Bajo las ruedas; Hermann Hesse

Literatura universal contemporánea del siglo XX. Narrativa (novela) alemana existencialista. Argumento

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Resumen de la obra Bajo las ruedas de Hermann Hess El libro cuenta la historia de un adolescente huérfano de madre que vive en un pueblo alejado de la ciudad. La historia en sÃ- es corta pero el autor dispone de una gran parte del libro para describir larga y muy precisamente cada uno de los lugares donde se desarrolla el argumento. CAPÃTULO 1. El nombre del protagonista es Hans Giebenrath, quien vive en un pueblo de pocos habitantes, y lleva una vida poco común. Las personas importantes del pueblo, el director del colegio, los vecinos, incluido el zapatero Flaig, el párroco, los compañeros, su padre, todos reconocÃ-an que tenÃ-a una gran inteligencia y se preocupaban de ayudarlo a estudiar y por su brillante futuro, esto hace que Hans se sienta obligado a llegar lejos. Cuenta el autor que Hans estudiaba largas horas y un dolor de cabeza fuerte era su fiel compañero casi todo el tiempo. Sus excelentes notas y resultados académicos consiguieron que Hans fuera seleccionado para realizar el examen de entrada al seminario: el Landexamen. Con esto su futuro estaba decidido. Porque en Suabia, para los niños con talento, a no ser que sean ricos, hay un solo camino: el seminario menor a través del Landexamen. La preparación del Landexamen era bastante sacrificada, además de estudiar y tener clases fuera del horario escolar, quedaban los deberes por escrito o para aprender de memoria, que se hacÃ-an en casa por la noche a la luz de la lámpara. Hans vivió la experiencia de presentarse al Landexamen como algo traumático. El viaje en tren a la ciudad con su padre no tuvo nada de llamativo y el examen en sÃ- fue para él una pesadilla, al igual que su estadÃ-a en la ciudad en casa de su tÃ-a, una profunda angustia le invadió ante la ciudad, los tranvÃ-as de caballos y el ruido de la calle le intimidaban y casi le hacÃ-an daño. Se hospedaron en casa de una tÃ-a; y allÃ- la amabilidad de su tÃ-ay las eternas frases de aliento de su padre acabaron por aplanar completamente al chico HabÃ-a ciento dieciocho candidatos para el Landexamen, de los cuales sólo iban a aprobar treinta y seis. Fue al examen acompañado de su padre. y, en la sala repleta de chicos pálidos miró en torno suyo como un animal en la cámara de torturas . Pero cuando le plantearon el ejercicio de latÃ-n le pareció facilÃ-simo y fue uno de los primeros en entregar su trabajo. Le siguieron otras instancias, griego, alemán El ejercicio de griego era bastante largo y nada fácil. El tema de la redacción era difÃ-cil y se prestaba a falsas interpretaciones. Hans no se sentÃ-a bien, sudaba en su abrigado traje de la confirmación, le entró dolor de cabeza y, por fin, entregó sus pliegos muy descontento y con la sensación de que estaban llenos de faltas y que el examen estaba perdido definitivamente y luego la instancia de examen oral. Por el camino de regreso a la casa de la tÃ-a su padre le dijo que si aprobaba podÃ-a pedir algo. Hans pidió volver a pescar en las vacaciones. Bueno irás a pescar si apruebas el examen Hans regresó a su casa solo y su padre se quedó unos dÃ-as más en la casa de la tÃ-a. Volvió a sus clases regulares y una tarde de la siguiente semana, cuando llegó a clase, el profesor lo llamó en voz alta, le dio la mano y le dijo: te felicito, Giebenrath, has aprobado el Landexamen con el segundo puesto, vete a casa y dÃ-selo a tu padre. No hace falta que vengas a clase. Total, dentro de ocho dÃ-as empiezan las vacaciones CAPÃTULO 2. Al llegar a esta parte de la lectura creÃ- que lo iban a dejar a Hans quedarse pescando y disfrutando de sus merecidas vacaciones, pero no. Una tardecita llegó el director a la casa de Hans diciendo que ya era hora de prepararse para el seminario y aquÃ- terminaron sus cortas vacaciones. Comenzó asistiendo a la casa del párroco a estudiar el Nuevo Testamento porque está escrito en griego, pero en un griego completamente diferente al que ya habÃ-a aprendido; luego comenzó a dedicar un par de horas al dÃ-a a las matemáticasy asÃ- sus vacaciones se vieron empapadas de nuevo con deberes para terminar en casa y volvió a quedarse hasta tarde estudiando y resolviendo problemas. De nuevo tenÃ-a deberes de sobra y volvÃ-a a pasar alguna noche hasta bien tarde detrás de su mesa, enfrascado con un problema Pasaba con el párroco una hora cada dÃ-a, con el director dos; y cuatro veces por semana tenÃ-a que ir a la casa del profesor de matemáticas. Las vacaciones se terminaron y llegó el dÃ-a de irse para el seminario. En una mañana fresca padre e hijo salieron para Maulbronn. Era desconcertante y entristecedor dejar la ciudad natal y marchar de la casa paterna para ir a un colegio extraño.

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CAPÃTULO 3. Después de superar el Landexamen con éxito y salir segundo, va al seminario de Tübingen al noroeste del paÃ-s a continuar sus estudios. Era un monasterio rodeado de lagos y de montañas cubiertas de bosques Al llegar, acompañado de su padre, el director los recibe con un sermón y una charla de bienvenida en la que Hans conoce a sus nuevos compañeros que eran parecidos en su aspecto al protagonista, y le llamó la atención que la quinta parte de esa población llevara gafas A Hans Giebenrath le habÃ-an asignado la sala Hellas con nueve compañeros. No pudo evitar una extraña sensación cuando por la noche entró por primera vez en el dormitorio frÃ-o y desnudo con los otros nueve y se acostó en su estrecha cama de colegial Algunos de sus compañeros eran Otto Hartner, Karl Hamel, Hermann Heilner, Emil Lucius, Otto Wenger y Karl Hindinger. Hans Giebenrath observaba todo con asombro y vivÃ-a replegado en sÃ- mismo, como un compañero bueno, pero callado. Era trabajador, y gozaba de la estimación de sus camaradas Uno de sus compañeros de cuarto, Hermann Heilner era un personaje muy curioso de una buena familia de la Selva Negra y a través de él, se da cuenta de todo lo que ha perdido. Heilner era poeta y esteta y muy hablador, parecÃ-a llevar su alma a flor de piel, un alma que constaba principalmente de una juvenil mezcla de sentimentalismo y ligereza. Pero también llevaba dentro algo más profundo y menos visible. Su alma y su cuerpo estaban más desarrollados de lo que correspondÃ-a a su edad, y ya comenzaba a ensayar caminos propios e independientes. Hans observaba todo con asombro y vivÃ-a replegado en sÃ- mismo, como un compañero bueno, pero callado. Era trabajador y gozaba de la estimación de sus camaradas A medida que pasaban los dÃ-as, entre los compañeros de cuarto que tenÃ-an cosas en común, se formaban parejas de amigos que compartÃ-an horas de juegos, de esparcimiento y también de estudio, siguiendo un secreto impulso hacia la variedad y complementación y poco a poco Hans comenzó a quedar solo Hans se habÃ-a quedado solo, un fuerte sentimiento le hacÃ-a intuir en el horizonte la tierra radiante de la amistad y sus colores nostálgicos, que le atraÃ-an con un callado deseo. Pero la timidez lo retenÃ-a. Durante los años severos de su infancia sin madre se le habÃ-a atrofiado la facultad del cariño, y le aterraba todo entusiasmo exterior, a eso se añadÃ-a el orgullo juvenil y además el dichoso amor propio Como junto a todo esto daban mucho que hacer, sobre todo en hebreo, el primer tiempo se les pasó a los chicos muy de prisa El lÃ-rico Hermann Heilner habÃ-a intentado en vano conseguir un amigo que congeniara con él; ahora vagaba solo a diario durante las horas de paseo y preferÃ-a sobre todo el lago del bosque, un estanque melancólico y pardo, rodeado de cañaverales y de follaje otoñal, que iba marchitándose Una tarde Hans y Heilner paseaban por el mismo lago y se encontraron y comenzaron a hablar, asÃ- fue naciendo entre ellos una gran amistad. Heilner contaba sus historias y Hans lo escuchaba con los ojos cerrados imaginándose con fervor cada detalle que Heilner describÃ-a. Heilner criticaba a los otros compañeros y le hacÃ-a notar a Hans que él era igual que aquellos. ¡Todos son unos aburridos, unos gazmoños! ¡AhÃ- les tienes sudando y matándose a trabajar, y no conocen nada más excelso que el alfabeto hebreo! ¡Y tú eres igual! Hans se quedó callado. Este Heilner era verdaderamente una persona extraña, Un exaltado, un poeta. En muchas ocasiones le habÃ-a desconcertado. Heilner estudiaba muy poco, como todo el mundo sabÃ-a, y sin embargo sabÃ-a mucho, daba apenas respuestas, y a la vez despreciaba estos conocimientos Heilner veÃ-a todo con ojos distintos a los de Hans. Encontraba hermosas cosas de la que Hans ni se habÃ-a percatado: galerÃ-as, ventanas, claustros, refectorios góticos y románicos, todo ello rico y verdaderamente una obra de arte ¿Y para qué tanto esfuerzo? Para tres docenas de chicos pobres que quieren ser curas. Al Estado le sobra. Hans tuvo que pensar toda la tarde en Heilner. ¿Qué clase de persona era? Lo que para Hans eran preocupaciones y deseos, no existÃ-an siquiera para aquél. El tenÃ-a palabras y pensamientos propios, vivÃ-a con más calor y más libertad, sufrÃ-a extrañas penas y parecÃ-a despreciar todo lo que le rodeaba. ComprendÃ-a la belleza de los viejos pilares y muros. Y tenÃ-a la misteriosa y extraordinaria facultad de reflejar su alma en versos y de crearse en su fantasÃ-a un mundo propio y vivo. Era inquieto e indómito, y hacÃ-a más chistes al dÃ-a que Hans en un año. Era melancólico y parecÃ-a gozar de su propia tristeza como si fuera una cosa extraordinaria, exótica y valiosa. Los dÃ-as pasan y Hans va a visitar a su padre y pasa asÃ- la Navidad en su casa paterna, tranquilamente. CAPÃTULO 4. Karl Hindinger, uno de los compañeros de la sala Hellas de Hans, fallece congelado al caer, sin querer, a un lago cercano al seminario. Esto sacude muy fuerte a Hans y comienza a ver las cosas muy distintas. Se d cuenta de lo corta que puede ser la vida. Comienza una vida diferente al lado de su 2

Ã-ntimo amigo Hermann Heilner. Comparten muchas horas de juego y estudios, más de juegos que de estudios. Hans se habÃ-a vuelto más cariñoso, más cálido y soñador, y Heilner habÃ-a adquirido una manera de ser más fuerte y viril Los dos precoces muchachos disfrutaban en su amistad, sin saberlo y con una timidez intuitiva, algo de los delicados secretos de un primer amor. Su pacto de amistad tenÃ-a, además de esto, el atractivo de la virilidad creciente y el incentivo de la oposición contra la totalidad de los compañeros, que continuaban encontrando antipático a Heilner e incomprensible a Hans, y cuyas numerosas relaciones amistosas eran un inocente juego de niños. Hans se revela y cada vez estudia menos; y recibe seguidamente en las clases, los rezongos de los profesores y más de una vez hasta los rezongos del director. Pero le ocurre otra desgracia, por la mala conducta echan del seminario a Heilner. CAPÃTULO 5. Hans entra en una gran depresión, por la falta de su gran amigo y compañero. Se desmayaba en las clases y el médico dijo que se trataba de un estado de debilidad nerviosas que tenÃ-a su raÃ-z en el crecimiento Acá el autor muestra claramente su faceta de revolucionario y parece estar en contra del sufrimiento que le hacen pasar a Hans, pues él dice que el director, el padre, los profesores y los ayudantes, fueron los culpables de que Hans hubiera caÃ-do en esta depresión y en esta situación tan angustiante y desesperada. ¿Por qué le habÃ-an hecho estudiar hasta altas horas de la noche en los delicados y difÃ-ciles años de la adolescencia? ¿Por qué le habÃ-an quitado sus conejos, alejado de sus compañeros de colegio, prohibido la pesca y los paseos, e inculcado el ideal vacÃ-o y rastrero de una ambición mediocre y devoradora? ¿Por qué no le habÃ-an dejado disfrutar ni siquiera después del examen sus tan merecidas vacaciones? Ahora el espoleado caballito yacÃ-a tirado en la cuneta y no servÃ-a ya para nada. Después de estos episodios le siguieron otros de mareos, acciones delirantes y el director y el médico lo mandaron a su casa. CAPÃTULO 6. Hans regresa a su pueblo y se enamora de Emma, la sobrina del zapatero Flaig, una chica de dieciocho años. Era alegre e inquieta, como suele ser la gente de Unterland, no demasiado alta, pero bien hecha y de formas llenas. En su rostro redondo lucÃ-an vivarachos e inteligentes sus ojos oscuros y cálidos. Hans seguÃ-a con sus delirios y sus dolores de cabeza, pero su vida habÃ-a cambiado, veÃ-a todo extraño, bonito y excitante Una noche se atrevió a pasar por la casa de Flaig, donde ella se hospedaba, cuando ella salió del susto estuvo a punto de salir corriendo, pero algo más fuerte lo retuvo. ella le tendió su mano por encima de la verja y él la tomó con tÃ-mida ternura. Al otro dÃ-a, sin decir palabra, ella se volvió a su casa y no volvió a saber de ella. CAPÃTULO 7. Hans no se decidÃ-a a volver a estudiar y su padre lo mandó a trabajar de aprendiz de mecánico. se aproximaba el viernes en que iba a entrar en el taller. Hans, desasosegado, huÃ-a de sÃmismo. Durante el dÃ-a vagaba por las calles y los campos, evitando a la gente porque creÃ-a que le notarÃ-an sus penas amorosas. En el trabajo no se sentÃ-a muy bien. Se le habÃ-an llagado las manos y su cuerpo frágil y cansado le dolÃ-a todo el tiempo. Su antiguo amigo, August era el único compañero con quien congeniaba y con quien cruzaba las pocas palabras que se podÃ-a durante sus ocho horas de trabajo. Al anochecer, mientras recogÃ-an, August le comunicó en voz baja que mañana iba a ir con unos amigos a Bielach, que lo pasarÃ-an muy bien y que Hans no debÃ-a faltar de ningún modo. Hans aceptó, pero de buena gana se hubiera quedado todo el domingo tumbado en casa, tan mal y tan cansado se sentÃ-a El domingo temprano salieron hacia Bielach y caminaron hacia el pueblo un buen trecho de carretera a lo largo del rÃ-o. Hans nunca pensó que pudiera ser tan divertido salir de juerga con amigos, él se habÃ-a imaginado una juerga como algo mucho más peligroso. Bebieron y rieron durante largas horas, mientras compartÃ-an anécdotas y escuchaban historias de viajes y aventuras. Ya al final del dÃ-a estaba muy mareado de tanto alcohol. Hans sintió en su mano un vasito. Derramó mucho, el resto se lo tragó, sintiéndolo pasar por la garganta, ardiendo como el fuego. Una náusea violenta le sacudió. Bajó tambaleándose por las escaleras y, sin saber cómo, salió del pueblo. Las casas, las verjas y los jardines giraban inclinados y confusos a su paso Nadie supo cómo cayó al agua, quizá el cansancio y el miedo le empujaron con fuerza imperiosa hacia las sombras de la muerte pág.9 3

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