor porque es la última: la facultad de negar nuestro consentimiento. Debemos, por consiguiente, lavarnos la cara sin jabón, en el agua sucia, y secarnos con la chaqueta. Debemos dar betún a los zapatos no porque lo diga el reglamento sino por dignidad y por limpieza. Debemos andar derechos, sin arrastrar los zuecos, no ya en acatamiento de la disciplina prusiana sino para seguir vivos, para no empezar a morir (pp.64-65). La vida se aferra a los pequeños detalles, a la cotidianidad que rasguña la cordura para no caer al foso de la locura y el desespero. Esas acciones en apariencia superfluas que escribe Levi, son las que no lo dejaban escapar de su humanidad. Cuando pareciera que la humanidad finalmente ha sido sepultada en el texto, la misma escritura nos recuerda que la humanidad la quita un hombre, pero un hombre también la puede restituir. En un apartado, Levi nos habla de Lorenzo, un personaje que es fundamental para el protagonista: En este mundo sacudido más profundamente cada día por los temblores del final cercano, entre nuevos terrores y esperanzas e intervalos de esclavitud exacerbada, sucedió que me encontré con Lorenzo. En términos concretos, se reduce a poca cosa: un obrero civil italiano me trajo un pedazo de pan y las sobras de su rancho todos los días y durante seis meses; me dio una camiseta suya llena de remiendos; escribió para mí una carta a Italia y me hizo recibir la respuesta. Por todo esto, no pidió ni aceptó ninguna recompensa, porque era bueno y simple, y no pensaba que se debiese hacer el bien por una recompensa […] Ahora bien, entre Lorenzo y yo no sucede nunca nada de esto. Por el sentido que pueda tener tratar de explicar las causas por las que mi vida, entre millares de otras equivalentes, ha podido resistir la prueba, diré que creo que es a Lorenzo a quien debo el estar hoy vivo; y no tanto por su ayuda material como por haberme recordado constantemente con su presencia, con su manera tan llana y fácil de ser bueno, que todavía había un mundo justo fuera del nuestro, algo y alguien todavía puro y entero, no corrompido ni salvaje, ajeno al odio y al miedo; algo difícilmente

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definible, una remota posibilidad de bondad, debido a la cual merecía la pena salvarse. Los personajes de estas páginas no son hombres. Su humanidad está sepultada, o ellos mismos la han sepultado, bajo la ofensa súbita o infligida a los demás. Los SS malvados y estúpidos, los Kapos, los políticos, los criminales, los prominentes grandes y pequeños, hasta los Häftlinge indiferenciados y esclavos, todos los escalones de la demente jerarquía querida por los alemanes, están paradójicamente emparentados por una unitaria desolación interna. Pero Lorenzo era un hombre; su humanidad era pura e incontaminada, se encontraba fuera de este mundo de negación. Gracias a Lorenzo no me olvidé yo mismo de que era un hombre. (pp. 153, 155, 156) Un humano es capaz de quitar la humanidad, pero un humano puede devolverla nuevamente. El testimonio reposa con la seguridad de lo honesto, en aquellos que nos hemos introducido de cabeza en su texto. Tanto muertos y sobrevivientes se perpetúan en la memoria colectiva. Su humanidad la conservamos nosotros como una preciada reliquia. Yo por ejemplo, le hablo a mis estudiantes de Primo Levi y la Shoah, (aniquilación o catástrofe en hebreo), hablo de los campos de exterminio y de la prolongación de la vida a través de la literatura. El mensaje no le llega a todos, pero llega a unos cuantos que quizá harán lo mismo que yo: perpetuar aquello que vivimos mucho antes de nacer y que se actualiza mediante la memoria literaria. Quizá frente a estos convulsos tiempos actuales, se hace necesario rescatar y divulgar masivamente estos testimonios, porque con demasiada facilidad, se transmuta de víctima a victimario: el campo de concentración cambió a unos territorios ocupados que hacen las veces de un enorme Guetto, demostrando, que las políticas concentracionarias y de exterminio no se acabaron sino se transformaron brutalmente en Gaza y Cisjordania, como afirma Ami Kaufman (2014), periodista israelí que testimonia con gallardía los crímenes cometidos por su propio pueblo: Lo importante es dar un paso atrás y mirar el panorama general: un retrato de ocupación, de negación de derechos básicos a millones de personas, de robo de tierras y de apartheid por casi 50 años. Israel es una empresa colonial que mantiene a millones de personas bajo un gobierno militar y el mundo no hace nada al respecto (párr.17). Los que antes fueron víctimas, presas del miedo, odio y la desmemoria, empuñan ahora las mismas lógicas que les fueron aplicadas con meticulosidad y ferocidad en el pasado. Primo Leví fue uno de los críticos más fuertes de las políticas y avanzadas de los

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israelís contra los palestinos. Probablemente porque maduró su dolor y su historia con palabras y poesía para evitar que la venganza germinara, al igual que los muchos ciudadanos de bien de Israel que se oponen férreamente a las políticas de estado de su país. Primo Levi no hace una reflexión sobre el acto de escribir. Se centra más en la posibilidad del relato y como éste se fortalece en el colectivo. Su narrativa es consistente, y es claro que se erige como un mecanismo de visibilidad e inclusión. El lector reivindica y acoge la historia del que ha pretendido ser eliminado y construye, con base a los microrelatos de su cotidianidad en el campo, un fresco más amplio que significa, históricamente hablando, la composición y la naturaleza de las políticas nazis, abstrayendo desde lo psicológico, lo social y lo institucional. Levi congrega en la escritura un dialogo de discursos. Desde lo literario converge lo filosófico, lo legal, lo psicológico y lo humano. Así como hiciera Victor Frankl luego de salir de una experiencia similar a la de Levi, sentando las bases epistemológicas de la logoterapia y la terapia humanista desde el relato literario en la primera parte de su libro El hombre en busca del sentido. Si esto es un hombre es una suma novelesca del funcionamiento y la organización de la máquina de crear muerte más grande elaborada por el hombre. La literatura, taladra acá los muros que protegen esa maquinaria para diseccionar los mecanismos que buscan aniquilar las experiencias, pero que el texto rescata del olvido. Proust (2010), el gran guardián de la memoria, tiene una hermosa explicación de la naturaleza de la memoria, ya que esta aunque falible e imperfecta, es nuestro único recurso contra la ignominia: Los lugares que hemos conocido no pertenecen solo al mundo del espacio en el que los situamos para mayor comodidad. No eres sino una fina capa en medio de impresiones contiguas que formaban nuestra vida de entonces; el recuerdo de cierta imagen es una simple añoranza de cierto instante y las casas, las carreteras, las avenidas son, ¡ay!, fugitivas como los años. (p.446) Y al ser fugitivas hay que aprehenderlas, hay que aferrarse a los elementos primarios y azarosos de la memoria por medio de la palabra escrita. Proust lo hizo al igual que Levi, y al igual que los cientos y miles de escritores que testimoniaron una época por medio de la literatura. A diferencia de Levi, Vosgonian sí tiene unas reflexiones importantes sobre el acto de escribir y su papel en el fortalecimiento de la memoria colectiva. Lo que en Levi es

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implícito, en Vosgonian es completamente explicito, además de un ejercicio puro de metacognición y metaobservación del acto de escribir, y el acto de volverse paulatinamente un personaje: En El libro de los susurros no hay personajes imaginarios porque todos han existido en este mundo, en su tiempo y lugar correspondientes y todos tienen un nombre. Hay un único personaje que puede parecer imaginario porque su existencia transforma este libro en una realidad escalonada que se multiplica por sí misma, como dos espejos colocados uno frente a otro. Escribo a menudo sobre el narrador de El libro de los susurros. En mi narración, el narrador narra sobre El libro de los susurros, y en este nuevo libro narrado vuelve a aparecer el narrador narrado. Narra cosas sobre el narrador y su narración. Si se tiene la debilidad de describirse a sí mismo, y viniésemos desde él hasta mí, entonces tendríamos el sueño, luego el sueño del sueño y así sucesivamente. Pero al escribir sobre el que escribe y éste a su vez está inclinado sobre el manuscrito en que existe también un personaje llamado autor y que escribe, estamos como en un descenso escalonado, como esos juguetes de manera metidos unos dentro de otros (Vosgonian, 2011, p.365). Vosgonian tiene la capacidad de reflexionar sobre la escritura y sobre el lenguaje; los ve como entidades vivas. La memoria se vuelve la consciencia del pueblo masacrado. El libro, la literatura, ya no le pertenecen al autor, se alejan de él y van a reposar a la humanidad misma, ya que El libro de los susurros no habla solo de los armenios, habla de los pueblos excluidos, marginados, eliminados: Así pues aunque le borrásemos la relación de años y la cuenta de los días, El libro de los susurros seguiría conservando todo su sentido. Cosas como las que aquí se narran les han ocurrido siempre a gentes de todas partes. En realidad, El libro de los susurros, es su sustancia, vale para cualquier tiempo, como una coral de Bach, como una puerta estrecha por la que entran los hombres, unas veces agachándose y otras apretujándose entre ellos. (p.341) Tanto en Levi como en Vosgonian la nostalgia es una constante, esa sensación producida por la eliminación absoluta. El olor de la muerte, traspasa las páginas y llega hasta nuestro olfato, el horror es tácito pero no puedes dejar de leer, porque al hacerlo, ayudas a que los muertos vivan un poco más. Las lenguas, los sonidos y los tonos se entremezclan con los relatos. Adorno (1998) se preguntaba luego de terminar Auschwitz sobre las condiciones que lo posibilitaron, y sobre si se podría trabajar sobre esos puntos neurálgicos para impedir que algo así sucediera nuevamente. Habla de la autodeterminación y de cómo los sujetos, inmersos en colectivos duros que exaltan la uniformidad, se cosifican, borrándose como

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seres autodeterminados e independientes, que tratan a los otros como una masa amorfa. ―De ahí que lo primero que habría que hacer es procurar que la frialdad tomara consciencia de sí misma, de las condiciones que la generaron‖ (p.90) Una frialdad que se define por la incapacidad por identificarse con el otro; una incapacidad que también se da en personas educadas y cultas. ―En su actual estructura —y desde hace siglos, sin duda— la sociedad no descansa, como se asume ideológicamente desde Aristóteles, en la atracción, sino en la persecución del interés propio en detrimento de los intereses de los demás‖ (Adorno, 1998, p.89) Es ahí cuando las posibilidades de inclusión tienen que jugar un papel determinante, para evitar las políticas concentracionarias y de eliminación. Adorno no es muy optimista al respecto, ya que hay quienes aún dicen hoy que las cosas no fueron tan graves, porque por muchas que sean las medidas que se tomen en el ámbito de la educación, seguirán surgiendo los que denomina: asesinos de mesa de despacho, que sitúan el derecho del Estado por encima del de sus miembros, asentando potencialmente el terror; además, porque aquellos sujetos que han perdido su autodeterminación, son aquellos que estarían, sin duda, dispuestos a colaborar si algo así ocurriera nuevamente. Aunque hay esperanzas, claro está, y es romper la consciencia cosificada, ―esta consciencia es, ante todo, una consciencia que se ciega frente a todo ser devenido, frente a toda penetración cognitiva en lo condicionado de uno mismo, una consciencia, en fin, que absolutiza lo que es-así. Si se lograra romper este mecanismo compulsivo, algo se ganaría‖ (Adorno, 1998, p.88) Esta de-cosificación puede lograrse a través de la literatura, una estrategia que como sugiere Adorno, debe comenzar a emplearse desde la primera infancia. El autor alemán, no habla propiamente de la literatura, deja la pregunta ciertamente abierta y su inquietud está más enfocada a plantearle a la educación cómo no permitir que Auschwitz suceda nuevamente; lo que sí refiere directamente es que el trabajo es predominantemente con la primera infancia, algo que denominó el viraje al sujeto, educándolo desde el inicio en la autorreflexión crítica y en la autonomía, para evitar el sufrimiento que los colectivos infringen, sobre todo al principio, en las primeras experiencias en la escuela (Adorno, 1998); es ahí donde el sujeto puede comenzar a educársele para que más adelante no se

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convierta en una cosa obediente sin criterio ni juicio, incapaz de diferenciar aquello que está bien de lo que no. Las formas de violencia y exclusión, encuentran su raíz en la imposibilidad de reconocer la diferencia con el otro. Al homogeneizar la condición humana, se parte del supuesto que todos deben ser iguales aunque permee en ellos las divergencias inherentes a las relaciones humanas. Benjamin (2001) se pregunta si es posible la resolución no violenta de conflictos. Sin dudar dice que sí ya que las relaciones entre personas violentadas ofrecen abundantes ejemplos de ello. Donde quiera que la cultura del corazón haya hecho accesibles medios limpios de acuerdo, se registra entendimiento y acuerdo. Y es que a los medios legítimos e ilegítimos de todo tipo, que siempre expresan violencia, puede oponerse los no violentos, es decir los medios limpios. A estos Benjamin los definió como la cortesía sincera, la afinidad, el amor a la paz, la confianza y todo aquello que haga parte de la bondad humana, y todos estos brotan de una misma raíz. ―De ello se desprende que existe, precisamente en la esfera de acuerdo humano pacífico, una legislación inaccesible a la violencia: la esfera del mutuo entendimiento o sea, el lenguaje‖ (p.34). Puede haber una ventaja metodológica al usar la literatura, y es la de dar al excluido dignidad y resistencia mediante la memoria. En Colombia, con el maravilloso informe ¡Basta ya!, una completa radiografía de la violencia en el país, vemos que el testimonio no sólo se traduce en una cifra estadística; su gran éxito es que logra darle voz, mediante la palabra escrita, a los diversos actores del conflicto que han sido execrados y excluidos por décadas. En palabras de Gonzalo Sánchez, en ¡Basta ya! se documentó un conflicto con múltiples actores, muy prolongado en el tiempo y mucho más extendido geográficamente, en el cual las transformaciones y degradaciones de los actores son notorias. Para el historiador, el énfasis de este nuevo intento por darle un sentido a la violencia colombiana está en la interpretación. ―¡Basta ya! narra una guerra sobre la cual se ha informado, pero que al mismo tiempo no se ha querido ver. La pregunta es: ¿por qué habiéndola visto, o incluso sentido, la sociedad se ha acostumbrado?‖ (Rodríguez, 2013, párr.13) La literatura tiene un fuerte poder de inclusión, precisamente porque confronta e incomoda, dice verdades de manera sutil, pero no por ello, menos contundentes a los grandes poderes y a las maquinarias del horror.

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Vásquez (2014), afirma que la literatura entraña un raro sistema de conocimiento, porque es a la vez ambiguo y contradictorio, pero por ello, imprescindible; bajo la premisa de que un lector serio, debe haber sentido una vez en su vida que algún libro le ha permitido enfrentarse a una adversidad, o iluminar una incertidumbre. La ficción no es algo banal e inofensivo, la literatura siempre ha querido molestar, subvertir, incomodar, sacudir, abrir los ojos donde los demás prefieren cerrarlos, y así poder viajar a las oscuridades de nuestra naturaleza y darnos, enseguida, el privilegio de saber lo que sucede allí. Burgos Cantor (2009) en la novela La ceiba de la memoria, se vale del relato ficcional y de las voces de múltiples personajes para retratar dos momentos históricos, experimentando y mezclando la memoria con la imaginación. Vemos a Benkos Biohó, Alonso de Sandoval y Pedro Claver entre otros, a través de la voz del autor, entretejiendo la época de la esclavitud y la Shoah, con una permanente búsqueda de la identidad a través del sufrimiento y la libertad. En La ceiba de la memoria Benkos Biohó, líder de los esclavos cimarrones, hace un llamado que traspasa en forma de grito el texto literario: Gritar para que los dioses acudan y estén al frente y me ayuden a poseer este mundo ajeno donde los blancos matan a los indios, nos venden a nosotros, nos destruyen y a la fuerza quieren convertirnos en lo que no somos (p.46). Pero en la tragedia que narra Burgos Cantor a diferencia de la que expone Levi, en la esclavitud al hombre no se le extermina abiertamente, y aunque se le quiete la humanidad, se anule como hombre, se despoje de nombre y se impresione un credo y una creencia, el sujeto histórico se elimina pero da lugar a otro sujeto, uno animalizado, cosificado pero que aún es útil; es moneda de comercio, por lo cual su valor es proporcional al trabajo que pueda desempeñar, algo que no sucedía en los campos de exterminio y en este punto la diferencia es clara. Lo vemos en los siguientes párrafos de La ceiba de la memoria: En las negrerías no importa la muerte: es un comercio la vida. El cuidado mínimo no es compasión y no lo presta el dueño del asiento ni sus negreros. En este campo de Auschwitz la muerte es un designio. Importa para que se cumpla. La muerte (p.282). Gritar para recuperar mi nombre, para rechazar el nombre que me ponen encima del mío, y así me llaman sin respeto. Domingo no es nombre de humano. Yo no soy Domingo, yo tengo mi nombre de nacimiento […] Yo quiero seguir siendo yo. Mantenerme en medio de las crueldades del trato, de las marcas que destruyen la piel con hierros ardientes, de las cicatrices por las heridas mal cerradas del látigo

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[…] El padre Pedro quiere que yo crea lo que él cree. Yo quiero ser el que soy, o el que fui, el que empezaré a ser. Para siempre: Benkos Biohó. Gritar para que no se olvide mi nombre (pp.48-49). Gérard Wajcman (2001) busca el objeto o la obra que mejor resuma el siglo XX. Su elección es la ausencia, aquella emparentada con las ruinas, como la destrucción sin rastros que pretendía Auschwitz, esa maquinaria tan perfecta para fabricar la muerte, construida en el siglo tecnológico por el hombre de ciencia moderno, por el hombre más que sapiente. Esa destrucción sin rastros, esa única libertad que se difuminaba por las chimeneas de los hornos crematorios, es la imagen del siglo XX, que supera con creces la ya de por sí infame esclavitud. Wajcman descubre en el siglo XX la ausencia como imagen, la misma que ya se venía percibiendo en los relatos de Vosgonian y Burgos Cantor sobre el pueblo armenio y la esclavitud, respectivamente. El relato y el horror viajan por el tiempo, se actualizan, se recargan y conectan en un punto intermedio; van y vienen siempre encontrando actores similares con nombres y nacionalidades distintas, pero cada uno de los protagonistas, hace parte de las raíces tubulares y las capas de corteza que recubren la ceiba de la memoria. Hay dos puntos neurálgicos en el tema de la exclusión y la barbarie que se evidencian claramente en los textos de Burgos Cantor, Vosgonian y Levi, cuyas motivaciones son diversas (políticas, raciales, económicas, militares, religiosas) pero que se concretizan para atizar el salvajismo, porque como apunta Marx (1989): ―lo concreto es concreto por ser la síntesis de muchas definiciones, o sea, la unidad de aspectos múltiples‖ (p.150). El primero, que es causa de toda fallida resolución pacífica de conflictos, es la incapacidad manifiesta de los personajes, por reconocer en su totalidad el punto de vista del otro, relacionado, con la aún más enquistada imposibilidad, de no ceder un ápice en las propias posturas. Lo vemos acá en lo que le dice Benkos Biohó a Pedro Claver: ―gritar para contarle a Pedro que podemos ser amigos siendo distintos‖ (p.48). Esto, porque se exaltan características definidas como virtuosas, divinas o especiales en el colectivo propio, o como deleznables, y por ende, dignas de ser condenadas en el otro; rasgo fundamental del nacionalismo y de las campañas de cristianización de las comunidades religiosas durante la conquista. El segundo, es que al no ceder, se le endilga la culpa al otro de los males y conflictos presentes siempre en las dinámicas colectivas, por lo tanto, el único método

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válido de resolución es la eliminación del otro, que pierde su carácter diferenciado de contrario con derechos, convirtiéndose en el enemigo al cual desvirtuar, en el caso de los textos, deshumanizar, convertir, exterminar y cosificar por completo. El señalamiento de las culpabilidades al otro victimizado, es común en la argumentación y justificación de la barbarie, porque aunque se haya llegado al epítome del horror, siempre el colectivo que perpetra los vejámenes o sus simpatizantes, esgrimen razones exactas que justifican los hechos: de ahí que el otro siempre tenga la culpa o haga algo para merecer su suerte. Esto es usual en grupos negacionistas que exaltan virtudes nacionalistas, y que últimamente, por las continuas crisis económicas y migratorias, en cuya base estaría el conflicto por el uso y propiedad de la tierra y los recursos naturales, están proliferando en varias partes del mundo; capaces de expiar a los perpetradores o de minimizan el impacto del conflicto. La toma de una postura pacífica que reconozca al otro, apunta a lo que afirma Adorno: lo fundamental que es entrenar la capacidad de autodeterminación en el ser humano, asumiéndonos como sujetos de derechos con responsabilidades para evitar que algo como lo narrado en los textos de interés vuelva a suceder. Esa especie de estoicismo, presente en las explicaciones superfluas de la barbarie, son comunes cuando se lanzan desde trincheras conceptuales impersonales, que no buscan involucrarse con nada. Esta situación no pasa con la literatura de La ceiba de la memoria, Si esto es un hombre y El libro de los susurros. Al escribir, los autores se toman el relato muy en serio, con verdadera indignación. Se adentran en la historia bajo el precepto de Wajcman (2001), de que al ser el olvido un crimen, la memoria es un deber. Pero esa inmersión la hacen los autores con mesura, sin llegar a desbordar las emociones, para no permitir que falsos sentimentalismos, hagan mofa de las personas ausentes que dieron su vida en favor del testimonio. Uno de los narradores sin nombre en La ceiba de la memoria, es un viajero, que con su hijo, visitan Europa en una época reciente: específicamente van a Auschwitz, conectando ambas tragedias, la de la esclavitud en el caribe colombiano y la Shoah, ya que por medio de la memoria, el dolor deja de ser propio; local, y pasa a ser universal. Su entendimiento es una cuestión de todos: Siento que esta tragedia es de todos. Los edificios vacíos de humanidad y cargados de las huellas del sufrimiento entregan un símbolo terrible y premonitorio. El despojo de los seres humanos que allí fueron destruidos y la suma de angustias al

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desconocer el porqué del odio y el desconsuelo infinito cuando el silencio de oprobio continúa a pesar del desconcierto inocente. Suma escandalosas de preguntas que se perdieron en la devastación (p.280). Todos sabemos algo de los conflictos, y en cierta medida, generamos una serie de respuestas hacia a ellos: buenas, malas, ilusorias, inverosímiles, eso es otra cuestión. Pero las responsabilidades políticas y éticas de todos, han estado desde siempre, pero en algún momento, debemos apropiarnos de dicha responsabilidad para en verdad transformar la barbarie. La primera estrategia para combatir la exclusión es la memoria; y mi apuesta particular, es la memoria que recorre la literatura. Proust (2010b) dice que el acto de despertar de un sueño, es como una especie de resurrección que se parece a lo que ocurre cuando recuperamos un nombre, un verso o un refrán olvidado, pero sobre todo, da a entender que ―la resurrección del alma después de la muerte es concebible como un fenómeno de la memoria‖ (p.91). En esta misma línea de ideas, Jorge Semprún (1995), el escritor español que fue confinado en el campo de concentración de Buchenwald, no por su condición racial como a Levi, sino política debido a su militancia en el partido comunista, y por hacer parte de la Resistencia francesa durante la ocupación Nazi, usa la escritura literaria en su libro La escritura o la vida, para transformar esa dolorosa experiencia, donde no sólo la escritura se reduce a describir el horror. El texto es una disección de las emociones humanas en situaciones extremas; Semprún retorna del silencio autoimpuesto por casi cinco décadas, ya que quería darse al olvido para aliviar un dolor que jamás le abandonó; para mirar otra vez de frente el abismo insondable donde se aloja el mal absoluto, haciendo a su vez, una reflexión misma sobre el acto de escribir: Tenía que escoger entre la escritura y la vida, había escogido ésta. Había escogido una prolongada cura de afasia, de amnesia deliberada, para sobrevivir (p.212). Todo volvería a empezar mientras siguiera vivo: resucitado a la vida, mejor dicho. Mientras tuviera tentaciones de escribir. La dicha de la escritura, empezaba a saberlo, jamás borraría este pesar de la memoria: Todo lo contrario: lo agudizaba, lo ahondaba, lo reaviva. Lo volvía insoportable. Solo el olvido podía salvarme (p.177). Y aunque Semprún quiso darse al olvido, no pudo; las palabras y los recuerdos fueron más poderosos. No pudo acallar completamente el dolor, el olvido estalló, y la escritura regreso: una escritura memoriosa capaz de mirar de frente al Mal:

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Así, el 11 de abril de 1987, aniversario de la liberación de Buchenwald, había acabado por encontrarme de nuevo conmigo mismo. Por recuperar la parte esencial de mí, de mi memoria, que había estado, que seguía estando obligado a reprimir, a mantener en vereda, para poder continuar viviendo. […] A partir de este momento, en efecto, la escritura se había orientado hacia la primera persona del singular. Hacía la singularidad extrema de una experiencia difícil de compartir. Escribí mucho rato, con impaciencia. Con la soltura de los términos acertados que fluían, me daba la impresión. Con el dolor tonificante de una memoria inagotable, de la que cada línea escrita me descubría tesoros ocultos, obliterados (p.247) La escritura de Semprún rescata lo perdido, la memoria se deleita con la poesía y la música: es una experiencia estética para enfrentar el horror, porque para enfrentarlo, no hace falta únicamente describirlo, es necesario también rescatar del olvido aquello que fue arrebatado con la humanidad: la voz, la mirada, la libertad, los aromas. Semprún sabe que la escritura tiene un poder inigualable, pero es algo doloroso, que no siempre es placentero pero resulta necesario. ¿Respuesta? ¿Verdad? No hay una sola en el acto literario, pero ahí radica el dilema pero también la posibilidad de la representación y del entendimiento de conflictos tan poliformes y complejos desde la literatura: Quedan los libros. Las novelas, preferentemente. Los relatos literarios al menos los que superen el mero testimonio, que permitan imaginar, aunque no hagan ver…Tal vez haya una literatura de los campos… Y digo bien: una literatura, no solo reportajes… […] Tal vez. Pero el envite no estribará en la descripción del horror. No sólo en eso, ni siquiera principalmente. El envite será la exploración del alma humana en el horror del Mal… ¡Necesitaríamos un Dostoievski! Cosa que sume a los supervivientes, que no saben aún que han sobrevivido, en un abismo de reflexión (pp.143-144). Siendo el olvido la elongación del crimen, y no la respuesta como le sucede a Semprún, en el colosal documental Shoah de Claude Lanzmann, vemos que los testigos se obligan a recordar, no sólo las victimas sino también los perpetradores, los que intuían algo y los que alejaron la vista. La técnica del documental se estructura desde la entrevista; se privilegia el relato oral ya que no hay imágenes de archivo ni musicalización, como sí ocurre en el documental de Alain Resnais Noche y niebla. El gran logro de Lanzmann es que va más allá de Resnais. El primero usa la palabra pronunciada de manera literaria; el otro necesita la imagen para reforzar el testimonio. Y aunque ambos son necesarios y tienen sus propias virtudes, la apuesta de Lanzmann es más potente, mucho más humana. El testimonio es puro y logra lo que apunta Semprún: explora el alma humana desde los

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diferentes actores con lo que dicen y callan. Aunque Shoa sea un video (se hizo un libro después con los diálogos y reflexiones del documental), en su esencia es un relato literario que contrasta varios puntos de vista del conflicto. Como espectadores, nos apropiamos del relato en cuerpo y mente cuando Lanzmann hace hablar los lugares y los silencios, todos apropiados y que contribuyen al ritmo narrativo junto con los rostros impávidos, incómodos y dolidos de las decenas de protagonistas que se obligan a recordar. El documental es un ejercicio que termina siendo físicamente exigente. No es fácil ver las más de diez horas que tiene, y aunque transita sin ritmos vertiginosos por los caminos del dolor, su recorrido lento es honesto y no le quita fuerza al horror de la barbarie. Exactamente esos son los aciertos de los libros de Semprún, Vosgonian, Leví y Burgos Cantor. La literatura de estos cuatro autores representa a las víctimas y los muertos. Las narrativas sin ser relatos plenamente históricos, visibilizan las múltiples historias que por una u otra razón no fueron o no quisieron ser escuchadas. Según Galtung (citado por Calderón, 2009) contar con una imagen consciente y cabal del conflicto, con todos sus aspectos profundos y sus condicionantes históricas, será determinante para la transformación del mismo. El proceso de concientización evitará la cosificación de los actores, haciendo de ellos protagonistas del proceso de resolución del conflicto, es decir, ―un actor consciente será capaz de dirigir esa transformación incluyendo la propia‖ (p.72). Un error común que se comete es reducir la formación del conflicto (partes, objetivos, detonantes, motivadores, contradicciones) al lugar del conflicto donde se traduce en violencia. El mismo Galtung (2010) dice: ―la violencia se dirigirá en contra de lo que sea que esté bloqueando las necesidades básicas y esa puede ser desplazada en cualquier dirección. Si la violencia es el humo entonces el fuego es la necesidad básica bloqueada. Una de ellas es la identidad y parte de la identidad es tener control sobre la situación de uno mismo‖ (p.213). Un sujeto se apropia violentamente de los derechos de otro, y al no reconocérsele, la exclusión es manifiesta y la eliminación, punto más radical de la exclusión, es ya un hecho. La barbarie está servida; la violencia se desplaza y rebota en forma de venganza. La memoria pondrá la primera piedra para comenzar a reconstruir las ruinas de la barbarie, y si la violencia precisa del olvido para perpetuarse, la memoria fortalece la identidad del sujeto y la capacidad de autorregulación de la que habla Adorno.

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Ejemplo de ello es el libro de Vosgonian. Acá reflexiona sobre su propio texto: ―El libro de los susurros es en cierto sentido insólito, pues, a diferencia de otros relatos, aquí la muerte sólo es un detalle y más importante que la muerte y, por lo tanto, que la vida, es la memoria (p.559). El texto es un libro de la memoria, el escritor pone su memoria y su palabra al servicio de la redención, para la cual la justicia tiene también una inexcusable dimensión retroactiva (Izquierdo, 2014). Se entierra lo que nunca tiene respuesta y vive lo que aún se susurra, y ese es el poder del testimonio, no sólo en el libro de Vosgonian, también en el de Levi, en el de Semprún y el de Burgos Cantor. Y pese a tener la literatura, pese a tener el dialogo y la memoria la pregunta es: ¿Cuántas más barbaries tendrán que ser aún escritas; cuántas veces más tendremos que entrar al Corazón de las tinieblas?

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2. Hermenéutica y complejidad; análisis del vacío4

En una sociedad académica acostumbrada a las reglas y las normas, proponer una novela y un texto de las características de La persistencia del vacío, en cierta manera, rompe con el canon establecido, y se desvirtúa, tanto por la imposibilidad de validar el discurso, como por la carencia de recursos académicos, que estructuren y enmarquen los indicadores evaluativos y propositivos que el trabajo estético expone. Partiendo de la premisa de la odiosa disyuntiva planteada por la academia de investigar bajo unas reglas, como condiciones aprobatorias inmanentes que alejan, o en el mejor de los casos, atemperan el gusto y el verdadero propósito e interés investigativo, esta segunda parte del trabajo donde se entiende la literatura, como ya se expuso anteriormente, no como una disciplina aparte, enclaustrada en sí misma, sino como una experiencia de lectura que se relaciona, y que puede transformar, nuestra relación con la realidad con otros discursos; otros saberes. Edgar Morín (2006) se pregunta de manera irónica: ―¿por qué hablar de mí? ¿No es decente, normal, serio que, cuando se trata de ciencia, de conocimiento, de pensamiento, el autor se eclipse detrás de su obra, se desvanezca en un discurso que se ha vuelto impersonal?‖ (p.38). La verdad no necesariamente es indecente ni anormal, y prueba de esto es la novela. Nos hacemos las mismas preguntas que se hace la cultura, usamos sus mismos instrumentos culturales, mediáticos y tecnológicos, accedemos a los mismos libros y a los mismos medios de comunicación, redes de datos, películas, canciones y obras de teatro. Vivimos un mundo excesivamente pequeño, con los mismos problemas y con similares contextos personales, familiares, educativos, culturales y sociales. Por ello, es tan complejo ser creativo y por ello se parecen tanto nuestras representaciones mentales, nuestras estructuras cognitivas y valorativas, nuestras ideas y nuestros juicios de valor (De Zubiría, 2011, p.10). Este análisis no quiere llegar a violar uno de los principios más importantes de los escritores, que es el de justificar lo que se escribe y por qué se escribe. Umberto Eco (1985) publicó Apostillas a El nombre de la rosa en el que expone cómo y por qué escribió su novela más conocida, aunque no formula interpretaciones sobre ella. El autor manifiesta: 4

Parte de este capítulo fue publicado por la revista arbitrada del Centro de Investigación y Estudios Gerenciales CIEG. ISSN: 2244-8330 Depósito legal: ppi201002LA3492. El artículo se titula: La persistencia del vacío: la literatura como herramienta compleja que integra y potencia las diversas realidades discursivas. Año 5 Nº 1 [183-195] Fecha de recepción. 19mar2014 / Fecha de aceptación: 23 junio2014 También se presentó como ponencia durante la 4 Jornada internacional de gerencia avanzada y educación, que se realizó el 21 y 22 de Agosto en Bogotá en el hotel Capital. La ponencia tiene el mismo título del artículo.

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―En la filosofía de la composición, Poe cuenta cómo escribió El cuervo. No nos dice cómo debemos leerlo, sino qué problemas tuvo que resolver para producir un efecto poético. Por mi parte, llamaría efecto poético a la capacidad que tiene el texto de generar lecturas siempre distintas, sin agotarse jamás del todo‖ (p. 6). El efecto poético es precisamente lo que mi trabajo doctoral quiere proponer, explorando esas vertientes que supone la participación del acto creativo, en una lectura dialógica y compleja. Escribir una novela requiere compromiso y dedicación, y la novela podría defenderse por sí misma, pero estando emparentada con un requisito académico, la novela puede cojear, no por el texto mismo, sino por las normas que validan y explicitan los requerimientos educativos. Usando una hermenéutica compleja

como herramienta metodológica de

reconstrucción del discurso, se puede identificar e interpretar el discurso social teniendo presente su particularidad. Pensemos en una sociedad, que responde a una época, que tiene un sistema de valores, compuesta por instituciones que rigen los destinos de sujetos que se forman y transforman esa sociedad, cuyas creencias poseen una carga significante que es desencadenada por algún objeto o circunstancia particular, pero que nunca será idéntica a la de otro sujeto. Benjamin (2012) manifiesta que ―dentro de los grandes espacios históricos de tiempo se modifican, junto con toda la existencia de las colectividades humanas, el modo y manera de su percepción‖ (p.97). Al tener esta mirada compleja, no sólo es el sujeto y la sociedad, sino es el todo, valiéndonos de la hermenéutica, donde podemos potenciar, particularmente desde la literatura, el entendimiento y la resignificación del discurso del sujeto, a partir de una lectura literaria que dé cuenta y permita viabilizar el proceso personal y social de validación de sentido. Desde siempre, el hombre ha creado herramientas que son extensiones o prolongaciones de sus capacidades, que amplían su rango de acción y aminoran sus limitaciones para su beneficio propio. Desde la manipulación de su medio inmediato, hasta la elaboración de conceptos, y donde como dice Alicia Poloniato (2003) se relacionan dos universos culturales y por lo tanto sociales: el de las herramientas y el de los conceptos. El lenguaje, y obviamente la interpretación, pueden verse como herramientas pero con mayor importancia que las de uso manual. ―Al lenguaje verbal y escrito debemos nuestro desarrollo como seres racionales y sapientes, por ser el principal factor de desarrollo de las

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capacidades de abstracción y de simbolización y, por ende, las de conceptualización‖ (p.28). El lenguaje no sólo se puede entender desde ese saber hecho práctica, desde ese sistema de signos estructuradamente organizados. Con base al lenguaje se esgrimen muchos más factores que son de suma importancia, los cuales van más allá de la transmisión, por ejemplo: el significado y la objetivación de la realidad y las connotaciones que presenta como un problema de comprensión. Conectando la idea de que el lenguaje está cargado de señales y signos, los cuales sirven para transmitir mensajes, y que ambos deben estar referidos a códigos explícitos o tácitos, en LPV sólo podríamos hablar de la existencia de un lenguaje literario y lo analizaríamos simplemente por la relación directa entre mensaje, señal y código, dentro de un marco general de la lingüística, enfocando nuestra atención en el proceso de comprensión que esto implica, y tomando en cuenta sus repercusiones en la objetivación de la realidad. Pero este ejercicio, quiere llevar la interpretación mucho más allá de los signos lingüísticos, pero precisamente partiendo de ellos, porque son estos los que dan cuenta de un contexto, de una época, de unas relaciones y de unos sistemas. Para Ferdinand de Saussure (1945), el estudio del lenguaje debe tener consideraciones históricas y comparativas. La lengua debe ser estudiada por el sistema de elementos que la componen, y no por sus elementos individuales. Para Saussure el todo está en primer lugar, el lenguaje se aprende y necesariamente se va de las partes al todo por el hecho de ser aprendido, pero ese todo es bien particular, no es una totalidad lógica donde los elementos pueden ser deducidos de una sola idea. Para él, no se puede fundamentar la lengua sobre un sistema ideológico positivista; es como él lo llama: una unidad de coexistencia pero que es arbitraria. ―El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un significante con un significado, podemos decir más simplemente: el signo lingüístico es arbitrario‖ (p.93). La arbitrariedad que reúne en un signo lingüístico a un concepto y a una imagen auditiva (sí, imagen auditiva, una de las claras licencias del lenguaje y la literatura) es quizá una de las razones por las cuales la literatura es tan amplia en significados e interpretaciones. Hay un marco de referencia desde el lenguaje que sustenta una idea

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literaria, que la hace trasmisible y comprensible dentro de un grupo poblacional, pero las figuras retóricas, potencian aún más esa arbitrariedad y la profundidad de las interpretaciones, y extrañamente, esas interpretaciones traspasan las barreras del lugar donde fueron elaboradas; el sentido no sólo responde a un contexto particular y el significado resulta ser universal. La sucesión de sonidos que forma un significante, no tiene ninguna relación profunda con el concepto que evoca. Para una palabra pudo haberse elegido alguna otra secuencia sonora, esto es tácito cuando comparamos los diversos significantes usados para un mismo concepto, en este caso, de las múltiples formas de pronunciar y escribir amor (en español), por no decir de las múltiples formas de significar e interpretar esta secuencia sonora de cuatro grafías, llamadas letras, puestas en este espacio que está a punto de finalizar transitoriamente. F. Schleiermacher (1961), máximo exponente de la hermenéutica romántica, propone la hermenéutica como disciplina problemática, en la medida que se generan conflictos metodológicos y epistemológicos en el choque del pensamiento subjetivo con la forma del objeto. La comprensión correcta de un discurso o un escrito es el resultado de un arte, y exige consiguientemente una ‗teoría del arte‘ o técnica, que nosotros expresamos con el nombre de hermenéutica. Una tal teoría del arte se da solamente en la medida en que las prescripciones forman un sistema fundamentado en principios claros derivados de la naturaleza del pensamiento y del lenguaje (p.132). Él manifiesta en su teoría una forma de abordar el problema de comprensión que denominó: círculo hermenéutico, donde toda la comprensión individual está supeditada por la comprensión del todo, comprendiendo las partes sólo mediante lo general. Sin embargo, cabe aclarar que las partes representan al todo, y es por estas que el intérprete puede estudiar la totalidad. Esta teoría, que trata de elucidar cuáles son las condiciones de una interpretación válidamente universal, abarca tanto a la hermenéutica bíblica como a la hermenéutica puramente filológica. Schleiermacher había tomado conciencia, desde el principio, del giro que suponía su proyecto hermenéutico respecto a la hermenéutica anterior, aunque tal vez no se diera mucha cuenta de la radicalización de sus planteamientos. La praxis de su actividad intelectual, especialmente su dedicación filosófica como traductor de las obras de Platón y sus estudios exegético-teológicos del Nuevo Testamento, determinan de forma concluyente la necesidad de suplir las deficiencias de los métodos particulares de ambas disciplinas por una Allgemeine Hermeneutik (hermenéutica general) capaz de preceptuar los

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principios generales y la metodología adecuada del recto comprender. (De Santiago, 2012, p.151) Schleiermacher dentro de su propuesta del círculo hermenéutico, hace dos claridades puntuales. La primera es que ese todo se compone de partes que deben ser comprendidas antes de que el intérprete pueda contemplar la totalidad. La segunda, es que cada parte representa ella misma el todo, que se descompone a su vez en partes individuales (De Santiago, 2012). Este es un ejemplo perfecto del principio hologramático que propone Morin (1995) dentro de su teoría del pensamiento complejo. De Santiado (2012), hablando de Schleiermacher, afirma algo que es fundamental a la hora de comprender: En todo acto de comprensión se pone un todo a modo de hipótesis, de tal manera que el intérprete debe revisar continuamente la proyección del todo hipotética a medida que lo pone en relación con las partes. Así pues, la tarea de comprender e interpretar se ciñe a una totalidad que se desarrolla gradualmente y en su proceso nos ayudamos recíprocamente unos a otros, en la medida en que cada cual ofrece a los demás puntos de comparación y analogías. La totalidad, entonces, hay que entenderla como algo que empieza siempre de nuevo, una y otra vez, y siempre como una hipótesis o una conjetura que se contrasta o se somete a prueba en relación a las partes (p.166). La totalidad interpretativa va mutando conforme comienzan a relacionarse las partes que la componen. Las hipótesis, las interpretaciones, los análisis pueden tener puntos en común, pero cada uno será distinto ya que no todos los análisis toman exactamente los mismos referentes. La interpretación, al igual que el lenguaje, es una entidad dinámica y viva que cambia conforme cambia el contexto. Quiero hacer un breve ejercicio comparativo entre la idea de Saussure, con los postulados hermenéuticos planteados por Schleiermacher. Es importante aclarar que las ideas expresadas nos son directamente relacionadas, ya que Saussure se dirige a la lingüística mientras que Schleiermacher dirige su mirada al ―arte de comprender‖: la hermenéutica. Saussure da más visos sobre la estructura del lenguaje, y Schleiermacher se enfoca sobre el problema de comprensión de un texto. Pero la relación en un primer momento es clara, ya que todo lo que se investiga en la hermenéutica es lenguaje en su más amplia acepción.

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Maurice Merleau-Ponty (2006) plantea lo siguiente: ¿Por qué lo que produce una cultura, tiene sentido para otras culturas, aun si este no es su sentido de origen? Tomo esta frase para explicar mejor problema de la trasmisión y expresión de la cultura por medio de la literatura. Él se responde que no es un problema de ubicaciones geográficas e históricas; es sobre significar más allá de la existencia humana, de iniciar un sentido, porque resulta que cualquier gesto humano es comparable a cualquier otro, debido a que todos revelan una sola sintaxis. Merleau-Ponty dice que el cuerpo es capaz de reunirse en un gesto que domina por un tiempo su dispersión, e impone su sello a todo lo que hace. Más allá de las distancias tiempo-espacio, se puede hablar de una unidad del estilo humano que reúne los gestos en una sola historia acumulativa; en un sólo arte en el cual se habla de una forma de expresión, es decir, de una interpretación universalmente significativa. En esta se desglosan varios puntos; primero, la idea de que vivimos en comunidad y que al estar en comunidad sólo en ella somos capaces de comprender; segundo, que al comprender, estamos transfiriendo nuestro yo a algo fuera de nosotros; tercero y más importante, toda vivencia ajena a nosotros es actualizada en nuestra propia vivencia. Más allá de las barreras lingüísticas de los pueblos y sus diferencias culturales, podemos objetivar el conocimiento y hacerlo comprensible por medio de la hermenéutica, y pese a que el signo lingüístico sea arbitrario, esto no impide la movilización de la idea, mejorando y ampliando el conocimiento y llevándonos hasta nuevos horizontes, donde no sólo lo singular participa, lo común juega también un papel vital en la comprensión de cualquier texto, incluyendo la LPV, el que valientemente quiere interpretar su mismo realizador. Paul Ricoeur (1997) ayuda a comprender el papel que la narratividad juega en la vida individual y en la historia colectiva, además, de abrir un intersticio donde podemos entrar para así entender el papel del texto en la vida cotidiana: ―Decir que la ficción no carece de referencia supone desechar una concepción estrecha de la misma que relegaría la ficción a desempeñar un papel puramente emocional. De un modo u otro, todos los sistemas simbólicos contribuyen a configurar la realidad‖ (p. 94). Los procesos que implican azar o irreversibilidad antiguamente eran considerados situaciones excepcionales. Hoy, vemos por todas partes, el papel de los procesos irreversibles, de las fluctuaciones en los modelos (Prigogine, 1997). La interpretación

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hermenéutica, está permeada por momentos históricos que son fluctuantes y que definen una lectura y le dan valía. Por eso, la interpretación no puede funcionar por medio de los modelos predecibles y exactos, sino por aquellos dinámicos que, como sucede en la física y en la biología, están motivados por energías y fuerzas impredecibles y caóticas. Ricoeur (tomado de Montoya, 2010), argumenta que la crítica literaria no se ve obligada a oponer los lenguajes de ficción -y su fuerza en la imaginación creadora- a las narraciones históricas -y sus pretensiones de verdad-. La razón de ello consiste en que ambas formas narradas se construyen a partir de la creación de una trama, de una historia narrada. Ricoeur piensa que la interrelación entre imaginación, ficción y designación de la realidad, produce una configuración del relato entendido como una disposición de hechos. A través de esta disposición, se lleva a cabo una mediación en la operación de configuración, porque la ―construcción de la trama desempeña una función de integración entre los procesos de precomprensión y de postcomprensión‖ (p.294). Esto define el carácter dinámico de la interpretación. La comprensión va transformándose conforme las hipótesis; también conforme a los puntos de vista que se tengan en cuenta a la hora de abordar el texto, y pese a eso, podemos afirmar que la interpretación puede tener visos de universalidad; tanto el texto como su interpretación, pueden ser universales, pueden significarse dentro de muchos contextos y no sólo desde el de creación. Que la hermenéutica sea universal significa que su quehacer está atado a la lingüisticidad fundamental de la experiencia humana, es decir, al hecho de que no existe experiencia espiritual que no esté ya dada en ese horizonte general de sentido que es el lenguaje. De ahí que la hermenéutica no pueda reducirse a un arte o una técnica, con una evolución histórica determinable, pues está inmersa en todos los ámbitos de la experiencia humana, tanto científica como moral. No hay experiencia que no involucre interpretación, ni interpretación que no parta de una experiencia o, para usar el término diltheyano, de una "vivencia" (González, 2012, p.130). La hermenéutica tiene la capacidad de trasladar, del plano técnico de la interpretación de textos, unos recursos epistémicos hacia la comprensión de la experiencia de vida. Dice Montoya (2010) que la narración no representa únicamente la posibilidad de la reconstrucción de unos hechos vividos, desde un horizonte historiográfico o jurídico; el acto de relatar ofrece una oportunidad sin parangón de comprender y explicar

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fenomenológicamente, el quién, el cómo, el porqué y el para qué de la acción, desde una triple consideración: hermenéutica, epistémica y ontológica. Heidegger (1988) se pregunta sobre la obra, diagrama los fundamentos y habla de la relación entre la obra y el artista, como origen del significado. ―Origen significa aquí aquello de donde una cosa procede y por cuyo medio es lo que es y como es. Lo que es algo, cómo es, lo llamamos su esencia. El origen de algo es la fuente de su esencia. La pregunta sobre el origen de la obra de arte interroga por la fuente de su esencia. La obra surge según la representación habitual de la actividad del artista y por medio de ella. Pero ¿cómo y de dónde es el artista lo que es? Por medio de la obra‖ (p.37). La obra configura al escritor, lo dota de sentido, por lo tanto la obra da cuenta del autor como sujeto histórico, también como sujeto cognoscente y sujeto que es y está en el mundo. Heidegger (1998) habla de la obra al referirse a la cosa que hace parte de la obra y como la cosa llega a representar la obra. En arte y poesía, el autor da el ejemplo de un par de zapatos. El zapato es útil porque tiene una función, pero hay algo mucho más allá que hace que el zapato represente una realidad ulterior, digamos poética, que va más allá de su descripción y su función. Ese útil, su ser, consiste en servir como algo. Pero la obra radica no sólo en su capacidad de representación de esa utilidad. Los zapatos, pudieran ser solo eso: zapatos, pero Heidegger, poéticamente, como presentación de la obra de arte que representaría el zapato, dice: En la oscura boca del gastado interior bosteza la fatiga de los pasos laboriosos. En la ruda pesantez del zapato está representada la tenacidad de la lenta marcha a través de los largos y monótonos surcos de la tierra labrada, sobre la que sopla un ronco viento. En el cuero está todo lo que tiene de húmedo y graso el suelo. Bajo las suelas se desliza la soledad del camino que va a través de la tarde que cae. En el zapato vibra la tácita llamada de la tierra, su reposado ofrendar el trigo que madura y su enigmático rehusarse en el yermo campo en baldío del invierno. Por este útil cruza el mudo temer por la seguridad del pan, la callada alegría de volver a salir de la miseria, el palpitar ante la llegada del hijo y el temblar ante la inminencia de la muerte en torno. Propiedad de la tierra es este útil y lo resguarda el mundo de la labriega. De esta resguardada propiedad emerge el útil mismo en su reposar en sí. (p.60) El útil revela su esencia, se vuelve obra de arte en la medida en que se revela por medio de la representación el ser del útil. En LPV el útil, la cosa, revela su ser a través de la narratividad, Lo vemos por ejemplo cuando el autor habla del cielorraso de su habitación:

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En medio de la duermevela mirando al cielorraso me viene la imagen de mi vieja casa. Es parecido a este, lleno de arabescos intrincados pero el de mi casa tenía un pequeño vitral en el centro. Desde las escaleras del primer piso, el techo daba la bienvenida creando una especie de performance musical, con cuerdas de acero paralelas que generaban vibraciones violentas. El viento querían sacar sonidos armoniosos con diferentes graduaciones y tensiones pero su irregularidad lo impedía. Pensaba trasladar esos sonidos acerados para imitar la arquitectura del techo acá, a miles de días de distancia, superponiendo las curvas y repujados y las líneas oblicuas que se acariciaban por las luces tamizadas del pequeño vitral, pero es imposible. No recuerdo perfectamente cómo daba la luz, ni los ángulos que formaba y quedo sólo con el recuerdo musical del techo de mi casa en este que no tiene vitral. Me levanto de la cama y me dirijo a la ventana a ver la ciudad en la noche que ya va cobrando vida y sonido. (LPV) El cielorraso detona el recuerdo, carga el deseo del protagonista de poesía e imaginación. La memoria estalla, teje recuerdos con las significaciones ulteriores del vacío que nunca es vacío; los sonidos se equiparan a las luces, los repujados y las formas mentales que representan, desde la narratividad, al ser que duerme dentro de la cosa. En la narración el útil jamás es cotidiano. Por más de que sea descriptivo, la narración de ese útil revela un propósito, un contenido y una esencia. El éxito de escritores como Hemingway o Raymond Carver, está precisamente en partir del útil, de la superficie de la situación, para que el lector vaya desmadejando el hilo y bucee por los significados que se intuyen en la narración. Desde la estética de la recepción (Iser) se puede localizar la imagen y la importancia de un otro que interpreta de manera particular las relaciones del útil con su esencia, desde un intercambio dialógico que separa las capas de realidad, y llega hasta la esencia del texto; de aquello que lo dota de sentido y le ayuda a representar el mundo. Ahora bien, en LPV se parte desde un marco de referencia noticioso real. Casi todas las noticias ahí consignadas son verdaderas; fueron sacadas de publicaciones y revistas de actualidad reales, ¿pero en sí, esto las vuelve reales en la novela? ¿Lo verdadero es real, o también acá el artificio narrativo de tomar la noticia y darle un giro novelístico convierte el texto en literatura o sigue siendo noticia? La esencia del arte sería, pues, ésta: el ponerse en operación la verdad del ente. Pero hasta ahora el arte tenía que ver con lo bello y la belleza y no con la verdad. Aquellas artes que crean tales obras se llaman bellas artes a diferencia de la artesanía que confecciona útiles. En el arte bello, no es bello el arte, sino que se

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llama así porque crea lo bello. Al contrario, la verdad pertenece a la lógica. Pero la belleza se reserva a la estética. (Heidegger, 1988, p.61) Las fronteras de la crónica periodística están permeadas por la voluntad literaria. Se puede entender como una unidad ambas manifestaciones. Entre los grandes se encuentran algunos autores que han optado por una siendo veteranos en la otra. Gay Talese, Tom Wolfe, Norman Mailer, Truman Capote, Ryszard Kapuscinski; en Latinoamérica tenemos grandes nombres como los de Alberto Salcedo Ramos, Martín Carparrós, Carlos Monsiváis que se han permitido una mixtura de géneros, bastante respetuosa y exitosa. En el periodismo actual se lucha en las antípodas objetivas y subjetivas del texto que quiere presentarse como un testimonio frio y objetivo de una realidad, o aquel permeado por los sentidos, subjetivo imperfecto pero también real. Al respecto Darío Jaramillo Agudelo (2012) nos dice que el periodismo literario, ―no es ni más ni menos objetivo que el seco periodismo omnisciente, que posiblemente transmita mejor el mundo que narra gracias a la inmersión, a la voz personal, a la exactitud y a la dimensión simbólica, el periodismo literario, en tanto que literario, en tanto que personal, forma parte del arte‖ (p.32) LPV lucha por esas voluntades, un periodista que busca hacer un artículo, que no es crónica, que no es reportaje sino es una visión personal de sí mismo que mezcla una reflexión filosófica con un escrito pseudoperiodístico. El testimonio resulta, al final, una verdad marcada por una manera de ver o no ver lo que se le presenta. Este relativismo legitima estilos de periodismo que ya tiene un nombre y una historia. Entonces se convierte en periodismo –periodismo Gonzo, lo llaman –el testimonio de quien ha vivido situaciones a roles que se imponen. Así el cronista cuenta el día en que fue mesero o torero o cuenta chistes o minero o policía o vendedor ambulante o etcétera, largo etcétera. Si vamos a ser estrictos, en ese nuevo rol de cronista hay algo que no es rigurosamente cierto. No lo es ¿Y Qué? La fidelidad con la verdad nace a partir de ahí (Jaramillo, 2012, p.38). Los tiempos del vacío, que se analizarán en el siguiente capítulo, se retratan en LPV desde una mixtura de géneros cuyas fronteras no son fácilmente identificables, llegando a mimetizar los sujetos y sus textos, las ideologías con las creencias; la verdad científica con sus verdades anexas menos comprobables, pero igual de necesarias al sujeto. Hermenéuticamente hablando, LPV retrata sintéticamente desde el periodismo, las nuevas concepciones integradas y globalizantes que convierten al sujeto en todo y nada a la vez; un imperio narcisista, principio y fin en sí mismo, en sempiterna interconexión con el mundo;

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ambivalente, preocupado y presuntuoso a la vez; jactancioso, ecológico, consumista: el ejemplo perfecto del homo-complexus. El protagonista de LPV hace una serie de reflexiones críticas y pesimistas frente a su oficio, ya que ese relativismo, alimentado por la literatura y el arte, está cooptado por el comercio, y no tanto a los intereses del público y de compartir información: La edición amañada ha acompañado la profesión desde que se volvió obligatorio defender una posición, y esa posición sustenta económicamente las otras ediciones acomodadas, gracias a una estructura cíclica de codificada claridad. Jamás vamos a tener información veraz, sólo un manojo de datos apiñados, recortados, inflados, chuzados y chupados de tal forma que te hacen creer que estás ante hechos genuinos. Seguiremos viendo gentes agazapándose en reinos transitorios, gentes disconformes y peyorativas con sus subalternos, atrincherados en sus escritorios con la mirada perdida en su propia suficiencia y en esos asuntos urgentes e insignificantes. Seguirán reinando en la redacción de los periódicos, en las gerencias y subgerencias de los rascacielos económicos, en los congresos y senados, y en todos esos sitios donde la inutilidad y la verborrea son activos necesarios para sustentar sesudas justificaciones que benefician siempre a los mismos pocos, y todos ellos se las apañarán para no ser noticia, para reproducirse como alimañas en un estanque putrefacto (LPV). Ya Baudelaire (2009) había criticado de manera contundente la información noticiosa. Los canales comunicativos han cambiado: ahora son más veloces, más inmediatos, más complejos y son mucho más democráticos; quizá no pasa lo mismo con el contenido, ni mucho menos con la profundidad del mensaje: Es imposible leer cualquier periódico, de cualquier día, mes o año, sin encontrar en cada línea los signos más espantosos de la perversidad humana, al mismo tiempo que las más sorprendentes vanaglorias de probidad, bondad o caridad, y las afirmaciones más desvergonzadas sobre el progreso y la civilización. Cualquier periódico, de la primera a la última línea, no es más que una trama de horrores: guerras, crímenes, impudicias, torturas, crímenes de príncipes, crímenes de naciones, crímenes de particulares: una vorágine de atrocidad universal. Y es de este aperitivo repugnante con lo que el hombre civilizado acompaña su comida de cada mañana. Todo, en este mundo, suda el crimen: el diario, la pared y el rostro del hombre. No comprendo cómo una mano pueda tocar un diario sin una convulsión de asco (p.58). LPV primeramente es un ejercicio creativo de corte literario, pero no por eso deja de representar un panorama definido frente a la realidad comunicacional actual, especialmente, frente a la forma como se prioriza y se presenta la información periodística. Aunque no

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puedo tener una posición tan extrema como la de Baudelaire, sí puedo compartir varios puntos, ya no sólo frente al diario de papel, también frente a la forma como se banaliza, se negocia y se transa la información, donde el amarillismo no es sólo una opción noticiosa, sino la constante que domina el panorama actual; una era que voy a definir desde el vacío. Nada mejor que cerrar este apartado con una frase del gran Christopher Hitchens en su último libro, el que le dio un honroso cierre a su vida, que también es la que cierra el libro, y que refleja perfectamente el carácter disidente y contestatario de LPV: A lo largo de la última década, he sido vívidamente consciente del desafío literalmente letal de la clase de gente que opera con certezas absolutas y se cree impulsada y justificada por una autoridad superior. Haber pasado tanto tiempo aprendiendo relativamente poco y que gente que ya lo sabe todo, y que tiene toda la información que necesita, amenace todos los aspectos de mi vida… Aún es más deprimente ver que, frente a este asalto feroz, muchos de los mejores carecen de toda convicción y dudan a la hora de defender lo que posibilita su existencia, mientras que los peores están llenos de brío y hierven en exaltación asesina. Es una tarea ímproba combatir a los absolutistas y a los relativistas al mismo tiempo: sostener que no existe una solución totalitaria e insistir al mismo tiempo en que, sí, los de nuestro lado también tenemos convicciones inalterables y estamos dispuestos a luchar por ellas. Tras varias Lealtades pasadas, he llegado a creer que Karl Marx tenía toda la razón cuando recomendaba una duda y autocríticas continuas (Hitchens, 2011, pp.489-490).

2.1 El vacío, como propuesta y posibilidad discursiva, caracterización de La persistencia del vacío (LPV) y su lógica epocal.5 “Sensaciones etéreas del Tiempo en que el vacío se sonríe a sí mismo…” (Cioran, 1996, p.22)

Vacío, a. (Del lat. vacīvus). 1. adj. Falto de contenido físico o mental. 2. adj. Dicho de una hembra: Que no puede tener cría. 3. adj. Dicho de un sitio: Que está con menos gente de la que puede concurrir a él. 5

Parte de este capítulo fue publicado por la revista Hilo analítico, publicación de la universidad Antonio Nariño (EneroDiciembre de 2015) ISSN 1900-2734. El artículo tiene por título La persistencia del vacío: la literatura como herramienta compleja que integra y potencia las diversas realidades discursivas: análisis del vacío.

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4. adj. Hueco, o falto de la solidez correspondiente. 5. adj. vano (‖ arrogante, presuntuoso). 6. adj. p. us. Vano, sin fruto, malogrado. 7. adj. p. us. Ocioso, o sin la ocupación o ejercicio que pudiera o debiera tener. 8. m. Concavidad o hueco de algunas cosas. 9. m. Cavidad entre las costillas falsas y los huecos de las caderas. 10. m. Abismo, precipicio o altura considerable. 11. m. Movimiento de la danza española, que se hace levantando un pie con violencia y bajándolo después naturalmente. 12. m. Falta, carencia o ausencia de alguna cosa o persona que se echa de menos. 13. m. Fís. Espacio carente de materia.6

Como propuesta doctoral, La persistencia del vacío es el numen que se convertirte en el ejercicio novelístico testimonial de integración discursiva. Para entender la era del vacío, irremediablemente tenemos que hablar de posmodernismo, de sus lógicas, sus relaciones, y cómo las personas se comportan. Según Jameson (1996), uno de los rasgos más sorprendentes de lo postmoderno es que hay un amplio espectro de tendencias actuales; de análisis, de predicciones económicas, de estudios de marketing; críticas culturales, nuevas terapias, reseñas de exposiciones de arte o festivales nacionales de cine, cultos religiosos; noticias por doquier, y todo quizá en el mismo espacio sin un orden ni un norte definido… o quizá sí, en pro del capitalismo y el consumo. ―Me parece esencial concebir la postmodernidad no como un estilo sino, más bien, como una dominante cultural: perspectiva que permite la presencia y coexistencia de un abanico de rasgos muy diferentes aunque subordinados unos a otros‖ (p.26). En la posmodernidad, vemos que los rasgos primarios pasaron a ser secundarios, y estos últimos dominan las prioridades y la escena. Cuántos seguidores en Twitter, cuántos amigos en Facebook, qué tipo de filtros en las fotos de Instagram quedarán mejor, qué zapatos, qué perfumes, qué programas de televisión de realidad (hiperrealidad), qué autos, qué películas, qué dietas, qué actores, qué escándalos, qué ídolos de papel transitorios y caducos dominan la escena mundial; y las cuestiones como la salud, la educación, la inteligencia, la política, se substraen a un plano accesorio y aburrido, cuya información, va a ser brindada a cuenta gotas en los intermedios de lo que ahora es importante y que vende,

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Significado de vacío según la Real Academia Española. Recuperado de: http://lema.rae.es/drae/?val=vac%C3%ADo

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que en ―verdad‖ interesa al individuo. Todo se vuelve un producto para consumo, desde la academia hasta la salud. Los productos forman una suerte de jerarquía cuyo clímax reside precisamente en la propia tecnología de la reproducción que, por supuesto, se extiende hoy mucho más allá del clásico aparato de televisión y, en general, ha llegado a encarnarse en la nueva tecnología informática o de los ordenadores de la tercera etapa del capitalismo. (Jameson, 1996, p.215) Según el mismo Jameson, esos productos se difunden a través del espacio y el tiempo de los segmentos de entretenimiento, y es claro al decir, que incluso de las noticias como parte de su contenido. Ejemplo de ello son los comerciales de uno de los eventos más mediatizados del deporte mundial: el Super Bowl. Personalmente no soy fanático ni entiendo mucho sobre el Football americano, pero la maquinaria mercantilista y comercial equipara en importancia el juego con el entretiempo, donde artistas del momento hacen un show faraónico; pero sobre todo los comerciales, que según un estimado para el evento del año 2014 oscila entre 3,5 y 4 millones de dólares el minuto al aire y esto es considerable en un deporte que cada minuto está deteniéndose y pasando a comerciales por tiempos fuera resultado de un cúmulo de reglas y vericuetos. Ahí se despliega toda una estrategia de marketing y creatividad para atraer consumidores. La cifra

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de 108 millones de

telespectadores no es nada despreciable para poner a rodar ese engranaje perfecto de entretenimiento y diversión, que exalta esos valores que ahora son primarios. No son los productos comerciales del mercado los que en la publicidad se convierten en imágenes sino que, más bien, son los propios procesos narrativos y de entretenimiento de la televisión pública los que, a su vez, se reifican y convierten en mercancías: desde la propia narrativa del serial, con sus segmentos y cortes formulaicos y rígidos, hasta lo que las tomas de la cámara le hacen al espacio, el argumento, los personajes y la moda; y también un nuevo proceso de creación de estrellas y famosos que parece distinto de la experiencia histórica más antigua y conocida de estas cuestiones (Jameson, 1996, p.216). Las comunicaciones son fundamentales en la era posmoderna. La conexión es total; el individuo se absorbe en la red. El yo ya no puede estar aislado, está atrapado en un entramado de relaciones más complejas y más móviles que nunca. Joven o viejo, hombre o

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Tomada de la revista Portafolio. Recuperado de: http://www.portafolio.co/especiales/super-bowl-especialdel-super-bowl-2014

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mujer, rico o pobre, siempre está situado sobre «nudos» de circuitos de comunicación, por ínfimos que éstos sean (Lyotard, 1991). La información, los mensajes en esta era ―están dotados de formas y de efectos muy diferentes, según sean, por ejemplo, denotativos, prescriptivos, valorativos, performativos, etc. Es seguro que no sólo funcionan en tanto que comunican información‖ (Lyotard, 1991, p.16), comunican aspectos complejos, hasta en su misma irrelevancia, que validan lo inmediato y confunden lo real con lo imaginario. La performatividad de un enunciado, sea éste denotativo o prescriptivo, se incrementa en proporción a las informaciones de las que se dispone al respecto de su referente. Así el incremento del poder, y su autolegitimación, pasa ahora por la producción, la memorización, la accesibilidad y la operacionabilidad de las informaciones (Lyotard, 1991, p.38) Esta época ha sido particularmente convulsa en cuanto al volumen y la intensidad de la información que nos llega. Gilles Lipovetsky (2010) en su libro La era del vacío, no se refiere al vacío como algo necesariamente malo, ya que se han desactivado (por lo menos transitoriamente), las ideologías asesinas y las maquinarias masivas de la muerte. El vacío, la apatía, la ironía y el individualismo se han injertado en el panorama político actual. Bauman (2003) también manifiesta algo similar, pero lo connota desde la liquidez de las relaciones actuales: Para mantenerse vivo y fresco, el deseo debe ser continua y frecuentemente satisfecho ─aún cuando la gratificación augura justamente el fin del deseo─. Una sociedad regida por la estética del consumo exige, por lo tanto, un tipo muy especial de gratificación ─emparentada con el pharmakon de Derrida, una droga que cura y envenena al mismo tiempo, o más bien una droga que debe ser cuidadosamente suministrada, nunca en grandes dosis, que resultarían letales─. Una gratificación no verdaderamente gratificante que jamás se bebe hasta el fondo, que siempre se queda por la mitad (p.170) Surge así un mecanismo de supervivencia frente al bombardeo, una barrera y un filtro que nos protege: un narcisismo enquistado. El mensaje periodístico, en estos tiempos de información en tiempo real, no madura. Cuando estamos asimilando una idea viene la siguiente con una contundencia demoledora alimentando el olvido: el vacío. Asistimos impávidos desde nuestra propia trinchera informativa, al ataque de noticias huérfanas de personas, ideas, y sobre todo, contenidos. El mismo Bauman manifiesta esto, particularmente en la información actual, uno de los pilares centrales de LPV. El periodista

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sin nombre sabe que es descartable, y por ende, no tiene motivos para desarrollar un compromiso con sus tareas o para establecer vínculos duraderos con sus compañeros de trabajo. En la novela se mencionan, pero realmente el protagonista no se siente afín a ellos; no se siente cercano. Para evitarse frustraciones inminentes, suele ser reacio a prometer lealtad a su trabajo mucho menos a inscribir su propio objetivo de vida en el marco de su futuro laboral (Bauman, 2003). Ejemplo de esto es el final de LPV donde luego de que su proyecto no resultara, no fuera aprobado por los jefes, tiene que cambiar de propósito, no lo toma personal, solo hace parte de su trabajo y demuestra que su compromiso es casi nulo. No le importa mucho, solo vive al corte del día: Ante las decisiones de los otros ni la particular condición de saltar por el tiempo sirve para reversar esas decisiones. ¿Debo elegir un tiempo, ilusorio, subjetivo, una realidad sin tiempo o atarme a una linealidad que carece de toda razón; una ilusión persistente e irreversible de pasado, presente y futuro? Rápidamente ajusto las ideas y el artículo de mi particular condición, el estudio sobre la crisis de los cuarenta de grandes hombres famosos e ingrávidos, el gran testimonio de cómo el vacío se ha apropiado de los deseos del mundo y envuelve mis más íntimos pensamientos, pasa a reposar a una tumba en mi mente. Cuando este tipo de cosas suceden, y al principio de mi carrera sucedían con mucha frecuencia, la afrenta en un principio consistía en sobrellevar la situación con buen ánimo. Ya pasado el tiempo, cuando la cosa parecía fuera de lo común, se convirtió en una lucha personal y grupal: no dejarnos joder de las circunstancias producto de los caprichos del editor general. Ya luego todo sucede, y sigue… todo sigue. Convivíamos con la derrota porque tocaba. La saludábamos con monotonía y su presencia se hizo familiar. Antes era la invitada inesperada de una comida familiar y sin convenirlo pasó a ser la ocupante permanente del cuarto de huéspedes. Entraba, tomaba asiento, se servía lo que quería y nosotros, los periodistas en ciernes, los recién desempacados de la universidad, cogíamos con las palmas las boronas sobrantes. (LPV) ―La flexibilidad es el eslogan del momento. Augura empleos sin seguridades inherentes, sin compromisos firmes y sin derechos futuros, ofreciendo tan sólo contratos de plazo fijo o renovables, despidos sin previo aviso ni derecho indemnización‖ (Bauman. 2003, p. 172). Esto lo podemos analizar según lo que dice Lipovestky (2002), que como se mencionó anteriormente, define esta época como la Era del vacío, una era dominada por la apatía frívola y generalizada, donde sólo lo individual cobra relevancia. La indiferencia pura que traduce la muerte de los grandes proyectos, las ideologías radicales, e inaugura una nueva forma de entender el mundo. El único que parece salir indemne de esto es el

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individualismo que sabe que los discursos han sido desacralizados y todo vale. ―Las grandes cuestiones filosóficas, económicas, políticas y militares, despiertan poco a poco la misma curiosidad desenfadada de cualquier suceso, todas las alturas se van hundiendo, arrastradas por la vasta operación de neutralización y banalización sociales‖ (p.51). Ya otros autores han utilizado el vacío como cuestión problémica y literaria. El uruguayo Mario Levrero (2009), en su novela-diario El discurso vacío despliega un aparato narrativo que busca la no-narración, busca el individualismo absoluto donde los grandes problemáticas han sido anuladas por un narcisismo extremo y un hedonismo discreto pero palpable. Esta novela de Levrero se analizará en el siguiente capítulo, ya que su influencia fue fundamental en la construcción de LPV, porque las cosas, las personas, la información noticiosa están ―físicamente próximas a nosotros pero a una remota e infinita distancia espiritual‖ (Bauman, 2003, p.164). LPV ciertamente está influida por la obra de Levrero y los estudios sociológicos y psicoanalíticos de Lipovetsky, Jameson, Lyotard, Bauman y Zizek. En LPV el protagonista no tiene nombre, está en una ciudad sin nombre, oficia como periodista y actualmente está escribiendo una crónica sobre el vacío de los días, y sobre una extraña condición que padece por encargo de una revista virtual de variedades. La revista de moda Goebbels, de circulación netamente virtual de “filosofía y variedades”, es una publicación mediocre de acceso global pero de desconocimiento mundial, y ahí es donde trabajo ahora. El editor en jefe me ha encargado un artículo en la que realice una reflexión sobre la apatía que supone llegar a los cuarenta años de edad con una selección sesuda y especifica de datos que construyan una idea y posiblemente una certeza. La creación de verdades es tarea de los grandes peces, por eso cuando me hicieron la propuesta sólo hablaron de ideas y máxime una o dos certezas biográficas de grandes hombres que han llegado a los cuarenta años y las crisis relacionadas con esto; crisis familiares, crisis económicas por compras compulsivas, crisis políticas y morales. La dividirán en tres partes que saldrán en tres ediciones diferentes. El día de entrega es el día en que cumplo años. ¿Por qué? Ellos creen que una persona al borde de los 40 años, que no ha escrito nada que valga la pena, ni ha ganado un premio importante es un tipo en crisis, un tipo que perfectamente puede dar cuenta del vacío, un suicida potencial. Quisiera desmentir eso pero tengo que verme como un tipo al borde de un ataque de nervios, que busca en personajes históricos la misma crisis para atraer lectores. Esa fue la frase entre comillas que escribió el editor junto con la propuesta. Él no sabe algo que yo sí sé, es más, aparte de mí, del escritor-periodista-autor, de mi psicoterapeuta que a la larga nunca me creyó, nadie más sabe. Me propusieron hacer esto o criar un cerdo para luego de cinco meses decidir si comérmelo o no, una reconstrucción facial completa, implantes

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mamarios o una estancia de dos semanas en una de las peores cloacas pestilentes de una ciudad metropolitana cualquiera. Finalmente escogí hacer una reflexión sobre la apatía y el vacío de la llegada a los cuarenta (popularizados como los nuevos veinte) tanto mía como de personajes importantes y gente del común, y delegaron la cría del cerdo a un poeta nadaísta, los implantes mamarios a una periodista y cuentista de medio pelo y las otras dos a un artista plástico y a un protagonista de novela. Los de la revista a su juicio dividirán el artículo como mejor les plazca. (LPV) La novela versa sobre los vericuetos de un mundo hiperconectado en tiempo real, pero sobre todo, con la falta de compromiso a los grandes proyectos, y sobre las relaciones liquidas que establecen en la actualidad los seres humanos, signo claro del vacío; representado en relaciones transitorias, nada sólidas, momentáneas y ciertamente vacías. Partía de una premisa fundamental: si en una sala llena de personas, en la mitad del espectro entre un Nobel y alguien con aneurisma cerebral, sin contacto con internet, les preguntáramos por los nombres de Jonas E. Salk y por Lady Gaga, la mayoría daría cuenta de la segunda, ignorando que el primero hizo que viviéramos sin preocuparnos por la polio. A sabiendas de esto podemos entender también los mecanismos del poder que ya no residen en el conocimiento sino en la visibilidad. Es la prueba más sólida de la existencia del vacío, absolutamente necesaria para darle consistencia y remembranza a las ideas que se quieren injertar en el cuero cabelludo del público. Por eso, muchos de los pasajes de mi artículo flotarán en ese abismo del vacío de una escritura en apariencia hueca y sin sentido que desafía el status quo de la coherencia y de la relevancia, pero a medida que uno se vaya adentrando en la lógica propia del artículo, la coherencia y el sentido emergerán como el agua a presión. El escritor-autor creará un texto intimista, dándose el permiso de recrear y transformar pasajes de la vida y del subconsciente de personas con crisis de los cuarenta. El amable texto invitará a la reflexión en el vacío, en la cotidianidad, rescatando con complejidad la simpleza del periodismo y la escritura (LPV). También podemos ver la era del vacío en el siguiente párrafo de LPV: La revista Goebbels es una publicación patrocinada por consorcios que promueven la gastronomía gourmet y empresas privadas con inversiones sobre todo en inmuebles y minería. Se destaca por la publicidad política pagada, pautas en la portada con mujeres desnudas en fotos “artísticas” que recién se hacen un nombre en la farándula, todo en función de un producto y un consumo variopinto. Nada es que haya cambiado realmente desde que se extinguió el papel y la tinta. Fue un cambio estructural mas no de contenido. Algunos arquitectos de la nostalgia, imprimen en papel todavía unas publicaciones muy bonitas y muy bien logradas en pequeños talleres a precios exagerados. El espíritu de Goebbels es que la necesidad de información instantánea habita en nosotros en forma de sogas inmateriales que

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se extienden por el mundo y nos eximen de la libre voluntad, alentando una reacción efímera que sólo será opacada por la siguiente. Ese acostumbramiento a la fachada, esa etapa de cancelaciones y licuefacciones, de privilegios por lo urgente, hacía de mi texto y de la petición del comité editorial de la revista una especie de quimera. Querían algo no muy extenso (LPV). ―Nuestra incapacidad para lidiar con lo que tenemos a mano es evidente en nuestra utilización de la tecnología digital y nuestra creciente dependencia de ella. Damos prioridad a lo remoto sobre lo inmediato, a lo virtual sobre lo real, y en lo público y en lo privado nos dejamos llevar por pequeños aparatos que nos transportan a otra parte‖ (Wampole, 2012, párr.6). Las noticias están profundamente influenciadas por esas novedosas formas de comunicación; cambia el lenguaje, cambia el medio, cambia el receptor y se va perdiendo profundidad por la necesidad de velocidad y entretenimiento. ―Las noticias, esa parte de la información electrónica que más corre el riesgo de ser tomada por verdadera representación del mundo exterior y que más pretensiones tiene de ocupar el rol de espejo de la realidad […] son según Pierre Bordieu, la más perecedera de las mercancías disponibles […] la caducidad de las noticias en tanto información acerca del ―mundo real‖ es en sí misma uno de los rasgos más importantes de la información: las emisiones de noticias son la celebración constante y diariamente repetida de la vertiginosa velocidad del cambio, del envejecimiento acelerado y de la eterna posibilidad de recomenzar‖ (Bauman, 2003, p. 165). El narrador tiene un propósito, y ese propósito está totalmente en función de su Yo. En la novela el protagonista quiere anular toda voluntad de trascendencia social o preocupación política, tomando de manera superficial, las grandes cuestiones que antes preocupaban en la modernidad, comprimiendo la propuesta a una hiperconcepción individual, donde resalta esa hiperinversión en el espacio privado, y se da de lleno a lo que Lipovetsky (2010) denomina el ―homo psicologicus que está siempre al acecho de su ser y su bienestar‖ (p.51). Lo vemos en los siguientes apartes de LPV: El sol barre los objetos y alarga sombras hacia el oeste. Condenada al fracaso, la estación actual estallaba con fuerza, sin guardarse nada. Constantemente los rostros aledaños, hostilmente indiferentes, son un recuerdo decreciente. Mis tímidos proyectos se resumían en respirar, comer, huir a las obligaciones con sarcasmo, todo bajo unas habilidades cognitivas decentes y funcionales.

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Mi vida es una especie de reminiscencia que evoluciona constantemente hacia adelante. No es como vivir recordando, es mucho más que eso, es como una soledad vigente que acompaña unos pasos que nunca he dado. Esa necesidad de no estar estando, ese gran escape desde las auroras del día hasta el anochecer de mi vida le han propinado una axiología al vacío de mis días. Este vacío no es un estado, es un concepto sólido, una verdad pragmática como la que hace que la luz viaje más rápido en el vacío. Lipovetsky (1996) en El Imperio de lo efímero, expone uno de los puntos centrales que presenta LPV: el manejo de la información, la ubicuidad del mensaje noticioso que equipara y democratiza el saber, cualquier tipo de saber gracias a unos programas vivos y amenos, las cuestiones más variadas y relativas al progreso de la ciencia y de la técnica, al mundo de las artes y de la literatura, a la sexualidad, a la droga, al proxenetismo, se ponen al alcance de todos. Mediante la organización de charlas de especialistas y la producción de magazines a ritmo de variedades, se ponen a disposición de las masas bloques de saber, y lo que era esotérico deviene próximo y lo que pudiera parecerse a una «clase nocturna» se torna atractivo y pone en vilo a millones de espectadores (p.266). El devaneo de lo efímero expuesto en LPV, es un collage de informaciones que circulan sin un norte definido. Las cuestiones noticiosas se anulan entre ellas: su finalidad es competir por el rating y cualquier información es válida en pro de la seducción. El autor-protagonista de LPV trata esas grandes cuestiones nacionales, esas problemáticas humanas ─matanzas, violencia, engaños ─, con desparpajo y superficialidad. Se permite ser irónico para tomar distancia, pretendiendo validar su discurso pero sin llegar a involucrarse en él. Hay interés, pero más para proteger su yo: El índice de suicidios era un activo en crecimiento en esta parte del mundo por el detrimento patrimonial, económico y moral. Parecía una página de historia, un mito de mal gusto, rememorar esa época donde la gente se mataba por ser homosexual o porque alguien más lo era. El acto renueva sus actores, y ciertamente me satisface sentir mi circuito límbico, especialmente el tracto mamilotalámico, asociado al placer, bombardear endorfinas, sentir cómo me contamino de autosatisfacción al ver a otro luchar y dar la vida por algo completamente inútil. Saber eso me esgrimía de esa tentadora e inútil idea de cerrar los ojos y adelantar el tiempo hasta que nada de esto ocurriera, porque llegaría hasta la nada misma, y aún es muy temprano para estar ahí. El vacío, ese elemento original, madre de todas las cosas, me permitía empapar mis propios delirios periodísticos y drenar la fiebre por la inquietud noticiosa (LPV).

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La era del vacío la podemos constatar en lo que nos dice el profesor Estanislao Zuleta (1980) En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa salacuna de abundancia pasivamente recibida. En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente si han existido (p.2). La dificultad, los grandes retos y el trabajo arduo, representan para el periodista una carga intolerable. Como un sibarita, el protagonista desea un mundo de satisfacción; denuncia, pero es una denuncia plana y distante, una denuncia desde una posición privilegiada: Dentro de las infinitas posibilidades de los espacios vacíos, se encuentra una particular complicidad al realizar el artículo. El vacío se configura en la nada, y aquí por más que puje y me congestione de sangre no habrá una “nada” formal y pura, una bella y reconfortante nada. Estoy aburrido y quiero que el lector se identifique con eso. Esta persistencia del vacío será una oda al individualismo, la acción se centrará en mi vanidad, esa tan profunda y basta que se explaya por los horizontes del deseo del otro. Mi narcisismo es tal que creo que alguien va a estudiar mi texto, que lo contemplará crítica y argumentativamente, abandonándose al vacío y suplantándose por un yo hedonista siempre disconforme. Me atoro con un poco de saliva, la garganta se congestiona, tomo un poco de cerveza pero sigue algo atascado. Envío el documento que necesitan en la revista del preliminar de la entrevista con el coronel con los respectivos comentarios, adiciones y sugerencias para que el editor haga, y subrayo eso de que haga, con él lo que quiera con tal que no aparezca mi nombre y realice la transferencia electrónica puntualmente (LPV) El discurso se actualiza en la relación dialógica. Bajtín (1995) explica esto de la siguiente manera: ―Toda palabra (enunciado, obras discursivas y literarias) que no sean la mía propia aparece como palabra ajena. Yo vivo en el mundo de enunciados ajenos (...) Las complejas relaciones con la palabra ajena en todas las esferas de la cultura y de la praxis llenan toda la vida del hombre‖ (p.365). Por eso en un texto se tocan todas las voluntades; se mezclan, se contradicen, se concilian y obviamente dialogan, porque todos los puntos

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son susceptibles de ser significados. Desde acá el lector es un esteta activo, un lector capaz de dialogar con la estética que propone la obra propuesta. El lector es un aspecto fundamental a analizar en la obra, ya que le da significado desde sus propios referentes, y permite aportarle a la obra en una lectura que pudiera considerarse dinámica. Estas múltiples lecturas y referentes, permiten que se generen diferentes formas de construir las relaciones, en una realidad dialógica que finalmente determinará una lectura más compleja y rica, es decir, una nueva interpretación que no desconoce las otras interpretaciones. El periodista-protagonista de LPV se da de lleno al pesimismo, a la apatía frívola que pretende anular las preocupaciones; se siente superior a la moral, pero las inquietudes están más latentes, fuera de él claro está. Lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización, no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado o estimado solo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por una organización social racional e igualitaria sigue siendo necesaria y urgente. A la desidealización sucede el arribismo individualista, que además piensa que ha superado toda moral por el solo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior (Zuleta, 1980, p. 5). La desidealización, el descreimiento de los grandes propósitos es algo característico de la era del vacío. Abandonado a toda esperanza, el protagonista critica, pero sus acciones revelan un hombre derrotado: testigo silencioso que desde su trinchera informativa, presenta una realidad del mundo intoxicada por el vacío. ―La obsolescencia acelerada de productos y máquinas, la destrucción de las antiguas estructuras que cubrían ciertas necesidades, la multiplicación de las falsas innovaciones, sin beneficios perceptibles para la calidad de vida, son todos elementos que pueden agregarse en ese balance‖ (Baudrillard, 2009, p.25). Se puede relacionar la era del vacío con la era del consumo propuesta por Baudrillard (2009). Ésta última es el resultado de todo el proceso de productividad acelerada bajo el signo del capital. También es la era de la alienación radical. La lógica de la mercancía se ha generalizado y hoy gobierna, no sólo el proceso de trabajo y los productos materiales, sino también la cultura en su conjunto, la sexualidad, las relaciones

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humanas, hasta las fantasías y las pulsiones individuales; en el caso de LPV, gobierna el imperio de la información, de las noticias y del entretenimiento. El hombre del consumo nunca está ante sus propias necesidades, como tampoco está ante el propio producto de su trabajo y tampoco está nunca frente a su propia imagen: es inmanente a los signos que ordena. No más trascendencia, no más finalidad, no más objetivo: lo que caracteriza a esta sociedad es la ausencia de «reflexión», de perspectiva de sí misma (Baudrillard, 2009, p.245). La ―persona‖ en valor absoluto, con sus rasgos irreducibles y su peso específico, tal como la ha forjado toda la tradición occidental, como mito organizador del Sujeto, con sus pasiones, su voluntad, su carácter o... su banalidad; esta persona está ahora ausente, muerta, ha sido barrida de nuestro universo funcional. Esto se ve en LPV, el periodista está borrado, anulado, sin nombre. Hay pocos personajes más pero carecen también de nombre. El protagonista busca su yo, está a la caza de él, sin embargo, está perdido en un lugar sin nombre, que es muchos pero que es ninguno. Lo que se pretende personalizar en LPV es esa persona ausente, esa instancia perdida. Ese ser perdido es quien va a reconstituirse in abstracto por la fuerza de los signos, en el abanico multiplicado de las diferencias, para brillar en el anonimato más absoluto, puesto que la diferencia es por definición lo que no tiene nombre (Baudrillard, 2009). En la era del vacío el consumismo hace parte de la lógica noticiosa e informativa. Dentro de ese consumismo un aspecto importante es el hecho de la que la información ha sido erotizada. Vemos en la actualidad acá en Colombia revistas y publicaciones como la Soho o Don Juan, copiando el modelo Playboy, donde se presenta un contenido crónicoinformativo, aderezado y sustentado con cuerpos de mujeres y hombres atractivos. Al respecto Cioran (1996), con su habitual pesimismo existencial, dice que la dimensión erótica de nuestro ser es una plenitud dolorosa que colma el vacío que hay en nosotros y fuera de nosotros. Sin la invasión del vacío esencial, que roe las entrañas del ser y destruye la ilusión necesaria para existir, el amor, la vida, las relaciones sociales serían un ejercicio fácil. Esos cuerpos cargados de energía libidinal, elloicos, perfectos en el papel y la pantalla por acción del hiperrealismo del que habla Baudrillard, al concebir lo que es real en la posmodernidad, se auguran promesas que nunca serán cumplidas. Este tipo de erotismo es una forma de vacío excesiva, que inunda los sentidos, que los atiborra de

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imágenes placenteras y a la vez peligrosas. No es gratis que en los últimos treinta años los trastornos de la imagen y los alimenticios hayan crecido dramáticamente, así como los ingresos y el capital de las multinacionales cuyo portafolio de servicios promete esa belleza etérea e idílica. Investido implícitamente según el modelo del cuerpo/objeto de la mujer, se hace fetiche de la misma manera. De ahí que toda la esfera del «consumo» esté impregnada de un erotismo generalizado. No hay allí una moda en el sentido liviano del término; ésta es la lógica propia y rigurosa de la moda. Cuerpo y objeto constituyen una red de signos homogéneos que puede intercambiar, sobre la base de la abstracción de la que acabamos de hablar, sus significaciones. (Baudrillard, 2009. P 163) Esto lo vemos ejemplificado en el siguiente aparte de LPV, donde el autor, habla de cómo la figura de la mujer se objetiva con un fin comercial, salpicado de ese erotismo generalizado que habla Baudrillard y que busca afectar el orden establecido inquietándolo con una estrategia que ya se está normalizando, que nunca ha sido liviana, pero que resulta muy efectiva para la dinámica venta-consumo: Ya se acerca Semana Santa y la revista volvía a lo mismo de los últimos años: contratar modelos despampanantes para que representaran motivos religiosos: la ultima cena, la crucifixión, ídolos más locales como el divino niño o la virgen de la encarnación pero mostrando las tetas y sugiriendo la zona púbica con sombras y fotoartificios. En una época las demandas de respetables y furibundos religiosos no se hacían esperar pero ya han ido bajando y pronto tendrán que cambiar la estrategia de ambas partes. En la edición digital las siluetas estaban recortadas y el lugar de los cuerpos era ocupado por sombras torneadas con llamas que no dejaban ver los contenidos cárnicos de esas otrora mujeres. La luminosidad del fuego de textura cremosa e inofensiva, cuya estela estaba un punto retrasado al movimiento del cursor, dejaba advertir un pedazo de piel, y algunas letras cada cierto tiempo, y si querías ver la modelo completa, junto con el reportaje y más zona púbica, se tenía que pagar una pequeña suma. Por una afortunada coincidencia, no tenía que hacer reportajes ni especiales al desnudo de Semana Santa. Por esa semana estaría única y exclusivamente enfocado en mi proyecto. (LPV) Esa realidad erotizada, en el caso particular desde lo virtual en LPV, democratizada para todas las personas sin distinción de género, incluso sin distinción de clases, ya que para acceder a este tipo de información sólo se requiere de una conexión a internet, propone una realidad virtual seductora, más atractiva que la realidad ―real‖, potenciada por el cuerpo sexuado retocado por photoshop, convirtiéndose en una promesa fácil e inaccesible físicamente, pero no por ello menos real. ―En relación con el engaño, esto quiere decir que

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el señuelo imaginario característico del cortejo animal es elevado (aufgehoben) al nivel del engaño propiamente humano ─engaño en forma de verdad─. Este vínculo entre la universalidad y la sexualidad humana debe ser concebido en toda su fuerza‖ (Zizek, 2006, p.171). El mismo Zizek (2006) plantea la realidad como una idea bastante miserable porque que se limita a imitar la realidad, por el hecho de reproducir su experiencia en un medio artificial. La realidad de lo virtual, en cambio, significa la realidad de lo virtual como tal, de sus efectos y consecuencias; de sus causales y la manera de sustentarse y legitimarse en el mundo real. Ya Lyotard en 1987 anticipaba la revolución informática y multimedia que acaecería unos veinte años después con mucha más fuerza: La incidencia de esas transformaciones tecnológicas sobre el saber parece que debe de ser considerable. El saber se encuentra o se encontrará afectado en dos principales funciones: la investigación y la transmisión de conocimientos. (…) se sabe que al normalizar, miniaturizar y comercializar los aparatos, se modifican ya hoy en día las operaciones de adquisición, clasificación, posibilidad de disposición y de explotación de los conocimientos Es razonable pensar que la multiplicación de las máquinas de información afecta y afectará a la circulación de los conocimientos tanto como lo ha hecho el desarrollo de los medios de circulación de hombres primero (transporte), de sonidos e imágenes después (media) (1991, p.6). En LPV, lo tecnológico, el aparato, su definición y utilidad son muy importantes en la era del vacío, a la vez definen y estructuran la forma de comunicarnos y qué comunicamos. Lo que afirmaba Lyotard está perfectamente plasmado en el siguiente párrafo: En los tiempos actuales periodismo, sexo y canibalismo resultan un pleonasmo. Un enjambre de hechos se abalanzaba sobre el día, pero postergo el momento de comenzar a saberlos todos. Pido otra cerveza y la acabo en cuatro sorbos. Ser alcohólico acá resulta una deliciosa obligación. Saco la tableta de su estuche de cuero sintético, manufacturado por pequeños chinos felices y productivos como Umpa lumpas. Había aplazado este momento desde la mañana para revisar correos y leer las noticias del día pero no la prendo. La dejo junto a la mesa y pido algo más de comer. Quisiera saber cómo se dice “pocillo” en este idioma, o “pocillo de tinto” y “sorber”. Lo busco en la tableta pero me apena pronunciarlo. Así que hago las mismas muecas de siempre para ordenar. Llega el café y pongo un tuit sobre el hecho, sobre el lenguaje y sobre la pronunciación. Saco el teléfono y descargo una aplicación que edita las fotos a blanco y negro, difuminado y marchito. Un férreo adoctrinamiento en la causa capitalista me

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obliga cambiar de teléfono inteligente cada cinco meses. Saber que están diseñados para no durar más de dos años, no evita que me dé descaradamente a la obsolescencia por un pixel y medio o dos hertzios de velocidad adicionales.(LPV) ¿Cuál es la realidad que se esconde detrás del artificio virtual propuesto por la novela? ¿La seducción de lo virtual o el escape de lo real? ¿Dónde están las fronteras, los límites que se trazan, si es que los hay ahora, de la información que se comparte en tiempo real en el mundo virtual? ―Aunque opuestas, esas dos interpretaciones son complementarias por su búsqueda de una verdad más profunda por debajo de la superficie figurativa. En un caso, esta verdad es el inefable mensaje espiritual interior; en el otro, es la visión conceptual racional‖ (Zizek, 2006, p.96). Dice Cioran (1996): ―cuando la aspiración a la nada alcance la intensidad del eros, ni el tiempo ni la eternidad te dirán ya nada‖ (p.85). La era del vacío es una era que no tiene fronteras, no tiene límites. Para transitar por ella, no es necesario pasaporte, ni requisas. Su facilidad y seducción la hacen igual de atractiva pero igual de aburridora si las dosis de entretenimiento y novedad no se inyectan cada cierto tiempo con la disciplina de una adicción. ―Las fronteras se borran (…) y una indiferenciación de niveles va ocupando paulatinamente el lugar de la antigua separación entre la cosa y el concepto‖ (Jameson, 1996, p.214) Al igual que los objetos y la cultura de masas, en LPV los grandes discursos de la razón se hallan atrapados por la irresistible lógica de lo nuevo, lo inmediato; son arrastrados por una turbulencia que, si bien no es absolutamente idéntica a la de la moda en el sentido estricto del término, no por ello deja de ser menos análoga en sus principios (Lipovetsky, 1996), atravesado por lo luminoso, lo fantástico, lo esotérico, todo aquello que hace de la moda un elemento tan atractivo y poderoso. Los errores y las burlas en la era del vacío alimentan el efecto informativo, lo invisten de poder y seducen por su misma futilidad. Cosas que podríamos catalogar de estúpidas se vuelven virales por injerencia de la red y la masificación noticiosa que multiplica su efecto, no por miles, sino por millones. Que un bebé se ría, qué una presentadora de televisión cometa un error o se le olvide algo, que una mascota haga una gracia y desnude el sentimiento, al no haber un filtro, se eleva todo al mismo nivel.

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Explayado en el horizonte informativo de la era del vacío, todo es válido, todo es permitido en la medida en que venda o que estimule los sentidos. En LPV ―el papel de la seducción y de lo efímero en el progreso de las subjetividades autónomas; el rol de lo frívolo desarrolla las conciencias críticas, realistas, tolerantes.‖ (Lipovetsky, 1996, p.18). Si La persistencia del vacío tuviera la contundencia y la precisión que Rulfo le imprimía a sus breves relatos, ya no sería necesario escribir nada más porque ya todo estaría dicho. LPV es un ejercicio incompleto y minúsculo que busca dialogar con estos tiempos incompletos, indeterminados, hiperconectados y veloces, que ya poco lugar dejan a la nostalgia, por lo menos aquella privada y pura, aquella que no necesita ser compartida en ninguna red social.

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3. El discurso vacío de Mario Levrero: Estructuración del deseo y la imposibilidad del vacío en el espacio literario; relación e influencia con LPV En los años noventa, el escritor uruguayo Mario Levrero8, da un giro radical a su obra donde lo policial, lo raro, o lo imaginativo aunque presentes, no son el pilar central de las narrativas. La literatura intimista, la búsqueda del deseo, el yo y la difuminación del narrador y el escritor, cobran importancia. Elvio Gandolfo, en el prólogo que hace de la serie de relatos que Levrero tituló El portero y el otro, compara a Levrero con Roberto Arlt debido a la búsqueda en ambos autores de un espacio fantástico que es paradójico, lleno de interesantes contrapuntos entre lo real y lo imaginativo y que puede confundirse con una escritura descuidada. Dice respecto al autor uruguayo: ―El cambio de tono en Levrero, el manejo de la confesión, la disolución del yo-autor en un yo-narrador y su conversión en un yo que es ficticio cuando en realidad no lo es, acercan este texto a la mejor literatura de Arlt‖ (Gandolfo, 1992, p.14). Esto es importante para entender la obra que se analizará a profundidad en este capítulo. ―Diario de un canalla‖, uno de los cuentos que hacen parte de El portero y el otro, donde no sabemos como lectores si lo que ―leemos es un diario íntimo una serie de reflexiones, o un modo de contrabandear con el peso de la ‗confesión‘, recursos y hallazgos del mejor dibujo animado‖ (Gandolfo, 1992, p.14). En la obra de Levrero, hay una fuerte vocación introspectiva que, viéndola en conjunto, da la idea de cierto tipo de escalada desde lo más narrativo hacia lo más 8

Jorge Mario Varlotta Levrero (Montevideo, Uruguay, 23 de enero de 1940 – 30 de Agosto de 2014) fue un prolífico escritor, además de humorista, librero, jefe de redacción de varias revistas y fotógrafo. Dictó talleres de escritura, algunos virtuales, otros en la propia sala de su casa por más de quince años hasta su muerte. Su camaleónica personalidad lo llevó a asumir más de un seudónimo al firmar sus obras. Nombres como Sofanor Rigby Lavalleja Bartleby, Tía Encarnación, Alvar Tot, el profesor Off y el profesor Hybris quizá revelan a un autor que quiere ser muchos pero que al final es único, el mismo, y pese al nombre que adoptara, no puede cambiar la esencia que lo caracteriza. De niño le diagnosticaron un soplo al corazón, por lo que desde los tres a los ocho años, periodo fundamental que marcó su gusto por la lectura y la observación minuciosa, permaneció prácticamente inmóvil en cama. Como su padre, fue un autodidacta. Abandonó sus estudios a temprana edad en el Liceo José Enrique Rodó de Montevideo, aunque resulta curioso que los retomase cuando tenía 33 años en el mismo liceo. Ingresó a estudiar medicina pero también abandonó. Nunca llegó a culminar una carrera universitaria; sin embargo, quedó con contactos en la facultad de medicina, y fue precisamente en la revista Zurda, perteneciente a la facultad de medicina que abandonó, donde a los dieciocho años comenzó a publicar sus primeros relatos de humor. Su prolífica obra como narrador comenzó a mediados de los 60, más específicamente en 1966. Su primer trabajo fue una novela, Gelatina, escrita en el 66 pero publicada en 1968 en la editorial Los Huevos del Plata. Esta novela narra las peripecias de una masa gelatinosa que se come a una ciudad entera (Montevideo) y a su gente. La prosa se caracteriza por ser áspera y precisa, sin miramientos ni adornos, aunque con cierto toque de humor e ironía, en la mejor tradición de la literatura uruguaya de Felisberto Hernández, una mezcla fascinante cuyas costuras son invisibles entre realidad , humor y ensueño, donde se destaca la particular mirada en torno al ser humano, promovida por el uso de un lenguaje original

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cotidiano. El autor lo explica en una entrevista, diciendo que, inadvertidamente, a lo largo de tres décadas, su literatura fue recorriendo el camino que va desde el inconsciente colectivo, reflejado en sus primeras novelas, pasando por el subconsciente, hasta aflorar en la conciencia y permitirle describir lo que ocurre fuera de sí mismo. Esto es evidente en El discurso vacío de 1996. El escritor crea una novela intimista, dándose el permiso de recrear y transformar pasajes de su vida y de su subconsciente. La década de los noventa supone para Levrero un giro radical en su narrativa. El autor decide explorar una escritura más autorreferencial, más íntima, una línea como la que abrió el cuento de 1992 ―Diario de un canalla‖ del compilado El portero y el otro pero cuyo epítome vendría después con El discurso vacío. El mismo Levrero define su texto como una novela dividida en dos grandes vertientes: ―ejercicios‖, un conjunto de ejercicios caligráficos, y el ―discurso vacío‖, una serie de análisis y reflexiones sobre su vida en ese momento. Levrero dice al respecto: ―El discurso vacío es un texto unitario de intención más literaria‖ (p.6). La novela, escrita entre noviembre de 1991 y mayo de 1993, y publicada en Uruguay por Ediciones Trilce en 1996, está ideada como un ejercicio terapéutico. La novela es un largo monólogo del narrador. El texto de 133 páginas se estructura como un diario íntimo que pretende ahondar en el aparato psíquico del inconsciente del narrador. En este escenario, la escritura, así sea en su más simple manifestación, es y ha sido curativa (catártica desde el psicoanálisis) para el narrador. La prosa se caracteriza por ser áspera y precisa, sin miramientos ni adornos, aunque con cierto toque de humor e ironía, en la mejor tradición de la literatura uruguaya de Felisberto Hernández, una mezcla fascinante cuyas costuras son invisibles entre realidad, humor y ensueño, donde se destaca la particular mirada en torno al ser humano, promovida por el uso de un lenguaje original. El desarrollo de la narrativa de Mario Levrero señala la persistencia en algunos de esas características. La evolución del escritor permite ver una forma inicial de concebir lo literario con ciertos rasgos de la estética kafkiana, con presencia de elementos fantásticos, para posteriormente, volcarse progresivamente hacia otras formas de mostrar la realidad, por ejemplo el trabajo sobre una estética mucho menos ficcional (Olivera, 2008, p.9), como la de El discurso vacío.

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Guiado por la idea: ―letra linda, yo lindo‖, el narrador plantea una terapia grafológica, con la incierta esperanza de que las mejoras en su caligrafía redunden benéficamente en su mundo psicológico interior. Partiendo del supuesto de que la letra y los rasgos del carácter guardan una profunda relación, sugerencia de una amiga terapeuta, la novela comienza con la propuesta del narrador de adelantar su ―autoterapia grafológica‖ al buscar cambiar la conducta observada en su escritura para que eso redunde en cambios psíquicos positivos sobres su propia vida, para funcionar mejor socialmente, para ser mejor persona, para tener un Yo más saludable y funcional, debido a la incomodidad existencial que manifiesta constantemente en el texto: […] a centrar mi yo y a prepararme para una jornada de mayor orden, voluntad y equilibrio (p.15). […] En la casa, en el funcionamiento de la casa, hay un equilibrio maléfico, producto de una serie de hábitos o pautas de conducta muy equivocadas, que se han ido instalando por ―azar y necesidad‖; y la sola idea de modificar alguna de estas pautas produce un desasosiego, un malestar o incluso una crisis en cualquiera de los primitivos integrantes del grupo familiar (p.18). El prólogo tiene dos partes: la primera es un poema del propio Levrero fechado el 22 de diciembre de 1989 y la segunda es un texto del 11 de marzo de 1990. Antes del prólogo hay una muy breve introducción donde Levrero explica lo que es la novela en sí. Puede resultar chocante suponer que les está entregando a los lectores una justificación tranquilizadora del caos que reina en el libro, que a mi parecer no es necesaria. El texto se puede defender por sí mismo. Las tres partes siguientes del texto son una clara concatenación de las dos voluntades que convergen en el texto: los ejercicios y el discurso como tal. El autor lo divide en tres, pero cada una de esas partes está compuesta de ambas vertientes, de ahí la pregunta sobre si la división de la novela es un error de edición o es resultado del carácter lúdico y despreocupado de Levrero. Me inclino más por la última. ―Es que el ejercicio caligráfico me está permitido y el narrativo no. El discurso surge dominando a la prohibición […] el acto narrativo libre es lo que vengo postergando indefinidamente desde hace años, con una u otra excusa‖ (p.36). El narrador explícitamente lucha por no narrar, dándose al vacío y siendo presa del acto narrativo que brota sin control. La no-narración pretendida se vuelve la narración misma, el hilo que va concatenando el discurso novelístico y la propuesta del texto.

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En El discurso vacío, las líneas temáticas de sus primeras obras se encuentran transformadas de manera interesante. Persiste algo del interés de sus primeros textos por las novelas policiales, por ejemplo en la búsqueda de algo, la investigación, y la persecución, no de algo material o de una persona sino la búsqueda de sí mismo. Lo más desconcertante es que la variación de uno de estos valores produce a veces los mismos efectos que la variación de otro de esos valores. Se investiga; se sigue investigando. Por ahora tengo gorjeos (p.20). […] Creo que la computadora viene a sustituir lo que un tiempo fue mi Inconsciente como campo de investigación. En mi Inconsciente llegué a investigar tan lejos como pude, y el subproducto de esa investigación es la literatura que he escrito (aunque al mismo tiempo también la literatura oficiaba como instrumento de investigación, al menos en ciertas instancias) (p.26). La escritura limpia y sin aparentes pretensiones busca integrar el yo, dislocado por los dilemas existenciales que tienen el narrador, envueltos en reflexiones sobre la vida cotidiana. En Levrero, ―la fragmentación como modelo de construcción de la narrativa se apoya sobre todo en la construcción discursiva y entiende la escritura como un acto de reconstitución de ese yo dislocado. Esta forma de concebir lo literario muestra esa fractura entre el yo y el mundo y perfila una forma de relato fantástico que se configura como un efecto de ficción focalizado en el acto de escritura‖ (Olivera, 2008, p.65). Esto es claro en párrafos como los siguientes: La fractalidad psíquica debe corresponderse sin duda con alguna fractura psíquica (p.25). […] No voy a entrar en el tema de las interrupciones porque, como es algo que me afecta directamente y es causa principal de mi lamentable estado psíquico, es un tema interesante, y yo me había propuesto al comienzo de este trabajo eludir los temas interesantes, aunque también los temas poco interesantes conspiran contra el buen trazado de mi letra (p.28). El vacío en el proyecto de Levrero es la superficialidad de la escritura, que para el narrador, es capaz de curar la psique, ese yo dislocado en la cotidianidad. La superficialidad no complica la vida y se aleja de los temas trascendentales, de los grandes proyectos, y es en este punto donde pudiera estar más latente el elemento ficcional que se aleja de la realidad; ese relato fantástico cuyas costuras son invisibles con el relato real-biográfico que supondría el diario de vida. De ahí que El discurso vacío permite ubicar a Mario Levrero como integrante de un grupo de escritores ligados a una vertiente literaria que se interesa por aspectos de lo fantástico y de lo ―extraño‖, pero no cualquier extraño, sino uno ligado fuertemente con la realidad, con el aquí y el ahora y con espacios tangibles que lo sitúan a

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la vanguardia del panorama creativo de la historia literaria del Uruguay junto con Felisberto Hernández9. Para identificar la axiología y cómo se posiciona el narrador frente a la realidad, podemos valernos del psicoanálisis, para diagramar estructuralmente la propuesta de Levrero, que en vida fue un confeso lector y seguidor del psicoanálisis. ―La justificación de aplicar a la literatura un método desarrollado para otros fines, esto es, para, conociendo el alma humana encontrar herramientas para sanarla, viene de la tentativa perseguida por el psicoanálisis de explicación cabal del hombre y es en ese sentido que sería perfectamente aplicable al arte, y dentro de él, a la literatura‖ (Bordeu, 2011, p.2). De toda la gama de posibilidades que brinda el psicoanálisis, quisiera mencionar y enfocarme en el deseo del narrador, deseo por organizar su vida, por salir de su depresión; por escapar y por detener las ―interrupciones‖, y por llevar una vida más sana.

3.1 El deseo en el narrador del vacío Si pensamos en aquellas fuerzas que dirigen mantienen o terminan las conductas de los sujetos, tenemos que remitirnos a la motivación. Freud (1992b) tomó algunos elementos de la física y la biología y uno de esos conceptos fue el término Pulsión para definir aquellos impulsos que motivan y dirigen nuestras acciones y pensamientos. La pulsión tiene dos elementos interrelacionados: un estado de necesidad biológica y su representación psicológica innata (o deseo) […] los estados de pulsión crecen hasta que alguna acción hace que se libere su tensión. Si no se da expresión a la pulsión, ésta sigue aumentando como el vapor en una caldera (Carver & Scheier, 1997, pp.208-210). Al ser la pulsión también un deseo, una representación psicológica de las necesidades del sujeto, vemos que en el narrador esa pulsión se da claramente en el deseo de escape: El panorama sique pues incambiado, siempre lo circunstancial desplazando a lo esencial, siempre viviendo en función de pequeñas estupideces sin sentido, y dejando pasar la vida de largo; que otros se ocupen de vivir. Yo ahora voy a tomar mi antidepresivo (pp.66-67). 9

Felisberto Hernández escritor uruguayo, nació en Montevideo el 20 de octubre de 1902. ―Desde el comienzo de su carrera, están presentes dos preocupaciones primordiales: captar u organizar los recuerdos para que ellos también estén ‘compuestos‘ en forma literaria e imitar o crear música en la escritura‖ (Simonovics, 2010, p.1). Ángel Rama (1966) incluye a Felisberto Hernández dentro de los ―raros‖ de la literatura uruguaya, una corriente subterránea de la segunda mitad del siglo XX, cuyo heredero es Levrero, donde se combina la literatura imaginativa con lo real.

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El antidepresivo vendría siendo una especie de escape para hacer más tolerable la realidad. Pero el antidepresivo también es el ejercicio caligráfico del vacío. Las constantes discusiones con su esposa, su ansiedad y depresión rampantes, lo poco satisfecho que se siente con su vida, representan perfectamente en el texto lo que pasa por la mente del narrador, permitiendo una introspección constante a manera de escape. ¿Escape de qué? Pienso que de sí mismo, de las interrupciones constantemente repetidas, de lo que fue y de la idea lacerante de lo que nunca será. El narrador escribe en la fecha citada el 15 de diciembre: ―Yo también estoy en una especie de suspenso, no colgando sin que mis pies toquen el piso, sino más bien en el sentido de ―puntos suspensivos‖. Pausa, demora, quedarse en la última sílaba de la última palabra, como arrastrándola‖ (p.67). El narrador busca liberarse pero anda cautivo de sus propias neurosis y eso se conecta en el texto muy de la mano con el deseo del vacío, un deseo suspendido por una escritura limpia y natural; una escritura que no se comprometa con absolutamente nada: Hoy se trata de controlar la ansiedad y de conseguir una letra grande y clara. De modo que voy despacio y procuro no dejarme dominar por el torrente de pensamientos que buscan expresar algo, no porque me parezca que no debo expresar algo, sino para no dejarme llevar por ese torrente (p.119). La depresión que sufre el narrador puede darse porque el espacio, ese espacio ideal, configurado por el deseo y la acomodación del recuerdo y la memoria, muy en el fondo no le pertenecen. En ese espacio se siente ajeno e impropio, y hace que retorne a estadios primarios, a plantearse preguntas básicas como la del ser en el mundo. Esta casa que hemos de dejar, está, metafóricamente, cayéndose a pedazos (y materialmente, casi diría que también lo está). Cuando uno sabe que ha de abandonar un lugar para no volver, es imposible seguir viviendo en él cómodamente; por así decirlo, uno ya no está allí donde está, sino que vive proyectándose (p.88) La vida del narrador es limitada por fronteras que lo encierran, que lo cautivan y de las cuales quiere liberarse mediante el vacío del discurso, de una escritura sin ningún significado que lo aleje de su realidad psíquica: ―Pero cada vez más me dejo llevar por mi afán narrativo y olvido la letra. Ahora pongo más cuidado, aunque la mano, nerviosa, se apresura a trazar sus dibujos sin dar mayor tiempo de reflexión al pensamiento‖ (p.109).

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¿El deseo de escape, de introspección y soledad del narrador, cómo negocia y suplanta eso que se vive y que se quiere poner en papel? ¿El deseo cómo negocia y suplanta eso que se recuerda y que yace en la memoria? Las respuestas a esto serían tan ilusorias y vanas como idea de tener un marco total sobre la novela, pero puedo decir que para el narrador el deseo claramente modifica la vida misma, haciendo del vacío quizá la única opción válida. Si vengo narrando estas cosas más o menos intrascendentes con todo detalle y la mayor parsimonia es tal ver por inercia […] mucho me temo que se trate de una consciencia dividida […] El primer yo inquisitivo es mi viejo yo, el de toda la vida el que se acostumbró al ejercicio de registrar lo sueños de paladearlos, de escribirlos e incluso tratar de interpretarlos […] pero ahora hay un nuevo yo (ciertamente, con mucha influencia del superyó, pero yo al fin), más volcado hacia cosas prácticas y exteriores (que he llamado ‗intrascendentes‘, tal vez no con justicia pero sí con rabia) (p.86) Freud (1992b) manifiesta que ―cuando una pulsión urgente (que no admite dilación) no puede apropiarse en el momento de un objeto más apto‖ (p.135) el sujeto entrará en crisis, se sentirá incomodo, impropio; vacío, paradójicamente el mismo vacío que el sujeto desea y busca mediante la escritura. La pulsión del narrador tiene estados conscientes, y eso no lo convierte en un esquizofrénico que vive de y en su ilusión, aunque el narrador disgregue su personalidad como en la cita anterior, por eso se recrimina, porque el texto trae en ocasiones melancolía y sensaciones conscientes de soledad, donde aún alcanza a rechazar su yo real diferenciándolo del imaginario aunque como lectores, jamás sepamos dónde radica exactamente esa diferencia. Podemos decir que el deseo es energía psíquica que parte de la inversión de energía que hace el sujeto en una actividad o en alguna imagen. A ello se denomina catexia (Carver & Scheier, 1997). Esa catexia se forma en la novela como un deseo de escape, ya que la energía invertida por el narrador es muy grande e importante, y se traduce en el ejercicio escritural para escapar de su propia vida. Así como con el personaje, el deseo cobra vida y trata de surgir por medio de la palabra, de esa escritura vacía para comprender qué es lo que está pasando con su vida. El mismo psicoanálisis lo explica ya que las catextias no se forman con objetos que satisfacen directamente una necesidad, sino también con objetos y actividades asociados

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con la satisfacción de las necesidades (Carver & Scheier, 1997).

Por eso, aunque

físicamente no puede escapar, sí lo hace mediante la escritura, y el deseo del narrador acá estaría parcialmente satisfecho, aunque desde las primeras páginas parecería imposible por la posición hiperpesimista y crítica que asume el narrador a la luz de lo que se desgrana del texto-diario que pretende ir hacia ninguna parte. La tranquilidad deseada de poder concretarse, haría de la vida del narrador un espacio seguro y apacible. La imposibilidad narrativa es la forma para franquear las crisis en la vida del narrador, ahí radica el objetivo de la escritura vacía, pero a su vez busca que el texto sujete y describa todo sin llegar a aburrir. Pero el narrador siente que no lo logra: ―También me daba rabia hacia mí mismo, por no poder sintetizar la historia, ir a la esencia de lo que quería contar. Cuando intentaba una vez más, otra vez me iba perdiendo en vueltas y detalles secundarios‖ (p.62). La historia que refiere el párrafo anterior es una cadena de sueños que se extiende por varias páginas que el narrador atribuye al consumo del antidepresivo. El problema en el narrador acá no es sólo la cuestión narrativa (o su evitación) o meramente descriptiva, al narrador también le interesa la forma como se transmite y se entiende el texto. La pulsión del narrador de llevar la letra y las palabras a una expresión que carezca de significado, no logra conducir, como quiere, al discurso al vacío. Ese vacío es la metáfora perfecta para entender la psique del atribulado narrador: ―Observo que la letra viene muy pequeña; eso debe ser porque me siento culpable. Las cosas no marchan bien‖ (p.47). El narrador conscientemente relaciona el tamaño de su letra con su estado emocional. La letra y la palabra como grafías no son secundarias en la novela, son tan importantes que se convierten en otro personaje más, en el espejo del narrador. Esa relación letra-estado de ánimo que plantea el narrador, se traduce en un espacio hostil. El narrador comienza a sentir paranoia. Siente que todo a su alrededor se desorganiza, llega a tener manifestaciones de ansiedad y está demasiado atento a las cosas que suceden en torno a él y manifiesta que: ―No sé independizarme del entorno […] no puedo tranquilamente acostarme, cerrar los ojos y dormir, si sé que el resto de la gente de la casa está despierto, eso sucede porque el resto de la gente de la casa no es confiable‖ (p.47). Por más alteradas que se encuentren las facultades psicológicas del autor, ya sea por acción de su deseo o de que lo abrumen las ―interrupciones‖ en su espacio vital, estas no lo

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dominan por completo. Logra configurar una fantasía onírica, sustentada en la descripción de sus sueños que a veces desbordan pero que llegan a ser controlados. Por ejemplo: Siento que mi discurso se ha desnaturalizado por completo, que ya no conserva su forma, su ritmo inicial, y estoy escribiendo como por rutina, automáticamente. No me olvido sin embargo de mis objetivos, tal vez, pienso, este aburrimiento sea necesario para capturar de pronto, en un asalto sorpresivo, a los verdaderos contenidos que sigo esperando encontrar (p.70). El narrador se aleja paradójicamente de su objeto de deseo a medida que se acerca a él. Quiere confrontarse, desnudar su realidad, confrontar a su esposa y encontrarse con la soledad, pero tiene miedo de aquello que vaya encontrar, tiene miedo de sí mismo y busca excusas y pretextos para no confrontarse, para no tomar decisiones y aduce que perdería tiempo en eso. ―La realización del deseo aparta al sujeto del camino de la satisfacción, encaminándolo hacia una búsqueda infructuosa desde la perspectiva adaptativa, búsqueda signada por la repetición, búsqueda de una percepción primera que tiene como marco una mítica primera vez entre el sujeto y el objeto de satisfacción‖ (Rabinovich, 1998, pp.11-12). Tomemos como primera acotación el papel del protagonista frente al mundo. El yo del protagonista, parece como dice Freud (1992) en El malestar en la cultura, estar consciente de su mismidad por ocasiones. Según Freud, los individuos tenemos claros nuestros límites, sabemos que somos únicos, que somos nosotros mismos aunque estemos inmersos en una sociedad, sea cual sea. Pero si los límites no son claros con el mundo exterior, nuestra yoidad sufre trastornos, presentándose diversos estados neuróticos en la demarcación del yo, ya sea porque está demasiado o poco demarcado. El protagonista es consciente de su yoidad: Hoy recuperé esos distintos tipos de ruinas, y sé que con eso el alma me está diciendo que yo soy esas ruinas. Mi contemplación casi erótica de las ruinas es una contemplación narcisista. Y si bien tiene s precio esa autocontemplación es placentera aunque la visión sea triste. Me miro en el espejo y veo a alguien que no me gusta del todo pero es alguien en quien puedo confiar (p.95) Pero los límites entre el yo y la sociedad son difusos en ocasiones, cuando lo que quiere el narrador es que sean completamente claros; todo le molesta, todo lo crítica, encontrar la armonía es como entregar su espíritu a la conformidad, y lo único que parece

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claro es la lucha del protagonista por no dejarse normalizar, por hallar esa chispa divida de la que habla. Lo vemos a continuación: La fractalidad psíquica debe corresponderse sin duda con alguna fractura psíquica. Estos fenómenos creo que no han sido estudiados como correspondería. Por el momento, podría formular una especie de ley para el comportamiento general de esta familia en la que estoy inmerso: ―Todo impulso hacia un objeto será desviado inmediatamente hacia otro, y así sucesivamente, y el impulso hacia el objeto primero podrá ser retomado o no‖ (p.25) Freud (1992) propone un afuera, un mundo exterior que siempre está poniendo barreras objétales al yo en la búsqueda del placer, es aquí donde realidad y deseo tienen que convivir, pugnando entre lo que quiere el sujeto y lo que puede, generando el famoso principio de realidad, donde el yo tiene que defenderse tanto de los estímulos displacenteros internos como externos que le impiden la realización de su deseo. En la consecución de la felicidad, los individuos buscamos formas diferentes para satisfacer nuestras pulsiones. En estas acciones, el protagonista queda insatisfecho ya que su deseo es incompatible con las formas de satisfacerlo. En otras palabras, redirige sus acciones, pretende escribir desde el vacío, no quiere pensar, no quiere reflexionar para alejarse de las frustraciones que le produce el medio familiar y social que le imposibilita la satisfacción de sus deseos, generando mecanismos y artilugios que le dan un cierto tipo de estabilidad. Pero el deseo al no ser es satisfecho completamente, el goce queda parcialmente realizado desplazando así la pulsión hacia otro objeto. La satisfacción total supondría la muerte y el protagonista lo sabe perfectamente: Pronto se descubre que la idea de practicar una salida es totalmente ilusoria, porque la selva se extiende con mayor rapidez que nuestro trabajo de desbrozamiento y sobre todo porque la idea misma de ―salida‖ es incorrecta: no podemos salir porque al mismo tiempo no queremos salir, y no queremos salir porque sabemos que no hay hacia dónde salir porque la selva es uno mismo, y una salida implicaría alguna clase de muerte o simplemente la muerte (p.131) El deseo es como una lanzadera, que sigue tejiendo cuando al ojo le parecía que el trabajo estaba terminado. Esta relación profunda del deseo con la insatisfacción, relaciona el deseo a la labilidad del objeto de la pulsión. (Masotta, 2004). Cuando no se puede satisfacer el deseo en toda su magnitud, el aparato psíquico recurre a una especie de reorientación generando mecanismos para mitigar la frustración por no satisfacer nuestros

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deseos por completo. El principio de placer es el que fija el objetivo vital, es decir el deseo. Éste a su vez está rigiendo al aparato psíquico, y si no es capaz de discernir, o mejor, adecuar el yo con el mundo externo en búsqueda de la felicidad, se generan incongruencias que se traducen en insatisfacción del individuo. Es en este punto es donde la felicidad se torna tibia y donde llegan unos mecanismos para lidiar con esto. Freud propuso los mecanismos de defensa para ello: sublimación, represión, formación reactiva, desplazamiento y supresión, todos para ayudar al narrador a protegerse del mundo, mundo que lo ataca y no le permite la satisfacción de su deseo. Estos mecanismos se relacionan simplemente con el artilugio narrativo del vacío, que buscan la satisfacción de los instintos de formas suplementarias para que el narrador satisfaga de alguna manera su pulsión. Siendo innovadora, la novela hace acercamientos al inconsciente no como tema literario sino que utiliza el lenguaje y la escritura narrativa como mecanismo para acceder al inconsciente del protagonista, de su mente. El encuentro entre el inconsciente y el autor se da en el aparente vacío de la escritura que nunca se concreta del todo. Sólo hay tres formas de acceder al inconsciente según Freud: ―los sueños, las asociaciones libres y los lapsus linguae‖ (Diccionario de psicología científica y filosófica, p.1). Levrero pretende acceder al mundo inconsciente mediante el vacío de la escritura, a una caligrafía hueca y sin sentido, estilísticamente bien hecha, para darle solidez y coherencia a su aparato psíquico, algo psicoanalíticamente hablando imposible y hasta ridículo, que no funciona terapéuticamente pero sí narrativamente, uno de los aciertos del libro al usar este juego textual como estrategia narrativa. Quizá por eso es que fracasa en su proyecto pero no la novela. Los intentos exitosos de acceder al inconsciente en relación con lo que plantea el psicoanálisis, los vemos en los siguientes párrafos: Sueño: El lobo estaba vestido: veo su pecho, que debo herir y tiene puesta una camiseta igual a la mía. Me da la chance de intentar herirlo yo primero; expone el pecho a mi cuchillo. Yo tengo una serie de valijas superpuestas, de madera, con reparticiones, donde hay cantidad de cuchillos de distinto tipo. Elijo uno y tiro una puñalada al corazón del lobo (p.64). El perro era pues, un prisionero. De noche lo encadenaban por oscuras razones nunca sostenidas con coherencia: y también de noche ladraba a menudo, o producía sonidos de cadenas arrastradas, o hacía sonar un tacho de agua que volcaba y luego empujaba con la nariz sobre el piso de baldosas (p.41) […] En el tramo narrado de esa historia, podría pensarse ese hueco que voy ensanchando progresivamente en el alambrado lindero, como un paralelo de otro hueco, psíquico,

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que voy ensanchando progresivamente con miras a alguna forma de libertad, no del perro sino mía (p.44). El lobo es el narrador mismo, así como él mismo manifiesta de manera consciente su identificación con otro personaje: su perro Pongo. Hay una clara antropomorfización del sujeto. En el sueño, el deseo se realiza pero sólo lo hace disfrazándose. Entre el deseo y el sueño como realización, median los disfraces (Masotta, 2004); pero no sólo por la ropa sino, también, porque aflora su instinto de autoflagelación, pero también de búsqueda de una liberación, algo que hace constantemente y que se ve reflejado en su diario: ―Ayer comencé a tomar un antidepresivo […] La verdad es que quisiera salir de este estado de aplastamiento de una vez por todas. Puede ser que el psicofármaco ayude, pero ahora no veo un futuro claro, ni siquiera encuentro momentos de un presente aceptable‖ (pp. 59-60). El narrador está en falta y ansioso; la consecución del goce es problemática y articula el relato, tanto del sueño del lobo como el del perro, a su propia condición de exploración y crisis psíquica, y busca en su interior su corazón para herirlo como una salida, una respuesta y una cura. El conocimiento en este punto hiere, puede llegar a ser mortal. Esto ejemplifica otra de las condiciones del psicoanálisis en la cual no hay una cura, hay un conocimiento profundo que puede herir y liberar al sujeto al hacerse consciente. Lapsus linguae: ―Estoy cansado de idear estrategias para sobrevivir, llevando a cuestas una vida sin alicientes (alicientes=Alicia, buen juego inconsciente de palabras)‖ (p.61). En este párrafo el lapsus y la conexión inconsciente se hacen conscientes con la imagen de Alicia, la esposa del protagonista. Acá son manifiestas en el ejercicio narrativo sus incomodidades y dificultades con su mujer de la cual quiere escapar. Aunque en este otro párrafo, el narrador es plenamente consciente del fracaso en la empresa por conocer y aflorar el inconsciente mediante la escritura vacía: ―Parece que la función de escribir o de hablar es por completo dependiente de los significados, del pensar, y no se puede pensar conscientemente en el pensar mismo; de igual modo no se puede escribir por escribir o hablar por hablar, sin significados‖ (p.33). La escritura en El discurso vacío, es una escritura que está confeccionada en su más ascética presentación; es una escritura limpia, sin pretensiones: A primera vista, mirando lo escrito hasta hoy y comparándolo con lo de ayer, hay progresos. Hoy, con todo, la letra -si bien es más grande y legible- muestra cierto

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nerviosismo; en realidad estoy escribiendo más rápidamente que ayer. Pero noto también que las letras están más ―despegadas‖, más espaciadas dentro de cada palabra, menos pegoteadas que antes. Como si cada letra hubiera recuperado su individualidad. (p.14) Lo anterior pudiera tener dos interpretaciones. La primera puede ser meramente estructural respecto a la caligrafía, a la propuesta narrativa en la cual el escritor nos comenta que quiere mejorar su letra para mejorar su ser. En el párrafo anterior nos dice que ha habido progresos respecto a ese objetivo. La segunda interpretación, más interesante, pudiera ser respecto a la evolución de las relaciones del narrador, a la independencia que le genera el ejercicio en su vida cotidiana. Cada letra pudiera representar aspectos de ese yo disgregado que se está volviendo a reagrupar, con independencia pero a la vez con unidad, orden y forma.

3.2 Las interrupciones y la imposibilidad del vacío El narrador nos comenta que su terapia grafológica está siendo supervisada por alguien. Su esposa, Alicia, funge como evaluadora del proceso, supervisa las mejoras y cuestiona los retrocesos: ―Prosigue mi terapia grafológica. Ayer, la persona que habitualmente controla estas páginas comentó que la letra se había vuelto un tanto menos legible luego de la extensa pausa‖ (p.15). La relación entre el narrador y Alicia es compleja. Alicia vendría a ser ese Superyó freudiano, la ―instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica. El Superyó es para Freud una instancia que surge como resultado de la resolución del complejo de Edipo y constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales‖ (Laplanche y Pontalis, p.112). El protagonista manifiesta que con Alicia la escritura no fluye, retrocede. En ausencia de ella, la escritura se materializa en el deseo del narrador. Al ser Alicia la instancia enjuiciadora en la vida del narrador, su figura resulta castrante, y eso es latente en gran parte del libro, en las dificultades, intromisiones y juicios negativos manifiestos en la relación de pareja. La ―extensa pausa‖ de la cita anterior no es una pausa sino muchas. Los ejercicios caligráficos son obstaculizados por los vaivenes de la vida cotidiana. Si al principio el

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narrador se resiste a estas intromisiones, a medida que el discurso avanza va permitiendo cada vez más que el deseo de narrar tome el control de la mano, encontrando que es justamente en la exploración de su entorno donde se produce el ansiado contacto con el mundo interior. Pero desde el inicio, las pausas dominan el discurso y el autor las denomina simplemente: ―interrupciones‖; momentos que descentran su yo y lo hacen entrar en crisis. Por ejemplo: Pero acabo de ser interrumpido por el teléfono. Atendí porque estoy solo en casa y pensé que la llamada podría ser para mí, pero, como sucede la mayoría de las veces, era una llamada para mi mujer. Estas interrupciones en mis actividades son muy frecuentes. La mayor parte de mi vida he vivido solo y sin interrupciones. Ahora vivo con una mujer, un niño, un perro y un gato (y una empleada doméstica, de lunes a sábado por las mañanas) (pp.38-39). Las interrupciones que señala el narrador se resumen en el ataque cerebral de su madre, las constantes preguntas de Juan Ignacio, su hijo, la tensa dinámica relacional con su esposa, Alicia, y el trasfondo de inconformidades con ella; el perro Pongo, personaje entrañable con el cual el narrador entabla una relación empática, simbólica e identificativa muy fuerte; la llegada de un gato, especie de némesis del perro y del propio narrador, y quizá el más relevante y que le produce mayor crisis emocional al narrador: el cambio a una nueva casa. Estos momentos críticos le impiden encontrarse consigo mismo. El narrador lo resume así: Ahora, después de muchos días complicados, estoy tratando nuevamente de encontrarme a mí mismo mediante estos ejercicios. Sé que el intento es más bien inútil, […] Eso significa una serie de compromisos, invasiones, ruidos molestos, comidas malsanas o poco apropiadas […] siempre había logrado huir de estas cosas con bastante éxito; la mayoría de las veces me las he arreglado para estar a solas, leyendo una novela policial o escribiendo algo (pp.74-75). La personalidad del protagonista es arisca y la cotidianidad de la vida, su casa, su relación como esposo y padre, descentran su yo y lo hacen entrar en crisis emocional haciendo que la pulsión de su deseo de tranquilidad y soledad se hagan más fuertes. El narrador respeta y prefiere la soledad y ese es uno de los motivadores de los ejercicios caligráficos, la privacidad que encuentra al hacerlos y que ayudan a reacomodar su yo. Los roces con su esposa son más y más frecuentes:

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En realidad, lo más difícil de todo es tomar la drástica decisión de separarme de Alicia. Si pudiera tomarla, de una manera clara e irreversible, sé que encontraría de inmediato los medios para abrirme camino. Pero no he podido tomar la decisión. Especulo con eso, pero algo muy fuerte –más fuerte que el miedo– todavía me tiene atado […] estoy atado a la voluntad omnipotente de una mujer a su vez totalmente atada a las convenciones sociales, una especie de militante de la vigilia‖ (pp.73-75). Está latente una separación que efectivamente se comprueba posteriormente en otra novela de Levrero. El epítome de esa búsqueda del yo interior es La novela luminosa, publicada póstumamente donde se narra en la primera parte el diario que hizo el autor cuando fue becario de la fundación Guggenheim, donde la vida se convierte en la escritura misma. El monumental diario da paso en el siguiente capítulo a la novela luminosa como tal, un breve ejercicio en el que el autor se confronta constantemente con aquellos episodios que lo alejan de la iluminación espiritual, siendo el testimonio de su fracaso desde la gestación de la escritura por conseguir esa novela total; esa vida luminosa y armoniosa: perfecta. A propósito, Levrero anticipa el fracaso de su empresa en el mismo prefacio de La novela luminosa: Yo tenía razón: la tarea era y es imposible. Hay cosas que no se pueden narrar. Todo este libro es el testimonio de un gran fracaso. El sistema de crear un entorno para cada hecho luminoso que quería narrar, me llevó por caminos más bien oscuros y aún tenebrosos [...] Pero los hechos luminosos, al ser narrados, decepcionan, suenan triviales. No son accesibles a la literatura, o por lo menos a mi literatura (2005, p.23). En esta novela, el protagonista ya se ha separado de Alicia, y ahora ella es la amiga médico que le ayuda al narrador en casi todo, a controlar su presión arterial, en las compras, en el aseo de la casa, pero no viven juntos. Más que una ex esposa o una amiga es una madre, situación que ya viene siendo manifiesta por el narrador en El discurso vacío: Advertí en ese momento que la imagen de Alicia, o mejor dicho la percepción interior que yo tengo de Alicia, había sido sustituida por la de mi madre. Esa identificación, tan perniciosa, entre Alicia y mi madre, se viene dando desde hace un tiempo (por ejemplo, en algún sueño), y nunca le había prestado suficiente atención puesto que es algo que debe molestarme mucho […] Este debe ser el principal factor de perturbación en mi relación con Alicia. Debo tratar de mantenerme consciente y seguir profundizando el tema. (pp.75-76)

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Lo maternal en las relaciones del narrador con su esposa, es algo que podría alimentar su narcisismo extremo. Todas las personas deben funcionar para él y por él. Las ―interrupciones‖ que llama, son inherentes a la vida cotidiana, y el ejercicio escrito es un paliativo para esa vida cotidiana que lo atosiga y abruma. Detrás del efecto de lo fantástico que tienen algunos pasajes, existen mecanismos textuales que lo sustentan, que lo hacen posible y que dejan al descubierto otros temas fantásticos, relacionados muchos con los sueños. A esta mirada, se opone la propia visión del narrador, para quien su práctica de escritura no es fantástica sino realista, y aunque esa realidad que plantea combina ambas (realidad y ficción), la realidad deseada todavía es lejana: Quinto día consecutivo de ejercicios, afortunadamente parece ya un hábito. Claro que todavía esto dista mucho de ser un ejercicio caligráfico hecho con aplicación y esmero, pero no debemos apresurarnos. (Hoy leí una frase de Rilke que es monumental: dice algo así como que la ―realidad es una cosa lejana que se acerca con infinita lentitud al que tiene paciencia‖). Tengamos paciencia, pues, y esperemos que esa cosa lejana se acerque (p.109). La realidad deseada para el narrador, es un mundo lleno de silencio y tranquilidad que lo aleje de los momentos de ansiedad de la vida cotidiana. Su mundo actual está lleno de momentos de impaciencia e interrupciones, que lo alejan diametralmente de esa ―realidad‖. El vacío anhelado, no es más que un espacio interior silencioso, que acalle su depresión y que busca mediante la escritura caligráfica aparentemente vacía. Pero la búsqueda interior, el choque y el miedo por encontrarse de frente con ese interior, metaforizan la imposibilidad de la escritura vacía que siempre tendrá significados y podrá ser susceptible de interpretarse. Reconocer esto, implica concebir la ficción de El discurso vacío como un modo particular de narrar ligado a procesos del inconsciente en función de la realidad deseada. El discurso vacío ha desembocado en una particular modalidad narrativa, en la que se perciben atisbos de lo fantástico de las primeras obras de Levrero, desde esa pretendida consecución y conocimiento del espacio inconsciente del narrador. Esto es el resultado de un proceso de narración ficcional en la que resulta no un efecto específico, sino una construcción literaria a través del lenguaje que permite reconstruir la fragmentación del yo del narrador ante el mundo. Cito:

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Bien, otra vez estoy desviándome y prestando poca atención a la letra y mucha a los contenidos lo cual es antiterapéutico al menos en este contexto terapéutico que he elegido. No me cabe duda de que, en otro contexto terapéutico, la desviación antedicha es deseable y positiva: pero no debo mezclar los planos de trabajo, y debo ceñirme a lo que me he propuesto, es decir, una especie de escritura insustancial pero legible. (p.16)

Es importante centrarse en el pretexto de la letra, una letra que a veces es redonda y bien hecha y otras, es ilegible y torcida: ―mi letra se había vuelto tan pequeña y confusa que en mi fuero íntimo desesperaba ya de poder recuperar en algún momento una letra legible, esa letra legible que había conseguido con semanas y meses de ejercicios más o menos diarios‖ (p.119), subterfugio que se presenta cuando el narrador no quiere hablar de sí mismo y de su estado emocional. Es en esos momentos donde la letra y la caligrafía se convierten en el narrador porque lo representan, porque dicen lo que calla de sí mismo. Por ejemplo: También hoy hago mi práctica. Se advierte ya en los primeros trazos que estoy decaído, desganado; no tengo deseos de emplear la fuerza de voluntad […] Debo, pues, comenzar a limitarme a frases simples, aunque me suenen vacías o insustanciales; apenas empiezo a prestar atención a los contenidos, pierdo de vista la esencia de este trabajo terapéutico, el dibujo de cada una de las letras (pp. 16-17). La novela va y viene de los ejercicios al discurso vacío. Pero por más que Levrero quiera desligar ambos, y por un momento lo hace, al final del texto ya se hace imposible. Por más que luche el narrador para no pensar, para no filosofar, para no hacer un texto narrativo y darse de lleno al vacío, a la caligrafía pura y a la nada, no puede y esa es la verdadera imposibilidad del vacío en el texto. El vacío nunca me asustó demasiado; en ocasiones hasta llegó a ser un refugio. Lo que me asusta es no poder huir de ese ritmo, de esa forma que fluye sin develar sus contenidos. Por eso me pongo a escribir, desde la forma, desde el propio fluir, introduciendo el problema del vacío como asunto de esa forma, con la esperanza de ir descubriendo el asunto real, enmascarado en el vacío (p.37). El narrador llena con recuerdos los espacios de su vida rota y caótica representada en muchos momentos por los cambios e ―interrupciones‖ en la dinámica de la vida cotidiana. En la novela, hay una clara afirmación de una realidad aversiva, desligada y que

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irrumpe además en los elementos constitutivos de la vida compartida con su familia, de ahí que configure una realidad particular de zonas poliformes, llena de recuerdos, momentos presentes y pasados, sueños que el narrador trata de asir y negaciones de la realidad. Las contradicciones en la vida del narrador, niegan a la vez que afirman. Su deseo de escape, de cambio, siempre estuvo latente, al igual que el miedo a él. Esta es otra de las constantes dentro de la novela, el ir y venir por reflexiones que en ocasiones chocan entre sí. Esa es la complejidad del ser humano, retratada en el protagonista y narrador. Ya cuando la novela está concluyendo, el narrador se da al más puro discurso vacío: tacha, reescribe, hace ejercicios caligráficos como si la página que leemos fuera un verdadero manuscrito. Lo prioritario en este punto es la letra y el dibujo de la letra y no ahondar en otras cosas: […] por ejemplo, sé que me cuesta dibujar las ―r‖ por hábitos contraídos en años de dibujarla mal, sin todos los elementos que permiten identificarla a primera vista; mis ―r‖ se deducen más bien del lugar que ocupan en la palabra (obsérvese esa ―r‖ mal formada en la palabra ―palabra‖ […] No sé por qué me sale esta palabra: perramus, perr perramus, ahora sí, perramus, perramus, carirredondo, prorrogar, prorrogar, prorratear, prorratear, prorratear. Recorrido. Recorrido, recorrido, recorrer, recorrer, recorrer, recorrer, recorrer. No me conforma (pp.120-121). La novela invita a adentrarse en el laberinto mental del narrador, lleno de resquicios, inconformidades

y espejos que reflejan el propio deseo del protagonista que usa la

distancia que le confiere el diario y la letra lejana, que no es más que una metaobservación, un diálogo consigo mismo, confrontándose constantemente, para responderse con una naturalidad matizada, casi transparente, lo que su deseo le dicta: Acabo de leer de un tirón todo lo que llevo escrito hasta el momento, y la lectura ha desatado una cantidad de asociaciones y de emociones, al punto de que me vuelvo a sentir paralizado, como en el cruce de varios caminos y sin saber qué dirección tomar –por más que sea que cualquier dirección será tan buena o tan mala como las otras, ya que mi propósito inicial sigue siendo el mismo: capturar los contenidos ocultos tras el aparente vacío del discurso y para ello no tengo apuro o no debería tener apuro (50). El desenlace sitúa al narrador en un momento específico de tiempo y en un lugar particular. Permanece en Colonia, en su nueva casa, y el epílogo está fechado el 22 de septiembre de 1991. Pero también este desenlace nos remonta a su mente, a su memoria y sobre todo a la no resolución de su crisis emocional. Asistimos a un recorrido de la mente. El narrador percibe casi siempre la realidad de manera analógica: la persona, la idea, el

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gesto es percibido a través de la memoria, del deseo, del sueño, de la similitud sensorial o racional que otro objeto, situación o persona despierta en su conciencia: Hace pocos días soñé con un grupo de curas que estaban vestidos cada uno con una sotana de color diferente; recuerdo en particular uno de ellos, cuya sotana era de color violeta muy vivido. Ellos adoptaban ciertas posiciones y ciertas combinaciones en las posiciones del grupo, y yo entendía que de esa forma estaban expresando el secreto de la Alquimia (p.132) En el desenlace, el narrador no empieza a atar cabos para finalmente presentar una certeza solidificada con la forma de una decisión moral disyuntiva. Como en el sueño de los curas, donde como lectores se nos presenta una verdad pero de manera vedada. El narrador ha descubierto algo, pero decide no compartirlo, quizá porque él mismo no lo sabe del todo, porque cada inconsciente tiene su lenguaje propio, sus propios tiempos y no hay una verdad universal; hay múltiples realidades que tienen múltiples significados. El narrador presenta la estética de una respuesta que carece de moralismos, mostrando en cambio, una postura individual sin ninguna repercusión en la historia o en el desarrollo de una axiología social. Esta postura personal sin moralismos, refleja su desconcierto y fascinación por la vida. Los cambios en el espacio tanto físico como psíquico, requieren en el narrador una continua reconfiguración, tanto de ese espacio, como de las relaciones con su entorno. Y esa es la puerta que se abre al final, esa irresolución en sus conflictos, esa continua mutación que desborda y atraviesa todo sin posibilidad de control. Deja latentes muchas más preguntas que respuestas a los innumerables cuestionamientos, irrelevantes unos, trascendentales otros. Un aporte significativo en la narrativa de Mario Levrero en El discurso vacío podría ser mostrar una realidad oculta, llena de aristas y preguntas que va más allá de lo referencial, construyendo un artificio que permiten mostrar zonas ocultas de esa realidad superficial y objetiva que posibilitan que el lector cuestione su realidad próxima, volviendo la figura del lector tan relevante como la del texto mismo; un lector que vaya más allá del vacío, cuya instrumentalización, como artificio narrativo, es perfectamente funcional ya que, aunque el narrador no quiera narrar, termina haciéndolo, imposibilitando el objetivo narrativo planteado desde el inicio. En el epílogo, el narrador usa la escritura para escapar, es una literatura de absolución y el vacío en ese punto resulta el escape a la selva del ser, pero es un vacío

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inalcanzable imposible en el espacio literario: ―Lo que uno ha sembrado fue creciendo subrepticiamente y de pronto estalla en una especie de selva que lo rodea por todas partes, y los días se van nada más que en abrirse paso a golpes de machete, y nada más que para no ser asfixiado por la selva‖ (p.131). Pero las dudas del narrador no se evaporan del todo. Las dudas engendran otras dudas, el texto revela –no sólo en el final– una capacidad de transformación y complejidad que exalta esa forma de narrativa que rechaza los absolutos y las certezas, que pretende ser tan intimista y tan básica que roza la nada. En el desenlace, el narrador conserva aún su capacidad analítica, su juicio y contemplación estética. La incursión a su inconsciente ha resultado fructífera pero frustrante, en cuanto a que aún carece de la respuesta total a sus cuestionamientos y dilemas internos. Resulta hasta el final dinámico, contradictorio y complejo. El personaje duda, y nosotros como lectores también dudamos. Se abren vacíos, espacios y resquicios, aunque hay una especie de luz al final del túnel y Levrero nos revela algo de la intención de su ejercicio: […] y me di cuenta de que aún estoy vivo, en el verdadero sentido de la palabra, y que aún puedo llegar a situarme a mí mismo, todo es cuestión de encontrar cierto punto justo, mediante cierta voltereta espiritual […] Hay una forma de dejarse llevar para poder encontrarse en el momento justo en el lugar justo, y este ―dejarse llevar‖ es la manera de ser el protagonista de las propias acciones –cuando uno ha llegado a cierta edad. (p.132) Pero la luz se extingue y en uno de los típicos juegos de Levrero, en el último párrafo del libro, citado anteriormente donde narra el sueño del grupo de curas que hacen ciertas posiciones y movimientos particulares, revelando el secreto de la Alquimia, un secreto que ni el narrador ni los lectores vamos a saber jamás y cuya relación con el libro sería la metáfora de la búsqueda interior del narrador; el secreto revelado sin revelarse que es la intencionalidad última y total del libro: la respuesta. Por más que luche el narrador para no pensar, para no filosofar, para no hacer un texto narrativo y darse de lleno al vacío, a la caligrafía simple y llana, y a la nada, no puede. De ahí se desmadeja la idea y la importancia de la figura del lector en un texto de estas características, un texto cuya voluntad es la de no narrar. Cobra relevancia ese lector activo que comienza a dialogar con aquello que no quiere ser narrado, pero que termina narrando y significando.

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El libro queda abierto y el narrador presenta las mismas neurosis que al comenzar el diario, que según Freud (1992c), son producto de una represión incompleta ejercida por el yo sobre los impulsos del ello. El narrador se da cuenta que ha logrado un avance en su proceso autoexploratorio pero que aún le falta mucho camino para conocerse realmente. Pero ni en el libro ni en el narrador hay respuestas definitivas, no hay una salida propiamente ni un conocimiento pleno del inconsciente. Siguen las crisis, las inconformidades, las interrupciones y el yo sigue rodeado por esa selva espesa que encierra al narrador y de la cual no puede escapar. El motivo enquistado de la escritura resulta ser la trascendencia de lo cotidiano, la profundización de su ser en eso habitual que no entiende muy bien; el vacío imposible pero deseado que por más que quiera el narrador nunca puede alcanzar. El deseo es la insatisfacción que queda después de que la necesidad ha sido colmada. El deseo vive de su insatisfacción y resguarda esta extraña función: la función de la insatisfacción, ya que como decía Freud, ningún objeto coincide con el objeto que el sujeto busca (Masotta, 2004). El narrador busca desde el vacío, lidiar con su depresión y melancolía, sin embargo, el narrador no puede confrontar plenamente el vacío por la ambivalencia de su deseo inconsciente, que concibe la sintomatología depresiva como la enfermedad y la cura al mismo tiempo. El deseo es algo por lo que el sujeto se sitúa por el hecho de la existencia del discurso. Interpretar el deseo es restituir aquello a lo cual el sujeto no puede acceder por sí mismo (Lacan, 1959). En El discurso vacío, el contenido se impone sobre la forma cuando la escritura ingresa a ―lo literario‖ y pierde su capacidad ―terapéutica‖. Aquello que apuntaba al objetivo (escritura vacía), una escritura que está por fuera del discurso mismo, deja de tener tal teleología y lo que ocurre entonces, es que la escritura se convierte en un medio puro de catarsis (Borg, 2012). En relación a esto, el discurso no puede ser vacío por más que el narrador lo quiera, ya que el discurso sustenta la incursión al deseo, y claramente, el deseo del narrador del vacío se interpreta desde los mismos referentes que quiere negar pero que se revelan con la escritura literaria.

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3.3. Consideraciones de la investigación científica y el ejercicio creativo. Análisis psicológico de La persistencia del vacío y la influencia de Levrero en su construcción. Las redes sociales, mencionadas a lo largo de este trabajo doctoral, son fundamentales para entender la mecánica de LPV. Les pedí a unos amigos cercanos que revisaran la novela, la leyeran y me dieran sus comentarios. Casi todos apuntaron a que para acceder a la novela hay que saber cómo funcionan las redes sociales por internet. ―Por supuesto la revolución tecnológica no determina el cambio histórico contemporáneo; pero su importancia es decisiva y más en una tecnología tan poderosa que amplifica y hace posibles procesos sociales, económicos, culturales y políticos, hoy en día imposibles sin dicha tecnología‖ (Castells, 2000 p.44). El concepto de red social es anterior a la llegada del internet. Obviamente, no todos tienen un conocimiento de la forma como se maneja una red social actual. Para muchos debe resultar un territorio infranqueable o no tienen ninguna relevancia, pero lo que es innegable es que las comunicaciones se han transformado de manera dramática por la llegada del periodismo de divulgación en tiempo real, gracias a esa información que se vomita en dosis de 140 caracteres. Casi al tiempo de sucedido, algo ya es publicado, desde lo banal hasta las políticas de estado, pasan por el filtro de estas redes sociales. Mandatarios de todo el mundo como el presidente Barack Obama, usan (e impulsaron sus elecciones de manera importante) estas estrategias multimedia para hablar de lo divino y lo humano, para compartir desde fotos familiares hasta el reconocimiento de dificultades, avances o proyecciones en el ámbito económico, laboral o de salud. Como muchas revoluciones culturales, ésta ha cambiado nuestra forma de relacionarnos, así como el lenguaje con el cuál lo hacemos. Wittgenstein (1999), cuando hablaba de los juegos del lenguaje, quizá no anticipaba la llegada de un lenguaje tan dinámico como este que combina emoticones, errores gramaticales y ortográficos, anglicismos, tecnicismos… y todo en pro de hacer caber el mensaje en un espacio específico, hacerlo atractivo y darle visibilidad. Le Moigne (1999) dice que modalizar o representar los fenómenos que percibimos complejos, no de los objetos o de las cosas, sino de los actos o de las operaciones que se manifiestan en el tiempo, un tiempo creador, constituyen el más apasionante desafío que el pensamiento complejo propone al ciudadano. Los objetos, los aparatos, todos esos gadgets tecnológicos quizá no han representado un avance tan significativo en cuestión de

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mejoramiento de la calidad de vida, como la invención del acueducto o las vacunas, pero sí generan desafíos epistemológicos frente a la forma de relacionarnos y el para qué relacionarnos. Las informaciones ya no se miden mediante su relevancia, quizá por eso lo que plantea Lipovetsky frente a lo efímero y banal, pero lo importante es comunicarnos, seguir en contacto, así no tengamos mucho que decir. La soledad está cooptada y ese es el acto a analizar en LPV, no tanto el objeto que facilita la soledad. El mecanismo de defensa del sujeto frente al bombardeo mediático es el olvido; un olvido que siempre ha acompañado el desarrollo humano, pero actualmente, por el volumen de información que se maneja, se han perfeccionado las estrategias amnésicas para poder captar mejor la información siguiente.

El físico ruso Andrei Linde y su colega Alan Guth pudieron comprobaron en el 2014 su teoría de la inflación cósmica. En resumidas cuentas, encontraron huellas de las ondas gravitacionales primordiales, es decir, ecos del momento de la creación: los primeros temblores del Big Bang. Éste no fue una explosión sino una inflación, como la de un balón, que semeja el entramado cósmico que tiene una estructura uniforme y lisa, y no con baches ni fragmentos desperdigados como los de una explosión. Esto abre una posibilidad aún más increíble: la teoría de los multiversos. La teoría de la inflación sugiere que la expansión original creó un volumen de espacio-tiempo muy grande, incluso infinito. Lo que el ser humano puede observar es apenas la extensión equivalente a 14.000 millones de años luz en el espacio, pero ese es solo un pedazo de ese inmenso cosmos. Y más allá de este universo, puede haber un número infinito de otros mundos. Dijo Guth en su declaración: ―Es difícil crear teorías de la inflación que no lleven a la noción de multiversos y la evidencia de la inflación hará que se tome más en serio esta posibilidad‖10, comprobando, o por lo menos no refutando categóricamente, la idea que no somos únicos e irrepetibles. Quizá millones de Oskar están viviendo una vida similar a la mía, con millones de posibilidades y variaciones a esta que modestamente estoy viviendo. Esa posibilidad de que hay varios universos: multiversos, con varias dimensiones que contendrían miles, quizá millones de posibilidades y variaciones y versiones, abriría la posibilidad a nivel cuántico, estadísticamente lejana, infinita quizá, pero posibilidad al fin y al cabo, de encontrarme con 10

Tomado de la revista Semana, el 22 de marzo de 2014. Recuperado de http://m.semana.com//vida-moderna/articulo/asifue-el-big-bang/381314-3

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alguno de esos potenciales yo-múltiples dentro de la ignorancia superlativa e igual de inconmensurable que el universo inflado. Estando frente a un yo con otras experiencias, otras variables infinitesimalmente diferentes a las mías ¿seguiría siendo yo? Pensemos que mi yo es atrapado por un agujero negro. Las fluctuaciones serán tan violentas que impedirán que pueda existir una frontera definida entre el deseo y la necesidad; de saber qué es lo que está pasando. Al entrar mi yo en el espacio cuántico, podrá emerger, pero de una forma caótica. Puede ser imposible interpretar esta experiencia en palabras, pero mi yo no estará destruido, sólo desfragmentado en pedazos imposibles de recomponer en una única forma. Por eso será distinto una y otra y otra y otra vez... hasta el infinito; es un yo de millones de posibilidades, un yo que vive una y otra vez, así físicamente ya no esté.

El párrafo anterior parecería desarticulado. Más que una epifanía, es un capricho del autor que escribe esta tesis, el mismo que escribe la novela, pero quería ejemplificar algo de la naturaleza de los contenidos informativos en la actualidad. La información con la que construí el párrafo fue sacada enteramente de Internet, y me permití transformarla para darle un aire literario para que el universo mismo hablara del yo, algo aún igual de basto e inconmensurable. La literatura, las historias que nos sobreviven, prolongan en la memoria colectiva, como se expuso en el capítulo 1, aunque sea unos pocos años, nuestra propia finitud corporal Actualmente en la era del vacío, el objetivo no es memorizar la información, el bloque que constituye el saber, necesita ser penetrado para depurarlo. El saber está ahí dentro de todas las capas de información que circulan libremente. Y pese a tener el conocimiento a un click de distancia, tenemos que saber que pertenecemos a la generación que prefiere el petróleo y el oro por sobre el agua, que inunda los intersticios de la vida con papeleo y burocracia, que gasta sus segundos en formatos y trámites engorrosos que engrosan el tedio y succionan la vida. Si las generaciones siguientes hablarán de nosotros, antes que nada, antes que referir el Internet y los aparatos electrónicos que caben en la palma de la mano, dirán que fuimos aquellos idiotas que hicimos muy poco para defender lo vital, prefiriendo lo efímero. Si defendiéramos con el mismo ahínco los recursos naturales con el que defendemos la banca o el crecimiento económico, los dirigentes estarían a la altura de nuestras necesidades y de nuestras demandas; estarían a la altura de nosotros. Francis Scott Fitzgerald lo definió en la última línea de El Gran Gatsby:

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"De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin pausa hacia el pasado". El progreso es efímero y un ejemplo perfecto de eso es el periodismo actual; mucho del contenido –con algunas muy honrosas excepciones– está encadenado al marketing y de la economía de mercados. El protagonista de LPV se pregunta por el universo y por la vida: una vida atrapada en infinitos multiversos. También se pregunta por lo transitorio, tiene la irremediable consciencia de finitud, de lo insignificante que somos dentro de la arquitectura universal: Todos los átomos de los que estamos hechos fueron esquirlas de una gran explosión estelar que cimentó lo que actualmente conocemos como vida, nuestra vida. Si uno se pregunta por la realidad, tiene que ser primero consciente de lo minúscula que es la tierra dentro de toda la ecuación universal, y dentro de eso, lo aún más insignificante que es nuestro periodo en ella. Quizá “partícula de polvo” sea una forma exagerada y condescendiente para denominar nuestra existencia, sabiendo que los hechos dentro de nuestra corta realidad jamás van a ser significativos. Quizá la partícula de polvo dentro de la partícula de polvo defina mejor nuestra axiología. Pero el calcio de las estrellas reside en nuestros huesos, el hierro que recorre nuestra sangre y el oxígeno que llena nuestros pulmones hermana cada átomo del universo con un pedacito de esa memoria que nos es tan esquiva, pero que está ahí presente, inmóvil, porosa, relacionándonos con el universo en tiempos distintos y en planos iguales; reconstruyendo datos fácticos que se tergiversarán para darle importancia a cosas fútiles. Cuando uno comprende esa mecánica universal, cuando salimos de ese egoísmo antropocéntrico, comprendemos cuán inútil es preocuparnos por una mancha en la alfombra, por una fila en el banco para pagar una cuenta estúpida, un engaño, los celos… todo se deslíe como el polvo, el mismo que acaricia y percude lentamente los rostros (LPV) Tener razón en mí país es un extraño e inútil artilugio. Saber que las petroleras y las compañías mineras extranjeras y nacionales, explotan la tierra con voracidad para el beneficio de unos pocos; que los dirigentes son seres corruptos embriagados de poder para quienes nada es suficiente; que la banca es una institución que amarra los espíritus y los somete a intereses muy bien diseñados y tenebrosos; que la brecha entre los necesitados y los que tienen es cada día más abismal, todo esto en mi país es información que hace parte del paisaje. La ignorancia es un bloque impenetrable en algunos sectores sociales y es una droga como la mayoría: toxica pero necesaria, que obliga, con los efluvios de un pasado que siempre se está actualizando, de un futuro promisorio que para algunos nunca llegará, a olvidar definitivamente los dolores y las penurias para poder seguir adelante. De ahí la razón, porcentualmente hablando, de que el tiempo dedicado a este tipo de informaciones sea menor al que se le dedica a la farándula o a la información deportiva. Bertrand Russell

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(2004) dice que la incertidumbre paraliza nuestro impulso hacia cualquier esfuerzo penoso, y genera un tono de angustia frívola que se toma equivocadamente por placer. Sin decirlo, Russell habla de la era del vacío, que teme a la incertidumbre y se da a la frivolidad del yo, para satisfacer los placeres de manera transitoria. Kafka (2012) fue un visionario, pero más que eso, fue un descifrador detallado de su tiempo. Las lecturas de sus relatos siguen siendo vigentes. Quizá por eso le demos un carácter profético: ―No puedo decirle en absoluto de qué se le acusa, o mejor dicho, no sé si se le acusa. Está usted detenido, es verdad, pero no sé nada más‖ (p.24). Esta es una de las primeras frases contundentes de El proceso. Josef K., es apresado y no sabe por qué, ni quiénes lo apresan. Un funcionario le dice eso, un funcionario cuyos movimientos los controlan unos hilos que están muy lejos de ahí, detrás de unos muros, y detrás de esos muros hay una aún más infranqueable barrera de procesos y trámites que hace difuso todo, pero no por eso menos efectivo. Dice William Ospina (2006) que ―esto parece el retrato mismo de una época en que millones de seres humanos empezaban a aceptar con pasividad su papel de tuercas y tornillos en mecanismos políticos y económicos inapelables‖ (p.164). Un banco funciona así; la presidencia y una secretaría funcionan así, al igual que un ministerio o una comandancia de policía. Hasta la investigación científica funciona como una empresa que sólo se preocupa por el dinero. Muchos grupos de investigación, por lo menos acá en Colombia, ahora semejan una Cosa Nostra: una logia fagocitosa y jerárquica donde la calidad va en detrimento de la cantidad; donde ―yo te cito pero si tú me citas‖; índices y bases de datos como los de Scopus cuyo ranking de ―calidad‖ está determinado por el número de citaciones y referenciaciones, reduciendo el impacto de la investigación a eso, no a su proyección social y humana, no al beneficio del colectivo ni a la rigurosidad de los estudios, sino a la cifra: la omnipresente y magnánima cifra de producción. Dice Pablo Arango (2009) de la investigación en Colombia: No es raro, por ejemplo, que la mayor parte de la ciencia social académica que se hace en el país sea perfectamente irrelevante para nuestros gobiernos. ¿Qué puede haber de preocupante para un régimen en el tipo de disertaciones que cité sobre los desplazados? En la universidad, la sociedad debería ser capaz de aprender cómo se conduce una discusión de manera lógica e informada. Lo que presentamos, en cambio, es una serie triste y risible de monólogos. No es sorprendente, entonces, que el resultado consista en egresados borregos o frustrados; ni que a casi nadie le importe la ingente cantidad de cosas que publicamos. Hacen bien, después de todo: en la mayoría de los casos, son una pérdida de tiempo, plata y esfuerzo. Mientras

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tanto, las universidades y el gobierno siguen cacareando sus discursos ociosos sobre la excelencia académica, el crecimiento de los grupos de investigación y las revistas ―indexadas‖ (así dicen). Lo hacen de buena fe, estoy seguro, no están mintiendo. Es el clímax del simulacro, la farsa en estado puro: una mascarada que no oculta nada, el maquillaje sin rostro, la bufonada de la seriedad (p.5). En la era del vacío la cantidad es primordial; la calidad es ya el sinónimo de aquella. La filosofía de vida es el acumulo y la desmesura, el crecimiento indiscriminado que no se cuestiona a costa de qué está creciendo, todo con un halo de seriedad y rigurosidad de afán por el progreso que enfila sus esfuerzos al rubro económico. Las grandes multinacionales desde hace unos años, han posado sus ojos y sus garras sobre la investigación científica y académica, no con un fin altruista. Monsanto y Dupont, por ejemplo, gastan millones de dólares en investigación con fines non sanctas. En el periodismo, la investigación es fundamental, pero con qué fin, esa es la gran pregunta. En LPV el protagonista habla de la investigación en el periodismo en estos dos párrafos siguientes: Esa forma de difusión de cifras e investigaciones, tan pero tan común en el periodismo, es totalmente necesaria en el texto con las características falsamente inverosímiles que estoy construyendo. Las investigaciones periodísticas terminan siendo productos endogámicos que se citan a sí mismos, engendrando artículos discapacitados, rigurosamente científicos; territorios infértiles para la creatividad y la imaginación. Pero poner algo así como que se ha demostrado que el 0,000000…1 por ciento de la población salta en el tiempo, o el 99,99999…9 por ciento de la población desconoce lo anterior y no puede saltar en el tiempo; que según estudios científicos de (colocar una universidad desconocida o de medio pelo), (colocar año) demostraron que sólo una persona puede saltar por el tiempo, son odiosamente vitales para la fundamentación y la credibilidad del texto. ¿De qué otra manera justificar y darles valor a las ideas risibles? (LPV) __________________________ La investigación hecha por un grupo de biólogos de la universidad X, se les antoja algo deliciosamente emparentador y humano a los productores del noticiero visual. Inmediatamente después de la noticia de los sacerdotes hacen la transición sutil a una donde se buscaban los procesos que se dan en los centros nerviosos de las moscas Drosophila macho, después de que la hembra rechazara su cortejo. Se descubrió que la mosca macho que era rechazada se entregaba al alcohol un 15% más para ser precisos que aquella que lograba copular con eficiencia. El alcohol era mezclado en agua azucarada y la mosca prefería la mezcla con alcohol que la melaza sin alcohol. Nunca fue tan literal la frase “15 minutos de fama” ya que esta investigación fue Trending topic por 14 minutos y 43 segundos. Un estudio futuro

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en cucarachas dará luces, así como el de las moscas, sobre los centros nerviosos implicados en la elaboración de investigaciones inútiles. (LPV) De manera compleja, la economía está injertándose en todo: somos deudores y acreedores de instituciones que reducen todo al lucro, al riesgo y el beneficio económico. En la actualidad la cantilena arcádica, repetida a cada momento, se abreva en los términos y expresiones y locuciones del repertorio del lenguaje económico; palabras como mercado, empresa o crédito se usan a propósito y más a menudo sin propósito alguno; referidas no sólo como es de justicia, a los ámbitos de su competencia, sino con mucha frecuencia, a cosas con las que no tienen nada que ver (Magris, 2008, p.170). Al compararme con el universo, mi historia parecería efímera; y lo es, claro, tanto en tiempo con tamaño, pero ni esas razones son los suficientemente poderosas para acallarme y para no decir lo que tengo y quiero decir. Aunque mi actitud oscile entre un moderado banalismo, y una discreta austeridad que me aleja de las exigencias y aceleres del mundo comercial, trato de denunciar aquello que considero injusto e inmoral. LPV es mi lucha personal, tibia y tímida quizá, pero es lo que muy honestamente está dentro de mis capacidades. LPV es prima cercana de la modernidad, influenciada directamente por las obras de Camus, Jean Paul Sartre, Robert Musil, Ernesto Sábato, y de aquellas obras que mostraban la perplejidad y el sinsabor de una civilización que se tropezaba con amargas certezas, y un repliegue sobre la interioridad destrozada de los seres humanos (Ospina, 2006). Este parecería el momento preciso de volver a la tesis, al ejercicio académico duro y conceptual, pero a esta altura también me es difícil saber cuál es la línea que traza lo científico y humano; lo académico y lo personal

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. Siempre que uno escribe,

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Para ejemplificar esto, hice una crónica periodística titulada He pensado matarme publicada en la revista Directo Bogotá, ISSN Nº 1692-8121 Número 42 (Julio-Septiembre, 2013) de la Pontificia Universidad Javeriana. Esta crónica es un ejemplo de cómo se entremezclan lo científico, lo periodístico, lo literario, lo humano y lo personal en un texto. Se puede consultar en: http://issuu.com/directobogota/docs/directo_42_final?e=2767140/5068165

HE PENSADO MATARME Un profesor de psicología —egresado de la maestría en Literatura de la Javeriana— narra una experiencia con adolescentes que coquetean con la idea del suicidio. Una realidad que sobrevuela en colegios y universidades de la ciudad y que en el país arroja cifras ascendentes: 67 niños, niñas y adolescentes entre enero y mayo de 2013. No fue un comentario sino una afirmación. Una rápida y contundente: ―He pensado matarme‖.

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Era finales del año 2010. Noviembre traía uno de los peores inviernos de la historia recordada. Estaba en un colegio distrital con mis estudiantes de la clase ―Psicología del adolescente‖ de la Universidad Manuela Beltrán. Tenía a mi cargo tres cursos de la misma materia. El colegio ya se había inundado dos veces la última semana, pero seguía dando clase. La orden de la ministra de educación, la doctora María Fernanda Campo, era la de continuar. No se interrumpirían las clases. No dejaba de llover. La visita al colegio tenía como único propósito mostrarles a mis estudiantes que la psicología no es sólo la que está en los libros. El colegio estaba empotrado en los cerros surorientales de la ciudad de Bogotá cerca al Veinte de Julio, en la localidad de San Cristóbal. Mis estudiantes tenían que desarrollar una serie de talleres construidos en clase para abrir espacios de diálogo y discusión frente al tema de culturas juveniles. Nada complicado. Era un mero pretexto para poner a hablar a adolescentes con otros adolescentes. Hicimos grupos de trabajo, hablé con una docente amiga mía para que nos permitiera los espacios e hicimos seis grupos repartidos en salones diferentes. El ejercicio transcurrió de la manera prevista. Mis estudiantes tenían la cara de los que están a punto de ser ejecutados. Los estudiantes del colegio cuchicheaban y bromeaban y tenían esa actitud de autocomplacencia de los que dominan la situación, pero no saben que viene un día de mañana. Unos se diferenciaban de los otros por apenas dos o máximo tres años de edad. En pleno desarrollo de los talleres, uno de los grupos planteó un ejercicio interesante. El objetivo era dibujar algo simbólico en un pliego de papel periódico, algo que les gustara y algo que les disgustara para luego argumentar el porqué pasando al frente y explicándolo a los demás compañeros. Yo iba rotando por los salones y en ese momento me encontraba en una esquina del salón 14, sin ser partícipe de la actividad y evaluando a mis estudiantes; su postura, desenvolvimiento, frescura, manejo del discurso, cuando pasó una chica al frente y rompió con rabia el papel en pedacitos. Se sentó sin decir nada. A todos nos impactó la escena. Mis estudiantes me miraron y yo los miré a ellos para que fueran a hablar con ella. Una de mis estudiantes efectivamente se acercó a la joven y le preguntó porqué había roto el papel con tanta rabia. Lo único que respondió fue: ―He pensado matarme.‖ En el año 2012, según Medicina Legal, 1642 personas se quitaron la vida en Colombia. La diferencia entre hombres y mujeres era de más de un 300% en favor de los primeros. Esto corrobora la hipótesis de que las mujeres se intentan matar más, pero los hombres en verdad lo logran. Evolutivamente pareciera haber una relación inversamente proporcional entre el hecho de poder engendrar vida y cultivar la propia decisión de muerte. *** La chica que rompió el papel en pedazos se llama Marcela. Es bajita, de ojos claros, boca pequeña y cabello castaño claro, limpio y desordenado. Cuando mi estudiante le preguntó por qué había reaccionado así, dijo sin titubear que estaba pensando en matarse. A mi estudiante le cambió la cara y supe que no se acordaba de absolutamente de nada de lo que habíamos trabajado en clase. Nuestro último tema en la clase había sido precisamente ―adolescentes y suicidio‖. Me sentí conmovido durante esa semana en la que abordamos el tema. Dos primos míos se habían quitado la vida y uno, apenas cuatro meses atrás. Pero lo tomaba con tranquilidad, quería que la clase fuera divertida. En el salón brincaba de un lado para otro. Me quitaba el cinturón, me lo enlazaba en el cuello y sacaba la lengua. Hacía una pistola con la mano y me disparaba en la sien y luego marcaba cruces sobre mis ojos. Algunos estudiantes reían, otros miraban para otra parte o escribían en sus portátiles o en la Blackberry. Ahora veo las imágenes de la clase como en blanco y negro, a una velocidad menor y en silencio. Mi primer primo se mató en plena final del mundial 2006. El segundo, cuatro años después, también en el mundial (en octavos de final); las lógicas circulares de la vida. Según cifras estadísticas de Medicina Legal, entre enero y mayo de 2013, 67 niños, niñas y adolescentes se suicidaron en Colombia. De ellos, 40 eran hombres y 27 mujeres, la mayoría en el rango de edad entre los 15 a 17 años. Mi clase tenía el propósito de dar a los estudiantes herramientas básicas para trabajar con jóvenes. En el caso del suicidio reconocer síntomas, hacer una lectura compleja del fenómeno donde se reconociera la importancia de la familia y las demás instituciones sociales, los desencadenantes e indicadores y algo de intervención en crisis por si alguno de ellos se encontraba de golpe con un ‗pelado‘ sobre la cornisa de un edificio a punto de saltar. Trataba de enseñarles a los estudiantes que la psicología queda desnuda ante la condición del ser. Que no hay que ser psicólogo para entender al ser, pero que para ser psicólogo, y uno bueno, hay que comprender que los caminos del alma son silenciosos y entre más nos callemos más honraremos la profesión. Que lo primero que tenían que hacer antes de recitar de memoria el libro básico de desarrollo del adolescente o el de patología para diagnosticar un trastorno (depresión, esquizofrenia, bipolar), era cerrar el pico y escuchar lo que tuviera que decir el joven. *** El suicidio en el mundo es la tercera causa de muerte entre jóvenes entre 15 a 22 años según la Organización Mundial de la salud (OMS). Dentro de las infinitas posibilidades de los espacios vacíos, se encuentra una particular complicidad entre ese dato y el vacío. Se combate el consumo de sustancias con ferocidad, se endurecen las penas en el código de la infancia y la adolescencia, se reprime y se castiga sin miramientos y todo se pierde en la espesura de lo que

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irremediablemente en mayor o menor medida, uno termina referenciándose en el texto; en la escritura literaria todavía más. Aunque yo no soy el personaje, el personaje habla mucho de mí. Lo interesante es hacer que las costuras entre la ficción y la realidad sean invisibles. Este universo literario de LPV está constituido de muchos multiversos, todos refieren a la desfragmentación de un yo: el mío. El entrar a la vorágine de la escritura creativa, como un agujero negro, el todo de ese yo se va desfragmentando en partes, cada una de las partes de ese yo pueden ser analizadas de múltiples, casi de infinitas maneras, pero todas van a remitir a ese todo que alguna vez las conjugó, del cual siguen haciendo parte por más que estén separadas. Ahí está el más puro ejercicio hermenéutico y complejo. El protagonista de LPV manifiesta que salta en el tiempo. Todos los momentos que considera aburridos, los pasa cerrando los ojos y saltando hacia el futuro. El yo del protagonista, siempre incongruente, nunca parece encontrar satisfacción, por eso su impropiedad; su crítica que en ocasiones parece un lloriqueo. Sus constantes ―saltos del tiempo‖ parecerían revelar un sujeto siempre insatisfecho, un sujeto con un profundo malestar por la cultura que se mueve por sus múltiples posibilidades, como si su yo en verdad es importante. Muy pocos son los que escudriñan más allá y se atreven a desenmarañar aquello que calla. No muchos van más allá de la patología que termina rotulando todo como ―enfermedad mental‖. Mi estudiante me seguía mirando. Yo con la boca le señalé para que la mirara a ella, a nuestra nueva suicida en potencia; a Marcela. Lo hizo y salieron del salón. Hablaron por más de media hora. Pensé que seguro había problemas en la casa como luego lo corroboré; los amigos la rechazaban y se burlaban despiadadamente de ella, había problemas económicos, un padre maltratador y una madre que no hacía nada. Según la Asociación Internacional Para la Prevención del Suicidio (IASP), es importante que los medios de comunicación desarrollen lineamientos precisos, responsables y éticos para reportar los casos de suicidio, evitando que se presenten como información amarillista o se enmascaren por temor a fomentar un comportamiento imitativo. Necesitamos de ese periodismo serio que se aleje del amarillismo bastardo de la nada absoluta e hiperconectada. Todavía podemos decir y hacer algo frente a la agonía del espíritu humano que cada día se lleva alrededor de tres mil vidas, seis de ellas en Colombia. De cada uno que consuma el suicidio hay 20 que lo intentaron; hay 20 potenciales que pudieran volver a intentarlo y hay 20 historias con las cuales se pudiera trabajar en el mejoramiento de la autoimagen, las habilidades sociales, el reconocimiento y el respeto por la soledad, y otras tantas que harían disminuir la cifra dramáticamente. El suicidio no se previene escondiendo todas las sogas, cerrando todos los frascos de pastillas, destruyendo todas las armas, o construyendo edificaciones de un solo piso. El suicidio se previene desde la constitución misma del ser, en la raíz de las relaciones que el sujeto establezca con el mundo y consigo mismo y en la exaltación de su espíritu de perseverancia. Espero que mi estudiante se haya acordado de lo que le dije en clase: ―No le reciten al suicida motivos para no matarse, busquen con él o ella motivos para seguir viviendo. Esto aunque parecido, son dos cosas muy diferentes‖. Marcela entró nuevamente al salón con mi estudiante y se sentaron. Intercambiaron papeles con sus teléfonos y correos electrónicos para seguir hablando después. Marcela sigue viva. Mi estudiante sigue viva. Ambas hablan con regularidad. Mi estudiante me contó hace poco que habían hablado de los casos recurrentes de jóvenes que se estaban matando con monóxido de carbono o ahorcados en tiempo real por chats. Y que eso es lo único que habían hablado de suicidio. De resto, hablaron de las cosas trivialmente trascendentales que se supone deben hablar dos adolescentes. Al salir del colegio en la localidad de San Cristóbal con 23 estudiantes de la clase de psicología del adolescente, rumbo al paradero de buses, los charcos comenzaban a expandirse por la lluvia que volvía a caer. Nosotros, los que aún sobrevivimos a un familiar suicida, quedamos a la deriva esta y otras odiosas mañanas dándole vueltas a la pregunta: ¿A dónde van luego del suicidio?

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estuviera disgregado por varios universos. No se sabe al final, si el protagonista salta en el tiempo o es simplemente un deseo o una alucinación, lo que sí se puede saber es que el protagonista es hijo de los tiempos ubicuos, totales: un producto de la fábrica de creación del deseo. La primera búsqueda de significado por parte del personaje de LPV, parte de la pregunta sobre qué realmente lo satisfaría. Freud (1992) desnuda hasta su más profundo detalle el significado que tiene la cultura en el hombre y viceversa, haciendo un recorrido antropológico y sociocultural de esta relación, yendo más allá de la mera explicación fisiobiológica de la evolución del individuo, viéndolo más como un agente cultural, cuyos indicios no son cuantificables y medibles, pero sí proporcionan información valiosa para analizar nuestro comportamiento, tanto individual como colectivo, bajo la luz del omnipresente lenguaje. Como sucedía con el protagonista del libro de Levrero, en LPV el periodista es consciente de su mismidad, pero los límites con la sociedad son difusos. Esta es una de las principales influencias de El discurso vacío en LPV; la concepción del héroe problémico, complejo, disconforme, que nunca puede alcanzar su objeto de deseo, por eso todo les molesta a ambos protagonistas, por eso critican todo, y encontrar la armonía es como entregar su espíritu a la conformidad. Ambos protagonistas luchan para no normalizarse por esa sociedad castrante. Lo vemos a continuación: El texto invitará a adentrarse en el laberinto mental del periodista, lleno de rescoldos, inconformidades, nimiedades y espejos que reflejan esa particular seducción de las noticias, que usan la distancia y la regularidad que les confiere el diario, la virtualidad, lo inmaterial e informe. La letra lejana no será más que una metaobservación, un diálogo consigo mismo que lo confrontará constantemente, para responderse con una naturalidad matizada, casi transparente, lo que vacío le dictará. La ambivalencia del tiempo y ser testigo histórico de ciertos acontecimientos puntuales, harán que el autor-periodista represente los intereses únicamente de él mismo. El espíritu de la época se objetivará en la irrelevancia del contenido y en el olvido inmediato del lector, que seguro tomará una postura disyuntiva, típica de los análisis planos, polarizados, donde el sentido de la vida constituye una totalidad extensiva que se extiende sobre todo el mundo. El periodista-escritor-autor-filósofode-variedades, se irá revelando como un héroe complejo, rico en matices, poliforme y ambivalente, pero lo suficientemente burdo como para que el lector lo acoja como propio, se identifique con él, lo aguarde en su seno por un tiempo para luego olvidarlo como en una masacre. (LPV)

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El protagonista de LPV queda insatisfecho ya que su pulsión es incompatible con las formas de satisfacerla, por ende, la satisfacción del deseo, el hallazgo del objeto que finalmente lo satisfaga, es imposible. Como se mostró en el texto de Levrero, acá el protagonista redirige sus acciones para alejarse de las frustraciones que le produce el medio social: El secreto, pensaba, no era encontrar algo que me gustara. Conociendo los avatares y variables, y sobre todo la imposibilidad científicamente comprobada de hallar aquello que me gustara realmente, sólo por el hecho de cargar esta terrible condición humana acuestas y compartir oxígeno y tierra con otros seres sujetos a las mismas condiciones, resultaba imposible para mí tener una vocación verdaderamente constante y longitudinal enfocada únicamente a la paz y la tranquilidad. La cuestión radicaba, entonces, simplemente en saltar aquello desagradable, poder suprimir esa interminable fila de acontecimientos mecánicamente insatisfactorios, pero pasándolos realmente, encontrando, con las correlaciones adecuadas y la geometría correcta, la ecuación que respondía a la pregunta de cómo se puede vivir la vida sin vivirla, cómo satisfacer las obligaciones sin el gasto de energía necesario para ello y al final salir airoso. (LPV). Freud (1992) señala tres fuentes de donde proviene el sufrimiento humano. Una de ellas, por la cual al hombre le resulta tan difícil ser feliz, tiene relación con la caducidad de nuestro cuerpo y nuestra consciencia de finitud. Sin embargo, se puede encontrar belleza en el horror que nos produce lo perecedero de nuestro cuerpo. No solo es la cultura la que genera la enfermedad o trastorno psíquico, es también el yo el que, ya sea por el control de sus propios impulsos o de las demandas del exterior, detona la enfermedad psíquica del individuo. Prefería pensar en lo privilegiado que era por asistir al final de todo, con tranquilidad, caminar con la cabeza en alto y lentamente mientras el caos bordeaba mi cuerpo. Prefería eso que levantarme en otra insatisfactoria mañana y encontrarme con que todo sigue su rumbo. Discutía con la terapeuta y luego de mucho tiempo comprendí que las discusiones no lo eran tanto, su presencia concretaba todas las ausencias y vacíos, su influjo y la preocupación para con mis cuestionamientos era tan pobre, que al final terminé yendo más por la comodidad del sofá y de la rutina (LPV). La institucionalización de la ley para Freud proviene del deseo de los hijos de darle muerte al padre narcisista (simbólicamente), pero dicho deseo, da cabida a la culpa donde está presente la contradicción simbólica de hacerlo o de no ser capaces de hacerlo. Dicha

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institucionalización crea un tótem, implicando un grado importante de control supremo, necesario para la sociedad, porque la ley instituida es vivida como sagrada y ajena a los sujetos. La totemización de las sociedades se observa en la distancia que hay entre el protagonista de LPV y la ley emanada de las instituciones sociales que describe, permitiendo que la ley del jefe-padre-narcisista, prime sobre el deseo del sujeto, que lo hace regresara un modo organizativo primitivo: el llamado orden primario: Ser consciente de la irrelevancia de tu vida te proporciona un peligroso analgésico que con un gramo de más, te mata silenciosamente. Yo no produje solo un analgésico, sino toda una fuerte morfina con mi melancolía y mi aburrimiento, que llegó a catalizar el elixir, o mecanismo, tal vez, que permite traducir mi condición. Miraba impávido las escenas de mi vida y podía flotar por las circunstancias más no podía materializar mis deseos de escape, por lo cual entré en una depresión severa que me condujo a psicoterapia. Finalmente logré la fórmula para formalizar el vacío y sin la ayuda de la terapeuta, para ser cómplice sin estar inmerso. Ese fue el secreto que me impulsó a estudiar periodismo luego de muchas carreras y oficios descartados para vivir, con mi particular condición. Pero esto no fue un impedimento para seguirle delegando a las instituciones el monopolio del delito. Seguía rezando, pagando impuestos, comiendo en cadenas de restaurantes, saludando a la bandera y viendo a la gente delegar la educación de sus hijos a otros (LPV). La ambivalencia que habla Freud (1992), de haber matado al padre o haberse abstenido de esto, es el eterno conflicto entre los dos poderíos más grandes: la vida y la muerte; Eros y Tánatos. Esto es clave dentro de la lectura de LPV para comprender por qué el protagonista siente que la cultura le impone la tarea de vivir en comunidad, cuando él no quiere hacerlo; una situación que el protagonista, por más que quiera, no puede rehuir. Es en este momento donde el conflicto se magnifica al interior del protagonista para generar finalmente la conciencia, instituyéndose con esto, el primer sentimiento de culpabilidad del sujeto. ¿El protagonista siente culpa? Es muy posible, pero no es una culpa diferente a la de millones de personas que introyectan la ley y el deber ser. Esta culpa es de vital importancia para el sostenimiento de la cultura, ya que se mantiene la relación primaria con el padre por medio de la masa que sofoca e impone. En ocasiones, la culpa es una fachada, un constructo o una ilusión. Esto conecta el microcosmos del individuo y el macrocosmos de la cultura donde evoluciona la culpa por medio del conflicto primario con el padre narcisista, que en el caso del protagonista de LPV, le hace vivir y actuar en comunidad de manera ciertamente racional en ocasiones, y

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de manera hipócrita otras tantas, pero casi siempre muy aplomadamente; queriendo a veces entregarse a sus deseos más primarios y salvajes, pero rápidamente, machacándolos con lenguaje y razón. En LPV el camino se allana pese a la pugna de lo que el protagonista siente es el querer hacer y lo que es el deber hacer, a través de la entrevista a un paramilitar: Sabía que mi humanización lo instrumentalizaba para mi beneficio, no como un pontífice que expía las culpas y negocia los perdones, era simplemente para aliviar su garganta para que expectorara respuestas. Sabía que si una estrella sacaba al aire comentarios homofóbicos o racistas, tendría más repercusión mediática que las confesiones detalladas de las atrocidades que había cometido este señor. La indignación es una superstición equilibrada en la balanza de los supuestos y las creencias. Debía andarme con cuidado, una de las hijas de un gran señor hotelero había dicho que los gay daban asco. Sacaría lo que hasta ese momento era la crónica más importante de mi vida y tenía que luchar contra tamaña afirmación. Era seguro que los de la revista Goebbels iban a privilegiar lo de la malcriada millonaria. Me encontraba delante del hombre responsable de más de cien muertes confirmadas y cientos más ya repantigadas por el olvido. Eliminó a personas de todos los rangos en una fiesta de salvajismo e inconsciencia en un corregimiento olvidado por los cartógrafos. Era la cortina de risas pregrabadas, hostigantes y ásperas de las afirmaciones de la rica heredera. El hombre que tenía ante mí era el rostro de la mansedumbre, un ser ya despierto con una leve resaca. La panorámica del lenguaje no alcanzaría, se quedaría corta al describir las hendiduras por donde moraba el animal que habitaba en él. Fundía su conciencia con el horizonte, su paladar acariciando vocales y consonantes, en un idioma que ya se concretaba por los movimientos de sus labios que susurraban disculpas superficiales, datos sensibles pero vacuos, uno que otro lugar inalcanzable, fosas comunes sin coordenadas (LPV). La ley instituida es vivida como sagrada pero permanece ajena a nosotros, por eso, el locus de control interno del protagonista está permeado por el externo: siempre hay una figura de autoridad que somete sus deseos. Hace las cosas porque debe hacerlas, por el miedo a la culpa, no porque siente que es importante hacerlo. El protagonista no quiere tener otra viva, quiere la suya pero la proyecta infinitamente hacia el futuro, mostrando la inconformidad de su yo. Esto lo relaciono estrechamente con la imposición que hace la cultura sobre lo que podemos y no podemos hacer para satisfacer nuestro deseo supremo; ese que parece ser prohibido por la cultura, y que satisfacemos de formas que para Freud, son poco ortodoxas. En esa insatisfacción es donde surgen los mecanismos de defensa y ese deseo de escape del protagonista de LPV, esos ―saltos del tiempo‖, surgen de manera ilusoria o real -nunca se aclara en el texto- , para satisfacer la necesidad de escape del

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sujeto. La relación radica en que sea cual sea la necesidad de felicidad que tengamos, siempre vamos a estar sujetos a lo que se nos posibilite, y con base a esto, la felicidad que anhelamos se revierte en sufrimiento cuando el mundo exterior nos priva de ello, dejándonos a merced de la todopoderosa e intocable ley. Los saltos del tiempo son la representación simbólica de un mecanismo de defensa, que usa el protagonista de LPV, para poder tolerar la insatisfacción de sus deseos. Las patologías en el individuo, ya sean neurosis psicosis o histeria, siempre van a estar referidas a la represión de los instintos en el individuo. Esta represión es tal que el yo no alcanza discernir y a controlar todas esas pulsiones, dándose el síntoma y todos los componentes agresivos que esto conlleva, según sea la patología. El protagonista de LPV reflexiona sobre esto: El periodista-cronista-autor busca liberarse pero anda cautivo de sus propias neurosis y eso se conectará en el texto con el deseo y la depresión que sufre, porque el espacio, ese espacio ideal, configurado por el deseo y la acomodación del recuerdo y la memoria, la fuga y la levedad fuera de toda responsabilidad, muy en el fondo no le pertenecen. En ese espacio se sentirá ajeno e impropio, haciendo que retorne a estadios primarios, a plantearse preguntas básicas como la del ser en el mundo. Su memoria es limitada por fronteras que lo encierran, que lo cautivan y de las cuales quiere liberarse mediante el vacío del discurso, pero a las cuales siempre retorna con el anhelo, con el deseo de cerrar los ojos y seguir adelante. (LPV) El deseo está tan latente en el yo del individuo, que todos aquellos intentos fallidos por convertir en lenguaje esos síntomas por la insatisfacción del deseo primario, generan patologías psíquicas de las cuales nadie es ajeno; mucho menos el protagonista. El protagonista de LPV es el síntoma de una sociedad del vacío. Tiene la certeza que no es feliz pese a que tiene lo que quiere, o cree tenerlo. Sabe que lo que podría llegar a tener no es más que el producto de su deseo; que la vida se desleirá en pequeños dramas, pequeñas crisis, pequeños conflictos adornados de formalismos que serán el motor de sus días. La subversión del deseo del protagonista, le dice que no sabe si vivió lo que quería haber vivido; no sabe si está enfermo o preocupantemente saludable. El Malestar en la cultura es un texto que da bases para entender la naturaleza de LPV, tanto de las cuestiones intrapsíquicas, fundamentales en la psicología, como frente a las inquietudes sociales que se plantean a lo largo de la novela. He aquí, a mí entender, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si su desarrollo cultural logrará, y en caso afirmativo en qué medida, dominar la

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perturbación de la convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y de autoaniquilamiento. Nuestra época merece quizás un particular interés justamente en relación con esto. Hoy los seres humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza que con su auxilio les resultará fácil exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos lo saben; de ahí buena parte de la inquietud contemporánea, de su infelicidad, de su talante angustiado. (Freud, 1992, p.140) A la luz de los preceptos de los paradigmas emergentes en psicología, se concibe la relación terapéutica como una construcción, más que una adición aritmética, de dos o varias realidades que comportan una suerte de predicción comportamental. Se ve con estos nuevos paradigmas, fundamentados en la teoría del pensamiento complejo de Morin, la teoría del caos, la cibernética de segundo orden, una psicología que se preocupa por las angustias intrapsíquicas producto de no poder lidiar con la imposibilidad de conseguir aquello que queremos; de las dificultades para ser felices y conformarnos con aquello que tenemos; con los problemas y patologías de la mente del ser humano, cuya naturaleza, aún no está completamente revelada. El protagonista de LPV se cuestiona sobre las interacciones lingüísticas, sociales y conductuales de esa realidad asfixiante, queriendo así una transformación capaz de generar cambios, tanto en el mismo como en los otros, desde su pretendido artículo biográfico. Esta concepción, permite rebatir la idea de que solo existe una sola realidad en la psique del individuo, una forma única de ver el mundo, y por ende, de conocerlo como durante muchos años se profesó en las trincheras del conductismo. Las dinámicas generadas en los sistemas sociales son tan complejas que mirarlas, con la particularidad con la que se miran los fenómenos en las ciencias positivas, hace que se omitan componentes emergentes que son fundamentales e inherentes a la propia dinámica. Así, una observación integradora y autoreferenciante, se convierte en una alternativa viable para el entendimiento de la complejidad de las relaciones de los individuos. Así como la evolución del hombre mismo, nuestra idea sobre la psicología se ha venido transformando con el paso del tiempo, adaptándose a los diferentes contextos y situaciones. La psicología también se ha injertado en la literatura, por eso la importancia de la autoreferencia en LPV. Desde los ejercicios terapéuticos relacionados con las narrativas y la escritura, hasta en la construcción de personajes, la psicología le aporta a la literatura.

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Las fronteras entre ambas se transitan con desparpajo, los puentes son muchos y los peajes se pasan a veces sin el importe. No hay mejores tratados psicológicos que las novelas de Dostoievsky, ni los dramas sempiternos de las obras de Shakespeare. Cuando la letra se confronta con la naturaleza del hombre, el significante se torna significado, sentido y propiedad. Harold Brodkey, un escritor estadounidense, antes de su muerte, comenzó en 1993 a escribir el proceso que se dio luego de enterarse que sufría de SIDA. El libro titulado: Esta salvaje oscuridad, es un testimonio limpio y desgarrador de un hombre que se enfrenta a la muerte. La literatura en este momento sirve como una técnica terapéutica para lidiar con el horror de la propia finitud. El texto es un diario de vida de los últimos tres años del autor, y pese a que es un diario, tiene todos los elementos que lo hacen una gran obra literaria. La psicología y la literatura se fusionan en sus páginas a través de una meditación sosegada, pero no por ello menos dura, sobre la consciencia de la irremediable llegada de la muerte. Sin quererlo, se alivia el dolor intrapsíquico por pasajes, pese a que el dolor físico continúa su implacable marcha: Es posible que uno se haya cansado del mundo -que esté cansado de los que cagan plegarias, de los que cagan poemas, cuyos rituales distraen y son simpáticos y agradables pero peor que irritantes porque carecen de realidad- y siga queriendo mucho la realidad. Uno quiere vislumbres de lo real. Dios es una inmensidad; mientras que esta enfermedad, esta muerte que está en mí, este pequeño hecho, bien concreto, pedestre, es meramente real, sin milagros ni adoctrinamientos. Estoy en una balsa desamarrada, un punto que se mueve en la blanda, fluida superficie de un río. Por todos mis pensamientos, en ondas cada vez más amplias, se extiende lo desconocido, el tenso equilibrio, los miedos y la precariedad. ¿Paz? Nunca la hubo en el mundo. Pero en viaje por las dóciles aguas, bajo el cielo, sin amarras, yo oigo ahora mi risa, primero nerviosa, luego de auténtico asombro. Me rodea por entero. (Brodkey, 2001) El pensamiento en psicología ha tenido que luchar y evolucionar de ideas tan arraigadas en su historia primigenia como ciencia; por ejemplo, de pensar en la cibernética de primer orden: una psicología paradigmática hijastra negada del método científico, que con el afán del empirismo y la modernidad buscaba reducir la esencia del hombre a conductas; hasta llegar a la dialéctica, la complejidad, a los paradigmas emergentes. La psicología ya se permite mirar con orgullo, y relacionar, multi y transdisciplinariamente, formas de entender más añejas que la psicología misma, como son las del relato y la literatura.

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Hemos ido adquiriendo nuevos conocimientos, nuevos paradigmas y más prejuicios que nos han alimentado y nos han dejado desnudos frente a las nuevas situaciones y retos que nos siguen y nos seguirán confrontado; hemos unido y hemos diferenciado. Al reciclar nostalgias, la escritura literaria sale con cierta facilidad desde las entrañas, lo cual me ha permitido, analizando ahora desde el foco de la razón y la academia, darme cuenta que la única manera en la que realmente me pude acercar al vacío, así sea para contemplarlo desde las orillas, fue mediante la literatura, una literatura que al igual que Harold Brodkey, brotó de mis dedos.

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Conclusiones La presente investigación, teniendo como objeto de estudio el

análisis de la

literatura como una estrategia de integración discursiva, donde se evidencie la capacitad de los textos literarios para configurar una realidad integrada compleja, que devele aspectos sociales, psicológicos, culturales, políticos y económicos, en su totalidad concreta, resuelve el problema científico, dando respuesta a la pregunta que la encauza, en la medida que muestra cómo la literatura despliega un aparato complejo que integra y potencia las múltiples realidades discursivas, mediante la creación y el análisis complejo de una novela, pues la literatura, mirada desde el pensamiento complejo, es un género integrador en cuya naturaleza se pueden rastrear las lógicas y realidades económicas, políticas, sociales y psicológicas de cualquier época y de cualquier punto cardinal, así como lo han demostrado García Márquez, José Eustasio Rivera, Dostoievski, Tolstoi, Proust, Joyce, Balzac y otros muchos, que muestran cómo la literatura bombea significados, que sin ser literales y sólo históricos, permiten revelar verdades que pudieran dar sentido al cúmulo de realidades, que definen y significan la vida. Se prueba la hipótesis, ya que se revela la literatura como una entidad integradora per se, en cuya concepción, se manifiesta de manera natural la posibilidad que tiene la teoría del pensamiento complejo para la integración discursiva. Se cumplen los objetivos propuestos, en razón de que: 

Se valora desde la creación literaria, con elan complejo, la capacidad de la literatura para la integración discursiva, identificando el potencial que tiene el ejercicio escritural, para reflejar y dar cuenta de múltiples realidades.



Se construye una novela en cuya historia, se ven reflejadas las inquietudes, observaciones y reflexiones del autor, frente a la manera como se concibe el periodismo y las comunicaciones.



La tesis, identifica y analiza algunas novelas donde se construyen procesos de memoria e inclusión.



Devela las propuestas de la novela La persistencia del vacío,

su estructura

narrativa, y las múltiples realidades que definen su época y su lógica, desde la visión creadora del pensamiento complejo.

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Elabora, a manera de aproximación, un aparato teórico que da cuenta de la era del vacío y la posmodernidad, que se integra con la novela y le sirva de extensión, para así injertar la investigación académica con la creación estética, problema que exige nuevas aprehensiones en pleno siglo XXI. En el transcurso de este viaje hermenéutico-complejo por el vacío, nos hemos

encontrado con los prejuicios provenientes de la autoridad. De acuerdo al principio hologramático de la teoría del pensamiento complejo de Morin, en los fenómenos se puede comprender el todo desde la individualidad, desde la parte, y la individualidad, la parte, desde el todo. LPV, usando el recurso novelado del diario de vida, del testimonio en primera persona, trata de profundizar no sólo en la actualidad de la información periodística, en la era de la posmodernidad y el vacío, sino en aquellas concernientes al protagonista y su psique, tales como la personalidad, el yo, el deseo, el pensamiento y la melancolía. Esto permite aterriza el texto propuesto y la relación entre la psicología y la literatura, más allá de una ciencia. La relación entre ambas es un arte, el arte mismo de la hermenéutica compleja que se basa en la idea de acceder a la intención textual, para llegar a comprender realmente y entrar a interactuar con el texto, porque éste puede hablar de las personas, permite interpretarlas transdisciplinariamente, y verlas como un universo, que aunque complejo y diferente al nuestro, comparte las más nobles y fatales virtudes del ser humano. El término transdisciplinariedad también ha proliferado como un descriptor que define la amplitud de perspectiva en los campos interdisciplinarios (por ejemplo, estudios de área y estudios culturales) y disciplinas con un tradicional amplio espectro, por ejemplo, filosofía, historia, literatura, geografía y estudios religiosos. (Klein, 2003, p.35) La tesis busca una relación entre la literatura, la psicología, la política la cultura, la economía y la investigación, en una relación claramente transdisciplinar y compleja, que trasciende cada una de las disciplinas por separado, ampliando y enriqueciendo el conocimiento, develando propiedades emergentes que cada una por separado jamás pudiera tener. En la conferencia del Centre International de Recherches et Etudes Transdisciplinaires (CIRET) en Locarno, Edgar Morin enfatizó que la transdisciplinariedad también debe ser inclusiva de la filosofía y la literatura. El CIRET se distingue, de hecho, al integrar el arte y la poesía, que son tradicionalmente excluidos. Philip Balsinger recupera el sentido germano del

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Wissenschaft, que es inclusivo de la filosofía y la lingüística. La filosofía en este sentido también ha jugado un rol importante. Joseph Kockelmans define la transdisciplinariedad como un marco comprensivo que se orienta al problema de la integración y a la necesidad de una concepción común del mundo. Algunos autores asocian la transdisciplinariedad con la unificación de las ciencias. Otros ponen el foco en la unidad de una visión del mundo, buscando una conceptualización común de la cultura y de los roles de la ciencia y la educación (Klein, 2003, p.39). La literatura es parte fundamental de la concepción de cultura que tiene una sociedad. No es parte únicamente de la tradición oral que entretiene y comunica, sino también, de la forma como concebimos y nos constituimos como nodos que se entrelazan en un gran tejido social. Todorov (2008) dice que ―la sociedad conforma un todo, compuesto de elementos interdependientes‖ (p.54) y es en este marco de pluralidad, donde podemos encontrar nuestro lugar; una pluralidad que ayuda a ampliar el conocimiento, tanto por la palabra dicha, como por la palabra escrita. Una de las principales conclusiones de este trabajo doctoral es que se demostró con ejemplos de la literatura misma, cómo ésta permite un análisis de la condición humana, desnudando los mecanismos psicológicos tras la violencia y el mal absolutos. Al analizar textos como La escritura o la vida, Si esto es un hombre, La ceiba de la memoria y El libro de los susurros, se comprueba que aunque hablan de conflictos distintos, la raíz es la misma, y la posibilidad de la literatura es vital para contribuir a la memoria y poder entender

el

conflicto

para

transformarlo,

diseccionando

el

alma

humana

y

problematizándola como nos invita Morin. Cuando los argumentos intolerantes son silenciados por la mayoría, se convalidan, pero a su vez se mimetizan en el aire que respiramos, cargándolo de partículas tóxicas que no nos mata de manera fulminante pero sí lo hace paulatinamente, comiéndonos desde adentro silenciosamente. Morin (2011) manifiesta que comprenderse es indispensable, si queremos comprender al otro. Esta comprensión la expresamos cuando leemos una novela, porque somos capaces de comprender a personajes totalmente alejados de nosotros, que viven en lugares exóticos. Pero el asunto radica en comprender y conectarse con el otro, no sólo desde el imaginario de la novela, sino también en la realidad; pero si aprovechamos la capacidad de identificación con el otro que tiene la literatura, podemos generar importantes cambios para rescatar la otredad deshumanizada y cosificada.

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Uno de los logros más importantes de la tesis es hacer un análisis y un recorrido histórico por el entendimiento del vacío, tanto como concepto como desde la lógica epocal que plantea, con una mirada compleja desde los postulados de Morin, pero haciendo el ejercicio multi y transdiciplinar, valiéndome de la literatura, desde el análisis de la novela El discurso vacío de Mario Levrero, hasta en la sociología y la filosofía con los planteamientos de Lipovetsky, Baudrillard, Bauman, Jameson y Lyotard, pasando por la psicología y el psicoanálisis con Freud y Zizek, y sobre todo, apropiando los conceptos, aprehendiéndolos y logrando el objetivo, que es novelar con mis propios recursos literarios, esa época que he definido desde todos los anteriores referentes como del vacío, con la novela La persistencia del vacío. A estos diálogos múltiples corresponde ya la energía creadora de los jóvenes de occidente, y sin bien la obsesión de la modernidad muchas veces condujo a rupturas sin trascendencia frente a la tradición, hoy se orienta menos hacia una superación formal de lo existente que hacía una búsqueda de lenguajes mixtos y de ricas maneras de expresar culturas, que se hacen cada vez más complejas. La literatura es hoy un poderoso instrumento para elaborar y reflejar esta manera, a la vez local y planetaria, de ser contemporáneos, desprendidos de la tutela de una sola tradición, y obligados al deber de interpretar con lenguajes sensibles y refinados la muchedumbre de lo humano, la delicada frontera de promesa y peligro que es hoy la civilización (Ospina, 2006, pp.168-169) Frente al numen que recorre transversalmente este trabajo doctoral: el pensamiento complejo, como el hilo conductor, que como se desarrolló en el primer capítulo, supone un cambio paradigmático total. Sin su apropiación, este trabajo no podría haber sido posible. Sin los postulados conceptuales de la teoría del pensamiento complejo de Morin, este trabajo no tendría sentido, por la cantidad de disciplinas puestas a dialogar durante su desarrollo. La relación es tácita, y es otra de las conclusiones que se esgrimen de esta tesis: la literatura vista desde una perspectiva compleja es posible tanto prácticamente, con la construcción de la novela LPV, como teóricamente, con los aportes y referencias no sólo de Morin, sino de autores como Le Moigne, Castells, Prigogine, Bunge, Cilliers; y el mismo Freire, desde los retos que supondría la literatura con una perspectiva pedagógica. Como en todas las esferas de lo humano y lo material, lo físico y lo psicológico, en la literatura, la diversidad también es infinita, como la plantea Morin (2006e) en el Método V. La literatura bebe de la fuente de esa infinita diversidad de la cultura y el lenguaje: de las lenguas que se extinguen y emergen en argots, jerigonzas y neologismos; de las culturas

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con vocabularios y vericuetos gramaticales complejos y múltiples que diversifican sus prácticas y sus saberes, conforme son atravesados por el lenguaje y el tiempo. Los repartos y combinaciones entre el pensamiento racional-empírico-técnico y el pensamiento simbólico- analógico-mágico están extremadamente diversificadas, a lo que se añade la diversidad de las formas de inteligencia, de comprehensión e incomprensión, así como la diversidad entre los modos de pensamiento lógicos, analógicos, intuitivos. La fabulosa diversidad de las teorías o filosofías se añade a la fabulosa diversidad de las cosmogonías y de las visiones del mundo‖ (p.65). En LPV las sensibilidades de una época y una cultura se plasman conforme al autor, pero la diversidad de la que habla Morin, permite que en el ejercicio hermenéutico sobre la novela, sea interpretada por unas diversidades que hacen de la palabra una unidad en lo múltiple. Llevo más de 4 años tras los pasos del vacío, buscando las huellas que definan la naturaleza de un vacío que en sí es indomable, y que es paradójico, porque nunca es completamente vacío. Esa es otra de las conclusiones. La bondad, la ternura, la comprensión por el otro, el altruismo, luchan por imponerse a la ignominia y el olvido. La literatura aporta a esto, quizá no siempre de manera directa y explícita, pero ayuda a confrontar y fortalece la memoria, desde la confección del tejido social. El ejercicio interdisciplinar, con inquietud transdisciplinar, comienza a apropiarse desde el primer capítulo. Al hacer el recorrido histórico por la evolución del pensamiento a lo largo de los siglos, estas formas de conocimiento alimentaron lo que actualmente conocemos como literatura. En efecto, dentro de los objetivos planteados de la tesis por definir, y a la vez, articular la investigación y la comprensión del conocimiento de la literatura, se añade la de comprender al ―conjunto‖, a la ―totalidad‖ o al ―universo‖ en que se insertan las distintas disciplinas, especialidades o facultades y sus esfuerzos interdisciplinarios (González, 2004). Por ello, y teniendo siempre presente la literatura, en la tesis se logró trascender la misma, tendiendo puentes con otras formas de conocimiento, sin las cuales la literatura no tendría razón de ser; disciplinas que posibilitan la integración del conocimiento y el entendimiento de aquello que definimos como literario, reconociendo claramente los escenarios y problemáticas en las cuales la literatura puede aportar. Se hace necesario acceder a una literatura compleja, que fortalezca la comprensión interpretativa bajo los signos culturales desde varias disciplinas para reconstruir, en un

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contexto planetario, los significados de la diversidad y unidad de los lenguajes, los seres y sus problemáticas, para poder tener una mejor comprensión de esta era que se define como del vacío. Ver los paradigmas emergentes que vienen de la física, la biología y la química, reconociéndose las problemáticas a trabajar desde varias miradas y sistemas, ha aportado a la tesis para no verse únicamente a sí misma. Haciendo un ejercicio integrador sin desconocer los límites y las fronteras de cada una de las disciplinas, para no hacer un amasijo ecléctico de conocimientos, sino reformulando las problemáticas con la interdisciplina de los sistemas complejos, que plantean nuevas exigencias y posibilidades a la epistemología de la organización y de los efectos de las acciones organizadas (González, 2004). De ahí que al analizar un problema como el denominado vacío, se analizó de manera compleja y contextual, reconociendo las diferentes aristas que hacen parte de la situación problémica, escenarios que pasan desde lo político, lo económico, lo cultura, lo social, lo biológico, y lo psicológico, promoviendo así un conocimiento convergente desde lo literario que reconozca también las diferencias conceptuales y epistemológicas de las otras disciplinas con las cuales la literatura está en permanente relación. Por otra parte, en proyectos de investigación cada vez más se vive la necesidad de participar en trabajos colectivos, esto es con especialistas que, viniendo de distintas disciplinas, deben acercarse entre sí y aprender un lenguaje común e incluso especializarse en un área común, interdisciplinaria (González, 2004). Esa también es otra meta y otra conclusión que evidencié desde la tesis doctoral: la integración y preparación de ejercicios multidisciplinarios e interdisciplinarios, usando la literatura como base; ejercicios que ayuden a la humanización y den respuesta a las enormes problemáticas sociales, políticas, económicas, ambientales, culturales y de violencia que atraviesan, al igual que el lenguaje y la palabra, las complejas relaciones entre los seres humanos. Los muros de la era del vacío ya no son de concreto, son de aluminio y de vidrio templado: dejan entrever algo de lo que sucede, pero todo sigue siendo incomprensible. La mecánica que engrana el sistema, y que le da sentido e importancia, es igual que antes: absurdamente lógica; las mismas lógicas que mantuvieron el feudalismo, la esclavitud, el dominio ignominioso sobre la mujer, los campos de concentración, la inquisición, las guerras santas, y así un largo etcétera.

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La literatura, sin arreglar los problemas y las injusticias de la vida, entra a dialogar con el hombre al cual le importa sólo su yo y los dilemas de su tiempo, para ayudarlo a comprender, para igualar las cargas, ya que el testimonio no es selectivo ni momentáneo: es múltiple, diverso, casi infinito. Se diría que el gran descubrimiento consiente de los tiempos cercanos es que el futuro nace de los diálogos de las tradiciones, que todo surge del pasado, pero que siendo infinitos sus caminos son también infinitas sus ramificaciones posibles. De esa suerte de fractalidad están tejidas las literaturas contemporáneas (Ospina, 2006, p.167) Parece que la era del vacío es una era obscena, a la manera que la refiere Baudrillard (2001) cuando dice que ya no estamos en el drama de la alienación, sino en el éxtasis de la comunicación, que por supuesto, no deja de ser alienación. La obscenidad en LPV está lejos de ser sexual, es una pornografía de la información y la comunicación, una obscenidad que no es sobre lo oculto ni lo reprimido, sino de lo visible, de lo que es demasiado visible, de lo más visible que lo visible; una obscenidad comunicacional que ya no tiene secretos, completamente soluble y directa, presentada y confundida con libertad de expresión. Para concluir sobre el ejercicio hermenéutico–complejo hecho para el análisis de LPV, me valgo de Foucault (1971) que dice que la interpretación se encuentra ante la obligación de interpretarse a ella misma, y esta interpretación es hasta el infinito, se prosigue siempre, una y otra vez, y su obligación es que no puede dejar de volver sobre ella misma. Una interpretación que este caso arroja un protagonista complejo,

siempre

incongruente, que nunca parece encontrar satisfacción y por eso su impropiedad; un sujeto que se mueve por sus múltiples posibilidades como si su yo estuviera disgregado por varios universos (multiversos). La literatura presenta un sistema complejo, y como dice Morin (2006), no basta con asociar interrelación y totalidad, es ―importante unir estos conceptos bajo el eco de la organización‖ (p.124). Por más que literatura represente una o varias realidades, la forma como las organiza, da cuenta de un sistema complejo, ya que ese sistema, es una unidad global, organizada de interrelaciones entre los elementos, las acciones y los individuos que forman parte de LPV, al igual que los que inspiraron su escritura.

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Al ser el cosmos igual al hombre: un ser Sapiens organizador que transforma el desorden en orden, y el ruido en información, Morin (2006) está planteando la interrelación entre la unidad y lo múltiple, ya que el hombre al ser Sapiens, también es Demens; no es una cosa u otra, es ambas, porque aparte de buscar la organización, aparte de transformar el desorden, está atravesado por pulsiones, deseos, delirios, éxtasis, fervores adoraciones, espasmos, ambiciones y esperanzas que tienden al infinito, es decir, lo Demens. El cosmos habita en el hombre, no sólo las moléculas y partículas de hierro y calcio nos hermanan con el universo, en un proceso netamente hologramático, también esa forma particularmente compleja de convivencia de lo Sapiens y lo Demens; de la organización y el caos. La literatura, igual que el hombre y el cosmos, es atravesada también por esa dinámica circular de orden-desorden, donde las propiedades emergentes, surgen con una nueva organización. El observador que es capaz de escribir, de dar testimonio mediante la literatura, mediante su observación, ―su visión, lenguaje, conceptos, saber, cultura y sociedad, engloban a su vez la physis 12 que lo engloba‖ (Morin, 2006, p.421). El observador ya no es lo observado, ni el escrito es presa del sujeto que lo detenta; el discurso es libre, porque es creado y también se vuelve creador, por eso la literatura propuesta por LPV, traspasa los tiempos y las fronteras conceptuales e idiomáticas en un permanente intercambio de significantes. El ejercicio interpretativo de LPV, a la manera que propone Morin con el discurso y el ejercicio transdisciplinario, fue posible en la medida que siempre se sostuvo que la novela podía ejemplificar las relaciones posmodernas, líquidas y del vacío de las que hablan Jameson, Bauman y Lipovetsky,

respectivamente, pero esta interpretación es

incompleta, y no sólo por el hecho de que la analice su propio autor, y aunque alguien más la pudiera interpretar, al representar un trabajo complejo, la hermenéutica que se cree semiótica y se apropia de los absolutismos, de lo acabado y lineal, abandona la propia complejidad del ejercicio interpretativo que es circular, violento, inacabado e infinito. Una interpretación que vuelva a ella misma entra en el dominio de los lenguajes que no dejan de implicarse a sí mismos (Foucault, 1971). 12

En este concepto, Morin en el Método 1, plantea una Physis pero regenerada: una naturaleza no sólo pasiva sino generadora, por lo cual ya no se habla únicamente en términos de energía física, se habla también de evolución, de paradas y de caos, es decir, de una generatividad antropo-social que es en sí misma generadora de una ciencia que continua generando esa Physis, en un bucle recursivo. La naturaleza Morin ahora la plantea dinámica y transformadora y no sólo predecible.

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Al estar inmersos en una era planetaria, Morin (1999) manifiesta que la educación del futuro deberá enseñar y problematizar la condición humana. Dice que conocer lo humano es, principalmente, situarlo en el universo y a la vez separarlo de él. La literatura puede ser una de las mejores estrategias de organización e inmersión de la condición humana a través de un ejercicio complejo. Según Morin, lo humano permanece cruelmente dividido, fragmentado en pedazos de un rompecabezas que perdió su figura. En Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, el autor plantea volver a unir los conocimientos resultantes de las ciencias naturales, con el fin de ubicar la condición humana en el mundo, y de las ciencias humanas para aclarar las multidimensionalidades y complejidades humanas; por esa precisa necesidad de integrar el aporte inestimable de las humanidades, no solamente de la filosofía y la historia, sino también de la literatura, la poesía y las artes. En esa polisemia cultural, integrada desde las artes, y como se propuso acá en esta tesis doctoral, desde la literatura, es posible extraer, como refleja Morin, la conciencia de que no se debe reducir un ser a la mínima parte de sí mismo. Es imposible atomizar la literatura a la mínima parte de un arte o un saber para generalizar unos datos y unos saberes, ya que ésta, al ser afectada por la mundialización cultural, no es homogeneizante, pero sí nos permite encontrarnos en la divergencia. Más que certezas, las preguntas sobre la validez, la pertinencia y la coherencia de este trabajo investigativo, que tiene un componente creativo, quedan completamente abiertas, algo que refleja de la propia naturaleza de la teoría del pensamiento complejo. Y aunque Foucault manifiesta que la interpretación es infinita, no cabe todo en ella, y no por ser relacional todo es permitido. El ejercicio que compele la teoría del pensamiento complejo, es por supuesto, unir los puentes conceptuales y disciplinares, encontrando las propiedades emergentes que surgen de esas uniones. No puede unirse todo con todo, y ahí está el otro reto de la teoría del pensamiento complejo: relacionar, pero también identificar aquellas propiedades y características particulares, en este caso, de las partes que componen esa totalidad relacional literaria. Esta tesis doctoral, no intenta en modo alguno, agotar un tema conceptual y práctico de tanta envergadura y riqueza hermenéutico-epistemológica. Por eso está abierta a nuevas aprehensiones y discernimientos complejos; es una tesis con sentido rizomático como

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propone Deleuze y Guattari (2004), ya que no sigue estructuras jerárquicas ni totalizantes, y cuya organización es múltiple, dinámica y por supuesto, compleja.

Recomendaciones. 1. Revisar de manera conjunta, la forma cómo se leen y se discute literatura en la academia, sobre todo, en los primeros años de estudios. Debe aprenderse a leer literatura en la escuela de manera más dinámica, generando estrategias pedagógicas que faciliten el proceso en los niños y jóvenes, y de esta manera, relacionar el conocimiento y el quehacer humano desde la política, la economía, la sociología, la ciencia, desde el recurso literario. 2. La cátedra para la paz, próxima a lanzarse en Colombia, debería incluir lectura de textos literarios que ayuden a comprender y escenificar el conflicto en el país en toda su magnitud, generando procesos de sensibilización y transformación en los jóvenes, facilitando procesos de inclusión y reconocimiento del otro en la diferencia. 3. Es necesaria la promoción de los resultados de la tesis doctoral ―La persistencia del vacío: la literatura como herramienta compleja que integra y potencia las diversas realidades discursivas‖, a través de su estudio y la aplicación en la educación, la literatura, el arte y la cultura, en general, posibilitando alianzas estratégicas con entidades gubernamentales que promueven el arte y la literatura. 4. Realización de talleres, y ejercicios de lectura compartida y dinámica, con sentido crítico sobre los resultados de la presente tesis, en colegios y universidades. 5. Publicación en formato de libro y digitalmente, los resultados de la presente investigación para su conocimiento y socialización.

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Ponencias Agosto 14 y 15 de 2014. Ponente durante la IV jornada internacional de gerencia avanzada y educación organizada por el Centro de Investigación y Estudios Gerenciales (CIEG) de Venezuela, con la ponencia titulada: La persistencia del vacío: La literatura como herramienta compleja que integra y potencia las diversas realidades discursivas. Bogotá, Colombia, Hotel Capital.

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