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LA CONSERVACIÓN PREVENTIVA DE UN LIBRO HISTÓRICO Las obras completas de Jenofonte, Filippo Giuntia, 1516.
Se entiende por conservación preventiva el conjunto de acciones encaminadas a prolongar la vida de un objeto artístico, disminuyendo las causas potenciales de los daños sin intervenir directamente sobre el mismo. Los libros históricos son objetos que precisan de una preservación adecuada puesto que constituyen un importante legado para el hombre en tanto forma de conocimiento y vehículo de comunicación; son testimonio de una actividad y fruto de un contexto concreto. Así bien, las Obras completas de Jenofonte formaron parte de la Biblioteca personal del Greco y pertenecieron con anterioridad al humanista Antonio de Covarrubias. Es un libro escrito en griego que consta de 197 hojas y está encuadernado en pergamino. En sus márgenes se observan anotaciones manuscritas probablemente pertenecientes a Covarrubias.
De todo ello, se deriva la necesidad de idear un espacio contenedor para este tipo de objetos que permita el control de los factores externos responsables del deterioro de las obras. Cada hoja de papel es una estructura constituida por fibras celulósicas. Las características de este soporte no sólo dependen del tipo de fibra empleada en su fabricación, sino también de los tratamientos y aditivos (cargas y encolantes) que se agregaron en su proceso de elaboración. Por tanto, un papel con cargas alcalinas y encolantes neutros ofrecerá mayor resistencia frente a los factores de deterioro. Cuando un libro es expuesto sufre la acción de la luz, las fluctuaciones de humedad relativa y temperatura y la acción del aire contaminado. Los libros cuyo principal constituyente es el papel son materiales higroscópicos, esto es, sufren variaciones dimensionales con los cambios bruscos de humedad relativa y temperatura. Si bien, las altas temperaturas suelen servir de caldo de cultivo para la proliferación de microorganismos, que no sólo provocan alteraciones cromáticas sino que pueden degradar los componentes mayoritarios del papel al excretar ácidos que se depositan sobre él modificando su ph y acidificándolo. La radiación lumínica es uno de los factores más nocivos desde el punto de vista de la conservación preventiva. La combinación de la luz con otros agentes de deterioro es la culpable de la fotooxidación del papel y ocasiona efectos similares a los de las altas temperaturas. Por este motivo, ha de evitarse su exposición prolongada a elevados niveles de luxes.
Ha de tenerse en cuenta, además, la naturaleza de las encuadernaciones. Las cubiertas de los libros históricos se encuentran realizadas a menudo en piel o pergamino, cuyo principal componente es de origen proteico. Pese a ser un material más estable que el papel, se ve afectado entre otros factores por las altas temperaturas y las fluctuaciones de los parámetros ambientales llegando a provocar en algunos casos la deshidratación de la piel. Los hongos, sin embargo, ocasionan un daño menor en el pergamino que en el papel. En ocasiones, también las malas intervenciones de restauración son las responsables de daños físico‐mecánicos irreversibles. Las cubiertas desempeñan un importante papel en la protección de los libros. Proteger el objeto es en realidad preservar la memoria.
Para garantizar la supervivencia de las Obras completas de Jenofonte se adoptó como medida preventiva principal su introducción en una vitrina, dotada de un sistema de climatización con control de humedad y vapor interior. Este dispositivo contribuye al mantenimiento de niveles adecuados de humedad relativa y aire en el interior de la vitrina. Ofreciendo además, protección contra el vandalismo, las vibraciones, la acción del fuego o el agua. Asimismo, la introducción de un pequeño sensor permite registrar periódicamente los valores de humedad relativa y temperatura.
No obstante, debe prestarse atención al diseño de las vitrinas. Además de poseer una estética acorde al discurso expositivo, ha de cumplir determinados requisitos. Al margen de su sistema de funcionamiento, los materiales que la constituyen deben resultar inocuos para la obra expuesta en ella. Bajo esta premisa, se decidió usar en la fabricación de su estructura paneles de fibra de madera de densidad media cuya estabilidad es mayor a la que ofrece la madera maciza.
Como soporte expositivo se optó por el uso de un atril de metacrilato, material inerte que no provoca interacciones con los materiales constituyentes del objeto. Según las características de la encuadernación debe adoptarse un grado de apertura, siendo recomendables ángulos inferiores a 90º, quedando el lomo sustentado en el atril. Como ciertos libros tienen tendencia a cerrarse suele ser beneficiosa la colocación de una banda de melinex o mylar como sistema de sujeción de las hojas. Este tipo de film de poliéster transparente posee una elevada resistencia mecánica; por lo que resulta flexible, fuerte y duradero.
Como condiciones ambientales deseables, se recomienda una humedad relativa entono al 40 y 60%, temperatura entre los 18 y 20 ºC y una iluminación máxima que oscila entre los 50 y 100 luxes. Debe exponerse y almacenarse en lugares exentos de polvo y ausentes de contaminantes. La práctica nos demuestra una vez más que no existen estándares de conservación aplicables por igual a todas las obras, sino directrices que han de adaptarse individualizadamente a las particularidades y características de cada una de ellas. La obra de arte es un objeto único, y como tal merece ser conservado. Ana Rodríguez Izquierdo. Restauradora.