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El problema de la interpretación de los 34 versos finales de la Soledad Segunda de Góngora
Saiko Yoshida
Introducción La última escena de las Soledades, que corresponde a los versos 946 a 979, se desarrolla en una alquería cerca de la playa, donde ocurren dos acontecimientos: por un lado, la piratería frustrada de los milanos contra los pollos y, por otro lado, la llegada de los cazadores con la cual se pone fin a la obra. Respecto a la interpretación de esta parte, se encuentran no pocas divergencias entre los comentaristas e investigadores. Sin embargo, el problema apenas se ha discutido hasta ahora, debido tal vez a la poca atención dedicada por parte de la crítica general a la Soledad Segunda'. El objeto de esta comunicación es, ante todo, revisar las interpretaciones realizadas hasta ahora y armonizar las divergencias existentes. Finalmente propondremos una hipótesis que recoja los resultados de dicho análisis.
1.1. Comentarios de Pellicer y Salcedo 1. Descripción del paisaje Las mayores divergencias se encuentran en el modo de entender la descripción paisajística. Si comparamos los comentarios de Pellicer2 y Salcedo3, nos damos cuenta de que los dos comentaristas coetáneos de Góngora imaginaban paisajes muy diferentes entre sí.
Callejo, A., La Soledad Segunda de Luis de Góngora, tesis doctoral, University of Pittsburg, 1986, 1-2. Pellicer de Salas y Tobar, J., Lecciones solemnes a las obras de Don Luis de Góngora y Argote, Píndaro Andaluz, Príncipe de los Poetas Líricos de España, Madrid, 1630, col.609. Salcedo Coronel, Soledades de Don Luis de Góngora comentadas por D. García de —, Madrid, 1636, ff.309v.-310. Citamos omitiendo el texto de los versos.
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1.1.1 Sentido de «mal agregado» Explicando los versos «Ruda en esto política agregada/tan mal ofrece como construidos/bucólicos albergues, si no flacas/piscatorias barracas» (vv.946-949)4, Pellicer dice: «unas, tan mal compuestas cerca de las otras, como mal fabricadas, o cabanas de pastores, o barracas de pescadores.» Salcedo, a su vez, pone: «unos pastorales aluergues tan mal agregados, como construidos; esto es, diuididos, y mal fabricados ... Si no eran débiles barracas de pescadores.» Se ve que el sentido de «mal agregado» es totalmente contrario para los dos. Para el uno, las chozas (albergues o barracas) están agregadas, sí, pero malamente, o sea, demasiado cerca unas de otras o en desorden. Para el otro, no están agregadas. La diferencia deriva de dos posibles acepciones de «mal»: 1) malamente y 2) poco. 1.1.2 ¿A qué hace referencia «que pacen campos, que penetran senos»? En la interpretación de «que pacen campos, que penetran senos» (v.950), la diferencia entre los dos comentaristas es aún más pronunciada. Según Pellicer «estauan labradas vnas (*cabañas o barracas ) s junto al mar, otras la tierra adentro (eso es >. En este caso, la expresión del texto señala sencillamente que algunas casas están en el campo y otras, muy cerca del mar, casi metiéndose en el agua. Pero Salcedo escribe: «Donde (*en albergues o barracas) habitauan los que pazian los campos con sus ganados, o los que penetrauan los senos del mar con sus redes». Y en este caso, el verso 950, en vez de señalar la localización de las chozas, se refiere al oficio de sus habitantes. La causa de esta diferencia estriba en la determinación del sujeto de dos verbos, «pacer» y «penetrar». Pero, como se ve claramente, la construcción gramatical permite, como sujeto, sólo una posibilidad: «albergues y barracas». ¿Tendríamos que pensar que Salcedo entendió «albergues y barracas» como la metonimia de los habitantes (porque las casas pertenecen a los habitantes o viceversa)? Debemos reparar también en el diferente modo de entender la palabra «senos». Para Pellicer, es el agua de los senos; para Salcedo, es un espacio en el mar (o sea parte del mar) donde la gente trabaja con redes. Observamos, por otra parte, que la interpretación de Pellicer para este, verso contradice a su misma interpretación de «mal agregado». Si unas chozas están cerca del agua y otras muy adentro de la tierra, ¿cómo pueden estar unas cerca de otras?
4 Citamos por Luis de Góngora, Soledades, edición de R. Jammes, Madrid, Castalia, 1994. 5 Las palabras entre paréntesis con * están añadidas de nuestra parte.
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1.1.3 Los que están «perdonados de las ondas» y «admitidos de la tierra» Los versos 956-968, si los escribimos en orden sintáctico normal (sin aplicar el hipérbato) son así: «aquellos no menos perdonados de las ondas que estos admitidos de la tierra». Pellicer explica: «las barracas piscatorias, aunque cerca del mar, no ofendidas de las ondas; los bucólicos aluergues, admitidos de las heredades». Y Salcedo: «No menos perdonados del mar los pastorales albergues, que admitidas de la tierra las barracas de los pescadores». La diferencia entre los dos deriva de la interpretación de «aquellos» y «estos»: para Pellicer, «aquellos» son las barracas piscatorias y «estos», los bucólicos albergues; para Salcedo, al revés. Salcedo, además, añade un comentario, no sin cierto reparo. Dice: «Quiere dezir, (a mi parecer) que estauan tan concordes aquellos rústicos vezinos que no eran menos aceptos los pastores a los pescadores, que los pescadores a los pastores». Ya hemos visto que, para Salcedo, «albergues y barracas» es una metonimia de los habitantes, pastores y pescadores. De ahí viene su interpretación de que este pasaje se refiere al carácter idéntico de los pescadores y los pastores; idea en sí nada extraña, puesto que los albergues pastorales son al mismo tiempo las barracas piscatorias6. Si pensamos sólo en lo que designa «aquellos», parece que tiene razón Salcedo, porque «bucólicos albergues», está colocado sintácticamente más lejos que «las barracas piscatorias. Pero «estos» no puede referirse a las barracas, ya que el pronombre es masculino. Resulta, pues, que ninguno de los dos, ni Pellicer ni Salcedo, puede tener razón en la explicación de este pasaje7. 1.1.4 Observaciones Los dos comentarios presentan problemas para la comprensión del texto, además de dejar sin solucionar la interpretación de tres versos. Según Pellicer, el contenido semántico del texto es: había chozas mal construidas, próximas entre sí; unas en los campos, otras muy cerca del agua. Para él, estos siete versos están dedicados exclusivamente a la descripción de las chozas. Según Salcedo, las chozas están mal construidas y separadas entre sí - nótese como la imagen misma de la alquería cambia según el comentarista -y los demás versos son explicaciones de los habitantes. Convendría añadir aquí algunas observaciones más: una pequeña diferencia, además de las arriba mencionadas, y una interpretación compartida por los dos comentaristas. La diferencia está en el complemento indirecto, latente, del verbo «ofrecer» del verso 947; para Pellicer, «los de la barca» y para Salcedo, «la vista del peregrino». En lo que
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Jammes rechaza esta explicación y con razón. Pero a nuestro parecer el problema no se deriva de la puntuación. Veáse su edición de las Soledades, 580. 7 ¿Ni Pellicer ni Salcedo se dieron cuenta del hecho de que «estos» no concuerda con «barracas»? Cosa extraña para ser los dos españoles.
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los dos coinciden es en la identidad de «albergues pastorales» y «barracas piscatorias». Los dos piensan que las chozas de la alquería pueden llamarse de estas dos maneras; lo que significa que los habitantes son pastores y pescadores al mismo tiempo.
1.2 Soluciones en la crítica moderna ¿Cómo ha sido la actitud de la crítica moderna ante estos problemas? Podemos acudir a la versión en prosa de Dámaso Alonso8 y a la paráfrasis de Robert Jammes9. Entre los dos autores existen algunas diferencias, aunque el segundo declare que su interpretación está inspirada en el primero. 1.2.1 Sobre el sentido de mal «agregado» Los dos gongoristas parafrasean, «tan mal construidas como agrupadas», y no añaden más explicación. Podríamos pensar que, si no hay explicación, es porque la acepción de «mal» es común para los dos adjetivos («construidas» y «agrupadas») y que por «mal» entenderíamos «malamente», «indebidamente». Entonces, «mal agregado» significaría mal distribuido, independiente de estar separado o no. Pero luego, al explicar «que pacen campos», escriben: «están situadas ... de tal modo que parecen pacer, esparcidas, los campos» (Dámaso Alonso) y «las unas ocupan los campos, dispersas, como rebaños que pacen» (Jammes). ¿Quieren decir que las chozas están esparcidas por el campo? Entonces no pueden estar próximas y contiguas. Con la introducción de un adjetivo, «esparcidas» y «dispersas» respectivamente, para explicar el uso de «pacer», ¿queda definido el sentido de «mal agregado» tal como lo explicó Salcedo? 1.2.2 Más problemas en «que pacen campos, que penetran senos» Acabamos de ver cómo los dos gongoristas modernos, para explicar «pacer campos», introdujeron cada uno un adjetivo -cuyo significado es idéntico al otro- que no aparecía en los comentaristas del siglo XVII. El motivo de introducir estas palabras, «esparcidas» y «dispersas», es la asociación de «pacer» y «rebaños», como es evidente en la paráfrasis de Jammes. Dámaso Alonso no lo expresa claramente pero parece que se basa en la misma asociación10, a no ser que quiera aclarar con «esparcidas» su interpretación de «mal agregado» en el sentido de separado.
8 Luis de Góngora, Las Soledades, 3a edición publicada por Dámaso Alonso, 183. 9 Jammes, R., edición citada, 581. 10 Esta asociación, parece estar inspirada en la interpretación de Salcedo: «Donde habitaban los que pazian los campos con sus ganados.»
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Sin embargo, los rebaños no pacen campos sino pacen en los campos; en este caso el verbo es intransitivo. Si el verbo es transitivo como en el presente texto, podríamos atribuirle otra acepción; «roer o gastar alguna cosa»11, aunque Alemany y Selfa no incluye esta acepción12. Si recordamos de nuevo la explicación de Pellicer de «la tierra adentro» que como hemos señalado resulta incompatible con su acepción de «mal agregado», podríamos percibir su voluntad de interpretar el sentido de «pacer» dentro de la acepción de roer o gastar y no de pacer como rebaños. En la comprensión de «penetrar senos» aparece casi la misma divergencia que existía entre Pellicer y Salcedo. Para Jammes, quien explica que «las otras (*barracas de pescadores) avanzan en el agua a la orilla de la ensenada», penetrar senos es «penetrar en el agua de los senos», es decir «penetrar», igual que para Pellicer, en sentido vertical, de la tierra al agua. La paráfrasis de Dámaso Alonso, muestra un paralelismo con Salcedo, aunque difiere en la interpretación del sujeto. Para él, «penetrar» es el movimiento horizontal, desde la orilla hacia el centro de los senos; «y avanzan también (*las chozas) hasta los senos del mar, en aquellos puntos donde la tierra, formando entrantes...» Pero, ¿porqué en «los puntos»? Esto ya pertenece al tema siguiente. 1.2.3 Sobre «aquellos perdonados de las ondas» y «estos admitidos de la tierra» La crítica moderna ha solucionado el problema de los referentes de «aquellos/estos». No son «los bucólicos albergues/las barracas piscatorias» como pensaron Pellicer o Salcedo, sino «aquellos» son campos y «estos» senos. Esta rectificación hecha por Dámaso Alonso fue aceptada por Robert Jammes. El sentido de los tres versos lo explica Dámaso Alonso con estas palabras: «los campos, adonde no llegan las ondas» y «aquellos puntos(*¿puntas o lugares?) donde la tierra, formando entrantes, parece admitir al océano». Esto es, la tierra que admite senos son dos puntos que forman entrantes. Pero en estos puntos (cabos) es donde están las chozas de la alquería, según su paráfrasis. Es difícil imaginar que esta alquería tan pequeña esté dividida entre los dos cabos que forman la entrada de la ensenada. Aún pensando que el crítico entiende «puntos» como uno de los puntos, el hecho de situar las chozas en la entrada del seno es incompatible con la expresión de «penetrar senos», si entendemos el verbo «penetrar» como el movimiento horizontal. La paráfrasis de Robert Jammes es la siguiente: «los campos no son inundados por las crecientes del mar, pero en cambio admiten las ensenadas que penetran en el interior de la tierra.» La interpretación de la primera mitad, «los campos perdonados de las ondas» es idéntica a la de Alonso. Pero, en cuanto a la segunda mitad, Jammes identifica
11 Diccionario de Autoridades, Real Academia Española (Ed. facs.), Madrid, Ed. Gredos, 1963. 12 Alemany y Selfa, B., Vocabulario de las obras de don Luis de Góngora y Argote, Madrid, Real Academia de Arte, 1930.
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la tierra con los campos; los campos admiten las ensenadas, porque las ensenadas penetran en el interior de la tierra. Entonces, la parte que indican con la palabra «tierra» abarcaría todo el contorno de las ensenadas. Si los campos son los mismos campos que pacen «bucólicos albergues», ¿es tan amplia la zona donde existe la alquería? O ¿tendríamos que pensar que la alquería ocupa sólo una parte de estos campos amplios? En este caso, la alquería puede situarse en cualquier lugar de la orilla de las ensenadas, y el paisaje concreto de la escena queda indefinible. 1.2.4 Observaciones En la crítica moderna la ambigüedad que existía en Pellicer y Salcedo sigue manteniéndose casi completa, con la única excepción de los referentes de «estos/aquellos». Sin embargo, con la solución dada a este problema, se ha hecho más difícil el entendimiento del texto. En cuanto al complemento indirecto del verbo «ofrecer» (v.947), Alonso sigue a Pellicer, y Jammes a Salcedo. La identidad de los «bucólicos albergues» y «las piscatorias barracas», tan patente en los comentarios de Pellicer y Salcedo, queda subrayada en Dámaso Alonso, no así en la paráfrasis de Jammes, lo cual nos lleva a preguntarnos si no creerá el crítico que «albergues» y «barracas» se contraponen. 2. El problema de la interpretación de los acontecimientos El sentido de los acontecimientos referidos en estos versos es bastante oscuro y por ello difícil de comentar. ¿Porqué se cuenta aquí la piratería de los milanos? ¿Porqué llegan los caballos y halcones tan cansados? ¿Porqué viene la gente noble a una alquería tan pobre y porqué se subraya tanto la pobreza de la choza? Y finalmente, ¿porqué el buho despliega sus alas? Tratando justamente los pasajes con los que se interrumpe la obra, no es cosa de extrañarse, que sea tan difícil saber la intención del autor. Con todo, hasta ahora, se ha discutido por lo menos un problema, el del buho. Pellicer, explicando los versos de 974 a 976, «Con sordo luego estrépito despliega ... sus alas el testigo que ...» escribió: «comenzado a anochecer, salió abolar el buho». Antonio Callejo, después de más de tres siglos, acepta la idea de que aquí, al final de la Soledad Segunda, llega la noche, y sobre ello funda su hipótesis de que la Soledad Segunda no está interrumpida sino acabada13. Robert Jammes rechaza la idea de Pellicer diciendo: «Nada indica, en lo que precede, que se está acercando la noche: si fuera tan tarde, estarían durmiendo las gallinas que acabamos de ver defendiendo sus pollos contra los milanos.»14
13 Op.cit. 146-147 14 Su edición de las Soledades, 584.
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Añadiremos más razones. La gente de la alquería se está dedicando a su trabajo {cf. w.957-958). Hemos visto salir a los cazadores del castillo con el primer rayo de sol y hasta ahora se han descrito sólo dos cazas, la del doral y la de la cuerva. Todo ello nos hace suponer que la escena se está desarrollando en pleno día. Hay una razón más si pensamos en el plan compositivo de la obra. Aunque al empezar el episodio de la caza, se describen 8 tipos de halcones que forman la procesión, sólo se mencionan en el texto tres: baharí, gerifalte y sacre. Es natural, ahora que ha cambiado el lugar, que se describa otro tipo de caza con otro género de halcones. La caza tiene que seguir y la noche no puede llegar todavía15. 3. Una Conclusión y una hipótesis Hemos observado, primero, cómo la interpretación de los 8 versos que dan comienzo a la última escena de la obra deja sin aclarar varios aspectos. Las divergencias derivan de las ambigüedades léxicas -de «agregado», «pacer», «penetrar» o/y «senos»- o de la complicación sintáctico-semántica en «estos/aquellos» y la idea de «senos admitidos de la tierra». Todos estos son problemas lingüísticos y afectan a la comprensión del contenido, en este caso a la imagen concreta del paisaje. El segundo tema que hemos tratado es el momento del día en el que termina el poema, el problema relacionado con la interpretación del movimiento del buho. Aceptamos la opinión de Jammes que niega la llegada de la noche. Aunque el rehusa explicar porqué el buho despliega las alas16, la única explicación posible sería pensar que en este momento el cielo se ha oscurecido por una banda de aves; esto es, ahora empieza otra vez la caza porque el buho está atrayendo a los pájaros. Como hemos dicho antes, si pensamos en el plan de la obra tal como fue concebido por el autor, teniendo en cuenta la lógica compositiva de una obra literaria, deberían aparecer a partir de este momento varias escenas de caza, o por lo menos una más. Con esta idea -una mera hipótesis por supuesto- podríamos contestar las interrogantes antes mencionadas. El episodio de los milanos tendría sentido si lo consideramos como un entremés, una escena cómica y doméstica, entre las escenas nobles y heroicas de la cetrería. Estos milanos, además de cobardes, son torpes e impotentes. Ni siquiera pueden robar un pollo. Los nobles cazadores han llegado aquí para cazar. El cansancio de los caballos será por haber corrido muy rápido. En el final de la escena anterior (w.943-945), el protagonista y los pescadores iban atentos a una atalaya (catarribera). Sería lógico pensar que
15 Me sugirió estas ideas Fúmito Nakayama, y las recogí en mi comentario (Yoshida, S., «Luis de Góngora Kodoku. Traducción y comentario de las Soledades de Luis de Góngora», 1999, Chikuma-shobo, ISBN 4-480-83179-7 C1098.) 16 ¿Por qué despliega el buho? Lo sabríamos, quizá, si Góngora se hubiera animado a terminar esta segunda Soledad (R. Jammes, en la edición citada, 584).
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ellos se acercaron a esta parte de la alquería, sabiendo que la atalaya iba a guiar a los cazadores a esta parte. Pues, los cazadores se dieron mucha prisa para aprovechar bien la ocasión. Los halcones cansados ¿serán los que han trabajado ya en las cazas anteriores? Entendiendo así la acción de los cazadores, podemos captar ahora el motivo de la descripción paisajística en el principio de la escena: presentar un lugar apropiado para la caza, de un género tal vez diferente a los anteriores. Entonces, sería ideal si fuera una punta larga pero no ancha, muy adentrada en una ensenada, porque a tales lugares vienen aves, a veces grandes, como cisnes o grullas. La punta debe tener muy poca altura, porque, para poder disfrutar de la caza, se necesita una vista amplia del cielo. He aquí nuestra interpretación sobre el lugar y la formación de la alquería. La alquería está en el extremo de una punta que penetra -en sentido horizontal, claro- en la ensenada. Este extremo, donde están construidas las chozas, tiene muy poca tierra. Las chozas son de pescadores y, al mismo tiempo, de pastores, porque los vecinos trabajan tanto en el mar como en el campo. Estas chozas, como están en el extremo, parece que ellas mismas están penetrando en los senos. Y, como hay tan poca tierra, parece estar royéndola. El mar no inunda la tierra, a pesar de tener ésta tan poca altura. La tierra (la punta) avanza hacia los senos, es decir, sale a encontrarse con ellos. Considerado desde el punto de vista de los senos (este cambio de punto de vista es frecuente en la expresión de Góngora), los senos están admitidos por la tierra. En tal condición geográfica, las chozas, muy pocas chozas de la alquería, no pueden estar separadas. Su pobreza de construcción se presenta con crudeza, a diferencia de los albergues de los cabreros de la Soledad Primera o las cabanas de los pescadores de la segunda. Porque aquí, según creo, las chozas son un mero elemento de descripción realista del lugar de la caza, y no tienen, como ocurre en otras escenas, la función de contrastar el ideal bucólico frente al refinamiento cortesano17.
17 Agradecemos a Juan Miguel Benavides (Seisen University) el haber colaborado amablemente revisando la redacción de este trabajo.
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