Here, There & Everywhere MARZO 2016

Here, There & Everywhere MARZO 2016 F NANTES LO I N C R E Í B L E E S PA RT E D E LO C OT I D I A N O · T H E I N C R E D I B L E M I N G L E S W

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Here, There & Everywhere MARZO 2016

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NANTES

LO I N C R E Í B L E E S PA RT E D E LO C OT I D I A N O · T H E I N C R E D I B L E M I N G L E S W I T H T H E E V E RY DAY

Un homenaje lúdico al metal

WHERE THE PAST BECOMES PRESENT

ESCRIBE ALBERTO G. PALOMO

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antes se presenta como una ciudad donde lo increíble es parte de lo cotidiano. Con la excusa, o quizás con la premisa, de tener a Julio Verne como célebre vecino, esta ciudad de la bretaña francesa ofrece al visitante un admirable mosaico de actividades. Su belleza natural, su cultura o sus elementos vanguardistas buscan la centralidad turística del país desde su escorada ubicación al noroeste. Lo que no olvida, a pesar de las continuas manos de chapa y pintura, es su pasado industrial. Una tradición del metal que es hoy paradigma de reconversión urbana y orgullo de sus cerca de 300.000 habitantes. La historia de esta metrópolis, como tantas otras europeas, empieza a finales del siglo XIX. Nantes, rincón con salida al mar situado entre la península ibérica, las dársenas del norte y las islas británicas, fue conformando una infraestructura portuaria parecida a las de Rotterdam en Holanda o Southampton en Inglaterra. La desembocadura del Loira, repartida en pequeños trozos de tierra, se unificó gracias a puentes, grúas y fábricas encargadas de levantar barcos cargueros que transitaban a lo largo de los más de mil kilómetros del río. Este reclamo atrajo a miles de trabajadores de la provincia, que para principios del siglo XX ya ocupaban un vecindario necesitado de carreteras, vías ferroviarias y los servicios propios de cada barrio. Los nuevos modos de transporte modificaron las funciones del cauce. Los raíles ganaron la batalla del comercio terrestre y provocaron la decadencia de la construcción de embarcaciones. Entre 1918 y 1935 se conectaron las dos últimas partes que componen la llamada Isla de Nantes y se inició el desmantelamiento de la metalurgia. La brecha en

Nantes is a place where the incredible mingles with the everyday. Given that this Breton city is Jules Verne’s birthplace, perhaps it is no coincidence that it has something remarkable at every turn. The many activities it offers visitors, as well as its natural setting, culture and modernity make it a regional tourist centre in the northwest of France. Yet despite Nantes’ fresh, clean appearance, this city is in no danger of forgetting its industrial past. On the contrary, today its metalworking tradition is the pride of its almost 300,000 inhabitants and a paradigm for urban redevelopment. Nantes, like so many other European cities, came into the modern world in the late 19th century. At that time, this emphatically Atlantic city, situated equidistant from Britain and the Iberian Peninsula, built up an impressive port in the style of Rotterdam and Southampton. These islets at this site on the lower Loire were gradually unified by bridges and docks, linking up the cranes and factories of the newly industrial city. Its position was pivotal: where cargo boats from the upper Loire met Atlantic shipping. By the 20th century, the city was attracting workers by the thousand and they, in turn, were served by roads, railways and other infrastructure. The new city changed the course of the river. Between 1918 and 1935, the last two islands on the Loire were connected, finally converting the city’s industrial heart, the Isle of Nantes, into a single feature. Meanwhile, rail and road were winning out over shipping in the region; shipbuilding went into decline, and steelmaking with it. In 1987 the last steelworks closed. “The union of the île de Nantes was already being planned in the 17th century,” say the island’s urban planners, looking back on

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Le Carrousel des Mondes Marins. Les Machines de l’île. Nantes © Jean-Dominique Billaud/LVAN

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el empleo de la zona se terminó de enhebrar en 1987 con el cierre del último astillero. "Ya desde el siglo XVII se planificó la unión de la Isla", explican los responsables de la operadora virtual de turismo de île de Nantes. "Con el lanzamiento, en 1713, de un muro para unificar el archipiélago y hacer el Loira navegable, esta zona de 340 hectáreas cambió por completo su fisonomía. Y entre el siglo XIX y XX sus zonas residenciales se dividieron por la aparición de ferrocarril, dando lugar a los bulevares Víctor Hugo y Martyrs Nantais", detallan. En 1900 había más de 3.000 fábricas con 30.000 obreros dedicados a la metalurgia y a la construcción naval. Desde entonces, el incesable proceso de urbanización culminó con la creación de un nicho de 20.000 personas solo entre las praderas de la Isla. Esta dinámica dio como resultado el florecimiento en los años 60 de una franja de esparcimiento junto al océano con flamantes hoteles y bares donde la gente de la ciudad pasaba sus ratos de ocio. Su cénit llegó en la década de los ochenta. Hasta 2007, sin embargo, la zona no sufrió su reconversión total. Aquel año, en una operación de maquillaje y promoción, al muelle de las Antillas se le denominó Hangar à Bananes. Un nombre que homenajea a una nave de 8.000 metros cuadrados construida en el lugar tras la segunda Guerra Mundial para almacenar plátanos procedentes del Caribe. Locales con conciertos, instalaciones artísticas y arquitectura "intencionalmente minimalista" pretendía "conservar la herencia industrial y marítima" de Nantes y sustituir un pasado de bruma y metal. ¿Funcionó? La arquitecta Beatriz Fernández Águeda valora positivamente la transformación de Nantes en su estudio Planificar la ciudad industrial en declive. Dice: "En muchos casos, la recuperación de una ciudad en declive industrial se ha planteado desde una perspectiva económica, tratando de recobrar el valor y tomando como punto de partida una ruptura total con el pasado productivo de la región, pero aquí encontramos una decisión clara de priorizar la regeneración urbana como medio de alcanzar una mayor economía de gastos y recursos, una preocupación general por el equilibrio del territorio y la diversidad social, por la preservación y gestión de la diversidad y de los espacios naturales". "De esta manera, el declive de la ciudad industrial se ha abordado desde un nuevo proyecto de gobierno y vertebración del territorio que queda expresado tanto en intervenciones sobre el soporte fijo como en un conjunto de medidas encaminadas a la creación de un clima o ambiente en el que la innovación tenga como punto de partida la aceptación del pasado industrial", añade. Ese respeto no ha evitado el atrevido emplazamiento de atracciones como un elefante metálico, una espiral fluorescente a lo largo del muelle o un tiovivo 'vintage' entre luminosos que indican restaurantes, teatros o cantinas. Un mundo lúdico, con toques circenses, que, en definitiva, materializan esa máxima de la ciudad de que lo increíble es parte de lo cotidiano. Sin olvidar ni las raíces ni a uno de sus personajes más emblemáticos.

Les Machines de l'île, parc des Chantiers, Nantes © Franck Tomps / LVAN

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a long history of intervention. “In 1713 a seawall was built. This helped to unify the archipelago and make the Loire navigable, totally changing the landscape of these 340 hectares. In the 19th and 20th century, the island’s residential areas were divided by a railway, and the Victor Hugo and Martyrs Nantais boulevards were created.” In 1900 there were more than 3,000 factories and workshops, employing 30,000 workers in steelmaking and naval construction. Over the course of the 20th century, other developments took place on the island. Wetlands were turned into housing, and in the 1960s it started to become a leisure area with hotels, bars and other services. As the late 20th century brought decline, so the 21st century brought the promise of new life. A prime example of this is the redevelopment, in 2007, of the so-called Hangar à Bananes in the Antilles Dock. This 8,000-square-metre site was built after the Second World War to store bananas from the Caribbean. The plan has involved a concert hall, artistic installations and much more, with “an intentionally minimalist architecture,” whose goal is to “preserve the maritime and industrial heritage” of Nantes while replacing its metal-making activities. Has it worked? The architect Beatriz Fernández Águeda gives a positive assessment of the transformation of Nantes in her study, Planning the Declining Industrial City. As she says, “In many cases, the recovery of a city in industrial decline is approached from an economic point of view, attempting to win back value and starting with a total break with the region’s manufacturing past. Here, on the other hand, there has been a clear decision to prioritize urban regeneration as a way of achieving a greater economy of expenses and resources, a general concern for balancing the territory and social diversity, for the preservation and management of diversity and of natural spaces. In this way, the decline of the industrial city has been tackled with a new project of governance and territorial restructuring. This is expressed both in terms of infrastructure and a set of measures for the creation of a climate in which innovation can respect the industrial past.” This respect has nonetheless dared to innovate in unusual ways: a gigantic moving elephant, a fluorescent harbourside spiral and a vintage merry-go-round are found among signs showing the way to restaurants, theatres and bars. This new setting, with its touch of the circus, feels natural in a city where the extraordinary mingles with the ordinary. It is a city where a metallurgic past, and a very famous son, are still present.

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