ESTUDIO ORGÁNICO DE LOS ESCRITOS DE JUAN

ESTUDIO ORGÁNICO DE LOS ESCRITOS DE JUAN El último y gran día de la fiesta Semana 15 Las fiestas de los judios (Jn 7:2-4) Alimento Diario www.dailyfo

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ESTUDIO ORGÁNICO DE LOS ESCRITOS DE JUAN El último y gran día de la fiesta Semana 15 Las fiestas de los judios (Jn 7:2-4)

Alimento Diario www.dailyfood.ca 1

Lunes Leer con oración: Jn 1:29; 6:57; 7:2-4; Gá 6:14; Ef 5:18-19 “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col 3:16)

Festejar y alegrarnos en el Espíritu El tema de esta semana es: “Las fiestas de los judíos” (Jn 7:2-4). Una fiesta siempre es motivo de mucha alegría. En ocasión de las bodas en Caná de Galilea, vimos que el vino es esencial para que los invitados tengan alegría. Esto en realidad es una tipología que significa que en el Nuevo Testamento también tenemos una fiesta. En el Antiguo Testamento tenemos la fiesta de la Pascua donde los hijos de Israel comían el cordero pascual. En el Nuevo Testamento, Cristo es el Cordero que quita el pecado del mundo (Jn 1:29). Cuando Lo comemos (6:57), vivimos por Él, es decir, nos unimos a Él y nos mezclamos con Él. Gracias al Señor, Cristo está totalmente mezclado con la iglesia. Esto es motivo de gran gozo. Las reuniones de la iglesia son siempre un banquete, principalmente la reunión del partimiento del pan. Cualquier fiesta es para dar alegría. En una fiesta física el vino produce alegría en las personas. Nosotros, como los santos de Nuevo Testamento, también festejamos y nos alegramos, pero no con el vino físico sino con el Espíritu (cfr. Ef 5:18). En el Antiguo Testamento los israelitas bebían vino y danzaban; 2

en el Nuevo Testamento nos llenamos del Espíritu y manifestamos nuestra alegría hablando salmos, entonando himnos y cánticos espirituales, alabando de corazón al Señor. Tanto en Efesios 5:19, como en Colosenses 3:16 se nos habla de que debemos alabar a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales. En Efesios 5, hablar los himnos es una manera de ser llenos del Espíritu. En Colosenses 3, hablar los himnos es una manera para que la Palabra de Cristo habite ricamente en nosotros. Espíritu y Palabra son dos cosas que se equilibran. En las reuniones de la iglesia podemos cantar salmos, himnos y cánticos espirituales llenos del Espíritu. Cada vez que hacemos esto necesitamos de la Palabra de Cristo para hablar unos a otros. En el servicio de música de las iglesias hay instrumentos musicales que nos ayudan a cantar. El objetivo de estos instrumentos es que haya armonía cuando cantamos; la armonía trae unidad a nuestro cantar. El uso de estos instrumentos debe ser hecho según el Espíritu. Debemos recordar siempre el objetivo de los instrumentos musicales: proporcionar armonía y unidad cuando cantamos para que haya compás y ritmo. El sonido que estos instrumentos emiten no puede ni debe superar la voz de los hermanos cuando cantan; es solamente para apoyar y acompañar la voz de los hermanos. Debemos hacer todo con equilibrio: andar según el 3

Espíritu, restringidos por la Palabra. No podemos introducir cosas del mundo en la vida de la iglesia. Ciertos instrumentos son muy usados por el mundo para estimular la carne. Cuando estos instrumentos son usados en nuestro medio, pueden causar la impresión de que el mundo está entrando en la iglesia y darán lugar a las críticas, provocarán opiniones divergentes e incluso difamaciones. No podemos dar libertad a la carne. En realidad debemos andar según el Espíritu, porque ya fuimos crucificados para el mundo y el mundo para nosotros (Gá 6:14). No debemos dar oportunidad a la carne ni ocasión para que Satanás ataque a la iglesia. La música y el cantar de los hermanos vienen en primer lugar; los instrumentos musicales quedan en un segundo plano. No invirtamos el orden, sino colaboremos para que las reuniones de la iglesia sean una verdadera fiesta, llenas del Espíritu. Punto clave:

Manifestar el gozo que viene del Espíritu Su punto clave es: Pregunta:

¿Con qué objetivo debemos usar los instrumentos musicales en nuestras reuniones?

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Martes Leer con oración: Jer 31:31; Mt 26:28; 1 Co 11:25; 2 Co 5:17 “Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (1 Co 11:25)

Cristo es la realidad de las fiestas En el evangelio de Juan encontramos varios pasajes acerca de la fiesta de los judíos, porque cuando estaba en la tierra el Señor Jesús andaba de acuerdo con los principios de la ley judía. Por medio de Su muerte y resurrección las cosas viejas y antiguas fueron crucificadas. Hoy no necesitamos practicar más las cosas del Antiguo Testamento que son figuras para explicar la realidad del Nuevo Testamento. Algunos cristianos gustan mucho citar o cantar porciones del Antiguo Testamento. Esto es bueno, pero debemos saber que el Antiguo Testamento es sólo la sombra de la realidad que vino con el Señor Jesús en el Nuevo Testamento. Las figuras del Antiguo Testamento facilitan la comprensión, para disfrutar y practicar la realidad de la vida cristiana y de la vida de la iglesia. En el Evangelio de Juan tenemos menciones o indicaciones de las fiestas de la Pascua (caps. 1, 2, 6 y 18) y de los Tabernáculos (cap. 7) y en Hechos, de Pentecostés (caps. 2 y 20). La venida del Señor Jesús concluyó con el Antiguo Testamento y comenzó el Nuevo. Después de Su muerte y resurrección, Él se hizo el Espíritu y firmó el nuevo pacto ya prometido por Dios en el Antiguo Testamento (Jer 31:31; Mt 26:28; 1 Co 11:25; He 8:8; 9:15; 12:24). Él fue crucificado no solamente para resolver nuestros problemas de pecados, sino 5

también para poner fin a la vieja creación y para engendrar la nueva. Las cosas viejas y nuestro viejo hombre fueron crucificados; cuando el Señor resucitó de entre los muertos, todo fue hecho nuevo (2 Co 5:17; Gá 6:15). Hoy no conservamos las prácticas del Antiguo Testamento, antes bien, ahora tenemos la realidad de todo eso. En el Antiguo Testamento estaban las fiestas; sin embargo, en el Nuevo está la realidad de estas fiestas. Hoy tenemos el día del Señor, el día domingo, en el que partimos el pan en memoria de Él. Cuando participamos de una conferencia, en donde el Señor nos habla Sus palabras y nos da la dirección para el mover de las iglesias, también tenemos el disfrute de la realidad de las fiestas del Antiguo Testamento. Los judíos tenían tres fiestas principales, que son un cuadro, una figura, de la realidad que es Cristo como nuestro real disfrute y gozo. Juan 1:29 nos habla del Cordero de Dios que se refiere a la Pascua de los judíos y al cordero pascual. En 2:13 leemos: “Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén”. En el capítulo 7 cuando el Señor convocó a todos los sedientos para ir a Él para beber (v. 37), esto se refiere a la Fiesta de los Tabernáculos. Más adelante en Hechos 2, tenemos la fiesta de Pentecostés: el derramamiento del Espíritu sobre los santos de la iglesia en el Nuevo Testamento. Por tanto, estas son las principales fiestas: la Pascua, de Pentecostés y de los Tabernáculos. En estas fiestas los hijos de Israel deberían ir al templo santo a fin de celebrar y alegrarse delante del Señor con toda su familia (Dt 12:7, 11-12). Pero los judíos lo transformaron en una cueva de ladrones (Mt 21:13) y en una casa de mercado (Jn 2:16) por la acción de los cambistas y de los que vendían bueyes y ovejas. 6

Cada israelita cuando iba al templo santo debería llevar una ofrenda: un novillo, o un buey, u oveja, o una paloma o tórtola. Puesto que habían israelitas que vivían en muchos lugares y venían de lejos, surgió el comercio de esos animales para las ofrendas (Dt 14:22-26). De la misma manera, los cambistas hacían el cambio de dinero dentro del mismo templo para los israelitas que venían de lejos. Esto era práctico, pero no debería ser hecho en el templo. Por eso el Señor hizo un azote de cuerdas y expulsó a todos los que vendían bueyes, ovejas y también a los que cambiaban dinero. Debemos prestar atención a lo que el Señor dijo: “no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado” (Jn 2:16b). Hoy somos el templo de Dios y la vida de la iglesia es la expresión colectiva de este templo. Aunque muchas veces permitamos que Su templo se contamine, gracias al Señor, Él está en nosotros y es celoso. Por eso nos purifica aunque para eso sea obligado a hacer un azote de cuerdas que nos cause sufrimiento. Punto clave:

Cristo, nuestro disfrute real Su punto clave es: Pregunta:

¿Por qué hoy ya no es más necesario practicar las tres fiestas del Antiguo Testamento?

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Miércoles Leer con oración: Jn 1:29; 2:15; 6:56; 1 P 1:18-19 “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 P 1:18-19)

Lo que somos y tenemos pertenecen al Señor Ya hemos sido comprados con la preciosa sangre de Cristo (1 P 1:18-19). Todo lo que somos, todo lo que podemos hacer, todo lo que tenemos pertenece al Señor. ¿Por qué aún insistimos diciendo: “Mis cosas, mi patrimonio, mi dinero”? No pensemos de esta manera. Con tal pensamiento, el Señor no se alegrará de nosotros como Su templo. Por causa de este pensamiento egoísta algunos llegan a perder todo, a tal punto de quedarse sin nada. Así Dios se ve obligado a dejarlos a su propia suerte. Necesitamos entender que si el Señor nos dio algo, en verdad, sólo nos lo confió a nosotros para que lo administremos para Él. Ese bien no es nuestro, es del Señor. Algunos hermanos recibieron del Señor una gran empresa; pero ellos no pueden pensar: “¡Ah, esta empresa es mía! ¡Tiene una buena venta mensual! ¡Hay tantos negocios y todo esto es mío!”. ¡No! esto no es de ellos. El Señor sólo les confió estos bienes materiales para que lo cuiden y administren para Él y por Él. Si somos alguien consagrado, todo lo que tenemos pertenece al Señor. No debemos dejar al Señor que se desespere o se preocupe por causa nuestra a tal punto que tenga que hacer un azote de cuerdas y nos purifique como lo hizo en el templo (Jn 8

2:15). ¡Que jamás transformemos las cosas del Señor en negocios! Con relación a ofrendar, no hagamos muchos cálculos. Todo lo que el Señor desee, debemos dejarlo y dárselo. El Señor sabe todo lo que necesitamos y nos suplirá. Esa debe ser nuestra actitud con relación a las riquezas materiales. Con relación a las cosas del Señor no debemos tener un pensamiento comercial de hacer negocios, de obtener ganancia o ventaja. Debemos consagrarlo todo a Él. Volvamos ahora a ver cómo era la fiesta de la Pascua, en el Antiguo Testamento. En Éxodo 12 se registra la historia de la salida del pueblo de Israel de Egipto y como el Señor determinó que ellos celebrasen la Pascua. El cordero pascual tipifica al Señor Jesús que por un lado quita el pecado del mundo y por otro nutre, alimenta y sustenta al pueblo para caminar por el desierto. El Señor Jesús es el Cordero que Juan el Bautista anunció (Jn 1:29). En Juan 6:55 el Señor Jesús dijo: “Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”. Esto es como si Él dijese: “Yo soy el Cordero de la Pascua. La carne de ese cordero es para que se alimenten de ella ”. En Éxodo 12 vemos que a los diez días del primer mes del año, se debería escoger un cordero y en el día catorce debería ser inmolado por la tarde y su sangre puesta en los postes y en los dinteles de las puertas. Toda la familia debía comer de su carne con panes sin levaduras y hierbas amargas. Si la familia era pequeña y no podía comer todo el cordero, otros debían ser llamados para comerlo juntos. Así que, vemos que el cordero no es sólo para quitar el pecado del mundo. El énfasis es que 9

también podemos comer la carne y beber de la sangre del Señor Jesús para llegar a ser uno con Él (Jn 6:56). ¡Gracias al Señor! En el Antiguo Testamento la Fiesta de la Pascua es una tipología y en el Nuevo Testamento tenemos la realidad práctica. En el Nuevo Testamento, el Señor fue crucificado para quitar nuestros pecados, y en el Antiguo Testamento tenemos una figura de eso. La sangre del cordero puesta en los postes y dinteles de las puertas salvaba a toda la familia que estaba en esa casa, pues Dios determinó que mataría a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, no sólo de los hombres, sino también de los animales (Ex 11:5). Él haría esto porque los egipcios impidieron que Israel, el primogénito del Señor, saliese libre para celebrarle una fiesta y servirle (4:22-23). ¡Que nada nos impida servir al Señor y avanzar en Su obra! Punto clave:

Comer el Cordero y proseguir en la jornada Su punto clave es: Pregunta:

¿Por qué no debemos decir que son totalmente nuestros los bienes y el dinero que tenemos?

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Jueves Leer con oración: Lc 22:7-8, 14-15; Jn 8:46; 18:28, 38 “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Co 5:7)

Cristo, el Cordero de la pascua Los egipcios restringieron al pueblo de Israel a través de la esclavitud, forzándolos a construir ciudades de almacenaje, cercándolos con ejércitos, imponiéndoles mucha presión, para que no saliesen de Egipto para servir al Señor. Entonces, Dios envió nueve plagas para alertar a Faraón, pero a pesar de ello, no le importó. Finalmente, Dios castigó a Faraón, matando a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, tanto de los hombres como de los animales. Esto ocurrió en la noche de la Pascua, cuando el cordero pascual no sólo libró a los primogénitos de Israel de la muerte, sino que también fortaleció a todo el pueblo para la jornada que tendrían por delante. El cordero pascual en el Antiguo Testamento es una figura; en el Nuevo Testamento tenemos la realidad. El cordero real es el Señor Jesús, que fue a la cruz, derramó Su sangre por los pecados del mundo y cuya carne y sangre son nuestro alimento. A los diez días del primer mes del año, los hijos de Israel traerían un cordero, que sería guardado hasta el décimo cuarto día para ser inmolado. Por cuatro días sería examinado para ver si en él no había ningún defecto. Esto tipifica lo que sucedió con el Señor Jesús. Él llegó a Betania seis días antes de la 11

Pascua (Jn 12:1; Mr 11:1); al día siguiente fue a Jerusalén y volvió para Betania (Jn 12:12; Mr 11:11). Al tercer día fue nuevamente a Jerusalén (Mr 11:12-15) y comenzó a ser examinado y probado por los principales sacerdotes, escribas, fariseos, herodianos y hasta por el mismo gobernador romano, y no se halló en Él ningún defecto (Jn 8:46; 18:38; 19:4, 6). Después de cuatro días, es decir, en la Pascua, Él fue inmolado (Lc 22:7-8, 14-15; Jn 18:28). Este es el Cordero de la Pascua que fue clavado en la cruz por nosotros y quitó el pecado del mundo. De Su costado salió sangre para purificarnos de todos los pecados y agua para darnos la vida divina. El Señor dio Su vida por nosotros. En el Antiguo Testamento la sangre del cordero de la Pascua fue puesta en los postes y dinteles de las puertas de las casas de los hijos de Israel en Egipto. En aquella noche el ángel ejecutaría el juicio sobre aquella tierra y mataría a todos los primogénitos de Egipto. Cuando llegaba a la casa donde había sangre en las puertas, sabría que en esa casa ya hubo una muerte, y pasaría por encima. El significado de la Pascua es: pasar por encima (Éx 12:27). Además, cuando comieron la carne del cordero ellos se fortalecieron y pudieron comenzar el éxodo, es decir, caminar para salir de Egipto. Esta es la Pascua. Siete semanas a partir de la Pascua, serían cuarenta y nueve días. El día siguiente, el quincuagésimo día era el día de Pentecostés; la palabra Pentecostés quiere decir quincuagésimo. La tercera fiesta, la de los Tabernáculos, era a los quince días del séptimo mes. El décimo día era el día de la Expiación. Las tres fiestas del pueblo de Israel: la Pascua, de Pentecostés y de 12

los Tabernáculos tienen relación con la realidad del Nuevo Testamento. En cada fiesta había sacrificios y ofrendas, siendo cinco las principales: el holocausto, la ofrenda de flor de harina, la ofrenda por el pecado, la ofrenda pacífica y la ofrenda por las transgresiones. El holocausto era para agradar a Dios; la ofrenda de flor de harina representa el vivir humano del Señor; la ofrenda por el pecado simboliza la muerte del Señor por nuestra naturaleza pecaminosa; la ofrenda por las transgresiones y por todo lo que cometemos contra el Señor. Además de las cinco grandes ofrendas, también había otras, la de libación, la ofrenda alzada y la ofrenda mecida. En estas tres fiestas había ofrendas de sacrificios para Dios y cada ofrenda era compuesta de ciertos ingredientes. Además de bueyes, ovejas, palomas, aves, flor de harina y también vino, aún estaba la primicia de la cosecha, de la labranza. Todos estos ingredientes prefiguran al Cristo todo inclusivo y maravilloso en sus muchos detalles de la salvación para nosotros. ¡Aleluya! ¡Cristo es tan rico y tan accesible! Punto clave:

Cristo es la realidad de las ofrendas Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuál es el verdadero significado de la Pascua?

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Viernes Leer con oración: Gn 28:12-22; Ex 12:2; 13:4; Jn 1:51 “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Co 9:6)

Ofrendar es sembrar La Pascua se realizaba en el primer mes, el mes de Abib (Ex 12:2; 13:4), después de pasado el invierno cuando comenzaba la primavera en el hemisferio norte. En esta fiesta los hijos de Israel ofrecían las gavillas de las primicias de la tierra. De lo que era sembrado en la tierra, lo que maduraba primero era la cebada, de la cual salían las primicias para ser ofrendadas a Dios. Esto es una buena tipología. Al ofrendar riquezas materiales muchos adoptamos el método de Jacob. Damos al Señor el diez por ciento de lo que Él nos da. En Génesis 28 durante su huida, Jacob tuvo un sueño en el que vio una escalera en la tierra, por donde los ángeles de Dios subían y descendían (v. 12). Despertando del sueño Jacob percibió que aquel lugar era la casa de Dios; entonces se levantó, tomó la piedra que usó por cabecera y derramó aceite sobre ella (v. 18). Jacob después de esta visión hizo un voto: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Gn 28:20-22). Podemos decir que así es la mente humana, natural y negociadora: “El Señor me da cien por ciento y yo le doy diez por ciento; noventa por ciento queda para mí. Es un buen negocio”. Es algo justo ofrendar el diez por ciento al Señor, pero la mejor manera de ofrendar es como si fuese una siembra (2 Co 9:6). ¿Acaso algún agricultor sensato tomaría la semilla y sin voluntad de sembrar, se la comería toda? Si esto hiciese no tendría cosecha para el siguiente año. Por otro lado, por el hecho de sembrar, en el 14

futuro la labranza crecería y consecuentemente el recogería abundantemente. Por eso la mejor manera de ofrendar para Dios es sembrar, es decir que primeramente ofrendamos y cuanto más ofrendamos más recogeremos (v. 10). En la Pascua, el primer manojo de cereal que era recogido era ofrecido a Dios como primicia. Lo que se recogía después era de los hijos de Israel. Otros cereales maduraban más tarde y ellos lo podrían disfrutar. En realidad el Señor dio todo aquello para Su pueblo, pero ellos debían ofrendar las primicias de la labranza para Dios. En la fiesta de Pentecostés también había muchas ofrendas, la principal ofrenda era la de las primicias de los productos. En la fiesta de la Pascua se ofrecían las primicias de la cosecha; en la fiesta de las semanas, que es Pentecostés, la labranza había sido recogida y el producto ya había sido transformado en alimentos procesados. Lo mejor de esos productos era ofrendado al Señor con ofrendas mecidas, esto tipifica que el Señor resucitó. Con la cebada y el trigo se habían hecho panes; la uva aplastada ya se hizo vino; la aceituna que fue aplastada ya se hizo aceite. ¡Todo está listo! Así eran ofrecidas a Dios por ellos las primicias. Todo esto describe las riquezas insondables de Cristo que disfrutamos diariamente y ofrecemos a Dios, especialmente en las reuniones de la iglesia, para satisfacción de Él y nuestra. ¡Aleluya! Punto clave:

Ofrendar las primicias para Dios Su punto clave es: Pregunta:

¿Cuál es la diferencia entre la ofrenda de Jacob y la ofrenda de las primicias?

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Sábado Leer con oración: Ex 30:6; 33:11; Lv 23:28-29, 34-36; Dt 34:10 “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (He 10:19-20)

El nuevo y vivo camino Veamos la fiesta de los Tabernáculos, que sucedía en el séptimo mes. El décimo día del séptimo mes era el Día de la Expiación (Lv 23:28-29). En el quincuagésimo día comenzaba la fiesta de los Tabernáculos (34-36). El día de la Expiación significaba que todo el pecado del pueblo de Israel tenía que ser resuelto. En este día la ofrenda por el pecado que era traída al Señor no era por los muchos pecados cometidos individualmente, pero se refería a la naturaleza del pecado que había en cada hombre y que lo conducía a pecar. Era necesario eliminar esa naturaleza de pecado y eso se hacía por medio del sumo sacerdote. El sumo sacerdote servía en el Lugar Santo. Cada año, en el décimo día del séptimo mes, debía llevar la sangre hacia dentro del Lugar Santísimo y rociarla sobre la tapa del arca, que era el trono de la gracia, el propiciatorio (Lv 16:1-28; He 9:7). Una vez que nuestro pecado es eliminado, el Señor puede darnos gracia. Entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo no había puerta, sólo un velo muy grande, de diez codos de largo y diez codos de alto, en el cual estaban bordados querubines. Este velo se refiere al cuerpo del Señor Jesús que fue muerto por nosotros en la cruz (He 10:20). Cuando el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo, los sacerdotes, los hijos de Aarón, que servían solamente en el Lugar Santo, tenían que salir por que ninguno podía ver lo que había en el Lugar Santísimo. De esta manera, una vez por año, el sacerdote entrada y llevaba consigo la sangre por causa de sus pecados, de los pecados de sus hijos y también de los de todas las tribus de Israel y la rociaba sobre el propiciatorio. Ese era el día de la Expiación. Los demás días nadie podía entrar. Sin embargo, Moisés siempre podía entrar al Lugar Santísimo, 16

porque hablaba con Dios cara a cara (Ex 30:6; 33:11; Dt 34:10). El Señor Jesús es nuestro sumo sacerdote celestial que entró una vez y para siempre detrás del velo e hizo propiciación eterna por nosotros (He 7:27). Además, el velo ya fue rasgado y hoy podemos acercarnos confiadamente al Lugar Santísimo, por el nuevo y vivo camino que Él nos abrió (He 10:19-20). Basta que nos volvamos a nuestro espíritu y así podamos tener comunión con el Señor cara a cara. ¡Qué maravilloso es tener libre acceso al Señor! Pasados cinco días de la Expiación, en el décimo quinto día del séptimo mes era la fiesta de los tabernáculos que duraba siete días (Lv 23:34, 39; Nm 29:12). Además de la ofrenda de ovejas, bueyes y palomas y otras ofrendas más, se traían las primicias de los productos. Todos los productos agrícolas se habían transformado en alimento, los cuales eran almacenados para la segunda mitad del año, para garantizar el sustento. Este es el significado de la fiesta de los Tabernáculos. Había mucha abundancia; muchas cosas preparadas, muchos alimentos guardados. Esta era la mayor de todas las fiestas. En esta época el pueblo de Israel no necesitaba trabajar más, solamente disfrutar. Fue en esta fiesta donde el Señor estuvo en Juan 7. En el versículo 37 vemos que en el último día, el gran día de la mayor de todas las fiestas, en donde el pueblo se alegraba y se satisfacía por siete días, el Señor se levantó y exclamó: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. ¡Gracias Señor! Él es nuestra verdadera satisfacción; es el cumplimiento de la fiesta de los Tabernáculos. Punto clave:

Tener comunión con el Señor cara a cara Su punto clave es: Pregunta:

¿Por qué podemos hoy afirmar que tenemos libre acceso al Lugar Santísimo? 17

Domingo Leer con oración: Dt 16:16; Jn 7:1-18; Col 3:3-4 “Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col 3:3-4)

Servir a Dios en secreto Tres veces al año todo israelita debería subir a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua, de Pentecostés, y la de los Tabernáculos (Dt 16:6). En Juan 7:2-4 leemos: “Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos; y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo”. De entre los hermanos carnales del Señor, estaba Santiago, citado en el libro de los Hechos (Hch 12:17; 15:13; 21:18; Gá 1:19) y también Judas, que escribió la epístola de Judas (Jud 1). El concepto de ellos era que el Señor debía manifestar Sus obras a fin de que se hiciese famoso. Cuando el Señor Jesús enseñaba a los discípulos siempre les decía que al hacer la obra debían ocultarse (Mt 6:4, 6, 18; cfr. 8:4; 16:20; 17:9). Debemos actuar y hacer las obras en secreto, porque nuestra vida está escondida en Cristo y cuando Cristo se manifieste, también seremos manifestados con Él en gloria (Col 3:3-4). Pero los hermanos 18

carnales de Jesús no tenían ese pensamiento; antes, incitados por Satanás Le pedían que fuese más temprano a la fiesta, para hacerse conocido y hacerse un nombre para Sí. En Juan 7:10 leemos: “Pero después que sus hermanos habían subido, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente, sino como en secreto”. Aquí hay una lección que debemos aprender. Todo lo que hacemos debe ser en secreto y no con la intención de mostrarnos o exhibirnos. Si queremos ser conocidos por lo que hacemos seremos como los hermanos carnales del Señor Jesús. Debemos seguir el modelo del Señor Jesús que no buscaba Su propia gloria. Por eso en Juan 7:18 el Señor dijo: “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”. Él fue en secreto a la fiesta, pues no quería manifestarse en público para recibir la gloria de los hombres. ¡Gracias al Señor! Que todos seamos ayudados por medio de estas palabras. ¡Amén! Punto clave:

Seguir el modelo del Señor Jesús Su punto clave es: Pregunta:

¿Qué riesgo corremos si deseamos ser conocidos por lo que hacemos? 19

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Lectura de apoyo La lectura de su Alimento Diario será enriquecida con el acompañamiento simultáneo de los libros que a continuación sugerimos:

Estudio-Vida de Juan – Msj. 17-18 – Witness Lee Las Tres Fiestas – – Dong Yu Lan La Mayordomía – Cap. 5 – Dong Yu Lan

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