EL CAMINO NATURAL DEL ERESMA

EL CAMINO NATURAL DEL ERESMA Recopilación y selección de contenidos (salvo los indicados con otra autoría): Andrés Díez Herrero José Francisco Martín

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EL CAMINO NATURAL DEL ERESMA Recopilación y selección de contenidos (salvo los indicados con otra autoría):

Andrés Díez Herrero José Francisco Martín Duque Juan Pedro Velasco Sayago Reservados los derechos de reproducción, salvo con autorización de los autores.

Camino Natural del Eresma: de las lastras del piedemonte a las vegas de las campiñas El Camino Natural del Eresma discurre, a lo largo de sus más de 11 kilómetros, por varias de las principales unidades del paisaje que sirven de transición entre el piedemonte de la Sierra de Guadarrama y las campiñas cerealistas de la cuenca del Duero. Se parte de las lastras calcáreas donde se ubica la ciudad de Segovia, mesas y cuestas situadas a 1000-1050 m sobre el nivel del mar y, descendiendo por las laderas y fondo del valle del río Eresma, se alcanzan las amplias vegas fluviales en las que se sitúa Hontanares de Eresma. La presencia del hombre en estas tierras desde hace varios milenios ha transformado profundamente los paisajes naturales, deforestando los originales bosques de robles melojos y encinas de los cerros y laderas (salvo reductos como Lobones), las fresnedas y olmedas de las vegas, y creando amplias zonas de pastizales y matorrales. A cambio, la impronta humana en el paisaje se ha plasmado en edificaciones notables, desde los modestos caseríos, molinos, puentes y vías pecuarias, a las monumentales ermitas, iglesias, castillos y palacios. Entre los lugares singulares que se encuentran en este entorno están: los Altos de la Piedad, la ciudad de Segovia, El Pinarillo, el Valle del Clamores, las ruinas del Hospital de San Lázaro, el Puente de San Lázaro y el Arco de La Fuencisla, Peñas Grajeras, Alameda de la Fuencisla, San Juan de Requijada, el Cordel de Santillana, el Monte de Lobones y Hontanares de Eresma. Todo ello se recorre y contempla desde este Camino Natural del Eresma, perfecta conjunción entre los paisajes naturales de la Meseta y la actividad humana histórica milenaria en el centro de la Península.

ATENCIÓN, NOTA IMPORTANTE: Por motivos de litigios judiciales aún pendientes entre propietarios de fincas y administraciones públicas, este itinerario no puede realizarse de forma íntegra, y está interrumpido en su entrada a la finca de Lobones por ambos extremos.

Mapa topográfico del Instituto Geográfico Nacional, con indicación del trazado original del Camino Natural del Eresma (línea negra desde el vértice inferior derecho-Altos de la Piedad- hasta el vértice superior izquierdo - estación de ferrocarril de Hontanares de Eresma-). Este trazado actualmente está interrumpido entre la entrada a la finca de Lobones y la salida de la misma, en el término municipal de Valverde del Majano.

FOTOS DE PUNTOS SINGULARES DEL CAMINO:

La Sierra de Guadarrama y su piedemonte Situada a apenas 10 kilómetros al sur de la ciudad de Segovia, la sierra de Guadarrama constituye el rasgo geográfico más destacado de su entorno, con importantes repercusiones climáticas, ecológicas y sociales. Desde un punto de vista climático, estas montañas ocasionan un aumento importante de las precipitaciones, que en buena parte son en forma de nieve. A su vez, el incremento de la precipitación y el descenso de temperatura que se producen con la elevación, causan importantes cambios en los ecosistemas, que pasan de tener un carácter mediterráneo en el piedemonte, a robledales, pinares, y matorrales y pastizales de montaña, a medida que asciende la altitud. Por todo ello, la sierra de Guadarrama constituye una fuente inapreciable de recursos naturales. La captación de lluvia y nieve proporciona abundantes recursos hídricos. Los bosques fijan CO2, proporcionan madera, purifican la atmósfera, y son el hábitat de una gran diversidad de especies animales y vegetales. Finalmente, todo este conjunto tiene un enorme valor como espacio de ocio y disfrute personal. Desde las empinadas laderas serranas hasta la ciudad de Segovia se extiende una amplia planicie, denominada ‘piedemonte’. La presencia de un sustrato rocoso a escasa profundidad no permite el desarrollo de suelos profundos, adecuados para la agricultura. Así, salvo en épocas de extrema necesidad, en que algunas zonas llegaron a cultivarse, su uso mayoritario durante siglos ha sido el pastoreo. Debido a este aprovechamiento, la imagen que mejor define hoy el piedemonte segoviano es la ausencia de vegetación arbórea, y el dominio de pastizales y matorrales. Los grandes bloques graníticos son abundantes, y de ellos se extrajeron las rocas con las que se construyó el Acueducto. El piedemonte ha sido y es la zona de expansión de la ciudad desde mediados del siglo XX.

Vista aérea oblicua en la que se observa la posición de la ciudad de Segovia con respecto a la Sierra de Guadarrama y su piedemonte. El pico de La Atalaya es uno de los más singulares de este sector serrano, y es identificable desde esta posición. (Foto: J.F. Martín Duque)

Los Altos de la Piedad Los Altos de la Piedad son un sector de las lastras que circundan la ciudad de Segovia, limitado hacia el norte por el valle del Clamores, y hacia los otros puntos cardinales por varios vallejos, vaguadas y caminos que lo individualizan como una colina singular de culminación llana. Por este paraje, según la tradición, en 1464 el rey Enrique IV de Castilla, llegando con apuros desde Villacastín perseguido por sus enemigos a vista de Segovia, a la que llamaba "su ciudad", se encomendó devotamente a la Virgen. Agradecido al haberse librado, hizo construir en su honor la pequeña ermita de estilo mudéjar, con aire religioso Morabito, bajo la advocación de la Piedad. Incendiada la singular Capilla a principios del siglo XIX durante la invasión napoleónica, fue reconstruida posteriormente por la familia Coronel. El Calvario barroco del último tercio del siglo XVII nació del Hospital municipal de Sancti Spiritus de bubas y resfriados (actual sede de la Delegación de Defensa), establecido a mediados del siglo XVI a la derecha y cerca del puente del arroyo Clamores. Las fuertes cruces de granito del Calvario partían del puente cerca de la iglesia, y subían bordeando el Pinarillo hasta la alta explanada donde finaliza el Via Crucis junto a la Ermita. Abierta la avenida de Fernández Ladreda en el siglo XX, se cambió de lugar el primer tramo de cruces, que parten ahora de la iglesia de San Millán y suben siguiendo la actual carretera de Ávila. La parroquia emilianense continúa cuidando de la Ermita como hacía antiguamente el Hospital, y siguiendo el viejo Calvario celebra solemnemente cada año su Via Crucis en la Semana Santa. Los llanos más firmes de los Altos de la Piedad se utilizaban hasta hace unas décadas como eras, realizando faenas de la trilla del cereal. De este uso quedan aún restos de empedrados y emborrillados tradicionales con los que a veces se acondicionaban las eras. De esta época se conservan varias instantáneas del famoso fotógrafo Jesús Unturbe, depositadas en la Filmoteca de Castilla y León, en las que se observan las labores del campo con la Ciudad de fondo. Los Altos de la Piedad son actualmente terrenos de propiedad privada, pero muy vinculados a la actividad pública de la Ciudad, puesto que desde esta zona se lanza anualmente el popular castillo de fuegos artificiales que cada medianoche del día de San Pedro (29 de junio) sirve de colofón a las Ferias y Fiestas de San Juan y San Pedro. En sus proximidades se ubica el único circuito habilitado para practicar motocross en la Ciudad, el observatorio meteorológico de la AEMET, y varios centros de salud y de enseñanza. Circundando los Altos transcurre un conocido recorrido de competiciones ciclistas, con fama de 'rompepiernas', y que toma de ellos su nombre: es el circuito de La Piedad. Y desde hace unos años, es habitual lugar de despegue de globos que realizan paseos y vuelos por el entorno de la Ciudad.

Fotografías de Jesús Unturbe en las que se observan las labores de la trilla que se desarrollaban en las eras establecidas en los Altos de La Piedad. Filmoteca de Castilla y León.

Fotografías de Jesús Unturbe en las que se observan las labores de pastoreo en las lastras por las que discurre el Camino Natural del Eresma, con la ciudad de Segovia al fondo. Filmoteca de Castilla y León.

Morabito con las últimas cruces del Calvario. Foto: Juan Pedro Velasco.

Dibujo donde se representan las antiguas eras para la trilla de los cereales, ubicadas en los Altos de la Piedad. Torreagero (Eugenio de la Torre Agero), Publicaciones de Caja Segovia.

Segovia: entre el piedemonte cristalino y las lastras calcáreas

La ciudad de Segovia se sitúa a caballo entre el piedemonte cristalino (planicie labrada en granitos y gneises donde se ubica la Segovia moderna; a la derecha), y las lastras calcáreas (colinas en forma de mesa donde radica el recinto amurallado; a la izquierda). Entre ambas unidades, una amplia vaguada o surco, que el canal del acueducto tiene que salvar mediante la doble arquería monumental. “Desde estas alturas de “la Piedad”, la acrópolis segoviana, dominando los barrancos del arroyo (Clamores); los arrabales con sus parroquias y sus conventos se os ofrecerán como una de las bellas –acaso la más bellaestampa de Castilla, sobre todo si acertáis a coincidir con el momento en que el ocaso disponga para vosotros el espectáculo que se procuró, a tanta costa, aquel gran sibarita que fue Nerón: el incendio de una ciudad. Incendio fingido que el sol poniente se toma el placer de repetir cada tarde ante nuestros ojos maravillados.” Marqués de Lozoya

Panorámica del Acueducto, barrio de San Millán y recinto amurallado de Segovia desde La Piedad. Mediados del siglo XX.

Panorámica del recinto amurallado de Segovia desde La Piedad. Principios del siglo XX.

Corte geológico de la disposición de las rocas bajo el Acueducto y el recinto amurallado de la ciudad de Segovia. Tomado del libro "Las raíces del Paisaje", Junta de Castilla y León.

Las Lastras, los valles de los ríos Eresma y Clamores y la ciudad histórica de Segovia Las zonas que quedan entre esta posición y los Altos de la Piedad (inicio o fin de la senda, tras el bosquete de pinos que queda a la derecha), así como las amplias plataformas desnudas de vegetación que forman la línea del horizonte a la izquierda, constituyen los terrenos y paisajes de las ‘lastras’: planicies elevadas, sobre sustratos de rocas ‘calizas’, ocupados por pastizales y campos de cultivo. De aquí se extrajeron rocas para la construcción de la catedral, la muralla y la mayoría de las iglesias románicas de la ciudad, entre otros edificios de Segovia. Estos dos dominios de las lastras se sitúan prácticamente a la misma altitud. Ello es así porque cientos de miles de años, en una época anterior a la presencia humana en estas tierras, ambas zonas estuvieron unidas, y formaron parte de una misma llanura. La acción erosiva de los dos ríos que circulaban sobre esa planicie, Eresma y Clamores, consiguió excavar dos valles, a modo de grandes fosos. Entre estos dos zanjones fluviales quedó un promontorio rocoso, a modo de fortaleza natural. Los primeros pobladores de la región se fijaron e instauraron en este peñón rocoso, que ha estado habitado desde entonces. El conjunto forma actualmente el recinto amurallado, o ciudad histórica, de Segovia.

Foto: Alberto Rincón

Los valles del Eresma y Clamores son de tipo cañon u hoz, con laderas escarpadas, fondo plano y trazado ligeramente sinuoso. El cronista de la ciudad, Mariano Grau, en sus paseos hacia los ventorros, describió así la hoz del Eresma "...la hoz que las aguas del Eresma cavaran en la roca cretásea...en un panorama de suaves colinas a un lado y abruptos taludes por otro...entre doble fila de chopos reverentes". En el fondo de ambos valles existen fértiles vegas, sobre aluviones de los ríos. En esas vegas se establecieron huertas, un gran número de monasterios como el de El Parral, molinos y el singular ingenio hidráulico de la Casa de la Moneda. Tras su magnífica adecuación, hoy son espacios predilectos para el paseo.

Molino de la Hontanilla, en el valle del Clamores, con la Casa de la Química y El Alcázar al fondo.

El Alcazar de Segovia, elemento dominante de esta panorámica presentaba este aspecto tras el incendio del año 1862, desprovisto de buena parte de los tejados y chapiteles de las torres. Foto Laurent.

Arco de la Fuencisla Arco de entrada a la ciudad construido en el siglo XVIII y recientemente restaurado. Según entramos por la carretera de Arévalo, a la izquierda está representado Hércules con la piel del León de Nemea y la maza; en la hornacina del centro, el rey Fernando III el Santo, ya que fue en su reinado cuando se produjo el milagro; y a la derecha, Yspán, o Hispán, el legendario primer rey de Segovia; culminándolo todo, el escudo borbónico. Según se mira desde el Santuario de la Fuencisla aparecen representados la Fuencisla y el milagro de María del Salto, y por supuesto el escudo de la ciudad de Segovia. El milagro de María del Salto, tal y como se recoge en la Cantiga 107 de Alfonso X, aconteció de la siguiente manera: una judía fue condenada injustamente, por el Consejo de ancianos de su raza, a ser despeñada desde lo alto de las llamadas Peñas Grajeras. Al ser lanzada, la judía, mirando a la imagen de la Virgen colocada sobre la puerta de entrada a la catedral vieja (en la explanada del Alcázar), impetró su ayuda. La Virgen la socorrió, sosteniéndola en el aire y haciéndola llegar al suelo sin daño alguno. Tras este milagro la judía Ester se convirtió y tomó el nombre de María. El pueblo la llamó desde entonces María del Salto.

Vista de la parte superior del arco de la Fuencisla desde la antigua Venta del Arco. Foto: Juan Pedro Velasco.

Vista de la hornacina de la parte superior central del arco de la Fuencisla desde el Santuario, con el milagro de María del Salto y la Virgen de la Fuencisla, y el escudo de la ciudad de Segovia. Foto: Juan Pedro Velasco.

Postal con dibujo del arco de La Fuencisla y el puente de San Lázaro.

El Puente de San Lázaro o de La Fuencisla, con el Arco de La Fuencisla cerca de su estribo derecho, en una postal de época coloreada.

La corta artificial del meandro de San Lázaro El río Eresma traza un meandro entero (longitud de onda completa) entre el Monasterio de Santa María del Parral y el Puente de San Lázaro. Los dos arcos de este meandro tienen las máximas curvaturas en la base de los cortados del Alcázar, cerca de la confluencia con el arroyo Clamores; y en el talud de Peñas Grajeras. Al pie de este segundo talud se implantó el Santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla, en conmemoración del milagro de María del Salto, allí acontecido según la tradición.

Ortofotografía del valle del río Eresma a su paso por la Ciudad de Segovia, entre el Monasterio de Santa María del Parral (a la derecha), y el puente de San Lázaro (a la izquierda), con indicación del trazado actual del río (línea continua) y el antiguo arco de meandro (línea discontinua) que fue artificialmente estrangulado. Tomada de Google Earth ®.

Las continuas inundaciones que producían las crecidas del río Eresma en el Santuario y sus edificios aledaños (Casa del Capellán, Sacristía...) hizo que los cofrades y devotos se plantearan la posibilidad de desviar el río. Hasta ese momento el Eresma circulaba, como lo había hecho en su historia geológica reciente, a los pies de los cortados, tan sólo separado del Santuario por un murete y un estrecho paseo de carruajes, como se puede apreciar en la litografía de Van Halen, fechada en 1847 (aunque seguramente hecha a partir de bocetos y notas tomados algunos años antes, puesto que entonces ya había sido transformado).

Litografía de F.P. Van Halen titulado “Segovia. Nª Sª de la Fuencisla”, fechado en 1847, en el que se ve el río Eresma circulando al pie del muro que lo separaba del Santuario y Peñas Grajeras.

Lo que se pensó es realizar una corta artificial del arco del meandro, haciendo un estrangulamiento del trazado del mismo en las proximidades del antiguo hospital de San Lázaro. El proyecto se llevó a cabo entre marzo y octubre de 1846, siendo sufragado por los devotos y otros colectivos segovianos, y precisó realizar voladuras en las rocas carbonáticas de la orilla interna del meandro, para poder excavar una trinchera de sección rectangular, lo que requirió la participación de los artilleros. No obstante, las aguas del río seguían filtrándose y circulando por el viejo cauce, lo que obligó a nuevas obras hasta el año 1857. Aún hoy en día puede reconocerse en la alameda de la Fuencisla el desnivel donde se ubicaba el banco derecho (externo) del arco del antiguo meandro, a pesar de haber sido rellenado con escombros en diversas ocasiones. Otro hecho que denota esta obra es la velocidad del río en el tramo canalizado, ya que como salva el mismo desnivel con menor recorrido del que hacía en el arco de meandro, la pendiente del lecho es mayor. A modo de curiosidad, cuando se hacían competiciones de piragüismo en el río Eresma (Ferias y Fiestas de San Juan y San Pedro), los espectadores experimentados se ubicaban en esta zona, puesto que como la velocidad de la corriente era mayor, los piragüistas tenían que poner en juego todas sus habilidades para evitar volcar o chocar con las paredes rocosas.

Hospital de San Lázaro

Las ruinas que se observan próximas a esta señal, y donde se reconocen los arranques de muros y tapias, corresponden al antiguo Hospital de San Lázaro o Lazareto. También se encontraba en la zona del lazareto la ermita de San Lázaro, de las más antiguas de la Ciudad. “En época de la peste (s. XVI) ya se conoce que atendía enfermos, pero se ignora la fecha exacta de su fundación. La denominación de Lazareto indica que estaba regentado por la Orden de San Lázaro. Su descripción se conoce por un documento de 1616. ‘Estaba situado en el campo extramuros, junto al río Eresma y muy próximo a la Fuencisla’. El inmueble constaba de huerta, patio y casa de dos plantas en suyo piso superior había tres aposentos, uno de ellos con dos camas para enfermos del mal de San Lázaro, lepra o sarna, que eran atendidos por cuatro hermanos. Entre 1609 y 1616 se curan en este centro 89 enfermos...” “En el siglo XVIII este hospital pasa por una situación penosa... En 1762 se produce la cesión de sus bienes y rentas al Hospital de San Juan de Dios... De esta forma, se procede al cierre definitivo del hospital”. Araceli García Esteban "De los Centros de Acogida a las Instituciones Sanitarias" Después fue Hospital de Epidémicos. “El temor al cólera asiático y argumentando las estancias veraniegas en la Granja de San Ildefonso de la Familia Real hacen que en 1908 el Gobernador Civil de la Provincia, Doctor José Gómez Iguanzo, pida al Ayuntamiento de Segovia que estudie la conveniencia de construir un recinto de aislamiento de enfermos contagiosos en la capital... Se pensó en levantar barracones de madera y metal... donde antiguamente había estado el Hospital de San Lázaro, situado a los pies del Alcázar...” al final se sitúa en la zona del Puente Hierro. Luego se dan cuenta de que era pequeño y permutan el terreno con la sociedad mercantil “La Igualdad” para construir cerca del puente de San Lázaro “...se realiza una construcción con capacidad para 24 camas y depósito de cadáveres, almacén, sala de desinfección, cocina y dormitorios para personal facultativo y guardeses, además de sala de reconocimiento. Aquí permanece, durando como tal hasta la guerra civil, en la que es usado como Hospital-prisión. Al terminar la contienda, son ocupados estos barracones por vecinos humildes de San Marcos que vivirán en ellos hasta finales de los años sesenta”. José M. Garrote López

"Cien años de Medicina en Segovia"

Zona o paraje donde se situó el Hospital de San Lázaro o lazareto. En primer plano, a la izquierda de la fotografía, podemos ver el posterior Hospital de Epidémicos, flanqueando la hoz del Eresma en Peñas Grajeras, en cuyo fondo destaca entre la chopera el Molino de los Señores.

Hospital de epidémicos en el lugar donde se situó en época medieval, el Hospital de San Lázaro o Lazareto, en el primer plano abajo de la fotografía, con el Alcázar y la Catedral al fondo.

Rocas formadas en el fondo de un mar tropical Por increíble que parezca, hace mucho, mucho tiempo (nada menos que unos 70 millones de años), en un periodo denominado Cretácico, el paisaje de este tramo del valle del río Eresma, poco tenía que ver con lo que observamos en la actualidad. En lugar de cortados rocosos y choperas flanqueando el río, esta zona estaba ocupada por una extensa planicie en la costa de un mar tropical, cálido y somero, semejante al actual Caribe. Este mar tenía auténticos arrecifes formados por corales y por otros animales llamados rudistas (hoy en día extinguidos), que protegían a esta costa del oleaje más intenso durante los temporales.

Reconstrucción idealizada de la zona costera del mar cálido y somero tropical que ocupaba la actual posición de la ciudad de Segovia, hace unos 70 millones de años, en el periodo denominado Cretácico. Tomado del libro "Las raíces del Paisaje", Junta de Castilla y León.

En el lecho de ese mar cretácico, próximo a la costa, el oleaje movía auténticas dunas submarinas, apilando los granos de arena en láminas inclinadas como las de las dunas que observamos en los desiertos. Fruto del sucesivo apilamiento de esas láminas inclinadas de las antiguas dunas submarinas, los bancos de roca han quedado unos inclinados oblicuamente respecto a otros, como se puede observar actualmente en los cortados rocosos de las Peñas Grajeras, a lo largo del recorrido del Camino.

Arriba: Bloque diagrama reconstruyendo el movimiento de las dunas submarinas en el lecho del mar cretácico, y cómo se disponían las láminas de arena; entre las dunas, colonias de rudistas, parecidos a las actuales navajas. Abajo: bancos de roca inclinados correspondientes a esas antiguas láminas de roca de las dunas submarinas, que nos indican que la dirección de

la corriente o el oleaje era de derecha a izquierda. Tomado del libro "Las raíces del Paisaje", Junta de Castilla y León.

Mucho tiempo después de retirarse ese mar cretácico, los empujes de los continentes europeo y africano 'aplastaron' la península Ibérica, produciendo el levantamiento de la sierra de Guadarrama. Las rocas marinas formadas en el lecho de los antiguos mares, como consecuencia del levantamiento de la Sierra, fueron inclinadas, basculadas y replegadas, como se puede apreciar en los bancos de roca inclinados, a modo de rodilla en el tramo final del Camino, próximo a la pasarela de madera. Formación del plegamiento de las rocas que se observa en el Camino, ocupando la ladera del valle cerca de la pasarela. A, rocas marinas cretácicas horizontales; B, plegamiento en rodilla por el empuje del levantamiento de la Sierra; C, bancos de roca inclinados en la ladera del valle. Tomado del libro "Las raíces del Paisaje", Junta de Castilla y León.

Finalmente, hace 'apenas' un par de millones de años, los ríos profundizaron sus valles en esta auténtica tarta de roca, formando los cañones del Eresma y sus afluentes, y dejando al descubierto en los cortados, las rocas marinas con sus bancos inclinados y los pliegues fruto del levantamiento de la sierra de Guadarrama.

Hoz del Eresma desde los altos de la Fuencisla, cañón meandriforme excavado en rocas calcáreas cretácicas. En primer plano, los tejados del Santuario; en el centro de la imagen, el puente de San Lázaro y el Arco de La Fuencisla.

El Molino de los Señores Deán y Canónigos Desde la Edad Media y hasta el siglo XX, el río Eresma fue motor industrial de la ciudad. Sus márgenes albergaron construcciones, que haciendo uso de la fuerza de sus aguas, estuvieron vinculadas a la pujante industria de las lanas y los paños finos (lavaderos, batanes, tenerías); a la producción de electricidad, papel, moneda... o molienda de granos. Ejemplo importante de molino de harina, por su considerable volumen, es el denominado de “Los Señores”. Cuyo edificio, y la represa que desviaba la corriente a su interior, encontramos a nuestro paso en la orilla orográfica derecha del río.

El cordel de Santillana y las dos ermitas CORDEL DE SANTILLANA (45 varas). Inmemorial vía pecuaria de 45 varas de anchura, cruza la ciudad de Segovia llegando a la encrucijada con la Cañada Real de la Vera de la Sierra, como se la llama en Segovia, la Real Cañada Soriana Occidental. Inmemorial, porque, aunque están constatados sus tiempos medievales, sin duda aprovecharía la calzada romana y ésta a su vez, las sendas pecuarias anteriores, como ha ocurrido en innumerables vías de comunicación. Este cordel tiene un valor histórico inmenso, verdadero cordón umbilical que une la ciudad con la Sierra, camino de transhumancia y de todas las actividades relacionadas con la lana, como el esquileo; camino de entrada y salida de viajeros, pues hasta el siglo XVIII es la principal vía de comunicación entre Segovia y la submeseta sur a través del puerto de la Fuenfría. El nombre de Santillana le viene de la antiquísima venta que existía cerca de lo que hoy son ruinas del esquileo de Iturbieta. Una de tantas ventas, como la que había en la pradera de la Fuenfría, más cerca del puerto de este nombre. Mª Jesús Franco Aguilar

Mapa de las vías pecuarias en el entorno de la ciudad de Segovia, donde se puede apreciar, atravesando el mapa en diagonal, el Cordel de Santillana, que va desde la cañada real Soriana Occidental (o de la Vera de la Sierra), hasta la Cañada Real de Segovia a Arévalo. Fuente: Junta de Castilla y León.

“Es la Gran Vía, los Campos Eliseos de Segovia y su Tierra: su interés económico, social, histórico y cultural es inigualable. De norte a sur forma la columna vertebral de Segovia pues, además de ser carretera de SegoviaArévalo, canaliza este cordel el ganado trashumante desde la Tierra llana cerealista de la alta Castilla hasta los pastos veraniegos de la sierra de Segovia o, en invierno, hasta el ubérrimo Real Valle de la Alcudia en la provincia de Ciudad Real, tras cruzar los históricos pastos segovianos de Campo Azálvaro, de la Tierra de Madrid y el mítico puente de Alcántara. Entra la Santillana en el término de Segovia por el arco de triunfo de la Fuencisla, las Peñas Grajeras, roza el santuario de la Patrona de la ciudad (para comprender la Fuencisla lea la cantiga 107 de Alfonso X el Sabio), el convento fundado por San Juan de la Cruz y, en el fielato del barrio de San Marcos, se le une por la izquierda la Vereda de Zamarramala...” Jaime Alpens Gasparini “Segovia milagrosa y ovejuna” "Los ganados transitan por la Cañada Soriana Occidental en el tramo comprendido entre el término de Matabuena y los de Revenga y Segovia, donde esta vía se cruza con el Cordel de Santillana. El lugar está enclavado en el campo de tiro situado junto a la carretera de Revenga-La Granja. Los rebaños continúan hasta la estación de ferrocarril por dicho cordel. Este recorrido se suele hacer dos veces al año, uno de ida, para el embarque de ganado en la estación de la RENFE en Segovia, y otro de vuelta, en sentido contrario. Además, un ganadero continúa por esta vía desde Matabuena hacia el Este cruzando la N-1, hasta La Pinilla, en dirección a los pastos de Bocígano y El Cardoso, en la provincia de Guadalajara. La vía pecuaria que discurre paralela y a veces coincidente con la C605, la cual comunica Segovia con Santa María la Real de Nieva, es recorrida por un trashumante que aprovecha los pastos en los alrededores de esta última población. Este ganadero y sus pastores van desde La Fuencisla hasta Valverde y Marazuela, donde dividen el rebaño. Parte de él es llevado hacia Villoslada, y otra parte hacia Hoyuelos y Balisa. La citada vía está marcada al lado de la carretera, aunque ésta se superpone a aquélla; también hay que cruzar un paso a nivel. En este recorrido los ganaderos no pueden tomar otros itinerarios alternativos, ya que las fincas colindantes suelen estar labradas y, además, se trata de una zona en que la concentración parcelaria está ya hecha. Actualmente, el Cordel de Santillana también está en uso, tanto por los ganaderos trashumantes como por los trasterminantes. El Cordel, que comunica el puerto de la Fonfría con la ciudad de Segovia, discurre entre las carreteras Segovia-Revenga y Segovia-La Granja, entra en la capital por Baterías y el cuartel de la Guardia Civil, prosigue por la calle José Zorrilla, pasa por debajo del acueducto y continúa por la carretera de La Fuencisla. El Cordel presenta las incomodidades propias de cualquier vía pecuaria que atraviesa un casco urbano, incomodidades que se incrementan por la coincidencia con la carretera Segovia-La Granja, desde la gasolinera hasta el cuartel de la Guardia Civil. Los ganaderos se quejan también de la desaparición de un descansadero situado al lado de dicho cuartel, en cuyos terrenos se ha construido un parque con jardines. Dada su proximidad a la estación de la RENFE, el descansadero era muy útil a los ganaderos para realizar las tareas de carga y descarga."

Fuente: Cuadernos de Trashumancia Ministerio de Medio Ambiente ERMITA DE LA PILARCITA Pequeña ermita ubicada en el lugar es conocido como Los Lavaderos, debido a los que existieron en este paraje en el siglo XVIII. “Se dedicó durante mucho tiempo a la elaboración de galletas y parece ser que fue construida en 1940. Es muy probable que la ermita fuera levantada poco tiempo después... nave rectangular con capillas laterales... a los pies puerta de ingreso y a su izquierda torre de un solo cuerpo sobre el que se encuentra el campanario con cuatro ventanas de medio punto. De ladrillo." Julio M. Angulo “Ermitas en la Provincia de Segovia”

ERMITA DE SAN JUAN DE REQUIJADA (actualmente ventorro San Pedro Abanto) “No se sabe cuando pierde su advocación ni por qué se transforma en venta de arrieros. Al borde del Camino Real de Castilla. Nave y cabecera rectangular. Los muros de calicanto enfoscado, se refuerzan con sillares en los ángulos de la fachada occidental y con ladrillo en el encuentro de la nave con la cabecera. Las cornisas son de medio caveto sobre canecillos en curva de nacela en la nave, y muy sencilla, sin forma definida, en el ábside. Este se ordena con cuatro arcos de ladrillo en los muros norte y sur y tres en el oriental, donde se abría una ventana. Los arcos se elevan desde el suelo hasta la cornisa e incluyen otro en un plano más remetido. La portada se abre al centro de la fachada sur. La forman cinco roscas de ladrillo, aparejadas por el lado corto, volteadas sobre impostas de nacela, y la recuadra un alfiz sobre el que corre una fila de esquinillas. La nave se cubre con armadura y el ábside lo haría posiblemente, con bóveda, sustituida por madera al cambiar de función. A este cambio corresponde también el rasgado del muro norte para ampliar el local. La cornisa de medio caveto permite fechar el edificio en el siglo XIII. El interior guarda todo el carácter de la vieja venta, desde el pavimento al mobiliario” Antonio Ruiz Hernando “La arquitectura de ladrillo en la provincia de Segovia. s. XII-XIII”

Vista y alzado de la fachada sur de la ermita de San Juan de Requijada. Tomada de la "Enciclopedia del Románico de Castilla y León", Fundación de Santa María la Real.

La ‘Fuente Pinilla’ El manantial de esta zona de descanso constituye un lugar por el que salen al exterior las aguas subterráneas del interior de toda la ‘mole rocosa’ que queda tras este panel: unos ‘terrenos de lastra’, sobre los que se asientan los pueblos de Zamarramala y La Lastrilla. Las rocas que forman estos terrenos, calizas y dolomías, se encuentran literalmente ‘perforadas’ por pequeñas oquedades, incluso cuevas, formando lo que se denomina un ‘macizo kárstico’. Precisamente esas oquedades las ha formado el agua que circula por las fisuras del interior del terreno, al disolver la roca y ensanchar las grietas. Toda la mole montañosa es pues como una gran esponja, en la que se infiltra prácticamente toda el agua que le llueve encima. Una vez infiltrada, el agua circula por el interior de esas pequeñas cavidades, hasta que sale al exterior en manantiales como éste. Las fuentes del Monasterio de El Parral y la de la Fuencisla, situada junto al Santuario, son surgencias de la misma naturaleza. Todas ellas, junto a muchas otras situadas a lo largo de toda la margen derecha del valle del Eresma, drenan las aguas de este pequeño macizo kárstico. Desde que se infiltra en las plataformas culminantes, hasta su aparición en estos manantiales, el agua apenas atraviesa rocas o suelos que ‘filtran’ el agua (por ejemplo arcillas, arenas…), y que por tanto actúan como ‘depuradoras naturales’. Ello quiere decir que, de existir contaminación en algún lugar del macizo, ésta se propagaría rápidamente hasta los manantiales, lo que hace conveniente extremar las medidas de prevención de la contaminación en estos paisajes kársticos. Las aguas de estos manantiales suelen arrastrar en disolución los componentes químicos de las rocas que atraviesan (calizas y dolomías), por lo que suelen ser bicarbonatadas cálcicas y/o magnésicas. A veces, cuando manan al exterior, los procesos químicos se invierten, y se produce la precipitación de carbonato cálcico, constituyendo las tobas. Detrás de este panel también es posible ver un magnífico ejemplo de un pliegue formado sobre los estratos de rocas del Cretácico, que se formó como consecuencia de los empujes del levantamiento de la Sierra de Guadarrama, hace más de 10 millones de años (ver esquema explicativo en la señal del Itinerario del Cretácico).

Esquema de los procesos físico-químicos que tienen lugar en el interior de un macizo calcáreo, desde que cae la lluvia en lo alto de las lastras, hasta que sale el agua por los manantiales. Con ello se explica la naturaleza bicarbonatada de las aguas de estos manantiales. Tomado del libro “Segovia: ecología y paisaje”, Ayuntamiento de Segovia.

Pequeño pliegue en forma de Z que afecta a los bancos de rocas calizas y dolomías del cretácico, generado hace varios millones de años, como consecuencia de los empujes asociados al levantamiento de la Sierra de Guadarrama.

Torreones de conglomerados Cuando se produjo el levantamiento del Sistema Central, durante la orogenia Alpina (Paleógeno-Neógeno) hace unos 10-15 millones de años, los macizos rocosos recién elevados de la Sierra comenzaron a ser erosionados por los agentes externos, y los materiales erosionados fueron transportados por torrentes hacia las partes bajas, siendo depositados en la cuenca del Duero. En el entorno de la ciudad de Segovia, el levantamiento de la Sierra de Guadarrama (Montes Carpetanos) condujo a la erosión inmediata de los materiales cretácicos (calizas, arenas y areniscas), para posteriormente afectar a los gneises y granitos infrayacentes. Grandes torrentes emergían desde las gargantas de la Sierra hacia el NNO, y depositaban sus arrastres al pie de los relieves, allí donde se producía disminución de su pendiente y/o ensanchamiento de los valles. El depósito adoptaba en planta una forma característicamente de sector circular, como un abanico abierto, y estaba constituido por aluviones (materiales arrastrados por ríos y torrentes). Por este motivo, a los ambientes sedimentarios que tienen estas características se les denomina abanicos aluviales. Los materiales en el abanico aluvial al que nos referimos no se distribuían de forma aleatoria, sino condicionados por el comportamiento físico de los derrubios transportados por dichos torrentes: cerca del pie de la Sierra quedaban los fragmentos de roca más grandes (bloques, cantos y gravas), puesto que los torrentes no podían transportarlos más lejos, debido a su elevado peso; un poco más lejos podía ser transportada la fracción arenosa de los derrubios; y aún más lejos los limos y arcillas, que al ser más finos y ligeros fueron llevados a las zonas más distantes de los relieves montañosos. Así se produjo una gradación en los tamaños de los materiales desde el pie de la Sierra, donde se acumularon bloques y cantos, hasta las zonas más distales, donde se sedimentaron limos y arcillas, con todas las situaciones intermedias de tránsito y mezcla. Cuando estos sedimentos se consolidaron, como consecuencia del peso de otros sedimentos que tenían sobre ellos, y se cementaron por la acción de las aguas bicarbonatadas procedentes de las calizas de sus cantos, pasaron a formar rocas compactas: los bloques, cantos y gravas formaron conglomerados calcáreos; las arenas formaron areniscas de tonos pardos; y los limos y arcillas, unas rocas llamadas lutitas, parecidas a arcillas secas y endurecidas. Muy posteriormente, el río Eresma ha excavado su valle encajándose en todas estas rocas, permitiéndonos observar en sus laderas la transición, desde la Sierra hacia el Llano, de los conglomerados a las lutitas, pasando por las areniscas. Esta evolución tiene un recorrido de observación privilegiado siguiendo el Camino Natural del Eresma. Los conglomerados, con intercalaciones de areniscas, ocupan las laderas traseras del Centro Ecuestre de Castilla y León; las areniscas y arenas ocupan las campiñas de Valverde y Hontanares; por último, las lutitas predominan a partir de Anaya. Allí donde afloran los conglomerados, como en las laderas de la trasera del Centro Ecuestre de Castilla y León (Escuela de Capacitación Agraria), aparecen unos relieves característicos por su erosión en las laderas del valle. Los bancos adoptan formas redondeadas convexas, donde las diaclasas (grietas) verticales y las intercalaciones subhorizontales de areniscas y lutitas (que forman abrigos y solapos) individualizan bloques paralelepipédicos a

modo de torreones cilíndricos o hemisféricos. Este tipo de relieves es característico de las zonas con conglomerados, siendo su desarrollo espectacular en: sectores del Prepirineo oscense (Riglos, Agüero...), donde los torreones reciben el nombre de mallos; los valles en conglomerados triásicos de la Cordillera Ibérica, como el Barranco de la Hoz (Molina de Aragón, Guadalajara); o las inmediaciones del Monasterio de Montserrat (Barcelona). Precisamente de este último lugar procede uno de sus nombres más conocidos: relieves montserratianos.

La formación de los relieves montserratianos de las inmediaciones del Centro Ecuestre de Castilla y León en diferentes fases evolutivas: A) El relleno de conglomerados y arenas, cuya transición se produce de forma brusca, está afectado por dos redes de diaclasas (grietas) oblicuas; B) Los arroyos y regueros empiezan a erosionar las rocas a favor de las diaclasas; C) Las arenas son más fáciles de erosionar, dejando al descubierto los conglomerados, más resistentes; D) Los conglomerados adptan formas redondeadas y turriculares, limitadas por canales en donde se situaban las diaclasas. Dibujos: Jorge Soler Valencia.

El encinar de Lobones: entre la vega del Eresma y un mar de campiñas El encinar de Lobones es un reducto de la vegetación que dominó la mayor parte de la provincia de Segovia y de la Meseta de Duero, si exceptuamos sus relieves más montañosos. Esta ‘isla’ de vegetación, que incluye magníficos ejemplares de quejigos (muy poco comunes en el entorno de la ciudad de Segovia), se sitúa entre la vega del río Eresma y un ‘mar’ de terrenos ondulados, dedicados al cultivo, que se denominan ‘campiñas’.

El panel que estás observando, a la sombra de magníficas encinas, se encuentra en el interior del encinar de Lobones (bosquete que forma la mancha verde oscura). La imagen muestra la proximidad al pueblo de Hontanares, final, o inicio, del camino natural del Eresma. El área industrial de la parte inferior izquierda es el Polígono de Nicomedes García. Fuente: Imagen del Plan Nacional de Ortofotografía Aérea (PNOA).

Vista aérea oblicua del encinar de Lobones, entre la vega del río Eresma (en primer término) y un dominio de zonas dedicadas al cultivo: las campiñas (al fondo). La topografía de la campiña segoviana es ondulada, compuesta por una sucesión de pequeñas lomas o colinas divisorias y de vaguadas de fondo amplio, con forma de teja. Localmente, en las laderas, aparecen zonas de barrancos y cárcavas, como consecuencia de intensos procesos de erosión. Algunas de ellas pueden identificarse dentro del encinar de Lobones. (Foto: Andrés Díez)

La supervivencia de este encinar sobre suelos adecuados para la práctica agrícola se debe a que formó parte de una finca en la que cazaba la realeza y la nobleza, lo que impidió su roturación. El camino de Lobones se abrió en la segunda mitad del siglo XVIII, “...para facilitar el paso, para que Carlos III y su comitiva pasaran a cazar hacia Lobones, cuyo tránsito se compuso también porque raro era el día que no había cacería...”. Marcelo Laínez (Estudios Segovianos). El camino se acondicionó desde el Azoguejo, por la cuesta de Santa Lucía, pasando por el puente de San Marcos. El afán de Carlos III por la caza fue tal que llegó a acotar grandes lindes, con condenas para los infractores que osaran “robarle su caza”, llegando a castigarse con pena de galeras. En nuestro recorrido, y si somos observadores, podremos ver algún mojón con una hermosa “R” tallada.

Antiguo molino de Lobones (actualmente en ruína). Foto: Juan Pedro Velasco.

Mojón cotera del Monte de Lobones, con la "R" del límite del cazadero real. Foto: Juan Pedro Velasco.

Las campiñas de Valverde y Hontanares Las campiñas de la provincia de Segovia forman una banda de dirección suroeste-noreste, de unos 20 kilómetros de anchura media. Paralela al Sistema Central, se extiende entre el límite provincial con Ávila (Labajos y Martín Muñoz de las Posadas) hasta casi el de Soria (Corral de Ayllón y Campo de San Pedro). Tienen un sustrato arenoso y arcilloso, y topografía de llanuras suavemente onduladas, sólo interrumpidas por los valles de los ríos principales. Esporádicamente, sobre esa sucesión de lomas y vaguadas destacan unos pequeños cerros ‘testigo’, como los otones y los conocidos ‘montones’ de Torredondo. En las zonas de contacto con piedemontes y lastras, y en determinados sectores de la Tierra de Ayllón, el sustrato de esta unidad lo componen conglomerados, que son relativamente resistentes a la erosión y dan como resultando relieves de tipo cuesta y en forma de torreones. En el resto, los sedimentos que sirven de soporte a las campiñas están sólo ligeramente consolidados (arenas, gravas, cantos, arcillas). Este tipo de sustrato desarrolla unos suelos que son mucho más adecuados para la agricultura que los del piedemonte. Por este motivo, el uso mayoritario de las campiñas ha sido y es el cultivo de cereales de secano, con la presencia esporádica de viñedos. Sólo unos pequeños reductos de encinar aparecen en este dominio. El alto grado de deforestación de esta unidad, y la alta susceptibilidad a la erosión hídrica de los suelos y el sustrato, son factores que condicionan la presencia de cárcavas y barrancos en muchas de estas zonas, especialmente en aquéllas más próximas a los cursos fluviales principales (Carbonero de Ahusín, Ituero y Lama).

Carcavas y barrancas Cuando las rocas por las que discurren los arroyos y torrentes son deleznables (se desmenuzan fácilmente), como arcillas o arenas arcillosas, estas corrientes suelen formar pequeños valles de perfil en artesa denominados barrancos o barrancas. Además, las cabeceras de estos arroyos, con infinidad de pequeños regueros distribuidos de forma arborescente, muy próximos entre sí, reciben el nombre de cárcavas, galachos o alcabenes; en Valseca, la calle y luego camino que se dirige hacia las zonas acarcavadas de Hontanares de Eresma, reciben el nombre de Los Galachos. Al territorio que ocupan estas cárcavas, intransitable por la infinidad de vallejos y las afiladas formas de los interfluvios, se le denomina algunas veces ‘malpaís’. En Segovia, estos terrenos acarcavados, al considerarse perdidos para su uso agrícola, reciben el nombre de ‘perdíos’. Este tipo de paisajes son frecuentes en numerosas partes de la provincia de Segovia, al ser comunes las rocas sedimentarias arcillosas y la presencia de arroyos estacionales de fuertes pendientes longitudinales. En el proceso de formación de las cárcavas y barrancas tiene una notable importancia un fenómeno denominado sufusión (en inglés, piping). Consiste en la circulación subsuperficial de las aguas de lluvia o fusión nival infiltradas en el suelo, que produce un lavado de los materiales más finos (arcillas y limos), formando auténticas galerías subterráneas. El colapso de estas galerías condiciona las direcciones de los cauces superficiales, y acelera el proceso de encajamiento y profundización del lecho, que se produce de forma intermitente en el tiempo (asociado, por ejemplo, a fuertes tormentas estivales). Otro fenómeno que influye en la formación de cárcavas es el encajamiento reciente (en los últimos miles de años) de los cauces principales, normalmente ríos, en los que desembocan los arroyos y barrancas. Este encajamiento ha hecho descender el nivel de base y ha facilitado, a su vez, la erosión remontante de los arroyos, que desplazan sus cabeceras hacia aguas arriba, surcando con mayor profundidad las planicies y lomas culminantes. Notable influencia ha tenido igualmente la acción humana sobre el territorio, tanto por la deforestación, los cambios de usos, la minería en ladera, el aterrazamiento de las laderas y el sobrepastoreo en zonas de elevada pendiente, que han acelerado y extendido los fenómenos de acarcavamiento.

El encinar de Lobones: un pequeño oasis de biodiversidad En Lobones se conserva un retazo de lo que fue un extenso encinar, el cual bordeó por el norte (siguiendo la franja calcárea de las lastras) el actual emplazamiento de la ciudad de Segovia. Por el oeste del Eresma, este encinar se extendía sin solución de continuidad desde la provincia de Ávila, y cubría la mayor parte de las actuales zonas cerealistas del entorno, llegando hasta el límite natural que dibuja el río Pirón por el noreste. Este ‘retazo’ de encinar tiene hoy naturaleza de ‘pequeño oasis’, en el cual la encina (Quercus ilex) es el árbol dominante; en las zonas más altas emerge la sabina (Juniperus thurifera), aunque muy escasa. Y en las zonas más bajas y húmedas aparece el quejigo (Quercus faginea), con ejemplares muy notables, que además forman parte de los últimos representantes de la especie hacia el Oeste de la Provincia. El cortejo florístico del encinar está compuesto por majuelos (Crataegus monogyna), rosales silvestres (Rosa sp.), cantuesos (Lavandula stoechas), mejoranas (Thymus mastichina), tomillos (Thymus zygis) o botoneras (Santonina rosmarinifolia). En las zonas más degradadas, donde apenas hay pies de encina, aparecen la retama común (Retama sphaerocarpa), la jara común (Cistus laurifolius) y la retama negra (Cytisus scoparius). Esta isla de vegetación ofrece alimento y refugio a una fauna diversa, constituyendo el hábitat de mamíferos como el jabalí (Sus scrofa), el zorro común (Vulpes vulpes), el tejón (Meles meles), la liebre común o europea (Lepus europaeus), el conejo común (Oryctolagus cuniculus) o la comadreja (Mustela nivalis). Entre las aves, la perdiz roja (Alectoris rufa) es frecuente, así como un buen número de rapaces, cuya observación es siempre atractiva para el paseante. Las más comunes son el milano negro (Milvus migrans), el milano real (Milvus milvus), el ratonero común (Buteo buteo) o la lechuza común (Tyto alba). Otras rapaces de enorme interés, como el halcón peregrino (Falco peregrinus) o el águila imperial ibérica (Aquila adalberti), utilizan el encinar de Lobones y sus alrededores como zonas de caza. En las proximidades de las campiñas cerealistas aparecen aves como la calandria (Melanocorypha calandra), la cogujada (Galerida cristata), la alondra (Alauda arvensis) o la totovía (Lullula arborea). La existencia de un buen número de distintas especies de reptiles y anfibios confirma este carácter de ‘isla de biodiversidad’ que tiene el encinar de Lobones. Entre los primeros son comunes las grandes culebras ibéricas, como la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) y la culebra de escalera (Elaphe scalaris), así como el lagarto ocelado (Lacerta lepida). Y entre los anfibios, el sapo partero (Alytes obstetricans) el sapo común (Bufo bufo), la rana común (Rana perezi) o la rana de San Antonio (Hyla arborea).

La vega del Eresma en Hontanares Las vegas son una serie de anchos corredores, paralelos a los cursos fluviales principales de la provincia. Normalmente en el dominio de las llanuras sedimentarias de la cuenca del Duero, ya que en sierras, piedemontes, macizos y serrezuelas los cursos fluviales suelen discurrir encajados. Este dominio paisajístico se caracteriza por su topografía predominantemente llana y escalonada (llanuras de terrazas), desarrollada sobre los propios sedimentos fluviales. En efecto, las vegas se han formado como consecuencia de la acumulación de sedimentos (denominados aluviones) por parte de los propios ríos. Los canales de los ríos y arroyos están excavados sobre esta acumulación de sedimentos, lo que permite que en sus márgenes podamos ver la naturaleza de los depósitos aluviales: capas o bandas de gravas (acumulación de cantos de unos pocos centímetros de diámetro) intercaladas con sedimentos arenosos, limosos y arcillosos. Las capas de gravas corresponden a acumulaciones que se produjeron en el fondo de antiguos canales, transportados en épocas en las que la corriente de agua discurría con gran energía. Las capas arenosas fueron depositadas dentro o en las proximidades del canal, mientras que las capas de limos y arcillas corresponden a la decantación de aguas turbias en épocas de grandes inundaciones, en las que los ríos cubrían buena parte de sus llanuras. La fertilidad de estos terrenos, en especial de la llanura más baja, inmediata a los ríos, se asocia en buena medida a la acción poco frecuente, pero existente, de inundaciones fluviales, y la existencia de un nivel freático a escasa profundidad. Las vegas han tenido un aprovechamiento tradicional asociado a estas características intrínsecas, fundamentalmente huertas y cultivos forestales, aunque también son aprovechados como materiales de construcción para la vertiginosa actividad edificadora. En el dominio de las vegas segovianas pueden encontrarse tramos fluviales sinuosos (meandriformes) realmente singulares (Los Porretales, Hontanares….), y buenos ejemplos de meandros abandonados, sobre todo en el río Eresma (Bernardos, Navas de Oro). El pueblo de Hontanares se sitúa en las inmediaciones de la vega fluvial del río Eresma. El paisaje en este entorno está formado por un conjunto de llanuras escalonadas, denominadas ‘terrazas fluviales’. Estos replanos son paralelos al cauce y la llanura actuales, sobre los que están elevados unos metros. Las terrazas fluviales constituyen antiguas posiciones del fondo del valle, en momentos en los que el río se situaba en una posición más alta que la actual. Desde esas posiciones más elevadas, el río excavó su propia llanura de aluviones, formando otra llanura más baja, y dejando un gran escalón natural entre ésta y el nivel original. Éste es el proceso de formación de una terraza fluvial, cuya repetición dejó sucesivos niveles. Los terrenos más bajos y llanos, situados a ambos lados del río y a escasa altura sobre el mismo, se caracterizan por su elevada fertilidad. Esa fertilidad es fruto de la acción poco frecuente, pero existente, de las inundaciones del río Eresma. Estas inundaciones provocan, esporádicamente, un fenómeno natural de gran interés, como es la corta y abandono de meandros.

La elevada humedad del sustrato edáfico de las vegas, debida a las inundaciones, pero sobre todo a la presencia de agua subterránea a una profundidad muy escasa, condiciona que estos terrenos se hayan dedicado tradicionalmente a huertas y prados. Más recientemente, las plantaciones de chopos han pasado a ser el paisaje vegetal dominante. A pesar de la elevada transformación que han sufrido estos terrenos de vega como consecuencia de las actividades humanas, las márgenes del río Eresma conserva vestigios interesantes de bosques de ribera (figura XX). En el entorno de Hontanares de Eresma, estos bosques de ribera están dominados por álamos negros (Populus nigra), alamos blancos (Populus alba), alisos (Alnus glutinosa), fresnos (Fraxinus angustifolia) y sauces (Salix sp.). En estas zonas frondosas habitan rapaces como el milano negro (Milvus migrans), que en verano llega a formar una colonia importante en estas zonas próximas al río. Otras especies frecuentes en estas riberas son el ánade real (Anas platyrhynchos), la garza real (Ardea cinerea), la oropéndola (Oriolus oriulus) o la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax).

Figura XX. En ausencia de modificación por parte del hombre, la vegetación de ribera adopta una disposición en ‘bandas’ paralelas al cauce, en función de su mayor o menor cercanía al agua. 1. Vegetación sumergida en el agua; 2. vegetación que emerge sobre el nivel del agua del cauce; 3. Saucedas; 4. Alamedas; 5., vegetación climácica.

Izquierda: Imagen aérea oblicua de la vega del río Eresma a partir de su confluencia con el arroyo Tejadilla (en primer término). (Foto: Andrés Díez). Derecha: Serie de bloques diagrama que muestran la evolución y formación del paisaje de la vega del Eresma en las proximidades de Hontanares. Dibujo superior: el río Eresma divagaba sobre una amplia llanura, trazando amplios meandros y depositando materiales (aluviones) en su lecho y en sus márgenes. Dibujo intermedio: El río erosiona sus propios aluviones, y sedimenta otros nuevos en el fondo del valle, dejando la antigua llanura ‘colgada’, a modo de escalón. Dibujo inferior. La secuencia se repite, generando nuevos escalones o terraza en la margen izquierda.

Cuando los ríos cambian su camino: meandros abandonados Los ríos que presentan trazados sinuosos, describiendo curvas cerradas, reciben el nombre de meandriformes; cada una de sus curvas completas se denomina meandro. Este nombre procede del topónimo griego Maiandros, nombre que recibía durante la dominación griega un río extraordinariamente sinuoso que discurre por las inmediaciones de la ciudad de Éfeso (península de Anatolia, actual Turquía). Los ríos meandriformes tienen una dinámica peculiar, puesto que la corriente de agua tiende a aproximar su zona de máxima velocidad y capacidad erosiva hacia la orilla externa (por la denominada fuerza centrífuga), mientras que la orilla interna tiene menores velocidades y el depósito de los materiales arrastrados desde aguas arriba. Por este motivo los meandros se desplazan con el tiempo, erosionando en la orilla externa y sedimentando en la interna, tanto aguas abajo (según el sentido de la corriente), como hacia los laterales (perpendicular al sentido de la corriente). Durante estos movimientos, las zonas de máxima curvatura opuestas de una curva de meandro pueden aproximarse progresivamente por erosión en sus respectivas orillas externas, dejando la orilla interna con forma de península. Esto es lo que ha ocurrido en el meandro de San Frutos en las Hoces del río Duratón, dejando una estrecha lengua de tierra donde se sitúa la ermita, unida a las lastras circundantes únicamente por la conocida “Cuchillada de San Frutos”; y también en el promontorio rocoso conocido popularmente como El Submarino, en el Valle del Clamores (Segovia). En casos extremos de aproximación de estas orillas curvas contrapuestas se puede llegar a romper el istmo que las separa, pasando el río a circular más recto, atajando por el nuevo paso y dejando buena parte del antiguo meandro sin circulación de agua; este proceso se denomina estrangulamiento (en terminología anglosajona neck cut-off = corte de cuello) y suele coincidir en su consumación final con una crecida del río o un movimiento de ladera (deslizamiento, desprendimiento...) en sus márgenes. Así se forma un meandro abandonado, un tramo de antiguo cauce del río que ha quedado inactivo, al haberse trasladado la corriente a otra zona. Lo que era el antiguo fondo de valle, suele quedar ocupado de manera temporal por una laguna de forma semilunar, que recibe el nombre de galacho (en inglés oxbow lake = lago en forma de cuerno de buey). Otras veces los meandros abandonados se sitúan en los propios depósitos aluviales de la llanura de inundación, por lo que son de dimensiones más limitadas y poseen un carácter efímero, sólo distinguiéndose por mínimas diferencias topográficas, variaciones en la humedad del suelo, y los consiguientes cambios de la vegetación riparia. Este tipo de meandros abandonados son característicos de: el arroyo Milanillos entre Madrona y Valverde del Majano (de donde también podría proceder su nombre, mil-anillos, en alusión a las formas de lazo de los meandros abandonados); el río Eresma entre Segovia y Los Huertos; el río Voltoya en Campo Azálvaro; y el río Cega entre Veganzones y Lastras de Cuellar.

El proceso de formación de un meandro abandonado es lento y progresivo, aunque se ve acelerado durante los fenómenos de crecidas e inundaciones. (A) un río traza curvas sinuosas o meandros; (B) la erosión de las orillas externas de cada curva, y la sedimentación en la orilla interna, comienza a exagerar las formas de las curvas; (C) la orilla interna va progresivamente estrechándose, formando una especie de península, conectada únicamente a través de un istmo; (D) una mayor energía del río en las épocas de crecida hace que el estrechamiento progresa y llegue finalmente a producir el estrangulamiento de la península, dejando un resto de la orilla interna a modo de isleta; (E) el río pasa a fluir por el trayecto más corto, quedando el antiguo cauce en la curva como un lago semilunar; (F) el lago semilunar se deseca, delatando el antiguo trazado del meandro, ahora abandonado.

La estación de ferrocarril de Hontanares de Eresma La estación de Hontanares de Eresma pertenecía a la línea de ferrocarril entre Segovia y Medina del Campo, que fue inaugurada en el año 1884, y que estuvo en funcionamiento hasta el año 1993, cuando fue clausurada por la falta de rentabilidad. Actualmente está en proceso de conversión en una vía verde para su disfrute por turismo rural y deportivo. "Cada vez queda más abajo, más pegada al río Eresma, sus edificios e instalaciones se van deteriorando progresivamente por el avance del tiempo, sus hierros y viejas máquinas se oxidan, pero su recuerdo aún se hace muy presente. Mientras las líneas de chalets y viviendas adosadas se van alargando y multiplicando a su espalda, la vieja estación de tren de Hontanares de Eresma resiste a su olvido, mantiene la efigie del viejo barrio, su razón de ser, en espera de un mejor signo evolutivo...." "... La línea ferroviaria tenía un gran apogeo en los años 40-50 y 60, la parada de Hontanares generaba mucha actividad ferroviaria, en la estación había trabajando un jefe de estación (que controlaba a los empleados y llevaba el orden), un factor de circulación (controlaba la circulación y el despacho de billetes), dos mozos de agujas, y un mozo de estación, que era el que hacía la limpieza... En lo referido al barrio, tan sólo se alineaban en las proximidades de la carretera siete u ocho viviendas. El correo. De aquí podrían partir al día entre ocho y diez trenes, a parte de transportes de viajeros, era frecuente el de las mercancías como la remolacha, el abono, la paja, así como mulos, caballos, cerdos, y ovejas entre otros. ¿Y el tren más rápido?, pues no hay duda en la respuesta, el tren correo de Santander y de Irún, eran los que más deprisa pasaban, se movían hasta los cacharros de la casa..." "...el día 18 de julio así como también el resto del verano, era cuando más gente venía hasta aquí, aprovechando las aguas limpias del río, numerosas personas se bañaban en el río y aprovechaban la sombra y el frescor de los chopos, también empleaban el tiempo libre para pescar. La estación también era punto de encuentro para los vecinos de los pueblos de alrededor, donde acudían con mulos y carretillas para vender leche o aprovechar la llegada del pescado fresco procedente de Vigo, etc." Álvaro Pinela Toda una vida junto a la vía "Segovia y el ferrocarril" Plaza Mayor nº 7.

Estación de Hontanares de Eresma. Tomada de "Segovia y el ferrocarril", Plaza Mayor nº 7.

Puente de Lobones en la línea Segovia-Medina del Campo. Foto: Martínez y Cª, año 1884. Tomada de "Segovia y el ferrocarril", Plaza Mayor nº 7 .

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