El Santo Cristo de Villa de la Quebrada

El Santo Cristo de Villa de la Quebrada. (Aportes para la historia regional, religiosa y folklórica). José Ignacio Maldonado. (Año 1988) INDICE El Sa

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El Santo Cristo de Villa de la Quebrada. (Aportes para la historia regional, religiosa y folklórica).

José Ignacio Maldonado. (Año 1988) INDICE El Santo Cristo de Villa de la Quebrada. ..................................................... 1 José Ignacio Maldonado.................................................................................. 1 I - EL AMBITO DEL POLO DEVOCIONAL ...................................................... 2 II - LA FESTIVIDAD PATRONAL ...................................................................... 3 III - UN POCO DE HISTORIA ............................................................................ 4 IV - ¿COMO Y QUIEN HALLO EL CRUCIFIJO?............................................... 6 V - EL MILAGROSO HALLAZGO ..................................................................... 9 VI - ¿EN QUE SITIO ESTABA EL ARBOL DEL MILAGRO? ......................... 11 VII - ¿CUANDO OCURRIÓ EL HALLAZGO? ................................................. 13 VIII - POBLAMIENTO DE LA VILLA ............................................................... 16 IX - ¿RELIGIOSIDAD POPULAR? .................................................................. 19 X - LA COMUNIDAD ORANTE........................................................................ 20 XI - FENOMENOLOGÍA FOLKLORICA .......................................................... 23 XII - LA CAPILLA, EL TEMPLO ...................................................................... 25 XIII - EL NUEVO TEMPLO............................................................................... 30 XIV - SITUACIONES RELIGIOSAS................................................................. 33 XV - LA RUPTURA .......................................................................................... 34 XVI - EL SANTUARIO Y VIACRUCIS.............................................................. 37 XVII - EL VIACRUSIS ...................................................................................... 39

I - EL AMBITO DEL POLO DEVOCIONAL En el pueblo de Villa de la Quebrada en la provincia de San Luis, y a 38 Km. al Norte de su Capital, en el faldeo occidental del cordón orográfico Sierras de San Luis, ocurre anualmente la mas multitudinaria expresión de religiosidad popular dentro de la jurisdicción puntana, durante los días 1º al 3 de mayo, y también los que anteceden de la novena patronal del Santo Cristo. Esta festividad patronal tiene por fundamento la veneración y devoción a un Crucifijo con extendida fama de milagroso, que a través de más de centuria y media se fue acrecentando desde la original devoción lugareña a la zonal, regional y, ahora hasta mas allá de las fronteras del país, según lo testimonian los ex-votos placas de los peregrinos procedentes del Uruguay, Brasil, Chile, y de muchos lugares de Argentina. El topónimo de VILLA DE LA QUEBRADA nos está informando de su categoría urbanística, como también del accidente geográfico que la bautiza. Dos rutas la conectan con la capital puntana y el resto del país : la popularmente llamada “del alto”, ruta ancha de enripiado compactado que faldea el cordón serrano inmediato, y que por su traza brinda al viandante diversos paisajes con vegetación arbórea y herbácea de la serranía, umbrosas quebradas, altos farallones pétreos y cumbres de mas de 2.000 mts de altura; como también visión del extenso panorama boscoso del bajío que al occidente delimitan las sierras Del Gigante y de Las Quijadas. Paralela a unos diez kilómetros al oeste está la ruta nacional Nº 146 recientemente asfaltada y con enlace de la igual condición a la Villa. En antiguos títulos de propiedad se menciona al fundo que ahora contiene a la Villa, como Estancia La Quebrada, cuyo casco y primitivas casas estaban una legua al poniente y alejadas de las sierras. El abrupto faldeo de las sierras respalda la Villa, con plantas urbanas en el altozano planimétrico en que se funden lo orográfico con la llanura. Al pie de la primera loma está emplazada la Iglesia que atesora el milagroso Crucifijo con su plaza sombreada por frondosos árboles, con floridos canteros y césped; en su centro se erige un busto de la docente primaria señorita Lucia Soler (obra del artista Gaspar Digennaro), que no sólo fue la primera maestra con título oficial que allí ejerció su magisterio desde la última década del siglo pasado sino que también, fecunda promotora de la pervivencia de las artesanías tradicionales en la zona enseñándolas en el aula como entre la juventud lugareña, mientras desgranaba didácticamente doctrina de vivencias cristianas. Villa con las principales calles pavimentadas y con moderna iluminación que condice con nueva edificación de inmuebles oficiales y privados que suplantaron al rancho, quedando algunos pocos de adobes pero bien revocados y enjalbegados. Sus pobladores estables no sobrepasan del medio millar, pero por ella discurren diariamente más del doble en razón de la infraestructura de servicios que posee: Policía con radio enlace, Registro Civil, Dispensario, Sala de Primeros Auxilios, Intendencia Municipal, Estafeta Postal, Juez de Paz, parque y balneario públicos y municipales, Escuela primaria; negocios varios, comedores, bares, salones de esparcimientos, todo esto también en razón de ser un sitio de interés turístico en auge, complementado con servicios de ómnibus de larga distancia. A una cuadra al Sur del templo desemboca una umbrosa quebrada (origen del topónimo), con el cauce del

arroyo concentrador del agua de las vertientes de sierra adentro y de altas cumbres que provee del vital elemento a los villeros y vecinos de la cercanías, además de ser procesada sanitariamente para el servicio domiciliario del pueblo y, el arroyo continúa festoneando la Villa revitalizando la autóctona vegetación herbácea y arbustiva que perfuma el ambiente. Una visión total de aquel ámbito con sus verdes lomadas y azuladas montañas, el blanco del templo y el argento de las estatuas del monumental Víacrucis que trepan lomadas, conforman un santuario natural grandioso e imponente; un complejo de religiosidad que al llegar a sus inmediaciones impresiona cual si se entrara en colosal Catedral, donde la Capilla es el Sagrario inserto en el altar mayor de la cumbre rocosa del Cerro Tinaja (2.150 me. s. mn.) con sus farallones y abruptas quebradas entre las cuales suelen navegar jirones de nubes como volutas de incienso. Ante tanta majestuosidad, si se es religioso, el alma se recoge en íntima devoción; si no, el espíritu se regocija ante la belleza natural complementada por las obras del hombre. Con cualquier ánimo que se ingrese, el todo es un gozo espiritual profundo. El Crucifijo milagroso es de humildísima factura. Cruz de tabla de madera de treinta centímetros de altura y de veinte su travesaño; en la base dos escalones que agregan cinco cm. a su altura. El Cristo es de neta factura técnica indo americana a igual que su cromatismo. Dolorida y sangrante imagen cuya cabeza coronan en el crucero tallados rayos. El aspecto total nos recuerdan a seculares imágenes existentes en coloniales templos del noroeste del país, salvando el tamaño. Este Crucifijo está resguardado en una artística cruz de hierro forjado (moderna) recubierta con cristales tallados. La venerada imagen de Cristo mide dieciséis centímetros de alto por quince sus brazos extendidos. ¡Pequeñito e inmenso! Popularmente antes se le denominaba EL SANTO de la QUEBRADA, apócope de Santo Cristo, por lo que muchos forasteros preguntaban por el nombre del “Santo”. Ahora se generalizó EL CRISTO DE VILLA DE LA QUEBRADA.

II - LA FESTIVIDAD PATRONAL La bucólica tranquilidad de casi todo el año se trastorna, se interrumpe durante un lapso que comprende abril y mayo, en ocasión del festejo patronal del 3 de mayo, fiesta litúrgica de la Santa Cruz. En abril se va acrecentando una febril actividad con la llegada de esporádicos comerciantes que construyen instalaciones provisorias o acondicionan las fijas existentes e inactivas. También se reinstalan muchos propietarios que tienen sus viviendas para estos días (la mayoría forasteros) o para fines de semana los puntanos. Comienza la novena el 24 de abril, para cuya fecha ya se han instalado en carpas, casas rodantes y en abrigos precarios varias familias de peregrinos de

otras provincias (especialmente de cuyo) que “promesaron” asistir durante la novena. Para ese entonces son varios miles de circunstanciales pobladores de la Villa de la Quebrada. Todo es ajetreo febril, música estridente, voceos de miles de comerciantes instalados en las calles, a las que dan el aspecto de un mercado persa. Los días 1º al 3 de mayo en que culminan los festejos patronales es cuando se registra la mayor afluencia de peregrinos y de turistas. Cientos de ómnibus y de automóviles renuevan durante las veinticuatro horas sus circuitos transportando pasajeros desde la Capital puntana. Año tras año es notorio el aumento de concurrentes. Desde los primeros años son cada vez más nutridas las caravanas de peregrinos a pie, especialmente para quienes lo hacen por la ruta “del alto” en un caminar por camino pedemontano áspero de piedras, con agudas pendientes de subidas y bajadas. Es costumbre empezar el andar en las primeras horas de la noche del día anterior para arribar a la Villa con las primeras luces del alba. Años hubo en que adversas condiciones climáticas sumaron un sacrificio más al promesante, incluso el fallecimiento por congelación al cruzar las altas cumbres con nevizcas; en otras oportunidades hubo lluvias torrenciales y grandes granizadas tras unos tórridos días. Los días 1º y 3 un gentío cosmopolita llena todos los espacios físicos de la Villa, por lo que las misas se ofician al aire libre en el atrio del Templo, al cual van ingresando después en ordenadas columnas, pues, en su intimidad religiosa, cada peregrino se presenta con sus ofrendas al Señor. A toda hora una masa humana va ascendiendo el Vía crucis, orando en las Estaciones en espontánea y devota concurrencia. Los actos litúrgicos concluyen con la procesión del día 3 en la tarde, y de regreso en el atrio se efectúan las expresiones y manifestaciones de despedida de aquel pequeño Crucifijo que recorrió su Villa llevado en andas en la Cruz relicario que lo abriga. Entre vítores, aplausos, ondear de pañuelos y lluvia de flores, ingresa al Templo despedido por su Pueblo, autoridades civiles y eclesiásticas. Como en todas las despedidas a quien se ama, contradictorios sentimientos sellan los rostros de los peregrinos, muchos también perlados de lágrimas. Así, todos los años, se renueva esta multitudinaria manifestación de religiosidad popular del Santo CRISTO DE VILLA DE LA QUEBRADA.

III - UN POCO DE HISTORIA Antes de intentar una interpretación de esa fenomenología popular de religiosidad, hemos creído que es necesario primeramente indagar el origen y trayectoria de la motivación. Ha corrido mucha tinta periodística y circunstancial historiando los orígenes, sin recurrir a fuentes válidas. Con el decurso de los años, lo que al comienzo fue un hecho histórico transmitido tradicionalmente, se fue trocando en brumosa leyenda exornada con gemas fantasiosas, lo mismo con piezas literarias de alto vuelo. De ahí que las versiones difieran sobre el tiempo y

circunstancias históricas, enmarañándose cada vez más con la tradicionalidad evolutiva según los índices culturales de sus trasmisores. Una versión muy difundida, señala que el Crucifijo fue hallado por un “humilde hachero”, identificado a veces como Tomás, otras, como Nicolás o Sinforiano, todos de apellido Alcaraz. Varias de esas versiones le asignan la condición de ciego. En este aspecto, es evidente que se le confunde con el hachero ciego que en Renca, Chile, encontró en señor del Espino, que en Renca de San Luis se venera hace más de dos siglos. Ejemplo de creatividad folklórica, de una variante, redimensionando la versión original para darle más espectacularidad. Nos explicamos esta supuesta no videncia, adjudicada también a Don Tomás, porque en el ámbito provincial ya era muy conocida en ese entonces las circunstancias del hallazgo del Señor de Renca, difundida por vía oral en las comunidades rurales, una de las condiciones de la tradicionalidad “folk”. De aquí deriva la confusión de algunas versiones, que hasta hoy, inadvertidamente, se difunde periódicamente, o por medios masivos de comunicaciones. En cuanto a la antigüedad del hallazgo del Cristo de la Quebrada, algunos de asignan dos siglos, otros uno escaso. Ante tan confuso panorama de supuestos cronológicos, nos propusimos llegar al esclarecimiento de la verdad histórica inquiriendo en los campos de la Historia y de la Tradición. Aclaramos que no hemos encontrado documento alguno con datos precisos sobre el hallazgo. No obstante, los testimonios consultados en distintos repositorios oficiales, nos permiten recrear un contexto cultural y socio-económico del siglo pasado en aquella zona, lo que nos posibilita ratificar o rectificar aspectos tradicionales de las distintas versiones anacrónicas. Hemos confrontado los datos tradicionales con documentación histórica del caso referido a la zona, y de esta manera fue posible reconstruir un medio ambiente en un tiempo histórico, valiéndonos también de Tradición, la cual como sabemos, complementa a la Historia llenando sus vacíos documentales, adquiriendo, consecuentemente, una calidad testimonial. Con ese afán esclarecedor nos propusimos estos interrogantes: Iº - ¿Cómo y quién halló el Crucifijo? IIº - ¿En qué sitio fue? IIIº- ¿Cuándo ocurre el hallazgo? Hicimos indagaciones entre los vecinos de la Villa residentes allá desde siempre, y muchos de ellos con descendientes directos de los fundadores. Sus aseveraciones fueron adquiridas por tradicionalidad lugareña. Salvo escasas variantes son unívocas, coherentes con circunstancias históricas constatadas documentalmente. Seguidamente expondremos nuestras conclusiones.

IV - ¿COMO Y QUIEN HALLO EL CRUCIFIJO? Por sus connotaciones históricas podemos afirmar que la versión que atribuye a Don TOMAS ALCARÁZ el haber encontrado el milagroso Crucifijo puede considerarse aseveración histórica. En cambio, hemos descartado las que afirman que fue alguna de las personas mencionadas antes, porque no son sincrónicas con fechas claves documentales interrelacionadas, sobre las cuales nos expediremos al tratar la tercera pregunta, referida a la fecha del hallazgo. Una muy difundida versión tradicional asevera que Don Tomas Alcaráz encontró el Crucifijo en el hueco de un árbol que hachaba, y los posteriores artículos periodísticos con unanimidad lo mencionan como “humilde hachero” y, hasta de ciego. Aquí es evidente la confusión con el hallazgo portentoso del Señor del Espino en Renca (Chile) en 1636, y que un siglo después cuando era llevado a Córdoba dispuso quedarse en Renca de San Luis. Este hallazgo sí que fue documentado por el historiador jesuita P. Alonso de Ovalles, coetáneo del acontecimiento chileno en su “Histórica relación del Reino de Chile”, publicada en Roma en 1646. Opinamos que las extraordinarias circunstancias del hallazgo chileno habrán sido muy difundidas oralmente en los medios urbanos incipientes y ámbitos rurales, especialmente en los estamentos “Folk”, como un eco de las noticias publicadas y enraizadas en los campos sanluiseños, que desde las primeras décadas del año 1700 ya tenían su Renca y su Señor del Espino. Este sí que encontrados por un humilde indio hachero y hasta ciego según una versión. No nos extrañemos entonces que al hallador del “Santo de la Quebrada”, allá por mediados del siglo XVII, por deformada tradición oral también se le adjudicara la condición de “humilde hachero” y hasta ciego. Afirmándonos en documentación oficial, descartamos terminantemente que Don Tomás Alcaráz haya desempeñado el oficio de hachero como sustento económico. Don Tomás Alcaráz o Juan Tomás Alcaráz (era “la misma persona” según consta en una información sumaria judicial), poseía un extenso fundo obtenido herencialmente de su madre, y que fue parte de una “merced real” o suerte de estancia otorgada a uno de sus antecesores en 1683, Don Cristóbal Muñoz. Estas tierras lindaban al norte con las del Capitán Andrés de Fuenzalinda Guzmán (en Nogolí), y al sur con las de La Aguada de su pariente Don Marcos Muñoz. Un documento de 1876 (1) nos da importantes noticias genealógicas de los ascendientes de Don Juan Tomás Alcaráz. Fue hijo natural de Doña Casimira Alcaráz, ésta a su vez hija legítima de Don Nicolás Alcaráz y de Doña Felipa Lucero; madre de Doña Felipa fue Doña María Muñoz, descendiente de Don Cristóbal Muñoz, antes nombrado. (1)

Arch. Escrib. Gral. Gobierno – Expte. Nº 58 – Año 1876.

En aquel extenso fundo, a la usanza bíblica y por generaciones tras generaciones, los herederos de Muñoz y Alcaráz fueron radicándose en distintos parajes del llano boscoso cercano a las sierras, donde había agua segura. Los repartimientos de tierra habrán sido por la noble y antañona costumbre de “la palabra empeñada” imperante en aquellos tiempos patriarcales, sin mayores preocupaciones por actuaciones notariales ni abrir juicios sucesorios. Por eso que a fines del siglo pasado, Don Juan Tomás trata de subsanar deficiencias legales, para testimoniar la posesión del campo donde vive debiendo recurrir al Juez Civil para que le ampare en “… su quieta y pacífica posesión de la Estancia de la Quebrada”, exponiendo lo que fragmentadamente transcribimos: “…que por una fatalidad nada común ha permanecido extraviada sin saber donde se había ocultado el documento… que testimoniado obra en el expediente que en debida forma acompaño… con el objeto de reivindicar el derecho de propiedad que mi bis-abuela Dña. María Muñoz y sus herederos por línea recta tenemos al fundo denominado La Quebrada.” “… poseyéndola en quieta y pacifica posesión, como lo probará mas adelante hasta que perdida esta escritura, y en pos de informes siniestros y cavilosos se denunció dicho fundo como terrenos fiscales, y se vendió a particulares, sin que pudiéramos los propietarios, acreditar nuestro exclusivo derecho, por carecer del documento que ahora se pone a la vista, y más que todo, por nuestra suma ignorancia; porque bien pudo oponerse a la venta de esos terrenos una información de testigos sobre posesión continuada y prescripción a falta de este documento.” Desde fojas 1 a 3 estaba la escritura extraviada, que databa del 4 de febrero de 1777. Casi un siglo de extravío de aquel “documento público otorgado con la solemnidad usual en aquella época, ante el Maestre de Campo y Alcalde Ordinario de 1º Voto Dn. Juan José Gatica como consta en dicha Escritura”, según asegura la presentación anterior. Párrafo mas adelante, y para comprobar su condición de descendiente de Dña. María Muñoz,y la posesión continuada de la Estancia La Quebrada, habían depuesto tres testigos, personas de antigua residencia en la zona, según puntualiza: “A fojas 5 y 6 se registra la información de testigos que he producido para ambos objetos, de Ciudadanos honrados y de extrema ancianidad que no tienen parte en el fundo denominado La Quebrada.”(2) Quienes testifican son de la vecindad de El Guanaco, los que viajaron a San Luis y lo hacen personalmente ante el Juez; fueron Don José M. Muñoz y Don Julián Videla. Pero el tercer testigo, Don José Manuel López depone en su

(2)

Ibid – Expte. Nº 9 – Año 1864

domicilio ante el Juez de Alzada de la zona el 5 de marzo de 1866, y el documento expresa que es: “…el mas anciano del Partido – el cual está…enfermo, pero en su entero juicio, como católico y fiel cristiano cree no grabar en su conciencia aquí y ante los ojos de Dios…”(3) Las anteriores manifestaciones nos testifican la idiosincrasia, la alcurnia espiritual de aquellos campesinos puntanos de los tiempos viejos, honrados ciudadanos, buenos cristianos temerosos de Dios. Trasfondo religioso fruto de la evangelización y catequesis desde los primeros tiempos del poblamiento comarcano, donde actuaron ininterrumpidamente los frailes dominicos. Esta circunstancia debemos mencionarlas más adelante al considerar otros aconteceres, de estos hijosdalgos humildes, pero plenos de virtudes con raigambre hispana cristiana. De aquel extenso fundo heredado de su bisabuela, Don Juan Tomás sólo pudo rehabilitar la parte del campo inmediato a la estancia La Quebrada, pues, el resto había sido declarado “tierra vaca” o fiscal y vendidas, tal como expresará el documento anteriormente transcripto. La porción recuperada, según mensura de 1876 lindaba al Sur con el campo de Guascara; al Este con las altas cumbres de las sierras, tres cuadras al Sur del cerro Tinaja; al Norte con la estancia El Guanaco, y al Oeste con el carril viejo.(4) Este mismo fundo es que el que se declara en el juicio sucesorio de Don Juan Tomás, iniciado en 1895, quince años después de su fallecimiento. En consecuencia, creemos haber demostrado su calidad de propietario de una estancia ganadera, muy distante de la ocupación de “humilde hachero” que le asignan las crónicas periodísticas. La estancia tenía estas dimensiones: “…13 cuadras de frente al “carril viejo” y 80 de fondo, encerrando una superficie de 1.040 cuadras cuadradas”, las que fueron tasadas en $3600. Este campo 1.667 hectáreas permitía la crianza de ganado mayor y menor en cantidad de relativa importancia. Actividad ganadera en aquellos tiempos posibilitaban un cómodo desenvolvimiento económico. Ahora bien, que ese estanciero supiera usar el hacha con igual capacidad que un profesional, no quede la menor duda, pues, nuestros campesinos de antaño ya fuesen patrones, empleados y peones, sabían ejercitar cualquier trabajo o menester de la vida rural con máxima eficiencia: hachar leña o madera, alambrar, sembrar, todos los trabajos de corral con caprinos, vacunos o yeguarizos, domar, marcar, arriar, etc. Acotamos que ese “carril viejo” que se mencionó fue el único existente hasta fines del siglo pasado en la zona, uniendo la capital puntana con los pueblos del noroeste de la Provincia, en el cual viejos papeles “… iban de San Luis a las Costas…” (Costa o faldeo oeste de las Sierras de San Luis), con ramal a “Los Manantiales” o actual Villa General Roca. Sobre este camino se emplazaban viejas posesiones, tales como Rumihuasi o Rumiguasi, El Puesto, estancias La Quebrada, El Guanaco, Los Chañares, continuando al Norte a San Francisco, etc. No se debe confundir con el carril “del bajo” actualmente asfaltado. El ahora desaparecido “carril viejo” (quedan algunos indicios (3) (4)

Ibid – Expte. Nº 58 – Año 1876 Ibid. – Expte. Nº 58 – Año 1876

fragmentados) tenía un recorrido con muchos vericuentos según las variantes topográficas de su forzada traza, la que corría paralela a las sierras pero a una legua de ellas al poniente. En cuanto a la condición de ciego también asignada a Tomás Alcaráz, en ningún documento de los muchos por él presentados judicialmente se hace mención que fuese no vidente. Lo que sí queda en evidencia es su condición de analfabeto, que ni sabe dibujar su firma, por eso siempre firma alguien por él “a ruego”, pues, en esos tiempos no se había inventado todavía “poner el dedo” como identificatorio. ¿Dónde habría podido ir a la escuela, si la más cercana quedaba en San Luis? Recién en 1857 se abrió escuela en relativamente cercano caserío de Nogolí. Para ese entonces ya era un hombre de treinta y un años.

V - EL MILAGROSO HALLAZGO En páginas anteriores hemos dejado asentado que fue Don JUAN TOMÁS ALCARÁZ quien halló en Crucifijo, como también reiteramos que no se conocen detalles circunstanciados del hecho histórico, por lo que nos vemos obligados a recurrir a las versiones tradicionales vigentes entre los antiguos villeros. Una de ellas informa que estaba en la horqueta de un algarrobo y que allí lo fue cubriendo el desarrollo de ambas ramas. Ese cubrimiento paulatino necesitó de varias décadas cuando uno de una centuria, lapso de tiempo que hubiese dañado considerablemente la imagen casi a la intemperie, daño no ocurrido. Creemos más factible que fue escondido en un hueco, especie de horno que suelen dejar algunos algarrobos de la corteza y que el cubrimiento sólo fue necesario del cierre exterior dado que en su interior no crece el núcleo leñoso, consecuentemente sin comprimir la imagen al resguardo de la intemperie. Pudo o no estar completado el cierre cuando lo descubrió Don Tomás, con hachazo o no. Intentaremos reconstruir el hecho histórico y a Don Tomás llevando su bien afilada hacha: Antes de que el sol trasmontara las altas sierras, iba Don Juan Tomás al paso de su caballo serrano y seguido de algunos perros. Como es habitual en los campesinos de las zonas boscosas, sus ojos escudriñaban el suelo por si hay rastros que le anoticien del paso de algún animal de su propiedad, o quizás del “Lión”, zorro o guanaco. Marchaba rumbo a la ensenadita cercana a la boca de la quebrada y su arroyo. Allí había corpulentos algarrobos que le brindarían buena madera para construirles pieza aparte a sus hijos Sinforiano, Laurencia, Sinforoso y Tomás. Llegado al altozano lo tentó primeramente un corpulento algarrobo. “¡Lindos horcones sacaría de aquí! - ¡pero no! si éste es el algarrobo de las vacas - ¡Por qué se lo voy hachar si es de ellas!” La Frondosa copa brindaba amplia sombra en el verano, aprovechada por los vacunos para echarse a rumiar sus invisibles bocados después de beber en el cercano arroyo. Era un sitio de espontánea concentración vacuna que ahorraba trabajos de campear.

Este algarrobo todavía existe pero muy menguado en su tamaño. Su tronco con circunferencia cercana a los dos metros, mostrando los muñones de sus otrora corpulentos gajos. La erosión del terreno ha desnudado el nacimiento de gruesas raíces. El cascarudo tronco irregular y su raigal potente, impresiona como la pata de un milenario sauro que con sus garfios se prende con desesperación a la tierra, para no perecer. Hermano del algarrobo del milagro, está sobre la línea de edificación y a menos de veinte metros de la plaza. Es sin duda una especie arbórea varias veces centenaria, que habrá que proteger como testigo del milagro y reliquia del bosque autóctono. Don Tomás, después de cavilar, prosigue con el caballo de tiro hacia el pie mismo de las lomadas donde hay varios algarrobos de buen tamaño. Ata su caballo y se dispone a la faena. Escogido el árbol y estudiado los cortes, sus fornidos brazos dan potencia inusitada al golpe del hacha en el grueso tronco. Salta una astilla dejando al descubierto una cavidad y, en ella el Crucifijo. Con temblorosa emoción lo extrae, y arrodillándose le reza, le habla, le da gracias. Con amoroso cuidado lo levanta, monta a caballo y presuroso retorna a su casa distante una media legua. ¿Qué de cosas habrá pensado Don Tomás en ese corto trayecto? El tan pronto retorno alarmó a su esposa María Manuela, ¿Qué le habrá pasado a Tomás? No nos atrevemos a intentar descubrir la conmoción producida por el milagroso hallazgo en aquel hogar campesino. Quizás él o alguno de sus muchachitos, habrá corrido a las casas de los vecinos de El Guanaco anoticiando del hallazgo e invitándolos que vinieran a verlo al “Santito”. Intertanto, le habrán preparado un sitio de honor en la mesita de los santos, donde guirnaldas de flores artificiales de papel formaban el altar de la casa. Una vela o candil ofrendó su luz al recién llegado. ¿Cómo es que se encontraba en esa urna vegetal aquel Crucifijo? ¿Quién lo escondió o guardó no pudiendo recuperarlo después? En la zona no hay memoria de que alguien lo perdiera o escondiera en la incipiente concavidad de un árbol en crecimiento. Este es el primer milagro del Cristo de la Quebrada, versión sustentada por la tradición lugareña. Verdaderamente milagroso es el hallazgo del Crucifijo, no tan pequeño para tal urna vegetal, como igualmente extraordinario es que el tronco en crecimiento no lo haya inserto en él dañándolo. ¿Cuántos años transcurrió para cubrir el escondite el proceso biológico vegetal? Ajustándonos a una hipótesis racional, pensamos que pudo ser extraviado por algún sacerdote evangelizador de los indígenas que allí tuvieron su asentamiento en los siglos pasados. En ese paraje pedemontano hubo un intenso poblamiento indígena, como nos lo muestran los numerosísimos instrumentos líticos, existentes, aún en los sitios del plano en que acampan los vehículos de peregrinos. Quizás algún sacerdote dominico lo extravió, cuando desde la Reducción indígena del amplio valle o quebrada del río Catí (ahora Nogolí) venía a evangelizar a los de la Quebrada. Sino fue así, sólo Dios conoce el secreto. Apartándonos de supuestos racionales, nos hacemos eco de una leyenda tradicional, recogida de una familia con ascendientes zonales, la cual, por haber perdido vigencia popular está desvanecida en todas sus concomitancias, y es la siguiente:

A los pocos años de la conquista hispana en este territorio, marchaban hacia Nogolí donde se había creado una Reducción indígena o de naturales, una procesión llevando el tal Crucifijo. En el camino hubo un peligro de asalto preavisado (no recuerdan de parte de quiénes), por lo que huyen a las cercanas sierras y escondieron la imagen en el hueco de un “monte”. Pasado el peligro y vueltos al camino viejo, no pudieron individualizar el árbol, y así quedó perdido el Crucifijo. ¿Es leyenda o una crónica tradicional que perdió vigencia popular? Otra circunstancia que nos ha hecho meditar, es el de las cualidades de buen cristiano que habrá poseído Don Juan Tomás, para merecer el honor de ser el instrumento del que se valió Dios, para cumplir en esta región los planes salvíficos de su divina Providencia. Que sepamos – y como antes se mencionó – no fue docto ciudadano, sino que un simple campesino, tales como fueron otras criaturas intervinientes en hechos sobrenaturales, de quienes nos informa el Santoral Católico. Su patriarcal personalidad reuniría condiciones de varón justo, con rectitud de corazón y acendrada fe cristiana. Cualidades que impulsaban el devenir de una vida simple, en contacto pleno con la naturaleza circundante e íntima unión con Dios. Son los caminos del Señor, de los cuales muchas veces, presuntuosamente, pretendemos ser augures. Queremos poner de resalto, que las virtudes que a través de toda la vida ponen en evidencias esa gente campesina de antaño, todavía subsisten en los medios rurales, pero no trascienden debido a las miopías de las urgencias de estos tiempos, y por el avasallamiento ocasionado por conductas modernas imperantes. Reiteramos que fue Don Juan Tomás Alcaráz quien halló el milagroso crucifijo. Las otras personas antes mencionadas fueron hijos o herederos, y uno de ellos, Sinforiano, es quien heredo la Capilla, por lo cual algunos erróneamente le asignaron el hallazgo. Esto es un típico fenómeno de mutación de la memoria colectiva tradicional. Don Juan Tomás, prototipo de los criollos campesinos puntanos del siglo pasado, mereció un justo recuerdo al imponérsele el nombre de “Tomás Alcaráz” a una calle de la Villa. No obstante, estimamos que debe completarse la nominación de esta manera: “Fundador Juan Tomás Alcaráz” pues, sin el adjetivo no hay información pública del por qué del nombre, especialmente para los forasteros que van en aumento.

VI - ¿EN QUE SITIO ESTABA EL ARBOL DEL MILAGRO? Resultó infructuosa nuestra indagación sobre si existía alguna constancia a través de cartas u otros medios que dieran noticias del hallazgo, y por ende que permitiera conocer detalles, por los que es menester recurrir a las versiones de la tradición.

Los antiguos vecinos villeros informantes, son contestes en afirmar que el árbol del milagro estaba en el mismo sitio en que hoy se emplaza el Santuario, que es donde estuvieron los anteriores templos. El sitio es una explanada al pie de las lomas y a la derecha del desemboque de la extensa quebrada, que desde tierra adentro da cauce al arroyo concentrador de vertientes y “ojos de agua”, garantizando la provisión del vital elemento a los futuros pobladores de la Villa que nacería. Planes de la divina Providencia. En el lugar del hallazgo levantó Don Juan Tomás la capilla para el “Santo”. Según el inventario del juicio sucesorio, así se la describe: “Ítem – Una capilla situada al este de la plaza, con una pieza, donde se oficia el culto, de cinco metros de ancho de luz y doce de largo, sobre un solar de trece metros de frente por 22 de fondo, comprendido este terreno en un límite de 4 metros, a todos los rumbos desde las murallas de la Capilla, de material de adobe, avaluada en $300, - .(5) Paredes de adobes, y sin duda con techo a dos agua; cumbreras y tijeras de quebracho blanco y algarrobo. Maderas quizás traídas de los bosques de San Francisco del Monte, desde donde pocos años antes se había llevado la madera para reconstruir el templo de Santo Domingo en San Luis. Completaban el techo envarillado de jarilla pelada, torta de barro y empajado exterior. Tal era la arquitectura rural en la región y época, donde abundan las lluvias y las nevadas invernales son frecuentes. También de adobones el altar, coronado por un nicho a guisa de trono del Cristo Crucificado. Todo bien revocado y enjalbegado con esmero. Sin duda que la “minga” vecinal hizo posible una rápida construcción. Esos trabajadores habrán sido los primeros promesantes. Con referencia a la especie vegetal del “monte” del milagro, la casi totalidad de las aseveraciones tradicionales aseguran que fue un algarrobo. Ahora nosotros nos permitimos deducir que el hallazgo debió ocurrir en época invernal, que es cuando la savia vegetal esta en receso y, por consiguiente, la madera que se obtiene es la única apta para construcciones y alambrados. Esto es experiencia empírica folklórica, del saber del hombre campesino. Paginas anteriores y al referirnos al acaecimiento del milagroso hallazgo, dijimos que Don Juan Tomás llevo el Crucifijo a su casa en la vecindad del Guanaco, instalándolo con toda la devoción y majestuosidad que sus medios le permitieron. Sin embargo, la Capilla la construye después en el sitio en que le halló, algo alejado de su casa. No la construye aledaña a su domicilio y a la vera del “carril viejo”, como lógicamente pudo hacerlo. Sobre esta decisión, es concordante lo referido por una versión tradicional, lindante con la leyenda, que aún subsiste entre antiguos lugareños, y que dice: A los pocos días de estar el Crucifijo instalado en la casa de Don Juan Tomás, notan una mañana, con el asombro consiguiente, que “el Santo” no estaba en su trono familiar. Enojado por lo que consideraba un acto (5)

Ibid. – Expte. Suc. J. T. Alcaráz

irreverente de quién lo sacó, pregunta dónde lo pusieron. Nadie sabe nada. Cunde la incertidumbre, el desánimo, hasta que inspirada deducción le hace exclamar: ¡y si se ha ido el “Santo”! Con presteza, todos los que pueden se ponen en marcha hacia el lugar del hallazgo, alentando esperanzado reencuentro. Llegados, concluye la angustiosa incertidumbre, pues, en el mismo árbol estaba el Crucifijo. Todos quedan anonadados al interpretar el mensaje, por lo que Doña María Manuela expresa: ¡Comprenda Don Juan Tomás que no es para nosotros solamente! - ¡El quiere quedarse aquí! Dicen los lugareños, que por tal mandato se construyó la Capilla en el sitio que fue encontrado. Circunstancias de la pequeña historia lugareña, que mas adelante explicitaremos, están avalando esta versión tradicional.

VII - ¿CUANDO OCURRIÓ EL HALLAZGO? En lo que ya hemos expuesto con anterioridad, se insinúa que cuando ocurrió el hallazgo no había ningún nucleamiento humano en el que actualmente es la Villa. Aquella humilde Capilla y su pieza anexa, fueron las construcciones básales del futuro afincamiento vecinal. Es decir, que le asignamos al Cristo Crucificado la condición de ser el FUNDADOR DE LA VILLA DE LA QUEBRADA, basado en lo que expondremos: Fundamentamos nuestra tesis en conclusiones estimadas lógicas, tras la compulsa de documentos que nos evidencian circunstancias demográficas zonales en el siglo pasado. Don Juan Tomás no había nacido ni residía en el paraje de la Villa, no obstante ser el propietarios del campo conocido como Estancia la Quebrada, en donde después la fundó. El estaba avecindado en un paraje cercano, que hasta ahora se le conoce como El Guanaco, ubicado al noroeste de la Villa y a menos de una legua. Este lugar era el más conocido de la zona, no conformando un nucleamiento urbano, si no que una vecindad. Ese paraje era el vértice de líneas limítrofes de campos de distintos dueños, que en el siglo XVIII habían instalado los cascos de sus estancias bien cercanos unos de otros, buscando mutuo apoyo, amparo tan necesario en aquellos tiempos de dura vida por el aislamiento. A la vera del carril viejo, única huella vial interzonal, edificaron viviendas cercanas que se identifican como vecindad. Allí también vivía una familia apellidada Gómez, y un poco al norte estaba Doña Casimira Alcaráz, con su joven hijo Juan Tomás, quien andaba noviando con la linda vecina María Manuela Gómez, cuyo padre y madre ya habían fallecido.

Muy formal el mozo, y recatada y “modocita” la niña, disponen casarse cuando Juan Tomás pierde a su madre. No obstante el aislamiento, no se enyuntan (hoy se dice formar pareja) como pudo ocurrir, si no que disponen “hacer las cosas como Dios manda, y que nos case el cura”, observando fielmente preceptos religiosos heredados, que sin índices culturales de conducta personales y de convivencia, que singularizan a las comunidades “Folk” sanluiseñas. Tras los preparativos que es de suponer, viajan a la ciudad de San Luis, distante nueve leguas, para contraer enlace en el Convento de Santo Domingo, (entonces sede parroquial) y después retornar a El Guanaco donde por varios días se festejaría la boda, a al usanza antigua. En el libro parroquial de San Luis, quedo asentada la siguiente partida de casamiento.(6) “En la Iglesia Parroquial de San Luis, el día veintisiete de agosto de mil ochocientos cuarenta y siete, mi ayudante el Pbro. Dn Norberto Vera, con mi licencia casó y veló a Juan Tomás Alcaráz, vecino del Guanaco, e hijo natural de la finada Casimira Alcaráz, con María Manuela Gómez de la misma vecindad, hija legítima de los finados Manuel Gómez y Doña Juana Jofré, después haberse producido la correspondiente información y haber sido proclamados en los días festivos que al margen se expresan. Padrinos Dn. Alejo del Río y Dña. María de la Paz Lucero, en cuya presencia les hizo la exhortación que trae el Ritual Romano. Y para que conste lo firmó. – Juan José Gil Cura y Vicario”. Esta partida de matrimonio, no menciona para nada la Villa de la Quebrada no obstante que el novio era propietario del campo que ahora la contiene. Por consiguiente, comprobamos que al año 1847 no existía la tal villa, de cuya existencia no hay mención alguna en los documentos de años anteriores. Todos mencionan un fundo, un campo de la “Estancia la Quebrada”. Según nuestra hipótesis, ese año de 1847 es una fecha clave, de tope cronológico más antiguo, porque nos demuestra que el matrimonio GómezAlcaráz residía en el paraje El Guanaco, colindante con la “Estancia La Quebrada”. Cuando se desposaron, el novio tenía 21 años y la novia 19. Todo un romance vecinal en el matrimonio fundador material de la futura Villa de la Quebrada. Ocurrido el milagroso hallazgo, en fecha posterior a 1847, en el recreado episodio histórico antes mencionado, Don Juan Tomás construye la Capilla para el Señor, y la pieza contigua para ir a cuidarlo hasta que hiciera nueva casa para su familia. No erige un nuevo casco de estancia, es decir, con las instalaciones propias de un establecimiento ganadero. La vieja Estancia La Quebrada continúa como tal, con sus funciones específicas. En el magín de Don Juan Tomás está prevista la futura villa, disponiendo terreno para la plaza frontera a la Capilla, y lotes para sus hijos.

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Arch. Eclesiástico Catedral, libro 4 Matrim. Año 1847

También otros son dedicados a sus familiares y, hasta para los amigos que quieran venir a radicarse en la vecindad del Cristo. Mencionaremos otras circunstancias que abona muestra tesis sobre la fundación de la Villa. Esa incipiente vecindad no se afinca a la vera de aquel “carril viejo” ya mencionado, como un criterio lógico y utilitario lo aconsejaban, si no que van a radicarse casi una legua al naciente, apartándose de esa única vía de comunicación. Por esos años, el llamado “camino del bajo” no existía recién se lo construyó después de 1877, cuando por Ley de ese año se autorizó al Poder Ejecutivo “para que mande abrir un camino público de esta ciudad “a Socoscora”, cuya traza, dice otra Ley de 1883, “…que partiendo de esta Capital ligue entre sí por rectas las poblaciones y puntos más importantes de la provincia”.(7)Así nace el camino carretero a San Francisco del Monte, el “del bajo”, actualmente rectificado y asfaltado, distinto al “del alto”, que se construyó en la década de 1930 faldeando las sierras, y que pasando por Villa de la Quebrada va al norte de la Provincia, continuando hasta las limítrofes. Sólo una poderosa razón pudo decidir fundar una vecindad alejada del camino, y tal motivo fue, indudablemente, tener la honra de ser vecino del Santo Cristo que de manera tan extraordinaria quiso radicarse en el lugar. Según el historiador puntano Juan W. Gez, en el año 1871, el gobernador de San Luis, Juan Agustín Ortiz de Estrada estuvo en la Villa, con motivo de su viaje de inspección a al campaña para constatar personalmente las necesidades. Escribe Gez: “Visito primero la Villa de la Quebrada, fundada el año 1868 sobre un lote de varias cuadras de terreno donado por un señor Alcaráz y otros vecinos. La Villa existía de nombre; no se había hecho una conveniente distribución de los sitios, los pobladores no tenían títulos de propiedad, ni disponían de agua. Para regularizar esta situación se exigió a los dueños de la tierra ratificaran su donación, confirmó a los pobladores en sus dominios y se mandó practicar trabajos para represar el agua…”(8) También se destinó terreno para el cementerio y se deslindó el de la plaza pública. Después continuó el gobernador su gira al norte. Antes documentamos que el año 1847 (fecha tope) en el que se casó Don Juan Tomás, éste residía en la cercana vecindad de El Guanaco. También dijimos según nuestra tesis, que el hallazgo del Crucifijo ocasionó la radicación de los esposos Gómez-Alcaráz en las cercanías de la Capilla que se le erigió. El otro extremo del lapso de tiempo de probabilidad del hallazgo es el año 1868 (fecha tope), en que ya estaba poblada la incipiente Villa, que “sólo existía de nombre” según Gez, como se mencionó. Lógicas deducciones nos permiten afirmar que la radicación de los flamantes vecinos no puedo ocurrir de un año para el otro. En cambio, debió requerir un tiempo prudente para que aquella época estimamos cercana a una década. (7) (8)

Arch. Legislatura Prov. – Leyes del 31 – 8 – 1877 y del 27 – 7 – 1883 J. W. Gez “historia de San Luis”, t. II, Cáp. XXII

Corolario de estas deducciones por tales circunstancias, nos lleva a afirmar que el hallazgo debió ocurrir entre los años 1850 a 1860, o sus inmediatos. Es decir, que al presente año de 1988, va camino del siglo y medio de la presencia del Crucifijo milagroso en Villa de La Quebrada, como centro devocional. Crucifijo, imagen del Cristo muerto en Cruz para la redención humana, que en aquellos años concitó y acrecentó la fe primitiva de lugareños, que lo hicieron suyo, amándolo y confiando en él. Le imploran auxilio, protección en sus necesidades materiales y espirituales. El Cristo del amor y de la misericordia concede Gracias en sus milagros.

VIII - POBLAMIENTO DE LA VILLA Con la erección de la Capilla se había puesto la piedra basal de la Villa, pergeñándose después un indicio urbano con la distribución de solares para los hijos y familiares de Don Tomás y amigos. La primitiva planificación comprendía con exclusividad, los tres costados de la incipiente plaza, previéndose una sola calle de acceso, siendo la continuación de la huella que la unía con el carril. Tal era la traza de la Villa a la que arribó en los primeros días de diciembre de 1871, el gobernador Ortiz de Estrada y su comitiva de funcionarios, tras el duro trajinar de casi diez leguas desde la ciudad capital, en el ya tórrido mes de diciembre. La sola mención de este viaje del Gobernador al interior de la Provincia, nos evidencia la preocupación del mandatario puntano por palpar en sus situaciones reales, las necesidades de los pueblos y habitantes de la jurisdicción a su mando. Tras las dos extensas giras que efectuó dicho año, son numerosas las providencias de orden administrativas, económicas, de obras públicas que ordena ejecutar. Además, consta sus preocupaciones por crear una administración eficiente y practica al servicio del interés público y de los particulares. El gobernador ratifícale a Don Juan Tomás Alcaráz el apoyo oficial a la fundación de la Villa, erigida por tan singular acontecimiento, que a él y sus acompañantes les habrán impresionado en sus fueros de íntima religiosidad. Así es que con el propósito de que el incipiente poblamiento urbano posea una segura provisión de agua, ordena se construya un embalsamiento del arroyo La Quebrada, de lo cual todavía hay indicios. Con Don Juan Tomás se pacta el procedimiento legal para regularizar los títulos de propiedad de los terrenos que él a donado, de cuyo compromiso quedó constancia en acta labrada el día 4 de diciembre de ese año 1871. Instrumento que puede considerarse el acta fundacional oficial de Villa de la Quebrada. Consecuencia del compromiso pactado entre el gobierno y el Señor Alcaráz, es que el 22 de setiembre del año siguiente (nueve meses después), se constituyó en la Villa el Escribano de Gobierno Don Víctor Tula, ante quien

comparecen el donante y los agraciados, según reza en los testimonios que protocolizados, en lo pertinente expresan: “… en la Villa de la Quebrada, del Departamento 8º, a los veintidós días del mes de setiembre del año mil ochocientos setenta y dos, comparecen Don Juan Tomás Alcaráz, y dijo: que cumpliendo con lo que tenía manifestado ante el Excelentísimo Gobierno de la Provincia, en esta misma Villa, en Acta del cuatro de diciembre de mil ochocientos setenta y uno, levantada durante de la visita del Gobierno a la campaña: otorgó; que da en donación para siempre jamás al expresado…”(9). En el archivado “Protocolo 1872” consta que los amigos beneficiados con la donación de solares fueron: Roberto Cabrera, Manuel Baigorria, José de la Cruz Orozco, José B. Muñoz, José Vicente Ríos, Mercedes Pereira y José María Gómez. De esta manera quedó reconocida oficialmente la fundación y poblamiento de la Villa, resultando muy curioso un reconocimiento de jerarquía política administrativa, que concede un documento del 21 de febrero de 1873, al expresar “…la Villa de la Quebrada, hoy capital del Partido de Rumiguasi i Villa…”. En otro se dice, “Estancia i Villa”. Con posterioridad a la actuación del Escribano, efectúa Don Tomás otras donaciones, a Rafael Soler, Máximo Coria y Toribio Gil, las que constan en otro Registro del Archivo de Escribanía General de Gobierno, cuando en cumplimiento de la Ley del 24 de setiembre de 1873, se constituye en Nogolí y después en Villa de la Quebrada, el Juez de Alzada del 8º Departamento (Belgrano) Don Francisco Hernández, para inscribir y escriturar propiedades urbanas y rurales.(10) En Nogolí se constituye el 15 de febrero, permaneciendo hasta el 20 en que llega a Villa de La Quebrada. En aquélla inscribe veinte títulos de predios urbanos y rurales de la zona de influencia. En la Villa actúa hasta el 27, registrando y escriturando 28 títulos, entre ellos los de las tres últimas donaciones antes mencionadas. Consecuentemente, fueron diez los solares donados por el Sr. Alcaraz hasta esa fecha, buscando fomentar la radicación vecinal. Estos sitios eran fronterizos a la plaza, al Norte, poniente y Sur, menos al naciente. No todos los beneficiados edificaron viviendas, y después de fallecido Don Tomás, los vendieron. Salvo esos Lotes, el resto quedó para sus herederos, “los Alcaraces”, como dicen algunos papeles de la época. En el mensaje del gobernador Ortiz de estrada de marzo de 1872, a la H. Legislatura, informa entre otras especificaciones que ya está en vigencia el Reglamento para el uso y distribución del agua del “Arroyo de la Quebrada para la población de su nombre”, providencia gubernamental para la armónica convivencia de la vecindad.(11) Ateniéndonos a una información sumaria ante el Juez de Paz de la jurisdicción, la cual testifica que ha ocurrido un fallecimiento, y que: Arch. Escrib. Gral. Gobierno – “Protocolos 1872”. Escrib. V. Tula y otros. Ibid. – “Regis. Propie. Urb. y Rural del 8º Dpto.” Fjs. 15 al 43 (11) Arch. Hist. y admin. San Luis. Mensaje Gobernador Ortiz de Estrada. (9)

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“El día 8 de diciembre de 1880 se le dio sepultura en el cementerio de Villa de la Quebrada al finado Dn. Tomás Alcaráz de la edad de 54 años, hijo natural de Dña. Casimira Alcaráz, de culto católico, nacionalidad argentino…”(12) Deducimos entonces que su fallecimiento habrá ocurrido el día 7. Este documento datado en 5 de mayo de 1895, (quince años después) suple a la no encontrada anotación parroquial pertinente. Su esposa le sobrevivió algunos años, y de ella sí hay anotación parroquial, expresando que: “…fué sepultada el 29 de agosto de 1883, Dña. Manuela Gómez, de 55 años, viuda, puntana, vecina de dicha Villa…”(13) Estos dos documentos y otros, constatan que por aquellos años no se consignaban el día del fallecimiento, sino el día en que se le sepultaba. Traspuesto el siglo desde el fallecimiento de Don Juan Tomás, ha desaparecido de la memoria de los villeros el sitio de la sepultura, como así de su esposa. Son tumbas olvidadas, donde esperan las trompetas del arcángel anunciador de la resurrección para la eternidad. Aquel matrimonio Alcaráz-Gómez, cumpliendo planes de la divina Providencia, y sin que ellos siquiera lo sospecharan, fue el fundador de la Villa, para que ese “Cristo de La Quebrada” se constituyese con el transcurso del tiempo, en el celestial Patrono de la Región Cuyana. La cada vez más difundida devoción popular lo está demostrando. Hemos meditado sobre los designios providenciales de Dios, al bendecir ese sitio y a ese patriarca lugareño, suscitándolos como signos de que “la plenitud de los tiempos” ha llegado, y que “el reino de Dios” está presente en ese enclave geográfico puntano, manifestando la Gracia salvífica de Cristo a todos los hombres de las comunidades regionales de creyentes, de cristianos. El Cristo Crucificado no eligió una urbe, ni un palacio, ni suntuosa Catedral, sino que un bucólico paraje, estupendo en la humilde plenitud de la naturaleza que Él creó. Humilde como la Gruta de Belén como lo han sido casi la totalidad de los sitios del mundo en que Él se manifestó, como igualmente los santificados por la presencia o apariciones de su Santa Madre, la Virgen María. En la provincia de San Luis, el Dios de la bondad enclavó estos dos polos Cristológicos, el Cristo de La Quebrada y el Señor de Renca. Ambos, al igual que la Jerusalén bíblica, atraen, concitan anualmente a millares de peregrinos, cristianos, católicos o no, que marchan hacia Yavé celebrando pascuas.

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Arch. Escrib. Gral. Gobierno – Expte. Suc. J. T. Alcaráz. Arch. Eclesiás. Catedral S. L. – Libro Defunciones Nº 9, F. 23.

IX - ¿RELIGIOSIDAD POPULAR?

Por habernos referido antes a la festividad patronal del Cristo de la Quebrada, omitiremos pormenorizar circunstancias externas de esa masiva expresión de religiosidad. En cambio, intentaremos una explicitación, diremos laica, sociológica, sobre la motivación que la ocasiona, sin pretender entrar al campo de la Teología. Para ello es necesario distinguir dos circunstancias religiosas imperantes para esos días. Una es la multitudinaria manifestación de religiosidad, que es la que concita en mayor grado o intensidad el interés general, y hasta el de los estudiosos, sea sociólogo, folklorólogos. La otra es el aspecto de recatada devoción de la comunidad de la Villa, que pasa desapercibida, ignorada, para el gran público y hasta para los estudiosos, como también hasta para la iglesia, en oportunidad de las festividades patronales. Si nos ubicamos mentalmente en la época del hallazgo y hacemos abstracción de todo lo que hoy conocemos, recreando un paisaje bucólico poblado de gente sencilla en sus costumbres, y una cosmovisión simple, entonces tendremos una comprensión de la “perspectiva escatológica salvífica” que se inicia en el ámbito geográfico con el hallazgo del Cristo crucificado. Imaginémonos la conmoción que ese acontecer histórico habrá producido entre los pobladores lugareños. Noticia estupenda, que diligentes chasques habrán esparcido desde el vecindario de El Guanaco hacia toda la zona. En el alma de aquellos campesinos anidaba la simiente del cristianismo heredado desde los tiempos históricos de la evangelización, durante la conquista y poblamiento por los hispanos, manteniéndose subyacente de generación en generación por las prácticas religiosas hogareñas y de las comunidades. El “Documento de Pueblas”(14) la denomina “memoria cristiana del Pueblo de Dios”. De resultas de aquel hallazgo extraordinario, es que se remueve, se activa, se dinamiza aquella memoria cristiana, la cual se expresa acorde con el índice cultural que posee; y en el orden devocional, con algunas deficiencias debido a la carencia de continuidad evangelizadora. Pero guarda y mantiene viva esa esencia vital del cristianismo que es la Fe. Aquella comunidad campesina, sin especulaciones teológicas, estaba penetrada del hondo sentido de la trascendencia, y de la cercanía de Dios en aquel milagroso Crucifijo, al que erige en centro y eje de su devoción religiosa. Esto origina una prístina expresión de religiosidad popular con características especiales. Y como la define el “Documento de Medellín” (15), “Es una religiosidad de votos y promesas, de peregrinaciones y de un sinnúmeros de devociones…” – Más adelante dice: “Se advierte en la expresión de la religiosidad popular una enorme reserva de virtudes auténticamente cristianas, especialmente en orden a la caridad, aun cuando muestre deficiencias su conducta moral”. (14) (15)

C.E.L.A.M. “Doc. Pueblas”, Capítulo Religiosidad Popular. C.E.L.A.M. “Doc. Medellín”, Cap. VI , Pastoral Popular

Afortunadamente, en el caso de la Quebrada, no hubo una incidencia negativa tradicional o étnica, distorcionadora de la auténtica fe cristiana. No hubo canonización popular, ni actos rituales lindantes con supersticiones, ni sacralidad del objeto crucifijo, por que tuvo una inicial asistencia de la Iglesia, como comprobaremos más adelante. Si bien después, y por largas décadas careció de la guía espiritual eclesial, no podemos a nuestro juicio, y bajo la lupa sociológica del Folklore, definirla, encasillarla, como expresión típica de “religiosidad popular”. Es más bien, una expresión de “catolicismo popular”, como otros documentos episcopal define a similares manifestaciones. Reiteramos nuestra convicción de que en las décadas iniciales debió ser una devoción netamente católica. Ahora, a más de un siglo de la presencia del Cristo Crucificado en Villa de la Quebrada, podemos comprobar la gradual concreción de la inicial “perspectiva escatológica salvífica”, por la acción de ese “sacramento universal que es la Iglesia” fundada por Jesucristo la cual fue desbrozando de algunos aspectos negativos invasores de esa devoción popular, cuando adquiere intensidad multitudinaria al extenderse en la región Centro-Oeste del país. El Magisterio sacerdotal de estas últimas décadas, lo ha completado con una fecundación entre liturgia sacramental y piedad popular. Dicha devoción religiosa popular, en oportunidad de los festejos patronales, se mantiene vigente dentro de las normas institucionales de la Iglesia. En el aspecto social, está encausada dentro de la normalidad ciudadana por la acción correctora y disciplinaria de las autoridades civiles pertinentes.

X - LA COMUNIDAD ORANTE Nos ocuparemos ahora exclusivamente de la COMUNIDAD de la Villa de la Quebrada, apartándola del complejo total de la festividad. Sus pobladores constituyen en la actualidad una comunidad semi “Folk”, por su “hábitat” y costumbres, aunque éstas sin la total funcionalidad que otrora tenía. Se explica esta mengua por influencia de los medios de comunicación de que dispone, y por la masiva intrusión de pautas culturales foráneas, que modificaron por asimilación – en lo positivo y negativo – el caudal primigenio cultural. Este impacto intrusivo lo acusa especialmente el folklore material; en menor grado es subjetivo, y menos aún en el aspecto religioso. Aquella pequeña célula comunitaria del siglo pasado, en base a su “memoria cristiana” subyacente, pudo encausar por rectos caminos la naciente devoción al Cristo del milagroso hallazgo. Contribuyó a ello la inmediata acción pastoral de la Iglesia – aunque fuese una vez al año -, continuada hasta las primeras décadas del presente siglo. Bastó ese lapso de tiempo de acción eclesial, para afianzar y enriquecer la Fe y devoción de la comunidad, que por aquellos años, si era “folk”. Desde entonces será la fijación de la fecha patronal

el día 3 de mayo. Día de la Santa Cruz. También de aquel tiempo será la novena antigua y el Himno al Cristo que se cantó. Al expandirse la devoción en la zona, especialmente en los estamentos sociales populares lugareños, no ocurren desviaciones de culto ni de liturgia en la comunidad. Se dieron en cambio en ocasión de los festejos patronales, a medida en que aumenta la heterogénea concurrencia a la Villa, situaciones de inconductas sociales, muchas de ellas reñidas con la moral, entre los forasteros. Aparecen los mercaderes de los vicios juntamente con los que ofrecen servicios y mercaderías varias. No obstante, la comunidad permanece indemne, protegida por esa esencia de virtuosidad que distingue a las comunidades campesinas o “folk”. Cuando aproximadamente en la segunda década de esta centuria se interrumpe la asistencia de sacerdotes a los festejos patronales, éstos continúan organizados con exclusividad por los propietarios que heredan el templo y “el Santo”. Lo fueron Don Sinforiano Alcaraz hasta su fallecimiento en 1914, y después su esposa Doña Liboria Gómez de Alcaráz, quien falleció en 1944. Esta señora fue la última “dueña del Santo”, como popularmente se le designaba. La novena era rezada por gente lugareña o personas contratadas de San Luis, y el 3 de mayo se hacía la procesión con un Crucifijo. Pero el Cristo auténtico del Milagro “nunca salió de la Iglesia” según refieren lugareños. En su reemplazo sacaban otro con pedestal, que llamaban “el Personero”. Había además, tal como ahora, un crucifijo que se da a besar o “tomar gracias”a los peregrinos; éste era el “Representante”. Este juego de imágenes, que a muchos les ocasionarán irónicas sonrisas, sirvió – a nuestro criterio – para una concientización religiosa profunda, que evitó la sacralización del objeto crucifijo, es decir, impidió la idolatría, tan fácil de prender en esas almas sencillas de las comunidades “folk”. Por esos años, unas tres décadas, no hubo culto ni liturgia alguna ejercida por sacerdotes en el interior del templo. Pero sí, esporádicamente concurrieron para la festividad oficiando misas y demás ministerios en la escuela, plaza o entrada a la Villa. Años tras años iban aumentando los peregrinos, y los automóviles comenzaron a suplantar a los vehículos tirados por animales. Cada uno hacía su “real” o campamento donde podían en los baldíos cercanos a la plaza. En la noche brillaban los fogones criollos, y muchos concentraban a los tahúres, otros eran centro de borracheras, y más de uno de esos contertulios se quedaron para siempre en el cementerio. En el templo los peregrinos cumplían sus promesas con velas, flores, objetos varios y limosnas. Fuera del templo, la Villa, con esos mismos peregrinos, parecía Sodoma y Gomorra en babélica conjunción. Pasada “la función”, quedaban tranquilos los pocos vecinos estatales de la Villa, continuando sus habituales quehaceres bajo el amparo del Santo Cristo. Cuando a algún vecino apremiaba una necesidad, o sin ella, le hacía una novena en su domicilio, y para ello pedía prestado al “Personero” para que presidiera la liturgia, que consistía en el rezo del rosario, de las oraciones impresas, para concluir cantando el himno de Cristo. A estos actos religiosos comunitarios, concurrían todos, pues, la ausencia podía ser un agravio al “Santo”.

La actual y extraordinaria afluencia de peregrinos, sumerge en el anonimato a los villeros y vecinos, quienes poco pueden participar de los actos litúrgicos. Lo hacen según las posibilidades de tiempo, en razón de estar absorbidos por las exigencias de brindar alojamientos y comidas a los forasteros, opción económica que no se puede malograr. Cada casa está invadida, las habitaciones, los patios, los sitios, los potreros. Todos forman una gran familia. Pasados los festejos y vueltos a la normalidad cotidiana, la preocupación de cada grupo familiar es rezarle la novena en privado, en sus hogares, y diariamente ir a saludar al Señor en su templo. Hará poco más de una década, el sacerdote encargado del santuario supo captar un resentimiento de la comunidad toda, hacia los sacerdotes actuantes allí y autoridades eclesiásticas. Ellos decían: “nos han quitado el Señor”, la fiesta ya no es de nosotros, es para los de afuera, para los peregrinos mendocinos”. Esto último porque los peregrinos que vienen de la provincia de Mendoza son mayoría notoria, son consecuentes en su devoción al Cristo de la Quebrada. Tal razonamiento quejoso, se basaba en comparaciones con festividades patronales de otros pueblos y villas de la Provincia, donde las comunidades son partes activas en los actos de culto y festejos. El sacerdote, en conocimiento de tales razonamientos, con fraterna disposición planifica una celebración religiosa y social exclusiva para la comunidad y vecindario aledaño. Promovió una reunión vecinal donde se constituyeron diversas comisiones, cada una con su cometido bien determinado. Se fijó como fecha de la celebración el día 14 de setiembre, en que la Iglesia conmemora la Exaltación de la Santa Cruz. Con ese carácter ya no se hacen. Señoras y señoritas actuaron de catequistas preparando niños villeros para la primera comunión, en colaboración con los docentes de la escuela. Otros grupos efectuaban listados con las donaciones en especias y dinero en efectivo, para preparar “la comilona” con los típicos platos de la cocina criolla. Todo se previó y organizó comunitariamente. Los policías lugareños organizaron una cabalgata portando banderas argentinas y papales para recibir al señor Obispo, a la entrada de la Villa. (16) Esta vez, el Prelado iba sólo para ellos, en sus festejos religiosos y sociales. Se había evitado toda publicidad del acto. Como el sacerdote no podía estar en la Villa desde el comienzo de la novena, ésta queda a cargo de las damas en las seis primeras noches, y las tres últimas serían con triduo de misas. Diariamente el templo fue colmado de devotos lugareños, que con unción e íntimo regocijo veneraban a su amado Patrón. Todo ocurrió de manera estupenda, tanto en lo religioso como en la celebración social. Medio centenar de jinetes con sus banderas, dieron la bienvenida al Prelado, al quién ofrecieron el caballo más lujosamente aperado para que encabezara la columna hasta la plaza y el templo, donde fue calurosamente aclamado por la feligresía.

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Obispo Mons. Carlos M. Cafferata y Pbro. I. Psenda.

Concluidos los actos litúrgicos, se sirvió un almuerzo del que participaron más de 300 comensales lugareños. Los vecinos decían: “Ahora sí que nos han devuelto el Cristo”. Éste festejo particular de la comunidad, al que no se le dio ninguna publicidad para que hubiese más intimidad, fue un acto de reconocimiento de autoridades de la Iglesia a la secular fidelidad cristiana de esa comunidad, que vivió con intensidad su festejo patronal.

XI - FENOMENOLOGÍA FOLKLORICA Durante los festejos comunitarios mencionados en el punto anterior, se puso en evidencia un notable fenómeno religioso folklórico. Los lugareños comenzaron la novena, aplicando las oraciones de la antigua novena del “Santo”, además del rezo del Rosario, tal como lo hacían en sus domicilios. Era la novena que tenían “desde la fundación del Santo”, la del cual todavía conservaban algunos ejemplares impresos, o reimpresos. Así lo hicieron las seis noches iniciales. Constituido el sacerdote en la Villa para celebrar el triduo final de la novena, esperaba en la sacristía que concluyeran las oraciones. Terminadas éstas, con sorpresa escucha que interrumpe en el templo un canto cadencioso, entonado por la totalidad de los asistentes, más de un centenar, distinguiéndose voces de niños, de mujeres y de hombres. Todos al unísono, lo más notorio eran los tonos bajos de los varones. La tan imprevista manifestación coral, impresionábale como fruto de intensos ensayos, imposible de lograr en sólo seis días. Concluida la novena, indagó a los vecinos sobre la vigencia de ese canto, dado que era imposible lo aprendieran en tan poco tiempo. ¡Padre! – Es el Himno al Cristo. Tal fue la respuesta colectiva, agregando: “Lo sabemos todos, siempre lo cantamos en las novenas que hacemos en las casas”. Los más ancianos afirmaban que desde niños lo aprendieron. Aquella novena antigua y el canto del Himno, habían sido desconocidos por los sacerdotes de este siglo. Desde más de treinta años atrás, cuando las autoridades religiosas tomaron posesión del templo y organizaron las funciones religiosas patronales, aplicaron en las novenas oraciones y cánticos de uso en las ceremonias de culto habituales. No obstante, la comunidad año tras año siguió manteniendo en vigencia aquella novena y el Himno en sus actos devocionales privados. Los resguardaron como un tesoro tradicional y popular, considerándolo único

dedicado exclusivamente al “Santo de la Quebrada”. Cuando esa comunidad se sintió otra vez “dueña del Cristo” – en la oportunidad antes señalada – le honraron devotamente a la vieja usanza, como lo habían hecho sus antecesores desde el siglo pasado, pero esta vez lo hicieron en el mismo templo del Señor. Por poseer condiciones litúrgicas las oraciones de la novena antigua, lo mismo que la letra del Himno, desde aquella oportunidad hasta ahora, es la que siguió aplicándose en las anuales celebraciones patronales a cargo de la Iglesia. Estimamos que es verdaderamente singular esta fenomenología folklórica ocurrida en una comunidad ahora “semi-folk” (antes fue netamente folk) que conservó por generaciones un tesoro tradicional muy caro a su mundo interior, que recibió antaño desde otro nivel cultural y social. Se vieron aquí, con esas dos expresiones religiosas (novena a himno), las vías descendentes y ascendentes de transferencia de caudales culturales folklóricos. Texto de la novena y letra y música del himno, constatan, indudablemente, que sus autores pertenecieron a una élite cultural, pero que hoy se ignora quienes fueron (anonimato). En su tiempo la comunidad los acepta, los hace suyo por que son funcionales, y mantienen su vigencia, a pesar de que las últimas tres décadas las condiciones fueron las más adversas para su perdurabilidad. Recientemente, por afortunada circunstancia, la ha transferido a otros estamentos sociales urbanos, y hasta fue institucionalizado. Existe una reimpresión conteniendo la novena y el himno, citándose como autor de este último a un sacerdote, que nadie recuerda, en la Villa ni en la Curia. Si verdaderamente es el autor, debió actuar en la Villa como misionero circunstancial. La letra del himno es la siguiente: Himno al Santo Cristo de la Quebrada (San Luis) Coro A Jesús en la Cruz expirando Adoremos Con fe y con amor, pues en ella, del cielo bajando, Por nosotros su sangre vertió. Estrofas -IDe sus manos y pies que horadaron Los verdugos en saña feroz Cuatro fuentes divinas brotaron Con la sangre que al mundo salvó. -IIPor aquella corona de espinas Que Jesús en su frente llevó Taladrando sus sienes divinas

La justicia de Dios se aplacó. -IIIUn soldado con fiera lanzada Que su pecho divino rasgó De los cielos la puerta cerrada Con su golpe a la vez nos abrió -IVDios eterno, que sufres clavado En la cruz que llevaste por mí, Perdonadme, Señor, mi pecado. Y que nunca me aparte de Ti. -VCuando llegue en mi vida la hora De llevar al Calvario la cruz, Ayudadme a llevarla, Señora, Madre buena del dulce Jesús *** En la reimpresión del año 1949, consta al final lo siguiente: “Letra del Padre Luis Marco Misionero del Corazón de María”. Otra circunstancia que le da singularidad a este “Himno”, es que ahora son miles de fieles devotos del Cristo que lo cantan en las novenas. Todos lo han aprendido de “oído”, en el mismo templo y acto litúrgico, sin ningún acompañamiento instrumental, que nadie recuerda lo haya tenido alguna vez. (Oralidad). Además, que sepamos, ningún músico volcó en el pentagrama la música, que no tiene resonancias marciales, de gloria o festivas. En un canto sobrio, cadencioso. Esto opinamos siendo lego en musicología, y al sólo efecto de dar una superficial noción o idea del “Himno al Cristo de la Quebrada”, ahora vigente masivamente.

XII - LA CAPILLA, EL TEMPLO Hemos afirmado en base a documentos, que en décadas de la segunda mitad del siglo pasado, es cuando se produce la radicación de los primeros vecinos de la Villa. Muy escasos pero tozudamente decididos a vivir en la vecindad del Cristo, de quien habrán recibido especiales favores, que fortificaron su fe y devoción. La bondad y misericordia de ese Cristo Crucificado, cumplía con la promesa evangélica de “Pedid y se os dará; buscad y encontraras; llamad y se os abrirá”. Poco a poco va trascendiendo en la zona su condición de milagroso, por Guascara, Rumihuasi, La Aguada hasta la ciudad de San Luis. Para el

norte por Quebrada del Molle, Aguada de la Zorra, Crumapara, Nogolí, Los Chañares, San Francisco del Monte, Luján, Quines, Candelaria; por el occidente hasta Los Manantiales, El Gigante y demás parajes avecindados. Por vía oral en los fogones de arrieros, carreteros y carreros, como también en las reuniones familiares y sociales, se van comentando “los casos” milagrosamente solucionados por “el Santo”, ya fuesen del orden de la salud, económico o de cualquier otra índole. En la medida de sus necesidades hacen “mandas”, y se esmeran en cumplir lo promesado en la oportunidad que pueden. La gente del norte, en ocasión de sus viajes a San Luis hacen escalas en la Villa, pernoctando muchos porque desde allí a la ciudad hay una prudente jornada de viaje, a caballo o en carruajes, y aprovechan de satisfacer exigencias espirituales ante el altar del milagroso Crucifijo. De esta manera y por tan primitivo medio de difusión, paulatinamente tomó amplitud geográfica la devoción y fe en el Señor de la Quebrada. En el documento antes citado que testifica el fallecimiento de Dn. Juan Tomás Alcaráz, se expresa esta condición: “de culto católico”, lo cual, claro está, no significa atribuirle la calidad de ser un notorio o ferviente cristiano. Pero, sí nos permite deducir su comportamiento después de haber construido la capilla, el que sería viajar a la ciudad de San Luis para imponer a las autoridades eclesiásticas las circunstancias del hallazgo, de la erección de la capilla, e invitándolas que viniesen a oficiar misas y ejercer demás cometidos sacerdotales, en razón también del aumento de peregrinos. De aquellas primeras participaciones de la Iglesia, resultaría la fijación de la fecha 3 de mayo como día de celebración patronal. En el orden religioso, ese día esta dedicado a celebrar la “Invención de la Santa Cruz”, con el cual la Iglesia Católica recuerda el hallazgo de reliquias del santo madero en el que fue crucificado Nuestro Señor Jesucristo, en la búsqueda ordenada por Santa Elena en Tierra Santa. Por esos años de 1860 a 1880 son muchos los sacerdotes que actúan en la Iglesia Matriz de San Luis, unos en calidad de párrocos “propios” y otros interinos, tales el Pbro. Agustín Salgado (1867/69), Norberto Laciar (1869/70). Continúa después un sacerdote puntano, el Pbro. Justo del Carmen Arce, cuyos datos biográficos nos ilustran que: “…nació en Luján de la provincia de San Luis. Después de viudo fue ordenado de sacerdote por el Obispo de Cuyo, Mons. Achával. De 1870 a 1871, fue cura interino de la ciudad de San Luis. De 1880 a 1882 fue cura de la parroquia de San Francisco del Monte de la provincia de San Luis. Después fue cura propio de la parroquia de la ciudad de San Luis y vicario foráneo de la provincia, desde 1887 hasta su muerte ocurrida en 1882.”(17) Hemos insertado estos datos, en la convicción de que este sacerdote puntano, que antes de serlo era un piadoso y virtuoso ciudadano, inserto en el mundo, fue un factor decisivo en el correcto culto devocional al Santo Cristo desde su comienzo. Estaba capacitado, por experiencia, para

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M.Verdaguer, Hist. Eclesiástica De Cuyo, T. II, CAP II

atender y apreciar la idiosincrasia del hombre puntano, especialmente del campesino. Conocía cabalmente su cosmovisión de raigambre cristiana. En cada uno de sus viajes entre San Luis y su Luján, habrá hecho escala en Villa de la Quebrada, sin duda oficiando misas. Quizás se alojaba en casa de Don Juan Tomás, el vecino propietario de la capilla. Después, siendo párroco titular de la jurisdicción, su celo apostólico habrá prestado especial dedicación a ese naciente polo devocional, tan caro también por su particular condición de “nortino”, en cuya región se afinco el “Santo de la Quebrada”. El “pago de las promesas” habitualmente es con velas, flores naturales o artificiales y limosnas. Existe otra modalidad de ofrecimiento y pago en los campesinos, cual es la donación de animales vacunos y caprinos, especialmente los primogénitos machos. Estos eran entregados al “dueño del Santo”, incluso con los respectivos certificados de transferencias legales, formándose así las “tropillas o majadas del Santo”.Todas esas donaciones van conformando el “tesoro del Santo”, honradamente administrados por el “dueño”, dado que al Patrón no se le puede “trampear” (estafar) impunemente. Con dicho tesoro es que se va amoblando la Capilla, con mesas auxiliares, escaños o bancos, sillas, arcones y petacas, candelabros floreros; se le alhaja con los vasos sagrados, otros elementos del culto, ornamentos litúrgicos, etc. De tal manera estaba en condiciones de efectuarse cualquier acto litúrgico, en la oportunidad que arribara algún sacerdote. También se adquirieron dos campanas. ¿Cuánto asesoramiento habrá brindado en eso aquel campechano “cura Arce”?, como aún se le recuerda por lo singular de su vocación sacerdotal. Después, este sacerdote en su condición de Vicario Foráneo de San Luis, autorizaría el funcionamiento de aquella capilla de propiedad privada, pero librada al servicio público, en razón de estar su culto y liturgia encuadrada dentro de la doctrina y prácticas religiosas de la Iglesia Católica Apostólica Romana. No es muy aventurado colegir que el Obispo de San Juan de Cuyo, Mons. Fray Nicolás Aldazor, en oportunidad de su visita pastoral a la provincia de San Luis, a cuya capital arribó el 25 de mayo de1866, permaneciendo hasta el 1º de julio en que: “…se dirigió al norte de la Provincia; después de haber visitado varios parajes, llegó al pueblo de San Francisco”. Entre esos parajes está la Villa de la Quebrada con su recientemente construida capilla. (18) De la existencia de tal capilla allá por mediados del siglo pasado, hay papeles eclesiásticos, donde se dicen: “Consta que por ese tiempo (1863), en la jurisdicción del curato de San Luis, además de la capilla del Señor de la Quebrada, existían las de Nuestra Señora de las Mercedes de Nogolí, y del Espinillo en el 8º Departamento…”

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Ibid. – T. II, Cap. XVIII

Esta información con la mención del año 1863, esta afianzando nuestra hipótesis de que el hallazgo del Milagroso Crucifijo ocurrió indudablemente entre los años 1850 a 1860. El prelado inició su gira el 1º de julio por el norte de la Provincia (región oeste), y por ser persona de mucha edad, pues tenía 81 años, habrán sido cortas las jornadas de marcha. No le acompañó el Cura y Vicario Foráneo de San Luis, a la sazón el Pbro. Luis Joaquín Tula y Soraire. Por ser su primera vistita pastoral a la Provincia, debió prever estada en la Villa de la Quebrada para tomar conocimiento personal de aquella capilla y su Santo Cristo, cuya devoción popular se insinuaba, y también para ejercer su ministerio episcopal. Su arribo tras sufriendo ajetreo, fue noticia extraordinaria, que habrá sido anunciada con los repiques de campanas, cuyos sones rebotaban en los cerros dándole amplitud por sobre la fronda lugareña. Los villeros y vecinos comarcanos habrán concurrido con sus niños para que les impusiera el Sacramento de la Confirmación, y así completarán su condición de cristianos. A otros les habrán llevado para “oliarlos” porque solo tenían “el agua del socorro”, que es el bautismo efectuado por un laico autorizado al efecto. En las convicciones religiosas del hombre “folk”, es un anhelo el que sus hijos sean confirmados, y para obtenerla no desperdician ocasión, sean en manos del Obispo o de Sacerdote autorizado. No se miden sacrificios para tal finalidad, muy cara a sus obligaciones de padres cristianos. La capilla engalanada con sus mejores atuendos, lo mismo que la feligresía, vivieron días de fiesta, de exaltación religiosa, de fraterna convivencia comunitaria. Orgullosos sin duda por tan honorable visita. Hasta que una mañana, los polvos huelleros habrán marcado la prosecución del viaje del ilustre Prelado rumbo al norte, hacia la cercana Nogolí, donde otros fieles le esperaban en el flamante templo de Nuestra Señora de las Mercedes. Después continúa a San Francisco del Monte, donde inesperadamente falleció el 22 de agosto, a las 4 de la tarde, víctima de un “ataque de aneurisma anunciado por los médicos esta mañana”, tal es el texto de la doliente nota cursada en esa fecha al gobierno provincial, por el Párroco de San Francisco Pbro. Emeterio Lucero. “El día 23 de agosto, con numeroso acompañamiento fue conducido el cadáver a la ciudad de San Luis, donde fue recibido por el cura y vicario foráneo D. Luis Joaquín Tula y sepultado en el lado del Evangelio del presbiterio de la Iglesia de Santo Domingo, que entonces era la iglesia parroquial de dicha ciudad”.(19) No esta individualizada la tumba, ni se conoce documento alguno que informe si después se le exhumó para llevarlo a otro destino. Aquella ex – iglesia es hoy el Archivo Histórico de San Luis. Siendo aún iglesia, en las primeras décadas de este siglo se le cambió el viejo piso de tejuelas por mosaico. Posteriormente hemos preguntado a obreros que hicieron los trabajos, si había indicios de esa tumba y de otras que tenían

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Ibid. – T. II Cap. XVII

lápidas respondiendo que por curiosidad excavaron los lugares hasta más de un metro de profundidad, sin encontrar ningún indicio de los sepultados. De aquella visita del Obispo Aldazor a Villa de la Quebrada, hay algunas casi desvanecidas referencias de antiguos vecinos comarcanos. Don Juan Tomás continúa atendiendo sus bienes y organizando los festejos patronales, con las funciones religiosas a cargo de sacerdotes de San Luis o de misioneros. Ocurrido su fallecimiento en 1880, la viuda Doña Maria Manuela, continúa con la responsabilidad de atender la capilla, contando con la inmediata ayuda de su hijo Sinforiano, tal como éste lo hiciera en los últimos años de vida de Don Tomás porque sus achaques no le permitían plena actividad. Tres años después, fallecida la madre, queda este hijo a cargo de la capilla en razón de haberle concedido su padre la primogenitura, y por ende el derecho de ser el custodio del templo, que cual si fuera el Arca de la Alianza, le habrá hecho decir a Don Juan Tomás, al igual que el bíblico rey David, en su último canto: “Mi casa es estable junto a Dios porque hizo conmigo una alianza…” En la Villa todo continúa igual que antes en lo referente al funcionamiento de la capilla y actos de culto, lo mismo que esporádicamente llegadas de peregrinos con sus ofrendas y limosnas. Don Sinforiano da cumplimiento a lo que en vida dispusiera su padre, de que fuese el administrador de “…esta Capilla al servicio público…”. Los años también van deteriorando aquella humilde capilla de adobes y techo pajizo. Sin duda existen fondos suficientes para repararla, pero no es posible recurrir a ellos por ser bienes herenciales. Son varios los herederos y Sinforiano es sólo el custodio o administrador. Esta situación lo impele a la necesidad de abrir el juicio sucesorio de sus ascendientes, lo que ocurre más de una década después del fallecimiento de ambos. El inventario de los bienes lo efectúa el Dr. Teófilo Saa, quien lo data el 6 de octubre de 1895, quince años después de los decesos. En las páginas anteriores se mencionó este instrumento judicial, porque nos anoticiaba de la existencia de la capilla con su pieza anexa y terreno, primera mención documentada de la capilla. Llegada la tramitación del juicio al estado de reparto de los bienes, las hijuelas nos testimonian que la segunda adjudicación de la hijuela de Don Sinforiano le asigna (fragmentada y en lo pertinente a este punto), lo que se transcribe: “Se le adjudica la Capilla con su correspondiente solar y accesorios necesarios para su funcionamiento; se tiene presente que fue voluntad de su padre que él administrara esta capilla en el servicio público, lo que importa una donación anticipada y que ahora se colaciona a la legítima;…”(20)

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Arch. Escrib. Gral. Gobierno – Expte. Suc. J. T. Alcaráz.

De esta manera Don Sinforiano trueca su condición de “administrador” por el propietario de la capilla y pertenencias. Recalcamos que los herederos observaron esa manifestada”voluntad de su padre” de que él fuese “el administrador”, circunstancia que fundamenta la adjudicación de la Capilla. Por tal disposición, de administrador pasa a la condición de propietario. No obstante, se omite darle posesión, por lo que debe peticionarla después, y recién toma posesión de esos bienes herenciales, el 27 de febrero de1896, tras la actuación pertinente del Juez de Alzada de la jurisdicción.

XIII - EL NUEVO TEMPLO Sobre el filo de los 40 años de su construcción, aquella primitiva capilla, había entrado en estado ruinoso, por lo que los coherederos de común acuerdo deciden emplear fondos del “tesoro del Santo” – no repartido – en construir un templo más capaz, no ya una capilla reducida, pues, la concurrencia de devotos es cada vez mayor. Acuerdan construirlo en el mismo lugar en que estaba la capilla, por ser ese el emplazamiento que “para su casa había decidido el Santo Cristo” después de hallado. No se tienen referencias por las vías tradicionales o documentales, sobre quien es el autor del proyecto y planos del nuevo templo. Por diversas características técnicas, pareciera que no hubo tal profesional; quizás sólo el consejo o asesoramiento de artesanos idóneos. Nos preguntamos ¿cuando se construyó el nuevo templo? La respuesta nos la sugieren datos de algunos escritos, que después de andanzas en despachos judiciales, fueron a engrosar el expediente del juicio sucesorio de Don Juan Tomás, que nos informan de la fecha aproximada de su construcción. En uno de ellos presentado el 18 de agosto de 1920, seis años después de fallecido Don Sinforiano (ocurrido en 1914), y que en realidad es un cuerpo de un juicio sucesorio de éste, se expresa: “Don Sinforiano Alcaráz entró en posesión de la Capilla de Villa de la Quebrada, la destruyó y la construyó de nuevo, y ha gozado de ella durante 23 años…”(21). Calculado el tiempo en que Don Sinforiano la “ha gozado”, restando esos 23 años de su fallecimiento en 1914, nos lleva al año 1891, en que ya se habría habilitado el nuevo templo. Téngase en cuenta este año de 1891, a relacionar con referencias sobre el actual Santuario, y del cual nos ocuparemos más adelante. En ese comienzo de la última década del siglo pasado, habrá sido de una febril actividad en la Villa, al comenzar la construcción. (21)

Ibid. – Suces. Sinforiano Alcaráz

Obreros con experiencia de “pirqueros” y picapedreros, buscaron en las lomas inmediatas las afloraciones pétreas más apropiadas para la construcción, haciendo canteras de preparación, para los cimientos y primeras varas de elevación de los muros. Otros buscan sitios de buena tierra para el barro, a la cual se le agregará paja picada para darle mayor textura. Unos preparan el alambrado del pisadero de barro, y de sus corrales anexos para las decenas de yeguarizos que pisarán el barro, en procedimiento similar a las primitivas trillas de trigo. El sitio debe estar cerca de fuente de agua, en este caso el cercano arroyo. Otros preparan las canchas inmediatas donde se cortarán y orearán algunos miles de adobes de la medida 0,40 x 0,20. Más cercanos a las lomas y aprovechando algunos algarrobos para sombra, se instala la carpintería. En uno de esos árboles grandes, se hace una especie de balcón entre sus ramas altas, para el aserrado de largos y gruesos troncos. Usando una enorme sierra de dos manijas o tronzador, un obrero colocado en aquel balcón y el otro en tierra, van cortando gruesos troncos colocados en altura y posición necesaria para el tipo de madera a obtener. Más allá, con azuelas y hachas se labran tirantes, cumbreras, tijeras, tablones, etc. Muchos de esos obreros han donado sus trabajos, “al Santo”, lo mismo que la cooperación de otros con sus carros y herramientas para el transporte del material. La ecología del medio natural circundante, suministró casi la totalidad del material constructivo. Piedra, tierra, vegetales, animales, y el hombre con sus sudores, van erigiendo la Casa del Señor. También lo hacen con sus menesteres, las mujeres y niños, en las pocas veces apreciada y reconocida colaboración. Aquella Villa habrá parecido un agitado colmenar. Mientras tanto, en el hogar de Don Sinforiano se resguarda y venera el Cristo, que preside aquella laboriosa actividad comunitaria. Elaborado el material necesario y acopiado al pié de obra, se comienza la construcción, sin duda bajo la dirección de un artesano en albañilería, o como también lo pudo ser Don Sinforiano. En realidad, y como ya se apuntó antes, aquel templo careció de una concepción arquitectural litúrgica. Fue un recinto más espacioso que la demolida capilla, sólo una pieza más grande. Su original fachada sin la prestancia de un templo. Era una construcción del estilo simple como el alma de sus constructores; sencilla como la gente lugareña, humilde como lo fue el Redentor. Se construye con planta rectangular, midiendo ocho metros de frente o ancho, por quince metros de fondo, mirando hacia la plaza al oeste. Sus muros comienzan la elevación con piedras hasta un metro de altura, y de allí continúa con pared de adobes, que puestos cruzados le dan un grosor de sesenta centímetros, hasta alcanzar los cuatro metros de elevación. El techo a dos aguas con cabriadas de madera lugareña labrada artesanalmente en la zona. En razón del ancho del recinto y falta de tirantería adecuada, se le sustenta en su largo con dos gruesos pilares de adobes, en distancias compartidas. La cobertura exterior fue de tejuelas de ladrillo cocido, asentados en tablones a guisa de cielorraso.

Aquellos dos pilares centrales le dieron apariencia de poseer dos naves, atípicas en el orden arquitectónico. Años después se le construyó al frente una espadaña, la que formaba un estrecho atrio. El techo y a la vez piso del campanario fue de tablones, accediéndose a ese rústico campanario por simples peldaños de mampostería sin barandas. La pared del fondo se construyó un rústico altar de adobes con pilares y cornisas que enmarcaban los nichos, el sagrario y el trono para el Crucifijo del milagro. Toda la construcción estaba revocada y enjalbegada prolijamente. Este retablo estaba adornado con arcos de artísticas flores artificiales (papel), renovados por nuevas ofrendas. Varios candelabros litúrgicos y otros de fabricación artesanal, oficiaban de artefactos de iluminación con varias decenas de velas. Algunos “chuces” en el piso del presbiterio, jerarquizaban este ámbito, al igual que alfombritas tejidas al telar criollo. Este templo estaba munido de todos los elementos litúrgicos necesarios, de todos los ornamentos sagrados y ropa del altar, de manera que en ocasionales arribo de sacerdotes, podían ejercer sus ministerios sin carencias. También poseía el mobiliario suficiente. Las limosnas de los fieles hicieron posible la construcción y amoblamiento adecuado. Así entramos a las primeras décadas de este siglo, en que las funciones religiosas patronales estaban a cargo de sacerdotes. Esta relación armónica con las autoridades religiosas se interrumpió después, por largos años. Transcurren algunos lustros; se vence el cielo de los revoques calcáreos sobre adobes y comienza a caer preanunciando lavado de muros. Decídese entonces aplicar un refuerzo a todos lo muros, interior y exteriormente, haciéndole un “enrafado”. Este método consiste en recubrir con ladrillos cocidos colocados de plano, en toda la superficie, formando un forro de ladrillería que confiere una duración indefinida a las murallas. Bien revocados dan apariencia de sólida mampostería. Fueron varios miles de ladrillos los necesarios, cortados y cocidos en la misma Villa, y con su gente formando equipos laborales al igual que cuando construyeron el templo. Además, se aprovecha para introducirle algunas mejoras a la iglesia; en el altar se aplican mesadas y chapas de mármol blanco, dándole más jerarquía. También se cambia el piso, colocándosele mosaicos calcáreos. Este templo mantuvo su original arquitectura hasta mediados del presente siglo, en que se le reformó. Intertanto, en la Villa se afincaron nuevos vecinos, adquiriendo terrenos a muchos de los primitivos pobladores, que por el éxodo generacional buscaron nuevos horizontes par sus aspiraciones. Años después toman intensa actividad las explotaciones forestales, ocasionando la radicación temporaria de varias familias. Terminados los trabajos, esa gente también se va. Únicamente se quedan las personas mayores, atendiendo sus cercanas estanzuelas y puestos. No hay otra posibilidad económica en la Villa. Sólo queda esperar la afluencia de peregrinos en el mes de mayo.

XIV - SITUACIONES RELIGIOSAS Anteriormente hicimos mención a la interrupción de la presencia de sacerdotes en funciones religiosas dentro del templo, lo que ocurrió durante un lapso de más de cuatro décadas. Esta circunstancia tan prolongada y por fallas de la memoria colectiva, originó que la mayoría o totalidad de las generaciones operantes en este siglo, y que de alguna manera tuvieron relación o conocimiento de aquella devoción popular, está en la creencia de que hasta que el Obispado tomó posesión del templo a mediados de este siglo, antes nunca hubo presencia sacerdotales en los cultos religiosos. Se ignoraba e ignora la raíz evangelizadora de los misioneros. Para muchos al comienzo fue neta religiosidad popular, nacida espontáneamente, corregida y encauzada posteriormente, ya en este siglo, por la acción pastoral y catequística. Es una convicción errónea mantenida por la mayor difusión y expansión que tomó durante aquel período la devoción “al Santo”. Nosotros mismos estábamos en ese convencimiento, al igual que las autoridades religiosas de estas décadas, y los miles de devotos. Sólo entre vecinos villeros hay escasas y diluidas referencias tradicionales, que no se captó por que todos pensaban en la “función grande”. Además, ocurrieron posteriormente actuaciones judiciales que conmocionaron popularmente, sobre manera a los propios villeros, que por la magnitud publicitaria dada, borraron toda otra memoria tradicional. En nuestro tenaz andar tras papeles que nos ilustraran sobre la historia del Santo Cristo de Villa de la Quebrada, dimos con documentos que – con gran sorpresa de nuestra parte – nos revelaron aquellos aconteceres del siglo pasado, testificando las armónicas relaciones que hubo entre “los dueños del Santo” y la Iglesia, desde los orígenes de la devoción popular, hasta el inicio del presente siglo en que se interrumpen. En el capítulo en que se trata del aspecto de religiosidad popular, adelantamos nuestras constataciones que ahora explicitamos documentalmente. En la adjudicación de la hijuela para Don Sinforiano, que antes la transcribimos parcialmente, la proseguimos ahora con lo expresado en la segunda parte, que textualmente dice: “…por otra parte, la autoridad eclesiástica ha investido al señor Sinforiano Alcaráz en el carácter de Síndico…”

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Esto se asentaba a fines del siglo pasado, en oficio judicial. Tal investidura de Síndico, que confiere la autoridad eclesiástica jurisdiccional, nos estaba comprobando una intervención directa de la Iglesia referida a la Capilla y no otros aspectos. La designación de Síndicos no era extraña en la administración de la Iglesia, por aquel tiempo, y era motivada por la necesidad de dejar a alguien de su confianza a cargo de un bien religioso, que por obvias razones de distancias no se podía frecuentar. Era una función de responsabilidad similar a la que le otorgan los jueces civiles, “persona encargada de cuidar bienes de una corporación”, como la define el diccionario. Ahora nos preguntamos, ¿cuáles son esos bienes en Villa de la Quebrada? ¿Acaso los propietarios del templo y de todas sus pertenencias no eran sólo los herederos de Don Juan Tomás?, tal como consta en el Inventario al decir: “… la Capilla con su correspondiente solar y accesorios para su funcionamiento…”. En este inventario no hay mención de bienes materiales que fuesen compartidos con nadie. De manera que es lógico deducir que el único bien al que tenía opción la Iglesia o autoridad eclesiástica, era un bien espiritual, el religioso, que allí cultivaban, que cuidaban se mantuviese libre de malezas extrañas a la verdadera liturgia y fe cristiana. Tal debió ser el cometido concedido a Don Sinforiano por la competente autoridad de la Iglesia. Competencia reconocida libremente por los herederos, aunada al encomendado de su difunto padre de que “…él administrara esta Capilla en el servicio público…”. Aquí reiteramos nuestra convicción de que por haber existido una armónica relación y activa participación de la Iglesia en los actos de culto en Villa de la Quebrada, es que la devoción religiosa se cimentó desde su origen por los rectos caminos de una devoción latríaca, es decir, a Jesucristo, Dios hecho Hombre.

XV - LA RUPTURA En nuestro indagar por repositorios eclesiásticos o civiles, no hemos dado con alguna referencia directa sobre lo que motivó la ruptura de aquellas cordiales relaciones entre la Iglesia y los señores Alcaráz. La tradición tampoco aportó dato alguno. Ante dichas carencias, no nos quedó más camino que el de las conjeturas, las deducciones a través de páginas de historia, las que seguidamente expondremos.

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Ibid. – Expte. Suc. J.T.Alcaráz.

El 14 de abril de 1912 llegó a la ciudad episcopal de San Juan, para tomar posesión de su sede y jurisdicción cuyana, el recientemente consagrado Obispo, Mons. José Américo Orzali. Al mes siguiente de su arribo visitó Mendoza y, el 14 de junio llegó a la ciudad de San Luis, en su primera visita oficial. Este dignísimo Prelado se distinguió por una intensa acción pastoral, desarrollada en toda su amplísima jurisdicción, las tres provincias cuyanas más el entonces Territorio Nacional de Neuquén. En su primera carta pastoral a los sacerdotes de su Diócesis, expresó: “Nuestra misión es de trabajo – abandonaremos el Sagrario para pasar al púlpito, al confesionario, a la cabecera del enfermo, a la choza del pobre, al periódico, a la escuela, al aula, a la cárcel, al hospital, a la morada del pecador, a la casa del justo, a la iglesia, al taller, a la calle”.(23) En el aspecto administrativo ordena muchas sabias disposiciones, entre otras la creación de un registro de bienes temporales, de los legajos personales con todos los datos de los sacerdotes y religiosas que actúan en su jurisdicción. En este plan ordenativo dispone el envío de una circular a los Curas de la Diócesis, sobre los oratorios públicos y privados, que en lo pertinente dice: “…pidiéndoles informes sobre lo siguiente: ¿Cuántos oratorios existen en la parroquia? - ¿Cuántos son públicos y cuántos son privados? – Denominación y ubicación de cada uno – ¿Cuándo y por quién fueron autorizados los oratorios públicos?”.(24) Con posterioridad, en setiembre de aquel 1912, publicó disposiciones relativas a las normas de conducta que habrá de observar el clero de la diócesis y otras de aplicación en la administración de las parroquias. Uno de los capítulos de este auto episcopal, trata “De los Oratorios”, otro “De los Síndicos y comisiones de templo y de fiestas”, cuyas disposiciones debían comenzar a regir desde el 1º de enero de 1913. Por esos años era Párroco de la Iglesia Matriz y Vicario Foráneo de la provincia de San Luis, Mons. Segundo Abraham Ponce, un sacerdote sanjuanino de gratos recuerdos para los puntanos viejos. Ejercía estos cargos desde agosto de 1899 en la capital sanluiseña. Considerada esta cronología, pensamos que él pudo estar más de una vez en Villa de la Quebrada, por lo que estaba bien impuesto de todas las circunstancias de los festejos patronales. Al satisfacer la información requerida por su Diocesano, en lo referente a la existencia de Oratorios Públicos, habrá sido uno de los motivos que originó instrucciones a observar con respecto al “Oratorio Público” de la Villa. Características fuera de lo común tenía la participación de la Iglesia en los actos religiosos patronales, a cargo de sacerdotes “contratados” y sin que tuvieran prerrogativas algunas en su organización. Quedamos convencidos que aquellas disposiciones diocesanas nos dan la clave de la cuestión que ocasionó la ruptura de relaciones entre “el dueño del Santo” y las autoridades eclesiásticas. (23) (24)

M. Verdaguer, Op. cit., T.II Cap. XXXIX. M. Verdaguer, Op. cit., T.II Cap XXXVI.

A fin de regularizar esta singular situación, se habrían hecho tratativas que resultaron infructuosas, gestionando que los propietarios del templo lo transfirieran a las autoridades eclesiásticas, de manera onerosa o no. Al fracasar las tratativas, se habría dispuesto no concurrir más a ejercer sus ministerios sacerdotales en aquel templo. Para el año 1913, y en base a lo antes expuesto, estimamos es cuando ocurre la ruptura de armónicas relaciones entre la Iglesia y “los dueños” del Cristo de la Quebrada. Los festejos continuarán celebrándose a la manera litúrgica como habían aprendido, aunque sin el oficio de la Santa Misa. La novena congregaba a devotos que rezaban el rosario, las oraciones de la novena y cantaban “el himno” al Santo… En la tarde del día 3 de mayo, culminaban los actos con la procesión llevando al Crucifijo “Personero”. Años hubo en que se contrataron músicos de la banda policial de San Luis. Década tras década repetíase igual función patronal. No obstante, el aspecto religioso, devocional, comenzó a tener incidencias negativas, como más notorias fueron las conductas sociales y morales de las populares concurrencias. Fallecido Don Sinforiano en 1914, su viuda Doña Liboria Gómez de Alcaráz continuó sin variantes su condición de “dueña del Santo”. Al fallecer esta señora se la sepultó en el templo (año 1942), al igual que antes lo habían hecho con su esposo. Las tumbas de ambos están individualizadas con lápidas en el piso, circunstancia que a los no informados, les lleva a creer que fué Don Sinforiano quién hallo el Crucifijo. Está allí porque hizo construir ese templo, nada más que por tal circunstancia. Eclesiásticamente no corresponde fuese sepultado en el templo pero cuando murió, era exclusivamente propiedad privada. En el orden religioso subsistía en la Villa una situación confusa, deplorable. Pues, una festividad recordatoria de la Cruz Redentora, con actos de culto en el templo al margen de la Iglesia que fundó ese Cristo Crucificado, por ser privado como posesión. Era una iglesia propia. Providencialmente, por tradición, siguió aplicándose un ritual católico, pero sin sacerdotes, por ende sin oficios sacramentales. Para mitigar de alguna manera aquella forzosa ausencia, es que después que por varios años, concurrió a la Villa el cura párroco de San Luis, Mons. Juan Mamerto Cangiano, quien levantó altares a veces en la plaza, en la escuela o en el acceso al pueblo durante la festividad patronal. ¡Sarcástica situación religiosa! En las iglesias de la ciudad de San Luis y para tal oportunidad se efectuaron las celebraciones del Santo Cristo de la Quebrada. En aquel largo interregno y por falta de tutela sacerdotal, el aspecto religioso iba siendo superado por las situaciones de pecado: juegos de azar, orgías, bailes, lupanares y otras deplorables actividades - que fueron de público conocimiento – deterioraron la fe cristiana. Ya no era una pura festividad religiosa, sino que una fiesta mundana que iba paganizándose año tras año. Las autoridades civiles competentes no ponían coto a los desmanes de muchos de la heterogénea concurrencia.

XVI - EL SANTUARIO Y VIACRUCIS

El primer Obispo de San Luis, Mons. Pedro Dionisio Tibiletti, fue el gestor de la transferencia del templo de la Villa a la Diócesis, inquietado por el caris que tomaba aquellas festividades, y consecuentes distorsiones de los valores evangélicos que sustentan la Fe, de aquella devoción popular, cada vez más amplia, insinuándose entonces el carácter de masiva que pronto adquiriría. Ante renovados fracasos de entendimiento con los propietarios del templo (los herederos de Doña Liboria), disponen actuar drásticamente para concluir con esa caótica situación religiosa y social. En su condición de Pastor responsable de la integridad de la Iglesia en su jurisdicción, resuelve hacer valer ante la justicia civil, los derechos que le acuerdan estipulaciones del concordato entre la Santa Sede Romana y el Gobierno Nacional, de que por ser el culto católico apostólico romano la religión oficial del Estado, las autoridades eclesiásticas deben tener pleno dominio sobre todos los templos de ese culto, tal como era el de la Villa. Así es cuando en el primer lustro de 1940, se inician actuaciones judiciales. Oportunamente el Juez actuante dispone se proceda a la incautación de la Sagrada Imagen, motivo fundamental de aquella expresión religiosa popular. Con intervención de la fuerza pública se procedió al allanamiento del templo y al retiro del Crucifijo, el que es llevado a buen resguardo en la ciudad de San Luis. Los sorprendidos villeros dijeron: “¡se lo llevaron preso al Santo!”, expresión que cundió en todo el ámbito provincial. Ante ese irreversible estado de cosas, a los propietarios del templo no les queda otro camino que aceptar el ofrecimiento del Obispado, de adquirirles el templo con toda su existencia. En la sede episcopal de San Luis, se firmó el “Boleto de CompraVenta” en noviembre de 1945, por la suma global de $ 15.00,- m/n. al contado en momento de firmarse la escritura. En las cláusulas pertinentes del boleto se expresa: “1º - El Obispado de San Luis compra a los señores Alcaráz hermanos y estos venden, la propiedad que ocupa la Capilla del Señor de la Quebrada, con todo lo edificado, clavado y plantado,...” “5º - Los señores Alcaráz hermanos tanto que la propiedad se haga su entrega al escriturarse o antes, se comprometen a entregar al Obispado de San Luis todos los muebles, enseres y útiles que habitualmente pertenecen a dicha Capilla, y han sido comprados y donados a la misma y al Santo, a saber: la verdadera imagen del Señor de la Quebrada – la auténtica -, el Cristo llamado > y el también llamado

, bancos, armarios, candeleros, floreros, ornamentos sacerdotales y del culto, y las promesas que en objetos se hubieren hecho al Señor de la Quebrada…”(25) Lo antes mencionado y el posterior inventario de bienes y ajuares vendidos, nos comprueba que la capilla o el templo poseyeron todos los elementos necesarios, para que sacerdotes pudieran ejercer sus ministerios sagrados. Poco después, al firmarse la escritura, los vendedores hacen expresa aclaración de que “al Señor de la Quebrada no lo venden, lo donan a la Iglesia”. Llegado el mes de mayo comenzó una nueva etapa en las celebraciones religiosas patronales, con misas, novena y cantos litúrgicos usuales en la Iglesia. Aquel acontecimiento de la incautación del Crucifijo ocasionó en la comunidad villera un hondo resentimiento con las autoridades eclesiásticas, al haberlo sacado de Villa al “Santo”. En el orden de la cosmovisión popular, se tejieron algunas leyendas, tales: la de que “el Santo se había vuelto”, fugándose de San Luis a la Villa, y que las autoridades, secretamente, lo recuperaron. Otras: fueron que tanto los sacerdotes actuantes, incluso el Obispo, sufrieron las enfermedades que los llevaron a las tumbas, por castigo del Cristo; igual cosa ocurrió con los funcionarios actuantes. Esas leyendas de creatividad popular, todavía subsisten, aunque muy diluidas, en los ámbitos de la subcultura. Poco tiempo después de tomar posesión de la Diócesis el segundo Obispo de San Luis, Mons. Emilio Antonio Di Pascuo, encomienda al Ing. Luis J. Mollo la modernización del templo, para darle apropiada apariencia litúrgica. A su pedido se conservarían los muros de adobes primitivos, bien conservados con el “enrafado” que le hicieron varios años antes. La modernización consistió fundamentalmente en una nueva fachada, armónicamente coleccionadas con la torre campanario y el techo a dos aguas. Las demoliciones fueron los dos antiestéticos pilares del centro del recinto, y la pared posterior para agregar un presbiterio de planta de medio hexágono, dándole más amplitud al templo. El nuevo altar, sobrio y artísticamente proyectado para contener el sagrario y pedestal del Señor de la Quebrada. El Crucifijo está resguardado en un relicario con forma de cruz, en hierro forjado con cristales tallados. Este relicario es colocado en andas para las procesiones del día 3 de mayo, con la que culminan los festejos religiosos patronales. El templo posee categoría de Santuario, y su arquitectura junto con las dependencias complementarias, se identifican con el paisaje serrano circundante. Este nuevo Santuario con raíces viejas (recuérdese que sus muros de adobes subsistentes, se construyeron en 1891), fue modernizado en los

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Arch. Privado Descend. de Tomás Alcaráz

primeros años de la década de 1950. Con posterioridad se le agregaron varias dependencias, pero el recinto templo va camino del siglo.

XVII - EL VIACRUSIS Feliz inspiración fue la de Mons. Di Pascuo, la de erigir un Víacrucis en las inmediatas lomas que respaldan el templo. Daremos algunas aportaciones para la historia de ese monumental Víacrucis, o Calvario como también se le llama. En mayo de 1949 comienzan las tratativas de Mons. Di Pascuo con el escultor italiano Don Nicolás Arrighini, domiciliado en Pietrasanta, Italia, para la ejecución de las 14 estaciones del Víacrucis, conviniéndose un precio de Cien Mil pesos m/n., a pagar $16.000, - a la firma del contrato, y tres anualidades de $28.000, - cada una. (26) Las estatuas serían esculpidas en mármol blanco (Carrara), con altura mínima de 1,25 mt. y según los modelos fotográficos convenidos. Después se agregó el grupo escultórico de Ntra. Sra. de Lourdes, y copia de una de La Piedad de Miguel Ángel. Concluidas las esculturas a fines del año siguiente, fueron embarcadas en el puerto de Livorno, en el vapor argentino “Río IV”. Vinieron embaladas en 29 cajones con un peso total de 27 toneladas. Llegados a Buenos Aires, el transporte hasta el ferrocarril Gral. San Martín, y desde la estación local hasta Villa de la Quebrada, lo efectuaron camiones del “IIº Ejercito” con sede en San Luis en ese entonces. Llegaron en la segunda quincena de enero de 1951. Mientras tanto, la construcción del camino y explanadas del Víacrucis lo efectuó Vialidad Provincial, proyectado con un desarrollo de adaptación litúrgica sobre las lomas, pues, la Crucificación está en la parte más alta, y este grupo escultórico de la Pasión y Muerte de Jesús, condice y da cima a la emotiva devoción de los cristianos católicos o no, que hacen el Víacrucis. Después, el camino desciende con las restantes Estaciones, el Descendimiento y el Sepulcro. Cada estación con su grupo escultórico de expresivas figuras es por sí una obra de arte, de estilo clásico helénico, con perfecta morfología y detalles minuciosos de vestimentas. Este monumental Víacrucis fue inaugurado y bendecido el 3 de mayo de 1951, por Mons. Di Pascuo, a quien acompañaron el Arzobispo de San Juan y el Obispo de Mendoza. Padrinos fueron el Gobernador de la Provincia y sus ministros, y altas autoridades militares del Ejército y de la (26)

Arch. Obispado San Luis

Aeronáutica. Además, obreros ejecutores de la obra, y un hijo del escultor venido expresamente desde Italia. La inspirada obra de Mons. Di Pascuo, enclavó en Villa de la Quebrada una nueva motivación religiosa – como se mencionó – que sirvió para afianzar aquella fe popular, para guiarla y promoverla por el verdadero y único camino de redención que es Jesús. Aquella Vía Dolorosa no sólo concita sentimiento religioso, si no que también es un solaz para el espíritu de quienes no lo son, los cuales se maravillan ante esa valiosa y permanente exposición artística al aire libre. Según juicios de algunos turistas, es el más hermoso Víacrucis del país, por su emplazamiento en tan estupendo paisaje, y la unidad escultórica total. Miles de peregrinos manifiestan allí su devoción cristológica, y muchos lo hacen de manera muy sacrificada, dolorosa, cumpliendo la promesa al Santo Cristo de la Quebrada. Son presentes de agradecimiento y amor. Después, durante el gobierno eclesiástico del IIIº Obispo Mons. Carlos María Cafferata, se efectuaron obras complementarias, tales: la iluminación con artefactos fluorescentes, rejas protectoras de cada Estación, porque las velas que colocaban desaprensivamente las teñían de ollín y las dañaban. En beneficio de los peregrinos se construyó un tinglado y pabellones de baños públicos. Todas esas obras costeadas con las limosnas que ofrendaron los promesantes. Recientemente se hormigonó el camino del Víacrucis, que las lluvias deterioraban, con el aporte de materiales de cientos de devotos y mano de obra de un ente oficial de la provincia. Fue notable, hará más de una década, la donación de un moderno y potente grupo electrógeno, que fue valioso aporte de un grupo de peregrinos residentes en el sur mendocino (San Rafael), promovidos por un “hermano separado” en cumplimiento de una “manda” al Cristo. El santuario, y el Víacrucis con las celestes montañas que le sirven de retablo colosal, conforman un gran templo, desde cuyo altar, el Santo Cristo extiende sus manos honradadas para el gran abrazo salvífico. Constatamos entonces que lo que en el siglo pasado fue una “perspectiva salvífica” con el hallazgo del Milagroso Crucifijo, es ahora y seguirá siendo, un concreto camino de salvación, que transitado por el peregrino con las fundamentales actitudes de Fe, Caridad y Esperanza, lleva a la Jerusalén celestial que ambiciona el cristiano. FIN.

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