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Don Quijote, el Bueno, y su escudero Sancho Panza. CENTRADA EN LOS VALORES HUMANOS DE LOS PERSONAJES DEL QUIJOTE
de Cristina Alconada
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PERSONAJES CERVANTES D. QUIJOTE PASTOR AMO DEL PASTOR SANCHO VIZCAÍNO GUARDA PRESO 1 PRESO 2 PRESO 3 DAMA 1 DAMA 2 DAMA 3 DAMA 4 DAMA 5 DAMA 6 DAMA VIAJERA 1 DAMA VIAJERA 2 SOBRINA AMA TERESA PANZA DONCELLA 1 DONCELLA 2 DONCELLA 3 DONCELLA 4
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ACTO I Al descorrerse el telón aparece un fondo de paisaje manchego. Aparece CERVANTES junto con seis damas, se colocan en el centro del escenario y se dirigen al público. CERVANTES: (Hace una reverencia). Damas y caballeros con cuya presencia nos honramos, mi nombre es Miguel de CERVANTES y hace 400 años que escribí la novela más leída de todos los tiempos. DAMA 1: (Con voz solemne, como diciendo algo de mucha importancia) El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. (Cambiando la voz para hacerla menos seria) Más conocido como el Quijote. DAMA 2: En aquella época las novelas que más nos gustaban eran los libros de caballería. Llenas de caballeros andantes que viven aventuras fantásticas. CERVANTES: Eran libros tontos y decidí acabar con ellos, por eso el protagonista de mi novela es un caballero andante que todo lo confunde y al que casi siempre le salen las cosas regular. DAMA 3: Eso parece al principio, pero D. Quijote, el protagonista de su novela es algo más. DAMA 4: Sí, es verdad que a veces se lía y confunde los molinos con gigantes y cosas así, pero lucha para que haya justicia y para defender a los débiles. CERVANTES: A D. Quijote le acompaña su escudero Sancho Panza. DAMA 5: ¡El pobre! Siempre avisando a D. Quijote de que se equivoca, de que tenga cuidado y llevándose también todos los golpes. DAMA 6: Sí, pero a pesar de eso, nunca le abandona y le cuida y le cura cuando lo hieren. CERVANTES: Estoy muy orgulloso de mis personajes, porque son lo mejor que se puede ser: buenos y generosos. TODAS LAS DAMAS: Vamos a verlos. (Se retiran tras las cortinas)
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ACTO II D. QUIJOTE: ¡Oh! ¡Qué ventura para esta tierra de La Mancha de que exista un caballero andante como yo, siempre dispuesto a “desfacer fuerzas y socorrer a los desamparados” (Detrás de unos árboles) PASTOR: ¡Ay! ¡Ay! ¡Socorro! ¡Qué me matan! D. QUIJOTE: Gracias doy al cielo pues me da ocasión de ejercer mi oficio de defensor de los maltratados. ¿Qué sucede? ¡Aparezcan pronto esos malvados! (Aparece el pastor, seguido de su amo que lleva en la mano un palo con el que le estaba pegando) PASTOR: ¡Ay! ¡Ay! Prometo tener más cuidado. D. QUIJOTE: Tente, cobarde, o te atravieso con mi lanza. AMO DEL PASTOR: Este muchacho es mi criado, el encargado de cuidar mis ovejas y raro es el día en que no me pierde alguna. PASTOR: No lo haré más, pero no me peguéis otra vez y pagadme lo que me debéis. (El amo hace ademán de pegarle otra vez) D. QUIJOTE: ¡Basta de pendencias! Yo, D. Quijote de la Mancha, el más famoso de los caballeros que han existido jamás, os ordeno que paguéis a este muchacho lo que le debéis y que nunca más abuséis de vuestra fuerza contra él. De lo contrario os pasaré de parte a parte con esta lanza. AMO DEL PASTOR: Como aquí no llevo dineros, es preciso que me acompañe a casa y allí le pagaré. PASTOR: No, por favor, me volverá a pegar. D. QUIJOTE: No hará tal, que yo se lo he ordenado. AMO DEL PASTOR: Vamos, vamos que allí te pagaré. (Se van: el muchacho asustado y el amo haciéndole gestos amenazantes) D. QUIJOTE: ¡Ah! Mi hermosa Dulcinea, bien orgullosa puedes estar de tu valiente caballero. (Se va)
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ACTO III (Entran D. Quijote y Sancho. D. Quijote va cojeando y dolorido) SANCHO: Ya le dije a vuestra merced que no eran gigantes, sino molinos de viento. D. QUIJOTE: Calla, calla, amigo Sancho, que los caballeros andantes siempre tenemos algún enemigo mago que con sus hechizos nos cambia las cosas para que no alcancemos fama. SANCHO: Yo sigo creyendo que eran molinos. D. QUIJOTE: ¡Eran gigantes! ¡Pardiez! Y si no eres capaz de seguirme en mis andanzas, mejor será que regreses a tu aldea. SANCHO: No se altere vuestra merced, que nunca le abandonaré aunque me muelan a palos. D. QUIJOTE: ¿Qué es aquello que se ve en la lejanía? Dos damas seguidas de un caballero. Seguro que las lleva prisioneras. D. QUIJOTE: (Dirigiéndose a las damas) No temáis, hermosas damas, que ya está aquí quien os librará de ese malvado. DAMA VIAJERA 1: Esforzado caballero, no vamos prisioneras, vamos de viaje. DAMA VIAJERA 2: Ese malvado que decís es el escudero que nos acompaña y protege. D. QUIJOTE: Sin duda, además de malvado es un mago que os ha hechizado. D. QUIJOTE: (Ataca al vizcaíno con su lanza): Defiéndete. (Las damas muy asustadas se retiran) VIZCAINO: No os será fácil vencerme. (Luchan y vence D. Quijote) D. QUIJOTE: Y ahora id ante mi señora Dulcinea y decidle cómo os he vencido. (Las damas ayudan al vizcaíno, hacen una reverencia y se van todos) SANCHO: Descanse, mi señor, después de esta colosal batalla.
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ACTO IV
(Se paran a descansar debajo de un árbol cuando aparecen dos o tres presos encadenados, acompañados de un guarda) D. QUIJOTE: (Levantándose indignado) ¿Qué veo? ¿Cómo os atrevéis a llevar a esos desventurados de esa guisa? GUARDA: No son desventurados, son ladrones condenados a remar en galeras por sus delitos. D. QUIJOTE: Aquí debo intervenir, porque mi misión es socorrer a los menesterosos y a los oprimidos por los poderosos. SANCHO: Mire vuestra merced, que éstos son no son oprimidos, sino castigados por la justicia. D. QUIJOTE: Amigo Sancho, no podemos permitir que nadie haga esclavos a los que Dios y la naturaleza hizo libres, por lo que, Guarda, os ordeno que lo liberéis. GUARDA: Siga vuestra merced su camino, ¿no ve que son criminales? D. QUIJOTE: Pues el valor de mi brazo os obligará a ello. (Se lanza sobre el guarda, que huye) (D. Quijote y Sancho liberan a los presos) D. QUIJOTE: Y ahora, debéis ir al Toboso y postraros ante mi señora Dulcinea. PRESO 1: Eso es imposible, nos cogerían otra vez. PRESO 2: Yo donde voy es a esconderme. PRESO 3: Deprisa, deprisa. D. QUIJOTE: Eso nunca, iréis al Toboso si no queréis arrepentiros. PRESO 1: Quien se va a arrepentir eres tú de tus majaderías. (Atacan a D. Quijote y a Sancho, les dan una paliza, les roban las cosas y huyen) SANCHO: (Levantándose con mucho esfuerzo) Ya os decía yo que eran ladrones. D. QUIJOTE: (Levantándose con mucho esfuerzo). Lo peor no es que sean ladrones, es que son desagradecidos. Pero siempre es bueno hacer el bien, aunque salga así. SANCHO: Volvamos a nuestro pueblo a recuperar las fuerzas para seguir sembrando la justicia en el mundo
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ACTO V (Exterior de la casa de D. Quijote. La SOBRINA está en la puerta, mirando hacia el lado derecho del escenario) SOBRINA: (Muy nerviosa) Ama, Teresa, creo que vienen mi tío y Sancho. (El AMA y TERESA PANZA salen de la casa) AMA: Sí, yo creo que son ellos. TERESA: Y, cómo vienen , válgame Dios. (Llegan D. Quijote y Sancho muy cansados y se sientan en un banco ) (La sobrina, el Ama y Teresa les llevan comida y les sacuden la ropa para que estén más presentables) SOBRINA: ¡Qué preocupados nos tenían a todos! AMA: Prométame, mi señor, que se han acabado estas locuras. D. QUIJOTE: Nunca, que el mundo necesita quien defienda a los débiles. TERESA: Pero si su merced y mi Sancho son los más débiles de todos. SANCHO: Calla, amada esposa, que pronto nuestras hazañas serán conocidas en el mundo entero. Salen dos o tres DONCELLAS con unos libros en los que se lee claramente el título: D. Quijote de la Mancha y leen de manera alternativa las aventuras del hidalgo: DONCELLA 1: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. DONCELLA 2: Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. DONCELLA 3 Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. DONCELLA 4: En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco 7
dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio.
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