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El encuentro La tarde llegaba a su fin. Ya se podía ver la Luna Llena alzada allá arriba. En el cielo. El encuentro tendría lugar cuando el último rayo de sol hubiera muerto ya. No sé por qué acepté. No debí venir. Mi maestro no estaría de acuerdo y me penalizaría si lo descubriera. Confío en que no. Pasaron 30 minutos rápidamente, apenas me di cuenta, mantuve mi mente distraída estudiando posibles situaciones que se presentarían en esta extraña cita... Ahí estaba ella. ¡Dios! No sé como algo puede ser tan bello. Desde que la vi aquella noche en el bosque... ¿estaré perdiendo el juicio? - Hola, pequeño aprendiz – su voz sonaba melodiosa y encantadora. Se acercó a mí con rapidez, casi inhumanamente. Mi corazón comenzó a latir apresuradamente. Jamás había tenido tan cerca a una mujer. Sus rasgos felinos y su belleza sobrehumana me quitan parte de mi autocontrol y sus palabras parecen clavarse en mi alma, manipulándome de modo que ni yo mismo me doy cuenta. No lo sé. Tal vez esté perdiendo el juicio de verdad. Pero se ha movido demasiado rápido... demasiado... - Oh, vamos... no tengas miedo de mí, Aaron. Si quisiera que estuvieras muerto, te habría matado hace varias noches, cielo. Sabes que me interesas... de un modo u otro – su mirada se cruzó con la mía, y durante varios minutos casi me atrevería a decir que fuimos uno. Ella y yo. - Ehh... si, perdonamme – me costaba hablar y ser yo mismo. No sé si era la situación que me intimidaba mucho o algo más. Me senté mas cerca de ella atendiendo a sus palabras y saqué la bolsa con el libro que ella me había pedido. - Tommmma – se lo di con delicadeza... su tacto era algo que no soy capaz a describir. Mis manos jamás han tocado algo tan suave. Ella me sonrió y dejó el libro sobre un tocón de un árbol cortado. Casi al instante la tenía junto a mí de nuevo mirándome fijamente a los ojos. -¡Dios! – exclamé realmente asustado. - Aaron, vamos a hacer un largo viaje... te necesito... más de lo que tu crees... ven... – su voz sonaba tan seductora... tan irresistible... que no pude decir que no. Mi mentor me dijo que me mantuviera lejos de las mujeres, la magia y las mujeres no eran compatibles. Yo jamás he dudado de él. Sé que es muy sabio y que todo lo que me ha enseñado me valdrá en un futuro. Aun así...
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Mis labios rozaron los suyos. Cerré los ojos... mi corazón estaba latiendo extremadamente agitado. Noté una de sus manos tocándome el pecho... ¡Dios! Esto no estaba bien. Pero seguí besándola cada vez con mas fuerza e ímpetu, parecía que cada segundo que pasaba yo era menos yo... no sé explicarlo. Creo que me dejé llevar. - Serezade... ¡No! – la aparté de mi rápidamente, presa del pánico. - No, Aaron... me temo que la que da órdenes ahora soy YO – su rostro angelical y lleno de pasión y ternura se transformó en un rostro lleno de ira y fiereza. Mis gritos se oyeron en todo el valle.
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El atacante No sé que me pasó la última noche. No recuerdo demasiado. Mi madre se rió muchísimo cuando me vio aparecer sonriente al amanecer. No sé que pensaría, tal vez bebí demasiado vino durante la cena... No sé. Agamenón dice que soy un chico con demasiadas dudas. Siempre me está criticando por mis "no sé...". Ojalá me entendiera, la búsqueda de la verdad requiere cerciorarse de todo, no se puede confiar en los sentidos plenamente, no se puede tomar decisiones a la ligera. Aunque bueno, él es el maestro y yo el aprendiz... no sé... - Aaron, vamos, date prisa, tu mentor me ha dado instrucciones para ti. Debes ir a su biblioteca. Me ha dicho que no estudias bastante, que te estás volviendo vago. ¿Es verdad? – Mamá estaba furiosa. Me temo que era verdad, llevaba varios días escaqueándome de mis obligaciones para irme al rió a bañarme con mi amigo Mateo. Claro que también hay que tener en cuenta que mi madre piensa que me preparo para ser médico. No sospecha que lo que yo aprendo es a manipular la misma realidad. No sospecha que soy un aprendiz de mago, no de médico. - Ah, vale, mamá. No te enfades – respondí, una sonrisa y un guiño de ojo y la cara de mi madre cambió. Recogí rápidamente mis libros en la pequeña mochila de piel que me ha acompañado durante años, desde que mi Avatar despertó. Le tengo cariño, mucho... con ella he corrido las más interesantes aventuras de mi vida y con ella espero tener aun más aventuras. Sin más demora salí corriendo de mi casa hacia la biblioteca de Agamenón. No está demasiado lejos, tan solo 200 metros... - Pshh... - Uhmm? - ¿qué es ese ruido? ¿Me está llamando alguien? - Aaron, vamos, vente al río conmigo – la voz de Mateo era inconfundible... su tono casi profano combinado con su gracia natural y sus palabras en tono de suplica penetraron en mis oídos... la idea de irme al río un día más me parecía genial. Rápidamente corregí mi ruta y en lugar de ir en dirección de la biblioteca me reuní con Mateo mientras corríamos dirección al bosque... mas concretamente al río. Pero algo me decía que estabamos cometiendo un grave error... Llegamos a nuestro habitual claro, donde el río fluía plácidamente. ¡Dios! La visión de bosque es realmente hermosa, me llena de una paz que no tengo en ningún otro lado...
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Arrojamos nuestras ropas a un lado y nos tiramos al agua a chapotear y salpicarnos. Es divertido cuando sin querer arrojas una rana a tu contrincante. Mateo se tiró sobre mí, intentó hacerme una aguadilla, pero mi fuerza es algo mayor que la suya y fue él el que recibió la jugada. De repente mis sentidos me dijeron que algo iba mal. Salí desnudo apresuradamente a por mis ropas sin mirar a Mateo. Un ruido como de ramas rompiéndose sonó a mis espaldas. Me giré asustado. Lo que vi fue a Mateo en una postura imposible a la orilla... su cuello estaba girado en casi 200 grados... no sentía su vida... Me sumergí en mis pensamientos, recordando todas nuestras andanzas y travesuras desde que somos niños... la esperanza nació de nuevo... pensé en mi maestro, su poder es mayor que el mío, podrá resucitarlo, él podrá. Noté pisadas a mis espaldas. Me volví velozmente, y comencé a trazar las runas arcanas en el aire. Cualquiera que fuera mi atacante pagaría bien caro todo esto. Pero... Un puño veloz en extremo se estampó en mi rostro... Apenas pude ver a mi atacante mientras sobrevolaba el área por el golpe. Caí sobre las aguas poco profundas del río. - Cof cof, ¿Quién demonios eres? ¿Cómo me has pegado tan fuerte? – el impacto me había dejado casi inconsciente, pero salí en dirección a la orilla intentando reponerme. No le veía. - JAJAJA ¿Adónde crees que vas, alimaña? – un fuerte brazo, posiblemente el de mi atacante, me agarró del pelo y me arrastró de nuevo hacia el agua. No pude forcejear, sumergió mi cabeza en el agua y mis débiles movimientos y golpes no parecían ni molestarle. Creo que fallecí en ese instante
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El Camino a Seguir. - Aaron, ¿estás bien? - el rostro de Agamenón fue lo primero que conseguí ver. Nunca pense que sus arrugas por la edad, su mirada llena de reproches y seriedad y su mueca de enfado constante se tornarían en preocupación, ansiedad y pánico. - Sí, creo que me encuentro bien, maestro - me encontraba desnudo, mojado y me dolía bastante la cara.
Me incorporé rápidamente, demasiado dolorido y aturdido para tener pudores, pero lo suficientemente despierto para mirar a mí alrededor y evaluar la situación. Me encontraba en el claro, mi refugio, mi lugar sagrado. Pero todo había cambiado, la hierba carecía de vida, los arboles habían envejecido misteriosamente hasta perder sus hojas y volverse frágiles aparentemente, ya no había ranas, y Mateo... Mateo yacía tirado a un lado del río, la escena era dantesca. Su cuerpo estaba retorcido, su cuello completamente partido como si jamás hubiera habido huesos para sostener su cabeza. Y su cuerpo... Me acerqué mientras las lágrimas caían por mi hinchado rostro. Me arrodillé junto a el y comencé a mecerle entre mis brazos cuidadosamente como si fuera de porcelana. Mi mejor amigo había muerto, y su asesino no solo había desaparecido tan rápido como apareció, sino que se había llevado como trofeo el corazón de Mateo. Ni toda la magia del mundo podría arreglar eso... y Gea ya se había llevado el alma de Mateo a los salones celestes. - Maestro... - apenas podía hablar entre mis sollozos por la respiración entrecortada - ¿qué ha pasado aquí? Yo... Agamenón me miró con una inesperada dureza dadas las circunstancias. Señaló al bosque y guardó riguroso silencio. Me vestí rápidamente, y tape el cuerpo de Mateo. No deseaba mas profanaciones. Observé el claro y tras unos instantes de silencio descubrí que aquel lugar que me daba paz, y que me permitía encontrarme conmigo mismo ya no existía. Comprendí que Agamenón me había devuelvo la vida mediante las Artes y el precio había sido la vida del bosque que tardaría años en recobrar su aspecto original. Los días siguientes fueron muy duros. Tras el entierro de Mateo el ambiente de mi poblado cambió. Los niños seguían correteando con espadas de madera y las madres seguían gritando "A comer" a la
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hora de almorzar. Pero había algo distinto. Tal vez yo era el que había cambiado, o mi modo de verles... o quizás eran ellos los que al mirarme veían algo distinto, algo que yo no sabía interpretar. Mi madre estaba preocupada por mí, sabía que no le había contado todo sobre aquella mañana en el claro, ella sabía que Mateo no había muerto ahogado como Agamenón dijo a todos. Y eso se reflejaba en una mirada suplicante, que me rogaba explicaciones. Tras 3 semanas comprendí que había en las miradas de la gente del pueblo. Miedo. Me miraban y no veían un joven estudiante de médico. Veían un asesino. Y lo tenían presente. Agamenón habló con mi madre y lo solucionó todo para partir de viaje inmediatamente con la excusa de ir a Santiago para completar unas lecciones de medicina. Así pues, partimos. No sospechaba que todo seguía la oscura senda que alguien había planeado con tiempo y que mis decisiones no eran realmente mías. Eso... ... eso lo descubrí mucho mas tarde. Demasiado tarde.
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El viaje Comenzamos el pesado viaje hacía Santiago. Nuestro poblado, cercano a las fronteras del Reino de Portugal, esta a muchos días de viaje a pie, entre montañas, con un clima poco amigo de los viajeros. Las primeras noches nos dormíamos pronto, no parecía que mi maestro y yo quisiéramos hablar de nada. Aunque bien es cierto que me surgían preguntas que hasta el momento nunca había tenido. Tras 6 días de viaje, llegamos a una pequeña villa y decidimos (o más bien Agamenón decidió por los dos) que descansar un día y curarnos un poco las heridas de los pies y sanar la tos que nos acompañaba desde recién comenzado el viaje. Esa noche, tras conseguir una cómoda habitación de dos camas en la posada, Agamenón curó mis rozaduras, me vendo un poco los pies y me dio un preparado de hiervas con miel que purgaron los males de mi garganta. La idea de usar mi magia para sanarme me parecía estupenda, pero por alguna razón que aún no se me había comunicado, Agamenón me había dejado claro que el uso de la magia quedaría reservado para verdaderas emergencias que pudieran surgir. Comencé a remendar mis botas con un poco de hilo y una aguja que había cogido de mi madre. Levanté la vista buscando a mi maestro para ver que hacía. Me miraba sonriendo. Era un hombre alto, de piel ligeramente oscura, con ojos verdes claro, de constitución media, pelo largo y cuidado de color castaño oscuro y numerosas canas que brotaban por toda la cabellera. Posiblemente de joven era musculoso e imponente. Ahora tras la gris túnica con runas inscritas en las mangas y en el centro del pecho, apenas se podía vislumbrar el estado de su cuerpo, pero por lo visto en numerosas ocasiones, era un hombre de fuerza impresionante e impensable en un hombre de 60 años. - ¿Qué miras, maestro? - pregunté lleno de interés. - A ti, Aaron - su voz sonaba condescendiente. - ¿Ocurre algo que deba saber, maestro? - continué. - Jovencito, siempre me ha fascinado tu sencillez, he visto como crecías y te convertías en todo un hombre lleno de habilidades, pero también he asistido a como decrecía tu curiosidad y poco a poco tu búsqueda de la senda se alejaba del modo correcto - me respondió con claridad. - Ehm... - me encontraba en una situación incomoda, pero... mi maestro tenía razón. En los últimos meses me había dedicado a divertirme, a mantener mis conocimientos sin aumentarlos, y había descuidado mucho la que se suponía que era mi razón de vivir - tienes razón, maestro. - ¿Y qué vas a hacer al respecto? ¿Qué intención crees que tiene este viaje, joven? – Las dos preguntas me habían pillado por sorpresa y no sabía que responderle. 2003 - La Biblioteca de Cartago – http://www.dragonmania.com/vampiro
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- No lo sé, maestro, supongo que necesito mi tiempo para meditar con claridad sobre todo. Las cosas están sucediendo rápido y apenas puedo reaccionar - mi respuesta encerraba un doble sentido, tenía miedo, miedo por que estaban ocurriéndome cosas que no podía comprender. - Aaron, ¿alguna vez te has preguntado de dónde viene tu nombre o el mío? - una nueva pregunta arrasaba mis pensamientos y me dejaba en blanco solo con esa nueva incógnita. - No sé, maestro, jamás me había preocupado demasiado. ¿Por qué? ¿Por qué me lo preguntas? traté de buscar respuestas en mi cabeza para calmar mi curiosidad pero solo encontraba mas preguntas. - Dímelo tu, maestro - respondí rápidamente. - Verás, Aaron, ¿has notado que mi acento no es del todo normal, verdad? - preguntó. - Sí, noté desde siempre que es distinto, pero esto acostumbrado - respondí. - Te contaré una historia, una historia que se remonta a los años en que yo tenía tu edad - y así empezó el relato...
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Recuerdos La historia que me contó mi maestro comenzaba así. Mi maestro nació hacía ya 60 años por entonces, era un hombre sabio, extremadamente cultivado y con gran conocimiento de la geografía y las lenguas peninsulares, o al menos eso era lo que yo sabía. La verdad era mayor. Mi maestro había nacido en una isla cercana a la ciudad de Atenas, y cuando había tenido edad suficiente y su madurez física se aproximaba fue enviado a la gran ciudad estado a aprender. Me sorprendí mucho cuando mi maestro me explicó el modo. Dado por su padres a una familia rica a cambio de 4 míseras vacas. Agamenón puso mucho énfasis en dejar claro que el cambio era más que justo y que además le beneficio totalmente. Mi visión de la esclavitud es distinta a la suya. Pasó desde los 13 años hasta los 17 sirviendo a esa familia como un esclavo más, y sin embargo, y sin comprenderlo yo, recibiendo una educación de primera, junto con los propios hijos de la familia. Ya mayor, con 17 años, y sin razón alguna que yo pueda entender, fue liberado. Mi maestro dijo que durante semanas pensó en volver con sus padres pero algo en su interior había ido creciendo durante el último año. Así fue como mi maestro conoció a su Avatar, su alter ego mágico. Y así fue como selló su destino y comenzó su estudio de las Artes. El maestro de Agamenón se llamaba Zebulón, y según él, era un gran conocedor de la naturaleza. Mi maestro jura que la misma lluvia obedecía las ordenes de Zebulón y los mares se abrían a su paso. Charadas. Nadie puede hacer eso. Tras 3 años de aprendizaje de las bases de las Artes, ambos, profesor y alumno, partieron de Grecia rumbo al litoral Cantábrico. El por qué de ese viaje es algo que no me contó. Al llegar al Reino de Aragón tuvieron problemas con una pequeña banda de ladrones y Zebulón recibió una herida que pocos años mas tarde sería su muerte. Paradójico teniendo en cuenta que se supone que la misma lluvia y el mar le obedecían, curarse debía ser un juego de niños. Obviamente mi maestro era muy cuidadoso con las palabras que empleaba en su relato. Fui consciente en todo momento que reservaba parte de la historia para si mismo. Me pregunto si la intención era provocarme mas curiosidad...Tras la muerte de Zebulón de esa misteriosa herida que nunca curó, Agamenón decidió viajar por su cuenta junto a un joven aspirante a caballero. Un hombre llamado Francisco. Mi padre. 2003 - La Biblioteca de Cartago – http://www.dragonmania.com/vampiro
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Se conocieron de un modo bastante curioso. Agamenón en aquel entonces tenía un acento bastante más exagerado y algunas veces se equivocaba al intentar expresarse, cosa que no siempre era bien recibido. No olvidemos que no todo el mundo era amigo de los extranjeros, y con razón, ¿no? En una de sus visitas a una posada, en una villa cercana a Zaragoza, tuvo un pequeño altercado con un grupo de aventureros y mi padre fue quien le defendió y persuadió a los aventureros de ir a buscar problemas a otros lugares más interesantes.Desde ese momento viajaron juntos, ambos sentían mutuo interés y el viaje hizo de ambos grandes amigos. Llegaron a mi villa tras unas semanas de viaje y como dijo Agamenón, mi padre encontró su destino con mi madre, Isabel.Ambos se instalaron en la villa, mi padre se ganaba la vida como cazador y mi maestro como sanador. Tras meses de noviazgo mi padre pidió la mano de mi madre, y se casaron, instalándose mi padre en la casa de la familia de mi madre como uno más. En contra de todo lo natural no nací en los primeros meses, tarde años en ser engendrado, mi maestro dijo que mi padre no era demasiado fértil y tuvo que "ayudarle" con un filtro de esencias. Desgraciadamente y sin motivos que mi maestro pudiera averiguar mi padre enfermo y murió en la cama en cuestión de semanas. Fiebres dijo mi maestro que tuvo. Una fiebres tan fuertes que curarlas alteraría el ciclo de la vida. Comprendí entonces que mi existencia se debía a varios trastornos en el Destino, caprichos de alguien oculto. Dios, o quizás el Diablo. Pero claro, esto... ... esto no me lo dijo mi maestro. Así fue como mi maestro ayudo a mi madre a educarme y llegamos a los días de nuestro viaje.
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Recuerdos - 2ª parte Recuerdo haberme dormido. Sé que tras la apacible charla con mi maestro ambos habíamos caído dormidos por el agotamiento acumulado y la comodidad y calor es las camas de la posada. Pero... ...me encuentro de nuevo en el bosque, vestido con mi habitual túnica blanca, manchada como siempre por mis correteos por el suelo polvoriento de la villa y el suelo embarrado de las orillas del río. ¿Qué hago aquí?
¿Acaso la muerte de Mateo y el viaje han sido un sueño?
Durante un momento guardo silencio y mi mente entre en equilibrio con la naturaleza, siento la vida a mi alrededor, siento todo cuanto me rodea, y siento que esto no es un sueño. No puede ser un sueño. - Crunch... - un ruido cercano me saca de mis pensamientos y me pone en guardia. - ¿Quién está ahí? - pregunté algo asustado. Una figura encapuchada salió de entre los arboles caminando suavemente. Estudie la figura despacio, pero sin descaro, y finalmente estaba casi seguro que la silueta delicada y los pasos ligeros no podían ser de hombre. - ¿Quién deseas que sea? - respondió la figura con un voz melódica como si fuera acompañada por música invisible que misteriosamente resonaba en mi cabeza. La sangre se agolpó en mi rostro y las palabras desaparecieron de mi lengua, era incapaz de responder nada, estaba verdaderamente ruborizado. La extraña figura se quitó la capucha y reveló su rostro. Un rostro de piel perfecta e inmaculada, con rasgos felinos y ojos de color azul claro, labios carnosos en una mueca indescifrable entre sonrisa y seriedad, y su pose descarada... - Hol... hooola... - respondí en cuanto recupere parte de la calma. - ¿Cómo te llamas? - preguntó mientras me sonreía pícaramente. - Aaron, mi señora, me llamo Aaron - respondí sin dudas. - Bonito nombre... ¿qué haces tan lejos de tu villa, jovencito? El bosque es muy peligroso, hay muchas fieras en busca de presas - me dijo en un tono distinto... como con ansiedad. - Yo... catalogo hiervas para mi maestro, ese es mi cometido, mi señora - respondí.
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