BIBLIOTECAS CON NOMBRE PROPIO

Bibliomanía BIBLIOTECAS CON NOMBRE PROPIO ESTE ARTÍCULO ES UN HOMENAJE A LOS COLOMBIANOS ILUSTRES CUYA PASIÓN HA SIDO LA DE ATESORAR LIBROS. EN ESTAN

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Bibliomanía

BIBLIOTECAS CON NOMBRE PROPIO ESTE ARTÍCULO ES UN HOMENAJE A LOS COLOMBIANOS ILUSTRES CUYA PASIÓN HA SIDO LA DE ATESORAR LIBROS. EN ESTANTERÍAS VARIAS, EN REPISAS DE ESQUINA O DE PARED, EN CAJONES, MESAS, QUICIOS DE VENTANAS O DEBAJO DEL SOFÁ… LA BIBLIOMANÍA SE MANIFIESTA CUANDO EN LA CASA U OFICINA HASTA EL ELECTRODOMÉSTICO MÁS ÚTIL QUEDA SEPULTADO POR UNA MONTAÑA DE NOVELAS , ENSAYOS , MEMORIAS , COMPENDIOS , BIOGRAFÍAS, DICCIONARIOS, ENCICLOPEDIAS, EDICIONES FACSIMILARES…

NOMBRARLOS

A TODOS ES TAREA IMPOSIBLE.

PERO

A NOMBRE ELLOS,

CONOCIDOS Y ANÓNIMOS, PRESENTAMOS ALGUNOS TESTIMONIOS SOBRE UNOS CUANTOS DE AQUELLOS BIBLIÓMANOS.

MAURICIO POMBO –PUBLICADA CON ANTERIORIDAD EN SU COLUMNA SEMANAL DE EL TIEMPO– FUERON ESCRITAS DE MANERA EXCLUSIVA PARA LA TADEO. LAS

COLABORACIONES, SALVO LA DE

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La biblioteca de Bernardo Mendel:

AGUA PASÓ POR AQUÍ… MAURICIO POMBO Muchos guijarros y agua sucia recibió hace algún tiempo

ejecutaron sus prejuicios, cometiendo imperdonables erro-

–con justificada razón– la Ministra de la Cultura a raíz de

res al aplicar a los asuntos de su cartera sus concepciones

sus declaraciones sobre lo foráneo y lo autóctono que

o convicciones sobre lo propio y lo ajeno. Fue así como,

corresponden a lo divino y lo humano en el ámbito de la

sin ir muy lejos, hace unos cincuenta años el país se negó

cultura. Desafortunadamente, los asuntos de la cultura

a recibir en calidad de donación una de las más impor-

nunca han sido relevantes o prioritarios para nuestros

tantes y valiosas bibliotecas privadas del continente: la

gobiernos en época alguna. Baste tomar como ejemplo el

colección de Bernardo Mendel. En lo anterior no hay

destino trágico o lamentable de las escasas buenas biblio-

exageración alguna: Colombia se negó a recibir en dona-

tecas privadas que se han logrado construir en nuestro

ción uno de los más grandes tesoros bibliográficos de

país; y no perdamos de vista la de Nicolás Gómez Dávila

América Latina que se encontraban todavía en manos

(más de 30.000 volúmenes), que anda por ahí como un

privadas, y se negó a ello con una argumentación digna

gigantesco transatlántico a la deriva sin encontrar tierra

de entrar en calidad de summa cum laude en los anales

firme dónde atracar.

de la oligofrenia mundial.

Ya vimos naufragar la de Juan Lozano, que tuvo la

Antes de traer a cuento este lamentable incidente,

desgracia de terminar en el Congreso, perdón, de pasar

tan propio de nuestra estupidez nacional y de nuestra

por el Congreso de la República, antes de culminar sus

ignorancia arropada de arrogancia, recordaré algunos da-

días tirada en andenes y calles, donde finalmente recibi-

tos de la vida del ilustre vienés que tantos aportes hizo a

ría la extremaunción de mano de los aguaceros bogota-

la cultura de esta aldea y tantos otros dejó de hacer gra-

nos y encontraría sepultura en las alcantarillas del centro

cias a que se lo impedimos.

de la capital. Claro está que, de una institución como el

Bernardo Mendel fue lo que se puede llamar un cos-

Congreso, no se podía esperar actitud diferente, a

mopolita, un ciudadano universal. Nació en Viena en

sabiendas de su costumbre de perder los libros para des-

octubre de 1895 y desde muy joven se interesó en las

hacerse de las pruebas. Otras corrieron mejor suerte, como

más diversas ramas de la ciencia y la cultura: religión,

la de Manuel Casas Manrique, que logró escapar del des-

literatura, geografía, matemáticas, física, caligrafía, sien-

precio nacional por el libro y sigue siendo felizmente con-

do sin embargo, y ante todo, la música su gran pasión.

sultada en alguna ciudad de la lejana Suecia. Se oyen ru-

Por presión de su padre consintió en estudiar leyes y apla-

mores de otras bibliotecas que han entrado con música y

zar su deseo de dedicarse exclusivamente a la música.

tapete rojo por la puerta principal de nuestras institucio-

Durante la primera guerra mundial fue llamado a filas y

nes culturales y finalmente han salido graneaditas por la

llegó a ser teniente en el batallón que estuvo en Bosnia-

puerta trasera de las mismas.

Herzegovina, donde recibió la medalla de oro al valor.

Hubo también otros ministros, en otras épocas, que

Después de la guerra, Mendel continuó con sus estu-

no sólo pensaron como la mencionada ministra, sino que

dios de derecho y siguió tocando el piano como un vir-

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tuoso hasta el fin de sus días. Gente que lo conoció, afir-

En cuanto a los libros, a su interés por las literaturas

ma que hubiera podido ser un concertista profesional

germanas y la historia austríaca se añadió, durante su per-

exitoso. Entonces coleccionaba libros sobre literatura ale-

manencia en nuestro país, la pasión por aquellos que tu-

mana e historia de Austria, oía y tocaba música y se dedi-

vieran que ver con América Latina, e inició así la confor-

caba, también con gusto, a los negocios de la familia.

mación de una biblioteca que llegaría a contar con más de

Debido a que buena parte de los negocios tenían que ver

30 mil volúmenes. Una biblioteca detrás de la cual estuvie-

con América Latina, y en gran medida con Colombia,

ron muchas universidades extranjeras, pero que él quería

decidió venir un tiempo a nuestro país, donde permane-

donar a la Biblioteca Nacional de Colombia.

cería 24 años (1928-52).

Basta echar una ojeada superficial por algunos de los

No son pocos los extranjeros que han venido a Co-

ejemplares que tuvo (manuscritos e impresos) para darse

lombia a vender camisas, máquinas de escribir o registra-

cuenta de las dimensiones y la importancia universales

doras y terminan remendando nuestra geografía, escri-

de que gozó la biblioteca del señor Mendel. En ella se

biendo nuestra crítica literaria u ordenando nuestra histo-

encontraban el Theatrum Orbis Terrarum (1648-58), uno

ria. Guhl (geografía), Volkening (crítica literaria), Friede

de los atlas más importantes del siglo XVII, en edición de

(historia) y otros pudieron hacer lo que hicieron, no por-

lujo para Bibliotecas Reales; primeras ediciones de las

que fueran expertos en ello, sino porque aquí nadie hacía

Cartas de Hernán Cortés; los Grandes viajes de Theodore

nada, y si lo hacía, lo hacía con pereza. Disciplina y ga-

de Bry en ocho volúmenes (edición original); la primera

nas fueron suficientes. Pero sigamos con la historia de

edición de “nuestras” Elegías de varones ilustres de In-

Mendel y dejemos las anteriores para otra oportunidad.

dias (1589); una de las 17 cartas de Colón impresas antes

Una vez en Colombia, Mendel fundó en Bogotá la com-

de 1501: “De insulis nuper in mari Indico…” (Basilea,

pañía EMPO (Equipos Modernos Para Oficina), que importa-

1494). Y muchos, muchísimos libros más de esta catego-

ba productos de Shwayden Brothers, General Fireproofing,

ría. En fin, una colección de libros imposible de reunir en

Smith Corona y copiadoras Gestetner; también fue repre-

nuestros días, y asombrosa en los de Mendel. Allí, todo

sentante exclusivo de Bell & Howell y el segundo mayor

lo que la humanidad había producido de relevante en el

distribuidor nacional de Eastman Kodak. Asimismo, confor-

ámbito de los descubrimientos geográficos y los grandes

mó la sociedad Música y Arte, que traía de Europa pianos

viajes del siglo

de concierto y de salón L. Boersendorfer y Hoffmann.

que pasaron a la historia de la verdadera primera globa-

XV

en adelante; allí, todos esos nombres

En lo que respecta a la música y los libros, sus dos verda-

lización: Colón, Vespucio, Cortés, Pedro Martyr, Oviedo

deras grandes pasiones, Mendel invirtió buena parte de su

y Valdés, Bernal Díaz, Cieza de León, Garcilaso de la

fortuna en alimentarlas y enriquecerlas. Debido a que por

Vega, González de Mendoza…

aquel entonces a Bogotá no llegaban intérpretes musicales

Pues bien, allí estaban todas esas joyas de la cultura

de mayor calidad, fundó la Sociedad de amigos de la Músi-

de la humanidad, pasaron por aquí, buscaron visa de resi-

ca, a través de la cual, muchas veces con su propio dinero y

dentes y los gobiernos de entonces (1941-48), entre los

esfuerzos solitarios, logró traer al país gente como Rudolph

que figuró como ministro de educación Germán Arciniegas,

Serkin; Andrés Segovia, Isaac Stern, Gregor Piatigorski, el

y que tuvieron como director de la Biblioteca Nacional a

Cuarteto Busch, Gaspar Cassado y muchos otros más. Por

Enrique Uribe White, no se la quisieron conceder. Y no lo

otro lado, se dedicó a promover artistas jóvenes y colaboró

hicieron, porque consideraron inaceptables las dos condi-

en la financiación de algunas grabaciones de personas en las

ciones mínimas que ponía el donante Bernardo Mendel:

que él creía ver algún talento.

que el fondo llevara su nombre, y que se le permitiera ser

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el curador ad honorem de la colección.

Universidad de Indiana; el fondo lleva su nombre y es

Nuestros sabios burócratas de la cultura de entonces,

consultado por cientos de estudiantes que son conscien-

como en nuestros días, no podían tolerar lo foráneo, y

tes de la importancia que tiene para estudios relaciona-

menos aun, que un fondo de la Biblioteca Nacional de

dos con la historia de nuestro subcontinente.

Colombia llevara el nombre de un extranjero o apareci-

Cate que no la vi.

do, como seguramente dirían. Tanto Mendel como su biblioteca terminaron en Estados Unidos y, tal vez lo más triste de todo para nosotros, hubo un final feliz. Sus libros son el orgullo de la

MAURICIO POMBO. Gerente de El Carnero, librería especializada en libros antiguos. Columnista de El Tiempo.

La biblioteca de Fernando “El Chuli” Martínez Sanabria:

UN HOMBRE DESTINADO A SUS SÍMBOLOS ALBERTO ZALAMEA Libros por todas partes, en las estanterías, en las mesas, en las alfombras, en todos los rincones de un apartamento diseñado por él mismo para albergar la inteligencia, la hermosura, la música, todas las artes. Fernando “El Chuli” Martínez SANABRIA. Foto tomada de Fernando Martínez Sanabria, vida y obra. Galería Deimos.1993

La Biblioteca de Alejandría no era una biblioteca selecti-

Desde muy joven toda su renta (no en vano había

va. Al parecer, era una biblioteca universal donde todos

ganado la beca permanente de la Universidad Nacional)

los conocimientos se encontraban lomo a lomo.

se destinaba a los libros; Hans Ungar, Buchholz y Daro,

Así, en sus justas proporciones, era (o es) la bibliote-

los grandes libreros de los años 40 en adelante, le servían

ca del arquitecto Fernando Martínez Sanabria. Hecha,

de intermediarios con la cultura. Era el mejor de los clien-

construida mejor, a través de un largo periplo vital, desde

tes posibles. Y lo cierto es que en 50 años alcanzó a com-

los doce años (pues fue niño prodigio y adolescente de

prarles 20 mil volúmenes.

dones admirables) hasta la madurez de los sesentas, su

En aquel entonces, Fernando devoraba y atesoraba

biblioteca, colmada de belleza y sabiduría, era su propia

con entusiasmo y curiosidad todo lo que de bueno podía

diaria respuesta a tanta estolidez como la que aguantaba

encontrarse en las literaturas francesa, inglesa, española,

en el convivir cotidiano…

rusa… André Gide, Martin du Gard, Paul Valéry, T.S. Eliot,

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el grupo de Bloomsbury, Antonio Machado, Valle Inclán,

Una biblioteca afortunadamente rescatada de la dis-

León Felipe, Tolstoy, cuya Ana Karenina le parecía la más

persión por Julio Mario Santo Domingo, que fue tam-

grande novela jamás escrita… Y luego, las ediciones de

bién uno de sus grandes amigos.

arte: Picasso, Braque, Léger, Matisse, qué sé yo… todas

Una biblioteca para la que, en palabras de Borges,

las revistas más famosas, desde los Temps Modernes hasta

“un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido

el Minotauro de André Breton y, naturalmente, todos los

entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo

libros sobre arquitectura posibles.

hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus

Y poco a poco se formaba también una discoteca,

símbolos…”

donde estaba todo lo que tenía que estar, en interpretaciones múltiples de los virtuosos necesarios, y en la que se iban descubriendo tantas obras sublimes, por ejemplo, las últimas sonatas de Schubert, que a su vez tocaba

ALBERTO ZALAMEA. Periodista. Director del Diplomado en Prensa y Cultura, Postgrados UJTL.

en el piano su amigo entrañable Guillermo Avendaño.

HANS UNGAR. Foto Julio Flórez

La biblioteca de Hans Ungar:

LIBROS CON SILLÓN Y PERRO ELISABETH UNGAR La biblioteca de mi padre, Hans Ungar, siempre ha ocupado el lugar principal de nuestra casa. Desde la vieja pero encantadora casona estilo inglés ubicada en el corazón de Teusaquillo, hasta la bella “Casa Ungar”, construida por el Chuli Martínez en los cerros orientales de Bogotá, nuestra vida ha girado en torno a su biblioteca. Hoy, con su inconfundible techo rojo, su estantería en gruesa madera color caoba oscuro, sus mesas que albergan mapas antiguos, grabados y litografías y el sillón que comparte con su perro, es el lugar que mejor identifica a Hans Ungar. La pasión por los libros la tiene desde niño. Sus padres, pero sobre todo su hermano, a quien quiso y admiró profundamente, le inculcaron ese amor incondicional e irrestricto por la letra impresa. Sin embargo, las circunstancias de su salida apresurada de Viena, su ciudad natal, en medio de los avatares de la guerra, le impidieron traer sus libros a Colombia. Durante sus primeros años en el país se contentó con admirar la

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biblioteca de Bernardo Mendel, un gran intelectual aus-

entre otras. En literatura, cuenta con las obras más im-

tríaco con quien trabó una estrecha amistad. Gracias a

portantes y representativas, desde los clásicos hasta la

esto se prometió a sí mismo que algún día tendría una

época contemporánea, en su idioma original, preferible-

gran biblioteca. Y así fue.

mente inglés, francés, español o alemán, o en traduccio-

Poco a poco fue adquiriendo los primeros ejempla-

nes de excelente calidad e incluso en ediciones bilingües.

res, la mayoría en la Librería Central, en ese entonces de

Otro lugar muy especial lo ocupan los libros de viajeros

propiedad de otro ciudadano vienés, don Pablo Wolff y

de todas las épocas y nacionalidades. Éstos, en opinión

su señora. Ella, al morir su esposo, le propuso a mi padre

de mi padre, son una forma maravillosa de conocer otros

adquirir la librería y pagarla a plazos con parte de su

países, sus costumbres, su cultura y su evolución. Todo

salario. Sin duda, ser dueño de una librería contribuyó a

esto acompañado por una excelente colección de mapas

construir su biblioteca, porque le permitió tener acceso a

antiguos del país que lo acogió, Colombia, y por unos

los catálogos de las casas editoriales y de los anticuarios.

“tesoros bibliográficos”. Y por supuesto, no podía faltar

Como también fueron muy importantes los viajes a otros

una sección sobre Austria y sobre Viena, su patria, que

países y las obligadas y largas travesías por las librerías de

constituye una de las más completas en lo que a bibliote-

las ciudades que visitaba. Pero lo fundamental, lo que lo

cas privadas hace referencia. Quizá los grandes ausentes

motivó, fue el placer de gozar con los buenos libros.

de la colección son los llamados best sellers. Fiel al aforis-

La base de la biblioteca fue una colección de la llama-

mo que dice que la calidad de un libro no se debe evaluar

da Modern Library, compuesta por cerca de 400 títulos

sino transcurrido un tiempo después de su publicación,

de las principales obras de historia y de la literatura uni-

cuando ya ha pasado el furor inicial, no son muchos los

versal. Poco a poco, algunos de estos fueron reemplaza-

ejemplares de esta categoría que ocupan los estantes de

dos por ediciones de mayor calidad, lo que se ha conver-

esta biblioteca.

tido en una de las principales características de esta bi-

En Colombia ha habido grandes bibliotecas particu-

blioteca: tratar de tener las mejores ediciones, que no

lares, la gran mayoría especializadas: en filosofía, econo-

necesariamente son las primarias.

mía, derecho, historia, mientras que la de Hans Ungar es,

Otra particularidad es que en su gran mayoría los

si se quiere, más “universal”. Pero independiente de todo

libros han sido adquiridos uno a uno, y no como resulta-

esto, más allá de su utilidad práctica, cada libro de su

do de la compra de otras bibliotecas. Esto responde a la

biblioteca es especial para él. En este sitio se ha vuelto

convicción de mi padre de que una buena biblioteca debe

realidad su sueño más anhelado: tener una grande y her-

reflejar ante todo los intereses y la personalidad de su

mosa biblioteca.

dueño. La biblioteca de Hans Ungar recoge una muestra muy significativa del saber humanístico: literatura, historia, filosofía, arte y otras áreas del conocimiento, pero éstas con énfasis en su evolución: ciencia, medicina, técnica,

ELISABETH UNGAR. Politóloga. Profesora titular e investigadora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes.

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La biblioteca de Otto Morales Benítez:

UN GRAN LABORATORIO DE PAZ OLIMPO MORALES

Las bibliotecas han obsesionado a la humanidad. Desde la mítica de Babel, donde se superponen e intercomunican los hexágonos de manera infinita y dentro de ellos se puede encontrar todo el conocimiento, hasta la que nos describen los místicos en su éxtasis cuando se les revela una cámara circular con un gran libro de lomo continuo que da toda la vuelta de las paredes (ese libro cíclico sería Dios), o, más recientemente, las que almacenaron los monasterios. Si bien las bibliotecas terminan tomando forma física, nacen como materialización de una necesidad espiritual de quien la compra lentamente, la organiza personalmente y la aloja cariñosa y difícilmente. Ése que final-

sus propietarios para satisfacer un deseo de coleccionar

mente llegará a poseerla y más usualmente a ser poseído

los libros como objetos preciosos y acumular una cultura

por ella. Y es que la fuerza de los libros, de la expresión

(pasivas); o han sido los cimientos sobre los que se cons-

ordenada del pensamiento es tal que hace que veinticua-

truye una obra (activas).

tro siglos después renazca la Biblioteca de Alejandría, fundada por Ptolomeo II en el siglo III a.C., y siete veces des-

duda encaja en la última modalidad. Morales Benítez nutre su aún inmaterial biblioteca

guerra de César contra los Ptolomeos, y por último, arra-

en las polvorientas calles de Ríosucio, donde anónimos

sada por la intolerancia de Cirilo (luego san) contra el

Pisístratos llegaban cargando los libros en las espaldas y

pensamiento.

los alquilaban por unos centavos que dejaban exhaustos

des laboratorios de paz; están en ellas, una al lado de la otra, las ideas más separadas –las que producen guerras–, y en los estantes de las bibliotecas conviven pacíficamente.

Foto Julio Flórez

La del multifacético escritor Otto Morales Benítez sin

truida: primero, parcialmente por el fuego, durante la

Las bibliotecas –lo dijo Gabriela Mistral– son los gran-

OTTO MORALES BENITEZ.

los bolsillos del futuro escritor, pero estimulaban su mente hacia lo que habría de ser su destino final. Fue en Popayán la culta donde el ensayista adelantó sus estudios de bachillerato. Allí empieza a tomar forma

Las bibliotecas particulares –todas–, desde la de

material la biblioteca. Itinerante, como las bibliotecas que

Nicócrates, Euclides, Euripídes o Aristóteles (nutrida esta

llegaban a su pueblo en las espaldas de los silleteros de

última por Alejandro el Grande) pueden clasificarse en

libros, la traslada a Medellín, donde inicia su actividad de

una de las siguientes modalidades: o fueron reunidas por

escritor como periodista y crítico literario. Allí, en com-

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pañía de Miguel Arbeláez Sarmiento, dirigió en El Co-

paz en Colombia, 5 sobre materias sociológicas, 4 sobre

lombiano el suplemento “Generación”, mientras estudia-

periodismo, 10 antologías –Santiago Pérez (inédito), Uribe

ba su carrera de Derecho.

Uribe (4), Carlos Lleras Restrepo (3), Alberto Lleras

La actividad política lo trae a Bogotá y su biblioteca

Camargo (3)–.

lo sigue. En la capital se fortalece y crece. Siempre con un

Mientras registramos estas líneas, el escritor trabaja

signo permanente de obras literarias: novela, poesía, rela-

en su biblioteca su libro número 96, en medio de los

tos y cuentos. Es universal. No obstante, lo obsesiona la

jardines que rodean la que se convirtió en monumental

colección de autores nacionales; quiere descifrar su pen-

colección, de la cual nutre sus investigaciones y se vale

samiento.

para formular sus tesis como pensador.

Con base en ella ha escrito, siempre en el género del ensayo: 14 libros de crítica literaria, 14 de historia, 25 en el ramo de las ciencias jurídicas, 4 sobre arte, 4 de doctrina e ideología política (aún inédito el que contiene las tesis por él defendidas durante su campaña presidencial), 9 más y muchos ensayos sobre el continente, 2 sobre la

OLIMPO MORALES. Profesor investigador, Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.

La biblioteca de Nicolás Gómez Dávila:

TE BAUTIZO CON “B” MAYOR ALBERTO ZALAMEA

Hablar de la biblioteca de Nicolás Gómez Dávila es ha-

aquella caverna platónica, para escuchar y dialogar, diría

blar del más erudito (vocablo que él rechazaría de inme-

yo, con la enorme biblioteca.

diato) y al mismo tiempo del más sencillo y humano de

La relación no era, como podría suponerse, la del

los seres que fuera posible encontrar en éste, el más aleja-

maestro con un grupo de discípulos. Nada más lejos de

do de los rincones de la tierra según Dostoievski. Este

la realidad. Nicolás, el más humano de los seres, repito,

rincón donde Nicolás repartió durante tantos años el pan

no dictaba cátedra, no imponía criterios. Con el humor

de la amistad.

condescendiente que lo caracterizaba en general, pero

Con espléndida nobleza intelectual, benevolente y

también a veces con el más terrible sarcasmo, sabía po-

austero, guiaba sin pretenderlo ni auspiciarlo la flauber-

ner a cada protagonista del acontecer filosófico o litera-

tiana educación literaria y sentimental de un grupo privi-

rio en su puesto y desde su sitial de observador conversa-

legiado de amigos que todos los domingos, hacia las nue-

ba, pedía y daba noticias, sabía cuanto ocurría en el villo-

ve de la noche, nictálopes maravillados, ingresaban en

rrio que era por entonces Bogotá. Jamás pretendió esta-

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blecer jerarquías intelectuales. Con liberalidad se refería a los hombres y a los libros y todos salíamos de aquellos encuentros enriquecidos y agradecidos. La Biblioteca (bauticémosla con la B mayor), enorme Biblioteca, era el testigo gigantesco de aquella humanidad y de aquella Sabiduría. No le temamos a la Sabiduría, no es exagerada, está distribuida, indiscutible, en las páginas inauditas de sus libros, notas y escolios. El gran salón, pieza principal diseñada tal vez por Pablito de la Cruz en “estilo inglés” de los años cuarenta, albergaba, pues, todos los libros y en todas las lenguas posibles, desde los incunables flamencos, pasando por las ediciones príncipes, hasta los volúmenes de lujo ilustrados por los más grandes maestros, desde los clásicos griegos y latinos, hasta los padres de la Iglesia, y las eruditas ediciones alemanas, desde la más completa biblio-

amigos y fieles admiradores: Hernando Téllez, Mario

grafía filosófica y patrística hasta los poemas que han

Laserna, Francisco Pizano, Abelardo Forero Benavides,

hecho de la existencia humana una ineluctable razón de

Hernando Martínez Rueda, Álvaro Mutis, Alberto Lleras,

vida, en fin un compendio de sabiduría.

Hans Ungar, a los que se sumaban de vez en cuando su

Todos estábamos enamorados de la Biblioteca. No sólo mirarla, ojearla, recorrerla. Había también que acari-

esposa doña Emilia y sus hijos Rosa Emilia, Nicolás y

NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA. Foto tomada del Boletín Cultural y Bibliográfico No. 40 del Banco de la República

Juan Manuel.

ciarla en sus lomos de finas encuadernaciones, buscar

La Biblioteca –culminación del saber acumulado desde

como por un proceso osmótico apoderarnos de una par-

su adolescencia– reposa hoy (o no, se sobresalta más bien),

te, aunque fuera mínima, de su saber.

a la espera de su reapertura, para decirlo de alguna manera.

En un modesto sillón, colocado a espaldas del orien-

Quienes la conocimos y disfrutamos en algún mo-

te, Nicolás recibía a sus contertulios. El levantarse para

mento nos preguntamos cuándo será posible revivir aque-

saludar a todos, sin consideración alguna de rango o edad,

llas ediciones de Saint-John Perse, de André Suarés, de

parecía una añeja ceremonia o un rito ancestral. Era en

Francis Jammes, de Barrés, de aquella legión de escritores

todo caso una muestra de aquella buena educación hoy

hoy perdidos y que sólo permanecen en la memoria de

perdida pero que en esos tiempos encontraba en Nicolás

algunos pocos para quienes la cultura es la forma univer-

su mejor intérprete.

sal de acceder a la dignidad humana.

La Biblioteca o Nicolás recibían en esos mismos tiem-

Este tesoro debe rescatarse, sin frases ni acciones alti-

pos todos los homenajes. Eran un mito y se unificaban

sonantes que Nicolás siempre rechazaba, pero con la con-

entre sí.

ciencia de que se trata de un legado cultural inigualable.

Entre los amigos que se beneficiaban todas las semanas de esa amalgama de Sabidurías plasmada en los millares de volúmenes al alcance de la mano o al menos de la escalerilla manual, se contaban, y los enumero sin or-

ALBERTO ZALAMEA. Periodista. Director del Diplomado en Prensa y Cultura, Postgrados UJTL.

den alguno, todos primus inter pares, una decena de

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LEÓN DE GREIFF. Foto tomada de la revista Colombia Ilustrada No. 2

La biblioteca de León De Greiff:

EL CUARTO DEL BÚHO CLAUDIA DE GREIFF

“ALLÍ ESTÁ MI REFUGIO. PROCURO SUSTRAERME EN ESE ESPACIO DONDE EL ENCUENTRO CON LOS LIBROS ME PROCURA UN ALIENTO DE PLACER CON EL SABER…” MICHEL DE MONTAIGNE En la estética hegeliana las artes se desarrollan desde la

ciara una relación de intimidad con sus libros. En ella no

arquitectura hasta la poesía, integrando así lo universal y

había aparentemente el menor indicio de clasificación,

lo particular. Un asunto de suma importancia para

pero el maestro conocía y sabía exactamente dónde se

Humboldt es la búsqueda de un elemento común para

encontraba cada libro, todos ellos clasificados y numera-

las distintas lenguas. Estos dos sencillos planteamientos

dos. En aquel lugar, el escritor buceaba por la literatura,

son percibidos en la conformación de la biblioteca de

la historia, la música, la política, la filosofía…

León de Greiff, para quien en la organización de sus li-

En su “biblioteca-refugio”, el propio Montaigne con-

bros, las temáticas contribuyen a un todo estructural. La

cebía este lugar como un espacio textualizado en el que

inclusión o eliminación de un ejemplar suponía una rees-

se desenvolvía plenamente su personalidad de humanis-

tructuración de todo lo demás.

ta y escritor, y en esto hay un parecido entre el noble

A León de Greiff le bastaba una habitación modesta

ensayista y el maestro León. Allí se encontraban sus li-

donde se encontrara su “Cuarto del Búho” que le propi-

bros en estantes, en los apoyos de las ventanas y en el

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suelo. Un espacio ensamblado por y para aquella singu-

Lo que ha dado en llamarse “El Cuarto del

lar personalidad creadora. Lo importante aquí es tratar

Buho”, a juzgar por informaciones no total-

de dilucidar lo que ese conjunto de libros significó como

mente desprovistas de verosimilitud, barrun-

construcción textual, y la función que ésta desempeñó

to que es ése barajustado aposento donde se

en el imaginario del escritor como campo semántico.

arrumbó –de antaño– cuanto estorbaba en

Pero dejemos que el poeta mismo nos describa cómo

otro sitio: catálogo, no catalogado, de las más

era exactamente “El Cuarto del Buho”, pues su biblioteca

diversas antiguallas y novelerías: la inutilería

sólo era frecuentada por sus “otros yoes” –heterónimos–:

en stock […]. Quizá no para él: para las otras

Leo Legrís, Ramón Antigua, Matías Aldecoa, Nico de la

gentes; y Él, no es el Búho, sino el Inquilino.

Faradula, Sergio Stepansky, Alipio Falopio, Dídimo el Máximo, Pantollo Bandullo, Baruch, entre otros muchos, y por el mismo De Greiff en Prosas de Gaspar (Tercer mamotre-

CLAUDIA DE GREIFF.

to), XV y XVI: Solo. Absurdamente solo. En medio de los libros, rodeado por mis recuerdos, ante la

Comunicadora social, especializada en gestión cultural y planeación estratégica. Coordinadora cultural del Centro de Arte y Cultura, UJTL.

extinta voz de las cosas circundantes. […]

LEÓN DE GREIFF. Foto tomada de la revista Semana No. 415 de octubre de 1954

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La biblioteca de Bernardo Ramírez:

UN RECUERDO DEMASIADO LARGO… BERNARDO HOYOS

Con la calidez de dos amigos que han compartido tardes

seguir libros, a leerlos, a guardarlos y a cuidarlos? Esto es

interminables de libros, café y ‘croissants’ al amparo de

muy importante, porque usted tiene obras de enorme

un ambiente silencioso, Bernardo Ramírez y Bernardo

valor bibliográfico, y una vez me decía que, de muy jo-

Hoyos se sentaron a hablar sobre la biblioteca del prime-

ven, cuando no tenía dinero lo que le importaba era el

ro para el programa Franja Universitaria, jueves 9:15 de

contenido de los libros, así no fuesen ediciones tan her-

la noche, que se transmite por la Emisora HJUT 106.9

mosas como las que tiene hoy en día.

FM, de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Bernardo Ramírez: Bernardo, el recuerdo es demasiado largo… Usted ha visto en la biblioteca, que yo tengo libros que para nosotros los estudiantes pobres de hace 50 años, o más, eran claves porque nos gustaba leer y las ediciones que estaban a nuestro alcance eran las de la famosa Colección Austral, porque eran libritos que valían un peso, o dos. Como eran muy bien escogidos en materia de autores y títulos, pues nos ayudaban muchísimo. Por ahí conservo también otras colecciones de esa época, que eran prácticamente revistas, como la colección El Molino, que era de novelas policíacas. Yo tenía 16 años cuando empecé a comprar libros, y los que me quedan de esas primeras épocas son aquellos que han aguantado todas mis aventuras y desventuras, porque he tenido una vida muy agitada. Después, con el BERNARDO RAMÍREZ. Foto Julio Flórez

Bernardo Hoyos: exministro de estado, ex-embaja-

tiempo, uno descubre que los coleccionistas de libros nos

dor ante el Reino Unido, Bernardo Ramírez protocolizó

volvemos obsesivos, que en nuestro caso es una especie

con el doctor Miguel Urrutia, gerente general del Banco

de eufemismo para no decir maniáticos. De ahí el térmi-

de la República, la donación de su espléndida colección

no de bibliomanía, que quiere decir que nuestras obsesio-

de libros a la Biblioteca Luis Ángel Arango con la condi-

nes se proyectan sobre muchas cosas. Por ejemplo, nos

ción de que después de su desaparición... y el día esté

volvemos envidiosos y maleducados: vamos a la bibliote-

lejano, como dice el poeta, sea trasladada a Pereira, su

ca de un amigo y sin pedir permiso nos levantamos, deja-

ciudad natal.

mos la conversación, y nos ponemos a ver qué tiene la

Doctor Ramírez, ¿desde cuándo comenzó usted a con-

biblioteca ajena que no tenga la nuestra y hacemos cuen-

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ta mental de los libros que nos hacen falta y salimos a

tiempo con la ilusión de acordarse dónde está cada libro.

conseguirlos como sea.

Uno se pregunta: ¿qué se hizo tal libro, de carátula verde,

Usted, Bernardo, que es amante de Marcel Proust

que compré hace treinta años? Y al buscarlo encontra-

como yo, me entiende: si veo una edición que me gusta y

mos otros que con la misma ilusión habíamos buscado

que no tengo, entonces, se me vuelve una faena conse-

antes y no habíamos encontrado. En fin, ahí está ese

guirla y esas faenas se van multiplicando porque libros

mundo organizado con el que los amigos exclaman: ¡Qué

que le interesan a uno aparecen por todas partes y de ahí

montón de libros tienes!, pero uno ya ha perdido el sen-

es que salen las colecciones. No es que uno se proponga

tido de lo que eso significa. Hay una frase muy bella de

tener una biblioteca de mil volúmenes, o cinco mil, o

Petrarca que en el siglo

veinte mil, sino que, sin darnos cuenta, amanecemos un

pasiones y me he esmerado en moderarlas todas, menos

día rodeados de libros.

una, la de los libros”.

XIV

decía: “He tenido todas las

Yo tengo mis manías y no he aceptado nunca que venga una persona profesional a clasificarme los libros; el Banco de la República ya se encargará, a su debido tiempo. Yo, mientras tanto, organizo mi biblioteca a mi manera, y eso me produce gran placer porque es perder el

BERNARDO HOYOS Periodista cultural. Director de la Emisora HJUT 106.9 FM, UJTL.

La biblioteca de Abel Naranjo Villegas:

UNA INVERSIÓN DEL ESPÍRITU VLADIMIRO NARANJO

ABEL NARANJO. Foto: archivo particular

Creo, sin temor a equivocarme, que pocas bibliotecas han habido tan “vividas” en Colombia como la de mi padre, Abel Naranjo Villegas. En ella transcurrió buena parte de su vida. Fue el epicentro de sus lecturas y de sus tertulias filosóficas, literarias, políticas y también familiares. En ella pasó largas veladas de discusiones sobre los más variados temas –sobre todo filosóficos– con sus contertulios favoritos. A ella concurrían también, con gran frecuencia, sus discípulos de varias generaciones, a consul-

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tarle y a dialogar con él. En los aciagos días que siguieron

sión eran los libros; “nada de lo que se invierta en el

al 8 y 9 de junio de 1954, cuando la dictadura de Rojas

espíritu se pierde”, solía decirnos a sus hijos. Nunca fue

asesinó un crecido número de estudiantes, ella fue el re-

un hombre rico, pero podría asegurar que se gastó una

fugio de los jóvenes de la Nacional y de otras universida-

fortuna en libros. No tuvo, felizmente, el mal hábito de

des, que fueron los primeros en expresar, desde allí, su

robar ejemplares de librerías o bibliotecas ajenas, como

inconformidad con el régimen militar. Entre aquellos jó-

otros intelectuales o pseudo intelectuales, que han engro-

venes se contaba Fabio Lozano Simonelli, Jaime Vidal

sado las suyas de tan vituperable manera; su sentido del

Perdomo, Rafael Rivas Posada, Crispín Villazón, Miguel

decoro –amén, naturalmente, de sus bien afinados prin-

Santamaría y muchos otros. En ella escribió, hasta el fi-

cipios éticos– se lo impedían. Creo, sinceramente, que

nal de sus días, sus libros, sus ensayos, sus conferencias,

jamás se le pasó por la mente cometer esta suerte de

sus artículos de prensa sobre los más diversos tópicos.

“pecadillos” –como algunos benévolamente los llaman– o

Pero, sobre todo, en ella leyó y estudió, toda su vida.

de indelicadezas, por no decir desvergüenzas. En cambio,

No sé si la biblioteca de mi padre llegó a ser, en volú-

sí fue víctima, en más de una ocasión, de saqueos de ami-

menes, una de las más grandes del país. El número de

gos o conocidos suyos, lo cual le molestaba sobremanera.

éstos, en todo caso, superó ampliamente los 20 mil. Pero

Pero, como digo, la biblioteca de Abel Naranjo fue

pienso que en filosofía y en sociología sí fue una de las

ante todo una biblioteca “vivida”, esto es, leída y consul-

más completas. Allí se encontraba la obra completa de

tada casi en su totalidad: de ella puede tomarse al azar

sus autores predilectos, como Hegel, Kant, Nietzsche,

cualquier libro, incluidas las enciclopedias, y se encontra-

Ortega y Gasset, Hartmann, Spengler, Dilthey, Zubiri,

rá subrayado y anotado por mano suya. Tenía una prodi-

Max Weber, Schopenhauer o Julián Marías, al lado de la

giosa memoria y sabía encontrar, rápidamente, la cita o el

de los clásicos griegos –de Platón, Aristóteles, etc.–, la de

pensamiento oportuno al tema que se tratara, bien fuera

Marx y los teóricos del marxismo, las de Santo Tomás de

para la charla de turno o para el estudio en preparación.

Aquino y demás grandes filósofos del cristianismo, la de

Aunque obsequió en vida parte de sus libros a la

los filósofos existencialistas, entre otros. A ello se suma-

Universidad Nacional, principalmente, el grueso de su

ban colecciones completas de historia de Roma –Suetonio,

biblioteca está hoy, aunque dispersa, en manos de sus

Tito Livio, Polibio, Séneca–, de historia universal y de

hijos. Para nosotros, cada libro suyo, por saber que fue

historia de Colombia, álbumes de arte, libros y cuaderni-

leído y asimilado por él, y por encontrarse subrayado y

llos de poesía, obras jurídicas, y tal vez lo más escogido

anotado por su mano, es un tesoro.

de la literatura y la novela nacional y extranjera, tanto clásica como contemporánea. ———————————————

Mi padre estaba siempre atento a adquirir –y leer y estudiar– toda obra nueva que apareciera, especialmente en materia sociológica o filosófica. Para él la mejor inver-

VLADIMIRO NARANJO. Abogado constitucionalista. Ex presidente de la Corte Constitucional colombiana.

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La Biblioteca de Alfonso Palacio Rudas:

COFRADÍA DE LIBROS YESID CASTAÑO Mucho antes de morir, en agosto de 1996, la biblioteca

y la inmensa y calificada ge-

de Alfonso Palacio Rudas ya se conocía como la más gran-

neración de ideas para la acti-

de de las privadas del país. Durante toda su vida fue acu-

vidad docente, parlamentaria,

mulando volúmenes de materias especialmente las rela-

de negociador internacional,

cionadas con las ciencias jurídicas y económicas, hasta

periodística, constitucional,

llegar a registrar alrededor de 90.000 ejemplares. La bi-

etcétera. Esa biblioteca fue

blioteca siempre estuvo en su residencia, la cual fue dise-

testigo de las consultas que la

ñada para albergarla en condiciones de solemnidad abso-

gran mayor a de la dirigencia

luta y disposición profesional de tal manera que su apro-

nacional y regional, tanto

vechamiento fuera acorde con las técnicas de la época. La

pública como privada, decidió

vida de hogar que siempre compartió con su bella espo-

plantearle al doctor Palacio, y

sa, Magdalena Santofimio, se desarrolló alrededor de la

allí se concibieron los más positivos procesos de la políti-

biblioteca, no solamente porque el volumen de edifica-

ca cafetera y petrolera de Colombia. Fue también escena-

ción para ésta era lo más destacado del conjunto que

rio de inolvidables conciertos de música clásica y moder-

formaba su casa esquinera del Chicó, sino porque preci-

na, cuya selecta audiencia la encabezaban hombres como

samente en su interior se desarrolló siempre una intensa

Darío Echandía, Alberto Lleras y Alfonso López.

actividad académica, social y política.

ALFONSO PALACIO RUDAS Foto de Christian Zitzmann. Revista Credencial No.49

Cuando supe de la inauguración de la nueva Bibliote-

La construcción de la biblioteca se realizó en un mó-

ca Alfonso Palacio Rudas en la Casa Museo del maestro

dulo de altura superior a la de un edificio de dos pisos,

Gómez Campuzano no dejé de reafirmar la deuda evi-

cuyas cuatro paredes quedaron cubiertas de libros en dos

dente del Banco de la República con la memoria de Pala-

disposiciones completas; es decir, detrás de cada volumen,

cio Rudas al no querer considerar, como lo propusimos

siempre se encontraba otro. A media altura se disponía

muchos de sus amigos y coterráneos, que después de

de un amplísimo corredor que daba la vuelta completa al

haberle donado tan inmensa fortuna intelectual, la sede

salón, además de tres ambientes para recibir a los visitan-

del servicio público concebido en el documento de trans-

tes, con un área albergando una zona dedicada al sitio de

ferencia de la propiedad debió haber sido por adquisi-

trabajo exclusivo del “Cofrade” y un espectacular escrito-

ción la misma casa, que albergó el esfuerzo de un hom-

rio antiguo, su silla, un pequeño sistema de telefonía, y

bre al servicio exclusivo del país. Así siempre lo pensaron

la maquina de escribir eléctrica que le obsequió el presi-

Lleras Camargo, Echandía, Lleras Restrepo y López Michel-

dente Belisario Betancur el día que el doctor Palacio donó

sen, quien además encontró en esta obvia conclusión la

su tesoro al Banco de la República. En ese mismo sitio él

posibilidad de definir una sede para la exposición perma-

escribió las “Columnas del Cofrade” durante muchos años

nente de la obra de su padre el presidente López Pumarejo.

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Así también lo pensamos los asistentes al acto el día de la

funcionamiento de una “casa show” como la que allí

donación, encabezados por el jefe de Estado, Belisario

apareció, puede decirse que podríamos estar ante la opor-

Betancur, por el doctor Francisco Ortega, gerente del

tunidad de enmendar tan lamentable error.

Emisor, y por don Guillermo Cano. Así lo pensó y lo respaldó el presidente Samper al presentar un proyecto de Ley para honrar la memoria de Palacio proponiéndose

YESID CASTAÑO.

la compra de su residencia. El Banco también lo pensó,

Economista, especializado en alta gerencia. Presidente de varias juntas directivas de empresas privadas y miembro de la Asociación para el Desarrollo del Tolima.

pero jamás lo decidió. Hoy, cuando la autoridad distrital adelantó una acción de sellamiento en la casa de los Palacio, seguramente por los inconvenientes que genera el

La biblioteca de Germán Arciniegas:

ATMÓSFERA PROPICIA AL DIÁLOGO JUAN GUSTAVO COBO BORDA La biblioteca de Germán Arciniegas estaría integrada, en

enérgico oxígeno de la libertad. Libertad de cátedra, en sus

principio, por los 60 libros que él escribió y por los 15.934

tentativas de reforma universitaria. Libertad de informa-

que donó a la Biblioteca Nacional de Colombia, donde

ción, en su secular tarea como columnista semanal. Ello

forman el Fondo Germán y Gabriela Arciniegas.

daría origen, como en su libro póstumo: Arciniegas polé-

Es la biblioteca de un periodista-poeta, viajero contu-

mico. Sus más resonantes controversias (Bogotá, Espasa

maz que recorrió el mundo registrando las huellas que el

Selección, 2001, 286 págs.) a un vasto tejido de diálogos

nombre de América dejó en todas partes. Lo hizo con

originales y contrapuntos estimulantes que podrían ir des-

visión de historiador pero también con generosidad de

de la forma como Giovanni Papini criticó la incapacidad

profesor-divulgador. Podía ir así desde las obras de arte

creativa de América hasta el sesgo autobiográfico con que

de Rafael en el Vaticano hasta los pesebres que su amigo

Waldo Frank abordó su libro sobre Bolívar.

el poeta mejicano Carlos Pellicer levantaba cada diciem-

Todo ello parece muy antiguo y carente casi de inte-

bre en México. Era una biblioteca vivida y personal, don-

rés para un joven de nuestros días. Pero Arciniegas, con

de cada libro remitía directamente a alguna página suya,

los libros que leyó y con los que escribió, constituye el

publicada en la prensa del continente y recopilada luego

enlace necesario para conformar en el caso nuestro una

en alguno de sus variados volúmenes, impresos en Bue-

memoria intelectual. Un enfoque individual de lo que a

nos Aires, Santiago, Costa Rica o México.

la larga constituye nuestra tradición colectiva. Arciniegas

Fue el gran punto de contacto para que una Colom-

resulta el insólito caso de una figura colombiana que,

bia pequeña y llena de represivos prejuicios ancestrales se

nacida el 6 de diciembre de 1900 en Bogotá, muere en la

fuera abriendo al mundo y respirara, con más ímpetu, el

misma ciudad el 30 de noviembre de 1999 luego de con-

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versar con Baldomero Sanín Cano y León de Greiff, con Jorge Luis Borges y con Salvador Dalí, con Alfonso Reyes y Víctor Raúl Haya de la Torre, con Ramón Gómez de la Serna y con Mariano Picón Salas. Fue un americano integral y su biblioteca refleja ese inquieto desplazamiento por países e ideas. Las revistas que fundó y dirigió –Universidad, Revis-

ta de las Indias, Revista de América, Cuadernos de París, Correo de los Andes–, como aquellas en que mantuvo una colaboración asidua –Cua-

dernos Americanos, de México, o el Boletín de la Academia de Historia, en Bogotá– siempre estuvieron animadas por el fuego cordial de sus controversias o la hos-

sencillo recinto para todos acogedor. El catálogo que la

pitalaria generosidad con que invitó a tanta gentes en

Biblioteca Nacional acaba de publicar de sólo los libros

tantos países a escribir sobre los temas que consideraba

referidos a la historia de América que Arciniegas donó en

cruciales. No olvidemos, por ejemplo, que en Cuadernos

1975 constituye, junto con la donación del pintor Fer-

Salvador Allende opinaba sobre la democracia en el con-

nando Botero a la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogo-

tinente, del mismo modo que Alejandra Pizarnik reseña-

tá, dos de los hitos más elogiables y decisivos, en este

ba los poemas de Carlos Castro Saavedra. Ahora todo

siglo, de nuestro desarrollo cultural. La biblioteca de

ello, junto con su correspondencia al respecto, se halla en

Arciniegas, que está en nuestras manos y podemos con-

su donación. Su persona, como su biblioteca, fue un punto

sultar cada día, es el paradigma de una atmósfera propi-

de encuentro. Llamó la atención, con carácter pionero,

cia al diálogo, donde nadie deja de defender sus ideas

sobre figuras como Naipaul y Saramago, tal como atesti-

pero es capaz también de pausas reflexivas para escuchar

guan algunas de las varias recopilaciones de su trabajo,

al otro. Ese otro que son los libros develados en su silen-

como América nació entre libros (dos volúmenes, Bogo-

ciosa intimidad cómplice. Por ello, y mucho más, Arci-

tá, Biblioteca Familiar Presidencia de la República, 1996),

niegas merece el recuerdo generoso hacia su generosidad

donde se puede seguir, como quien repasa un fichero de

sin par.

GERMÁN ARCINIEGAS Foto de Álvaro Gutiérrez tomada de la revista Credencial No. 64

biblioteca, la fascinante biografía de sus lecturas, desde los cronistas de Indias hasta Quevedo, del Inca Garcilaso a Carpentier, y comprobar así cómo la valiosa donación

JUAN GUSTAVO COBO BORDA. Poeta y ensayista.

de sus libros al quizá futuro lector que descubra en tantas páginas el magnético nombre de América, justifica su fructífera existencia de interlocutor siempre abierto al mundo. Su biblioteca, como su casa, era un rico y a la vez

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