Imaginativa y nacimientos prodigiosos en algunos textos del Barroco

CRITICÓN, 69, 1997, pp. 21-31. Imaginativa y nacimientos prodigiosos en algunos textos del Barroco Javier González Rovira Barcelona Para Mireia Com

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CRITICÓN, 69, 1997, pp. 21-31.

Imaginativa y nacimientos prodigiosos en algunos textos del Barroco Javier González Rovira Barcelona

Para Mireia

Como hemos puesto de relieve en otra ocasión1, una creencia fuertemente arraigada en el pensamiento renacentista fue la del poder de la imaginativa en el momento de la concepción o durante el embarazo (idea que pervive en nuestros días en las supersticiones populares sobre los antojos femeninos), como parte de una concepción más amplia de las simpatías universales, es decir, el influjo de los astros, las relaciones entre alma y cuerpo, las propiedades de plantas y metales..., que constituyen la base de las doctrinas esotéricas del Renacimiento sobre la magia natural. Confluían en dicha creencia diversas tradiciones científicas, filosóficas y literarias en una compleja cadena de influencias a través de distintas épocas y distintas culturas en torno a una misma idea: la posibilidad de afectar físicamente al embrión o feto mediante la actividad de la imaginación, especialmente la de la madre2. Para ello, al lado de los razonamientos y 1

Javier González Rovira, Nacimientos prodigiosos e imaginación en misceláneas eruditas del siglo XVI, comunicación presentada en el Congreso Internacional Luis Barabona de Soto y su época (Lucena, 2-5 de noviembre de 1995), cuyas actas se hallan en proceso de elaboración. Además de las obras del xvi que mencionaremos en estas páginas (Mexía, Torquemada, Huarte de San Juan, Sabuco, Valles y del Río), en nuestra comunicación examinábamos también la Sevillana medicina (siglo XV, pero publicado en 1545) de Juan de Aviñón, el Libro del arte de las comadres o madrinas (1541) de Damián Carbón [vid. ahora la edición preparada por Feo. Susarte, Alicante, Universidad de Alicante, 1995, p. 68), La Torre de David moralizada (1584) de Jerónimo de Lemos y la Silva de varias cuestiones naturales y morales (1587) de Jerónimo de Campos. 2 Aunque ya hemos esbozado una primera aproximación a las fuentes del motivo en nuestro estudio mencionado en la nota anterior (aspecto que esperamos desarrollar en el futuro como parte de un análisis más amplio centrado en el tratamiento de la imaginación a lo largo de la historia), anticipamos una síntesis general de la misma. De algunas fuentes en concreto, no obstante, ofreceremos mayor información en el lugai oportuno. En la compleja transmisión del motivo podemos destacar las siguientes estadios:

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las disquisiciones más o menos científicas sobre las facultades del alma y los vínculos entre los elementos del universo, solía traerse a colación algún ejemplo de nacimiento prodigioso causado por una visión (generalmente, una obra de arte presente en la habitación conyugal) o un pensamiento de la madre (el caso más grave, el recuerdo del rostro del amante). De entre las distintas anomalías posibles, que podían ir desde una mera mancha cutánea hasta graves malformaciones, sobresaldría la del niño nacido de padres blancos con la tez completamente negra a causa de la contemplación de una imagen durante la génesis, lo que es profundamente revelador de los temores de nuestra civilización. La perfecta aclimatación de estas tradiciones en España, al margen de curiosos textos medievales de las tres culturas que coexistieron en la Península, alcanzó su máxima expresión en las misceláneas del siglo xvi: la Silva de varia lección (1540) de Pedro Mexía y el Jardín de flores curiosas (1570) de Antonio de Torquemada son los mejores ejemplos de la amplia aceptación de dicha teoría, aunque tuvo también un notable opositor: el Examen de ingenios (1575) de Juan Huarte de San Juan. Queremos examinar aquí su pervivencia en el Barroco reseñando varios textos de distintos, géneros en que hemos podido hallar menciones a los fenómenos de a) la eugenesia platónica. En Las leyes (775a-c) indica Platón cuál ha de ser la disposición física y anímica de los padres en el momento de la concepción, que puede incidir en la formación del feto. Por otro lado, sus ideas sobre el dualismo alma-cuerpo expuestas en otros diálogos servirán de base para que los neoplatónicos posteriores, desde Plotino hasta el Renacimiento, fundamenten una doctrina sobre sus posibles interrelaciones, en las que la imaginación intervendrá como mediadora. b) la genética y la psicología aristotélica. En la Historia de los animales (586a) y en la Reproducción de los animales (722a), tras examinar la similitud entre padres e hijos y las posibles desviaciones a la norma general, relata Aristóteles la anécdota de una mujer que dio a luz un hijo de color debido no a un adulterio propio, sino de su madre. Por otro lado, aunque nada se indique acerca del poder formativo de la imaginativa, el De anima servirá a sus distintos comentaristas (Avicena, Santo Tomás, Suárez...) como punto de partida para la exposición de ideas al respecto. c) la medicina antigua. Aunque ya encontramos menciones a los antojos femeninos en Empédocles e Hipócrates, sin duda, por su incidencia en la cultura árabe y cristiana medieval, que recoge sus ideas, Galeno es una de las fuentes principales del motivo. En el De theriaca ad Pisonem liber, cuenta la anécdota de una mujer que dio a luz un hijo parecido no a los padres, sino a un cuadro que estaba en la cámara conyugal y sobre el cual se posó la mirada de la madre en el momento de la concepción. d) la retórica latina y la novela helenística. Dos de las fuentes predilectas durante el Siglo de Oro serán en primer lugar una oración retórica atribuida por San Jerónimo a Quintiliano (en realidad, se trata de una obra de Calpurnio Flaco), quien relata el caso de una mujer acusada de adulterio por esta causa; y, en segundo lugar,,ocupa un lugar preeminente el nacimiento de Cariclea en Las etiópicas de Heliodoro (libs. IV y X). e) la exégesis bíblica. A partir de los comentarios de San Jerónimo y de San Agustín al episodio del ganado de Jacob (Génesis, XXX, 37-39; ver, infra, nota 22), el cristianismo acepta plenamente dicho fenómeno hasta nuestros días. Los hitos más destacados durante la Edad Media serán San Isidoro de Sevilla (Etimologías, lib. XII, cap. I, 60), San Alberto Magno y, sobre todo, Santo Tomás de Aquino (Suma contra gentiles, lib. III, cap. cm), quien intenta una racionalización del fenómeno a partir de la psicología aristotélica. Por otra parte, aparece también en la propia tradición bíblica hebraica, desde el Talmud de Babilonia hasta textos cabalísticos medievales. Y f) la filosofía hermética. El pensamiento neoplatónico, a partir de Ficino, encontrará en los textos herméticos la justificación mágica de la teoría de las correspondencias entre los distintos niveles del universo. La vis imaginativa aparecerá en numerosos textos (Ficino, Paracelso, Bruno...) como mediadora entre los planetas o el alma y el cuerpo (vid. Francés A. Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, trad. de D. Bergadà, reimp., Barcelona, Ariel, 1994, passim).

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nacimientos prodigiosos relacionados con la imaginación y la fantasía, conceptos prácticamente equivalentes en la época, representativos tanto de las fuentes de transmisión del motivo como de los intentos de justificación del mismo. Aunque en su mayoría se trate de misceláneas eruditas con una abierta inclinación a la teratología, encontraremos también obras de diversa índole que permiten comprobar la difusión generalizada del motivo. Precisamente, el primer ejemplo que encontramos en el siglo xvn pertenece a una obra de un género religioso aparentemente alejado de los ámbitos más característicos para el tratamiento de este motivo. Se trata de la Historia eclesiástica, política, natural y moral de los grandes y remotos reinos de la Etiopia (1610) de Luis de Urreta. Como otras obras del mismo género, consiste en una amplia exposición de las noticias reales y ficticias que, desde la Antigüedad, fueron forjando el carácter mítico de dichas tierras, preámbulo para la que sería la segunda parte de la obra, claramente eclesiástica, publicada un año después: la Historia de la Sagrada Orden de predicadores en los remotos reinos de la Etiopia*. De todos modos, el espacio geográfico que inspira la materia de la obra la hacía especialmente receptiva a una de las fuentes predilectas para nuestro motivo: Teágenes y Cariclea o Las etiópicas de Heliodoro de Émesa, de la que el autor se hace eco al aludir al mito de Andrómeda, en el que se funda todo el «artificioso libro que trata de los amores de Clariquea y Theágenes, por la pintura que tenía la reyna su madre en su aposento de la dicha Andrómeda»4. El episodio recordado es el nacimiento de la protagonista de dicha novela helenística, Cariclea, niña blanca engendrada por Persina e Hidaspes, reyes de Etiopía, debido a la contemplación por parte de la madre, en el momento de la génesis, de un cuadro en que estaba representada la liberación de Andrómeda por Perseo. La niña será abandonada por la madre, temerosa de la posible reacción del rey, exposición que es el origen último de toda la trama que culmina con el reconocimiento de Cariclea por parte del padre y su condición de heredera. Se trata, por tanto, de un ejemplo paradigmático del tópico del origen desconocido del héroe, cuya imitación más conocida es la efectuada por Torquato Tasso en la Gerusalemme liberata (canto XII, ee. 23-24) para el nacimiento de Clorinda, aunque tras cristianizar convenientemente el motivo (el cuadro contemplado representará no a Perseo sino a San Jorge). Un año después de la obra de Urreta aparece el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias, cuya definición de la imaginación incluye una breve referencia a los fenómenos de la aprensión, directamente relacionados con el poder de la imaginativa según la concepción de la época, como veremos después en un texto de Lope de Vega: «la imaginación haze caso», una «máxima muy recebida»5, 3 Luis de Urreta, Historia de la Sagrada orden de los predicadores en los remotos reinos de la Etiopia, Valencia, 1611 (los ejemplares de la Biblioteca Nacional de esta obra y la mencionada en nota siguiente carecen de portada, por lo que desconocemos el impresor de ambas). 4 Luis de Urreta, Historia eclesiástica, política, natvral y moral de los grandes y remotos reynos de la Etiopia, Valencia, 1610, p. 45. 5 Ofrecemos aquí el texto completo de Covarrubias: «Latine imaginatio, alicuius rei conceptio et fictio, quae mente fit vel imaginatio est quaedam motio per quam nobis simulacra quaepiam in anima gignuntur; ab Aristotele intellectus passivus nuncupatur. Lo demás tocante a materia física, se remite a los filósofos. No passarle por la imaginación una cosa es no aver tenido pensamiento della ni primer movimiento. La imaginación haze caso, es máxima muy recebida. Imaginar, pensar. Imaginable, lo que puede caber en la

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cuya significación podemos encontrar en otra de las más importantes lexicologías de nuestra lengua, el denominado Diccionario de autoridades: La imaginación hace el caso. Proloquio que explica la fuerza de la aprensión y que en muchos, por la viveza de la imaginación, no son las cosas lo que son, sino lo que se aprehende. Lat. Apprehensio facit casunt.6

Pero mayor interés tienen para nuestro propósito las correcciones e interpolaciones de Remigio Noydens en la segunda edición del Tesoro (1673), quien añade un texto más amplio que la definición de Covarrubias, dedicado íntegramente a la aprensión durante el embarazo y que nos permite descubrir algunas de las fuentes del motivo, así como las distorsiones de su transmisión: Tratando Avicena, lib. 2, de las imaginaciones animales, dize que hazen tanta mudança en las cosas naturales que acontece que la criatura sea semejante a la cosa misma que la madre estava imaginando al tiempo de concebir. Lo qual también prueba San Agustín, lib. 2, De Civitate Dei, diziendo que una muger blanca, concibiendo de hombre blanco, vino a parir un negro, porque al tiempo de el concebir tenía la imaginación y vista en la figura de un negro que en un paño de pared estava pintada y que la criatura le parecía propiamente. Y Aristóteles y Plinio refieren que el famoso poeta Vizantino, siendo sus padres blancos, nació negro por la causa referida.7 Destaquemos, en primer lugar, la mención a Avicena. En la cultura árabe medieval, las ideas médicas de Galeno sobre la imaginación fueron ampliamente aceptadas, como vemos en Alkindi {De radiis stellicis), Avicena (Canon medicinae), Algacel e, incluso, Ibn Hazm de Córdoba (El collar de la paloma). Curiosamente, la traducción medieval de las obras de Algacel y, en especial, de Avicena, supondrá una recuperación del motivo en el ámbito occidental, convirtiéndose en autoridades indiscutibles 8 . En segundo lugar, Noydens, inspirándose con toda probabilidad en el Jardín de flores curiosas de Torquemada, remite erróneamente a San Agustín, ya que en el libro II de La ciudad de Dios no se encuentra ningún texto que podamos relacionar con nuestro motivo 9 , y atribuye sin fundamento al influjo de la imaginación el caso de Niceo, poeta

imaginación. Estar imaginativo, estar pensativo». Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española, ed. de Martín de Riquer, Barcelona, Alta Fulla, 1987, p. 732. 6 Diccionario de autoridades, reimp., Madrid, Gredos, 1984, vol. Il (vol. IV, p. 213 del facsímil). 7 Covarrubias, op. cit., pp. 732-733. 8 Vid. Emilio García Gómez, El collar de la paloma y la medicina occidental, en Homenaje a MillásVallicrosa, Barcelona, C.S.I.C, vol. I, pp. 701-706 y Danielle Jacquart y Claude Thomasset, Sexualidad y saber médico en la Edad Media, trad. de J. L. Gil, Barcelona, Labor, 1989. Para Algacel, vid. A. de Torquemada, Jardín de flores curiosas, ed. de G. Allegra, Madrid, Castalia, 1982, p. 122. 9 Sólo en el libro XII, cap. xxvi de La ciudad de Dios del obispo de Hipona hallamos un texto que puede relacionarse con nuestro motivo, al indicar que deseos o pasiones de la madre pueden «sembrar algunos lincamientos o colores en los tiernos y suaves embriones» (ed. de Feo. Montes de Oca, México, Porrúa, 1992, p. 286). En cambio, en las Quaestionvm svper Genesim (lib. I, q. xcm), relata San Agustín la anécdota del hijo con tez distinta a la de los padres por influjo de la visión de un cuadro. Atribuye dicha anécdota a Hipócrates, aunque ya los editores del texto indican el posible error de San Agustín al indicarnos «Forte Galeni» (Qvaestiones in vetus nouumque testamentum, Lyon, Iacobi Iuntae, 1561, vol. IV, pars I, p. 136).

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de Bizancio nacido de color por un evidente adulterio familiar, según la Historia natural de Plinio10. El siguiente ejemplo es una perfecta síntesis de las fuentes del motivo, ya que se unen las reflexiones de carácter erudito con las anécdotas de difusión oral que llegan hasta nuestros días, si bien la explicación que daría una mente escéptica como la de Juvenal —ese adulterio interétnico que se proyecta como un fantasma que amenaza a la comunidad— es sustituida aquí por la referencia a los poderes de la imaginación11. Se trata de los Días de jardín (1619) de Juan Fajardo de Guevara, una miscelánea narrativa que es simple pretexto para las digresiones eruditas, cuya extensión supera con creces el marco de la ficción. Tras haber recordado distintos casos en que la imaginación ha podido determinar las características del feto, el autor aconseja a los futuros padres una adecuada composición de lugar para el momento de la procreación, no sólo para evitar embarazosas sorpresas, sino también para mejorar sensiblemente las cualidades naturales de los padres: «se aconsejan pinturas hermosas en los aposentos de los que dessean tales sus hijos, pues fuera de otras vezes que ha sucedido». Y, a continuación, pasará a relatarnos una anécdota similar a la que podemos encontrar en numerosos textos renacentistas: «De Cuenca me cuentan que pocos años ha vna señora principal y segura, quanto alcança nuestra miseria, parió vn negrito, retrato de vna imagen de su aposento»12. El inciso que hemos señalado, que alude a la condición naturalmente pecaminosa del ser humano, permite sin embargo intuir algunas dudas al respecto, dudas que eran una clara acusación en Huarte de San Juan13. Pasemos ahora al cinismo de Lope de Vega en la dedicatoria de La viuda valenciana, fechada el mismo año que la miscelánea de Juan Fajardo de Guevara. El prólogo es un !0 El episodio de Niceo, claramente hereditario ya que no interviene la imaginación sino un adulterio anterior, es narrado por Plinio {Historia naturalis, lib. VII» cap. xil), quien lo relaciona con uno de los Problemata (sex. X, 10) atribuidos a Aristóteles, donde se habla de las diferencias entre padres e hijos y la posibilidad de que se deba al influjo de la imaginación, pero donde no aparece el ejemplo de Niceo. 11 La sátira VI de Juvenal, que tanta repercusión tendrá en la literatura misógina occidental, expone un caso de adulterio que podemos relacionar con nuestro motivo: «Alégrate, pobre hombre, y presenta por ti mismo a tu mujer lo que es preciso que beba; porque si ella quisiera ver sus flancos dilatados y que su útero padezca las sacudidas del feto, pudieras acaso resultar padre de un etíope y después este negro heredero, que no te atreverías a mirar a la luz del día, te hará llenar tus tablillas testamentarias» (Persio y Juvenal, Sátiras completas, ed. y trad. de J. Torrens, Barcelona, Iberia, 1982, p. 101). 12 Juan Fajardo de Guevara, Días de lardín, Madrid, Bernardino de Guzmán, 1619, fol. 305. En otro capítulo de la obra se refiere también a distintas manchas que pueden haber sido provocadas por antojos maternos o ser de carácter hereditario, remitiendo a Heliodoro, en cuya novela Cariclea, al margen del cambio en color de la piel debido a la imaginación, posee una mancha en el brazo (ibid., fol. 169 v"). Este aspecto nos llevaría a la consideración de multitud de obras en que pueden aparecer dichas señales, desde las propiamente congénitas hasta las de origen milagroso, como las cruces de los dos hermanos del drama calderoniano La devoción de la cruz, en la que la madre se abraza a una cruz de piedra antes de dar a luz para protegerse de las estocadas de su celoso marido. Cabría considerar igualmente las funciones de este tipo de manchas en la anagnórisis, aspecto tratado ya en la Poética de Aristóteles como la forma menos elaborada de reconocimiento (ed. y trad. de A. García Yebra, 2a éd., Madrid, Gredos, 1992, pp. 183-187). 13 Cfr. Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios, ed. de G. Seres, Madrid, Cátedra, 1989, p. 653, quien, ante una noticia similar, indica: «También se cuenta por ahí que una señora parió un hijo más moreno de lo que convenía por estar imaginando en un rostro negro que estaba en un guadamecil, lo cual tengo yo por gran burla; y si por ventura fue verdad que lo parió, yo digo que el padre que lo engendró tenía el mesmo color que la figura del guadamecil».

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prodigio de recursos retóricos, especialmente de juegos de palabras e ironías que tienen como objeto al difunto marido de Marta de Nevares, la «Marcia Leonarda» y «Amarilis» a la que dedicará numerosas obras, entre ellas las cuatro novelas cortas intercaladas en La Filomena y La Circe14. Tras elogiar la «gentileza de cuerpo y libertad de conciencia en materia de sujeción» de la dama, que puede sentirse feliz porque la muerte, cual monje mercedario que redime a los cautivos de Constantinopla o Argel, la ha liberado de un matrimonio desgraciado, encontraremos una breve descripción del fallecido en que se alude tanto al peso de los genes de la madre (dama tan hirsuta, quizá, como la niña italiana mencionada en numerosos textos de la época) 15 como a la fantasía de la misma, aunque aquí el objeto contemplado no alcance la grandeza de las obras de arte y el efecto de la aprensión, en este caso, no sea la pigmentación cutánea, sino una abundante pilosidad. La sorna lopesca, tras cebarse en el marido insuficientemente tolerante, a su parecer, con uno de los adulterios más rentables de nuestra literatura, alcanzará incluso a los defensores del poder de la imaginativa: [era] un hombre que comenzaba a barbar por los ojos y acababa en los dedos de los pies. Oí decir que su madre de tal difunto era de Osuna o que al hacerse preñada pensó en un cofre: la imaginación hace caso; no nos metamos con los filósofos que creen más en las acciones del espíritu que a la naturaleza de la común herencia.16 Las ironías de Lope no terminan aquí, ya que continúa con la sátira del difunto Don Roque Hernández de Ayala y una nueva alusión científica, de tono quevedesco, a las prácticas médicas: él tenía estas gracias y por añadidura el más grosero entendimiento que ha tenido celoso después que se usa estorbar mucho y regalar poco. [...] ¡Bien haya la muerte! No sé quién está mal con ella, pues lo que no pudiera remediar física humana, acabó ella en cinco días con una purga sin tiempo, dos sangrías anticipadas y tener el médico más afición a su libertad de vuesa merced que a la vida de su marido.17 Mayor seriedad es la desplegada por dos de nuestros eruditos del siglo x v n , Nieremberg y Gómez de Tejada, ambos jesuítas, pero representantes de dos tendencias 14 Para las tempestuosas relaciones de Lope de Vega con Marta de Nevares, vid. H. A. Rennert, Vida de Lope de Vega, ed. de A. Castro, Salamanca, Anaya, 1967, pp. 223-238, donde se edita también el texto que mencionaremos. 15 Junto al caso del niño etíope nacido de padres blancos, el ejemplo más difundido de nacimientos prodigiosos por influjo de la imaginación es el de una niña nacida en Pietrasanta, provincia de Pisa, completamente recubierta de pelo. En el momento de la concepción su devota madre había contemplado una imagen de San Juan Bautista, vestido, como todos sabemos, con una piel de camello u oveja. Recogen la anécdota con escasas variantes, entre otros, E. C. Agrippa, A. Paré, M. de Montaigne y, ya en España, A. de Torquemada (op. cit., pp. 123-124) y M. Sabuco (Olivia Sabuco de Nantes, Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, ed. de A. Martínez, Madrid, Editora Nacional, pp. 174-175). 16 Lope de Vega, Obras, ed. de la Real Academia, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1913, vol. XV, p. 491. En la ironía última, Lope parece decantarse hacia las posturas aristotélicas sobre el carácter genético de este tipo de fenómenos. '7 Ibid., pp. 491-492.

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opuestas en los intentos de hallar una etiología para el fenómeno de los nacimientos prodigiosos en relación con la imaginativa. La primera tendencia, característica del Renacimiento y las doctrinas sobre la magia natural, remite todos los fenómenos de la aprensión a las doctrinas sobre las semejanzas, las simpatías y las correspondencias universales. La segunda, más propia del Barroco, matizará o rechazará abiertamente la postura anterior y tratará de encontrar una explicación racionalista del fenómeno a partir de las doctrinas tomistas sobre las facultades del alma y la fisiología de las pasiones. Quizá ninguna frontera entre las dos posturas, y entre los dos siglos, sea tan significativa como la trazada por A. Martín del Río con sus Disquisitionum magicarum libri sex, publicados entre 1599 y 1600. Obra inspirada en las doctrinas oficiales de la Contrarreforma sobre los fenómenos de hechicería o de brujería, distingue con detalle entre las distintas formas de magia, especialmente entre la natural y la demoníaca. Y el espacio que le corresponde a los poderes de la imaginación sólo puede ser tolerado siguiendo las doctrinas del Doctor angélico, frente a la condena de otras manifestaciones de magia negra (talismanes, pócimas, conjuros, aojamientos...) que caen de lleno bajo la acusación de heterodoxia18. Ejemplo de la tendencia renacentista y su pervivencia durante el Barroco es Juan Eusebio Nieremberg en su Curiosa filosofía y tesoro de las maravillas de la Naturaleza (1633). Como indica el título, se trata de una obra destinada a glosar las maravillas de la creación como prueba de la omnipotencia divina, en la línea de la Introducción al símbolo de la fe (1583) de Fray Luis de Granada o los Diálogos de la agricultura cristiana (1589) de Juan de Pineda, obras en que la filosofía natural está al servicio de la Iglesia. Su lectura del libro de la Naturaleza, sin embargo, se hace eco principalmente de los fenómenos sorprendentes que, en apariencia, escapan a la armonía de la Creación, por lo que se aproxima a la teratología moderna que culmina en obras como Des monstres de A. Paré (1575) o la Monstrorum historíete de U. Aldrovandi (1642), para quienes la fantasía se encuentra entre las causas naturales que explican la existencia de los monstruos. En concreto, Nieremberg dedicará el libro segundo de su obra a las maravillas de la imaginación, entre las que se incluyen los fenómenos extraordinarios en los nacimientos. Tras mencionar varias anomalías debidas a la aprensión o la imaginación femenina en el momento de la concepción o incluso durante el embarazo, como son diversas mezclas de rasgos humanos y animales en que no se ha producido una unión contra natura, aspecto tratado en otros capítulos de la obra, encontramos la anécdota de una mujer embarazada que

18 Dado que nos hemos ocupado de esta obra en nuestro estudio mencionado en nota 1, no profundizamos en su examen. Existe una traducción parcial (lib. II), a cargo de Jesús Moya: Martín del Río, La magia demoníaca, Madrid, Hiperión, 1991, a quien seguimos para corregir la fechación de dicha obra. Es ésta la misma postura que defiende Thomas Fieno en su De viribvs itnaginationis, tratado dedicado íntegramente a los fenómenos de la imaginación (en concreto, las quaestiones XIII y XIV exponen el fenómeno de los nacimientos prodigiosos). Su posición, en principio, es contraria a la aceptación de que una causa espiritual tenga estos efectos fisiológicos: «Phantasia per se & immédiate non immutat foetum: id est, phantasia per suum simplicem actum imaginationis non immutat foetus» (Lovaina, Gerardo Rivii, 1608, p. 124). Pero, tras mencionar numerosas autoridades religiosas o profanas, acaba con la siguiente conclusión: «Phantasia mediantibus animi passionibus &C humorum & spirituum motu potest aliquas circa foetum faceré mutationes» (ífoic/., pp. 131-132).

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trayendo el vientre muy grande, y haziendo la cuenta que venía a parir por la Epifanía, le dixeron por burla que pariría los tres Reyes. Ella respondió: «Ojalá». Y parió tres muchachos, moreno el vno. Aquí sólo pudo hazer la imaginación que el vno mudasse el color, no que naciessen tres si antes no estauan distintamente concebidos.19 Para Nieremberg, la causa natural de estos fenómenos se encuentra en la simpatía entre los elementos, aspecto al que dedicará la segunda parte de esta obra, Oculta

filosofía de la simpatía y antipatía de las cosas (1633), rechazando, de todos modos, la intervención de los astros sostenida por Alkindi o Paracelso y limitando el papel de la imaginación, que por sí misma no puede ser causa eficiente y, por tanto, carece del poder creador de las anomalías20. En concreto, el fenómeno se produce cuando «el alma, con la fuerça de la imaginación toda concentrada en ella [la concepción], tira en sus acciones en quanto puede a lo mismo. Y como se le va la mano, digámoslo ansí, a aquello que la tiene impresionada», se produce la concurrencia de la virtud aprehensiva de la imaginación y la virtud generativa del semen21. Como vemos, se trata de un fenómeno provocado por la intensidad de la sugestión, que selecciona él objeto contemplado como modelo a imitar por la fuerza generativa. Por otro lado, y como dato más significativo en una tradición que suele hacer recaer la responsabilidad de las monstruosidades sobre la imaginación femenina, para Nieremberg el fenómeno puede provocarlo cualquiera de los dos progenitores en el momento de la concepción, aunque, obviamente, la madre cuenta con el largo periodo del embarazo para incidir sobre el feto. Algunos años después encontramos otra miscelánea erudita, El filósofo (1650) de Cosme Gómez de Tejada, cuyo planteamiento es característico de la etiología barroca del fenómeno. En el libro, organizado según el esquema de preguntas-respuesta que tanta disfusión alcanzó en nuestras letras, aparece la siguiente cuestión: «¿Por qué de padres negros como etíopes suelen nacer hijos blancos y de padres blancos, hijos negros? ¿Y por qué mirando las ouejas y carneros varas descortezadas al tiempo de la generación (industria de Iacob) nacían los hijos manchados, siendo los padres negros o

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Juan Eusebio Nieremberg, Cvriosa filosofía y tesoro de marauillas de la naturaleza, Madrid, Imprenta del Reino, 1639, fol. 52. Entre otras anomalías, destaca también niños que «han nacido con cuernos por mirar sus madres cuando concebían algunos retratos de Acteón» (ibid., fol. 41 v"), una sobrina de Nicolao III «que dizen parió vn osso por auer mirado mucho en las imágenes de ossos que en su palacio estauan» (ibid., fol. 42), «la que parió vn hijo de enorme cabeça porque se espantó del retrato de vn muchacho hidrocéfalo» {ibid., fol. 47) o niños con apariencia demoníaca (ibid., fols. 54 v°-55 v°) debido a visiones como la recordada por Torquemada (op., cit., p.124). 20 «Y ansí por muy diferente senda juzgo se deue filosofar de las marauillas que causa la imaginación, y es dezir que no es causa de ninguna si se toma la causa eficiente con rigor. Ocasión sí que puede ser de muchas marauillas, pero directo influxo y primera intención a tan desacostumbradas obras no tiene. El fundamento que ay deste parecer es hallarse otras causas inmediatas de aquellos efetos y no ser la imaginación potencia del alma actiua, sino sólo por acción inmanente que se queda dentro de la gente, no que brote fuera. Y todas estas potencias de acciones inmanentes [...] son infecundas para obrar lexos» (Nieremberg, op. cit., fols. 45 v"-46). 21 Ibid., fol. 49 v". En su Ocvlta filosofía de la sympatia y antipatía de las cosas, Madrid, Imprenta del Reino, 1633, dedica un breve capítulo a la imaginación (lib. I, cap. XVI, fols. 14-14 v°), donde recuerda lo ya tratado en el libro anterior.

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blancos?»22. Su respuesta sigue la línea tomista para intentar una explicación racional del fenómeno: la imaginación no es causa principal eficiente, pero «mueue los espíritus, la sangre y los humores, de cuyo mouimiento y alteración resultan varias qualidades en el cuerpo». Prosigue la discusión insistiendo en la posibilidad de que una causa espiritual, la imaginación, provoque efectos físicos como el color del feto, atendiendo a que «no es mucho que la ánima, por ser vn ser intencional y adumbrado, produzga vn ser real y verdadero» como el color y otros fenómenos «de que hazen mención fidedignas historias». Por otro lado, dichos efectos espirituales no dejan de ser «efigies insensibles de cosas sensibles» por lo que, gracias a «la admirable fuerza de la virtud seminal», pueden pasar desde el espíritu del generante a la cosa engendrada. Como principal autoridad, al margen de la obligada referencia a Santo Tomás de Aquino, mencionará un tratado de Francisco Valles, el De sacra philosophia, en el que el médico alcalaíno intenta conjugar las creencias científicas y filosóficas de la época con el pensamiento cristiano23, olvidando otras fuentes paganas o modernas. Como vemos, Gómez de Tejada utiliza en su discusión una terminología escolástica para resolver la paradoja del efecto de lo anímico sobre lo corporal, intentando hallar la conciliación en las teorías de los humores y los espíritus animales que, desde el cerebro o el corazón, actúan sobre el resto del cuerpo. Frente a las teorías mágicas del xvi sobre la simpatía entre los elementos, presentes aún en Nieremberg, este tipo de discusiones será la tónica habitual en el siglo xvn, como podemos ver en otro tratado dedicado a fenómenos paranormales, El ente dilucidado (1676) de Fray Antonio de Fuentelapeña, verdadera enciclopedia de elementos maravillosos que dedica varias páginas al análisis del poder de la imaginación24. Sus reflexiones, como en el caso de Gómez de Tejada, también siguen el causalismo inspirado en las doctrinas aristotélicotomistas, aunque con mayor amenidad25. Con respecto a nuestro motivo, su fundamentación teórica se basa en los argumentos habituales en dicho causalismo, al indicarnos que la imaginación «es bastante para mouer las passiones y afectos del ánimo». Desde el cerebro («aduana adonde paran todas las especies que entran por las puertas de los cinco sentidos»), pasando por el corazón, «los espíritus» animales 22 Cosme Gómez de Tejada, en El filósofo. Ocvpaciones de nobles y discretos contra la cortesana ociosidad, Madrid, Domingo García, 1650, fols. 116-116 v°. Para la fortuna de este género de obras, vid. P. M. Cátedra, La literatura de problemas (siglos xvi-xvill), Salamanca, ed. del autor, 1992. Respecto a la «industria de Jacob» relatada en el Génesis de la Biblia, recordemos que en el pastor consigue determinar el color de las futuras crías —su suegro, Labán, le ha prometido aquellas que nazcan manchadas— descortezando unas maderas ante las cuales el ganado procrea. 23 En De iis, quae scripta sunt Physice in libris cacris, sive De Sacra Philosophia, liber singularis (Lyon, H. Porta, 1595, pp. 134-141), Valles dedica un capítulo al motivo al análisis del episodio del ganado de Jacob relatado en el Génesis bíblico. Su discusión sigue las pautas del causalismo aristotélico-tomista, aunque remite también a Galeno y San Agustín. El episodio de Jacob, por otro lado, encontró también un amplio tratamiento en las artes plásticas de la época: vid. por ejemplo el emblema XXIX de Juan de Solórzano (Emblemas regio-politicos, estudio y edición de J. M" González, Madrid, Tuero, 1987, pp. 69-70) y la serie de cuadros de Murillo y Ribera (H. Krauss y E. Uthemann, Quel che i quadrí raccontano, Milán, Longanesi, 1987, p. 210). 24 Fray Antonio de Fuentelapeña, El ente dilucidado, ed. de J. Ruiz, Madrid, Editora Nacional, 1978, pp. 582-591. 25 Véase, por ejemplo, su explicación sobre la forma de preparar el chocolate (agitándolo enérgicamente en un recipiente) y las posibles perturbaciones del sueño.

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JAVIER G O N Z Á L E Z ROVIRA

Criticón, 69,1997

(«correos de el alma») llevan hasta la parte del cuerpo que corresponda las indicaciones de la imaginativa, que podrán ser de muy variada índole, desde la pura aprensión hasta los maleficios, pasando, claro está, por los antojos femeninos: Sácase también de lo dicho la razón de nacer los hijos extrauagantes y disímiles de los padres, como se dize de las mugeres blancas que parieron hijos atezados y de las que parieron los hijos con figuras de animales [...] y es que teniendo la madre vehemente imaginación de vn objeto, envía la especie de él al embrión, en el qual, excitada la facultad animal, mueue hasta los humores que con la especie simbolican [sic], con que dando estos material y siruiendo la especie de exemplar, forma el alma, mediante la virtud seminal y facultad formatriz, la figura que aprehendió la imaginación.2^ Durante el siglo xvín seguirá abierta la cuestión de los poderes de la imaginativa, a la que se siguen dedicando tratados completos como Délia forza délie fantasia umana (1745) de L. A. Muratori 27 . En España, la cuestión es planteada también por algunos de nuestros más insignes eruditos, como podemos ver en el discurso «Color etiópico»

del Teatro crítico de Feijoo o en la Historia de la vida del hombre de Hervás y Panduro, autores que discuten dicha teoría, pero sin llegar a rechazarla por completo28. De todos modos, también durante este siglo el racionalismo y el empirismo irán abandonando las ideas sobre el poder de la imaginación, al margen, claro está, de las llamadas «ciencias esotéricas», en que siguen repitiéndose hasta hoy en día las ideas de San Alberto, Agripa o Paracelso29. No obstante, se producen una serie de desplazamientos desde el discurso filosófico hacia otras ciencias humanas, como la naciente psicología, la pedagogía o la estética, en las que la imaginación empieza a recibir un tratamiento específico, acorde con los distintos objetivos de dichas disciplinas. En el campo concreto que estamos analizando, el cambio más significativo será la reaparición de la eugenesia platónica. Con bases pretendidamente científicas, durante los siglos xvín y xix, el poder formador de la imaginativa, entre otras disposiciones anímicas y corporales, será considerado por algunas corrientes de la incipiente genética en la elaboración de una teoría que contempla la posibilidad de determinar o mejorar las condiciones naturales del feto. Pero eso, obviamente, se escapa ya a la intención y el marco temporal abordado en estas páginas*. 26

Ibid., p. 590. En dicho tratado, Muratori examina los distintos fenómenos de aprensión que, a su juicio, responden a las teorías sobre las interrelaciones entre alma y cuerpo a partir de los humores y los espíritus. Dedica un capítulo a le voglie délie donne (Venezia, G. Pasquali, pp. 150-160). 28 Vid. Benito Gerónimo Feijoo, Theatro crítico universal, Madrid, A. Ortega, 1778, vol. VII, dise, m , pp. 66-90; y Lorenzo Hervás y Panduro, Historia de la vida del hombre, Madrid, Aznar, vol. I, pp. 155-179. La pervivencia del motivo, no obstante, permitirá que autores como Goethe o Schopenhauer se sirvan del mismo en obras tan distintas como una novela o un tratado filosófico: respectivamente, Las afinidades electivas y Sobre la voluntad de la naturaleza. 29 Como simple curiosidad mencionamos dos obras del siglo pasado y de nuestros días en que podemos hallar capítulos dedicados al poder de la imaginativa y referencias a nacimientos prodigiosos causados por dicho influjo: Hortensio Flamel, El libro negro o la magia, Barcelona, Manuel Sauri, 1866, 5 a éd.; y Ramiro Erquicia, ed. y trad., Tratado de las ciencias ocultas, Barcelona, Edicomunicación, 1989. Estando en prensa este artículo, ha aparecido el completísimo libro de Guillermo Seres, La transformación de los amantes. Imágenes del amor de la Antigüedad al Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, 27

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IMAGINATIVA

Y NACIMIENTOS

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GONZÁLEZ ROVIRA, Javier «Imaginativa y nacimientos prodigiosos en algunos textos del Barroco». En Criticón (Toulouse), 69, 1997, pp. 21-31. Resumen. Una creencia fuertemente arraigada a lo largo de la historia del pensamiento occidental es la de los efectos de la imaginación durante el embarazo. En nuestro estudio se analizan distintos textos del Barroco español, desde una historia eclesiástica (Urreta) hasta una dedicatoria de Lope de Vega (La viuda valenciana), aunque prestando especial atención a las misceláneas eruditas (Fajardo de Guevara, Nieremberg, Gómez de Tejada, Fray A. de Fuentelapeña), atendiendo a sus fuentes clásicas, medievales y renacentistas, así como a la incidencia de las ideas de la época sobre la magia natural. Resume. C'est une croyance profondément enracinée dans l'histoire de la pensée occidentale que celle des effets de l'imagination pendant la période de la grossesse. Sont ici analysés plusieurs textes du XVIIe siècle, depuis une histoire ecclésiastique (Urreta) jusqu'à une dédicace de Lope de Vega (La viuda valenciana), une attention toute particulière étant cependant accordée à des miscellanées érudites (Fajardo de Guevara, Nieremberg, Gómez de Tejada, Fray A. de Fuentelapeña) dont on étudie les sources classiques, médiévales et renaissantes, avec quelques considérations sur l'incidence des idées de l'époque relatives à la magie naturelle. Summary. A belief deeply rooted throughout the history of the Western Thought is the one dealing with the effects that imagination has upon pregnancy at it evolves. In our study several passages from the Spanish Baroque are analysed, ranging from a History of the Church (Urreta) to a dedication written by Lope de Vega (La viuda valenciana), even though we pay spécial attention to scholarly miscellanea, such as the ones produced by Fajardo de Guevara, Nieremberg, Gómez de Tejada or Fray A. de Fuentelapeña, taking into account their Classical, Mediaeval and Renaissance sources, as well as the influence of the ideas of the time on natural magie. Palabras clave. Tradición clásica. Magia natural. Supersticiones. Imaginación. Misceláneas. Luis de Urreta. Lope de Vega. Sebastián de Covarrubias. Juan Fajardo de Guevara. Juan Eusebio Nieremberg. Cosme Gómez de Tejada. Fray Antonio Fuentelapeña.

1996. Aunque dedicado a un motivo distinto al aquí estudiado, resulta del todo punto imprescindible, especialmente en sus primeros capítulos, para comprender las bases filosóficas y naturalistas que confluyen en el Siglo de Oro para explicar, entre otros aspectos, el funcionamiento de la percepción y de la imaginativa que subyace en los textos analizados en este artículo.

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Anónimo INTRODUCCIÓN Y NOTAS DE SANTIAGO FERNÁNDEZ MOSQUERA

La cueva de Meliso, Mago

V

IRÍA FLAVIA Otoño vioixcvi

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