Don Heller. Don Heller, viejo, cuadradón, regordete y de baja estatura. Camisa y pantalón de trabajo. Pulcro. Usa anteojos

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Don Heller

Pablo Liñares

Don Heller

El interior de una casa. Un único ambiente amplio. Piso de cemento. Casa hecha de cosas juntadas. La puerta principal tiene una tranca de madera. Los ventanales de hierro son amplios, pero afuera la noche es cerrada y no puede verse nada más que unas luces trémulas a la distancia. La vivienda parece encontrarse sobre un gran descampado. Una escalera de cemento sube hasta un descanso y luego gira noventa grados para llevar a un piso superior. La cocina es nueva y de buena calidad. Suplen la falta de muebles de cocina unas estanterías bajo la mesada de mármol que unas telas rústicas intentan tapar. La canilla de la bacha también es nueva. La heladera es una vieja Siam. Es un lugar rústico, disfuncional, abigarrado, pero limpio.

Personajes: Don Heller, viejo, cuadradón, regordete y de baja estatura. Camisa y pantalón de trabajo. Pulcro. Usa anteojos. Sebastián, un muchacho de veintitrés años, delgado y alto. Su pelo es negro, lacio y un poco largo. Usa una chomba amarillo claro y un pulóver escote en V verde agua. Carlitos, hombre mayor. Cura párroco. Flaco, alto y chupado.

1.Don Heller: De más está decirte que acá se llega a las ocho y después no se sale más. Te preparé una cama arriba, con un colchón que tenía en el cobertizo, pero tiene demasiado olor a humedad. Mañana te vas a lo de Doña Luisa, le decís que vas de parte mía y le pedís uno que me tenía ofrecido. Por ahora, es lo que hay. Y no te olvides de que no me gusta que me digas tío. Heller o Don Heller está bien. ¿Cómo te sentís para empezar con Roque? Sebastián: Bien. Don Heller: Bueno, aflojate un poco, che. Me hacés sentir nervioso. Roque es buen tipo. Te va a exigir al principio, pero después te va a largar solo. Y ahí es donde vos tenés que hacer lo tuyo: demostrar que tenés iniciativa y que te gusta trabajar. Escuchame una cosa: te voy a pedir que recalientes el guiso que está en la heladera. Acá hay que colaborar, ¿sabés? A baño María. Dentro de un rato. Ahora me tenés que ayudar a bombear agua, así me lavo bien. Ya que estás acá, me vas a ayudar. Y te lavás vos también. ¿Alguna pregunta? Sebastián: ¿Dónde pongo mis cosas?

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Don Heller: Por hoy dejalas en la valija. Mañana, tranquilo, te acomodás todo en el placarcito chico. Está vacío, así que ahí te va a entrar todo. Lo traje especialmente para vos. Escuchame una cosa: los domingos en la parroquia proyectan películas. Te recomiendo que vayas, así te vas haciendo amigo de la muchachada. Juntate con los de la parroquia, porque el resto de la juventud de acá no vale mucho. Bueno, y ahora contame: ¿cómo está tu madre? Sebastián: Bien, si se tienen en cuenta las circunstancias. Don Heller: ¿Cómo se va tomando lo de la pierna? Sebastián: Y…, con resignación. Don Heller: Suerte que está Clarita, que la ayuda. Siempre fue tan activa, tu madre. Siempre llevándole las cuentas a algún comerciante. Y atendiendo la casa, al mismo tiempo. Pero ahora… Qué vas a hacer. Sebastián: Espero poder llevar algo de dinero. Don Heller: No te preocupes. A Roque le está entrando trabajo. Hizo contacto con algunas mueblerías de la Capital. Vos apoyalo que él te va a retribuir. Te va a ir mucho mejor, vas a ver. Porque con eso de los instrumentos… Quién te dice, por ahí podés ahorrar unos pesos como para ir pagándote una carrera. Con una beca o algo… Eso sería una solución para vos. Y decime, ¿todavía te tienen que seguir dejando sin comer hasta que ordenes la habitación? Sebastián: No…, eso era cuando era chico. Don Heller: Bueno. Menos mal, porque a mí me gusta tener todo ordenado, eh. ¿Sabés qué me acordé? ¿Te acordás cuando el petizo de tu vecino te dio una coz? Sebastián: Era chiquito… Don Heller (Reprochando): Vos también… Le andabas ahí con el palito. Está bien que era feo el pobre, pero no por eso lo ibas a andar molestando. Hay que tener cuidado con los caballos. Nunca se sabe lo que están pensando. Y bueno, che. Cuando tu madre enviudó no sabía que iba a hacer con ustedes, pero los sacó adelante. Inteligente para los números, tu madre. Se las supo arreglar. Pero ahora la tienen que ayudar ustedes. Vamos a lavarnos. Agarrá un jabón y una toalla del baño. Sebastián: Hace un poco de frío, ¿no le parece? Don Heller: Bueno, si querés prendemos el calefón, pero vas a tener que juntar leña. Yo eso lo dejo para los domingos. Sebastián: No se preocupe, yo la junto. Don Heller: Y, sí, porque a las sábanas limpias, así como estás, no te me metés. Ya me estuvo diciendo tu madre que eras un poco reacio al baño. (Resignado) Bueno, agarrá el hacha y metete al monte. Traé bastante que así me baño yo también.

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(Sebastián no reacciona.) Don Heller: ¿Y? ¿Qué esperás? Sebastián: ¿Dónde está el hacha? Don Heller: En el cobertizo. Y cerrá bien la puerta que si no se llena todo de tierra. Andá. Tené cuidado, no sea cosa de que te claves una rama o algo por el estilo. Ya vas a agarrar el ritmo.

2.Don Heller: ¿Qué te pasó? Sebastián: Me caí en una zanja. Don Heller: Claro, quisiste cortar por el campo, en lugar de ir por el camino. ¡Mirá cómo te embarraste! ¿Qué hiciste con el hacha? Sebastián: Se me perdió. Don Heller: Bueno, mañana la buscamos. Vas atener que avisparte un poco, porque yo no estoy para criarte. Sebastián: ¿Puede ser que haya un chancho suelto, por ahí? Don Heller: Puede ser, sí. Sebastián: ¿Y no es peligroso eso? Don Heller: Y, será. Por eso es mejor que no se te antoje salir a buscar leña de noche. Sebastián: ¿Y por qué no me dijo nada? Don Heller: Bueno, pero qué te va a hacer un chancho. Sebastián: ¿Pero son o no son peligrosos? Don Heller: No… No deberían. Andá a lavarte que tenés un olor… Sebastián: Me golpeé la rodilla. Don Heller: A ver, subite el pantalón. Esperá. Metete a la ducha y bañate. Va a tener que ser con agua fría. Sebastián: No, con agua fría, no. Don Heller: No embromes, Sebastián, que hay que curarte la pierna.

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Sebastián: Me arde. Don Heller: Quién te manda a vos, también. Andá, metete al baño y andá sacándote la ropa. Sebastián: ¿No podríamos tener un poco de leña preparada? Don Heller: Mañana te preparas toda la leña que quieras. Acá lo que sobra es leña. Pero ahora no te podés quedar así. Metete al baño que tenés un olor terrible. Sebastián: Me asusté. No se veía nada. Don Heller: Bueno. De noche hay que quedarse en la casa. Espero que no me hayas perdido el hacha. Andá, dale. Puede ser que por ahí ande algún chancho medio cimarrón. Pero no creo que te haga nada. Sebastián: Mire… Yo me quisiera volver. Don Heller: ¿A dónde te querés volver? Sebastián: A mi casa. Don Heller: ¿Por qué? Sebastián: No me gusta acá. No es para mí. Don Heller: ¿Y de qué vas a trabajar? Sebastián: Justamente, quiero volver con mis cosas. Don Heller: ¿Y tu madre? ¿Cómo se las van a arreglar? No seas infantil. No me vas a decir que te vas a asustar por un chancho. Sebastián: No quiero trabajar con Roque. Don Heller: Pero mi hijo, lo importante es tener trabajo. No todo el mundo puede hacer lo que le gusta. Pensá que tenés que cuidar a tu madre. Sebastián: Yo no tengo la culpa de lo que le pasó. Don Heller: Querido, es tu madre. Quedate una semana. Andá mañana a lo de Roque y probá. Si a vos te gusta la carpintería. Hoy es el primer día que estás acá. Es natural que estés un poco incómodo. Ya te vas a acostumbrar. Si querés, te puedo hacer un lugar en el cobertizo para que hagas lo de los instrumentos, los fines de semana. (Complaciente) Si es lo que a vos te gusta… Pero eso no va a ser lo que te dé de comer. Sebastián: Acá no hay cucarachas, ¿no? Don Heller: No seas flojo, ¿querés?

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Sebastián: Yo mañana me voy a ir. Perdóneme. No es nada personal. Solamente que esto no es para mí. Don Heller: Escuchame: ahora te pegás un baño y te vas a sentir mejor. Yo caliento la comida. No te preocupes. ¿Qué va a decir tu madre si volvés tan pronto? A lo mejor, con el tiempo, hasta te puedo conseguir algún puestito en la oficina de correos. Sebastián: No me interesa trabajar en la oficina de correos. Don Heller: Sebastián, tenés que ser razonable. Ahora sos un hombre y tenés responsabilidades. Así no actúan los hombres. Andá a bañarte, haceme el favor. Sebastián: No me gusta bañarme con agua fría. Don Heller: ¡¿Y cómo vamos a hacer si perdiste el hacha?! (Silencio.) Don Heller: ¡¿O te pensás quedar así?! (Silencio.) Don Heller: Andá a bañarte, querés.

3.Carlitos: Qué vas a hacer. Tenés que tener paciencia. Don Heller: Espero que Roque no lo eche. Es medio flojón. Siempre fue medio dormido. Dice Roque que lo tiene que andar mirando, que se agarra unas maderitas y se pone a hacer no sé qué en un rincón. Y Roque es así, expeditivo. Y cuando tiene que levantar peso, nunca lo encuentra. Lo tiene que andar buscando. A mí lo que me preocupa es mi hermana y su situación. Carlitos: Es chico. Don Heller: Tiene veintitrés, che. Carlitos: ¿Quién sabe cómo van a terminar las cosas? Don Heller: Si le consigo un puesto en el correo va andar mejor. Éste no está hecho para el trabajo duro. Creció entre mujeres. La primera noche que estuvo acá ya me hizo una escena. Carlitos: Armate de paciencia, que más tarde o más temprano, todo el mundo encuentra su lugar.

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Don Heller: ¿Cómo te fue ahí en el astillero? Carlitos: Bien, bien. Dentro de todo. Mucho hombre solo. Hay que movilizarlos un poco, porque si no es puro chupi y nada más. A veces se agarran a las manos. Están instalando una sierra. Pidieron permiso para sacar corriente de la estación vieja. Se están necesitando tus conocimientos, ahí. Don Heller: Bueno, voy a ver si me pego una vuelta. Carlitos: Vos haces las cosas bien. Si los dejás a ellos, alguno se va a electrocutar. (Entra Sebastián, con el pelo mojado. Lleva una toalla y un peine.) Don Heller: Buen día. ¿Ahora sí vas a saludar? Porque hace un rato pasaste como si no existiéramos. Sebastián: Buen día. Carlitos: Buen día, Sebastián. Don Heller: Dejá las cosas en el baño y sentate a desayunar. (Sebastián deja las cosas en el baño. Se sienta a la mesa. Don Heller le pasa un mate.) Don Heller: Tomate un amargo que te va a dar energías. Carlitos (A Sebastián): ¿Así que te hiciste amigo del Mapache? Don Heller: No, con ése no te quiero ver. Ése es un atorrante. Carlitos: Ése es el que les consigue mujeres a los del astillero, dicen. Sebastián: ¿En serio? Don Heller: ¿Qué tenés que preguntar, vos? ¿Qué estuviste haciendo con ese pibe? Contestá. Sebastián: Me llevó a ver los trenes viejos. Don Heller: Los trenes viejos. Ahí no hay nada que hacer. Ahí van los linyeras a hacer sus porquerías. ¿Qué tenés que ir a hacer ahí? Sebastián: Ahí mataron a una mujer, me dijo. Don Heller: Pero… ¿Te parece, Carlitos? Carlitos: Bueno, curiosidad de pibe. (A Sebastián) ¿Te gustan los relatos policiales? Sebastián: Me encantan.

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Carlitos: Te voy a traer algunos libros. Don Heller (A Sebastián): Escuchame: cuando cobres vas a tener que pagar el hacha que perdiste. Carlitos: Bueno, me voy yendo, que hay que resolver unas cuantas cuestiones para la cena de caridad. Don Heller: Bueno. Mañana voy por ahí, que tengo que pagar unas cuentas. (A Sebastián) ¿Vas a ir a ver la película de hoy? Carlitos (A Sebastián): Venite, que ésta te va a gustar, vas a ver.

4.Noche bien entrada. La casa está a oscuras. Golpes en la puerta. Don Heller baja por la escalera. Está de pijama y ojotas cruzadas de goma azul. Don Heller (Se acerca a la puerta con cautela): ¡¿Quién es?! Sebastián (Del otro lado de la puerta): Sebastián. (Don Heller prende una luz del exterior y trata de ver por el ventanal qué hay del otro lado de la puerta. Enciende la luz. Saca la tranca.) Don Heller: Esperá. (Busca una llave que esta colgada a un costado de la heladera. Va hasta la puerta. Abre.) Don Heller: Entrá. (Entra Sebastián. Está nervioso y agitado.) Don Heller: ¿Se puede saber en dónde estuviste hasta esta hora de la noche? ¿Qué fue lo que te dije el primer día que estuviste acá? Sebastián: Tiene razón. Me voy a acostar. Don Heller: ¡No, no! ¡Quiero saber en dónde estuviste! Sebastián (Confundido): Con Mapache. Don Heller: ¡¿Y qué estuvieron haciendo?! (Sebastián no responde.) Don Heller: Tenés olor a vino. (Silencio.)

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Don Heller: ¿Cómo le explico a tu madre si a vos te llega a pasar algo? Sebastián: Le prometo que no va a volver a pasar. Don Heller: ¡Más vale que esto no vuelva a pasar! ¡Más vale! Escuchame una cosa: yo a vos te voy a sacar un hombre derecho. Y lo voy a hacer por mi hermana. Porque sé lo mal que lo está pasando. Porque que a vos no te importe tu madre es una cosa, pero a mí sí me importa. A mí me importan los demás. No como a vos, que te encerrás ahí con tus cositas y tus violines y no te interesa ni medio de lo que pasa alrededor. Sebastián: Perdóneme. A partir de ahora voy a hacer todo lo que pueda para mejorar. Se lo juro. (Pausa.) Don Heller: Bueno calmate. Tampoco es para que me tengas miedo. No pegué un ojo. Ya te estaba por salir a buscar. ¿Dónde estaban? Sebastián: En los vagones. Don Heller: Pero… Qué desgracia. ¡¿Qué tienen que ir a hacer ahí?! (Silencio. Sebastián se pone nervioso al recordar.) Don Heller: Con ese Mapache se terminó la relación. No los quiero ver juntos. Lo digo en serio. Ni lo saludés. ¿No sabés que por ahí andan también los del astillero que son gente que viene de cualquier lado y nadie los conoce? Sebastián: Don Heller, le tengo que decir algo. Don Heller: ¿Qué pasa? Sebastián: Se nos aparecieron unos tipos y nos pidieron vino. Empezaron a charlar y a hacer bromas y se pusieron pesados. Don Heller: Bueno, ya estás acá. No tenés que ir ahí. Y menos en mitad de la noche. Sebastián: Se la agarraron con Mapache. No sé por qué. Era como si quisieran que yo los viera. Como si supieran que para mí era peor estar mirando que estar en el lugar de él. Y yo me quedé mirando. Después corrí sin parar hasta acá. (Sebastián llora. Don Heller trata de consolarlo.) Don Heller: Bueno. Tranquilo. Qué vas a hacer. Ese pibe se las busca. Tratá de calmarte. Ahora te hago un café. Sebastián: Le estaban haciendo daño en serio.

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Don Heller: Tranquilo. A esta hora ya no se puede hacer nada. Mañana se verá qué fue lo que pasó. A lo sumo lo vas a ver andando por el pueblo con algunos moretones. Y va a decir que se peleó con quinientos. (Don Heller se para y se pone a preparar café.) Don Heller: Quedate tranquilo. Si hay alguien que sabe cómo son las cosas en este lugar, soy yo. (Silencio.) Don Heller: Sebastián: A vos no te hicieron nada, ¿no? (Sebastián niega con la cabeza.) Don Heller: Mejor así mi hijo. Mejor así.

5.Don Heller: ¡Sebastián! ¡Bajá! (Sebastián baja por la escalera, en remera y calzoncillos, medio dormido.) Don Heller: ¡Vení para acá! (Don Heller va al encuentro. Agarra a Sebastián de la ropa.) Don Heller: ¡Contame de vuelta qué pasó anoche! Sebastián: Ya se lo dije… Don Heller: ¡Al Mapache lo encontraron muerto! (Silencio.) Sebastián: Le juro que no sé nada… Don Heller: ¡¿Por qué no me dijiste que había pasado algo grave?! Sebastián: Le dije todo lo que sabía… Don Heller: No mientas. Éste es un asunto serio. Me acabo de encontrar con media docena de policías, camino al astillero. Sebastián: Le juro que pasó como le dije. Don Heller: Vos sabés algo.

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Sebastián: No, yo… Don Heller: ¡Decí la verdad, Sebastián! Sebastián: ¡Ya se la dije! Don Heller: Por qué te tuve que dejar andar por ahí, con ése… ¡¿Qué le digo a tu madre?! Sebastián: ¡Yo no hice nada malo! (Silencio. Don Heller se agarra la cabeza.) Don Heller: ¡¿Vos te das cuenta de lo que está pasando?! Sebastián: ¡Fue como yo le dije! ¡Tranquilícese! Don Heller: ¿Por qué tuviste que meterte con ese pibe? ¿Me querés decir? Sebastián: Tranquilo. Todo se va a solucionar. Don Heller: ¡¿Y si no se soluciona?! Sebastián: Ya veremos. Don Heller: Qué le digo a tu madre… Sebastián: Pienso que por ahora es mejor que no se entere. Don Heller: ¡Vos querés que mienta! Sebastián: No digo eso. (Pausa.) Don Heller: Andá a vestirte. (Sebastián sube por la escalera. Don Heller se sienta en una silla, agobiado.)

6.Sebastián está sentado a la mesa, desayunando. Entra Don Heller. Don Heller: Pareciese como si no te dieras cuenta de nada… Sebastián: Yo no hice nada malo. Don Heller: Quiero que vayas a lo de Roque como siempre y no digas nada. A vos te vieron mucho con él y acá enseguida la gente se arma su historia.

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Sebastián: Aunque no parezca, yo me sé cuidar. (Pausa.) Don Heller: No me hagas reír. Sebastián: Usted se piensa que yo no sirvo para nada. (Silencio.) Sebastián: Piensa que todo esto es culpa mía, pero no es así. Don Heller: Yo lo que quiero es olvidarme de esto lo antes posible. Sebastián: Yo no hice nada. Don Heller: Lo que tendrías que haber hecho es no haberte juntado nunca con ese pibe. Y mirá que te avisé. (Silencio.) Don Heller: ¿Quiénes eran esos tipos? ¿Los podrías reconocer? Sebastián: Estaba oscuro. No había fuego ni había luz. No se veía nada. Don Heller: ¿Y ellos? ¿Te vieron a vos? (Silencio.) Don Heller: La verdad, no sé qué voy a hacer con vos. Sebastián: Yo no lo maté. Don Heller: ¡Bueno, basta! (Silencio.) Don Heller: Con esa cara, ¿a quién vas a matar? (Silencio.) Don Heller: Ni siquiera tenés fuerza. Ese pibe te hubiera sentado de una trompada. (Silencio.) Don Heller: Te digo la verdad…, me enfermas. Todo lo hago por mi hermana. Porque a vos habría que dejarte en la calle y que te las arregles solo. Está bien que hay que ser solidario, pero vos sos un egoísta desagradecido. Como el borracho de tu padre.

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Sebastián: No se meta con mi padre. Don Heller: Ni siquiera lo conociste. (Silencio.) Sebastián: En cuanto pueda me voy de acá. Don Heller: Eso no lo decidís vos.

7.Sebastián con uniforme del correo. Don Heller: Te queda bien. Sebastián: Gracias. Don Heller: Bueno, empieza una nueva etapa. Espero que en este trabajo te vaya mejor. ¿Inflaste la bicicleta? Sebastián: Sí. Don Heller: Me alegra que te vayas adaptando. Viste que no es tan terrible. Yo creo que en este trabajo va ir muy bien. Va más con tu manera de ser. (Carlitos se asoma por la entrada.) Carlitos: Buenas. Don Heller: Pasá, querido. Carlitos (Sorprendido): Tenemos nuevo cartero. Don Heller: Viste vos. Carlitos: Vengo a hacerle un pedido a este muchacho. Don Heller: Dele, nomás. Carlitos: Resulta que estamos organizando el próximo Vía Crucis y estamos necesitando a alguien para que represente al Salvador. Don Heller: ¿Vos querés que éste haga de Jesús? Carlitos: Me parece que da muy bien para el papel. Se tendría que dejar un poco la barba. Sebastián: Sí, no hay problema.

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Don Heller: Pero sólo para el Vía Crucis. A mí me gusta que esté prolijo. Carlitos: Perfecto. Todo arreglado. (A Don Heller) ¿Vos vas para el astillero? Don Heller: Estaba por salir. Carlitos: Entonces me podés alcanzar. Don Heller: De acuerdo. Carlitos: ¿Vamos yendo? Don Heller: Vamos. Después te llevo hasta el pueblo. Carlitos: Sebastián, que te vaya muy bien en tu nuevo trabajo. Que Dios te bendiga, querido. Sebastián: Gracias, padre. Don Heller: Y esforzate mucho para salir adelante, que a la voluntad de Dios hay que ayudarla con la voluntad de los hombres. Tu madre te debe estar agradeciendo mucho la primera remesa que ya le mandaste. Sebastián: Seguro. Don Heller: Debe estar muy orgullosa de vos. Y yo también. Carlitos: Es un buen pibe. Yo siempre te lo dije. Es de buena madera. Don Heller: Claro que sí. Pero a la madera hay que darle forma, si no, no pasa de ser el tronco de un árbol. (A Carlitos) ¿Vamos? Carlitos: Cuando dispongas. Don Heller (A Sebastián): Nos vemos a la tarde.

8.Don Heller: Encontraste el hacha. Sebastián: Sí. Don Heller: ¿Dónde estaba? Sebastián: En el barro. Ahora que se secó un poco el agua… Don Heller: Bueno, ahora tenemos dos. Hoy fui a comprar una.

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Sebastián: Cosas que pasan. Don Heller: ¿Cómo te fue en el trabajo? Sebastián: No fui. Don Heller: ¡¿Cómo que no fuiste?! Sebastián: No fui. Don Heller: ¡¿Por qué?! (Pausa.) Sebastián: Yo ya se lo dije, no me interesa ese trabajo. Don Heller: Pero… No aguanto más… ¿Sabés lo que tuve que hacer para conseguirte ese puesto? Tuve que trabajar de favor. Sebastián: Yo no se lo pedí. Don Heller: Bueno, ¿Sabés qué? No te preocupes, yo la voy a ayudar a mi hermana. Tengo algunos ahorros y si agarro algunos trabajos extra y hago unos pesos más… Pero a vos no te quiero ver más… Ni acá ni en ningún lado… Sebastián: ¿Me está echando de la familia? Don Heller: Qué pedazo de basura. Sebastián: Yo no sé porque soy así, pero soy así. ¿Qué quiere que le haga? Don Heller: ¿Qué te hicimos? Sebastián: Nada. ¿Me quejé alguna vez? Don Heller: No, si ni hablás. (Silencio.) Don Heller: ¿Qué querés? ¿Morirte? ¿De eso se trata? Sebastián: Lo que menos quiero en la vida es parecerme a ustedes. Don Heller: Imbécil. ¿Querés vivir en la calle? Hacelo. Ahí te vas a dar cuenta de las cosas que hacen falta hacer para sobrevivir. De lo que es tener miedo. De lo que es sufrir de verdad. ¿Te pensás que asustás a alguien haciéndote el loquito? A quién le vas a dar miedo, si sos un inútil del que todo el mundo se tiene que ocupar. Sebastián: Yo no les pido nada…

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Don Heller: ¡Pero te quedás ahí sin hacer nada y hay que darte la papa en la boca como si fueras un bebé! ¿Cuándo arranca lo de los instrumentos? Dejás todo a medio hacer. Si por lo menos estudiaras para eso… Pero no, te metes a hacer todo solo y te sale todo al revés. Si te dieras cuenta de lo ridículo que sos. De todas formas, si alguien quisiera enseñarte, tampoco lo escucharías. Estás demasiado seguro de tus estupideces. Todo el tiempo que estás con eso y todavía no fuiste capaz ni de armar un violín. Sebastián: Bueno. Será así. Pero no lo puedo evitar. Don Heller: ¿Sí? Bueno, pero se te acabó. Mañana te vas. Volvés a tu casa. Hasta acá llegué. Hice lo que pude. Sebastián: No se preocupe. Nadie lo va a culpar de nada. Don Heller: Haceme un favor, vos dormí acá abajo, en el sofá. No quiero estar cerca tuyo. No te aguanto. Sebastián: Como diga. Don Heller: Y dejá ese hacha en el cobertizo. Eso sí, tratá de no romperte una pierna en el trayecto. Sebastián: Quédese tranquilo. En todo este tiempo ya me aprendí bien el camino. Qué pena el padre Carlitos. Se va a quedar sin su Jesucristo. Don Heller: No te preocupes, ya va a encontrar a otro. Sebastián: No crea que no aprecio todo lo que hizo por mí. Don Heller: Yo hubiera querido hacer de vos un hombre de verdad, pero bueno… Se hace lo que se puede… Sebastián: ¿Quién sabe cómo van a terminar las cosas? Don Heller: Quién sabe, sí.

9.Don Heller: Yo creo que ni él sabe lo que pasó. Carlitos: Lo bueno que salió de todo esto es que ya no hay mujeres en el astillero. O al menos no tan fácil como antes. Habrá vuelto a la casa, ¿no? Don Heller: Qué sé yo… Carlitos: Vos estás mal por tu hermana, ¿no?

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Don Heller: Y, sí… Yo no sé si será muy católico decir esto, pero la verdad que a él, yo no lo aguantaba. Carlitos: Bueno, pero él vino acá y vos lo atendiste, le diste un lugar, trabajo. Más no te pueden pedir. Don Heller: No, che. Pero uno siempre quiere lo mejor para la familia. Carlitos (Resignado): Qué vas a hacer… (Silencio.) Don Heller: Nos quedaremos con la duda… (Silencio.) Carlitos: No, pero él no puede ser. Tiene que haber sido un tipo grande. ¿Vos no viste cómo quedó? Don Heller: No, no. Yo no lo vi. (Silencio.) Carlitos: Mejor. (Silencio.) Don Heller: ¿Y si fue él? (Silencio.) Carlitos: No, no puede ser. (Silencio.) Carlitos: Pensar que iba a hacer de Jesús en el Vía Crucis. (Silencio.) Don Heller: Pero no era buen pibe. Un soberbio. No sé qué se creía. Carlitos: Quién sabe. Don Heller: Fantasioso. Carlitos: Ése es el tema. La fantasía tiene que tener un límite. Todo en su justa medida. (Silencio.) Don Heller: Qué mal quedé con mi hermana, che.

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Carlitos: No te aflijas. Vos hiciste lo que tenías que hacer. Después, las cosas seguirán su curso. Don Heller: ¿Y yo cómo hago para recuperar la confianza de mi hermana? Carlitos: El tiempo acomoda las cosas. Don Heller: Siento que estos días fueron importantes. Que me tenían que pasar todas estas cosas. Ahora que soy viejo. Carlitos: Puede ser. Pero no nos pongamos tan filosóficos y sigamos con lo nuestro. Don Heller: De acuerdo. Yo creo que con las películas no alcanza. Tendríamos que imprimir unos folletos. Una especie de guía impresa para que ellos la tengan a mano. Carlitos: No es mala idea, che… No es mala idea. Don Heller: Ahora podríamos hacer un folleto breve, como para salir del paso. Después haríamos algo más prolijo, más elaborado. Carlitos: Sí claro, ¿por qué no? Contamos con el apoyo del intendente. Don Heller: Seguro. Carlitos: Mañana mismo lo hablo con él. Este pueblo está creciendo en serio. Don Heller: De a poco Carlos, de a poco. Ya viste como la vida nos mostró que a veces las cosas salen por el lado que uno menos se lo espera. Carlitos: El Creador se manifiesta de maneras misteriosas. Don Heller: A mí lo que me queda es que la gente que no congenia, no va a congeniar nunca. (Silencio.) Don Heller: ¿Habrá algún asesino suelto entre los del astillero? Carlitos (Le agarra el brazo a Don Heller): Él no lo mató… Fue un chancho.

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