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IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas, 2008. Frontera

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IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas, 2008.

Fronteras de la Argentina en su centro. Instituciones/movimientos históricos, identidades/alteridades performativas. Mirta Amati. Cita: Mirta Amati (2008). Fronteras de la Argentina en su centro. Instituciones/movimientos históricos, identidades/alteridades performativas. IX Congreso Argentino de Antropología Social. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales - Universidad Nacional de Misiones, Posadas.

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Fronteras de la Argentina en su centro. Instituciones/movimientos históricos, identidades/alteridades performativas Mirta Amati (FCS-UBACYT/ Idaes-UNSAM) [email protected] Palabras claves: rituales, pragmática, instituciones, arena política Espacio e interacción: la producción de memorias El espacio es una construcción compleja ya que se relaciona con el tiempo, pero también con las prácticas, significaciones y afectos propios de los grupos que lo usan. La plaza de Mayo es un espacio cargado de historia donde el pasado se pone en presente. Determinados acontecimientos y fechas que dejaron sus marcas –efímeras o persistentes- se reactualizan en eventos extraordinarios como los ritos conmemorativos, las protestas o manifestaciones que toman la plaza como “arena política”. En esta parte del trabajo, veremos cómo en la actualidad y en diferentes contextos (la vida ordinaria y la fecha patria de 2006 y 2007) diferentes sectores interactúan con el espacio utilizando y reactualizando las memorias de la plaza. En la rutina de la vida diaria, la plaza –ubicada en el microcentro de la ciudad de Buenos Aireses un lugar de paseo y ocio. Una “plaza verde” con espacios de césped, especies arbóreas, bancos y fuentes. Además, sus senderos permiten “cortar camino” para cientos de personas que diariamente se dirigen a sus trabajos. Fuera de este uso que transforma la plaza en calle, como toda plaza se caracteriza por consistir en un espacio de “permanencias” y “desplazamientos internos”: “por la calle se pasa, a la plaza se concurre” (Pérgolis 2002, p.14). En lo cotidiano, pueden observarse turistas y grupos escolares que observan los monumentos, sacan fotos, visitan los edificios actualizando la memoria de la plaza histórica (que abordaremos luego). Las marcas y objetos mas observados son los que simbolizan a la historia de la nación y sus sectores: el Pueblo (en la historia del Cabildo de 1810, en las fuentes y la masa peronista de 1945 y en la Pirámide de 1811 y de las Madres), la Iglesia (en la Catedral y el Mausoleo de General San Martín) y el Estado (en las sedes del Gobierno Nacional y de la Ciudad). Los eventos extraordinarios rompen con esta cotidianidad, poniendo en foco o resaltando algunos de estos sectores y símbolos de “la Argentina”. El “día de la Patria” de 2006 y 2007 permite observar sentidos y significaciones de la comunidad nacional. El de 2006 fue un acto de envergadura ya que coincidía con otros aniversarios, todos de carácter político: se cumplían tres años del mandato del presidente de la nación y 30 del golpe militar de marzo de 1976. Distintas versiones de la preparación del acto en apoyo al presidente, se publicaron en los diarios desde enero. La opinión pública cuestionaba concebir la fecha como estrategia político-partidaria en detrimento de la convocatoria nacional. El Ministro del Interior

aclaró que consistiría en “una fiesta de todos los argentinos” no sólo “una fiesta del peronismo” (La Nación, Buenos Aires, 17/05/2006). Al mismo tiempo, diferentes agrupaciones políticas, sindicales y sociales organizadas localmente, apelaban a “hacer estallar la plaza”, a que “reviente”, convocando a estar temprano: las 10 de la mañana. Al mediodía se realiza la caminata del Presidente de la Nación con su comitiva desde la Casa Rosada hasta la Catedral, por la calle Rivadavia. La gente se ubica sobre la plaza para ver pasar al grupo, ya que el Tedeum es un acto cerrado al público quien debe esperar la cobertura de los medios para saber qué dijo el Arzobispo en la homilía. Una vez finalizada la acción de gracias, todos los que participaron de ella –Presidente, Comitiva, representantes militares, sindicales, religiosos, del poder legislativo y judicial- salen del templo, volviendo sobre sus pasos, a la Casa Rosada. Las vallas se retiran y toda la Plaza y sus calles circundantes son ocupadas por el “pueblo”, con un ímpetu relacionado a conseguir los espacios más cercanos a la Casa de Gobierno y al escenario donde los grupos musicales harán su show y previendo que el presidente hablará desde allí o el balcón de la casa. Para los grupos y organizaciones, el lugar donde ubicarse es central, por esto muchos se organizan desde meses antes para ir en colectivos y otros lo hacen a través de los transportes públicos que para la fecha son gratuitos, combinando “marcha” (hacia la plaza) con “acto” (en la plaza). Es importante planificar el ingreso a la plaza: mostrar las banderas y otros emblemas de identificación como camisetas y gorros del mismo color o con inscripciones. Luego se busca ubicación y se apropian de ella. Así se van configurando zonas de contacto y proximidad. Cerca del escenario están “apretados”, prácticamente es imposible moverse o transitar por ahí, tampoco distinguir emblemas. Son una masa compacta: están todos mirando hacia adelante, esperando o siguiendo las indicaciones del locutor, “guardando” el lugar. Alejándose un poco, los grupos se distinguen entre sí: algunos jóvenes intentan bailar o “hacer pogo”, una suerte de salto y choque en el aire entre los integrantes del grupo; otro grupo tiene bombos (por lo que la música o lo que dice el locutor no se escucha), cada tanto prenden bombas de estruendo, antes de eso “hacen lugar” como una medida de “cuidado”. Cada vez que un grupo realiza alguno de estos movimientos (bailar, poguear, cantar o tirar bombas), los de alrededor, intentan alejarse para no ser golpeados o dando lugar. Hacia la mitad de la plaza hay mas distancia –aunque no mucha- por lo que es imposible sentarse en el piso, por esto, muchos buscan las escalinatas de la catedral que por momentos también fue el lugar elegido por los “independientes” (jubilados, familias, asistentes a la misa del domingo que ese día no se celebró). En el 2007, las ceremonias centrales (la caminata presidencial, el Tedeum en la Catedral y espectáculos musicales en la plaza) se realizaron –por segunda vez en la historia- en otra provincia.1 Esto marcó un fuerte contrastante con la celebración del año anterior. Al no estar el presidente, se ofició misa como todos los domingos. Había turistas que visitaban la plaza y la Catedral. En el Cabildo estaba anunciado un espectáculo de títeres (1810 Romance para títeres en 1

En 2005, las ceremonias se realizaron en Santiago del Estero; en el 2007, en Mendoza y el 2008, en Salta. En un primer momento las versiones extraoficiales señalaban que el presidente quería evitar el sermón crítico del Arzobispo Bergoglio. Esto mismo ocurrió en el 2006, fecha en que finalmente se realizó el Tedeum en la Catedral Metropolitana aunque se fue solicitado unos días antes, manteniendo el lugar del evento como incierto. Esta incertidumbre generó versiones mediáticas y comentarios cara a cara como sostener que el gobierno estaba midiendo encuestas (para tener la certeza de una plaza llena –como vimos recién-) o estaba buscando un Obispo menos crítico. Finalmente se sostuvo que esta modalidad suponía realizar un acto en capital y otro en la capital de alguna provincia del Interior, tratando de imprimir a la fecha un sentido más federal. Esto es algo también aceptado por algunos miembros de la propia iglesia, como el Rector de la Catedral, quien aceptó y sostuvo esta idea en una entrevista que le realicé en el año 2006.

los días de mayo) por lo que muchas familias con niños esperaban en la plaza. Algunos ocupaban los bancos, otras familias habían llevado comida y bebida que consumían sentados en el césped, dos hombres “vestidos” de gaucho fueron a “saludar al Cabildo” como dijeron a un periodista. Ante la ausencia de las ceremonias estatales, organizaciones sociales anunciaron por los medios masivos, el día anterior, que iban a realizar manifestaciones, otro modo de conmemorar la fecha. Los asambleístas de Gualeguaychú en defensa del medioambiente y contra la papelera radicada en Uruguay, convocaron a las 10: dos personas vestidas a la usanza de 1810, portaban un cartel ante el Cabildo que decía “Fuera Botnia, viva la Patria”. Las personas ubicadas en la plaza se acercan, toman fotos. Lo mismo hace la prensa. Ellos posan, casi inmóviles. El Cabildo detrás, inmaculado, con la bandera celeste y blanca. No hay prácticamente ruido, algunos autos que no pueden pasar (ya que media calle está cortada) y el murmullo de quienes sacan fotos. A las 11, dan una conferencia de prensa, comentando la intención de la manifestación –que sería seguida por otras en diferentes zonas, enmarcadas en su estrategia de realizar “actividades sorpresivas”-: la erradicación de la empresa pastera Botnia, llevar la protesta de una ciudad pequeña a la capital del país. Había mas “prensa que gente” era la opinión de algunas personas ante la escasa concurrencia de manifestantes. También había mas “policía” que participantes. Pero la policía no estaba por los asambleístas sino porque la agrupación Quebracho (autodefinida como Movimiento Patriótico Revolucionario) iba a realizar una “Toma del Cabildo” a las 12. Antes de esto y todavía con los asambleístas frente al Cabildo, ingresan por diagonal sur un grupo con bombos y platillos. Abre la fila una mujer con un niño que lleva un cartel en cartulina donde se lee: “Felíz Día de la Patria. Les desea: Bolivia”, seguida de jóvenes con bombos. Luego tres personas: un hombre, lleva la bandera argentina y una mujer, la boliviana, en el medio otra mujer lleva un estandarte que dice “Sin fronteras” “Colectividad Boliviana” y la fecha de fundación “1992”. A continuación, seguían una señora con ropa típica y dos enormes banderas. Las llevan a ambos lados, en fila, niños, jóvenes y adultos de dicha comunidad. Desfilan alrededor de la plaza y cruzan a la altura de la Pirámide, volviendo hacia el Cabildo. Cuando llegan, el grupo de asambleístas les deja el lugar. Al pasar delante del Cabildo, la gente en la plaza los aplaude y les sacan fotos. Se van por donde ingresaron. También lo hacen los asambleístas. Son las 12.30. En el Cabildo, los títeres empezaron pero la policía custodia las entradas, informan que no dejarán entrar a nadie mas, ya que Quebracho “viene a tomarlo”, están a unas cuadras de allí pero todavía son pocos. Esto genera discusiones y disputas con la policía. Un grupo de familias con sus hijos interpelan al jefe del operativo, no es posible que un 25 de mayo, el Cabildo “no esté abierto al pueblo”, “¿“ellos” van a poder entrar y nosotros, no? ¿ellos pueden tomarlo y nosotros no?” Lo dicen en tono de enojo, no con Quebracho (a quien tampoco apoyan, no dicen que esté bien tomar el Cabildo) sino con enojo hacia la policía que, en la interpretación del joven padre de familia, está para custodiar al “Cabildo del pueblo” y no para separar al Cabildo “del” pueblo, del que es parte inherente. Ante esto, el jefe aclara que no, que tampoco van a dejar entrar a Quebracho, que lo van a impedir. Son confusos los lugares y divisiones sociales tanto como los colectivos de identificación: está en juego de quién es el Cabildo, a quién se le impide entrar y las razones. En ningún momento está presente la idea de que la policía, al no dejar entrar, esté defendiendo el lugar o a las personas, sino que impide el contacto, la apertura que naturalmente tendría que existir. Para la policía esto no aparece, lo único presente es impedir la toma.

Quebracho llega antes de las 13 hs. La gente sale de los bares o se desplaza desde la plaza o el Cabildo, para ver la entrada de Quebracho. Era un desfile, pequeño, a comparación del de Bolivia y ante la imagen que representa una “toma”: una pareja de jóvenes se dicen “vamos, así hacemos mas número”; otros los cuentan y dicen: son quince”; un periodista, para apurarlos dice “vamos muchachos, que no nos dejan comer el locro”. Vienen con una bandera argentina, levantada como un estandarte y en cada banda dice: “Libertad / a los presos / Quebracho”. Tienen la cara tapada con pañuelos, gorros o bufandas y llevan palos. Cantan, gritan, arengan por sus compañeros presos, por la Patria, contra la policía y el gobierno. Se paran frente al Cabildo, donde horas antes habían estado los asambleístas. A diferencia de aquella performance, ésta es mas sonora y a pesar de la escasez de manifestantes y la vestimenta menos colorida, es más visible. No sólo los asambleístas realizaron un acto sin marcha, sino que ese acto suponía inmovilidad: realizar un cuadro (para la foto y los medios) de épocas en contrapunto (1810/2007),. Los manifestantes de Quebracho, en cambio, realizaron acciones que suponían la movilidad: marcha y toma. Y aunque ésta sólo fue una amenaza, en el lugar del acto, el movimiento persistía: con pequeñas acciones como levantar el puño o agitar los palos, el tono de las consignas y la presencia de otros actores que funcionan como partenaire: la policía. Los oficiales entran detrás de ellos, los venía siguiendo por Avenida de Mayo y se ubican, entre ellos y el Cabildo. Allí, una integrante de Quebracho, la única que no estaba encapuchada, dijo unas palabras donde se retoma y actualiza el espacio y los acontecimientos rememorados: en primer lugar, refiere a la fecha como un día donde se honra la memoria de los patriotas de mayo, por eso, debemos “denunciar la entrega y traición tal como en 1810”. También, en esa fecha “los verdaderos revolucionarios y Padres de la Patria” fueron combatidos, como hoy son perseguidos “los patriotas que luchamos contra esta infamia”: entre ellos los presos políticos por quienes están pidiendo la liberación, otros procesados en otras manifestaciones. Pretendían decir estas palabras, dentro del Cabildo, pero les prohibieron ingresar, reservando este lugar histórico para los enemigos de la Patria. Luego, cantaron el Himno Nacional y se retiraron por la misma avenida en que ingresaron. La policía los volvió a seguir, esta vez con dos o tres cuadras de autos hidrantes, motos, vehículos, fuerzas. Un despliegue impresionante que fue inmediatamente interpretado por la gente –que hablaba en pequeños grupos-: “se ve que les tienen miedo”, “por eso ponen tanta policía”, “está bien, así la policía se mueve un poco, sino nunca hace nada”, “está mal protestar, hay que ser democráticos”. Mientras tanto, en las puertas del Cabildo tenía lugar otra manifestación espontánea. Los padres con sus hijos que desde la mañana estaban esperando ingresar, empezaron una protesta: aplaudían y gritaban “que abran”, “el Cabildo es del pueblo, lo tienen que abrir”. Una protesta singular ya que al mismo tiempo formaban fila para el ingreso al museo. Varios decían que no iban a abrir, se decepcionaban y se iban. Estas interacciones ordinarias y extraordinarias reactualizan diferentes memorias de la plaza en función del presente y de los marcos sociales “comunes a los hombres de un mismo grupo” (Halbwachs 2004, p.157). En la vida cotidiana los usos de la plaza parecen romper con las memorias de la plaza ya que la toman como si no tuviese marcas, ya sea como lugar de paso, de almuerzo, de ocio o de encuentro, realizan un uso que podría realizarse en cualquier plaza de cualquier lugar. Las otras interacciones cotidianas, aunque también ritualizadas, son las visitas turísticas y escolares donde

la memoria es un consumo cultural, con un orden y acciones estipuladas (escuchar, sacar fotos, recorrer, interpretar). Los eventos extraordinarios marcan un contraste con el ritmo y los usos de la vida diaria. En el 2006, el lugar de memoria – en el sentido de Pierre Norà: un espacio que reenvía a sí mismo- no es el Cabildo de 1810, sino la propia Argentina que se re-memora performativamente: el Estado (en la figura presidencial y los representantes que lo conforman), la Iglesia (con el Tedeum) y el Pueblo (en la plaza) comparten acciones rituales que realizan, efectúan (en el sentido de los “actos de habla” de Austin 1982) a la Argentina y sus sectores. La nación no reenvía a un referente externo, sino que allí mismo se produce, bajo esas condiciones. Aparece aquí un ideal de relacionamiento entre los sectores nacionales: entre los representantes (las autoridades gubernamentales y religiosas) y entre éstos y la sociedad civil. Cada uno tiene su espacio (Casa Rosada, Catedral, Plaza) pero el “espacio de representación nacional” aparece cuando se efectúa el rito que los unifica. Una cuestión “formal”, ya que fuera del rito se expresó la desconfianza entre sectores, el trascendido de que el gobierno no iba a ir, la crítica solapada entre el sector estatal y el religioso. A diferencia de este mecanismo, el Cabildo festeja su día el 22 (que aquí, por una cuestión de espacio no podemos presentar) y se configura como lugar de memoria cuando la plaza está vacía como en el 2007. Como vimos, en esa fecha y ante la ausencia de los ritos centrales, el espacio se aprovecha para realizar pequeñas protestas (no masivas) preparadas por la visibilidad de la fecha y los medios. En este caso, el Cabildo es el espacio elegido, porque la memoria se reactualiza sobre los orígenes: un pequeño grupo de ciudadanos que manifiesta en el mismo lugar en que lo hicieran otros, en 1810, protestando o saludando por la inclusión en la comunidad. Espacio e historia: la imaginación del centro y sus fronteras Lejos de ser definido geográfica e institucionalmente, el centro es una construcción social con una historia concreta que lo configura como “arena política” o “corazón de las cosas” (Geertz 1994:148) En Argentina, la Plaza de Mayo constituye uno de esos centros, construida por diferentes actores y acontecimientos. Como ya señalamos, las significaciones que la configuran como lugar de memoria la asocian a la Revolución de Mayo de 1810. Ése es el acontecimiento que la marcó simbólicamente: un grupo de vecinos del pueblo de Buenos Aires reclamó ante el Cabildo –en la actual plaza- constituir la 1ra Junta, primer gobierno formado por criollos (españoles americanos, nacidos en América). Mas allá del trabajo de los historiadores para des-mitificar este mito del origen de una nación argentina (entonces inexistente), ésa es la imagen que se asocia a la nación, que toma un lugar y acontecimiento particular, totalizándolo como símbolo nacional. A esto contribuyó que la revolución fue inmediatamente celebrada: desde 1811, los festejos y el Tedeum en la Catedral, conservan las mismas acciones y ceremoniales, aunque en casi 200 años han cambiado los sentidos oficiales, su poder unificador y convocante y, con esto, el apoyo o la indiferencia por parte de los sectores sociales. Así varios historiadores encuentran que hubo periodos de efervescencia y otros de apatía (Garavaglia 2000; Bertoni 1989). Durante mucho tiempo tuvieron un fuerte componente popular: la política conmemorativa de la fecha se caracterizó por la presencia de bailes y comparsas, mojigangas, juegos como el del pato o el palo enjabonado, corridas de toros y construcción de arcos triunfales. Se trata de una combinación de

autonomía popular y “dirección desde arriba” (Garavaglia, 2000:80) que prolongaba un estilo festivo muy anterior a 1810 dando espacio para la inventiva y la expresión colectiva. Con la Asamblea del año 13, estos festejos pasan a ser un ciclo con varios días, las Fiestas Mayas, análogas a los dos ciclos tradicionales: la Semana Santa y el Carnaval. Ese ciclo cívico y ciudadano complementa el ciclo profano y el religioso. (Garavaglia, 2000:84). Algo similar encuentra Salvatore (1996) cuando analiza las prácticas rituales y representacionales del período de administración de Rosas (1829-1852). Estas fiestas federales “representaron la continuidad ideológica entre el rosismo y el radicalismo de la post-independencia”(46), incorporando formas religiosas y festivas anteriores. Se trata de una simbología que articula “lo viejo y lo nuevo”, elementos de continuidad y también de ruptura: la continuidad con modalidades festivas de las fiestas mayas y julianas y la incorporación de elementos y rituales sagrados novedosos (procesión y desfile del retrato del líder, disfraces de milicianos, soldados y beduinos). La iluminación de edificios, las salvas, la misa cantada con Tedeum y los bailes por la noche muestran la confluencia entre lo cívico-patriótico y lo festivo-popular. Una década mas tarde, para 1870, “las celebraciones patrias” seguían siendo “fiestas populares centradas en la diversión del público y su participación en los juegos y entretenimientos” (Bertoni, 1992:80). Pero en los años ochenta del siglo XIX, esa popularidad se había evaporado. “Todo el ceremonial se ha reducido al Te Deum en la Catedral”, decía La Prensa en 1886 y mencionaba un desfile militar frente a casa de gobierno, adornos en la Plaza y función de gala en el Colón (citado en Bertoni, 1992:83). Como dice Bertoni, “la participación popular cede terreno al espectáculo oficial, del cual los antiguos actores terminan por convertirse sólo en público”, mientras comienza a descubrirse la falta de alegría y del “tradicional ‘fervor patrio’” (82). ¿Qué había sucedido? Por una parte, Buenos Aires se había federalizado y la presencia del Estado en las fiestas se había hecho más notable. “Aunque lo militar siempre había estado presente en las festividades patrias, la participación del ejército nacional cobró entonces mayor importancia y solemnidad, en correspondencia con su importancia en la afirmación del Estado nacional” (81). Por otra parte, la creciente presencia de inmigrantes parecía transformar la ciudad con una tendencia más a la fragmentación. De los trabajos sobre los diferentes periodos históricos, puede observarse que el espacio de los festejos y rituales que conmemoran el origen de la propia comunidad va configurando un centro que escenifica no sólo el propio orden social (quiénes y cómo somos, cómo nos organizamos, cómo y quién nos gobierna) sino también las relaciones y vínculos entre estado y nación. Las plazas llenas y vacías –de los análisis de Garavaglia, Bertoni y Salvatore- muestran la convergencia o a escisión entre proyectos estatales e iniciativas civiles, pero también la existencia de relaciones complejas y recíprocas en la constitución del poder: en la relación entre estado y nación. Desde nuestra concepción, el Estado, lejos de restringirse al gobierno o al poder coercitivo, articula esas significaciones con otra: la que Geertz (2000) denomina pompa, esplendor, espectacularización.2 Esto supone poner énfasis en la dimensión semiótica de los fenómenos

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Esta concepción de Geertz (2000), al apoyarse en las modalidades balinesas -una corte oriental del siglo XIX: el Negara-, para cuestionar teorías y conceptos pensados para estados modernos y occidentales ofrece un flanco débil de crítica: Negara sólo es un Estado en la categorización de los analistas occidentales. A pesar de esta observación, su trabajo permite incorporar una dimensión descuidada, la simbólica o dramatúrgica, presente en estados modernos y occidentales -como el nuestro-, aunque de un modo diferente al de las cortes orientales. Agradezco a Fernando Alberto Balbi esta observación.

políticos o gubernamentales, para no dejar fuera las dimensiones de la autoridad que no se restrinjan a la relación mando-obediencia.3 En esta línea, el trabajo de Salvatore demostraba “la existencia de una relación más compleja y recíproca entre el gobierno y los gobernados que aquella que se traduce del modelo del caudillismo” (64). Justamente contra esas perspectivas, sin duda más tradicionales en el campo historiográfico que en el antropológico, sostiene que los modos de expresión de simpatías políticas, no pueden desecharse del análisis por considerarlas “fanatismo religioso de los sectores populares”. Como vimos, en lugar de centrarse en los aspectos represivos, paternalistas, manipuladores, Salvatore opta por examinar sus “principales formas de representación”: los eventos rituales del federalismo rosista. Esto le permite acceder a cuestiones descuidadas por otro tipo de análisis como, por ejemplo, la “continuidad del imaginario revolucionario” de Mayo: no sólo encuentra una re-semantización del vocabulario político revolucionario (“libertad, igualdad y fraternidad”) sino también la construcción de la propia figura de Rosas como el “defensor y heredero” de ese legado (1996:61). También accede a las identidades incluídas y excluídas: los sectores “invitados” eran los “ciudadanos – vecinos comprometidos con el mantenimiento de la república federal”- y los ausentes, los indios pampas y las mujeres. En realidad, lo que aparece ausente, producto de la representación unánime e igualadora, son las divisiones de la comunidad: división entre cristianos e indios, entre varones y mujeres. Incluirlos suponía incluir una relación diferente con el propio estado. También el siglo XX marcó fronteras identitarias, presentes y escenificadas en el espacio ritualizado de la plaza, en otra fecha o “corazón cultural” de la Argentina: el 17 del octubre de 1945. Neiburg (2000:215-246) analiza las relaciones entre el espacio y el poder. Analiza este centro como espacio socialmente lleno de significaciones, contra el cual las masas obreras peronistas, en sus formas de protesta, en los lugares y ocupación del espacio, en una verdadera teatralización “representaron, al mismo tiempo, su soberanía sobre el centro de la ciudad de Buenos Aires y sobre la sociedad argentina.”(226) Tanto para él como para Sigal (2006) este acontecimiento, resultado de la batalla por la ciudad, fue el que la marcó como centro. Lo que esos sectores atravesaron y ganaron fueron no sólo espacios y fronteras geográficas sino espacios y fronteras culturales, objetivados en dichos espacios. Pero también nacía un vínculo y relación sin mediaciones entre el “líder” y el “pueblo trabajador”: la producción social del carisma. El “peronismo” transformó la “plaza patriótica” en “plaza política” (Lerman 2005) A tal punto quedó marcada con esta impronta, que el último régimen militar de 1976 rehusaba utilizar estos espacios “en una decisión” –como señala Lorenz (2002, p.60)- “que tiene tanto de innovación como de no confrontación”. La dictadura pretendía devolverle a la plaza su rol de “lugar de paseo”, algo imposibilitado por la ronda de las Madres, que en reclamo de la “aparición con vida” de sus hijos desaparecidos, volvieron a usarla como el lugar de las demandas al poder. Sólo el último presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri utilizó la plaza como estrategia para lograr el apoyo a la “gesta de Malvinas” con un “Cabildo Abierto del gobierno y pueblo argentino”, que si bien fue convocante, quiso también ser rápidamente “olvidada” por el mismo “pueblo” o por la disputa que sobre la plaza aún hoy presentan otros sectores.

3 Geertz critica las interpretaciones dominantes del Estado: aquella que la conceptualiza como la “gran Bestia” -el Leviatán de Hobbes, donde la función de la parafernalia y ceremonia pública es infundir terror-; o visiones del tipo “gran fraude” –desde Marx a la izquierda y Pareto a la derecha, donde el ceremonial estatal es mistificación, ideología política e hipocresía de clase; o visiones “populistas” del Estado que lo ven como extensión del espíritu comunitario, de la voluntad de la nación, reducen el “papel semiótico del Estado” a mero “folclore”. (Geertz 2000:219) No son interpretaciones incorrectas, son insuficientes.

Es que la dictadura monopolizó el sentido de lo nacional hasta asociarlo a su régimen. Esto no sólo conllevó plazas “vacías” sino también un alejamiento de los símbolos nacionales, apropiados por la última dictadura militar, que produjo una “escisión entre democracia y nación”. Lo nacional perdió su polisemia, que comenzó a recuperarse a fines de los 90. (Grimson et alt. 2007)4 A modo de cierre En este trabajo presentamos un análisis basado en datos etnográficos de primera mano, producto de nuestras observaciones en los rituales de mayo de la plaza, con datos históricos de primera y segunda mano, estos últimos obtenidos del análisis de historiadores y antropólogos. Esta combinación de metodologías me permite observar un fenómeno complejo como es el de la plaza de Mayo en tanto “centro activo activo del orden social”. A modo de cierre, presentamos un punteo de hipótesis en relación a los temas planteados en este paper y por esta mesa, se trata de una interpretación preliminar basada en los datos de mi trabajo de campo para la tesis doctoral, todavía en curso. Por esto, más que concluir el trabajo, la idea es abrir la discusión a partir de estas interpretaciones: 1. La plaza es un “centro activo del orden social” porque allí se encuentran los principales memoriales, monumentos, e instituciones nacionales y se produjeron los acontecimientos y movimientos históricos más importantes en la memoria nacional. Pero esta memoria es reactivada o contestada –presentando una “contra-memoria” (Jelin)- en cada evento (celebración o conmemoración, manifestación o protesta) 2. Esa memoria se presenta como un acto y un espacio de ruptura -con regímenes o sectores anteriores y opuestos- y al mismo tiempo como espacio de producción de un nosotros igualitario. Totalización que incluía a un sector hasta entonces excluido –los “ciudadanos”, el “pueblo”, los “obreros”- pero que en el mismo gesto o movimiento de ruptura y diferenciación, excluía a aquellos que no entraban en esa identidad igualitaria y en esa relación con el estado. Se trata de un modo de relacionamiento entre autoridades y pueblo, de comunicación entre gobernantesgobernados, de participación -incluso antagónica- la que produce socialmente, en este espacio, el “carisma” (Geertz 1994; Neiburg 2000). 3. Si para totalizar (constituir un nosotros o una nación) es necesario oponerse en forma disruptiva (a memorias, patrimonios, políticas anteriores o a otros grupos o sectores), es decir que es necesario excluir esas memorias, patrimonios y grupos, la totalización no es posible (se niega a sí misma). Se totaliza a una parte excluyendo a las otras. 4. El rito de mayo parece ser el único rito que hace presente a la totalidad social. Lo hace de una forma particular: presenta un acto realizado por todos los sectores –en el mismo tiempo y 4

En ese trabajo, analizamos los rituales del 25 de mayo desde los festejos del sesquicentenario hasta el año 2000, a través del análisis de publicaciones y diarios.

lugar- totalizando una sociedad cotidianamente fragmentada. En mayo somos una totalidad, porque están todos los sectores que cotidianamente son sólo una parte: el gobierno, el estado, el pueblo, la iglesia. Esta lógica cotidiana que el ritual parece invertir, se caracteriza por una fragmentación que –lejos de suponerse propia de la cotidianidad de las sociedades complejasadquiere una lógica o matriz particular –y en este sentido argentina- caracterizada por la ruptura, la dicotomía y el igualitarismo excluyente. En los ritos que presenta la plaza, la sociedad celebra una imagen de sí misma que funciona como ideal, ya que es tal, no en la vida cotidiana sino en los eventos extraordinarios. 5. El rito –como la plaza- no “refleja otra cosa”, no tiene un “referente” que re-presentar. Sólo con los cuerpos presentes en la plaza –y sus tres sectores: Estado, Iglesia y Ejército puede celebrar su unidad – crear communitas- y al mismo tiempo presentar su estructura o modo de relación entre autoridades y pueblo. Por esto, una plaza vacía o la ausencia del Estado en los festejos, no refiere a otra cosa (ausencia de poder o manipulación ideológica), sino que provoca la ausencia del rito. Y ese vacío, como vimos, es llenado con otras acciones que también son performativas, aunque sin la efervescencia o solidaridad de la que hablara Durkheim (2003) sin capacidad de totalización.5 6. La realización del Tedeum, desde 1811 en la capital, daría cuenta de cierta lógica que supone que Buenos Aires es el centro y en ese sentido, la Argentina. Si bien en cada capital se realiza un Tedeum, sólo este rito central, realizado en la Plaza de Mayo es considerado como el nacional. La no realización del mismo en el 2005, 2007 y 2008, no hace más que mostrar esta lógica. Si bien el argumento esgrimido fue el de transformar un rito de la capital (por eso nacional) en un rito federal, los términos del propio argumento suponen y reactualizan la dicotomía “Buenos Aires-Interior”, Buenos Aires- modernidad vs. ciudades y provincias “tradicionales”. Así, ese gesto que podría haber replanteado el sentido de la identidad nacional (cuestionar el sentido instituido, revelar su carácter de producción social) otra vez recayó en una lógica identitaria confrontativa y excluyente.

Bibliografía Bertoni, Lilia Ana. 1989. “Construir la nacionalidad: héroes, estatuas y fiestas patrias 18871891”, Revista del Instituto Ravignan. Buenos Aires. N° 5. Chiaramonte, J.C. 1991. “El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana”, Instituto de Historia Argentina y Americana. Buenos Aires.

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Incluso la masividad de la protesta del 2008 por los “ruralistas” ante las retenciones impuestas por el gobierno, que realizaron el contra-acto del 25 de mayo en el Monumento a la Bandera en Rosario no logró totalizar mas que a dicho sector y volver a plantear un acto y una comunidad escindida en forma dicotómica: el diario Crítica (25/05/2008) tituló “La división de mayo”(1 y 2) mostrando dicho acto en Rosario en contraposición al acto oficial realizado en Salta y pidiendo “Perdón (a veces nuestro país da vergüenza)”. Para un análisis de los sentimientos nacionales puede consultarse “Sentidos y sentimientos de la nación” de Grimson y Amati (2007:503-553). Un análisis de los best sellers de historia argentina –entre los que se encuentran los de Jorge Lanata, director del Diario Crítica- fue realizado por Semán, Leywoy y Merenson (2007:299-348).

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