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EGIPTO: Ley de la frontalidad.− Los egipcios se distinguen entre todos los pueblos antiguos del Cercano Oriente por haber buscado desde un principio, deliberadamente, un canon ideal del cuerpo humano. En este sentido se parecen mucho más a los griegos posteriores que a sus contemporáneos y vecinos del Asia Anterior. En el mundo asiático, movedizo, sujeto a frecuentes convulsiones, se desarrolló un arte lleno de dramatismo, patético muchas veces, penetrante y variado las más de ellas. En Egipto, en cambio, el arte fue el reflejo intelectual de un mundo seguro de sí mismo. Una vez encontrado su canon, el egipcio lo mantuvo durante siglos, sin cambios substanciales, casi sin evolución. El hallazgo fue tan precoz, que sólo en las épocas protodinástica y tinita se atisban las vacilaciones y los ensayos conducentes a él. Julius Lange observó que la escultura egipcia mantiene a toda costa el rigor de un plano vertical que corta por su centro el cuerpo humano. Cualquiera que sea la posición de la figura, un plano vertical debe cortarla por su eje medio, de delante a atrás. La espina dorsal, la coronilla, la nariz, la barbilla, el esternón y los órganos genitales deben estar fijos en un solo plano, sin desviarse hacia ninguno de los dos lados. Así fue formulada por Lange su celebre ley de la frontalidad aplicable a la escultura egipcia y a la de todos los demás pueblos anteriores a los griegos del siglo V a. C. Incluso la escultura griega de la época arcaica observa dicha ley. (...) Según Schafer, aunque los artistas egipcios empleaban métodos distintos, estaban convencidos de que representaban la naturaleza con la más escrupulosa fidelidad. Si bien sus ojos físicos, como todos los ojos normales, captaban los escorzos, se desentendían de estas impresiones aparentes e, inconscientemente, consignaban tan sólo lo que sus ojos mentales les decían, lo que ellos sabían acerca de la naturaleza del cuerpo, o si no queremos acentuar demasiado el factor intelectual, lo que vivía en su imaginación como realidad. Yo defino, por tanto, este método de dibujo como de visión rectilínea (...). Conforme a esta visión, el artista despieza el objeto, y desde un mismo punto de observación, y por tanto a una misma escala, ensambla y diseña sus piezas por el lado más representativo, como es evidente en su pintura y en su relieve. Este acento en lo representativo (...) nos permite reunir los dos conceptos como definitorios: un arte representativo y de visión rectilínea (...). Por consecuencia − dice Schafer − una estatua anterior a otra griega del siglo V a. C., es decir, fundada en el principio de la visión rectilínea, está compuesta partiendo de cuatro puntos de vista que se cruzan en ángulo recto: una vista frontal otra dorsal y dos laterales. Todas sus partes − cabeza, tronco, extremidades − se encuadran en un marco de planos verticales. Los seres humanos y los animales tienen dos dimensiones básicas en la percepción: una el contorno máximo de la cabeza y del tronco en visión lateral; otra el contorno máximo de los mismos en visión lateral. Estas dos dimensiones máximas, puesta la una en ángulo recto con relación a la otra, fascinan hasta tal punto la imaginación del artista prehelénico, que la composición de sus estatuas, aun las representadas en movimiento, viene determinada por dos planos que se cruzan en ángulo recto. Su concepción de la visión frontal de la superficie exterior de las partes del cuerpo y de sus miembros es transportada y colocada en estos planos, o en invisibles planos paralelos, en un proceso análogo a como maneja los planos de un relieve. Es decir, el eje vertical imaginario de una figura humana en pie es la línea de intersección de dos planos cruzados en ángulo recto. La línea de intersección de esos planos en el bloque prismático de que la estatua fue hecha, pasa a ser el eje vertical de la figura, teóricamente encerrada en el mismo, como un cuerpo congelado en un bloque de hielo. La figura humana y la pirámide están gobernadas, por tanto, por una misma ley compositiva. maneja los planos de un relieve. En apoyo de sus explicaciones, Schafer ha podido aducir estatuas egipcias a medio hacer en las que se 1
ve como el escultor empezó por dibujar la figura en los cuatro lados mayores del bloque: de frente, por la espalda y por los costados. El más famoso de los relieves de Hesiré ilustra muy bien el tipo clásico de representación del hombre de pie que había de ser normal en la pintura y el relieve egipcios. La línea horizontal de los hombros se cruza con el eje vertical del cuerpo en ángulo aproximadamente recto. La línea de los hombros y el ojo están vistos de frente; todo lo demás de perfil, sin ningún asomo de tres cuartos. La posición del pezón o del ombligo sobre o junto a la línea de contorno, responde a esa visión de perfil estricto. Los dos pies muestran en primer plano el dedo gordo. El lado por el que originariamente fue creada la figura del hombre, quizá en conexión con la dirección de la escritura jeroglífica, fue el de su perfil derecho. Prueba de ello la tenemos en que cuando las figuras están mirando a la izquierda, suelen tener las manos y las varas que en éstas llevan en el lado contrario. Sabemos por la escritura que la mano izquierda tiene a menudo una vara larga y la derecha una corla (el cetro llamado kereb), y así lo vemos también en relieves como el de Hesiré (éste lleva, además, en la mano izquierda los útiles de escriba). Pues bien: cuando las figuras se vuelven a la izquierda, las manos que sostienen las varas son las mismas, pero muchas veces el brazo derecho va unido al hombro izquierdo y el brazo izquierdo al derecho. La mujer es representada como el hombre, pero con el pie izquierdo algo menos adelantado. La mujer suele estar parada; el hombre, caminando. La mujer lleva un vestido largo, de hombreras más o menos anchas, sin mangas. En la realidad, el arranque de las hombreras tenía que encontrarse por encima de los senos. En los relieves y pinturas se representa un solo seno, de perfil, a veces descubierto del lodo, y siempre sin relación ni con el vestido ni con los hombros. Es como si el artista hubiera empezado por dibujar el cuerpo desnudo, según su modo habitual de hacerlo, y después le hubiese puesto el vestido sin atender para nada a la lógica de su relación con aquel.
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