Carlos Ramírez OBAMA. Grupo Editorial Transición

      Carlos Ramírez OBAMA Grupo Editorial Transición Primera Edición: Enero 2010 D.R. © Obama © Carlos Ramírez No. ISBN- En trámite Una edic
Author:  Carmen Araya Lara

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Carlos Ramírez

OBAMA

Grupo Editorial Transición

Primera Edición: Enero 2010 D.R. © Obama © Carlos Ramírez No. ISBN- En trámite Una edición del Grupo de Editores del Estado de México, S.A. y del Grupo Editorial Transición. Diseño Editorial: Sergio Madariaga Queda rigurosamente prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación total o parcial de esta obra sin el permiso y autorización debida y por escrito del autor. Impreso y encuadernado en México, Distrito Federal. Printed and bound in México City. 2010

 

A Lulú y Juan Carlos; y a Claudia, quien me acompañó a Washington a trabajar este libro.

Antes de que América comprometa tropas de combate, debe tener un claro entendimiento de la naturaleza de la amenaza y de los objetivos reales. Cuando América se compromete a una acción militar, no hay alternativa para alcanzar los objetivos establecidos. Henry A. Kissinger, Lecciones de Vietnam

Hay hombres que no son héroes porque son demasiado buenos para su tiempo, y es natural que sus derrotas los dejen amargados, cansados y dudosos de su derecho a hacer historia nueva. Norman Mailer, Crónicas presidenciales

¿Es que ya no funciona el modelo? ¿Está enferma la democracia? ¿Es que Norteamérica se encuentra, como en tiempos de la guerra de Secesión, como en la Gran Depresión y el New Deal, en un hito de su historia? Bernard- Henry Lévy, American Vértigo

Resulta difícil concebir cómo unos hombres que han renunciado enteramente al hábito de dirigirse a sí mismos podrían llegar a elegir bien a los que deben dirigirlos, y no cabe hacer creer que de los sufragios de un pueblo de criados pueda alguna vez salir un gobierno liberal, enérgico y sabio. Alexis de Tocqueville, Democracia en América

No hay reformadores felices. Mijail Gorbachov, Memorias

 

PRIMERA PARTE EL INICIO Y EL ORIGEN

Obama: Mucho más de lo mismo Aunque ha costado en entenderlo, en los Estados Unidos han llegado a la conclusión de que el verdadero secretario de Estado del gobierno de Barack Obama no será la señora Hillary Clinton sino el ex presidente Bill Clinton. La gravedad del asunto no radica en los carismas ni en el hecho de que Obama haya logrado a dos cancilleres por el precio de uno, sino en la realidad de que Clinton fue uno de los presidentes que peor puso en riesgo la seguridad de los EU, y que uno de sus pivotes de la popularidad internacional de Obama giró en torno a la dialéctica cambio-nuevo mundo al compromiso de la próxima administración en Washington de construir una nueva diplomacia. Hillary manda el mensaje de que en política exterior habrá más de lo mismo. En este contexto, la designación de los equipos centrales de Obama ha causado no sólo decepción sino que ha dejado el mensaje de que no habrá cambio, que los EU seguirán en su camino de primera potencia mundial, y que el nuevo presidente va a manejar el modelo carisma-discurso bastante gatopardiano de que las cosas van a cambiar… para que todo siga igual. En una de las primeras evaluaciones horas después de la victoria, el ojo agudo de Otto Reich, subsecretario de Estado para América Latina de Bush y miembro del grupo de los neoconservadores, resumió en una frase el principal problema de Obama: no la crisis económica ni las guerras en el mundo sino la crisis de expectativas. Obama se presentó como la figura del cambio, pero su equipo económico está diseñado para salvar al capitalismo y a sus corporaciones. No por menos, por ejemplo, su gabinete económico esté formado por figuras del pasado y muchas de ellas ligadas al Citicorp y a otras empresas quebradas por irregularidades. Con ellos no podrá definir y operar algún cambio en la economía de los EU y del mundo. Su tarea será la de salvar a las corporaciones y que éstas mantengan el empleo. Ahora su equipo diplomático peca del mismo defecto: la defensa de los intereses imperiales del pasado. Los Clinton representan la cara seductora del stablishment militar-industrial. Hillary, como lo mostró en su



  campaña por la candidatura demócrata, es una política halcón, guerrerista. Y Clinton demostró en su presidencia la frivolidad del poder en sus ocho años los EU padecieron cuando menos diez ataques del terrorismo islamista y Clinton sólo contestó para ocultar sus deslices con Mónica Lewinsky. El otro indicio que dejó claro Obama al presentar a su aparato de política exterior fue reducirlo a la consideración de equipo de “seguridad nacional”. Es decir, Obama no dejó ningún indicio de querer modificar las relaciones exteriores de los EU basadas hasta ahora en las consideraciones militares y de hegemonía. El gobierno de Clinton prohijó el poder nuclear de Corea del Norte, el reforzamiento del terrorismo islámico y las masacres en países de África como Somalia. La decisión de Obama de designar a Hillary Clinton como secretaria de Estado modificó los parámetros de la próxima administración. Obama desplegó en su campaña un discurso social de defensa del consumidor y de creación de una nueva diplomacia más social y menos guerrera. Pero sus designaciones han perfilado un equipo de salvamento del capitalismo y de reforzamiento de la visión de dominio hegemónico del mundo. Una columna de Ward Harkavy en The Village Voice, el semanario progresista de Manhattan en Nueva York, reveló que Hillary Clinton trabajó para la empresa Wal-Mart y representó sus intereses cuando era esposa del gobernador de Arkansas, pero que llevó esos intereses a la Casa Blanca. De ahí que la red de compromisos de los Clinton vaya a entorpecer la gestión diplomática de Obama, además de desviarlo de su compromiso de modificar la línea imperial de los EU. Nadie como Barbara Olson, analista crítica que murió en uno de los vuelos secuestrados el 11 de septiembre de 2001, para revisar el pasado de los Clinton. En su libro The final days. The last, desperate abuses of power by the Clinton White House, Olson cuenta con datos precisamente del ejercicio monárquico del poder de los Clinton. Por ejemplo, revela la forma en que Bill Clinton perdonó la prisión al empresario Marc Rich, que dio millones de dólares a las campañas, a cambio de dinero. Pero Rich representa una red de intereses extranjeros –Cuba, Libia y otros– que se van a hacer presentes ahora con Hillary en el Departamento de Estado. También cuenta la corrupción en la Casa Blanca con los regalos al terminar, a partir del principio de los Clinton de que “si no está clavado llévatelo”. Y Olson recoge la referencia racista de Hillary a un operador de la campaña de 1992: “fucking jew bastard”, algo así como “pinche judío bastardo”. Y queda la denuncia del ayudante militar de Bill Clinton, teniente coronel Robert Buzz Patterson: en un viaje a Holanda de los Clinton y su

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  comitiva en 1997, la política exterior de los EU quedó manchada los visitantes se robaron no sólo todo el licor, sino los envases de cristal y la loza, se quejó un asistente militar holandés. Pero sobre todo queda el hecho de que Obama no contrató en Hillary a una diplomática sino a un manojo de intereses imperiales.

Barack Obama: Esperanza/decepción Washington, D.C.- Si se revisa con frialdad el escenario estratégico de la reciente elección presidencial, en realidad poco se percibe de histórico: los estadunidenses van a votar realmente por la reconstrucción del consenso imperial que rompió el fundamentalismo mesiánico de George W. Bush. Lo histórico quizá sea la posibilidad de elegir presidente de la nación a un político del sistema pero con color de la piel afroamericana nacido de un matrimonio interracial. Pero para llegar a la candidatura del Partido Demócrata, el senador Barack Obama hubo de asumir con convicción el papel auto asignado de los Estados Unidos como el gestor de la vida mundial. Además, los hechos históricos pasan. A finales de los sesenta fue un hecho histórico que un astronauta estadunidense pisara la luna por primera vez, pero luego los viajes al espacio aburrieron. En el fondo, el hecho histórico que se juega aquí es si los EU van a recuperar su hegemonía o las decisiones parciales del gobierno de Bush provocaron un multilateralismo inevitable. El gran debate en esta campaña, junto a los resabios racistas en declinación, fue más bien sobre el consenso social –y hasta moral– del papel de Washington en el mundo. Poca discusión hubo si había que derrocar o no a Saddam Hussein, sino que se debatió si había elementos para justificarlo. Bush decepcionó no por haber fracasado en su estrategia para Irak sino porque le mintió a los ciudadanos. En este contexto, poco de histórico hubo en estas elecciones. La polarización ideológica ha comenzado a alcanzar a Obama: los sectores progresistas han elaborado una singular agenda de lo que debería ser su gobierno progresista. Pero se trata de una agenda que liquidaría para siempre el contenido imperial del papel de los EU en el mundo. En la revista The Nation, sede de la izquierda progresista más lúcida, hay decepción porque Obama forma parte de la estructura política del complejo militar-industrial que opera como el eje fundamental de los EU como un imperio.



  Por tanto, no existe realmente un enfoque diferente entre las propuestas de Obama y las del candidato republicano John McCain. La presión aumenta sobre Obama para obligarlo a asumir compromisos reales de liquidación de la doctrina imperial. Por eso causó irritación la amenaza de Obama de invadir Afganistán o de atacar a Irán si conviene a los intereses estadunidenses. La elección ha servido de gran oportunidad para reconstruir el stablishment progresista que perdió con sus dudas y sus conservadurismos después de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Presionado a definiciones de fondo, este sector intelectual quedó atrapado entre el nacionalismo antiterrorista y las locuras fundamentalistas de los radicales musulmanes. Los progresistas no le perdonan a Obama su voto como senador, ya enfilado hacia la candidatura, a favor de las leyes que limitaron los derechos civiles. Ni tampoco que no haya hecho una condena directa contra la invasión a Irak y sólo haya buscado matizar los conflictos. Las coordenadas de la elección hablaron más bien de sucesos de crisis. 1.- La crisis económica que está redefiniendo el papel del imperialismo económico del dólar y las corporaciones estadunidenses. Washington no va a perder su hegemonía en la reconstrucción financiera. 2.- El multilateralismo defacto por el fundamentalismo de Bush no quiere perder posiciones. Aún la crítica progresista señala que los EU tienen un papel hegemónico, sólo que un poco menos imperial. Bush se encerró en la Casa Blanca y surgieron los grupos de poder que hoy no quieren permitir el regreso del dominio estadunidense. 3.- Los estadunidenses se agotaron de Bush pero lo impusieron dos veces en la Casa Blanca. La popularidad de Bush anda por los suelos pero McCain no se despega de Obama. Aquí la salida es fácil: Bush se fue y será imposible un bushismo. 4.- Los EU deben decidir si se asumen como una potencia entre otras o si va a regresar el concepto imperial aunque con el disfraz de bueno. 5.- Los estadunidenses están exigiendo la reconstrucción del consenso ideológico plural, progresista en lo ideológico, moral en lo conservador y dominante en la política exterior.

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  De ahí que lo histórico de las pasadas elecciones no haya sido el color de la piel de Obama sino, en síntesis, la reconstrucción del imperio de la Casa Blanca. Los Estados Unidos son un país enigmático y una sociedad incomprensible. Suelen dar bandazos sociales y políticos aparentemente sin justificación. Sin embargo, algo define a los estadunidenses: en medio de confusión, caos y derrotas, saben exactamente lo que quieren. Y han sido los gobernantes quienes se han encargado de cumplir esos objetivos. Lo único que importa en los EU es el american way of life o el estilo de vida americano. Por eso, al final de cuentas, los EU son un país difícil de explicar y fácil de entender. La carrera presidencial de Barack Obama quiere ser explicada como un suceso atípico. He viajado muchas veces a los EU, los he tratado de estudiar en su política e historia, me formé en la educación que veía al vecino del norte como el enemigo histórico, las relaciones nunca pudieron salirse del espacio del conflicto histórico, escribí un libro sobre la política exterior de Ronald Reagan, indagué hasta donde pude el escándalo de los Irán-contras, trabajé información sobre el Consejo de Seguridad Nacional de Reagan, seguí viajando varias veces al año a los EU, me interesé en el proceso electoral del 2008, estuve en los días previos y posteriores a las elecciones de noviembre del 2008, y trabajé varios programas de televisión sobre la toma de posesión. Y pese a indicios cruzados, las cosas no resultaron extraordinarias. Fuera de los EU causó expectación el hecho de que el primer candidato presidencial demócrata tuviera posibilidades de ganar las elecciones. El enfoque parecía racista. Pero dentro de los EU, el racismo aparecía ya superado, aunque, como siempre, con algunos lunares de tensiones violentas. Con habilidad, Obama se salió del debate racista, se presentó más bien como el primer político de altísimo nivel producto de una relación interracial, es decir, con el problema racista casi resuelto. Su discurso explotó tres beneficios: el color de su piel, su participación en una minoría, y su juventud ajena a las componendas del poder. Por tanto, el mensaje que él insistió en dejar claro era que no sería el presidente de los afroamericanos, de los negros, sino que gobernaría para todos. Luego sus discursos y primeras decisiones confirmaron la especie y el juego de espejos: si la escritora negra Toni Morrison había dicho que Bill Clinton había sido el primer presidente de los negros porque nadie había hecho tanto por la población afroamericana, Obama perfiló sus propias definiciones: sería el primer presidente blanco de la población negra.

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  En los EU el problema racista persiste –lo recordó el propio Tocqueville en La democracia en América, de mediados del siglo XIX– pero nadie quiere hacerse cargo de las complicaciones políticas. En 1982 el candidato demócrata Tom Bradley, de origen afroamericano, iba adelante en las encuestas, pero el día de las votaciones saltó la libre del miedo y perdió las votaciones. El miedo persistía en la sociedad. A ese fenómeno se le llamó el “efecto Bradley”, un fantasma que anduvo deambulando las elecciones desde el 4 de noviembre del 2008: Obama llegó al día decisivo con una ventaja de 3-5 puntos porcentuales y con el 65% del voto electoral, pero nadie quiso cantar victoria hasta conocer los resultados oficiales. El The Washington Post convoco el fantasma de Bradley. Pero Obama ganó. Las razones tardarán en conocerse: ¿El color de la piel, el voto histórico de una nación fundada sobre la esclavitud, el hartazgo Bush, la crisis económica apenas estallada, la mala campaña de John McCain, Irak? Todo y nada. Los observadores analizaron el proceso con temores. Los analistas temían alzamientos raciales. Pero nada ocurrió. Como todo aquí en los EU, las calles de todo el país –y enfatizadamente de Washington, D. C. – se llenaron de lo que se llamó obamanía; un estado de ánimo festivo aunque Obama saliera de la misma estructura de poder de Bush y hubiera votado a favor de la ley patriótica que violó garantías constitucionales. Los estadunidenses llegaron a las elecciones en una fase de agotamiento social, de depresión como sociedad, de angustia. Bush logró imponer la doctrina del miedo y mantenerse en el poder ocho años. Pero la explicación va más allá de Bush: el texano fue hijo del colapso de seguridad de los EU en el último cuarto de siglo, desde la crisis de los rehenes de Irán que mantuvo presos a estadunidenses más de un año en la embajada estadunidense en Teherán. Luego vino el desmoronamiento del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, pero los estadunidenses no alcanzaron a entender el fin de la guerra fría. Ese hecho histórico le tocó a la presidencia de George H. W. Bush, Bush padre, pero incluso intelectualmente no hubo una reflexión. La única que logró meterse en el inconsciente colectivo fue la de Francis Fukuyama: la muerte del sistema comunista soviético era el fin de la historia. Pero el fin de la historia debió haber sido algo así como el fin del mundo. Vino Clinton y su presidencia festiva y frívola, y los estadunidenses prefirieron el disfrute de una de las más importantes fases de reactivación económica. Sin la URSS, el Medio Oriente era una piedrita en el zapato ni siquiera un clavo. Por eso los ataques terroristas contra las torres gemelas en 1993 y los coches bomba criminales en dos embajadas de los EU en África,

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  pasaron como sucesos normales del conflicto. Afganistán había sido una victoria del apoyo estadunidense a los talibanes para derrotar a los soviéticos y echarlos del país, aunque los talibanes se convirtieron en un problema en sí mismo. En ese contexto nació Osama bin Laden. Pero entre todos los problemas, los estadunidenses parecían disfrutar las aventuras sexuales de Clinton. Por aprovechar lo interno descuidaron la atención a lo externo. Ahí se percibió con claridad que la doctrina Kissinger era una falacia: la política exterior –decía el estratega diplomático de Nixon– es una continuación de la política interior. Ahora los estadunidense comenzaban a entender que era al revés: la política interior es una extensión de la política exterior, es decir, que la estabilidad interna depende de la habilidad de los EU para consolidar una hegemonía en el exterior. Y el descuido de Clinton llevó al colapso del 11 de septiembre de 2001: los ataques terroristas contra las torres gemelas, orquestado por la organización Al Qaeda –la célula– del millonario saudí árabe Osama bin Laden, asentado en la Afganistán rescatada de los soviéticos por los estadunidenses. Al fracasar en su intento de derribar las torres en 1993, los terroristas amenazaron que la próxima vez tumbarían las dos. Bin Laden es producto de la política estadunidense en el Medio Oriente, de sus fracasos y fobias, de sus inconsistencias, de su burocracia. Y Bin Laden prohijó a Bush, un ranchero de Texas con poca capacidad intelectual que había aprovechado el conflicto de Clinton y la incapacidad política del candidato demócrata Al Gore. Bush había llegado a la candidatura ante la escasez de aspirantes republicanos y con todo el apoyo interno de su padre, el ex presidente. Su bandera de campaña sería la misma de todos, tratando de rescatar el ambiente positivo de Reagan: la reducción de impuestos. La elección fue reñida, con irregularidades, plagada de acusaciones de fraude –como la elección de John F. Kennedy en 1960– muy pareja. La crisis estalló en los votos electorales en Florida, gobernada por Jeb Bush; el asunto llegó hasta la Corte y el máximo tribunal del país dictaminó que no se haría el recuento aunque extrañamente concluyó que esa tesis no tendría valor en otros casos similares. Bush no tuvo tiempo de definir su rumbo. Los ataques del 9/11 modificaron su política exterior y por tanto la interior. Sin el fantasma del comunismo soviético, convirtió al terrorismo en el enemigo a vencer. Aprovechó el miedo de los estadunidenses y endureció la vigilancia. Con el apoyo del Congreso votó a favor la ley patriótica en la que se limitaban garantías civiles en aras de perseguir interna y externamente a terroristas. Convirtió a Afganistán en su objetivo militar y de paso, sin tener pruebas contundentes, acusó a Saddam Hussein de acumular armas de

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  destrucción masiva. Derrocó a Hussein sin el apoyo de las Naciones Unidas. Y metió a los Estados Unidos en un colapso de los precarios equilibrios internaciones, con efectos desastrosos en la cohesión y los consensos internos. En este clima de confusión se perfiló la candidatura de Obama; un político de color que sorprendió en la convención de 2004, la que designó a John Kerry como el candidato que enfrentaría la reelección de Bush. Pero fue también después de la reelección de Bush, una segunda y complicada victoria. En el 2004 votó el miedo. Y fue el año en que Obama comenzó a meterse en la lucha política federal: un asiento en el Senado, sin duda el centro de poder más importante del planeta, donde todos los intereses tienen precio. Ahí está para comprobarlo la novela El Senador, del columnista político Drew Pearson, publicada en 1968. El congreso de los EU es uno de los espacios de intercambio de favores, poderes y recursos. La educación política de Obama viene del centro del poder político de los EU. Por tanto, no se perfiló como un reformador o como un promotor de la transición. En todo caso, sus preocupaciones son sociales con los más abandonados, sin duda reflejo de su posición como marginado social. Pero no ha dado visos de ser un promotor de reformas o transiciones. Sus discursos enfatizaron la necesidad de volver a poner a funcionar a la economía de los EU, y que su política exterior fuera menos violenta aunque con los mismos objetivos. Ahí podrían localizarse los parámetros del ejercicio del poder de Obama. Pero su candidatura entusiasmó. Washington D.C. fue un buen ejemplo, una ciudad de mayoría afroamericana, inclusive con mayor del mismo origen. En las calles hubo fiesta. Y la sociedad política de la capital política del imperio suele ser más progresista o cuando menos más abierta a las novedades y ciertamente con mayor carga de culpa. Un ambiente, pues, nada novedoso. Y si como me comentó en una entrevista Otto Reich subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos de Bush, cualquier candidato demócrata estaba predestinado a ganar las elecciones después de ocho años de Bush, y sobre todo de una tensión constante, la señora Hillary Clinton no pudo levantar las expectativas de Obama, a pesar de su condición de mujer. Entre los dos, Obama aparecía como menos complicidades de poder que la Hillary que venía marcada por el agotamiento social de ocho años de Bill. El contexto del proceso electoral fue inédito, de acuerdo con corresponsales con experiencia. David Broder, del The Washington Post y uno de los periodistas políticos más veterano de campañas presidenciales: la de Obama-McCain fue la más intensa, novedosa y de implicaciones imprevisibles. Obama fue el candidato de la frescura, pero también el que encarnó la urgencia

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  de cambio que esperaban Los estadunidenses: afroamericano, joven, sin compromisos, audaz y sin la carga racista en sus espaldas. Al final, Obama pudo rápidamente deslindarse de la expectativa del candidato negro que quería ser el presidente de una minoría. Y ahí podrían comenzar las decepciones de los afroamericanos. Porque Obama ganó por sí mismo, pero también por el voto demócrata que no cayó en el síndrome Bradley del miedo. Obama dejó claro que sería el candidato de todos los estadunidenses. En todo caso, el dato significativo pudiera ser simbólico: Obama podría ser la oportunidad de las minorías para salvar el sistema norteamericano de las mayorías. Es decir, el punto de vista de un representante de la minoría con capacidad para encabezar el liderazgo que los precandidatos y candidatos de las mayorías ya no generaban consensos y menos expectativas. Y paradójicamente, el candidato de las minorías sacrificadas y dañadas por el carácter explotador del sistema tendrá la tarea de salvar a ese modelo explotador. Quizá por eso Obama ha comenzado, dirían los expertos en modelo de gobierno, al revés: buscando cómo ayudar a las minorías afectadas por la crisis económica, pero con la certeza de que la salvación del sistema norteamericano tendrá que responder a la lógica de los intereses dominantes: la minoría explotada con Obama tendrá que salvar a la minoría explotadora. La tarea de Obama consistirá en caminar sobre el filo de la navaja. Aprobó un paquete de salvamento de grandes empresas, pero impuso medidas de austeridad en salarios a los grandes ejecutivos. Bastante poco a los ciudadanos afectados por la crisis y bastante alto para los ejecutivos responsables de la quiebra de las empresas. Ahí se percibirá la limitación de Obama como representante de las minorías explotadas para salvar el sistema de las minorías explotadoras. Pero también los espacios de definición: Obama no es un revolucionario ni un reformista sino un político que depende del voto. Por tanto, su prueba de fuego será a largo plazo: cómo recomponer el sistema productivo explotador y cómo incluirle modificaciones para hacerlo un poco menos injusto –no más justo– y menos dañino para las mayorías. Aunque se trataría de crear, en realidad, otro sistema productivo que no está en sus objetivos ni tendría la fuerza presidencial para conseguirlo. Obama fue, así, una expresión de la sicología social del poder. No hará a la Casa Blanca menos imperialista, pero tratará de buscar consensos y corresponsabilidades. Y ahí encontrará oposición externa: ¿quiénes van a fortalecer a los EU como imperio, a sabiendas que Obama no estará siempre en el poder y que nadie en los EU está pensando en transitar hacia otro sistema político, productivo, imperial? Porque al final de cuentas el objetivo de Obama es recuperar el esplendor de los mejores años del

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  imperio, aunque sin los cargos de conciencia de la explotación y de las guerras expansionistas. Pero tratará de hacerlo en un escenario internacional determinado por la tendencia a la multipolaridad y en una consolidación de nuevos polos de poder: Rusia quiere regresar por el espacio perdido en 1991, Europa se une cada vez más, el Medio Oriente se cobija en Irán y Libia, Corea del Norte se engalla, China no desea ceder ni un milímetro de terreno ganado y América Latina camina hacia la confrontación con liderazgos marcados por el radicalismo tropical con poco margen de acción. El principal problema de Obama no será la crisis económica, ni el fracaso en Irak, ni siquiera el alto nivel de expectativas, sino algo más terrenal: los EU valen como potencia en la medida en que son imperiales. Y en la lógica del poder, las bondades en los imperios son asumidas como debilidades. Ahí sigue aún el fantasma de Jimmy Carter y su carga moral como presidente de un imperio y la imposibilidad de un juego estratégico basado en los acuerdos: no sólo perdió posiciones geopolíticas, sino que fue humillado con la crisis de los rehenes de Teherán durante más de un año, cuando el líder de los estudiantes que asaltaron la embajada de los EU en Irán es hoy el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad. Cuando Carter no logró reelegirse, Ronald Reagan asumió el poder para reconstruir la fuerza de los EU, desde el apoyo a los talibanes en Afganistán para echar a los soviéticos del país hasta el dinero ilegal a la contra nicaragüense para derrocar al gobierno sandinista de Nicaragua que había llegado al poder con el apoyo de Carter. Obama logró un salto histórico: desde su posición de afroamericano, llegar a la presidencia de los EU que se forjaron sobre la esclavitud, la explotación y las conquistas imperiales. Sólo que en los EU hay siempre una tendencia a agotar los hechos históricos: en 1969 tres astronautas norteamericanos aterrizaron en la Luna. Se trató del primer gran paso fuera del planeta Tierra desde que el hombre adquirió conciencia. Pero años después, ese hecho histórico se agotó en un mero récord de Guinness. Ahí se localiza el principal desafío de Obama; convertir el salto histórico en un quiebre de la historia de los EU o acabar en los libros de Guinness sólo como el primer afroamericano en ser presidente del imperio. Y la tarea no será fácil. El reto más importante de Obama será determinar si los EU sufren una crisis o una decadencia, y si los EU están preparados para un liderazgo multipolar o buscará regresar al unipolarismo, pero en medio de una crisis que comenzó con la quiebra de grandes consorcios pero que en el fondo no ha sido sino un agotamiento del sistema productivo de los EU y del american way of life que se nutre justamente de la estructura de explotación y expoliación de otros países.

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  El entusiasmo de la candidatura y la victoria de Obama ha ocultado el debate de fondo: ¿Cuál es el destino de los Estados Unidos?

¿El Gorbachov americano? Cuando Mijail Gorbachov asumió el poder en la Unión Soviética su primera conclusión es que el imperio había terminado. El mantenimiento del poderío militar de la URSS se había logrado a costa del desplome del bienestar del pueblo soviético y de la existencia de severas cuotas de racionamiento de los bienes de consumo indispensable. Gorbachov no vaciló en reconocer el fin histórico del sistema de economía planificada de Estado y optó por la modernización sobre dos rieles: la perestroika o reestructuración económica para disminuir el dominio del Estado y promover al mercado, y la glasnot o transparencia informativa para romper con el Estado policíaco. La Unión Soviética no pudo transitar de un modelo de Estado a un sistema democrático por razones inherentes a las contradicciones de su propia viabilidad: el Estado soviético había sido construido para el dominio imperial, no para la convivencia democrática. En noviembre de 1989 las masas derrumbaron el Muro de Berlín y en 1991 las secuelas de un golpe de Estado obligaron a Gorbachov a renunciar después de la independencia de las repúblicas. En los Estados Unidos no se entendió la lógica del conflicto soviético y se asumió la caída de La URSS como el “fin de la historia”: el modelo capitalista estadunidense había ganado la batalla del siglo XX entre dos sistemas productivos. Sin embargo, el desmoronamiento del sistema productivo de economía centralizada y planificada de Estado no significó un fortalecimiento automático del mercado. Los Estados Unidos registraron un repunte significativo de su economía en el periodo de Clinton (1992-2000), pero buena parte por la promoción de los tratados de comercio libre y por una política presupuestaria sana. Luego vino George W. Bush y terminó con el superávit por el incumplimiento de su promesa de bajar impuestos y por los costos de la guerra contra el terrorismo. Por debajo de problemas y reacomodos geopolíticos, los Estados Unidos viven hoy su propia decadencia: la declinación del modelo estadunidense de producción y apropiación por reacomodos productivos y tecnológicos, y el surgimiento de nuevos mercados productivos y de consumo: la participación de los EU en el comercio pasó de 50% a finales de la Segunda Guerra Mundial a menos de 20% y el dólar ha sido acosado por el euro. La crisis económica de los EU del 2007-2008, que arrastró al mundo a una fase de recesión y el peligro de la depresión, no fue como en

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  otros casos de sobreproducción, sino de agotamiento del modelo productivo de las corporaciones y del sistema financiero especulativo. Asimismo, reveló que el american way of life exige un sistema productivo que los EU ya no pueden sostener, sobre todo por el estancamiento de su esquema educativo y de producción tecnológica. Por eso la elección de Obama se localizó entre las coordenadas de la decadencia y el colapso del modelo económico estadunidense. Y por eso también el arribo de Obama a la Casa Blanca planteó el dilema estadunidense: ¿restauración del mismo sistema productivo con un liderazgo político y moral con poca capacidad de influencia en un modelo productivo agotado y cargado de intereses o transición hacia un nuevo sistema económico que ya no cargue con el fardo de la estructura capitalista y sus intereses empresariales y corporativos? O, en otras palabras. Obama será el Roosevelt de la segunda gran crisis de recesión-depresión para relanzar la economía estadunidense de la mano de un esquema industrial-militar, o será el Gorbachov de una transición sin consenso que pudiera desmoronar el sistema productivo de los EU igual como se derrumbó el modelo soviético. Lo único cierto es que el sistema económico-industrial-corporativo de los EU entró en crisis y que cada crisis ha tenido sólo la salida de ofensivas militares de largo calado. Peor aún: el sistema productivo estadunidense depende de una política exterior imperial, intervencionista y militar. Y por si fuera poco, el american way of life está atado a la política de explotación y expoliación de riquezas de otras naciones. Pero el saldo negativo de la aventura militar de Bush en Irak dejó a los EU con poca iniciativa en ese renglón. El endurecimiento de Obama en Afganistán, sin duda la pieza clave de su mapa geopolítico y estratégico del Medio Oriente, no va a depender de un desplazamiento de tropas o de una guerra convencional, además de que hay indicios de que Obama va a indagar la reactivación económica por el lado industrial y comercial, y por tanto disminuirá el presupuesto militar y la presencia de tropas estadunidenses en algunas zonas del mundo. Las tres grandes preguntas que dibujarán el corto plazo de Obama son decisivas: 1.- ¿Será Obama el Gorbachov americano que le apostará a la transición del sistema capitalista agresivo de los EU a un sistema de economía mixta con una mayor intervención del Estado, para controlar la voracidad de los empresarios y las corporaciones? El sistema de producción estadunidense dependía de los avances tecnológicos. Pero la economía

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  productiva fue sustituida por la economía especulativa. La fragilidad de la economía de los EU se prueba cada día con la dependencia del petróleo importado de zonas de conflicto: México, Venezuela, Irak y Arabia Saudita. El modelo de mercado derivó en la perversión del sistema de las corporaciones y de los fraudes. La quiebra de una empresa de servicios financieros precipitó el colapso del 2008: Lehman Brothers inició la quiebra de empresas por malos manejos financieros, por corruptelas y por ineficacia en su articulación con el sistema productivo. La fragilidad del sistema productivo estadunidense se mostró en el desempleo creciente en el corto plazo, el cierre de empresas, la caída de la demanda y la necesidad de que el Estado norteamericano entrara a la compra de activos de grandes empresas para evitar la crisis dominó. Internamente la ineficacia del modelo productivo tiene dos vertientes: de un lado, el agotamiento de la sociedad de consumo; de otro, la pérdida de competitividad interna, la necesidad de contratar ilegales para abatir precios y la producción de manufacturas en países de mano de obra barata como China. No se trataba de una nueva crisis sino que era la expresión de la crisis recurrente. Desde la gran depresión de 1929-1933, los EU han tenido instrumentos fiscales y presupuestales para encarar las dificultades. Pero entre muchas claves de sus conflictos, una fue siempre determinante: la necesidad de dejar que la sociedad pagara costos sociales por los problemas. En las depresiones y las recesiones, las autoridades estadunidenses le apostaron siempre a permitir desempleo, pérdida de poder de compra y liquidación de activos sociales. Se trata de cumplir una de las reglas del Capitalismo: la sobrevivencia de los más fuertes. La crisis hipotecaria y la crisis de instituciones financieras permitían inclusive la depuración empresarial y corporativa. Los EU perdieron ya la imagen de la sociedad de las satisfacciones. La polarización social es producto de la mala distribución de la riqueza y el Estado no puede cubrir las necesidades indispensables de las mayorías marginadas. En la crisis de la Navidad del 2008 los centros comerciales bullían de gente, pero con el dato significativo de que eran paseantes sin bolsas de compras. La sociedad de consumo se transformó en la sociedad del despilfarro. La relación producción-consumo se ahogó en la polarización de clases y en el resentimiento social cotidiano. La disminución de la clase media engrosó las filas de los pobres. Pero se trataba de una de las reglas del capitalismo salvaje: la sobrevivencia de los más fuertes, una especie de darwinismo social y empresarial. El desempleo se asumía como un factor de estímulo para las recuperaciones. Y además, como un desafío para los propios estadunidenses que se veían obligados a luchar por la sobrevivencia y con ello dinamizar la sociedad de la competencia. Las políticas contra la crisis se centraban en el

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  estímulo a las empresas y la reactivación de la demanda, sobre todo a través de sacrificios fiscales. Lo grave de estas crisis fue el agotamiento del modelo productivo estadunidense. Los EU, a pesar de sus avances tecnológicos, no previeron la modernización productiva ni se prepararon para la transición de su sistema productivo. El sector automotriz es obsoleto, la industria petrolera está estancada, el renglón de los servicios financieros cayó en la especulación y los demás renglones dependen de los niveles de salarios. Los EU se han beneficiado del hecho de que los demás países no han podido entrarle de lleno al relevo productivo. La dependencia bursátil y financiera del sistema productivo estadunidense exhibe la debilidad de la planta industrial. Los subsidios a la agricultura han sostenido los niveles de producción del campo, pero han acostumbrado al sector a depender de las ayudas y el proteccionismo. Y el arma secreta de los EU para mantenerse como potencia económica es el proteccionismo comercial. La crisis del sistema productivo soviético estalló por tres razones: incapacidad para producir, marginación del consumo de las grandes mayorías y pérdida de competitividad en el mercado. El Estado fue incapaz de mantener la estabilidad interna, la crisis presupuestal reventó por la carrera militarista con el gobierno de Ronald Reagan, y Gorbachov concluyó que el Estado era incapaz de repuntar el sistema productivo. Casi los mismos indicios se perciben en la economía norteamericana 2.- ¿Será Obama el Jimmy Carter que habría llegado al poder con la carga moral, medio calvinista, de un imperio avergonzado de sí mismo para explorar caminos de algo gelatinoso como un “imperialismo bueno”? Carter inició su administración cediendo espacios geopolíticos: Medio Oriente, entrega del Canal de Panamá, el retiro del apoyo a los regímenes latinoamericanos dictatoriales, aceptación de la victoria de la guerrilla sandinista en Nicaragua, entre otras posiciones revalidadas. Los EU intencionadamente dejaron de agredir o de responder con violencia. El caso de los rehenes en Irán fue un ejemplo. Azuzados por la revolución del Ayatola Jomeini, estudiantes radicales tomaron por asalto la embajada de los EU en Teherán el 2 de noviembre de 1979, y ahí permanecieron hasta el día de la toma de posesión de Ronald Reagan como presidente. Carter se negó a cualquier respuesta violenta, a pesar de las presiones de los medios y de las estructuras militares. En secreto, Carter ordenó un plan militar de rescate. Pero la falta de preparación convirtió la ofensiva en un fracaso: helicópteros chocaron en el aire y Carter ordenó detener la operación. Vinieron luego presiones diplomáticas y financieras, pero el radicalismo de los estudiantes no varió.

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  La política exterior de los EU entró en colapso: a la invasión de la embajada de los EU en Teherán siguió la invasión soviética a Afganistán y la invasión de Irak a Irán. La política exterior norteamericana no pudo responder con eficacia. Y Carter cargaba la crisis del petróleo que disminuyó la provisión de gasolina al interior de los EU, con severos conflictos sociales y quejas de la sociedad. Carter representaba una corriente no beligerante de los EU. En plena campaña presidencial confesó a la revista Playboy que había pecado en pensamiento. Carter representaba el salto tecnológico de los EU, pero también el retraso: un ingeniero nuclear que había hecho su vida como productor de cacahuate. Carter quiso eludir la función imperialista de los EU y disminuyó el intervencionismo. Dos hechos latinoamericanos marcaron su presidencia: la entrega del Canal de Panamá y el retiro del apoyo al dictador nicaragüense Anastasio Somoza para permitir el ascenso al poder de la guerrilla procubana sandinista. Asimismo, fijó el criterio de respeto a los derechos humanos como condición previa para el reconocimiento estadunidense. Lo malo, sin embargo, es que los EU son un país imperialista. Su fuerza no depende de las cargas morales sino de su papel como policía del mundo, sobre todo por la creciente participación de nuevos núcleos de poder. 3.- ¿Será Obama el presidente de la maldición de Paul Kennedy en su tesis de Auge y caída de las grandes potencias o una especie de presidente de los EU como el imperio romano en camino de extinción?

El fin de la URSS En l o que pudo haber sido considerado su “informe secreto” –como el del XX congreso de Krushov para terminar con la era estalinista– Mijail C Gorbachov delineó el 25 de abril de 1985, en el escenario de su ascenso como líder de la Unión Soviética, el camino de la transición del sistema comunista controlado por el Estado al modelo democrático de libre mercado. En mayo de ese mismo año, el nuevo todopoderoso de la URSS se reunió con el presidente norteamericano Ronald Reagan, quien lo conminó a ir al fondo con la reforma. Si sus compromisos de renovación y de nuevos talantes en las relaciones internacionales son sinceros, derribe el Muro de Berlín. Cuatro años después, Gorbachov comenzó a quitar el apoyo a los gobiernos socialistas de Europa del Este, y el sistema comunista se derrumbó como fichas de dominó. En noviembre de 1989 millones de habitantes de la Alemania Democrática comenzaron a cruzar el Muro y la

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  frontera ideológica de la guerra fría quedó borrada por completo. Dos años después, el proceso de transición de la Unión Soviética entró en colapso: el mercado libre empobreció más a los ciudadanos, las Repúblicas Socialistas se independizaron, los sectores duros intentaron derrocar a Gorbachov con un fallido intento de golpe de Estado, Gorbachov disolvió el Partido Comunista dejando a la URSS sin su sistema óseo y en diciembre de 1992 renunció Gorbachov. El período de la URSS había durado apenas dos generaciones, 75 años, de 1917 a 1992. La experiencia del modelo económico comunista – Estado sin mercado libre– había nacido del desmoronamiento del zarismo, se había consolidado en la Segunda Guerra Mundial con el liderazgo de Stalin, y se había colapsado en la competencia de gasto militar con los Estados Unidos en los ochenta. El punto flaco del modelo había sido, paradójicamente, su virtud: la economía estatizada. Del otro lado, la economía norteamericana se había convertido en el paraíso del mercado y fortalecido por la vía de la economía de guerra. El mercado resistió mejor las tensiones de los desequilibrios económicos que el Estado. Reagan metió a los EU en una dinámica de militarización del espacio y la URSS ya no pudo seguir la competencia. Las satisfacciones de la clase media estadunidense se veían reflejadas en negativo en el deterioro de la clase media soviética: los excedentes en productos en los mercados de los EU contrastaban con el racionamiento de alimentos en el mercado soviético. La Unión Soviética no podía sostener su dominio militar en el exterior sin satisfacer las necesidades de la mayoría de su población interna. Por tanto, el colapso económico del modelo soviético fue social. La viabilidad de los sistemas económicos se justifica con los niveles de bienestar social. La URSS había tomado el camino de la economía dominada por el Estado para crear y distribuir los satisfactores sociales. Pero el dinamismo de la economía era lento, burocratizado y no alcanzaba para cubrir la demanda de la sociedad, sino que tenía que aportar fondos para las tres tareas propias de la potencia soviética en la guerra fría: el gasto militar, la burocracia del poder, y los subsidios a los países satélites que no podían sostener por sí mismos sus socialismos y dependían de los rublos soviéticos. Pero la capacidad productiva de la URSS estaba por los suelos, pese a la falsificación oficial de estadísticas. Gorbachov representó una doble ruptura generacional: la de la edad y la de la ideología. La gerontocracia soviética estaba acostumbrada a gobernantes al estilo de los Papas del Vaticano: nombramientos para ejercerse hasta la muerte: Lenin, Stalin, Jrushchov, Brézhnev, Andropov y Chernenko, una media de once años por jefe político. La crisis había

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  estallado a la muerte de Brézhnev, quien había gobernado dieciocho años, once Jrushchov y treinta un años Stalin. Pero en dos y medio años se había desmoronado la gerontocracia soviética con las muertes de Brézhnev, Andropov y Chernenko. Ahí se fijó el espacio político para el ascenso de Gorbachov, un joven político de cincuenta y cuatro años de edad que sólo pudo gobernar durante siete años. Las tres crisis alcanzaron a la URSS: la económica por el deterioro del aparato productivo interno, la social por la insatisfacción popular que amenazaba la cohesión interna y obligaba a endurecer el régimen policiaco, y la geopolítica por la competencia militar con los Estados Unidos. Al comenzar los ochenta, Washington acababa de salir de un período de conflictos: el asesinato de Kennedy, el desmoronamiento de Johnson por la guerra de Vietnam , el ascenso y caída de Nixon, las torpezas de Ford , y el calvinismo de Carter habían debilitado el poderío americano, sacudido la economía y ampliado la pobreza social. El ascenso de Ronald Reagan, un exactor mediocre con setenta años de edad, ideólogo conservador y controlado por un grupo de conservadores: Pero Reagan había ganado las elecciones con el discurso de recuperación del poderío estadunidense luego del deterioro del escudo de seguridad con Carter y había ofrecido multiplicar el presupuesto de defensa. Reagan inició un proyecto militar inalcanzable, conocido como “La guerra de las Galaxias” para utilizar el espacio con misiles intergalácticos. Su objetivo fue resumido en un spot de campaña que generó miedo: un oso perseguía a un niño y lo acosaba. Era el Oso Soviético. Gorbachov supo desde el principio que La economía soviética no podía mantener el ritmo. En 1979 la URSS había invadido, a su vecino Afganistán, provocando reacciones de los EU: Carter decreto embargo de granos y boicoteó las olimpiadas en Moscú. El congresista Charles Wilson movilizó partidas secretas en el Congreso para llevar la ayuda a los mujalines combatientes hasta mil millones de dólares y la Casa Blanca apretó el acoso. En 1989 los soviéticos abandonaron, derrotados, Afganistán. Pero en 1985, el gasto militar soviético carecía de ingresos, el mantenimiento del campo soviético en Europa del Este, Cuba y otras plazas era prácticamente insostenible y las protestas internas por el racionamiento comenzaban a transformarse en repudio al régimen comunista. El análisis de Gorbachov llegó a una conclusión: el problema no era realmente de gasto sino de ingreso. Y la maquinaria productiva soviética estaba obsoleta y era ineficaz. Por tanto, su primer objetivo fue justamente el de reordenar el aparato productivo. Lo dijo en el pleno del comité central del 23 de abril de 1985, recién elegido Secretario General del partido Comunista: “Se trata, en primer lugar, de renovar científica y

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  tecnológicamente la producción para alcanzar el nivel más alto de la industria social, perfeccionar las relaciones sociales y, sobre todo, las económicas, de introducir grandes cambios en la esfera laboral, en las condiciones materiales y espirituales de la existencia humana”. En suma, volver a poner en funcionamiento el sistema productivo. Los EU seguían a la vanguardia de la producción y, sobre todo, del consumo. Y no se trataba de un milagro sino del razonamiento productivo: el incentivo de la utilidad movía montañas, mientras que en la URSS se paralizaba la producción por la falta de incentivos individuales. En esa lógica, Gorbachov tomó la gran decisión histórica: transitar de un sistema productivo controlado absolutamente por el Estado a un sistema productivo movilizado por la iniciativa individual del mercado. Se trataba de una reestructuración total no tanto de la planta productiva sino de su mecanismo motivador: ya no las tareas asignadas por el Estado sino el factor del mercado. La perestroika fue el camino para introducir el mercado como el estímulo para la producción. Para lograr ese objetivo, Gorbachov necesitaba el espacio político. La URSS era una sociedad piramidal, tradicionalmente controlada por el Estado y el aparato burocrático policíaco-militar, de fronteras cerradas. La guerra fría había inducido una mentalidad aislacionista y vertical. De golpe, Gorbachov abrió la política con el propósito de replantear las relaciones sociales. Y lo hizo a través de la glasnot, la transparencia informativa. De golpe destruyó el sistema de secrecía, control de la información y manejo de relaciones sociales. Y cambió la estructura piramidal, regresándole a la sociedad parte de la voz perdida. El objetivo fue facilitar la perestroika con una sociedad más participativa, aunque con la intención de “impulsar la democracia socialista, la gestión popular”. La tercera llave de la transición de Gorbachov no se conoció popularmente pero resultó un cambio estratégico: al replegarse de su zona de influencia, al abandonar los espacios geopolíticos y al concentrar todos sus recursos en asuntos internos, entonces había que agotar la vía del internacionalismo proletario. Gorbachov se movió rápido y dejó indicios claros: se reunió con Reagan y luego con Bush, buscó al Papa Juan Pablo II, estableció un diálogo con el socialista francés Mitterrand y debatió abiertamente con la Primer Ministro británica Margaret Thatcher. Paulatinamente se fue alejando de sus países satélites: Polonia, Alemania Democrática, Hungría, Cuba y otros. La guerra fría para mantener el dominio hegemónico de una parte territorial del planeta le costaba demasiado. En ese escenario rehuyó la competencia militar con los EU, promovió la reducción del armamento nuclear y pugnó por un acuerdo de paz.

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  El 15 de enero de 1986 dio el paso fundamental: definió una política de paz y la competencia con los EU se delineó en el escenario de una coexistencia pacífica. Cada bloque mantendría el dominio de sus zonas y ninguno de los dos aspiraría a ganar más posiciones. La clave estuvo en la decisión de desmantelar los misiles. Con ello, la URSS se quitaba de encima el peso presupuestal del gasto militar. Y ese dinero podría dedicarse al suministro interno de bienes y servicios. Pero ese giro a favor de la paz y el acuerdo geopolítico modificaba el mapa geoestratégico del mundo: la URSS dejaba de ser un foco bipolar frente al expansionismo estadunidense. La transición de la URSS estaba completa, sólo que poco definida. Gorbachov buscaba no tanto un nuevo modelo económico y político, sino corregir las deficiencias del existente. Por eso no cambió la estructura de poder ni la conformación del Comité Central o del buró político, donde se escondían los representantes del viejo régimen. Es decir, Gorbachov cambió las reglas pero dejó a los mismos jugadores. Y ahí se debilitó su reforma: los responsables de los mercados negros, los encargados de beneficiarse del sistema autoritario y las élites que manejaban los hilos de poder fueron los encargados de operar las reformas. Afuera de los muros del Kremlin, la sociedad asistía pasmada, sin reflexión, empujada por la pobreza, a un experimento de reforma de corto plazo. A Gorbachov le falló el Partido Comunista y el gobierno, además de las propias contradicciones de un equipo de trabajo bastante improvisado. La reforma productiva no pudo llevarse a las fábricas y se motivó desde la exigencia de productos. Al perderse la autoridad del Estado, una especie de anarquía se apoderó de la planta productiva. Los soviéticos exigían productos de primera necesidad que no llegaban. Y la red de distribución seguía contaminada por la ineficiencia y la corrupción. Eso sí, la glasnot conspiraba contra las reformas económicas porque la apertura informática derivó en una mayor intensidad de la crítica al gobierno. La sociedad no estaba preparada para las transformaciones. Y Gorbachov no logró tener el tiempo y el espacio para generar una nueva base social para las reformas. Gorbachov tenía clara la parte débil de su reforma. Y fueron cuando menos tres los problemas: la falta de legitimidad de la declinación del imperio soviético en aliados que le exigían más a la URSS, la prisa por desmantelar el viejo régimen y la ausencia de una base social funcional sólida que pudiera definir la nueva correlación de fuerzas sociales necesarias para la dimensión de los cambios. Lo dice, en dos ocasiones, en sus Memorias: el viejo régimen se desmoronó antes de tener prefigurado e1 nuevo régimen. El tiempo histórico se le vino encima: el repliegue en el

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  exterior, el retiro productivo del Estado y la apertura políticas llegaron de pronto, pero en medio de exigencias sociales de bienestar que Gorbachov no pudo administrar porque carecía de la estructura de movilización social. A pesar de ser primero Secretario General del Partido Comunista, las élites burocráticas lo dejaron solo y casi inmovilizado. La caída del Muro de Berlín fue el principio del fin de la Unión Soviética como eje del campo comunista de Europa del Este. Paulatinamente se derrumban los gobiernos comunistas de Alemania Democrática, Polonia, Hungría, Rumania, Checoslovaquia y Bulgaria. La presión democrática de las sociedades encontró a gobiernos dependientes de la URSS. De todos los aliados de Moscú sólo sobrevivió Cuba, debido sobre todo a su conformación como Estado militarista. Lo malo de todo es que Gorbachov quería distensionar lo político y económico pero sin modificar el papel ideológico del Estado, pero la dinámica de las protestas sociales y el empuje de la sociedad dominada por el comunismo impidió que la transición fijara sus límites. Los partidos comunistas fueron aplastados por la disidencia y los países se fueron al extremo de la sociedad de mercado. Asimismo, los cambios no modificaron la injusticia social, porque en el corto plazo era imposible que alcanzaran esa meta. La desigualdad se profundizó, la pobreza se multiplicó y los gobernantes no dinamizaron rápido el mercado. Las lecciones de la transición de Gorbachov fueron muy claras: 1.- La transición necesitó de una base social que Gorbachov no pudo legitimar. La sociedad soviética asumió los cambios como la derrota del comunismo. 2.- El tránsito del Estado al mercado fue demasiado rápido, sin una estructura productiva ni una base de reorganización de los productores. Al final, los nuevos empresarios esperaron todo del Estado. 3.- Gorbachov tomó el camino de la confrontación con las viejas estructuras de poder, lo que provocó que éstas se conviertan en un lastre para los cambios. 4.- El nuevo modelo de desarrollo no se definió con claridad sino que se dio por supuesto con el repliegue del Estado y el surgimiento de monopolios dominados por la burocracia.

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  5.- A pesar de su formación marxista, Gorbachov ignoró la dinámica del cambio político, y las transformaciones fueron producto del repliegue del Estado y no de una intencionalidad en la creación de los grupos de relevo. El fin del proyecto político de Gorbachov ocurrió en 1989, con la destrucción del Muro de Berlín. En cuatro años, de abril de 1985, Gorbachov no pudo construir alianzas internas en la clase dirigente y se le escapó de las manos la introducción del mercado. Un punto fue decisivo: las burocracias políticas, militar y del Estado que controlaban los mercados negros durante el comunismo se apoderaron de la dinámica de la privatización. Gorbachov no pudo construir una nueva clase empresarial. El problema fue de origen: un sistema comunista de Estado tan cerrado como el de la URSS no podría fácilmente pasar a una economía mixta ni construir una clase empresarial. Por tanto, las fallas del modelo fueron de Gorbachov, no de la sociedad. Gorbachov fue víctima de una crisis típica de gobernabilidad: cuando las ofertas del gobierno son menores a las demandas de la sociedad y cuando las transformaciones institucionales son menos dinámicas que las exigencias de los grupos sociales más movilizados. Gorbachov no quiso pactar su transición con las élites de la burocracia comunista y este segmento de los dirigentes fue el que quiso derrocarlo en agosto de 1991 con el intento de golpe de Estado. Luego vino el desmembramiento de las repúblicas soviéticas como entidades autónomas y e1 error probablemente más grave de Gorbachov después del golpe: la disolución del Partido Comunista. El PCUS conformaba los tres sistemas de control de la URSS: el sistema nervioso, el sistema sanguíneo y el sistema óseo. Gorbachov nunca le dio prioridad a la reforma del PCUS ni a sus estructuras de poder. De ahí que el partido se convirtió en la guarida de los grupos que defendían los intereses del viejo régimen, sobre todo por el papel de organizador que jugaba el partido sobre la sociedad. Gorbachov tuvo mucho espacio para continuar, aún después del golpe de Estado. Sin embargo, asumió su derrota. El liderazgo de Boris Yeltsin le quitó la dirección política del cambio. Con el Golpe, Gorbachov perdió el sentido de su transición. Su discurso de renuncia fue el reconocimiento de lo que siempre quiso hacer y de su propio fracaso. Gorbachov debió de haber operado su propio relevo. Pero se sintió sin fuerzas. Y sin aliados. La gran lección del fracaso de la transición soviética quedó más o menos fijada: las dificultades y exigencias que plantea pasar de un sistema absolutista de Estado a uno de mercado, sin la construcción de consensos, nuevas fuerzas sociales y sobre todo tiempos claros. Nada es peor para una transición que operarla en medio de una severa crisis económica y sin un

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  partido operador de las relaciones sociales. Las transiciones exitosas comenzaron siendo elitistas pero después construyeron su base social. Y Gorbachov cometió el error de intentar una transición desde las élites, con una sociedad insatisfecha, reprimida y sobre todo desideologizada. Obama; el Gorbachov americano.

Los primeros cien días de Barack Obama En un artículo publicado en el suplemento Domingo de El País, el periodista Antonio Caño hace referencia a los estilos del presidente Barack Obama en sus primeros días en la Casa Blanca. Son detalles que remarcan el interés del nuevo gobernante en mantener su contacto con la gente: lectura de cartas, respuestas manuscritas, contacto con los problemas comunes. “Es una de las formas que Obama tiene de evitar el destructivo síndrome de ensimismamiento del poder”. Se trata, en realidad, de pormenores. Obama no compitió por la presidencia de algún país tercermundista ni por el apoyo de la gente, sino para encabezar la hegemonía del país más poderoso del mundo. En su definición de la política exterior de los Estados Unidos, Henry Kissinger establecía en 1969 los criterios fundamentales: “Mientras otros países tienen intereses, nosotros tenemos responsabilidades”. Es decir, explicaba citando a Dean Rusk, el Secretario de Estado durante la Guerra en Vietnam, “Nuestras querellas son a causa de otros pueblos”. Los primeros cien días de gobierno de Obama parecieron marcados por el desconcierto: una crisis económica heredada de Bush y una crisis de liderazgo mundial que sumó los conflictos imperiales de Vietnam a Irak. La gestión del nuevo gobierno ha sido agobiada por problemas existentes. Y de suma gravedad, al grado de que el propio Obama ya estableció que ofrece resultados en cuatro años “o esta administración será de un sólo período”. Lo paradójico del caso es que Obama parece haber sido víctima del temor tradicional de la clase política estadunidense: responder a las expectativas del exterior y no del interior. Y peor aún, de los sectores tradicionalmente antiamericanos en el mundo. En su campaña, Obama visitó Berlín y dio un discurso pacifista desde el corazón mismo de la guerra fría: los Estados Unidos son un pueblo de paz y de bienestar. Por tanto, su gobierno trabajaría sobre esos dos rieles. Sin embargo, los EU no son una nación ni un pueblo sino un imperio. Y el presidente de los EU es el emperador del mundo cuatro/ocho años. El dominio hegemónico del imperio sobre el mundo plantea exigencias y comportamientos imperiales.

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  Los estadunidenses que marchan por la paz dentro de los EU no alcanzan a comprender la lógica del imperio. Los niveles de bienestar de los norteamericanos no son producto del esfuerzo interno sino del dominio hegemónico del mundo: el petróleo es producto del sometimiento del Medio Oriente, las exportaciones se logran a base de competencias desleales, la riqueza de la economía está relacionada con la capacidad de explotación de otras economías. El día en que los EU replieguen sus fronteras a las territoriales, ése día los norteamericanos se descubrirán como una sociedad mediocre, empobrecida.

Obama: La crítica a los derechos Obama carece de conciencia histórica. Nació en Hawai, enclave norteamericano conquistado en el siglo XX –y por cuya invasión pidió perdón Bill Clinton– hijo de madre estadunidense de Kansas pero alejada por desprecio a su país, y de un mulato de Kenia que nunca pisó territorio continental americano. Fallecida su madre, vivió con su padre, quien lo llevó a vivir a Indonesia durante su segundo matrimonio y ahí asistió a escuelas musulmanes. Luego del desconcierto familiar, Obama aterrizó en Los Angeles en 1985. No le tocó para nada la lucha por los derechos civiles de los negros ni provino de ninguna familia esclava. Su formación familiar fue dominada por la familia blanca de su madre. El racismo a mediados de los ochenta ya había sido reducido a ciertas zonas. Las primeras relaciones interraciales rompieron con el miedo. Y luego de estudiar en Los Angeles, arribó becado a Harvard, donde hizo una carrera académica exitosa y fue el primer afroamericano en dirigir la famosa revista de Leyes de Harvard. En Harvard, Obama afinó su sentido legal. Se relacionó con una corriente jurídica que se había nutrido en el marxismo pero sin ser propiamente comunista: la Critical Legal Studies, fundada por el académico Duncan Kennedy, un ex marxista sin partido. La tesis de este grupo fue la de utilizar los derechos para buscar la equidad jurídica y por tanto social. Es decir, utilizar los contenidos de las leyes para exigir bienestar para los pobres. Ahí delineó Obama su pensamiento jurídico pero también sus ideas políticas de equidad social. Con apoyo en el derecho, Obama trabajó para grupos sociales marginados. Y de hecho, su concepción social como presidente radica justamente en las bases de la CLS: a la equidad por la vía de los derechos. Pero se trata de un objetivo social, prioritariamente social. La CLS nada tiene que ver con el imperio, con el sistema económico capitalista, con el funcionamiento del aparato productivo.

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De Estado Imperial a Estado Moral George W. Bush no sólo estiró demasiado la liga imperial sino que careció de un sustento político-estratégico. Su decisión de invadir Irak se redujo, en realidad, a una venganza personal: Saddam Hussein intentó asesinar a su padre George H.W. Bush. Por eso inventó el asunto de las armas de destrucción masiva e insistió en la inexistente vinculación Al Qaeda-Irak. Su equipo de política exterior –la consejera de Seguridad Nacional Condoleezza Rice y su secretario de Estado Colin Powell, además de sus dos Secretarios de Defensa: Donald Rumsfeld y Robert Gates, y encima de ellos el vicepresidente Dick Cheney– aportaron justificaciones, fundamentalmente militares, no estratégicas. A pesar del resultado, Washington fue a Vietnam a detener el avance del Comunismo. Las razones del papel de los EU en el mundo se basan en la lógica de un imperio. Y ésta tiene que ver, antes que otra cosa, con la explotación. Por eso no hay mucha diferencia entre la política exterior de John F. Kennedy con la de Richard Nixon y de éste con la de Ronald Reagan. Y en la misma categorización caen las de George Bush padre, Bill Clinton y Bush hijo. El único que quiso romper con la lógica imperial fue Jimmy Carter, pero su administración fue sólo de un período: abandonó Europa, no supo encarar a la Unión Soviética en Afganistán, fue débil ante Irán y permitió un año de rehenes en la embajada de los EU en Teherán, entregó el Canal de Panamá y su significado imperial, y ayudó a los sandinistas quitándole el apoyo a Anastasio Somoza en Nicaragua. Su relevo fue Reagan, quien se confrontó con los soviéticos, acunó a Mijail Gorbachov y llevó la guerra fría a la batalla final. Obama quiere trascender el Estado imperial y arribar al Estado moral, pero en un mundo dominado por la lógica de la confrontación territorial. Las contradicciones de Obama se perciben en el Medio Oriente: saldrá de Irak sin abandonar el petróleo pero se atrincherará en Afganistán. Y le toca una evolución crítica del conflicto afgano similar a la que enfrentó Bush: el avance político y militar de los talibanes, una corriente política conservadora, represora social y femenina, y afín a los radicales musulmanes del Irán de Husein. Por eso Obama ya aumentó las tropas estadunidenses. Y tiene también que enfrentar el regreso de “la Madre Rusia” al poder imperial, con el rompimiento del equilibrio nuclear por la rebeldía de Corea del Norte y de Irán en sus intentos por poseer bombas nucleares. Y en América Latina, encara el regreso del decrépito comunismo cubano, tronado socialmente y mantenido sólo por la vía de una dictadura feroz, criminal y militar de una familia. Por si fuera poco, Europa trata de resarcirse de la crisis económica para convertirse en un foco estratégico mundial, un polo generador de poder. Y quedaría el colapso de África, azuzado por el afán

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  expoliador de los EU y el deterioro político por bandas militares promotoras de guerras civiles con armas provenientes de los EU. En su viaje a Berlín en campaña, Obama fue recibido por los grupos antibélicos y alabado como el enterrador del imperialismo norteamericano. En su discurso en Praga, luego de la reunión del Grupo de los Veinte, Obama dejó traslucir una nueva política exterior basada en la autoridad moral, aunque sin ofrecer modificaciones estructurales del sistema económico imperialista. En la Cumbre de las Américas, Obama se perfiló como el presidente de la disidencia imperial, buscando la amistad con gobernantes radicales que han amenazado la seguridad de los EU. En Europa parecieron darle una nueva oportunidad a los EU para tomar decisiones en beneficio del mundo, no nada más de los EU. Por tanto, Obama abrió el debate: debilidad o estrategia. La estrategia estaría relacionada con una reconfiguración del mundo en donde los EU asumieran la conducción moral –no imperial-militar–. La debilidad estaría relacionada con el abandono paulatino de los EU de zonas fundamentales en su mapa imperial. El único esfuerzo de los EU por asumir el liderazgo moral fue con Carter y el resultado fue desastroso: las zonas abandonadas fueron ocupadas entonces por la Unión Soviética o los radicales árabes y las bandas criminales africanas. Hoy algunas áreas quedarían dominadas por grupos nacionalistas, sobre todo de corte religioso, y países socialistas que avanzarían sobre vecinos. El dilema de Obama radica en definir si es un imperio o una nación. Una nación buscaría espacios de entendimiento con vecinos y otras naciones, sin importar radicalismos, ideologías o sistemas de gobierno. El gran reto de Obama, hasta ahora no asumido, es el redefinir la filosofía de la política exterior y excluir el tema de las responsabilidades que refería Kissinger. Porque la conducta imperial de involucramiento en otras naciones se basaba justamente en el concepto de la responsabilidad. Asimismo, en la cancelación del modelo económico del complejo militar-industrial surgido de la Segunda Guerra Mundial y animado por la guerra fría. Y finalmente, la disminución sensible del presupuesto militar.

El Gorbachov americano Sin definirlo con claridad, Obama ha metido a los EU en el sinuoso camino de transición política y social del Estado imperial al Estado moral. La palabra clave es justamente “transición”, pasar pacíficamente de un modelo a otro. Pero como el imperio estadunidense es producto de la guerra fría, entonces el referente no es otro que la frustrada y fallida transición soviética de Mijail Gorbachov.

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  Agobiado por demandas sociales internas y abrumado por el costo del mantenimiento económico del campo socialista, Gorbachov operó la transición soviética sobre dos vías: la perestroika o reestructuración de la economía de Estado para llevarla a una economía de mercado y la glasnot o apertura informativa para terminar con el Estado policiaco, dominante y sobre todo sin permitir la democracia interna. La primera condujo a la entrega de la economía a élites locales y no a la creación de un mercado, y la segunda dejó al Estado soviético sin defensa. El fracaso fue evidente: la Unión Soviética se desmembró en Estados independientes y la democratización fue interrumpida por las fuerzas autoritarias. Gorbachov tuvo que renunciar. Obama ha construido un escenario similar: la transición estadunidense de Imperio a un Estado moral. Y sus dos vías pueden ser analizadas en el esquema de Gorbachov: la perestroika busca reorganizar la economía de los Estados Unidos vía una mayor intervención del Estado en el capitalismo y un programa anticrisis; y la glasnot pudiera resumirse en el caso de la difusión de los memoranda de la CIA sobre la autorización oficial secreta para el uso de la tortura en interrogatorios a sospechosos de terrorismo. La glasnot de Gorbachov se asumió con una decisión, según cuenta en sus memorias: después de una gira dentro de la URSS, Gorbachov ordenó al KGB que entregará a los corresponsales extranjeros el texto íntegro de sus discursos. Ahí se abrió la Caja de Pandora de la información y con ello del debilitamiento del Estado autoritario. La intervención del Estado en el capitalismo norteamericano puede poner orden en el caos de la explotación, pero entonces dejará de ser el capitalismo de libre mercado. Wall Street funciona en relación a los mecanismos de especulación; y el Estado como socio de empresas terminará con la especulación, alma y esencia del capitalismo. La regulación estatal directa dentro de las empresas ha comenzado a ahuyentar inversionistas. Y la dinámica del capitalismo radicaba justamente en la capacidad de especulación para obtener beneficios en el mercado. Y si en la URSS el eje de la dominación estatal estaba en la información, en los EU se localiza en el funcionamiento del aparato militar. Más que la revelación de torturas –de sobra conocidas desde 2006 y apenas condenada– la estructura de dominación militar de los EU radica en la intervención sin obstáculos en otras naciones y en el símbolo de la CIA como el ejército personal del presidente de los EU. Los memoranda exhibiendo a la CIA ha dejado a la Casa Blanca sin el aparato de espionaje, intervención y ejército privado. Si los EU no pueden derrocar gobiernos o asesinar adversarios extranjeros, entonces ya no tienen poder de dominación imperial.

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  Los dilemas de Obama quedan establecidos en los escenarios de la crisis. En lo económico, reconstruir la hegemonía del dólar y las corporaciones sobre la economía mundial o la creación de empresas con mayor equidad pero sin intervención en la competencia internacional, bancos que respondan a los criterios estatales de no acumulación de utilidades, y automotrices que obedezcan a las directrices del Estado y no del mercado. El problema radica en la intervención de Obama para reconstruir las empresas y sus objetivos. En la política exterior, Obama pugna por la autoridad moral de los EU en un mundo dominado por la conquista política de territorios. La prueba de fuego de Obama estará en el Medio Oriente, donde las naciones dominadas por ideas religiosas radicales y violentas, han declarado la guerra a Washington y el papel determinante de Osama Bin Laden y Al Qaeda. El moralismo de Carter no pudo imponer la paz, a pesar del enésimo acuerdo firmado entre árabes e israelíes. El problema no radica sólo en el Medio Oriente, sino en el papel fundamental de la comunidad israelí en los EU y en su economía. Gorbachov arrancó su transición con un recorrido por el mundo para convencer a los líderes que la guerra fría había terminado Y que la URSS disminuiría los arsenales nucleares. Luego abandonó a sus aliados por el costo insostenible del socialismo mundial. Y finalmente redujo el presupuesto militar. Obama va por el mismo camino: sus giras promueven el fin de la guerra fría, los EU han reducido el apoyo a aliados y la baja de 100 millones en el presupuesto militar fue el indicio de que el papel militar estratégico de los EU en el mundo. En este contexto, Obama se perfila como el Gorbachov americano.

El perdón de la tortura La revelación de documentos donde se estableció el principio legal de que la tortura era permitida a pesar de violar tratados internacionales fue apenas la punta del iceberg de una nueva fase de actividades clandestinas de la CIA. Faltan por conocerse las cárceles clandestinas que se crearon en el mundo para ocultar a presuntos terroristas. Un reporte del Parlamento Europeo reveló en junio de 2007 la existencia de cárceles clandestinas de la CIA en Polonia y Rumania, dos enclaves ex comunistas de la ex URSS ahora dominados por los Estados Unidos. Y asimismo, el Parlamento Europeo también descubrió la realización de vuelos secretos con prisioneros excluidos de todos los tratados de derechos humanos.

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  Asimismo, el debate centrado ahora en la tortura de prisioneros y básicamente en la autorización del Departamento de Justicia de Bush para aplicar la asfixia en agua o con bolsa de plástico, fue apenas una de las tantas técnicas utilizadas por expertos de la CIA y del Departamento de Defensa. Las revelaciones sobre las torturas en la cárcel de Abu Ghraib mostraron la violación de las creencias religiosas de los presos musulmanes. El problema de fondo fue el reconocimiento del gobierno de Bush y ahora de Barack Obama de que en todo momento el uso de la tortura se hizo a partir de una doctrina. En junio de 2007, al darse a conocer la larga lista de actividades ilegales de la CIA en un reporte conocido como “Las Joyas de la Familia”, el entonces director de la CIA de Michael Hayden explicó el principio doctrinario del uso de la tortura: actuar “en nombre de los estadunidenses”. Al perdonar las torturas de la CIA contra presuntos terroristas, el presidente Obama afirmó que los espías actuaban “con los valores americanos”. La CIA se ha convertido en el símbolo nefasto de la guerra fría. Creada para combatir el expansionismo ideológico de la Unión Soviética, derivó en aparato operativo de actividades clandestinas para justificar intervencionismos de la Casa Blanca. En 1984, por ejemplo, el director de la CIA de Reagan, William Casey, ordenó la redacción de un documento sobre México que justificara una ofensiva de Washington contra México. El encargado del reporte, el analista John Horton, se negó a hacer documentos tergiversados. Y a principio de 1985 reveló, en un artículo publicado en el The Washington Post, que la CIA fabricaba reportes para avalar intervenciones. La revelación de actividades ilegales de la CIA comenzó en diciembre de 1974 con un reportaje publicado en la primera plana del The New York Times por el periodista Seymour Hersh, donde denunciaba que la CIA había violado las leyes al realizar operaciones dentro de los EU y señalaba que había espiado a disidentes de Nixon. La presión llevó a dos comisiones del Senado contra la CIA, la Church y la Rockefeller, y a la revelación de que la CIA había recibido autorización presidencial de Kennedy y Nixon para asesinar a políticos y derrocar gobiernos. El presidente Obama ha quedado atrapado en la realidad de las operaciones clandestinas de la CIA. Presionado por el efecto negativo de la desclasificación de documentos del Departamento de Justicia que autorizaban a la CIA a torturar a presuntos terroristas, Obama hizo su primera visita formal a las instalaciones de la CIA en Langley, Virginia, cruzando apenas el Potomac, y ofreció su “total apoyo” a la CIA y a sus

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  agentes. Y lo hizo con una afirmación que revalidó la doctrina Bush: “Voy a proteger su trabajo con la misma energía que ustedes defienden el país”. El espaldarazo de Obama a la CIA fue una decisión para lavar el rostro de la agencia manchado por el uso de torturas. Inclusive, el debate ha sido una muestra del absurdo: a la CIA le acreditan el concepto de “asfixia simulada”. Los expertos del Departamento de Justicia exculparon, el hecho con el argumento de que el uso de la asfixia llevaba a una simulación de la muerte y que no causaba daños permanentes en los detenidos. Sin embargo, los torturados sí padecían la asfixia –y nada simulada– es decir, eran ahogados hasta el borde de la muerte. Asimismo se autorizó a agentes de la CIA a “lanzar contra la pared a detenidos”, sin reconocer que ahí sí había daños permanentes. Y al romperles la rutina de comida, el sueño y el uso de sus extremidades, los detenidos padecieron atrofia. La justificación de la CIA, avalada ya por el presidente Obama, fue en el sentido de que los terroristas tenían a su favor el respeto a las garantías individuales que les otorgaban las leyes y que así no podía obtenerse información. La CIA aceptó, ahí, su fracaso como agencia encargada de recopilar información. Al final, la tortura tiene la función de destruir al adversario y encarecerle sus tareas agresivas, no de obtener información bajo presión que no siempre es confiable. El aval de Obama a la CIA y la decisión de no penalizar el uso de la tortura representó una de las definiciones políticas más importantes del presidente Obama. La CIA continuará con sus actividades, a partir de la certeza de que sus excesos no serán castigados. Lo malo del asunto es que Obama mantuvo la doctrina Bush de combatir a los terroristas con las armas de la ilegalidad. La CIA puede seguir operando con el apoyo del presidente de los Estados Unidos.

Obama: ¿Una transición fallida? ¿Cuál pudo haber sido el error estratégico de Gorbachov en la transición soviética? Entre muchas razones hay sin duda una percepción más o menos clara: rehacer el sistema productivo soviético sin destruir sus raíces y sus estructuras. El mismo error podría haber cometido el presidente Barack Obama con su propuesta contra la crisis: intentar rehacer el sistema productivo estadunidense sin destruir sus raíces. Al final los dos sistemas han sido únicos, con sus reglas muy estrictas: Gorbachov quiso introducir el mercado en un modelo dominado por el Estado, Y Obama buscó llevar al Estado a un modelo dominado por el mercado.

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Obama y su modelo económico La explicación del programa anticrisis del presidente Barack Obama fue un shock para la estructura de intereses del sistema económico y financiero de los Estados Unidos. Obama delineó una propuesta de transición del capitalismo salvaje a un modelo económico social de controles estatales y objetivos populistas. El discurso de Obama ante el Congreso sirvió para confirmar la expectativa de que el primer presidente afroamericano de los EU proveniente de las minorías explotadas, podría ser el Gorbachov estadunidense. El soviético tomó el poder para transformar el sistema comunista de economía centralizada y dominio absoluto del Estado en un modelo de mercado. Obama ha dejado ver que quiere transitar el capitalismo norteamericano a un modelo de economía estatalmente planificada y regulada. Esta percepción podría explicar la respuesta negativa de los mercados al programa anticrisis de Obama. La caída de la bolsa en Wall Street, donde operan las principales corporaciones y donde se dan los juegos financieros para concentrar la riqueza en manos especulativas, fue la reacción a los regaños de Obama a los banqueros, el mensaje de que se terminaron los tiempos de las grandes bonificaciones, y la entrada de la economía de los EU a la zona de confrontación entre una economía especulativa que es el alma del capitalismo norteamericano y una economía social controlada por el Estado. Lo que falta por saber es la posibilidad de las expectativas. Gorbachov fracasó en su transición cuando perdió el control de la economía y con ello se le escapó de las manos el manejo de la política y de la sociedad. Primero fue el golpe de Estado de los sectores duros y luego el desmembramiento de la Unión Soviética. Gorbachov tuvo que renunciar. El escenario de Obama tiene algunos parecidos: el american way of life tiene como corazón justamente el mecanismo de la economía especulativa. La competencia brutal ha convertido a los estadunidenses en generadores de riqueza. Sin competencia, la economía de los EU se va a desplomar como un castillo de naipes. Pero nadie se debe llamar engañado. Obama definió desde el principio su perfil a partir de su formación histórica: un hombre que ya resolvió el problema racial por provenir de un matrimonio interracial – madre blanca y padre mulato– y arribó a los EU en 1983, cuando las luchas sociales de los negros ya habían sido superadas. Obama sería el

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  representante de una minoría electo para salvar los intereses y el modo de vida de una mayoría. Muy al estilo americano, los votantes se dejaron seducir por la imagen. Pero Obama en realidad no engañó a nadie. Su modelo de equidad social garantizada por el Estado y aún a costa de quebrar la estructura de poder de las corporaciones viene de una tendencia de la izquierda estadunidense: el grupo del Critical Legal Studies o Centro de Estudios Críticos de las Leyes –mejor conocido como corriente de la Crítica de los Derechos– nació en 1977 en Harvard bajo la influencia del abogado afroamericano Duncan Kennedy, uno de los formadores del perfil jurídico de Obama. El eje central de esta corriente radica en el papel del Derecho y su utilización para beneficios sociales de las mayorías. Parte de la idea de que el derecho ha servido a los poderosos. Por tanto, señala Kennedy, “los objetivos de la izquierda son cambiar el modelo existente de jerarquía social, incluyendo las dimensiones de clase, raciales y de género, en la dirección de una igualdad más profunda y una mayor participación en el gobierno público y privado”. El instrumento para reorganizar la sociedad es el Estado, el cual tendrá la autoridad para definir alcances y reparto. Y el contexto es el escenario de injusticia de las mayorías, usualmente marginadas de los beneficios del sistema. Obama sería el encargado de esta transición norteamericana. Su discurso reciente marcó la decisión del Estado de intervenir en el proceso productivo y sobre todo redistributivo de la riqueza, aunque a costa de liquidar el sistema capitalista. Gorbachov delineó la perestroika para pasar de la economía estatista al mercado y Obama perfiló su programa anticrisis como la perestroika estadunidense para pasar de la economía especulativa a la economía social, estatista y con objetivos de justicia y no de competencia. Pero así como Gorbachov tuvo que encarar los fuertes intereses del viejo sistema estatista y sus beneficiarios, así Obama ha comenzado a encontrarse con los obstáculos de los favorecidos de la especulación que solamente querían dinero público para reactivar la demanda y fortalecer la oferta pero sin cambiar la estructura de concentración de la riqueza. La CLS critica el Estado Liberal de Derecho y lo asume como el garante de una estructura de explotación. El discurso de Obama se localiza dentro de las coordenadas de la Escuela de Critical Legal Studies y su objetivo de cambiar el funcionamiento del sistema productivo: no para profundizar desigualdades del mercado, sino para equilibrar el reparto con la intervención del Estado.

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  Obama quiere encabezar a la sociedad de los marginados para modificar el rol del derecho, no para padecer la explotación sino para exigir la riqueza para los explotados. Obama ya dio el primer paso al anunciar la hegemonía del Estado sobre el capitalismo salvaje; y los mercados ya respondieron. En los EU comenzó una batalla similar a la de Gorbachov con su transición fallida. Por lo pronto, los intereses privados ya ganaron su primera batalla: la Casa Blanca no nacionalizará los bancos.

Más Estado: Obama, como Hugo Una caricatura revela la dimensión del cambio histórico en el capitalismo norteamericano. Un entrevistador pregunta: “El presidente publicó duras normas de combustible. Como jefe de General Motors, ¿qué opina? El ejecutivo de la GM dice: “Me agrada”. Sólo que el ejecutivo de la GM es nada menos que el presidente Obama, quien acaba de tomar el control de la empresa. La declaración de quiebra de la General Motors y la apropiación gubernamental de la mayoría de la propiedad de la empresa, fueron los primeros signos del nuevo modelo de capitalismo en los Estados Unidos: como Hugo Chávez en Venezuela, Obama ha sentado las bases del capitalismo de Estado. Sólo que el cambio va a significar el fin histórico del capitalismo y de su influencia en la democracia. En su papel del Gorbachov americano Obama ha comenzado a andar su perestroika productiva, aunque al revés: al pasar de la economía de mercado especulativo a la economía controlada por el Estado. Los nuevos socios de la GM van a sentarse en el consejo de administración con burócratas que van a decidir en función de razones sociales, no económicas o productivas o competitivas. La decisión de Obama de intervenir en la crisis ha roto con las leyes naturales del capitalismo: las crisis son etapas de consolidación y autorreforma. En la crisis del 1929, el Estado acudió a financiar a algunas empresas y abrió un paquete de gasto público para estimular la demanda. En la crisis del 2008, Obama metió al Estado a las grandes corporaciones como socio para pugnar por una reconsideración de los elementos motivacionales de la producción. Si en el capitalismo de mercado los factores de estímulo son la especulación, la apropiación y la riqueza, ahora serán el consumidor, la equidad y el fisco. Pero el problema del capitalismo no es de motivaciones sociales sino de funcionamiento. La capacidad de competencia y las etapas de crisis han servido al capitalismo para sus propias reformas productivas. El factor de

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  autocorrección de las empresas en el capitalismo se da en las quiebras. La intervención del Estado en el funcionamiento interno de la General Motors rompió con el elemento de la competencia. La audacia de las grandes corporaciones en los EU estaba motivada por los bonos a los ejecutivos. Ahora sólo habrá burócratas. Por ello es que el gran debate que acaba de comenzar en los EU es sobre el pensamiento económico detrás de las decisiones de emergencia. En 1929 se utilizó la propuesta de Keynes de abrir el gasto público, como ahora lo repite Obama aunque a costa de llevar el déficit presupuestal a un 12% del PIB. Pero ese apoyo no reactiva el modelo productivo, sino que protege el empleo. De ahí que el columnista del The Wall Street Journal, Carl Schramm, haya abierto otro debate: menos Keynes y más Schumpeter, dice en su texto “El momento de Schumpeter”. Keynes fue el maestro del gasto público creciente y Schumpeter ganó el Nobel con su propuesta de modernizar el capitalismo a partir de las empresas, incluyendo el dato de que los altos salarios de los ejecutivos son un factor de estímulo a la creatividad e innovación. El debate ha comenzado en torno a la característica del capitalismo: el del Estado que deriva en subsidios y formas de producción que no estimulan la creatividad ni la competencia, y con salarios controlados que tampoco promueven a los emprendedores o el de las empresas y los emprendedores que hay fijado liderazgos productivos a partir del criterio del capitalismo que Schumpeter definió como “destrucción creativa”. El salvamento de Obama a la General Motors protegió el empleo pero interrumpió el proceso de reconversión industrial de líneas de producción que van a gastar fondos públicos y no van a fortalecer a las empresas. Y también vendrá la discusión entre el Estado que acota las libertades individuales y la empresa de emprendedores que las aumenta. El fondo ideológico de la política anticrisis de Obama no es el económico sino el político. Su origen jurídico viene de la Critical Legal Studies, la corriente marxista de Harvard que asume la teoría de los derechos, es decir que los derechos sociales están por encima de las reglas económicas. La crisis económica ha sido aprovechada por Obama para llevar a los EU a una transición hacia un nuevo régimen político, económico, social y de gobierno. La perestroika de Obama está fundada en la intervención del Estado en las empresas como socio para romper con las motivaciones tradicionales del capitalismo y la glasnot ha ocurrido con la liberación de información de la CIA, sin duda el eje del sistema político de dominación internacional a partir del criterio de que el gobierno de los EU es el gobierno de la CIA.

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  El fantasma de Hugo Chávez ha comenzado a ser visto en las noches en los pasillos de la Casa Blanca. Porque al final de cuentas no existe coherencia entre el presidente Obama que castiga a los ejecutivos, pero él mismo se permite una escapada de la Casa Blanca a Nueva York para tener una noche de descanso –teatro y cena– con su esposa Michelle, aunque con un costo de más de 24 mil dólares cargado al presupuesto público. Como Hugo Chávez, pues.

Obama: el Imperio es el Imperio Acostumbrados a los manotazos imperiales, el nuevo estilo de Barack Obama es más suave pero con el mismo objetivo final: reconstruir la hegemonía de los Estados Unidos. Cuba podría ser el laboratorio político del modelo Obama: como Fidel Castro, conformó una estrategia de resistencia nacionalista que le dio dividendos locales bajo la bandera del acoso del imperio y le apostó al aislamiento de Cuba de la contaminación capitalista, Obama le cambió el esquema y aprobó un programa que bien podría llamarse un Mariel al revés. Por la vía de visitantes y envíos de dinero, abrirá las ventanas de Cuba a la realidad del mundo que Castro ha escondido en los pliegues de la resistencia. El momento es el adecuado. Cuba entró por la crisis en una nueva fase de empobrecimiento. Los visitantes y las remesas van a reventar el modelo de Castro de asociar imperio y dólares. En 1980, Castro abrió las fronteras por el puerto de Mariel para enviarle a los EU a decenas de miles de cubanos que estaban en las cárceles. Hoy Obama le regresa a Cuba a cubanos y dólares que han ganado en el imperialismo. Y en un pueblo empobrecido, las remesas van a debilitar la cohesión ideológica. El embargo de los EU a Cuba ha sido uno de los principales instrumentos de cohesión política e ideológica de Fidel Castro. Lo reveló el ex presidente José María Aznar en su libro Retratos y perfiles. De Fraga a Bush (editorial Planeta), publicado en el 2005. Aznar contó una conversación directa que tuvo con Fidel, a quien le dijo: “Si estuviera en mis manos, levantaba el embargo contra Cuba mañana mismo o al cabo de poco tiempo y acababa con el régimen (de Castro) en tres meses”. Aznar sigue: “Castro me contestó, literalmente, que él “necesitaba el embargo para esta generación y la siguiente”. Esas fueron sus palabras. Me pareció asombrosa la crueldad y la hipocresía de ese doble discurso de quien manifiestamente está utilizando a su pueblo como una moneda de chantaje para denunciar a supuestos enemigos extranjeros y perpetuarse en el poder.

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  Es evidente que el embargo es una de sus bazas para continuar en el poder y para perpetuar el régimen en el futuro”. Sin la presión del embargo y con reglas más flexibles de Washington, los cubanos conocerán la realidad del mundo que los hermanos Castro, en el gobierno monárquico de Cuba, han impedido ver. Los visitantes y las remesas van a inundar de dólares a Cuba y a debilitar el control de la población basado en la amenaza del monstruo imperialista. La estrategia de Obama tiene un rebote geopolítico: al aminorar la fuerza ideológica de Cuba y obligar a la isla a debatir la transición de un gobierno militarista, dictatorial y unipersonal, de paso le quita el principal soporte a los gobiernos latinoamericanos que se han inclinado a la izquierda. A ello va a contribuir el manejo mediático de la imagen de Obama como el presidente no imperial de los EU y el impacto social del color de su piel. Obama podría reproducir el modelo John F. Kennedy, el presidente más imperial pero el más carismático. Fidel Castro es el punto de referencia de los gobiernos radicales de Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Por lo pronto, la estrategia de Obama se salió del viejo modelo imperial de agresión a Cuba para que la pobreza generara rebeliones internas y optó por la propuesta contraria: llevar la riqueza a Cuba para debilitar la cohesión interna mantenida por Castro a lo largo de 50 años de resistencia al acoso del gigante imperial. El centro de la estrategia es la de eliminar el concepto de la arrogancia imperial en la política exterior. Como nunca antes, Obama ha logrado convertirse en la esperanza de los países que padecieron las consecuencias de la guerra fría del periodo 1960-1990. De ahí las recepciones en Berlín el año pasado y en Praga hace unas semanas. Se trata de un nuevo presidente pero del mismo país determinado por el contenido sustancial de los comportamientos imperialistas en tres ejes: 1.- Las decisiones de reconstrucción del mundo se deben centrar en Washington. Un nuevo Bretton Woods para el dólar. 2.- Revivir la doctrina Kissinger de que todos los países tienen intereses en el mundo pero los EU tienen responsabilidades. 3.- Por tanto, Obama ha revivido la doctrina de la guerra fría, sólo que sin la agresividad de Nixon, la certeza de Reagan y la frivolidad de Clinton. La salida cubana que Fidel Castro había alentado era la de la invasión militar por Bush o por Obama. Castro sigue siendo el estratega de la guerra de guerrillas en la relación bilateral, pero se encontró con un Obama con una 41 

  visión más fresca, menos ideologizada y muy astuta en cuanto a las debilidades del sistema político cubano. Los EU no necesitan invadir Cuba con marines sino con remesas y visitantes para romper el discurso ideológico antiimperialista de Fidel. Cuba y no México servirá a Obama para redefinir su política exterior hacia el continente. Hugo Chávez es visto como un simpático aprendiz de dictador, Evo Morales no representa intereses geopolíticos y Daniel Ortega se hunde en su propio pantano de corrupción, incompetencia y traición ideológica. Y con ello, Castro encontró finalmente la horma de su zapato: no la CIA sino los dólares.

Obama-México: ablandamiento Como todos los anteriores presidentes de los Estados Unidos, Barack Obama estará en México para reafirmar la existencia de una crisis de seguridad del imperio y para refrendar que las soluciones deben darse del Río Bravo hacia el sur y nada, pero nada, hará la Casa Blanca al interior del territorio estadunidense. Oculto detrás de la sonrisa y del color de la piel, Obama no puede ocultar el verdadero rostro de la hegemonía. La estrategia fue abierta y repitió el modelo tradicional estadunidense del palo y la zanahoria: luego de la ofensiva para caracterizar a México como un Estado fallido y sacudir la estabilidad mexicana, la Casa Blanca pasó a la aprobación de un programa de seguridad para aumentar el intervencionismo de los EU en México vía el Plan Mérida, y la operación de Janet Napolitano como secretaria de Seguridad Territorial. Además de aumentar la presencia de agentes estadunidenses en México e inclusive un mayor contingente de personal de la Migra en el Distrito Federal, Washington decidió crear oficinas de supervisión de los fondos de la Iniciativa Mérida por la sospecha de corrupción en el manejo de las aportaciones extranjeras a seguridad. El problema se localiza en una mayor operatividad de agentes norteamericanos en oficinas de seguridad mexicanas. Las decisiones del gobierno de Obama en materia de seguridad trasladan toda la responsabilidad a México. Dos de ellas han sido significativas en la ausencia de corresponsabilidad estadunidense: el contrabando de armas y la demanda de droga. La Casa Blanca va a aumentar la vigilancia en la frontera pero con mayor intensidad del lado mexicano para tratar de frenar el tráfico de armas, pero Obama ha decidido no tomar ninguna iniciativa para disminuir no sólo la venta de armas dentro de los EU, sino tampoco hacer nada en contra del

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  principal traficante de armas en el mundo: el gobierno estadunidense, a través del Departamento de Defensa. Atacar el tráfico sólo en el cruce traslada la responsabilidad al país receptor, pero con evidencias más que suficientes de que el problema en la disponibilidad. La oferta de armas se conforma con la compra legal pero sobre todo con las armas en disponibilidad que desecha el Pentágono y que los EU “colocan” en varias partes del mundo a precios irrisorios. En Las Vegas se realiza cada año un tianguis de armas para venta al menudeo. Esas armas son las que luego se contrabandean a México y a otras partes del mundo. El loby de la Asociación Nacional del Rifle es el más poderoso en la Casa Blanca. Y a pesar de reconocer el papel de la demanda en el tráfico de drogas, Obama se ha negado a tomar alguna iniciativa para combatir el consumo de drogas dentro de los EU. Pero el alto consumo de droga en los EU es posible por la existencia de la poderosa red de distribución de estupefacientes al menudeo, en las calles, creando un problema mucho peor que el de las narcotienditas mexicanas. Como una manera de eludir el problema ahora los EU culpan a las pandillas mexicanas de controlar el tráfico, pero esas bandas sólo pueden existir por la corrupción de las policías en las ciudades. El problema de la administración Obama es que aún desconoce el papel estratégico de México en el escenario internacional, pero también México padece el síndrome priísta de la pasividad porque espera la iniciativa de los EU en lugar de asumir por adelantado una redefinición de las relaciones bilaterales. En un comentario difundido, el ex embajador estadunidense Tony Garza le recordó al gobierno de Obama que la incomprensión suele llevar a posiciones equivocadas. Garza escribió al presidente Obama y a sus colaboradores: “El discurso sobre el estado fallido que acaparó los encabezados durante los últimos meses ha cedido en cierta medida y, espero, se irá desvaneciendo. Sin duda, una retórica que sirvió más para dañar a nuestras naciones que para lograr avances significativos.” Luego de haber sido embajador de Bush en México, Garza le explicó a Obama y a sus colaboradores que la seguridad y desarrollo de México debe ser de interés prioritario de los EU: “la seguridad regional y la prosperidad son vitales para México y tal vez más vitales aún para los Estados Unidos”. Garza le recomienda a Obama ahora que visita México: “usted debe ver a México como el umbral de las Américas, un puente perfecto tanto para el norte como al sur”.

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  Pero si la perspectiva de Obama es estrecha y corta y no se sale del viejo modelo imperial de dominación e intervencionismo, entonces corresponderá al gobierno mexicano –ya sin los lastres del síndrome del PRI de esconder las cosas– modificar las relaciones bilaterales, obligar a los EU a tomar decisiones dentro de sus fronteras y sobre todo acostumbrar a los EU a ver en México a un socio y no a un país bananero. El gobierno de Obama tiene la oportunidad de madurar su relación con México, pero a condición de detener la construcción del muro, de llegar a un acuerdo migratorio con México y de tomar decisiones internas contra el consumo de droga y el tráfico doméstico de armas. El problema de Obama con México comienza dentro de los EU.

Obama: el pragmático Detrás de la parafernalia mediática que envolvió la visita oficial del presidente Barack Obama, los espacios de México dentro del sistema de toma de decisiones de los Estados Unidos son escasos, dice a Indicador Político el periodista Jorge Ramos, conductor del noticiero Univisión, el más importante en español en los EU. Asimismo, Ramos agrega que la reforma migratoria de Obama no va a atender los reclamos de México sino que responderá al “Proyecto 279”, un plan de Obama para diseñar una adecuación migratoria con 278 congresistas y el propio Obama. Por tanto, será una reforma a la medida del Congreso de los EU, no de los países que aportan indocumentados. En este contexto, Ramos afirma que México debe diseñar su propia agenda bilateral con los EU porque hasta ahora la relación es solamente reactiva por parte de México. “No veo creatividad ni liderazgo”, agrega en una entrevista realizada en Washington. A continuación se presentan las partes importantes de la entrevista con Jorge Ramos: “México no está en la agenda, México no es una prioridad para Obama. Y soy mexicano y me duele decirlo. Y si América Latina no se mete en el juego, en el juego donde está China, la India, Rusia y la Unión Europea, América Latina corre el riesgo de ser irrelevante dentro de una década. México no está en las prioridades de Obama. Y México va a tener que luchar muchísimo para entrar en las prioridades de Obama. Nos hemos quedado a un lado frente a un plan energético que Obama quiere realizar junto con Brasil. Para empujar una agenda mexicana en Washington, México va a tener que aprender muy bien cómo funciona el Capitolio, cómo funciona la Casa Blanca, para poder influir un poquito.

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  “Peor aún: si escuchamos bien, Obama quería renegociar o suspender el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, y eso puede afectar a millones de mexicanos. Obama ha prometido la reforma migratoria durante su primer año pero no es un acuerdo migratorio con México: no, cuidado, no va a ir a hablar con Felipe Calderón ¿y qué te crees que vamos a hacer? No, va a hablar con el Capitolio, con 435 representantes y los cien senadores, con ellos van a definir la reforma, no con México. “Existe un proyecto llamado el Proyecto de los 279, en donde se necesitan 218 diputados, 60 senadores y el presidente, un total de 279 personas, para que sea aprobada la reforma migratoria de Obama. Es algo muy pragmático. Yo recuerdo que con Bush y todavía con Fox se pensaba convencer al Congreso. La política al final de cuentas es una cuestión de resultados y Obama es un hombre de resultados. Entonces, de lo que se trata es muy sencillo: te los llevas a comer o te reúnes con ellos y vas convenciendo uno por uno hasta que llegas a los 279. Carlos Ramírez: ¿Percibes que Obama tiene cierta sensibilidad respecto a México? Jorge Ramos: Empecemos por algo muy básico. Obama es un hombre extremadamente inteligente, pero México nunca ha sido una de sus prioridades. Si queremos que Obama haga algo con México y con América Latina, tenemos que chambear muy duro, o sea, tenemos que convencerlo de que México es una parte muy importante de los Estados Unidos porque si no, vamos a ser relegados una vez más. Carlos Ramírez: Pero México no tiene una agenda para los Estados Unidos, no tiene una agenda para Obama. ¿Qué está fallando ahí, hasta dónde, también, va a ser culpa de nosotros como país? Jorge Ramos: Tienes toda la razón porque México está sólo reaccionando, o sea, yo no he escuchado una propuesta mexicana de “vamos a hacer esto con Obama”. Lo que estoy viendo desde México es: “Uy, cuidado; Obama quiere suspender o renegociar el Tratado de Libre Comercio, vamos a tratar de hacer propuestas para salvarlo, o vamos a presionarlo un poquito más con el tema migratorio”. Pero no veo mucha creatividad ni liderazgo del lado mexicano para empezar a cambiar las cosas, absolutamente no lo veo. Está claro qué quiere Obama, pero si te haces la pregunta del otro lado, ¿qué quiere Felipe Calderón con los Estados Unidos? No sé, y tú y yo somos periodistas y deberíamos saberlo, debería ser tan obvio que, como dicen mis amigos cubanos, se tendría que caer de la

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  mata, pero no se cae de la mata, entonces creo que México está obligado a tener una agenda con los Estados Unidos, una agenda que por el momento me parece invisible. “La única forma de funcionar en los Estados Unidos es entendiendo cómo funciona el Capitolio, cómo funciona la Casa Blanca, y si México quiere influir en las decisiones en los Estados Unidos, entonces debe hacer loby, venir a Washington y tratar de convencer a estos 279 influyentes norteamericanos para que abran las exportaciones a productos mexicanos. Pero ese loby no lo veo, no veo un grupo que esté promoviendo los intereses de México en los Estados Unidos.” “La prioridad de Obama son los Estados Unidos y cuando le preguntas a Rahm Emanuel –jefe de gabinete– cuáles son las prioridades de Obama, él dice muy sencillo: Economía, economía y economía o trabajos, trabajos, trabajos. Tiene muchas preocupaciones, tiene dos guerras, tiene una Rusia que crece en poderío, China y la India que están creando un mundo multipolar en el planeta. Pero la prioridad de Obama son trabajos, tiene que crear 3 millones 500 mil empleos, ése es su objetivo. Si no crea estos empleos Obama dejaría el poder dentro de 4 años.

Obama perdona a la CIA En lo que se considera como la primera severa crisis de expectativas, el presidente Barack Obama decidió no castigar las torturas realizadas por la CIA a prisioneros sospechosos de terrorismo. Con ello, Obama validó la vigencia de la ley patriota de George Bush que viola derechos humanos contra sospechosos de terrorismo. Con esa decisión, Obama quitó valor político y social al cierre de la prisión anti terrorista en Guantánamo, Cuba. Una de las principales críticas a Bush por el endurecimiento legal después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, fue precisamente la autorización para el uso de la tortura en interrogatorios. Guantánamo y Abu Ghraib fueron desacreditados no por ser prisiones para albergar sospechosos de terrorismo, sino por la aplicación de torturas a presuntos terroristas. La decisión del presidente Obama puso punto final a la presión social para castigar el uso de la tortura dentro de las posibilidades de la ley patriótica. Bush y sus asesores de la línea dura, sobre todo el vicepresidente Dick Cheney, autorizaron técnicas de tortura que en el pasado los EU habían aconsejado a países del tercer mundo para combatir la insurgencia. Y no se trataba sólo de la tortura sicológica, sino de tortura que lastimaba el cuerpo de los detenidos.

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  Por ejemplo, la principal tortura que se aplicó a sospechosos de servir a terroristas fue la de la asfixia en dos variantes: con bolsas de plástico sobre la cabeza de los detenidos o sumergiéndoles en vasijas de agua. En México esta técnica se conoció como la del “submarino seco” y del “submarino mojado”. Para terror de las buenas conciencias estadunidenses, funcionarios de la CIA y del Departamento de Justicia aplicaron torturas agresivas contra prisioneros. La argumentación del gobierno de Obama causó más efecto negativo que la aceptación de la tortura. El fiscal Eric Holder, amigo personal de Obama y primer afroamericano en ejercer el cargo de secretario de Justicia, dijo que “sería injusto procesar a los entregados hombres y mujeres que trabajaban para proteger a América por una conducta que fue autorizada por el Departamento de Justicia (de Bush)”. Y una declaración de la Casa Blanca fue también de humor negro: “Es hora de reflexionar y no castigar”. La sociedad norteamericana crítica, la que acusó a Bush de violar los derechos humanos de detenidos, quedó pasmada ante la argumentación de Obama. Porque se trató de una posición de Estado que equiparó al gobierno de los EU con prácticas de la Federal de Seguridad en México o de los criminales militares argentinos que masacraron a la disidencia o de Pinochet y compañía en el aplastamiento violento de la izquierda socialista de Allende. El gobierno de Obama liberó varios textos del Departamento de Justicia donde se establecía la necesidad de aplicar técnicas más radicales para impedir que los sospechosos se protegieran detrás del laxo sistema de justicia y de respeto a las garantías individuales. La ley patriótica de Bush se convirtió en el instrumento de violación de los derechos humanos. Obama ordenó el cierre de la prisión de Guantánamo, pero careció de poder, decisión y firmeza para castigar a los torturadores. Y de hecho mantiene vigente la ley patriótica que, por cierto, se aprobó con el voto del entonces senador Obama. El centro del debate se redujo a la CIA; una oficina creada para la recopilación de información, para la elaboración de informes de inteligencia. Sin embargo, la CIA se convirtió en el ejército privado del presidente para derrocar gobiernos e inclusive asesinar a jefes de Estado o de gobiernos no afines a los intereses de los EU. Hoy la CIA apareció como la cámara de torturas de los EU, con la autorización del presidente George Bush y el perdón del presidente Barack Obama. La información no debiera sorprender. El gobierno, la CIA y el Departamento de Defensa, siempre han estado vinculados a la tortura, sólo

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  que para exportación con asesores. Los primeros asesores en Vietnam fueron torturadores. Y el cineasta Costa-Gavras, en 1972, recuperó en Golpe de Estado la historia de Dan Mitrione, un asesor en torturas de los EU, con el disfraz de la Agencia Internacional de Desarrollo, que estaba capacitando a militares uruguayos en la tortura a disidentes y que fue secuestrado y asesinado por la guerrilla en 1970. A los reportes liberados por Obama se une un extenso memorándum de la Cruz Roja Internacional “estrictamente confidencial” de febrero de 2007, publicado por The New York Review of Books, en el que se denuncian las torturas de la CIA a prisioneros. La lista de acusaciones es reveladora de la conducta criminal de la agencia de espionaje en su fase operativa: asfixia bajo el agua, stress provocado por estar bajo una posición permanente, estrangulamiento por collar, pegar y patear, confinamiento en una caja, desnudo prolongado, privación de sueño y música alta, exposición a temperaturas bajas/agua fría, uso prolongado de esposas y grilletes, amenazas, rasurado forzoso y privación o restricción de alimentos sólidos. Pese a todo y a la petición en algunos medios para enjuiciar a los responsables, Obama decidió darle carpetazo a la peor herencia de Bush. Lo malo es que Obama consiguió muchos votos por la promesa de investigar, castigar y eliminar la tortura. Pero ahora sabe que el abogado Obama casi considera héroes a los torturadores de la CIA y asume la doctrina Bush de que la tortura se aplicó para proteger a los EU.

Obama abrió caja de Pandora Aunque el tema estaba en la mesa de debates desde 2006, apenas se convirtió en crisis política provocada por la decisión del presidente Barack Obama, no de cumplir un compromiso de justicia sino al abrir la Caja de Pandora del uso de la tortura en interrogatorios de la CIA a presuntos terroristas. Pero resulta que todos aparecen como responsables. No sólo todos los hombres del presidente Bush sino también todos los hombres del presidente Obama. Porque Bush, el vicepresidente, los secretarios de Justicia, los directores de la CIA y el director del FBI, tuvieron el apoyo y aval políticolegal de los entonces senadores demócratas Barack Obama, Joe Biden y Hillary Clinton y del diputado Emanuel Rahm, éste último hoy jefe de asesores del presidente. Lo grave del asunto fue el mecanismo de decisión para utilizar la tortura en interrogatorios. Hubo declaraciones públicas de negativas: Bush negó que se usaran, el procurador Albert Gonzales también negó que existieran. Pero hay testimonios concretos. En su libro Never again.

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  Securing America and restoring justice, el ex procurador John Ashcroft enaltece la ley patriótica de Bush y cita una declaración del entonces senador y hoy vicepresidente Joe Biden: “El FBI puede interceptar llamadas de la mafia, pero no puede investigar terroristas… ¡Es una locura! Lo que es bueno contra la mafia debe ser bueno contra los terroristas”. En sus memorias: At the center of the storm. My years at the CIA, el director de la CIA 1997-2004 establece quiénes autorizaron las torturas de la CIA: “La Administración y el Departamento de Justicia estaban conscientes y aprobaron el uso de estas tácticas (…) Aún y cuando a ellos (los agentes de la CIA torturadores) no se les pidió formalmente que aprobaran el programa, ya que eran órdenes directas del Presidente, yo no recuerdo que se hiciera alguna objeción hacia el mismo”. Los responsables de la justificación jurídica para que los EU rompieran con los Acuerdos de Ginebra en cuanto a tratamiento de prisioneros fueron abogados del Departamento de Justicia de Ashcroft: el joven subprocurador de 34 años John C. Yoo, descendiente de una familia de Corea del Sur, y el consejero Legal Jay Bybee. Los dos razonaron el hecho de que se podía eludir el compromiso legal de respetar a prisioneros, en aras de torturarlos para obtener información. De acuerdo a la investigación del periodista Bob Woodward, en Negar la evidencia, Bush tomó la decisión de no aplicar la Convención de Ginebra el 18 de enero de 2002, y los declaró “combatientes ilegales”, sin derecho al trato como prisioneros de guerra. Bush eludió las presiones externas con la caracterización de no prisioneros de guerra a los principales líderes de Al Qaeda detenidos. La tesis legal de Yoo establecía que la “mera aplicación de dolor o sufrimiento” en realidad “no contaba como tortura”. Tortura, explicó, se asume en la Convención de Ginebra como “dolor severo”. Y los EU aplicaban, decían en una retorcida explicación, “asfixia simulada”. La historia la cuenta Barton Gellman en Angler. The Cheney vice presidency. Pero hubo voces que dijeron que el FBI había excluido el ahogamiento por ser una tortura severa. El debate hoy en los EU se reduce al tema de la tortura. Pero el asunto es más grave. En State of war. The secret history of the CIA and the Bush Administration, James Risen señala la existencia de una vasta ofensiva de endurecimiento contra el terrorismo. Se trató de “The program”, probablemente “la más importante operación de espionaje interno desde los años sesenta”. Implicó, aclara Ashcroft en sus memorias, la autorización a la CIA y a la Agencia de Seguridad Nacional para espiar dentro de los EU, algo que no se había visto desde la guerra de Vietnam. La autorización para este aumento del espionaje interno fue del Congreso.

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  En Legado de cenizas. La historia de la CIA, el periodista Tim Weiner revela que Bush firmó el 17 de septiembre de 2001, horas después de los criminales ataques contra las torres gemelas de Nueva York, una orden secreta de 14 páginas al director de la CIA “ordenando a la agencia que persiguiera, capturara, encarcelara e interrogara a sospechosos”. Ahí se incluían dos apartados: la instalación de cárceles secretas y el uso de la tortura. Pero también la CIA aumentó el secuestro de sospechosos. En Takeover. The return of the imperial presidency and the subversión of american democracy, el periodista Charlie Savage recuerda que Bush y Cheney, pese a las evidencias fotográficas de las torturas en Guantánamo, “insistentemente negaron que las hubieran autorizado”. Pero el subprocurador Yoo había justificado la decisión de Bush de conculcar la Convención de Ginebra en función de los “poderes ejecutivos” especiales. Y la justificación del entonces procurador Ashcroft: “Los terroristas están tomando una agresiva ventaja con las nuevas tecnologías. La defensa de la vida y la libertad requieren que las fuerzas de la ley hagan lo mismo”. Por tanto, la tortura tiene muchos corresponsables: el equipo de Bush pero también Obama, Biden, Hillary y Rahm, quienes como legisladores avalaron la ley patriota.

Obama: el cargo de conciencia de los EU En dos ocasiones estuve presente en el proceso político de los Estados Unidos: en las elecciones del 4 de noviembre de 2008, y en la toma de posesión de Barack Obama el 20 de enero de 2009. En menos de cien días, el estado de ánimo de los estadunidenses tuvo una transformación. Pero hay que aclararlo de entrada: no fue la toma de conciencia de sí mismos sino un acto de contrición. Obama puede ser resumido como un factor psicológico, sin restarle méritos a los esfuerzos de campaña o a su capacidad de propuestas. Pero Obama debe ser analizado en su contexto: el agotamiento del ciclo político de George W. Bush y el arrepentimiento de los propios norteamericanos. Bush terminó con una popularidad de 22%, pero hay que recordar que su padre fue a las elecciones presidenciales de 1992 con un 75% de reconocimiento por su papel en la Guerra del Golfo, para detener el expansionismo del Irak de Saddam Husein, y de todos modos perdió ante el carisma de Bill Clinton. Por eso es que el ambiente electoral cuenta aún más que las propuestas. Un día antes de las elecciones del 4 de noviembre de 1963 el escritor crítico Norman Mailer envió una carta a la señora Jacqueline Kennedy, para decirle sin tapujos un cargo propio de conciencia: “No estoy

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  de acuerdo con su marido respecto a Cuba, creo que se dispone a cometer un grave error, pero votaré por él, de todas formas”. Y después de los fiascos de Bahía de Cochinos y de la crisis de los misiles, el propio Mailer refrendo su percepción: “La noche en que Kennedy fue elegido experimenté una sensación de espanto, como si hubiera cometido un terrible error, como si de algún modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mí mismo”. La autocritica de Mailer debe ser releída a la sombra de Obama: la izquierda. En 1960 terminaba el período de Eisenhower y el agotamiento de la aureola mística de los EU como el poder bueno que había mostrado en la Segunda Guerra Mundial contra Hitler, y los EU habían perdido la primera batalla de la guerra fría en Corea. Eisenhower se había despedido como el Dr. Frankenstein, arrepentido del monstruo creado: el complejo militarindustrial, convertido ya en un peligro para la democracia. Pero Kennedy enarboló las banderas de la hegemonía de los EU. Y logró convencer a la izquierda crítica, como Mailer. Lo reconoció Mailer en un texto de su libro Crónicas Presidenciales: la izquierda creció al oponerse a Eisenhower pero fue mediatizada por el carisma de Kennedy. El arrepentimiento fue tardío: Mailer se sintió corresponsable, con “esta convicción de que me encontraba entre los culpables, otro gentil traidor en la tierra”. ¿Quién fue Kennedy? ¿Quién es/será Obama? Ante la ausencia de una conciencia critica en los EU, los referentes pasan a otro departamento. De nuevo la certeza aguda de Mailer: Kennedy fue un héroe existencial, es decir, en quien la existencia precede a la esencia. Kennedy continuó la guerra fría, aumentó la presencia militar de los EU en Vietnam, autorizó la invasión de Cuba, perdió seguridad nacional en la crisis de los misiles y debilitó la autoridad moral de la nación. Pero es, paradójicamente, de los presidentes más venerados. Y un símbolo –una definición de largo plazo– para Obama. Además del color de la piel y de un discurso inteligente y poético, Obama aglutinó apoyos en función del nivel de arrepentimiento de los ciudadanos respecto a Bush. Es decir, que Bush fue uno de los principales promotores inconscientes de la consolidación de Obama, el contrapunto, el acto de contrición. Los estadunidenses le quitaron apoyo y popularidad a Bush pero al parecer hasta ahora no han cuestionado la lógica del terror que permitió los ataques terroristas. Obama, por ejemplo, decidió darle contenido a una de sus primeras decisiones: cerrar la prisión de Guantánamo donde torturaban a presos, pero sin modificar las leyes –avaladas por el Congreso– que conculcaron los derechos civiles y políticos. No habrá Guantánamo ni tortura, pero continuará la lógica represiva antiterrorista, la ley patriótica.

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  La estrategia no es nueva. Es la que aplicó Bill Clinton en su presidencia. Luego de los ataques del 11 de septiembre, cuenta Bob Woodward en su libro Bush en guerra, los principales diseñadores de las políticas de Bush cuestionaban la lógica de Clinton ante los ataques terroristas: el descuido, el remilgo, el uso sólo de misiles dirigidos contra abandonados campos de entrenamiento de guerrilleros. En 1993 terroristas árabes pusieron un coche bomba en una de las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York con la intención de derrumbarlo y Clinton respondió con misiles sobre campos de Osama Bin Laden en Afganistán. La política antiterrorista se desarticuló. Y los seguidores de Bin Laden aprovecharon ese error estratégico de Clinton para preparar los ataques demoledores del 2001, antes de que Bush cumpliera un año en el poder. Bush respondió con el extremo: castigar a los terroristas pero derrocar a los gobiernos que lo cobijaran. Bush fue el lado oscuro de los estadunidenses, la peor parte de sí mismos, la peor pesadilla de sus convicciones egoístas. Por eso las protestas sociales contra los excesos de la lucha contra el terrorismo se centraron en las torturas y no en las leyes que dañaron los derechos civiles. Los ciudadanos se horrorizaron con las fotos de torturas en Abu Ghraib y en Guantánamo, pero guardaron silencio cómplice ante las persecuciones, redadas y represiones a indocumentados mexicanos, ante los actos de espionaje ilegal y ante las aprehensiones sin fundamento. Y nada dijeron sobre las medidas de seguridad en los aeropuertos. Tampoco criticaron el endurecimiento militar en el exterior. Y se sintieron engañados por la mentira de las armas de destrucción masiva en Irak, pero aceptaron satisfechos en derrocamiento de Husein, su juicio y su pena de muerte. De ahí que Bush no haya sido realmente el demonio en la tierra sino un producto de la suma de todos los miedos de los estadunidenses. Los ciudadanos protestaron sólo por las torturas en Guantánamo. Por lo que Obama va a continuar el modelo político de Bush en Irak: reducir las tropas pero dejar un protectorado para imponer una democracia vigilada por los EU. Y Obama ya amenazó con aumentar las tropas en Afganistán para volver a liquidar a los talibanes y perseguir y aprehender o matar a Osama Bin Laden. Es decir, el mismo esquema de razonamiento de Bush, sólo que ahora detrás del carisma del primer presidente negro en la Casa Blanca. De ahí que la comprensión de Obama como un hecho político deba ser matizada. Su idea central es la recuperación del poderío norteamericano, y a partir de ahí volver a consolidar a los EU como el eje del mundo. A su favor se encuentra, por cierto, lo logrado por Bush en la lucha contra el terrorismo y el mantenimiento de la estructura de endurecimiento político. Su tarea fundamental será reactivar la economía para fortalecer su consenso

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  interno y mostrar una dureza externa para inhibir cualquier acción terrorista. Bush presentó como su gran victoria el hecho de que después del 9/11 no hubo ningún ataque terrorista contra los EU y logró atrincherar a los grupos terroristas en sus territorios. Luego del atentado contra las torres gemelas en 1993, a Clinton le reventaron dos poderosas bombas en dos embajadas africanas con un saldo de 400 muertos. Y en 1998 Clinton lanzó misiles contra Afganistán para distraer la atención nacional sobre el caso de Mónica Lewinsky. Obama, por tanto, no representa un nuevo enfoque de política exterior o de seguridad nacional. Tratará de recuperar la hegemonía del mundo. El mensaje que dejó la designación del secretario de Defensa de Bush como el secretario de Defensa de su gobierno no causó mucho gusto en los seguidores de Obama. Pero como ocurrió con Bush al usar el miedo como un antídoto contra la crítica, ahora es el carisma el que ha llevado a los medios a no ejercer la crítica al poder. Y en los EU, un gobierno sin crítica es un gobierno con tendencias al autoritarismo. El perfil político de Obama es plural: carece de conciencia histórica de la lucha de los negros por los derechos civiles, procede de una pareja interracial que resolvió sin conflicto el problema del color de la piel, nació en Hawai y se desarrolló en Indonesia y Kenia hasta aterrizar en los EU en 1983, una vez que pasaron las luchas rebeldes de los sesenta y los setenta, luego de que el conservador Ronald Reagan había recuperado el orgullo imperial de los estadunidenses. Destacó en Harvard como estudiante y se dedicó a la cátedra, pero luego buscó la política en Chicago con interés en grupos negros marginados. Su incorporación a la política fue según las reglas del poder. Llegó al Senado en el 2004 y en el 2008 ganó las elecciones presidenciales. Obama es inteligente, pragmático, intuitivo, agresivo, aprovecha al máximo su perfil mediático, sabe qué dar para que no le exijan, conoce bien los pasivos de los ciudadanos y pudo explotar su contraparte de Bush para ganar votos. El color de su piel le ayudó para derrotar a Hillary Clinton, quien representaba al establishment de los poderes fácticos. Trabaja solo y carece de equipo, lo que lo llevó a caer en la trampa de los colaboradores de Clinton. Por eso se habla de que Obama podría ser el tercer período de Clinton. Al entregarle el Departamento de Estado a Hillary y Defensa a un personaje forjado por los Bush, Obama tendrá primero que lidiar con la burocracia interna de la política exterior y militar para imponer sus criterios. El ambiente social en los EU fue, de octubre del 2008 a enero del 2009, de fiesta. Como si las elecciones dependieran de la derrota de Bush.

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  Pero los republicanos estaban seguros de que la política en los EU tiene un ritmo y ningún republicano· podía haber ganado las elecciones. Lo malo de todo es que la percepción social se agotó en la salida de Bush, en el repudio a Bush, en el escarnio a Bush. Pero no en una crítica a las definiciones estratégicas imperiales de los EU. La noche de la victoria de Obama hubo concentraciones en las dos puertas de la Casa Blanca para gritarle a Bush. Y un día antes de la toma de posesión, en el pequeño montículo del Obelisco a Washington en la zona del The Mall hubo algunos que llegaron con zapatos para dejarlos en el paso y sacar fotografías a ras de suelo sobre los zapatos con la Casa Blanca de fondo. Pero los norteamericanos no han hecho la gran crítica a la política de gobierno de Bush. Y lo grave fue que permitieron la elección legal de Bush en el 2000 y votaron por el miedo en la reelección del 2004. Aquí en los EU hay una frase muy socorrida en estos días: “Si alguien te engaña una vez, debería darle vergüenza a él; si alguien te engaña dos veces debería darte vergüenza a ti”. Aunque queda por analizar si realmente Bush engañó al pueblo norteamericano o los estadunidenses cayeron en la lógica de las ganas de creer: el terrorismo había amenazado el american way of life y había que responder con la fuerza. Por eso la crítica a Bush no fue hacia su política de miedo sino ante los excesos con las torturas. Obama logró comprender esta psicología del miedo y operó sobre ella. No cometió el error de Jimmy Carter de llegar a la presidencia con una culpa moral por el imperialismo y por negarse a usar la fuerza ante sus adversarios, lo que provocó las crisis de los rehenes en Irán cuando estudiantes enardecidos tomaron las instalaciones de la embajada de Washington en Teherán, y mantuvieron a más de cien rehenes durante más de un año. Carter autorizó un programa de rescate pero fracasó por errores de planeación. Un ex asesor de Bush cuenta que el día de la toma de posesión fueron liberados los rehenes por el temor de que el nuevo presidente Ronald Reagan sí usara la fuerza militar estadunidense no sólo para rescatar a los rehenes sino para castigar al país. En este contexto, Obama no es un reformador. No será el Gorbachov del capitalismo norteamericano sino quizá pueda ser una mezcla de Reagan y Clinton: el reposicionamiento militar de los EU con una nueva etapa de prosperidad en los empleos y el bienestar. Las circunstancias, no son favorables: el crack económico fue brutal y no tendrá solución con políticas fiscales, y Obama tendrá que enfrentar pronto un desafío del terrorismo que pondrá a prueba su lógica no militarista. Pero la luna de miel con los ciudadanos se basará en la recuperación de la economía, por lo que dejará sin tocar –como parece ser– el modelo de

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  lucha antiterrorista de Bush, excepto las torturas, pero sí aumentando la presencia militar en países que le dan cobijo a los terroristas. Obama tiene a su favor el cargo de conciencia de los estadunidenses por haber reelegido a Bush. La elección del 2000 se hizo en base a otra agenda. Pero los ataques del 9/11, que hasta la prensa crítica exigió respuestas contundentes y cerró los ojos ante los excesos, cambiaron las prioridades. Bush fijó su gobierno en el miedo y la sociedad lo apoyó con su voto o su pasividad. Obama tiene claro que los EU no son queridos ni admirados en el mundo, que regresar a esos tiempos exigirá un contexto irrepetible y que al final de cuentas el gobierno de los EU tendrá que usar la fuerza contra quienes atenten contra su seguridad, su estabilidad y su poder. El mundo imaginado por Obama no durará mucho. El programa de Obama se basa en nuevas relaciones, pero en un mundo que quiere aprovechar la debilidad interna de los EU para sacarlos de la jugada. La ofensiva de Israel sobre la Franja de Gaza acotó el espacio de movilidad de Obama en el Medio Oriente, el avance de los talibanes en Afganistán exigirá la aplicación del modelo Irak, el fortalecimiento de Vladimir Putin en Rusia delineó la segunda fase de la guerra fría y las amenazas nucleares de Irán y Corea del Norte llevarán a Obama a mantener la presión que comenzó Bush. Y en lo interno, las exigencias de las minorías negras han comenzado a debilitar el plan de Obama de gobernar para todos, la reactivación económica requiere más que políticas fiscales, el racismo entró en una nueva lógica interna por espacios sociales no resueltos Y la pobreza creciente ha demostrado que el capitalismo es insuficiente. Y si a ello se agrega el gravísimo problema del consumo de drogas, entonces se puede concluir que Obama fue el carisma que los EU necesitaba pero que aún no representa el modelo de transición o de recuperación del paraíso perdido. Mientras tanto, Obama y seguidores podrán seguir disfrutando el bono social de corto plazo. Hasta que una nueva crisis lleve a todos sus admiradores a reconocer que los EU son un imperio, y que los imperios no viven de las bondades sino de las rudezas. Y Obama fue elegido presidente del Imperio, no del paraíso terrenal prometido.

Powell: Obama gira a derecha Las decisiones de Obama en la recta final de las elecciones presidenciales en los EU se convirtieron en mensajes, más que en guiños electorales. El voto adelantado del general Colin Powell ocurrió después del apoyo masivo antibélico a favor de Obama en San Luis Missouri y el ex

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  presidente de la Fed Paul Volcker se convirtió en asesor económico del candidato demócrata. Las decisiones ocurrieron en medio de una polémica abierta por la derecha. La acusación de John McCain de que Obama representa una opción socialista respondió a la lógica de la polarización ideológica. La revista Newsweek publicó dos análisis para sustentar la tesis de que los Estados Unidos son un país conservador y de derecha. Por razones de coyuntura y de raza, Obama fue visto como la alternativa de izquierda de Bush. De ahí que los apoyos masivos a favor del demócrata hayan sido identificados como opositores no sólo a Bush, sino al proyecto imperial de los Estados Unidos. De ahí el mensaje del general Powell, quien como secretario de Estado se encargó de operar la guerra de Bush contra Irak. Aunque ahora está arrepentido, Powell representa los intereses políticos, ideológicos y burocráticos del complejo militar-industrial porque fue jefe de los estados mayores conjuntos –el poder real de la industria militar–. Considerado paloma en la invasión a Irak por buscar la vía diplomática pero con información falsa sobre las supuestas armas de Hussein, de todos modos Powell se quedó en el gabinete. A Powell se le acredita el olvido de América Latina en la agenda de Bush. Obama ha sido enfático en reiterar que va a invadir Afganistán. Estos enfoques y aliados podrían dar la señal de que Obama habría dado un giro a la derecha en política exterior, justo cuando su principal apoyo radica precisamente en los grupos antibélicos. La manifestación a favor de Obama en Alemania fue justamente de esos grupos opuestos a las prácticas imperialistas de los EU. Un comentarista del The Washington Post señaló que el apoyo masivo en Alemania dejó ver a Obama como “un antídoto del presidente Bush”. Volcker representa los intereses de lo que podría llamarse el complejo financiero-militar-industrial que domina la economía de guerra de los EU. A Volcker le tocó enfrentar, como presidente de la Fed, el problema de la deuda externa del tercer mundo con la imposición de 1982 a 1987 de la condicionalidad del FMI y del Banco Mundial. La intención de Volcker no fue ayudar a los países agobiados por la deuda, sino garantizar con su pobreza el pago de las deudas a los bancos. La tesis de la derecha de que Powell estarían señalando el viraje de Obama a la derecha viene justamente de los sectores conservadores. La revista Newsweek fortaleció la tesis de que la sociedad norteamericana es conservadora y eso tendría que entenderlo Obama contrasta con el apoyo abierto de The Washington Post, la empresa propietaria de la revista, a favor de Obama.

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  El problema de fondo es que el centro ya no existe en los EU. Realmente nunca existió. Uno de los ídolos de Obama, el presidente Kennedy, fue el responsable de tres de las peores iniciativas imperiales de los EU: la guerra contra Vietnam, el acoso contra Cuba y el permiso a la CIA para matar. Obama tendrá que resolver el expediente Cuba que abrió justamente Kennedy, el padre de Caroline, una de las principales asesoras de Obama. En el fondo, lo que se debate en los EU no es la recuperación de la esperanza social, la construcción de una nueva mayoría o el momento de la mayoría silenciosa para tomar el poder sino la reconstrucción del poderío imperial de los Estados Unidos. Por eso Obama se llevó de vicepresidente a Joe Biden, uno de los que apoyaron los bombardeos contra Serbia y luego no opuso resistencia a la decisión de Bush de invadir Irak para derrocar a Hussein con información falsa o inconsistente. A Biden se le considera un halcón en materia de política exterior por defender los intereses imperiales de la Casa Blanca. Las decisiones de Obama de incorporar a Biden, ofrecerle empleo a Powell e incorporar como asesor a Volcker dejan ver la estrategia presidencial demócrata: el pacto con los complejos conservadores que dominan a los Estados Unidos, el legislativo de los halcones, el militar industrial y el financiero. A menos que Obama por haber llegado a la presidencia desee destruir al imperialismo norteamericano desde dentro.

Obama: Rehacer el Imperio Cuando vino a México para discutir el tema del petróleo, el presidente Jimmy Carter fue convencido por el discurso nacionalista del presidente López Portillo. En privado, Carter le dijo que tenía razón y que lo apoyaba. Al día siguiente, en un mensaje público, el presidente de los EU tronó contra el nacionalismo mexicano. López Portillo contó mucho tiempo después que le reclamó a Carter su cambio de posición y que la respuesta le dejó claro que los presidentes de los EU carecen de enfoque propio y que sus decisiones las domina un aparato de poder. Carter le explicó a López Portillo: “Yo estoy de acuerdo con usted, Presidente, pero Casa Blanca dice”. Y en efecto, el poder de los EU se expresa cuando “Casa Blanca dice”. Por tanto, objetivamente, Obama no es un buen presidente de los EU para los intereses de México. El asunto está lejos de lo sentimental o de la solidaridad de raza. Obama representa la estructura de dominación imperialista. Por eso ya amenazó con invadir Afganistán y con asesinar a

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  Osama bin Laden. Por eso sus principales designaciones previstas para el gabinete sean representantes del stablishment del poderío imperial. Las relaciones de México con los EU pasarían por cuando menos cinco variables: Comercio, migración, petróleo, dólar y América Latina. Obama es proteccionista y dijo que va a revisar el Tratado para defender los intereses de los trabajadores estadunidenses; en migración eludió una definición y resulta que McCain hizo la propuesta más progresista para beneficiar a los mexicanos; en petróleo, Obama quiere salirse del Medio Oriente y usar la estrategia imperialista del Pentágono de convertir los pozos mexicanos en su salvación; la recuperación del dólar se hará a costa de sus aliados y Obama aún no sabe qué hacer con la radicalización política en América Latina porque su prioridad será Europa. Sin embargo, Obama se ha convertido aquí y en el mundo en un fenómeno político. Peor aún, Obama debiera ser analizado desde la perspectiva de la psicología de las masas: representa al partido contrario de Bush, su color de piel es negra, maneja un discurso social de apoyo a los pobres. Por tanto, Obama asumió la condición del anti Bush. Y como Bush desquició el equilibrio mundial y se coinvirtió en la esencia del odio hacia el imperio, entonces Obama es el representante político de todo lo anti Estados Unidos. Es decir Obama tiene la característica que le encontró Norman Mailer, el espléndido escritor y cronista de las convenciones estadunidenses, al candidato John F. Kennedy en 1960: “un héroe existencial” en donde la existencia precede a la esencia. Pero Mailer sabía que Kennedy sería un mal presidente. Se lo escribió en una carta a Jacqueline Kennedy: “Lo que quiere hacer su marido en Cuba es una locura, pero aun así voy a votar por él”. No importaban sus ideas y su formación, sino las tres características que Mailer, con ironía, destacó: Joven, rico y con una esposa bella. Obama se ha convertido en el héroe existencial de todo lo que significa Bush. Y no por Obama sino por haber enarbolado una crítica a Bush. Pero en el fondo no ha habido dentro de los EU una ola social de simpatía. Obama no ofrece una alternativa de desarrollo: quiere regresar la hegemonía del dólar y apresurará una reactivación educativa y tecnológica para consolidar el poderío. Asimismo, está convencido que el eje de la fuerza económica de los EU radica en la producción privada, y que esta sólo es posible por el gobierno de las corporaciones. Si acaso, tendrá programas sociales para atender a los lastimados en las crisis pero no creará un nuevo modelo de desarrollo. Al final, Obama repetiría el fenómeno político de John F. Kennedy usar el apoyo popular para validar un modelo imperial. Kennedy cometió la

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  locura de apoyar la invasión de Cuba en Bahía de Cochinos organizada por la CIA, luego cayó en la provocación de la URSS y contribuyó al Muro de Berlín, entregó bases de Turquía a cambio de las de Cuba, decidió el involucramiento directo militar de los EU en Vietnam y convirtió la doctrina Truman contra el comunismo en la definición histórica de la política exterior de los EU Su popularidad creció ante la imagen de Nixon, aunque Nixon sería otro héroe popular hasta su caída por Watergate. Obama dice que va a cambiar a los EU y al mundo. ¿Terminará con el imperialismo norteamericano? ¿O será la coartada para un imperialismo menos voraz pero igualmente depredador, aunque paradójicamente avalado por los sectores progresistas del mundo?

Obama, ¿Un Reagan liberal? Detrás de la parafernalia de las encuestas y el ánimo impulsado por la candidatura de un político de color de piel afroamericana que prometió terminar con el modelo de George Bush, comienza a darse aquí un debate de fondo: ¿qué tipo de imperio norteamericano va a construir Barack Obama? Si se analiza con frialdad, la gestión de Bush fue típica de un gobierno republicano: Nixon buscó un diálogo con Moscú y Pekín, pero desde la lógica de Kissinger de que era la única manera de neutralizar a poderes revolucionarios. Reagan llevó a la URSS a la orilla del colapso presupuestal y Bush padre le dio el empujón final. Los demócratas nunca han podido establecer una política de fortalecimiento del poderío estadunidense. El debate que viene aquí en los EU ronda justamente por esa orilla: ¿decidieron los EU dar por terminada su etapa imperial, y por tanto Obama va a reorganizar las fronteras geoestratégicas en función de principios morales? De ser así, entonces Obama tiene la misión de enterrar al imperio, sin duda una demanda de la mayoría de los ciudadanos del mundo. Pero aquí las percepciones serían otras: los electores repudiaron ese tipo de debilidades cuando rechazaron un segundo período para Jimmy Carter, justo cuando comenzó la ofensiva del radicalismo musulmán. En este contexto algunos ven a Obama como una transición del fundamentalismo de Bush y sólo le dan, desde ahora, un período de cuatro años sin reelección. En 1980 los EU atravesaban por una severa crisis económica y energética, y además el ataque iraní con la toma de los rehenes en Teherán. Uno de los spots de campaña que le ayudó a Reagan a imponer el criterio de la política exterior exhibía un oso agresivo amenazando a los ciudadanos. Era el oso soviético. Y en materia económica, una pregunta en el debate

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  derrotó a Carter: ¿Están ustedes mejor o peor que en 1976? Las elecciones del 2008 dibujaron un escenario parecido, sólo que ahora los republicanos en el poder y los demócratas en la oposición. Lo que viene ahora es un gran desafío. Pero antes de ello, habrá de darse una definición de largo plazo: ¿Encabezará Obama las exequias del imperio norteamericano y los estadunidenses, conservadores por naturaleza, van a aceptar que perdieron su lugar en el mundo? Las naciones que han padecido las agresiones imperiales están de plácemes con Obama, porque ven a un futuro presidente bueno, no imperial. Sin embargo, el mundo se encuentra en un momento de reorganización, quizá más severo que el que siguió al fin del desmoronamiento de la Unión Soviética: Rusia, China, Irán, Venezuela y Europa, quieren el fin del imperialismo norteamericano para quedarse con parte de sus territorios políticos. Las tareas del presidente de los EU no serán fáciles. Y podrían reducirse a tres: la reconstrucción del consenso social, la definición del tipo de hegemonía estadunidense, y la nueva economía nacional con efectos internacionales. Los compromisos de Obama fueron radicales, de cambio completo. Pero aquí se percibe el hecho de que los estadunidenses no quieren crisis, pero tampoco desean perder su papel imperial en el mundo. Les gustaría salirse de Irak, pero dejar consolidada una presencia que impida más actos de terrorismo. El voto ciudadano fue de repudio a Bush, pero se trata de los mismos que le dieron ocho años de poder a Bush. Ahí se localiza otra parte de la debilidad de los mensajes del electorado: Bush resultó mejor candidato que Al Gore y el fardo de las aventuras de Bill Clinton y que un deslavado John Kerry, además de contar con un aparato electoral. Hoy McCain perdió por la fuerza del candidato demócrata y la quiebra del aparato electoral republicano. McCain en realidad perdió cuando no pudo consensar un candidato fuerte a la vicepresidencia y se decidió por la ex Miss Alaska Sara Palin. El trasfondo de la elección presidencial aquí en los EU debiera verse con mayor frialdad, más allá del sentimentalismo antiimperialista que benefició a Obama. Lo histórico de la elección no tuvo que ver con el color de la piel de Obama sino con su discurso de fin del imperialismo norteamericano, aunque quiera invadir Afganistán y matar a Osama bin Laden. La política económica, la política exterior y la política social, van a definir el rumbo de los Estados Unidos y a replantear su papel en el mundo. Obama es visto en el mundo como el encargado de enterrar al imperialismo norteamericano, un poco como John F. Kennedy, bastante como Carter y

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  mucho del Clinton que apoyó su dominio en los buenos resultados económicos, aunque abandonó el papel dominante de los EU en el mundo. Si por los mensajes inmediatos fuera, el gran derrotado no fue McCain sino Bush. Pero un gran debate comienza a darse aquí para discutir el nuevo papel de los EU o si al final Obama quedará atrapado en la red de intereses del complejo militar-industrial construido por el republicano Dwight Eisenhower, para colocar a la guerra como el eje de la actividad económica. Lo malo para el norteamericano medio es que le dio dimensión histórica a su voto sólo con el repudio a Bush y la elección del primer presidente de raza negra, pero en el fondo el mundo ha visto en Obama al encargado de terminar con el imperialismo norteamericano.

Obama: La reconstrucción del Imperio Lo que viene ahora es saber si Barack Obama será el primer presidente de los Estados Unidos en su era post racial. Aún como minoría, la comunidad afroamericana se ha convertido en un factor de decisión en varios estados. Y ahí se localizará el problema principal de Obama: superar el conflicto racial en una sociedad aún marcada por el problema de la raza y necesitada de un liderazgo nacional. A su favor tiene Obama el hecho de carecer de un sentimiento de raza. Nació en Hawai de una unión interracial entre un padre negro de Kenia y una madre blanca de Kansas. Su familia dominante fue la materna blanca, al grado de que su abuela, que falleció la víspera de las elecciones, se encargó de su educación. Obama se educó en dos universidades de prestigio y no enfrentó el racismo: Harvard y Chicago. La agenda de la crisis de Obama es complicada. Internamente, necesita con urgencia encontrar el camino de la reactivación. Sus recetas de campaña buscaban votos y no una nueva política económica. Pero sus asesores económicos –algunos de la era Reagan y más del período Clinton– han definido soluciones de corto plazo y superficiales: reactivar la economía, recuperar los salarios y dinamizar el empleo. Pero el problema económico de los EU es mucho mayor: pasó de la economía de la producción a la economía de las corporaciones financieras. Ello llevó a los EU a olvidarse de la educación, la tecnología y la investigación científica. Y ahí se localiza justamente la severa crisis del aparato productivo. Ante ello, sin embargo, Obama no pudo hacer alguna oferta concreta. Hasta donde se tienen datos, Obama va a reconstruir la economía interna a base de los viejos estímulos fiscales de siempre, pero el

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  problema es mucho mayor: de competitividad, de modernización y de globalización productiva. Obama podría quedarse en el modelo Clinton de millones de empleos formales pero en el sector servicios y no la construcción de una nueva planta productiva. Al final, el problema de los EU fue de especulación y nada hay en el horizonte que hable de mecanismo de control financiero en los mercados de valores. Y luego viene el problema geopolítico: ¿cuál va a ser, en medio del agudizamiento de zonas de conflicto y de una tendencia, a la multipolaridad, el papel de los EU? En el pasado fue de policía del capitalismo vía la doctrina Truman. Pero hoy la coexistencia pacifica, ganada a base de la amenaza de una guerra termonuclear que hubiera destruido el planeta, requiere de nuevos acuerdos. La doctrina Truman contra el comunismo se convirtió, con Bush, en la doctrina contra el terrorismo. Pero el terrorismo fue una respuesta al colonialismo ideológico de Washington. Obama está obsesionado, como Clinton, con Afganistán, pero sin redefinir la política exterior. En este contexto, la gran definición de política exterior de Obama será justamente en el enfoque de su nueva doctrina: ¿qué debe seguir después del comunismo y el terrorismo? El viejo orden de Yalta quedó destruido en las torres gemelas de Nueva York. Y de los gobernantes de la segunda mitad del siglo, sólo Nixon –con la asesoría del estratega Henry Kissinger– tuvo una diplomacia de reordenación, pero sus avances en sus diálogos con Pekín y Moscú se ahogaron en Watergate. Luego vino Reagan y el fin de la Unión Soviética, y Bush con la militarización de la diplomacia. Pero ya viene Putin para darle a Rusia su lugar en la reactivación de Yalta. Los medios norteamericanos dieron enorme énfasis al tema racial en las elecciones dejando la impresión de que no se iba a elegir a una opción de gobierno sino al primer afroamericano. Las celebraciones de casi toda la noche en la televisión local exhibió justamente el hecho histórico en el color de la piel de Obama. Ciertamente que se trató de un hecho histórico, pero aquí en los EU suelen transformar los hechos históricos en simples récord Guinness. Los rostros más mostrados en la noche fueron los de la conductora Oprah Winfrey, en cuyo programa se lanzó la precandidatura de Obama, Y del reverendo Jesse Jackson, ex candidato presidencial. Ahí de nueva cuenta se enfatizó el asunto racial. Sin embargo, la gestión de Obama va a ser juzgada con severidad por sus resultados. Al final de cuentas, Obama ganó las elecciones por la mejor

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  campaña, la más consistente, la mejor estructurada y la del mensaje más revelador. Pero no falta quienes, como un artículo en el The Washington Post, le acrediten la victoria de Obama a Lyndon Johnson, el presidente de los EU que firmó el acta de derechos civiles de los negros en 1964 para terminar con el racismo que establecía un apartheid para las gentes de color… y los animales. Al final del día, Obama va a ser evaluado en el gobierno por sus resultados. Las expectativas quedaron enterradas la noche del 4 de noviembre. Ahora viene la etapa de los hechos de gobierno. Los norteamericanos ya no quieren ser odiados. Pero parecen olvidar la circunstancia histórica: el poder se ejerce a través del odio, la fuerza y el repudio, no sobre el consenso. Y el primer descubrimiento de Obama, a la hora de sentarse en el sillón principal de la Oficina Oval de la Casa Blanca, será el mismo de Jimmy Carter en su corto período de cuatro años de gobierno: “Yo sí quiero, pero Casa Blanca dice”.

Exigencias de nueva mayoría Una vez pasada la euforia del triunfo y el voto de repudio al gobierno de Bush, el presidente electo Barack Obama comenzó a enfrentar el problema número uno de su futura administración: no el retiro de tropas de Irak ni la crisis económica, sino el alto nivel de expectativas que levantó su discurso popular y a veces hasta populista. Si en noviembre de 1969 Richard Nixon definió el papel de la “mayoría silenciosa” que avalaba todas las acciones del gobierno, y pedía su aval silente a favor de la negociación de la paz en Vietnam, Obama pareció haberle dado forma política a una “nueva mayoría” de ciudadanos con votos pero sobre todo con voz pero sin presencia en el poder. Esta nueva mayoría es la que va a acotar la acción del gobierno obamista y la que va a recordarle a Obama el nivel de sus compromisos cuando tenga que ceder ante el stablishment. Obama, ciertamente, recibió el voto anti Bush. Pero habrá que ver si ese voto, sobre todo joven, va a ser muy exigente en la rendición de cuentas del cambio político. Los primeros pasos de Obama han sido ortodoxos: equipo de trabajo salido del stablishment, políticas tradicionales de corto plazo, primeras justificaciones para posponer las grandes decisiones. Los problemas sociales de los estadunidenses se convierten rápido en problemas morales. La guerra es uno de ellos. Los estadunidenses medios piensan que los EU ya no van a tener guerra con nadie, pero Obama parece decidido a declararle la guerra a Afganistán pero ya recibió la primera advertencia de Rusia para reanudar la carrera armamentista con misiles y regresar a la lógica política de la guerra fría y el reparto de los territorios. De

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  modo natural, Obama tendrá que decidir entre el mandato pacifista de la nueva mayoría y las exigencias del imperio. La nueva mayoría no quiere saber nada de odios ni de guerras, pero el papel de los Estados Unidos en el mundo como policía del capitalismo pareciera ser una maldición eterna. Una cosa es aquella mayoría silenciosa que aceptaba o rechazaba todo en silencio y otra la mayoría que ahora habla y grita y que descubrió su propia voz. Obama no podrá salir rápido de Irak sin antes haber consolidado el orden político al estilo norteamericano. Y peor aún: estará obligado a fortalecer la presencia para evitar la derrota. Pero ahí habrá de estar el primer reclamo de la nueva mayoría antibélica. La nueva mayoría estadunidense es pacifista, quiere estabilidad, exige bienestar. Es la mayoría marginada, empobrecida, soslayada por el american way of life. Son los que perdieron en el juego económico del sistema. Y son muchos. Y su atención requiere de enormes recursos que por ahora la economía no tiene porque la guerra se los traga todo. Obama prometió reorientar los 10 mil millones de dólares mensuales a Irak, pero ¿va a salir mañana mismo de Irak? Por tanto, Obama tendrá que decidir entre una economía social que sacrifique la economía militar o al revés. Pero bastará una derrota en el mundo para que los EU sean echados de otras partes del mundo. ¿Va a encabezar Obama el repliegue estratégico de los EU? El problema de los EU no es el racismo. Desde el discurso de Gettysburg de Lincoln en 1863, donde estableció el principio de que todos nacen iguales a las leyes de Jim Crowe que fijaron el principio de “iguales pero separados”, las luchas por los derechos civiles pasaron por la ruptura de los acuerdos de consenso social básicos. Johnson firmó la ley de los derechos civiles para terminar con la segregación racial y hacia los noventa hubo un salto cultural cualitativo con las relaciones interraciales. Los afroamericanos temían el llamado aquí “efecto Bradley”, ese voto racista escondido a la hora de emitir el voto. El problema de Obama es otro: cómo responder a las expectativas de la nueva mayoría que quiere bienestar, paz y reconocimiento mundial. Cómo ejercer el dominio mundial sin manotazos imperialistas. Cómo mantener el control del mundo desde un gobierno que quisiera ser bondadoso. Cómo regresarle la hegemonía al dólar sin el sometimiento de las demás monedas. A menos, claro, que los estadunidenses y Obama hayan tomado la gran decisión –ésta sí histórica– de dar por terminado el ciclo imperialista de los Estados Unidos y la asunción de los EU como un país igual a los demás. Este salto histórico implicaría, por cierto, el fin histórico del ciclo estadunidense.

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  La jugada de Obama parece sencilla en el papel: atender el bienestar social de los lastimados por la crisis económica y definir una política exterior menos agresiva pero igualmente imperial, legitimada por negociaciones con aliados. Sin embargo, ahí se localizan los conflictos originarios: la economía depende de la guerra y la presencia militar en el mundo responde a la lógica imperial de los EU y a su papel de policía del capitalismo. De ahí que Obama vaya a depender sólo de su carisma político. Pero en el estilo de la política de guerra que se vive en Washington, Obama podría ser víctima de sus propias expectativas.

Obama: Cómo mover al pueblo Si bien es cierto que el 4 de noviembre triunfó la democracia en la elección presidencial de los Estados Unidos, en el fondo queda por analizar las estrategias de campaña para mover al electorado, aprovechar los errores del adversario y manejar los medios. En las elecciones de los EU gana la mejor campaña mediática. John McCain nunca pudo quitarse el sambenito de la edad, de ser el tercer período de Bush y de representar el pasado político, sin importar el contenido avanzado y hasta audaz de su discurso, en algunos puntos más progresista que el de Obama. Y Obama logró apoderarse del perfil de candidato joven y del cambio, aunque con ambigüedades dejó entrever que representaba también los intereses del stablishment de poder de los EU. Eso sí, asumió el rol del anti Bush. Con habilidad, Obama se corrió de la izquierda al centro y McCain nunca pudo salirse de la derecha. Pero al final de cuentas, la campaña presidencial fue eminentemente mediática y de spots publicitarios. Obama explotó su carisma con spots verdaderamente aburridos y largos, demasiado explicativos, mientras que McCain perdió el tiempo atacando a Obama y no definiendo su propuesta de gobierno. De ahí que haya que analizar el resultado final en un escenario diferente al sentimental. Hay diez razones por las cuales perdió John McCain: 1.- La edad y su correlación con sus políticas antiguas. 2.- La incoherencia de su mensaje de campaña, pues dejó la impresión de que carecía de una oferta para la crisis, y efectivamente iba a ser el continuismo de las políticas devastadoras de Bush.

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  3. - La pésima selección de Sarah Palin. Si bien resultó carismática y no tonta, cometió muchos errores políticos y fue presa de los ataques de los demócratas. Palin fue saboteada por el fuego amigo de republicanos. 4.- El desconocimiento del papel activo de los jóvenes. 5.- La imposibilidad de concertar compromisos entre las tres corrientes del Partido Republicano: los neoconservadores, los bélicos y los religiosos. 6.- La incomprensión de la crisis económica. El 15 de septiembre llevaba una ventaja de 2-3 puntos sobre Obama. El 31, colapsada la economía, Obama se puso arriba con 6 puntos y ya no bajó. Y no pudo ofrecer una salida. 7.- No pudo definir su candidatura en una palabra. 8.-Su alianza con Bush. Cuando estalló la crisis ya no pudo deslindarse. 9.- La incomprensión del perfil político y social de Barack Obama. 10.- La utilización de spots para atacar a Obama y no para explicar su oferta. Ahí perdió la oportunidad de explotar su política migratoria más audaz que la de Obama y la cual le hubiera colocado en el centro ideológico y ganado el voto de los migrantes. Del lado contrario, hubo diez razones por las cuales ganó Obama: l.- La definición desde el principio de un candidato ajeno a los grupos de poder del stablishment de decisiones, aunque aliado a esos grupos. 2.- La lucha contra la señora Hillary Clinton basada justamente en su perfil de político lejano a las redes de poder. Hillary era la continuidad de Bill. 3.- Un manejo impecable de mensajes de los spots. Obama fue uno de los candidatos mediáticos intencionados más hábil en la historia moderna.

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  4.- La coherencia articulada entre su equipo de imagen con su operación de campaña. No hubo diferencias ni choques. 5.- La decisión de Obama de aparecer siempre como el jefe de la campaña. Inclusive logró controlar a su candidato a la vicepresidencia, Joe Biden. 6.- La estrategia de eludir su perfil de candidato de la minoría afroamericana para impedir la radicalización del debate. Con un discurso pacificador se salió muy rápido del tema racial y con ello evitó la parcialización. 7.- Su habilidad para tomar la iniciativa en la propuesta primero de un discurso y luego de ideas generales sobre la crisis económica, pero siempre en la lógica de proteger al pueblo, aunque con las medidas ortodoxas de siempre. 8.- La ocupación de todos los espacios mediáticos a través de la recolección de fondos que lo hizo llegar a casi mil millones de dólares. 9.- Su estrategia de acudir al financiamiento popular de su campaña, eludiendo controles y apelando al discurso de que con sus aportaciones los grupos populares iban a compartir la candidatura y el poder. 10.- Fijar su candidatura como opositora al presidente Bush y con ello asumir el liderazgo del hartazgo popular de ocho años de bushismo, interpretando el sentimiento popular anti Bush. Así que detrás de lo sentimental se oculta una racionalidad política.

Obama: Gravamen o coartada Agobiado por el voto anti Bush, el presidente Barack Obama comenzó a encontrarse con sus propias limitaciones. Los ocho años de gestión republicana respondieron a la lógica imperial de los Estados Unidos y el próximo presidente demócrata tendrá poco margen de maniobra para modificar el rumbo. Por tanto, Obama tendrá problemas para sacarle mucho jugo a su bono democrático. La primera crisis de expectativas está a la vista: el modelo norteamericano no está ligado a los consensos sociales sino a los compromisos con las élites económicas, militares, políticas, empresariales y financieras del poder. Por tanto, Obama ha comenzado a comprender que la atención al

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  problema del empleo social, la cobertura médica y el nivel de vida pasa primero por el fortalecimiento de las grandes corporaciones empresariales. En este contexto, la crisis de expectativas que acosa ya a Obama no tiene que ver con su voluntad insistente en cumplir compromisos sino con la estructura económica que nada tiene que ver con el objetivo del bienestar social. Se trata de un capitalismo de competencia brutal. Y que la oferta de Obama le redituó votos pero no viabilidad. Los principales problemas del gobierno de Obama serán los mismos de Bush y no habrá muchas variantes en las soluciones: 1.- Crisis económica. La crisis del dólar fue producto de la quiebra de las corporaciones financieras y del crack del mercado bursátil, y que derivó en un colapso de la confianza. Obama se comprometió a crear empleos pero aquí los empleos los crean las empresas. Por tanto, Obama debe darle prioridad a las empresas y éstas, generar los empleos. Por eso tendrá que destinar más recursos al salvamento de bancos, hipotecarias y financieras. Los principales asesores económicos de Obama son tecnócratas de la economía académica o presidentes de consejos de administración de grandes corporaciones. 2.- Irak. La guerra en el medio oriente fue etiquetada como la guerra de Bush, pero ya Obama se dio cuenta que ahí se debate el modelo bélico-económico de los EU. Bush invadió Irak para vengarse de Hussein, pero también por tres razones: el petróleo, el equilibrio en el Medio Oriente y el terrorismo. Y Obama ya se percató que debe mantener los mismos principios. Peor aún: Obama va a crear en Afganistán su infierno iraquí. Por tanto el belicismo norteamericano responde a la lógica del poder económico imperial. 3.- El racismo. Si bien Obama desactivó el voto racista con su discurso para darle la vuelta a la página, de todos modos el sentimiento racista sigue latente. Y no es nuevo. En 1835 Tocqueville escribió en La democracia en América: “Si considero a los Estados Unidos de nuestros días, veo claramente que en cierta parte del país la barrera legal que separa a las razas tiende a rebajarse, pero no la de las costumbres. Observo que la esclavitud retrocede pero el prejuicio que la ha hecho nacer queda inmóvil”. Y hay un dato adicional: Obama no padeció el racismo: vivió de 1961 a 1979 en Hawai, cuando las leyes a favor de los derechos civiles se firmaron en 1964 y llegaron a la violencia en 1968. Obama ciertamente defendió a la gente pobre de color, pero él mismo no padeció el racismo sino que se benefició de su declinación. 4.- La política exterior. Bush perdió el rumbo de la política exterior porque la sacó de su contexto y la resumió en la lucha contra el terrorismo.

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  Pero América Latina se inclinó al populismo, Europa se hizo más autónoma, China se fortaleció y se metió en la zona estratégica estadunidense. Venezuela y Cuba abrieron las puertas para la penetración de China e Irán en América Latina. Obama ha comenzado a comprender que la política exterior es bipartidista y que casi la mitad del país es republicano, que en la conciencia del pueblo sigue la marca de los ataques terroristas del 11 de septiembre y que los EU son odiados por su política imperial. Obama se va a ir por los destellos de corto plazo, como la prisión de Abu Ghraib, pero sin romper con los códigos de limitación de los derechos civiles. La violencia militar de los EU es consecuencia de su política imperial y ésta es la que sostiene la existencia de la nación. 5.- Crisis de expectativas. Los políticos estadunidenses han sido muy hábiles para hacer promesas que no van a cumplir o para desviare de sus compromisos. Obama realmente se comprometió con un modelo ideal de los Estados Unidos, algo así como la Suecia no imperial. Pero el poder del dólar, el dominio económico y sobre todo la exigencia interna para ofrecer un bienestar alto van a llevar al presidente Obama a no poder cumplir con sus compromisos. El equipo económico dejó ver que no va a reorganizar el modelo productivo sino que lo va a reactivar con la presencia de dueños de grandes corporaciones. Y que el bienestar principal de los EU tiene dos pilares: el salario por hora, y el alza en la bolsa de valores. Por tanto, los primeros análisis aquí señalan que Obama no va a cumplir con su promesa de construir otro Estados Unidos, y que tratará de encontrar el camino de la reactivación económica para la creación de empleos aunque sean informales. Y que en la política exterior estaría en camino de repetir el camino de Jimmy Carter: un imperio desdentado que vaya a ser derrotado en sus zonas estratégicas.

Obama sin conciencia histórica Detrás del bono popular de Barack Obama comienza a develarse la dimensión de las posibilidades limitadas del cambio político. Más que el fin del imperio, el flamante presidente de los Estados Unidos podría traer consigo la reorganización del capitalismo en función del modelo de la Comisión Trilateral. Como hombre práctico, Obama carece de definiciones socialistas. Su preocupación social tiene que ver con los marginados que defendió en el inicio de su carrera legislativa. Sin embargo, la personalidad política de Obama perfila cuando menos cinco indicios que tiene que ver con los intereses reales de la recomposición imperialista, y van mas allá del

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  sentimiento popular que despertó la candidatura de un joven senador de piel afroamericana; es decir, una ausencia de conciencia histórica: 1.- La conformación de la conciencia social de Obama se agota en la pobreza de sectores marginados, casi siempre afroamericanos. Pero, como se sabe, Obama no padeció el racismo en carne propia. En 1964 Johnson firmó las leyes de reconocimiento de derechos civiles de los afroamericanos y terminó al menos en teoría la segregación. Sin embargo, los afroamericanos siguen viviendo del síndrome de la esclavitud. Obama estudió en Los Angeles y luego en Harvard y Chicago, siempre con las mejores oportunidades. Por tanto, realmente no conoce el racismo en carne propia. 2.- El simbolismo de Hawai podría significar una definición histórica. Hawai fue anexado violentamente por los EU como el estado 50 en 1898, a través de una maniobra imperialista que operó –obvio– el entonces embajador de los EU. Ahí terminaron más de 600 años de identidad polinesia. Los EU ocuparon Hawai como parte de la consolidación de sus intereses. Inclusive, hubo de utilizar a los marines para usar el mismo pretexto de siempre: proteger a los estadunidenses en la zona. Pero el 23 de noviembre de 1993, el presidente Bill Clinton firmó la llamada “resolución común de disculpa” en el Congreso, mediante la cual los EU solicitaban el perdón de los hawaianos por el derrocamiento del rey de Hawai. La resolución legislativa constaba de tres puntos: –Disculparse con los hawaianos, en nombre del pueblo de los EU, por el derrocamiento del reino de Hawai el 17 de enero de 1893, y por la anulación de los derechos de los originarios de Hawai a la autodeterminación. –Reconocer los efectos del derrocamiento del reino de Hawai y promover una fundación para la reconciliación entre los EU y los originarios de Hawai. –Y urgir al presidente de los EU a reconocer también las ramificaciones del derrocamiento y apoyar la reconciliación entre los EU y los originarios de Hawai. Obama eludió este hecho histórico en la definición de su personalidad política. 3.- Los obamistas parecen olvidar que Obama en realidad no es un revolucionario ni llegará al poder para servir a la causa liberal. En su discurso de estreno político a nivel nacional, en la convención demócrata de 2004, hizo su declaración de fe no ideológica: “No existe una América conservadora y liberal; sólo existen los Estados Unidos de América”. De ahí

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  que Obama no se perfile como el Roosevelt de otro new deal liberal. Tampoco será conservador como Bush. En todo caso, buscará el camino de reactivar a las empresas y disminuir el impacto social de la crisis. Obama va a preocuparse por los pobres, pero sin romper con la ortodoxia económica tradicional. Por eso tendrá más influencia Paul Volcker, ex jefe de la Reserva Federal, que el keynesiano liberal Paul Krugman. 4.- Si se busca un modelo de país –en lo económico y social– en el futuro de Obama, quizá habría que asentarlo en los objetivos de la Comisión Trilateral. Varios de los asesores económicos de Obama vienen de esa organización –Volcker, por ejemplo– y hay que tomar en cuenta la vinculación de la Trilateral con el Grupo Rockefeller. La Trilateral hizo el intento de conducir el gobierno de Carter, dándole énfasis a la reorganización social del capitalismo y alejando a los EU de los vicios imperialistas militares. Carter fracasó y duró apenas cuatro años, hundido por una severa crisis económica, un colapso de las fuentes energéticas y la agresión del fundamentalismo del Irán del Ayatola Jomeini; los fantasmas que acosan a Obama. La Trilateral quiere construir un eje EU-Europa-Japón. Frente a la desarticulación de la política exterior de los EU que promovió el fundamentalismo de Bush, la Trilateral con Obama podría regresar al país a su tema central: los negocios. 5.- Los Estados Unidos quedaron divididos por las elecciones: 46% del voto popular fue por McCain y 52% por Obama. La presencia de Bush polarizó socialmente al país. Por tanto, Obama carece de un verdadero consenso nacional a favor del cambio. La estrategia de Obama parece ser la de convocar a un acuerdo social a favor de los pobres pero sin cambiar la lógica del capitalismo. Y en política exterior, mantener la hegemonía imperial pero sin ofensivas invasoras. De ahí que la crítica aquí comience a cerrar el tiempo político de los discursos de campaña y a presionar a Obama para ajustarse a la realidad.

Obama: Fantasma de Keynes Si la pieza clave de la gestión presidencial de Barack Obama será la economía, aquí ha comenzado a darse una interesante polémica entre los dos extremos de los economistas del presidente electo: Robert Rubín como promotor de la economía de las corporaciones y Paul Krugman como el promotor de un new deal social.

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  Por tanto, el escenario de posibilidades se le reduce a Obama a sólo dos: regresar a los tiempos felices de Bill Clinton de la euforia económica que ha elogiado tanto el premio nobel Joseph Stiglitz, por empleos no productivos en el sector servicios, o hacer el esfuerzo de la reconstrucción casi total del sistema económico de los EU para regresar a sus móviles del bienestar. Pero lo más grave que aqueja a la economía de los EU es la orfandad de ideas. La crisis del pensamiento económico ha llevado a desempolvar los textos clásicos de John Maynard Keynes, pero sin pasarlos por el tamiz de las realidades actuales. Ya se habla aquí de lo que la economista marxista Joan Robinson llamó el “keynesianismo bastardo” o lo que Krugman califica como “keynesianismo vulgar”. El problema de fondo radica en la perversión del keynesianismo, sobre todo por los años del neoliberalismo y de la globalización, en donde Keynes aparecía en todos los rincones de los párrafos de los ensayos. Inclusive, se comienza a estudiar la forma en que el keynesianismo fue aderezado con las ideas del pensamiento de la síntesis neoclásica –el neoliberalismo– para dar a luz a una propuesta de Estado-mercado. Y ahí está el problema. El Estado en los EU es diferente al Estado en América Latina: aquí el Estado es más intervencionista que en otras partes del mundo, pero para fortalecer la economía privada no sólo con estímulos sino con políticas de bienestar. Y el regreso al Estado que piden aquí se resume a un Estado regulador que no inhiba la especulación ni la riqueza, y que descanse la política social en el empleo, los salarios y la cobertura médica no universal. El debate, por tanto, radica en redefinir el papel del Estado en los EU: o el garante del capitalismo de la especulación y los compadres o el promotor del equilibrio social. En su último libro –La conciencia de un liberal, pésimamente traducido en España como Después de Bush– Krugman recuerda que a la gran depresión de 1929 y toda la debacle económica, y sobre todo de bienestar social, le siguió una etapa poco reconocida y estudiada aquí: “la gran compresión”, es decir, “aquella drástica reducción de la desigualdad económica”. En lugar de continuar como el garante del Estado de bienestar, los gobiernos posteriores a Roosevelt se fueron desviando hacia el Estado depredador –así lo llama James K. Galbraith, hijo del legendario John Kenneth, en su libro El Estado depredador. Cómo los conservadores abandonaron el mercado libre y por qué los liberales debieran hacerlo– es decir, el Estado promotor de las desigualdades. Galbraith hace tres propuestas: el Estado planificador, salarios e ingresos son intención social, y no decisión del mercado y el Estado debe acabar con la estructura de privilegios de las empresas.

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  Los EU han entrado en una etapa de desafío intelectual en economía. Con bastante ironía, Dana Milbank escribió en su columna en The Washington Post que se reunieron en el despacho oval de la Casa Blanca dos socialistas: el socialista Obama por su agenda de compromisos sociales y el socialista George W. Bush por sus recientes compras de empresas y bancos que pasaron a manos del Estado. El problema de Obama es definir si realmente quiere otro new deal como el de Roosevelt o si buscará sólo el camino de Clinton de la reactivación económica sin atender los problemas estructurales de la economía. La expectativa liberal descansa en Obama para una gran reforma económica. Lo señala Krugman en su libro, tras pronosticar en 2007 la victoria de Obama. “¿Qué habría de hacer esa nueva mayoría (liberal)?. Mi respuesta es que, por el bien del país, debería abrazar un programa decididamente liberal destinado a extender la red de cobertura social y a reducir la desigualdad económica, en suma, a promover un nuevo New Deal. El punto de partida de ese programa, el equivalente a la seguridad social del siglo XXI, debería ser la atención médica universal”. La cosa no será tan fácil. Sobre todo cuando Obama presentó a su equipo económico y ahí había una presencia dominante de economistas de Clinton, también del Paul Volcker responsable de la deuda y el neoliberalismo en América Latina y de grandes corporaciones tradicionalmente beneficiarias del capitalismo depredador. Y la primera decisión económica de Obama fue pedirle personalmente a Bush un programa de emergencia para las automotrices, sin duda porque los sindicatos de ese sector son la columna vertebral del Partido Demócrata. Si Krugman llamó en su momento en el The New York Times al presidente electo como Franklin Delano Obama, en otros sectores piden un poco de mesura. Obama simplemente va a tratar de darle un nuevo funcionamiento al mismo capitalismo de siempre, y el Estado atenderá la cobertura social que se pueda, no la que se quiera. Si Bush es socialista por las expropiaciones de empresas, Obama bien podrá ser el conservador del viejo capitalismo estadunidense.

Obama: Atrapado sin salida Hábil el discurso, inteligente en la comprensión de los resortes sociales de la política y novato en el poder, el presidente Barack Obama ha comenzado a mostrarse atrapado en las redes de intereses hegemónicos de la política en la primera potencia del mundo.

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  Si el voto, la movilización y el discurso del candidato presidencial demócrata enfatizaron la dimensión del cambio, y por tanto dejaron entrever los indicios de una transición, los primeros pasos dados por Obama como presidente electo, y de hecho presidente en funciones apuntan más bien hacia la restauración del modelo capitalista tradicional. En este escenario quedará enredado México, en donde no parece haber una comprensión de la política al estilo de los Estados Unidos. Obama despertó simpatías en México por su discurso fresco y el lema del cambio, pero ese perfil nunca fue sometido a un análisis crítico. Los mexicanos cayeron en la misma trampa que los estadunidenses: alguien sin compromisos que representaba exactamente todo el repudio contra George W. Bush. Sin embargo, a los mexicanos les ha ido peor con los demócratas que con los republicanos. La agenda de gobierno de Obama es interna, asentada sobre todo en la necesidad de superar los efectos en el empleo de la crisis económica, del colapso bursátil y de la quiebra de las empresas. Por tanto, las posibilidades de los EU en la era Obama de reorganizar el sistema capitalista, no van a darse en función de los intereses de otras potencias mundiales, de los países en vías de desarrollo, de las naciones pobres o de los principales socios comerciales de Washington. Obama, por ejemplo, estaría pugnando por el regreso al proteccionismo. Para ello prometió en campaña revisar el Tratado de Comercio Libre con México y Canadá, por la exigencia de los poderosos sindicatos de trabajadores cuyos sectores fueron dañados por la apertura comercial. La petición de Obama a Bush para un paquete de rescate de la industria automotriz fue un indicio de la influencia sindical, pues los sindicatos automotrices son la columna vertebral del Partido Demócrata. La agenda Obama-México tiene puntos concretos que nunca aparecieron en el discurso del candidato presidencial demócrata: l.- La crisis económica. La debacle inmobiliaria, bancaria, crediticia, bursátil y recesiva afectó a México no sólo en sus primeros chicotazos sino también por las medidas asumidas. 2.- El TCL podría revisarse, aunque no en los términos que había prometido Obama. Pero el problema es que aún sin revisión podría darse un regreso al proteccionismo. Los EU van a tratar de proteger a sus empresas y a sus empleos y por tanto podrían afectar al comercio internacional. Nada hubo en los discursos de campaña de Obama que dejara entrever algún beneficio para México.

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  3.- El narcotráfico fue un tema ausente en la campaña de Obama, pero se ha asentado como el problema número uno de México. La producción, comercialización, consumo y exportación tiene que ver con tres hechos reales: la corrupción en México, la demanda en los EU, y el poder de dominación de los decenas de miles de millones de dólares que mueve la droga en las dos naciones. 4.- La seguridad fronteriza México-EU está contaminada por el enfoque anti terrorista de la Casa Blanca, Y ahí no se prevén cambios, toda vez que la principal presión sobre México vino del Congreso al cual pertenecía Obama. Como el temor al terrorismo se ha centrado en atentados dentro de los EU, las fronteras mexicana y canadiense van a comenzar a cerrarse. 5.- La política exterior de los EU toca cuando menos dos de las principales fronteras geoestratégicas de los intereses políticos de México: el Caribe con Cuba y el sur latinoamericano con Centroamérica y Sudamérica. A ello se agrega el tema vital del petróleo, pues en los EU ven a México casi como un abastecedor local. México perdió el rumbo de su política exterior desde el gobierno de Salinas y a la fecha no ha podido definir los nuevos principios de la geopolítica. 6.- La migración en su doble dimensión: como el aumento del flujo de indocumentados por la crisis mexicana y la respuesta de Bush de redadas para la deportación, y como la demanda interna de la comunidad hispana a favor de una política migratoria de regularización de indocumentados que al parecer Obama nunca consideró. Sin embargo, la comunidad hispana migrante fue importante en la victoria de Obama y ahora van a exigir una agenda de regularización migratoria urgente y el cese de las redadas agresivas. El problema para México será que Obama no llegó al poder para impulsar la transición de los EU hacia un nuevo sistema político y económico, sino para restaurar el viejo modelo capitalista de explotación imperial.

Obama ganó apuestas Intrade l.- La elección de candidato en el Partido Demócrata fue histórica por el efecto de la candidatura de la minoría afroamericana. En un país de mujeres liberadas, Hillary Clinton se equivocó al explotar el género. 2.- La política correcta le ha quitado significados a las palabras. La exclusión de la palabra negro en el lenguaje político y social de los Estados Unidos fue impuesto para evitar su utilización perversa: neeger como despectivo. Sin embargo, hoy hay que usarlo: Obama es el primer presidente

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  negro de los Estados Unidos. En esta hora, Obama debe señalar que su condición de negro es un orgullo. 3.- La tendencia de las encuestas fue inequívoca: a mediados de febrero de 2008, Barack Obama cruzó la línea de Hillary y se colocó arriba en las preferencias. Obama se despegó el 6 de mayo y de ahí mantuvo una ventaja de 10 puntos sobre Hillary. 4.- Obama le apostó a la persistencia de un proyecto social y a la expectativa de la esperanza y Hillary se presentó con la arrogancia de una ganadora… y perdió. Obama eludió el choque y Hillary buscó la confrontación. Obama explotó la modestia y Hillary se ahogó en la imagen de la soberbia. A Hillary la perdió la cauda de compromisos sospechosos de su esposo. 5.- Al cierre de las campañas en el significativo sitio de apuestas Intrade, Obama llegó con un precio de su acción de 94.3 puntos, en tanto que Hillary se derrumbó a 5.5. El mensaje estaba dado: nadie apostaba por Hillary. En el sitio Slate se llevó un porcentaje de posibilidades de Hillary y se colocó en 12% y sólo tenía un 2% de posibilidades de ganar. 6.- Obama surgió de la nada. En la gráfica 2 de Intrade, Obama terminó 2007 con un precio de su acción debajo de 20 puntos. En febrero se colocó en 80. Hillary se cayó (gráfica 3) en febrero y no se levantó. 7.- La sorpresa política fue Obama. El Partido Demócrata y buena parte del electorado estadunidense van a votar por un negro, con todo el significado político que ello implica. Gráfica l.

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  Gráfica 2 Intrade Barack Obama:

Gráfica 3 Intrade Hillary Clinton:

8.- Las elecciones presidenciales de noviembre en los EU serán, ahora sí, históricas. Obama y el color de su piel van a marcar la diferencia.

Lástima: Obama es Chicago boy Si para muchos progresistas existe la esperanza de que Barack Obama represente la corriente económica progresista, en lo económico van a encontrarse con la sorpresa de que el candidato presidencial demócrata es un neoliberal con piel de estatista. Formado profesionalmente en la Universidad de Chicago de Milton Friedman, Obama ha tenido que definir su verdadera política económica con

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  base al pragmatismo, señala David Leonhardt, en un extraordinario perfil de Obama y sus obamanomics, publicado recientemente en The New York Times Magazine. El venero económico de Obama tiene más de Friedman y Reagan. Leonhardt, que entrevistó a Obama, saca sus conclusiones: “El consenso demócrata, de hoy en día, ha hecho que el partido tienda hacia la izquierda, y en temas como la desigualdad y el cambio climático, Obama parece estar dispuesto a ser más agresivo que muchos colegas demócratas. Desde este punto de vista, él es un verdadero liberal. Sin embargo, Obama también ha dicho que vale la pena preservar ciertas partes del reaganismo. En este sentido, el programa económico de Obama propone, por un lado, la creación de un programa gubernamental que haga frente a las fallas de un sistema de mercado y, por otro lado, la inclusión del poder del mercado y, con ello, de los beneficios que este sistema conlleva. Y esta situación lo perfila en ocasiones como un demócrata conservador.” Leonhardt encuentra en el libro The new GOP (El nuevo viejo partido demócrata) un resumen de la propuesta de Obama: “Los autores describen un nuevo modelo de consenso liberal que une “el centrismo del libre mercado, presente en la administración Clinton, con un empuje reavivado para una democracia social de estilo europeo. Este neoliberalismo, como lo llaman, no supondrá los grandes programas gubernamentales de la posguerra, pero el gobierno desempeñará un papel más importante dentro de la economía y redistribuirá más ingresos, desde la cima de la escalera económica hacia la base de ésta.” Leonhardt recoge declaraciones de Obama sobre su modelo económico: “Creo que puedo contarle una historia bastante simple. Ronald Reagan marcó el inicio de una era que reafirmó al mercado y a la libertad. Hizo que la gente tomará conciencia de cuánto cuesta la regulación gubernamental o al menos un régimen normativo de comando y de control. Bill Clinton, hasta cierto punto, continuó este mismo patrón, aunque simplificó las aristas del mismo. Y George Bush tomó la visión de Ronald Reagan y la tiró por un acantilado. Y así creo que la forma más sencilla de contar la historia es que cuando Bill Clinton dijo que la era del gran gobierno había terminado, no estaba a favor de una era de no gobierno. “Entonces, lo que necesitamos es terminar con la era del gobierno indiferente e ineficiente, con el gobierno que sólo piensa a corto plazo. Ahora, el gobierno debe sentar las bases, el marco, la edificación para que el mercado pueda operar de forma eficiente, y para que cada individuo pueda

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  estar conectado con el mercado y logre tener éxito dentro del mismo. Y, en nuestros días, el mercado es global. “Esta es la historia, ahora, dicha de forma elegante sería: “impuestos bajos, menos gobierno”. Este ha sido el discurso de los republicanos, pero sin duda, representa un mayor desafío para el país.” En Obama no hay una propuesta nueva: se trata de que el gobierno haga eficiente el mercado, aunque con matiz social. Obama le citó a Leonhardt una frase de Robert Kennedy: “Equilibrar las sensibilidades del mercado con el sentimiento moral”. Refuerza Leonhardt: “Obama me habló de la necesidad de que el capitalismo posea un elemento moral y me dijo que el capitalismo basado en el compadrazgo –muy presente en los últimos años– debe ser la pesadilla de cualquier economista que sea partidario de las prácticas de mercado”. Para Obama “el mercado es el mejor mecanismo para distribuir, de forma eficiente, los recursos con el propósito de maximizar la producción. Y también creo que hay una conexión entre la libertad del mercado y la libertad en general. Pero, continuó, hay ciertas cosas que el mercado no hace de forma automática. En otras palabras, parece que la política de libre mercado no prevalecerá en su programa económico, y su proyecto consistirá en regular el mercado”. Obama, por tanto, se nutre más del reaganismo que de una nueva propuesta. Señala Leonhardt en su análisis: “La adopción parcial de la economía de Reagan es una pequeña muestra del barniz post-partidista de Obama. En una sola frase de gran ingenio, se aleja de los viejos liberales y se alinea con los centristas de Bill Clinton y lo hace conforme retoma a un icono conservador, el cual sigue siendo muy popular. Pero tales palabras también clasifican la visión económica de Obama. A diferencia de otros demócratas, Obama se siente más cómodo con la economía del “dejar hacer”. Para Obama, “la visión centrista de Reagan –que el Estado de bienestar liberal se ha vuelto muy complaciente y muy burocrático con legisladores demócratas más obsesionados por dividir el pastel económico que con el hecho de hacerlo crecer– tenía razón en muchos sentidos”.

I.- Lincoln, Jim Crowe, King, X Los Estados Unidos no dejan de sorprender. Cuando parecía que todo estaba dicho y que no había nada nuevo que ofrecer, el electorado estadunidense logró colocar al primer presidente afroamericano en la Casa Blanca.

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  Pero las cosas no parecer ser como quisieran ser. Los juegos de palabras salen sobrando: Obama será el primer presidente negro de los EU, pero no será un presidente negro. La conciencia histórica de Obama está lejos de nutrirse de la lucha de los afroamericanos por los derechos civiles, políticos y sociales. A pesar de que el nombre de Obama se ha relacionado estos días con Abraham Lincoln y con Martín Luther King, Obama no trae consigo la bandera de la esclavitud. Paradójicamente, Obama podría ser el presidente de la reconciliación racial en una nación que se hizo poderosa por la esclavitud de los negros, que inventó la segregación por el color de la piel, que consideró a los no blancos como sub hombres, y que escribió la historia del racismo con la sangre de la represión. Obama parece carecer de conciencia histórica de su origen racial, lo que de alguna manera ha tranquilizado a los rectores de la raza pura que hoy en día persiguen de manera criminal a los hispanos que cruzan ilegalmente la frontera y pugnan por su segregación. La ausencia de conciencia histórica parece ser la solución al conflicto racial. Obama nació en 1961 en Hawai y arribó a estudiar en escuelas de alto nivel en California en 1983. La lucha política por los derechos civiles, políticos y sociales de los entonces llamados negros había sido histórica pero con fechas significativas: la rebelión de Rosa Parks en 1955, la gran marcha sobre Washington de Martín Luther King en agosto de 1963 para decir su famoso discurso del “Yo tuve un sueño”, la aprobación del acta de los derechos civiles en 1964, el asesinato del radical Malcom X en 1965, la conformación del “poder negro” en 1966, las Panteras negras de Cleaver y Davis en los sesenta, la aparición del puño negro en las olimpíadas de 1968 y el asesinato de Martín Luther King en 1968. Obama arribó a Los Angeles en 1983 para estudiar derecho. En ese entonces el conflicto racial parecía haber sido superado después de los motines raciales de 1963 a 1970. Los EU habían incluido los derechos de los negros en la lista de los derechos humanos fundamentales y habían comenzado a repudiar el apartheid de Sudáfrica. Hacia comienzos de los ochenta, las relaciones multirraciales ya no eran pecado sino un hecho común. Obama nació en Hawai de madre blanca y padre negro de Kenia. El racismo se escondía en algunos pocos espacios sociales. Hacia 1966, en un artículo-entrevista para The Partisian Review, la escritora Susan Sontag había reflejado el estado del racismo: “No creo que la comunidad blanca de los Estados Unidos haya contraído el compromiso de otorgar la igualdad al negro norteamericano. Este compromiso sólo lo ha adquirido una minoría de norteamericanos blancos, en general cultos y de posición acomodada, pocos de los cuales

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  han tenido relaciones sociales con los negros. Este país es apasionadamente racista, y continuará siéndolo en el futuro previsible”. Pero una generación después, el racismo puede seguir latente pero los Estados Unidos van a ser gobernados por un presidente negro, noción ésta desplazada por su condición racista. Político del sistema tradicional norteamericano, Obama eludió con rapidez y habilidad el problema racial. Uno de sus grandes discursos fue el destinado a cuestionar el contenido racista de un pastor de su congregación. Obama desactivó el conflicto de raza asumiéndose como persona, hombre y ciudadano por encima de colores de piel. Ahí frenó la posibilidad siempre existente de la ruptura racial. En las calles de Washington se percibe ciertamente el tema del color de la piel, pero sin la potencialidad de violencia. De todos modos la referencia es inevitable. Los dos personajes que acompañan hoy en día la figura de Obama en el debate político son Abraham Lincoln y Martín Luther King: El primero abolió la esclavitud y el segundo logró la victoria del acta de los derechos civiles. Los dos presidieron simbólicamente el inicio de las fiestas de toma de posesión de Obama: en el mítico Lincoln Memorial –el monumento equidistante del Capitolio que conforma una especie de muro ante la Casa Blanca– hubo un concierto. En la presidencia de Obama el Lincoln Memorial tendrá ya otro significado. A ese lugar llegó en agosto de 1963 Martín Luther King y en el piso del primer descanso de la escalinata del monumento fueron grabadas en el piso las letras de la historia: “I have a dream”, justo en el lugar donde fueron dichas. Y los juegos de la historia son reales. King dijo: “Yo tengo un sueño que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo, creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”. Lincoln había dicho en 1863, cien años antes: “Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación, concebida en la Libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales”. Y en 1866 se habían adoptado las leyes de Jim Crowe para señalar: “Iguales pero separados”. La elección de Obama fue un hecho histórico. Ahora viene lo difícil: impedir que se minimice a un récord de Guinness.

II.- Dilema: ¿Imperio o República? El día que Barack Obama juró como presidente, el dilema histórico del siglo XXI para los EU comenzó a contar el reloj de la historia: ¿Imperio

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  o república? El escepticismo es mayoritario: Obama no terminará con las conductas imperialistas de los EU; simplemente tratará de hacerlas menos onerosas. Obama pareció haber sido un accidente de la historia política norteamericana. Su candidatura surgió en el escenario del agotamiento moral estadunidense después de ocho años de Bush y ocho años de Clinton, ante la candidatura republicana de un John McCain presentado sólo como prisionero en Vietnam –POW, prisioner of war– de una Hillary Clinton arrastrando el fardo del escándalo político de su esposo y la decisión del electorado de castigar a la clase política tradicional. Por sí mismas, las credenciales de Obama eran poco sólidas: apenas diez años de la política, a la que ingresó como senador estatal por Illinois en 1997, fracasó en la lucha por la candidatura a diputado en 2003 y ganó la senaduría federal en 2004. En 2004 sorprendió a los demócratas con un discurso en la convención nacional del partido. Así que de hecho, Obama tiene apenas cuatro años en la política federal, aunque con sensibilidad, instinto y astucia. Lo malo, sin embargo, es su carencia de grupo político. Como se le criticó en la campaña, su gobierno no iba a ser el primero de Obama sino el tercer período del gobierno de Bill Clinton: las principales posiciones de poder y de decisión en el gabinete de Obama proceden del equipo político de Clinton. Así, Hillary Clinton no alcanzó la candidatura presidencial pero su control del grupo Clinton le dará un especial espacio de decisión y, sobre todo, de definición de líneas políticas de largo plazo. La duda que prevalece aquí radica en saber hasta qué punto Clinton va a seguir manejando el gobierno, aunque las líneas políticas sean dictadas por Obama. Obama llega en la coyuntura del agotamiento de la línea imperial de la política exterior. De la guerra de Corea en 1951 a la invasión a Irak en 2003, la Casa Blanca ha tratado de gobernar al mundo, se ha convertido en el policía del capitalismo y se ha dado la misión histórica de marcar un territorio imperial de hegemonía capitalista. La aureola moral de los EU conseguida en la Segunda Guerra Mundial al derrotar al fascismo perdió brillo cuando se metió en guerras regionales durante el período de la guerra fría parta delimitar el espacio de acción del socialismo también imperial. Los EU llegaron a las elecciones del 2008 con un agotamiento moral. Pero sin un debate intelectual. La movilización de la cultura en los sesenta para oponerse a la guerra de Vietnam estuvo determinada por la decisión de Johnson de reclutar obligatoriamente a jóvenes para mandarlos a la guerra. Bush encontró la salida de la contratación de soldados por la vía del outsourcing o empresas de mercenarios. Pero también por el fin del

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  pensamiento intelectual disidente. A mediados de los sesenta la escritora Susan Sontag se quejaba que los intelectuales eran profesores domesticados. La crítica en aquellos años fue intelectual. Hoy el debate pacifista carece de voces morales. Obama llega en un momento de definiciones históricas: ¿Va a reconstruir el capitalismo y con ello a fortalecer de nueva cuenta la vertiente militar del imperialismo del dólar o decidirá un camino menos imperial que le haga perder posiciones geoestratégicas y de seguridad nacional a los EU? La gran lección histórica del modelo norteamericano es que carece de una justificación democrática y moral. Por eso los escépticos creen que no habrá una nueva política exterior y va a seguir la doctrina militarista. El mundo se encuentra en la Lógica Yalta: el reparto de posiciones. Sin la aureola del socialismo, la Rusia de Vladimir Putin acaba de inaugurar una nueva etapa de la guerra fría: la conquista de posiciones de poder en Europa, Medio Oriente y América Latina para echar a los estadunidenses. Irak fue una obsesión de la familia Bush, pero también una posesión petrolera, un campo de batalla del terrorismo y un equilibrio geoestratégico en el Medio Oriente. Vietnam fue lo mismo. Y al final ha ganado el capitalismo, pues Vietnam, Rusia y China han optado por la economía de la producción capitalista. Gran parte de los productos que se venden en los EU tienen la leyenda de “hecho en China”: El comunismo al servicio del capitalismo. Los espacios políticos de Obama son reducidos, sobre todo porque carece de una definición de política militar. Su decisión de salirse de Irak ha tenido la decisión de aumentar la presencia militar de los EU en Afganistán para impedir el regreso de los talibanes al poder. Y también para continuar con la doctrina Bush de liquidar a los terroristas musulmanes en sus propios territorios. Así como Bush se obsesionó con Husein en Irak, así Obama ha tomado la búsqueda y liquidación de Osama bin Laden como objetivo propio. Detrás del simbolismo histórico del primer presidente negro en los EU se esconde la realidad del poder: los derechos de las minorías no implican la redefinición automática de los poderes militares. Obama podría ser el primer presidente negro de la historia de los EU, pero un presidente militarista más de la lógica del capitalismo imperial.

III.- La realidad: EU es un Imperio En medio de la euforia por el ascenso al poder del primer presidente negro en la historia racista de los Estados Unidos, la realidad terminó por imponerse: Barack Obama es el 44 presidente de un imperio.

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  Las expectativas que levantó Obama son dos: de un lado, sustituir a un George Bush que terminó con un nivel de popularidad de 22% y que se convirtió en el presidente más repudiado de la historia de los gobernantes estadunidenses. De otro lado, encarnar por decisión propia las esperanzas de los grupos lastimados del capitalismo. El discurso de Obama en las escalinatas del Capitolio estuvo bien escrito y mejor dicho. Jugó bien con los sentimientos de los ciudadanos, ahora más que nunca necesitados de una esperanza. Los dos temas básicos de su agenda quedaron bastante claros: primero, antes que otra cosa, la reactivación de la economía y la creación de empleos; segundo, tratar de definir una nueva política militarista para seguir dominando al mundo. En ambos casos, la prioridad de Obama radica en volver a poner en funcionamiento el capitalismo hegemónico. Por formación política. Obama carece de un pensamiento estratégico en política exterior, a pesar de haber nacido en Hawai y vivido en Indonesia y Kenia. Un pensamiento estratégico es siempre una visión geopolítica. Y ahí Obama no ha mostrado gran cosa: va a regresar las tropas de Irak que ya había anunciado Bush, pero no ha explicado cómo se va a mantener el equilibrio político regional en la zona petrolera fundamental para los EU. Quiere atrapar a Osama bin Laden, pero sabe que el costo es un mayor involucramiento militar en Afganistán, donde existen casi 40 mil soldados estadunidenses. El primer tropiezo de Obama será con la realidad. No es lo mismo escribir y decir discursos de profunda retórica poética que –diría Hillary Clinton de Obama en la pasada campaña– decidir en la prosa de la realidad de las directivas militares y de seguridad nacional. La sombra de Jimmy Carter va a acompañar a Obama. Carter fue un presidente con una enorme carga moral de culpa, limitó la política exterior de las cañoneras pero a costa de romper el equilibrio geopolítico en el Medio Oriente con el surgimiento de Irán. En América Latina regresó el canal a los panameños pero no supo cómo contribuir a la modernización económica de la región. Todo imperio está condenado a cumplir el papel de dominio hegemónico o a desaparecer. Y todo imperio debe funcionar a partir de intereses geopolíticos, no sociales. Las fiestas de investidura de Obama fueron populares. Ayudó el desprestigio de Bush. Pero sobre todo, contribuyó el hecho de que los ciudadanos carecen de memoria: Bush no fue el diablo expulsado del paraíso sino un invento de los peores temores y fobias de los estadunidenses. Hoy los ciudadanos repudian a su propia creación. Pero Bush fue el lado oscuro de la conciencia de los estadunidenses. Peor aún: para los estadunidenses, Bush fue la peor pesadilla de sí mismos. Por eso Obama es una especie de expiación de los estadunidenses.

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  Obama es un político sin conciencia histórica. Es pragmático, funcional, sin sentimientos de culpa. Sabe de sus potencialidades por su origen afroamericano, pero no se curtió en las luchas raciales. Por eso no se presenta como un presidente “de” los negros. Por eso también sus discursos enfatizan la unidad ciudadana sin diferencias de razas, pero en una nación construida justamente por el valor social del racismo. Por eso algunas quejas comienzan a perfilarse. Bill Clinton es conocido como el primer “presidente negro” de la historia de los EU. Y a pesar de una presión social e intelectual para arrinconarlo como el verdadero primer presidente negro de la historia política de los EU, Obama pareciera querer ser el primer “presidente blanco” de la comunidad negra. La revista The Atlantic, de influencia intelectual, se pregunta si terminó el ciclo de “la América blanca”. Obama no será un presidente para los negros sino para la reconstrucción del capitalismo hegemónico y del imperio hegemónico en lo militar. Por eso confirmó en el Departamento de Defensa a Robert Gates, un republicano colaborador de los Bush, y a Hillary Clinton en el Departamento de Estado. Los mensajes son claros: la continuidad del enfoque militar y el dinamismo de una mujer dispuesta a ordenar el envío de misiles a las 3 de la mañana desde la Casa Blanca. El espectáculo en el corredor conocido como The Mall, del Capitolio al Obelisco a Washington y de ahí al Lincoln Memorial, fue estremecedor por el arribo a la Casa Blanca del primer presidente negro. Pero la verdadera historia de las naciones no se escribe nada más con detalles simbólicos por sus expectativas, sino con la realidad en el ejercicio del poder. En su campaña, Obama pudo fijar una imagen más de pastor que de líder político y casi nada de gobernante. No es el primero que quiere ser un gobernante bueno en un imperio. Ahora viene el despertar de la realidad. La única posibilidad que tiene Obama de sobrevivir en la jungla de los intereses imperiales es asumir la condición que tuvo John F. Kennedy, a decir de Norman Mailer: a pesar de fallas y errores, ser un héroe existencial, en donde la existencia preceda a la esencia donde el carisma disminuya la maldad del poder.

IV.- EU: Poesía y prosa del Imperio Las primeras horas de ejercicio del poder del presidente Barack Obama van a tener que diseñar una estrategia para el problema fundamental de su administración: no la recesión y amenaza de depresión, tampoco el desempleo, menos aún Irak, Irán, Gaza y la política exterior. El problema número uno del nuevo presidente de los EU será la crisis de expectativas.

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  Dos palabras suelen ser revividas cada cuatro y ocho años. El uso y desuso le han disminuido valor corriente: cambio y esperanza. Todos los candidatos presidenciales luchan por apropiarse de un concepto para ganar los votos. Obama fijó su campaña en esas dos palabras pero les agregó un adjetivo: “nuevo” y “nueva”; nuevo cambio y nueva esperanza. En las calles de Washington se han multiplicado carteles alusivos: el cambio llegó con Obama. Pero a la larga, las posibilidades del cambio se mirarán reducidas. Se trata de un cambio con respecto al antecesor. Al final de cuentas, sus discursos, su gabinete y sus primeras decisiones han comenzado a mostrar que Obama no será el presidente del cambio sino el de la continuidad. Y que su apuesta fue sólo a mostrar una imagen diferente: discursos que asumieron el pesar de la gente, el color de la piel, su crítica a la vieja política. Pero aquí en los EU valen nada más las decisiones, las políticas, las definiciones. En materia económica, Obama aprobó la estrategia de Bush de salvar a las corporaciones y usar la política fiscal para reactivar el consumo, pero sin modificar la estructura productiva que ya no responde a las necesidades del consumo y el comercio, sin tocar el modelo especulativo cuya ambición llevó a la quiebra de empresas y de la bolsa, y sin proponer una reforma del modelo de producción-consumo. En política exterior las cosas seguirán igual: pasará del fundamentalismo de Bush y la lucha antiterrorista a la frivolidad estilo Clinton: En su audiencia de confirmación, Hillary Clinton no pudo presentar un enfoque geoestratégico del papel de los EU en el mundo y todo lo redujo a un concepto de lo más vacío: “Diplomacia inteligente”. La frase se entendió como una crítica a la diplomacia tonta de Bush. Pero la crisis de la política exterior de los EU es más que la interpretación del 9/11 y ha llegado a los fundamentos que apenas habría tocado Obama y luego replegado: ¿Cuál debe ser la política exterior de un imperio y cuál la de una nación que ha asumido el papel estabilizador del mundo? El problema de Irak no son las tropas sino la locura del terrorismo y la de la respuesta militar. La crisis en Gaza no es de Hamás e Israel sino de un hecho histórico dominado por intereses estratégicos. La guerra fría terminó con el desplome del Muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética , y el campo socialista , pero ahí viene Vladimir Putin de regreso a una nueva fase de la guerra fría: no de ideologías sino de poder. Corea e Irán le han apostado a poseer armas nucleares pero para una lógica fundamentalista. Y la respuesta de Obama será una “Diplomacia

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  inteligente”, pero en manos de una guerrera que no vacilará en usar armas nucleares a las 3 de la mañana. La crisis de expectativas de Obama estallará en los problemas, de la agenda del corto plazo. Los EU quieren salirse de Irak pero dejaran un proceso a medias que pudiera revertirse por el regreso de los talibanes, en Afganistán, la recomposición de Osama bin Laden y la estrategia de Irán. La crisis económica requerirá de un poco de más sacrificios pero ante la esperanza ciudadana de que la crisis desaparezca, aunque en escenario de una mayor recesión de corto plazo para contener una depresión de largo plazo. Un asesor de Bush hizo algunas ironías sobre la candidez de Obama. Cuando Obama, la víspera de su toma de posesión, dijo que una decisión urgente sería la de cerrar la prisión de Guantánamo, dice que Bush sonrió y dijo que adelante, porque él había decidido clausurarla hace dos años y no había podido. Simpatizantes de Obama dicen que podría anunciarse el cierre pero tardar dos años. El problema de Guantánamo no radica en las torturas sino en la existencia de presos documentados como terroristas que nadie quiere aceptar en ninguna cárcel del mundo. Obama va a intensificar su poesía discursiva para posponer la crisis de expectativas de la prosa del ejercicio del poder del imperio del mundo. Le ayudará mucho el repudio a Bush y a los errores de los ocho anos, además del cargo de conciencia de los estadunidenses que votaron dos veces por Bush. La agenda será lo de menos. Por ejemplo, el tema migratorio será soslayado porque los EU carecen de un escenario económico viable. Asimismo Obama tendrá que lidiar con su principal lastre: el color de su piel. La estructura de la crisis del modelo económico estadunidense no se puede permitir ahora decisiones para beneficiar a un sector, el de los afroamericanos. Por tanto, por ese lado vendrá pronto una oleada de críticas a Obama. Lo único que puede salvar a Obama será la retórica del discurso. Pero en el corto plazo, la crisis de los EU exige decisiones y no palabras.

V.- Otra traición de la izquierda Una vez que George W. Bush terminó sus dos períodos, la gran certeza que quedó en el ambiente fue pesimista: los grandes grupos opositores internos en los Estados Unidos ya no existen. La izquierda y los sectores progresistas avalaron los excesos represores de los últimos años. Una vez con Barack Obama en la Casa Blanca, los ciudadanos han comenzado a tener una evaluación crítica de los ocho años de Bush. Y a

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  pesar de terminar con una popularidad-aceptación de apenas 22%, Bush no fue sino reflejo de lo peor de la sociedad. Es decir, para los norteamericanos Bush no fue sino la peor pesadilla de sí mismos. Bush fue abucheado en la toma de posesión de Obama. Pero por los mismos que callaron ante sus excesos represores. La gran crítica y las grandes movilizaciones ciudadanas contra la guerra de Vietnam ahora no existieron. Hoy no hubo los Norman Mailer, las Susan Sontag, Robert Lowell, Paul Goodman y muchos otros. Peor aún: existió la complicidad. El cineasta Oliver Stone, que abrió la herida de Kennedy e hizo sangrar la de Vietnam con la película Pelotón, difundió su película W, sobre Bush, pero presentando de manera complaciente al presidente más repudiado. La crítica intelectual de centro-izquierda en los EU fue apabullada por el discurso del miedo de Bush. Pero lo peor fue que no hubo siquiera un esfuerzo racional por exponerla. A diferencia de Vietnam, 1a protesta contra la guerra de Irak estuvo siempre desarticulada. Y las revelaciones de cierto sector de la prensa sobre las torturas de prisioneros en Guantánamo y en Abu Ghraib no condujeron a movilizaciones, salvo pequeñas marchas. Bush tuvo todo el poder para hacer exactamente lo que quiso. La sociedad perdió su potencial crítico. Se vio con claridad en el pasado concierto que inició las fiestas de toma de posesión de Obama. El evento se realizó en el Lincoln Memorial, a unos pasos del muro que registra los nombres de los casi 60 mil soldados muertos en Vietnam, y del museo que recuerda la guerra de Corea, dos de las expresiones máximas de las guerras ideológicas de los EU. Obama asistió al concierto. Es decir, el que actualmente es el comandante en jefe de las fuerzas militares de ocupación, era homenajeado por las clases populares y las élites artísticas progre. Era el mismo Obama que había anunciado el retiro de tropas de Irak pero sin modificar la doctrina de seguridad nacional que argumentó Bush para derrocar a Husein, y el mismo Obama que también había adelantado el envío de más tropas a Afganistán para destruir a los talibanes y de paso matar a Osama Bin Laden. El concierto se celebró a unos metros del famoso lago que aparece en películas y documentales contra la guerra de Vietnam y las manifestaciones de los hippies contra las guerras. Y ahí estaba el presidente electo del imperio que en ningún momento anunció un cambio en la doctrina militar o de seguridad nacional que definió Bush. Peor aún: Obama ya había confirmado la continuación de Robert Gates, secretario de Defensa de Bush, como secretario de Defensa del gabinete obamista. A ese Obama se le rindió la sociedad progresista.

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  En el concierto estuvieron los cantantes críticos del belicismo: el jefe Bruce Springsteen, Bono y U2, Jon Bon Jovi, entre muchos otros. Pero todos sin crítica, homenajeando al próximo presidente del poderío imperial norteamericano. Porque Obama anunció el cierre de la prisión de Guantánamo pero no la derogación de las leyes que conculcaron los derechos civiles y políticos en aras de la seguridad; regresará las tropas de Irak pero dejará en Bagdad un modelo político funcional a los EU; y no descansará hasta convertir a Afganistán en su propio Irak. En el concierto hubo todo tipo de oportunismo: desde la cantante colombiana Shakira que enardece a las multitudes moviendo el trasero y el busto y sin ninguna definición ni coherencia políticas, hasta el actor Tom Hanks que ha sido homenajeado con medallas por el ejército de los EU por sus películas de apoyo al enfoque belicista de las tropas. Obama ha sido asumido más como el factor de auto indulgencia de los norteamericanos que no protestaron contra Bush. Obama es una forma de reconciliación moral de la sociedad con sus propias pasiones malsanas. La hipocresía moral de los intelectuales prohijó a Bush y enaltecerá a Obama antes de exigirle una definición nueva de la política exterior. No es nuevo. Lo escribió en 1966, en pleno debate crítico contra Vietnam, Susan Sontag, una de las escritoras más críticas: “Cuando al ocupante de la Casa Blanca que manosea a la gente y se rasca las pelotas en público lo remplace un hombre al que le disguste que lo toquen y que considere a Ievtushenko “un tipo interesante”, los intelectuales norteamericanos no se sentirán tan descorazonados. La inmensa mayoría de éstos no son revolucionarios, ni sabrían cómo serlo aunque lo intentarán. Son, sobre todo, profesores asalariados, y están tan a gusto como los demás dentro del sistema”. Y lo aceptó Mailer, a regañadientes, en 1964, luego de escribirle a Jacqueline Kennedy que lo que John F. iba a hacer en Cuba sería una locura pero que aun así votaría por él. Luego se arrepintió de ese voto: “La noche en que Kennedy fue elegido experimenté una sensación de espanto, como si hubiera cometido un terrible error, como si de un modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mí mismo”. Sontag y Mailer fueron grandes ausentes en la coronación de Obama.

VI.- México: La agenda desconocida Cuando se encontró con el presidente Felipe Calderón una semana antes de su toma de posesión, el presidente electo Barack Obama carecía de un conocimiento político y estratégico sobre México. En cambio, anunció que su primera visita oficial de Estado sería a Canadá.

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  Por su formación política pragmática, Obama carece de una mentalidad estratégica y geopolítica. Y sus operadores del área de seguridad nacional vienen del modelo Clinton: un enfoque hacia Europa, China y el Medio Oriente. Para Obama, México es solamente un pozo de petróleo: su relación bilateral girará en torno a una alianza energética que disminuya la dependencia estadunidense del petróleo venezolano y árabe. La agenda de México hacia los EU se define en cinco temas: trato privilegiado, migración, comercio, narcotráfico y seguridad fronteriza. Para EU, sus temas son menos: petróleo, terrorismo y subordinación estratégica a las prioridades de Washington. En ninguna de las dos agendas aparecen los asuntos de Cuba, América Latina y Venezuela. La prioridad de Obama será interna. Su lógica es implacable: los Estados Unidos no pueden salvar al mundo si antes no se salvan a sí mismos. Por eso dedicará su esfuerzo a atender la crisis económica, y en lo externo buscará desdramatizar los asuntos más conflictivos. La orden para cerrar la cárcel de Guantánamo, que ya Bush había decidido, va a tropezarse con la piedra más grande: dónde colocar a los acusados de terrorismo. Y el regreso de las tropas de Irak tardará como dos años, con la previsión de un aumento en los atentados terroristas en Bagdad y otras partes del mundo. Pero no va a modificar la lógica antiterrorista de Bush. La estrategia de México hacia los EU padeció las mismas carencias de siempre. México está a la espera de la buena voluntad de Washington. Los temas más urgentes –migración, narcotráfico y comercio– nunca aparecieron en la campaña de Obama. Peor aún, Obama desconoce la realidad de México y de América Latina por la sencilla razón de que no son de interés geoestratégico para los EU, ni ha viajado a esta zona del mundo. En su comparecencia en el Senado en las reuniones de confirmación, Hillary Clinton –como secretaria de Estado– habló de México sólo como sinónimo de petróleo. Bush dejó una herencia de marginación apenas atenuada por el papel activo del embajador Tony Garza. A diferencia de los afanes intervencionistas de otros embajadores, Garza fue un maestro de la mano suave. A él se le debe que los EU regresarán su atención al narcotráfico de México y optaran por la Iniciativa Mérida como una nueva fase en las relaciones bilaterales. Pero los diplomáticos mexicanos no entendieron el papel de Garza, quisieron la atención de Bush y México perdió los años de la alternancia para redefinir las relaciones bilaterales. La diplomacia mexicana va a extrañar a Garza. Y lo más seguro es que llegue en su lugar un embajador más intervencionista y exigente. Si Obama desconoce la existencia de México y Hillary estará más ocupada en

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  Europa y China, el expediente México lamentablemente se va a definir y operar en las agencias de inteligencia y seguridad nacional. Y McCaffrey mandó ya un misil: Ver a México como lo veían Reagan y el embajador Gavin: un problema. México no ha podido convencer a los EU que el asunto del narcotráfico es bilateral, algo que Garza tardó varios años en lograr. Y ahora con Obama se va a entregar el tema a funcionarios más exigentes y menos entendidos en la lógica política de México. De los pronunciamientos de Obama pueden desprenderse algunas conclusiones: una de ellas es la decisión de preocuparse primero por los propios EU; otra, que existe en su enfoque de política exterior una doctrina imperial. Y su pragmatismo lo llevará a atender la política exterior en función de los conflictos. En lo económico le dará prioridad a la reconstrucción del capitalismo, en lo exterior va a mantener la lógica imperial y en lo social se reducirá a la creación de empleos. Todo lo que en el exterior se cruce con estas metas será soslayado por Obama. América Latina no es preocupación geopolítica. Bush demostró, dentro de su conservadurismo, que podía convivir con países con gobiernos de izquierda democrática. Y a los de la izquierda dictatorial, procubana y anti estadunidenses, simplemente los ignoró. Los estrategas de seguridad nacional saben que Cuba está al margen de las prioridades y que el fin político de Fidel Castro es un problema para los cubanos de Cuba y que Hugo Chávez es un provocador al que no se debe tener en cuenta porque la dependencia del petróleo no es de los EU por las importaciones de crudo venezolano, sino de los ingresos presupuestales venezolanos por las compras norteamericanas. De ahí que México deba modificar su estrategia hacia los EU en el cuatrienio Obama. Primero, debe definir sus propios intereses internos y externos, segundo, está obligado a operar políticas sin esperar la aprobación o el apoyo de los EU, tercero, debe crear un loby especial para negociar directamente con el Congreso, cuarto, debe olvidarse de esperar la buena voluntad de los vecinos del norte y quinto, está obligado a crear su propio consejo de seguridad nacional para darle a la política exterior un enfoque geoestratégico y sacarlo de la burocracia de la cancillería y sus embajadores. Para México, Obama es el mandatario del vecino imperial.

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VII.- Torturas, no; ley patriótica, sí El bono carismático del presidente Barack Obama ha hecho perder la perspectiva del problema del endurecimiento de la seguridad nacional. Las torturas en las cárceles de Guantánamo y Abu Ghraib fueron la consecuencia directa de una causa vigente: la ley y el acta patrióticas de Bush que conculcaron los derechos civiles para aumentar la seguridad interna. Lo grave de todo es que cuando menos cuatro de los miembros del nuevo gobierno de los Estados Unidos votaron como legisladores a favor de la ley y el acta patrióticas que promovió el presidente Bush en 2001 y refrendó en 2005 y 2007 para reducir los derechos civiles por la presunta amenaza del terrorismo; los senadores Obama (presidente), Joe Biden (vicepresidente) y Hillary Clinton (secretaria de Estado) y el representante Rahm Emanuel (jefe de gabinete). Y el problema de las torturas en Guantánamo tiene dos derivaciones que Obama no ha siquiera considerado: las torturas en la prisión iraquí de Abu Ghraib –que denunciaron en abril y mayo del 2004 el programa 60 Minutos de la CBS y el periodista Seymour Hersh en la revista The New Yorker– y la autorización para torturas que dieron Donald Rumsfeld, como secretario de Defensa, y Albert Gonzales, como procurador general. Por tanto, la sola decisión de cerrar la prisión de Guantánamo pero no modificar la política antiterrorista que redujo los derechos constitucionales y metió a los EU en una estrategia de espionaje sin respeto a la privacidad ciudadana, reveló las limitaciones del gobierno de Obama. Y atender Guantánamo sin ajustar cuentas con los violadores de Abu Ghraib ha sido asumido como una maniobra de distracción social. Y lo peor de todo fue que el uso de la tortura y las leyes que violaban los derechos civiles fueron decisiones de Estado, tomadas por el presidente Bush y avaladas el Senado y la Cámara de Representantes. La castigada jefa de la prisión de Abu Ghraib ha revelado que la autorización para las torturas fue de Rumsfeld como secretario de Defensa de Bush. La demanda mundial contra Bush fue por las políticas de Estado en materia de seguridad, sacrificando las garantías civiles. Al menos así se entendió en el discurso de toma de posesión de Obama cuando dijo: “Rechazamos la falsa premisa de que hay que escoger entre la seguridad y los ideales”. La estrategia de Bush, que fue avalada por el Congreso para convertirlas en ley, era justamente la premisa realista de que la seguridad de los Estados Unidos requería del sacrificio de los ideales de justicia. Por eso el aumento del espionaje, por eso la autorización para las torturas, por eso Guantánamo y Abu Ghraib. De ahí que el paso que dio Obama al cerrar Guantánamo es apenas pequeño. Porque al final de cuentas lo que llevó a los EU a conculcar sus

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  derechos civiles y políticos fue la política antiterrorista basada en la sumisión de las garantías a las revisiones y arrestos. La lógica oficial para autorizar la tortura fue implacable: “no es legal pero sí justificable” por las tácticas de los grupos terroristas que no respetan tampoco los derechos humanos de los civiles. Y ahí es donde justamente se encuentra el enredo del presidente Obama: asumir la tortura en sí misma, cuando en realidad formó parte de una política gubernamental integral –hay que repetirlo: avalada por el Congreso– para no respetar los derechos humanos en aras de acceder a información sobre los grupos terroristas. La tortura era apenas una pequeña parte del problema: una política antiterrorista basada en la ley y el acta patrióticas, es decir, las autorizaciones legales para sacrificar los ideales en aras de la seguridad territorial de la nación. El asunto aún no ha terminado. La poderosa e influyente ACLU – American Civil Liberties Union– dejó claro que en la orden de Obama “Existen ciertas ambigüedades”. Y que “sería un gran error para la administración de Obama permitir detenciones indefinidas en cualquier caso, o crear un sistema diferente al de nosotros para el proceso de detenidos. Si el Presidente Barack Obama y su Secretario de Defensa Gates se mantienen en la farsa legal de la administración de Bush, terminarán en el mismo caos legal, en el cual el presidente anterior se mantuvo por ocho años”. El problema del presidente Obama radica en asumir las responsabilidades. En la orden ejecutiva para cerrar Guantánamo establece claramente la violación de la Convención de Ginebra respecto a detenidos y la violación de derechos y garantías. Sin acusaciones que debieran tener consecuencias legales. Los responsables son conocidos: los funcionarios del gobierno de Bush. Cerrar Guantánamo sin fincar cargos penales a los responsables de esas violaciones y sin anular las leyes que permitieron sus violaciones, sería una forma de mantener vigente la política antiterrorista de Bush que sacrifica ideales por la seguridad. El nuevo gobierno se metió en un callejón sin salidas: la dura política antiterrorista de Bush alejó los ataques de territorio de los EU y ahora el temor aquí es que el aflojamiento legal pueda de alguna manera alentar la reactivación del terrorismo.

VIII.- Un discurso imperial... poético Cuidadosamente redactado, el discurso de toma de posesión de Barack Obama dejó ver definiciones de fondo dirigidas hacia los estadunidenses para salir de la crisis, pero también mostró con claridad el

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  lenguaje del imperio: liderazgo, mantenimiento por cualquier vía del american way of life y la continuidad del fundamentalismo militar de Bush de ser elegidos de Dios para dominar el mundo. En el delicado asunto de Irak, Obama no anunció el replanteamiento de la estrategia intervencionista de Bush sino que reveló el eslabonamiento progresivo: salir de Irak, pero dejar ahí el modelo de democracia impuesta a través de la invasión para derrocar a Saddam Hussein, no para buscar armas de destrucción masiva que Bush sabía que no existían. Obama fue muy delicado en dar un salto racista. Sin embargo, en la traducción oficiosa de su discurso al español hubo una especie de censura que le restó importancia a la afirmación. Al referirse al racismo superado. Obama dijo que llegaba al poder un hombre a “cuyo padre no le habían servido en un restaurante”, recordando la segregación que impedía a los negros ser atendidos en un local exclusivo para blancos. La traducción oficiosa que se distribuyó se refería a él, Obama, como un hombre “cuyo padre… trabajaba en un restaurante”. Pero por encima del tema racial, el discurso de Obama dejó un tufo a fundamentalismo imperial: –“En estos momentos EU no solamente ha seguido adelante por la visión del liderazgo”. Obama va a recuperar la hegemonía de los EU. –“Nuestra nación está en guerra contra una vasta red de violencia y odio”. La realidad es otra: a los EU le reclaman su intervencionismo en función de su dominio del mundo para sus propios intereses, sobre todo los petroleros. –“(Hay una) falta de confianza en nuestra nación, un temor de que la declinación de EU es inevitable y que la próxima generación debe reducir sus expectativas”. De ahí su compromiso de restaurar la hegemonía. –“Al reafirmar la grandeza de nuestra nación entendemos que la grandeza no es un regalo absoluto. Debe ganarse. (…) Han sido los ambiciosos, aquellos que hacen cosas, los que corren riesgos, algunos conocidos, en su mayoría gente desconocida que han avanzado por esta difícil senda hacia la prosperidad y la libertad, por nosotros ellos reunieron sus pocas posesiones y cruzaron océanos buscando una nueva vida, por nosotros ellos trabajaron en fábricas, conquistaron el Oeste, se aguantaron las dificultades”. Ciertamente conquistaron el Oeste pero liquidando a los indios originarios, aprovecharon la crisis de México para quedarse con la mitad del territorio y compraron la franja de Luisiana. La lógica histórica de Obama hace referencia al pasado de expansionismo imperial. –“Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa del mundo”. Un acto de fe definitorio.

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  –“Los Estados Unidos son una amiga de cada nación, de cada hombre mujer y niño que quiere un futuro de paz y dignidad, y estamos listos para retomar el liderazgo”. De nuevo la reconstrucción de la hegemonía del mundo. –“Trabajaremos incansablemente para reducir la amenaza nuclear (…), no vamos a disculparnos por nuestro estilo de vida ni vamos a doblegarnos en su defensa, lo que les decimos es que nuestro espíritu es fuerte y no va a ser quebrantado, ustedes (los que combaten a los EU) no van a durar más que nosotros y los vamos a derrotar”. Bush presionó a Irán y Corea del Norte por su avance nuclear y la salida de la crisis en los EU no es para bienestar sino para revalidar el american way of life, cuya esencia es justamente el centro de la crisis. El lenguaje de Obama fue amenazante. –“Al considerar el camino detrás, recordamos con humilde gratitud a los valerosos estadounidenses que a esta hora patrullan desiertos y montañas lejanas. Ellos tienen algo que decirnos como los héroes caídos que yacen en Arlington. Los honramos no sólo porque son los guardianes de nuestra libertad sino porque representan el espíritu de servicio, una disposición a encontrar significado en algo más grande que ellos mismos. Y también en este momento, un momento que definirá a una generación. Es precisamente este espíritu el que debe embargarnos a todos”. Obama ofrece una síntesis del pensamiento imperial de Bush: los soldados en Irak no son invasores sino defensores de la libertad. Con este compromiso, Obama reafirmó el pensamiento militarista de los EU, de Corea en 1951 hasta el avance anunciado para este año en Afganistán, pasando por Vietnam. –“Lo que se requiere de nosotros es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento por parte de cada estadounidense de que tenemos responsabilidades con nosotros, con la nación y el mundo; deberes que no aceptamos a regañadientes sino con gusto (…) Este es el precio y la promesa de la ciudadanía”. De nuevo el enfoque de la responsabilidad de los EU sobre el mundo. –“Y este es la fuente de nuestra confianza: saber que Dios nos ha pedido que le demos forma a nuestro incierto destino”. Como Bush, parece que Obama habló con Dios y éste le ordenó liderar el mundo. Así que Obama, con mano suave, sonrisa amplia y color de piel histórica, seguirá la senda del continuismo histórico que marcaron Bush y otros presidentes imperiales antes que él.

IX Clave: crisis de expectativas Entre todas las variables, el gobierno de Barack Obama estará atrapado entre cinco coordenadas: la crisis de expectativas de una sociedad

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  que espera mucho, la lucha por el poder al interior del aparato político, el dominio del Grupo Clinton del gabinete, la protección de los republicanos a George W. Bush, y el tamaño inconmensurable de la crisis económica. De acuerdo con la encuesta de la empresa Prospecta Consulting levantada en los EU, la sociedad estadunidense le ha otorgado un plazo corto a Obama para ofrecer resultados. Y entre la población mexicana, Obama sería la expectativa de un acuerdo migratorio para el corto plazo y la posibilidad de encontrar un nuevo camino de cooperación. Pero lo que viene es el peso del realismo. El gobierno de Jimmy Carter levantó el mayor nivel de popularidad, porque ofreció un acto de contrición de los EU como imperio. Sin embargo, la crisis de los rehenes en 1980 mostró que los EU se deben comportar como un imperio o pagar con derrotas su alejamiento de la política exterior. Obama, por tanto, se moverá entre la esperanza de las expectativas incumplibles y la realidad de una potencia que debe funcionar como imperio o enfrentan el estallido de conflictos de naciones en disputa por zonas de poder. La encuesta de la empresa Prospecta Consulting ofrece un panorama del escenario acotado del gobierno de Obama. l.- ¿Cuál es el nivel de popularidad con que llega Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos? J. Carter: 78% R. Reagan: 58% G.H.W. Bush: 65% W. Clinton: 68% G.W. Bush: 62% B. Obama: 78% 2.- ¿Confía usted que Barack Obama tome las decisiones correctas como presidente para enfrentar la recesión económica que enfrentan los EU? Sí 82.6% No 10.5% No sabe / No contestó 6. 9% 3.- ¿Considera usted que el presidente Barack Obama responderá a las expectativas que promovió entre la ciudadanía? Sí 67.9% No 16.3% No sabe / No contestó 15.8%

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  4.- ¿En cuánto tiempo espera que se vean resultados positivos del programa anticrisis, de recuperación económica del presidente Obama? Dos años 56. 8% Tres años 19. 3% Cuatro años 17.2% No sabe / No contestó 6.7% 5.- ¿Cómo considera que estará su economía y la de su familia en la administración del presidente Barack Obama? Mejor 77.6% Igual 12.1% Peor 6.4% No sabe / No contestó 3.9% Entre ciudadanos mexicanos 6.- ¿Cree usted que con el presidente Barack Obama mejoraran las relaciones con México? Sí 56.7% Igual / Regular 19.5% No 13.8% No sabe / No contestó 10.0% 7.- ¿Considera usted que hay signos o posturas del presidente Barack Obama que indiquen que tiene interés en impulsar una ley que legalice a los trabajadores mexicanos que están en los EU? No 63.2% Algunos 18.6% Sí 10.3% No sabe / No contestó 7.9% 8.- ¿Cuáles considera usted que serán los beneficios de la administración de Barack Obama para México y los mexicanos? Salir más rápido de la recesión 43.8% Política bilateral más equilibrada 29. 5% Mayor respeto hacia México 16.9% Otros 5.4% No sabe /No contestó 4.4%

X.-Los fantasmas de Obama Pese a todas las expectativas, aún está por saber si el ascenso de Barack Obama al poder en los EU fue una buena o una mala noticia.

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  Pues he aquí que las crónicas del poder suelen satisfacer las pasiones del largo plazo pero no logran explicar la historia de lo inmediato. Barack Obama pasó a la historia como el primer negro que llegó a la presidencia de los Estados Unidos. Y que lo hizo sobre el repudio contra George W. Bush. Y que todo se medirá conforme a los únicos resultados que suelen importar a los estadunidenses: los que fijan la popularidad de un presidente y los que marcan la posibilidad de la reelección. Y es la sociedad norteamericana la escurridiza. Con la habilidad de haber escogido a un hombre de color para la presidencia buscó la expiación de culpas por haber votado dos veces a Bush y haber caído en el garlito del miedo, de sus propias pasiones, del temor al monstruo del radicalismo musulmán que afectaba su modo de vida. Y la misma sociedad que miró con pasividad a Bush era la misma que saludó cálidamente a Obama. El problema en los EU es la falta de crítica. La sociedad progresista parece haberse conformado con el color de la piel de Obama, sin racionalizar el hecho de que el sistema político es consustancial del sistema económico de explotación, del sistema militar de dominación y del sistema social de expoliación internacional. La crítica intelectual actual fue mediocre. No la hubo contra Bush. Y nadie se atrevió a contextualizar a Obama en el escenario de la reconstrucción del mismo capitalismo de siempre. Por eso es necesario acudir a los que faltan. En 1966, cuando los EU se enfilaban hacia el gran colapso de 1968, la escritora Susan Sontag respondió una encuesta de la revista Partisan Review sobre el momento de los EU. Y ahí fijo una tesis que sigue siendo válida y que podría ser punto de partida para analizar el fenómeno Obama: “Todo lo que se siente acerca de este país (los EU) está, o debería estar, condicionado por la percepción del poder norteamericano: de los Estados Unidos como el archiimperio del planeta, que retiene en sus manazas de King Kong el futuro tanto biológico como histórico del hombre”. Y daba sus tres perfiles de los EU “Los Estados Unidos se fundaron a partir de un genocidio”. “Los Estados Unidos no sólo tuvieron el sistema de esclavitud más brutal de los tiempos modernos sino también un sistema jurídico único que no reconocía, en un solo sentido, que los esclavos eran personas”. “Los Estados Unidos se formaron como país –por contraposición a la colonia– gracias principalmente al excedente de pobres de Europa, reforzado por el pequeño grupo de los que sólo estaban Europamüde, cansados de Europa”.

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  En la figura de Obama se impuso la imagen por sobre la realidad. ¿Bastará el color de la piel para resolver las contradicciones del imperio? Obama va a retirar las tropas de Irak –ya lo había decidido Bush, por lo demás–, en medio de la euforia de la gente. Pero a ver, a ver. ¿Va a retirar las tropas o va a cambiar la estrategia de seguridad nacional de los EU hacia el medio oriente? Porque Bush atacó a Irak por una pasión enfermiza propia y de su padre pero también con el objetivo de arrinconar a los terroristas en su territorio y para crear las condiciones de una democracia impuesta. Obama no ha redefinido la estrategia terrorista ni ha dicho si va a continuar con la estrategia imperial de imponer la democracia a la norteamericana en sociedades ajenas a esa tradición. Obama anunció el cierre de la cárcel de Guantánamo por las torturas a prisioneros. Bueno, dicen que cuando le avisaron a Bush de esa decisión, el aún presidente sólo dijo: “qué bueno porque yo llevo dos años tratando de cerrarla y no puedo”. Obama no ha explicado qué es para él Guantánamo: ¿la queja ciudadana por torturas a algunos prisioneros o la decisión del presidente Bush de poner la seguridad por encima de las garantías civiles… y, sorpresa, con el apoyo del Congreso al que, otra sorpresa, pertenecía Obama? Hasta ahora sólo es el tema de la tortura. Por tanto, va a continuar la política de seguridad violando derechos civiles. Sontag, Norman Mailer, Tom Wolfe y algunos otros, aquéllos que se comprometieron personalmente contra la guerra de Vietnam y participaron en actividades callejeras contra Johnson y Nixon, fueron al fondo de la crítica. Los EU eran imperialistas. Con la violación de leyes y códigos, Sontag por ejemplo realizó en junio de 1968 un viaje a Hanoi, la capital del comunismo vietnamita y escribió sobre ello para demostrar que ahí había una guerra imperialista. Obvio: Saddam Hussein, el carnicero, no es el Tío Ho Chi Minh que enarbolaba la bandera de la independencia. Pero de todos modos los intelectuales pasaron al activismo. Ahí están las grandes crónicas de Mailer sobre las marchas al Pentágono para quemar públicamente las tarjetas de reclutamiento de jóvenes. Y a unos pasos rodeando el Lincoln Memorial, en uno de los extremos del The Mall, están los museos de la guerra de Corea, la primera guerra imperialista de la guerra fría capitalismo-socialismo, y del otro lado del pequeño lago se yergue el muro de los 58 mil muertos en Vietnam. Ahí estaba la esencia de los EU que va a gobernar Obama. Y ahí estaba la herencia de Bush, de los Bush, del Clinton que bombardeó Afganistán para distraer la atención de sus encuentros sexuales

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  con Mónica Lewinsky en una cocina al lado de la Oficina Oval, del Clinton que no entendió el bombazo en el estacionamiento del World Trade Center en 1993 y a cuya pasividad y frivolidad se debió el ataque que destruyó el WTC ocho años después. Obama aparece como un político pragmático, astuto, molusco. Carece de conciencia histórica: llegó a territorio de los EU en 1983, sin participar en las luchas por los derechos civiles. Y su tarea fue estudiar, prepararse, escalar la estructura de poder tradicional. Como senador alentó programas de atención a la pobreza de las minorías de color en Chicago, pero sin convertirlas en conciencia histórica. Los discursos de Obama no se localizan en el escenario del conflicto racial. Más bien buscan superar el tema sin resolver las contradicciones históricas y de comprensión. Lo malo es que el racismo en los EU no se va a resolver con retórica sino atendiendo las contradicciones morales. El tema va más allá: ¿a quién le confiaría usted una cirugía de vida o muerte de un familiar cercano, un hijo, por ejemplo? ¿A un doctor blanco o a un doctor negro? El asunto es complicado; la respuesta podría ser sencilla: en peligro de muerte, muchos contestan que a un doctor blanco. La razón; el doctor negro puede ser eficaz, pero pudo haber sido beneficiario de ascensos en función de su condición de minoría. En cambio, los doctores blancos logran sus ascensos en función de una competencia de habilidades. Así se las gasta el racismo. No fue sólo el discurso de Lincoln en 1963 de que todos “nacimos iguales”, sino la corrección de los grupos racistas bajo la connotación de las Leyes de Jim Crowe: sí, iguales, pero separados. Así nació en los EU la segregación racial. El The Washington Post publicó un par de días antes de la toma de posesión una foto: una tubería bajaba del techo y se desviaba hacia los dos lados: de uno, una pared blanca con un bebedero de agua limpio, sobre una pared blanca, en perfecto estado; la otra tubería iba al otro lado, a un bebedero sucio, en mal estado, pequeño. Cada bebedero tenía un letrero: Blancos, de Color. Lo paradójico es que Obama ganó con el voto de la crisis de conciencia del racismo en un país que se fundó sobre el exterminio de minorías raciales y la esclavitud, pero su meta prefijada está lejos de los temas del color de la piel. El día antes de su toma de posesión, Obama publicó un sustancial ensayo en el periódico The Washington Times, considerado como el vocero de la derecha, para convocar a darle la vuelta a la página del racismo. Pero el tema está presente. Cierto que las relaciones interraciales que fueron condenadas en los sesentas son hoy cosa común, pero de todos modos sigue la esperanza de ajustar cuentas con la historias. La única

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  conciencia histórica de Obama es su nacimiento producto de una pareja interracial que al comienzos de los sesenta no hubiera podido vivir en los EU. Pero no hubo en esa relación más conflicto que los desencuentros de parejas. Su madre, blanca, se divorcio de su padre keniano, luego llegó su nuevo matrimonio con un indonesio y algunos años en ese país. Como hombre de color, Obama destacó por su inteligencia en la Universidad de Harvard. Su desapego de la conciencia histórica del racismo lo hizo ponerse otros objetivos. Ahora llega con el voto de la comunidad afroamericana casi como venganza histórica, pero su papel no va a ser una nueva guerra civil sino la reconstrucción del capitalismo. Por eso se espera cuando menos un poco de más sensibilidad de Obama con respecto a las minorías. Pero su propuesta de reforma migratoria no servirá para terminar con el racismo sino para darle mayor dinamismo al capitalismo con la mano de obra hasta ahora explotada. Obama será, pues, el encargado de una minoría con la tarea de reconstruir la viabilidad del sistema capitalista de la mayoría. Buscará crear empleos, ampliará la cobertura de la seguridad social y abrir los esquemas educativos. Pero la carga moral del racismo seguirá latente en los sectores que persiguen a los indocumentados, en el problema de la migración ilegal, en las leyes aprobadas para castigar la ilegalidad. Pero todo ello lleva una carga racista. ¿Son los Estados Unidos un imperio o una metáfora? Mailer se encargó de desentrañar los misterios de los orígenes históricos. Sontag los criticó. Wolfe se burló de ellos. Los jóvenes contra la lucha de Vietnam fueron aguerridos no tanto por la guerra en sí sino porque habían sido llamados a filas. ¿Qué hubiera pasado con la protesta juvenil, de Berkeley al Pentágono, sin las tarjetas de reclutamiento? Irak molesta a un sector que se sintió engañado por la mentira de las armas de destrucción masiva pero que aceptan el derrocamiento de Hussein. Es decir, el problema no es de crítica al imperio sino de calendario y legitimidad: una nueva negativa de Obama y dos semanas más hubieran llevado a la ONU a autorizar la invasión de los EU. Guantánamo no molesta por la violación de las garantías civiles sino por la tortura. No hay, pues, un examen crítico del imperialismo. Bush logró tocar uno de los resortes que otros presidentes también utilizaron: el miedo. La guerra fría fue la guerra del miedo. Corea y Vietnam fueron el miedo al comunismo en el mundo. McCarthy y su macartismo fueron avalados por la mayoría silenciosa a la que apeló Nixon para terminar con la guerra de Vietnam. Reagan exacerbó el miedo para reventar a la Unión Soviética con

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  presupuestos militares que los soviéticos no pudieron equiparar. Carter se negó a usar el miedo y por eso le faltaron el respeto a los EU con los rehenes en la embajada de los EU en Irán durante más de un año. Bush encontró en el miedo su posibilidad de respuesta. Le achacan todo pero los ataques del 11 de septiembre fueron posibles por la frivolidad de Clinton: no analizó estratégicamente el bombazo en el WTC en 1993, el primer gran ataque terrorista dentro de los EU: el aparato de inteligencia y seguridad nacional se desarticuló, Clinton quería ofrecerse como el presidente bueno. Bin Laden no fue caracterizado como enemigo Y no se le persiguió. Y Bin Laden preparó los atentados del 9/11 dentro de los EU. Es decir: la crisis de los EU en realidad no es moral sino de viabilidad del imperio. La moral en los EU podría ser la misma que en el México de El Alazán Tostado: un árbol que da moras. Un gobierno moral significaría la destrucción de los EU. Pues entonces habrá que esperar que Obama responda a la pregunta clave: ¿los EU son un imperio o una metáfora? El ascenso de Obama fue la suma de todas las crisis de conciencias morales de los estadunidenses. Se lo escribió Mailer a la señora Kennedy el 3 de noviembre de 1960: “no estoy de acuerdo con su marido respecto a Cuba (y vendrían luego Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles). Creo que se dispone a cometer un grave error, pero votaré por él de todas formas”. Luego Mailer escribiría su arrepentimiento: “la noche en que Kennedy fue elegido experimenté una sensación de espanto, como si hubiera cometido un grave error, como si de un modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mí mismo”. Ahí es donde los Estados Unidos se convierten en una metáfora de lo que todos quieren ser haber sido pero no pudieron serlo. Al final Obama tendrá que ser el presidente del imperio, porque su mundo de metáforas nada tiene que ver con el uso descarnado del poder. A menos que quiera repetir el papel de Carter: la moral lo reivindicó con su alma pero le hizo perder la reelección. Obama tendrá que decidir entre su moral o la reelección. Y no hay mucho riesgo en la apuesta: a la reelección. Al final debe quedar la afirmación de Susan Sontag, por encima de las pasiones y los sentimientos: “todo lo que se siente acerca de este país (los EU) esta, o debiera estar, condicionado por la percepción del poder norteamericano. Porque al final de cuentas Obama es presidente de la nación más poderosa del mundo, la que se encuentra en crisis, la que reafirmó en el discurso de toma de posesión la hegemonía del mundo y la que quiere seguir siendo imperio.

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SEGUNDA PARTE CIA: Continuidad Bush-Obama La revelación de documentos donde se estableció el principio legal de que la tortura era permitida a pesar de violar tratados internacionales fue apenas la punta del iceberg de una nueva fase de actividades clandestinas de la CIA. Faltan por conocerse las cárceles clandestinas que se crearon en el mundo para ocultar a presuntos terroristas. Un reporte del Parlamento Europeo reveló en junio de 2007 la existencia de cárceles clandestinas de la CIA en Polonia y Rumania, dos enclaves ex comunistas de la ex URSS ahora dominados por los Estados Unidos. Y asimismo, el Parlamento Europeo también descubrió la realización de vuelos secretos con prisioneros excluidos de todos los tratados de derechos humanos. Asimismo, el debate centrado ahora en la tortura de prisioneros y básicamente en la autorización del Departamento de Justicia de Bush para aplicar la asfixia en agua o con bolsa de plástico, fue apenas una de las tantas técnicas utilizadas por expertos de la CIA y del Departamento de Defensa. Las revelaciones sobre las torturas en la cárcel de Abu Ghraib mostraron la violación de las creencias religiosas de los presos musulmanes. El problema de fondo fue el reconocimiento del gobierno de Bush, y ahora de Barack Obama, de que en todo momento el uso de la tortura se hizo a partir de una doctrina. En junio de 2007, al darse a conocer la larga lista de actividades ilegales de la CIA en un reporte conocido como “Las Joyas de la Familia”, el entonces director de la CIA de Michael Hayden explicó el principio doctrinario del uso de la tortura: Actuar “en nombre de los estadunidenses”. Al perdonar las torturas de la CIA contra presuntos terroristas, el presidente Obama afirmó que los espías actuaban “con los valores americanos”. La CIA se ha convertido en el símbolo nefasto de la guerra fría. Creada para combatir el expansionismo ideológico de la Unión Soviética, derivó en aparato operativo de actividades clandestinas para justificar intervencionismos de la Casa Blanca. En 1984, por ejemplo, el director de la CIA de Reagan, William Casey, ordenó la redacción de un documento sobre México que justificara una ofensiva de Washington contra México. El encargado del reporte, el analista John Horton, se negó a hacer documentos tergiversados. Y a principio de 1985 reveló, en un artículo publicado en el The Washington Post, que la CIA fabricaba reportes para avalar intervenciones.

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  La revelación de actividades ilegales de la CIA comenzó en diciembre de 1974 con un reportaje publicado en la primera plana del The New York Times por el periodista Seymour Hersh, donde denunciaba que la CIA había violado las leyes al realizar operaciones dentro de los EU, y señalaba que había espiado a disidentes de Nixon. La presión llevó a dos comisiones del Senado contra la CIA, la Church y la Rockefeller, y a la revelación de que la CIA había recibido autorización presidencial de Kennedy y Nixon para asesinar a políticos y derrocar gobiernos. El presidente Obama ha quedado atrapado en la realidad de las operaciones clandestinas de la CIA. El martes de esta semana, presionado por el efecto negativo de la desclasificación de documentos del Departamento de Justicia que autorizaban a la CIA a torturar a presuntos terroristas, Obama hizo su primera visita formal a las instalaciones de la CIA en Langley, Virginia, cruzando apenas el Potomac, y ofreció su “total apoyo” a la CIA y a sus agentes. Y lo hizo con una afirmación que revalidó la doctrina Bush: “Voy a proteger su trabajo con la misma energía que ustedes defienden el país”. El espaldarazo de Obama a la CIA fue una decisión para lavar el rostro de la agencia manchado por el uso de torturas. Inclusive, el debate ha sido una muestra del absurdo: a la CIA le acreditan el concepto de “asfixia simulada”. Los expertos del Departamento de Justicia exculparon el hecho con el argumento de que el uso de la asfixia llevaba a una simulación de la muerte y que no causaba daños permanentes en los detenidos. Sin embargo, los torturados sí padecían la asfixia –y nada simulada– es decir, eran ahogados hasta el borde de la muerte. Asimismo, se autorizó a agentes de la CIA a “lanzar contra la pared a detenidos”, sin reconocer que ahí sí había daños permanentes. Y al romperles la rutina de la comida, el sueño y el uso de sus extremidades, los detenidos padecieron atrofia. La justificación de la CIA, avalada ya por el presidente Obama, fue en el sentido de que los terroristas tenían a su favor el respeto a las garantías individuales que les otorgaban las leyes y que así no podía obtenerse información. La CIA aceptó, ahí, su fracaso como agencia encargada de recopilar información. Al final, la tortura tiene la función de destruir al adversario y encarecerle sus tareas agresivas, no de obtener información bajo presión que no siempre es confiable. El aval de Obama a la CIA y la decisión de no penalizar el uso de la tortura representó una de las definiciones políticas más importantes del presidente Obama. La CIA continuará con sus actividades, a partir de la certeza de que sus excesos no serán castigados. Lo malo del asunto es que Obama mantuvo la doctrina Bush de combatir a los terroristas con las armas

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  de la ilegalidad. La CIA puede seguir operando con el apoyo del presidente de los Estados Unidos.

Encuesta: Barack Obama, de la esperanza a la realidad 1.- ¿Cuál es el nivel de popularidad con que llega Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos? J. Carter 78% R. Reagan 58% G.H.W. Bush 65% W. Clinton 68% G.W. Bush 62% B. Obama 78% 2.- ¿Confía usted que Barack Obama tome las decisiones correctas como presidente para enfrentar la recesión económica que enfrentan los EU? Sí 82.6% No 10.5% No sabe / No contestó 6.9% 3.- ¿Considera usted que el presidente Barack Obama responderá a las expectativas que promovió entre la ciudadanía? Sí 67.9% No 16.3% No sabe /No contestó 15.8% 4.- ¿En cuánto tiempo espera que se vean resultados positivos del programa anticrisis, de recuperación económica del presidente Obama? Dos años 56.8% Tres años 19.3% Cuatro años 17.2% No sabe / No contestó 6.7% 5.- ¿Cómo considera que estará su economía y la de su familia en la administración del presidente Barack Obama? Mejor 77.6% Igual 12.1% Peor 6.4% No sabe /No contestó 3.9% Entre ciudadanos mexicanos

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  6.- ¿Cree usted que con el presidente Barack Obama mejorarán las relaciones con México? Sí 56.7% Igual / Regular 19.5% No 13.8% No sabe / No contestó 10.0% 7.- ¿Considera usted que hay signos o posturas del presidente Barack Obama que indiquen que tiene interés en impulsar una ley que legalice a los trabajadores mexicanos que están en los EU? No 63.2% Algunos 18.6% Sí 10.3% No sabe 1 No contestó 7.9% 8.- ¿Cuáles considera usted que serán los beneficios de la administración de Barack Obama para México y los mexicanos? Salir más rápido de la recesión Política bilateral más equilibrada Mayor respeto hacia México Otros

43.8% 29.5% 16.9% 5.4%

Pese a todas las expectativas, aún está por saber si el ascenso de Barack Obama al poder en los EU fue una buena o una mala noticia. Pues he aquí que las crónicas del poder suelen satisfacer las pasiones del largo plazo pero no logran explicar la historia de lo inmediato. Barack Obama pasó a la historia como el primer negro que llegó a la presidencia de los Estados Unidos. Y que lo hizo sobre el repudio contra George W. Bush. Y que todo se medirá conforme a los únicos resultados que suelen importar a los estadunidenses: los que fijan la popularidad de un presidente y los que marcan la posibilidad de la reelección. Y es la sociedad norteamericana la escurridiza. Con la habilidad de haber escogido a un hombre de color para la presidencia buscó la expiación de culpas por haber votado dos veces a Bush y haber caído en el garlito del miedo, de sus propias pasiones, del temor al monstruo del radicalismo musulmán que afectaba su modo de vida. Y la misma sociedad que miró con pasividad a Bush era la misma que saludó cálidamente a Obama. El problema en los EU es la falta de crítica. La sociedad progresista parece haberse conformado con el color de la piel de Obama, sin

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  racionalizar el hecho de que el sistema político es consustancial del sistema económico de explotación, del sistema militar de dominación y del sistema social de expoliación internacional. La crítica intelectual actual fue mediocre. No la hubo contra Bush. Y nadie se atrevió a contextualizar a Obama en el escenario de la reconstrucción del mismo capitalismo de siempre. Por eso es necesario acudir a los que faltan. En 1966, cuando los EU se enfilaban hacia el gran colapso de 1968, la escritora Susan Sontag respondió una encuesta de la revista Partisan Review sobre el momento de los EU. Y ahí fijó una tesis que sigue siendo válida y que podría ser punto de partida para analizar el fenómeno Obama: “Todo lo que se siente acerca de este país (los EU) está, o debería estar, condicionado por la percepción del poder norteamericano: de los Estados Unidos como el archiimperio del planeta, que retiene en sus manazas de King Kong el futuro tanto biológico como histórico del hombre”. Y daba sus tres perfiles de los EU “Los Estados Unidos se fundaron a partir de un genocidio”. “Los Estados Unidos no sólo tuvieron el sistema de esclavitud más brutal de los tiempos modernos sino también un sistema jurídico único que no reconocía, en un solo sentido, que los esclavos eran personas”. “Los Estados Unidos se formaron como país –por contraposición a la colonia– gracias principalmente al excedente de pobres de Europa, reforzado por el pequeño grupo de los que sólo estaban Europamüde, cansados de Europa”. En la figura de Obama se impuso la imagen por sobre la realidad. ¿Bastará el color de la piel para resolver las contradicciones del imperio? Obama va a retirar las tropas de Irak –ya lo había decidido Bush, por lo demás– en medio de la euforia de la gente. Pero a ver, a ver. ¿Va a retirar las tropas o va a cambiar la estrategia de seguridad nacional de los EU hacia el medio oriente? Porque Bush atacó a Irak por una pasión enfermiza propia y de su padre pero también con el objetivo de arrinconar a los terroristas en su territorio y para crear las condiciones de una democracia impuesta. Obama no ha redefinido la estrategia terrorista ni ha dicho si va a continuar con la estrategia imperial de imponer la democracia a la norteamericana en sociedades ajenas a esa tradición. Obama anunció el cierre de la cárcel de Guantánamo por las torturas a prisioneros. Bueno, dicen que cuando le avisaron a Bush de esa decisión, el aún presidente sólo dijo: “qué bueno porque yo llevo dos años tratando de

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  cerrarla y no puedo”. Obama no ha explicado qué es para él Guantánamo: ¿la queja ciudadana por torturas a algunos prisioneros o la decisión del presidente Bush de poner la seguridad por encima de las garantías civiles… y, sorpresa, con el apoyo del Congreso al que, otra sorpresa, pertenecía Obama? Hasta ahora sólo es el tema de la tortura. Por tanto, va a continuar la política de seguridad violando derechos civiles. Sontag, Norman Mailer, Tom Wolfe y algunos otros, aquéllos que se comprometieron personalmente contra la guerra de Vietnam y participaron en actividades callejeras contra Johnson y Nixon, fueron al fondo de la crítica. Los EU eran imperialistas. Con la violación de leyes y códigos, Sontag por ejemplo realizó en junio de 1968 un viaje a Hanoi, la capital del comunismo vietnamita y escribió sobre ello para demostrar que ahí había una guerra imperialista. Obvio: Saddam Hussein, el carnicero, no es el Tío Ho Chi Minh que enarbolaba la bandera de la independencia. Pero de todos modos los intelectuales pasaron al activismo. Ahí están las grandes crónicas de Mailer sobre las marchas al Pentágono para quemar públicamente las tarjetas de reclutamiento de jóvenes. Y a unos pasos rodeando el Lincoln Memorial, en uno de los extremos del The Mall, están los museos de la guerra de Corea, la primera guerra imperialista de la guerra fría capitalismo-socialismo, y del otro lado del pequeño lago se yergue el muro de los 58 mil muertos en Vietnam. Ahí estaba la esencia de los EU que va a gobernar Obama. Y ahí estaba la herencia de Bush, de los Bush, del Clinton que bombardeó Afganistán para distraer la atención de sus encuentros sexuales con Mónica Lewinsky en una cocina al lado de la Oficina Oval, del Clinton que no entendió el bombazo en el estacionamiento del World Trade Center en 1993 y a cuya pasividad y frivolidad se debió el ataque que destruyó el WTC ocho años después. Obama aparece como un político pragmático, astuto, molusco. Carece de conciencia histórica: llegó a territorio de los EU en 1983, sin participar en las luchas por los derechos civiles. Y su tarea fue estudiar, prepararse, escalar la estructura de poder tradicional. Como senador alentó programas de atención a la pobreza de las minorías de color en Chicago, pero sin convertirlas en conciencia histórica. Los discursos de Obama no se localizan en el escenario del conflicto racial. Más bien buscan superar el tema sin resolver las contradicciones históricas y de comprensión. Lo malo es que el racismo en los EU no se va a resolver con retórica sino atendiendo las contradicciones morales. El tema va más allá: ¿a quién le confiaría usted una cirugía de vida o muerte de un familiar cercano, un hijo, por ejemplo? ¿A un doctor blanco o

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  a un doctor negro? El asunto es complicado; la respuesta podría ser sencilla: en peligro de muerte, muchos contestan que a un doctor blanco. La razón; el doctor negro puede ser eficaz, pero pudo haber sido beneficiario de ascensos en función de su condición de minoría. En cambio, los doctores blancos logran sus ascensos en función de una competencia de habilidades. Así se las gasta el racismo. No fue sólo el discurso de Lincoln en 1863 de que todos “nacimos iguales”, sino la corrección de los grupos racistas bajo la connotación de las Leyes de Jim Crowe: sí, iguales, pero separados. Así nació en los EU la segregación racial. El The Washington Post publicó un par de días antes de la toma de posesión una foto: una tubería bajaba del techo y se desviaba hacia los dos lados: de uno, una pared blanca con un bebedero de agua limpio, sobre una pared blanca, en perfecto estado; la otra tubería iba al otro lado, a un bebedero sucio, en mal estado, pequeño. Cada bebedero tenía un letrero: Blancos, de Color. Lo paradójico es que Obama ganó con el voto de la crisis de conciencia del racismo en un país que se fundó sobre el exterminio de minorías raciales y la esclavitud, pero su meta prefijada está lejos de los temas del color de la piel. El día antes de su toma de posesión, Obama publicó un sustancial ensayo en el periódico The Washington Times, considerado como el vocero de la derecha, para convocar a darle la vuelta a la página del racismo. Pero el tema está presente. Cierto que las relaciones interraciales que fueron condenadas en los sesentas son hoy cosa común, pero de todos modos sigue la esperanza de ajustar cuentas con la historias. La única conciencia histórica de Obama es su nacimiento producto de una pareja interracial que al comienzos de los sesenta no hubiera podido vivir en los EU. Pero no hubo en esa relación más conflicto que los desencuentros de parejas. Su madre, blanca, se divorció de su padre keniano, luego llegó su nuevo matrimonio con un indonesio y algunos años en ese país. Como hombre de color, Obama destacó por su inteligencia en la Universidad de Harvard. Su desapego de la conciencia histórica del racismo lo hizo ponerse otros objetivos. Ahora llega con el voto de la comunidad afroamericana casi como venganza histórica, pero su papel no va a ser una nueva guerra civil sino la reconstrucción del capitalismo. Por eso se espera cuando menos un poco de más sensibilidad de Obama con respecto a las minorías. Pero su propuesta de reforma migratoria no servirá para terminar con el racismo sino para darle mayor dinamismo al capitalismo con la mano de obra hasta ahora explotada. Obama será, pues, el encargado de una minoría con la tarea de reconstruir la viabilidad del sistema capitalista de la mayoría. Buscará crear empleos, ampliará la cobertura de la seguridad social y abrir los esquemas educativos. Pero la carga moral del racismo seguirá latente en los sectores

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  que persiguen a los indocumentados, en el problema de la migración ilegal, en las leyes aprobadas para castigar la ilegalidad. Pero todo ello lleva una carga racista. ¿Son los Estados Unidos un imperio o una metáfora? Mailer se encargó de desentrañar los misterios de los orígenes históricos. Sontag los criticó. Wolfe se burló de ellos. Los jóvenes contra la lucha de Vietnam fueron aguerridos no tanto por la guerra en sí sino porque habían sido llamados a filas. ¿Qué hubiera pasado con la protesta juvenil, de Berkeley al Pentágono, sin las tarjetas de reclutamiento? Irak molesta a un sector que se sintió engañado por la mentira de las armas de destrucción masiva pero que aceptan el derrocamiento de Hussein. Es decir, el problema no es de crítica al imperio sino de calendario y legitimidad: una nueva negativa de Obama y dos semanas más hubieran llevado a la ONU a autorizar la invasión de los EU. Guantánamo no molesta por la violación de las garantías civiles sino por la tortura. No hay, pues, un examen crítico del imperialismo. Bush logró tocar uno de los resortes que otros presidentes también utilizaron: el miedo. La guerra fría fue la guerra del miedo. Corea y Vietnam fueron el miedo al comunismo en el mundo. McCarthy y su macartismo fueron avalados por la mayoría silenciosa a la que apeló Nixon para terminar con la guerra de Vietnam. Reagan exacerbó el miedo para reventar a la Unión Soviética con presupuestos militares que los soviéticos no pudieron equiparar. Carter se negó a usar el miedo y por eso le faltaron el respeto a los EU con los rehenes en la embajada de los EU en Irán durante más de un año. Bush encontró en el miedo su posibilidad de respuesta. Le achacan todo pero los ataques del 11 de septiembre fueron posibles por la frivolidad de Clinton: no analizó estratégicamente el bombazo en el WTC de 1993, el primer gran ataque terrorista dentro de los EU: el aparato de inteligencia y seguridad nacional se desarticuló, Clinton quería ofrecerse como el presidente bueno. Bin Laden no fue caracterizado como enemigo y no se le persiguió. Y Bin Laden preparó los atentados del 9/11 dentro de los EU. Es decir: la crisis de los EU en realidad no es moral sino de viabilidad del imperio. La moral en los EU podría ser la misma que en el México de El Alazán Tostado: un árbol que da moras. Un gobierno moral significaría la destrucción de los EU. Pues entonces habrá que esperar que Obama responda a la pregunta clave: ¿los EU son un imperio o una metáfora? El ascenso de Obama fue la suma de todas las crisis de conciencias morales de los estadunidenses.

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  Se lo escribió Mailer a la señora Kennedy el 3 de noviembre de 1960: “no estoy de acuerdo con su marido respecto a Cuba (y vendrían luego Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles). Creo que se dispone a cometer un grave error, pero votaré por él de todas formas”. Luego Mailer escribiría su arrepentimiento: “la noche en que Kennedy fue elegido experimenté una sensación de espanto, como si hubiera cometido un grave error, como si de un modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mí mismo”. Ahí es donde los Estados Unidos se convierten en una metáfora de lo que todos quieren ser haber sido pero no pudieron serlo. Al final, Obama tendrá que ser el presidente del imperio, porque su mundo de metáforas nada tiene que ver con el uso descarnado del poder. A menos que quiera repetir el papel de Carter: la moral lo reivindicó con su alma pero le hizo perder la reelección. Obama tendrá que decidir entre su moral o la reelección. Y no hay mucho riesgo en la apuesta: a la reelección. Al final debe quedar la afirmación de Susan Sontag, por encima de las pasiones y los sentimientos: “todo lo que se siente acerca de este país (los EU) está, o debiera estar, condicionado por la percepción del poder norteamericano”. Porque al final de cuentas Obama es presidente de la nación más poderosa del mundo, la que se encuentra en crisis, la que reafirmó en el discurso de toma de posesión la hegemonía del mundo y la que quiere seguir siendo imperio.

Obama, un hecho histórico II Dilema: ¿Imperio o República? Hoy que al medio día que Barack Obama jure como presidente, el dilema histórico del siglo XXI para los EU habrá comenzar contar el reloj de la historia: ¿imperio o república? El escepticismo es mayoritario: Obama no terminará con las conductas imperialistas de los EU, simplemente tratará de hacerlas menos onerosas. Obama pareció haber sido un accidente de la historia política norteamericana, Su candidatura surgió en el escenario del agotamiento moral estadunidense después de ocho años de Bush y ocho años de Clinton, ante la candidatura republicana de un John McCain presentado sólo como prisionero en Vietnam –POW, prisioner of war– de una Hillary Clinton arrastrando el fardo del escándalo político de su esposo y la decisión del electorado de castigar a la clase política tradicional. Por sí mismas, las credenciales de Obama eran poco sólidas: apenas diez años de la política, a la que ingresó como senador estatal por Illinois en 1997, fracasó en la lucha por la candidatura a diputado en 2003 y ganó la senaduría federal en 2004. En 2004 sorprendió a los demócratas con un

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  discurso en la convención nacional del partido. Así que de hecho, Obama tiene apenas cuatro años en la política federal, aunque con sensibilidad, instinto y astucia. Lo malo, sin embargo, es su carencia de grupo político. Como se le criticó en la campaña, su gobierno no iba a ser el primero de Obama sino el tercer periodo del gobierno de Bill Clinton: las principales posiciones de poder y de decisión en el gabinete de Obama proceden del equipo político de Clinton. Así, Hillary Clinton no alcanzó la candidatura presidencial pero su control del grupo Clinton le dará un especial espacio de decisión y, sobre todo, de definición de líneas políticas de largo plazo. La duda que prevalece aquí radica en saber hasta qué punto Clinton va a seguir manejando el gobierno, aunque las líneas políticas sean dictadas por Obama. Obama llega en la coyuntura del agotamiento de la línea imperial de la política exterior. De la guerra de Corea en 1951 a la invasión a Irak en 2003, la Casa Blanca ha tratado de gobernar al mundo, se ha convertido en el policía del capitalismo y se ha dado la misión histórica de marcar un territorio imperial de hegemonía capitalista. La aureola moral de los EU conseguida en la segunda guerra mundial al derrotar al fascismo perdió brillo cuando se metió en guerras regionales durante el periodo de la guerra fría parta delimitar el espacio de acción del socialismo también imperial. Los EU llegaron a las elecciones del 2008 con un agotamiento moral. Pero sin un debate intelectual. La movilización de la cultura en los sesenta para oponerse a la guerra de Vietnam estuvo determinada por la decisión de Johnson de reclutar obligatoriamente a jóvenes para mandarlos a la guerra. Hoy Bush encontró la salida de la contratación de soldados por la vía del outsourcing o empresas de mercenarios. Pero también por el fin del pensamiento intelectual disidente. A mediados de los sesenta la escritora Susan Sontag se quejaba que los intelectuales eran profesores domesticados. La crítica en aquellos años fue intelectual. Hoy el debate pacifista carece de voces morales. Obama llega en un momento de definiciones históricas: ¿va a reconstruir el capitalismo y con ello a fortalecer de nueva cuenta la vertiente militar del imperialismo del dólar o decidirá un camino menos imperial que le haga perder posiciones geoestratégicas y de seguridad nacional a los EU? La gran lección histórica del modelo norteamericano es que carece de una justificación democrática y moral. Por eso los escépticos creen que no habrá una nueva política exterior y va a seguir la doctrina militarista. El mundo se encuentra en la Lógica Yalta: el reparto de posiciones. Sin la aureola del socialismo, la Rusia de Vladimir Putin .acaba de inaugurar una nueva etapa de la guerra fría: la conquista de posiciones de poder en

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  Europa, Medio Oriente y América Latina para echar a los estadunidenses. Irak fue una obsesión de la familia Bush, pero también una posesión petrolera, un campo de batalla del terrorismo y un equilibrio geoestratégico en el medio oriente. Vietnam fue lo mismo. Y al final ha ganado el capitalismo, pues Vietnam, Rusia y China han optado por la economía de la producción capitalista. Gran parte de los productos que se venden en los EU tienen la leyenda de “hecho en China”: el comunismo al servicio del capitalismo. Los espacios políticos de Obama son reducidos, sobre todo porque carece de una definición de política militar. Su decisión de salirse de Irak ha tenido la decisión de aumentar la presencia militar de los EU en Afganistán para impedir el regreso de los talibanes al poder. Y también para continuar con la doctrina Bush de liquidar a los terroristas musulmanes en sus propios territorios. Así como Bush se obsesionó con Hussein en Irak, así Obama ha tomado la búsqueda y liquidación de Osama bin Laden como objetivo propio. Detrás del simbolismo histórico del primer presidente negro en los EU se esconde la realidad del poder: los derechos de las minorías no implican la redefinición automática de los poderes militares. Obama podría ser el primer presidente negro de la historia de los EU, pero un presidente militarista más de la lógica del capitalismo imperial.

Obama, un hecho histórico III La realidad: EU es un imperio En medio de la euforia por el ascenso al poder del primer presidente negro en la historia racista de los Estados Unidos, la realidad terminará por imponerse: Barack Obama será el 44 presidente de un imperio. Las expectativas que levantó Obama son dos: de un lado, sustituir a un George Bush que terminó con un nivel de popularidad de 22% y que se convirtió en el presidente más repudiado de la historia de los gobernantes estadunidenses: de otro lado, encarnar por decisión propia las esperanzas de los grupos lastimados del capitalismo. El discurso de Obama en las escalinatas del Capitolio estuvo bien escrito y mejor dicho. Jugó bien con los sentimientos de los ciudadanos, ahora más que nunca necesitados de una esperanza. Los dos temas básicos de su agenda quedaron bastante claros: primero, antes que otra cosa, la

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  reactivación de la economía y la creación de empleos; segundo, tratar de definir una nueva política militarista para seguir dominando al mundo. En ambos casos, la prioridad de Obama radica en volver a poner en funcionamiento el capitalismo hegemónico. Por formación política, Obama carece de un pensamiento estratégico en política exterior, a pesar de haber nacido en Hawai y vivido en Indonesia y Kenia. Un pensamiento estratégico es siempre una visión geopolítica. Y ahí Obama no ha mostrado gran cosa: va a regresar las tropas de Irak que ya había anunciado Bush, pero no ha explicado cómo se va a mantener el equilibrio político regional en la zona petrolera fundamental para los EU. Quiere atrapar a Osama bin Laden, pero sabe que el costo es un mayor involucramiento militar en Afganistán, donde existen casi 40 mil soldados estadunidenses. El primer tropiezo de Obama será con la realidad. No es lo mismo escribir y decir discursos de profunda retórica poética que –diría Hillary Clinton de Obama en la pasada campaña– decidir en la prosa de la realidad de las directivas militares y de seguridad nacional. La sombra de Jimmy Carter va a acompañar a Obama. Carter fue un presidente con una enorme carga moral de culpa, limitó la política exterior de las cañoneras pero a costa de romper el equilibrio geopolítico en el Medio Oriente con el surgimiento de Irán. En América Latina regresó el canal a los panameños pero no supo cómo contribuir a la modernización económica de la región. Todo imperio está condenado a cumplir el papel de dominio hegemónico o a desaparecer. Y todo imperio debe funcionar a partir de intereses geopolíticos, no sociales. Las fiestas de investidura de Obama fueron populares. Ayudó el desprestigio de Bush. Pero sobre todo, contribuyó el hecho de que los ciudadanos carecen de memoria: Bush no fue el diablo expulsado del paraíso sino un invento de los peores temores y fobias de los estadunidenses. Hoy los ciudadanos repudian a su propia creación. Pero Bush fue el lado oscuro de la conciencia de los estadunidenses. Peor aún: para los estadunidenses, Bush fue la peor pesadilla de sí mismos. Por eso Obama es una especie de expiación de los estadunidenses. Obama es un político sin conciencia histórica. Es pragmático, funcional, sin sentimientos de culpa. Sabe de sus potencialidades por su origen afroamericano, pero no se curtió en las luchas raciales. Por eso no se presenta como un presidente “de” los negros. Por eso también sus discursos enfatizan la unidad ciudadana sin diferencias de razas, pero en una nación construida justamente por el valor social del racismo. Por eso algunas quejas comienzan a perfilarse. Bill Clinton es conocido como el primer “presidente negro” de la historia de los EU. Y a pesar de una presión socia l e intelectual

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  para arrinconarlo como el verdadero primer presidente negro de la historia política de los EU. Obama pareciera querer ser el primer “presidente blanco” de la comunidad negra. La revista The Atlantic, de influencia intelectual, se pregunta si terminó el ciclo de “la América blanca”. Obama no será un presidente para los negros sino para la reconstrucción del capitalismo hegemónico y del imperio hegemónico en lo militar. Por eso confirmó en el Departamento de Defensa a Robert Gates, un republicano colaborador de los Bush, y a Hillary Clinton en el Departamento de Estado. Los mensajes con claros: la continuidad del enfoque militar y el dinamismo de una mujer dispuesta a ordenar el envío de misiles a las 3 de la mañana desde la Casa Blanca. El espectáculo en el corredor conocido como The Mall, del Capitolio al Obelisco a Washington y de ahí al Lincoln Memorial, fue estremecedor por el arribo a la Casa Blanca del primer presidente negro. Pero la verdadera historia de las naciones no se escribe nada más con detalles simbólicos por sus expectativas, sino con la realidad en el ejercicio del poder. En su campaña, Obama pudo fijar una imagen más de pastor que de líder político y casi nada de gobernante. No es el primero que quiere ser un gobernante bueno en un imperio. Ahora viene el despertar de la realidad. La única posibilidad que tiene Obama de sobrevivir en la jungla de los intereses imperiales es asumir la condición que tuvo John F. Kennedy, a decir de Norman Mailer: a pesar de fallas y errores, ser un héroe existencial, en donde la existencia preceda a la esencia, donde el carisma disminuya la maldad del poder.

Obama, un hecho histórico IV EU: poesía y prosa del Imperio Las primeras horas de ejercicio del poder del presidente Barack Obama van a tener que diseñar una estrategia para el problema fundamental de su administración: no la recesión y amenaza de depresión, tampoco el desempleo, menos aún Irak, Irán, Gaza y la política exterior. El problema número uno del nuevo presidente de los EU será la crisis de expectativas. Dos palabras suelen ser revividas cada cuatro y ocho años. El uso y desuso le han disminuido valor corriente: cambio y esperanza. Todos los candidatos presidenciales luchan por apropiarse de un concepto para ganar los votos. Obama fijó su campaña en esas dos palabras pero les agregó un adjetivo: “nuevo” y “nueva”; nuevo cambio y nueva esperanza.

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  En las calles de Washington se han multiplicado carteles alusivos: el cambio llegó con Obama. Pero a la larga, las posibilidades del cambio se mirarán reducidas. Se trata de un cambio con respecto al antecesor. Al final de cuentas, sus discursos, su gabinete y sus primeras decisiones han comenzado a mostrar que Obama no será el presidente del cambio sino el de la continuidad. Y que su apuesta fue sólo a mostrar una imagen diferente: discursos que asumieron el pesar de la gente, el color de la piel, su crítica a la vieja política. Pero aquí en los EU valen nada más las decisiones las políticas las definiciones. En materia económica, Obama aprobó la estrategia de Bush de salvar a las corporaciones y usar la política fiscal para reactivar el consumo, pero sin modificar la estructura productiva que ya no responde a las necesidades del consumo y el comercio, sin tocar el modelo especulativo cuya ambición llevó a la quiebra de empresas y de la bolsa y sin proponer una reforma del modelo de producción-consumo. En política exterior las cosas seguirán igual: pasará del fundamentalismo de Bush y la lucha antiterrorista a la frivolidad estilo Clinton. En su audiencia de confirmación, Hillary Clinton no pudo presentar un enfoque geoestratégico del papel de los EU en el mundo y todo lo redujo a un concepto de lo más vacío: “diplomacia inteligente”. La frase se entendió como una crítica a la diplomacia tonta de Bush. Pero la crisis de la política exterior de los EU es más que la interpretación del 9/11 y ha llegado a los fundamentos que apenas habría tocado Obama y luego replegado: ¿cuál debe ser la política exterior de un imperio y cuál la de una nación que ha asumido el papel estabilizador del mundo? El problema de Irak no son las tropas sino la locura del terrorismo y la de la respuesta militar. La crisis en Gaza no es de Hamás e Israel sino de un hecho histórico dominado por intereses estratégicos. La guerra fría terminó con el desplome del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética y el campo socialista pero ahí viene Vladimir Putin de regreso a una nueva fase de la guerra fría: no de ideologías sino de poder. Corea e Irán le han apostado a poseer armas nucleares pero para una lógica fundamentalista. Y la respuesta de Obama será una “diplomacia inteligente”, pero en manos de una guerrera que no vacilará en usar armas nucleares a las 3 de la mañana. La crisis de expectativas de Obama estallará en los problemas de la agenda del corto plazo. Los EU quieren salirse de Irak pero dejarán un proceso a medias que pudiera revertirse por el regreso de los talibanes en Afganistán, la recomposición de Osama bin Laden y la estrategia de Irán. La crisis económica requerirá de un poco de más sacrificios pero ante la

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  esperanza ciudadana de que la crisis desaparezca la tarde del 20 de enero, aunque en el escenario de una mayor recesión de corto plazo para contener una depresión de largo plazo. Un asesor de Bush hizo algunas ironías sobre la candidez de Obama. Cuando Obama, la víspera de su toma de posesión, dijo que una decisión urgente sería la de cerrar la prisión de Guantánamo, dice que Bush sonrió y dijo que adelante porque él había decidido clausurarla hace dos años y no había podido. Simpatizantes de Obama dicen que podría anunciarse el cierre pero tardar dos años. El problema de Guantánamo no radica en las torturas sino en la existencia de presos documentados como terroristas que nadie quiere aceptar en ninguna cárcel del mundo. Obama va a intensificar su poesía discursiva para posponer la crisis de expectativas de la prosa del ejercicio del poder del imperio del mundo. Le ayudará mucho el repudio a Bush y a los errores de los ocho años, además del cargo de conciencia de los estadunidenses que votaron dos veces por Bush. La agenda será lo de menos. Por ejemplo, el tema migratorio será soslayado porque los EU carecen de un escenario económico viable. Asimismo, Obama tendrá que lidiar con su principal lastre: el color de su piel. La estructura de la crisis del modelo económico estadunidense no se puede permitir ahora decisiones para beneficiar a un sector, el de los afroamericanos. Por tanto, por ese lado vendrá pronto una oleada de críticas a Obama. Lo único que puede salvar a Obama será la retórica del discurso. Pero en el corto plazo, la crisis de los EU exige decisiones y no palabras.

Obama, un hecho histórico V Otra traición de la izquierda Una vez que George W. Bush terminó sus dos periodos, la gran certeza que quedó en el ambiente fue pesimista: los grandes grupos opositores internos en los Estados Unidos ya no existen. La izquierda y los sectores progresistas avalaron los excesos represores de los últimos años. Una vez con Barack Obama en la Casa Blanca, los ciudadanos han comenzado a tener una evaluación crítica de los ocho años de Bush. Y a pesar de terminar con una popularidad-aceptación de apenas 22%, Bush no fue sino reflejo de lo peor de la sociedad. Es decir, para los norteamericanos Bush no fue sino la peor pesadilla de sí mismos. Bush fue abucheado en la toma de posesión de Obama. Pero por los mismos que callaron ante sus excesos represores. La gran crítica y las grandes movilizaciones ciudadanas contra la guerra de Vietnam ahora no

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  existieron. Hoy no hubo los Norman Mailer, las Susan Sontag, Robert Lowell, Paul Goodman y muchos otros. Peor aún: existió la complicidad. El cineasta Oliver Stone, que abrió la herida de Kennedy e hizo sangrar la de Vietnam con la película Pelotón, difundió su película W, sobre Bush, pero presentando de manera complaciente al presidente más repudiado. La crítica intelectual de centro-izquierda en los EU fue apabullada por el discurso del miedo de Bush. Pero lo peor fue que no hubo siquiera un esfuerzo racional por exponerla. A diferencia de Vietnam, la protesta contra la guerra de Irak estuvo siempre desarticulada. Y las revelaciones de cierto sector de la prensa sobre las torturas de prisioneros en Guantánamo y en Abu Grahib no condujeron a movilizaciones, salvo pequeñas marchas. Bush tuvo todo el poder para hacer exactamente lo que quiso. La sociedad perdió su potencial crítico. Se vio con claridad el pasado domingo 18 durante el concierto que inició las fiestas de toma de posesión de Obama. El evento se realizó en el Lincoln Memorial, a unos pasos del muro que registra los nombres de los casi 60 mil soldados muertos en Vietnam y del museo que recuerda la guerra de Corea, dos de las expresiones máximas de las guerras ideológicas de los EU. Obama asistió al concierto. Es decir, el que sería el comandante en jefe de las fuerzas militares de ocupación era homenajeado por las clases populares y las élites artísticas progre. Era el mismo Obama que había anunciado el retiro de tropas de Irak pero sin modificar la doctrina de seguridad nacional que argumentó Bush para derrocar a Hussein y el mismo Obama que también había adelantado el envío de más tropas a Afganistán para destruir a los talibanes y de paso matar a Osama Bin Laden. El concierto se celebró a unos metros del famoso lago que aparece en películas y documentales contra la guerra de Vietnam y las manifestaciones de los hippies contra las guerras. Y ahí estaba el presidente electo del imperio que en ningún momento anunció un cambio en la doctrina militar o de seguridad nacional que definió Bush. Peor aún: Obama ya había confirmado la continuación de Robert Gates, secretario de Defensa de Bush, como secretario de Defensa del gabinete obamista. A ese Obama se le rindió la sociedad progresista. En el concierto estuvieron los cantantes críticos del belicismo: el jefe Bruce Springsteen, Bono y U2, Jon Bon Jovi, entre muchos otros. Pero todos sin crítica, homenajeando al próximo presidente del poderío imperial norteamericano. Porque Obama anunció el cierre de la prisión de Guantánamo pero no la derogación de las leyes que conculcaron los derechos civiles y políticos en aras de la seguridad; regresará las tropas de

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  Irak pero dejará en Bagdad un modelo político funcional a los EU; y no descansará hasta convertir a Afganistán en su propio Irak. En el concierto hubo todo tipo de oportunismo: desde la cantante colombiana Shakira que enardece a las multitudes moviendo el trasero y el busto y sin ninguna definición ni coherencia políticas, hasta el actor Tom Hanks que ha sido homenajeado con medallas por el ejército de los EU por sus películas de apoyo al enfoque belicista de las tropas. Obama ha sido asumido más como el factor de auto indulgencia de los norteamericanos que no protestaron contra Bush. Obama es una forma de reconciliación moral de la sociedad con sus propias pasiones malsanas. La hipocresía moral de los intelectuales prohijó a Bush y enaltecerá a Obama antes de exigirle una definición nueva de la política exterior. No es nuevo. Lo escribió en 1966, en pleno debate crítico contra Vietnam, Susan Sontag –una de las escritoras más críticas–: “cuando al ocupante de la Casa Blanca que manosea a la gente y se rasca las pelotas en público lo remplace un hombre al que le disguste que lo toquen y que considere a Ievtushenko “un tipo interesante”, los intelectuales norteamericanos no se sentirán tan descorazonados. La inmensa mayoría de éstos no son revolucionarios ni sabrían cómo serlo aunque lo intentarán. Son, sobre todo, profesores asalariados, y están tan a gusto como los demás dentro del sistema”. Y lo aceptó Mailer, a regañadientes, en 1964, luego de escribirle a Jacqueline Kennedy que lo que John F. iba a hacer en Cuba sería una locura pero que aun así votaría por él. Luego se arrepintió de ese voto: la noche en que Kennedy fue elegido experimenté una sensación de espanto, como si hubiera cometido un terrible error, como si de un modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mí mismo”. Sontag y Mailer fueron grandes ausentes en la coronación de Obama.

Obama, un hecho histórico VI México, la agenda desconocida Cuando se encontró con el presidente Calderón una semana antes de su toma de posesión, el presidente electo Barack Obama carecía de un conocimiento político y estratégico sobre México. En cambio, anunció que su primera visita oficial de Estado sería a Canadá. Por su formación política pragmática, Obama carece de una mentalidad estratégica y geopolítica. Y sus operadores del área de seguridad nacional vienen del modelo Clinton: un enfoque hacia Europa, China y el medio oriente. Para Obama, México es solamente un pozo de petróleo: su relación bilateral girará en torno a una alianza energética que disminuya la dependencia estadunidense del petróleo venezolano Y árabe.

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  La agenda de México hacia los EU se define en cinco temas: trato privilegiado, migración, comercio, narcotráfico y seguridad fronteriza. Para EU, sus temas son menos: petróleo, terrorismo y subordinación estratégica a las prioridades de Washington. En ninguna de las dos agendas aparecen los asuntos de Cuba, América Latina y Venezuela. La prioridad de Obama será interna. Su lógica es implacable: los Estados Unidos no pueden salvar al mundo si antes no se salvan a sí mismos. Por eso dedicará su esfuerzo a atender la crisis económica, y en lo externo buscará desdramatizar los asuntos más conflictivos. La orden para cerrar la cárcel de Guantánamo, que ya Bush había decidido, va a tropezarse con la piedra más grande: dónde colocar a los acusados de terrorismo. Y el regreso de las tropas de Irak tardará como dos años, con la previsión de un aumento en los atentados terroristas en Bagdad y otras partes del mundo. Pero no va a modificar la lógica antiterrorista de Bush. La estrategia de México hacia los EU padeció las mismas carencias de siempre. México está a la espera de la buena voluntad de Washington. Los temas más urgentes –migración, narcotráfico y comercio– nunca aparecieron en la campaña de Obama. Peor aún, Obama desconoce la realidad de México y de América Latina por la sencilla razón de que no son de interés geoestratégico para los EU ni ha viajado a esta zona del mundo. En su comparecencia en el Senado en las reuniones de confirmación, Hillary Clinton como secretaria de Estado habló de México sólo como sinónimo de petróleo. Bush dejó una herencia de marginación apenas atenuada por el papel activo del embajador Tony Garza. A diferencia de los afanes intervencionistas de otros embajadores, Garza fue un maestro de la mano suave. A él se le debe que los EU regresarán su atención al narcotráfico de México y optaran por la Iniciativa Mérida como una nueva fase en las relaciones bilaterales. Pero los diplomáticos mexicanos no entendieron el papel de Garza, quisieron la atención de Bush y México perdió los años de la alternancia para redefinir las relaciones bilaterales. La diplomacia mexicana va a extrañar a Garza. Y lo más seguro es que llegue en su lugar un embajador más intervencionista y exigente. Si Obama desconoce la existencia de México y Hillary estará más ocupada en Europa y China, el expediente México lamentablemente se va a definir y operar en las agencias de inteligencia y seguridad nacional. Y McCaffrey mandó ya un misil: ver a México como lo veían Reagan y el embajador Gavin: un problema. México no ha podido convencer a los EU que el asunto del narcotráfico es bilateral, algo que Garza tardó varios años en lograr. Y ahora con Obama se va a entregar el tema a funcionarios más exigentes y menos entendidos en la lógica política de México.

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  De los pronunciamientos de Obama pueden desprenderse algunas conclusiones: una de ellas es la decisión de preocuparse primero por los propios EU; otra, que existe en su enfoque de política exterior una doctrina imperial. Y su pragmatismo lo llevará a atender la política exterior en función de los conflictos. En lo económico le dará prioridad a la reconstrucción del capitalismo, en lo exterior va a mantener la lógica imperial y en lo social se reducirá a la creación de empleos. Todo lo que en el exterior se cruce con estas metas será soslayado por Obama. América Latina no es preocupación geopolítica. Bush demostró, dentro de su conservadurismo que podía convivir con países con gobiernos de izquierda democrática. Y a los de la izquierda dictatorial, procubana y anti estadunidenses, simplemente los ignoró. Los estrategas de seguridad nacional saben que Cuba está al margen de las prioridades y que el fin político de Fidel Castro es un problema para los cubanos de Cuba y que Hugo Chávez es un provocador al que no se debe tener en cuenta porque la dependencia del petróleo no es de los EU por las importaciones de crudo venezolano sino de los ingresos presupuestales venezolanos por las compras norteamericanas. De ahí que México deba modificar su estrategia hacia los EU en el cuatrienio Obama. Primero, debe definir sus propios intereses internos y externos, segundo, está obligado a operar políticas sin esperar la aprobación o el apoyo de los EU, tercero, debe crear un loby especial para negociar directamente con el Congreso, cuarto, debe olvidarse de esperar la buena voluntad de los vecinos del norte y quinto, está obligado a crear su propio consejo de seguridad nacional para darle a la política exterior un enfoque geoestratégico y sacarlo de la burocracia de la cancillería y sus embajadores. Para México, Obama es el mandatario del vecino imperial.

Obama, un hecho histórico VII Torturas, no; ley patriótica, sí El bono carismático del presidente Barack Obama ha hecho perder la perspectiva del problema del endurecimiento de la seguridad nacional. Las torturas en las cárceles de Guantánamo y Abu Ghraib fueron la consecuencia directa de una causa vigente: la ley y el acta patrióticas de Bush que conculcaron los derechos civiles para aumentar la seguridad interna. Lo grave de todo es que cuando menos cuatro de los miembros del nuevo gobierno de los Estados Unidos votaron como legisladores a favor de la ley y el acta patrióticas que promovió el presidente Bush en 2001 y refrendó en 2005 y 2007 para reducir los derechos civiles por la presunta amenaza del terrorismo; los senadores Obama (presidente), Joe Biden

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  (vicepresidente) y Hillary Clinton (secretaria de Estado) y el representante Rahm Emanuel (jefe de gabinete). Y el problema de las torturas en Guantánamo tiene dos derivaciones que Obama no ha siquiera considerado: las torturas en la prisión iraquí de Abu Ghraib –que denunciaron en abril y mayo del 2004 el programa 60 Minutos de la CBS y el periodista Seymour Hersh en la revista The New Yorker– y la autorización para torturas que dieron Donald Rumsfeld, como secretario de Defensa, y Albert Gonzales, como procurador general. Por tanto, la sola decisión de cerrar la prisión de Guantánamo pero no modificar la política antiterrorista que redujo los derechos constitucionales y metió a los EU en una estrategia de espionaje sin respeto a la privacidad ciudadana reveló las limitaciones del gobierno de Obama. Y atender Guantánamo sin ajustar cuentas con los violadores de Abu Ghraib ha sido asumido como una maniobra de distracción social. Y lo peor de todo fue que el uso de la tortura y las leyes que violaban los derechos civiles fueron decisiones de Estado, tomadas por el presidente Bush y avaladas el Senado y la Cámara de Representantes. La castigada jefa de la prisión de Abu Ghraib ha revelado que la autorización para las torturas fue de Rumsfeld como secretario de Defensa de Bush. La demanda mundial contra Bush fue por las políticas de Estado en materia de seguridad, sacrificando las garantías civiles. Al menos así se entendió en el discurso de toma de posesión de Obama cuando dijo: “Rechazamos la falsa premisa de que hay que escoger entre la seguridad y los ideales”. La estrategia de Bush, que fue avalada por el Congreso para convertirlas en ley, era justamente la premisa realista de que la seguridad de los Estados Unidos requería del sacrificio de los ideales de justicia. Por eso el aumento del espionaje, por eso la autorización para las torturas, por eso Guantánamo y Abu Ghraib. De allí que el paso que dio Obama al cerrar Guantánamo es apenas pequeño. Porque al final de cuentas lo que llevó a los EU a conculcar sus derechos civiles y políticos fue la política antiterrorista basada en la sumisión de las garantías a las revisiones y arrestos. La lógica oficial para autorizar la tortura fue implacable: “no es legal pero sí justificable” por las tácticas de los grupos terroristas que no respetan tampoco los derechos humanos de los civiles. Y ahí es donde justamente se encuentra el enredo del presidente Obama: asumir la tortura en sí misma, cuando en realidad formó parte de una política gubernamental integral –hay que repetirlo: avalada por el Congreso– para no respetar los derechos humanos en aras de acceder a información sobre los grupos terroristas. La tortura era apenas una pequeña parte del problema: una política antiterrorista basada en la ley y el acta

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  patrióticas, es decir, las autorizaciones legales para sacrificar los ideales en aras de la seguridad territorial de la nación. El asunto aún no ha terminado. La poderosa e influyente ACLU – American Civil Liberties Union– dejó claro que en la orden de Obama “existen ciertas ambigüedades”. Y que “sería un gran error para la administración de Obama permitir detenciones indefinidas en cualquier caso, o crear un sistema diferente al de nosotros para el proceso de detenidos. Si el Presidente Barack Obama y su Secretario de Defensa Gates se mantienen en la farsa legal de la administración de Bush terminarán en el mismo caos legal, en el cual el presidente anterior se mantuvo por ocho años”. El problema del presidente Obama radica en asumir las responsabilidades. En la orden ejecutiva para cerrar Guantánamo establece claramente la violación de la Convención de Ginebra respecto a detenidos y la violación de derechos y garantías. Sin acusaciones que debieran tener consecuencias legales. Los responsables son conocidos: los funcionarios del gobierno de Bush. Cerrar Guantánamo sin fincar cargos penales a los responsables de esas violaciones y sin anular las leyes que permitieron esas violaciones sería una forma de mantener vigente la política antiterrorista de Bush que sacrifica ideales por la seguridad. El nuevo gobierno se metió en un callejón sin salidas: la dura política antiterrorista de Bush alejó los ataques del territorio de los EU y ahora el temor aquí es que el aflojamiento legal pueda de alguna manera alentar la reactivación del terrorismo.

Obama, un hecho histórico VIII Un discurso imperial... poético Cuidadosamente redactado, el discurso de toma de posesión de Barack Obama dejó ver definiciones de fondo dirigidas hacia los estadunidenses para salir de la crisis, pero también mostró con claridad el lenguaje del imperio: liderazgo, mantenimiento por cualquier vía del american way of life y la continuidad del fundamentalismo militar de Bush de ser elegidos de Dios para dominar el mundo. En el delicado asunto de Irak, Obama no anunció el replanteamiento de la estrategia intervencionista de Bush sino que reveló el eslabonamiento progresivo: salir de Irak, pero dejar ahí el modelo de democracia impuesta a través de la invasión para derrocar a Saddam Hussein, no para buscar armas de destrucción masiva que Bush sabía que no existían. Obama fue muy delicado en dar un salto racista. Sin embargo, en la traducción oficiosa de su discurso al español hubo una especie de censura

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  que le restó importancia a la afirmación. Al referirse al racismo superado, Obama dijo que llegaba al poder un hombre a “cuyo padre no le habían servido en un restaurante”, recordando la segregación que impedía a los negros ser atendidos en un local exclusivo para blancos. La tradición oficiosa que se distribuyó se refería a él, Obama, como un hombre cuyo padre… trabajaba en un restaurante”. Pero por encima del tema racial, el discurso de Obama dejó un tufo a fundamentalismo imperial: –“En estos momentos EU no solamente ha seguido adelante por la visión del liderazgo”. Obama va a recuperar la hegemonía de los EU. –“Nuestra nación está en guerra contra una vasta red de violencia y odio”. La realidad es otra: a los EU le reclaman su intervencionismo en función de su dominio del mundo para sus propios intereses, sobre todo los petroleros. –“(hay una) falta de confianza en nuestra nación un temor de que la declinación de EU es inevitable y que la próxima generación debe reducir sus expectativas”. De ahí su compromiso de restaurar la hegemonía. –“Al reafirmar la grandeza de nuestra nación entendemos que la grandeza no es un regalo absoluto. Debe ganarse. (…) Han sido los ambiciosos, aquellos que hacen cosas, los que corren riesgos, algunos conocidos, en su mayoría gente desconocida que han avanzado por esta difícil senda hacia la prosperidad y la libertad, por nosotros ellos reunieron sus pocas posesiones y cruzaron océanos buscando una nueva vida, por nosotros ellos trabajaron en fábricas, conquistaron el Oeste, se aguantaron las dificultades”. Ciertamente conquistaron el Oeste pero liquidando a los indios originarios, aprovecharon la crisis de México para quedarse con la mitad del territorio y compraron la franja de Luisiana. La lógica histórica de Obama hace referencia al pasado de expansionismo imperial. –“Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa del mundo”. Un acto de fe definitorio. –“Los Estados Unidos son una amiga de cada nación, de cada hombre mujer y niño que quiere un futuro de paz y dignidad y estamos listos para retomar el liderazgo”. De nuevo la reconstrucción de la hegemonía del mundo. –“Trabajaremos incansablemente para reducir la amenaza nuclear (…), no vamos a disculparnos por nuestro estilo de vida ni vamos a doblegarnos en su defensa, lo que les decimos es que nuestro espíritu es fuerte y no va a ser quebrantado, ustedes (los que combaten a los EU) no van a durar más que nosotros y los vamos a derrotar”. Bush ha presionado a Irán y Corea del Norte por su avance nuclear y la salida de la crisis en los EU no es para bienestar sino para revalidar el american way of life, cuya esencia es justamente el centro de la crisis. El lenguaje de Obama fue amenazante.

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  –“Al considerar el camino detrás, recordamos con humilde gratitud a los valerosos estadounidenses que a esta hora patrullan desiertos y montañas lejanas. Ellos tienen algo que decirnos como los héroes caídos que yacen en Arlington. Los honramos no sólo porque son los guardianes de nuestra libertad sino porque representan el espíritu de servicio, una disposición a encontrar significado en algo más grande que ellos mismos. Y también en este momento, un momento que definirá a una generación. Es precisamente este espíritu el que debe embargamos a todos”. Obama ofrece una síntesis del pensamiento imperial de Bush: los soldados en Irak no son invasores sino defensores de la libertad. Con este compromiso, Obama reafirmó el pensamiento militarista de los EU, de Corea en 1951 hasta el avance anunciado para este año en Afganistán, pasando por Vietnam. –“Lo que se requiere de nosotros es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento de parte de cada estadounidense de que tenemos responsabilidades con nosotros, con la nación y el mundo, deberes que no aceptamos a regañadientes sino con gusto (…) Este es el precio y la promesa de la ciudadanía”. De nuevo el enfoque de la responsabilidad de los EU sobre el mundo. –“Y esta es la fuente de nuestra confianza: saber que Dios nos ha pedido que le demos forma a nuestro incierto destino”. Como Bush, parece que Obama habló con Dios y éste le ordenó liderar el mundo. Así que Obama, con mano suave, sonrisa amplia y color de piel histórica, seguirá la senda del continuismo histórico que marcaron Bush y otros presidentes imperiales antes que él.

Obama: un hecho histórico IX Clave: crisis de expectativas Entre todas las variables, el gobierno de Barack Obama estará atrapado entre cinco coordenadas: la crisis de expectativas de una sociedad que espera mucho, la lucha por el poder al interior del aparato político, el dominio del Grupo Clinton del gabinete, la protección de los republicanos a George W. Bush y el tamaño inconmensurable de la crisis económica. De acuerdo con la encuesta de la empresa Prospecta Consulting levantada en los EU, la sociedad estadunidense le ha otorgado un plazo corto a Obama para ofrecer resultados. Y entre la población mexicana, Obama sería la expectativa de un acuerdo migratorio para el corto plazo y la posibilidad de encontrar un nuevo camino de cooperación. Pero lo que viene es el peso del realismo. El gobierno de Jimmy Carter levantó el mayor nivel de popularidad, porque ofreció un acto de contrición de los EU como imperio. Sin embargo, la crisis de los rehenes en

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  1980 mostró que los EU se deben comportar como un imperio o pagar con derrotas su alejamiento de la política exterior. Obama, por tanto, se moverá entre la esperanza de las expectativas incumplibles y la realidad de una potencia que debe funcionar como imperio o enfrentan el estallamiento de conflictos de naciones en disputa por zonas de poder. La encuesta de la empresa Prospecta Consulting ofrece un panorama del escenario acotado del gobierno de Obama. 1.- ¿Cuál es el nivel de popularidad con que llega Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos? –J. Carter: 78% –R. Reagan: 58% –G.H.W. Bush: 65% –W. Clinton: 68% –G.W. Bush: 62% –B. Obama: 78% 2.- ¿Confía usted que Barack Obama tome las decisiones correctas como presidente para enfrentar la recesión económica que enfrentan los EU? Sí 82.6% No 10.5% No sabe / No contestó 6.9% 3.- ¿Considera usted que el presidente Barack Obama responderá a las expectativas que promovió entre la ciudadanía? Sí 67.9% No 16.3% No sabe 1 No contestó 15.8% 4.- ¿En cuánto tiempo espera que se vean resultados positivos del programa anticrisis, de recuperación económica del presidente Obama? Dos años 56.8% Tres años 19.3% Cuatro años 17.2% No sabe / No contestó 6.7% 5.- ¿Cómo considera que estará su economía y la de su familia en la administración del presidente Barack Obama? Mejor 77.6% Igual 12. 1%

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  Peor No sabe /No contestó Entre ciudadanos mexicanos

6.4% 3.9%

6.- ¿Cree usted que con el presidente Barack Obama mejoraran las relaciones con México? Sí 56.7% Igual / Regular 19.5% No 13.8% No sabe / No contestó 10.0% 7.- ¿Considera usted que hay signos o posturas del presidente Barack Obama que indiquen que tiene interés en impulsar una ley que legalice a los trabajadores mexicanos que están en los EU? No 63.2% Algunos 18.6% Sí 10.3% No sabe / No contestó 7.9% 8.- ¿Cuáles considera usted que serán los beneficios de la administración de Barack Obama para México y los mexicanos? Salir más rápido de la recesión 43.8% Política bilateral más equilibrada 29.5% Mayor respeto hacia México 16.9% Otros 5.4% No sabe / No contestó 4.4%

Obama-Hillary: siempre no. Diplomacia de las cañoneras, X Se acabó la luna de miel: si como candidato presidencial despertó el entusiasmo en Berlín por representar a los Estados Unidos antibélico, como presidente electo Barack Obama mandó un mensaje perverso: la encargada de la política exterior será la bélica Hillary Clinton que amenazó con invasiones y uso de la guerra a las 3 de la mañana. Sí se entiende la composición del gabinete de Obama, la verdadera vicepresidencia de la nación no estará en el marginado Joe Biden sino en la secretaría de Estado, donde la Hillary Clinton representará los intereses del clintonismo transexenal. Y si lo de menos son las personas, se trata de un

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  modelo tradicional de nación: la reconstrucción del imperio a partir de la economía. Sin embargo, el verdadero poderío del imperio estará en el equipo de seguridad nacional: Hillary Clinton representará los intereses del imperialismo sobre las demás naciones, el ratificado secretario de Defensa Robert Gates los de la CIA y del complejo militar y en el Tesoro Timothy Geithner tratará de reconstruir el imperio del dólar como hegemónico. Es decir, Obama se perfila como un nuevo Jimmy Carter: un político ingenuo, con un discurso desmovilizador de las protestas sociales populares contra el dominio imperial de la Casa Blanca y atento sólo a los programas económicos para los pobres, pero en el poder central de los verdaderos intereses hegemónicos de los EU estará en la señora Clinton, a quien le fue entregada la definición de la política exterior de Washington. Hillary Clinton fue la primera decepción de los seguidores de Obama. Como nunca antes, en los medios hubo un debate abierto para pedirle al presidente electo que no designara a Hillary en la diplomacia. Como parte activa de la política exterior de su esposo, Hillary Clinton participó en la definición y práctica de una diplomacia irresponsable, imperial y sobre todo descuidada. Uno de los principales ayudantes militares de Bill Clinton, el teniente coronel Robert Buzz Patterson, de la fuerza aérea, publicó en el 2003 un libro de acusaciones para revelar el grado de irresponsabilidad de los Clinton en política exterior. En Dereliction of duty –que podría traducirse libremente como “negligencia en el cumplimiento del deber”– el ayudante militar reveló cómo Bill Clinton perdió una vez la tarjeta con los códigos del portafolio de la guerra nuclear, prefirió jugar golf a dar la orden de ataque contra Osama Bin Laden y tiró expedientes secretos sin pensar en su grado de peligro. Hillary Clinton aparece como la operadora de Bill en materia de política exterior. Pero también revela el despilfarro de la señora Clinton en sus viajes al exterior, llegando a veces a llevar comitivas de cientos de personas. El militar Patterson descubrió también que en sus giras en avión Hillary Clinton siempre viajaba con un archivo secreto al que no le quitaba la vista de encima y no se atrevía a dejarlo en la Casa Blanca. Al parecer eran los papeles de los casos de corrupción de los Clinton. En la campaña, Hillary despreció a Obama porque decía que carecía de valor para ser comandante en jefe. Por eso mandó hacer aquel spot de un teléfono que sonaba a las tres de la mañana en la Casa Blanca y necesitaba responderlo quien tuviera más experiencia en asuntos militares Obama tenía un concepto menos violento, militarista y agresivo de la política. Por eso

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  logró concentrar muchedumbres que veían en él al encargado de terminar con las prácticas imperiales de Washington. Pero ahora resulta que la política exterior no será manejada por Obama sino por la candidata que quiso mostrarse como inflexible a la hora de apretar el botón nuclear. El debate sobre la designación fue serio. El articulista Thomas Friedman, experto en política exterior, aconsejó en su columna en el The New York Times que no se le diera el Departamento de Estado a la señora Clinton. Y en ningún momento el debate enfatizó el machismo, sino en la sensibilidad. La peor política exterior de los EU fue con los Clinton. En febrero de 1993, apenas con un mes en el poder, terroristas conectados con Bin Laden estallaron un coche bomba en el estacionamiento de una de las torres del World Trade Center. Y a Clinton le estallaron bombas en embajadas en oriente y África, sin que hubiera una diplomacia de respuesta. Eso sí, mostró una debilidad del escudo de seguridad nacional de los EU. Los ataques durante el gobierno de Clinton fortalecieron a Bin Laden y explican los atentados del 11 de septiembre del 2001. En la Oficina Oval tuvo Bill Clinton información sobre el Proyecto Bojinka, una operación del terrorismo árabe en 1995 para secuestrar decenas de aviones, estallarlos en el aire y usar algunos como misiles para estrellarlos contra edificios estadunidenses, sobre todo la CIA. El proyecto fracasó por un incendio en un departamento en Manila, Filipinas, donde la policía encontró documentos que establecían además el asesinato del Papa Juan Pablo II. A pesar de esos datos, Clinton no hizo nada. Eso sí, bombardeó Afganistán en 1998 para distraer la atención de su escándalo con Mónica Lewinsky. El 9/11 fue derivación de Bojinka. La presencia de Hillary Clinton en el Departamento de Estado anuncia la vigencia de la diplomacia imperial con Obama, diplomacia agresiva, con intenciones de encumbrar a su titular como próxima candidata presidencial. Y con Gates en Defensa, Obama entonces no hizo más que ratificar el objetivo de restaurar el dominio planetario del imperio estadunidense.

La CIA, perdonada por Obama La tortura fue de “buena fe” En lo que se considera como la primera severa crisis de expectativas, el presidente Barack Obama decidió no castigar las torturas realizadas por la CIA a prisioneros sospechosos de terrorismo. Con ello, Obama validó la vigencia de la ley patriota de George Bush que viola derechos humanos contra sospechosos de terrorismo.

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  Con esa decisión, Obama quitó valor político y social al cierre de la prisión anti terrorista en Guantánamo, Cuba. Una de las principales críticas a Bush por el endurecimiento legal después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 fue precisamente la autorización para el uso de la tortura en interrogatorios. Guantánamo y Abu Ghraib fueron desacreditados no por ser prisiones para albergar sospechosos de terrorismo, sino por la aplicación de torturas a presuntos terroristas. La decisión del presidente Obama puso punto final a la presión social para castigar el uso de la tortura dentro de las posibilidades de la ley patriótica. Bush y sus asesores de la línea dura, sobre todo el vicepresidente Dick Cheney, autorizaron técnicas de tortura que en el pasado los EU habían aconsejado a países del tercer mundo para combatir la insurgencia. Y no se trataba sólo de la tortura sicológica, sino de tortura que lastimaba el cuerpo de los detenidos. Por ejemplo, la principal tortura que se aplicó a sospechosos de servir a terroristas fue la de la asfixia en dos variantes: con bolsas de plástico sobre la cabeza de los detenidos o sumergiéndoles en vasijas de agua. En México esta técnica se conoció como la del “submarino seco” y del “submarino mojado”. Pará terror de las buenas conciencias estadunidenses, funcionarios de la CIA y del Departamento de Justicia aplicaron torturas agresivas contra prisioneros. La argumentación del gobierno de Obama causó más efecto negativo que la aceptación de la tortura. El fiscal Eric Holder, amigo personal de Obama y primer afroamericano en ejercer el cargo de secretario de Justicia, dijo que “sería injusto procesar a los entregados hombres y mujeres que trabajaban para proteger a América por una conducta que fue autorizada por el Departamento de Justicia (de Bush)”. Y una declaración de la Casa Blanca fue también de humor negro: “es hora de reflexionar y no castigar”. La sociedad norteamericana critica, la que acusó a Bush de violar los derechos humanos de detenidos, quedó pasmada ante la argumentación de Obama. Porque se trató de una posición de Estado que equiparó al gobierno de los EU con prácticas de la Federal de Seguridad en México o de los criminales militares argentinos que masacraron a la disidencia o de Pinochet y compañía en el aplastamiento violento de la izquierda socialista de Allende. El gobierno de Obama liberó varios textos del Departamento de Justicia donde se establecía la necesidad de aplicar técnicas más radicales para impedir que los sospechosos se protegieran detrás del laxo sistema de justicia y de respeto a las garantías individuales. La ley patriótica de Bush se convirtió en el instrumento de violación de los derechos humanos. Obama ordenó el cierre de la prisión de Guantánamo, pero careció de poder, decisión y firmeza para castigar a los torturadores. Y de hecho mantiene vigente la ley patriótica que, por cierto, se aprobó con el voto del entonces senador Obama.

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  El centro del debate se redujo a la CIA, una oficina creada para la recopilación de información para La elaboración de informes de inteligencia. Sin embargo, la CIA se convirtió en el ejército privado del Presidente para derrocar gobiernos e inclusive asesinar a jefes de Estado o de gobiernos no afines a los intereses de los EU. Hoy la CIA apareció como la cámara de torturas de los EU, con la autorización del presidente George Bush y el perdón del presidente Barack Obama. La información no debiera sorprender. El gobierno, la CIA y el Departamento de Defensa siempre han estado vinculados a la tortura, sólo que para exportación con asesores. Los primeros asesores en Vietnam fueron torturadores. Y el cineasta Costa-Gavras, en 1972, recuperó en Golpe de Estado la historia de Dan Mitrione, un asesor en torturas de los EU, con el disfraz de la Agencia Internacional de Desarrollo, que estaba capacitando a militares uruguayos en la tortura a disidentes y que fue secuestrado y asesinado por la guerrilla en 1970. A los reportes liberados por Obama se une un extenso memorándum de la Cruz Roja Internacional “estrictamente confidencial” de febrero de 2007, publicado por The New York Review of Books, en el que se denuncian las torturas de la CIA a prisioneros. La lista de acusaciones es reveladora de la conducta criminal de la agencia de espionaje en su fase operativa: asfixia bajo el agua, stress provocado por estar bajo una posición permanente, estrangulamiento por collar, pegar y patear, confinamiento en una caja, desnudo prolongado, privación de sueño y música alta, exposición a temperaturas bajas/agua fría, uso prolongado de esposas y grilletes, amenazas, rasurado forzoso y privación o restricción de alimentos sólidos. Pese a todo y a la petición en algunos medios para enjuiciar a los responsables, Obama decidió darle carpetazo a la peor herencia de Bush. Lo malo es que Obama consiguió muchos votos por la promesa de investigar, castigar y eliminar la tortura. Pero ahora sabe que el abogado Obama casi considera héroes a los torturadores de la CIA y asume la doctrina Bush de que la tortura se aplicó para proteger a los EU.

Tortura: Bush, responsable Obama abrió caja de Pandora Aunque el tema estaba en la mesa de debates desde 2006, apenas se convirtió en crisis política provocada por la decisión del presidente Barack Obama no de cumplir un compromiso de justicia sino al abrir la caja de Pandora del uso de la tortura en interrogatorios de la CIA a presuntos terroristas.

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  Pero resulta que todos aparecen como responsables. No sólo todos los hombres del presidente Bush sino también todos los hombres del presidente Obama. Porque Bush, el vicepresidente, los secretarios de Justicia, los directores de la CIA y el director del FBI tuvieron el apoyo y aval políticolegal de los entonces senadores demócratas Barack Obama, Joe Biden y Hillary Clinton y del diputado Emanuel Rahm, éste último hoy jefe de asesores del presidente. Lo grave del asunto fue el mecanismo de decisión para utilizar la tortura en interrogatorios. Hubo declaraciones públicas de negativas: Bush negó que se usaran, el procurador Albert Gonzales también negó que existieran. Pero hay testimonios concretos. En su libro Never again. Securing America and restoring justice, el ex procurador John Ashcroft enaltece la ley patriótica de Bush y cita una declaración del entonces senador y hoy vicepresidente Joe Biden: “el FBI puede interceptar llamadas de la mafia, pero no puede investigar terroristas... ¡Es una locura! Lo que es bueno contra la mafia debe ser bueno contra los terroristas”. En sus memorias: At the center of the storm. My years at the CIA, el director de la CIA 1997-2004 establece quiénes autorizaron las torturas de la CIA: “la Administración y el Departamento de Justicia estaban conscientes y aprobaron el uso de estas tácticas (…) Aún y cuando a ellos (los agentes de la CIA torturadores) no se les pidió formalmente que aprobaran el programa, ya que eran órdenes directas del presidente, yo no recuerdo que se hiciera alguna objeción hacia el mismo”. Los responsables de la justificación jurídica para que los EU rompieran con los Acuerdos de Ginebra en cuanto a tratamiento de prisioneros fueron abogados del Departamento de Justicia de Ashcroft: el joven subprocurador de 34 años John C. Yoo, descendiente de una familia de Corea del Sur, y el consejero Legal Jay Bybee. Los dos razonaron el hecho de que se podía eludir el compromiso legal de respetar a prisioneros, en aras de torturarlos para obtener información. De acuerdo a la investigación del periodista Bob Woodward, en Negar la evidencia, Bush tomó la decisión de no aplicar la Convención de Ginebra el 18 de enero de 2002 y los declaró “combatientes ilegales”, sin derecho al trato como prisioneros de guerra. Bush eludió las presiones externas con la caracterización de no prisioneros de guerra a los principales líderes de Al Qaeda detenidos. La tesis legal de Yoo establecía que la “mera aplicación de dolor o sufrimiento” en realidad “no contaba como tortura”. Tortura, explicó, se asume en la Convención de Ginebra como “dolor severo”. Y los EU aplicaban, decían en una retorcida explicación, “asfixia simulada”. La

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  historia la cuenta Barton Gellman en Angler. The Cheney vice presidency. Pero hubo voces que dijeron que el FBI había excluido el ahogamiento por ser una tortura severa. El debate hoy en los EU se reduce al tema de la tortura. Pero el asunto es más grave. En State of war. The secret history of the CIA and the Bush Administration, James Risen señala la existencia de una vasta ofensiva de endurecimiento contra el terrorismo. Se trató de “The Program”, probablemente “la más importante operación de espionaje interno desde los años sesenta”. Implicó, aclara Ashcroft en sus memorias, la autorización a la CIA y a la Agencia de Seguridad Nacional para espiar dentro de los EU, algo que no se había visto desde la guerra de Vietnam. La autorización para este aumento del espionaje interno fue del Congreso. En Legado de cenizas. La historia de la CIA, el periodista Tim Weiner revela que Bush firmó el 17 de septiembre de 2001, horas después de los criminales ataques contra las torres gemelas de Nueva York, una orden secreta de 14 páginas al director de la CIA “ordenando a la agencia que persiguiera, capturara, encarcelara e interrogara a sospechosos”. Ahí se incluían dos apartados: la instalación de cárceles secretas y el uso de la tortura. Pero también la CIA aumentó el secuestro de sospechosos. En Takeover. The return of the imperial presidency and the subversión of american democracy, el periodista Charlie Savage recuerda que Bush y Cheney, pese a las evidencias fotográficas de las torturas en Guantánamo, “insistentemente negaron que las hubieran autorizado”. Pero el subprocurador Yoo había justificado la decisión de Bush de conculcar la Convención de Ginebra en función de los “poderes ejecutivos” especiales. Y la justificación del entonces procurador Ashcroft: “los terroristas están tomando una agresiva ventaja con las nuevas tecnologías. La defensa de la vida y la libertad requieren que las fuerzas de la ley hagan lo mismo”. Por tanto, la tortura tiene muchos corresponsables: el equipo de Bush pero también Obama, Biden, Hillary y Rahm, quienes como legisladores avalaron la ley patriota.

Elecciones 2008 Estados Unidos: ¿El último desafío de Indiana Jones? En el debate previo a la última entrega de los premios Nobel de literatura, los nombres de prestigiados escritores estadunidenses fueron literalmente borrados de la lista bajo el criterio de que su obra carecía de referentes, que era demasiado insular y no buscaban un diálogo con otras literaturas. La evaluación tenía otra interpretación: la creación literatura en

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  los EU había perdido el alma porque los Estados Unidos habían perdido su lugar en el espacio. Las elecciones presidenciales de esta semana no debieran asumirse en función de quién va a ganar sino de algo más profundo: ¿están conscientes los estadunidenses de su propia decadencia y pérdida de alma? ¿Alguno de los dos candidatos se ha preocupado por ofrecer algo más que alguna forma de bajar impuestos o para sacar las tropas de Irak? ¿El ciudadano se ha preocupado realmente en examinar las propuestas de gobierno de los candidatos? Los Estados Unidos son víctimas de su propia superficialidad. Así se ven en las calles en los días de la víspera de las elecciones. Todo pasa por el marketing. No quién ofrece alguna idea sino quién vende más: si Obama es más joven y le ayuda el color de la piel y entonces entra en función el chip de la carga moral de la esclavitud o si McCain está viejito y su referencia a Vietnam no tiene que ver con su valentía o los valores que ahí había en disputa sino a que los norteamericanos nada quieren saber de la guerra, aunque cada guerra la ven como símbolo de su propio poderío ilimitado. En las calles de esta ciudad capital se observa un estado de desánimo y de tensión. No se percibe el conflicto racial, aunque el tema de la raza sigue latente. Ya lo había escrito Alexis de Tocqueville en el primer tomo de La democracia en América al celebrar el fin paulatino de la esclavitud: “si considero los Estados Unidos de nuestros días (1831), veo claramente que en cierta parte del país la barrera legal que separa a las dos razas tiende a rebajarse, pero no la de las costumbres. Observo que la esclavitud retrocede pero el prejuicio que la ha hecho nacer queda inmóvil”. Se percibe, en efecto, el prejuicio. La barrera ha desaparecido con los matrimonios interraciales y son radicales y por tanto menores los grupos racistas. Pero sobrevive el dato que tardará en borrarse: el cargo de conciencia de la esclavitud. Y, hay que decirlo, la salida cómoda de grupos de color que acreditan su situación de marginalidad justamente al color de su piel. Y de ser cierta la apreciación, en todo caso la marginación es producto de un sistema de explotación histórico que afecta más bien a los no propietarios, ciertamente que con tendencia a sobre explotar a las minorías: negros, hispanos, orientales, aunque también bastantes blancos. Pero el asunto racial es, en realidad, parte de las coordenadas electorales. Analistas aquí en Washington han tratado de superar la superficialidad del análisis para tratar de llegar al fondo de la crisis. La elección se juega algo más que el récord de Guinness en cuanto a si habrá un primer presidente con el color oscuro de la piel, en una sociedad en la que los afroamericanos apenas alcanzan el 12% de la totalidad poblacional.

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  ¿Ganó Obama la candidatura por el color de la piel o por ofrecer una opción diferente a la de Hillary Clinton? La verdad es que aquí aún no se ponen de acuerdo porque en el fondo Obama no ofreció una fractura en el discurso del Partido Demócrata sino que al parecer los demócratas vieron el regreso de las locuras de Clinton y la factura electoral a pagar. Por eso es que hay que fijar las coordenadas de la elección, además de las que tienen que ver con las obvias de la raza. Y habría otras seis: 1.- La carga negativa de lo que representa Bush. Pero a diferencia de la condena mundial que raya en el odio, aquí hay una crítica severa a Bush por los errores estratégicos, las guerras innecesarias y la propia culpabilidad de conciencia de los estadunidenses que le dieron ocho años de poder a quien desde el principio no querían. 2.- La necesidad de encontrar una opción moral. Ya no política, ideológica o imperial, sino de conciencia. La mejor forma de castigarse a sí mismos es votar por lo que representaría exactamente lo contrario a Bush. Ya ocurrió antes: luego de Nixon y su cómplice Ford. Luego de que el voto de la mayoría silenciosa encumbró a Nixon, las trampas de Watergate fueron una bofetada a los electores. Y apareció la sombra moral de Jimmy Carter para salvar las almas. Sólo que resultó demasiado tibio y fue zarandeado por los iraníes, hasta que llegó el primer vaquero viril de películas de tercera categoría de Hollywood, Ronald Reagan. 3.- La crisis económica como bola de nieve. Ya dañó a los inversionistas de la clase media que han visto en la bolsa de valores el camino de su certeza financiera. Y ahora, por la recesión y el desempleo, tocó las incertidumbres cotidianas de los empleados sin profesión. Sí culpan a Bush pero más se culpan a sí mismos. Y como saben que no hay solución, entonces la decisión electoral se ajustará el microcosmos de la oferta fiscal: quién ofrece reducir más los impuestos. Nada más. 4.- Pero la reorganización económica es del tamaño del crack de las expectativas de desarrollo. No es un tropiezo de tasas de interés o de inflación sino de modelo económico. La crisis tocó las hipotecas, sin duda el vellocino de oro de la clase media. Ahora ha puesto en duda los pocos ahorros en los bancos. No, no es la crisis como la de 1929 que John Steinbeck reflejó dramáticamente en Las uvas de la ira: la reorganización de la propiedad rural y urbana por la crisis de hipotecas y el salto cualitativo del arado al tractor. Ahora es la crisis del dinero virtual, seguramente más

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  dañino que el real. Y parece que ninguno de los dos se ha percatado de este detalle. 5.- La reorganización imperial. Porque el estadunidense medio quiere ser demócrata y moral pero al mismo tiempo vivir en el imperio del mundo, el ombligo del universo. ¿Por qué nos odian?, se siguen preguntando mientras Bush aumenta el ritmo de producción del complejo militar industrial, McCain explota su condición de pow y Obama ofrece invadir Afganistán para demostrar que sabe ejercer el poder imperial. Pero no se trata sólo de invadir o atacar sino de reconfigurar poderes, equilibrios, alianzas y sobre todo diplomacias. Pero como todo poder imperial, los EU se definen por los temores. Y ahora es el de los rusos que regresan o el de la ofensiva iraní. El caso es que los estadunidenses han aceptado la pérdida de libertades con tal de endurecerse adentro, como un mensaje de la nueva doctrina de política exterior… que al final es la misma. 6.- ¿Y la decadencia? Bueno, los estadunidenses dicen aquí que siempre habrá una salida. ¿No dijeron los japoneses iban a ser el imperio de finales del siglo XX? Pues ahí están, ricos pero igual que siempre. ¿Y la URSS del sueño socialista? Ni quien se acuerde. ¿Europa, Europa unida? Bueno, así comenzó Japón. Y ha bastado un tropiezo financiero en los EU para provocar un tsunami en Europa. Ahí está el señor Zapatero rogando por favor que lo inviten a la reunión del Grupo de los 20 a mediados de noviembre. ¿Y quién convocó a la reorganización del sistema financiero? El Sarkozy de Francia, sí, de la Europa unida. ¿Y dónde va a ser esa cumbre que quisiera ser el Bretton Woods II? Pues en Washington. donde más, bajo la férula del dólar, de Bush y…, bueno, del que gane las elecciones, que al final de cuentas los candidatos a secretarios del Tesoro de Obama vienen todos del mismo sistema financiero y bancario en crisis.

Decadencia Moral La decadencia se mide por el desconcierto de los ciudadanos. Luego de los ataques del 9/11 y de la respuesta militarista que llevó al Vietnam iraquí, los ciudadanos ya no saben qué pensar. Siguen envueltos en el patriotismo de apoyo a las tropas, pero cada vez con más dudas sobre la eficacia de la guerra. Y bueno, qué decir del mayor interés en la final del futbol americano para el superbowl de enero y la importancia de la serie mundial de beisbol que involucra a equipos de los EU y alguno de Canadá fuera de lugar.

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  ¿Decadencia? No, no lo creen. Se molestan un poco por el desdén. Ocurrió con el premio nobel de literatura. ¿No tienen nivel de nobel los enlistados: el minucioso Phillip Roth, el sorprendente Paul Auster, el conejo John Updike, el peleador John Delillo, el irreverente Thomas Pynchon despreciado por el Pulitzer y ahora medio revaluado, el Corman McCarthy mal comprendido por sus novelas anteriores y hasta la siempre presente Joyce Oates. Bueno, tienen nivel y calidad, pero sí, en efecto, se nota una literatura sin referentes. Son escritores hacia sí mismos. Y nadie de la calidad de Faulkner, la certeza de Steinbeck, el estilo de Hemingway o la propuesta de Morrison. Y si la literatura es el reflejo de la vida, entonces hay una tendencia al aislamiento. Ahí está Auster y sus novelas intimistas. O la dolorosa de Delillo sobre el hombre del portafolio que salió del humo de las torres gemelas el 9/11. Roth es de los más profundos pero no entendieron su La conjura contra América o el triunfo del nazismo y sus efectos en los EU. En la calle camina la crisis. Los temores al desempleo. Los homeless que han comenzado a aparecer como moscas. Y ese mundo pudiera estar prefigurando el clima de Steinbeck, aunque sin un escritor a la vista. Pero el mundo real es más complejo que el literario. El alza de gasolinas causó una depresión social: a pagar más y sin quejas. Al final del gobierno de Carter hubo conflictos sociales por la falta gasolinas, así que es mejor pagarla más cara pero que haya en las gasolineras. Y lo raro es que una parte del voto no será estimulado por esta carestía. Y a lo mejor ni siquiera por la baja de los impuestos. No. Se trata de un estado de ánimo depresivo. Y lo es porque saben que Bush es hijo de sus temores y que al final de cuentas un imperio se sostiene por la fuerza… si no, pues no sería imperio. La decadencia está pero con la ausencia de la crítica. El patriotismo ha invadido a la crítica. Se extraña a Mailer y a Capote. Los irreverentes. A lo mejor no planteaban otro camino pero satisfacían los estados de ánimo. El The New York Times vota en un editorial por Obama pero dos días después llama a salvar al capitalismo. Ahí está el verdadero centro del alma estadunidense. Quieren todo pero cada día se percatan que no se puede todo. De ellos se burlaban Mailer y Capote. Pero ya no están. Hoy la crítica la encarna Paul Krugman, pero con la intención de “refuncionalizar” el capitalismo. En lo social murió también Susan Sontag. Y el ambiente de crítica quedó desolado. ¿A quién leer? Hasta Bob Woodward comienza a ser visto como un promotor de la vía armada pero legal, al fin y al cabo que él viene del área de inteligencia de los marines. El ambiente se nota pesado en las calles. No hay entusiasmo. Peor: se nota cierto grado de rencor, de resentimiento con la vida. El miedo en las

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  aduanas, el miedo que amenazó Al Qaeda. ¿Cómo votar en medio de una crisis económica y un deterioro del liderazgo? A los ciudadanos les están exigiendo de más. Clinton ganó por la guerra de Bush padre pero también por ser el más guapo y, por qué no, por encarnar el machismo americano. Bush era el cowboy frente al tibio Gore o al inútil de Kerry. Es decir, votan por las opciones. ¿McCain-Hillary? Claro, la oportunidad a la mujer, aunque sea más hombre que su marido. A lo mejor se trata de eso precisamente: de la falta de opciones. No quieren más humillaciones como las de Carter. ¿Existe el imperialismo bueno?, preguntan a veces con ingenuidad. Y no, no se trata del color de la piel. Ahí está la dura de Condoleezza Rice, artífice del militarismo de Bush. Y eso que tiene la sensibilidad de la música clásica que gusta tocar en el piano. Entonces los prototipos se esfuman y ya no queda nada a lo cual asirse. ¿Obama el Kennedy, si es que Kennedy representaba la salvación? No le ven tamaños. Y el Roosevelt del new deal o el Eisenhower del complejo militar industrial. No, no están a la altura. Por eso es que la elección será artificial. El desafío es mayor pero los Estados Unidos carecen de figuras de liderazgo. Las campañas fueron de marketing, de oportunidades, de cuidarse de sí mismos, de no cometer errores. De eludir trampas. De repetirse a sí mismos. Los debates fueron de flojera: el mundo no existe si no es por ellos. Sarah Palin llamó la atención por su belleza, no por su cabeza. Biden llegó dando manotazos. Las campañas buscaron los medios, no los sentimientos. Johnson cautivó con su “nueva sociedad”, Nixon con su mayoría silenciosa, Robert Kennedy y la esperanza, el John Kennedy que preguntó que podías hacer por tu patria. No, pues no. Obama a veces parece desbordado por el significado del color de su piel. Los mítines son de decenas de miles de personas, como nunca antes se había visto. En Alemania hubo un mitin de cientos de miles de personas, pero identificadas como los grupos anti Bush, desde los globalifóbicos hasta los antiimperialistas, pasando por las minorías contrarias a la ideología de derecha. Y ahí ha quedado atrapado Obama. De veras Obama es un candidato anti Bush? ¿De veras representa todo lo contrario de Bush? ¿De veras Obama es el antiimperialista que esperan en Europa? ¿De veras Obama es el candidato que como presidente va a hundir al imperialismo norteamericano? Los estadunidenses no quieren pensar sino que exigen respuestas de corto plazo. Y no las hay. Obama es el candidato que le tocó la suerte de estar en el momento adecuado. Pero ya ha dejado ver que las cosas no van a cambiar: el secretario de Estado, el secretario del Tesoro y el director de la

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  CIA estarán en la lógica del stablishment dominante. Por tanto Obama estaría mandando el mensaje de que no sería bueno que esperaran mucho de él. Al final Obama como senador aprobó las iniciativas de Bush. Y no sólo por conclusión propia sino porque el stablishment tiene sus propias reglas del juego. Los EU han entrado en una zona de incertidumbre. El primer aviso de un presidente de piel afroamericana fue del novelista Irving Wallace, quien en 1964 publico el best seller titulado El hombre, la historia de un senador negro en los EU que llega a la presidencia de los EU por la muerte del presidente y el vicepresidente. Pero ya en el poder se encuentra atrapado en conflictos de los grupos racistas, de los negros radicales y del aparato de poder de Washington. La novela de Wallace hace un buen esfuerzo analítico y su conclusión no es positiva: no importa tanto el perfil racial de los presidentes, sino el control del poder por grupos de presión. De ahí que lo importante de la elección del martes 4 no sea si va a ganar Obama o McCain sino qué sociedad va a surgir del voto de una sociedad pasmada por la crisis y el agobio político. Pues he aquí que las crónicas del poder suelen satisfacer las pasiones del largo plazo pero no logran explicar la historia de lo inmediato. Barack Obama pasó a la historia como el primer negro que llego a la presidencia de los Estados Unidos. Y que lo hizo sobre el repudio contra George W. Bush. Y que todo se medirá conforme a los únicos resultados que suelen importar a los estadunidenses: los que fijan la popularidad de un presidente y los que marcan la posibilidad de la reelección. Y es la sociedad norteamericana la escurridiza. Con la habilidad de haber escogido a un hombre de color para la presidencia buscó la expiación de culpas por haber votado dos veces a Bush y haber caído en el garlito del miedo, de sus propias pasiones, del temor al monstruo del radicalismo musulmán que afectaba su modo de vida. Y la misma sociedad que miró con pasividad a Bush era la misma que saludó cálidamente a Obama. El problema en los EU es la falta de crítica. La sociedad progresista parece haberse conformado con el color de la piel de Obama sin racionalizar el hecho de que el sistema político es consustancial del sistema económico de explotación, del sistema militar de dominación y del sistema social de expoliación internacional. La crítica intelectual actual fue mediocre. No la hubo contra Bush. Y nadie se atrevió a contextualizar a Obama en el escenario de la reconstrucción del mismo capitalismo de siempre. Por eso es necesario acudir a los que faltan. En 1966, cuando los EU se enfilaban hacia el gran colapso de 1968, la escritora Susan Sontag

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  respondió una encuesta de la revista Partisan Review sobre el momento de los EU. Y ahí fijo una tesis que sigue siendo válida y que podría ser punto de partida para analizar el fenómeno Obama: “Todo lo que se siente acerca de este país (los EU) está, o debería estar, condicionado por la percepción del poder norteamericano: de los Estados Unidos como el archiimperio del planeta, que retiene en sus manazas de King Kong el futuro tanto biológico como histórico del hombre”. Y daba sus tres perfiles de los EU “Los Estados Unidos se fundaron a partir de un genocidio”. “Los Estados Unidos no sólo tuvieron el sistema de esclavitud más brutal de los tiempos modernos sino también un sistema jurídico único que no reconocía, en un solo sentido, que los esclavos eran personas”. “Los Estados Unidos se formaron como país –por contraposición a la colonia– gracias principalmente al excedente de pobres de Europa, reforzado por el pequeño grupo de los que sólo estaban Europamüde, cansados de Europa”. En la figura de Obama se impuso la imagen por sobre la realidad. ¿Bastará el color de la piel para resolver las contradicciones del imperio? Obama va a retirar las tropas de Irak –ya lo había decidido Bush, por lo demás– en medio de la euforia de la gente. Pero a ver, a ver. ¿Va a retirar las tropas o va a cambiar la estrategia de seguridad nacional de los EU hacia el medio oriente? Porque Bush atacó a Irak por una pasión enfermiza propia y de su padre pero también con el objetivo de arrinconar a los terroristas en su territorio y para crear las condiciones de una democracia impuesta. Obama no ha redefinido la estrategia terrorista ni ha dicho si va a continuar con la estrategia imperial de imponer la democracia a la norteamericana en sociedades ajenas a esa tradición. Obama anunció el cierre de la cárcel de Guantánamo por las torturas a prisioneros. Bueno, dicen que cuando le avisaron a Bush de esa decisión, el aún presidente sólo dijo: “qué bueno porque yo llevo dos años tratando de cerrarla y no puedo”. Obama no ha explicado qué es para él Guantánamo: ¿la queja ciudadana por torturas a algunos prisioneros o la decisión del presidente Bush de poner la seguridad por encima de las garantías civiles… y, sorpresa, con el apoyo del Congreso al que, otra sorpresa, pertenecía Obama? Hasta ahora sólo es el tema de la tortura. Por tanto, va a continuar la política de seguridad violando derechos civiles.

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  Sontag, Norman Mailer, Tom Wolfe y algunos otros, aquéllos que se comprometieron personalmente contra la guerra de Vietnam y participaron en actividades callejeras contra Johnson y Nixon, fueron al fondo de la crítica. Los EU eran imperialistas. Con la violación de leyes y códigos, Sontag por ejemplo realizó en junio de 1968 un viaje a Hanoi la capital del comunismo vietnamita y escribió sobre ello para demostrar que ahí había una guerra imperialista. Obvio: Saddam Hussein, el carnicero, no es el Tío Ho Chi Minh que enarbolaba la bandera de la independencia. Pero de todos modos los intelectuales pasaron al activismo. Ahí están las grandes crónicas de Mailer sobre las marchas al Pentágono para quemar públicamente las tarjetas de reclutamiento de jóvenes. Y a unos pasos rodeando el Lincoln Memorial en uno de los extremos del The Mall, están los museos de la guerra de Corea, la primera guerra imperialista de la guerra fría capitalismo-socialismo, y del otro lado del pequeño lago se yergue el muro de los 58 mil muertos en Vietnam. Ahí estaba la esencia de los EU que va a gobernar Obama. Y ahí estaba la herencia de Bush, de los Bush, del Clinton que bombardeó Afganistán para distraer la atención de sus encuentros sexuales con Mónica Lewinsky en una cocina al lado de la Oficina Oval, del Clinton que no entendió el bombazo en el estacionamiento del World Trade Center en 1993 y a cuya pasividad y frivolidad se debió el ataque que destruyó el WTC ocho años después. Obama aparece como un político pragmático, astuto, molusco. Carece de conciencia histórica: llegó a territorio de los EU en 1983, sin participar en las luchas por los derechos civiles. Y su tarea fue estudiar, prepararse, escalar la estructura de poder tradicional. Como senador alentó programas de atención a la pobreza de las minorías de color en Chicago, pero sin convertirlas en conciencia histórica. Los discursos de Obama no se localizan en el escenario del conflicto racial. Más bien buscan superar el tema sin resolver las contradicciones históricas y de comprensión. Lo malo es que el racismo en los EU no se va a resolver con retórica sino atendiendo las contradicciones morales. El tema va más allá: ¿a quién le confiaría usted una cirugía de vida o muerte de un familiar cercano, un hijo, por ejemplo? ¿A un doctor blanco o a un doctor negro? El asunto es complicado; la respuesta podría ser sencilla: en peligro de muerte, muchos contestan que a un doctor blanco. La razón; el doctor negro puede ser eficaz, pero pudo haber sido beneficiario de ascensos en función de su condición de minoría. En cambio, los doctores blancos logran sus ascensos en función de una competencia de habilidades.

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  Así se las gasta el racismo. No fue sólo el discurso de Lincoln en 1863 de que todos “nacimos iguales”, sino la corrección de los grupos racistas bajo la connotación de las Leyes de Jim Crowe: si, iguales, pero separados. Así nació en los EU la segregación racial. El The Washington Post publicó un par de días antes de la toma de posesión una foto: una tubería bajaba del techo y se desviaba hacia los dos lados: de uno, una pared blanca con un bebedero de agua limpio, sobre una pared blanca, en perfecto estado; la otra tubería iba al otro lado, a un bebedero sucio, en mal estado, pequeño. Cada bebedero tenía un letrero: Blancos, de Color. Lo paradójico es que Obama ganó con el voto de la crisis de conciencia del racismo en un país que se fundó sobre el exterminio de minorías raciales y la esclavitud, pero su meta prefijada está lejos de los temas del color de la piel. El día antes de su toma de posesión, Obama publicó un sustancial ensayo en el periódico The Washington Times, considerado como el vocero de la derecha, para convocar a darle la vuelta a la página del racismo. Pero el tema está presente. Cierto que las relaciones interraciales que fueron condenadas en los sesentas son hoy cosa común, pero de todos modos sigue la esperanza de ajustar cuentas con la historia. La única conciencia histórica de Obama es su nacimiento producto de una pareja interracial que al comienzos de los sesenta no hubiera podido vivir en los EU. Pero no hubo en esa relación más conflicto que los desencuentros de parejas. Su madre, blanca, se divorció de su padre keniano, luego llegó su nuevo matrimonio con un indonesio y algunos años en ese país. Como hombre de color, Obama destacó por su inteligencia en la Universidad de Harvard. Su desapego de la conciencia histórica del racismo lo hizo ponerse otros objetivos. Ahora llega con el voto de la comunidad afroamericana casi como venganza histórica, pero su papel no va a ser una nueva guerra civil sino la reconstrucción del capitalismo. Por eso se espera cuando menos un poco de más sensibilidad de Obama con respecto a las minorías. Pero su propuesta de reforma migratoria no servirá para terminar con el racismo sino para darle mayor dinamismo al capitalismo con la mano de obra hasta ahora explotada. Obama será, pues, el encargado de una minoría con la tarea de reconstruir la viabilidad del sistema capitalista de la mayoría. Buscará crear empleos, ampliará la cobertura de la seguridad social y abrirá los esquemas educativos. Pero la carga moral del racismo seguirá latente en los sectores que persiguen a los indocumentados, en el problema de la migración ilegal, en las leyes aprobadas para castigar la ilegalidad. Pero todo ello lleva una carga racista.

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  ¿Son los Estados Unidos un imperio o una metáfora? Mailer se encargó de desentrañar los misterios de los orígenes históricos. Sontag los criticó. Wolfe se burló de ellos. Los jóvenes contra la lucha de Vietnam fueron aguerridos no tanto por la guerra en sí sino porque habían sido llamados a filas. ¿Qué hubiera pasado con la protesta juvenil, de Berkeley al Pentágono, sin las tarjetas de reclutamiento? Irak molesta a un sector que se sintió engañado por la mentira de las armas de destrucción masiva pero que aceptan el derrocamiento de Hussein. Es decir, el problema no es de crítica al imperio sino de calendario y legitimidad: una nueva negativa de Obama y dos semanas más hubieran llevado a la ONU a autorizar la invasión de los EU. Guantánamo no molesta por la violación de las garantías civiles sino por la tortura. No hay, pues, un examen crítico del imperialismo. Bush logró tocar uno de los resortes que otros presidentes también utilizaron: el miedo. La guerra fría fue la guerra del miedo. Corea y Vietnam fueron el miedo al comunismo en el mundo. McCarthy y su macartismo fueron avalados por la mayoría silenciosa a la que apeló Nixon para terminar con la guerra de Vietnam. Reagan exacerbó el miedo para reventar a la Unión Soviética con presupuestos militares que los soviéticos no pudieron equiparar. Carter se negó a usar el miedo y por eso le faltaron el respeto a los EU con los rehenes en la embajada de los EU en Irán durante más de un año. Bush encontró en el miedo su posibilidad de respuesta. Le achacan todo pero los ataques del 11 de septiembre fueron posibles por la frivolidad de Clinton: no analizó estratégicamente el bombazo en el WTC de 1993, el primer gran ataque terrorista dentro de los EU: el aparato de inteligencia y seguridad nacional se desarticuló, Clinton quería ofrecerse como el presidente bueno. Bin Laden no fue caracterizado como enemigo y no se le persiguió. Y Bin Laden preparó los atentados del 9/11 dentro de los EU. Bush se rodeó de una estructura conservadora. Y le presentó al pueblo norteamericano el miedo. Y el pueblo tuvo miedo. Y votaron por Bush. Y le aprobaron sus leyes. Y le permitieron violar las garantías civiles. Y la prensa cayó en el garlito y no hizo las preguntas difíciles ni investigó la realidad. En Vietnam, la prensa comenzó con la duda: los corresponsales operaron por su cuenta para tratar de confirmar los boletines oficiales y se encontraron con una guerra incomprensible. Luego vino la crítica. Y después el reclamo: ¿de qué lado están?, les criticó el gobierno de Johnson. Y la prensa se convirtió en el espacio de acoso pacifista. Hoy la prensa carece de sentido crítico. En Irak no fueron a reportar una guerra sino a hacer la crónica del invasor: los reporteros trabajan dentro del aparato militar, sólo participan dentro de los vehículos militares de los

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  EU. Al modelo se le llama embedded, empotrados. Pero no tienen una perspectiva crítica de lo ocurrido. Y como los jóvenes ya no son llamados a filas porque Bush inventó el modelo de la subcontratación de empresas de seguridad que proveen los soldados y a otros se les facilita la legalización si van a luchar a Irak, entonces en los EU no hay crítica social. Y no hay conciencia crítica. Por eso Obama no tendrá muchos problemas para gobernar. Sus decisiones marcarán cierto consenso social. Pero no se sabe aún qué va a hacer con el terrorismo o con las guerras o con el expansionismo de Rusia en una nueva fase de la guerra fría o con los radicalismos populistas o, sobre todo, con la consolidación nuclear de Corea del Norte e Irán. La estructura militar de los EU no va a permitir desequilibrios nucleares, sobre todo por naciones que podrían usar esas armas para sus agendas locales. Y sigue el terrorismo: Bombay fue la bienvenida a Obama. Y la crisis en la Franja de Gaza recordó la vigencia eterna de la crisis árabe-israelí. Es decir: la crisis de los EU en realidad no es moral sino de viabilidad del imperio. La moral en los EU podría ser la misma que en el México de El Alazán Tostado: un árbol que da moras. Un gobierno moral significaría la destrucción de los EU. Pues entonces habrá que esperar que Obama responda a la pregunta clave: ¿los EU son un imperio o una metáfora? El ascenso de Obama fue la suma de todas las crisis de conciencias morales de los estadunidenses. Se lo escribió Mailer a la señora Kennedy el 3 de noviembre de 1960: “no estoy de acuerdo con su marido respecto a Cuba (y vendrían luego Bahía de Cochinos y la crisis de los misiles). Creo que se dispone a cometer un grave error, pero votaré por él de todas formas”. Luego Mailer escribiría su arrepentimiento: “la noche en que Kennedy fue elegido experimenté una sensación de espanto, como si hubiera cometido un grave error, como si de un modo u otro hubiera traicionado a la izquierda y a mi mismo”. Ahí es donde los Estados Unidos se convierten en una metáfora de lo que todos quieren ser haber sido pero no pudieron serlo. Al final, Obama tendrá que ser el presidente del imperio, porque su mundo de metáforas nada tiene que ver con el uso descarnado del poder. A menos que quiera repetir el papel de Carter: la moral lo reivindicó con su alma pero le hizo perder la reelección. Obama tendrá que decidir entre su moral o la reelección. Y no hay mucho riesgo en la apuesta: a la reelección. Al final debe quedar la afirmación de Susan Sontag, por encima de las pasiones y los sentimientos: “Todo lo que se siente acerca de este país (los EU) está, o debiera estar, condicionado por la percepción del poder

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  norteamericano”. Porque al final de cuentas Obama es presidente de la nación más poderosa del mundo, la que se encuentra en crisis, la que reafirmó en el discurso de toma de posesión la hegemonía del mundo y la que quiere seguir siendo imperio.

TERCERA PARTE

La elección del Presidente Barack Obama se convirtió en un hecho histórico, por primera vez un país que se forjó sobre la esclavitud de los negros y la segregación de personas de color, será gobernado por un Presidente afroamericano, hijo de un mulato de Kenia y una mujer blanca de Kansas City en Estados Unidos. Pero hay otro punto relevante, Obama asume el poder de una nación cuya crisis ha llevado al mundo a una grave recesión con millones de desempleados y el peligro latente de una depresión como la de los años treinta. La importancia del gobierno de Obama no debe ser ajena en México; seguridad, terrorismo, petróleo, migración y crisis económica son algunos de los temas de la agenda bilateral. En este contexto, presentamos cinco programas sobre la importancia para México, de la elección de Obama, la herencia de Bush y las relaciones bilaterales. Durante 20 días un equipo se desplazó a Nueva York y Washington D.C. para realizar esta serie de programas especialmente para la Comisión de Radio y Televisión del Estado de Tabasco con la producción The Factory Television, esperamos que sea de su interés.

Cambio y esperanza Dos de las palabras que fueron muy reiterativas en la campaña electoral en los Estados Unidos fueron “el cambio” y “la esperanza”, pero bueno, normalmente en cada elección presidencial el candidato que viene de la oposición habla de que es el candidato del cambio y que es el candidato de la esperanza. El candidato Barack Obama acuñó dos frases: El nuevo cambio y la nueva esperanza, la reiteración de lo mismo, sin embargo, los norteamericanos estaban comprometidos ya con el cambio, se hartaron de 145 

  ocho años de gobierno de Bush, pero hay que tomar en cuenta que son los mismos que votaron dos veces por Presidente Bush en el 2000 en su primera votación y en la reelección del 2004, por tanto, la responsabilidad tiene que ser compartida y es una responsabilidad histórica. El candidato republicano John McCain no pudo definir el voto por el cambio venía desde luego del partido republicano y traía puestas toda la carga negativa del Presidente Bush cuya popularidad, el día de las elecciones, andaba por 25% la más baja que ha tenido algún Presidente en funciones en toda la historia. Por tanto McCain tuvo que luchar contra si mismo, contra su campaña, contra el conservadurismo de su partido y frente a lo que representaba como cambio y esperanza la figura de Barack Obama. El partido demócrata pudo apostarle con mucha astucia y mucha inteligencia porque la candidatura la nominación o la posible nominación de Hillary Clinton no podía reflejar la imagen del cambio de la esperanza, ella representaba todos los intereses del complejo militar industrial que dominaba los Estados Unidos y que dominaron durante los ocho años de gestión de su esposo Bill Clinton. Barack Obama sí lo pudo hacer; logró encabezar la posibilidad del cambio y de la esperanza, sin embargo, muy pronto se dará cuenta de que las cosas no serán fáciles. Fue aquella crítica que le hizo Hillary Clinton de que no es lo mismo hacer discursos poéticos que gobernar en prosa, la hora de la prosa llegó para Barack Obama: estamos viendo que con su equipo y con su gabinete no ha podido definir la perspectiva del cambio, por tanto la primera gran crisis que enfrentara Barack Obama en la presidencia no será la económica, no será la política exterior ni un ataque terrorista, alguna posición norteamericana, sino será la crisis de expectativas, fue demasiada la expectativa de cambio y desperanza que a la hora de la realización se dará cuenta de que la condición imperial de los Estados Unidos no está dada para el cambio y la esperanza en otros países sino para el dominio hegemónico de los norteamericanos.

BUSH, la peor pesadilla de sí mismos Uno de los temas que de muchas maneras quedará marcado en las conciencias de los norteamericanos es George Bush, todos los periódicos la víspera de la toma de posesión de Barack Obama lanzaron una especie de suspiro; finalmente se iba George Bush. ¿Qué era George Bush? ¿Qué fue? ¿Fue realmente el demonio? ¿Fue en verdad el malo de la película? O como muchos analistas con demasiado sentido autocrítico lo están diciendo, George Bush fue la pesadilla misma de

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  los propios norteamericanos. Hay que recordar que Bush tuvo ocho años en la presidencia, dos elecciones –una muy irregular– la otra también con bastantes indicios de fraude electoral, sin embargo las instituciones que consolidaron la presencia de George Bush en la presidencia de los Estados Unidos, dicen que George Bush fue la crisis moral de los Estados Unidos. Bueno, es algo poco explicable, es algo de poca profundidad. George Bush fue el Presidente del Imperio, el Presidente del Imperio que tiene que hacer la guerra para mantener todas sus coordinadas de dominación hegemónica, Barack Obama va a ser el Presidente del ejército norteamericano y de los Estados Unidos que desarrollaron y desataron la guerra en Corea, la guerra fría contra la Unión Soviética, la guerra de Vietnam, invasiones en países de América Latina, las torturas en Guantánamo, el derrocamiento de gobiernos, la política exterior y militar basada en la búsqueda del petróleo; así pues no hay que sorprenderse del papel de George Bush. Pero claro, como siempre ocurre, los norteamericanos se quedan, los políticos y los Presidentes se van y ahora George Bush quiere aparecerse como el malo de la película. Pero hay que tomar en cuenta, George Bush es algo así como el lado oscuro de la conciencia de los norteamericanos, hay en el fondo también el sentimiento de que el american way of life, el sistema de vida norteamericano, requiere de lo que hizo George Bush: invadir, mentir. No hay que perder de vista que Bill Clinton también fue un Presidente que le mintió al pueblo, que le mintió al Congreso y que le mintió a las autoridades en el caso de Mónica Lewinsky. Hay una crisis económica que se culpa a Bush y bueno, desde luego ciertas decisiones de política económica, fallas en la política fiscal, pero al final de cuentas esa crisis económica y esta disminución del superávit presupuestal fue el que financió la guerra de Irak, y hay que tomar en cuenta que el Congreso norteamericano aprobó la guerra de Bush en Irak y en el Congreso norteamericano estaba, entre otras cosas, John Biden, el actual vicepresidente y estaba también la señora Hillary Clinton como senadora, y ellos votaron a favor de la guerra. Por tanto, yo creo que esta elección –lo he comentado con algunos comentaristas y analistas norteamericanos– es algo así como estas actitudes morales que tienen los grandes pueblos que han cometido errores de sí mismos para limpiar sus culpas y endosárselas a otros, ahora vendrá lo que es lógico, lo que es muy común en estas cosas y es la ley de las consecuencias imprevisibles; el Presidente Bush al salir tendrá que cargar pues con toda esta carga, con todo este fardo de sus propios errores, pero también del propio pueblo norteamericano; el propio pueblo norteamericano que ha elegido a Obama, él también tendrá que asumir parte de sus propias culpas.

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Racismo Uno de los temas que estuvo presente, medio escondido pero presente al fin durante la campaña presidencial de Obama y McCain fue el tema racial, nos encontramos a mis espaldas el Teatro de la Ford, en donde fue asesinado el Presidente Lincoln como parte de esta lucha en contra de la esclavitud y en contra de la lucha racial. De todos modos el tema estuvo presente y Obama, como candidato, fue muy cuidadoso con un discurso en desactivar la bomba de lo que era la presencia de las minorías. Sin embargo, el tema nunca se alejó del temor, sobre todo del partido demócrata el día de las elecciones el 4 de noviembre todos esperaban el efecto Bradley, este término Bradley es un término político que señala lo que ocurrió allá por los 70’s en California cuando un candidato de color –Tom Bradley afroamericano– fue candidato a la gubernatura y no pudo ganar a pesar de ir encabezando todas las encuestas con el voto adelantado. El efecto Bradley es cuando el día de la votación mucha gente cambió el voto porque tenían miedo de votar por un candidato afroamericano, esto es un poco de lo que ocurrió el 4 de noviembre hacia las 6 de la tarde cuando comenzaban a darse los primeros resultados hubo gente que esperaba el efecto Bradley, es decir que el temor racial fuera a condicionar el resultado electoral, de todos modos ganó Obama. Hay una conciencia histórica que tiene que ver con el color de la piel, en el caso de Obama es muy difícil; él nació –como ya se ha comentado aquí– en Hawai de madre blanca de Kansas, que salió de los Estados Unidos y se fue a vivir a Hawai y de ahí se casó con un Keniano, y todo el origen histórico, toda la conciencia histórica de Obama vendría de la parte africana, pero no de la represión de los derechos civiles; aquí en los Estados Unidos es un tema que todavía sigue siendo muy latente. Dos personalidades han estado conjuntamente con Obama en estos días de las elecciones y de las fechas previas a la toma de posesión: el Presidente Abraham Lincoln y el doctor Martin Luther King. Y que era la historia que algunas fechas se relacionan, el día 19 de enero fue aquí día feriado por el nacimiento del doctor Martin Luther King, que es una fecha histórica de descanso obligatoria de los pocos que hay en los Estados Unidos, el día 20 tomó posesión el Presidente Obama y estuvo desde el domingo 18, lunes 19 y martes 20, debida a la fiesta de las comunidades afroamericanas. Pero bueno, habrá que esperar; no se percibe una definición de política afroamericana del Presidente Obama. Ya dijo él que va a ser el Presidente de todos los estadounidenses sin tomar en cuenta el color de la piel.

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La crisis económica No, la verdad no fue Irak el voto que decidió la victoria de Barack Obama, fue la crisis económica de acuerdo a las encuestas que venían haciéndose prácticamente todos los días. Hacia mediados de septiembre John McCain mantenía una ventaja de tres puntos porcentuales arriba de Obama, el 15 de septiembre estalla la gran crisis económica, el colapso económico, los bancos, etc. Y se da la voltereta, hacia el 31 de septiembre Obama había dado cuando menos el giro espectacular, tres puntos arriba de John McCain y ya no pudo John McCain recuperar lo perdido; fue pues la crisis económica. Una crisis económica que muchos dijeron que estaba a punto de ocurrir pero que las autoridades nunca le concedieron la importancia. Hace poco al prestigiado economista Jem Hatbrey –hijo del brillante economista John Kennedy Hatbrey– le preguntaron cuántos economistas hábiles había en el país, dijo que pudo haber habido unos 15 mil; de esos cuántos estaban atentos a la crisis económica, dijo que unos mil y de esos cuántos realmente habían advertido la crisis económica, él dijo no más de 10. La pregunta siguiente fue ¿y les hicieron caso? No nadie les hizo caso. La crisis, por ejemplo de las hipotecas, comenzó a estallar no en septiembre de 2008, sino desde el 2006; inclusive desde el 2005 se venía advirtiendo que el precio de las viviendas estaba cayendo por abajo del margen de maniobra o de sobrevivencia de las hipotecas, así mismo las hipotecas, las famosas subprime, fueron entregadas al por mayor. No buscaba una seguridad en la recuperación porque le apostaron a un juego especulativo, como el precio de las viviendas estaba subiendo, por tanto el valor de la hipoteca estaba por abajo aunque el dueño de la hipoteca no la pudiera pagar, le quitaban la casa y esa casa la podían vender a precios mucho más caros, cuando el precio de las hipotecas fue mayor que el precio de la vivienda en ese momento estalló el crack y de todos modos también votó la pobreza. Hay que tomar en cuenta que los sectores afroamericanos han sido los más castigados por la crisis económica, en las últimas fiestas de fin de año, allá en diciembre, los centros comerciales estaban llenos de gente, pero con un dato muy significativo y muy revelador: no llevaban bolsas de compras, la gente iba a sólo a ver, iba a pasear, pero no hubo compras.

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  Las Grandes tiendas comerciales, por ejemplo las tiendas de marca de la 5ª avenida de Nueva York, tenían ofertas de rebaja hasta de 80% para poder vender. Hay el dato que viene en muchas de las revistas de actores aquí en los Estados Unidos, que dice que los propios actores que son los que han mantenido el reino de la moda, han tenido que salir de compras después de las fiestas de fin de año para aprovechar las ofertas, el desempleo es brutal y ese desempleo va a ser el reto más significativo del Presidente Barack Obama no Irak, sino la crisis económica.

Primer Presidente Afroamericano Aunque hubo durante la campaña una serie de pronunciamientos para evitar que el tema surgiera como punto conflictivo, sin duda el racismo subyace en la sociedad norteamericana, no es sólo el hecho de que un Presidente afroamericano de piel negra haya llegado a la presidencia de la nación, sino el hecho de que el sustento del racismo sigue prevaleciendo en una nación que ha sido dominada por la fuerza de la mayoría blanca. El caso lo tenemos muy cercano los mexicanos, todos los indocumentados mexicanos que cruzan la frontera y muchos de ellos de otras partes de América Latina y del sur del continente, han de pasar por las persecuciones, por la marginación y sobre todo, por la sobreexplotación, este tipo de racismo se va a multiplicar en términos del color de la piel por el origen afroamericano. Con mucho sentido político Barack Obama ha tratado de disminuir el efecto y el potencial explosivo del racismo por el color de la piel.

“Yo tuve un sueño” Uno de los temas fundamentales de esta elección presidencial en los Estados Unidos, y desde luego del próximo gobierno, es el color de la piel del candidato triunfador Barack Obama; es el primer Presidente de origen afroamericano y de color negro en la piel que llega a la presidencia de la nación de una república totalmente poderosa, que estuvo fundamentada sobre todo en la segregación y en la esclavitud. El tema viene desde la misma revolución americana y tiene que ver también con las posibilidades de avance político y de luchas sociales y raciales aquí mismo en los Estados Unidos. Hay que recordar que de la revolución de 1779 a aquel discurso de Gettysburg del Presidente Abraham

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  Lincoln en plena guerra civil, que definió en un párrafo que todos los hombres son nacidos iguales. Cabe la pena recordar aquel famosísimo discurso de Gettysburg cuando menos en su primer párrafo, dice así: “Hace ocho décadas y siete años nuestros padres decidieron nacer en este continente, una nueva nación concebida en la libertad y consagrado principio de que todas fas personas son creadas iguales” a partir del criterio de que todas las personas son creadas iguales se desató lo que fue la segunda fase de las luchas raciales en los Estados Unidos. La primera fue la de la Guerra Civil dos años después de lo que fueron las declaraciones de Gettysburg de Abraham Lincoln, se establecieron en el país las famosas leyes de Jim Crowe; fueron leyes que fundamentaron la segregación bajo el principio que en efecto todas las personas, todos los ciudadanos que hayan nacido iguales pero separados, y entonces establece la separación de hombres de color con los hombres blancos. Hay que recordar aquellas películas en donde se decía se prohíbe la entrada a negros, mexicanos y perros en muchos de los restaurantes, la gran lucha de Rosa Parks en los autobuses cuando se negó a levantarse de una zona que le correspondía a los blancos, se convirtió en una bandera de la lucha racial en los Estados Unidos. En este sentido vale la pena recordar el significado político, el hecho histórico de que el primer Presidente de color, el primer Presidente negro – hay que decirlo aquí en los Estados Unidos– va a marcar un punto histórico y va a marcar una inflexión histórica en lo que tiene que ver con el desarrollo social de los Estados Unidos. Aquí las cosas son con muchas referencias de fechas cien años después del discurso de Gettysburg llegó a esta misma zona en esta plaza conocida como el mall en Washington D.C. El gran líder social, el gran líder político Martín Luther King, para luchar en una gran marcha con todos los sectores de los Estados Unidos, sobre todo de color, para luchar por la libertad y por el trabajo fue la primera gran marcha de negros en la lucha por lo que fueron los derechos civiles el reconocimiento de los derechos civiles y constitucionales para los negros, y queda pues para la historia que aquel famoso discurso de Martín Luther King “ yo tuve un sueño” quedó grabado aquí al pie de lo que es el Lincoln Memorial en una parte de la escalinata que dice: “Yo tuve un sueño, Martín Luther King, Washington agosto 28 de 1963”. La historia sigue, el hecho histórico que por primera vez en la historia de los Estados Unidos un Presidente de color, un Presidente negro va a tomar posesión de la Casa Blanca.

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Migración ¿De quién es el problema de la migración?, ¿de los países de América Latina y de otras partes del mundo que no pueden retener a sus trabajadores y que no pueden ofrecerles empleo?, ¿de los Estados Unidos que permiten que ingresen ilegalmente los esconden y les ofrecen trabajos mal pagados?, pero al final de cuentas trabajos con dólares que permiten a los ilegales enviar dinero a sus familias a sus lugares de origen… de quién es el problema. El problema de la economía es el desarrollo, sin embargo, aquí en los Estados Unidos, desde la época de Bush se ha tratado de articular lo que sería el problema de la migración con el temor del terrorismo; prácticamente en políticas de estado hay una vinculación directa para decir que la migración está escondiendo también el problema del terrorismo. En la campaña presidencial pasada el candidato republicano John McCain era el único que presentó de manera coherente un programa de atención a migrantes, el candidato demócrata Barack Obama nunca le otorgó ningún interés al tema de la migración, inclusive John McCain organizó una visita a México para demostrar que bajo su presidencia –en caso de ganar las elecciones– le iba a dar prioridad al tema de la migración, sin embargo el voto de los migrantes y de todos los mexicanos fue a favor de Barack Obama, el candidato que no presentó, repito, ninguna propuesta específica en materia migratoria. Ahí esta uno de los principales obstáculos que va a enfrentar el Presidente Obama, su prioridad interna en materia económica no pasa desde luego por la actividad que beneficia a los migrantes. Hacia finales del gobierno del Presidente Bush, hubo redadas de migrantes por parte de la política antiterrorismo y el Presidente Obama no ha definido ningún interés para suspender esas redadas. Los migrantes también van a ser las primeras víctimas de la crisis económica porque la pérdida de empleos afecta básicamente y fundamentalmente a las áreas productivas que tiene que ver con la migración o que le dan la mano de obra a la migración, así pues la expectativa de los migrantes que se despertó mucho bajo la figura de Barack Obama por su origen afroamericano, no va a encontrar en el corto plazo –de acuerdo a varios expertos con los que hemos comentado el asunto– ninguna decisión de corto plazo; la prioridad va a ser reactivar la economía y reactivando la economía quizá lo que se pueda lograr para ampliar la

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  apertura de empleo a las comunidades de los afectados por la migración, de ahí pues que el tema migratorio que ha conjuntado inclusive en Washington durante la toma de posesión de Obama, muchos sectores y representantes de grupos de migrantes salieron decepcionados porque no encontraron una respuesta y menos aun un compromiso muy concreto por parte del gobierno de Obama a favor de una política migratoria. Así pues el problema seguirá creciendo y entonces habrá que llegar a la conclusión que el problema de la migración de los Estados Unidos no es de Estados Unidos, sino va a ser de los países que aportan mano de obra a la que no pueden darle trabajo.

El porvenir ¿Qué puede esperar México de la presidencia de Barack Obama? Pues después de recorrer algunas oficinas, de hablar con varios especialistas y de observar con mucho cuidado y sentido analítico lo ocurrido en días previos a la toma de posesión, no podemos ver nada novedoso, la reunión del Presidente Obama con el Presidente Felipe Calderón fue un gesto básicamente de cortesía con el vecino y con el aliado comercial. Sin embargo la agenda de problemas bilaterales es mucho mayor: abarca migración, comercio, narcotráfico, seguridad y terrorismo en América Latina, geopolítica y energía, pero de todos estos temas podríamos adelantar que la agenda bilateral de los Estados Unidos con México durante la presidencia de Obama tendrá el olor a petróleo. La estrategia de Barack Obama será buscar un acuerdo energético que le permita a los Estados Unidos lograr un mayor apoyo por parte de México y Brasil como aportadores de petróleo para el consumo norteamericano, y esto le permitirá también a su vez a los Estados Unidos disminuir el flujo de petróleo el uso de petróleo árabe y con ello, pues quitarle un poco de la potencialidad conflictiva que tiene el Medio Oriente en la agenda norteamericana, ya no tanto por el problema religioso y territorial –en este caso de palestinos e israelíes– sino sobre todo por el tema del petróleo. Hay que recordar que hasta el propio Bush tuvo que aceptar que la invasión de los Estados Unidos a Irak fue para asegurar el suministro de petróleo, por tanto, esta agenda energética, esta alianza energética de los Estados Unidos con México, no pasará por los demás temas de la agenda bilateral en el comercio; quizá haya una pequeña revisión de algunas partes sin que implique una renegociación y Estados Unidos va a fijar en el tema de seguridad y terrorismo la misma doctrina, hay que subrayarlo, la misma doctrina de el gobierno de George Bush y finalmente en los Estados Unidos han definido en el caso de Obama una línea importante de definición del programa de gobierno.

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  Los Estados Unidos no están pensando en cómo ayudar a México, en cómo ayudar a Brasil, no están pensando en Cuba, Venezuela en el caso de América Latina, menos en Europa y por tanto tampoco en el Medio Oriente. Los Estados Unidos quieren primero salvarse a sí mismos y superar esta crisis económica y después, en todo caso, replantear su agenda, los márgenes de maniobras de gobierno del Presidente Obama respecto a México, pues serán muy reducidos y esto hay que tomarlo en cuenta para que México no quede esperanzado como ocurrió durante el gobierno de Bush, a que algunas soluciones van a venir de los Estados Unidos. México debe definir su propia agenda de desarrollo interno y después –desde luego– tratar de encontrar algún entendimiento, alguna forma de negociación de esta agenda con los Estados Unidos, si los Estados Unidos se quieren salvar solos, México debe definir su propio desarrollo y después buscar un acuerdo de entendimiento mayor.

Barack Obama, un hecho histórico La toma de posesión Finalmente los hechos se han consumado, el Presidente Barack Obama acaba de tomar posesión, acaba de jurar sobre la biblia un periodo – el primero de ellos de cuatro años– sobre lo que serían las cenizas del gobierno de Bush. Hace ocho años en su primera toma de posesión, Bush comenzó su gobierno con lo que se llamarían los primeros Bushismos, es decir esos tropiezos verbales, esos tropiezos de interpretaciones en sus declaraciones que le llevaron a heredar una fama de torpeza; aquella primera declaración en enero de 2001 decía: “Después de los ocho años de Bill Clinton una larga pesadilla de paz y prosperidad ha terminado” quería decir lo contrario, pero le salió al revés. Hoy se puede decir que una larga pesadilla de guerra y de pobreza finalmente ha terminado, el Presidente Barack Obama, logró conseguir la victoria electoral en función de los saldos negativos del Presidente George Bush. Su agenda será muy cargada pero sobre todo van a dominar tres temas fundamentales: el racismo que no se puede ocultar, la economía que se encuentra en una profunda crisis por desempleo y depresión, y sobre todo la guerra. En cada uno de esos temas el Presidente Barack Obama ha tratado de reflejar definiciones en su discurso de toma de posesión, un discurso bastante sólido, muy bien escrito, muy poético, pero hay que repetir aquella crítica que le hizo Hillary Clinton como candidato, Obama habla en poesía pero el poder se ejerce en prosa, la prosa que se firma en las directrices de

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  inteligencia y de seguridad nacional. Vienen las grandes decisiones; Obama se ha planteado una oportunidad de cien días en los que tendrá que dar resultados, en esos cien días está incluida la agenda migratoria –no la que desean los mexicanos o las minorías que se encuentran en este momentos víctimas de redadas y de la crisis económica– pero al final de cuentas será algún avance en cuanto a reforma migratoria. El tema de racismo ha estado presente, hay una especie de ola de satisfacción en este frío bastante pronunciado en Washington, el día de hoy –la toma de posesión– estuvo el termómetro a 7 grados centígrados, con 5 grados adicionales por el aire y en medio de esta frialdad hallan gran calor humano por parte de las minorías afroamericanas. Este es un sentido político de mucha intensidad; ya las mayorías blancas no han podido con el paquete de reconstruir el poderío y sobre todo la autoridad moral de los Estados Unidos en el mundo y en la economía; eso es lo que está a debate, y ahora es el momento de las minorías, estas minorías, sobre todo las que tienen que ver con el origen afroamericano de Barack Obama, pero que al mismo tiempo están planteando su propia oportunidad. Sin embargo, en medio de este debate de que una minoría puede tener una solución para el problema de los Estados Unidos, el asunto del racismo sigue vigente en la revista “Atlantic” que se ha destacado por ser una revista de mucho contenido de ideas y de mucho contenido intelectual, se pregunta a través de un ensayo si no llegó el momento ya de que se terminó la América blanca, la América de los blancos. De acuerdo con la tendencia demográfica las posibilidades de dominio hegemónico de la raza blanca en los Estados Unidos no iban a llegar mas allá del año 2060, a lo mejor estamos adelantando los tiempos pero de todos modos hay una presencia muy activa de la comunidad afroamericana y hay que destacar esta parte en la participación de las fiestas de toma de posesión del Presidente Obama. El tema de la guerra presente, el tema de la guerra bastante caliente en la gente cuando tocó Obama la parte que tenía que ver con la política exterior, aquí la gente se enardeció cuando dijo que iba a tratar a todos los países como iguales; eso es muy importante pero al mismo tiempo lanzó la amenaza de que no va a permitir que Estados Unidos no sea respetada, en este punto es donde se está estableciendo pues cierto tipo de matiz que no necesariamente tiene que ser una diferencia, una ruptura con lo que ha hecho el Presidente Bush, y entonces los Estados Unidos van a comenzar a entender la lógica política detrás de todas las locuras, de todas las expresiones poco sensatas a veces del Presidente Bush, con todo y el poder personal que tiene el Presidente de los Estados Unidos, de todos modos hay

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  una comunidad de intereses, una comunidad de inteligencia y seguridad nacional y de defensa que son los que definen cuál es el rumbo de la política militar y de la política de seguridad en la ciudad de los Estados Unidos. A pesar de la luna de miel que tiene en el poder Barack Obama, no fue muy bien recibido el hecho de que haya mantenido la Secretaría de la Defensa, en el Departamento de Defensa a Robert Gates, es un militar, de formación militar, no tiene grado militar pero fue director de la CIA, formó parte de todo el equipo de inteligencia y seguridad nacional de Bush papá, y también ahora de Bush hijo, a él le encargaron la tarea ya decidida por el Presidente Bush de disminuir las tropas en Irak es decir de regresar a las tropas de Irak a los Estados Unidos; una decisión que fue desde luego reconfirmada por el Presidente Obama como Presidente electo, en este sentido pues no hay una gran variación, quizá dejaron –dicen los expertos– a Robert Gates para que se haga cargo de lo que él ya había comenzado, pero de todos modos el problema de las tropas en Irak, no radica en el número y en la presencia sino en la estrategia. Está ya, por ejemplo, en el caso de Irak, está la sociedad de iraquíes suficientemente sólida en cuanto a instituciones democráticas como para que no requiera ya la presencia de los Estados Unidos. Esta pregunta es la que no ha encontrado respuesta en las diferentes oficinas que tienen que ver con la política militar de los Estados Unidos, y por otro lado el retiro de tropas de Estados Unidos en Irak va a provocar una ruptura del precario equilibrio militar que se encontraba en el Medio Oriente, sobre todo por este corredor muy importante de Afganistán, Irán, Irak, en especial por esta relación que ha habido entre Irán y Afganistán y sobre todo con los iraquíes de Saddam Hussein, ahí es donde el Presidente Obama tendrá que ser no solamente muy astuto para no romper con los precarios equilibrios en el Medio Oriente, y sí para poder tener cuando menos una posibilidad de avanzar en las pláticas de paz. El otro problema, el terrorismo, no hay de hecho ninguna desarticulación formal o total de las agrupaciones terroristas, lo que está sucediendo en la Franja de Gaza, por ejemplo, tiene como tema subyacente el aspecto del terrorismo, grupos terroristas se han refugiado en la parte de la Franja de Gaza los grupos de habas, hasta ahí llegaron de algún modo los israelíes; estos temas son los que no han encontrado respuesta en las primeras definiciones el Presidente Barack Obama, pero son definiciones que tendrán que darse prácticamente sobre la realidad, así pues, racismo, guerra, economía; tres de los temas fundamentales por lo demás Barack Obama es un hombre pragmático, es un hombre de una formación muy reciente en política pero también de una inteligencia sobresaliente, ha

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  podido sobrevivir en medio de lo que sería la jungla del poder aquí en Washington con el poco tiempo que estuvo como senador y sobre todo pudo convencer a los diferentes sectores conservadores y tradicionalistas del partido demócrata para conseguir la candidatura presidencial. Otro de los datos que fue sobresaliente en este ambiente de toma de posesión de Barack Obama, fue el hecho de que quedará a cargo de una nación profundamente dividida, dividida de por sí, dividida por la ideología pero también dividida por las decisiones pocos sólidas, poco consensuadas del Presidente George Bush, una de las decisiones que contribuyó a esta división interna fue el hecho de violentar y de disminuir las garantías constitucionales y las garantías sociales en esta lucha contra el terrorismo; se violaron garantías individuales, se interceptan mensajes telefónicos, de la internet no hay un control sobre los derechos constitucionales, esto ha provocado que los Estados Unidos hayan regresado a la era de la barbarie de las prisiones clandestinas, pero sobre todo de la tortura , una de las graves críticas al Presidente Bush fue haber firmado una directiva para permitir la tortura directa en contra de presuntos terroristas presos en algunas de las prisiones. Aquí hace una rato acaba de desfilar un grupo de activistas con trajes disfrazados, como los trajes color naranja de los presos de Guantánamo, la cabeza tapada como los presos de Guantánamo exigiendo al Presidente Barack Obama que cumpla su compromiso que hizo como Presidente electo de cerrar lo más pronto posible la prisión de Guantánamo. Este será un problema estratégico muy grave; cerrar Guantánamo significaría también disminuir las posibilidades de investigación y de interrogatorios de los terroristas que han causado muchos estragos en los Estados Unidos. Pero del otro lado se han encontrado que la estructura judicial de defensa de las garantías individuales de los ciudadanos es un obstáculo para la investigación de los actos terroristas, y desde luego son garantías que de muchas maneras han sido invocadas por los propios terroristas. En este contexto es en el que se encuentra la dificultad del Presidente Barack Obama para encontrar algún mecanismo de conciliación interna no le ayudará, desde luego, el resultado electoral; el país quedó dividido en cuanto al voto popular, el voto delegado fue bastante holgado a favor de Barack Obama y en contra de John McCain, pero el voto popular indica que hay un país a favor de Obama, a favor de los republicanos, lo que viene entonces es una gran tarea de reflexión pública y de reflexión política, dicen los analistas y observadores que el Presidente Obama no puede aflojar las riendas en

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  cuanto a los temas que tiene que ver con la seguridad de los Estados Unidos tipo terrorismo, pero que tendrá que buscar nuevas maneras de perseguir a los propios terroristas. No se perfilan muchas novedades, el dato, por ejemplo, de que Obama va a aumentar las tropas en este momento –cerca de 40 mil en Afganistán para perseguir a Osama Bin Laden– es un dato de que la lucha contra el terrorismo va a tener que seguir y por lo tanto también las garantías individuales no respetadas van a continuar cuando menos en lo que se van desmantelando a los principales grupos terroristas, faltara también saber cuál es la capacidad que tiene Obama para influir en los otros líderes mundiales se encontrará un contexto internacional bastante marcado por la polarización, hay nuevas regiones en el mundo que están estableciendo espacios de hegemonía al margen de los intereses de los Estados Unidos, hay una enorme preocupación aquí en los Estados Unidos de que Irán y Corea realmente tengan la capacidad y la posibilidad de usar las armas nucleares en contra de los Estados Unidos, en contra de sus vecinos o de otros países; estas naciones con poder nuclear forman parte del área prioritaria de inteligencia pero sobre todo de seguridad nacional de los Estados Unidos, y está el caso también de Rusia que se ha recompuesto en cuanto a poderío militar; pero sobre todo, que acaba de inaugurar con Vladimir Putin una segunda guerra fría. China, otro de los puntos clave de la hegemonía y de los intereses norteamericanos, ambos ya también penetrando en el continente latinoamericano por el sur, a Estados Unidos no le interesa absolutamente para nada Venezuela, si acaso la disminución de flujo petrolero puede convertirse en una posibilidad también de buscar fuentes alternas o proveedores alternos, hay una iniciativa para una agenda energética de América Latina en la cuál forman parte fundamental Brasil y México. Por tanto, Venezuela no es una prioridad, sin embargo sí la penetración de Irak, sí la penetración de China, sí la penetración de Rusia en el continente americano porque rompe el equilibrio de seguridad nacional. La tarea pues de Barack Obama no es fácil, tendrá que lidiar con problemas internos, el de la economía; está obligado a crear –algunos dicen que 3 millones de empleos–· pero de acuerdo a los análisis de especialistas esos 3 millones de empleos tendrán que ser en uno o dos años, la necesidad de empleo de los Estados Unidos esta llegando ya a más de 10 millones de empleos, y desde luego en el sector formal no tanto en el sector servicios, así pues en este contexto ocurrió la toma de posesión de Barack Obama. Empieza una nueva etapa en los Estados Unidos, hablan algunos medios de una nueva era, todavía no hay indicios de que sea una nueva era, pero sí cuando menos de una nueva etapa en la que estará al frente de las

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  riendas del poder y del imperio más importante del mundo un Presidente de color y con intenciones cuando menos de disminuir las tensiones imperiales en el mundo, habrá que ver cuáles son los resultados en el corto plazo. Con el Presidente Obama los Estados Unidos ingresan a un nuevo período de gobierno; no se sabe todavía si será una nueva era, una nueva etapa o un nuevo siglo, lo más significativo en estos momentos es la participación popular; hay que recordar por 1968 cómo el Presidente Nixon acudió al apoyo de la sociedad para terminar con la guerra de Vietnam, en aquel momento Nixon apeló a lo que él mismo caracterizó como la mayoría silenciosa; esa mayoría pasiva que solamente pudo incorporarse a la vida política para terminar con la sangrienta guerra de Vietnam que provocó casi 60 mil norteamericanos soldados muertos, un poco estamos viviendo lo mismo, ahora, en estos momentos, hay una enorme participación popular activa de la sociedad primero para terminar con la era Bush y segundo para apoyar lo que sería el intento de definición de un nuevo ciclo para los Estados Unidos. Se busca que los Estados Unidos sigan siendo un imperio pero digámoslo entre comillas “un imperio bueno”, si es que realmente existe un imperio bueno. La gran virtud del Presidente Obama es su capacidad de influencia entre las masas, no se trata todavía de un liderazgo, se trata de una expectativa, esto hay que señalarlo muy bien , un liderazgo implicará la toma de decisiones drásticas con el apoyo popular, pero hay que recordar que Obama viene de una minoría, es la primera vez que un país en crisis hecha mano a sus minorías para intentar salir del hoyo en el que se encuentra, en su discurso de toma de posesión el Presidente Obama fue muy drástico al señalar que la crisis era muy seria y que iba a seguir habiendo problemas, por tanto, apelaba a la petición de apoyo de la gente. Todavía no, repito, todavía no sabemos si Obama va a ser un gran líder pero muchos ya lo ven con esta expectativa de ser un predicador, de ser un salvador, una especie de Moisés que quieren que abra las aguas del Mar Rojo para que el pueblo norteamericano pueda cruzar con toda tranquilidad de un lado a otro. Las estrategias, los desafíos, los retos, la realidad que se enfrenta el Presidente Obama es verdaderamente complicada y no tiene nada más que ver con Bush, a Bush hay que acreditarle desde luego esta confusión, en la comprensión de lo que ocurrió en el ataque terrorista del 11 de septiembre y la respuesta de centrar todo en el terrorismo. Por ejemplo, a Bush no le acreditan, no lo culpan de la guerra de Irak tal como fue sino de no haber esperado la última visita de los inspectores de Naciones Unidas, si los inspectores de Naciones Unidas hubieran intentado recopilar más

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  información en Irak y Saddam Hussein no lo hubiera dejado entrar en ese momento, prácticamente la mayoría del pueblo norteamericano hubiera apoyado la guerra que ocurrió, lo que pasó es que Bush no pudo esperar esas dos semanas. En términos económicos, la crisis, el colapso del capitalismo, también está considerándose como uno de los grandes problemas y ahí es donde las recetas tradicionales, es decir, la política fiscal está buscando cuando menos que no haya más desempleados, y sí cuando menos que se creen nuevos empleos; ese es el gran desafío que tiene el Presidente Obama en el corto plazo. No es una tarea fácil, no es una tarea que digamos se pueda resolver con una sola decisión, en términos económicos se espera que cuando menos el impacto negativo de la crisis sea un poco menor, es decir, que sigan existiendo cierre de empresas pero cada vez menos, en el caso de la política exterior no quisieran los norteamericanos que estallara en otra crisis como la de Gaza u otra crisis como la de Irak, sin embargo, la situación en el ámbito de la influencia de Rusia es muy caliente sobre todo en Chechenia y en el caso de Medio Oriente, está este activismo que preocupa mucho a los estrategas norteamericanos por parte del Presidente de Irak. Hay pues una enorme tarea que tiene el Presidente Barack Obama sobre sus espaldas, cabe destacar que como dato también muy importante carece de equipo, es decir, Obama es Obama y ha tenido que echar mano en cuanto a su equipo a prácticamente todo el gobierno del Presidente Clinton, y no puede decirse que el gobierno del Presidente Clinton haya sido el más eficaz en su momento. Hay que tomar en cuenta que el Presidente Bill Clinton inauguró prácticamente su gobierno con los ataques a las torres gemelas en 1993 y no pudo tomar ninguna decisión para terminar con los actos terroristas, del ataque a las torres gemelas en el 93, al ataque y el desmoronamiento de las torres gemelas en el 2001 estuvo de por medio este tipo de política frívola y sobre todo ajena a la realidad por parte del Presidente Clinton. Este contexto pues, es que todo el equipo del Presidente Clinton está acompañando a Barack Obama, no coincide con una lógica, redentorista de redentor que está de muchas maneras tomando el Presidente Obama en este contexto, pues podríamos esperar en el corto plazo que muchas de las decisiones del Presidente Obama no puedan tener ningún encarrilamiento con efectos positivos en el corto plazo. Está el caso de política exterior, por ejemplo, en manos de la señora Hillary Clinton quien en su campaña dijo que lo que se necesitaba era el uso y la amenaza de la fuerza; hay que recordar aquel spot de televisión en el que sonaba un teléfono a las 3 de la

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  mañana y la señora Clinton decía, “bueno, quién va a contestar si hay una amenaza terrorista a las 3 de la mañana”, es decir, la misma política del miedo del estilo del Presidente Bush y en términos militares, repitió –ya lo hemos comentado varias veces– a Robert Gates encargado del Departamento de Defensa del gobierno del Presidente George Bush. Ciertamente se queda porque le tocará desmantelar la presencia militar de los Estados Unidos en Irak, pero quedará parte de su propia doctrina de seguridad, así pues el Presidente Obama tiene un enorme reto, un enorme desafío, no se trata de una crisis circunstancial; la de los Estados Unidos podría decirse que es una crisis de modelo, una crisis de viabilidad, una crisis de propuesta hegemónica que ya no está respondiendo a una nueva composición internacional del mundo, y sobre todo de los liderazgos, y más aún de los problemas y de los conflictos que no responden a que si los Estados Unidos tienen mayor o menor presencia, sino al surgimiento de una multipolaridad a veces no tan dominante como la de los Estados Unidos. Así pues, Estados Unidos se encuentra en la orilla de grandes decisiones, el Presidente Obama, repito, proviene de una minoría de color de la minoría afroamericana, normalmente reprimida, normalmente sacrificada hay que tomar en cuenta que los primeros que fueron enviados a Vietnam y ahora la guerra de Irak fueron justamente los sectores afroamericanos, y ahora él tiene en sus manos la posibilidad de crear una nueva doctrina de paz o una nueva doctrina de hegemonía política mundial sin necesidad de llegar a la guerra. A lo largo de todo el discurso y toda la presencia de Obama fue enorme el entusiasmo que tenía que ver con un enfoque antibélico; los Estados Unidos están en una gran contradicción inclusive moral porque quieren seguir siendo el imperio del mundo pero sin ninguna participación militar en el mundo ni ninguna guerra, lo cual es prácticamente imposible. Este es el escenario en el que el Presidente Obama tomó posesión el día de hoy y en medio, ciertamente, del entusiasmo a la hora que presentaron a todos lo invitados. El ex Presidente que se llevó el mayor numero de vivas fue el Presidente Bill Clinton, el ex Presidente que se llevó un buen entusiasmo fue Jimmy Carter, un silencio total y absoluto – imagínense 2 millones de personas que de pronto callan– cuando de repente presentan al Presidente George Bush padre y algunos gritos bastantes de protestas y abucheos cuando arribó a la ceremonia en el capitolio el Presidente George Bush hijo para entregar la presidencia a su sucesor. En este contexto de liderazgos es en el que se está desarrollando esta transmisión de gobierno del Presidente de los Estados Unidos, para México y para América Latina.

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  Nuestro principalísimo problema es el de la migración que no solamente afecta como república, sino afecta como entidades federativas, Chiapas, Oaxaca, Tabasco y muchas otras están ya teniendo necesidad los gobiernos estatales de intervenir en la definición de las nuevas políticas. El Presidente Obama ha dicho que en su política migratoria, en su reforma migratoria no va a ser –digamos– negociada con ninguno de los sectores pero que sí va a tratar de establecer algunas consultas con los países involucrados: ese es el momento pues en que las entidades federativas tengan la posibilidad de influir en políticas y decisiones de los Estados Unidos. El tema será la migración, lo demás tendrá algún otro tipo de solución; narcotráfico –mientras Estados Unidos siga siendo el mayor consumidor– no tendrá solución, aquí en los Estados Unidos si bien ha habido mucha información sobre la violencia del narcotráfico, en realidad lo que les preocupa es la migración ; los mexicanos cada vez en mayor número cruzan la frontera porque no hay empleos en sus entidades, y tratan de buscarlo aquí a costa, desde luego, de competir con otros empleos, con otras minorías. Por cierto también indocumentadas porque no solamente son las hispánicas, así pues los Estados Unidos comienzan un nuevo gobierno; vamos a esperar si se trata de una nueva era.

El reto americano ROBERT PASTOR Director de Asuntos Latinoamericanos del Consejo de Seguridad Carlos Ramírez: Doctor Pastor, el Presidente Obama va a tomar posesión pero hay muchos problemas de política exterior, ¿cuál ha sido el resultado, en qué situación se encuentra la política exterior de los Estados Unidos ahora que toma posesión Obama? Robert Pastor: Este es un momento de gran cambio y esa es la razón por la cual los norteamericanos eligieron a Barack Obama; ellos están preocupados o molestos con el manejo de la presidencia por parte de George W. Bush. Él abandona el cargo con sólo un 22% de rating de aprobación, sus decisiones en la guerra de Irak, sus decisiones en la economía, han dejado a los Estados Unidos en una posición extremadamente débil, pero

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  Barack Obama ofrece esperanza de que habrá un cambio y en que nos moveremos hacia el futuro en una dirección muy positiva. Carlos Ramírez: Doctor Pastor, darían la impresión algunos sectores de que la situación que está viviendo los Estados Unidos es similar a la que vivió el Presidente Carter; un deterioro de la política exterior y un discurso esperanzador, ¿coincide usted con esto? Robert Pastor: Hay similitudes con 1976, después de cuatro años en el que un Presidente renunció a la oficina, el nuevo Presidente le otorga el perdón; nosotros estábamos desmoralizados por la guerra en Vietnam, el Presidente Carter llegó con una agenda llena de posiciones y de temas que los americanos debían tomar a fin de reubicarse en el mundo: yo creo que el Presidente Carter fue muy exitoso en sus primeros tres años en impulsar hacia delante a América, en negociar y obtener la ratificación de los tratados del Canal de Panamá, normalizando las relaciones con China, negociando acuerdos con Rusia, estableciendo un Departamento de Educación, un Departamento de Energía; él hizo un gran acuerdo en poco tiempo y yo creo que lo mismo se espera de Barack Obama. Carlos Ramírez: Doctor, el Presidente Bush le dio al terrorismo a la lucha contra el terrorismo la definición de la política exterior ¿cree que fue acertado o que le faltó a la política exterior? Robert Pastor: Después de los ataques del 15 del septiembre los americanos daban un total apoyo a los esfuerzos de Bush contra el terrorismo y ellos continuarán viendo al Presidente Obama para jugar un papel importante en la prevención de cualquier acto de terrorismo; pero ahora es claro que esa política en el periodo de George Bush estaba muy enfocada, él llegó a la exclusión de otras relaciones y de otras políticas. El Presidente Obama debe corregir eso, hay una larga agenda no sólo con la guerra de Irak, de fortalecer nuestra posición en Afganistán, de prevenir las armas nucleares en Irán sin ir a una guerra, de ayudar a resolver los problemas en el Medio Oeste, todos ellos son internacionales e importantes incluso antes de que volteemos hacia Latinoamérica y México. Pero los temas dominantes con los que la nueva administración deberá de tratar es la crisis que enfrentan los Estados Unidos y el mundo entero, y el Presidente Obama claramente da la prioridad a ello.

OTTO REICH Ex Subsecretario de Estado para América Latina 163 

  Carlos Ramírez: Doctor Otto Reich, usted formó parte del equipo de trabajo de política exterior del Presidente Bush, para empezar ¿cómo deja el Presidente Bush –después de otros ochos años– a los Estados Unidos y en qué situación se encuentra el mundo después de ocho años del gobierno de Bush? Otto Reich: Bueno, yo creo que el mundo está enfocado en la situación económica; todo el mundo sabe que la situación es muy seria, creo que el gobierno del Presidente Bush, trabajando con el congreso demócrata, han logrado tomar ciertas acciones que esperamos todos van a resultar en una recuperación económica que beneficiará a todos: desde el punto de vista de seguridad nacional el Presidente Bush deja el país en mejor condición de la que estaba hace ocho años, porque ya todo el mundo acepta el hecho de que Estados Unidos estaba en una guerra que no reconocía como tal en aquel momento. Una guerra que había nacido lanzado el islamismo fundamentalista radical terrorista de Al Qaeda y otros grupos parecidos, pero principalmente Al Qaeda que habían atacado ya a las torres gemelas en el 93, en el primer año del Presidente Clinton, que volaron dos embajadas de Estados Unidos en África, un buque de Estados Unidos en Yemen, y muchas otras actividades que constituían el comienzo de la guerra y que culminaron con el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001. La respuesta del Presidente Bush –que ha sido muy controvertida– ha resultado en un Estados Unidos que por más de 7 años no ha sido atacado. Carlos Ramírez: Ahora, aún con esta evaluación hay la impresión de que el tema de Irak, el tema del terrorismo, influyó negativamente en la campaña a favor de McCain. Otto Reich: No creo, al contrario, yo creo que McCain resultó ganador de más votos de lo que debía haber ganado con una situación económica mundial como la que enfrenta Estados Unidos en este momento; con una guerra que no es popular, yo creo que el tema del terrorismo y el tema de Irak que se ha cambiado, las encuestas demuestran que el pueblo reconoce el pueblo norteamericano que la estrategia del Presidente Bush los últimos dos años, que es la estrategia del senador McCain –que él venía proponiendo hace por lo menos 4 años– es la que ha resultado en el hecho de que el terrorismo en Irak ha bajado enormemente y que el gobierno de Irak, el gobierno electo democráticamente en Irak, tiene una posibilidad de crear una democracia en ese país.

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  Carlos Ramírez: Usted, que participó en la campaña presidencial ¿por qué perdió McCain? Otto Reich: Mire, este era un año demócrata, iba a ser un año demócrata , comenzó desde hace dos años cuando inició la campaña, fue la campaña más larga de la historia de Estados Unidos, la campaña electoral, como un año demócrata, primero el Presidente del partido de gobierno o sea el partido del Presidente es el que pierde las elecciones cada ocho años: hay muy pocas excepciones, la única excepción reciente en los últimos 50 años fue Bush padre que le siguió al Presidente Reagan; segundo, el índice demostrado por las encuestas de opinión pública decía que el pueblo quería un cambio, lo cual favorecía a cualquier candidato demócrata, pero tercero, el candidato demócrata resultó ser una persona con increíbles habilidades políticas, pero hubiera sido un milagro que cualquier republicano hubiera ganado en el año 2008. Carlos Ramírez: ¿Cuáles serán los principales problemas que va a enfrentar el Presidente Obama? Otto Reich: El primer problema es la crisis financiera internacional, lo que tiene que hacer el Presidente Obama y ya lo ha comenzado con el apoyo total del Presidente Bush y de los demócratas y republicanos en el congreso, es evitar los errores que se cometieron en los primeros cuatro años de esa gran depresión del 29 al 33, donde una recesión –porque era la recesión– en aquel momento recibió en lugar de ayuda, recibió más golpes por parte del gobierno de los Estados Unidos y de los gobiernos del mundo que, por ejemplo, cerraron sus mercados. Sabemos que el proteccionismo que le siguió a la gran recesión del 29 contribuyó a la depresión del 33. Segundo, tiene que recordar y lo ha dicho que lo sabe, todavía existe una guerra contra el terrorismo internacional; los terroristas aun no se han rendido, han recibido grandes golpes en Afganistán, en Irak, en Sudán, en Yemen, en las Filipinas, en muchos otros lugares de todo el mundo, estaban muy fuertes, hay que terminar de derrotarla al igual que en Irak, al igual que en Afganistán. Tercero, es en términos de los retos del Presidente Obama y estoy hablando solamente de los más serios, porque tiene cientos de retos, es el peligro de la proliferación de armas nucleares comenzando por dos gobiernos: el de Irán y el de Corea del Norte que están decididos a construir bombas atómicas. Corea del Norte aparentemente ya lo tiene y son gobiernos que no son racionales francamente.

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JORGE RAMOS Periodista de Univisión Carlos Ramírez: Una evaluación Bush; es un Bush en el momento que entró, un Bush después del 11 de septiembre, y un Bush el que se va, ¿cuál es tu análisis? Jorge Ramos: Creo que el Presidente Bush he visto muchísimas encuestas pero lo primero que me llama la atención –y es quizás el lugar común– es que es el Presidente más impopular que ha tenido los Estados Unidos, desde que se empezaron a hacer encuestas los norteamericanos han ido viendo cómo van subiendo y bajando en popularidad el Presidente; la última encuesta que vi antes de que dejara el poder el Presidente Bush , sólo el 22 por ciento de los norteamericanos creían que había realizado un buen trabajo de acuerdo con el periódico The New York Times y con la cadena CBS, 22 de cada 100. Carlos, es impresionante realmente un Presidente que pasará a la historia por no nada más por haber sido muy incapaz, sino por haber dejado al país con dos guerras; una de ellas la guerra en Irak que comenzó por las razones equivocadas, por la gran tragedia del huracán Catrina (nunca antes los norteamericanos habían visto cadáveres de sus propios conciudadanos flotar por las calles de Nueva Orleans), será recordado por ser curiosamente uno de los Presidentes más antiemigrantes que ha tenido los Estados Unidos y es curioso porque Bush prometió una reforma migratoria para los cerca de 10 ó 12 millones de emigrantes indocumentados, pero cuando cuentas qué hizo Bush, Bush no logró la reforma migratoria, no legalizó a nadie y por el contrario, ha habido más redadas, más familias separadas, más deportados que nunca en la historia. Si a eso le sumas la terrible crisis económica –la peor desde 1929– nos encontramos con un Presidente que ha dejado muy mal parado a los Estados Unidos y para terminar, como si fuera poco, es un Presidente que autorizó la tortura. Yo recuerdo cuando se hablaba de los Estados Unidos como un lugar o un país donde decías, bueno por lo menos no torturan, o por lo menos no promueve la tortura, el Presidente Bush autorizó la tortura. Carlos Ramírez: Jorge, en este tema, la crítica a Bush, ¿y la sociedad? ¿Dónde está esa sociedad que no criticó? Porque Bush pudo hacer prácticamente su voluntad, ¿dónde está esa sociedad? Esa mayoría silenciosa, le decía Nixon. Jorge Ramos: Déjame empezar con un mea culpa, o sea, dónde estábamos los periodistas después del 11 de septiembre de 2001, cuando

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  empieza el Presidente Bush y comienza en marzo de 2003 una guerra, donde nos damos cuenta que los inspectores de las Naciones Unidas pedían más tiempo; no estaban pidiendo años, estaban pidiendo una o dos semanas más, y Bush no se los daba, y cuando salen las fotografías de Abu Ghraib, creo que nuestro trabajo como periodistas en ese sentido fracasó, creo que los periodistas que teníamos que ser el antipoder o el contra poder, no realizamos bien nuestro trabajo, no hicimos las preguntas duras, por ejemplo, después del 11 de septiembre, cuando Bush tenía el 90 por ciento de aprobación y empezaron a autorizarse todo este tipo de leyes y de cambios, los periodistas no hicimos las preguntas correctas, y luego la sociedad civil entró. Hay que reconocerlo; todos teníamos miedo Carlos, a mí me tocó estar ahí el 12 de septiembre de 2001 en Nueva York, tuve que manejar porque no había aviones, tuve que manejar desde Miami hasta Nueva York, y esta era una sociedad con miedo; todos pensamos qué podía venir después, otro ataque terrorista, vinieron las famosas cartas con ántrax y una sociedad con miedo con una oposición política que no se atrevía a criticar al Presidente, y unos periodistas que no hacíamos las preguntas incómodas, eso permitió que finalmente Bush impusiera todo su poder y las consecuencias las tenemos hoy. Carlos Ramírez: Y en eso aparece Obama… Jorge Ramos: Claro, porque Obama es la oposición, ¿no? Obama es la fiesta que se opone al entierro, o sea, Obama es el cambio y yo creo que en México entendemos mucho esta idea de la fiesta, la fiesta como contraposición a la cotidianeidad; Obama surge precisamente de eso, yo estoy sorprendido, he estado viajando por América Latina, recién acabo de regresar de México y las expectativas puestas en Obama son extraordinarias, Obama no sólo se presenta como el caudillo, sino más allá del caudillo. Barack Obama es para muchos el salvador, es una experiencia casi religiosa, en donde se está esperando de Barack Obama que arregle el mundo, y le arregle el narcotráfico a los mexicanos, y que le arregle el problema de libre comercio a los colombianos, y que arregle el problema económico aquí; esas enormes expectativas van a ser imposibles de cumplir, pero precisamente como contraposición a Bush surge Obama –del hombre blanco al hombre negro, del republicano al demócrata del hombre de 62 años al de 47 años, del que no usaba la Internet al hombre que se trepa en el poder a través de ésta– y ese cambio generacional es importante. Carlos Ramírez: Ahora su agenda, da la impresión, que es lo que puedo percibir aquí, que es más nacional, claro, va a tratar de salvar a

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  Estados Unidos en el entendido que al salvar a los Estados Unidos puede salvar el mundo, ¿es esta percepción acertada? Jorge Ramos: Sin la menor duda, lo interesante es que tú vas a cualquier lado y los Kenianos piensan que Kenia es la prioridad, y que Europa es la prioridad en Europa, y que América Latina es la prioridad. No es cierto, o sea, la prioridad de Barack Obama es Estados Unidos y cuando tú le preguntas a Rahm Emanuel (Jefe de gabinete) cuáles son las prioridades de Barack Obama, muy sencillo: economía, economía y economía, o trabajos, trabajos, trabajos. Tiene muchas preocupaciones: tiene dos guerras, tiene una Rusia que crece en poderío, China y la India que están creando un mundo multipolar en el planeta, pero la prioridad de Barack Obama es trabajos, o sea Barack Obama tiene que crear 3 millones 500 mil empleos; ese es su objetivo y claro, el mundo tiene enormes expectativas puestas en él pero si no crea estos empleos, Barack Obama dejaría el poder dentro de 4 años. Carlos Ramírez: El tema del terrorismo, lo que tú dices, el miedo que introdujo Bush, la realidad de ese miedo, porque hay un terrorismo vigente ¿cuál va a ser en Obama el papel del terrorismo, que pueda llevar a un cambio de estrategia, profundizar la misma; no se ve una modificación de fondo? Jorge Ramos: No, yo creo que no, fíjate, me recuerdas una entrevista que hace… antes de dejar el poder George Bush, hizo con Larry King, el conductor de CNN y Larry le presentaba todas esas críticas a George Bush; la guerra, la tortura, el espionaje telefónico, no sé si a ti y a mí alguna vez hablando por teléfono de México a Estados Unidos, nos grabaron y entonces Bush le decía algo muy interesante, si nos hubieran vuelto a atacar, si hubiéramos tenido otro ataque terrorista en los Estados Unidos, todo esto no hubiera importado, el gran logro de Bush que nos quiso presentar en conferencias de prensa y en entrevistas hechas antes de dejar el poder, es que Estados Unidos no había sido vuelto a atacar desde el 2001 , y cuando le preguntaron a Bush ¿cuál es el principal consejo que le das a Barack Obama? Es; “Ten cuidado con los enemigos de los Estados Unidos, evita un ataque terrorista durante tu presidencia”. Carlos Ramírez: ¿Cuál podría ser su estrategia, la misma atacarlos en su país? Jorge Ramos: Claro, Barack Obama escoge al mismo secretario de defensa que tenía George Bush, es decir, todo cambia pero al mismo tiempo no cambia, ¿en qué no va a cambiar los Estados Unidos? No va a cambiar en

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  que por lo menos hay una misma filosofía, fíjate, republicanos y demócratas, tanto Bush como Barack Obama tienen la misma idea keynesiana de resolver este problema, es decir, expandir la economía, tirarle dinero para creación de trabajos, igual Bush que Barack Obama, pero al mismo tiempo en cuestión de la lucha contra el terrorismo es exactamente lo mismo, el mismo secretario de defensa de Bush es el mismo secretario de defensa de Barack Obama; en ese sentido Estados Unidos no cambia, cambia en otras cosas, es una cuestión generacional, tenemos al primer afroamericano en la historia de los Estados Unidos, este edificio que esta acá atrás (Casa Blanca) fue construido con manos esclavas de 1782 a 1800, eso cambia , pero en la esencia Estados Unidos se mantiene igual va a seguir siendo una país extremadamente capitalista, va a seguir buscando la apertura de mercados y al mismo tiempo su prioridad va a ser evitar otro ataque terrorista.

ALAN STOGA Presidente de ZEMI Comunications Carlos Ramírez: ¿Cómo se encuentran los Estados Unidos después de ocho años de gobierno de Bush? Alan Stoga: Necesitábamos desesperadamente un nuevo Presidente, estos ocho años han sido complicados para los Estados Unidos, hemos ido de un lugar que era realmente muy bueno, hace ocho años la economía era fuerte, nuestra posición global era fuerte, teníamos la perspectiva de que estábamos entrando a un periodo que era muy bueno para los Estados Unidos, y en consecuencia para la economía mundial, ocho años más tarde estamos en un lugar con una desastrosa recesión en curso donde el Sistema Financiero Internacional está en riesgo, donde estamos peleando con dos o tres guerras dependiendo de cómo las cuentes, donde el entorno internacional, literalmente, el planeta está en riesgo. En ocho años George Bush fue capaz de transformar una muy buena posición estratégica, en una situación estratégica realmente terrible, él lo hizo casi con su propia mano. Carlos Ramírez: Después del 11 de septiembre la prioridad de Bush fue el terrorismo, ¿cuáles serán los principales problemas del Presidente Obama? Alan Stoga: Él tiene varias cosas que hacer; primero que nada tiene que cambiar la forma en que el país piensa sobre sí mismo, él tiene que cambiar, Obama tiene que cambiar cuáles son nuestros propósitos. En este

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  momento somos un país que se siente –con excepción de la emoción por el hecho de que Obama haya llegado al poder– un país que se siente deprimido, pensamos que nuestros buenos días han terminado, estamos terriblemente preocupados por nuestras perspectivas económicas, hoy algo así como el 14 por ciento de los norteamericanos están o desempleados o no empleados a tiempo completo, no encuentran empleos de tiempo completo, estamos atrapados, desesperados, al menos verdadera y profundamente preocupados ante el futuro, no somos activistas. Así que la primera cosa que Obama tiene que hacer es transformar esta visión negativa en la que podemos resolver los problemas, es casi como en 1932, cuando Franklin Roosevelt llegó al poder y dijo: “La única cosa a la que deben de temer, es al miedo mismo”, y Obama tiene antes que nada, inspirarnos a resolver problemas en lugar de sentirnos atropellados por un camión, así que lo primero es estimular la creencia del pueblo norteamericano de que somos capaces de hacer las cosas. Lo segundo es resolver la economía, ambas debido a las formas en que mal administramos la economía por ocho años, y porque las líneas de las estructuras económicas del periodo de la postguerra están agotadas, así que él tiene que tratar de poner un piso por debajo de la economía y reinventar cómo va a crecer, eso sería lo segundo. El tercer tema que tiene que ver es agendar el entorno, claramente hemos llegado a un punto en donde nos estamos acercando cada vez más a puntos cruciales en la ecología global; y la cuarta prioridad es cambiar cómo estamos actuando con el resto del mundo en los últimos ocho años después del 11 de septiembre, nosotros decidimos que teníamos todas las respuestas y que podíamos actuar unilateralmente, que si decidíamos que debíamos ir a la guerra no nos importaba si nadie venía con nosotros o si alguien se opusiera simplemente íbamos a la guerra, el resultado es que tenemos una mala estructura militar, que hemos profanado nuestras alianzas, incluso, aunque no ha habido ataques terroristas en suelo americano desde el 11 de septiembre, afirmo que somos menos seguros de lo que éramos el 10 de septiembre, así que Obama tiene que restablecer cómo vamos actuar con el resto del mundo. Carlos Ramírez: En México se ha destacado más el hecho histórico del origen afroamericano del Presidente Obama, ¿Obama será un Presidente con una agenda afroamericana? Alan Stoga: Estuve hablando con una profesora de Princeton hace un par de días quien es especialista en sociedad, es una reconocida científica, es afroamericana y ella tenía la misma pregunta, a su juicio, y creo que hay una

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  mejor pregunta que respuesta, es que quizás este sea su mayor reto, si Obama será un Presidente de todos los americanos u Obama será un Presidente de los afroamericanos; hasta ahora la respuesta de Obama, la pregunta es ambos, de hecho fue elegido para gobernar a los dos, sí él tuvo un alto porcentaje de votos afroamericanos y más afroamericanos votaron en estas elecciones que en pasados comicios, pero Obama realmente fue electo por una muy amplia coalición de gente negra, blanca, hispanos (un muy alto rango de voto hispano), él realmente comenzó a cambiar las políticas de cómo los americanos elegían a su Presidente regresando a lo que era antes del Presidente Reagan, así que si fuera un Presidente de los afroamericanos mi suposición es que si tú estás sentado aquí, sí tu hubieras preguntado al Presidente electo Obama esa pregunta su respuesta sería, esta es fácil, yo sólo puedo tener éxito si soy un presidente para todos los americanos pero voy a tener que ser un Presidente que esté en contacto con sus caminos y sus caminos son ambos, afroamericanos y blancos. Carlos Ramírez: En su opinión, ¿cuáles serán las prioridades del gobierno de Obama: internas o externas? Alan Stoga: Él no tiene más elección que iniciar con la agenda interna porque la economía está al borde de la ruina, de un profundo shock, todos sus esfuerzos iniciales estarán enfocados domésticamente para continuar al entorno del mundo, así él empezará con la Guerra de Gaza en la que el Presidente de los Estados Unidos debe formar parte. George Bush la dejó seguir y yo pienso que Barack Obama tratará de detenerla, él tiene que reestablecer relaciones con los chinos, con los europeos, y, de hecho se ha reunido con Felipe Calderón, poner las relaciones México-Estados Unidos en una base diferente. Carlos Ramírez: La elección del Presidente Barack Obama se convirtió en un hecho histórico, por primera vez un país que se forjó sobre la esclavitud de los negros y la segregación de personas de color será gobernado por un Presidente afroamericano, hijo de un mulato de Kenia y una mujer blanca de Kansas City en Estados Unidos. Pero hay otro punto relevante. Obama asume el poder de una nación cuya crisis ha llevado al mundo a una grave recesión con millones de desempleados, y el peligro latente de una depresión como la de los años treinta, la importancia del gobierno de Obama no debe ser ajena en México, seguridad, terrorismo, petróleo, migración y crisis económica son algunos de los temas de la agenda bilateral. En este contexto, presentamos cinco programas sobre la importancia para México, de la elección de Obama, la herencia de Bush y las relaciones bilaterales.

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México y Latinoamérica La agenda olvidada PARTE I Carlos Ramírez: Doctor, en la campaña de Barack Obama hizo un viaje a Europa y ocurrió un mitin, una concentración multitudinaria, cientos de miles de personas en Berlín, dio la impresión de que era un tipo de corriente pacifista que le daba el apoyo a la posible política exterior del Presidente Obama ¿va a ser importante este tipo de pronunciamientos en las decisiones del Presidente Obama? Robert Pastor: El Presidente Obama dará mucho más énfasis en tratar de hacer la paz y trabajar con nuestros socios y aliados especialmente con México y Canadá, de construir una relación cooperativa en el mundo, es claro que nuestra relación con amigos y aliados se ha deteriorado con George Bush, así que una gran necesidad de parte del Presidente Obama de buscar –así como lo hizo en su encuentro el 12 de enero con el Presidente Calderón y como intenta hacer en su viaje a Canadá después de tomar la presidencia– todo esto será parte importante de su política exterior. Carlos Ramírez: En esta parte de América Latina, en estos ocho años de Bush hubo cambios de gobierno y ascendieron al poder gobernantes de corriente de centro izquierda, algunos de ellos pronunciadamente antiEstados Unidos, esta definición política progresista o centro izquierda ¿va a encontrar en el Presidente Obama una posibilidad de diálogo? Robert Pastor: Entre nuestros amigos más cercanos podría aparecer un creciente antiamericanismo, pero si ves más de cerca las encuestas son más políticas antiBush que antiamericanas. En México y Canadá, por ejemplo, si ves de cerca las encuestas de opinión pública , mexicanos y canadienses no son antiamericanos pero están contra las políticas de Bush y en otras partes del mundo, como Medio Oeste, hay un antiamericanismo mucho más profundo; ellos fallaron al distinguir al Presidente Bush y los Estados Unidos pero creo que el Presidente Obama se enfocará en este reto desde el principio y mostrará al mundo por qué América es una nación a la que le gusta la guerra, por qué América quiere ser amistosa con toda la gente del mundo, y por qué los Estados Unidos tienen diferentes posiciones de muchas formas bien posicionado para hacer eso, porque claro, somos una nación de inmigrantes de todo el mundo, 192 naciones están representadas en los Estados Unidos con sus ciudadanos y desde luego la nación con más ciudadanos en los Estados Unidos justo ahora es México; son cerca de 28

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  millones de mexicanos viviendo en los Estados Unidos, casi tantos mexicanos viven en los Estados Unidos como canadienses, en Canadá. Así que somos una nación de otras naciones, creo que ese es nuestro mas fuerte insumo, y para demostrar la intención del Presidente Obama su interés en aprender y escuchar y trabajar de cerca con otras naciones del mundo, yo creo que el restaurará el prestigio de América. Carlos Ramírez: Doctor ¿cuáles serían los principales problemas de México y América Latina que pasarían por la política exterior de los Estados Unidos ahora con el Presidente Obama? Robert Pastor: Una buena política de parte del Presidente Obama debe empezar con el reconocimiento de que no hay una unidad de las américas, que de hecho se cuenta con diferentes grupos regionales, el más importante grupo regional para los Estados Unidos es Norteamérica, México y Canadá, estas son nuestras dos relaciones más importantes. El Presidente Obama ya ha dicho que él dará principal prioridad en fortalecer nuestras relaciones en estos lugares, un segundo grupo son las democracias indias en donde nuevos líderes han emergido de clases sociales y sectores bajos: Evo Morales, Hugo Chávez, Horacio Correa, en muchos de estos países hay una necesidad de incorporar al pobre; el Presidente Bush entró en un conflicto con estos países y el Presidente Obama necesita cambiar esa política y mostrar que nosotros favorecemos una democracia que trata de incorporar y levantar a la gente pobre. Carlos Ramírez: Doctor, uno de los momentos más difíciles de las relaciones de Estados Unidos con América Latina fue en 1973 en Chile el derrocamiento del Presidente Allende, lo que se discute si hubo o no intervención, hoy hay regímenes que dicen ser socialistas, ¿hay una evolución de la política exterior, hay más comprensión o el foco de la política exterior está más hacia Europa? Robert Pastor: Creo que los Estados Unidos siempre han estado en el reconocimiento de Latinoamérica; yo estuve en la administración Carter cuando el Presidente Carter adoptó una fuerte política hacia los derechos humanos y en contra de los regímenes militares en Chile, Argentina y Brasil, animando a todos estos países en avanzar hacia la democratización. Hoy estos países son muy diferentes de como eran con Pinochet a principios de los 70’s, ellos son verdaderamente democráticos consolidando sus avances en la democracia, así que nuestra relación con ellos naturalmente será muy diferente el día de hoy, de cómo podría ser bajo un régimen militar.

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  Pero Estados Unidos tiene una relación muy estrecha con Europa, ellos son parte de una alianza, nosotros pelamos comandando dos guerras en el siglo XX, nosotros mantenemos un interés muy alto en Europa así como lo hacemos en Latinoamérica. Carlos Ramírez: Doctor, América Latina siempre ha llegado a pedirse una relación especial con los Estados Unidos, ¿es posible esperar, tiene un valor esa relación especial de Estados Unidos hacia América Latina? Robert Pastor: Hay dos niveles en nuestra relación con Latinoamérica, una es una relación sentimental y amistosa basada en el hecho de que todas nuestras naciones nacieron y crecieron, al mismo tiempo somos todos producto del colonialismo europeo con los españoles y su reinado fue el colonialismo inglés y peleamos por nuestra independencia, siempre hay un sentimiento en los Estados Unidos de que tenemos una relación especial con Latinoamérica, con ello y en un segundo nivel tratamos con temas e intereses; esos temas e intereses que hoy en Estados Unidos y Latinoamérica son la democracia, el Tratado de Libre Comercio, hay aspiraciones comunes de mejorar la vida de nuestra gente. Carlos Ramírez: Doctor, la alternancia partidista en México, pasar en la presidencia de la república del PRI al PAN, ha planteado nuevas definiciones de política exterior respecto a Estados Unidos de México y ¿de Estados Unidos hacia México, ha cambiado? Robert Pastor: He tenido muchos beneficios observando muchas elecciones en México y muchas elecciones en los Estados Unidos en el año 2000, lo imposible ocurrió, la elección mexicana juzgada por visores internacionales fue libre y justa por primera vez en la historia mexicana y la elección norteamericana no lo fue. Creo que en el cambio de una presidencia priísta y una presidencia panista, con respecto a las elecciones en Estados Unidos, no creo que haya creado un gran cambio; creo que el cambio mayor ocurrió como resultado del Nafta que unió a nuestros países e hizo por primera vez para ambas personas –mexicanos y estadounidenses– descubrir que teníamos un destino común y la necesidad de profundizar nuestra relación. Creo que la inmigración ha juntado también a la gente pese a que ha habido momentos en que el debate nos ha separado a largo plazo de cualquier forma, creo que la inmigración de México a los Estados Unidos ayudará a entender a cada país de una mejor manera y ser mas cercanos con el tiempo.

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  Carlos Ramírez: En las semanas previas a la toma de posesión vimos a un Presidente electo Obama enfocado más a las decisiones de la crisis económica y no de política exterior en sus primeras decisiones, ¿vamos a ver a un Presidente Obama más hacia dentro de los Estados Unidos y no hacia fuera? Robert Pastor: Creo que el Presidente Obama se pondrá en muchos frentes al mismo tiempo, no hay duda de que la crisis económica es la prioridad numero uno, pero no puede darse el lujo de olvidar todas las obligaciones internacionales de los Estados Unidos, creo que se tendrá que mover de manera muy rápida asegurando estabilidad, una transición rápida por parte de nuestras tropas para dejar Irak, él necesita negociar con Irán, necesita negociar con Afganistán, necesita negociar con México y Canadá, Latinoamérica y el Medio Oeste: él tiene una enorme agenda y mi punto de vista es que él se tendrá que mover en todos los temas muy temprano en la administración. Carlos Ramírez: Embajador, usted fue parte de la política exterior de los Estados Unidos hacia el hemisferio, se habló de que en estos ocho años del Presidente Bush, América Latina no apareció como prioridad, ¿es cierta esta apreciación? Otto Reich: No, no es cierta porque lo que ha ocurrido es que los problemas del mundo, comenzando con el hecho de que Estados Unidos fue atacado por primera vez desde Pearl Harbor en el 41, de que estamos en dos guerras en este momento que diariamente cuestan la vida de los norteamericanos y de iraquíes, afganos y otros, el hecho de que la guerra contra el terrorismo le preocupara a los norteamericanos diariamente y afectó todos los aspectos de la vida cotidiana de Estados Unidos, eso oscureció el resto de la política, lo que dicen los latinoamericanos que se quejan de que Estados Unidos no les puso atención, pueden decirlo igual los africanos, los asiáticos, y hasta la gente de Medio Oriente con la excepción de países donde las crisis eran tan serias que la atención del Presidente era necesaria del Presidente de los Estados Unidos. Pero la política de los Estados Unidos no cesó, no paró, el Presidente Bush, por ejemplo, en sus ocho años visitó personalmente a más países de América Latina que cualquier otro Presidente en la historia de los Estados Unidos. Carlos Ramírez: En estos años también del Presidente Bush hubo en América Latina elección de gobiernos de centro izquierda, alguno de ellos

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  inclusive, intencionadamente antinorteamericanos, ¿esto cómo se verá en la agenda del Presidente Obama? Otto Reich: Con gobiernos de centro izquierda Estados Unidos no tiene problema, el gobierno de México ha sido gobierno de centro izquierda muchas veces, el gobierno de Chile hoy en día está liderado por una socialista, el gobierno de Brasil está liderado por un Presidente que fue marxista Lula Da Silva, el Presidente de Uruguay es de izquierda, el Presidente de Paraguay es de izquierda, de Argentina, muchos lugares. El problema que tiene Estados Unidos no es con la izquierda democrática sino con la izquierda antidemocrática, ¿quiénes son? Por supuesto los hermanos Castro en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, posiblemente Rafael Correa: en Ecuador, y nuestro amigo anterior Daniel Ortega en Nicaragua, pero aun esos gobiernos de extrema izquierda, esos cinco que mencioné, los problemas que tiene Estados Unidos son solamente con Cuba, Venezuela y Bolivia, que no nos guste lo que esté haciendo Correa o lo que esté haciendo Ortega, lo hemos dicho pero no han llegado al nivel de violación de derechos humanos. Por ejemplo, de Cuba en los últimos 50 años o a la interferencia en los asuntos internos de otros países de Venezuela en los últimos 7 u 8 años, porque al comienzo de su periodo no lo hizo el Presidente Chávez, pero lo ha hecho desde entonces, no ha llegado a la intervención de la economía por ejemplo de Morales, la cual está destruyendo la economía de un país que es rico porque Bolivia es un país rico populado por gente pobre; debería ser un país sumamente próspero, pero Estados Unidos puede y ha demostrado que puede trabajar con Chile, Brasil; tenemos excelentes relaciones, tenemos diferencias de opinión por su puesto con Lula da Silva, con Michelle Bachelet, con muchos otros Presidentes, pero las tenemos igual con Francia, con Alemania, con Japón, con Canadá, con nuestros mejores socios y nuestros aliados, tenemos diferencias en ciertas cosas pero no en los asuntos básicos como los derechos humanos, como los tenemos con Cuba, con Venezuela o con Bolivia. Así que hay que diferenciar entre la izquierda democrática de América Latina, y la izquierda antidemocrática, con la izquierda antidemocrática el Presidente Obama no va a poder tener buenas relaciones, porque ningún Presidente de los Estados Unidos puede tenerla, va en contra de nuestros valores. Carlos Ramírez: Ahora, en el caso de América Latina, tenemos más o menos conocimiento de quiénes son el equipo de trabajo del Presidente Obama ¿cual prevé que vaya a ser la política exterior hacia América Latina?

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  Otto Reich: Bueno, yo creo que es muy temprano, todavía no se sabe quién va a ser el equipo de trabajo. Carlos Ramírez: La Secretaria de Estado… Otto Reich: Si, o sea, a nivel de secretario de estado, pero el subsecretario no se conoce, no se sabe quiénes son las otras personas en el departamento de estado, otras posiciones. Yo no creo que vayan haber muchos cambios, primero porque hay tantos problemas tan serios en el resto del mundo que aunque no lo crean en Latinoamérica, Latinoamérica está bastante mejor en términos relativos que Irán, Irak, Afganistán, Corea del Norte, hasta Rusia; hay muchos problemas en Rusia en este momento y otros países que hay que ayudar a estabilizar. Así que yo espero que América Latina reciba la atención del nuevo equipo, pero no creo que se deberían de levantar las expectativas que va a ser una prioridad de la nueva administración. Carlos Ramírez: ¿Los problemas internos lo van a obligar a atender más al Presidente Obama? Otto Reich: Los problemas internos, la economía, va a llevar el 90 por ciento de la preocupación del Presidente, y del otro 10 por ciento, estoy adivinando, ¿no? Yo diría que irá, Irak, Corea del Norte, Afganistán, esos problemas se llevarían otro 8 por ciento, lo cual quedaría un 2 por ciento para el resto del mundo. Carlos Ramírez: Cuba, estamos viviendo confusión de que si Castro está totalmente retirado, si ya murió, pero al margen de eso la política del Presidente Obama hacia Cuba, ¿habrá un cambio? Otto Reich: Obama ha dicho que él no esta de acuerdo con los recientes cambios en la política del Presidente Bush, pero que tampoco quiere levantar el embargo hasta que en Cuba exista por lo menos la posibilidad del establecimiento de una democracia, respeto a los derechos humanos, elecciones, los mismos derechos que tienen los mexicanos por ejemplo los Brasileños y la mayoría de los países con los que Estados Unidos tiene relaciones, así que yo creo que lo que espero que entienda el gobierno de Cuba es que los cambios tienen que venir de Cuba, el problema no es un problema de mal entendidos entre Cuba y Estados Unidos o de falta de comunicación, el problema es que el gobierno de Cuba que tiene embargado a su propio pueblo, no le deja escuchar en radio, televisión libres o de otros países, no hay libertad de expresión alguna,

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  no hay libertad de prensa, no hay libertad de asociación no se puede crear un sindicato laboral; por ejemplo, que no sea controlado por el gobierno, no hay libertad de iniciativa, libertad de crear una base de empleos, está limitado a 4, por ejemplo, si uno quiere crear una peluquería solamente pueden emplear a una persona; ¿qué tipo de economía resulta de eso? Una economía totalmente fracasada, y ese es el problema de Cuba; es un problema interno.

SIDNEY WEINTRAUB Investigador del CSIS Washington Carlos Ramírez: Doctor Weintraub, ¿qué saldo podemos tener del Tratado de Libre Comercio de México-Estados Unidos? Sidney Weintraub: Bueno, es incierto qué va a pasar con el tratado, el tratado existe, no vamos a cancelarlo, pero durante la campaña para la numeración como presidente, Barack Obama dijo que quiere renegociar las posiciones sobre el trabajo y medio ambiente; lo más importante es trabajo para ponerlos esos artículos dentro del tratado mismo en vez de los acuerdos paralelos, pero yo no sé qué va a ser ahora, cuándo va a hacerlo. Ahora el problema es si quiere renegociar esos artículos; los canadienses y los mexicanos van a querer cambiar otros artículos del tratado, el Presidente es inteligente, entiende eso y por ello no creo que vaya a ganar, por el momento eso es algo que no va a cambiar. Yo creo mucho por el momento. Carlos Ramírez: ¿En su campaña como candidato Barack Obama tenía una idea clara de la política comercial? Sidney Weintraub: No lo creo, fue bastante explícito sobre renegociar pero sus consejeros más importantes en asuntos económicos son hombres que están a favor del libre comercio, y por eso es difícil decir qué va a suceder. Tiene que hacer algo porque ha prometido, pero al mismo tiempo no quiere engañar a México, yo sé que va a esperar un poco antes de hacer algo. Carlos Ramírez: Cuando habló de la renegociación en su campaña Barack Obama lo hizo en el contexto de ciertas presiones de los sindicatos, ¿por ahí iría esta posible revisión? Sidney Weintraub: No, no fue la insistencia de los sindicatos norteamericanos que querían artículos mucho más fuertes sobre las condiciones de trabajo en México, no para sueldos y salarios, eso no se puede negociar, pero sí condiciones de trabajo en México: es por eso, lo dijo

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  –a mi juicio sin saber mucho sobre el contexto del comercio internacional– y a mi juicio también sobre lo que está pasando en México. Carlos Ramírez: ¿Lo tomará en cuenta en su momento o decidirá en función de sus propios colaboradores? Sidney Weintraub: Bueno, sus propios colaboradores seguramente han explicado eso, ahora sabe que durante su sesión con los Presidentes y no dijo nada difícil en ese tema es por eso que no creo que va a ganar. Carlos Ramírez: ¿Las medidas del paquete de solución de la crisis del Presidente Obama tocarán el aspecto de comercio exterior o no? Sidney Weintraub: No lo toca, pero lo importante es lo que está pasando en los mercados financieros aquí y en el mundo, en cuanto a México realmente, y mucho más en otros países importantes en los asuntos financieros mundiales. Con relación a los bancos aquí, qué va a pasar con el crédito, los bancos no saben si está bien prestar dinero a instituciones financieras como seguros, pero realmente no tiene mucho que hacer con México. México seguramente es afectado con esas cosas, según puedo verlo, la situación financiera y económica de México es mucho peor que antes, por eso no tiene mucho que hacer con México, eso tiene que ver con lo que está pasando aquí y también en los centros europeos. Carlos Ramírez: ¿Cómo ve a México en cuanto al saldo, al Tratado de Libre Comercio, ha tenido beneficios, debe de seguir ese camino? Sidney Weintraub: Creo que sí, no van a tener más con el tratado trilateral ya tiene, pero México tiene acuerdos de libre comercio con otros lugares, nosotros también tenemos acuerdos con otros países, es por eso que la preferencia es que al empiezo fue único para México y Canadá y ya está compartida con muchos otros países, es por eso que yo no creo que tenga tanta importancia y ahora, puede tener mucha importancia si se rompe el tratado. Pero seguir con éste sin hacer mucho más no tiene tanta importancia como ha tenido antes.

ADRIÁN MERLO Asesor del excandidato John McCain Carlos Ramírez: ¿Por qué se tomó esa decisión?

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  Adrián Merlo: Creo que más que nada para demostrar que él tenía el conocimiento; que él se preocupa. él quería demostrar con una visita a México, quería sobre todo sobresaltar el tema migratorio que es un tema que él entiende muy bien; ya que es un tema que él luchó mucho en los Estados Unidos con el propio exPresidente Bush para poder sacar una reforma migratoria, y creo que quería utilizar una visita a México, que fue corta, fue de 24 horas, pero para demostrar que México es un país aliado, que es un país amigo con el que hay que trabajar y obviamente también se tocó un poco el tema del libre comercio. Carlos Ramírez: ¿Qué ambiente encontraron en México? Con buenas perspectivas viendo bien al senador McCain en México hay una percepción de que los republicanos no son muy amigos de México; aunque no sea así en realidad, ¿qué ambiente encontraron? Adrián Merlo: Excelente, realmente nos recibieron muy bien, la propia embajada norteamericana con quien coordinamos algunas de las actividades, nos dijeron que nunca habían visto la disposición del Estado Mayor, la Secretaría de Relaciones Exteriores en tratar de organizar y facilitar tanto una visita de un candidato, porque él fue como candidato no como senador a México. Nos recibieron muy bien, yo estuve en México casi 10 días antes, preparando la visita; obviamente no siempre diciendo cuál era el propósito de mi viaje, pero hablando con gente nunca escondí que soy republicano, que apoyo al senador McCain. Yo viajé mucho a México y la gente, mis amigos, sabían que estaba metido en la política y muy buena recepción; la verdad que en términos personales lo vimos muy bien, sé que hubo críticas por la visita a la Virgen de Guadalupe, pero creo que eso también demostró que él es una persona de fe, él ha tenido una vida muy dura –especialmente en su tiempo en Vietnam– y la fe para él fue algo que lo ayudó a sobrevivir esos años. Carlos Ramírez: El tema de América Latina, y sobre todo el tema migratorio, se criticó mucho, que no apareció en la campaña de Barack Obama y ganó inclusive en el voto de los migrantes que pudieran votar en el caso del senador McCain, que tenía una estrategia y que había presentado inclusive una iniciativa muy positiva para el principio de solución, perdió, no tuvo el voto de los migrantes, ¿qué ocurrió ahí? Adrián Merlo: Creo que ahí se puede examinar y hacer algo de autocrítica, yo creo que dentro del equipo por la larga trayectoria del senador McCain, en el tema migratorio nuevamente haciendo un estado fronterizo creímos que el hecho de que él tenía trayectoria no había que esforzarse tanto en

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  demostrar que él apoyaba a la reforma, apoya a los inmigrantes y realmente creo que se podría haber hecho más trabajo, ahora lo que se ve, que se dice, es que los republicanos es el partido antiemigrante o que Estados Unidos es el país antiemigrante, es algo que durante la campaña también comenté mucho porque este país es el país más generoso del mundo en temas migratorios; tenemos más de un millón de migrantes legales que vienen a este país por año. Carlos Ramírez: ¿Qué papel va a tener el tema de los migrantes y la agenda migratoria en el gobierno de Obama? La perspectiva, porque da la impresión que los migrantes que votaron por Obama –tengo entendido– se van a concentrar un día después de la toma de posesión a exigir en cumplimiento de su agenda que no es fácil, ¿qué importancia a va a tener? Adrián Merlo: Va a ser importante para estos grupos y la gente que pide que haya una reforma, obviamente con la crisis económica que estamos enfrentado, con las guerras que estamos luchando, con la amenaza de la guerra del terrorismo, el tema migratorio no creo que vaya a ser una de las prioridades de la administración del Presidente Obama, pero sí va a formar parte de su agenda de asuntos que hay que tocar, yo creo que se va a demorar un poco, es un tema muy difícil, muy delicado y no va a ser tan fácil como algunos creen o esperan. Carlos Ramírez: ¿Se pueden establecer algún contenido de la agenda migratoria posible que pueda tener el Presidente Obama? Adrián Merlo: Sabes, eso también no es una orden ejecutiva, algo que el Presidente, ni si quiera el Presidente Bush creo, que estuviera a favor de esas famosas redadas; eso es parte de la burocracia, bueno, cuando se está buscando por orden de un juez a una persona que si podemos argumentar si ser indocumentado es ser criminal o no la ley establece muy claro que si es algo criminal y desafortunadamente se continúan haciendo esas cosas; hay que ver si hay presión por parte del nuevo ministro de justicia o por la propia Janet Napolitano quien conoce muy bien el tema migratorio siendo ex gobernadora en estados fronterizos, y ellos tratan de una forma desde arriba tratar de controlarlos un poco más, es algo que nos preocupa a todos. Carlos Ramírez: ¿Qué importancia tendrá la problemática en la realidad de América Latina en el gobierno del Presidente Obama? Adrián Merlo: Creo que deben tener mucha cautela durante la campaña; yo debatí mucho con representantes de Obama, que por ejemplo,

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  decían que estaban en contra de Tratado de Libre Comercio con Colombia por el problema que hay de violencia contra sindicalistas, que es un problema real que hay que verlo pero al mismo tiempo también estamos promoviendo una reunión del Presidente Obama con el Presidente Raúl Castro, que ni siquiera sé si decirle Presidente porque no es electo, o con el propio Hugo Chávez. Yo creo que hay que tener mucho cuidado primero en expectativas, segundo es que si se reúne, que haya condiciones previas establecidas de Raúl Castro en la reunión que hubo ahora en Brasil, él dijo que estaba dispuesto a reunirse con el Presidente Obama, pero que no esperara ninguna concesión por parte del gobierno Cubano para que se lleve a la realidad esa reunión; entonces yo creo que lo que está diciendo el Presidente Castro, es que él no se quiere reunir con el Presidente Obama, el Presidente Obama no podrá reunirse con estos líderes sino hay unas precondiciones establecidas. Carlos Ramírez: El tema México en la agenda del Presidente Obama ¿hay interés? México ha tenido un desarrollo un poco mayor; ya no es tan problemático excepto en el tema de la migración y de la violencia en el narcotráfico, pero ya no es tanto la crisis económica como en el pasado, ¿tendrá espacio, habrá una relación especial o se estarán terminando para los Estados Unidos estas agendas de relaciones especiales para algunos países? Adrián Merlo: Realmente espero y deseo y le pediría al Presidente Obama que así lo haga, su tiempo para América Latina obviamente va a ser muy limitado por la crisis financiera, por las guerras, por todas las circunstancias; el poco tiempo que él tendrá para América Latina yo espero que se lo dedicara mayormente a México y a Brasil, dos países, dos potencias en América Latina, dos países que si con la estabilidad de estos dos países creo que se estabiliza mucho más la región, en México se acaba de firmar el Tratado Mérida, creo que es algo muy importante, es un reconocimiento por parte de los dos países que hay un problema compartido en la frontera históricamente, y en mis viajes a México, propiamente amigos, aquí veo que es mucho culpa de México, culpa de Estados Unidos que el problema esté. Yo creo que Mérida realmente representa un rompimiento de acusaciones y reconocer que es un problema compartido, y yo creo que si el Presidente Obama –quien él nombre como asesor para América Latina– se especula que él tendrá un enviado especial también para América Latina que sea alguien dentro de la Casa Blanca que reporte directamente al Presidente, mi jefe tuvo ese puesto con el Presidente Bush y es algo muy importante

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  poder tener ese contacto directo, entonces sí espero que México sea la mayor prioridad para el Presidente Obama en términos de América Latina. Carlos Ramírez: Finalmente, en el tema de América Latina esta presencia, visitas y mensajes políticos de Irán y de China, ¿de alguna manera romperá el equilibrio en la región o se circunscribirá exclusivamente a lo que será Venezuela y su zona de influencia? Adrián Merlo: Bueno, están tratando de penetrar, yo creo que los problemas que van a encontrar estos países en América Latina, primero obviamente es la diferencia cultural, dos intervenciones o tratar de influenciar, lo hacen por intereses propios con un objetivo en común; por ejemplo, con Chávez de hacerle daño a los Estados Unidos, cuando los Estados Unidos quieren firmar un Tratado de Libre Comercio con América Central firman con otros países, con México lo hace realmente porque quiere que haya beneficios mutuos e Irán y China no veo que tengan un interés mutuo tienen un interés para sus países y no necesariamente para los países en América Latina esa va a ser la gran diferencia, que espero que la gente en América Latina reconozca eso.

ALAN STOGA Presidente de ZEMI Communications Carlos Ramírez: Desde el Tratado de Libre Comercio, el NAFTA, México no aparecía en la agenda de la Casa Blanca ¿qué razones tuvo Bush para alejarse de México y de América Latina? Alan Stoga: Creo que ese es un misterio en la historia reciente al menos en los términos de lo que George Bush quería hacer, yo no le doy crédito por muchas cosas, pero si le doy crédito en esto él tiene, como texano, un sentido de la relación que los Estados Unidos necesitaba con México y la que no necesitaba con México yo creo que él quería tener una relación más cercana y productiva, él quería pasar una nueva ley de inmigración pero él no fue exitoso, yo creo que al menos la visión que tenían México y Bush en la cabeza y el corazón estaban en el lugar correcto, yo digo que acerca de otros temas no pero en lo concerniente a México él estaba bien. Cuando hablamos de Latinoamérica creo que él no sabía siquiera que existiera pero México y Latinoamérica en la percepción americana son dos visiones muy diferentes, ese es el primer punto, el segundo punto es ¿por qué falló? Falló en la inmigración porque él la agendó muy tarde, ese fue el caso del 11 de septiembre que cambió todas las prioridades políticas del

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  congreso y el hecho de que no sólo por razones de México sino por razones americanas, tenemos una inadecuada inmigración y una pobre batalla al respecto el día de hoy. Es una razón directa del 11 de septiembre la pregunta, yo creo es otra, la pregunta es ¿qué necesita México de los Estados Unidos? Yo creo que la verdadera transformación posterior al Nafta es que francamente México no necesita mucho de los Estados Unidos, yo creo que los temas mexicanos que el Presidente Felipe Calderón necesita agendar son temas que deben tratarse por él mismo, no son los días cuando tenían crisis financieras o crisis económicas y la gente venía corriendo a los Estados Unidos y necesitaban dinero; esos temas se están tratando, tenemos un esquema de trabajo, el Nafta, tenemos un entendimiento más profundo y una más profunda integración de ambos países política y culturalmente. Hay partes, yo vivo en Nueva York, hay partes en Nueva York en las que sientes que estás en la ciudad de México, así que la integración de las dos sociedades se está moviendo muy rápido en una dirección muy positiva, la pregunta es otra en término de las cosas que a Felipe Calderón le gustaría que hiciera Obama, y parece que son tres cosas: primero, no lastimar; es un poco como tratar con tu doctor y la primera ley como un doctor en cualquier tipo de medicina es no lastimar, no mates al paciente, en tanto que Obama no haga algo estúpido –y no creo que lo haga– no creo que haya ninguna renegociación del Nafta, no creo que nada de lo que habló durante la campaña vaya a pasar, así que no hacer nada es lo primero que sospecho que es lo primero que el Presidente Calderón le pedirá a Obama que haga, ¿qué vas hacer? Y él dice nada, está bien; en segundo lugar, claramente México necesita una economía norteamericana saludable, de hecho México necesita desesperadamente una economía norteamericana saludable en términos de casi todas las remesas foráneas, una América enferma significa un México enfermo, así que mantener una economía de los Estados Unidos en la dirección correcta – que es una de las prioridades de Obama– es terriblemente importante para el futuro de México, en tercer lugar yo sospecho que Obama reconoce que el deterioro de la seguridad mexicana, el problema de drogas en México significa un deterioro de la seguridad estadounidense, no hay una diferencia, yo creo que Bush reconoció esto, pero falló actuando en ello, yo pienso que Obama lo entendió y actuará, así que la pregunta es ¿qué necesita México de los Estados Unidos? El grado de cooperación en cuestiones de inteligencia y táctica es bastante buena y debería continuar, la materia del plan que nunca entendí, yo no creo que México necesite dinero, México necesita colaboración, cooperación, que creo ha estado ahí y continuará así. Espero que esa parte de la agenda continúe, pero hay otras cosas específicas que México necesita de los Estados Unidos: muchas personas me hacen la pregunta, ¿quién hubiera sido mejor Presidente para México, John

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  McCain o Barack Obama? Pregunta equivocada, no importa porque la pregunta es dado al lugar en que los dos países se encuentran hoy no importa quién es el Presidente de los Estados Unidos, nuestros intereses de seguridad y sus intereses de seguridad están completamente integrados con la seguridad económica, la seguridad financiera, la política de seguridad; todos reconocen esto ahora y ese es el gran cambio en todos, lo retiro, ciertamente hay en este país algunos locos políticos del ala derecha que no lo reconocen, no hay más, ninguno de ellos cerca de la oficina y creo que es un período bastante seguro que viene en nuestra historia, y estoy bastante optimista de cómo se desarrollará nuestra relación en el próximo par de años. Carlos Ramírez: Obama ya se reunió con el Presidente Calderón, ¿habrá una estrategia especial de los Estados Unidos de Obama para México o fue sólo un gesto de cortesía con un vecino? Alan Stoga: Creo que fue un gesto amistoso pero importante, iré de regreso al punto; no sé qué necesite México de los Estados Unidos, no estoy seguro de que pueda haber o no una política especial para México, nosotros necesitamos cooperación de seguridad en ambos lados de la frontera porque al menos que México influya en el deterioro de su seguridad, tendremos un problema, así que asumo que hablaron sobre ello, asumo que vieron caminos de colaboración. Creo que eso es terriblemente importante, México necesita una economía saludable, como he dicho hace un momento, y es nuestro interés tener una economía saludable y es su interés; ahora bien, nosotros necesitamos una nueva estructura de inmigración no por razones mexicanas sino por intereses norteamericanos. El sistema actual es una locura, es una mala política, estamos encerrando personas sin razón, tenemos campos de inmigrantes en todo el país; está simplemente mal, necesitamos agendar esto no porque México necesite agenciarlo sino porque nosotros lo necesitamos y creo que lo haremos; estoy preocupado porque este tema debe cambiar la ley de inmigración, necesita cambiar, no pasará en los primeros cien días e incluso no sucede en el primer año porque muchas otras cosas deben de resolverse. Carlos Ramírez: Durante el gobierno de Bush se han elegido gobiernos de centro izquierda en América Latina, algunos de ellos antiEstados Unidos, ¿cuál será la agenda de Obama ante esa realidad política? Alan Stoga: No estoy seguro de que describa a Latinoamérica de la misma manera, con el precio del petróleo en 50 dólares y ahora a 150 dólares, tú tienes una situación dramáticamente distinta, particularmente en Venezuela, Bolivia, en Ecuador y así sucesivamente.

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  Latinoamérica tiene que arreglar su propia realidad, sus propios problemas, y tratar de desarrollarse y crecer con sus propios propósitos, creo que los Estados Unidos están jugando un rol de soporte económico y financiero y los Estados Unidos tendrán un diálogo con la gente a la que le agradamos y a la que no le agradamos, creo que el tema será un periodo gracioso en las relaciones de Estados Unidos y Latinoamérica; he estado en muchas conversaciones a lo largo de mi carrera en donde los latinos se quejan de tener muy poca atención de los Estados Unidos, y ahora se quejan de que tienen mucha atención de los Estados Unidos. Mi hipótesis es que regresaremos a uno de esos periodos en donde hay muy poca atención y no creo que eso sea sano, yo creo que debemos realmente luchar –así como lo hicimos brevemente en los 60, tal vez brevemente en los 80– debemos encontrar una forma de desarrollar relaciones más normales. Si Venezuela quiere respaldar de nuevo a Hugo Chávez, que así sea, Hugo Chávez no puede afectar nuestra seguridad nacional, él no está haciendo un gran trabajo para la seguridad de los venezolanos, para la economía de Venezuela, el desarrollo de Venezuela, pero ese es su problema.

JORGE RAMOS Periodista de Univisión Carlos Ramírez: México, en la agenda, se reunió Calderón con el Presidente Obama, muchas expectativas en México, pocas expectativas aquí en los Estados Unidos. Jorge Ramos: México no está en la agenda; cómo decirte que México no es una prioridad, y soy mexicano y me duele decirlo, cómo me encantaría decirte que México es una de las prioridades, pero no es una de las prioridades, temo decir que América Latina es una de las prioridades y que si América Latina no se mete en el juego, en el juego donde está China, en el juego donde está la India , en el juego donde esta Rusia, y en el juego donde está la Unión Europea, América Latina corre el riesgo de ser irrelevante dentro de una décadas. Entonces México no está en la agenda, no está en las prioridades de Barack Obama, sin la menor duda, México va a tener que luchar muchísimo para entrar en las prioridades de Barack Obama. Los mexicanos creíamos que por lo menos en América Latina éramos lo más importante nos hemos quedado a un lado frente a un plano energético que Barack Obama quiere realizar junto con Brasil. De tal forma que para empujar una agenda mexicana en Washington, se va a tener que aprender muy bien cómo funciona el Capitolio, cómo funciona la Casa Blanca, para poder influir un poquito.

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  Peor aún bajo este ambiente de fiesta en donde los mexicanos queremos que Barack Obama nos vaya a ayudar, en realidad si escuchamos bien a Barack Obama, él querría renegociar o suspender el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá: eso puede afectar a millones de mexicanos en México, la reforma migratoria, Barack Obama la ha prometido durante el primer año pero no es un acuerdo migratorio con México. Cuidado, no va a ir a hablar con Felipe Calderón ¿y tú qué crees que vamos a hacer? No, con la gente que está aquí atrás los 435 representantes y los cien senadores, con ellos se va a definir, no con México. Carlos Ramírez: Y el tema migratorio en lo general, ¿dónde van incluidos los mexicanos? Jorge Ramos: Claro, pero el tema migratorio se define en Estados Unidos, Carlos, o sea, el tema migratorio no se define con México. Yo, en una entrevista con Barack Obama, me dijo que sí quiere consultar y cooperar con México, pero el tema migratorio ha cambiado mucho de cuando Vicente Fox hablaba de un acuerdo migratorio entre México y Estados Unidos. Eso quedó totalmente a un lado es decir, los norteamericanos deciden en los Estados Unidos sobre sus acuerdos migratorios y eso es todo. Y hay un proyecto llamado el de los 279, en donde se necesitan 218 diputados o representantes, 60 senadores y el Presidente, es decir un total de 279 personas para que sea aprobada la reforma migratoria que Barack Obama nos prometió a los latinos, que sería durante su primer año de gobierno. Carlos Ramírez: El proyecto de 279... Jorge Ramos: El proyecto 279 es algo muy pragmático, yo recuerdo que con George Bush y todavía con Vicente Fox, se pensaba, bueno, vamos a tratar de convencer al Congreso, George Bush quería una reforma migratoria, al final no se logró porque no consiguieron los votos, o sea, la política al final de cuentas es una cuestión de resultados y Barack Obama es un hombre de resultados; en lugar de estar pensando en cuestiones filosóficas de cómo hacerlo, Barack Obama consiguió para la elección, consiguió a dos o tres millones de personas que le ayudaran con dinero a su campaña y ganó, y para la reforma migratoria Barack Obama entiende que necesita 279 personas, 218 diputados o representantes 60 senadores y él, entonces de lo que se trata es muy sencillo; te los llevas a comer o te reúnes con ellos y vas convenciendo a uno por uno de los 279 hasta que llegas a los 279.

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  Barack Obama, en una entrevista que tuve con él en Denver, Colorado, el 28 de mayo de 2008, lo recuerdo porque fue una promesa importante, él nos dijo que en los primeros cien días de gobierno no podría tener una reforma migratoria, pero él me garantizaba, y esa es la palabra que utilizó, me garantizaba que en el primer año de gobierno iba haber una reforma migratoria, es decir, no hay nada que pueda ayudar más a los mexicanos que esos ocho o nueve millones de mexicanos que viven como indocumentados en Estados Unidos puedan ser residentes legales, tener mejores trabajos y enviar más dinero a México, esa es la mejor forma de ayudar a México. Carlos Ramírez: ¿En la crisis se podrán conjuntar ambas cosas? Jorge Ramos: Es una pregunta interesante, hay que sacar de este debate a los gritones de ultraderecha que nos dicen que no se puede, que en la crisis económica , primero son los norteamericanos y luego el resto, la realidad es que los indocumentados hacen de los Estados Unidos un país mucho mejor; construyen nuestras casas, nos dan de comer, hacen las labores que incluso en las crisis nadie quiere hacer, si tú te fijas, aquí en el invierno de Washington la gente que levanta la basura muchos son latinos, muchos son de minorías, es decir, los indocumentados hacen lo que los norteamericanos no quieren hacer, incluso en crisis la reforma migratoria tiene una posibilidad. Carlos Ramírez: Obama no ha ido a México, las dos veces que tú has hablado con él ¿percibes que tiene cierta sensibilidad respecto a México? Jorge Ramos: Empecemos por algo como muy básico, Barack Obama es un hombre extremadamente inteligente, pero México nunca ha sido una de sus prioridades, o sea, Barack Obama tuvo la posibilidad, quisiera decir otra cosa pero no es así, Barack Obama nunca ha ido a México, Barack Obama nunca ha ido a América Latina, Barack Obama tuvo una opción muy sencilla; si iba a Europa a dar un discurso en Berlín durante la campaña o si iba a América Latina en esa entrevista el 28 de mayo de 2008. Barack Obama me dice que si tiene oportunidad, al primer país al que quisiera ir sería México, eso jamás se materializa, de tal forma que creo que Barack Obama es un gran político, no estaría ahí a los 47 años de edad, pero eso no quiere decir que estemos dentro de sus prioridades y esto lo digo porque si queremos que Barack Obama haga algo con México y con América Latina, tenemos que chambear muy duro o sea, tenemos que

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  convencerlo de que México es una parte muy importante de los Estados Unidos porque de lo contrario, vamos a ser relegados una vez más. Carlos Ramírez: Jorge, esto es la perspectiva de Obama y Estados Unidos hacia México, pero México no tiene una agenda para Estados Unidos, no tiene una agenda para Obama ¿qué está fallando ahí, hasta dónde también va a ser culpa de nosotros como país? Jorge Ramos: Tienes toda la razón porque México está sólo reaccionando, o sea, yo no he escuchado una propuesta mexicana de vamos a hacer esto con Barack Obama, lo que estoy viendo desde México es, ¡uy! Cuidado, Barack Obama quiere suspender o renegociar el Tratado de Libre Comercio, vamos a tratar de hacer propuestas para salvar el Tratado, o vamos a presionarlo un poquito más con el tema migratorio: pero yo no veo mucha creatividad ni liderazgo del lado mexicano para empezar a cambiar las cosas, absolutamente no lo veo, o sea, qué es lo que quiere Barack Obama, trabajos, economía, tener mejores relaciones con el mundo. Muy bien, eso está clarísimo, pero si te haces la pregunta del otro lado, ¿qué quiere Felipe Calderón con Estados Unidos? Pues no sé y tú y yo somos periodistas y deberíamos saberlo, debería ser tan obvio que, como dicen mis amigos cubanos, se tendría que caer de la mata, pero no se cae de la mata, entonces creo que México está obligado a tener una agenda con los Estados Unidos, una agenda que por el momento me parece invisible. Carlos Ramírez: Y el tema migratorio, seguramente los gobernadores de los estados que tienen mucha migración tienen que participar en la definición de esa agenda. Jorge Ramos: Claro, pero en Michoacán, en Guanajuato y en Oaxaca dónde están esas voces, en los Estados Unidos yo no las escucho y la única forma de funcionar en los Estados Unidos es entendiendo cómo funciona el Capitolio, cómo funciona la Casa Blanca, y si México quiere influir en las decisiones en los Estados Unidos, se hace loby y se viene y se convence a estos 279 influyentes norteamericanos para que le abran las exportaciones a los aguacates mexicanos que ya lo hacen, y al tomate mexicano, y a las importaciones que vienen y a los productos importantes que vienen de México. Pero ese loby yo no lo veo, o sea, yo no veo un grupo que esté promoviendo los intereses de México en los Estados Unidos.

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CUARTA PARTE Nobel de la paz Obama, Orwell y las contradicciones del poder Cuando el comité del Premio Nobel de la Paz decidió por Mijail Gorbachov, cuando menos dos coordenadas se cruzaron en el escenario: de un lado, el papel político de guerra fría de algunas de esas preseas que tuvieron en su momento la agenda secreta de alentar a la disidencia en los tiempos duros del estalinismo –Boris Pasternak, Alexandr Solyenitzin, Joseph Brodsky, Andrei Sajarov– como un factor de explosividad política. Pasternak fue obligado por la nomenklatura soviética a rechazar el premio de literatura y Solyenitzin se asumió como disidente. Y Sajarov fue refundido en el Volga por el galardón sueco. Y por el otro lado, el premio como un punto de no retorno del papel de Gorbachov en la liquidación del imperio soviético: en 1989 no sólo se derrumbó el Muro de Berlín sino que los gobiernos comunistas de Europa del Este fueron derrocados por movilizaciones populares. Electo en 1985, Gorbachov emprendió de 1987 a 1989 un despliegue de entrevistas con los mandatarios de las potencias del Oeste para convencerlos que se había terminado el Imperio Soviético, que ya no habría guerra fría ideológica, que la URSS se retiraba de la carrera armamentista y que cambiaría la relación de sumisión con los países de la órbita comunista. En sus Memorias, Gorbachov narra sus encuentros bastante tensos con la derechista inglesa Margaret Tatcher, con el socialista francés Francois Mitterrand, con el secretario norteamericano de Estado James Baker, con el papa Juan Pablo II, con el presidente estadunidense George Bush, y con el líder alemán del Oeste Helmut Kohl. Por cierto, el encuentro con Bush se realizó en diciembre de 1989, pocas semanas después de la caída del Muro de Berlín. Gorbachov se vio obligado a ser aún más reformador, con costos sociales que lo llevaron a su caída, para convencer al mundo de su decisión de liquidar el Imperio Soviético. En julio de 1991, al razonar el premio nobel de la paz 1990, Gorbachov lo acreditó a la reforma soviética. Pero en agosto del mismo año, los duros del Kremlin estallaron un golpe de Estado. Y aunque fracasaron, de todos modos el destino de la URSS estaba escrito: el debilitamiento político de Gorbachov. La transición política, el desmembramiento de la URSS y la disolución del poderoso Partido Comunista de la Unión Soviética lo llevaron a renunciar en diciembre de 1992. Las dos fases habían sido cumplidas: la liquidación del imperio comunista de la URSS (1985-1989) y la reforma estructural de la

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  URSS (1990-1992). En este contexto, el nobel de la paz había cumplido su misión: reconocer al estratega del fin de la guerra fría y de la desarticulación de la Unión Soviética. Como otros premios el nobel había logrado su tarea de convertirse en un punto de no retorno de la lucha geoestratégica de reparto del mundo. El nobel como premio a la derrota de la guerra fría. La asignación a Barack Obama del premio nobel de la paz 2009 no careció de esa malicia. Si bien tuvo significado histórico el hecho de ser el primer presidente afroamericano –negro, en realidad, aunque moleste a la política correcta, _pero concepto que revela el verdadero significado de su elección– en la dirección política del país imperialista de Occidente que apenas en 1968 había reconocido los derechos civiles de las personas de color y con el racismo aún metido en sus entrañas, al final de cuentas tuvo mayor importancia el hecho de que Obama parecía perfilarse como el Gorbachov americano; es decir, el presidente que podría llevar a los Estados Unidos a su fin como imperio. El argumento parecía responder a la tesis del politólogo Fareed Zakaria, director de Newsweek internacional: no tanto la decadencia del imperio estadunidense, sino “el ascenso de los demás”. Es decir: la multipolaridad. El premio sería el punto de no retorno a la transición de los EU de imperio a nación. Sin embargo, muy pronto dejó ver Obama sus verdaderos límites: internamente, el perfil social del papel del Estado, la preeminencia de la teoría de los derechos para atender las demandas de las mayorías y no tanto un repliegue militar y geopolítico del mundo sino más bien la convocatoria a un reacomodo de la multipolaridad. Días antes de la asignación del premio nobel, Obama había autorizado la revelación de excesos de la CIA en tortura a detenidos, un discurso de apertura de diálogo con el mundo musulmán, el desmantelamiento del escudo de misiles en Europa, el nuevo trato político con América Latina, el anuncio del cierre de la prisión de Guantánamo y el retiro de tropas de Irak. Casi podría decirse, siguiendo las huellas de Gorbachov 1985-1988: 1a desarticulación operativa del imperio. Por tanto, el nobel habría de buscar ser el cerrojo que sellara la puerta de acceso al imperialismo yanqui. La transición estadunidense habría de ser la correspondiente a la transición soviética. El mundo, por tanto, podría asentarse en la multipolaridad. La intención de Obama pareció ser definida: transitar de la estrategia imperial de dominación geopolítica y militar a un liderazgo político sin guerras. Del dominio imperial a la hegemonía política. Obama, por tanto, tendría –como Gorbachov con la doctrina Stalin– que dar por cancelada la doctrina Truman de 1947: la intervención militar para defender e imponer la ideología estadunidense. De lograrlo entonces se daría por terminada la guerra fría que se legalizó en 1961 con la construcción del Muro de Berlín.

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  Sin embargo, la real politik regresó por sus fueros. La estructura imperial de los Estados Unidos no dependía, como en la URSS, de la élite de la nomenklatura sino de una red de intereses sobre todo económicos y energéticos. El abandono de posiciones estratégicas en los primeros meses de Obama llevaron a fortalecer a los nuevos adversarios geoestratégicos: China, Rusia e Irán. Y no sólo fue el movimiento mecánico, sino los hechos: el expansionismo político: Irán y China avanzaron en América Latina por Cuba y Venezuela, además de fortalecer su posición nuclear. Y Rusia también entró a Venezuela por la puerta de la venta de armas. Lo mismo le ocurrió a Gorbachov y el Imperio Soviético en 1985, pero Gorbachov no tuvo dudas en que el repliegue de la URSS llevaría al fortalecimiento de los EU y otras naciones y bloques político-económicos y no por eso frenó la transición. Obama, paradójicamente, utilizó el foro de la entrega de los premios nobel para fijar ya no la hoja de ruta de la transición americana, sino para dejar en claro un reforzamiento de las tesis imperiales. Días antes de la ceremonia en Oslo, Obama autorizó el envío de casi 40 mil soldados más a Afganistán y documentó la decisión en la defensa de los intereses geopolíticos, estratégicos, militares y energéticos de los EU en la región. Y en la propia ceremonia del premio, Obama colocó la política militar en la tesitura de las “guerras justas”, tesis que fortalece la estrategia imperial de intervencionismo en otras naciones. Es decir, se trataría de una segunda fase de la Doctrina Truman que permitió, por ejemplo, la intervención militar de los EU en Corea e Indochina y el endurecimiento en América Latina con todo y promoción de golpes de Estado. Lo grave de todo fue el hecho de que Obama recibió el Premio Nobel de la paz y luego definió ahí mismo la nueva doctrina militarista de los EU. El dato mayor fue el hecho de que Obama no delineó los verdaderos intereses geopolíticos y estratégicos de su doctrina militar, como por ejemplo la energía o el radicalismo musulmán que ya se asentó dentro de sus fronteras o la alianza China-Rusia-Irán. El papel asignado a Obama era otro: desmantelar el perfil imperial del poderío estadunidense sobre todo después de los excesos militaristas de los ocho años de George W. Bush. Más que atemperar el radicalismo religioso, Bush lo exacerbó. El intervencionismo en el Medio Oriente, la presión sobre América Latina, la negociación imperial con Europa y el acoso a la antigua Europa del Este se basaba, en los años de Bush, en la fuerza militar y de armas nucleares. Obama ha buscado, a partir de la teoría de los derechos, la convivencia, pero en un escenario poco racional y de reacomodo de nuevas hegemonías. Por tanto, Obama estaría en la lógica de no cumplir con el papel del Gorbachov americano. Y no necesariamente por voluntad propia. La crisis económica obligó a la Casa Blanca a buscar el reposicionamiento de bancos,

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  empresas y el dólar, a través de decisiones que dejaron fuera los intereses internacionales del sistema financiero. Asimismo, la política militar no pudo ser cambiada, sobre todo por la presencia de dos personalidades definidas en el viejo régimen imperialista: el secretario de Defensa Robert Gates y la secretaria de Estado Hillary Clinton. Inclusive, Hillary definió su enfoque geopolítico al criticar a Obama de falta de energía y decisión a la hora de tomar decisiones a las tres de la mañana, cuando una crisis pusiera en riesgo los intereses de Washington: el manotazo imperialista. La voluntad de Obama para cambiar la lógica de Bush dejó ver sus primeros indicios cuando algunas decisiones sólo afectaron la superficie de las cosas: por ejemplo, Obama autorizó la difusión de material secreto que involucraba a la CIA en tortura a detenidos y con ello fijo la posibilidad de nuevas reglas carcelarias, pero de ninguna manera aceptó la modificación de las leyes patrióticas que fueron la esencia de la violación de las garantías sociales y constitucionales de ciudadanos norteamericanos y extranjeros. Las leyes patrióticas fueron promovidas por Bush como una respuesta directa al terrorismo árabe después de los ataques del 11 de septiembre del 2001 y como una definición de responder con violencia a la violencia. Bush invadió Irak y Afganistán para imponer los intereses de Washington, y Obama retiró a los EU de Irak pero sin modificar la doctrina intervencionista y, por el contrario, la reafirmó en Afganistán en su lucha contra el Talibán. La relación leyes patrióticas-Afganistán tienen que ver con la lógica antiterrorista de Bush: la intervención militar de los EU busca derrotar a los talibanes porque están vinculados con los grupos terroristas de Al Qaeda, aunque los talibanes hayan sido financiados y armados por los EU y la CIA a finales de los ochenta para expulsar de la zona a los soviéticos que habían invadido Afganistán. Para los EU, los talibanes representan una acción violenta terrorista musulmana en contra del american way of life o el sistema de vida estadunidense. Por tanto, se trata de una guerra no de derrota de los talibanes sino de exterminio y hasta de expulsión del país. De acuerdo a los EU, Afganistán y los talibanes son el refugio de Osama bin Laden, el multimillonario saudita que financió los ataques contra Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 200l. La intención final de Obama no será la de conducir la transición de los EU de un imperio hacia una nación poderosa sino la de consolidar la hegemonía estadunidense. Por tanto, el mundo se ha quedado con la ilusión de que el primer presidente afroamericano de los EU pudiera ser el Gorbachov americano. Aún con voluntad, Rusia no podrá reconstruir el imperio de la URSS. De ahí la importancia estratégica de terminar con el siglo XX no sólo con el fin de la Unión Soviética sino con la reordenación del papel imperial-hegemónico de los EU. Los primeros pasos de Obama

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  confundieron a las élites mundiales y las llevaron a impulsar a Obama. Pero el discurso de la “guerra justa” de Obama al recibir el premio nobel de la paz es correspondiente con el derecho a la guerra que fundamenta el expansionismo de los imperios. En consecuencia, la intencionalidad geopolítica del Comité Nobel –que a veces pretende sustituir el juego de intereses del consejo de seguridad de la ONU– habrá fracasado con Obama, aunque al final el presidente de los EU podría quedarse en el limbo de un imperio sin ofensiva militar integral, sin la maldad de la geopolítica y sin la fundamentación histórica de los imperios que son imperios y por tanto no necesitan realmente de justificaciones. Bien analizada, la guerra de Washington en Afganistán no es una guerra justa. Más bien, podría enfocarse como una guerra antiterrorista. Ciertamente Washington tiene pasivos sin resolver con Al Qaeda, pero la lógica jurídica de Obama parecía ser ajena a las ofensivas de Bush. De hecho, Bush definió la guerra de los EU en Afganistán y Obama sólo la ha intensificado, pero sin una estrategia antiterrorista definida. Obama ha mantenido tropas, combate posiciones de los talibanes y ha metido a todo el país afgano en la lógica de la guerra. La lucha contra el terrorismo ha asumido el perfil de la lucha ideológica de la Doctrina Truman. Una cosa es la respuesta militar contra ataques y otra la ocupación de un país huésped de grupos terroristas y otra la diferenciación inexistente entre terroristas y naciones. En el fondo, la estrategia de los EU busca impedir que los talibanes tomen el control político, social, religioso y de gobierno de Afganistán porque se inclinarían hacia intereses contrarios de Washington. Así, la guerra de los EU en Afganistán tiene correspondencias con la de Vietnam. El discurso de Obama al recibir el nobel no para reafirmar la paz sino para justificar la guerra: Pero quizá el asunto más controversial en torno a mi aceptación de este premio es el hecho de que soy Comandante en Jefe de un ejército de un país en medio de dos guerras. Una de esas guerras está llegando a su fin. La otra es un conflicto que Estados Unidos no buscó; uno en que se nos suman otros cuarenta y dos otros países –incluida Noruega– en un esfuerzo por defendernos y defender a todas las naciones de ataques futuros. De todos modos, estamos en guerra, y soy responsable por desplegar a miles de jóvenes a pelear en un país distante. Algunos matarán. A otros los matarán. Por lo tanto, vengo aquí con un agudo sentido del costo del conflicto armado, lleno de difíciles interrogantes sobre la relación entre la guerra y la paz, y nuestro esfuerzo por reemplazar una por la otra.

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  Bueno, estas interrogantes no son nuevas. La guerra, de una forma u otra, surgió con el primer hombre. En los albores de la historia, no se cuestionaba su moralidad; simplemente era un hecho, como la sequía o la enfermedad, la manera en que las tribus y luego las civilizaciones buscaban el poder y resolvían sus discrepancias. Y con el tiempo, a medida que los códigos legales procuraban controlar la violencia dentro de los grupos, los filósofos, clérigos y estadistas también procuraban controlar el poder destructivo de la guerra. Surgió el concepto de “guerra justa”, que proponía que la guerra solamente se justifica cuando cumple con ciertas condiciones previas: si se libra como último recurso o en defensa propia; si la fuerza utilizada es proporcional y, en la medida posible, si no se somete a civiles a la violencia. Por supuesto, sabemos que durante gran parte de la historia, se ha cumplido pocas veces con este concepto de guerra justa. La capacidad de los seres humanos de idear nuevas maneras de matarse unos a los otros resultó ser inagotable, como también nuestra capacidad para tratar sin ninguna piedad a quienes no lucen como nosotros o le rinden culto a un Dios diferente. Las guerras entre ejércitos dieron lugar a guerras entre naciones: guerras totales en que la distinción entre combatiente y civil se volvía borrosa. En el transcurso de treinta años, este continente se sumió dos veces en matanzas de ese tipo. Y aunque es difícil pensar en una causa más justa que la derrota del Tercer Reich y las potencias del Eje, la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto en el que el número total de civiles que murieron superó al de soldados que perecieron. Como consecuencia de esa destrucción y con la llegada de la era nuclear, quedó claro para vencedores y vencidos, por igual, que el mundo necesitaba instituciones para evitar otra guerra mundial. Y, entonces, un cuarto de siglo después de que el Senado de Estados Unidos rechazara la Liga de Naciones, una idea por la cual Woodrow Wilson recibió este premio, Estados Unidos lideró al mundo en el desarrollo de una estructura para mantener la paz: un Plan Marshall y Naciones Unidas, mecanismos para regir la manera en la que se libran guerras, los tratados para proteger los derechos humanos, evitar el genocidio y restringir las armas más peligrosas. De muchas maneras, estos esfuerzos fueron exitosos. Sí, se han librado guerras terribles y se han cometido atrocidades. Pero no ha habido una Tercera ·Guerra Mundial. La Guerra Fría concluyó con una muchedumbre jubilosa que derrumbó un muro. El comercio tejió lazos entre gran parte del mundo. Miles de millones han salido de la

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  pobreza. Los ideales de libertad, autonomía, igualdad y el imperio de la ley han avanzado a tropezones. Somos los herederos de la fortaleza y previsión de generaciones pasadas, y es un legado por el cual mi propio país legítimamente siente orgullo. Pero aun así, transcurrida una década del nuevo siglo, esta antigua estructura está cediendo ante el peso de nuevas amenazas. El mundo quizá ya no se estremezca ante la posibilidad de guerra entre dos superpotencias nucleares, pero la proliferación puede aumentar el peligro de catástrofes. El terrorismo no es una táctica nueva, pero la tecnología moderna permite que unos cuantos hombres insignificantes con enorme ira asesinen a inocentes a una escala horrorosa. Es más, las guerras entre naciones con mayor frecuencia han sido reemplazadas por guerras dentro de naciones. El resurgimiento de conflictos étnicos o sectarios; el aumento de movimientos secesionistas, Las insurgencias y los estados fallidos, todas estas cosas progresivamente han atrapado a civiles en un caos interminable. En las guerras de hoy, mueren muchos más civiles que soldados; se siembran las semillas de conflictos futuros, las economías se destruyen; las sociedades civiles se parten en pedazos, se acumulan refugiados y los niños quedan marcados de por vida. No traigo hoy una solución definitiva a los problemas de la guerra. Lo que sí sé es que hacerles frente a estos desafíos requerirá la misma visión, arduo esfuerzo y perseverancia de aquellos hombres y mujeres que actuaron tan audazmente hace varias décadas. Y requerirá que repensemos la noción de guerra justa y los imperativos de una paz justa. Debemos comenzar por reconocer el difícil hecho de que no erradicaremos el conflicto violento en nuestra época. Habrá ocasiones en las que las naciones, actuando individual o conjuntamente, concluirán que el uso de la fuerza no sólo es necesario sino también justificado moralmente. Hago esta afirmación consciente de lo que Martín Luther King dijo en esta misma ceremonia hace años: “La violencia nunca produce paz permanente. No resuelve los problemas sociales: simplemente crea problemas nuevos y más complicados”. Como alguien que está parado aquí como consecuencia directa de la labor a la que el Dr. King le dedicó la vida, soy prueba viviente de la fuerza moral de la no violencia. Sé que no hay nada débil, nada pasivo, nada ingenuo en las convicciones y vida de Gandhi y King.

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  Bien analizado, el discurso contiene sólo justificaciones para mantener la lógica imperial tradicional de los EU desde que en 1947 Truman definió su doctrina intervencionista en otros países cuando estén en riesgo los intereses de los EU. Con ese discurso, Obama delineó los límites de su gestión: No será el Gorbachov americano y los EU ya no caminarán por el sendero de la transición de un imperio a una nación multilateralista. Al final, el primer presidente afroamericano de la historia de los EU solamente refrendó, con justificaciones morales y todo, el papel imperial de los Estados Unidos.

Obama y el neolenguaje Obama se aparece como un personaje festivo de George Orwell. Y no ciertamente como el Winston Smith que se rebela ante el Gran Hermano. Más bien se perfilaría como el Gran Hermano, ese gobierno todopoderoso – al final el capitalismo es igual de controlador que el comunismo– que no sólo guía a su pueblo, sino que lo controla. Y como Smith lo atestigua, lo maneja a base de mentiras que se venden como verdad. El discurso de Obama sobre las guerras justas se resume en el neolenguaje del mundo de la novela 1984: Decir una cosa y significar otra. Obama obliga a la humanidad a ajustarse al doblepensar orwelliano: asumir la lógica del realismo del sistema dominante y, oblicuamente, mantener la racionalidad de sí mismo. Doblepensar y neolenguaje eran los principios del Ingsoc (socialismo inglés), esa sociedad del no tan imaginario país nombrado por Orwell como Oceanía, ese conjunto de islas dominadas por Australia, Nueva Zelanda y Nueva Guinea. Ahí sitúa Orwell el país dominado por el Gran Hermano, una especie de ojo observador que vigila comportamientos ciudadanos. El Gran Hermano era el comunismo opresor que denunció Orwell antes en Rebelión en la granja, publicada en 1945. En la novela 1984 (publicada en 1949), Orwell parodia el control de la estructura comunista en la sociedad. Y la lleva a las últimas consecuencias: el Gran Hermano domina a la sociedad no solamente por la vía del autoritarismo sino de la imposición de nuevas reglas. Orwell define el lenguaje de control como el de los significados contradictorios, una especie de oxímoron ideológico. Las contradicciones se dan de manera sencilla en las tres consignas del partido, juego de confusiones: La guerra es la paz La libertad es la esclavitud La ignorancia es la fuerza

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  En Oceanía funcionan cuatro Ministerios de control de la burocracia y la sociedad: El Ministerio del Amor (en neolengua Minimor) nada tiene que ver con los afectos sino que se encarga de lo contrario: los castigos y la tortura. Se ocupa de administrar los castigos y la tortura. El Ministerio de la Paz (Minipax) tampoco atiende los temas referidos a los acuerdos para respetar a las demás naciones, sino que se encarga de asuntos relacionados con la guerra y su tarea fundamental es extender en el tiempo y el espacio las confrontaciones bélicas como una forma de cohesión interna. El Ministerio de la Abundancia, (Minindancia) controla los delicados temas de la economía y el bienestar de la sociedad, pero no para darle a la sociedad el bienestar prometido, sino para mantenerla en la orilla de la subsistencia –ni pobreza ni riqueza– a fin de aumentar la dependencia hacia las autoridades. La abundancia no existe y todo es racionamiento. Y el Ministerio de la Verdad (Miniver) fue creado para manipular la información no tanto en el presente o los compromisos del futuro, sino “ajustando” las promesas del pasado con los resultados reales. Smith trabaja justamente revisando periódicos y discursos y usando las cifras reales para modificar los compromisos del pasado, a fin de que cualquier revisión en hemeroteca no exhiba contradicciones o incumplimientos. Se manipulan libros, periódicos y fotografías. Ahí parece colocarse el mundo de Obama: un presidente afroamericano que simbolizaba el pacifismo pero llega a recibir el premio nobel de la paz con el discurso de la guerra y señalando que al final de cuentas la guerra es la paz. En su campaña, Obama trató de simbolizar justamente lo contrario de Bush pero no sólo mantuvo en el Departamento de Defensa al ministro de Bush sino que disminuyó la presencia en Irak pero manteniendo la lógica de la intervención y profundizando las tropas en Afganistán. Asimismo, Obama no vaciló en criticar las leyes patrióticas que violaban las garantías individuales y constitucionales y en su primer año de gestión no movió ninguna iniciativa para romper con la estructura jurídica que redujo las libertades civiles. En el apéndice de 1984 Orwell establece los principios de la neolengua. Y se ajustan con precisión al discurso de Obama: La intención de la neolengua no era solamente proveer un medio de expresión a la cosmovisión y hábitos mentales propios de los devotos de Ingsoc, sino también imposibilitar otras formas de pensamiento. Lo que se pretendía era que una vez la neolengua fuera adoptada de una vez por todas y la vieja lengua olvidada, cualquier

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  pensamiento herético, es decir, un pensamiento divergente de los principios de Ingsoc, fuera literalmente impensable, o por lo menos en tanto que el pensamiento depende de las palabras. Orwell establece tres códigos: El Vocabulario A era el de las palabras de uso normal, con significado directo. El Vocabulario B estaba armado con palabras construidas para provocar significados y establecer categorías: por ejemplo, bienpensar. Y el Vocabulario C contenía términos científicos y técnicos que complementaban los dos anteriores. Orwell hace un juego de palabras: toma un párrafo de la Declaración de Independencia de los EU en el que se establece la igualdad entre los hombres y los derechos sin distingos sociales o de raza, pero leído casi como la justificación de un gobierno absolutista. El discurso de Obama se puede considerar en las coordenadas de 1984: un premio a la paz se convierte en el detonador de la justificación de la guerra. El concepto de justo de la teoría militar y de la justificación de las guerras se aplica lo mismo a la intervención en Afganistán para aplastar a Al Qaeda y a los talibanes, que para retirarse de Irak pero dejando atrás un gobierno funcional a los intereses de los Estados Unidos. Quedan en la lectura estratégica del discurso de Obama las definiciones orwellianas de la política militar y guerrerista de Obama como el abanderado de la paz. Si el mundo totalitario de 1984 la guerra es la paz, en el mundo del Obama imperial quedan las huellas de definiciones bélicas del presidente de los EU como el premio nobel de la paz: Difíciles interrogantes sobre la relación entre la guerra y la paz. (Una guerra justa es) Si se libra como último recurso o en defensa propia; si la fuerza utilizada es proporcional y, en la medida posible, si no se somete a civiles a la violencia. De muchas maneras, estos esfuerzos fueron exitosos. Sí, se han librado guerras terribles y se han cometido atrocidades. Pero no ha habido una Tercera Guerra Mundial. Y la frase demoledora digna de sustituir la orwelliana “La guerra es la paz” en el neolenguaje de Obama:

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  Como alguien que está parado aquí como consecuencia directa de la labor a la que el Dr. King le dedicó la vida, soy prueba viviente de la fuerza moral de la no violencia. Es decir, el presidente que reafirmó la tesis de George W. Bush sobre el terrorismo como justificante para la guerra y que acababa –la víspera de recibir el nobel de la paz– de aumentar las tropas estadunidenses en Afganistán explica que hace la guerra para llevar a la práctica las ideas pacifistas de Martín Luther King. Esta frase define la dimensión histórica de Obama como el primer presidente afroamericano en la historia de los Estados Unidos, aunque en realidad, en el neolenguaje o el doblepensar, no llegó más allá de la Oceanía de Orwell.

Obama: las encuestas de la decepción Si existe algún concepto que explique socialmente la gráfica de tracking poll –seguimiento diario de encuestas– de la empresa Rasmussen sobre la gestión Barack Obama, ése sería el de crisis de expectativas. Obama comenzó enero de 2009 con una aprobación de 45% y una desaprobación de 14%, pero hacia diciembre las cifras dieron una voltereta espectacular: la desaprobación se colocó en 45% y la aprobación cayó a 26%. No se trata de una reacción circunstancial del ciudadano sino una tendencia de decepción constante. El oficio de presidente de los EU no depende de la popularidad mediática, sino que el ciudadano califica al gobernante en función de sus propias expectativas y estados sociales. La crisis económica, del desempleo, la guerra en el Medio Oriente, la violación de derechos civiles por el terrorismo han atrapado al ciudadano medio en una lógica de exigencias mayores. Obama se enfrentó a un país desanimado, atrapado en el miedo y con expectativas basadas en el color de la piel. Quizá el peor error que haya cometido Obama haya sido su decisión de no romper con su antecesor. George W. Bush dejó a los Estados Unidos sin tejido social. Pero Obama decidió hacer a un lado a Bush y comenzar él mismo a cargar con defectos y beneficios. Lo malo para Obama es que no precisó la ruptura con el pasado. Irak y Afganistán han dominado más el ambiente social, que la política de salud universal que propuso Obama. Los ciudadanos norteamericanos no son imprevisibles. Lo que pasa es que Obama carece de una percepción sicológica de sus pasiones y temores, de sus deseos y angustias. Esa inexperiencia de Obama lo ha llevado a decidir desde la soledad de la Oficina Oval, a pesar de los destellos mediáticos para tratar de aparentar una vida más o menos normal. Las encuestas sobre Obama califican la gestión de su gobierno. Y las cifras pueden resumirse en una palabra: decepción social.

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El tracking poll de Obama puede seguirse en: http://www.rasmussenreports.com/public_content/politics/obama_administration/ daily_presidential_tracking_poll

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ÍNDICE PRIMERA PARTE Obama: mucho más de lo mismo

7

Barack Obama: Esperanza/Decepción

9

¿El Gorbachov americano?

17

El fin de la URSS

21

Los primeros cien días de Barack Obama

28

Obama: La crítica a los derechos

29

De Estado Imperial a Estado Moral

30

El Gorbachov americano

31

El perdón de la tortura

33

Obama: ¿Una transición fallida?

35

Obama y su modelo económico

36

Más Estado: Obama, como Hugo

38

Obama: El Imperio es el Imperio

40

Obama-México: Ablandamiento

42

Obama: El pragmático

44

Obama perdona a la CIA

46

Obama abrió la Caja de Pandora

48

Obama: El cargo de conciencia de los EU

50

Powell: Obama gira a la derecha

55

202

  Obama: Rehacer el Imperio

57

Obama: ¿Un Reagan liberal?

59

Obama: La reconstrucción del Imperio

61

Exigencias de nueva mayoría

63

Obama: Cómo mover al pueblo

65

Obama: Gravamen o coartada

67

Obama: Sin conciencia histórica

69

Obama: Fantasma de Keynes

71

Obama: Atrapado sin salida

73

Obama ganó apuestas INTRADE

75

Lástima: Obama es Chicago boy

77

I.- Lincoln, Jim Crowe, King, X

79

II.- Dilema: ¿Imperio o República?

81

III.- La realidad: EU es un Imperio

83

IV.- EU: Poesía y prosa del Imperio

85

V.- Otra traición de la izquierda

87

VI.- México: La agencia desconocida

89

VII.- Torturas, no; ley patriótica, sí

92

VIII.- Un discurso imperial poético

93

IX.- Clave: Crisis de expectativas

95

X.- Los fantasmas de Obama.

97

203 

  SEGUNDA PARTE CIA: Continuidad Bush-Obama

103

Encuesta: Barack Obama

105

Obama: Un hecho histórico II

111

Obama: Un hecho histórico III

113

Obama: Un hecho histórico IV

115

Obama: Un hecho histórico V

117

Obama: Un hecho histórico VI

119

Obama: Un hecho histórico VII

121

Obama: Un hecho histórico VIII

123

Obama: Un hecho histórico IX

125

Obama-Hillary: Siempre no X

127

La CIA, perdonada por Obama

129

Tortura: Bush, responsable

131

Elecciones 2008

133

Decadencia Moral

136 TERCERA PARTE

Cambio y esperanza

145

Bush, la peor pesadilla de sí mismos

146

Racismo

148

204

  La crisis económica

149

Primer presidente afroamericano

150

Yo tuve un sueño

150

Migración

152

El porvenir

153

Barack Obama; un hecho histórico

154

El reto americano Robert Pastor

162

Otto Reich

163

Jorge Ramos

166

Alan Stoga

169

México y Latinoamérica

172

Sidney Weintraub

178

Adrián Merlo

179

Alan Stoga

183

Jorge Ramos

186 CUARTA PARTE

Nobel de la Paz

190

Obama y el neolenguaje

197

Obama: Las encuestas de la decepción

200

205 

 

Este libro se terminó de imprimir en la Ciudad de México, D.F. en el año 2010. La edición constó de 2000 ejemplares.

 

 

 

 

 

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