LA BALLENA VARADA EN LA ORILLA DEL MAR

LA BALLENA VARADA EN LA ORILLA DEL MAR Wagner David estaba en la orilla de la playa jugando con sus amigos Miguel, José Antonio, Alex, John Clever, En

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LA BALLENA VARADA EN LA ORILLA DEL MAR Wagner David estaba en la orilla de la playa jugando con sus amigos Miguel, José Antonio, Alex, John Clever, Enry, Cynthia Zenaida, Marjorie Madeleine, Fabiola Elizabeth, cuando de pronto el mar varó una enorme ballena, los chicos se asustaron mucho y se fueron corriendo a buscar a sus padres para contarles lo sucedido. Solo Wagner David se quedó y empezó a sollozar pensando que la ballena estaba muerta, acarició su lomo, se sintió muy triste. Se sentó junto a ella por varias horas y sin saber qué hacer, se preguntó en voz alta: -¿Por qué matan a las ballenas? ¿Por qué tanta crueldad? ¿Por qué? ¿Por qué? De pronto una ola gigantesca los arrastró a ambos y en segundos estaban en alta mar, la ballena desapareció y Wagner solo en medio del mar, pidió auxilio pero nadie lo escuchó, cuando por cansancio parecía desfallecer, se apareció nuevamente la ballena y le invitó a dar un paseo por el mar. El niño entusiasmado aceptó, la ballena se sumergió un poco y Wagner pudo subi r a su lomo. Como el paseo fue largo, el niño se durmió, cuando despertó la ballena le presentó a Diana, una niña flaquita, de ojos pardos, de pelo lacio, tenía cerca de su ojo izquierdo un pequeño caracol y casi tapándole la frente colgando un pez de color rojo que tenía un ojo grande y el otro pequeño. Wagner estaba encantado, además de esta niña hizo nuevos amigos: peces, delfines y tiburones, aunque en el fondo estos últimos le daban un poco de miedo. Así pasaron varias horas que a Wagner le parecieron días interminables y empezó a extrañar a su familia, y cuando ya iba a pedirle a la ballena que lo llevara de vuelta, se apareció Diana, estaba linda, le acompañaban seis seres que tenían una cara larga y un solo ojo en la frente, se veían alegres. Diana fue la única que habló: -¡Wagner en dos días nos vamos a casar!. El niño sorprendido replicó -No puedo, tengo sólo 7 años. -Pero yo quiero casarme contigo ya, estoy muy enamorada de ti. -¿Cuándo sucedió eso, porque yo recién te conozco? -Fue en la playa, al verte llorar, creyendo muerta a la ballena, sentí que eras sincero y por eso me enamoré profundamente de ti. -No puedo hacerlo Diana, mis padres se molestarían mucho. Entonces Diana enfureció y le dijo: -Si no te casas conmigo, tus amigos, tus padres y tú se convertirán en horrendos monstruos marinos.

Wagner se asustó ante la determinación de Diana y le pidió que le dejara ir a casa, porque necesitaba tener a sus amigos compartiendo ese importante momento, ante lo cual Diana aceptó recordándole: -¡La boda será en dos días! Entonces se apareció la ballena y le ofreció regresarlo a la orilla, esta vez Wagner no se durmió, estaba muy exaltado con la posibilidad de ver a su familia y amigos. La ballena le prometió esperarlo. Cuando llegó a casa, su mamá, angustiada por su ausencia le dijo: -¿Mi niño adorado ¿dónde has estado todas estas horas? En cambio su padre se puso furioso e intentó golpearle por haberse ido sin permiso, pero su madre lo contuvo. Wagner les contó lo sucedido y entonces su papá cambió de actitud y lo envió a descansar. Pero esa misma noche, Wagner escapó por la ventana y reunió a su grupo de amigos contándoles todo lo vivido, los niños estaban muy entusiasmados con viajar encima de una ballena, quedando en reunirse al amanecer. Las niñas estaban vestidas de color amarillo, con una vincha adornada con una rosa del mismo color. En cambio los varones vistieron de blanco, con pantalón corto y se pusieron en el bolsillo de la camisa un clavel rojo. Cuando llegaron a la playa se encontraron con un grupo de jóvenes estudiantes de biología que paseaban por la playa y al ver a la ballena varada en la orilla, habían decidido cortarla en pedazos y extraer cuidadosamente su esqueleto para armarlo después en el museo de historia natural de su universidad donde se exhiben esqueletos de grandes animales.

MARIA VASQUEZ VELEZ Piura, Perú

LOS PRIMOS José y Enry eran primos que no vivían juntos pero se veían cuando el papá de José viajaba; entonces José se quedaba donde su tía Juana cuyo único hijo era Enry. Juana quería mucho a José, hijo de su primo hermano con quien se había criado en la misma casa, en su pueblo natal. Un día cuando el sol no terminaba de asomarse, Enry vio llegar a José acompañado de su papá. Juana les abrazó con mucho cariño y les sirvió un humeante café de olleta y tortillas con queso de cabra. Andrés se despidió de su hijo sabiendo que allí estaría seguro y bien cuidado. Aprovechando que se quedaron solos, Enry de 15 años le propuso a José, ocho años menor, que fueran a bañarse al río sin permiso de Juana. José se entusiasmó mucho con la idea y ambos primos se fueron cantando y saltando hasta llegar a la ribera del río; de pronto Enry corrió hacia una loma a desvestirse y José lo imitó. Enry propuso a José entrar primero al río. -Pero no sé nadar, contestó José. -Bueno lo haré yo primero –le replicó Enry-pero ¡Tírate! José se adelantó unos pasos hacia el borde, cuando de repente sintió un tremendo empujón que lo hizo caer al torrentoso río y gritó desesperado mientras la corriente se lo llevaba hacia los rápidos sin que Enry se inmutara, más bien se vistió y se alejó raudamente. José apenas podía mantenerse a flote con el estilo perrito, aplicando las enseñanzas de su padre del verano reciente. La corriente lo alejaba cada vez más de la casa de Juana y José, de a pocos, se acercaba a la orilla para cogerse de alguna rama y poder salir del río, pero el alambre de púas de los cercos y la velocidad con que era arrastrado se lo impedían; así se mantuvo un buen rato dejándose llevar por la corriente pero sus fuerzas empezaban a abandonarlo. De pronto vio en la orilla a un joven bañista y gritó desesperado pidiéndole auxilio. Al verlo a punto de ahogarse, el joven se tiró al río y con enérgicas brazadas le dio alcance antes de llegar a los rápidos, le pidió que se abrazara a su cuello y juntos ganaron la orilla por donde ya no había cercos de alambre de púas. Descansaron hasta recuperar el aliento y José le dijo dónde estaba la casa de su tía Juana. El joven lo acompañó y le dejó cerca de la casa, pero el niño se avergonzó de su desnudez, así que volvió a la loma donde su primo lo había empujado al río, encontró su ropa, se vistió, y como estaba tan cansado se acurrucó bajo un añoso algarrobo quedándose profundamente dormido.

José llegó a la casa de su tía cuando empezaba a servir el almuerzo. Su primo Enry estaba allí, lo miró con indiferencia y no le dirigió la palabra. Juana les pidió que se lavaran las manos y pasaran a la mesa.

TAMO EL HIPOPÓTAMO Una tarde de verano Franck Alonso recibió la visita de su amiga Valentina, quien le obsequió un robusto hipopótamo de color gris con una enorme boca de color rojo. Ambos niños se pusieron a jugar con el hipopótamo, y como les era difícil pronunciar su nombre correctamente lo llamaron Tamo. En otra ocasión, Franck Alonso se encontraba en el patio de su casa, se sentía muy aburrido, daba vueltas y más vueltas sobre el piso empedrado, sin importarle que su ropa empezaba a empaparse de sudor. De pronto, se acomodó el pelo desordenado, buscó la sombra de la acacia que florecía frente a su habitación y llamó a Valentina; cuando ella llegó, corrieron donde Tamo que animoso los llevó de paseo por toda la casa, en cuya sala solo había una pintura de formato grande, la cual atravesaron sin inconvenientes pese al susto que ambos se llevaron. Del otro lado, los esperaba un lugar de espesa vegetación, donde vieron sentada a una anciana mujer leyendo unas hojas de color verde, parecía que apenas podía respirar dentro de su ajustado y juvenil vestido rosa y blanco de encaje, su boca pequeña y sus labios pintados de color blanco la hacían lucir etérea. Valentina tosió para llamar su atención. -¡Ah, ya están aquí! ¡Los esperaba! Franck Alonso preguntó: -¿De dónde nos conoce? -Violeta, llámenme Violeta. Ustedes no me conocen pero yo sí porque Tamo me ha comentado que los considera sus buenos amigos. Quiero que me ayuden a recoger una rosas negras que crecen en las alturas de Huancabamba, pues en mis manos se marchitarían al instante. Esas rosas negras mantienen jóvenes a quienes las cultivan, por eso quiero tenerlas en mi jardín. Como los niños aceptaron el ruego, Violeta les comunicó que su mascota iría con ellos. Era un perro blanco con cuatro hocicos afinados, alineados uno tras otro, en el labio superior de cada hocico había un redondo lunar negro. Los cinco recorrieron un largo trayecto hasta llegar a un campamento minero; cuando algunos trabajadores los vieron llegar, se asustaron mucho al ver a tan extrañas mascotas y corrieron a esconderse. Tras beber agua fresca de un chorro, retomaron el viaje, pero pronto los niños empezaron a dar señales de cansancio por la falta de oxígeno a mayor altura. Al fin llegaron a un

paradisiaco lugar donde hallaron orquídeas de exquisita belleza y variedad, pero no lograban dar con las rosas negras que buscaban, hasta que al final de un angosto sendero empedrado, dieron con las rosas negras, que no pudieron tomar porque una bestia amenazante les salió al paso y gruñó: - ¡Largo de aquí! Ante lo cual Franck Alonso replicó: - Solo recogeremos un par de rosas negras y nos iremos. - ¡Nunca! Al tiempo que la bestia gruñía, se abalanzó contra Franck Alonso, pero la mascota de Violeta se interpuso entre ellos y con su cuádruple mordida evitó que el niño fuera mal herido. Tamo alzó de inmediato a Franck Alonso aprovechando que el perro blanco se revolcaba con la fiera en desigual pelea hasta que Violeta atravesó con su machete el corazón de la bestia. Todo se cubrió de sangre y las rosas negras resplandecientes quedaron al alcance de sus manos Franck Alonso y Valentina recogieron raudos las rosas negras y se las entregaron a Violeta quien rejuveneció al instante y desapareció con su extraña mascota. Empezaba a anochecer cuando Tamo llevó a los intrépidos niños de regreso a casa de Franck Alonso. Al día siguiente, la mamá de Franck Alonso, viendo que Tamo estaba muy sucio, roto en dos pedazos y con manchas de sangre, decidió tirarlo a la basura, pero cambió de idea y lo enterró en el jardín de la casa y allí donde Tamo fue enterrado crecieron unas bellas rosas negras.

Maria Vásquez Velez

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