Egipto en la Biblia

Historia de Egipto. Hebreos bíblicos. José. Dioses paganos egipcios y religión hebrea. Esclavitud judía en Egipto. Moisés. Sagrada Familia en Egipto

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Egipto en la Biblia La llamada Biblia se compone de un conjunto de libros que forman la escritura sagrada de judÃ−os y cristianos. Los textos cristianos se componen de Antiguo y el Nuevo Testamento, la religión hebrea solo reconoce el Antiguo -que es el que nos ocupa principalmente- y lo denominan Tanaj. Los textos fueron escritos en su origen en lengua hebrea, aramea y griega y se redactaron casi a lo largo de mil años comenzando sus primeras redacciones entorno a los siglos IX y VIII a. C. La historia del Antiguo Testamento narra desde sus más tempranos capÃ−tulos la historia del pueblo de Israel desde su nacimiento, su esclavitud, sus señas de identidad, su fundación como reino, etc. La historia transcurre en la llamada PenÃ−nsula del SinaÃ−, en un lugar caracterizado por su heterogeneidad al estar compuesto por pueblos de muy diversas Ã−ndoles, y también un territorio muy codiciado por sus vecinos poderosos a causa de su situación estratégica. Serán estos vecinos los que dictarán el devenir de la historia de Israel, y entre ellos podemos encontrar a Egipto. Egipto está presente de una manera constante a lo largo del relato bÃ−blico, con un papel secular que en función de la etapa histórica cobra mayor o menor protagonismo. La imagen que en los textos se da de este reino vecino, se verá constantemente influenciada por la perspectiva que se tuvo de él en el momento de la redacción del texto. De esta manera, en ocasiones será presentado como un reino salvador y protector, otras como un lugar de esclavitud o un reino tiránico. En el presente trabajo, analizaremos las relaciones entre Egipto e Israel desde una perspectiva bÃ−blica, analizando hasta que punto pueden considerarse verÃ−dicos los puntos del Antiguo Testamento que, de un modo u otro, están relacionados con Egipto. - Génesis: Se trata del primer libro de la Biblia y actúa a modo de “prólogo” para la historia del pueblo judÃ−o. En él, se narra todo lo acontecido desde la creación del mundo hasta el llamado libro del à xodo, es decir, hasta la supuesta esclavización hebrea en Egipto. AquÃ− es donde encontramos la primera mención bÃ−blica al paÃ−s del Nilo (Génesis 12:10). En este capÃ−tulo se nos cuenta cómo Abraham siguiendo las órdenes de Yahvé salió de su tierra y viajo a Egipto y allÃ− tomó una esclava, Agar, que tiempo después le darÃ−a su primer hijo al que llamó Ismael y cuyos numerosos descendientes serÃ−an conocidos como “ismaelitas”. Pero no es hasta el capÃ−tulo 37 cuando Egipto empieza a tener un papel relevante en la historia bÃ−blica. Jacob, nieto de Abraham serÃ−a el padre de muchos hijos e hijas, entre ellos 12 varones que más tarde serÃ−an conocidos como los patriarcas de las doce tribus de Israel. José, uno de sus hijos menores, era su favorito y esto causaba celos entre sus hermanos por lo que, de manera encubierta, acordaron venderlo a unos comerciantes ismaelitas para posteriormente comunicarle a Jacob que su hijo habÃ−a fallecido devorado por una fiera. José fue llevado a Egipto y vendido a Putifar, un ministro del faraón. Más tarde, serÃ−a acusado y encarcelado por un supuesto abuso a la mujer se su señor, en prisión se harÃ−a una gran fama como interprete de sueños, fama que le llevarÃ−a hasta la presencia del mismÃ−simo faraón y que le ayudarÃ−a a hacer fortuna. Ahora bien, hasta aquÃ− el mito bÃ−blico, pero, ¿hasta qué punto podrÃ−a considerarse verÃ−dico este relato? • Inmigrantes y esclavos de origen semita en Egipto Uno de los principales obstáculos a los que se enfrenta la arqueologÃ−a bÃ−blica, es la datación correcta de los acontecimientos, especialmente si no hay indicios tangibles. Pues bien, siempre desde una perspectiva hipotética, la arqueologÃ−a parece haber logrado situar el mÃ−tico periodo patriarcal entorno al Bronce Medio (2000-1550 a.C). En este periodo tenemos constancia de la existencia de un fluido comercio entre Palestina y Egipto. La estética egipcia se ve influenciada en ocasiones por bordados y tejidos de colores de claro origen palestino; parece ser que los instrumentos militares como las armas de bronce, carros y caballos 1

eran producidos también en esta región (al igual que en Siria y Mesopotamia) y eran apreciados en Egipto. Entre otros productos, Palestina también exportaba aceite de oliva, como documenta la presencia en Egipto de grandes ánforas cananeas. Dado el fecundo comercio entre ambas regiones no resultarÃ−a inverosÃ−mil el hecho de que entre los muchos productos que circulaban hubiese esclavos, lo que acreditarÃ−a el testimonio bÃ−blico de cómo José es vendido a una caravana de comerciantes con destino Egipto, además no hay que olvidar que este comercio estarÃ−a basado principalmente en productos de lujo solo al alcance de unos pocos, en este caso, de un ministro del mismo faraón. Por otro lado no solo caravanas comerciales cruzaban la frontera egipcio-palestina, las migraciones fueron algo constante durante todo el Bronce medio y final. Para explicar esta tendencia debemos tener muy presentes las influencias climáticas en ambas culturas. Por un lado, los cananeos eran un pueblo principalmente dedicado al pastoreo que habitaba en una zona mayoritariamente árida, su agricultura y su economÃ−a estaban muy ligadas a las lluvias y al favor meteorológico, por lo que, como podÃ−a esperarse, las sequÃ−as y por consiguiente las hambrunas eran frecuentes. En estas ocasiones se producÃ−an pequeñas pero constantes migraciones hacia tierras más fértiles como Egipto que no dependÃ−a directamente de las precipitaciones, ya que ellos poseÃ−an una fuente de agua prácticamente permanente: el Nilo. El caudal de éste también dependÃ−a de las lluvias pero por muy bajo que fuera solÃ−a ser suficiente para mantener irrigados los campos. Por otro lado, Egipto era un estado organizado y preparado para afrontar tiempos de escasez gracias a numerosos silos donde almacenaban grano. Además, parece ser que en esta etapa el Nilo abarcaba una zona mucho más amplia de irrigación que permitÃ−a, a través de canales de construcción humana, trasladar el agua hasta zonas mucho más próximas al SinaÃ− que hacÃ−an de esta región una zona relativamente fértil para los recién llegados cananeos. Podemos deducir también, a través de escenas reflejadas en pinturas egipcias (ver imagen 1) que, posteriormente, los motivos que pudieron atraer a los nuevos inmigrantes pudieron ser múltiples y variados, Egipto adquirió la fama de ser un territorio próspero y acomodado que pudo atraer la atención y perspectivas de jornaleros sin tierras, comerciantes, etc. En el último de los casos, cabÃ−a la posibilidad de que se tratase de inmigrantes forzados, es decir, cananeos esclavizados y empleados para trabajar las tierras propiedad de los templos u otros quehaceres. • ¿Pudo José ser un visir real? Independientemente de las dificultades para la datación cronológica de este relato, podemos situarlo en un contexto histórico verÃ−dico. Sabemos que los esclavos semitas conocidos por los egipcios como “asiáticos”, tenÃ−a la posibilidad de ascender en la escala social sin llegar a descartar el cargo de visir. Numerosos documentos egipcios atestiguan esta posibilidad: la reina Hatshepsut (siglo XII a. C) tuvo en su corte un visir de origen semita, al igual que podrÃ−a mencionarse el también “asiático” visir Aperel cuyo nombre y el de sus familiares también era de origen semÃ−tico. Pero no solo esto nos induce a pensar en un posible marco real para la historia de José. El Génesis nos narra cómo José fue encarcelado acusado de supuestos abusos a la esposa de su señor Putifar. Sus compañeros de presidio no fueron otros que el “jefe de los reposteros” y el “jefe de los coperos” a los que el faraón habÃ−a mandado apresar. Pues bien, según el relato bÃ−blico el faraón reestableció en su puesto al jefe de los coperos (no tanta suerte tuvo el de los reposteros) con motivo de su cumpleaños (Génesis 40:10). Esto encaja en el ya mencionado marco histórico, ya que el aniversario del nacimiento del faraón pudo ser una fecha muy festejada en Egipto y celebrada, por qué no, con la liberación de algunos presos. También tenemos constancia de que la magia fue una práctica común en el antiguo Egipto, los magos eran muy valorados y se prestaba especial atención a la interpretación mágica de los sueños, habilidad en la que como todos conocemos, destacó el protagonista de este relato. Esta habilidad le llevó ante la presencia del mismÃ−simo faraón ante el que pronosticó siete años de hambruna y malas cosechas. Las hambrunas fueron algo que en ocasiones afecto a parte de la población egipcia como muestran algunas imágenes y textos. El faraón Zoser de la III DinastÃ−a (2700 a. C) rogó al dios Knum a causa de una 2

terrible hambruna que duraba ya siete años: “… el Nilo no habÃ−a crecido en siete años durante mi época. Faltaba el grano, los frutos estaban secos y se agotaba todo lo que les servÃ−a de alimento… El niño gemÃ−a; el joven aguardaba; el corazón del anciano estaba sumido en la tristeza… Los cortesanos pasaban necesidad. Los templos cerraban… Todo estaba vacÃ−o”. Otra incógnita que nos podemos plantear en este relato es sin duda la qué cargo ostento José en la corte por deseo del propio faraón. En el capÃ−tulo 41 del Génesis, el faraón, contento con la interpretación de José, le otorga un tÃ−tulo dándole un anillo que habÃ−a llevado en su propia mano, en el versÃ−culo 40 puede leerse: “Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú”. Estas palabras parecen indicar un cargo de gran importancia que algunos historiadores han interpretado como el de primer ministro o visir real. Claro que, según la Biblia a José también se le encarga la administración de los graneros de todo Egipto en previsión a los siete años de escasez. Esto podrÃ−a sugerir el cargo de “superintendente de los graneros”, cargo que también fue considerado de máxima importancia en Egipto, ya que el superintendente debÃ−a velar porque siempre hubiese abastecimiento en el reino y tenÃ−a acceso a todas las cosechas, es decir, era el encargado de que nadie pasase hambre durante las épocas de escasez. Pues bien, ya ostentase un cargo o ambos, parece ser que a José le fue bien, ya que, según cuenta el relato bÃ−blico el anónimo faraón acabó por autorizar el traslado de toda su familia a Egipto en una nueva referencia a las ya mencionadas anteriormente migraciones, las cuales parecen haber sido muy comunes y bien aceptadas por parte de los egipcios. De esta manera, los patriarcas de las doce tribus de Israel se trasladarÃ−an a Egipto. Según el Génesis, el faraón cambió el nombre hebreo de José por el de Zafnat Paneaj, la segunda parte parece haber sido un nombre común durante el Imperio Medio, la primera por su parte, todavÃ−a plantea problemas filológicos. El hecho radica en que, a dÃ−a de hoy, y a pesar de los indicios históricos, no se ha hallado ningún documento egipcio que ratifique la existencia de este personaje en un cargo público ni durante el Imperio Medio ni posteriores. • Anubis y Bitis: influencia egipcia en historia de José Según la tradición egipcia, Anubis y Bitis eran hermanos. Bitis, el menor, vivÃ−a junto con Anubis y la esposa de éste que lo trataban como a un hijo, y Anubis, incluso encargó a su hermano el cuidado de todas sus propiedades. Este afecto fraternal que reinaba entre ambos, se vio enturbiado por culpa de la esposa del mayor que intentó seducir a su cuñado a espaldas de su marido. Bitis encolerizado, rechazó a la mujer. Ella, temerosa de las posibles represalias que sufrirÃ−a si Bitis hablaba, decidió adelantársele y cuando su esposo llegó a casa le contó cómo su hermano menor habÃ−a intentando abusar de ella. Anubis, poseÃ−do por la ira salió en busca de su hermano dispuesto a matarlo, por lo que Bitis se vio obligado a huir. Ahora bien, esta parte del relato egipcio ha sido relacionada por algunos estudiosos como una posible base para el relato bÃ−blico de José y Putifar y, en mi opinión, no resulta del todo inverosÃ−mil. Putifar compró y se convirtió en el protector de José y lo puso a la cabeza de su casa, encargado de todo, tal y cómo lo pondrÃ−a el emperador posteriormente a la cabeza de su reino, y tal y cómo Anubis encargó a Bitis. Ambos tenÃ−a una buena relación con sus protectores, Anubis y Putifar y ambos fueron victimas de la perversidad de las mujeres de ambos, siendo encarcelados y obligados a huir. Este es sólo un ejemplo de cómo la Biblia fue influida por el entorno en el que se ambientaron y se escribieron sus relatos. Más adelante veremos las importantÃ−simas influencias y aportaciones que el siglo VII hizo en estos relatos. - à xodo: Se trata del segundo libro de la Biblia y está Ã−ntimamente relacionado con Egipto, ya que comienza con la 3

descripción del calvario sufrido por el pueblo hebreo a manos de los egipcios. Abarca todo lo relacionado con la liberación de su cautiverio gracias a Moisés que se enfrentó a su “primo” el faraón y al poder del propio Yahvé. Se relata la huÃ−da de Israel de las tierras de Egipto y su vagar por el desierto durante años. Es también en este libro cuando se establecen la gran mayorÃ−a de los ritos de la liturgia judÃ−a, y cuando Yahvé entrega a Moisés los preceptos y deberes que debe seguir su pueblo. • Los hicsos, ¿pudieron ser los esclavizados hebreos biblicos? Según escribió Manetón en el siglo III a. C basándose en cuentos y leyendas populares, casi quince siglos atrás, Egipto habÃ−a sufrido una brutal invasión de asiáticos denominados “hicsos” o lo que es lo mismo “gobernantes de paÃ−ses extranjeros”. Estos crueles invasores colocaron a uno de los suyos a la cabeza del reino, situaron su capital en Avaris y gobernaron tiránicamente Egipto durante más de cinco siglos. Esta es sin duda la visión de un historiador notablemente influenciado por las guerras con Palestina en el siglo VII a. C. En la actualidad se ha identificado a los hicsos con la XV DinastÃ−a que gobernó durante un periodo aproximado que transcurrió desde 1670 a. C hasta 1570 a. C. Su capital, Avaris, se ha localizado en Tell el Daba. Este yacimiento da muestras de haber poseÃ−do una comunidad de asiáticos ya durante la XIII DinastÃ−a lo que nos indicarÃ−a que la “invasión” hicsa no se debió a una acción planeada y momentánea, sino que fue el resultado de siglos de las ya mencionadas migraciones de cananeos, palestinos, sirios, etc. Esta influencia no egipcia queda patente en la estructura de las casas que siguen aparentemente el modelo sirio, las tumbas están integradas en las zonas habitadas en contraposición a la tradición egipcia, en las cerámicas y las armas también se aprecia una mezcla egipcio-palestina en forma y decoración, lo que nos indica una influencia mutua por parte de ambas culturas. Parece ser que los hicsos, lejos de ser un pueblo guerrero y destructor como describen Manetón y Flavio Josefo, se habrÃ−a tratado de un pueblo más bien comerciante que al asentarse en el poder no solo respetó las tradiciones e incluso instituciones egipcias sino que, en muchos casos, las adoptó como propias; y la influencia gradual de la cultura cananea en Tell el Daba nos hace pensar incluso en una toma pacÃ−fica del poder. Ahora bien, ¿qué relación histórica podemos extraer entre los hicsos y la Biblia? El hecho de que estos monarcas tuviesen un origen semita, hace demasiado tentadora la posibilidad de relacionarlos con alguno de los múltiples relatos bÃ−blicos que relacionan a egipcios y cananeos. La primera posibilidad serÃ−a hacer referencia al ya mencionado José, se ha insinuado que un esclavo semita habrÃ−a tenido mucho más fácil un ascenso tan importante en la escala social si los gobernantes del reino en aquel periodo hubiesen sido también de origen semita. Por otro lado, las posibilidades para relacionarlo con el relato del à xodo también son numerosas y relativamente factibles. Según Manetón, los hicsos fueron derrotados por un virtuoso rey egipcio que los mató y los persiguió hasta las fronteras de Siria, el historiador incluso insinúa que esos hicsos fundaron posteriormente Jerusalén y construyeron un templo. Más verÃ−dica puede considerarse la “Estela de Amosis” (ver imágenes 2 y 3), en la que se narra cómo Amosis I de la XVIII DinastÃ−a, saqueó Avaris y persiguió a los hicsos que quedaban hasta Sarujén (cerca de Gaza), su ciudadela principal. Hasta aquÃ− la arqueologÃ−a acompaña, ya que Avaris, muestra signos de haber sido parcialmente abandonada hacia mediados del siglo XVI a. C, y solo recuperarÃ−a parte de su esplendor cuando Ramses II la rebautizase con el nombre de Pi-Ramses. El caso es que, de no ser por la incertidumbre cronológica, en esta estela de Amosis I, incluso podrÃ−amos ver una revelación sobre las plagas que asolaron Egipto según el libro del à xodo y los hicsos expulsados podrÃ−an interpretarse como los esclavos hebreos que huyeron de Egipto, pero esto serÃ−a aventurarnos demasiado, sencillamente porque las fechas no terminan de encajar. En este caso se debe a lo siguiente: la expulsión definitiva de los hicsos se ha fechado entorno al 1570 a. C, en el I Libro de los Reyes 6:1 se dice que el Templo de Salomón comenzó a construirse 480 años después del à xodo, lo que, tras una correlación de fechas de los monarcas israelitas, el éxodo se situarÃ−a cerca del 1440 a. C, es decir, unos cien años después de la expulsión de los hicsos. De haber sido esta la única inexactitud cronológica, 4

un margen de error de cien años no serÃ−a tan descabellado dado los escasÃ−simos datos que nos brinda el texto bÃ−blico, pero más adelante, veremos que no es el único. • Los hebreos esclavizados en Egipto, ¿construyeron Pi-Ramses? Pues bien, parece ser que los descendientes de José y sus hermanos se asentaron en las tierras del Nilo, proliferaron y se reprodujeron haciéndose cada vez más numerosos. Tanto fue asÃ− que, un nuevo y anónimo faraón decidió esclavizarlos y emplearlos en duros trabajos de construcción, mas a pesar de estas difÃ−ciles condiciones, los hebreos siguieron multiplicándose llegando a ser incluso más numerosos que los propios egipcios. En este primer capÃ−tulo, se nos dan dos datos que nos podrÃ−an servir como vÃ−nculo histórico y cronológico para poder afirmar o desmentir, que Egipto mantuvo bajo cautiverio a una nación entera durante un periodo de casi cuatro siglos, en el à xodo 1:11 podemos leer: “…los oprimieron con onerosos trabajos en la edificación de Pitom y Ramses, ciudades almacén del faraón”. Estos dos nombres nos brindan un marco histórico muy claro y definido ya que, estarÃ−amos hablando de la ciudad de Pi-Ramses. Esta ciudad fue construida durante el reinado de Ramses II, al parecer con mano de obra semita. La cuestión es, que este faraón reinó entre los años 1279-1213 a. C, lo que tirarÃ−a por tierra la teorÃ−a de los hicsos como esclavos hebreos, ya que entre la expulsión de esta dinastÃ−a extrajera y la construcción de Pi-Ramses habrÃ−a transcurrido un periodo de casi 300 años. Por otro lado, también podrÃ−amos añadir que es en esta etapa cuando tenemos constancia de la primera mención por escrito del pueblo de Israel. En la estela de Merneptah (ver imagen 4), hijo de Ramses II, es descrito como una tribu que habitaba en Canaán cuya población habÃ−a sido diezmada a manos de los ejércitos del faraón. Este hecho hace notar que, en aquel momento Israel no habitaba en Egipto, ya que no hay ninguna fuente escrita que nos afirme que los egipcios mantuvieran a un pueblo entero esclavizado en sus dominios; por el contrario, si nos demuestra que los hebreos vivÃ−an en su propia tierra en Canaán, claro que también serÃ−a factible (siempre en unos marcos totalmente hipotéticos) la posibilidad de que la huida de Egipto se hubiese dado durante el reinado de Ramses II, lo que también explicarÃ−a que ya no hubiese hebreos en tierras del Nilo durante el reinado de su hijo. Desgraciadamente, no podemos dejar de lado las eternas incongruencias de la cronologÃ−a bÃ−blica ya que, aun suponiendo que la huida hubiese comenzado en época de Ramses II como hace ver el à xodo, al igual que en el caso anterior de los hicsos, la afirmación del I Libro de los Reyes 6:1, volverÃ−a a presentarse como un problema a la hora de cuadrar las fechas. Esto se debe a que, según el mencionado pasaje bÃ−blico, si tomamos como referencia el calculo que nos lleva a situar el à xodo en el 1440 a. C, la fecha seguirÃ−a situándose casi 200 años antes del periodo de Ramses y Merneptah. Lo que nos lleva a pensar que, o bien los nombres de las ciudades supuestamente construidas por los hebreos fueron elegidos al azar por los posteriores autores de su redacción, o bien la indicación cronológica del I Libro de los Reyes es inexacta. Además, no debemos olvidar que los egipcios se caracterizaron por ser un pueblo muy inclinado a la escritura, asÃ− pues, ¿cómo es posible que la fuga de un número tan importantÃ−simo de esclavos no quedase plasmada en ninguna fuente escrita? • Moisés y las plagas: posibles explicaciones Si aceptásemos la hipótesis bÃ−blica como cierta y el pueblo hebreo hubiese estado esclavizado en Egipto durante generaciones, ¿cuál podrÃ−a haber sido el verdadero motivo de su liberación? Todos conocemos el relato de Moisés y las diez plagas que asolaron Egipto como ultimátum de Yahvé para que el faraón anónimo liberase a su pueblo. Pero, dejando de lado los milagros divinos, ¿pudo haberse dado una situación de crisis como la descrita en la Biblia? Pues aunque extraña, lo cierto es que las famosas plagas podrÃ−an guardar relación fenómenos naturales relativamente comunes en Egipto. La primera de la plagas consistió en convertir las aguas del Nilo en sangre (à xodo 7:20). Esto parece tener una posible explicación razonable. En el mes de agosto, cuando el rÃ−o Nilo alcanza el cenit de su crecida, sus aguas pueden tornarse de un color rojizo fruto de la gran presencia de tierra y otros microorganismos, lo que, en algunas ocasiones pueden volver el agua impura y no apta para el consumo.

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La segunda plaga hace referencia a la sobreabundancia de ranas (à xodo 8:2), algo que tampoco resulta inverosÃ−mil, especialmente en el mes de septiembre y acentuado si, además, escasean las aves conocidas como ibis que suelen alimentarse de renacuajos. La tercera y cuarta plaga, mosquitos y tábanos (à xodo 8:13, 8:20), podrÃ−an explicarse como consecuencias de las plagas anteriores. El fin de la crecida del Nilo provocarÃ−a una gran cantidad de charcas y estanques que son el hábitat perfecto para la proliferación de estos insectos que, además, serÃ−an atraÃ−dos por la descomposición de los cadáveres de las abundantes ranas. La quinta y sexta plaga consistieron en una epidemia pestilente que acabó con todo el ganado egipcio y úlceras y sarpullidos en humanos (à xodo 9:6, 9:10). Algunos autores han explicado la quinta plaga como una posible epidemia de ántrax u otro virus que obviamente pudo ser traÃ−do y transmitido rápidamente por los insectos de la tercera y cuarta plaga que además, también pudieron ser los causantes de úlceras y sarpullidos a causa de sus picaduras. La séptima plaga (à xodo 9:24), el granizo es algo menos frecuente pero sabemos de la existencia de esporádicas granizadas en Egipto. La plaga de langostas (à xodo 10:13), no requiere mayor explicación ya que aun hoy son comunes en Oriente Medio este tipo plagas. La novena plaga nos dice que las tinieblas cubrieron durante tres dÃ−as las tierras de Egipto (à xodo 10:22). Este peculiar fenómeno también podrÃ−a tener una explicación llamada khamsin, un viento cálido y seco, cargado de polvo, relativamente común en la primavera egipcia y muy caracterÃ−stico del Norte de Ôfrica y la PenÃ−nsula Arábiga. El khamsin suele soplar de dos a cuatro dÃ−as lo que coincidirÃ−a con el relato bÃ−blico que nos dice que las “espesas tinieblas” (ver imagen 5), duraron tres dÃ−as (à xodo 10:22). Como serÃ−a de esperar, la décima y última plaga, la muerte de todos los primogénitos de Egipto (à xodo 12:29), no tiene una posible explicación cientÃ−fica. Como ya hemos visto en apartados anteriores, Egipto era un reino próspero gracias al Nilo y ello provocaba constantes migraciones desde oriente, pero también es cierto que en ocasiones sufrÃ−a épocas de escasez (relato de José) y hambrunas. Es posible que una desafortunada sucesión de este tipo de plagas causase en Egipto un periodo de fallecimientos y privaciones que ocasionasen una posterior reminiscencia histórica en este relato. • La ruta del éxodo: inexactitudes, Caminos de Horus y falta de asentamientos arqueológicos Si tomamos como verÃ−dica la indicación bÃ−blica y situamos el comienzo del éxodo en la época de Ramses II, podrÃ−amos trazar a grandes rasgos y gracias a las indicaciones geográficas dadas en las sagradas escrituras, la ruta aproximada que siguieron los israelitas a su salida de Egipto (ver imagen 6). A pesar de que los lugares mencionados en la Biblia pueden considerarse acertados, la arqueologÃ−a abre otras muchas lagunas en la historia de Moisés. Empecemos haciendo referencia a las cifras: en el à xodo 12:37, se nos dice que los hijos de Israel que partieron de Egipto formaban un grupo de 600.000 hombres sin contar a las mujeres y a los niños. Haciendo un nuevo cálculo, la supuesta población alcanzarÃ−a la escandalosa cifra de dos millones de personas. No sabemos que población tenÃ−a Egipto en este momento pero sin duda, ésta no albergaba a dos millones de hebreos entre ellos. Las crónicas de la época nos cuentan que el faraón Ramses II, acudió a la batalla de Cades contra los hititas con un ejército de cuatro divisiones que escasamente sumaban los 20.000 hombres. Como puede verse la cifra bÃ−blica de hebreos es exagerada y desproporcionada con respecto a la población total que debÃ−a habitar en Egipto en el siglo XIII a. C. La posibilidad planteada por Flinders 6

Petrie, acerca de un posible error en la traducción hebrea, nos permitirÃ−a reducir la cifra irreal de dos millones a cinco o seis mil personas en total. Pasemos ahora a hablar del supuesto recorrido del éxodo. La Biblia nos dice que Yahvé no guió a su pueblo por la ruta más común que unÃ−a Egipto con Anatolia y Mesopotamia, la “ruta de los filisteos” (anacronismo al que haremos referencia más adelante), sino que prefirió guiarlos hacia la penÃ−nsula del SinaÃ− por miedo a que se arrepintiesen de su huÃ−da y decidiesen regresar a Egipto. Esto parece tener cierta lógica ya que el “camino de los filisteos” debÃ−a de ser una ruta muy transitada y con una importante presencia egipcia hasta Canaán como podemos deducir de las famosas cartas de Amarna (siglo XIV a. C). En dicha correspondencia diplomática entre el faraón Ajenatón y sus enviados en Canaán, se deja patente la importante autoridad de Egipto en la zona (aunque no se menciona ninguna presencia especial de cananeos en Egipto). Desde que los hicsos fueron expulsados, la arqueologÃ−a intuye en la mentalidad colectiva de los egipcios un cierto rechazo creado hacia la entrada de extranjeros que antaño habÃ−a sido tan común en sus tierras. Por este motivo y con la misión de controlar los movimientos de los grupos beduinos y posibles inmigrantes, establecieron un sistema de fortificaciones a lo largo de toda la frontera oriental del delta. Este sistema de fuertes militares, graneros y pozos, estaban situados a un dÃ−a de marcha los unos de los otros y eran denominados “Caminos de Horus”. El descubridor de estas fortificaciones, Eliezer Oren constató que estas construcciones de ladrillo se complementaban con almacenamientos para provisiones y depósitos de agua. Como puede verse hubiese sido un suicidio por parte de los israelitas intentar atravesar una ruta tan vigilada y con bases militares tan bien abastecidas, aunque para ser justos, hubo algunos esclavos que sÃ− lo intentaron: algunos autores han querido ver en el papiro de Anasti V (siglo XIII a. C) una posible referencia al éxodo. En este papiro conservado en el Museo Británico, se informa desde una de las fortificaciones fronterizas de la persecución de dos esclavos fugitivos que intentaban huir hacia la penÃ−nsula del SinaÃ−. Es obvio de esto no es comparable a la huida de miles de israelitas, pero si podrÃ−a ser un indicio de cómo los esclavos huidos de Egipto evitaban la ruta del norte para regresar a Canaán y asÃ− reducir las posibilidades de volver a ser capturados. La cuestión es, que según el texto bÃ−blico los hijos de Israel vagaron por el desierto durante cuarenta años y aunque, parece factible que de haberse producido un éxodo se hubiese ubicado en la penÃ−nsula del SinaÃ−, en este territorio a dÃ−a de hoy no se ha hallado ni un solo atisbo arqueológico que nos dé muestras de asentamientos o lugares ocupados ni permanente ni temporalmente a finales del Bronce Final. Por otro lado resulta inverosÃ−mil que los egipcios dejasen constancia por escrito de la fuga de dos esclavos y, en cambio, pasasen por alto tomar nota de la fuga de varios miles. En contraposición, podrÃ−a alegarse que semejante hecho deberÃ−a haber supuesto toda una humillación para el faraón de la cual, sin duda, no habrÃ−a querido dejar testimonio por escrito. • El Becerro de Oro: culto hathórico El à xodo 32:4 nos cuenta cómo Arón, hermano de Moisés, fabrica un becerro de oro como imagen de Yahvé para que Israel lo adorase. El becerro habÃ−a sido hecho con la colaboración del pueblo y por su propia petición ante la tardanza de Moisés en el monte SinaÃ− y es que, tantos años de esclavitud en Egipto tuvieron que dejar huellas en la sociedad hebrea. Es posible que los autores de estos pasajes o incluso la propia tradición popular de los israelitas, confundiesen a este dios falso con forma de becerro con el culto al toro Apis originario de la ciudad egipcia de Menfis o con la diosa Hathor, representada con cabeza de vaca o como una mujer con cornamenta (ver imagen 7), diosa del amor y la fertilidad. Algunos semitas reconocieron a esta diosa con su propia divinidad Asera o Astarot que para los edomitas y según las tablas halladas en Ugarit, era la esposa del dios primigenio à l, dios, que los israelitas identificaron a su vez con su propio Yahvé.

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Las excavaciones del arqueólogo Flinders Petrie revelaron que los trabajadores de las minas de turquesas del SinaÃ− rendÃ−an culto a la diosa Hathor, gracias al hallazgo de templos consagrados a esta divinidad en la región. AsÃ− pues, podemos plantearnos que quizá nos hallamos ante una sociedad hebrea que aun no ha renunciado del todo a sus raÃ−ces politeÃ−stas, quizá el Becerro de Oro no se trata de una deidad inventada sino que para estos semitas representaba a otro de sus dioses o diosas identificado con una deidad de la tierra de Egipto en la que supuestamente habÃ−an pasado tanto tiempo y tan legitimo/a como el propio Yahvé. Ya fuera Apis, o probablemente Hathor, no debemos olvidar que el culto al toro como representación de la fertilidad fue un tipo de veneración muy extendida en casi todas las culturas de la antigüedad. - I Libro de los Reyes Este libro los hijos de Israel han llegado a la “tierra prometida” y tras varios años de conquista consiguieron fundar un prospero reino. Este relato comienza con la muerte del rey David y narra el esplendoroso reinado de su hijo Salomón, la construcción del templo y la fragmentación del reino como castigo de Yahvé a Salomón que se habÃ−a dejado corromper por sus esposas, erigiendo templos a dioses extranjeros. En este libro se hacen numerosas referencias acerca de las relaciones entre Egipto con los reinos de Israel y Judá, pero a diferencia de los capÃ−tulos anteriores, la visión que tienen los hebreos de sus vecinos egipcios ya no es la perspectiva de un pueblo pobre y esclavizado, ya no ven a Egipto como un reino superior sino como a un paÃ−s vecino con el que se entablan relaciones en posición de igualdad. • Egipto y el reino de Salomón. La campaña de Sisak. El I Libro de los Reyes nos describe a Israel como un reino unificado con capital en Jerusalén, dividido en doce distritos administrativos, con grandes construcciones y tan extenso que alcanzaba la frontera este de Egipto (ver imagen 8). Nos encontrarÃ−amos aproximadamente en el siglo X a. C, aunque desgraciadamente la arqueologÃ−a está muy lejos de poder probar la existencia de semejante reino tan mÃ−ticamente descrito en las escrituras durante este periodo, por el contrario, los hallazgos realizados en la penÃ−nsula del SinaÃ− dan muestras de una cultura material cananea, y de una gradual colonización del territorio por los propios nómadas cananeos que nada tendrÃ−a que ver con las heroicas conquistas del rey David. Bien es cierto que el comercio no dejó de existir en esta región (aunque en este periodo la presencia extranjera es más escasa); el texto bÃ−blico nos informa que de Egipto eran traÃ−dos carros y caballos, por su parte, el reino de Salomón exportaba turquesas, metales preciosos y cerámicas fabricadas con arcilla de tierras cananeas y que han sido halladas en Egipto. Por otro parte, la región ya de muestras de estar dividida en dos sectores (como posteriormente relata la Biblia) y en ningún momento da muestras de uniformidad, ya que el norte, las tierras altas, muestran desde el principio una mayor densidad de población. En cualquier caso, estos asentamientos están muy lejos de poder ser considerados un reino legendario como el se le adjudica a Salomón. Por su parte, Egipto, ha estado durante casi cien años en una época de recesión a raÃ−z de las invasiones de los misteriosos “pueblos del mar”, pero está a punto de sufrir otro estallido expansionista. En el I Libro de los Reyes 14:25, podemos leer: “El año quinto del reinado de Roboam, Sisak, rey de Egipto, subió contra Jerusalén” Nos hallamos ante una novedad importante: el primer nombre propio de un faraón egipcio, lo que nos permite contrastar los datos bÃ−blicos con documentos históricos de la región vecina. Los análisis tanto etimológicos como cronológicos, nos dan importantes indicios para identificar a este rey Sisak con el faraón Sheshonq I, fundador de la DinastÃ−a XXII cuyo reinado se caracterizó por darle una nueva perspectiva a la polÃ−tica en Egipto, a nivel interior se esforzó por reestablece la autoridad del rey, y en cuanto a las relaciones exteriores se propuso devolverle a Egipto su antiguo esplendor territorial preparando campañas hacia esa Palestina sobre la que tanta influencia (o dominio) habÃ−an tenido durante el siglo XIII. La primera mención de este faraón, es posterior, según los textos a la muerte de Salomón, pero éste ya tuvo contactos directos con otro rey del Egipto al principio de su reinado, tomando por esposa a una princesa 8

egipcia (I Reyes 3:1). Si diésemos por hecho que este nuevamente anónimo faraón fuese el mismo al que se hará mención posteriormente (Sheshonq I) tendrÃ−a lógica, ya que desde el punto de vista estratégico una alianza dinástica podrÃ−a haber tranquilizado o relajado las defensas del rey de Israel ante las andanzas bélicas de su suegro por las tierras de los vecinos filisteos. Sin olvidarnos del relato de Adad, un enemigo de Israel al que el faraón acogerá en sus dominios a pesar de su alianza con Salomón, y al cual dejará marchar para que ataque al reino de éste (I Reyes 11:14-25). Israel se dividió en dos tras la muerte de Salomón, y aprovechando las hostilidades entre ambos reinos, Sheshonq atacó la región. Los relieves del templo de Karnak (ver imagen 9) revelan que, ciertamente, este rey emprendió en el año 925 a. C una serie de campañas militares contra los reinos de Israel y Judá, incluyendo Gaza, Megido y las principales ciudades de la región de Palestina. Precisamente la entrada del templo, el “Portal Bubastita” (ver imagen 10), está decorado con una de estas batallas. El relato bÃ−blico nos cuenta como Jerusalén fue saqueada por Sisak que robó los tesoros del templo, del palacio de Salomón y los escudos de oro que éste mandó construir (I Resyes 14:26). Pero el renacer de Egipto duró poco tiempo, Sheshonq murió poco después de su regreso a Egipto y la arqueologÃ−a nos muestra que las relaciones con la región de Canaán volvieron a ser meramente comerciales. - II Libro de los Reyes Continúa la historia de los reyes de Israel y Judá, el II Libro de los Reyes se centra en los reinados paralelos de ambas regiones. Y no es hasta el reinado de JosÃ−as, rey reformista que reencaminó a Judá de nuevo hacia el monoteÃ−smo de Yahvé, cuando encontramos una nueva referencia a las relaciones entre Egipto y Palestina, en esta ocasión contrastadas historiográficamente. • Campañas de Necao II Nos hallamos ya en el siglo VII a. C, un periodo ciertamente convulso en toda la zona sirio-palestina. Desde Seshonq I, Egipto no ha vuelto a hacer ningún tipo de incursión expansionista en Oriente Medio. Durante el reinado de Necao I, los ejércitos egipcios se habÃ−an visto obligados a hacer frente a diversas invasiones y disidencias internas como a las tropas kushitas y a los intentos expansionistas del imperio asirio. Pero en tiempos de su nieto Necao II, las cosas habÃ−an cambiado para Egipto. El imperio asirio estaba siendo desintegrado y presionado por la nueva civilización que pugnaba por sustituirlo en su hegemonÃ−a: Babilonia. El II Libro de los Reyes 23:29-35, nos describe las andanzas de Necao II por las tierras de la antigua Canaán asÃ−: “El faraón Necao, rey de Egipto, subió contra el rey de Asiria, hacia el rÃ−o à ufrates. Y el rey JosÃ−as le salió al encuentro, y el faraón, al verlo, le dio muerte en Megiddo”. Es muy probable que el faraón Necao II, no subiese en “contra” de Asiria sino en su auxilio, de hecho, su padre Psamético I, ya habÃ−a enviado sus ejércitos en ayuda de los asirios en 616, aunque aquello solo habÃ−a servido para paliar levemente el inminente hundimiento de los asirios. Lejos de las reyertas que éstos habÃ−an tenido con su abuelo, a Necao le convenÃ−a que los asirios siguiesen dando guerra a los babilonios, si es cierto que el faraón ya tenÃ−a previsto un nuevo intento de reconstruir la autoridad que Egipto habÃ−a tenido en Palestina, era sumamente importante que el reino asirio siguiera interponiéndose entre el reino de Babilonia y el de JosÃ−as, dejando a éste último a merced de los egipcios. En cualquier caso, que Egipto apoyase a los asirios o los conquistase, perjudicaba de igual manera al Israel que contemplaban al faraón como una amenaza (sin duda, el temor de una nueva dependencia de Egipto estaba fundado por los recuerdos colectivos de la esclavitud hebrea). También serÃ−a factible que Judá intentase cercar el paso a las tropas egipcias para apoyar a las tropas babilonias frente a los asirios con los que los hebreos ya habÃ−an tenido conflictos anteriormente. Sea como fuere, en el año 609, el rey JosÃ−as les salió al paso a los ejércitos del faraón Necao II, pero 9

¿serÃ−a esto posible? Puede que sÃ−, pero es difÃ−cil definir hasta qué punto. El II Libro de las Crónicas 34:6 nos indica que el rey JosÃ−as habÃ−a logrado extender sus dominios mucho más al norte, hasta las tierras de Galilea, claro que, esto no podido ser probado por la arqueologÃ−a. Independientemente de esta cuestión, el hecho de que el rey de Judá dispusiese de un ejército lo bastante importante como para hacer frente a las tropas egipcias es bastante inverosÃ−mil, ya que hasta el año 630 a. C el reino hebreo habÃ−a estado dominado por los asirios y, cuando comenzó la decadencia de los mismos, seguirÃ−a resultando improbable que el faraón Psamético I hubiese permitido a JosÃ−as formar un ejército de una mÃ−nima importancia, dada las connotaciones expansionistas que comenzaban a tintar la polÃ−tica exterior egipcia. JosÃ−as murió en el enfrentamiento y Necao II a su regreso de Asiria, destituyó al legÃ−timo heredero Joacaz, desterrándolo de su propia tierra y enviándolo a Egipto. Puso en su lugar a su hermano Joaquim, que sÃ− cumplÃ−a con los intereses de Necao en está región. El faraón impuso al nuevo rey de Judá un régimen tributario que este aceptó, haciéndose “indigno a los ojo de Yahvé”. De esta manera, Israel volvÃ−a a estar en manos de Egipto, sometida a vasallaje y a una importante presencia egipcia en la zona como parece ser que lo estuvo en época de Ramses II. Pero este nuevo renacer de Egipto no fue más que una sombra fugaz, ya que en el año 605, la Crónica Babilónica nos indica que tuvo lugar la batalla de Kárkemish dirigida por el recién coronado Nabucodonosor II. Esta batalla decisiva contra el Imperio Asirio y a la que el ejército de Necao II acudió como refuerzo, fue el último golpe que acabó definitivamente con el reino asirio. Los egipcios también fueron derrotados y perseguidos hasta Hamat. Necao se vio obligado a poner fin a sus intentos de recuperar la gloria del Egipto de sus antepasados. AsÃ− de poco duró la nueva expansión egipcia en Palestina puesto que Nabuconosor acabó sometiendo al reino de Judá y dejando el sueño de su reunificación en letargo. • La Biblia como instrumento polÃ−tico: influencias del siglo VII a.C. La Biblia desde sus primeros libros está llena de anacronismos reveladores de los periodos de su redacción, pero si nos centramos concretamente en el siglo VII vemos coincidencias e influencias que explicarÃ−an en esencia gran parte del significado de estos textos y que sin duda, estarÃ−an en relación con ese Egipto al que se enfrentó el rey JosÃ−as. Es más que evidente, que hasta el I Libro de los Reyes donde los datos comienzan a tener cierta historicidad con el faraón “Sisak”, la Biblia no puede considerarse más que un conjunto de mitos o leyendas de la cultura popular (la prueba está en que hasta entonces, no se menciona ni un solo nombre de faraón). Pero, ¿pudo servir la recopilación de estas leyendas para algún fin polÃ−tico? Como ya hemos descrito, el siglo VII es una época convulsa en Oriente Medio. Por un lado, JosÃ−as mantiene la esperanza de que, tras la caÃ−da del Imperio Asirio, Judá podrÃ−a anexionarse de nuevo los restos del antiguo Israel, para lo cual cabe mencionar, que el relato bÃ−blico del reino salomónico habrÃ−a servido como texto promocional para proyectar en los judÃ−os esta imagen idÃ−lica de un Israel unificado que les traerÃ−a la gloria de antaño. Por otro lado, Psamético I y su hijo Necao II tienen en mente un proyecto de expansión muy parecido al de JosÃ−as. Y es aquÃ− donde la Biblia juega un papel fundamental para revivir en la mente de todos los hebreos la grave amenaza que puede suponer Egipto para Judá, para hacer renacer un nuevo sentimiento nacionalista entre los judÃ−os valiéndose del ensalzamiento de sus raÃ−ces divinas de pueblo elegido y recrudeciendo el rencor hacÃ−a sus vecinos egipcios que ahora, amenazaban las expectativas polÃ−ticas de JosÃ−as. Es entonces cuando, si prestamos atención al texto, comenzamos a ver los anacronismos. Ya en la historia de José podÃ−a verse las primeras incongruencias. Los nombres egipcios mencionados en este relato: Zafnat Paneaj, Putifar, Asenat (hija de Potifera); estos nombres son egipcios, sÃ−, pero curiosamente no alcanzaron 10

su máxima popularidad hasta el siglo VII-VI a. C. Esto unido a detalles como el anonimato del faraón puede llevar a pensar que el o los autores dejaron volar su imaginación tomado nombres al azar. En el à xodo, ya hemos relatado cómo Yahvé decidió guiar a Israel por la “ruta de los filisteos”, pero este nombre nos platearÃ−a nuevas dudas cronológicas, ya que los filisteos fueron unos de los llamados “pueblos del mar” que no se asentaron en la zona del Levante hasta el siglo XII tras ser derrotados por los egipcios como muestra una inscripción de la época de Ramses III, es decir, casi cien años después del reinado de Ramses II donde se situarÃ−a el supuesto éxodo Egipcio. Pero aquÃ− nos encontrarÃ−amos ante un nuevo paralelismo; como ya hemos visto, en el siglo VII Necao II volvió a retomar el dominio sobre la zona de Palestina incluyendo Filistea y sometiendo a las administraciones de Judá como lo habÃ−an estado todas las de la región de Canaán en tiempo de Ramses II (Cartas de Amarna). Todo esto sin olvidarnos de mencionar el hecho de que muchos de los lugares donde supuestamente habitaron los israelitas durante su travesÃ−a por el SinaÃ−, solamente estuvieron habitados durante el siglo VII como serÃ−a el caso de Cades Barne cuya fortaleza se estableció en este periodo. Todo esto nos vendrÃ−a a decir que, aunque obviamente el relato no es una pura invención del siglo VII, sÃ− es importante que tengamos presente durante su lectura, que se redactó en un momento de creciente conflicto con Egipto, en el que el pueblo de Israel buscaba algo que les devolviese a sus raÃ−ces y a ese sentimiento de unidad perdido en tiempos mÃ−ticos, de tal manera que el enfrentamiento de JosÃ−as y Necao II bien podrÃ−a haber quedado plasmado en tiempos remotos, cuando Moisés se enfrentó a un anónimo faraón de Egipto. - Nuevo Testamento: breve evolución desde el periodo de Necao II En esta segunda parte de la Biblia cristiana, las menciones a Egipto son notablemente más escasas. Esta parte está compuesta por un conjunto de 27 libros canónicos redactados en legua griega que, lejos de contarnos el devenir del pueblo de Israel, nos relata una historia un tanto más mesiánica que abarcarÃ−a desde la Anunciación de MarÃ−a y el nacimiento de Jesús de Nazaret, su milagrosa vida y obra, hasta el peregrinar de sus sucesores los apóstoles y la fundación de la iglesia cristiana, e incluirÃ−a al final el llamado libro del Apocalipsis. La referencia a Egipto de la que trataremos a continuación, está reflejada en el Evangelio de San Mateo 2:14 según la cual Herodes, temeroso del vaticinio de los Magos que acudÃ−an a adorar al MesÃ−as, ordenó asesinar a todos los niños menores de dos años de la región de Belén. Apareció entonces Dios en los sueños de José y le urgió para que huyese a la tierra de Egipto junto con su esposa y su hijo para asÃ− poder salvarlo. Ahora bien, ¿cuál era exactamente la situación entre Egipto y Palestina en el periodo de estos supuestos acontecimientos? HabÃ−an pasado cerca de 600 años desde la breve dominación de Necao II a la que habÃ−a sustituido el imperio de Nabucodonosor II que habÃ−a obligado al repliegue egipcio. El ocaso de Babilonia llegó en el siglo VI a. C cuando no pudieron resistirse a los envites expansionistas de sus vecinos persas. Pero no serÃ−a hasta la llegada de Alejandro Magno (s. IV a. C) cuando tanto Palestina como Egipto caerÃ−an en manos del macedonio. Es sabido que a la muerte de éste su extenso imperio fue dividido entre sus cuatro generales que establecieron sus respectivas dinastÃ−as en sus correspondientes territorios. Los Ptolomeos quedaron asentados en Egipto y los Seleúcidas, cuyo imperio serÃ−a el de máxima extensión quedaron asentados en Oriente Próximo llegando a gobernar desde el levante hasta Pakistán. En esta situación, Palestina quedaba situada en una zona fronteriza entre Ptolomeos y Seleúcidas, aunque durante todo el siglo III formó parte del conjunto territorial egipcio. A partir del año 198 comenzó un movimiento Seleúcida con la misión de anexionarse los territorios, cosa que lograron. Mientras que la dinastÃ−a Ptolomea habÃ−a adoptado y asimilado las costumbres y tradiciones del Egipto faraónico, los Seleúcidas habÃ−an continuado con la tradición helenÃ−stica que intentaban implantar en las regiones que dominaban. Esta situación llegó a su cenit durante el reinado de AntÃ−oco IV Epifanes, el cual intentó erradicar el judaÃ−smo, convirtiendo el templo de Jerusalén en un templo consagrado a Zeus, suprimiendo las leyes 11

locales y reprimiendo las tradiciones judaicas (I Libro de los Macabeos, capÃ−tulo 1), esto dio lugar a la revuelta de los Macabeos, judÃ−os hijos de MatatÃ−as, que expulsaron a AntÃ−oco. En cualquier caso, en el año 68 a. C, Palestina pasó a ser una provincia romana, como lo serÃ−a Egipto a partir del año 30 a. C, tras la derrota de Cleopatra. • La Sagrada Familia en Egipto El Egipto que se encontró la Sagrada Familia en su huÃ−da, fue un Egipto muy distinto del reino esplendoroso y rico que se habÃ−an encontrado los primeros patriarcas e inmigrantes cananeos tras su peregrinar por el desierto. En este momento Egipto se habÃ−a convertido en una región subordinada de Roma, una región muy importante por su riqueza en trigo cuya culturas y tradiciones antiquÃ−simas, y su dinastÃ−a gobernante de origen griego, merecieron el respeto de Roma. Las relaciones con su vecina Palestina no se caracterizaban ahora por las tensiones de antaño ya que ahora, ambas regiones se encontraban en la misma situación legislativa y tenÃ−an un “enemigo” común. Además, tras siglos de migraciones la población egipcia habÃ−a perdido homogeneidad lo que provocó un ambiente cultural más diverso del que reinó en el pasado. La Sagrada Familia permaneció refugiada en Egipto a lo largo de cuatro años. Su presencia no pasó inadvertida ya que desde el primer momento en que pisaron la tierra del Nilo, se sucedieron los milagros, por ejemplo, cuando los templos paganos se derrumbaron. Desde ese momento, la familia comenzará un peregrinar por Egipto que les llevará a establecerse en lugares muy diversos en los que bien porque “la Virgen se lavó”, “el Niño durmió sobre una roca” o porque ocurrió algún tipo de milagro, posteriormente se construirÃ−a un templo conmemorativo como son los casos del Monasterio de El-Sorian o Anba Beshoy entre muchos otros. La “ruta de la Sagrada Familia” (ver imagen 11) todavÃ−a puede reproducirse hoy en dÃ−a peregrinando de iglesia en iglesia a lo largo del Nilo. Es obvio que el origen de estos lugares tiene altas probabilidades de ser mÃ−tico en la mayorÃ−a de los casos, pero lo cierto es que estos lugares se han convertido en un centro de importante referencia para el cristianismo egipcio. He ahÃ− la importancia de este viaje del que la Biblia cuenta muy poco, del que no existe mención en ningún otro texto pero que, en cambio, muestra tantos supuestos vestigios de haber existido, ¿a qué se debe esto? Sin duda la comunidad copta es la responsable de ello. El pasó de la Sagrada Familia por Egipto, es un sÃ−mbolo de la entrada del cristianismo en el paÃ−s y un pilar para la reivindicación de la identidad cultural de la comunidad cristiano-copta en un entorno de tradiciones puramente musulmanas. - Conclusiones: Reconozco que antes de comenzar este trabajo, mis conocimientos acerca del Egipto y del mundo antiguo en las zonas de Palestina y la PenÃ−nsula del SinaÃ−, eran notablemente limitados, quizá por ello me costó sentar las bases de lo que serÃ−a el trabajo, por ello, y por la dificultad para encontrar documentación sobre determinados puntos de los que he tratado. Bien es cierto que estaba familiarizada con los relatos bÃ−blicos, pero nunca me habÃ−a parado a plantear desde un punto de vista histórico qué habÃ−a de cierto en ellos, y eso es precisamente lo que he intentado hacer en este trabajo. Pero los textos hebreos son escasos y carecen de fiabilidad, por ello se me ocurrió que compararlos con los documentos y datos extraÃ−dos de sus vecinos egipcios serÃ−a un buen punto de partida. Me pareció que estudiar Egipto desde un punto de vista bÃ−blico podÃ−a tener justo el efecto contrario; me explico: mientras que Egipto tiene una historia relativamente conocida y fundamentada, la historia de Israel se basa en mitos y leyendas carentes de dichos fundamentos en muchos casos. Pensé que estudiar los periodos históricos de Egipto mencionados en la Biblia, podrÃ−a contribuir a aprender cosas de 12

ambas culturas. Claro que no se me ocurrió reparar en los conflictos cronológicos que puede provocar la comparación de la historia de ambas culturas, si el único texto hebreo con el que se cuenta para el estudio es la Biblia. En el Antiguo Testamento tanto en los momentos más celebres como en algunos más sutiles, Egipto está presente de manera prácticamente continuada. Su influencia a veces es económica, polÃ−tica o religiosa, lo que crea una perspectiva variable a los ojos de los hebreos que a veces ven en Egipto una tierra de salvación y otra un lugar de esclavitud y paganismo. Esta imagen de salvación se ve plasmada en historias como la recién mencionada ruta de la Sagrada familia o la historia de José tras ser vencido por sus hermanos sin duda un reflejo del sentimiento que cientos de cananeos sentÃ−an cuando emigraban hacia Egipto en busca de tierras más fértiles. Por otro lado, en las conciencias hebreas perdura durante siglos ese resentimiento hacia la tierra de la esclavitud de sus ancestros, acentuado por los reiterados intentos egipcios de reconquistar la zona de Canaán una y otra vez. Por su parte la percepción que de los hebreos tenÃ−an los egipcios es más difÃ−cil de deducir sin nos posicionamos antes de la estela de Merneptah. Pero sÃ− podemos deducir que tras un periodo de hospitalidad en el que recibÃ−an a los “asiaticos” sin ningún rechazo aparente, tras la caÃ−da de los hicsos está hospitalidad se tornó hostilidad y creo que en este punto es donde se puede encontrar una relación entre ambas culturas que está plasmada de forma implÃ−cita. Los textos egipcios relatan que Amosis I expulsó a los hicsos que habÃ−an gobernado hasta entonces Egipto. Supongamos que en lugar de expulsarlos a todos, esclavizó a unos cuantos miembros de esta dinastÃ−a semita, miembros que procrearon y cuyos hijos y descendientes continuaron siendo esclavos durante generaciones, sin perder en cambio su identidad cultural y la tradición de sus orÃ−genes dinásticos. Y generación tras generación acabarÃ−amos por situarnos casi tres siglos después, durante el reinado de Ramses II, ¿serÃ−a entonces tan improbable, que Pi-Ramses hubiese sido construida por esos esclavos semitas “casualmente” sobre las ruinas de la ciudad de Avaris que no habrÃ−a sido otra que la capital durante el gobierno de sus antepasados? Quizá esto haya sido especular demasiado por mi parte, especialmente si tenemos en cuenta que no hay ningún dato que avale esta teorÃ−a, pero fundamentarÃ−a el rencor mutuo mantenido por los hebreos esclavizados y por los egipcios que esclavizaban hebreos por “miedo” o rencor” hacÃ−a una dinastÃ−a extrajera que pervivÃ−a en el recuerdo colectivo. Claro que, también resultarÃ−a factible, como ya he mencionado en el trabajo, que el rencor plasmado en los primeros textos del Antiguo Testamento, no fuesen más que un reflejo de un rencor surgido muy posteriormente y por motivos muy distintos a raÃ−z de los conflictos del siglo VII. Si avanzamos en el tiempo hasta el célebre reinado de Salomón y antes del los ataques de Sheshonq I, la perspectiva de Egipto es la de un aliado no solo polÃ−tico sino también económico gracias a un comercio fluido. Pero en este punto hay otra pieza que tampoco encaja. La fundación del mÃ−tico reino de Israel llevó años de duras batallas para tomar Palestina (todos hemos oÃ−do alguna vez hablar de Jericó), la cuestión es que, independientemente de que los fundadores del mÃ−tico reino fuesen los esclavos fugados de Egipto o no, me resulta realmente inverosÃ−mil que durante años, los egipcios permaneciesen cruzados de brazos, impasibles, mientras a su lado los hebreos se forjaban un reino de tamaña envergadura en una región que además Egipto siempre habÃ−a ambicionado. Por otro lado, es de agradecer que en este periodo las especulaciones dejen de ser tan hipotéticas al poder contar con un nombre real (Sisak-Sheshonq) para iniciar el hilo de las investigaciones, claro que, en lo que a Israel se refiere, los textos egipcios tampoco suelen ser demasiado explÃ−citos. Esto puede tener tres posibles explicaciones: o bien Israel no era tan importante como es descrito en la Biblia, o si existieron documentos que acreditasen a este reino se han perdido o no han sido descubiertos aun, o por último, cabe la posibilidad de que los egipcios restasen importancia a Israel y asÃ− no tener que retratar para la posteridad sus derrotas frente a este reino vecino. Yo personalmente me inclinarÃ−a por pensar que la ausencia de textos y parco de estos en lo referente a Israel se debe a una combinación de las tres opciones. Antes de terminar, me gustarÃ−a menciona lo interesante que me ha resultado descubrir el viaje de la Sagrada 13

Familia a través de Egipto. Las iglesias y monasterios que componen esta ruta merecen ser denominadas “una reliquia” en su conjunto como cualquier otra reliquia medieval. DesconocÃ−a por completo que la tradición copta conservarse una ruta tan definida como “prueba” de este viaje, aunque pensado con detenimiento resulta perfectamente lógico debido a la necesidad de buscar una identidad cultural propia como ya he mencionado anteriormente. A la búsqueda y reivindicación de esta identidad puede deberse la abundancia de lugares sagrados en esta ruta -que muy probablemente nació de la imaginación de sus creyentes-, ya que en cada región de Egipto, la minorÃ−a copta necesita un lugar sagrado de referencia para su tradición cristiana. Finalmente me gustarÃ−a añadir como conclusión final que, aunque los textos bÃ−blicos están, en mi opinión, muy lejos de poder considerarse “históricos”, me parece indudable que tienen un trasfondo real. El reto reside en descubrir qué elementos son reales y cuales mera imaginación de sus autores. Esto es una tarea casi imposible ya que, “la base histórica” no tiene por qué ser la construcción de tal o cual templo o de una determinada ciudad, ni el reinado de un rey o la fecha de una determinada batalla. Esa base real a veces puede residir en una simple actitud popular, en un reflejo de la mentalidad del momento o quizá simplemente en la del propio autor. En fechar y verificar estas historias esta el auténtico reto y para ello, es útil valernos de culturas más definidas como la egipcia, de esta manera podremos extraer datos y conocimientos por ambos lados: los documentos egipcios, ayudan a la verificación de determinados aspectos bÃ−blicos, y los textos bÃ−blicos por su parte nos ayudan a dar una nueva perspectiva a la visión del Antiguo Egipto. En cualquier caso, creo que la Biblia puede emplearse como guÃ−a orientativa para la arqueologÃ−a, aunque nunca como un documento histórico. 3 Notas Liverani, Mario; Más Allá de la Biblia: Historia Antigua de Israel. CrÃ−tica. Barcelona, 2005. Finkelstein, Israel y Silbergman, Neil; La Biblia Desenterrada: una nueva visión arqueológica del Antiguo Israel y del origen de sus textos sagrados. Siglo XXI. Madrid, 2003. Wilson, J. A; Ancient Near Eastern Text, 31. J. B. Pritchard. Wright, G. E; ArqueologÃ−a BÃ−blica. Ed. Cristiandad, Madrid, 1975. Shaw, I; Historia del Antiguo Egipto, Hª Oxford. I Libro de los Reyes 6:1:“El año cuatrocientos ochenta después de la salida de los hijos de Israel de Egipto, el cuarto año del reinado de Salomón sobre Israel, el mes de Ziv, que es el segundo mes, comenzó a edificar la casa de Yahvé” Finkelstein, Israel y Silbergman, Neil; La Biblia Desenterrada: una nueva visión arqueológica del Antiguo Israel y del origen de sus textos sagrados. Siglo XXI. Madrid, 2003. Vidal, Jordi; Moisés, el libertador: ¿Hubo un éxodo judÃ−o?. ClÃ−o, nº 90, 2008. Flinders Petrie planteó una nueva alternativa a la traducción del vocablo hebreo que hasta entonces se habÃ−a traducido como “millar”, él lo entendió como “familia” o “tienda”. De esta manera, la cifra que se da en la primera lista para la tribu de Manasés, no ascenderÃ−a a 32000, sino que harÃ−a referencia a 32 tiendas para 200 personas, o seis personas por tienda o familia. Manley, Bill. Los setenta grandes misterios del Antiguo Egipto. Blume, Barcelona, 2004. 14

W. O. E. Oesterley. El legado de Egipto: Egipto e Israel. Pegaso, Madrid, 1950. “El rey hizo que en Jerusalén abundara la plata como las piedras…” (ILibro de los Reyes 10:27) Finkelstein, Israel y Silbergman, Neil; La Biblia Desenterrada: una nueva visión arqueológica del Antiguo Israel y del origen de sus textos sagrados. Siglo XXI. Madrid, 2003. Shaw, I; Historia del Antiguo Egipto, Hª Oxford. DinastÃ−a XXV procedente de la ciudad-estado de Kush, predecesora de la XXVI fundada por Necao I. Fueron también conocidos como “los faraones negros” a causa de su origen etÃ−ope. El arqueólogo Nadav Naaman, también propone la teorÃ−a de que Necao II, tras subir al trono, pudo adentrarse en el reino de Palestina para renovar los juramentos de lealtad de los vasallos de su padre. Documento original que narra año a año la caÃ−da del Imperio Asirio. JeremÃ−as 42:2 también hace referencia a esta batalla: “Contra el ejército del faraón Necao, rey de Egipto, que estaba en Karkemish, junto al rÃ−o à ufrates, al que derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia, el cuarto año de Joaquim, hijo de JosÃ−as, rey de Judá” Liverani, Mario; Más Allá de la Biblia: Historia Antigua de Israel. CrÃ−tica. Barcelona, 2005. Vidal, Jordi; Moisés, el libertador: ¿Hubo un éxodo judÃ−o?. ClÃ−o, nº 90, 2008. Wright, G. E; ArqueologÃ−a BÃ−blica. Ed. Cristiandad, Madrid, 1975. Apéndice de Imágenes Imagen 1 Tumba de Jnumhotep II en Beni-Hassan Imagen 2 Estela de Ahmose I Imagen 3 Ahmose I derrotando a los hicsos Imagen 4 Estela de Merneptah Imagen 5 Efectos del Khamsin. Egipto 2007 Imagen 6 Ruta del à xodo 15

Imagen 7 Busto de Hathor. Museo de Luxor Imagen 8 Reino unificado de Israel bajo los reinados de Saúl, David y Salomón Imagen 9 Relieves de Sheshonq I en el templo de Karnak Imagen 10 Pórtico Subastita de Karnak Imagen 11 Ruta de la Sagrada Familia en Egipto BibliografÃ−a Cannuyer, Christian. Coptic Egypt the Christians of the Nile. Thames and Hudson LTD. Inglaterra, 2001. Finkelstein, Israel y Asher Silberman, Neil: La Biblia Desenterrada: una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orÃ−genes de sus textos sagrados. Siglo Veintiuno. Madrid, 2003. Galbiati, Eurico y SerafÃ−n, Filipo: Atlas Histórico de la Biblia. San Pablo. Madrid, 2004. Gran Enciclopedia Rialp (GER), Madrid (España), Rialp, 1991. La Biblia Liverani, Mario: Más allá de la Biblia: historia antigua de Israel. Barcelona, 2004. Manley, Bill: Los Setenta Grandes Misterios del Antiguo Egipto. Blume. Barcelona, 2004 Nazmy, Marcus. La Sainte Familla en Egypte. Oesterley, W.O.E: El Legado de Egipto. Pegaso. Madrid, 1950 Shaw, I.: Historia de Egipto. Hª Oxford Vidal, Jordi; Moisés, el libertador: ¿Hubo un éxodo judÃ−o? ClÃ−o, nº 90, 2008. Weight, G. E: ArqueologÃ−a BÃ−blica. Ediciones Cristiandad. Madrid, 1975.

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