Años ocultos. Cuidados del rostro maduro. ego rostro maduro

ego | rostro maduro Cuidados del rostro maduro Años ocultos Si bien no existen fórmulas que impidan el envejecimiento de la piel, es posible retr

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Cuidados del rostro maduro

Años ocultos Si bien no existen fórmulas que impidan el envejecimiento de la piel, es posible retrasar ese proceso con cuidados básicos tempranos. Hoy, además, existen productos y procedimientos –bajo indicación y atención del especialista– que pueden mejorar la apariencia facial / Lena Jahn Santorufo | fotografía Rafael Borrachero

La diferencia entre un envejecimiento prematuro y otro tardío está inscrita en el código

genético particular. Sus características únicas determinan la velocidad de ese proceso y la aparición de los signos que harán visible el deterioro de la piel. Las llamadas “causas intrínsecas”, asociadas al componente hereditario y racial son, entonces, inevitables. Así, una piel seca tenderá a arrugarse más rápido que una piel grasa o con tendencia al acné. Por su parte, factores ambientales como el sol, la humedad y la contaminación, junto a agravantes como el estrés, harán lo suyo para contribuir con el daño. En consecuencia, llevar un estilo de vida saludable puede ser un escudo protector: optar por una dieta balanceada, hacer ejercicios y no fumar es un esquema básico funcional para evitar el envejecimiento temprano.

Lectura de la piel Saber interpretar el rostro es clave para su cuidado: humedad y elasticidad son las principales propiedades cutáneas que se pierden con el paso de los años. Jaime Piquero-Casals, dermatólogo de la Clínica Leopoldo Aguerrevere, afirma que si bien los signos de deterioro no se hacen evidentes a edades predeterminadas ni de manera invariable, en la mayoría de las mujeres suelen presentar un orden de aparición. Las primeras señales de envejecimiento de la piel son la apertura de los poros y la aparición

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de arrugas finas –las llamadas líneas de expresión– en la frente, el entrecejo y alrededor de ojos y labios. Otro signo evidente es la alteración del pigmento, que se hace notoria cuando la piel del cutis se torna opaca y amarillenta, indica el dermatólogo. También están asociadas al envejecimiento la aparición de manchas denominadas léntigos (similares a las pecas) y la presencia de queratosis seborreica (lesiones verrucosas). El deterioro se encuentra en una fase avanzada cuando la tonicidad del rostro disminuye y se aprecia cierta flacidez, producto de la caída de los paquetes adiposos en la zona de las mejillas: los surcos nasogenianos (arrugas que van de las alas de la nariz a la comisura de los labios) se hacen más pronunciados y los párpados se recrecen levemente. “La cara adquiere una forma más cuadrada y menos oval. Esto, visualmente, es lo que quizás envejece más”, advierte Piquero-Casals. Además, hay un momento clave en el proceso de envejecimiento marcado por el descenso de los estrógenos (hormonas sexuales femeninas) que ocurre al llegar la menopausia (cese de la menstruación), pues la piel desmejora su capacidad para producir sebo y se vuelve reseca. Al mismo tiempo, disminuye la cantidad y la calidad del colágeno (proteína responsable de la tonicidad y elasticidad cutánea): esto deriva en una piel flácida que se arruga más fácilmente.

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modelo marcela girón (AGENCIA niñitos) / MAQUILLAJE JESúS CEDEño

Los signos de deterioro de la piel no se hacen evidentes a edades predeterminadas ni de manera invariable

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Efectos vitamínicos La vitamina A en cápsulas no es recomendada por sus efectos secundarios. En algunos casos, los especialistas prefieren sustituirla por la vitamina E con selenio y betacarotenos combinados con antioxidantes naturales, como los isoflavones (compuestos derivados de la soya semejantes al estrógeno humano). En cuanto a la vitamina C, Piquero-Casals señala que “la tópica, en cremas que la contengan, tiene mejor efecto antiedad que administrada vía oral”.

1. Rutina preventiva “Antes se decía que las mujeres debían comenzar a cuidarse el cutis a los 30 años. Hoy sabemos que es demasiado tarde”. La afirmación pertenece a Omaira Milella, dermatólogo de la Policlínica Santiago de León, quien sostiene que los cuidados básicos del rostro deben empezar a los 20 años, e incluso antes si existe historia de acné. La rutina diaria necesaria para conservar la salud del rostro y prolongar su apariencia fresca exige tres pasos, siempre en atención al tipo de piel. Esta fórmula, de acuerdo con la especialista, representa el 90% de los cuidados primordiales a seguir: 1. Limpiar. Una piel sensible o muy seca debe limpiarse con sustitutos del jabón, mientras que una piel normal ha de preferir los jabones neutros. En cambio, si es grasa y con tendencia

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2. al acné, el especialista recomendará jabones de acción bacteriostática. 2. Hidratar. La hidratación, igualmente, depende del tipo de piel. Sin embargo, Milella destaca que incluso el cutis más oleoso requiere humectación. 3. Proteger. La protección solar completa la rutina diaria y es el paso determinante en la prevención del envejecimiento precoz del rostro. “En la ciudad somos alcanzados por la radiación ultravioleta tipo A, que atraviesa incluso vidrios y ventanas. Sin darnos cuenta sufrimos exposición solar cotidiana y eso daña la piel: la mancha, la engrosa y la arruga”, detalla Milella. La dermatólogo recomienda usar en la ciudad un factor de protección solar 30, independientemente de la aplicación de productos cosméticos que incluyan bloqueador en su composición.

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Para restar años Aparentar menos años de los que se tienen es uno de los principales objetivos estéticos –si no el principal– de las mujeres. En dermatología han sido formulados componentes capaces de atenuar los signos de envejecimiento cutáneo y mejorar notablemente la apariencia del rostro. Fórmulas reparadoras. La oferta mundial de productos para el rejuvenecimiento facial es amplia. Sin embargo, Milella afirma que los únicos avalados por la medicina son los ácidos retinoicos derivados de la vitamina A, presentes

en fármacos –tópicos y orales– de uso dermatológico. Estos ácidos, desarrollados inicialmente para el tratamiento del acné, ejercen una acción reparadora sobre los poros dilatados, las manchas y las arrugas finas. La especialista advierte que su administración debe hacerse siempre bajo estricta prescripción médica. Productos antioxidantes. Las llamadas “opciones antiage” son cada vez más utilizadas en la dermocosmética. Estos productos antioxidantes no tienen el alcance reparador de los elaborados con ácidos retinoicos, pero pueden

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Por décadas A los 40. A partir de esta edad comienza la disminución del colágeno en cantidad y calidad y aparecen las primeras manchas o pecas, acompañadas de cambios en la tonalidad de la piel, irregularidades y poros abiertos. A los 50. Período en el que se produce la menopausia en la mujer y el descenso de estrógenos propicia resequedad cutánea. A los 60. Disminuyen las defensas contra el medio ambiente y la piel del cutis se torna delgada, frágil y proclive a deshidratarse. Además, pierde melanina (pigmento que determina su color), con lo cual se aclara y vuelve opaca.

contribuir con el proceso de rejuvenecimiento facial: los formulados a base de ácido glicólico y ácido salicílico –con acción exfoliante– tienen un efecto comprobado en la mejora de la textura de la piel.

En el consultorio Si bien los productos en cremas y cápsulas antiedad son de aplicación y administración en el hogar, Piquero-Casals sugiere combinar esos tratamientos en casa con terapias en consultorio. Estos procedimientos –cuyos resultados no son inmediatos ni eternos–, no pueden revertir definitivamente los signos de envejecimiento. Sin embargo, constituyen herramientas que, bajo estricta vigilancia médica, proveen al rostro maduro de una apariencia lozana. Peeling químico. Este procedimiento, también conocido como quimioexfoliación, regenera el tejido cutáneo y se recomienda para contrarrestar la opacidad que ocasionan las células muertas que reposan sobre la capa más externa de la piel. Su intensidad abrasiva, determinada por el químico a utilizar, varía en atención al deterioro que presente la piel, generalmente asociado a la edad. Es uno de los procedimientos más demandados, combinado con hidrataciones y máscaras nutritivas. Microdermoabrasión. Se trata de una técnica no invasiva de exfoliación que uniformiza la textura y apariencia de la piel, pues contribuye a cerrar los poros abiertos. Sustancias de relleno. Para aligerar los surcos nasogenianos se utilizan sustancias como el ácido hialurónico; mientras que en las arrugas

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profundas de la frente, el entrecejo y alrededor de los ojos la opción más frecuente es la aplicación de la toxina botulínica tipo A, la cual actúa sobre la contracción de los músculos miméticos que dan expresión a la cara. Milella subraya que el procedimiento, “en manos de especialistas, con las dosis indicadas y en el músculo correcto, no representa problema”. Aclara, sin embargo, que su efectividad está condicionada por la firmeza del área a tratar: funciona sólo si no hay flacidez asociada. La especialista advierte que no cualquier mujer es candidata para la aplicación de la toxina botulínica. Durante el embarazo, con enfermedades infecciosas y frente a ciertas patologías neurológicas está contraindicada. Tratamientos láser. Para contrarrestar la flacidez de la cara y el cuello, los dermatólogos aplican procedimientos láser que –a través del calor– producen un reagrupamiento de las fibras colágenas desordenadas por el envejecimiento y logran un efecto tensor en la piel. La “radiofrecuencia tripolar” y el “rejuvenecimiento con luz intensa pulsada” son algunas de estas técnicas, utilizadas a partir de los 45 años. Lifting. Cuando el deterioro se manifiesta por el exceso de piel, la opción es el lifting (levantamiento) quirúrgico, uno de los procedimientos más extremos mediante el cual la piel es estirada y los segmentos sobrantes son retirados. Suele indicarse a mujeres mayores de 60 años.



F u e n t e s c o n s u lta d a s º Jaime Piquero-Casals, dermatólogo. Clínica Leopoldo Aguerrevere. º Omaira Milella, dermatóloga. Policlínica Santiago de León. º Simple Skin Beauty. Ellen Marmur y Gina Way. Editorial Atria Books, 2009.

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