BOSQUEJO HISTORICO DE LA CARDIOLOGIA. (Conferencia del Dr. Eugenio García Carrillo, del 2 octubre de 1996)

Apuntes de historia de la medicina y su desarrollo en Costa Rica 105 BOSQUEJO HISTORICO DE LA CARDIOLOGIA (Conferencia del Dr. Eugenio García Carril

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Apuntes de historia de la medicina y su desarrollo en Costa Rica

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BOSQUEJO HISTORICO DE LA CARDIOLOGIA (Conferencia del Dr. Eugenio García Carrillo, del 2 octubre de 1996)

En nuestra lengua madre, el latín, cor y cordis son raíces idiomáticas que expresan, se dice, lo que salta dentro del pecho, y que nuestros enfermos referían con la expresiva metáfora de “mariposeo”. Con la expresión “corde amare” nos referimos al sentimiento amoroso que se supone reside en el corazón, y al cual Martí se refería diciendo que “cuando se pretende pintar el corazón se debe conocer todas sus fibras”. Durante la larga vida del padre de la medicina, Hipócrates de Cos (siglo V antes de nuestra era) seguramente que pudo conocer casos de enfermedades del corazón y expresar sus experiencias en algunos de sus célebres aforismos. Citemos por ejemplo los siguientes: -Los obesos se hallan más expuestos a una muerte repentina que los flacos. -Los que con frecuencia y sin causa manifiesta padecer de profundos desmayos, mueren de repente. -Los que se ponen jorobados antes de la pubertad, por efecto de asma o tos, mueren muy jóvenes. El más citado de los aforismos es aquel que dice: -“Vita brevis, arc longa, occasio preaeceps, experientia fallax jubicium difficile.” La vida es corta… esto es lo que angustia al enfermo del corazón quien teme la muerte repentina anunciada en los aforismos hipocráticos y Baudelaire expresaba como la “griffe effroyable de Dieu“, cuando nos agarra la enfermedad y nos hace temer el juicio divino. Hipócrates, en el juramento que debían prestar los iniciados a la medicina exigía que: “Vea lo que vea y oiga lo que oiga de las vidas de los hombres, que no deba ser repetido, lo guardaré como inviolable secreto”. Animar al afligido por la cardiopatía es el primer deber del médico, ya que es engañosa la experiencia y difícil el juicio, y el enfermo teme a lo que está expuesto por la índole de su padecimiento . Decía el célebre médico español, Gregorio Marañón que: “En la medicina no hay plaga más dañina y odiosa que la de estos médicos que dicen a los enfermos la verdad. Primero, porque nunca estamos seguros de poseer la verdad, y si, por un falso prurito moral, la decimos, aún a sabiendas de herir al paciente, nos exponemos no sólo a hacerle daño, sino a hacérselo con una mentira.” Yo recuerdo varios casos en que médicos y cardiólogos reputados anunciaron al enfermo una muerte inminente, cuando en realidad la vida les deparó muchos años sin sufrimientos. Añadía el doctor Marañón que con tal proceder lo que exhiben es su vanidad o pedantería, “porque hay muchos tan satisfechos de lo que han aprendido en sus revistas, que no pueden ceder a la fruición de contárselo a los únicos que se lo soportan, que son los infelices dolientes que, prisioneros de su condición, no pueden protestar”. De un médico de la antigüedad se cuenta la siguiente anécdota que ilustra cómo las emociones fundamentales, alegría, pena, miedo, cólera, amor y repulsión, pueden ser factores ocasionales de cardiopatías: El rey de los sirios, Seleuco, llama a Erasístrato para que cure a su hijo Antioco que se estaba muriendo. Tras un atento examen, el médico pide que todas la mujeres que viven en la corte de su padre desfilen ante la cama del enfermo. Al ver a Estratónica, su joven madrastra, el pulso de Antioco comienza a latir rápidamente. El médico participa su diagnóstico al Rey septuagenario, el cual, prudentemente se separa de su mujer y la casa con su hijo, que cura

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definitivamente. De este modo, por la primera vez a la cabecera del enfermo se pone en evidencia la relación entre el ritmo cardíaco y la emoción amorosa. Otro caso, que evoca un problema cardiológico en la antigüedad fue el del guerrero Diomedón que corrió desde los llanos de Maratón en el año de 490 antes de nuestra era hasta Atenas para anunciar la derrota del ejército de Darío en la primera guerra médica. Suponemos que corrió más de 42 kilómetros, ya que tal es al distancia que corren los aspirantes al triunfo en la carrera de maratón da las modernas olimpiadas. Se dice que al anunciar la Victoria, Diomedón cayó muerto. Hoy, como lo saben los médicos de deporte, el esfuerzo físico solo se autoriza al que tenga un corazón sano. En la antigüedad griega existieron buenos anatomistas, como Erasístrato que floreció unos tres siglos antes de nuestra era y conoció en detalle la anatomía del corazón pero en el aspecto de la circulación siguió la teoría del pneuma o espíritu vital que durante muchos siglos retardó el conocimiento científico de la circulación de la sangre. El concepto del pneuma se remonta a la misma aurora de la filosofía griega y fue admitido por la escuela médica hipocrática. Se basa, según Anaxímenes, en el aire como substancia primordial. Los anatomistas, hasta Andrés Vesalio en el siglo XVI, hablan de que por la arteria aorta “ vitalem spiritum toti corpori deferens”, es decir que el espíritu vital se extiende por el cuerpo, y además, decía, la contracción y dilatación del corazón produce calor corporal. Otro error propagado por el médico griego Galeno -cuyas obras se estudiaron hasta el siglo XIX- fue que la sangre rezumía del ventrículo derecho al izquierdo por poros en el septo interventricular. En las primeras décadas del siglo XVI alcanzó mucha fama Andrés Vesalio al publicar su libro “De humani corporis fabrica libri septem” (“Siete libros sobre la fábrica del cuerpo humano”), Basilea, 1543. El orden de los 7 libros es el siguiente: Huesos y Cartílagos, Ligamentos y Músculos, Venas y Arterias, Sistema nervioso periférico, Organos de la nutrición y Generación, Corazón y Organos Toráxicos, Sistema nervioso central y sentidos. Como se puede apreciar una distribución innovadora basada en un conocimiento exacto que Vesalio adquirió desde muy joven procurándose en secreto por las noches cuerpos en la plaza del patíbulo. La teoría de Galeno que equiparaba la anatomía del animal con la del hombre fue refutada por Vesalio, lo que le atrajo enemigos. Andrés Vesalio es hoy considerado como el creador de la anatomía moderna. Murió durante una peregrinación a Tierra Santa.31 Un siglo después, en el siglo XVII, Harvey publica su opúsculo de solamente 72 páginas tituladas “Exercitatio anatomica de motu cordis et sanguinis in animalibus” (“Sobre el movimiento del corazón”, Franckfurt del Meno, 1628). El descubrimiento decisivo de Harvey sobre la circulación sanguínea fue expuesto en 1616 ante un auditorio compuesto por unos 40 médicos en el College of Physicians, en Londres. A muy avanzada edad fue nombrado presidente del College. Transcurridos más de 200 años sus restos fueron trasladados a un sarcófago de mármol que se encuentra expuesto en la capilla que lleva su nombre de la iglesia de Hempstead. Lo único que no descubrió Harvey fue la circulación capilar pulmonar que realizó más tarde Malphigi gracias al microscopio. Siglo y medio después de Harvey todavía es inexistente la ciencia médica cardiológica porque el médico no dispone de ningún elemento de diagnóstico, salvo el pulso que había sido estudiado ampliamente por los chinos y los árabes (recordemos el “delirium cordis”, la arritmia completa arterial).

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En realidad, murió de regreso de la peregrinación a Tierra Santa. No se sabe con certeza si en la Isla de Zante o en el mar, tras el naufragio del barco en el que regresaba a Padua. (Nota de la Editora).

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Para cerrar este breve resumen de prehistoria de la cardiología debemos terminar mencionando a Miguel Servet (siglo XVI), teólogo español. Calvino lo acusó de hereje y logró que lo condenaran y quemaran vivo en Ginebra. En su obra teológica se encuentran algunas líneas en que describe de un modo claro y perfecto la llamada circulación menor y pulmonar, antes que el médico italiano Cesalpino (murió en 1603), y a quien se atribuye ese término. René Teófilo Laennec publicó en 1819 su libro “De l’ auscultation mediate” que mediante su invención del estetoscopio abrió a los médicos el conocimiento de las enfermedades del corazón y de los pulmones. Un día que debía examinar a una opulenta y joven señora, piensa que aplicando el oído al pecho podría descubrir el mal que la aquejaba. Coge un cuaderno que estaba por allí, lo enrolla y lo aprieta formando un cilindro. Ajusta un extremo cilindro bajo el seno izquierdo da la paciente y pega su oído al otro extremo y oye los ruidos cardíacos. Perfecciona la trompetilla acústica que llama “estetoscopio”, sustituyendo el rollo de papel por un cilindro de madera hueco. Sus enemigos se burlaban llamándolo “cilindromaníaco”. Se equivocó al asignar los ruidos del corazón y no fue más allá en cardiología que lo que Corvisart había dicho. Dió el nombre de frémito catario al estremecimiento vibratorio palpable en la región precordial semejante al ronroneo gatuno. Contemporáneo de Laennec fue el clínico francés Jean-Nicolas Corvisart, autor del libro “Ensayo sobre las enfermedades y las lesiones orgánicas del corazón y de los grandes vasos” (1806); se dice que fue el primero en utilizar el término “lesión orgánica”. Un año antes de la muerte de Leopoldo Auenbregger tradujo su libro “Inventum novum”, sobre la percusión del tórax. Esta, junto con la auscultación, la palpación y la inspección, en conjunto diagnósticofísico, le dieron gran autoridad a la clínica francesa, hasta el día de hoy. Solicitada la consulta de Corvisart para ver al Emperador Napoleón I, gracias a la percusión declara que no sufre más que un simple resfriado benigno. Encantado por tal diagnóstico, Napoleón lo nombra su médico privado. Fue José Skoda, médico checo, quien durante todo el resto del siglo XIX sentó las bases científicas de la auscultación y la percusión, haciendo de la cardiología una verdadera especialidad. Siguiendo la norma hipocrática de honrar al Maestro, la ciencia médica francesa ha querido que perdura el nombre de algunos estudiosos de la cardiología. En primer lugar, “la maladie de Bouillaud”. Hombre del XVIII que práctico todavía la sangría, su merecida fama se extendió por el siglo XIX hasta que murió en 1881. Buena parte de su vida la dedicó a revelar al mundo científico, hasta convencerlo, el arcano de la fiebre reumática. La endocarditis reumática fue el caballo de batalla de Bouillaud, pero reconoció también la frecuente asociación de pericarditis cuando la enfermedad era poliarticular: es la llamada primera ley de Bouillaud (en la segunda ley, la coincidencia es la excepción cuando la artritis es mínima). Como dato curioso, el nombre de ruido de galope se lo dio Bouillaud a éste fenómeno acústico cuyo diagnóstico también hacía por la palpación, como el frémito de la estenosis mitral. Otro caso: “ la maladie bleue”, que perpetúa el nombre de Fallot. “La maladie d’Hodgson” por su descripción pionera (1815) de la etiología sifilítica de una insuficiencia aórtica a una aortitis con o sin aneurisma y lo que hoy llamamos aorta desenrollada. Dublín, la capital de Irlanda, vio la eclosión en la primera parte del siglo XIX de varios médicos que dieron renombre a la escuela irlandesa de cardiología: fueron Cheyne, Adams, Stokes, Graves y Corrigan. El nombre de Stoke está acoplado con el de Cheyne en un tipo de respiración. Y con Adams en un tipo de bradicardia; el de Graves con el bocio exoftálmico; el de Corrigan por el pulso en la insuficiencia aórtica: el pulso saltón y el pulso capilar. En Norteamérica, el soplo asociado al nombre de Flint se publicó en 1862. Los nódulos cutáneos en la endocarditis maligna llamados de Osler, efímeros, de los franceses, por embolias, fueron tratados por Osler en 1908.

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Angina, como la define el diccionario, significa un dolor agudo, espasmódico y paroxístico. Angina pectoris se refiere al dolor en el corazón, aunque desde la antigüedad se pensaba que tal órgano era inmune al dolor. Son innumerables los autores que se han ocupado del tema, y actualmente es conversación de salón. Sin embargo pareciera que las enfermedades relacionadas con tal patología entran entre las llamadas enfermedades emergentes, antes raras, ahora frecuentes. En 1845, en Hamburgo, de un total de 1571 decesos de todas las causas, solamente hubo tres debidas a la angina pectoris. Un siglo después en Estados Unidos un autor publica su estadística: entre 8313 autopsias encontró 117 casos cuya muerte fue debida a infarto del miocardio y algún tipo de oclusión de arterias coronarias. En el Hospital San Juan de Dios, en Costa Rica, entre las primeras 8000 autopsias aparecieron solo 23 casos de infarto. En Norteamérica, desde 1940 la enfermedad de las arterias coronarias alcanza proporción epidémica. En un afán comprensible de salvar vidas útiles, los enfermos son llevados a los hospitales, pero en el camino fallecen uno de cada cinco. Se inventa la solución: a cada paciente se le dará una atención especial dentro de su cubículo y en la ambulancia que lo transporta; se crea así la llamada “unidad coronaria”. El tratamiento medicamentoso busca disolver un trombo responsable de la oclusión. O se piensa en un desvío de la circulación coronaria para restablecer el curso de la sangre. Varias técnicas con este fin han ideado los cirujanos cuyo aspecto histórico y realización práctica la encontrarán los estudiosos en tratados modernos. Los conceptos de la inflamación y de la fibrosis degenerativa en el miocardio oscurecieron durante mucho tiempo la explicación de la angina pectoris y sus secuelas. Laudy, en París, habló de “miocardie”, para obviar el término de miocarditis o miocardosis. Hoy se llama “cardiomegalia idiopática” . En Costa Rica ya se ha escrito una recapitulación histórica sobre el tema cuya lectura se recomienda a los interesados (Reseña del aporte costarricense al conocimiento de las miocardiopatías, 1971.) Un capítulo nuevo de la nosología se abrió en 1896 con la tesis de René Marie “L’infarctus du myocarde et ses conséquences”. La débil proporción de casos (0.2%) del número total en las primeras 8000 autopsias nos demuestra como el “modo de vida” del “antiguo” costarricense nos había defendido de la enfermedad de las arterias coronarias. El médico norteamericano James B. Herrick le dio un gran impulso a la nosología de lo que también se conoció como trombosis coronaria. Sin embargo, de acuerdo con Baroldi (1963), el mayor problema en la enfermedad de las arterias coronarias resulta ser hemodinámico por caída de la presión arterial, aumento de la coagulación, disminución de la contractilidad cardíaca, edema, estasis, entre lo más importante. La conclusión expresada por Baroldi es que lo que se llama “infarto del miocardio” no es un verdadero infarto sensu strictus. Introducción a la historia de la electrocardiografía El físico francés Ampère podría ser abuelo de la electrocardiografía pues estudió qué es lo que pasa cuando la aguja magnética se desplaza cuando en su vecindad pasa una corriente eléctrica y construye el primer galvanómetro para medir la intensidad de la corriente eléctrica cuya importancia en el determinismo de la contracción muscular había sido establecida por Galvani en el siglo XVIII y fue luego retomada por Waller. Einthoven descartó el electrómetro de los antiguos fisiólogos; en los primeros años del presente siglo él aplicó su galvanómetro al estudio del potencial eléctrico del corazón. El doctor Lewis luego dedicó 15 años y hacia 1920 consideró terminado su trabajo, dejando publicado su libro “The Mechanism of the Heart Beat” (1911); principalmente un estudio de las arritmias, proseguido por Wilson que sin embargo se dedicó más a investigar el complejo ventricular. Einthoven, como Wilson, nunca publicó un libro basado en su trabajo.

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Einthoven demostró que las variaciones del potencial engendradas en el corazón sobre las 3 derivaciones comunes podían considerarse como ocurriendo en los 3 lados de un triángulo equilátero cuyos vértices fueran equidistantes de su centro; Wilson trató de demostrar que un dipolo colocado en el centro genera potenciales en los vértices del triángulo que sumados entre sí dan siempre cero; así nació la llamada Central Terminal. Einthoven designó los accidentes del electrocardiograma con letras tomadas de la mitad del alfabeto para dejar campo si después de la onda U alguien designaba alguna otra, como hizo Wilson con las derivaciones precordiales “V” tomadas con su central terminal. Según relata Levine fue mi maestro en Boston cuando Einthoven visitó Norteamérica en 1924 no comprendía todavía el alcance del electrocardiograma para el diagnóstico en el infarto del miocardio. Einthoven (W) fue médico, pero ante todo, inventor. Fue del mismo temple que otros célebres como Gütenberg que nos dejó la imprenta, como Fulton que nos dejó la máquina de vapor, como Jacquard que no dejó el telar. Einthoven nos dejó el electrocardiograma. Aunque no fue cardiólogo clínico como Lewis, casi todas las arritmias importantes fueron registradas por él desde su laboratorio hasta el hospital universitario mediante un cable de casi 2 km construido por él mismo. Fue el inventor de la delgadísima fibra de cuarzo recubierta de plata que hizo posible el funcionamiento de su galvanómetro, que perfeccionó los ya existentes, y permitió el registro de las tres derivaciones de las extremidades y las sumó en la simple ecuación Dii = Di + Diii si son registradas al mismo tiempo: es la ley de Einthoven. Describió la onda P mitral y las hipertrofias ventriculares, el bloqueo completo; además investigó el electroretinograma y los ruidos cardiacos. Para siempre encontró las coordenadas de amplitud y tiempo. La primera máquina de Einthoven era un conjunto impresionante de piezas separadas; luego, el ingenio industrial europeo las fue juntando, le pusieron ruedas y siguiendo las miniaturización actual se llegó a la cajita que ustedes conocen actualmente. Einthoven puso gusto y pasión en la electrocardiografía. Snellen publicó un libro sobre su vida y trabajo, ancestros y contemporáneos. Recibió el Premio Nobel, en 1924 y murió 3 años después. Le dio a la cardiología una aureola científica. Fue Pardee el que reconoció la importancia de la Q (llamada también de Pardee) para el diagnóstico del infarto, pero las partes más inestables del electrocardiograma resultaron ser el segmento ST y la onda T. Al complejo ventricular QRS se le asoció con la posición del corazón dentro del tórax y realmente el concepto de corazón horizontal o vertical manifestado en el llamado eje eléctrico era descartable, no así en el estudio de los vectores (u onda de activación de un dipolo).

Fotografía tomada de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Electrocardiograma

A partir de la muerte del Dr. Cabrera, en 1964, la vectorcardiografía a la que había consagrado una veintena de trabajos entre 1957-1962 perdió interés. Paradójicamente fue una disputa interdepartamental sobre el significado electrofisiológico de la morfología R en precordiales derechas y de precisar su valor semiológico lo que motivó disentimiento personal. Era Cabrera un joven alto, muy delgado, de tez mestiza mexicana y mirada a veces absorta. Sabía contar los más graciosos chistes cuya conclusión rematada con su acento mexicano dicho en todo suave. Esta faceta de su personalidad la ignoran sus biógrafos. Cuando le referían alguno inédito, lo apuntaba en una libretita para añadirlo a su colección. A veces también sacaba de su

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bolsillo un elipsoide que figuraba el asa QRS y orientándolo en el espacio llegaba a sabias conclusiones. Traía en sus valija 3 alambres rojos de algo menos de un metro de largo unidos por un extremo y dispuestos para las conexiones del electrocardiógrafo. Nos dijo que era una “central terminal” hecha en su país. Introducción a la cirugía cardíaca La segunda mitad del siglo XX ha visto el triunfo del ingenio norteamericano para resolver la problemática de la cirugía del corazón y de los grandes vasos, intrincada con la cirugía de las afecciones congénitas. En la década de los años 30, el Dr. Forssman inventó en él mismo el cateterismo cardíaco que ulteriormente es práctica corriente, con fines diversos. En la década de los años 50 el invento de la desviación circulatoria hizo posible la cirugía a cielo abierto y no a ciegas como la practicaron en 1948 Bailey y Harken en la estrechez mitral. En 1956 Lillehei reparó bajo visión directa por primera vez una válvula mitral. En 1960 Starr introdujo una prótesis válvula aceptable. Poco se habla actualmente del transplante del corazón por los múltiples problemas que ocasiona, aunque no puede negarse su éxito en algunos casos. La primera intervención de este tipo la realizó el cirujano sudafricano Christian Barnard; fue la sensación en todo el mundo y estuvo de moda por mucho tiempo.32 Lo importante que Barnard demostró con esta operación es que el corazón no necesita de inervación. Con esto la atención de los investigadores se desvió del esquema coronario hacia el papel del colesterol en la angina de pecho y el infarto. La dietética está a la orden del día, en la cardiología, que vuelve así a la enseñanza hipocrática. La publicación en 1963 del Atlas de enfermedades congénitas del corazón compilado por la Dra. Maude Abbott hizo concebir a la doctora Helen Taussig una cura de la cianosis congénita mediante la operación que llevan su nombre asociado al del cirujano Blalock. El éxito conseguido en la tetralogía de Fallot, y antes en el ductus arteriosus (Gross, 1938) y en la coartación de la aorta, atrajo la aprobación de los cardiólogos hacia el tratamiento quirúrgico en general, tendencia vigente a fines del siglo XX. Los interesados en técnicas y resultados deben consultar recientes textos de cirugía pediátrica cardiovascular que ha cumplido ya medio siglo de existencia. Introducción a las medicinas para el corazón Las medicinas usadas para el corazón se sirven de las propiedades de éstas para combatir la vasoconstricción coronaria, las arritmias y la dilatación del miocardio. El síndrome de la insuficiencia cardíaca envuelve no solamente el corazón si también otros órganos y cambios compensatorios. Su tratamiento es complejo y no entraremos en consideraciones históricas sobre él. Sin embargo, los medicamentos del corazón aunque encuentran su mejora aplicación en la enfermedad de las arterias coronarias pueden utilizarse en la insuficiencia cardiaca, según sean las complicaciones que se presentan en el curso de su evolución. Desde el punto de vista histórico vamos a referirnos solo a la digital, teniendo presente que el digitalismo es la otra cara. Esta clásica medicina para la hidropesía se usaba ya en el siglo XVIII cuando el médico inglés William Withering la aplicó siguiendo el uso empírico que se le daba entre el pueblo. 32 El primer transplante de corazón en Costa Rica fue hecho por el Dr. Longino Soto Pacheco al paciente Juan Rueda (Nota de la Editora)

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La digitalina es un poderoso veneno que impregna lentamente el organismo y que tarda en eliminarse, pero que actúa rápidamente en ciertas arritmias, por lo cual Bouillard la reconocía como un verdadero opio del corazón. El efecto acumulativo de la digital llega a producir síntomas digestivos que hacen que la automedicación con fines suicidas sea poco probable o poco empleada. En los glucósidos de la digitalis lanata, la convallaria majolis (lirio del valle), el nerium oleander (rosa laudel), el strophanthus -entre otras- son palabras cardiotónicas. Los indios mexicanos aplicaban la “flor de corazón” (yoloxóchtl) por su acción beneficiosa sobre las cardiopatías. En la segunda mitad del siglo XIX se le prestó atención al análisis y a la purificación de los varios glucósidos de las hojas de digital. Nativalle recibió un premio de la Academia de Medicina en 1870 por la cristalización de la digitalina y Vásquez aconsejó digitalizar usando la siguiente pauta: dar el primero y segundo día 20 gotas, el tercero y cuarto día 10 gotas y seguir con un régimen de mantenimiento de 5 a 10 gotas diarias; hablando de la solución de la cual 5 gotas representa al efecto de 10 centigramos de polvo de hoja. En 1893 Potain decía: “No es la lesión cardiaca la que indica el tratamiento digitálico si no el síndrome que provoca esa lesión, es decir: la frecuencia, la irregularidad de las pulsaciones y la hidropesía del tejido celular (edema)”. Es de buena clínica omitir la digital en aquellos pacientes que no se benefician claramente y que aún parecen perjudicarse con ella. La auscultación sistemática es de regla para detectar a tiempo el bigeminismo extrasistólico o una eficacia mediocre (insuficiencia, diuresis). En un caso de extrema urgencia, como el edema agudo del pulmón, una dosis intravenosa de ouabaina (o estrofantina) en un enfermo no digitalizado previamente, es salvadora y eficaz. En una insuficiencia cardíaca leve es suficiente el reposo y medidas depletivas antes de la cura digitálica como diuréticos para la profilaxis de la hipopotasemia en pacientes que toman digital y el refuerzo con potasio en los hipoalimentados; la hipocalemia agrava el digitalismo. Que las lesiones anatómicas de las estructuras cardíacas no son todo y que el corazón falla principalmente porque el miocardio eventualmente se rinde, fue el punto de vista insistentemente expuesto por Sir James Mackensie (murió en 1925) y que ahora se expone bajo la idea de viabilidad. La viabilidad del corazón esta íntimamente relacionada y explicada por los conceptos desprendidos de la cardiología molecular. Los métodos actuales de exploración cardiológica, lo que se ha ganado en precisión diagnóstica, trata de ponerse a la par de la viabilidad miocárdica, el viejo problema del fracaso cardíaco, la cardiac failure de los anglosajones, apenas corregida por la digital. Aunque las modernas técnicas se han referido de modo increíble, las enfermedades del corazón siguen cobrando su alta cuota de inmovilización y muerte. El ultrasonido y efecto Doppler -la ecocardiografía- junto con la radiología, son procedimientos cardiovasculares llamados no invasivos de empleo diario, también mencionados, así como la cardiología nuclear, las imágenes por resonancia magnética, entre otros métodos de estudio. ¿Cuál será el futuro de la cardiología? Según le oí decir un día al más prestigioso cardiólogo norteamericano, el Dr. Paul D. White, el interés que hoy despierta pasará a la prevención y cura de los afecciones vasculocerebrales; seguro que pensaba en el problemas de la hipertensión arterial, entre otros. (Para los filatelistas, les señalo que la imagen del doctor White figura en una estampilla de los Estados Unidos, como tributo a su memoria.) Y con esto hemos repasado muy brevemente lo que puedo recordar sobre la historia de la cardiología. Les quiero agradecer el darme la oportunidad de sentirme que todavía puedo dar clases pues lo disfruto.

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