AXIS MUNDI PUBLICACIÓN PARA MIEMBROS DEL PROGRAMA DE ESTUDIOS OPI Nº 1 - FEBRERO 2013
El candil lejano La conquista de Hastinapura ¿Qué es el probacionismo?
AXIS MUNDI AÑO 1 - Nº 1 - FEBRERO 2013
Opus Philosophicae Initiationis
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Editorial Objetivos y propósito de esta nueva publicación.
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La conquista de Hastinapura (I)
Iniciamos en esta edición nuestro curso de introducción al estudio del “Bhagavad Gita”.
El candil lejano
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La luz del Maestro ermitaño guiando a los discípulos.
¿Qué es el probacionismo?
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Origen de la palabra “probación” en las escuelas iniciáticas y en la corriente teosófica en particular.
La acción liberadora
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Funcionamiento del Karma en relación con el Dharma.
Publicación oficial de la Coordinación Internacional de la Asociación Internacional de Filosofía Iniciática Página web: www.initiationis.org Correo electrónico:
[email protected] Redactor responsable: Phileas del Montesexto
Editorial Esta publicación pretende ser un canal de comunicación eficaz del Coordinador Internacional del Programa OPI con los estudiantes, para que éstos puedan realizar cualquier tipo de preguntas relacionadas con las monografías o manifestar sus inquietudes sobre el rumbo de nuestra Asociación. “Axis Mundi” también se publica para introducir nuevos temas y cursos que complementen los estudios que se vienen impartiendo regularmente, ya que algunos tópicos de capital importancia (Arte, Política, Ciencia, Simbolismo, etc.) no serán abordados en profundidad hasta más adelante, por lo cual esta revista irá introduciendo esos elementos para que el miembro conozca de primera mano nuestra visión integral de la Sabiduría Antigua. Esta publicación es vuestra, por lo cual esperamos la participación de todos a través de preguntas y comentarios que puedan ser de utilidad para todos los estudiantes del Programa. Phileas del Montesexto
La conquista de Hastinapura (I) Curso introductorio al Bhagavad Gita Phileas del Montesexto El ser humano puede entrar en contacto con la Divinidad de múltiples formas, siendo las más conocidas la meditación y la oración. Sin embargo, no deberíamos olvidar otra forma muy válida de entablar contacto con nuestra esencia espiritual: la lectura de textos sagrados. Ciertamente, mediante el estudio reflexivo y la lectura concentrada de la literatura inspirada de todas las religiones es posible trascender la letra muerta y entrar en comunión con Dios. Todos los libros sagrados (El Corán, La Biblia, el Bhagavad Gita, el Dhammapada, etc.) son comunicaciones divinas que solamente pueden ser comprendidas en su realidad última con la ayuda de nuestros vehículos superiores: Manas (Mente) y Buddhi (Intuición). Dicho de otra forma, leyendo y releyendo estos textos en un estado de plena concentración, podremos descubrir su significado íntimo, sin el parloteo incesante de la mente de deseos (kama-manas) para que “recordemos” nuestra identidad divina y logremos caminar hacia la reintegración con la Unidad. Desde una óptica espiritual, la importancia de la lectura sagrada radica en que ésta actúa por IMPREGNACIÓN, es decir que el contacto con ella puede ser altamente beneficioso, pues actúa como un puente que nos comunica con arquetipos divinos, pesonajes heroicos, modelos a seguir e ideas trascendentales aplicables al “aquí y ahora”. La lectura de obras sagradas puede realizarse en forma individual o comunitaria, pero siempre es mejor realizarla en voz alta para ayudanos en la concentración y para sentir que Dios habla a través de nosotros. En las prácticas grupales, se puede utilizar música relajante o étnica que nos remita a la cultura de la cual procede el libro, aunque la misma debe ser un acompañamiento de fondo y no una distracción.
Claves de interpretación Para entrar en comunión e interpretar adecuadamente la intención de los escritores ancestrales de estas obras preciosas y descubrir la maravillosa sabiduría contenida en sus páginas es necesario ser conscientes de que las mismas contienen diferentes claves de interpretación, desde una literal a una metafísica, pasando por otras que se focalizan en los aspectos éticos y psicológicos de los textos. La comprensión de las diferentes claves dependerá en gran medida de nuestro nivel de conciencia, pero en todos los casos el esfuerzo no caerá en saco roto y entenderemos lo que necesitemos entender. En el marco de la tradición cristiana, Orígenes –uno de los Padres de la Iglesia– concibió tres posibles significados para la interpretación bíblica de acuerdo a una visión tricotomita: uno literal o evidente (vinculado al cuerpo o “soma”), otro moral o ético (relacionado al alma ani-
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mal o “psiqué”, cómo debemos actuar) y un tercero alegórico (supeditado al Alma espiritual o “pneuma”, cómo seguir el camino crístico hacia la reintegración). Al referirse a las escrituras, Orígenes las comparaba con las nueces, diciendo que “amarga es la letra, que es como la corteza; en segundo lugar atraviesas la cáscara, que es la doctrina moral; en tercer lugar hallarás el sentido de los misterios, del que se nutren las almas de los santos en la vida presente y en la futura”. (1) Para comprender esta idea en relación a la constitución septenaria adjuntamos el siguiente gráfico: Interpretación Literal o evidente Ético-moral Alegórico-espiritual
Visión tricotomita Cuerpo (Soma)
Visión septenaria Cuerpo físico Cuerpo vital Alma animal (Psique) Cuerpo emocional Mente de deseos Alma espiritual (Pneuma) Mente superior Cuerpo intuicional Yo espiritual (Atma)
En el siglo XIX, la teósofa rusa Helena Petrovna Blavastky declaró en sus obras que existen siete claves de interpretación para todo símbolo o escritura alegórica, las cuales fueron descritas por Jacob Bonggren (2) con sus respectivas sub-claves: Claves mayores 1. Espiritual 2. Astrológica 3. Metafísica 4. Antropológica 5. Geométrica 6. Psíquica 7. Fisiológica
Claves menores 1. Astronómica 2. Geométrica 3. Numérica 4. Real-mística 5. Alegórica 6. Moral 7. Literal
Sin haber sido explícita en el uso de estas claves y sin otros testimonios que respalden sus afirmaciones (aún en ámbitos iniciáticos), es prácticamente imposible utilizar con éxito las siete claves de Blavatsky, por lo cual es mejor que el estudiante comience el estudio sagrado desde una perspectiva trinitaria, como sugería Orígenes, en tres sentidos: literal, ético y espiritual (metafísico), sin perder de vista los símbolos y alegorías que se presentan en las diferentes obras. Teniendo en cuenta esto, en esta serie de artículos intentaremos analizar de modo general y a vuelo de pájaro el maravilloso texto indo del Bhagavad Gita, repasando estancia por estancia, para que el lector se familiarice de manera clara y sencilla con sus personajes y su contenido, aprovechando de mejor manera la lectura de esta obra inmortal.
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En el Gita cada una de las palabras tiene un significado trascendente, por lo cual es necesario que el estudiante que pretenda desentrañar sus misterios lea detenidamente cada verso, lentamente, para poder extraer su néctar y comulgar más allá del tiempo y del espacio con el santo escriba Vyasa.
El país de los enamorados de Dios En occidente reconocemos a los hindúes como un pueblo profundamente espiritual, ligado a una tradición antiquísima que ellos mismos denominan “Sanatana Dharma” (“la Religión eterna”) y a una nación antigua, situada en el corazón de Asia y conocida originalmente como “Bharat” (“el país de los enamorados de Dios”). Incluso en su actual forma geográfica como “Bhārat Gaarājya” o “República de la India”, los antiguos símbolos subsisten en su bandera tricolor, con el chakra ashoka colocado como punto central. Fieles a su tradición milenaria, los indios incorporaron en su bandera altos significados metafísicos que fueron descritos con precisión por Sarvepalli Radhakrishnan, filósofo y segundo presidente de la India:
“Bhagwa o el color azafrán denota renuncia. Nuestros líderes tienen que ser indiferentes a las ganancias materiales y dedicarse sólo a su trabajo. El blanco en el centro marca el camino de la verdad para guiar nuestra conducta. El verde muestra nuestra relación con el sol, nuestra relación con la vida vegetal. El chakra ashoka en el centro del blanco es la rueda de la justicia de dharma. India no debería resistir más el cambio, debe moverse e ir hacia delante. La rueda representa el dinamismo de un cambio pacífico”. (3) El Chakra Ashoka es una representación clásica de la Rueda del Dharma con 24 radios, utilizada en la antigüedad por el emperador Asoka (304-232 a. C.)
Bandera de la actual India, con el chakra Ashoka en su punto central
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La literatura sagrada india está compuesta de textos que se consideran “revelados” (shruti) y otros “tradicionales” (smriti), a saber: Shruti (“lo que se oye”) a) Los Vedas (“conjunto de conocimientos”), una compilación de diversos textos transmitidos oralmente en un inicio. b) Los Upanishads (“sentarse con reverencia para escuchar las enseñanzas”), textos de naturaleza esotérica donde se describe la naturaleza del Brahman (el Absoluto o Macrocosmos) y su relación con atma (la chispa divina presente en nosotros o microcosmos). (4) Smriti (“memoria”) a) Las epopeyas: el Ramayana y el Mahabharata. b) Los Puranas, notable recopilación de información sobre las costumbres y tradiciones de la India. c) Los textos de Ayurveda o medicina india basada en los cinco elementos: bhumi (tierra), yala (agua), agni (fuego), vayu (aire) y akasha (éter). La epopeya del Mahabharata habría sido compuesta entre los siglos VII y VI a.C. y contiene unos 90.000 versos, lo cual la convierte en la epopeya más extensa de todas las conocidas. En el medio de esta obra (y actuando como el “nudo” de ella) se encuentra el texto espiritual más famoso de toda la tradición oriental: el Bhagavad Gita. Su nombre significa “Canto del Señor” o “Canto del Espíritu”, ya que comúnmente no se lee sino que se canta, aunque en occidente –al menos los que desconocemos la lengua sánscrita– tengamos que conformarnos con su lectura. Que el Gita sea una canción deja en evidencia que no está dirigido a la mente racional sino a nuestro Yo más alto. Los Maestros aseguran que el Bhagavad Gita es la esencia de los Upanishads y en ocasiones recibe el nombre de Gita-upanishad o Yoga-upanishad, dando a entender que posee la misma jerarquía que los otros Upanishads. Dado su valor sintético y trascendente, también es conocido como “el Upanishad de los Upanishads” y se le considera la “quintaesencia de los Vedas”. Considerado desde la interpretación más elevada, el Bhagavad Gita recibe el nombre de “AtmaGita” (“el Canto del Ser” o la canción de nuestra naturaleza divina). La primera palabra que aparece en el texto del Bhagavad Gita es “Dharma” (Ley, Orden, Propósito trascendente) y la última es “Mama”, que significa “mi”, por lo cual –si atendemos a la costumbre literaria inda que establece que el primer y el último vocablo de una obra sintetizan el significado último de la misma– podemos concluir que el tema fundamental del Bhagavad Gita es “mi Dharma” o “mi propósito trascendente”. Dado que el escenario donde se desarrolla esta historia sagrada es un campo de batalla –como lo veremos más adelante– la obra invita a que el propio lector se convierta en guerrero a fin de cumplir su Dharma y salir victorioso del campo de “Dharmakshetra” (“Kurukshetra”). La palabra “Dharma” es intraducible en nuestro idioma pero puede ser entendida como “orden”, “ley”, “propósito” o “deber”, y es uno de los conceptos capitales del hinduismo. El “svadharma” o sea el “dharma personal” es nuestro deber, nuestro propósito vital. Toda desviación de este deber provoca karma y nos mantiene aferrados a la rueda de los nacimientos y muertes.
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Por eso la comprensión del sendero iniciático pasa por entender también el significado último del “dharma”. En este sentido, podemos concluir que el hinduismo no es simplemente una religión sino que su nombre “sanatana dharma” (“la ley eterna”) nos indica que es una Tradición que se remonta a tiempos pretéritos donde se busca hacer ritualmente lo que debe hacerse para restablecer el orden en el cosmos, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. En los Upanishads se habla de dos tipos de Dharma: el individual, que lleva a la liberación (Moksadharma, Moksa=Liberación y Dharma=Propósito, Deber) y el colectivo o de la “polis” (Rajadharma, Raja=Rey y Dharma=Propósito, Deber). La senda del Moksadharma es personal e implica la adopción de una serie de normas éticas para la emancipación, mientras que el Rajadharma está ligado a la política, concebida como la “ética de la polis”. Una sociedad consagrada posee una forma de gobierno perfecta supeditada a la Ley más elevada. Esto significa dos cosas fundamentales y paralelas: la reintegración del individuo hollando el sendero de regreso al Uno y la restauración de la sociedad primigenia, restableciendo el orden social. Mircea Eliade asegura que “el esfuerzo consciente del sacrificante para restablecer la unidad primordial, es decir, reconstituir el Todo que precedió a la creación, es una característica muy importante del espíritu hindu, sediento de esa Unidad primordial”. (5) Recordemos que la sociedad primordial de la que hemos hablado en varias ocasiones estaba regida por principios espirituales suprahumanos y comunitarios, de acuerdo a modelos trascendentes, donde el hombre, la naturaleza y la Divinidad vivían en comunión. René Guénon, en referencia al carácter ritual, dice que “en una civilización integralmente tradicional, y con mayor razón en su mismo origen, todo tiene un carácter propiamente ritual. El rito no adquiere una acepción más restringida sino por la degeneración que da nacimiento a una actividad “profana”, sea en el dominio que sea; toda distinción entre “sagrado” y “profano” supone, en efecto, que ciertas cosas son entonces consideradas fuera del punto de vista tradicional, en lugar de aplicar éste igualmente a todas; y estas cosas, por lo mismo que han sido consideradas como “profanas”, se han convertido verdaderamente en adharma”. (6) Restaurar la sociedad primordial significa establecer una “Comunidad” (común unidad, communitas) con un rumbo claro y con-sagrar (“convertir en sagradas”) todas las actividades humanas hasta que éstas se conviertan en un sacro-oficio.
Sobre el número 9, los ciclos y el círculo Antes de pasar a una acotación numérica con respecto al Bhagavad Gita, recordemos una operación matemática básica asociada al simbolismo: la reducción teosófica. Mediante esta operación sencilla es posible reducir un número de varias cifras a una sola para extraer su “esencia”. Por ejemplo el número 218 se reduce así: 2 + 1 + 8 = 11, y se vuelve a reducir 1 + 1 = 2.
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Teniendo en cuenta esta idea usada por los simbolistas, místicos y escritores de Oriente y Occidente, pasemos a observar algunos números relacionados al Gita. Sabemos que son 18 los capítulos que componen la totalidad del Bhagavad Gita y que la batalla entre Kurúes y Pandavas relatada en la obra duró 18 días. Dentro de la tradición inda se habla de la existencia de 108 Gitas o cantos recitados por 108 diferentes Personalidades Divinas (Shiva Gita, Rama Gita, Devi Gita, Ganesha Gita, etc.), de 18 Mahapuranas y 18 Upapuranas y 108 Upanishads. ¿Qué número se esconde detrás del número 18 (1+8) y del 108 (1+0+8)? El nueve, claro está. Y si prestamos atención al mala o rosario hindú, usado para las oraciones devocionales, comprobaremos que éste tiene 108 cuentas, existiendo también malas de muñeca de 27 cuentas. Otra vez el nueve. El nueve es un número que hace referencia a un FIN DE CICLO. Chevalier indica que “por ser el nueve el último de la serie de las cifras, anuncia a la vez un fin y un nuevo comienzo, es decir, una transposición a un nuevo plano. Se encontraría aquí la idea de nuevo nacimiento y germinación, al mismo tiempo que la de la muerte. (…) Expresa el fin de un ciclo, el término de una carrera, el cierre del anillo”. (7) Pitágoras (que estuvo en la India) estableció una relación entre la circunferencia (de 360º, es decir 3+6+0=9) y el número nueve. El nueve no solamente remite a los ciclos sino también al ser humano, ya que éste es considerado en fuentes indas como una “ciudad de nueve puertas” (dos ojos, dos narinas, dos oídos, una boca, un ano y una vagina o pene), un emplazamiento sagrado donde mora la divinidad. En el propio Bhagavad Gita leemos: “El Soberano morador del cuerpo descansa tranquilo en la ciudad de las nueve puertas sin actuar ni ser causa de acción”. (Gita 5:13) Pero, ¿qué significa para nosotros el número nueve y por qué se recalca tanto en las escrituras de la India? Como dijimos, el número nueve significa la conclusión de un ciclo, es decir el final de una etapa (que nos coloca en el centro del campo de batalla, como Arjuna) y el comienzo de otra (después de la batalla). En su número consecutivo, el diez (1+0=1) se puede encontrar el regreso a la Unidad, la vuelta a casa, la reintegración, la conquista de Hastinapura que también puede observarse en el tradicional juego de la oca, donde las 63 (6+3) casillas nos llevan a la casilla 64 (6+4, es decir 10, 1+0) donde está el jardín de las ocas, el regreso a casa. Sin embargo, para conquistar la ciudad de Hastinapura (como veremos en nuestro próximo artículo) es necesario convertirse en guerrero y pelear. Así puede ser entendida la frase: “Si quieres la paz (interna) prepárate para la guerra (interna)”. En este ámbito la destrucción y la muerte significan “dominio” sobre fuerzas hostiles que están en nuestro interior y que se oponen a que recuperemos lo que nos corresponde: la ciudad sagrada. Los profanos no pueden ser guerreros espirituales porque ni siquiera pueden entender que
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Dibujo de César Fernández especialmente realizado para “Axis Mundi”
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exista una guerra de naturaleza espiritual (¡la auténtica Jihad!) pero los probacionistas y los discípulos pueden imaginarse a sí mismos en el medio del campo de Kurukshetra, compartiendo el carro de combate con Krishna y dispuestos al temible ejército kurú. Así como la primera y la última palabra del Gita nos hacen saber que la obra trata sobre “mi Dharma”, la insistencia en el número 9 indica que ésta es una guerra que completa un largo ciclo y si logramos vencer en ella alcanzaremos una recompensa: la Iniciación.
Ganesha y Vyasa ¿Quién escribió el Mahabharata? Tradicionalmente se atribuye la recopilación de los versos de esta obra a Vyasa, un mítico escritor indio que en un recóndito paraje de los Himalayas habría compuesto toda la epopeya del Mahabharata. Según relatan los hindúes, Vyasa también sería el responsable de transcribir toda la literatura que antiguamente se repetía oralmente, de boca a oído, a saber: los Vedas, los Upanishads y los Puranas, como una previsión ante la llegada de la edad oscura o Kali-yuga, que habría comenzado –según la cronología hindú– en el 3102 a.C., dado que en esta época tenebrosa el interés de los seres humanos no estaría centrado en asuntos sagrados sino mundanos y su memoria no podría retener tanta información. Las páginas del Mahabharata nos cuentan que Vyasa, debido a la velocidad y fluidez de sus pensamientos, necesitaba un escriba que lo ayudara a transcribir la extensa historia. Y lo encontró en Ganesha, el dios de la sabiduría e hijo de Shiva, que aceptó escribir la epopeya pero con una sola condición: que si el poeta detenía el recitado, él dejaría de escribir y abandonaría la composición. Vyasa aceptó la propuesta, pero señaló a Ganesha que antes de transcribir un verso debía comprenderlo plenamente. Al comenzar el trabajo en conjunto, Vyasa se percató que el dios con cabeza de elefante podría escribir a la misma velocidad de su pensamiento y temiendo que la escritura fuera detenida, se las ingenió para redactar a Ganesha versos con 108 significados, para poder componer otros versos mientras el dios se detenía a desentrañar los misterios de los versos anteriores. Ganesha posee un rico simbolismo relacionado con la figura del elefante, a saber: a) Grandes orejas: Escucha mejor a sus devotos, aquellos que claman por sabiduría. b) Pequeña boca: Para hablar poco. c) Pequeños ojos: Concentración. (Visión hacia adentro y no hacia lo fenoménico) d) Gran cabeza: Grandes pensamientos e) Trompa larga: El elefante utiliza su trompa para realizar tanto tareas delicadas como brutales, usando su discernimiento. Como guardián del sendero iniciático, ayuda a los devotos para eliminar los obstáculos, aplastando con su trompa cualquier dificultad. f) Barriga: El sabio procesa sin problemas lo bueno y lo malo de la vida. g) Cuatro manos: en ellas sostiene una flor de loto, una ofrenda (generalmente dulces), una cuerda para conducir a sus devotos hacia el sendero (también vinculada con la energía kundalini) y un hacha para cortar las ataduras terrenales. A veces estos objetos pueden cambiar
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y aparecen en su lugar una maza de oro, una caracola y el colmillo arrancado utilizado como pluma. En muchas escenas aparece también ejecutando un mudra con el símbolo del “om” inscrito en la palma. h) Un solo colmillo, ya que el otro lo rompió el propio Ganesha al enfrentarse al demonio Kaiamuhan, quien al ser derrotado se convirtió en rata (el otro colmillo lo usa como pluma para escribir las obras sagradas). El marfil convertido en llave es usado tradicionalmente para abrir la puerta del templo que lleva a la Iniciación. i) Rata: Entre las piernas de Ganesha aparece una rata que es el demonio Kaiamuhan derrotado y que simboliza el deseo sin control que causa estragos (aparece comiendo las ofrendas). En ocasiones Ganesha aparece montado en la rata para simbolizar que la Sabiduría Divina siempre está por encima del deseo. j) Doble condición de elefante y humano: Representa la unión del ser pequeño o microcosmos (el hombre) ligado a un ser enorme o Macrocosmos (el elefante).
Ganesha: el dios con cabeza de elefante
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El origen de la curiosa cabeza elefantina es esta: Parvati (Shakti) y Shiva no tenían hijos, así que la diosa decidió generar por sí misma a un hijo a partir de la suciedad de su cuerpo. Le llamó Ganesha, y éste le servía como guardián para proteger su intimidad mientras se bañaba. En una ocasión Shiva intentó llegar hasta Parvati mientras ésta se daba un baño, pero Ganesha se lo impidió y el poderoso dios, irritado, le cercenó la cabeza. Al no poseer una condición divina (era hijo solamente de Parvati), Ganesha no era inmortal y murió inmediatamente. Al regresar de su baño y contemplar la sangrienta escena, Parvati lloró desconsoladamente e intimó a Shiva a que devolviera inmediatamente la vida al niño, tras lo cual el dios le puso la primera cabeza de un ser vivo que encontró: la de un elefante. Tras ser colocada la cabeza en el cuerpo inerte del pequeño, Shiva y Parvati le insuflaron vida al mismo tiempo, convirtiéndolo en dios, tras lo cual la diosa dispuso que –de ahí en adelante– Ganesha fuera la primera divinidad reverenciada en los rituales.
Ganesha como el guardián del Sendero Iniciático
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Alain Daniélou señala que “Ganesha es denominado Vigneshvara, el dueño de los obstáculos. Él crea dificultades en todas las realizaciones humanas o espirituales. Sólo su benevolencia permite superarlos. Es, pues, el SEÑOR DE LA INICIACIÓN, de los misterios, de los ritos por los que los obstáculos pueden ser rodeados o evitados”. (8) Como guardián de Shakti (Parvati) es también el protector del poder serpentino de Kundalinishakti, y se lo sitúa simbólicamente custodiando el chakra muladhara, donde reside la energía serpentina. Recordemos al ser humano como la “ciudad de las nueve puertas” y como tal, tiene un “Sancta Sanctorum” que está en la cima de la cabeza (9), en el chakra sahasrara, donde los opuestos son armonizados en la “coincidentia oppositorum”, la unión mística de Shiva y Shakti. Al instalarse en la base de la columna vertebral, que actúa como “axis mundi” (10) y que los hindúes relacionan con el Monte Meru (denominándola Merudanda), Ganesha puede ser considerado el vigilante de la montaña que lleva a la reintegración.
“¡Viva el Señor de las Promesas! ¡Viva Ganapati! ¡Viva el Primer Señor! A ti te saludo, al barrigón, al destructor de los obstáculos, con un solo colmillo, el Hijo de Shiva, al otorgador de dádivas- ¡Viva, viva!” (Ganesha Upanishad)
Notas bibliográficas (1) Orígenes: Homilías, 9,7. (2) Bonggren, Jacob: Las siete claves. Artículo publicado en la revista española “Sophia”, MayoJulio 1924. (3) Página web del gobierno de la India: http://www.mha.gov.in/pdfs/flagcodeofindia.pdf (4) De acuerdo a René Guénon: “Puede decirse (...) que la distinción entre Shruti y Smriti equivale, en el fondo, a la de la intuición intelectual inmediata y la conciencia reflexiva. Si la primera es designada por una palabra cuyo sentido primitivo es “audición”, esto es precisamente para marcar su carácter intuitivo puesto que el sonido, según la doctrina cosmológica hindú, posee un rango primordial entre las cualidades sensibles. En cuanto a la Smriti, el sentido primitivo de su nombre es “memoria”. Algunas interpretaciones colocan a los Upanishads entre los textos de la tradición o “smriti”, pero la mayoría de especialistas señalan que “los Upanishads, como todos los otros textos védicos, forman parte de la Shruti”. (Guénon, René: “El hombre y su devenir según el Vedanta”) (5) Eliade, Mircea: “El mito del eterno retorno” (6) Guénon, René: “Estudios sobre hinduismo” (7) Chevalier, Jean: “Diccionario de los símbolos” (8) Danielou, Alain: “Shiva y Dionisos: La religión de la naturaleza y del Eros” (9) En algunas tradiciones el “sancta sanctorum” se sitúa en el corazón. (10) Eliade dice en “La prueba del laberinto”: “El simbolismo del axis mundi es complejo: el eje sostiene el cielo y a la vez asegura la comunicación entre el cielo y la tierra. Cuando el hombre se aproxima a un axis mundi, que se supone situado en el centro del mundo, puede establecer comunicación con las potencias celestes”.
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El candil lejano Phileas del Montesexto En un paraje remoto, más allá del horizonte y de todo lo conocido, en la cima de una enorme montaña, vive un anciano sabio. Desde su encumbrada posición, este viejito ermitaño dirige su mirada fatigada y llena de amor hacia el valle distante, sosteniendo pacientemente sobre su cabeza una lámpara encendida para que ésta sirva de referencia a los nobles viajeros que día a día se abren paso hacia la cúspide. ¡La hora está llegando! El viejo Maestro ya puede divisar, trepando por las paredes escarpadas, a los primeros peregrinos que se enfrentan heroicamente a los obstáculos pétreos de la montaña a fin de alcanzar su objetivo más preciado. Desde su sitial en las alturas, el ermitaño no puede evitar esbozar una amplia sonrisa de satisfacción pues sabe con claridad que muy pronto se encontrará rodeado de centenares de Hermanos y Hermanas que al unísono elevarán sus candiles y convertirán la cumbre en un poderoso faro, un vértice luminoso que podrá ser visto por los buscadores desde los sitios más recónditos. Las tinieblas serán disipadas y el fuego de miles de candiles encendidos será el preludio de un nuevo amanecer. ************************* El noveno arcano del Tarot (el ermitaño) nos muestra la imagen de un Adepto boddhisátvico, que sirve de inspiración y guía para todos los discípulos que esforzadamente ponen a diario todas sus energías para abrirse paso hacia la victoria suprema, en la cima de la montaña. La barba blanca del viejo Maestro y su postura erguida en lo más alto, evidencian que ha superado con éxito los múltiples escollos del camino hasta alcanzar la meta suprema y que ha decidido volcar toda su experiencia para iluminar a los senderistas. El camino es largo y tiene varias etapas que hemos estudiado en las monografías
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de OPI. Inicia en el llano con el movimiento torpe y distraído del vulgo profano que recorre el sendero a ciegas, sin saber hacia dónde dirige sus pasos, caminando en círculos, tropezando una y otra vez con las mismas piedras. No obstante, ese hombre profano –ciego e ignorante– en algún momento de su vida levantará su vista hacia el horizonte y distinguirá a lo lejos una débil lucecita. Y tal vez las ansias de volver a ver esa pálida y misteriosa lucecita lo lleven a buscar “algo” que brinde sentido a su existencia. Y aunque no sepa exactamente lo que está buscando, la esperanza de contemplar nuevamente ese resplandor lejano lo impulsará a recorrer diferentes sendas, viviendo diversas experiencias, algunas placenteras y otras dolorosas. Finalmente, ese buscador encontrará un Ideal, una causa digna por la que luchar, una nueva manera de interpretar su existencia, un rumbo claro, una esperanza cierta de alcanzar la luz. Ese Ideal elevado le brindará las herramientas necesarias para comprender la magnitud de la senda a recorrer y lo entrenará con inteligencia para que –tarde o temprano– el idealista tome la decisión de convertirse en un peregrino. Y de este modo, calzándose las botas para hollar las escarpadas sendas que llevan a lo alto, se transformará en un aspirante, un novato entusiasta con la mirada puesta en el horizonte. Pero avanzar por el sendero no es fácil y las pruebas no tardarán en llegar, brindando experiencia al caminante y convirtiéndolo en un probacionista, anheloso por llegar a la meta. El ajuste de su vida a principios espirituales, convertirán al noble caminante en una persona constante y disciplinada, es decir, en un DISCÍPULO, preparado en cuerpo y Espíritu para trepar los paredones de piedra que lo separan de la cima. Y en este peligroso recorrido final, podrá divisar –ya cercano– el candil encendido, que lo motivará a redoblar sus esfuerzos hasta llegar a la ansiada cúspide, ante los pies del anciano Maestro que vive solitario entre las nubes.
Las etapas del sendero Iniciático hacia la cumbre
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¿Qué es el probacionismo? Phileas del Montesexto Pregunta Ana María de Chile: “He encontrado en las monografías de OPI el uso reiterado del término “probacionista”. ¿Cuál es su origen y su significado?”. A lo largo de la historia, diversas escuelas esotéricas y órdenes religiosas utilizaron la palabra “probación” para referirse a un período de prueba, previo a la aceptación definitiva del candidato como uno de los suyos. La Real Academia española define “probación” de esta manera: “En las órdenes regulares, examen y prueba que debe hacerse, al menos durante un año, de la vocación y virtud de los novicios antes de profesar”. La utilización de este vocablo en las modernas escuelas de esoterismo se remonta a fines del siglo XIX, cuando los Maestros de Sabiduría transhimaláyicos hablaban de los “chelas en probación”, una etapa de prueba antes de ser admitido como “chela”, palabra que en la terminología oriental significa “discípulo”. En este sentido decía Kout-Houmi en una de sus cartas a los teósofos alemanes: “Ser aceptado como un chela en probación es algo fácil. Tornarse chela aceptado es procurar los sufrimientos de la “probación”. La vida en su curso normal no está constituida enteramente de pesadas pruebas y sufrimiento mental; la vida de un chela que se ofrece voluntariamente es un largo sacrificio. Aquél que desea controlar los acontecimientos de su vida aquí y más allá debe, ante todo, someterse a sí mismo al control, y triunfar sobre cada tentación y cada infortunio de la carne y de la mente”. (1) En los escritos de la segunda corriente teosófica –iniciada por Annie Besant en 1907– se buscó reemplazar la nomenclatura oriental por otra que fuera entendida más fácilmente por los occidentales y del nombre “chela en probación” pasó a hablarse de “pupilo en probación” (“Probationary Pupil”) o “discípulo en probación” (“Probationary Disciple”). Años más tarde, algunos autores, original-
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Certificado de probacionista expedido por HPB
mente pertenecientes al movimiento teosófico, retomaron el uso de la palabra “probacionista” a secas para referirse a una etapa de prueba dentro de sus organizaciones, como en el caso de Max Heindel en la Fraternidad Rosacruz y Jorge Ángel Livraga en Nueva Acrópolis. Sin embargo, el vocablo “probacionista” ya había sido usado anteriormente a nivel escolástico e iniciático muchos años antes, en el seno de la Escuela Esotérica que impulsó Helena Blavatsky como núcleo interno de la Sociedad Teosófica. En esta estructura, los candidatos que tuvieran “en su corazón el auténtico deseo de evolucionar” debían pasar por un período de probación para distinguirse de la “masa de los demás teósofos” (2). En este primer grado de la Sección Esotérica se preparaba y entrenaba al estudiante “para el estudio del ocultismo práctico o Raja Yoga” (3). En el esquema de las etapas del Sendero Iniciático consideradas como peldaños de una escalera, el Probacionista se sitúa entre el Aspirante y el Discípulo (también llamado “Discípulo aceptado” o “Discípulo juramentado”), aunque en su obra “Fundamentos de Teosofía” (“The First Principles of Theosophy”, 1921), el teósofo cingalés Jinarajadasa (que seguramente fue el primero en vincular al “hombre de ideales” o “idealista” con el sendero del discipulado), no consideraba que existiese un paso intermedio entre el idealismo y el probacionismo (ver esquema adjunto). Si nos atenemos al esquema que hemos presentado en nuestros trabajos, el probacionista es aquel que se compromete con el Sendero y que ha comenzado a trabajar en la alineación, es decir la purificación de los vehículos del cuaternario. Aunque los probacionistas no son discípulos, su período de probación incluye pruebas y desafíos vinculados a los cuatro elementos: Tierra-Físico, Agua-Vital, Aire-Emocional y Fuego-Mental inferior, tras lo cual pasan a ser aceptados como discípulos (de las “pruebas” del probacionismo se pasa a la “disciplina” del discipulado) para continuar avanzando hasta el centro del laberinto.
Las etapas según Jinarajadasa, quien incorpora al esquema al “hombre de ideales” (1921)
Notas bibliográficas (1) “Cartas de los Maestros de Sabiduría”, primera serie. (2) Blavatsky, Helena: “H. P. Blavatsky on the Esoteric Section” en “The Esoteric Papers of Madame Blavatsky” (3) Blavatsky, Helena: “Esoteric Section of the Theosophical Society: Preliminary Memorándum” en “The Esoteric Papers of Madame Blavatsky”
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La acción liberadora Phileas del Montesexto “El mundo está ligado por la acción, menos por las que se cumplen por dharma. Así, ¡oh hijo de Kunti!, ejecuta tus acciones con este intento, desembarazado de todo apego”. (Bhagavad Gita) La ley del karma asegura que las acciones pasadas determinan las condiciones presentes de nuestra existencia. Dicho de otra manera, el ambiente en que vivimos, nuestros afectos, tendencias, aversiones y muchos de los acontecimientos de nuestra vida pueden explicarse a través de la comprensión de este principio universal de la “Causa y Efecto”. Etimológicamente, la palabra “karma” significa “acción” y esta acción se reduce a tres dimensiones fundamentales: obra, palabra y pensamiento. De este modo, se hace necesario hablar de “buenas obras”, “buenas palabras” y “buenos pensamientos”, los tres elementos claves para escapar del ciclo de nacimientos y muertes. (1) La Tradición señala que toda acción generada con deseo (apego) genera Karma, por lo cual se hace necesario realizar acciones dhármicas donde no haya un encadenamiento causal entre el actor y el producto de la acción. Toda acción, aún las más triviales (comer, jugar, trabajar, caminar, etc.), pueden servir para la perpetuación de nuestra condición de prisioneros o –por el contrario– servirnos de trampolín para impulsarnos hacia la liberación. La acción realizada de acuerdo a este modelo se denomina “recta acción” y la ausencia del elemento egoico (el “yo”) es el que permite que toda la acción sea “recta” y que el “trabajo” sea sagrado (sacro oficio). Esta desaparición del encadenamiento egoico recibe el nombre de “Dharma”. Toda acción tiene una manera correcta de llevarse a cabo, de forma pura, correcta y recta. Por esta razón, señala Antonio Medrano que “hasta el más ínfimo de nuestros actos de la vida cotidiana debería acomodarse al arquetipo modélico de la recta acción. (…) Ya se trate de pensar sobre algo, de decir alguna cosa –de palabra, por escrito e incluso por gestos– o de hacer algún trabajo, tenemos que asegurarnos de que eso que estamos haciendo o que vamos a hacer se hace de la manera correcta”. (2) Un dicho popular señala que “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones” y esto es absolutamente cierto, ya que el hombre dormido muchas veces hace el mal intentando hacer el bien ya que carece de una visión clara y diáfana que le permita ver más allá de lo evidente. Como primera condición para ser un verdadero canal del “Bien”, el hombre debe despertar. Y así pueden entenderse las palabras de San Pablo: “Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. (3) La única acción que no genera karma es la “recta acción” donde no existe una intencionalidad y donde se busca hacer lo justo, en el momento preciso y de la manera correcta. La acción inco-
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rrecta está viciada de torpeza y miopía, mientras que la acción recta es transparente, armónica y –sobre todo– liberadora. Muchos se sentirán desalentados ante este panorama, ya que muchas veces no es fácil reconocer qué es lo correcto y qué es lo incorrecto. Esto es cierto, por lo cual debemos trabajar constantemente, día a día, para escapar de la caverna de la ilusión a fin de “despertar”. Sea cual sea nuestra condición, es posible mejorar las condiciones futuras a través de nuestras acciones actuales. El siguiente esquema contiene algunas generalidades sobre la acción del karma, siempre teniendo en cuenta que verdaderamente no existe un “mal karma” y un “buen karma”, pues todas las experiencias son valiosas para aquellos que saben aprovecharlas. El verdadero “karma positivo” es aquel que nos facilita un entorno propicio para la evolución de la conciencia, aunque la mentalidad profana de los modernos pueda interpretar el “buen karma” como confort, opulencia o riquezas materiales. Acciones amorosas y bien intencionadas Acciones mal intencionadas Egoísmo Altruismo Pensamientos sostenidos Aspiraciones Experiencias Experiencias dolorosas Crueldad Servicio consciente
Buen entorno Mal entorno Escasez, penurias Prosperidad Carácter Aptitudes Sabiduría Conciencia Sufrimiento Espiritualidad
“Cada uno cosecha lo que siembra” (Gálatas 6:7)
Notas bibliográficas (1) El budismo nos presenta en su “recto óctuple sendero” una excelente guía para el cese del karma: Recta comprensión, recto pensamiento, rectas palabras, recta acción, rectos medios de vida, recto esfuerzo, recta atención, recta concentración. (2) Medrano, Antonio: “La vía de la acción”. (3) Romanos 7:18-19
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Asociación Internacional de Filosofía Iniciática www.initiationis.org