EL PALMERAL DE ORIHUELA

EL PALMERAL DE ORIHUELA El Palmeral de Orihuela es, junto al de Elche, el único bosque europeo de palmeras que puede considerarse autóctono desde un p

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EL PALMERAL DE ORIHUELA El Palmeral de Orihuela es, junto al de Elche, el único bosque europeo de palmeras que puede considerarse autóctono desde un punto de vista histórico. Su origen musulmán y su ubicación entre la ciudad y la sierra de Orihuela ha favorecido, históricamente, la existencia de un considerable valor económico puesto de manifiesto a través de sus diferentes aprovechamientos agrícolas y artesanales. El palmeral de San Antón ha mantenido, tradicionalmente, espacios de huerta donde se cultivaban especies como el algodón, el cáñamo, la alfalfa o algunas hortalizas, junto a otras especies de frutales tales como la morera o el olivo. Además, el cultivo y explotación de la palmera datilera, para el consumo del dátil, permitió el desarrollo de una pequeña industria artesanal paralela centrada en la manufactura de objetos de cestería, escobas, la explotación del palmito y la palma blanca. Desde un punto de vista ornamental, también mantiene un importante valor económico. Según un estudio realizado por técnico de la Universidad Miguel Hernández el valor ornamental del palmeral, según el Método de Valoración de Árboles y Arbustos Ornamentales, conocido como Normas Granada asciende a 34.043.302 €. Por otra parte, el Palmeral presenta un importante valor etnológico al servir de base al establecimiento de una forma de vida ancestral centrada en la palmera y sus diferentes usos. Sin olvidar su alto valor histórico y arqueológico mantenido a lo largo de siglos y cuyo máximo exponente es la necrópolis de San Antón, en la que los restos funerarios se estiman en más de 800 enterramientos. No obstante, es su interés natural el que presenta una mayor relevancia. Situado en un entorno físico de elevada singularidad, sobre el llano aluvial y entre el monte de San Miguel y la sierra de Orihuela, el palmeral presenta un elevado valor paisajístico por su contraste con los marcados relieves de la sierra, paisaje único en el continente. Bajo una perspectiva ecológica, su situación también ha favorecido el desarrollo de una interesante comunidad de fauna y flora que aprovecha la diversidad de recursos que le ofrece las zonas de contacto con otros ambientes como las laderas de la sierra y los sistemas agrícolas circundantes. En este sentido, el palmeral representa un ecosistema de gran importancia natural comparable, a pequeña escala, a la que puede albergar la dehesa, dado que se trata de un ecosistema naturalizado donde los usos tradicionales y sostenibles, mantenidos durante generaciones, hacen compatible su aprovechamiento con un elevado valor ecológico. Así, en el entorno del palmeral se encuentran algunas especies endémicas de nuestro territorio como el rabo de gato (Sideritis glauca), o laCentaurea saxicola, junto a algunos iberoafricanismos de notable importancia como el cornical (Periploca laevigata) y la Whitaniafrutescens.

Otro elemento ecológico de interés es la existencia de una estructura vertical compleja, que permite el desarrollo de un estrato herbáceo ocupado por las especies cultivadas y nitrófilas silvestres, por encima del cual aparece un segundo nivel arbóreo de cultivos como el olivo o los cítricos, y sobre el que se establece, rematando el dosel, un tercer estrato ocupado por las datileras. Se trata de un singular aprovechamiento cultural de extraordinario valor paisajístico que, además, acoge una considerable comunidad de fauna. La palmera datilera Origen e Historia. Aunque la localización de su lugar de origen no es del todo conocida, un buen número de autores apuntan la posibilidad del golfo Pérsico, la península Arábiga y determinadas zonas del desierto saharaui como probables centros de origen (Galiana y Agulló, 1983; Zeven y De Wet, 1993). Hoy se sabe que hace más de 6000 años era ya cultivo de suma importancia para el pueblo egipcio, y también para babilonios y asirios (Font Quer, 1999). En la península Ibérica la palmera datilera está presente, al menos, desde el siglo V antes de Cristo. Según Rivera et al.,. (1997), pudieron ser colonos procedentes del Mediterráneo Oriental los primeros en introducir la especie por tierras levantinas, atendiendo a las figuras de palmas y palmeras representadas en las piezas de cerámica de la época. Sin embargo, no se descarta la posibilidad de la presencia anterior de formas silvestres. En cualquier caso, romanos y árabes conocían la especie y su cultivo que, perfeccionado por estos últimos, se ha mantenido constante desde entonces, sobre todo, en las regiones de Murcia, Alicante y en ciertos enclaves de Andalucía. Se trata de una especie con una intensa simbología debido a sus singulares características morfológicas y fisiológicas. Emblema clásico de la fecundidad y la victoria, para Jung es también símbolo de ánima (Cirlot, 1997). Mientras que para hebreos y griegosPhoenix representaba el triunfo, era símbolo de fertilidad para los egipcios y árbol de la vida para los caldeos. Según los persas, la palmera simbolizaba la tierra celeste.

Las alusiones históricas y legendarias son muy abundantes en los pueblos que habitaban las costas orientales del Mediterráneo. Fue cultivada desde el Éufrates hasta el Nilo. Herodoto menciona en alguno de sus escritos las palmeras de Babilonia. En los monumentos asirios y egipcios abundan las representaciones de las palmeras y sus frutos. Aparece en las monedas de Cartago y en las iconografías mozárabes y románicas alusivas a temas bíblicos (Cirlot, 1997). Fue bendecida por Jesucristo y Mahoma dijo de ella: “El hombre debe ser recto, justo y generoso como la palmera” (citado por Galiana y Agulló, 1983).

Usos y Aprovechamiento. La palmera ha sido siembre codiciada por sus frutos, algunas variedades producen hasta 150 Kg. de dátiles por año (Romo, 1997). El dátil maduro ha representado un complemento, incluso la base de la dieta de un gran número de pueblos de la cuenca mediterránea, y todavía lo es en determinadas culturas como la árabe. El fruto maduro de forma natural o artificialmente (adobado: proceso de maduración artificial mediante la impregnación con ácido acético, generalmente, vinagre) es consumido en fresco. No obstante, existen muchísimas variedades de cultivo, que permiten su aprovechamiento como fruta seca, cocidos, en mermeladas, pasteles, etc. En el Sahara y en otros países de África, se preparan tortas de dátiles, prensados adecuadamente y destinados sobre todo a la alimentación de las caravanas (Font Quer, 1999). Maduros y mezclados con leche son consumidos como emoliente para suavizar las vías respiratorias, efecto que deben a su gran cantidad de sustancias mucilaginosas ( López, 2001). A partir de los dátiles maduros de mala calidad, denominados vulgarmente roña, se obtiene alcohol de una altísima graduación. La savia de la palmera es dulce y los árabes, que la consumen en fresco, la denominan lagmi. El licor de palma o arrack, elaborado a partir de la savia fermentada y clarificada, es otra bebida alcohólica excelente. En el norte de África, se atribuyen a los dátiles propiedades estimulantes y afrodisíacas. Asimismo, las semillas se emplean tostadas como sucedáneo del café (Stübing y Peris, 1998; López, 2001). La palma blanca es, sin duda, el principal uso que recibe la hoja de la palmera en el Levante español. La hoja de palmera ha sido siempre símbolo de triunfo, y con ella se recibe a los vencedores. Asociada con esta tradición son exhibidas en la liturgia por los feligreses el Domingo de Ramos. Para su formación se procede cubriendo las hojas con plástico opaco, proceso denominado “encapuruchado”, que impide a la luz solar incidir sobre ellas. El resultado son hojas cloróticas, sin clorofilas, que una vez cortadas son trenzadas en complicadas formas.

Los troncos de las palmeras adultas han sido, tradicionalmente, usados como pilares o vigas en las construcciones típicas de huerta. En la antigüedad se usaban las hojas y troncos para techar las viviendas de las clases pobres, en Egipto y sobre todo en Mesopotámica, donde había muy pocos árboles.

El palmito, la parte central del cogollo de la palmera, es otro producto típico de consumo del Sureste, principalmente, en Orihuela y la comarca del Bajo Segura. Las fibras de las hojas y de la corteza se utilizan, todavía hoy entre los pueblo árabes, para hacer sogas canastos y esteras; mezcladas con pelo de camello, sirven para confeccionar tejidos con los que se construyen tiendas para acampar (López, 2001).Una práctica cada vez más en desuso es la confección de escobas a partir de las hojas cortadas y secas de la palmera. En la época de mayor auge ésta actividad podía incluso cubrir los gastos de mano de obra generados en la propia poda. Albatera y Catral han sido los pueblos de la provincia de Alicante con una mayor tradición en la fabricación de escobas. Por su forma evocadora y singular la palmera también ha sido empleada como especie ornamental, resultando en la actualidad una de las especies arbóreas de mayor interés económico y demanda internacional.

Distribución. El género Phoenix, con algo más de una docena de especies, se encuentra distribuido en los trópicos y en los subtrópicos africanos y del sur de Asia; desde las Canarias y Cabo Verde hasta el Sudeste asiático. Phoenix dactylifera es una especie propia de la cuenca mediterránea que, en la península Ibérica, presenta una distribución siempre próxima al arco mediterráneo, estando presente, bien de forma cultivada o asilvestrada, desde el extremo sur de la Comunidad Catalana hasta la costa meridional portuguesa. No obstante, es en las Comunidades de Murcia y Valencia donde su población alcanza mayores densidades, principalmente en la provincia de Alicante. Asimismo están presentes en el archipiélago Balear y Canario

En el resto de los países europeos, las bajas temperaturas afectan notablemente a la fenología de su floración, impidiendo un adecuado desarrollo floral y, en consecuencia, una escasa o nula fructificación. Su utilización en estos países responde, exclusivamente, a su carácter ornamental.

Alicante, como se ha comentado, es la mejor exponente del cultivo y explotación de la especie, con 132.300 ejemplares de un total de 146.500 para toda la Comunidad (Ballester-Olmos, 1995). Sin duda, las ciudades de Elche y Orihuela son los centros de distribución más importantes, donde se ubican los más extensos e importantes palmerales, no sólo de la península Ibérica, sino de toda Europa. Junto a éstos dos núcleos de implantación, aparecen otros de menor relevancia como son los de Albatera, Crevillente, Redován, Callosa de Segura, Cox, Granja de Rocamora, Santa Pola, San Fulgencio, Catral e incluso la propia ciudad de Alicante. También aparecen ejemplares aislados en otros pueblos y ciudades de la provincia: Guardamar, Almoradí, Benidorm, Calpe, Rojales, Muchamiel y Denia.

Descripción. Las Palmáceas, familia a la que pertenece la especie, es probablemente la más antigua del orden Palmales. Se trata de una especie de tronco o estípite comparativamente delgado, de 40 a 60 cm de diámetro, en proporción a su potencial altura, hasta 30 metros. En él se encuentran las bases de las hojas podadas o tabalas. Imbricados en las tabalas aparecen los seasos, especie de mantillo semejante a la tela de saco. En los ejemplares adultos, tanto el seaso como la tabala se desprenden con facilidad, quedando entonces el tronco liso y desnudo con cicatrices. La morfología del sistema radicular en la datilera queda constituido por un conjunto de raíces de naturaleza fibrosa y bastante profunda, que crecen adventiciamente al tallo (Galiana y Agulló, 1983). Sus hojas o frondas, entre 25 y 40, son rígidas y poco arqueadas, pinnadas, compuestas y partidas, pudiendo llegar hasta los 4 metros de longitud (Kremer, 1986), estando fisiológicamente activas entre tres y siete años. En ellas, los segmentos foliares, en número aproximado de 100, son punzantes, transformándose es espinas a medida que nos acercamos a la base. Sus pequeñas flores presentan dos envolturas de 3 piezas o tépalos; las masculinas contienen 6 estambres de filamentos cortos y finos y las femeninas 3 hojas con carpelos libres, de la que sólo se desarrolla una para formar el fruto (Font Quer, 1999; López, 2001). El fruto es una drupa agrupada en racimos.

Biología. Hábitat. Phoenix dactylifera se adapta bien a los terrenos algo húmedos e incluso relativamente salinos, aunque su hábitat natural es de clima seco y cálido. Se trata de la especie frutal que mayores diferencias climatológicas tolera, si bien es la más exigente para un adecuado desarrollo y fructificación. La temperatura es el elemento más relevante del clima en su desarrollo, siendo el factor limitante de su área de cultivo. Temperaturas mínimas en invierno inferiores a los –10 ºC hacen imposible el cultivo, mientras que son necesarias medias de 17 ºC de mayo a octubre para un adecuado desarrollo (Galiana y Agulló, 1983). Fenología. Las palmeras datileras son alógamas y dioicas, es decir, se reproducen sexualmente por fecundación cruzada de las flores masculinas y femeninas que se encuentran en ejemplares distintos. De ahí la existencia de palmeras machos para la producción de polen y hembras para la producción de frutos. No se han podido determinar diferencias aparentes entre sexos, por lo que su identificación resulta en extremo difícil hasta el momento de su reproducción, entre los 6 y 12 años de edad. No obstante, recientemente, se ha conseguido un método de laboratorio capaz de identificar el sexo cuando la palmera tiene entre 3 y 5 hojas, a partir de diferencias en los perfiles electroforéticos de extracto de hojas (BallesterOlmos, 1995). Su ciclo biológico, que no presenta un verdadero paro vegetativo en ninguna época del año, tiene su máxima expresión en la fase reproductiva. En primavera aparecen los estamentos florales masculinos o espatas, que una vez desarrollados dispersan el polen por acción del viento. Algunos de estos diminutos granos terminan posándose en el estigma de las flores femeninas, donde tiene lugar la fecundación. En otoño, los frutos maduros, si no son recolectados, caen al suelo. Sus semillas, de una altísima viabilidad, germinan a la primavera siguiente dando lugar a un nuevo individuo. El periodo de fructificación, desde la floración hasta la maduración, oscila entre los 200 y 300 días, dependiendo de la variedad. Además, esta puede ser abundante hasta los 60 e incluso 80 años de edad (Ruiz de la Torre, 2001). En realidad, éste proceso natural de fecundación, sólo acontece entre las palmeras silvestres, las palmeras cultivadas son fecundadas artificialmente por el hombre, sustituyendo la acción del los principales agentes dispersantes: el viento y los insectos. A éste proceso de fecundación artificial se le denomina macheo. Relaciones Ecológicas. Tradicionalmente consideradas como plagas, existen numerosas especies de animales que utilizan algún elemento de la palmera como recurso. Desde un punto de vista ecológico, estas especies huésped, si bien no reportan ningún beneficio para el hospedador, tampoco representan un perjuicio desmesurado para su supervivencia. Para mamíferos y aves, los frutos de la palmera representan un nutritivo recurso trófico a su disposición en los difíciles meses del otoño e invierno. Pero también parece interesarles sus cualidades como lugar de reposo y dormidero, sin olvidar que algunas especies, entre las que se pueden citar los pitos reales (Picus viridis), las carracas (Coracias garrulus), el mochuelo (Athene noctua) y la cotorra argentina (Myiopsitta monachus) a menudo emplazan sus nidos en viejos ejemplares muertos o en mal estado.

Entre los mamíferos que con mayor frecuencia encontramos asociados a palmerales, aunque su selección de hábitats presente un mayor espectro, tenemos al grupo de los roedores. La rata negra (Rattus rattus) y la rata común (Rattus norvegicus), de hábitos crepusculares e íntimamente relacionadas con los ambientes antropizados, exploran con frecuencia las palmeras que crecen en parques, jardines privados o zonas de huerta. Excelentes trepadoras, ascienden con facilidad por troncos y hojas hasta alcanzar los frutos maduros que devoran parcialmente. Tampoco desdeñan algunos invertebrados, e incluso pequeñas aves que la oscuridad de la noche les permite capturar, mientras duermen refugiados al abrigo de las hojas. Otra especie de roedor importante en la ecología de las palmeras es la rata de agua (Arvicola sapidus). Se trata de una especie herbívora que acostumbra a consumir las raíces y tallos de las plantas que se alimenta. En consecuencia, el daño que su actividad causa a las palmeras es menor que el de las especies anteriores. Otros mamíferos como el zorro o el jabalí presentan gran avidez por los frutos caídos, con lo que contribuyen a dispersar sus semillas. También la jineta asciende a las palmeras a la caza de aves y pequeños mamíferos. Un pájaro íntimamente asociado a las palmeras es el gorrión común (Passer domesticus), dado que en ellas encuentra refugio y alimentos. Al atardecer, las datileras bullen cuando cientos de éstas aves se enzarzan en continuas disputas por la posesión de éste o aquel lugar para pasar la noche. Sin embargo, es sin duda el grupo de los insectos el que mayor número de representantes mantiene asociados a la biología de las palmeras. Así pues en los órdenes Ortóptera, Hemíptera, Lepidóptera, Coleóptera, Himenóptera y Díptera, existen especies relacionadas con la palmera datilera, en alguna de las fases de su ciclo biológico.

Cultivo. A los árabes se debe la expansión del cultivo durante el medievo, tanto con fines económicos como ornamentales, por toda la Europa meridional (Ballester-Olmos, 1995)

En el ámbito nacional, la mayor superficie dedicada al cultivo de la especie está localizada en la provincia de Alicante y, en particular, en las ciudades de Elche, Orihuela y Albatera. En la península Ibérica, del total de hectáreas dedicadas al cultivo, se estima que aproximadamente el 95 % se encuentran en dicha provincia. En cuanto al cultivo en el mundo, se calcula en 80 millones de ejemplares, localizados, mayoritariamente, en los continentes asiático y africano, siendo Irak, Irán, Pakistán, Egipto, Arabia Saudita y Argelia, los principales países productores. También se cultiva en algunas regiones de los continentes americano, europeo y australiano. Entre las labores de cultivo más importantes destacan la poda, que se realiza, preferentemente, en julio y que consiste en la eliminación de las hojas muertas o moribundas; el aclareo de frutos, realizado en las mismas fechas y junto con el apuntalamiento de racimos; el abonado, sólo en aquellos casos en que la producción no sea la esperada, y por último el riego, que con carácter general y en ausencia de lluvias se debe realizar cada 15 – 20 días en verano y cada 30 ó 40 días en invierno. Es importante no regar en la floración ni en la recolección para evitar la caída de frutos.

EL RIO SEGURA El Alebo de los cartagineses, el Staber de los griegos, el Thader de los romanos o el Wad-alabyad de los colonizadores árabes es, sin duda, el ingrediente natural de mayor trascendencia de cuantos componen el sustento económico, ecológico y social de este territorio peninsular que es la cuenca del Segura. Los diferentes asentamientos humanos que, a lo largo de la historia, se establecieron en estas tierras de vocación ribereña, se vieron muy pronto ligados al influjo de este singular y paradójico río cambiante. Pero, desgraciadamente, el Segura que inundó los ojos de aquellos primeros pobladores nunca volvería a ser el mismo. Las primeras formas de aprovechamiento como el consumo humano, la agricultura o la navegación, adaptaron sus ritmos a los del propio río. Las estaciones marcaban los ciclos de crecidas y sequías y modelaban la vida de las gentes que habitaban sus riberas y su cuenca, ajustándolas a lasreglas que el Segura imponía. La primera riada registrada en los anuarios históricos, data del año 826. Pero, a pesar de los claros inconvenientes que suponía la irregular disponibilidad de agua y las inundaciones periódicas de la vega, los primeros colonizadores supieron hacer un buen uso de este recurso natural. Fue uno de estos primeros pueblos: el árabe, el pionero en el desarrollo de buena parte del complejo entramado de acequias, arrobas, escorredores y azarbetas, que hoy forman el sistema de regadío de la Cuenca del Segura. Siempre iniciado en un azud del que nacen acequias en una y otra vertiente del cauce, el agua pasa, cada vez, a un canal menor y más ramificado hasta inundar, finalmente, los campos de cultivo, tras lo cual, vuelve a través de los azarbes de nuevo al río. Pero otros muchos elementos e infraestructuras han contribuido a su progresiva transformación. Las norias, inventadas por los romanos e introducidas por los

árabes, junto a los menos conocidos, y en la actualidad inexistentes, molinos y puentes colgantes son los elementos de esa transformación con un mayor valor etnológico y cultural. Las excelentes condiciones climáticas y la fertilidad de su vega, dotaban a esta cuenca de unas características muy favorables para el desarrollo agrícola. Estas ventajas y las interesantes expectativas económicas que su implantación generaba, hizo que no se tuvieran en cuenta aquellas reglas de juego que el Segura exigía. El resultado fue un intensivo poblamiento y una indiscriminada explotación de sus riberas, de su vega y con el paso del tiempo de toda su cuenca. Y así, la dependencia del agua creció al mismo ritmo que lo hacía su explotación, el poblamiento de sus márgenes y la transformación del suelo.

Llegó un momento en que los habitantes del Segura no estaban dispuestos a depender de las al parecer “caprichosas” etapas de escasez y abundancia a las que los fluctuantes caudales obligaban; olvidaban que el pacto no escrito, pero inapelable, que el río dictaba, prescribía respetar sus crecidas y carencias para que el sutil equilibrio que mantiene la vida y la fertilidad no se rompiera. Como resultado de esa creciente situación de inestabilidad, recordemos que a medida que aumentaba la explotación del agua crecía la dependencia y también la sensación de inseguridad, empiezan las grandes obras hidráulicas, que ya nunca se detendrán. En el año 1788 comienza la construcción del embalse de Puentes, al que le sigue el de Valdeinfierno en 1791, ambos en la provincia de Murcia y en la parte alta del río Guadalentín, uno de sus afluentes del que más tarde hablaremos. A partir de este momento tiene lugar una irrefrenable carrera para someter y regular las aguas del Segura No obstante, no es hasta

principios de este siglo cuando comienza una política hidráulica estatal para el control de los recursos con el Plan de Obras Hidráulicas de 1902 y la Ley de Gasset de 1911. La consigna fue: “Que ni una gota de agua llegue al mar sin antes cumplir su función económica“. Desde este momento la desnaturalización del Segura será manifiesta. En 1916 se construye el embalse de Alfonso XIII, en las aguas del río Quipar y, dos años después, el Talave sobre el río Mundo. Entre 1925, año en que se inaugura el azud de Almadenes, y 1957, fecha en que terminan las obras del embalse de Anchuricas, finalizan también las del embalse de la Fuensanta (1933) y el azud del río Taibilla (1942). Pero es 1960 con la construcción del Cenajo, el embalse más grande de la cuenca, cuando el proceso resulta realmente irreversible, poniéndose en funcionamiento hasta un total de 19 embalses y azudes que, en la actualidad, controlan el total de los recursos hídricos. A esto hay que añadir las más recientes obras de encauzamiento y canalización llevadas a cabo durante la pasada década, desde la ciudad de Murcia hasta su desembocadura en Guardamar o el Trasvase de agua desde el Tajo en los años 70. Así pues, y como resultado de esta transformación sin precedentes, nos encontramos ante la cuenca hidrográfica más regulada del mundo Muy lejos quedan ya las aguas libres, cantarinas y limpias, que durante millones de años surcaron el cauce de este malogrado Segura. Hoy sólo es posible contemplar, como un pálido reflejo de lo que fue, su cuenca alta. En ese primer tramo, la contaminación no ha alcanzado los límites de aguas abajo y el caudal, aunque severamente regulado, todavía permite el desarrollo de una vegetación ribereña autóctona, donde la vida esquiva a duras penas el permanente golpeteo asestado por el hombre. Paradójicamente, y aunque mutilado, no hemos podido someter al cemento la bravura de este río y, en ocasiones, el Segura todavía ruge violento exigiendo lo que nunca debimos quitarle: el primer derecho de un río, su propia vega.

La cuenca. El Segura nace en la sierra que lleva su nombre, en el extremo suroriental de la provincia de Jaén y desemboca en la Gola del Segura, Guardamar, en la provincia de Alicante. Aunque la mayor parte de su cuenca la integra la región de Murcia, son seis las provincias que la forman: Granada, Jaén, Almería, Alicante, Albacete y Murcia. Con el término genérico de Cuenca Hidrográfica se alude, no sólo a la propia del río, sino también al conjunto de afluentes, ramblas y acuíferos que, repartidos a lo largo de su eje central, distribuyen sus caudales en ambas márgenes y tienen una conexión directa o indirecta con él. De las numerosas segmentaciones que se pueden asignar a la cuenca de Segura, atendiendo, en cada caso, a factores geográficos, políticos o hidrológicos, hemos creído conveniente establecer una división que en la medida de lo posible contuviera aspectos de los tres tipos de elementos mencionados. Así, se ha dividido el Segura, para su descripción física, en función de sus vegas alta, media y baja por considerar que estas son elementos geográfico e hidrológicos con una clara influencia política. Descendiendo por el río desde su nacimiento, encontramos los dos primeros afluentes todavía en la provincia de Jaén. El Zumeta y el Madera, dos pequeños río que vierten sus aguas en las

márgenes derecha e izquierda respectivamente. Sus caudales, como los del resto de afluentes y ramblas, representan un considerable aporte en el cómputo total de captaciones superficiales, del mismo modo que lo son, los tres ríos-afluentes de origen manchego: Tus, Taibilla y Mundo, cuyos aportes representan un porcentaje importante del agua que circula por el Segura en ese tramo de su recorrido. Aunque no forma parte de la estructura física natural del Segura, el Trasvase del Tajo también se incorpora en la provincia de Albacete, vertiendo sus aguas transportadas durante cerca de trescientos kilómetros, directamente en el embalse del Talave, en la cuenca media del río Mundo. Por el estrecho del Congosto entra el Segura en la provincia de Murcia y, a partir del embalse del Cenajo, que controla el agua para riego de toda la región, comienza la Vega Alta. Una vez recorridas las zonas arroceras de Las Minas y Salmerón, describe dos importantes meandros antes de llegar al estrecho de Cañaberosa, a la salida del cual se le une el río Moratalla o Benamor. Cruza después la vega de Calasparra hasta la desembocadura del río Argos, para recorrer uno de los tramos más espectaculares y mejor conservados de todo su cauce: el cañón de Los Almadenes, un estrecho corredor de paredes verticales, donde aún se puede contemplar la verdadera dimensión ecológica y paisajística de éste río mediterráneo. Hasta allí lleva sus aguas el río Quípar, y juntos atraviesan las vegas de Cieza, Abarán y Blanca, en cuyos términos municipales y en la margen derecha, transcurren y desembocan las ramblas de Agua Amarga, el Judío y el Moro. Se trata de cursos de agua no permanentes con un alto contenido en sales, lo que las hace inservibles para un uso agrícola, pero capaces de expresar un enorme valor paisajístico y geomorfológico, al mismo tiempo que zoológico y botánico. Aguas abajo, el azud de Ojós, construido en 1975 para derivar las aguas del trasvase TajoSegura, representa un primer punto de inflexión en el devenir del Segura. A partir de Ojós, aproximadamente un tercio del caudal continúa por el cauce, el resto es derivado por la derecha hasta el Canal de Crevillente y desde éste al embalse de La Pedrera, en Alicante, y hacia la izquierda el agua es transportada para regar los campos de Lorca y Almería. Abriéndose paso a través del estrecho de la Novia cruza las vegas de un buen número de pueblos ribereños como: Ulea, Archena, Ceutí…, hasta entrar en las Torres de Cotillas, punto de encuentro con el río Mula. Sigue el Segura su recorrido hasta Jabalí Nuevo, donde la presa de la Contraparada distribuye el agua por toda la Vega Media. Atraviesa luego la ciudad de Murcia y recibe, por su margen izquierdo, el canal artificial del Reguerón; construido en la llanura de inundación que formaba el río Guadalentín o Sangonera, conduce las aguas de éste hasta el Segura, controlando así sus periódicas y torrenciales avenidas. La entrada en la provincia de Alicante marca el inicio de la Vega Baja. A partir de aquí, el Segura como tal desaparece para dar paso a una verdadera cloaca encauzada donde al agua, que no llega, se convierte en un espeso lodo maloliente. Los caudales esporádicos que circulan por este último tramo, provienen del trasvase del Tajo y sólo son empleados para usos agrícolas. Después de atravesar las ciudades de Orihuela y Rojales, entre otras, el Segura, muerto desde el azud de Ojós, desemboca en las playas de Guardamar.

La Ecología. No pretendemos en apenas unos cuantos párrafos entrar a considerar la compleja estructura ecológica que cualquier estudio hidrológico de cuenca suscita. Bastará tan sólo con dar una pequeña pincelada a los elementos más relevantes del funcionamiento natural del Segura, como un método de aproximación más al conocimiento de su dinámica y, sobre todo, a su problemática. Una de las principales características definitorias de la realidad ecológica del Segura es su ciclo hidrológico. Nos encontramos en una de las zonas de menor precipitación media anual de la Península, donde además existe un gradiente de aridez creciente a medida que nos desplazamos de noroeste a sudeste, igual que lo hace nuestro río. Se ha comprobado la existencia de una relación directa entre el régimen de precipitaciones y los caudales fluviales, de tal forma, que el volumen de agua circulante decrece a medida que avanzamos. En el Segura, no obstante, los caudales absolutos aumentan hasta su paso por Cieza gracias a los aportes de sus afluentes y a unos mayores valores pluviométricos. En adelante y hasta la desembocadura los aportes disminuyen progresivamente, debido al notable aumento de la aridez y a la intensiva explotación del recurso . Por otra parte el reparto de lluvia a lo largo del año es bastante desigual, lo que también afecta a su dinámica hidrológica. En general podríamos hablar de dos periodos claramente

diferenciados, uno de déficit hídrico, en invierno y verano, y otro de superávit en otoño, incluso algunos años también en primavera. Pero además, y para rematar esta cambiante situación, los ciclos anuales no se repiten de manera sostenida. En ocasiones, el modelo general descrito no se ajusta, en modo alguno, a la realidad climática regional; a largos años de sequía en los que los valores pluviométricos, de modo natural bajos (menores a los 300 mm/año de media), se ven notablemente reducidos, les suceden años de grandes inundaciones, como las más recientes de 1916, 1946, 1973 o 1987. Vemos pues, de una forma clara, cómo esta fluctuante dinámica hidrológica es la responsable del desmesurado desarrollo en infraestructuras hidráulicas que soporta el Segura, y que no tiene otro propósito que el asegurar, en lo posible, el control de las avenidas en unos casos y el abastecimiento mínimo necesario en otros. Sin embargo, siempre que se incide sobre el funcionamiento de cualquier sistema natural, y mucho más si se hace bajo criterios puramente antropocéntricos, los remedios suelen ser peores que las propias enfermedades, como es el caso que nos ocupa. Esa política de actuaciones que, a lo largo de más de doscientos años, ha pretendido el control y aprovechamiento exhaustivo del recurso agua, sin duda, olvidaba aquel importante pacto que los primeros habitantes de la cuenca firmaron con el Segura: La explotación de la vega, nunca pondría en peligro su propia fertilidad. Las inundaciones; las grandes avenidas de agua cargadas de sedimentos, son el origen de las vega y la causa directa de su fertilidad. Alterando este proceso se impide que los periódicos aportes de nutrientes y el lavado de sales que las denostadas riadas traen consigo se produzcan. El resultado es un progresivo empobrecimiento del suelo que, en el caso del Segura, ha llegado a límites insospechados. Se trata, no obstante, de una más entre las innumerables alteraciones ambientales que viene padeciendo este río y de las que más tarde hablaremos. Una de las funciones ecológicas más relevantes y mejor conocidas de un río es su cometido como corredor o pasillo natural de especies, tanto vegetales como animales. Desde este punto de vista, el Segura constituye un vínculo importantísimo en el flujo de biodiversidad a largo de sus más de trescientos kilómetros de recorrido, desgraciadamente inexistente en la Vega Baja e incluso, en buena parte de su Vega Media. Así pues, si fuéramos capaces de pasar por alto esta estremecedora situación, observaríamos cómo el Segura, al menos en su parte alta, todavía ejerce ese papel ecológico como comunicador de especies y ecosistemas, es más, y esto debería resultar evidente, él mismo aún constituye, en algunos tramos, un verdadero ecosistema fluvial. Atendiendo a su configuración vegetal, podríamos dividir la cuenca en tres partes bien diferenciadas: desde su nacimiento hasta el embalse del Talave, un segundo trama hasta el Cañón de Almadenes (Cieza)), y por último de ahí hasta la desembocadura. En general y a medida que nos alejamos de la cuenca alta, el interés botánico decrece. Sólo los dos primeros tramos descritos presentan realmente un valor ecológico alto.

Aun sin tener en cuenta las importantes comunidades de plantas acuáticas y helofíticas (plantas aéreas que tienen sus raíces sumergidas en el agua), como carrizos eneas y juncos, sus riberas todavía conservan una considerable vegetación formada por comunidades terrestres dependientes del río. El bosque de ribera, al que nos referimos, es la única comunidad de frondosas presente en la región murciana, lo que le otorga un incalculable valor añadido a parte del puramente estético y ecológico. En su fase clímax, este bosque está compuesto por especies tales como el chopo blanco (Populus alba), chopos negros (P. nigra.), olmos (Ulmus minor), fresnos (Fraxinus angustifilia), tarajes (Tamarix canariensis) y las abundantes especies de mimbreras del genero Salix. Extraordinariamente adaptadas a las condiciones de humedad, las saucedas desempeñan un importante papel mecánico en la retención de agua, siendo capaces de rebrotar de raíz tras un periodo de avenida. Bajo el dosel que forma el bosque aparecen especies adaptadas a condiciones de sombra entre las que se encuentran los Asparagus, y en sus límites hallamos trepadoras como zarzas y lianas. Zarzamoras (Rubus sp.), madreselvas (Lonicera sp.), emborrachacabras (Coryaria myrtifolia), e incluso espinos blancos (Crataegus monogina), juegan un importante papel en la estructura botánica de las partes altas del río. Otra formación arbórea de gran interés, en la actualidad muy fragmentada, es la avellaneda. Presentes en las partes altas del Tus o el Madera y también en los Chorros del Mundo, en la ribera del Segura sólo se encuentra en las inmediaciones de su nacimiento (Poyotello). Dentro de la comunidad faunística, sólo haremos mención a una especie de mamífero, sin duda la más singular y relevante. La nutria ( Lutra lutra), con una población muy segmentada, se halla todavía presente en las zonas de cabezera. La reducción de la vegetación de ribera, junto a los crecientes niveles de contaminación y algunas artes de pesca están reduciendo de forma alarmante sus poblaciones. Una de estas prácticas especialmente dañina es el Cuar, consistente en mantener en el río durante varios días un sedal con un anzuelo cebado atado a un árbol, las nutrias que atrapan el pez capturado mueren brutalmente ahogadas. Nos hallamos ante una especie protegida que encuentra entre Cañaverosa en Calasparra y el Cañón de Almadenes en Cieza uno de sus últimos cuarteles mediterráneos, por lo que se hace ineludible su conservación.

LA SIERRA Con una superficie aproximada de 2.300 has., incluida la superficie en el t.m. de Santomera Murcia, la sierra de Orihuela está situada entre el límite meridional de las provincias de Alicante y el extremo oriental de Murcia. Pertenece a la comarca del Bajo Segura, en particular a los términos municipales de Orihuela y Santomera, dos de los mayores núcleos de población periférica y sus principales centros de influencia antrópica.

La estrecha relación que se establece entre las características geológicas de sus suelos y la estructura y composición de las especies vegetales y animales que en ellas se desarrollan nos obliga a considerar, aunque sólo sea de una forma somera, los diferentes elementos geológicos, litológicos y geomorfológicos presentes en ambas sierras. Esto nos permitirá

vincular determinados caracteres edáficos como, por ejemplo, la existencia de yesos, pizarras o carbonatos, a la presencia de comunidades botánicas afines, en cada caso, a un tipo de suelo. Situadas en la Zona Bética, nombre con el que se conoce el extremo oriental de la Cordillera Bética, la sierra de Orihuela es un macizo calcáreo de forma alargada y relativamente estrecha, alineada de SO a NE. Se trata del único afloramiento, junto a la vecina sierra de Callosa, de estas características (facies alpina) de toda la Comunidad Valenciana. Sus materiales más antiguos datan del Pérmico (cuarcitas y pizarras), en el Paleozoico, aunque los más abundantes son de origen Triásico (calizas), entre 230 y 180 millones de años atrás. Otro carácter geológico decisivo para la interpretación botánica es el relieve; la presencia de numerosas fallas y pliegues conforma un paisaje escarpado de pronunciadas pendientes con laderas de orientación y régimen de insolación muy variable, lo que supone la existencia de comunidades vegetales adaptadas a condiciones ambientales diferentes según sus necesidades de luz y humedad.

Flora El carácter abrupto y escarpado de los roquedos calizos en un ambiente semiárido, permiten la existencia de algunos taxones rupícolas, a veces endémicos que son extremadamente raros en

otros lugares, como Sideritis glauca y Centaurea saxicola. Sin embargo, existen otros hábitats, presentes en las zonas de mayor umbría que albergan especies propias de maquias bien conservadas. La vegetación de estos enclaves, algunos declarados microrreserva de flora, incrementan notablemente la diversidad de plantas que podemos encontrar en la Sierra de Orihuela. Entre las principales amenazas para la conservación de estos taxones y hábitats se encuentran algunas especies exóticas invasoras como Opuntia rosea, una cactácea originaria del continente americano que ha colonizado amplios territorios de la ladera meridional de la sierra. Principales endemismos de flora de la sierra de Orihuela Sideritis glauca Cav. (Rabo de gato de Orihuela). Se trata de un endemismo local que aparece únicamente en las sierras de Orihuela, el Cantón y Callosa. Descrita para la ciencia por Cavanilles en 1797, es una especie protegida y está incluida en el Libro rojo de especies vegetales de España peninsular e Islas Baleares. Es abundante en fisuras de paredes más o menos verticales, tanto de solana como umbría y constituye, junto a Centaurea. saxicola, la asociación vegetal más singular de la sierra oriolana.

Periploca laevigata Aiton subsp. Angustifolia (Labill.) Markgraf (Cornical).

Las sierras de Orihuela y Callosa, junto al término municipal de Cieza, constituyen las localidades más septentrionales y continentales de la distribución de este endemismo ibero africano. En la sierra de Orihuela constituye la vegetación dominante en puntos determinados del Cabezo Mal Nombre y del Barranco de los Morteros. Centaurea saxicola Lag. Común en las fisuras de rocas y pedregales más o menos verticales de la sierra. Se trata de un endemismo ibero levantino, muy raro en la Comunidad Valenciana. Se cita en el Libro rojo de especies vegetales de España peninsular e Islas Baleares y fue descrito para la ciencia en la sierra de Orihuela por Mariano Lagasca en 1811.

Lafuentea rotundifolia Lag. Endemismo ibero levantino. Crece en fisuras de paredes calizas. En la sierra de Orihuela alcanza uno de los puntos más al norte de su distribución y es común en cuevas o cantiles rojizos, protegidos de la luz solar. Genista valentina (Willd. ex Spreng.) Steud. subsp. murcica (Coss.) Mateo & M. B. Crespo. Arbusto de distribución ibero levantina, muy común sobre rocas en las zonas media y alta de la sierra oriolana. Especies más representativas de la fauna de la sierra Oriolana. Águila Real. (Aquila chrysaetos). Especie de ave rapaz sedentaria que cuenta con una pareja reproductora en la sierra de Orihuela. Las hembras presenta un mayor tamaño llegando a alcanzar los 6 kg de peso y los 2.2 m de envergadura. Los individuos jóvenes e inmaduros abandonan el territorio de sus progenitores llegando a realizar grandes desplazamientos antes de establecer su propio territorio.

Águila-Azor Perdicera. (Hieraetus fasciatus).

Es la otra especie de gran águila, junto a la Real, presente en la sierra oriolana donde existe una pareja de reproducción estable. De menor envergadura y tamaño puede alcanzar los 1.5 m de un extremo a otro de sus alas. Pese a su nombre no es la perdiz la base de su alimentación, que apenas constituye el 10 % de su dieta, completando ésta con lagartos, conejos, córvidos y otras aves.

Halcón Peregrino. (Falco peregrinus). Con una sola pareja nidificante, el H. Peregrino es considerado sedentario en la sierra de Orihuela. Especie rupícola, utiliza los cavidades y grietas de cantiles y cortados rocosos para realizar la puesta. Su potente vuelo puede alcanzar los 300 km/h cuando se lanza en picado.

Búho Real. (Bubo bubo). Se trata de la rapaz nocturna de mayor tamaño de la península Ibérica, que en la sierra oriolana alcanzan densidades muy altas (entre 10 y 15 parejas). De hábitos tanto nocturnos como diurnos presenta un amplio espectro alimenticio, desde reptiles como el lagarto ocelado a mamíferos tan inexpugnables como el erizo. Lirón Careto. (Eliomys quercinus). Este roedor de antifaz y largas orejas, aunque no es muy abundante ocupa desde las zonas de matorral con afloramientos rocosos hasta áreas cercanas a casa, muros y cultivos cercanos a la sierra.

Otras especies:

LA COSTA Por su cercanía al mar y al estar inmerso en sectores muy urbanizados, Orihuela Costa se encuentra muy modificado e intervenida. Como resultado, las comunidades bióticas que actualmente ocupan la zona son propias de ambientes ruderales y antropizados, con especies por lo general muy comunes. Sin embargo, y como se expondrá más adelante, también se presentan algunos taxones (fundamentalmente vegetales) de elevado interés y que son retazos de las comunidades mucho mejor conservadas y estructuradas existentes en la zona décadas atrás.

Cala virgen, adyacente a Cala de la Mosca (Imagen cedida por Jose Antonio López Espinosa)

Comunidades florísticas terrestres

La vegetación objeto de estudio se caracteriza por la presencia de especies propias de ambientes litorales alterados, cultivos abandonados y medios antropizados; y por la permanencia de restos de las comunidades que antaño ocuparon la zona, como las de rocas, arenales y dunas. Entre las especies de ambientes litorales alterados, cultivos abandonados y medios antropizados destacan Atriplex halimus, Erodium malacoides, Plantago coronopus, Salsola kali, Parietaria judaica, Beta vulgaris, Suaeda vera, Suaeda spicata, Mesembryanthemum nodiflorum, Mesembryanthemum crystallinum, Allium sphaerocephalon, Sonchus tenerrimus, Zigophyllum fabago, Asphodelus fistulosus,Asteriscus maritimus, Sedum sediforme, Centaurea sphaerocephala, Echium creticum, Thymelaea hirsuta, Hordeum murinum, Avena barbata, Piptatherum miliaceum, Hyparrhenia sinaica, Stipa

capensis, Helianthemum syriacum, Carrichtera annua, Amaranthus viridis,Diplotaxis euricoides, Lavatera cretica, Convolvulus althaeoides, Mesembryanthemum edulis, Agave americanay un largo etcétera. Este tipo de vegetación suele ocupar ambos márgenes del camino paralelo a la costa. Por lo general se trata de especies muy ubicuas, abundantes y de poco valor desde el punto de vista ambiental, aunque su presencia contribuye a mitigar los efectos erosivos sobre el suelo. En los intersticios de las rocas litorales o allí donde se acumula arena, aparecen los taxones más relevantes. Se trata de la vegetación propia de los roquedos litorales del Mediterráneo. Cabe reseñar la presencia de varias especies de Siemprevivas (Limonium spp.), la mayoría de ellas endémicas del SE ibérico. En concreto en la zona se han detectado, Limonium cossonianum y Limonium delicatulum, Además también están presentes ejemplares de Hinojo marino (Chritmum maritimum) y de Cambrón (Lycium intrincatum), siendo la especie más abundante la Estrella de mar (Asteriscus maritimus). En estas rocas litorales también se localizan especies propias de los matorrales camefíticos de las dunas semifijas, aunque lógicamente no dan lugar a comunidades bien estructuradas. Destaca la Rubia marina (Crucianella maritima), Cuernecillo marino (Lotus creticus), Pegamoscas (Ononis natrix), Bolaga (Thymelaea hirsuta), Elymus farctus, Siempreviva amarilla (Helichrysum stoechas), Uña de gato (Sedum sediforme), Sporobolus pungens, Cakile maritima, Polygonum maritimum, Lobularia maritima. Especial atención merece la Jarilla de cabeza de gato (Helianthemum caput-felis), especie protegida en toda la Comunidad Valenciana. Esta jarilla posee una distribución muy restringida, con poblaciones aisladas a lo largo de distintos puntos del litoral valenciano. De tales poblaciones destacaba por su extensión e importancia la que existía desde Campoamor hasta la playa de los Náufragos. Con el desarrollo urbanístico acontecido en todo este sector durante los últimos años, dichas poblaciones han ido desapareciendo. Actualmente la población mejor conservada se sitúa en el entorno del Cabo Roig y está incluida en una de las Microrreservas de Flora de la Comunidad Valenciana.

Cistus Clusii

Lobularia marítima

Lavatera marítima

Helianthemum caput-felis, una auténtica joya de la flora de Orihuela Costa

Comunidades faunísticas terrestres

Reptiles Destaca la presencia segura de Salamanquesa común (Tarentola mauritanica), Lagartija ibérica (Podarcis hispanica), Lagartija colirroja (Acanthodactylus erythrurus) y presencia muy esporádica de algunos ofidios, sobre todo en los terrenos menos urbanizados.

Aves Las aves son el grupo vertebrado mejor representado en la zona, debido a que en ella confluyen aves terrestres que explotan el medio litoral, aves costeras y los contingentes de especies invernantes. Probablemente el ave más abundante sea el Gorrión Común (Passer domesticus), presente en la zona durante todo el año. La Cogujada Común (Galerida cristata), el Verdecillo (Serinus serinus), Tarabilla Común (Saxicola torquata), Alcaudón Real Meridional (Lanius meridionalis), Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus), Mochuelo Europeo (Athene noctua), Mirlo Común (Turdus merula), Tórtula Turca (Streptopelia decaocto) y la Abubilla (Upupa epops) también son frecuentes en la zona, así como el Pito Real (Picus viridis). Sobre todo en los períodos invernales, en la zona se hacen más habituales algunos fringílidos como el Jilguero (Carduelis carduelis), Verderón Común (Carduelis chloris), y otros paseriformes como la Lavandera Blanca (Motacilla alba), Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros), Mosquitero Común (Phylloscopus collybita), Petirrojo (Erithacus rubecula) y Estornino Negro (Sturnus unicolor). Debido a la expansión que está sufriendo en los últimos años la Cotorra Argentina (Myiopsitta monachus), también son habituales pequeños bandos de esta especie. Durante el verano la zona es frecuentada por Vencejo Común (Apus apus), Golondrina Común (Hirundo rustica), Avión Común (Delichon urbica), Abejaruco Común (Merops apiaster) y Alcaudón Común (Lanius senator). Entre las aves costeras cabe mencionar por su presencia durante todo el año a la Gaviota Patiamarilla (Larus cachinans michaellis) y Gaviota Reidora (Larus ridibundus). Otras aves costeras igualmente abundantes son Gaviota Sombría (Larus fuscus), Charrancito Común (Sterna albifrons), Charrán Común (Sterna hirundo), Gaviota de Audouin (Larus audouinii) y Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo). Durante el invierno, toda la franja litoral se convierte en zona de paso e invernada de muchas especies migratorias, varias de las cuales ocupan la zona de rocas (tanto las charcas de oleaje, como los arribazones) y las orillas de las playas. Entre otras cabría mencionar Vuelvepiedras Común (Arenaria interpres), Chorlitejo Grande (Charadrius hiaticula), Chorlitejo Patinegro (Charadrius alexandrinus), Correlimos de Temmick

(Calidris temminckii), Correlimos Tridáctilo (Calidris alba), Correlimos Común (Calidris alpina), Andarríos Chico (Actitis hypoleucos), Garceta Común (Egretta garzetta), Archibebe Común (Tringa totanus), Martín Pescador (Alcedo atthis), Alca Común (Alca torda). Mamíferos Aparecen especies oportunistas ligadas a ambientes antropizados los roedores Ratón casero (Mus musculus) y Rata común (Rattus norvegicus). Algunas zonas son frecuentadas por el Gato doméstico (Felis catus). En los últimos años se observan frecuentemente ejemplares de Ardilla roja (Sciurus vulgaris), especie en expansión por toda el área. En los terrenos menos urbanizados todavía es habitual el Conejo común (Oryctolagus cuniculus) y esporádicamente el Erizo moruno (Atelerix algirus).

SIERRA ESCALONA Y DEHESA DE CAMPOAMOR FLORA Y VEGETACIÓN El espacio natural de Sierra Escalona y Dehesa de Campoamor incluyen en su área de interés ecológico una superficie sensiblemente mayor de la que comprende el actual límite del LIC. Esta circunstancia resulta evidente, por ejemplo, al estudiar su vegetación y su flora.

Entre las especies de flora más relevantes y, en algunos casos endémicas, cabe destacar: Thymus moroderi y Thymus hyemalis(Incluida en el Catálogo de Plantas Protegidas del País Valenciano), Bupleurum gibraltaricum, Helianthemum almerienses y Teucrium carolipaui. Además, existen dos especies incluidas en el Anexo II de la Directiva Hábitats 92/43: Especies Vegetales de Interés Comunitario para cuya conservación es necesario la designación de zonas especiales de conservación. Nos referimos a:

Helianthemum caput-felis: Especie de caméfito propia del mediterráneo occidental, típicamente asociada a espacios costeros (Acantilados y arenales), que recibe su nombre por la forma de los capullos florales que, en general, parecen una pequeña cabeza de gato. Florece entre febrero y abril y se encuentra legalmente protegida por el convenio de Berna y la

Directiva Hábitats. En el Catálogo de Especies Amenazadas de la IUCN está catalogada como Vulnerable.

Sideritis incana ssp. glauca: Se trata de un caméfito sufructicoso, que vive en roquedos de naturaleza calcárea y que florece de marzo a junio. Presenta una distribución Ibero-levantina, resultando endémico del sudoeste de Alicante. Catalogado como Vulnerable según la IUCN. Sierra Escalona y la Dehesa de Campoamor forman la mayor y más importante masa forestal del sur de la provincia de Alicante. Una sencilla división de sus formaciones vegetales permitiría habla de formaciones silvestres y antrópicas. Entre las primeras destacan los pinares de Pino carrasco (Pinus halepensis), como especie arbórea predominante, acompañada de especies arbustivas de matorral noble como la coscoja (Quercus coccifera), el lentisco (Pistacea lentiscos) o el palmito (Chamaerops humilis). Junto al pinar aparecen otras formaciones de interés que, en algunos casos, podemos encontrar en muy buen estado de conservación como son los prados anuales y los tomillares, además de las comunidades de ribera propias de barrancos, ríos y ramblas y que se comentan más abajo.

Las formaciones vegetales de carácter antrópico, constituidas por los cultivos de secano (almendro, olivo y algarrobo), así como los eriales de los mismos se localizan, preferentemente, en las zonas llanas (abancaladas) del pie de monte y las zonas adyacentes de la sierra. También en algunas vaguadas de las zonas de monte, si bien éstas últimas con carácter muy disperso y generalmente con cultivos abandonados. Este tipo de cultivos, generalmente de porte arbóreo, presentan unas características de manejo de intensidad media o baja que permiten el desarrollo de diversas especies de flora silvestre. Entre las especies de flora silvestre que pueden encontrarse en esta unidad cabe distinguir entre

aquellas pertenecientes al matorral noble y que han permanecido en zonas no roturadas entre cultivos (situadas entre bancales, en las zonas no labradas) como el lentisco, la coscoja, el espino negro (Rhamnus lycioides), el enebro (Juniperus oxicedrus) el acebuche (Olea europaea var. Sylvestris) o el palmito, de las que espontáneamente se desarrollan en los propios suelos cultivados y que en su gran mayoría son de porte más herbáceo tales como: el romero (Rosmarinus officinalis), el esparto (Stipa tenacissima), las albaidas (Anthyllis cytisoides y A. terniflora) o la bolaga (Thymelaea hirsuta), entre otras. En el espacio natural que comprende la Sierra de Escalona y la Dehesa de Campoamor se pueden encontrar formaciones botánicas recogidas en la Directiva Hábitats en un excepcional estado de conservación que, además, ocupan determinadas zonas incluidas en el PAU 21 (en ciertos casos sobre una superficie considerable: concretamente los hábitats con códigos 5330 y 9540 en 200 hectáreas) y que se relacionan seguidamente:

FAUNA Aves Sierra Escalona está incluida en la red de IBA (Áreas de Importancia para las Aves) debido, fundamentalmente, en su relevancia para la conservación de aves de presa tales como el águila-azor Perdicera (Hieraaetus fasciatus) y el águila real (Aquila chrysaetos), que utilizan la zona como área de dispersión Se trata de áreas en las que se asientan individuos no reproductores durante periodos de tiempo variables. Se caracterizan por su abundancia de presas y suelen ubicarse sobre mosaicos de vegetación natural y tierras agrícolas. Su buen estado de conservación es muy importante, dado que garantizan una tasa de supervivencia adecuada de los ejemplares no reproductores, los cuales, a su vez, son necesarios para garantizar una suficiente tasa de recambio de la población reproductora: cuando un individuo reproductor muere, es sustituido

por un ejemplar no reproductor, que antes de ocupar un territorio de cría ha estado viviendo en estas áreas de dispersión. En el caso del águila-azor perdicera las áreas de dispersión en España que garantizan la supervivencia de la especie son las siguientes: Valle del Tajo, Cuenca del Guadalquivir, Sierra de Escalona y los Secans de Lleida (Ontiveros et al., 2004). La IBA nº 168 MONTE EL VALLE Y SIERRAS DE ALTAONA Y ESCALONA es, por tanto, una de las cuatro áreas de dispersión que existen en España para el águila-azor perdicera. Además, el número de águilas procedentes de otras áreas geográficas resulta imposible de precisar con la información de la que disponemos actualmente, pero a juzgar por la proporción de individuos marcados respecto a los observados no debe ser inferior al 50%. Esto supondría que anualmente podrían visitar Sierra Escalona y sus alrededores un mínimo de 136 águilas perdiceras y 110 águilas reales. Además de estas especies, la zona alberga una importante población nidificante de busardo ratonero (Buteo buteo) y búho real (Bubo bubo) y algunas parejas reproductoras e invernantes de aguililla calzada (Hieraaetus pennatus) y culebrera europea (Circaetus gallicus). En definitiva, la IBA nº 168 MONTE EL VALLE Y SIERRAS DE ALTAONA Y ESCALONA puede considerarse una de las áreas más importantes para las aves rapaces de toda la Comunidad Valenciana, albergando especies del anexo I de la Directiva de Aves Silvestres y cumpliendo sobradamente criterios para ser declarada ZEPA.

Verdecillo

Búho Real

Águila Perdicera

Abejarucos MAMÍFEROS Gato montés Felis silvestris (Schreber, 1775) Categoría UICN (2001): Vulnerable Se distribuye por Europa, desde la Península Ibérica hasta Asia Menor, India Central y China. A pesar del gran área que ocupa, la fragmentación de los hábitats y la discontinuidad de su distribución hace que sean muchas las poblaciones europeas que se encuentran en proceso de aislamiento. Los principales problemas de conservación parecen derivados de la pérdida de hábitat y su fragmentación, la mortalidad no natural asociada a la persecución en cotos de caza menor y los atropellos y la hibridación con el gato doméstico. Los estudios previos parecen señalar al área señalada como una de las mejores zonas para el gato montés en el Este de la Península. La especie está presente en la mayor parte del LIC “Sierra Escalona y Dehesa de Campoamor” y en sus alrededores (Rambla Fayona, Río Nacimiento, Barranco del Lobo).

Jineta Genetta genetta (Linnaeus, 1758) Categroría UICN (2001): Preocupación Menor En la zona de estudio, aunque ha sido observada en diversos hábitats, parece especialmente ligada a las manchas de pinar y sus ecotonos con cultivos. A juzgar por estos y otros rastros, el muestreo fotográfico y las observaciones directas, la jineta sería abundante en toda el área de estudio y especialmente en los barrancos arbolados del interior del LIC.

Zorro Vulpes culpes (Linnaeus, 1758) Categoría UICN (2001): Preocupación Menor Se han obtenido datos de presencia de zorro para todas las cuadrículas del área de estudio. La especie ya se consideraba como el carnívoro más común en estudios precedentes de carácter local y en el Atlas de los Mamíferos Carnívoros de la Comunidad Valenciana.

Tejón Meles meles (Linnaeus, 1758) Categoría UICN (2001): Preocupación Menor Al contario de lo esperado por la escasez de citas de los años 80 y 90, el tejón parece frecuente en la mayor parte de la zona de estudio. Las primeras referencias de la especie corresponden a Blas-Aritio (1970) que cita su presencia en San Miguel de Salinas en los años 60. A partir de entonces, las observaciones son escasas y se centran en el Río Nacimiento y las Sierras de Pujálvarez y el Cristo. Sin embargo, en 2003 se han localizado rastros (huellas y letrinas), observaciones directas y capturas fotográficas en las Sierras de Pujálvarez y el Cristo, Sierra Escalona, Lo Ballesta, Las Contiendas, El Espartal y Río Nacimiento.

Garduña Martes foina (Erxleben, 1777) Categoría UICN (2001): Preocupación Menor Esta especie es citada como presente en estudios anteriores que recopilan información fundamentalmente de los años 80 y 90, aunque se le considera escasa.

Comadreja Mustela nivalis (Linnaeus, 1766) La comadreja también aparece citada como presente en el área de estudio. De lo anteriormente expuesto se deduce la importancia de la Sierra de Escalona y la Dehesa de Campoamor como espacio natural de excepcional interés para los mamíferos carnívoros, al albergar una de las comunidades más completas y abundantes de toda la Comunidad Valenciana.

Tomillo

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