de El pensador mexicano

De libros y lectura en una novela de El pensador mexicano Columba Camelia Galván Gaytán UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PARA HACER LA HIST

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De libros y lectura en una novela

de El pensador mexicano

Columba Camelia Galván Gaytán

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

PARA HACER LA HISTORIA del libro, Roger Chartier ha señalado tres aspectos de investigación: el libro como texto; el libro como objeto; prácticas culturales, es decir, las 1 lecturas y los usos de los libros por parte de los distintos lectores. En este último punto, me interesa explorar las prácticas de apropiación de la lectura, por el uso de los libros, en una de las novelas de José Joaquín Femández de Lizardi: en La Quijotita y su prima (1818). Además, me interesa también dejar señalada la importancia que Lizardi concede a la práctica de la lectura como un medio para la construcción de una nueva sociedad. Mujeres lectoras La Quijotita y su prima. Historia muy cierta con apariencias de novela, expone las diferencias y las consecuencias de una buena o mala educación de las mujeres. Para Femández de Lizardi, el lugar de la mujer estaba en el hogar y era de particular importancia que fuera educada para cumplir con su papel de esposa y madre, no sólo para el beneficio de su familia, también para el de la sociedad. Una de las primeras características de las prácticas de lectura que muestra la novela es la presencia de las mujeres, además, como lectoras cotidianas, con posibilidad de acceso a los libros en amplio número. Femández de Lizardi abre el campo del conocimiento a las mujeres de su tiempo, aunque las prefiera en la esfera doméstica de dominio patriarcal. Escribe Lizardi: [... ] el sexo es capaz de saber y de pensar lo mismo que los hombres enseñados; mas no por esto digo que se dediquen todas las mujeres 'l los estudios serios y abstractos [... ] yo estoy muy lejos de persuadir que se hagan las mujeres estudiantes. A la verdad que no han nacido sino para ser esposas y madres de familia. En sabiendo cumplir estas obligaciones, seguramente serán mujeres sabias en su clase y utilísimas a la sociedad. 2 1

Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Roger Chartier, edición de Albeqo Cue. México: Fondo de Cultura Económica, 1999. p. 34. José Joaquín Femández de Lizard, La Quijotita y su prima. Historia muy cierta con

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Dos familias representan la buena y la mala educación de las jóvenes: la primera, la formada por el coronel Rodrigo Linarte, Matilde y la niña Pudenciana; la segunda, por el comerciante Dionisio Langaruto, Eufrosina y la niña Pomposita, que será llamada «La Quijotita». Uno de los rasgos de la diferente educación de las mujeres se refleja en el hábito de la lectura, por supuesto el ideal de Lizardi, Matilde, lee regularmente y por esto es criticada por su hermana Eufrosina, quien dice: Todo el día está la muy bobona o en la cocina, o con la almohadilla, o con el libro en la mano, que no parece sino novicia recoleta. Ya se ve, ella se hizo al modo de usted y le parecerá que tiene una vida de ángeles;[ ... ]. Para ama de llaves, maestra 3 de niñas, pretendienta de brígida o capuchina no tiene precio mi Matilde. Por boca de don Rodrigo que se dirige a Eufrosina, Femández de Lizardi da una lista de libros que debe leer una buena esposa y madre: Lo que yo quisiera fuera que usted se dedicara a la lectura de algunos libros buenos, que debían serle muy útiles en su estado: verbigracia, La educación de las hijas, por el señor Fenelón; La familia regulada por el padre Arbiol; La Eufemia o La mujer instruida, por el alemán Campe; Cartas de madame de Maintenon; La mujer feliz, y otros muchos que tratan del modo con que una mujer debe conducirse con Dios, consigo, con su esposo, con sus hijos, con sus criados y con su casa; pero ya que veo que usted no tiene paciencia para tanto, me contentaría con que leyese ese tratadito 4 de Blanchard que le digo [Escuela de las costumbres], pues, por modo de diversión. Eufrosina, hermana de Matilde, responde que no lee porque no le gusta nada, no porque no tenga libros; además, porque tampoco tiene tiempo para dedicarle a esa actividad, sus ocupaciones sociales le demandan todo su día. Dice a don Rodrigo: [... ] tengo muy buenos libros que me ha comprado Langaruto, muy bien empastados y muy bonitos, y dicen que son del bello gusto, y tengo algunos muy divertidos, según dicen. Pues ¿para qué he de mentir?, yo no los he leído pero todos lo dicen y yo lo creo. Vea usted, tengo las Novelas de Doña María de Zayas, las Obras jocosas de Quevedo, las Aventuras de Gil Bias, la Pamela, Eusebio, Novela sin las vocales, la Clara, la Diana enamorada, la A tala, Alejo en su casita, Soledades de la vida y desengaños del mundo, Don Quijote de la Mancha, y otros que no me acuerdo; y, a más de eso un celemín de comedias y sainetes que más bien lee Pomposita que yo. Conque vea usted, si no tengo lugar de leer esos libros, que son tan divertidos,

apariencias de novela, 5a. edición. México: Editorial Porrúa, 1999, p. 105 («Sepan Cuantos ... », 71). 3 . 4 !bid., p. 47-48. !bid., p. 49.

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¿cómo me había de poner a leer estas mistiquerías que usted quiere?

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Debemos señalar aquí la importancia que nuestro autor otorga a las mujeres como sujetos sociales, por un lado, y a la lectura como formadora social, por otro: ellas pueden actuar mejor si leen ciertas obras. La posibilidad de una formación ilustrada, acorde con los requerimientos de un país que debe salir de la ignorancia y la superstición se rompe si las lecturas no son las apropiadas. Esto ocurre con La Quijotita. Veamos: La mala educación de Pomposita, toda su «ignorancia y pedantería» es debida a la indolencia y falta de precaución de su padre: Al principio no cuidó de que se instruyera, y después le permitió leer indistintamente los libros que él había comprado para adornar su gabinete. Con esto la muchacha ha picado de todos y de cada uno sin el menor discernimiento y se ha llenado de multitud de ideas heterogéneas o diferentes entre sí, las que saca a la plaza cuando 6 quiere [... ]. Vemos así como la lectura se muestra como parte de la vida diaria, de la intimidad de las personas al forjar ideas y sentimientos, de la vida pública al dar ejemplo de conducta buena o mala. Para nuestro autor el buen ejemplo lo da la familia del coronel Linarte, a quien presenta como hombre ilustrado, y como tal, preocupado por elegir lecturas que eduquen, que difundan conocimientos útiles a la sociedad. En los juicios de este personaje está siempre el apoyo a la autoridad de los libros. La actitud de las mujeres de la novela frente a la lectura no sólo nos da a conocer la postura del autor frente a lecturas edificantes o de diversión, nos muestra un momento de cambio de lecturas y de mentalidades. Por encima de las lecturas tradicionales y religiosas aparecen las obras literarias con el propósito de «divertir». Matilde es la lectora ideal, mientras que Pomposita es el contraejemplo. Matilde lee bien dirigida por su marido, en beneficio propio y de su familia. Pomposita en cambio lee sin guía ni discernimiento todo aquello que tiene a la mano. Los libros y sus compradores La existencia de libros en los hogares de ambas familias aparece como algo común y debe destacarse la posibilidad de compra en ambos casos. Pertenecientes a los grupos medios de comerciantes, abogados, ejército y clero, tienen un ingreso que permite la compra de libros no sólo para leerlos, como lo hace el coronel Linarte, incluso como adorno en un librero, en un lugar especial de la casa, como lo hace el comerciante Langaruto, padre de la Quijotita. El empastado fino de los libros que posee esta familia así como su elevado número-señalado por Eufrosina en varios lugares, en uno de los cuales señala hasta 500-, dan muestra de este poder de compra. El número de libros en una biblioteca mediana de hombres de letras o comerciantes oscilaba alrededor de 350.

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Idem. !bid., p. 102.

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Sólo los miembros del alto clero podían reunir librerías de algunos miles de volúmenes. Pocos años después de publicada esta obra, Femández de Lizardi se propondrá fundar un gabinete de lectura para aquellos que no podían comprar los «papeles del día». 7 Eran los años en que ya funcionaba la primera biblioteca pública de la ciudad en la Catedral y se concebía a estos establecimientos como necesarios para la ilustración del pueblo. Lectura e ideas En la novela se inserta la historia de amor de Carlota y Jacobo Welster--contada por Lizardi para mostrar la necedad de los padres por hacerse obedecer, violentando el libre albedrío otorgado por Dios-. La joven es enviada al convento para evitar que se case con Welster (allí, la abadesa constantemente pide a la joven que le lea libros devotos). En casa del coronel Linarte, el padre de Carlota recibe de parte de éste la reconvención a su conducta y enfrenta la lectura de un libro: el texto del Concilio de Trento, que señala excomunión contra los padres que obliguen a sus hijas a profesar monjas. El coronel se dirige a don Tadeo con estas palabras:

-Voy a traerle el mismo texto del sagrado Concilio, para que se convenza por sus ojos[ ... ]. Vamos, aquí está el libro; hágame usted favor de leer las propias palabras que dictó aquel sagrado congreso inspirado por el espíritu de la verdad.Tomó don Tadeo con harta repugnancia el libro, y leyó [... ]. 8

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«Sociedad Pública de Lectura. Por El Pensador Mexicano. Si es tiempo de que raye la aurora de la ilustración en este reino, y si todos debemos contribuir a que extienda sus benéficas influencias cuanto sea dable, nada extraño será el siguiente utilísimo Proyecto Realizado. En la Calle de Cadena se abrirá mañana una accesoria, letra A, en la que se hallarán los más de los papeles que han salido a luz y los que sucesivamente vayan saliendo. A esta sala o accesoria se ha nombrado SOCIEDAD PÚBLICA DE LECTURA.

De nada sirve la libertad de imprenta a quien no lee, y muchos no leen no porque no saben o

no quieren, sino porque no tienen proporción de comprar cuanto papel sale en el día, con cuya falta carecen de mil noticias útiles y de la instrucción que facilita la intrucción de ideas. Para semejantes personas y para cuantas quieran se abrirá la dicha Sociedad, donde por el corto extipendio de un real podrán leer cuanto papel saliere a luz, bajo las condiciones siguientes[ ...] Podrán, no obstante, quejarse algunos autores y vendedores de que se bajarán las ventas. Esto no será tanto como les parecerá, pues el que lea el papel y le guste, hará por comprarlo cuando pueda; mas aunque en efecto cayeran algo las ventas. se debe tolerar esta falta por el provecho general que resulta de la lectura pública. Yo soy escritor y tengo alacena de papeles, y por lo mismo, si se verifican las pocas ventas, lo debo resentir primero y con doble motivo; pero estamos en el caso de ser útiles a nuestros semejantes, prefiriendo el bien público al privado». José Joaquín Fernández de Lizardi, Obras X-Folletos. (1811-1820). Recop., de. y notas de Ma. Rosa Palazón Mayoral e Inna Isabel Fernández Arias, presentación de Ma. Rosa Palazón. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Literarios, 1981, p. 225-226. Las cursivas son mias. 8

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Fernández de Lizardi, La Quijotita y su prima, op. cit., p. 148.

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La lectura que hace este personaje nos confirma la autoridad que Femández de Lizardi concede a la palabra escrita, más aún cuando se trata de pensar y actuar de acuerdo a la razón. Por su parte, W elster hizo lecturas que influyeron para su conversión de protestante a católico: [... ]la tal cual instrucción que he tenido por los libros que he leído, despertaron días hace en mi corazón unos vehementes deseos de incorporarme en vuestra religión [... ] haciéndome católico con todo gusto y convencido de la solidez de los principios de vuestra religión. 9 La presencia de los libros y de la práctica de la lectura en ambos personajes nos habla de situaciones particulares que muestran un entorno social en el que la lectura cumple un fin: cuestionamiento y cambio de ideas. Tema sobre el que nuestro autor tiene siempre la pluma trabajando: crítica y cambio. Tiempo y espacio de lectura En la novela conviven dos prácticas de lectura: en voz alta, y en silencio. Esta última en la intimidad de la habitación o del estudio. Prácticas de dos niveles sociales: uno para el pueblo iletrado, los sirvientes de la casa; y el otro para los grupos «ilustrados», entre los que está el coronel, los abogados, el clero. El coronel Linarte después de la comida suele encerrarse en su estudio a leer, para él es una práctica común la lectura en silencio. Matilde, además de leer para ella misma lee para su hija y sus sirvientas: [... ]rezamos el rosario y les leo algo del catecismo a mi hija, a Tulitas y a las mozas, pues, porque f

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