De detenidos a sujetos de acción: etnografía de un taller textil en contexto de encierro

“De detenidos a sujetos de acción: etnografía de un taller textil en contexto de encierro.” Magdalena Juricic Campos. Facultad de Filosofía y Letras,

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“De detenidos a sujetos de acción: etnografía de un taller textil en contexto de encierro.” Magdalena Juricic Campos. Facultad de Filosofía y Letras, UBA. Resumen En esta ponencia presento resultados preliminares de un estudio etnográfico en curso sobre un emprendimiento textil desarrollado en una Unidad Penitenciaria de la Provincia de Buenos Aires. Me propongo indagar no sólo en las condiciones externas, materiales y aparentes de esta experiencia, sino también en cuestiones más subterráneas relativas a los dispares sentidos que los sujetos le otorgan a estas prácticas, visibilizados a partir de la práctica etnográfica. Si bien se consideran y comparten enfoques centrados en la denuncia de condiciones de vida y vulneración de derechos humanos que afectan a los privados de la libertad, se propone observar y analizar a estas personas como sujetos de acción, protagonistas de prácticas de creación de valor que permiten trascender el espaciotiempo de la producción en encierro para posibilitar otros distintos. Se repara en la importancia de estudiar el valor, más allá de lo económico, a partir de su creación en la práctica cotidiana de sujetos interviniendo de manera creativa y crítica su propio contexto. Palabras clave: cárcel, producción económica, trabajo, valor, personas privadas de la libertad Abstract “From detainees to agents : ethnography of a textile workshop in confinement.” Preliminary results are presented from a current ethnographic study on a textile workshop in a Penitentiary Unit of the Buenos Aires province. The purpose is to investigate the external, material and apparent conditions of this experience, but also underlying aspects related to the diverse meanings that the subjects confined grant to their practices -obtained from an ethnographic perspective. Although this work is based on certain approaches centered on the denouncement of living conditions and violation of human rights of those who are living in confinement, an analysis with focus on agency is further explored. Considering confined people as agents allows us to observe how their practices create social value and enables them to transcend the space-time of confined production. This exercise highlights the importance of

investigating "value" not just from an economical point of view but taking into account its creation process, by way of different practices taking place in our everyday lives. Key words: prison, economic production, labor, value, people deprived of liberty.

“Aun en la mejor de las condiciones, la historia de la prisión plantea un problema estructural: se trata de reconstruir un objeto por definición cerrado al escrutinio, una institución creada para aislarse del exterior, para repeler sus miradas.” (Caimari, 2009)

I.

… Había también en ella sujetos creativos En la localidad de José León Suarez, Provincia de Buenos Aires se emplaza el

Complejo Penitenciario San Martín en el que desde 2006 funcionan las unidades penales 46,47 y 48. El penal está construido en las inmediaciones del CEAMSE, el relleno sanitario más importante de Buenos Aires, cerros de desperdicios se alzan dando la ilusión de una montaña natural. Al acercar la mirada se ve en esos cerros cúmulos de basura y sobre ellos niños, mujeres y hombres que diariamente acceden al predio para cargar sus bicicletas con residuos que pueden ser reutilizados, vendidos, transformados . Para rescatar el valioso cobre que hay dentro de los cables, cada tarde bajo el puente que cruza el Camino del Buen Ayre a la altura de De Benedetti, decenas de personas participan del ritual de la quema; la basura deja de ser desperdicio para retornar a los ciclos económicos, a los ciclos vivos de la creativa utilización humana (Carenzo, 2011). El olor es ácido y el humo negro de la quema envuelve la zona, envuelve no sólo el cielo del penal sino también es gruesa capa que cubre las villas aledañas. La Cárcova, Sarmiento, Lanzone, Costa Esperanza, 8 de Mayo, Libertador, 9 de Julio, Independencia e Hidalgo tienen por patio trasero no una, sino tres cárceles. Como si fuese destino obligado, la prisión es para los sectores populares más familiar de lo que pensaba. En Argentina, al igual que en la mayoría de los estados- nación modernos, la solución frente a situaciones de violación de la ley es ejercida con mecanismos de control especializados como lo es el encierro punitivo. La prisión como resultado histórico tiene la particularidad de aislar al individuo conflictivo para disciplinarlo y normalizarlo para la vida social. Particularmente nuestra legislación comprende que la finalidad de la Pena Privativa de la Libertad es el tratamiento del sujeto para su posterior reinserción social. Desde esta concepción el individuo tendrá por pena el

aislamiento que compromete la privación de libertad ambulatoria, siendo ese el castigo y no la privación de otros derechos como son salud, educación, comunicación y trabajo. Según las últimas estadísticas publicadas 1, en Argentina la población privada de la libertad asciende a más de 60 mil personas con una tasa que supera los 160 detenidos por cada 100.000 habitantes. Estas cifras ubican a la Argentina en un lugar promedio, pero en niveles más altos que países asiáticos y europeos. Es preocupante el incremento de esta cifra acorde pasan los años, mostrando un fuerte aumento entre 1996 y 2005, años en que la tasa de encarcelamiento llegó a doblarse. En datos totales nacionales un 64% de las personas detenidas son adultos jóvenes de entre 18 y 34 años. Antes de ser detenidos un 80 % se encontraba desocupado o empleado a medio tiempo, la gran mayoría con trayectorias laborales informales. Un 43% de las población total detenida manifiesta no haber tenido oficio ni profesión al momento de la detención y un 59% de aquellos que ya presos realizan actividades laborales no obtienen remuneración. En cuanto a la capacitación laboral más del 80% de ellos nunca participó en algún programa de esa índole. La población femenina detenida llega al 5%. Más de la mitad de las personas privadas de la libertad se encuentran procesadas, esperando condenas que muchas veces son menores a los años que ya han pasado encerrados o bien salen absueltas pero cargando en sus cuerpos la irreversibilidad de esos años perdidos. En la provincia de Buenos Aires, donde se inserta mi caso de estudio, se encuentran detenidas 28.000 personas, es decir cerca del 50 % del total nacional. Las cárceles en la Argentina son públicas, sin embargo su acceso está restringido, situación que agrava las condiciones de vida de quienes padecen el encierro ya que la invisibilización de esa realidad da lugar a que se cometan, bajo el silencio del aislamiento,

numerosas violaciones a los derechos humanos. El

sostenido crecimiento de las tasas de prisionalización, las pésimas condiciones de vida de quienes padecen el encierro, junto con el ocultamiento de la problemática carcelaria nos invitan a reflexionar sobre las prácticas que ahí acaecen; las relaciones sociales que se desarrollan; los mecanismos de poder que operan y los sujetos que viven en carne propia el peso de una sociedad que encierra lo que ella misma crea.

1

Fuente: Informe anual 2012 Sistema nacional de estadísticas sobre ejecución de la pena. Dirección Nacional de Política Criminal en materia de Justicia y Legislación Penal. Subsecretaría de Política Criminal. Secretaría de Justicia.Ministerio de Justicia y Derechos Humanos.

Desde 2011 acudo semanalmente a una Unidad Penitenciaria de la Provincia de Buenos Aires, desde un principio en calidad de coordinadora voluntaria de talleres artísticos y culturales de lo que más adelante fue

“Rancho Aparte”, agrupación

artística y social de carácter independiente. Semanalmente trabajamos con un grupo mixto de entre 30 y 40 personas, experimentando a través de la educación no formal en áreas como las artes plásticas, muralismo y cine debate; además de acompañar a las personas privadas de su libertad en proyectos y actividades que les permitan dignificar parte de su vida en esas condiciones. A partir de ahí surge mi interés por ir vinculando la militancia social con el quehacer antropológico, agudizando la mirada y prestando atención a otras actividades que

se realizaban de modo relativamente

autónomo al Servicio Penitenciario, como proyectos productivos y educativos de diversa índole (producción de huevos, taller de alfabetización, confección de material didáctico en braille, taller textil, entre otras experiencias). Así es como en el mes de Junio de 2013, motivada por algunas discusiones en torno a la etnografía económica, comencé a acercarme al emprendimiento textil que sostienen un grupo de hombres y mujeres privados de libertad. El proceso de mi etnografía fue variando, altos grados de contingencia e incertidumbre caracterizan mi trabajo de campo. Hoy me encuentro frente a un escenario distinto a lo ya observado; los interlocutores han cambiado, hay nuevas personas y por ende nuevas trayectorias de vida que recorrer para comprender la existencia de dicho espacio. Sin embargo, tengo a mi favor que el tiempo vivido en el campo me ha dado la posibilidad de generar vínculos de relativa confianza tanto con quienes se encuentran detenidos como con las autoridades del lugar que permiten y condicionan mi entrada al establecimiento. Reconozco que me sorprendió comprender que allí dentro no todo era orden, disciplina y sujetos homogéneos con comportamientos normados. Había también en ella sujetos creativos. Como quienes convierten la basura en trabajo, las personas privadas de su libertad también aprender a lidiar con la hostilidad creando impresionantes estrategias para salir de la estática categoría de detenidos y continuar siendo padres, madres, consumidores de drogas, estudiantes, maridos, novias, profesionales del delito, trabajadores, abuelas, devotos del gauchito gil, la virgen y Jesucristo. O bien creando, bajo esas condiciones, otros anclajes que redefinan, en parte, una nueva identidad. Ante la multiplicidad de estrategias creativas elaboradas por quienes padecen el encierro, elijo acercarme a las que permiten el desarrollo de un taller textil. De este

modo, pienso poner en juego un enfoque etnográfico que dé cuenta de las condiciones de posibilidad de ese espacio, centrándome en la observación y comprensión de acciones minúsculas y cotidianas más que en grandes eventos, una etnografía que permita acercarnos a ver cómo ese espacio se torna espacio de trabajo y producción, cómo se desenvuelven las personas, qué discursos elaboran para explicar su acción y qué tipos de valores se construyen en ese actuar.

II.

Algunos antecedentes históricos sobre el trabajo y la economía en el encierro. La exploración que propongo realizar en esta ponencia pretende contribuir a

una investigación más amplia enmarcada en mi tesis de Licenciatura que tiene por objeto analizar, a través de la etnografía, los modos en que las personas privadas de su libertad se involucran en experiencias de producción de valor en contextos de encierro. Para tal cometido, me parece importante en esta instancia ampliar el contexto y vincular el caso específico de mi estudio considerando procesos sociales más amplios, que permitan iluminar ciertas controversias, tensiones y acuerdos que hay en la compleja relación entre producción económica, trabajo y encierro. La relación histórica entre trabajo y encierro se presenta con algunas tensiones que irán configurando el debate entre saberes expertos, resoluciones políticas, reglamentaciones propias del sistema penitenciario y estrategias de acción de los sujetos privados de su libertad. Las principales controversias tienen que ver, en primer lugar, con la punibilidad asociada al concepto de trabajo, es decir la comprensión de éste como forma de castigo o bien como herramienta resocializadora. Por otro lado intentaremos reponer, en términos generales, la discusión sobre los modos y medios de remuneración del trabajo en estos contextos. Bajo esta caracterización, trabajo forzado y laborterapia serán dos modelos que marcarán la discusión a nivel internacional y nacional. Las primeras prisiones en la Argentina datan de fines del siglo XIX, en estos años la prisión y todas las labores ahí realizadas son comprendidas como formas de castigo y aislamiento de los sujetos peligrosos definidos por caracterizaciones extrajurídicas realizadas por médicos, psicólogos y psiquiatras influenciados por modelos propios del positivismo criminológico (Caimari, 2009). Desde esta perspectiva se piensa el aislamiento como solución a la peligrosidad de los sujetos detenidos y se utiliza la mano de obra prisionalizada (Navas, 2011) para tareas que contribuyen al

propio sustento del preso al interior de la institución, al desarrollo urbano del país y específicamente de las ciudades en donde esas cárceles se emplazan. Es notorio el caso de la zona austral donde la institución carcelaria, sus trabajadores y la mano de obra prisionalizada, resultaron fundamentales para la constitución de soberanía nacional. (Navas, P. 2011) Acompañando el proceso de consolidación del estado nación, en las últimas décadas del siglo XIX se redacta el Primer Reglamento para las Cárceles. Este documento creado en 1855 no se aleja del modo en que se entendió el trabajo presidiario durante la época colonial y primeros años de independencia nacional. El concepto de presidio urbano o presidio de obras públicas comprende el trabajo como una forma punitiva que consiste en la excepcional salida temporaria de la prisión para el ejercicio de trabajos pocas veces remunerados relacionados a la ejecución de alguna obra pública o de bien común. El desarrollo de ciudades como Rio Gallegos, Ushuaia, Sierra Chica, entre otras, debe gran parte de la infraestructura urbana al trabajo con mano de obra de personas privadas de su libertad. Ejemplos de esto son: la fabricación de ladrillos de piedra en los canteros de Sierra Chica, la arborización de Rio Gallegos y los asfaltados de caminos en distintos sectores colindantes a las prisiones. Para estos años la organización de la prisión estaba en manos del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación. En los pocos casos en que estos trabajos fueron remunerados el dinero estuvo destinado a retribuir los daños causados a la sociedad, suplir costes propios de la manutención del sujeto prisionalizado y en pocas oportunidades pudo ser retenido hasta la salida del preso en libertad. (Navas, 2011) Ya en 1933 se aprobó la ley sobre “Organización carcelaria y régimen de la pena” (ley 11.833) que instauró la organización centralizada en las cárceles dependientes de la nación, mediante la creación de la Dirección General de Institutos Penales (Silva, 2012). Durante el Peronismo, a través de la figura clave de Roberto Pettinato, Director General de Institutos Penales entre 1947 y 1955, se comienza a poner en tela de juicio el modelo del trabajo como castigo y bajo su gestión se crea una Escuela Industrial y nuevos talleres con el objetivo de reeducar y preparar al preso para el aprendizaje de un oficio (Navas, P. 2011). En este sentido, la lógica del tratamiento se inaugura como finalidad de la pena privativa de la libertad. La nueva Constitución declaraba el objetivo resocializador de la pena privativa de la libertad y tras la firma de sucesivos acuerdos internacionales se reconoce el trabajo como un derecho humano que no distingue entre personas libres y detenidas.

A nivel nacional e internacional las ideologías RE marcarán la agenda en lo penal. El objetivo resocializador, reeducador y de reinserción social se centrará en el tratamiento del sujeto privado de su libertad, considerando al trabajo como una herramienta resocializadora en tanto otorga un disciplinamiento fundamental para el desarrollo de las personas, tanto dentro de la prisión como en el momento que hayan cumplido su pena y salgan en libertad. Así, la laborterapia se instala como el concepto que hasta hoy domina la relación entre trabajo y encierro (Polverari, 2012). La mirada de las políticas laborales se centrará en que el sujeto se mantenga ocupado más que en generar un trabajo productivo en términos económicos. Las políticas económicas neoliberales, la tercerización laboral y la retracción de la participación estatal en materia económica a partir de la última dictadura militar y los siguientes gobiernos, dieron origen a una gran crisis económica y social que, entre otras cosas, justificó un discurso liberal que dejaba bajo responsabilidad del propio individuo los triunfos o fracasos de su vida. El abandono de políticas sociales a finales del siglo XX, la creencia en modelos económicos hegemónicos que tienen por bandera la racionalidad del sujeto para decidir y actuar, se puso en cuestión tras la crisis del corralito en Argentina a fines de 2001; las devastadoras consecuencias de esta crisis generaron novedosas prácticas de solidaridad. Los sujetos involucrados en estas nuevas modalidades de acción (clubes de trueque, recuperación de fábricas, cooperativismo, asambleas barriales) comprendieron de mano de su propia experiencia que la economía no es una actividad aislada de la vida social, sino un dominio imbricado en ella (Zelizer, 2009) y tampoco una práctica racionalizada por los individuos de modo personal, sino que las prácticas económicas post crisis desataron nuevas estrategias de organización en torno al consumo, el intercambio y la producción. La cárcel no quedó ajena a esas transformaciones, la influencia de experiencias cooperativas en este período (desde 2001 hasta la actualidad) agilizó, aún de modo indirecto, el desarrollo de iniciativas productivas, artísticas y políticas que en cierto modo intentan ser superadoras de las lógicas de la laborterapia promoviendo la generación de nuevas condiciones económico-laborales para quienes se encuentran en situación de privación de libertad. Experiencias como las de asociación civil YO NO FUI; Cooperativa de Arte ELBA; Asociación civil El Vértice, Cooperativa de trabajo Kabrones; Cooperativa textil Hombres y Mujeres Libres; Cooperativa Elefante Negro y en menor escala proyectos como el taller textil al que más adelante nos referiremos, alumbran un nuevo tipo de prácticas que al mediano y largo plazo podrían generar nuevas concepciones acerca del trabajar y producir en estos contextos.

Le ley… en la medida de lo posible

III.

Revisaremos brevemente las disposiciones legales asociadas a la regulación del trabajo en cárceles bonaerenses2 para contrastar en términos generales sus implicancias en la realidad de los penales. La ley 12256 o Ley de la Pena Privativa de la Libertad de la Provincia de Buenos Aires establece que, para cumplir con los fines de reinserción y readaptación social, funcionará en todos los establecimientos del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) una Junta Interdisciplinaria. En el artículo 28 (según texto de ley 14.296) se explicita que estos grupos deberán realizar un plan individualizado del avance de la progresividad que ofrezca alternativas reales para el tratamiento del privado de la libertad. En el título TRABAJO que comprende los artículos 34, 35, 36, 37, 38 y 39 se aclara que éste constituye un derecho para los procesados y un derecho deber para los condenados siempre respetando las normas legales relativas a horarios, previsión, seguridad

social

e

indemnizaciones

en

cuanto

sean

compatibles

con

las

particularidades del sistema. En cuanto a la percepción de salarios, el artículo 36 establece que el Consejo de Administración del Trabajo Penitenciario fijará los salarios guardando proporcionalidad con los correspondientes al trabajo en condiciones de libertad. Del mismo modo el artículo 37 declara que estas actividades laborales reproducirán, en la medida de lo posible, las características del trabajo en libertad. Luego se aclara que es responsabilidad del SPB fomentar la implementación

de

programas de capacitación. Finalmente en el art 39 se refiere a las remuneraciones del trabajo en tanto tenderá a solventar las necesidades del sujeto y su familia y a indemnizar daños y perjuicios relativos al propio delito cometido, en caso de estar condenado. En el Título Segundo, sobre Régimen de Procesados, Capítulo IV, título Trabajo (arts 88 y 89) se sostiene que los procesados, bajo la responsabilidad del jefe del establecimiento podrán procurarse otros medios de ocupación y trabajo más allá de los ofrecidos por el SPB. Los casos que he observado, en la Unidad penitenciaria donde realizo trabajo de campo, se desarrollan de manera diferente e incluso contradictoria con la noción de 2

La situación de las cárceles federales (regidas por la ley 26660 ) es bastante mejor en términos de cobro de peculios y condiciones laborales. Los salarios se ajustan en gran medida al salario mínimo, vital y móvil. Además hay organismos que trabajan en estas cárceles a través de convenios ministeriales y empresariales garantizando el cumplimiento de la normativa vigente.

trabajo como derecho humano universal. Podríamos decir que violan gran parte de todo el aparato legal y supralegal que explicita las condiciones a cumplirse en el trabajo bajo estos regímenes. Sin embargo, el problema no se agota en reconocer la distancia entre el lenguaje de lo jurídico y la experiencia concreta en las cárceles (Vacani, 2014). Nos llama mucho más la atención que mientras que las modalidades de la supuesta inserción laboral continúan desarrollándose desde la lógica de la laborterapia, el Servicio penitenciario alienta estas prácticas celebrando que en ellas no medie el dinero, ya que en propias palabras del máximo directivo de la Unidad “donde hay dinero, hay lío.” (Extracto entrevista, julio 2013)

IV.

El valor social en la producción económica. ¿donde hay dinero, hay lío? Producir valor no es simplemente producir mercancías. Tampoco es producir

objetos bien cotizados en el mercado. Entiendo el valor como una cualidad asociada a objetos y prácticas que se construye socialmente bajo caracterizaciones económicas, políticas y morales que actúan como puente en la relación sujeto- objeto. La creación de valor se relaciona a los significados sociales que adquieren ciertas acciones, siempre enmarcados y contextualizados en totalidades más amplias. Estas acciones no son hechos fortuitos ni aislados, son las mismas comunidades las que se definen no sólo en función de lo que son sino de lo que quieren ser. (Graeber, D. 2001). En este sentido, el taller textil de la Unidad no es sólo un espacio de producción material de objetos, también lo es de valor social. En gran medida, los trabajadores del taller textil están construyendo un nuevo espaciotiempo (Munn, N. 1986) en tanto que con la acción cotidiana se rompen algunas barreras propias de la situación de encierro (manejan los horarios de su trabajo, al interior del taller gozan de cierta autonomía en las decisiones, sienten el lugar como un espacio sin peligro, ahí no entran las guardacárceles, sólo ellos tienen llaves del taller). El taller textil fue creado a fines de 2012 por iniciativa de un grupo de personas privadas de su libertad con objeto de ocupar un espacio que estaba en desuso para realizar un emprendimiento textil de “producción y aprendizaje de presos para presos”3. Las máquinas de coser las consiguen a través de familiares, también de ese 3

Extracto de la nota elevada al director de la unidad para conseguir la autorización de disponer del espacio.

modo pueden habilitar el espacio, pintarlo, iluminarlo; la puerta la negocian en el taller de carpintería, dependiente del servicio penitenciario; el candado lo piden a Rancho Aparte; las telas y materiales las obtienen a través de la iglesia que realiza voluntariado en el penal. Todos los días de 9 a 12 y de 14 a 17, estas mujeres y hombres tienen autorización de estar en su lugar de trabajo. El espacio es pequeño y con el tiempo han ido organizando el orden interno, colocaron repisas para algunos materiales, un par de mesadas que exponen la producción, la mesa de trabajo pegada a la ventana y a un lado un despintado estante con los hilos, el mate, la yerba, el papel higiénico y otros artículos. Los trabajadores han variado, la abuela Valentina falleció, Diego se fue de traslado, Leo salió en Libertad. De los más antiguos sólo queda Zulema y este año se integró la Pato, Marcelo y Susana. Una característica importante de esta experiencia productiva es que no media dinero y en ese sentido se pone en cuestión la tan naturalizada, en nuestros días, relación entre economía y lucro. ¿Puede un taller productivo no ser productivo en términos económicos?.¿Se puede considerar trabajo a una actividad no remunerada?. ¿Los objetivos de un taller productivo sólo pasan por lo económico? Estas preguntas nos pueden orientar para hacer una reconstrucción de los sentidos asociados a prácticas de este tipo en un contexto de encierro. Los objetos producidos en el taller se caracterizan por ser mercancías de poco valor mercantil ya que son fabricados con materiales de segunda calidad, no son novedosos respecto a otros que se encuentran en el mercado y no son objetos de consumo que presenten una utilidad muy elevada. Los perros y almohadones de peluche están hechos con material que dona la Iglesia, moldes viejos que alguna vez copiaron, relleno de baja calidad y en términos de estética y diseño tampoco son competitivos con otras mercancías en circulación. Podríamos pensar que un valor agregado a estos productos, que permita un plus en las ventas, sería su lugar de origen; el hecho de que estén producidos en la cárcel puede remover sentimientos en los compradores asociados a la solidaridad y la caridad. Sin embargo, los circuitos de distribución e intercambio están alejados de sumar valor a los productos; ferias barriales, hogares infantiles, comedores populares y la venta de boca en boca, son algunas estrategias que han elaborado las familias, la iglesia y la agrupación a la que pertenezco para poder distribuir la producción, ya sea mediante la venta o mediante la donación Con el dinero recaudado, las familias e instituciones mencionadas compran materiales y algunos artículos de necesidad básica. Del penal salen mercancías y

vuelven materias primas y una mínima fracción de cosas elaboradas (yerba, azúcar, artículos de higiene). Que se vean inhibidas prácticas tan típicas de la economía como la circulación del dinero, no quiere decir que éste no se necesite ahí dentro, tampoco quiere decir que no haya excepciones, ni modos de eludir las reglas. El dinero será reemplazado por nuevas monedas internas de cambio; las tarjetas de teléfono, al igual que nuestros billetes y monedas, se gastan, se ganan e incluso se ahorran. Las tensiones que provoca su posesión, su pérdida y su intercambio no están ajenas a las lógicas bajo las cuales, quienes estamos en libertad, administramos nuestro dinero. En una de mis visitas pregunto por Pato, que no la había visto hace semanas. Es una de esas preguntas que desencadenan valiosas respuestas que no tendrían el mismo efecto en caso de ser abordadas directamente: - “la Pato, ufff, la Pato tiene un kiosko acá, vende por la ventanita, trae para hacer trabajos, después le dan tarjetas por hacer arreglos de costura y cosas así pero acá los 4 necesitamos tarjeta, lo que es de todos es de todos” (nota de campo 12/05/2014) En este caso la tarjeta de teléfono es el modo de cobrar por algún arreglo, la idea de kiosko remite a que son pequeños trabajos, no grandes pedidos, pero que aún siendo así generan tensión entre el grupo de trabajadores que cuestiona la repartición de las ganancias ya que los materiales y máquinas no son de propiedad individual. Como bien dice Marcelo: lo que es de todos, es de todos. Después de estas palabras, Marcelo aclara de paso y no por única vez, que él no necesita nada, que a él lo vienen a visitar todas las semanas y por suerte no le falta nada, pero que a las chicas (por Zulema y Susana) si les hacen falta cosas. -“ (…)Claro, nosotras de a poquito tenemos que juntar porque acá se usa lo mismo que en la calle, pasta dental, jabón, yerba, azúcar, imaginate que la Zulema tiene a toda la familia en el Paraguay, imaginate lo caro que le sale hablar para allá” (nota de campo 12/05/2014) repone Susana, aceptando su condición de vulnerabilidad y necesidad pero poniéndose en una situación un poco más favorable que la de Zulema. La conversación en torno a la Pato fue poniéndose calurosa, la respuesta a mi pregunta sobre “¿Qué pasa con Pato que no la veo hace tiempo?” empieza a desatar muchas cuestiones relativas a la organización del trabajo, de los tiempos y los recursos. Susana comenta al respecto:

-“Vino hace unos días y se llevó material, ella dice que vende y después lo reparte pero no es tan así, se lo lleva a la celda y trabaja ahí, pero seguro vuelve después acá cuando ya no tiene más material vuelve a trabajar acá.” (nota de campo 12/05/2014) En las palabras de mis interlocutores se deja ver la posición en la que cada uno de ellos se encuentra frente a la necesidad de trabajar. En estas y otras conversaciones, Marcelo se encarga de explicitar que él no trabaja ahí por necesidad, baja para distraerse, salir del pabellón y porque además es necesario que al menos un preso del pabellón 5 (pabellón modelo de la Unidad) esté en ese espacio. La fama carga de nuevos sentidos a la producción de valor (Munn, N 1986), la necesidad de ser reconocidos y respetados, poder trascender las rejas del propio pabellón y demostrar al resto (autoridades y otros presos) que ellos no son como otros. El Colo, referente del pabellón me comentó al pasar: “en el 5 todos tienen que hacer algo. Trabajar, estudiar, bajar a cursos, nadie de vago, no queremos lacras ahí dentro.” (nota de campo, diciembre de 2013) y Marcelo, rearfirmando esta idea dice: “en el 5 está todo bien, no hay berretines, es pabellón de chorros, hay código. En el pabellón tenemos mucha disciplina, imagínate que podemos dormir siesta con la celda abierta, eso en otros pabellones no existe, te levantás y tenés que andar con la faca encima, acá no, es ordenado, es pabellón de chorros.”(nota de campo. Mayo 2014) Estos son indicadores de uno de los muchos sentidos movilizados en la participación de los sujetos como trabajadores del taller. Por otra parte, la necesidad económica también se pone en manifiesto cuando se alude a la situación de las mujeres, quienes padecen una doble condena, moral y legal, ya que el abandono hacia ellas es considerablemente mayor respecto de los varones (Azaola, E. 2005; Malacalza,L, Jaureguberri,I, Perez Lalli. 2010). En cuanto a lo esperado, a las expectativas que vislumbran Diego y Leo sobre su futuro me comentan: “M_¿Qué expectativas tienen con el taller? D_ Ah, mirá… quisiéramos poder abrir un taller afuera, en el medio libre, de producción M_¿Cuando salgan en libertad?

D_Claro, para que… no! Estando acá también poder salir, poder conseguir un lugar en el cual poder salir y trabajar y el cuál también sería un medio de poder acoplarte, ¿no? A la sociedad, un medio de reinserción L_ de salida laboral “ (extracto de entrevista realizada el 1 de julio de 2013 a trabajadores del taller) Mientras otros, como Marcelo plantean que creen difícil poder trabajar de esto en la vida en libertad, negándole a esta experiencia cualquier objetivo de reinserción social : -

“Mada, yo no sé lo que es un laburo de cinco lucas, yo no sé lo que es andar en colectivo, siempre taxi o remís, imagínate que ni SUBE tengo. Son maneras distintas de vivir Mada, a mi nunca me faltó nada. Yo nunca fui de drogarme, de gastar en boludeces, pero cinco lucas no es nada, me entendé… no, no me entendé, son otras vidas” (nota de campo, mayo 2014)

Más allá de los sentidos netamente económicos asociados a la producción en este tipo de iniciativas, me parece interesante reponer otros discursos vinculados a la necesidad de salir del encierro, descolgarla, desengomarse4. En octubre de 2013 el hijo menor de Susana falleció, ella estando presa, no pudo ir al funeral. Actualmente está en conversaciones con la jueza que lleva su causa para pedir una salida extraordinaria que le permita ir al cementerio. Ella muy emocionada explica: -“Yo por eso vengo acá. (El taller textil) es como un refugio, el taller y la Biblia son mi refugio”(Nota de campo, Mayo 2014) Podemos sostener que en el espacio productivo en cuestión, se condensan múltiples sentidos asociados a las prácticas de producción de distintos tipos de valores: el honor, la fama, el refugio, la necesidad, la posibilidad de reinserción social y el desengome son explicaciones que los propios sujetos elaboran para comprenderse a sí mismos como sujetos trabajadores, productores y ya podríamos decir, sujetos creadores de valor social. Las elaboraciones materiales, no sólo los peluches y almohadones, sino también sus discursos, las cartas de autorización y la instalación de la puerta, requieren movilizar sentidos que dinamizan - en el flujo vivo de la creación humanatodas las tensiones recorridas más arriba sobre la relación trabajo, economía y lucro. 4

Todas palabras que en la jerga carcelaria aluden a salir de la celda a realizar alguna actividad que les permita olvidar, al menos parcialmente, la situación que están atravesando.

V.

Consideraciones finales La cárcel es, como lo plantean Pavarini y Melossi una fábrica de sujetos,

sujetos que realizan prácticas que reflejan las condiciones estructurales del sistema en el que están insertas. En este sentido, la prisión no es un mundo aislado sino un espacio con lógicas propias pero que en gran medida reproducen las condiciones políticas, económicas y culturales de un contexto mayor (Melossi y Pavarini. 1985). Distintos periodos socio económicos en la Argentina han tenido su correlato con la acción económico laboral al interior de las instituciones de encierro. Así como revisamos el paralelo entre el desarrollo de la Argentina como estado nación y la importancia de la construcción de cárceles para el sostenimiento de esa soberanía en zonas marginales del mapa,

dimos cuenta del vínculo entre los procesos de

urbanización de algunas ciudades y la mano de obra prisionalizada. También se mencionó la relación de las políticas peronistas enfocadas en la noción de sujeto trabajador

y

la

influencia,

en

términos

penales,

de

ciertas

reformas

e

implementaciones como escuelas de formación laboral para presos.Además de mencionar los variados esfuerzos, en términos legales, por anular las diferencias entre las condiciones de trabajo en el medio libre y en la prisión. En esta misma línea podemos relacionar los intentos cooperativos y autogestivos de las personas privadas de su libertad con las estrategias creadas por los sectores medios y bajos del país tras la crisis de 2001 e impulsadas más adelante por políticas públicas. Las discusiones presentadas aquí, son acaso una primera mirada sobre los modos en que se ha entendido el trabajo y la producción económica en contextos de encierro punitivo en la Argentina. Los debates en torno a este tema demuestran que los procesos de trabajo y producción se ven atravesados por diversas perspectivas provenientes de distintos enfoques políticos y académicos que han observado la producción en cárceles como tema de interés. Así, podemos concluir que el camino que han seguido estas tensiones no siempre fue cronológico sino con sinuosos desarrollos donde la idea del trabajo oscila entre modo de castigo, el auto sustento del preso en la institución carcelaria y/o el trabajo como derecho humano que incluso puede utilizar estrategias autogestivas. Todos estos debates nos orientan a conocer la relación entre trabajo, economía y encierro en miras de poder abordar en contexto, el caso específico de nuestro objeto etnográfico.

Asimismo hemos intentado demostrar cómo, a través de la experiencia en el campo, se ponen en tensión estas concepciones sobre lo laboral, se evidencia que nos son contradictorias y que pueden convivir más allá de la racionalidad de los sujetos. Hemos observado que el trabajo no se reduce a la superviviencia, que el único sentido asociado no es cómo lo propone la economía hegemónica el de la maximización racional. Tampoco puede ser comprendido exclusivamente desde la lógica de la laborterapia, sino que conviven múltiples sentidos que sólo son posibles de develar mediante la etnografía. Este es el desafío que nos propone la investigación en el campo; iluminar prácticas y sentidos de acción que se mantiene ocultos no porque se carezca de voluntad de comprensión sino porque es difícil lidiar con el aislamiento estructural de la prisión. No en vano, el epígrafe de estas líneas.

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