Cristianismo y Protestantismo

Religiones. Cristo. Cristianos. Convertirse. Catolicismo. Anglicanismo. Luteranismo. Ortodoxos. Calvinismo. Reforma. Lutero. Confesión de Augsburgo

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INTRODUCCIÓN CRISTIANISMO Experiencia, testimonio y doctrina de los que creen en Jesús, el Cristo, como Hijo de Dios e Hijo del Hombre. El cristianismo irrumpe con la predicación, los milagros y la persona misma de Jesús de Nazaret, cuyo mensaje es que «Dios», el Dios de Israel, del Éxodo y de la Pascua, acoge incondicionalmente al ser humano, cuya realidad más honda, inconsciente e invulnerable consiste en ser justamente su hijo. El Dios de Israel, en Jesús, se ha convertido en el Dios de todos los hombres (judíos y paganos, hombres y mujeres, amos y esclavos) y de todo el hombre (de su espíritu, de su alma y de su cuerpo), no nominal, sino eficazmente cuando encuentra en el ser humano la fe. Un mensaje de liberación «Convertirse» es aceptar esa «buena noticia», decir «sí» a ese amor incondicional y dejar que obre en la propia vida de tal forma que, poco a poco, la acción, el «mundo» y el «yo» se transformen, pasando de una existencia caída, enferma, debilitada, cercada por el miedo y la preocupación, a la libertad, al gozo, a la abundancia de bienes, a la alegría y a la esperanza, que, porque se funda en la promesa incondicional de Dios, es firme y segura. Atrás quedaban superadas una existencia «pagana», sin Dios, abandonada al propio arbitrio, y una existencia «judía», cuya relación con Dios consistía en una obediencia escrupulosa y culpabilizada a los mandamientos de la Ley, que, aunque decían lo que se había de hacer, no daban la fuerza para ello. Jesús traducía ese mensaje de liberación en hechos significativos. Positivamente, yendo a los «sin ley», a los marginados (leprosos, pecadores, niños y mujeres), curando a los enfermos, mostrando la abundancia de los bienes (relatos de multiplicaciones de panes y peces), generando una nueva relación entre el varón y la mujer, venciendo a la muerte, de tal forma que el ser humano podía reconciliarse con su propia vida y con el Dios de su vida, pasar de la «súplica» y la «exigencia» a la «acción de gracias». Negativamente, mediante la denuncia de la religión colectiva como «mercado», el anuncio de la destrucción del templo, la abolición de los preceptos sacrosantos de la ley (curando en sábado cuando estaba absolutamente prohibido hacerlo) y el rechazo del estado de indignidad jurídica y social de la mujer al mostrarse en público con ella, con el escándalo consiguiente del pueblo. De esta forma, sacerdotes, escribas y fariseos, que veían su poder quebrantado al sentir amenazadas las estructuras esenciales de su religión, descargaron su ira en Jesús, que acabó «traicionado» por sus hermanos judíos, «ajusticiado» por los paganos y «desamparado» por su Dios. Sin embargo, ese final desastroso, con el que no se funda ningún movimiento colectivo y menos una religión, se encuentra en el origen paradójico y singular del cristianismo. Por un acontecimiento descrito como «don del Espíritu», los discípulos conocieron íntimamente que Jesús vivía una existencia nueva y activa, dotada de nueva energía: siguieron las curaciones, la transformación de personas, el descubrimiento de nuevos ámbitos de la conciencia y del ser. Los perseguidores, como Saulo, se convertían en «enviados» de Jesús, cuya palabra, puesta a prueba por la muerte, la traición y el desamparo, seguía siendo perdón y gracia, alegría y esperanza para todos los que, judíos y paganos, intervinieron en su muerte. Esta experiencia aglutinó a las personas en comunidades (iglesias), que se entendían a sí mismas como «luz» en la oscuridad, «levadura en la masa», como un poco de «sal» en la realidad más bien sosa y absurda del mundo. Surgieron lentamente los escritos que hoy conocemos como Nuevo Testamento y que son, ante todo, el testimonio de los discípulos acerca del poder de Jesús y de su Dios a la espera del asentimiento libre del ser humano. Las persecuciones que, como sucedió con el Maestro, los discípulos tenían que padecer en carne propia a fin de verificar y contrastar la realidad de su experiencia, eran, por lo 1

mismo, un incremento de alegría. El cristianismo posconstantiniano Sin ese núcleo vivo y casi explosivo de las primeras generaciones cristianas no puede explicarse el éxito del cristianismo en el seno de un mundo pagano. Ahora bien, que poco a poco se fuera contaminando con la mediocridad, la superstición y la inercia, con el legalismo judío y el juridicismo romano, que con la paz de Constantino la ya no joven Iglesia se aliara con el poder político y pretendiera convertirse en civilizadora de una Europa bárbara, que quería uniforme y uniformada, que la levadura se convirtiera en masa (aunque no del todo) y que la sal perdiera su sabor (aunque no totalmente), quizá forme parte de la revelación de Dios en medio de la realidad espesa y endurecida de lo excesivamente humano. Aun así, que la Iglesia, de ser fuerza vivificadora, pasara a civilizadora, entendiéndose a sí misma como una religión más en pugna con otras, no deja de ser un motivo constante de interrogación para el historiador de las religiones, que no puede menos de medir la honda discontinuidad entre el origen del cristianismo y la historia posconstantiniana. Al parecer, la plena identificación con las estructuras del cristianismo social, entendido como religión colectiva, quizá sea un impedimento mayor para sorprender la originalidad radical de Jesús y su poder de «salvación», como lo fue la identificación con las estructuras del judaísmo. No es imposible pensar que, gracias a la crisis vertiginosa de la «cristiandad» en una sociedad secularizada, poco a poco surja de nuevo la pregunta por la vitalidad de los orígenes, la comunión viva con la primera comunidad de discípulos y con aquel que fue su centro e iniciador. Quizá en la situación actual de las iglesias, «traicionadas» por la civilización que contribuyeron a establecer y «desamparadas» por su Dios, aparezca una comprensión más honda del sentido de Jesús y un mejor discernimiento de su presencia junto con los signos que la acompañan. CATOLICISMO El catolicismo es la comunidad y el gremio universal de los que vivimos en la religión católica. Catolicismo significa la religión que profesan los fieles que pertenecen á la Iglesia católica, apostólica, romana. Pude tomarse en dos aceptaciones distintas, ó bien en concreto, en cuanto catolicismo significa una sociedad existente en el mundo, con su organización particular, con su jerarquía, sacramentos, culto, fuerza expansiva, historia de su desarrollo, etc. y en este sentido se identifica con la Iglesia católica, ó bien se puede considerar un abstracto del catolicismo, ó sea según el cuerpo de doctrina y enseñanzas que profesa y propone, y en este sentido se considera aquí.

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En la ciudad del Vaticano habita el Papa, representante de Dios y del catolicismo en la tierra. ANGLICANISMO El Anglicanismo es el conjunto de las doctrinas de la religión del Estado de en el Reino Unido. La Iglesia anglicana existe desde la ruptura de Enrique VIII con el papa Clemente VII, que se oponía a que el rey repudiara a Catalina de Aragón. Mediante el Acta de Supremacía de 1534, se derogaron los privilegios de que gozaba la Santa Sede, al tiempo que Enrique VIII se proclamaba cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Las bases doctrinales de la Iglesia anglicana se encuentran recogidas en el Book of Common Prayer (libro de oración común), redactado por el Obispo Cranmer, los Treinta y nueve artículos, obra del año 1563, el Catecismo y los dos Libros de Homilias. Su teología es de carácter calvinista y sus principales características son la suprema autoridad de la Biblia, la justificación por la fe y la predestinación. Al no reconocer la autoridad del Papa, la forma de gobierno es episcopal. LUTERANISMO Es la doctrina de los que seguían a su creador, Lutero, de quien cabe destacar como parte de influencia en su ideología que nació en Alemania y se licenció en filosofía en la Universidad de Erfurt (1505) donde profesó como sacerdote agustino. En 1511 fue enviado a Wittenberg, donde se doctoró en teología. El 31 de octubre de 1517, con ocasión de la llegada del dominicano Tetgel que vendía indulgencias para acabar la construcción de la basílica de San Pedro en Roma, expuso en la catedral de Wittenberg las 95 tesis principales del luteranismo naciente. En 1520 fue excomulgado por León X y en 1521 fue condenado al ostracismo por el Imperio. Se refugió en Wartburg, donde se dedicó a escribir obras de difusión de su doctrina e inició la traducción de la Biblia al alemán.

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La unidad doctrinal de los luteranos. Que reconocían la Biblia como la única autoridad en materia de fe, descansa sobre el Gran Catecismo y el Pequeño Catecismo de Lutero (1529), la Confesión de Augsburgo (publicada por Melanchton en 1530 con la aprobación de Lutero), los Artículos de Smalkalda (redactados por Lutero, 1537) y la Fórmula de concordia de 1580. La piedra angular de la creencia luterana es la convicción de que sólo la fe que confía en la infinita misericordia de Dios salva al fiel. La organización de las iglesias luteranas difiere según los países donde están implantadas. Hoy se cuentan alrededor de 70 millones de luteranos en el mundo. ORTODOXOS La Iglesia ortodoxa constituye una de las tres expresiones capitales del cristianismo, junto con la Iglesia de Roma y las comunidades surgidas de la Reforma. Su regla de fe se basa en los siete concilios ecuménicos que se celebraron en Oriente durante el primer milenio, con el propósito de precisar y de preservar el misterio de Cristo. En la Edad Media bizantina, se hizo más bien hincapié en la deificación del ser humano mediante la recepción del Espíritu Santo. La época moderna se caracterizó por la defensa de la identidad ortodoxa frente a la Reforma y a la Contrarreforma. El s. XX ha intentado ilustrar de forma profética la modernidad con la filosofía religiosa rusa. La liturgia ortodoxa, por medio de una belleza luminosa y pacificadora, hace presentir al ser humano en su integridad la presencia del Misterio del Reino. Los iconos son parte integrante de la celebración y revelan la belleza de Dios a través de las presencias personales, transparentes en virtud de la luz transfiguradora. CALVINISMO Doctrina religiosa de Calvino y sus seguidores. Su obra fundamental es la «Institución de la religión cristiana», escrita por Juan Calvino, primera dogmática sistemática protestante, que se opone tanto al luteranismo como al catolicismo. En ella, Calvino se atiene de manera exclusiva a la Escritura, aunque acepta los cinco primeros concilios ecuménicos y la doctrina de Agustín contra Pelagio. La Escritura en la Iglesia goza de poder absoluto y basta el buen sentido junto con el testimonio interior del Espíritu Santo «para inquirir sobriamente acerca de los misterios». Jurista por formación, Calvino pone de relieve el papel de la ley, cuya disciplina es absolutamente necesaria a causa del estado de corrupción del ser humano, y se entrega a la glorificación de la Trascendencia divina, cuya soberanía se ejerce en la predestinación, incluso en la predestinación al mal. La reprobación es positiva y, por ende, la condenación. Signos de predestinación positiva son la piedad, la vida austera e incluso el éxito en las empresas. La altura dogmática de Calvino, arrastrada por una lógica tan implacable como fuera de lugar (la arbitrariedad se incrusta en el seno mismo de Dios), se hunde en el más craso moralismo, aunque hayan sido excluidos la confesión, los votos y el celibato obligatorio y los sacramentos se hayan reducido al bautismo y a la eucaristía. Aquí, en esta búsqueda de signos de predestinación, hay que buscar la raíz del celo calvinista y de su rigidez moral, que desembocó en el más rígido puritanismo. Por otra parte, la expansión del calvinismo en Suiza se vio limitada por la fuerte oposición de los discípulos de Zwinglio. En cambio, encontró las puertas abiertas en Francia, a pesar de las sentencias de muerte que pesaron sobre sus seguidores, llamados hugonotes, y de la violencia que suscitó (Noche de San Bartolomé de 1572) y causó. Las sangrientas guerras de religión entre hugonotes y católicos concluyeron con el Edicto de Nantes (1598), que reconoció la existencia legal del calvinismo. En 1540 penetró en los Países Bajos y se convirtió en su religión oficial en 1579. En Escocia, John Knox, discípulo de Calvino, fue llamado (1547) por algunos nobles a enseñar en la Universidad de Edimburgo y convirtió este país en uno de los focos más activos del calvinismo. La expansión marítima y colonial de Gran Bretaña y de los Países Bajos lo llevaron hasta América del Norte y África del Sur. En la actualidad, cuenta con unos 40 millones de fieles. Su éxito hay que buscarlo tanto en su amedrentadora doctrina sobre la predestinación (que sólo Karl Barth superó desde dentro con implacable crítica), como en su doctrina sobre la santidad del trabajo, considerado como bueno cuando se asume no por placer, sino por «el oro y la plata, criaturas de las que se puede hacer un buen uso». El calvinismo legitima el interés, hasta entonces prohibido a los cristianos. No es de extrañar que la creciente burguesía mercantil prestara sus oídos a la Reforma que venía de Ginebra, y viera en ella 4

tanto un factor como una legitimación de su presente y de su futura prosperidad. PROTESTANTISMO Conjunto de doctrinas e Iglesias surgidas de la Reforma. El protestantismo constituye una de las grandes familias cristianas, junto con el catolicismo y la ortodoxia. Etimológicamente, significa «adelantarse para testimoniar» y se aplica a aquellos cristianos que, a finales del s. XV, especialmente en Alemania, Francia y Suiza, dieron testimonio de una forma de entender la fe que les obligó a romper con el pontífice romano. A su vez, se divide en tres ramas principales, luteranismo, calvinismo y anglicanismo, origen de diversas corrientes religiosas, que cuentan con un fondo común de doctrina fundado en la profesión de fe de los primeros concilios ecuménicos de la cristiandad. Positivamente, les es común la fe en la palabra de Dios escuchada a través de la Escritura (cuya veracidad está atestiguada por el Espíritu Santo a la Iglesia y a cada creyente) y la salvación sólo por la gracia. Negativamente, todas las formas de protestantismo rechazan la autoridad del papa. Los orígenes del protestantismo A fines del s. XV, en una Iglesia que había impuesto su latinidad a los países germánicos, en un ambiente que clamaba por una reforma religiosa radical en las voces de John Wycleff y Jan Hus, y que lo seguía haciendo a través de Ulrico Zuinglio y de los escritos de Erasmo de Rotterdam, estudioso de la Biblia y crítico respecto a las creencias religiosas de su tiempo, Roma no renunciaba a su política de grandeza temporal. Para expresarla, intentaba reedificar la gran basílica de San Pedro, para lo cual tenía que recabar fondos, no encontrando medio mejor que el de repartir indulgencias a cambio de limosnas. Por ese mismo tiempo, un monje agustino, Martín Lutero (l583−1546), tras una grave crisis de escrúpulos y desesperación, descubrió en la Carta a los Romanos de san Pablo el texto que, fundamentando la justificación por la fe, crearía una nueva espiritualidad pretendidamente fiel a los orígenes cristianos. Tal concepción chocaba con aquello mismo que era una fuente de ingresos para Roma. De esta forma, el 31 de octubre de 1517, Lutero fijó públicamente sus 95 tesis contra el principio y la práctica de las indulgencias, tras lo cual consiguió la adhesión entusiasta de jóvenes teólogos como Melanchton y la ayuda inicial de Erasmo. No tardó en exponer (1520) su doctrina acerca del sacerdocio universal de los bautizados, la reducción del número de sacramentos a tres y, junto a la libertad cristiana del hombre interior, la necesidad de una ortodoxia basada estrictamente en la Escritura a fin de corregir las desviaciones eclesiásticas. De aquí tenía que nacer una Iglesia nueva dotada de una renovada disciplina política. El 10 de diciembre de 1520, Lutero rompió con el papa al quemar en una plaza de Wittenberg la bula pontificia que le instaba a retractarse. Poco después se confrontaba con el emperador en la Dieta de Worms (1521). En el castillo de Wartburg, donde tuvo que refugiarse a la sombra de Federico de Sajonia para escapar de las tropas imperiales, realizó una de sus obras magnas, la traducción del Nuevo Testamento al alemán. No tardaron en quedar abolidos los votos monásticos, el celibato sacerdotal y el culto a las imágenes. La expansión del protestantismo Tras la Confesión de Augsburgo (1530), el luteranismo se afianzó arraigando en el modo de ser alemán y liberándose del espíritu mediterráneo, que le era extraño. Encontró el nada desinteresado favor de los príncipes alemanes, que deseaban adueñarse de los bienes de la Iglesia, al tiempo que se enfrentaba con el anarquismo religioso del anabaptismo y la guerra de los campesinos, ahogados éstos en un baño de sangre. Aquella reforma originó otra en el corazón de Francia. En noviembre de 1533, el rector de la Sorbona leía un manifiesto en favor de la Reforma protestante redactado por un joven teólogo de 24 años, estudioso de Séneca, lógico riguroso y rígido moralista, que andando el tiempo había de crear una floreciente y estricta Iglesia protestante en Ginebra. El teólogo en cuestión se llamaba Juan Calvino. Por su parte, en 5

Inglaterra, Enrique VIII, antiguo defensor de la Iglesia romana, rompía con el papa Clemente VII (1534) porque éste se oponía al repudio de la reina, Catalina de Aragón. Nacía así la Iglesia anglicana, autocéfala, que anulaba los privilegios de la Santa Sede, pero no la jerarquía episcopal ni el dogma católico. El protestantismo no tardó en consolidarse: por el paz de Augsburgo (3 de octubre de 1555) se reconocía la existencia oficial de las Iglesias y los Estados luteranos en el interior del Imperio. En 1598, el edicto de Nantes ponía fin a las sangrientas guerras entre los partidarios de Calvino, llamados hugonotes, y los católicos, reconociendo la existencia legal del calvinismo, equidistante tanto de Roma como de Lutero. El protestantismo, en su versión luterana, se extendió por las dos terceras partes de Alemania y se introdujo en Austria, Hungría y Polonia. El calvinismo, por su parte, se difundió por los Países Bajos y Escocia. A causa de la expansión marítima de ambos países, no tardó en conquistar nuevos adeptos en América del Norte y África del sur. BIBLIOGRAFÍA • Enciclopedia interactiva Planeta deAgostini. • Diccionario Enciclopédico Castell 4. • Enciclopedia Británico. • Enciclopedia pequeño Espasa.

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