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Author:  Hugo Segura Duarte

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MANUEL M. FLORES SU RETRATO Y BIOGRAFIA

CON EL JUICIO CRITICO DE SUS OBRAS y

Poesias escogidas de varios autores COL ECOION A DAi

DAIO

~

DIRECCION DEL SR.

Gral. D. Vh~ente Riva Falacio, contando además con la bondadosa colaboración de los Sres. Ignacio M. Altamirano, Manuel Peredo, José M. Vigil, Juan de D. Peza, Francisco Sosa. y otros de nuestros más eminentes liter~tos de esta Capital y de los Estados.

LIBRERIA LA Ir.USTRACION. 12.-PRIMERA DE SANTO DOMINGO.-12

MEXICO l°

D~

.JUNIO DE 1855.

MEXICO

M'A NUEL M. FLORES. en 1840, en el pintoresco valle de San Andrés Chalchicomula, (Estado de Puebla), á la falda occidental del Orizaba. Su padre D. José Vicente Flores, comercian. te y agricultor bastante acomodado, era un tipode honradez y de caballerosidad, y la madre de nuestro poeta, Doña Dionisia Mal'tinez, fué siempre citada por la bondad y sencillez. de' BU ,corazón, tlsÍ como por su espíritu eminentemente religio::w. Terminada su instrucción primaria, Manuel Flores, en unión de su hermano Luis, vino á México (1855), al Colegio de Minería. Pero el estudio de las matemáticas era poco conforme con sus inclinaciones, y apénas; 'es.: .: tuvo: allí año y medio." ,.En ~aeguida, ent~~.al = ACIÓ

N

6

de San Juan de Letran, del que no t&rdó en separarse, pues después de dos años, un deseo ardiente de goce y de libertad se había. apoderado de él. rromó un modesto cuarto en el Hotel de París, y durante tres años vi· vió al caprichu de su corazón y de su fantasía, ocu pado únicamente de amores y versos. Entónces hizo su primer conocimiento, palitante íntimo por cierto, con la pobreza; entónces aprendió á sufrir, pero aprendió tambien á sentir y amar. Aquella época, es en la vida de Flores una de las más crueles, y sin embargo, una de las más hermosas y quetidas para él, y puede resuruirse en estas palabras: pobreza y amor, poesía y libertad. De entónces data una gran parte de sus Pasionarias, de esos bellísimos cantos que nadie ha. podido igualar entre los que cultivan la poesía en México. Tres años más tarde (1863), volvi6, hijo pródigo, al hogar paterno en el risueño valle de su infancia. La fortuna de su familia estaba en ruina, commmándose ésta con motivo de la intervención fnmcesa, que obligó al Sr. Flores y á. sus hijos ti trasladarse á la Sierra del Norte, á Teziutlan, en donde nuestro ,poetc'l, estuvo e~do

de la. 5ecretm:futle la Jdaturapó-

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lítica y Comandancia militar del Distrito. Ocupada la plaza de Teziutlan (1864), por los aust.riacos, Manuel Flores y Luis su ,hermano, que estaban notados por sus ideas republicanas y su hostilidad al Imperio, fueron aprehendidos por órden elel gener~l conde de Thun, conducidos tí Perote y encerrados en la fortaleza. De ella sa.lieron á los cinco meses, para el destierro. rrocóle por suerte á Mauuel Flores residir en la ciudad de Jalapa, en donde no pueden sentirse las amarguras del ostracismo; porque allí, bajo un cielo encan tador, en medio ele los paisajes m:í.s ri· sueños, entre flores de aroma. que embriaga, cerca de mujeres en quienes no sabe uno qué admirar más, si la bellei:a del rostro ó la del alma; en una sociedad franca y hospitalaria por excelencia, que brinda con horas que difícilmente podrán disfrutarse en otra parte, en Jalapa, que, es un nielo de amores, el poeta ardiente y apasionado tenía que olvidar las penas de la ausencia del hogar y aún la falta de recursos, al entregarse á las suprelllas delicias que desde los primeros albores dé su juventud han Í'Jrmado el encanto de su vida: amar y ser amado. Quien haya leído las poesías de Flores, recordará que Jalapa ha merecido de él algúnos de sus más sBntidos

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. versos. El recuerdo de Jalapa jamái podrá borrarse de la memoria del poeta. COT1sumada en 1867 la restauración de la Repú blica, terminó el destierro de Flores. Al vulver al Distrito de San Andrés, Flores se encontró con una credencial de diputado á la Legislatura de Puebla. En aquellos momentos su padre moría repentinamente. . Abn~mado por ese dolor inmenso é impre,>visto, fué á Puebla á ocupar el puesto para , que fuera electo y á tomar, por consjguiente, parte en la política, que siempre le hadisgustado. Durante e:-3e perIodo desempeñÓ tambien aunque 1JOr breve tiempo, la Secretaría de Fomento é Instrucción Pública del Gobierno del Estado de Puebla. , Al terminar SU8 tareas legislativas, vino al Congreso de la Unían (187U), representando al Distrito de su nacimiento, y una vez en la capital de la República, querido, estimado por 108 literatos y poetas más distinguIdos, tomó parte en la redacción de varios peri6di· COi literarios y polítioos. Al cerrarse el Congreso, Flores regresó á Puebla, en donde el Gobierno del Estado le confió las cátedras de Literatura é Historia. A poco fué electo senador por uno ele los Distritos de la Sierra; formó parte de la Junta

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Directiva de la Academia de Educación y Bellás A rtes, y la Sociedad de Profesores le nombró su presidente honorario. Por segunda vez fué electo para representar un Distrito de Puebla en el Congreso de la Union (1876), cuando sobrevino el triunfo de la revolución iniciada en Tuxtepeo. Desde entónces, Flores ha vivido en la pobreza y en el olvido, EÍn encontrar la justa remuneración de sus trabajos ni como esci'Í. tor ni como profesor. Las paRiones políticas, que todo lo atropellan, que elevan á puestos distinguidos á verdaderas nulidades, miéntras que hunden en el olvido á personas que son la honra de su patria, han sido causa de que Manuel Flores en estos últimos años hubie. . se arrastrado una vida precaria; encontrándose en la actuaiidad gravemente enfermo de los ojos. No hemos aún hablado del poeta sino ligeramente, y es tiempo ya de hacerlo. Manuel Flores es uno de los pocos hombrp.s á quienes sin contradicción han procla- . mado sus contemporáneos como una verda- · dera gloria patria. S~s amigos le quieren entrañablemente porque conocen toda la bondad de su corazón, toda la elevación de sus sentimientos, ' todo su mérito literario. Los

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que 8610 han leído sus poesías, le proclaman como el primero de los poetas eróticos mexicanos; propios y extraños reconocen su mérito y le colocan entre los más €minentes bardos del Nuevo Mundo. Mucho nos extenderíamos si pretendiéramos reproducir 8jqui~ra algúnos de los principales escritos en que se han señalado las incomparables bellezas de las poesías de FlorQ¡;l, y como esto no sería propio de este lugar, y nos apartaría del plan que hemos venido ohservando en esta galería biográfica, habrémos de lhnitarnos á insertar únicamente los párrafos publicados en España. En el tomo XLV de la Biblioteca Universal, se lee lo siguiente: ' ":lVIanuel .M. Flores es el poeta de ese amor ' "que ne,cesita para desarrollarse, . el clima "abrasador del verano de Nápoles, y tener " bajo BUS piés el suelo palpitante del Veau"bio, Y estar iluminado por ellefiejo de una "erupción de aquel sepultador de ciudadeB: "las más veces le inspira lo que se ha llama"do el demonio de Byron: como éste, estre" mécese áun con su ternura. Los cantos er6" ticos de Flores son 19t voz de la tormenta "de la pasión. Su lira de hierro enrojecido " sólo tieue acentos para la mnjer, de la que

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" hace una diosa mitológica, tan pronto re.. "bosando virtudes, tan pronto miserias; pe. "ro grande y magnífica siempre, como Luz" bel ántes y despues de su caida. Recorred " sus irreprochables traducciones ó imitacio" nes de los mejores pJetas, y vereis que siem" pre ha elejido los pü,sajQsde más sublime 6 "demente pasión: del Dante, Prancesca; de "Horacio Glicere/ de Shakespeare, Ofelia y "Jlllieta,. de Goethe, Fa.usto; de Reine y " del cruel Les5ing, los más sangrientos epi"gramas. Flores es en su género lo que en "el suyo son sus dos compatriutas Justo " Sierra y José Rosas; joyas de altísimo pre"cio. Flores es un poeta de grande inspira"ción; su versificación, llena, conceptuosa y "musical. Tiene el sólo defecto de descuidar "mucho la prosod¡a: él mismo lo confiesa en "las cuatro palabra:-; que puso al frente de sus " poesías." En la R~1)i~ta de Andaluda public6 D. A. Fernandez Merino, un extensísimo juicio de las poesías de Manutll Flores, que concluye, despues de haber marcado las principales bellezas que encierran las Pasionarias y des.. pues de tributarle é]ogioB que pocos poetas habrán recibido, con las siguientes palabras: "Creemos que es Manuel M. Flores uno de



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aquellos poetas que jamás morirán; ·sus "composiciones lo harán vivir al través de " los siglos; y si hoy en la vieja Europa aún " no se le rinde el tributo que merece, débe" se únicamente á que hasta hace muy poco "t.iempo el Gobierno lVlexicano no tuvo el " feliz acuerdo de enviar á nuestra patria á " un jóven diplomático, del claro talento del " Sr. Peza, que tan fuertes lazos; ha echado "entre las dos nacione~, gracias ,al conoci"miento que nos ha hecho adquirir de la so" bresaliente literatura mexicana, como Hi -. " jary Harohabía probado ya el considera" ble adelánto que en las ciencias ha conse " guido México. " Las sobresalientes bellezas de Flores co· " rren parejas con su perfecta originalidad: " ni en las literaturas clásicaR, ni en las lite"l'atuTas model'na5, puede decirse que hay , "un determinado autor que sea un modelo. " Nació poeta, es expont~neo ~7 casjzo; mu" chas veces su propio brío, le hace cometer "incorrecciones, que bien se le pueden dis" pensar en gracia á la brillantez de SllS imá" genes y á la belleza de sus ideas. El vato " me~icano no t.iene el ímpetu arrebatado de "nuestro Espronceda, no hay en él la. porH

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" funda melancolía de :i\fusset, ni la sarcásti" ca amargura de Heine, que es de quien más "dista, á pesar del poco concienzudo afan de "algúnos, que ligeramente asientan que es "con quien más similitud tiene. N o cabe " p~nsar siquiera en un paralelo entre Reine " y Flores; no puede creerse que el primero " sea un modelo que el segundo se haya pro"puesto; los términos son contrarios; hay " entre ambos la diferencia que existe entre "un dia del caluroso Est.ío y un dia de la " plácida Primavera: en los dos el sol brilla "y la naturaleza muestra explendente sus " galas; pero el primero todo lo abrasa, todo . " lo seca; el segundo hace que todo viva, que "todo florezca. Las cuerdas de la lira del " poeta mexicano, al ser heridas, producen so" nidos que encantan; las del autor del Inter" '1nezzo responden á la pulsación con crugi" dos y se rompen." Tan acabados elogios nada de hiperbólico encierran, para quien ha tenido la fortuna de deleitarse con la lectura ele las obras de nues. tro poeta. En nuestros labios parecerían dictados por la pasión, por el deseo de enaltecer todo lo que á nuestra patria se refiere;en los de los extraños no pueden ser tachados,y complácenos por lo mismo reproducir esos conceptos.

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Flores ha fundado y redacta.do en Puebla los periódicos La Palabra Libre y El Li¡'re Pensador, y ha colaborado en las principales . publicaciones mexicanas. Es miembro de las corporaciones siguientes: Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Conservatorio de Música y Declamación, Sociedad de Historia Natural, Liceo Hidalgo, Concordia, Netzahualcoyotl, Rodriguez Galvan, Artesanos de Puebla, Edén de Jalapa, Florencio M. del Castillo, de Monterey y de algúnas otras. ' Cerraremos estos brevísimos apuntamientos recomendando al lector que quiera enriquecer su biblioteca, la segunda edición aumentada del hermoso libro á que debe su celebridad, y que lleva por título: Paswna• nas. M~xico,

1884. FRANCISCO SOSA.

Este ilustre poeta, que tanta honra dió á su patria con sus inmortales cantos, falleció en México, el 20 de Mayo de 1885.

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EL ALMA EN

PRIM.AVERA~ •

¡Sol de la juventud, en sed de amores Tu ardiente rayo el corazón inflame! . ¡Primavera del alma, dame flores Que al són elel arpa por doquier derrame! \

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EL ANGEL DEL HOGAR. (A

ENRIQUE.)

· Una madre me di6 el cielo, y cuando pequeño fuí Mi cuna no tuvo ángel .... Estaba mi madre allí. y era tan dulce su acento, Eran sus ojos tan bellos, r-ran blanda la cabecera Que me daban sus cabellos;

Tan dichosa su sonrisa, Tan profundo su embt}leso, Tan tiernamente inefable Sobre mis ojos su beso; Que yo ¡feliz! no sentía Que dejaba al despertar, A los ángeles del sueño Por el ángel del hogar.

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y así pasaron, pasaron De mi inocencia las horas, Cual pasaría bajo el cielo Una procesión de auroras.

Hast.a que llegó el momento De separarnos los d03, y al hijo la dulce madre Puso al amparo de Dios. y quedó Eóla mi madre, Sólo, y t.riste en el hogar, Donde el eco de mi nombre Se escuchaba sollozar.

Aquellos ojos queridos Que en mis ojos se miraban, Con lágrimas se dormian, Con lágrimas despertaban. Lágrim'as que debería Secar de rodillas yo, Lágrimas, madre querida Que yo no merezco, no. Que ingrato en tanto buscaba La dicha lejos de tí .... Perdon, madre de mi vida. . .. Tú sabes cómo volví.

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VolvÍ, sí. ¡Qué dulce llanto El volverse á ver arranca! Mas tu frente estaba pálida, Tu cabeza estaba blanca! .... Que mi ausencia desdichada Tu corazón lastimó, y el pesar de mis pesare/) . Tu cabello emblanqueció ..•• Juventud, locos placeres, Ilusiones mundanales, ¿VaJeis una soja gota De los ojos maternales? Santa madre, íJolo mío, lV[i culto, mi única fé, jCon qué dolor á tus plantas Confuso me arrodillé! .... jC6mo Iperdon! te gritaba y sollozab3. tu nombre! Oómo mojaba tus canas Con mis lágrimas de hombrel jCómo las tuyas bañando Mi rostro .... y mi corazón, Derramaban en mi vida El bautismo del perdónl

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En pago de mis errores, En pago de mis agravios, Bendiciones y consuelos Sólo me dieron tus lábios! ....

y uesde cntónces, mi madre, Tú lo sabes .... un altar Levanté dentro de mi alma Para el ángel de mi hogar.

y mi madre es mi cariño, Mi fé, mi orgullo, mi amor; y porque la tengo, creo En tu bendición, Señorl

Enrique, tú en la inocencia No comprendes todavía Lo que es esa Providencia Que llamamos 'madre mta.

y pues el cielo te ha dado Una tan buena y tan bella, Cuanto amor hay encerrado En tu alma, dáselo á ella. Ese ángel que en tus ensueños Ves, que ie inclina á besarte,



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Es ella que de tus sueños Las horas viene á robarte. Que para aUlor como el suyo Es una vida bien poca, y por cada beso tuyo Otra te diera su boca.

Alma á su alma prendida Eres, con lazo de flores, y la vida de su vicla, y el amor de sus amores.

Amala, no por el cielo, Amala, no por deber, Sino porque ella es consuelo, y vida y santo placer. y en el alma, desde niño, Levanta el místico altar De un infinito cariño Para el ángel del hogar. ::::.:=::::-._: -' ,,_._---

~ -.

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ORFANDAD . . A María. ¡Cuánto es triste pensar en tu destino, Pobre niña que vas por tu camino Sin bienhechora luz, Atrás dejando, en sus sepulcros yertos, Yacer el polvo de tus padres muertos Bajo la negra cruz! Tú juegas, pobre niña, tu sonríes; Cual linda mariposa entre alelíes Por la existencia vas. Aun no hieren tu planta los abrojos, Aun no saben de lágrimas tu,s ojos, Es tu alma toda pa~. En tus ojos purísimos aun tienes Algo del cielo azul de donde 'd~nes, Paloma ele candor. Toda inocencia, hoy eres todavía Hermana de los ángeles, María, La hija del Señor . •

22 Mas jay pobre ángel!

En

~uándo

en el mundo infame

inocente corazón derrame Su veneno mortal; Cuando bañada en lágrimas, María~ Exclames sollozando ¡l\1nche mía! y madre no hallarás. ti.!

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¡Ay! una madre .... corazón q ne a(lora Sin cansarse jamás. Dolor que llora. N uestro mismo dolor; Alma á nuestra alma por el cielo unida, Entrañable pedazo de la vida,

,meo S'n,l1, t,o amor., ....

{ T •

lTna madre es así. ... y así la mía y no la tienes tú, pobre lVIaría; No hay ángel en tu hogar .... AQuién te la puede dar sobre la tierra? Cuanto tesoro el universo encierra N o la puede comprar .... • • • • •

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Dios, que al pájaro errante dá la espiga, y cuida de la alondra, de la hormiga, y de la flor de Abril; Dios el clemente, el bondadoso, el Padre, Es un inmenso corazón de mítd!'e y el cielo te dará .... la tiene allí.

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LA ULTIMA FLOR. (A MANUELA.)

Ultima flor .... para. tus hojtl~ ~eca~ Tiene el recuerdo su secreto llanto, Quizá serán las lágrimas postrerlts Del corazón que padeciera tanto. Ultima flor. ... Naciste con el di a, Abriste al ciela la gentil corola, Fui~te el amor del sol y de la brisa .... Hoy yaces triste, marchitada y B6la. Tambien yo tllve el cielo de unog ojo~, Los suspiros de una alma enamorada, Las caricia~ de un angel ... mi tesoro ... Los be508 de su boca idolatrada. Su mano resbalaba en mis cabellos, Reposaba en BU !Seno mi cabeza; y secando su llanto con mis besos, Se cm briagaba mi amor en su belleza,

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Escuchaba 811 voz, canto suave, Inefable munnullo desprendido De un corazón de fuego, palpitante Que me daba latido por latido. I

y la llamaba entre mis bra7.os mía, y muriendo de amor, la acariciaba, y muriendo de amor, dábame vida El beso que mis lábioB abrasaba ....

. . . . . . . . . . ." . . . . . . .. . . . .... . . . . . .. . . . "

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La dicha de la vida es una rosa Que se seca también y ~e marchita; Deshojóse la flor .... quedó el arOIDft .. .Dulce memoria de mi amor bendita .



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ROSARIO. Cuando hizo Dios á la mujer primera Tan hella. la encontró, que hacerle quiso UIi presente de amor que etente!, " Detente .•.... y á mi oídC! Lleg6 como un Oal"rttllo de p~lóllle.

tI

La nota de un gemido; A19o como un suspiro de la noche RompieOllo del silencio la honda calma; Algo como la queja De una alma para otra alma ..... . Algo COPlO el adiós con que 108 muertos, Del amor al esfuerzo soberano, Saludan desde el fondo de sus tumbas Al recuerdo lejano! ••• • ••• •••••• • • ••• • • • •

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• • • • • • • ••

Al despertar de aquél supremo instante Del letargo somhrío, -: _ La noche de la ausencia desplegaba Su impenetrable velo, -. Sus sombras sin estrellas, Su atmósfera de hielo .... Esa odiosa ceguez en que el ausente Proscrito del cariño, Cumple con su destierro, sURpirando Por sus recuerdos vírgenes de niño; Ese inmenso dolor que hace del alma En el terrible y solitario viaje, Un árido desierto En donde es un miraje cada punto y en donde es un amor cada milaie ....

y así de la ampolleta de mi vida Se desli5ban l&s~~rll66 hOrM

.

.

ea •

Sobre mi frente mústia y ahatida, Sonando al extenderse en lontananza, Como una dulce estrofa desprendida Del arpa celestial de la esperanza; Así, cuando una ve ", en el instante En que la blanca flur de mi delirio Desplegaba en los aires su capullo; Cuando mi muerta fé se estremecía Bt\lo sus ropas fúnebres de duelo, Al ver flotando en el azul del cielo El alma de mi hogar sobre la mía; Cuando iba ya á sonar para mis ojos La última hora de llanto, y se cambiaba en música. de salve La música elegiaca del mi canto; :l\1i corazón, cJml> la flor marchita Qué se abre á las sontisas de la aurora Esperando la "iJa de sus rayos, Tambien se abrió .... para plegar su broche, A las carioias del amor abierto, Encerrando en el fondo de su noche Las caricias de un muerto! ...• En el espacio blanco y encendido Por los tl'émulolD rayos de la luna, Yo ví asomar su sombra .... La gasa del sepulcro le envolví~l, Con sus espesos pliegues .•, .. ~. En BU frente espeatml se dlb~alm, . .. .

6~

Una aureola de angustia, lo que dijo Se perdió en la región donde flotaba .... Su mano me bendijo ... . Sil pecho solIazaba ... . La sombra se elevó como la niebla Que en la mañana Re alza de 108 cainpos¡ Cerré los ojos suspimndo, y lnego .... Oi un adios en la profunda calma De aquella inmensidad muda y tranquila, y al levantar de nuevo la pupila El cielo estaba negro como mi alma! En ell'eloj terrible Donde cada dolor marca su instante, El destino inflexible "Señalaba la cifra palpitante De aquella h0ra imposible; Hora -triste en que el Íntimo santu"ario _De mili sueños de gloria, Vió su altarsolital io, Convertido su sol en tenebrario, y su culto en memoria .... Hora negra en .que la urna consagrada Para envol~erte ¡oh }1fldre! Del cariño en la esencia }JeIíumada, Fué nn sepulcro sombrío Donde solo dejaste tu recuerdo

Para hacel'más, inmenoosu

vaci(J~ " -

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¡Padre .... perdón porque te amaba tanto, Que en el orgu~ lo de mi amor creía Darte en él un escudo! Perdón porque luché contra la suerte y desprendenne de tus brazos pudo! ¡Perdón porque á tu muerte Le arrebaté mis últimas caricias y te dejé morir sin que rompiendo Mi alma los densos nublos de la ausencia, Fuera á unirse en un beso con la tuya y á escuchar tu postrera confidencia! Sobre la blanca cuna en que de niño Me adurmieron los cantos de la noche, El cielo azul fiotaba, y siempre que mis párpados se abrían, Siempre hallé en ese cielo dos estrellas Que al verme desde allí se sonreían; Mañana que mis ojos Se alcen de nuevo hácia el espacio umbrío Que se mece fugaz sobre mi cuna, Tú sabes, padre mío, Que sobre aquella cuna hay un vacío" Q ne de esas dos estrellas me falta una~ Caíste .... de los libros de la noche Yo no tengo la ciencia ni la clave; En la tumba en que duermes Yo no sé si el runor tiene c~bida •••.

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Yo no sé si el sepulcro ' Puede amar á la vida; Pero en la densa oscuridad que envuelve M i corazón para sufrir cobarde, Yo sé que existe el gérmen de una hoguera Que á tu memoria se estremece y arde .... Yo sé que es el más dulce de los nombres El nombre que te doy cuando te llamo, . y que en la religión de mis recuerdos Tú eres el dios que amo. Caíste .... de tu abismo impenetrable La helada niebla arroja Su negra proyección sobre mi frente, Crepúsculo que avanza Derramando en el aire trasparente Las sombras de una noche sin oriente y el capuz de un dolor sin esperanza. Padre ... duérmete ... mi alma estremecida Te manda su cantal' y sus adioses; Vuela hácia tí y flotando Sobre la piedra fúnebre que sella Tu huesa solitaria, . 1\E amor la enciende, y sobre tí, sobre ella, En la noche sin fin de tu sepulcro Mi alma será una estrella.

1871.

67

JM::anuelOarpio ..

EL TURCO· ODA.

Del Bósforo vagaBa en· la ribera De noche un turco de su bien distante, Pálido de mortal melancolía; Mal compuesto llevaba su turbante, y con voz angustiada así decía: AqllÍ en la playa de los tristes mares,

A.l resplandor de la callada luna, Renacen en el alma mil pesares H nwordar que la querida mía lusentóse llorando de mi lado, ~lorando inconsolable en su agonía.

Jnfeliz, agitado, sin consuelo, ro mismo llle desgarro la honda herida lue abrió en mi pecho el enojado cielo. ~e borrasca en borrasca arrebatado, ~11

medio de la angustia más tl'eInenda,

68 i

pe la vida fatal corrí la senda, Sin encontrar en mi dolor terrible . Algún amigo á quien volver la cara, Que por piedad mis ojos enjugara ¡Ay! infeliz del que nació sensible! Ora tal vez la hermosa en blanclo lloro Mojará su blanquísima mejilla, y suelto al aire su cabello de oro, Sobre la arena hincada la rodilla, Acaso volverá sus ojos tiernos y entran1bas manos á esta triste orilla. 0, qué sé yo, si al resplandor divino De esa luna tranquila y apacible, Asida al brazo de un rival amado, Palpitará su corazón sensible, Como otras veces palpitó á mi lado. Desde la hora fatal de su partida Devorado de bárbara tristeza, Busco la soledad más escondida, Visito á solas la musgosa fuente, reCOlTO tal vez la playa ardiente Que alIado frecuenté de mi querida. ¡Con qué placer pasábamos las horas Oyendo de las aguas el estruendo, y el triste grito del alción marino Que revolaba sobre el mar tl'emendc! Su blanca mano aquí coger solía

°

e!

El nido de la acuática paloma, O lazos á la-tórtola tendía · Entre el junco flexible y amarillo. ¡Cuánto aprecié sus inocentes juegos! ¡Cuánto envidié su corazón sencillo! ¿Cómo se fueron tan hermosos días? ¿Cómo en la playa me he quedado sólo Sin quien alivie las desgracias mías? °Mujer incomparable, ¿q ué se hicieron De aquella vida la. quietud y encanto? ¿Cómo de un golpe para siempre huyeron, y me dejaron soledad y llanto? Miro marchita de nna vez mi gloria Como la flol'que deshojó ('1 arado: Yo era feliz, mas sólo la memoria Ora conservo. de mi bien pasado. Todo á tu lado era á mis ojos clulce> Esa luna macrnífica o •v radiosa , Esos astros delllz, ese hondo cielo, Ese ponto feroz que no reposa, Esos grandes peñascos, ese snelo Con sus aves, SllS árboles y flores; Todo me acompaflaba en mi alegría; Hoy ~odo me acompaña eu mis dolores. Tanto, sin tí, me agobian los pesares, Que á veces en la noche me importuna Vef lev~tar~ la redonda lun~

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Allá detrás de los hirvientes mares. ¿Qué me interesa en el distante cielo EIcentellante Orion y Cinosura, Si tan Iéjos estoy de tu hermosura, TTnico bien que sin cesar anhelo? ¿Qué me importa sin tí la blanca nube VoIando incierta por el aire leve? iQué los grandes y verdes platanares Que fresco el viento vagaroso mueve, Si nos separan los inmensos mares? ¿De qué me sirven los jacintos rojos, El lirio azul y el loto de la fuente, Si no los han de ver aquellos ojos, Si no han de coronal' aquella frente? Ora tal vez en la ribera opuesta Fijas la vista en esa luna triste, y sollozas al ver su luz funesta Que allá nos alumbró cuando partiste. Yo tambien la contemplo aquí á mis solas, y recnerdo tt\ llanto y tn agonía, . y recuerdo que al golpe de las olas 'femblaba tu alma y á la llar mía. Me aCllerdo que tus ojos soberanos Se clavaron dos veces en el suelo, Dos veces se clavaron en el cielo, y alzaste juntas esas blancas manos. Nunca jamás me olvidaré en mis dias

D$ cuaudQ hablamos }'J'01' la vuz po'streia:'

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¿Me olvidarás por otra? me decías: ¿No llorarás por mí cuando me muera? En tanto se agitaba su semblante; y cambiaba de formas y colores, Trémulo enmudeció tu labio bello, Las lágrimas rodaron de tus ojos, y en tu alba frente se erizó el cabello. Inocente mujer, pura y amable, La más amable de tu sexo grato, iCómo á mi corazón le fuera dable Olvidarte por otra? ¿Cómo ingrato Podré ,borrar de la memoria mía Tanta ternura, gracias y recato? Agitado me encuentran los In ceros, y del ardiente solla llama viva; Siempre te busca el alma pensativa, .y si descubro en mi fatal martirio De tu pié delicado alguna huella, Agitado de trémulo delirio Mi llanto moja tu pisada bella. Por piedad una lágrima te pido, (Tengo hincada en el suelo unarodilIa), Una lágrima sóla ele ternura . En recompensa ele mi fé. sencilla; Miéntras que yo, sumido en mi tristeza, Repaso á solas mi tremenda historia, y al repasarla traigo á la memoria

72

Tu clnlce

rOf~tro

y su fatal bel1eza, . Ahando á ratos mi semblante adusto Pídule al cielo que dichosa ¡;eas, PLlole al cielo que otra vez me ye

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